Batalla de la poza de Santa Isabel

Page 1


Foto de portada: Javier Escuín


BATALLA DE LA POZA DE SANTA ISABEL

La Poza de Santa Isabel es una depresión submarina de 300 metros de diámetro por unos veinte de profundidad, de forma cilíndrica que se encuentra bajo las aguas a unos quinientos metros de la Playa de la Casería de San Fernando, en pleno corazón de la Bahía de Cádiz. 21 de octubre de 1805. Desde la Alameda de Cádiz se ven arribar a puerto unos pocos barcos maltre‐ chos. Son los restos de los 33 navíos que componían la escuadra aliada hispano – francesa derrotada a penas cuatro días antes en Trafalgar. De la escuadra Francesa sólo se avistan cinco navíos, Héros, Algesi‐ ras, Plutón, Argonaute y algunas fragatas y bergantines. Al frente, el almirante francés Rosily, que ha asumido el mando por orden de Napoleón relevando a Villeneuve, el gran derrotado de Trafalgar y por ell, caído en desgracia ante el emperador. Al mando de Juan Ruiz de Apodaca, arriban a la Bahía Príncipe de Asturias, Terrible, Montañés, San Jus‐ to, Fulgencio, San Leandro, y la fragata Flora de la escuadra española. Mientras los franceses permanecen fondeados en la Bahía, las relaciones entre epañoles y franceses se van complicando y se producen una serie de acontecimientos en el territorio nacional, que culminan con el levantamiento del dos de mayo de 1808 provocado por el traslado forzoso a Madrid de los infantes Francisco Pablo y María Luisa, ordenado por el mariscal Murat, y el posterior alzamiento general de la nación contra José Bonaparte I. La población gaditana, soliviantada por los sucesos de Madrid exige del Gobernador el ataque inmediato a la escuadra gala, pero Solano no se deja influir y de mutuo acuerdo con el comandante general del Departamento, Joaquín Moreno, ordena organizar la vigilancia en torno a la escuadra francesa refor‐ zando las guarniciones de las fortificaciones a la vez que intensifican las patrullas por las playas de la bahía con la orden de que: “por ningún motivo se permitiera el desembarco de tropa alguna que no fue‐ se española”

1


SECCIÓN SINDICAL CCOO NAVANTIA – SAN FERNANDO

François Étienne de Rosily‐Mesros

No le pasan desapercibidos a Rosily los movimientos de los españoles, e inquieto ante la sospecha de un posible ataque a su escuadra y con el pretexto de defender mejor la flota conjunta de un ataque inglés, propone a Ruiz de Apodaca intercalar los navíos de ambas escuadras. Con esa disposi‐ ción, la escuadra francesa, netamente superior en fuerza a la española, adquiriría una notable ventaja. No obstante, el comandante general del Departamento, Joaquín Moreno, por alguna razón que no se llega a entender, acepta el dispo‐ sitivo sugerido por Rosily, de modo que los navíos de ambas naciones quedan intercalados. Esta formación crea una línea que, comenzando frente al bajo de las Cabezuelas, se pro‐ longa hacia el interior de la bahía. Puede entenderse que por ambas partes lo que se buscaba era, más que el apoyo mu‐ tuo, una manera de tener controlada y a tiro la escuadra contraria, que en cualquier momento podía volverse en con‐ tra del hasta entonces aliado1.

El 22 de mayo Sevilla secunda el levantamiento y rechaza la autoridad de la Junta Central por afrancesa‐ da e instaura la Junta Suprema de España e Indias (Junta Suprema de Gobierno de la Nación), también conocida como Junta de Sevilla. Mediante la emisión de bandos a las distintas provincias, insta al levan‐ tamiento contra el invasor y pide que se la reconozca como autoridad gubernamental, estableciendo representaciones mediante juntas provinciales y locales. Solano se muestra reticente a secundar en Cádiz el levantamiento contra Napoleón que insistentemente le reclaman de desde la Junta de Sevilla a la que Solano concede un carácter más popular que institucio‐ nal. Temeroso de tomar una determinación prematura, convoca el 28 de mayo a los once generales de tierra y mar que se encontraban presentes en la ciudad. Los generales consideran aventurado revelarse abiertamente contra Francia, dejándose llevar por la resolución de una junta popular que aparentaba ser un movimiento aislado y momentáneo en Sevilla. Manifestándose firmes en la defensa de la causa de la Nación e iniciando preparativos para un posible enfrentamiento, deciden no apoyar el levantamiento hasta estar seguros de que no se trataba simples alborotos, sino de una verdadera revolución secundada por todo el país y dirigida por una autoridad reconocida por todos y con declaración oficial de guerra. Se acordó la publicación de un bando, que quedó redactado esa misma noche, en el que los generales exponían sus sentimientos a favor de la Junta de Sevilla, pero también sus temores al levantamiento en armas contra la escuadra francesa. Pero la verdadera causa de no ceder a las presiones del pueblo, que encabezado por el conde de Teba —enviado desde Sevilla por la Junta— exigía forzar la rendición inmediata de la escuadra francesa, la habían expuesto en la reunión los mandos de la Marina, y no era otra que la situación de los barcos, ya que al encontrarse intercalados los nuestros estaban en inferioridad respecto a los franceses, mejor armados y dotados. Además, si se entablase el combate los navíos españoles correrían grave riesgo, ya que podrían ser dañados por el fuego propio dirigido contra los franceses; sobre todo si se empleaba bala roja. Por eso, antes de cualquier determinación era preciso separar las escuadras.2 La publicación del bando esa misma noche, ante una impaciente muchedumbre que aguarda en las ca‐ lles con el convencimiento de que iba a ser el grito de guerra abierta, no hace más que alborotar a la multitud que, incitada por los emisarios de la Junta, comienzan a proferir gritos contra la persona del 1 ARAGÓN FONTENLA, Miguel: “Rendición de la escuadra de francesa de Rosily ( 14 de junio 1808)”, en Revista General de

Marina, Madrid: Ministerio de Defensa, 255, 2008, p.334 2 Ibídem, p.335

2


BATALLA DE LA POZA DE SANTA ISABEL

general Solano. El gentío se dirige al domicilio del general que consigue calmar los ánimos con el anun‐ cio de una nueva reunión de generales para el día siguiente. Este segundo consejo de guerra acuerda que la ciudad debería declararse abiertamente por el alzamien‐ to incitado por la Junta de Sevilla, conforme a las exigencias del. Ante las interrupciones constantes del gentío pidiendo desaforadamente el ataque a la escuadra francesa, Solano ha de salir al balcón para apaciguar los ánimos y recomendar prudencia para salvaguardar a la propia escuadra de las repercusio‐ nes negativas de un ataque a los franceses. La multitud interpreta estos temores como debilidad y con‐ nivencia con los franceses. Siendo la hora del almuerzo y con la residencia de Solano poco protegida, la muchedumbre pide ser recibida por el general. Un tal Pedro Pablo Olaechea, erigido en portavoz, le exige la dejación del mando. Ante la negativa la muchedumbre se enfrenta y reduce a la guardia militar, mientras en un forcejeo con el general, Olaechea se precipita a la plaza desde una terraza falleciendo en la caída. So‐ lano, reducido y maniatado, es llevado a la Plaza de los Pozos de las Nieves (actualmente Plaza de Argüelles) donde escucha su senten‐ cia de muerte. Posteriormente es conducido a la Plaza de San Juan de Dios con la intención de ahorcarlo en el cadalso permanente que se encuentra instalado en la plaza. Un exaltado, Florentino Pizarra, se adelanta puñal en mano y asesta una puñalada en el estómago. Aún así, los más enardecidos insisten en darle una muerte ignomi‐ niosa y lo llevan a rastras hasta la horca. Dos amigos del general, Carlos Pignatelli y el magistral Cabrera, indignados por el trato dis‐ pensado a su amigo, deciden intervenir y, mientras Pignateli atra‐ viesa el pecho del general con su sable para evitarle sufrimientos, mientras Cabrera, muy respetado por los gaditanos, se enfrenta a la chusma no consintiendo que se injurie el cadáver de Solano.

Francisco Solano Ortíz de Rozas II Marqués de Socorro

En su lugar la Junta de Sevilla, no muy conforme pero presionada por la aclamación popular, nombra Gobernador a Tomás de Morla y a Joaquín Moreno como capitán general del Departamento de Cádiz, con la orden de adoptar los me‐ dios necesarios para que llegado el momento aprese o destruya la escuadra francesa. Morla, viéndose en el pellejo de su antecesor ante los graves disturbios producidos en Cádiz se ve obli‐ gado el 30 de Mayo a efectuar una proclama al pueblo para calmar los exaltados ánimos: “Pueblo español, leales compatriotas, la voz de la razón me ha dictado estas reflexiones, y como Jefe os digo ahora, que os doy mi palabra de que los franceses muden el pabe‐ llón, o a lo menos no coloquen los suyos; pues cualquiera otra providencia acarrearía mil desgracias a nosotros mismos: no intentéis nada, pues destruiríais mi plan: ya tengo to‐ madas mis medidas y dentro de veinticuatro horas habéis de ver los efectos favorables que todos deseamos. Cádiz, 30 de mayo de 1808.‐ Morla”3 El general Apodaca, por su parte, negocia la paz con el almirante inglés Colingwood que mantenía el bloqueo a Cádiz, consciente de que para rendir las embarcaciones francesas es preciso asegurar una alianza con Inglaterra. Colinwood no consiente levantar el bloqueo, pero se ofrece a adentrar sus bu‐ ques en la Bahía gaditana y batir a los franceses. Morla, que no se fía de los británicos, rechaza el ofre‐ cimiento y sólo acepta que se encarguen de evitar la salida de los franceses de la bahía y que, una vez dada la señal de ataque, adentren una de sus divisiones a la bocana del puerto. 3 PÉREZ DE SEVILLA Y AYALA, Vicente: “La artillería española en el sitio de Cádiz”, Cádiz: Instituto de Estudios Gaditanos, Dipu‐

tación Provincial, 1978, p. 221.

3


SECCIÓN SINDICAL CCOO NAVANTIA – SAN FERNANDO

Conseguida la alianza, se prepara un plan de ataque al mando del Jefe del Arsenal de La Carraca, tenien‐ te general Joaquín Moreno; del Gobernador de Cádiz y Capitán General de Andalucía, Tomás de Morla; del Jefe de la escuadra española, general Ruiz de Apodaca y del Comandante del Cuerpo de Brigadas del Departamento de Cádiz, Diego de Alvear y Ponce de León4. Este plan consistía en separar las dos escuadras que se encontraban intercaladas, bloquear la salida de Cádiz, obstaculizar la navegación hacia el Caño de La Carraca y movilizar a todas las fuerzas navales disponibles.

Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza

En el Arsenal falta de todo; por no quedar no quedan ni amarras ni calabrotes, muy necesarios para mantener los buques fijos en sus amarraderos5. Moreno y Apodaca ha‐ cen todo lo posible por organizar las fuerza atacantes. En Puerto Real Establecen baterías en el canal norte del Tro‐ cadero y en el Molino de Guerra, mientras refuerzan el fuerte de San Luis. En San Fernando se refuerzan las bate‐ rías de Dolores, Casería de Ossio, Lazareto, Punta Cantera, San Carlos y las propias del Arsenal de la Carraca. Moreno manda armar dos navíos que se encontraban en La Carra‐ ca pendientes de carena y los sitúa protegiendo la entrada al caño del Arsenal. En Cádiz refuerzan el fuerte de Punta‐ les y se cierra el saco interno de la Bahía, mediante una cadena flotante desde el Fuerte de San Luis en dirección suroeste.

El 30 de mayo, con la excusa de ser el día de la jura como Rey de España de Fernando VII, la escuadra española se separa de la francesa y fondea frente al Corral, entre la Punta de San Felipe y el castillo de San Lorenzo de el Puntal, la actual Puntales. Rosily, que conoce las intenciones de Napoleón de invadir España y a la espera del ejército de Dupont en camino hacia el sur para rendir Cádiz, al percatarse de las maniobras de los navíos españoles, aleja sus naves de las baterías de Puntales y Matagorda el seis de junio y las dirige hacia el saco interno de la Bahía, a la Poza de Santa Isabel, en el canal navegable que da acceso al Arsenal de La Carraca. Aunque con esta maniobra a la escuadra francesa le queda una difícil salida, cuenta con la ventaja de cortar la comunicación por mar entre el arsenal y la escuadra de Apodaca. Además cuenta con efectivos suficientes como para llevar a cabo un ataque y desembarco sobre el Ar‐ senal, con artillería y munición en abundancia como para ofrecer una tenaz resistencia a la espera de las tropas de refuerzo. Los daños que presentan los navíos españoles y la falta de espacio para poder maniobrar y poder seguir a los franceses llevan a Moreno a decidirse por un ataque con fuerzas sutiles6 de cuya organización se encarga Apodaca que arma 12 bombarderas y 25 cañoneras provenientes de la escuadra. En el Arsenal también se preparan algunas, quedando en total tres divisiones de 15 cañoneras cada una, mandadas por los brigadieres José Quevedo, Miguel Gastón y el Capitán de navío Rodríguez Rivera. El mando com‐ binado de las fuerzas sutiles queda a cargo del capitán de navío Diego de Alvear y Ponce de León. 4 MÁRQUEZ CARMONA, Lourdes: “Recuerdos de un timonel: Michel Maffiote y la rendición de la escuadra de Rosily en la bata‐

lla de la Poza de Santa Isabel”, en Revista Trocadero, Cádiz: Diputación Provincial, 20, 2008, p.39 5 ARAGÓN FONTENLA, Miguel: op.cit., p.339

6

Puede acordarse que con la denominación de fuerzas sutiles se conoce a un conjunto de pequeñas embarcaciones armadas generalmente con un cañón, o con uno o dos obuses, o con un mortero, y empleadas tácticamente con estrategias propias de la guerrilla contra objetivos siempre próximos a la costa. Eran propulsadas por velas (hege‐ mónicamente latinas), por remos y por varas que impulsaban mediante apoyos en el fondo o en las ori‐ llas.(QUINTERO GONZÁLEZ, José: “El bloqueo de la Isla de León 1810‐1812” en XXXVI y XXXVIII Jornadas de historia marítima, Instituto de Historia y Cultura Naval – Ministerio de Defensa, Madrid, 2009, pp. 105,107)

4


BATALLA DE LA POZA DE SANTA ISABEL

La escuadra de Rosily, atenta a los acontecimientos, decide introducirse en el interior de la bahía, en la poza de Santa isabel. este movimiento, realmente difícil de entender, sólo parece tener sentido si el almirante francés hubiera concebido el objetivo de apoderarse del arsenal y servir de puente o recibir el apoyo de las tropas francesas de tierra, aspectos no demostrados7. El 6 de junio se hace desde Sevilla la declaración de guerra al emperador francés, por medio de un ban‐ do que se hace público por todos los rincones de la nación. El día 9 y finalizados todos los preparativos del plan de ataque, el capitán general Morla solicita de Rosily la rendición de su escuadra, “A este efecto, doy a V.E. dos horas de tiempo para que se resuelva a la rendición; más negándose a ello, después de este tiempo, o viendo en el hacer cualquier movimiento extraño, soltaré mis fuegos de bombas y balas rasas (que serán rojas si V.E. se obstina); atacará la Es‐ cuadra Española y también las fuerzas sutiles. En fin, la Escuadra Inglesa estará a la boca del Puerto para que no le quede el menor recurso”8. Ante la respuesta negativa de Rosily, manda izar en lo alto de la Torre Tavira, en la que establece su observatorio, la señal de abrir fuego, que es repetida desde la cúspi‐ de de la Torre Alta en la Isla. A las 15:15 de la tarde del día 9 de junio de 1808, con viento de Oeste, se abre fuego desde la batería de morteros establecida en la costa del norte del canal del Trocadero, el polvorín de Punta Cantera, el Arsenal de La Carraca y 25 cañoneras. Mientras Mo‐ reno coordina el ataque desde una falúa situada en el Caño de La Carraca, Apodaca hace lo propio a bordo del buque insignia, el Príncipe de Asturias. El capitán Sevilla, en sus memorias, deja constania de la reacción de Rosily: “la escuadra francesa contestó al primer ultimátum con el ronco bramar de mil ca‐ ñones”9. Anochece cuando tras cinco horas de incesante fue‐ go cruzado y doblegar a los franceses, cesa el com‐ Bote cañonero bate que se salda con daños en cascos y arboladuras y unas bajas de 13 muertos y 51 heridos en la escua‐ dra francesa, mientras que por parte española, siete cañoneras quedan gravemente dañadas y dos se hunden con un balance de 4 muertos y 5 heridos. La batería de Punta Cantera es desmantelada por el fuego del navío francés Algesiras que ocasiona 8 muertos y 26 heridos. Al amanecer del día 10 se reanuda el combate, aunque con menor intensidad. A mediodía, Rosily iza en el Héros la señal de parlamento. Con enorme satisfacción, por la escasez de pólvora y municiones, Mo‐ reno ordena el alto el fuego. En realidad Rosily sólo intenta ganar tiempo, por lo que no ofrece ninguna alternativa viable y vuelve a solicitar que se le permita salir de Cádiz con el compromiso de no ser ataca‐ do ni perseguido por la escuadra inglesa, a lo que Morla le responde: “Pido a V. E. reflexione sobre el particular, sobre la inutilidad de su resistencia, y se persuada de no asentir a la rendición que le intimo por segunda vez, usaré de todos los medios vigorosos con que me hallo para destruirlo, haciendo a V. E. un estrechísimo cargo como responsable de todos los perjuicios y desastres que se originen en conse‐ cuencia”10. 7

QUINTERO GONZÁLEZ, José: op.cit., p. 95 DE LA VEGA VIGUERA, Enrique: “La singular vida de Tomás de Morla y Pacheco, militar y político jerezano”, en: Colección Minervae Beticae, Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, XXIII, 1995, p.187. 9 PÉREZ DE SEVILLA Y AYALA, Vicente: “La artillería española en el sitio de Cádiz”, Cádiz: Instituto de Estudios Gadi‐ tanos, Diputación Provincial, 1978, p. 221. 10 ARAGÓN FONTENLA, Miguel: op.cit., p.343. 8

5


SECCIÓN SINDICAL CCOO NAVANTIA – SAN FERNANDO

6


BATALLA DE LA POZA DE SANTA ISABEL

Distribución de fuerzas en la Bahía sobre carta de Tofiño de 1789

7


SECCIÓN SINDICAL CCOO NAVANTIA – SAN FERNANDO

Morla mantiene el alto el fuego y procede a instalar nuevas baterías simuladas, trae otras 10 cañoneras de Málaga, y alista el navío Argonauta en La Carraca, y, para cerrar el canal de La Carraca y defenderla de la amenaza de Rosily, hunde el navío Miño y la urca Liberada en las cercanías de la Punta de la Clica. Un soberano “farol” al objeto de intimidar a Rosily, mucha apariencia pero prácticamente sin poder debido a la falta de medios. Al día siguiente Rosily cede un poco en sus pretensiones y envía una nueva propuesta insistiendo en que se le deje abandonar Cádiz, a cambio de lo que desembarcaría todo el armamento de sus buques aun‐ que manteniendo la tripulaciones , así como su almirante y comandantes con mando efectivo, a bordo. Siguiendo el farol, Morla contesta a Rosily que no está capacitado para aceptar las condiciones sugeridas y que debe consultarlas con la Junta Suprema. Mientras tanto, los españoles restablecen las posiciones dañadas y continuando con el engaño y el amedrentamiento, se ordena instalar una batería de hasta 30 cañones entre la Casería de Osio y Fadricas, se coolca al navío Santa Ana, que se encontraba carenando, en posición de combate en la bocana del Arsenal y se alistan más cañoneras y bombarderas, sin disimulo y con alarde de fortaleza. En la mañana del 14 se da la contestación a las demandas de Rosily: la Junta Suprema se niega a aceptar las condiciones, ofreciendo tan sólo respeto a las vidas y equipajes de los rendidos. En vista de la incapa‐ cidad de resistir el asedio, Rosily decide arriar la bandera y rendir la escuadra. Morla publica la siguiente proclama: “Gaditanos: la escuadra francesa al mando del almirante Rosily aca‐ ba de rendirse a discreción confiada en la humanidad y generosidad del pueblo español. Cádiz 14 de junio de 1808.‐ Morla”11.

En el paseo del Centro Comercial de Bahía Sur de San Fernando, próxima a la situación de la bate‐ ría de Punta Cantera, se encuentra esta placa conmemorativa de la batalla.

11

DE LA VEGA VIGUERA, Enrique: op.cit. p.188.

8

Como era habitual en la época se ofrecieron recom‐ pensas a diestro y siniestro. Ascendiendo incluso a alguno que no había tomado parte de la captura. Y en general se ascendió un grado a todos los oficiales. Rosily y algunos de sus oficiales fueron puestos en libertad, bajo juramento de no combatir contra los españoles hasta no ser canjeado, para que llevara personalmente las noticias de su rendición ante Napo‐ león.


BATALLA DE LA POZA DE SANTA ISABEL

BIBLIOGRAFÍA ARAGÓN FONTENLA, Miguel “Rendición de la escuadra de francesa de Rosily ( 14 de junio 1808)”, Madrid, Revista General de Marina nº255, Ministerio de Defensa, 2008 PÉREZ DE SEVILLA Y AYALA, Vicente “La artillería española en el sitio de Cádiz”, Cádiz, Instituto de Estudios Gaditanos, Diputación Provincial, 1978.

MÁRQUEZ CARMONA, Lourdes “Recuerdos de un timonel: Michel Maffiote y la rendición de la escuadra de Rosily en la batalla de la Poza de Santa Isabel” En Revista Trocadero, 20, 2008 QUINTERO GONZÁLEZ, José “El bloqueo de la Isla de León 1810‐1812” XXXVI y XXXVIII Jornadas de historia marítima, Instituto de Historia y Cultura Naval Madrid, Ministerio de Defensa, 2009. DE LA VEGA VIGUERA, Enrique “La singular vida de Tomás de Morla y Pacheco, militar y político jerezano” Colección Minervae Beticae Vol. XXIII, Sevilla, Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, 1995. GÓMEZ DE ARTECHE Y MORO, JOSÉ “Guerra de la Independencia” Madrid, Historia militar de España de 1808 a 1814, Tomo 1, Imprenta del Crédito Comercial, 1868

9


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.