Los rostros de Dios SANTIAGO MONTERO (COORDINADOR)
Creer en el corazón de la ciudad
José Miguel Núñez
La lógica del don FRANCESC TORRALBA
Los apócrifos posmodernos MIREN JUNKAL GUEVARA
A vueltas con Dios en tiempos complejos (conversaciones con G. Vattimo) JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ
Dios y la guerra JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO
«Bienvenido a la maravillosa experiencia de creer»
¿Por qué Pierre Anthon debería bajar del ciruelo? (Interioridad y sentido)
Estas reflexiones, pensadas para creyentes inquietos, han sido escritas como un cuaderno de bitácora; como una palabra, desde el corazón de la ciudad. Desde el corazón de lo humano, allí donde nos asomamos al Misterio de Dios y buscamos la luz de la fe. Desde el corazón de lo humano nos abrimos a la salvación de Dios y buscamos las huellas de Dios en la ciudad de los humanos. Allí descubrimos su misteriosa Presencia, su Luz, y su Amor, en mediaciones humanas… Desde el corazón de lo humano intentamos percibir los interrogantes, búsquedas, aciertos y desaciertos, luces y sombras de nuestra sociedad para aportar la luz y el sentido de la fe cristiana…
FRANCESC TORRALBA
Consumidores consumidos (Juventud y cultura consumista) JUAN Mª GONZÁLEZ-ANLEO
Misión compartida. ¿Unidos o hundidos? (Laicos, monjes y pobres) Mª PAZ LÓPEZ SANTOS
Creer en el corazón de la ciudad Creer en el corazón de la ciudad
INSTITUTO U. CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
José Miguel Núñez
Los rostros del mal
La fe que busca comprender
José Miguel Núñez
JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ Es extremeño (Mérida); y es salesiano sacerdote. Reside en Sevilla donde trabaja en la pastoral juvenil–vocacional, y en proyectos de intervención social con jóvenes inmigrantes ex-tutelados. Ha sido Consejero General para Europa Oeste de la Congregación Salesiana en Roma (2008-2014) e Inspector Provincial de Andalucía, Canarias y Extremadura (20062008). Ha trabajado durante años en la Pastoral Juvenil (2000-2006) y en la Formación de los salesianos (1994-2000). Doctor en Teología Dogmática (UPS, Roma, 1995); licenciado en Filosofía (Universidad de Granada, 1995) y doctor en Filosofía (Doctorado Europeo en la Universidad Hispalense, Sevilla, 2010). Profesor de Teología Fundamental en el centro de Estudios Teológicos de Sevilla y de Antropología Teológica en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Don Bosco de Barcelona. Autor de la Tesis doctoral de Teología Pascha Passio – Pascha Transitus. Aportación al dogma cristológico en las Iglesias de Hispania entre los siglos IV-VII (1995) y de la Tesis doctoral de Filosofía Dios en la debilidad. Pensar la religión desde la ontología de la actualidad de G. Vattimo (2010). Algunas publicaciones más recientes: Rasgos para una espiritualidad juvenil (Madrid, 2005); Por los caminos de Jesús. Relatos sobre el Reino (Madrid, 2010); 100 palabras al oído (Madrid, 2012); A vueltas con Dios en tiempos complejos (Madrid, 2013). Ha publicado dos novelas: Pasó la noche, amor (Barcelona, 2014) y Te protegerán mis alas (Barcelona, 2015).
Un nuevo comienzo (Espiritualidad renovada para el s. XXI) EMILI TURÚ – JOSÉ MANUEL VIDAL
Creer en el corazón de la ciudad (La fe que busca comprender)
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JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ
> colección Expresar Religioso
Foto de cubierta; Saketh Garuda, Unsplash
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CREER EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD LA FE QUE BUSCA COMPRENDER
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A Juanjo, Ibrahim, Dramane, Mohamed, Bilal, Nouri, Abdelhadi, Marouane, Daniel, Samir, Azyzy, Soummy, Yasine, Achraf, Josemi, Fran, Jose, Rubén, Javi,José Manuel, Ismael, a quienes Dios me ha regaladoen estos años para enseñarme a creer, esperar y amar.
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JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ
Creer en el corazón de la ciudad la fe que busca comprender
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isbn 978-84-15995-23-4 © 2018-Ediciones Khaf Grupo Editorial Luis Vives Xaudaró, 25 28034 Madrid - España tel 913 344 883 - fax 913 344 893 www.edicioneskhaf.es
dirección editorial Juan Pedro Castellano edición Isabel Izquierdo proyecto visual y dirección de arte Departamento de Diseño GE diseño de colección Mariano Sarmiento impresión Edelvives Talleres Gráficos. Certificado ISO 9001 Impreso en Zaragoza, España depósito legal: Z 255-2018
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970 / 932720447).
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ESPERO QUE NO TE IMPORTE. A MODO DE INTRODUCCIÓN
Hace ya unos años, le pedí a un profesor que me acompañase en un trabajo de investigación que quería realizar. Con mucha disponibilidad por su parte, durante unos días entablamos contacto hablando del proyecto y de las diferentes perspectivas posibles para afrontar el problema que le planteaba. Tuvimos la oportunidad de empezar a conocernos un poco y los encuentros se fueron desarrollando de modo distendido y en un tono amable que agradecí de veras. En una ocasión, superados ya los primeros lances del desconocimiento mutuo, mi profesor me dijo: «Tengo una cosa que decirte». «Adelante», le dije. «Quiero que sepas que yo no soy creyente. Espero que no te importe». Mi respuesta salió espontánea, sin pensarlo: «Yo sí lo soy. Espero que a ti tampoco te importe». No nos importó a ninguno. Habíamos comprendido —cada cual por el propio bagaje personal— que nuestras diferentes interpretaciones de la existencia (cada una de ellas desde presupuestos bien distintos) podían encontrarse en la palabra, el diálogo, el respeto y la admiración. Hoy te presento estas reflexiones. Están pensadas para creyentes inquietos; han sido escritas como un cuaderno de
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bitácora; como una palabra, desde el corazón de la ciudad. Desde el corazón de lo humano, allí donde nos asomamos al Misterio de Dios y buscamos la luz de la fe. Desde el corazón de lo humano nos abrimos a la salvación de Dios y buscamos las huellas de Dios en la ciudad. Allí descubrimos su misteriosa Presencia, su Luz, y su Amor, en mediaciones humanas… Desde el corazón de lo humano intentamos percibir los interrogantes, búsquedas, aciertos y desaciertos, luces y sombras de nuestra sociedad para aportar la luz y el sentido de la fe cristiana… Quiero que sepas que esta es una reflexión creyente. Y que ha sido escrita escuchando el latido de la ciudad de los hombres y mujeres de mi tiempo. Como creyente, desde el corazón de lo humano busco la huella de una Huella reconocida y oculta en la opacidad de la existencia cotidiana. Espero que no te importe que comparta contigo, si quieres acompañarme en el camino, la búsqueda y la esperanza que alumbran el deseo de vivir en plenitud desde el corazón de la ciudad. Bienvenido a la maravillosa experiencia de creer. José Miguel Núñez; Sevilla, 6 de enero de 2018 Solemnidad de la Epifanía del Señor
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PRIMERA PARTE A vueltas con Dios hablar de dios con sentido
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«OTEAR EL HORIZONTE» La revelación, una experiencia con sentido
¿A qué te suena la palabra ‘revelación’? Quizás a descubrir algo, desvelar una situación que estaba oculta, caer en la cuenta… En el lenguaje corriente, ‘revelación’ hace referencia a un tipo de conocimiento que adquirimos sin demasiado esfuerzo, que de pronto nos encontramos con él, que estaba ahí hasta que nos dimos cuenta de ello. De hecho, utilizamos expresiones como «me caí de las nubes», «se me hizo la luz», «tuve una intuición»… que indican justamente esto, llegar a darnos cuenta de una situación que en un momento dado se nos hace evidente. Es habitual hacer referencia en el día a día a las revelaciones de un secreto, al descubrimiento de un misterio, a la resolución de un expediente oculto, a dar a conocer algo olvidado que se sabe de pronto… Son distintas maneras de expresar que se ha «descorrido el velo» de algo escondido sacándolo a la luz. Te preguntarás qué tiene que ver todo esto con el asunto de la fe. Tiene que ver y mucho. Buena parte de las experiencias religiosas en la historia de la humanidad afirman fundarse en una revelación y en la transmisión de la misma; esto es, en el desvelarse un mensaje que es dado a conocer por un ser trascendente que responde a los grandes interrogantes de los seres
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humanos y que tienen que ver con su identidad, con el sentido de la existencia o con el sentido de la historia.
la luz que me habita
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Hace ya bastante tiempo que leí la estupenda obra del norteamericano P. Berger titulada Rumor de ángeles. Siempre recordaré la sugerente imagen que el autor utiliza para expresar la Presencia de Dios en nuestro mundo, a veces tan opaco. Un niño pequeño duerme en su habitación y sueña una horrible pesadilla. El miedo le hace despertar sobresaltado en mitad de la noche con un llanto inconsolable. La oscuridad y la soledad le acentúan aún más la sensación de estar perdido. En una habitación cercana, la mamá escucha enseguida los gritos del pequeño y levantándose rápidamente corre por el pasillo hasta el cuarto del hijo. Entrando, enciende la luz y lo coge de la cama acurrucándole en su pecho y besándolo insistentemente. Le susurra con voz suave al oído: «tranquilo, hijo mío, tranquilo… todo está bien». Y el niño, en el regazo de su madre, con el calor de sus besos y la calidez de su voz deja poco a poco de llorar, se tranquiliza y vuelve a conciliar el sueño mientras se siente acunado. «Tranquilo, hijo mío, tranquilo… todo está bien». Y añadía el autor: «¿Engañará la madre al hijo? Porque en ese mismo instante una persona está apuñalando a otra en la esquina de la calle… No todo está bien». A nuestro alrededor hace frío. En ocasiones la oscuridad de la noche nos sobresalta. Nuestro mundo se hace opaco y nos oculta la luz. Nos golpea el desasosiego y experimentamos soledad. Sentimos en no pocos momentos que nos falta el aire. Y, sin embargo, la Presencia de Dios nos trae un susurro,
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como un rumor de ángeles, que en medio de la noche nos conforta y nos devuelve la paz. Es la luz que nos habita. «Todo está bien, hijo mío, estoy aquí contigo. Mañana enfrentarás de nuevo el día y estaré a tu lado para sostenerte y alentar tus pasos en medio de la ventisca. Agarra fuerte mi mano». En la esquina de la calle un viento helado, al amanecer, saluda la luz del nuevo día. Luz, al fin y al cabo, que acariciará el rostro del caminante en la ciudad bajo el sol del mediodía. Dios viene, viene siempre.
hablar de dios desde el ser humano
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Queremos hablar de Dios y no siempre es fácil. La cultura en la que vivimos orilla las grandes cuestiones y muchos se empeñan en hacernos deambular por las calles de la frivolidad sin prestar atención a las grandes preguntas que siguen surgiendo en nuestro interior cuando nos topamos de bruces con la soledad, el anhelo de plenitud, el dolor o el sinsentido. Podemos vivir sin Dios. Pero es lícito que prestemos atención al deseo de búsqueda que encontramos en nuestro interior; que escuchemos el susurro de una presencia que nos habita; que podamos percibir el anhelo de mayor plenitud en nuestra vida; que podamos sentir, en fin, la brisa suave de un atardecer en calma que nos habla de infinito. Creo que solo podremos plantearnos con un poco de seriedad la cuestión de Dios desde la propia humanidad. Sin tener en cuenta sus experiencias, sin apoyarnos en el concreto ser humano que se interroga, que se pregunta, que busca… correríamos el riesgo de pensar la revelación de Dios tan solo como un conjunto de verdades y dogmas que se nos impone, una
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pesada carga de la que no es fácil liberarse y que, en el fondo, en nada afecta a nuestra vida. Dios, por el contrario, tiene que ver con el ser humano y su experiencia, con su realidad concreta y con la historia que protagoniza, con sus anhelos, fracasos y esperanzas. Dios tiene mucho que ver con las personas reales, con su vivir cotidiano, sus contradicciones y sus sueños… ¡Qué pena que hayamos hecho de Dios, en ocasiones, un «tapa-agujeros» que, en el mejor de los casos, es solo un refugio cuando a veces parece que necesitamos ayuda del cielo! 12
la realidad no se agota en una fórmula física Pero, en nuestro mundo, estamos demasiado acostumbrados a usar y tirar. Consumimos el tiempo, manoseamos las cosas, nos servimos de ellas y las desechamos. La cultura de lo efímero, tan a gusto del consumidor, nos ha atrofiado —quizás demasiado— la capacidad de gustar las cosas y las situaciones, de disfrutar con ellas y de percibirlas con intensidad. Nos es difícil vivir dejándonos «provocar» por la realidad que nos envuelve, porque puede que nadie nos haya enseñado a «leer» en profundidad los acontecimientos y las relaciones que protagonizamos cada día. Decimos no tener tiempo, ¡qué pena! Sin embargo, la realidad que nos rodea se nos ofrece con un «plus» que va más allá de lo que en apariencia sugiere. Y es que el ser humano no solo sabe contar y medir, sino que también es capaz de expresar con intensidad, porque es creatividad y apertura, porque se encuentra disponible para acoger y dejarse provocar. Lástima que no siempre se den las mejores condicio-
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nes en cada persona para sentir y comprender cuanto se despliega a su alrededor. Lo cierto es que la realidad que nos rodea tiene una dimensión que podríamos llamar «reveladora», en tanto en cuanto nos desvela algo más de lo que en primera instancia puede ser observado. Así, un acontecimiento, aparentemente sin importancia, de pronto recibe una luz nueva y diferente que nos ayuda a comprender con otras claves lo que está sucediendo: «¡Ah, claro! ¡Ahora comprendo!», solemos decir en más de una ocasión. «¿Cómo es que no me he dado cuenta antes?» —nos preguntamos—. Y es que la realidad, cuando es contemplada desde lo profundo, más allá de la dura corteza de la superficie, deja ver mucho más que lo expresable en una fórmula física. Todo lo que está a su alrededor puede ser, para la persona, revelador, sugerente, provocador. Pero no todo está resuelto. Esta capacidad «reveladora» de la realidad, la capacidad de sugerir y provocar, encuentra una respuesta en el ser humano que tiene, en sí mismo, una enorme capacidad simbólica. Para poder leer los acontecimientos y la realidad por debajo de la superficie, el ser humano debe ser capaz de «penetrar» lo inmediato, lo que aparece como dado, para que se puedan dar las condiciones que le permitan «interpretar». ¿No te parece que, en tantas ocasiones, estas posibilidades aparecen obstaculizadas por la prisa, el ritmo frenético de la vida diaria, la atrofia que provoca la rutina y el estrecho margen en el que se juegan los afanes cotidianos? La «pregunta» no puede surgir, no porque no haya respuestas, sino porque hay demasiados obstáculos para propiciarla. Cuando la persona se sitúa ante la realidad y ante la historia que protagoniza y no «aparca» la pregunta por el sentido que
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brota al comprenderse a uno mismo como ser-en-el-mundo, es posible que surja el interrogante: ¿Es que hay alguien, más allá de mí mismo, capaz de conferir sentido a la historia? ¿Habrá algún TÚ que no se agote en el límite en el que se expresa el yo del ser humano?
blondel
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En 1893, un filósofo francés llamado Maurice Blondel defendía su tesis doctoral en la Universidad de La Sorbona en París. El tema de su tesis, titulada L’Action, era el problema del sentido de la existencia y del obrar humano respecto a las exigencias del ser humano y de las promesas del cristianismo. Blondel tiene el mérito de plantear a finales del xix, no una defensa del cristianismo ni una filosofía de la religión, sino que reivindica hablar de Dios desde el pensamiento filosófico; o lo que es lo mismo, trata de mostrar que hablar de Dios solo es posible desde los anhelos y búsquedas del propio ser humano. El pensador galo traza una vereda desde la filosofía hasta la experiencia creyente, pasando por los vericuetos de la existencia humana. Para él, la persona experimenta una herida abierta en su vivir porque se debate entre la «volontè voulante» (el deseo de realización plena) y la «volontè voulue» (una existencia a mitad de camino). Es en esa experiencia vital, la distancia entre lo que anhelo llegar a ser y lo que realmente logro ser, desde donde el ser humano puede preguntarse si el anhelo de plenitud no le puede conducir a la búsqueda de Dios. ¿Y si fuera verdad que hay un Tú trascendente que sale a tu encuentro? El hecho es que sus colegas de La Sorbona desconfiaron de él porque veían excesiva su hipótesis y, aunque su tesis no daba
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por supuesto nada ni sobrepasaba los límites de la estricta filosofía, lo tacharon de poco filosófico al querer trazar puentes con la experiencia creyente, argumentando en nombre de la razón que la religión no tenía sitio en el edificio del pensamiento. Al mismo tiempo, los teólogos católicos de la época lo tildaron de modernista y despreciaron su aportación por ser demasiado inmanente y fuera de los planteamientos habituales de la teología. Y así, denostado por unos y despreciado por otros, Blondel marcó el inicio de la nueva teología cuyo punto de partida era, precisamente, el ser humano. Parece una contradicción, pero yo también pienso que en nuestro tiempo «no hay razones filosóficamente fuertes para ser ateos» (G. Vattimo). Por el contrario, creo que la experiencia religiosa sigue teniendo espacio en la cultura actual como camino posible para muchas personas que siguen «a vueltas con Dios» en su vida y en su historia personal en nuestras sociedades complejas. Este es nuestro planteamiento: conectar a Dios con el ser humano o al ser humano con Dios. El punto de partida para reflexionar sobre Dios y la experiencia religiosa puede ser precisamente el ser humano porque hay en él necesidad de búsqueda, anhelo de plenitud, deseo de la escucha de una «iniciativa iniciada» que ha marcado su piel y su corazón y que llamamos Dios.
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la experiencia religiosa es simbólica El símbolo, lo sabes bien, es una imagen cargada de sugerencias cuyo significado para la persona hay que situarlo en la esfera de la sensibilidad y de los afectos. Una imagen que percibimos, por ejemplo, un niño en brazos de su madre
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provoca en el sujeto diversas emociones: recuerdo entrañable de la propia infancia, el afecto de la madre, la ternura de un ser que se abre a la vida… Es el afecto que provoca la imagen lo que le da a esta su peso específico y su calidad. Esta capacidad de dejarse «provocar» es lo que da a la vida de la persona su densidad y su valor. El símbolo es siempre expresión de lo que representa y nunca puede agotar totalmente la variada riqueza de matices que cada persona que se coloca ante él experimenta. Se presenta ante la persona como una posibilidad de descubrir la realidad desde la profundidad de su mismo ser y este, creativo y abierto, puede sentir y comprender el mundo más allá de una mirada banal o superficial sobre el mismo. Pues bien, la experiencia religiosa se inscribe dentro de este universo del símbolo, porque su expresión está cargada de afectos. La manifestación de lo trascendente puede expresarse únicamente a través de símbolos que apenas logran desvelar el misterio y que nunca pueden agotar su riqueza. La tradición judeo-cristiana de la que provenimos, por ejemplo, ha expresado su experiencia de Dios a lo largo de los siglos y en complejas situaciones a través de símbolos que reflejan los variados matices de su experiencia y que apuntan e interpretan su encuentro con Dios.
el ser humano «vive» en la historia También es necesario poner de relieve que el ser humano es un ser histórico y que la historia es el ámbito disponible en el que se desarrolla la existencia humana. No me refiero ahora al concepto académico de historia entendida como aquellos acontecimientos del pasado que investigamos, conocemos y
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ordenamos desde nuestro presente. Quiero que entendamos la historia como el quehacer humano y el lugar donde él mismo se construye y se realiza como persona. Es, por tanto —en esta reflexión—, el espacio donde desplegar su libertad y donde poner en juego su creatividad y su capacidad de decisión. Como podrás comprobar, el concepto de historia así entendido es mucho más rico en sus significados. Desde esta perspectiva, la historia es obra del ser humano que va construyendo su presente a lomos del pasado —ante el cual no queda indiferente— y con la mirada en un futuro que no depende únicamente de las leyes del azar, sino de su propio esfuerzo y del quehacer de la comunidad humana. Pues bien, la historia en su continuidad, como obra de la comunidad humana, tiene también una dimensión «provocadora». ¿Qué quiere decir esto? Quizás la clave en todo este asunto sea la cuestión del sentido. No es que podamos responder con facilidad a la pregunta, pero sí que podemos interrogarnos, porque seguro que tú también te has preguntado, ¿hacia dónde camina la historia? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Cuál es nuestro destino? La búsqueda de sentido compromete al ser humano en el esfuerzo por un mundo mejor, en la lucha por la justicia, la paz y la libertad de las personas. En este levantar la mirada hacia el futuro que gestan nuestras manos, puede que descubramos que alguien, allá a lo lejos, sale a nuestro encuentro.
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¿quién hará justicia a los vencidos de la historia? ¿Puede la historia hablarnos de Dios? ¿Podemos rastrear la huella de Dios en la historia de los seres humanos en medio de tanto dolor y de tanto sufrimiento?
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Tras la Segunda Guerra Mundial, con Europa arrasada por el dolor y la muerte, los filósofos de la Escuela de Frankfurt intentaron pensar la realidad desde la esperanza y el compromiso por construir un mundo mejor. Tras la desolación y la falta de sentido, era necesario levantar la mirada y tratar de encontrar motivos por los que valiera la pena seguir adelante. La pregunta clave que algunos se hicieron, desde el sufrimiento y las víctimas de tanta barbarie, fue esta: ¿Quién hará justicia a los vencidos de la historia? La cuestión es desgarradora en todo tiempo. El mundo está sembrado de cadáveres. La oscuridad y las sombras de muerte acechan y han dejado a desposeídos y fracasados inocentes en la cuneta del devenir humano. La historia está escrita con la sonrisa sarcástica de los poderosos y la sangre derramada de los pobres y olvidados a los que nadie reivindicará jamás. Es insoportable el triunfalismo de los vencedores y el rictus resignado de los más débiles. Definitivamente, la razón humana ha enloquecido y el tiempo que vivimos se ha agotado. Es necesario, decía el filósofo, un tiempo nuevo en el que comprometer más seriamente la esperanza y aventar las expectativas de un mundo que pueda hacer justicia a los que cayeron sin haber vivido. Siempre me fascinó la reflexión filosófica nacida en Cen troeuropa en los cincuenta. Tiene mucho de verdad y de subversión. Es un grito de rebeldía ante el agotamiento de un mundo que ha perdido la razón. Probablemente porque la razón se había pervertido con la ensoñación de un progreso ilimitado que, sin el correctivo de una ética que humanice, se vuelve contra la propia persona y la engulle. Saturno devorando a su hijo. Por eso, en este final de la modernidad, el pensamiento se
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hace más humilde y deja espacio a la búsqueda, al compromiso transformador. Nace una nueva historia, al final de la historia, escrita con los pequeños relatos que hacen memoria de los vencidos, que reivindican una justicia amasada con las manos y el corazón de quienes le dan la vuelta a la realidad desde el anonimato y reivindican —con su trabajo y su esfuerzo— una vida más digna. Pero el acontecer de la vida no es solo un compromiso voluntarista por hacer emerger un mundo más justo. Para los cristianos, la historia no es solo futurus. El mañana no depende exclusivamente de los esfuerzos humanos para transformar la realidad. Para los seguidores del Maestro, la historia es también adventus. Dios sale a nuestro encuentro. Dios viene, viene siempre. Y vendrá. Dios en nuestra carne, Dios-con-nosotros, Diosnuestra-justicia se ha hecho historia compartiendo indigencia, marginalidad y muerte. La Encarnación ha partido en dos la historia haciendo del devenir humano un acontecimiento de salvación. Jesús de Nazaret, Verbo encarnado, sanó heridas y abrazó a los caídos, buscó a los que estaban en descampado y sentó a la mesa a los condenados. Pagó con su propia persona su osadía y crucificó el pecado haciendo brotar de su costado abierto una esperanza cierta. Para todos los que nos hemos sentido llamar amigo y no siervo, allí donde el horizonte re corta una cruz al atardecer uniendo cielo y tierra, el amor es digno de ser creído. Y hemos creído que Dios resucitó a Jesús de la muerte. Desde aquel acontecimiento que supera los límites del espacio y el tiempo, Dios continúa viniendo a nuestro encuentro. Hoy sabemos que vendrá. Su presencia es adventus que transformará definitivamente el futurus que adelantamos con nuestro com-
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promiso liberador. El mundo gime con los dolores del parto y seguimos por el camino abriendo prisiones injustas y ayudando a sanar heridas, pero anhelamos el encuentro. En este abrazo, Dios hará justicia a los vencidos de la historia y surgirá una creación nueva que nuestra sed alumbra ya en cada recodo del camino.
buscando a dios 20
Para el cardenal Newman, el ser humano «otea el horizonte» a la espera de descubrir esa presencia del Otro que pueda llevar a plenitud todos sus anhelos. ¿Y si fuera cierto que alguien sale a nuestro encuentro? El ser humano está abierto al trascendente, tiene «semilla» de Dios. Así, la persona «religiosa» es aquella que busca, que anhela un encuentro más pleno con un Tú que hace plena su existencia, que vive inquieta en el descubrimiento de la profundidad de su propio ser. Es necesario recuperar una lectura trascendente de la realidad que nos permita el acceso al Absoluto que —quién sabe— puede que no sea solo una proyección de nuestra imaginación y que —¿acaso no puede ser?— sea la mano tendida que encuentre finalmente la nuestra. La pregunta, pues, se hace inevitable en la historia de la humanidad: «¿Dios ha tomado la palabra?». Los cristianos creemos que Dios ha tomado la palabra en la historia y lo ha hecho, de forma plena, en Jesús de Nazaret, en quien contemplamos la plenitud de la historia. Esta es la convicción que expresa Pablo de Tarso en su carta a la comunidad de los gálatas: «En la plenitud de los tiempos, Dios envió a su hijo, nacido de una mujer» (Gál 4,4). Es también la afirmación del autor de la
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llamada Carta a los Hebreos, que en su primer capítulo se expresa así: «Dios, que ya había hablado muchas veces a los padres en los tiempos antiguos por medio de los profetas, últimamente, en estos días, nos ha hablado por medio del Hijo, a quien ha constituido heredero de todo y por medio del cual ha hecho también el mundo» (Heb 1,1).
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para la reflexión y el diálogo 1. ¿Cuáles son las experiencias reveladoras más significativas que has vivido en tu historia personal? 2. ¿Cuáles son los símbolos más preciados de tu vida, las imágenes más significativas de tu historia personal? ¿Qué relación encuentras entre el mundo de los símbolos y la experiencia religiosa? ¿Has experimentado personalmente que el mundo de los símbolos te acerca a Dios? ¿Cuáles? ¿Cómo? ¿En qué contexto? 22
3. Repasa brevemente tu vida… ¿Qué balance haces de tu historia personal, las decisiones libres que tomaste, los caminos que trazaste…? ¿Qué has aprendido de ella? ¿Qué te ha revelado? 4. ¿Crees de verdad que el ser humano tiene semilla de Dios? No podemos demostrar la existencia o inexistencia de Dios, pero ¿te parece razonable la opción religiosa? ¿Es lícito que alguien quiera dotar de sentido su vida a la luz de la fe?
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Los rostros de Dios SANTIAGO MONTERO (COORDINADOR)
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FRANCESC TORRALBA
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Misión compartida. ¿Unidos o hundidos? (Laicos, monjes y pobres) Mª PAZ LÓPEZ SANTOS
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La fe que busca comprender
José Miguel Núñez
JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ Es extremeño (Mérida); y es salesiano sacerdote. Reside en Sevilla donde trabaja en la pastoral juvenil–vocacional, y en proyectos de intervención social con jóvenes inmigrantes ex-tutelados. Ha sido Consejero General para Europa Oeste de la Congregación Salesiana en Roma (2008-2014) e Inspector Provincial de Andalucía, Canarias y Extremadura (20062008). Ha trabajado durante años en la Pastoral Juvenil (2000-2006) y en la Formación de los salesianos (1994-2000). Doctor en Teología Dogmática (UPS, Roma, 1995); licenciado en Filosofía (Universidad de Granada, 1995) y doctor en Filosofía (Doctorado Europeo en la Universidad Hispalense, Sevilla, 2010). Profesor de Teología Fundamental en el centro de Estudios Teológicos de Sevilla y de Antropología Teológica en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Don Bosco de Barcelona. Autor de la Tesis doctoral de Teología Pascha Passio – Pascha Transitus. Aportación al dogma cristológico en las Iglesias de Hispania entre los siglos IV-VII (1995) y de la Tesis doctoral de Filosofía Dios en la debilidad. Pensar la religión desde la ontología de la actualidad de G. Vattimo (2010). Algunas publicaciones más recientes: Rasgos para una espiritualidad juvenil (Madrid, 2005); Por los caminos de Jesús. Relatos sobre el Reino (Madrid, 2010); 100 palabras al oído (Madrid, 2012); A vueltas con Dios en tiempos complejos (Madrid, 2013). Ha publicado dos novelas: Pasó la noche, amor (Barcelona, 2014) y Te protegerán mis alas (Barcelona, 2015).
Un nuevo comienzo (Espiritualidad renovada para el s. XXI) EMILI TURÚ – JOSÉ MANUEL VIDAL
Creer en el corazón de la ciudad (La fe que busca comprender)
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JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ
> colección Expresar Religioso
Foto de cubierta; Saketh Garuda, Unsplash
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