MĂsticos, profetas y reformadores Creyentes para el mundo de hoy Instituto Superior de Pastoral
MĂ?STICOS, PROFETAS Y REFORMADORES Creyentes para el mundo de hoy
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isbn 978-84-15995-12-8 © 2015-Ediciones Khaf Grupo Editorial Luis Vives Xaudaró, 25 28034 Madrid - España tel 913 344 883 - fax 913 344 893 www.edicioneskhaf.es Del texto © Instituto Superior de Pastoral P.o Juan XXIII, n. 3 (Edif. León XIII) 28040 Madrid
dirección editorial Juan Pedro Castellano edición Isabel Izquierdo Proyecto visual y dirección de arte Departamento de Diseño GE diseño de colección Mariano Sarmiento
tel 915 141 700
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PRESENTACIÓN
Ya desde hace un tiempo, la teología se viene planteando qué cristianismo tiene futuro. Esclarecer esta cuestión ha sido el objetivo de las sesiones monográficas que el Instituto Superior de Pastoral ha organizado durante el curso académico 2014-2015. La primera intervención corrió a cargo del profesor José Cristo Rey García Paredes, catedrático del Instituto de Vida Religiosa de Madrid y profesor invitado durante muchos años en el Instituto Superior de Pastoral. Para el teólogo claretiano García Paredes necesitamos nuevos símbolos que nos remitan al misterio de Dios. Esto no se suple con esa creatividad superficial que hoy nos invade. Las representaciones de lo divino superficiales, apresuradas, como carteles diseñados a última hora, músicas ramplonas y sin inspiración no aportan los símbolos que hoy son necesarios. Solo la creación artística que adviene después de un largo proceso de meditación cautiva al ser humano. El cambio cultural, respecto al mundo de la revelación bíblica, nos pide re-encontrarnos con Dios en nuestro tiempo. Tenemos necesidad de «inventar» continuamente a Dios, en el sentido de
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buscar sin descanso nuevas figuras —sus nuevos nombres— que nos acerquen a su misterio. La segunda ponencia lleva como título «Místicos cristianos en el siglo xxi». Para ello contamos con la lúcida aportación de Juan Martín Velasco, profesor emérito del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y uno de los mejores especialistas en mística en la actualidad. Martín Velasco nos plantea si es posible la mística en la situación religiosa de los países de tradición cristiana, pero sobre todo si puede crecer la mística en esta tierra religiosamente desertizada, en un clima religiosamente enrarecido. La mística es conocimiento experiencial de Dios (santo Tomás de Aquino). Pero ¿en qué consiste esa experiencia de Dios? Cabe prever que en el siglo xxi los místicos cristianos para poder seguir siéndolo deberán aprender a «padecer a Dios». La experiencia de Dios pasa por la empatía del sufrimiento de los otros. La verdadera mística es mística de ojos abiertos. Porque quien a su hermano no ama a Dios aborrece (san Juan de la Cruz). ¿Dónde está la novedad de la espiritualidad y la mística contemporánea en relación con la pobreza extrema que viven muchas personas de nuestro mundo? Sin duda, en el hecho de que la realidad de los pobres y la opción por ellos ha pasado a formar parte de la comprensión y la realización de la experiencia de Dios, del encuentro con él. Sin embargo, sin la actitud de apertura a Dios, sin la disponibilidad de quien todo lo espera de Él, no sería posible comprometerse verdaderamente con los pobres y oprimidos del mundo. El cristiano del futuro o será un místico de ojos abiertos o no podrá seguir siendo cristiano.
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La verdadera reforma de la Iglesia, aparte de tomar en serio la acción del Espíritu en ella y la experiencia de Dios en todo creyente, deberá dejar también espacio a la acción de los profetas ya sea dentro de la Iglesia como en el mundo. Para ello quisimos contar con la aportación de José Luis Sicre, uno de los mejores especialistas en el tema de los profetas en el ámbito bíblico actual. El profesor Sicre analiza el tema de los profetas en los inicios del cristianismo, pero especialmente se centra en responder si hay hoy profetas en la Iglesia. ¿Cómo sería la vocación profética en el siglo xxi? La vocación profética es un don de Dios que rompe todas las barreras: económicas, sociales, del género, de la cultura. Curiosamente, cuando se habla de profetas del siglo xx siempre citamos a dos obispos, Oscar Romero y Pedro Casaldáliga, y a un pastor bautista, Martin Luther King. Pero los profetas pueden darse en cualquier estrato social, en varones y mujeres, en las distintas circunstancias económicas y culturales. El profeta de hoy debe estar marcado por la profunda experiencia religiosa y la idea de la soberanía absoluta de Dios que implica un ataque a toda forma de idolatría. También tiene que tener la capacidad crítica con respecto a todo y a todo. A nivel social, político y religioso. Los profetas de hoy, deberán tener la capacidad de alentar un compromiso a nivel social-político y religioso en favor de las personas que padecen la injusticia y de valores conformes con la voluntad de Dios. Basándose en la práctica de los primeros cristianos, el profeta de hoy debería conceder especial atención a las pequeñas comunidades, a menudo, sufrientes y perseguidas, consolándolas y fortaleciéndolas en la fe.
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Finalmente, no podría faltar en nuestras sesiones la voz de las mujeres. Para ello contamos con las valiosas aportaciones de Isabel Gómez Acebo y Ana Abril Fernández. Isabel Gómez Acebo, profesora muchos años en la Universidad Pontificia de Comillas, analiza de forma magistral el tema de la reforma vista con ojos de mujer. ¿Qué pueden aportar las mujeres al mundo eclesial en este momento de incertidumbre? Desde el nivel social, las mujeres deben convencer a los cristianos poderosos o cargos políticos para que defiendan los derechos de los menos favorecidos de la sociedad. La oferta de la mujer ha de ser modesta, pero convencidas de que el cuerpo social roto en el que vivimos se puede recomponer desde una espiritualidad que parte, reparte el pan y regenera lo rasgado para mejorar la vida de los oprimidos. Ana Abril reflexiona sobre el compromiso social y político del cristiano. Recorrer el camino del compromiso social y político implica situar como fondo las bienaventuranzas, estar en una actitud permanente de discernimiento, no cejar ante el sufrimiento injusto, y creer en la significatividad de lo aparentemente pequeño. La pregunta clave de nuestro compromiso social y político de nuestra fe es si estamos de verdad con los últimos, si estamos en las fronteras, o si estamos con los pies en el barro y las manos en la carne. El compromiso es expresión de no poder quedar «tranquilamente al margen» de un Dios que ha irrumpido en nuestras vidas y las ha transformado para ser partidas y compartidas, para generar en los rincones del mundo semillas del Reino. Juan Pablo García Maestro, OSST Instituto Superior de Pastoral-UPSA (Madrid)
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EL ESPÍRITU REINVENTA LA IGLESIA Mujeres y hombres con Espíritu José Cristo Rey García Paredes, CMF
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Me agrada el título que se me ha ofrecido para reflexionar dentro de este ciclo de conferencias. Supongo, no obstante, que habrá quienes sientan un cierto desagrado; dirán que la Iglesia está inventada y viva, y no es necesario en manera alguna «reinventarla». Más allá de toda polémica, es interesante pensar que el Espíritu re-inventa la Iglesia.
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INVENTAR Y RE-INVENTAR A DIOS
Invención es una palabra que tiene, al menos dos significados: 1. ‘Encontrar lo que está ahí’ (del verbo latino invenire); y 2. ‘Resultado de inventar a través del esfuerzo creativo y descubridor de la imaginación’. En ambos sentidos podemos hablar correctamente de nuestra «invención de Dios». Y en ambos necesitamos —más que nunca— que acontezca entre nosotros la «invención de la Trinidad», tras el derrumbamiento producido por la crisis religiosa de nuestro tiempo. La expresión «invención de Dios» es de Andrés Torres Queiruga en su libro El problema de Dios en la modernidad 1. La expresión parece provocadora, pero resulta, por diversos motivos, no solo pertinente sino también fascinante. Hablamos de «invención de Dios» porque hemos de re-encontrar al Dios que hemos perdido. Él está ciertamente ahí, aquí: en este mundo globalizado; en las zonas incluso secularizadas y laicas de nuestra sociedad. Pero nuestro radar no lo
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Cf. Andrés Torres Queiruga, El problema de Dios en la modernidad, Verbo Divino, Estella, 1998. 1
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detecta. Nos hemos vuelto insensibles a su presencia. El detector que antes funcionaba, ¡ya no funciona! según el criterio de muchas personas. Necesitamos detectores de «nueva generación». Invención de Dios es, entonces, el objetivo intencional de una apasionada búsqueda. Estamos en la hora del quaerere Deum, quaerere Trinitatem en nuestro tiempo, tras el viernes santo del ateísmo y el sábado santo del agnosticismo e indiferentismo 2. La «invención» nos ofrecerá el rostro contemporáneo de Dios. La búsqueda de Dios no obedece a pura curiosidad intelectual, sino a una auténtica pasión, que el Pseudo Dionisio llamaba teopatía. Buscan a Dios hoy quienes sufren de esa rara enfermedad que se llama «teopatía» o pasión por lo divino. Decía Sócrates en el Fedro de Platón: Las mayores bendiciones nos vienen por medio de la locura, a condición de que esta nos sea dada como don divino 3.
La invención de Dios es el premio que se le concede al amor, a la pasión, a la teopatía. En Juan de la Cruz no hay teología, sino teopatía. Lo que le interesaba no era entender, comprender, sino amar y encontrar: «¿Dónde te escondiste, Amado?». «Invención» hace también referencia al esfuerzo creativo y descubridor a través de la imaginación. La imagen de nuestro Dios se ha ido desdibujando y difuminando en nuestra cultura.
Cf. Paola Zavatta, Teologia del sabato santo, Città Nuova, Roma, 2006; Martha Zechmeister, Gottes-Nacht, Lit, Münster, 1998. 3 Platón, Fedro, 32. 2
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Incluso las imágenes artísticas de Dios de nuestras iglesias y templos nos parecen anacrónicas y no tocan nuestra inteligencia emocional. Necesitamos una nueva imaginativa, nuevos símbolos que nos remitan al misterio de Dios. Esto no se suple con esa creatividad superficial y de baratija que hoy nos invade. Las representaciones de lo divino superficiales, apresuradas, como carteles diseñados a última hora, composiciones informáticas, músicas ramplonas y sin inspiración, no aportan los símbolos que hoy son necesarios. Solo la creación artística que adviene después de un largo proceso de meditación, de búsqueda es inspirada y cautiva al ser humano. El verdadero artista es un personaje liminal, un habitante de la frontera en la cual le es revelado «el sentido», «significados flotantes» que a muchos nos pasan desapercibidos. Esto lo ha desarrollado magníficamente Eugenio Trías en su obra Lógica del Límite. El cambio cultural, respecto al mundo de la revelación bíblica, nos pide re-encontrarnos con Dios en nuestro tiempo. Tenemos necesidad de «inventar» continuamente a Dios, en el sentido de buscar sin descanso nuevas figuras —sus «nuevos nombres»— que nos acerquen a su misterio. Podemos inventar a Dios desde la humildad, la solidaridad con los no-creyentes, el diálogo interreligioso.
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CUANDO DIOS NOS «INVENTA» SOMOS «INVENCIÓN DE DIOS»
La palabra «invención» puede ser considerada también desde la perspectiva divina: ¡nosotros somos invención de Dios! ¡Dios viene a nuestro encuentro y nos encuentra, como el buen pastor que encuentra a la oveja perdida! Buscar es, entonces, ser encontrado. Imaginemos el movimiento que viene desde Dios hacia nosotros. Es impresionante: «¡De muchas maneras Dios nos ha hablado¡» (Heb 1,1). El más poderoso movimiento no es de la humanidad hacia Dios, sino de Dios hacia la humanidad. Nuestro buscar aparece entonces como respuesta a una llamada previa y casi inconsciente; nuestro encontrar es, en definitiva, un sabernos encontrados por alguien que desde siempre nos buscaba. Ese es el testimonio que nos ofrecen todos los místicos, los descubridores de Dios. Pascal lo dijo con una frase magnífica: «Consuélate: no me buscarías si no me hubieras encontrado» 4. Para darse cuenta de ese movimiento de Dios hacia nosotros hace falta búsqueda, apertura, desprendimiento. Así nos lo re-
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Blaise Pascal, Pensées, 553.
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velan los creadores en el campo religioso, los místicos, los santos, los profetas o fundadores de religión. Dios no se revela en la superficialidad, sino en el núcleo de ser humano; no se revela en la mera horizontalidad sino en la verticalidad, no en el mero presente sino en el futuro. Se revela a quien sale de su mundo acostumbrado. Cuando nos esforzamos por inventar a Dios, es Dios mismo quien, secreta y amorosamente, nos está inventando a nosotros. Nuestro creador es nuestro inventor. Y ¿por qué? Base de todo esto es nuestra fe en el Dios de la Alianza y de la Alianza esponsal con su pueblo, con la humanidad. Nuestra fe nos ha presentado a Dios, ya desde los orígenes hasta hoy, como el Dios de la Alianza. Esto significa que nuestro Dios ha conectado indisolublemente su destino al nuestro. Se ha desposado para siempre con la humanidad. Él no quiere ser un Dios solitario, aislado, inaccesible. ¡Todo lo contrario! Él es el Dios que hizo alianza con nuestros primeros padres, con el pueblo de Israel —como mediación para entrar en alianza con todos los pueblos de la tierra— y que mantiene su Alianza de generación en generación. En la última cena de Jesús nuestro Dios nos ofreció la copa de la Nueva y definitiva Alianza. En la cruz manifestó que Dios es Amor. Si Dios sigue siendo el Dios de la Alianza, ha de seguir revelándose a cada ser humano e intentado establecer alianza con él. Por eso, creemos que Dios se revela a cada uno de nosotros, en nuestra vida, en diferentes momentos, como él quiere y desea, según su designio secreto.
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Místicos, profetas Instituto Superior y reformadores de Pastoral José Cristo Rey García Paredes Juan Martín Velasco José Luis Sicre Isabel Gómez Acebo Ana Abril Fernández
¿Qué Cristianismo tiene futuro? ¿Qué Iglesia necesitamos hoy?
Hoy urgen creyentes que no tengan miedo a una verdadera reforma cuyo objetivo sea una conversión radical al Evangelio, una vuelta a Jesús de Nazaret. Es la hora de la invención de Dios, es decir, de una apasionada búsqueda de Dios. Estamos en la hora del «quarere Trinitatem» en nuestro tiempo, tras el viernes santo del ateísmo y el sábado santo del agnosticismo e indiferentismo. La invención nos ofrecerá el rostro contemporáneo de Dios. Buscan a Dios quienes sufren de esa rara enfermedad que se llama teopatía o pasión por lo divino. Esa teopatía es la gran herencia que nos dejaron los reformadores, profetas y místicos tanto de ayer como los de hoy. Porque lo que les interesaba no era tanto entender, sino amar y encontrar.
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