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III Don Latino y el mítico “Cine Imperial”

III. Don Latino y el mítico “Cine Imperial”

Meditando con calma sobre el pasado de Baiona, son ¡tantos! y ¡tantos! los recuerdos, las imágenes, los espacios, las escenas… Reproduzco en mi mente momentos de la villa con mi inevitable memoria venida a menos, y me encuentro con vivencias irrepetibles… con escenarios que ya no existen… con montes cubiertos ahora de casas… con un mar casi desparecido bajo tanto pantalán… Acabo siempre por hacerme preguntas de una sola respuesta: es el “progreso”, que avanza inexorablemente para bien y para mal. ¿Habrá algo que permanezca intocable con los nuevos tiempos?... ¿Qué se mantenga tan vivo como en el pasado siglo?... ¿Qué aguante los envites de la modernidad?... Algo habrá, me digo.

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Después de pensar un rato, me respondo a mí mismo que sí hay algo, claro que sí, pero no demasiadas cosas: la Virgen de la Roca, el mar del Rompeolas, el Concello, a ponte vellade A Ramallosa, las iglesias y capillas, las Estelas y las Cíes, las puestas de sol, el paisaje desde A Groba, los fuegos de las fiestas, el discurrir del Miñor… Pero el otro día me citó un amigo en la estación del tranvía de A Ramallosa, y no pude por menos que llenarme de nostalgias y de sensaciones. Mientras esperaba, hasta me emocioné reviviendo escenas de otro tiempo. Permanece viva la estación, aunque sean solo sus paredes, aunque sea convertida en cafetería, aunque le falten las vías, y las continuas llegadas y salidas del tranvía… Al menos se conserva el escenario, y así nuestra memoria siempre podrá refrescar los recuerdos y recrear en la mente viejas secuencias. Sin embargo enfrente, adueñándose del momento con su silenciosa magia, tal como si se tratase de una rutilante estrella cinematográfica de un museo de cera, allí estaba, igual que siempre desde los años cuarenta, el mítico “Cine Imperial”, haciendo gala de su personal glamour que ni el paso del tiempo ha destruido.

Sigue rodeado de esa maravillosa aureola de misterio, de sorpresa, de emoción, de aventura, de intriga, de música, de risas… que emana de cada una de sus películas, que aún nos brinda. Y permanece inamovible con sus carteleras a ambos lados, la pequeña taquilla en la entrada, los cuadros de las películas en el hall, a la derecha los de hoy, a la izquierda los del próximo día, los mismos letreros en la fachada anunciando el cine, que de tanto verlos no necesitan ni ser leídos… Si hiciéramos una fotografía ahora mismo, podríamos mostrarla tranquilos como si fuera de mitad del pasado siglo.

Cine Imperial.

Cada vez que paso por allí, cada vez que lo veo con esa serena presencia, inalterable al rigor del tiempo, no puedo evitar sumergirme en el hechizo que encierran sus paredes inocentes, pero también sabias de cine. Por ellas han pasado las más brillantes actrices: Marilyn Monroe, Bette Davis, Ingrid Berman, Vivian Leigh, Elizabeth Taylor, Audery Hepburn…; los galanes más famosos: Clark Gable, Gary Cooper, Charles Chaplin, Marlon Brandon, Humprey Bogart…; las historias imperecederas de “Lo que el viento

se llevó”, “Casablanca”, “Los Diez Mandamientos”, “El Padrino”, “El gran dictador”, “Psicosis”…; los directores de fábula: Alfred Hitchcock, Orson Welles, John Ford, Federico Fellini… Como si de un sueño cumplido se tratase, me imagino en el papel de un espectador eterno, que asiste día tras día, sentado en una butaca del “Imperial”, aguardando a que don Latino Salgueiro ofrezca cada una de las películas que exhibió a lo largo de los sesenta y cinco años de andadura por el séptimo arte. Y que cada vez, al marcharme a casa hasta el día siguiente, me entregará, como siempre ha hecho, el folleto que anuncia la próxima película.

Varios de los cientos de folletos repartidos por el “Cine Imperial” a los miñoranos.

Arriba, un folleto de mano. Abajo, un cartel anunciador.

Según los eruditos, fue en 1918 cuando llegó el cine al Val Miñor. Un salón de baile de San Pedro de A Ramallosa recibió licencia de cinematógrafo, y ahí comenzaron los primeros escarceos del cine en nuestra comarca. No duraría demasiado tiempo, a pesar del interés generalizado que ya cosechaba el séptimo arte en sus inicios.

En 1925, frente a la iglesia de Santa Cristina, se inauguró el “Cine Miramar”, construido por Ramón Costas, y adquirido tres años después por José Rial, “O Pataqueiro”. Se alternaban las proyecciones de cine con el baile dominical. La sala estaba dividida en tres tipos de entrada: butaca, preferencia y general. Esta última, con unos incómodos bancos de madera sin respaldo, que se retiraban los domingos y festivos para el baile. Contaba con un aforo de 300 personas. Cerraría a finales de los años sesenta, y el cine se transformaba en una tienda de muebles. En 1934, el periódico “La Voz del Miñor” anunciaba la inauguración del cine sonoro en el “Salón-Teatro Bayona”, con dos sesiones, a las 4,30 y 7,30. Situado en el comienzo de la Rúa Ventura Misa, se convertiría años después en el “Cine Avenida”. Contaba con 350 localidades. En los años sesenta ponía fin a su actividad. El edificio se derribó y el solar se encuentra vacío. Del cine, tan sólo queda la huella de la taquilla en una pared.

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SALON-TEATRO “BAYONA” Mañana-Domingo Inauguración de temporada de Cine-Sonoro Dos funciones A las 4 ½ y 7 ½

El “Cine Capitol” fue el primero de los dos que hubo en Gondomar. Se inauguró a principios de los años treinta, y estaba situado al lado del antiguo cuartel de la Guardia Civil. Tenía capacidad para 200 espectadores. El otro, el “Cine Rialto”, proyectado por el arquitecto vigués Antonio Román Conde, comenzaba su andadura en 1959.

Daba funciones cuatro días a la semana. Cerró en 1971, para convertirse en un taller mecánico. En Nigrán, en la carretera a Panxón, abría el “Cine Nigrán” en 1968. Cerraría sus puertas a finales de los ochenta, y sería ocupado por unas galerías comerciales. Los cines tradicionales del Val Miñor -excepto el “Cine Imperial”- finalizaron su actividad uno tras otro. Pero los dos modernos multicines establecidos, uno en Baiona, y otro en A Ramallosa, también siguieron el mismo camino. El “Minicines Miramar”, con dos salas, se inaugura en Baiona en 1982. En 1990 es adquirido por el Concello de Baiona para convertirlo en Auditorio Municipal.

“Minicines Miramar” de Baiona (1982/90).

El “Starcine Ramallosa”, ubicado en el “Centro Comercial Ramallosa”, contaba con dos salas y fue inaugurado en 2003. En 2014 cesó su actividad.

“Starcine Ramallosa” (2003/2014).situado en el “Centro Comercial Ramallosa”

Latino Salgueiro Espinosa, el legendario fundador del “Cine Imperial”, nacía en Gondomar en 1928. Fue el pequeño de nueve hermanos, y su padre, don Latino Salgueiro Pereira, era médico titular del pueblo, llegó a alcalde en 1938, y gozaba de una alta consideración entre sus conciudadanos. Al morir, el concello le dedicó una importante plaza. En una familia de rango como la suya, con médicos, farmacéuticos, periodistas, industriales, algún sacerdote, alguna monja… la intención del pequeño Latino de dedicarse al cine y montar una sala, impactó como una bomba en la vida familiar. El cine, heredero natural del teatro, arrastraba consigo la imagen aventurera y libertina de aquellas gentes de la farándula, y como consecuencia, no estaba considerado en determinadas capas sociales como una profesión digna y respetable. En medio de esta anacrónica opinión, hubo de luchar Latino para sacar adelante su imparable pasión por el séptimo arte. ”Así es que cuando dijo que quería abrir un cine fue como si les dijera que quería abrir una casa de mala nota”, contaba hace poco una familiar. Desde niño, ya mostró de forma inequívoca una decidida inclinación por el cine. Su hermana Dolores lo premiaba llevándolo a una sesión cinematográfica en Vigo cuando se portaba bien en el dentista… Su hermano Alfonso le regaló una Phaté Baby, una cámara de proyección familiar muy de moda en la época, con la que exhibía cintas de alquiler de 9,5 milímetros a la familia y amigos. Siendo un niño, en vez de ir a jugar con los demás, se escapaba hasta el “Cine Capitol” de la villa, y en complicidad con Juan Veiro, el ayudante de máquinas, se sumergía durante horas en el mundo fantástico de la cabina de proyección, ese espacio mágico en el que Latino viviría la mitad de su existencia. Tenía siete años, y Juan lo subía a un taburete para que llegase a la cámara. Estudió en los jesuitas, primero en Mondariz hasta los diez años, y luego en Bellavista, cuando el colegio regresó a Vigo después de ser expulsado años antes de la ciudad por el gobierno republicano. Quién le iba a decir entonces a Latino, que muchos años después acudiría al colegio a ayudar a exhibir más de una película en un proyector como los suyos.

Cuando en 1947 estudiaba en Madrid en el Instituto de Audiovisuales del ICAI de los padres jesuitas, la productora de cine “Estudios CEA” se fijó en el talento de Latino y lo quiso contratar para la realización de sus películas. Pero su idea no iba por ahí, ya tenía un objetivo claro. A su regreso a casa, una vez finalizados los estudios, le da el gran disgusto a su padre al anunciarle su deseo de montar una sala de cine. Tenía diecinueve años.

Cámara de proyección Phaté Baby. Con una como ésta, Latino Salgueiro ofreció sus primeras sesiones de cine a la familia y a los amigos.

Lo primero que hace Latino es comprar un doble equipo de proyectores de la firma alemana Ossa, anticipándose a una eminente subida de precios. Enterado su padre, comentaría: ”Inda non tes o muiño e xa compras a roda”. Como en Gondomar ya había cine desde hacía mucho tiempo, elige A Ramallosa para ubicar la nueva sala. Compra los terrenos adecuados -en los que sigue hoy en día-, por entonces unos viñedos, y hubo de esperar a la vendimia para materializar el proyecto del arquitecto pontevedrés, Robustiano Fernández Cochón. Sería Urbano Montaña, un apreciado constructor de la

zona, él que lo llevase a cabo. En poco más de tres meses, Latino Salgueiro vería cumplidos sus sueños de niño, pero horas antes del estreno aún tendría que soportar un último sufrimiento: el suministro de la luz no llegaba. Lo mantuvieron en vilo toda la jornada, porque sus deseos fervientes eran inaugurar el día de San Juan Bosco, patrono de los cineastas. Al fin, el 1 de febrero de 1948, se estrenaba el “Cine Imperial”, con un aforo de cuatrocientas veinte butacas, y con la película en Technicolor, “El arco mágico”. Protagonizada por Stewart Granger, Phyllis Colbert, Jean Kent, entre otros, relataba la vida del famoso violinista italiano Niccolo Paganini. La entrada costaba 2 pesetas.

1948. Programa de mano de “El arco mágico”, la primera película que exhibió el

“Cine Imperial”.

En unas declaraciones posteriores, Latino confesaba que el nombre de “Cine Imperial” lo decidió de repente en el momento de comprar los proyectores y firmar el contrato. El vendedor le preguntó por el nombre de la sala, y sin haberlo pensado, le vino a la mente el “Cine Imperial” de Madrid al que había asistido más de una vez, y acabó por ponerle el mismo nombre. Antes de la inauguración, el propietario del “Cine Miramar” de Sabarís, José Rial, se opuso a la apertura de la sala de Latino Salgueiro por la proximidad con la suya, amparándose en una ley que obligaba a mantener una distancia entre ellas. La protesta no prosperó por tratarse de dos municipios diferentes.

Dos entradas, una de 1972 y otra de 1966.

Dos meses después del inicio del “Cine Imperial”, el célebre empresario Isaac Fraga inauguraba el 28 de marzo de 1948, día de la Reconquista de Vigo, el imponente “Cine Fraga”, que marcaría toda una época en las costumbres de los vigueses. La alta sociedad se engalanaba para asistir a los estrenos, y se reunía en el descanso en el lujoso hall de entrada a la sala de proyección.

Cartel de la película “Botón de Ancla”, producida en 1948.

El “Cine Fraga” se inauguró con la película “Botón de Ancla”, de 1948, interpretada por actores tan en boga por entonces como Jorge Mistral, Fernando Fernán Gómez, Antonio Casal, Xan das Bolas... dirigida por Ramón Torrado, y distribuida por “Suevia Films”.

Entrada del desaparecido “Cine Fraga” de Vigo

Latino Salgueiro e Isaac Fraga mantuvieron siempre una excelente relación de amistad. Tratándose de dos auténticos amantes del séptimo arte, sus ideales coincidían plenamente, hasta el punto de dejar a un lado los intereses económicos en multitud de ocasiones. Sin embargo, del “Cine Fraga”, una de las mejores salas del país, Latino opinaba en familia y casi en secreto, que su proyección no era lo buena que debiera. Según él, la cabina estaba situada

demasiado alta con respecto a la pantalla, lo que provocaba un enfoque en oblicuo que restaba nitidez a la imagen. Para Latino, la cabina era como un templo, y la proyección, lo más importante de una sala de cine. “Le gustaba más proyectar que ver las películas”, declaraba un familiar.

Latino Salgueiro Espinosa, fundador del “Cine Imperial”.

Ya con el cine abierto, Latino inició los estudios de Derecho, que hubo de abandonar por falta de tiempo, y por coincidir con sus tres años de servicio militar “voluntario”, que como tal, era más duradero, pero en cambio le permitía atender el cine por las tardes.

También durante diez años se asoció con Emilio Baños para crear la distribuidora de películas “Cine Día”, situada en Gran Vía, 2, de Vigo. Un conflicto de intereses motivó la disolución de la empresa, aunque la relación de amistad se mantuvo intacta. <<Ana María y Latino se casaronen Vigo en 1963-cuenta la familia, y Latino se vistió en la casa de su amigo Baños, en Hernán Cortés, para no venir vestido desde Gondomar. Aún no tenía coche”. La futura empresa de su antiguo socio, “Baños Films S.L.” aún sigue en la actualidad alquilando películas al “Cine Imperial”.

Logotipos de la distribuidora “Baños Films, S.L.”.

Latino Salgueiro, a lo largo de toda su trayectoria, siempre seleccionó con mucho mimo las películas a exhibir en su cine. Las distribuidoras por entonces gozaban de un enorme poder, imponiendo lotes de películas en las que muchas de ellas contenían un nulo interés. Latino tuvo que moverse entre las directrices impuestas por las distribuidoras y los gustos populares, pero pasando permanentemente una meticulosa revista a westerns, comedias italianas, películas históricas, de gansters, de capa y espada, “españoladas”… Su familia, cuenta ahora que Latino, “Siempre quiso proyectar lo que él quería, no que le mandasen”… A excepción del NO-DO, de obligada proyección.

La proyección del NO-DO, documental propagandístico del régimen franquista, era obligada en todas las salas del país antes del comienzo de la película.

En aquellos años cincuenta, unas carteleras fijas, enmarcadas en madera y cristal, anunciaban la programación y los horarios en A Ramallosa, A Carrasca, Nigrán, Panxón, Sabarís, Praia América, Baiona, A Xunqueira y Gondomar. Se renovaban semanalmente. Allá se iba don Latino en su “R-8”, junto a Pepe Dacosta, a retirar y colocar los cuadros. “Resultaba gracioso verlos salir, un grandullón y un pequeño. Latinoera bajo, y Pepe… La pareja ya era famosa por todo el Val Miñor”, recuerda una familiar con la imagen en la retina.

Hoy en día, después de más de sesenta años, se conservan tres carteleras en el mismo lugar de entonces: en Baiona, Gondomar y A Ramallosa. Como antes, se renuevan cada semana, y ahora son sus hijas Ana María y Nanda, las que después de finalizada la sesión del domingo noche, se acercan a Gondomar y Baiona a cambiarlas. La cartelera de A Ramallosa la cambia el portero.

Cartelera del “Cine Imperial” en Baiona y en A Ramallosa.

Una peculiaridad más del “Cine Imperial”, que mantiene sus tradiciones, sus costumbres, su estilo de cine culto… su taquilla, sus carteleras en el hall… el reparto de folletos de la siguiente película… como si los años no hubiesen pasado. “La cartelera del “Cine Imperial” va más allá de lo puramente comercial. Por ello, está considerado como un cine mítico, especializado en películas alternativas y de autor”, se leía hace poco en las páginas de un periódico vigués. En definitiva, son circunstancias casi imposibles de encontrar en el panorama actual. El “Cine Imperial” se manifiesta

como un claro referente de un tiempo en el que los cines eran lugares de encuentro familiar, con un encanto del que adolecen las salas más modernas. No hace mucho, un veraneante llamó por teléfono para preguntar por su página web a fin de adquirir unas entradas por internet. Como es natural, le contestaron que no era posible, pero el espectador insistió en que lo había visto anunciado con anterioridad… Era el “Cine Imperial”… de Sabadell. Otro llamó preguntando dónde era el cine, que no lo encontraba por todo Panxón. Pues costó convencerle de que efectivamente había visto la cartelera del “Cine Imperial” por el pueblo, pero que el cine estaba en A Ramallosa. ”Los veraneantes debían pensar que nosotros aún vivíamos en las chozas del Tecla o algo parecido. Un día nos preguntaron por teléfono si el cine era sonoro, porque loveían tan antiguo…”, comenta alguien de la familia. “Nos decían cada cosa… Latino se ponía furioso, y las hijas tuvieron que prohibirle que cogiera el teléfono”. “Hubo un abogado que estaba empeñado en fumar durante la sesión, y por muchas veces que se lo dijimos, no nos hacía caso. Por recomendación de nuestro abogado, hubo queponer el letrero “Reservado el derecho de admisión”, con las instrucciones al portero de no dejarlo entrar. Nunca más intento venir a nuestro cine”.

A Ramallosa, años sesenta. Latino Salgueiro, en la legendaria cabina del “Cine Imperial”, al lado de una de las máquinas proyectoras “Ossa”.

La vida del “Cine Imperial” discurrió íntimamente ligada al tranvía en sus primeras décadas. Los horarios de las sesiones se acomodaban a las llegadas de los tranvías de Vigo, Baiona y Gondomar a la estación de A Ramallosa. Aficionados de toda la comarca se desplazaban hasta allí para asistir al espectáculo del momento, el cine, un boom creciente de los años cincuenta y sesenta. Eran tiempos en los que el público que no conseguía localidad, pedía ver el pase de pie.

De aquel aluvión de espectadores se aprovechaba la popular Dorinda, al cuidado de la cantina del cine, que también permanecía abierta al exterior cuando no había sesiones. Don Latino le había cedido ese espacio desinteresadamente, y no dependía para nada del “Imperial”, pero las reclamaciones sobre las “cosas” de Dorinda le llegaban todas a él. “¡Latino, vaya negocio hacéis en la cantina!”, le recriminaban espectadores conocidos por los “abusos” de Dorinda. Fue una cruz que hubo de soportar a lo largo de su vida laboral. Se cuenta de ella, entre otras cosas, que vendía las chucherías a pares con la disculpa de que no tenía cambio. “Leva dous, neniña”, es una frase que aún recuerdan hoy los mayores. Dorinda, su hijo Pepe Veiro, el taquillero, Pepe Dacosta Pereira, el portero, luego su hijo Pepiño Dacosta Sayanes… Fueron todos ellos personajes de enorme popularidad en el Val Miñor de aquella época. Después de la sesión de noche, Dorinda regresaba todos los días en bicicleta a su casa en A Xunqueira, en la subida a Vilariño, sin apenas luz y por malos caminos. En una de esas derrapó, y falleció al momento al golpearse con una piedra en la cabeza. La cantina la heredó su marido, que falleció a los noventa años, también de un accidente, y también volviendo a casa de noche. Un coche le dio un golpe con un espejo retrovisor y murió en el acto. ”De todos ellos -recuerda un familiar, Latino siempre decía que José Dacosta Pereira fue él que más trabajó por el cine. Repartía folletos de mano de las películas por todo el Val Miñor, hasta llegaba en su bicicleta a Santa María de Oia, subía por Baredo, por Camos…” “Hace unos diez años que ya no se reparten por la calle, pues aparecían tirados por todos los lados. En verano, se los ponían en el coche a los que veníana la playa, y como es natural, a ellos nuestro cine no les interesaba para nada. Don Latino acordó que se repartieran al acabar la sesión”. En los primeros tiempos del cine, Latino Salgueiro regresaba en bicicleta a su casa en Gondomar después de la última sesión. Por aquella carretera llena de baches, en plena noche y sin

luz, el camino se hacía peligroso. En una ocasión se cayó, se enredó con la bicicleta, y no era capaz de levantarse. En otra, un taxista, “O Conde”, uno de los primeros que hubo en la zona, lo recogió de un campo al que se había caído. Siempre le pasaba algo. Hasta que su madre decidió instalarle una cama en el propio cine.

Ya Juan Veiro, el taquillero, dormía en el cine por la misma razón. Por la mañana, Dorinda pasaba a hacerles la cama y arreglar un poco.

Años sesenta. Folleto de mano de “El árbol de la vida”, protagonizada, entre otros por Montgomery Clift, Elizabeth Taylor, Eva María Saint, Lee Marvin, Nigel Patrick…

Pero en 1969, el alcalde de Vigo, Rafael Portanet, decide drásticamente la supresión del tranvía. Esta medida supuso la primera de las varias crisis que sufriría Latino Salgueiro a lo largo de su trayectoria. La asistencia de los vecinos del Val Miñor, sin transporte alternativo en aquel momento, empezó a menguar de forma alarmante. La dependencia del tranvía se manifestó de manera inmediata, y según manifiesta la familia, los vecinos de A Ramallosa, para agravarlo más, siempre se mostraron muy indolentes con el cine. De las cuatro sesiones iniciales de domingos y festivos, 3,00 - 5,15 - 7,30 y 10,30, se pasó a tres en invierno y dos en verano. También las proyecciones destinadas a los niños cubrían un parte muy importante en la programación. Los films de Disney, en pleno auge por entonces, acaparaban el entusiasmo de los pequeños. La

sesión infantil del jueves, tarde de descanso escolar, tuvo que ser suprimida. Nunca hubo programas matinales, excepto en el estreno de la gran producción norteamericana, “Los Diez Mandamientos”, del director Cecil B. de Mille, y protagonizada por Charlton Heston en el papel de Moisés, Yul Brynner en el de Ransés II, Anne Baxter como Nefertari… Aún hoy en día, esta película se mantiene en el sexto lugar de las más taquilleras de la historia del cine mundial.

Cartel de “Los Diez Mandamientos”, una de las grandes superproducciones que han pasado por la pantalla del “Cine Imperial” en los años sesenta.

En los años de la transición política, Latino Salgueiro exhibió películas de destape, “españoladas”, que bajo la bandera de la nueva libertad, dejaron al cine español más perjuicios que otra cosa.

Fruto de esos tiempos, en A Ramallosa se pudieron ver cintas de forma excepcional como “Emmanuelle” o “El Último Tango en París”, encuadradas en lo que se conocía como cine “S”,

género que no tendría cabida en la pantalla de Latino Salgueiro en el futuro. En aquel momento empezaron a surgir salas de cine “X”, para las que vaticinó Latino que no tendrían porvenir, pues a los espectadores les daría vergüenza que los vieran asistiendo a ese tipo de cine.

Carteles de las películas “Emmanuelle” y “El Último Tango en París”. Prohibidas en España por la dictadura, años setenta, los españoles acudían a verlas a Francia. Ambas cintas alcanzaron un enorme nivel de asistencia en todo el mundo.

Por la pantalla del “Cine Imperial” ha pasado lo mejor de la historia del cine. Latino Salgueiro supo ofrecer a los miñoranos las excelencias del séptimo arte, y ha cubierto un espacio de cultura y formación que la comarca debiera agradecer eternamente. Entre sus exhibiciones destacadas no podemos olvidar “Lo que el viento se llevó”, que su amigo Cesáreo González, propietario de “Suevia Films”, le cedió en los años sesenta. La famosa película, la más taquillera de la historia, producida por la Metro-GoldwynMayer en 1939, ganó diez oscars, y no llegó a España hasta 1950. Sus intérpretes Clak Gable, Vivien Leigh, Olivia de Havilland, Leslie Howard y un largo elenco de figuras, hizo de la cinta una de las

más altas en presupuesto del antiguo Hollywod. La superproducción tiene una duración de nada menos que cuatro horas. Es recordada por los familiares de Latino, como una de las películas de más éxito en el “Cine Imperial”.

El cartel original de “Lo que el viento se llevó”, también ocupa posición destacada en el ranking de los mejores carteles cinematográficos de la historia.

Presentación de las películas distribuidas por “Suevia Films” del gallego Cesáreo González. De fondo, una panorámica de la Ría de Vigo.

Ni tampoco debemos pasar por alto “Los pájaros” de Alfred Hitchcock, según el director, “la más terrorífica que haya hecho”; la excelsa “Casablanca”, película de culto, con unos actores como Humphrey Bogart, Ingrid Berman y Paul Henreid, que rozan la perfección; “El Padrino”, “Ciudadano Kane”, “Cadena perpetua”, “El puente sobre el río Kwai”, “Lawrence de Arabia”…; “El ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica; “El hombre tranquilo”, protagonizada por John Wayne y Mauren O´Hara; las españolas “Calle Mayor” y “La muerte de un ciclista” de Barden, “Vivan los novios” de Berlanga, “Botón de ancla”, “El último cuplé” de Sara Montiel, “Canción de cuna”…

Cartel de “Canción de Cuna”, una película distribuida por “Cine Día”. A la derecha, “El último cuplé”, interpretada por Sara Montiel, que significó la consagración de la artista, con sus míticas canciones “Fumando espero” y “El relicario”.

<<La hija mayor de Latino era un poco llorona de pequeña. La llevában al palco, la sentábanen un taburete alto, de esos de dar de comer a los niños, y allí se quedaba tan tranquila viendo “Blancanieves”, “Bambi”, “Garbancito de la Mancha”…>>

Carteles de las películas de Walt Disney, de un éxito sin precedentes en el cine infantil. A la derecha, “Garbancito de la Mancha”, distribuida por “Cine Día”.

Una de las películas recordadas por la familia con admiración, era “La Strada”, de Federico Fellini, con Anthony Quinn, y Giulietta Massina como actores principales. “La proyectaronun sólo día. A Latino no le gustaba alargar el pase de las películas más días de los programados, por mucho éxito que tuvieran. ´Qué espabilen´, decía, refiriéndose a los aficionados al buen cine”.

El cartel de “La Strada”, y una escena con los protagonistas.

Cartel de “Los Pájaros”, y el famoso director Alfred Hitchcock.

En los años sesenta, Latino recibe la gran producción “El juicio de Nuremberg”, de más de tres horas de duración, dirigida por Stanley Kramer, y con un formidable plantel de artistas: Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Judy Garland, Montgomery Clift… Como era su costumbre, realiza el pase de prueba, y se encuentra con que algo no va bien. Las escenas de la sentencia se producían nada más empezar, cuando lo lógico sería que fuesen al final. Pero esto también podría ser un juego del estilo narrativo, que a veces se utiliza. Lo comenta en casa, ven un nuevo pase, y llegan a la conclusión de que los rollos vienen en el más absoluto desorden, seguramente debido a un nefasto operador anterior. La noche entera de aquel primero de año se la pasó Latino en su cabina, destejiendo el enorme enredo que traía la película, con la dificultad añadida de que muchas escenas del juicio eran casi idénticas, y complicadas de ordenar.

Cartel de “El juicio de Nuremberg”.

Varios de los folletos que se repartían por toda la comarca. .

Una vez superada la grave crisis provocada por la desaparición del tranvía, que puso en riesgo la continuidad del “Cine Imperial”, se vivieron unos excelentes años de cine en los setenta y ochenta. La vida de la comarca se rehízo con la implantación del autobús de línea, y los desplazamientos en el Val Miñor se normalizaron.

Con el auge de aficionados y las grandes películas proyectadas, las butacas del “Cine Imperial” se abarrotaban. (Foto Alba Curra Pose).

A lo largo de la historia del “Cine Imperial”, Latino Salgueiro siempre mantuvo una especial preocupación en dotar a la sala de las mejores condiciones técnicas, y de proporcionar al espectador todas las comodidades posibles. Su pasión incombustible por el cine pasaba por encima de los intereses económicos que pudiera haber. Al poco tiempo de la apertura, en los años cincuenta, ya tuvo que ampliar la pantalla para adaptarla al reciente Cinemascope, que irrumpía arrolladoramente en el mercado. Urbano Montaña, su hombre de confianza en esos menesteres, realizaría la primera de las continuas reformas del cine.

Pero antes, Latino tuvo que hacerle un palco a su novia en la parte alta de la sala, para poder estar con ella en la mitad de la proyección. “Tenía dieciséis años, y su madre lamandaba siempre con `carabina´”, explica una allegada con discreción y mucha nostalgia. Le decían: “No te quejarás, Ana María. ¡Vaya novio!”. “¡Y vaya novia se llevaba él!”, contesta rápida con energía. ”Además el palco le vino muy bien, porque así podía comprobar cómo llegaba el sonido y la imagen al espectador”. El palco sería utilizado hasta hoy en día por la familia, pero más de una vez el público quiso ocuparlo, y sus hijas lo evitaban diciendo que era de uso exclusivo del equipo técnico. Don Latino, en aquella época en la que fallaba el alumbrado eléctrico, ya tenía un generador para evitar el suspender las funciones.

Sucesivos arreglos a lo largo de los años, redujeron el aforo a 400 espectadores al suprimir la fila primera, y aumentar la distancia entre las butacas, “Debido al aumento de estatura de los jóvenes”,comenta una hija; se reformaron el techo, las paredes y el parquet del piso; y ya en el 2000, se instala la calefacción a gasoil y el sistema de ventilación, ante la imposibilidad de montar aire acondicionado. Por delante de Latino Salgueiro pasaron durante más de medio siglo todos los avances técnicos de los sistemas cinematográficos. Al Cinemascope mencionado, siguió su renuncia al 3D experimental por la incomodidad de las gafas para los espectadores; el sonido no se libró de las innovaciones, y se acoge al Sistema Dolby Stereo; el doble equipo de proyectores Ossa del principio, que permitía la exhibición sin paradas para el cambio de bobinas, mantiene su potente estructura pero con la incorporación de distintas novedades técnicas y mecánicas… En un pequeño estante de la mítica cabina de don Latino, se encuentran perfectamente alineadas las conocidas diapositivas, una de las señales de identidad del “Cine Imperial”, con avisos y recomendaciones al espectador, así como con algunos mensajes publicitarios. Este viejo ritual sigue siendo acogido por el público con nostálgicas sensaciones.

Una de las recomendaciones para el espectador.

<<Se ponen los letreros en beneficio del espectador, para que tenga una buena proyección, sin ruidos y sin molestias. Ahora hay un aviso: ´POR FAVOR, APAGUEN LOS MÓVILES´. Alguienles dice a sushijas que a ese letrero no le hacen mucho caso, porque toda la gente está con la mirada en los móviles, y no ven los avisos de la pantalla. >> En 1977, con la celebración de las primeras elecciones democráticas tras el fallecimiento de Francisco Franco, le piden el cine para celebrar un mitin. No se lo pudo negar a su amigo del colegio, Marcelo Fraga Iribarne, y accedió. “El primero y el último que se hizo en el ´Cine Imperial´. Nos dañaron algunas butacas, y aún encima nos dejaron el escenario que montaron sin recoger. Y allí tuvo que ir don Latino con un martillo a deshacerlo, tabla a tabla, y retirarlo de la sala. A partir de entonces no autorizó nunca más a celebrar un mitin político en su cine… Por eso, y por aquello que dijo del almacén de patatas, los del ayuntamiento nos ven conmalos ojos, y quieren quedarse con el cine -cuenta la familia, con indignación-. No lo vamos a permitir”.

Cuando Latino empezó a encontrarse mal de salud, en 2003, las hijas decidieron mantener el cine a toda costa mientras viviera, aunque se viesen obligadas a realizar aportaciones económicas.

Al fallecer el padre, en 2013, su hija Ana María, la responsable actual, ya no sabe cuánto tiempo puede continuar el “Cine Imperial”, pero de momento, al parecer, los políticos desde el Concello de Nigrán les obligan a mantenerlo.

A Ramallosa, 2015. El “Cine Imperial”, regido en la actualidad por Ana María Salgueiro, hija de su fundador. (Foto Mara Neira).

La llegada de la televisión a España a finales de los cincuenta, supuso en principio un pequeño aviso para las salas de cine. Cuando las televisiones llegaron decididamente a los hogares españoles, proliferaron las nuevas cadenas, y en los ochenta llega el video, la gente ve más cine que nunca pero sin salir de casa. La crisis de los exhibidores está servida. Latino Salgueiro, acostumbrado a afrontar desde joven todas las dificultades imaginables, aguantaría hasta la extenuación los envites de la modernidad. Solo su pasional vocación por el cine, evitó un cierre, incluso aconsejable con un mínimo de sentido

común, ante las ofertas de cambiar su venerado “Cine Imperial” por un bloque de viviendas. “Ofertas que en realidad nunca rechazó, porque ni siquiera quiso escucharlas”, afirman en familia. La voluntad, la resistencia, la apuesta decidida por un proyecto que dio sentido a su vida, adquiere unos valores épicos indiscutibles de toda una existencia entregada al cine. Llegan a escena los multicines, internet se populariza, la ilegal bajada de películas se generaliza… y el “Cine Imperial” aguantando con todo, sigue adelante, viviendo una existencia propia, ajeno al tiempo y a sus circunstancias, independiente de lo que pasa… Abre la taquilla quince minutos antes de la función, esa ventanita minúscula de la que sale un haz de luz, entrega las correspondientes entradas numeradas… para el control de los inspectores… pero sin butacas numeradas… y sale el aviso en la pantalla que empieza la función.

Cierre del hall del “Cine Imperial”, que se mantiene bajado hasta poco antes de las funciones. (Foto Mara Neira).

Taquilla del “Cine Imperial”, y una entrada actual.

Cartelera del hall del “Cine Imperial”, indicando las películas y su correspondiente programacion. (Fotos Mara Neira).

<<En el pueblo de Gondomar, Latino era su padre. A él le llamaban Latinito ya desde niño. Loaceptaba como una situación normal, pero lo que no soportaba era que le llamaran don Latinito. >>

En los tiempos de la censura franquista, las películas llegaban en su mayoría preparadas para la proyección. Pero también hubo muchas que se recibían con el correspondiente informe de la censura, detallando los diálogos e imágenes que había que cortar. <<Le daban mucho trabajo. Latino debía ver la película con minuciosa atención, parar en el momento indicado, hacer el cortecon sumo cuidado, y pegar de nuevo el celuloide con acetona… Teníanuna caja llena de recortes de la censura… que aún se conserva-comenta un familiar. >>

”Totó” y Alfredo, los protagonistas de “Cinema Paradiso”, oscar a la mejor pelicula no inglesa en 1988. El pequeño “Totó” coleccionaba los recortes de la censura que obligaba el cura del pueblo.

<<No es que tengamos el mal de Diógenes -dice la familia-, pero hay una habitación llena de cajas y cajas con cosas del cine, que se fueron almacenando durante más de sesenta años. Para ordenarlas habría que pasar días y días, más bien meses. Don Latinono tiraba nada. >>

Cada noche, después de finalizada la última sesión, don Latino ponía a punto las máquinas y el sonido de los altavoces para el día siguiente. “La técnica es mi especialidad”,declaraba a un periodista con orgullo a los setenta y siete años. Durante la entrevista, en su mítica cabina y en medio de una proyección, detiene la conversación, y le dice: “Espera, queahora tenemos que hacer un cambio de máquina”. Y él y su hija se concentran en colocar una bobina nueva en la otra máquina. “Y ahí abajo nadie se entera”.La magia del celuloide. Era en 2005, y su hija Ana María ya trabajaba con su padre, dispuesta al relevo generacional. “Antes que dejar el cine en manos de gente de fuera, montó un almacén de patatas”, le decía a su familia a menudo. Una mañana, Latino, viendo que su hija Ana María no encontraba un trabajo estable en su profesión de farmacéutica, le hizo una sugerencia: “¿Por qué no me ayudas un poco en la administración? Yo ya estoy muy cansado”. No se pudo negar. Las palabras de su padre en el hogar resultaban incuestionables, tal era el respeto y el amor que se le profesaba en la familia. No había pasado mucho tiempo, y el padre, como era de esperar, acabó por llevar a su hija a la cabina, al corazón de su cine, y poco a poco le fue enseñando los secretos de la proyección. “Ya sabes bastante más que muchos operadores de cine que hay por ahí”,le dijo al cabo de un par de meses, ante las dudas que tenía su hija sobre sus capacidades. Un día, preparados para proyectar la sesión de tarde, Latino se sintió mal, tuvieron que llevárselo, y su hija Ana María se encontró de repente con la película en sus manos, y no le dio tiempo ni para asustarse. Al finalizar la proyección, una amiga le preguntó por su padre, le contestó que se había encontrado un poco indispuesto, y le respondió. “Pues no se notó en nada su ausencia”.Fue el bautismo de Ana María en el “Cine Imperial”. Hasta finales de 2013, y ya desde hacía una docena de años, Ana es la que se encargó de manejar los proyectores, unas auténticas joyas de museo. Al parecer, sólo hay otro en España… Pero el imparable avance del progreso se ha llevado por delante al venerable celuloide, más tarde al poliéster, y en la actualidad se proyecta con sistema digital.

La nueva máquina, instalada desde septiembre de 2013, ocupa el sitió de uno de los dos legendarios proyectores Ossa que permanecían en ese lugar desde la inauguración en 1948. Ahora, en homenaje a su historia, será exhibido en una vitrina a la entrada del cine. <<En memoria de nuestro padre, no queríamos cambiar al sistema digital. Él sentía el cine en el celuloide. Pero los tiempos nos han obligado. >> Al menos el otro proyector aún sigue en activo, pasando las famosas diapositivas con las recomendaciones al espectador. <<Siempre tuvimos doble equipo -explican-, y cuando había un pequeño corte de luz, el espectador ni se enteraba. Ahora, hace un par de semanas, pestañeó un poco la corriente eléctrica y la película, con el nuevo sistema digital, se cortó. Mihija hubode comenzar de nuevo. >>

Cartelera reciente, con el anuncio del coste de la entrada y el sistema digital.

Hablando de don Latino, la familia lo define con breves palabras de cine, y nunca más apropiadas: “Puede decirse que la suya es unahistoria parecida a la de `Cinema Paradiso´”.

Don Latino Salgueiro vivió al frente de sus proyectores hasta el último momento.

En 1997, Latino Salgueiro recibe un merecido premio de la Confederación de Empresarios de Pontevedra, en reconocimiento a su larga trayectoria al frente de “Cine Imperial”.

Vigo, 1997. Latino Salgueiro Espinosa recibe de Antonio Vázquez, presidente de los empresarios cinematográficos de la provincia, el diploma que acredita el premio concedido.

En 2009, el diario madrileño “El País”, le dedicaba una amplia crónica a Latino Salgueiro y al “Cine Imperial”.

Don Latino sobrevive a los multicines

La sala Imperial, en Nigrán, lleva 61 años resistiéndose a proyectar cine comercial

SILVIA R. PONTEVEDRA

30 ENE 2009

Una noche, como todas las noches después de la proyección, Latino Salgueiro, Don Latino, puso a punto las máquinas para el día siguiente. Estuvo un buen rato afinando el sonido de los altavoces, pero de repente los bafles soltaron un eructo y después un triste graznido. Un graznido largo que se transformó en pitido. Un pitido alienígena que taladraba los oídos. Un ruido ensordecedor que atravesó las paredes del cine y se expandió por la parroquia de A Ramallosa. La alarma cundió entre los vecinos y enseguida se extendió el rumor: no cabía duda. Los extraterrestres se disponían a invadir al fin la Tierra y empezaban a hacerlo por el Val Miñor. A la mañana siguiente, don Latino tardó horas en descifrar la avería, él que tanta maña se ha dado siempre con la maquinaria. Porque don Latino lo que de veras ama son las tripas de los cines. "Le gusta más proyectar que ver las películas", confiesa Ana María, su mujer, que sigue atendiendo la taquilla al tiempo que vigila la salud de su esposo. Los Salgueiro llevaban años viviendo en Vigo, y ahora se han vuelto a la casa que tienen en el cine, porque allí don Latino recobra el ánimo y la vida. "Antes que dejar el cine en manos de gente de fuera monto un almacén de patatas" La plaza principal de Gondomar se llama Latino Salgueiro. Pero los del ayuntamiento en el que nació el susodicho no se la pusieron al don Latino vivo, sino a ese otro que fue alcalde y doctor. Ese otro que se llevó un disgusto de los gordos cuando su hijo, vuelto de estudiar en Madrid, le anunció que lo que de verdad le apetecía era montar un cine. Y Latino Salgueiro Pereiro no pudo hacer nada para evitar que Latino Salgueiro Espinosa estrenase su sala, con el magnífico nombre de Imperial, el 1 de febrero de 1948. Tenía entonces 19 años y bastante visión comercial, porque

eligió un terreno justo enfrente de la estación en la que enlazaban los tranvías procedentes de Vigo, Baiona y Gondomar. Aquella era la "parada del cine". Antes de este negocio, en aquella finca a orillas del estuario del río Miñor había viñas. Don Latino compró la parcela en verano, con la condición de no empezar a construir hasta pasada la vendimia. Quería inaugurar el día de san Juan Bosco, y en tres meses tuvo que levantar un cine de 400 butacas. Dos meses después, 28 de marzo, día de la Reconquista, abrió en Vigo el Fraga. Su propietario, Isaac Fraga, le ofreció a aquel chico voluntarioso de Gondomar que trabajase para él, pero Latino se negó. "Siempre quiso proyectar lo que él quería, no lo que le mandasen", cuenta su mujer. Y esto, Nodo aparte, es lo que ha hecho toda la vida, desde que, siendo niño, su hermano le trajo una cámara Pathé Baby de un viaje. Su fidelidad al buen cine se ha fortalecido, si cabe, desde que hace seis años abrieron unos multicines de centro comercial a 200 metros. Entonces don Latino puso calefacción a gasoil y templar aquello le cuesta un ojo de la cara, pero las grandes factorías de Hollywood que acaparan las salas de enfrente apenas rascan en la vieja fachada del Imperial, que ha extendido su fama entre los aficionados al buen cine en la provincia. Porque su cartelera es única en Galicia. Pero con los cinéfilos, la sala sólo logra mediarse. Ya nadie se imagina aquel Imperial de hace décadas en el que el público que no conseguía localidad pedía ver el pase de pie. Eran los tiempos de Pepe, el portero, y su madre Dorinda, "la de las chuches", que vendía todo a pares con la excusa de que no tenía cambio. Su frase, "leva dous, neniña", es todo un lema en la historia de Nigrán. Ahora, como Latino no está bien, ha tomado las riendas de la empresa una de sus tres hijas. Ana María, que se llama como su madre, ha dejado la farmacia en la que trabajaba dispuesta a mantener viva el alma del Imperial tal y como le inculcó su padre. Porque un día él le dijo que antes que vender o dejar que entrase en el negocio "gente de fuera" con otros criterios, preferiría montar allí "un almacén de patatas". Así que Ana María Salgueiro se encarga, como hacía su padre, de escoger las películas a través de varias distribuidoras como la pamplonesa Golem y la viguesa Baños. También como su padre, lleva todas las semanas a la imprenta los folletos que redacta sobre los próximos estrenos. Luego, viernes, sábado y domingo, días de espectáculo, se reparten en el cine, y hay quien los colecciona.

Unos meses después, julio de 2009, es el diario coruñés “La Voz de Galicia” el que dedica un interesante comentario al “Cine Imperial” de Latino Salgueiro.

El Imperial, la otra meca del cine gracias a Latino Salgueiro

SOLEDAD ANTÓN SOLEDAD VIGO

4 julio 2009.

Es el tiempo que ha transcurrido desde que Latino Salgueiro hizo realidad su sueño de abrir una sala de cine. Desde aquel primer día de febrero del 48 en que proyectó en sesión doble El arco mágico y La vida de Paganini ha sido fiel a la filosofía que le impulsó a dedicar toda su vida al séptimo arte. Así es como el Imperial de A Ramallosa ha terminado por convertirse en la otra meca del cine. Son muchas las personas (cada vez más) que le agradecen a Latino su profesionalidad. Lo hacen como a él más le gusta, asistiendo habitualmente a la sala. Pero algunos van más allá. Un grupo de cinéfilos (en este caso cinéfilas) están empeñados en que el Concello de Nigrán le agradezca el trabajo bien hecho, pero sobre todo que en su día eligiera el municipio para poner en marcha su proyecto, lo que en años tan difíciles como los de la posguerra dio una vida al municipio que de otra forma no hubiera tenido. Pero es que ahora, sesenta y tantos años después, el Imperial sigue siendo un referente. Para empezar por su estética, y para seguir por su ética. La primera transporta al espectador a un tiempo en el que los cines eran lugares de encuentro familiar, con olores y hasta sabores personalizados, y con un encanto del que adolecen los más modernos. En cuanto a la segunda, es la que marca la diferencia entre un empresario al uso y una persona que vive y disfruta con lo que hace. Anda estos días Latino un poco pachucho, así es que recurro a Ana María, su mujer, y a Fernanda y Ana, sus hijas, para que me cuenten cómo empezó esa pasión por el cine y cómo le ha llevado a rechazar ofertas millonarias sin pestañear. «En realidad, no ha rechazado nada, porque ni siquiera ha querido escucharlas», afirma Ana María. Dichas ofertas pasarían por convertir el Imperial en un solar sobre el que levantar

docenas de adosados. Los que han tenido semejante idea es que no conocen a Latino. Escuchando hablar a Ana María, una se da cuenta de que el dinero nunca ha sido una prioridad en su familia. «Su padre, médico de profesión, cedió una parcela propia cuando fue alcalde de Gondomar para hacer una plaza en el pueblo», relata. Metida en harina familiar, cuenta también que en su casa no veían con buenos ojos la debilidad que el joven Latino sentía por el cine. Los Salgueiro eran médicos, farmaceúticos, sacerdotes..., «así es que cuando dijo que quería abrir un cine fue como si les dijera que quería abrir una casa de mala nota». Enseguida comprobaron que por más oposición que tuviera, se saldría con la suya. Después de todo había sido un tío dentista el que le había metido el hormiguillo en el cuerpo a base de llevarle al Capitol con cierta frecuencia. «Puede decirse que la suya es la historia de Cinema Paradiso», tercia su hija Ana, que es la que ahora se encarga de manejar el proyector, una auténtica joya de museo. Sólo hay otro igual en España. Entrar en la cabina en la que tantísimas horas ha pasado Latino Salgueiro es hacerlo en un retazo de historia. Cotidiana y con minúscula, pero historia. Por unos segundos a la periodista se le corta la respiración. Aquello es un santuario cinematográfico que a la privilegiada visitante la retrotrae a aquel 1 de febrero del 48 en el que ni siquiera había nacido. Y es que la cabina de proyección ha sido el entorno natural durante sesenta años de aquel niño que invitaba a los amigos a ver películas en su equipo de juguete. Sus estudios de ingeniería de imagen y sonido vinieron a confirmar que estaba en el buen camino. Apenas había cumplido los 19 años cuando levantó el Imperial en lo que en su día era un viñedo. «Tuvo que esperar a que recogiran las uvas para empezar la obra. Fue la condición que le puso la propietaria», explica la hija. Imposible hacer cuentas sobre el número de películas que ha proyectado. Miles, dice Ana, que cuenta también que su compromiso con los cinéfilos de verdad le ha llevado a retirar de cartelera cintas en pleno éxito de público. «Que se espabilen», es su frase para recordar que no hay que esperar al último día. Ya estaba anunciada una nueva película y eso era sagrado. Lo sigue siendo. Esa profesionalidad se la ha trasladado a su hija, que está poniendo su granito de arena para que el Imperial no deje de ser ese templo de buen cine que tanto agradecen los cinéfilos. Así se entiende que los más fieles hayan llamado a la puerta de Efrén Juanes para recordarle que son vidas como las de Latino las que marcan el devenir de un pueblo, y que el de Nigrán le debe mucho. La petición podría no haber caído en saco roto. Al tiempo.

En 2012, es el Concello de Nigrán el que le concede a Latino Salgueiro un galardón al “Mérito Empresarial” por aclamación popular de los vecinos.

Su santuario, su sala, su cine… su vida.

El 18 de julio de 2013, Latino Salgueiro Espinosa fallecía a los ochenta y cuatro años, rodeado de su familia. Atrás quedaba la hermosa épica de toda una vida dedicada plenamente al cine, al lado de su esposa, de sus hijas, de sus hermanos… que siempre entendieron, apoyaron y sufrieron, y también gozaron, su apasionado amor por el séptimo arte. Su hija Ana María, farmacéutica que no ejerce, pero cinéfila de vocación como su padre, recogió el testigo desde hace unos años. Don Latino, primero a través de la vida familiar, y en los últimos tiempos con la cercanía de su ayuda, ha sabido antes de irse, transmitir a su hija todos los valores que han conducido su existencia por y para el “Cine Imperial”.

El logo del “Cine Imperial” de La Ramallosa, en el que figura, además del patio de butacas, el recuerdo permanente de su año de inauguración, 1948.

O Val Miñor despide hoy al fundador del Imperial

BAIONA / LA VOZ

Latino Salgueiro fue homenajeado por sus vecinos en el 2012.

20 jul 2013

Esta semana se bajó el telón para Latino Salgueiro pero su linterna mágica alumbra cualquier despedida. El fundador del cine El Imperial falleció con 84 años, con solo veinte más de los que tiene la meca del cine de O Val Miñor. Su cine. El de todos los miñoranos. Llevó la vida de la gran pantalla a la Ramallosa en plena posguerra. El 1 de febrero del 48 se estrenó proyectando en sesión doble El arco mágico y La vida de Paganini. Entregó su vida al séptimo arte tras superar las reticencias de una familia de médicos, farmacéuticos y sacerdotes. Un visionario y artista. En un reportaje realizado hace cuatro años, una periodista de La Voz tuvo acceso a la cabina en la que tantísimas horas pasó Latino Salgueiro. «Puede decirse que la suya es la historia de Cinema Paradiso», desveló su hija Ana. Ella es la que ahora se encargará de manejar el proyector, una joya de museo de la que solo se conserva otra similar en España. Con 19 levantó el Imperial sobre un viñedo. Fue el entorno de aquel niño que invitaba a sus amigos a ver películas en su cine de juguete. Un tío dentista fue el que le metió el gusanillo a base de ir al Capitol. Cientos de personas arroparán hoy la última sesión de don Latino.

CARTAS AL DIRECTOR

Al vecino de A Ramallosa, Latino Salgueiro Espinosa

Jesús González Besada.

27/JUL./13

Días pasados falleció en A Ramallosa, el vecino Latino Salgueiro Espinosa. Latino, de una dinastía muy conocida en todo el Val Miñor. Su padre, Don Latino, fue médico titular del concello de Gondomar, sus hermanos médicos, farmacéuticos e industriales. No quiero dejar en el olvido a su hermano Don Ramón, que fue médico de A Ramallosa durante muchos años, para luego ser nombrado médico de Gondomar. Su tío Monseñor Espinosa fue párroco de Santiago de Vigo en la ciudad olívica, a su primo que fue Cronista Oficial de Vigo Carlos Espinosa. Toda una saga muy querida en el Miñor y en Vigo. Latino, desde muy joven, fue hombre de cine, su verdadera pasión.

Fundó y dirigió el Cine Imperial en A Ramallosa, donde hoy sigue siendo la sala más conocida y tal vez la década en la provincia de Pontevedra. Que voy a decir de Latino, un crack, en todo lo relacionado con el celuloide. Latino, ya en aquella época en la que fallaba el alumbrado eléctrico, en su sala de cine, ya tenía un generador para evitar el tener que suspender las funciones, casi ná, por la semana, dos funciones diarias, y a los domingos nada menos que cuatro sesiones. Latino lo dio todo por el cine, tuvo en su pantalla de cine por primera vez y a nivel de España, el privilegio de estrenar por primera vez 'Lo que el viento se llevó', cedida por su íntimo amigo Cesáreo González, fundador y director de Suevia Films, cuando en su encabezamiento de las películas, lo primero que salía la ría de Vigo. Dar un fuerte abrazo a su esposa Ana María Martínez, a sus hijas, Ana María, Marta y María Fernanda, lo mismo que a su hijo político Francisco. Y qué sigan pensando que en el más allá, Latino seguirá dirigiendo con su batuta todo lo más importante para su cine El Imperial.

«La playa de los ahogados» llega al Cine Imperial de A Ramallosa

15 de Oct, 2015

A octubre de 2020, la tradicional trayectoria del “Cine Imperial” sigue como siempre su camino de mano de Ana María Salgueiro Martínez, la sucesora, hija del fundador y alumna destacada, arropada en su ánimo y buenhacer por la viuda de Latino Salgueiro, Ana María Martínez, y sus hermanas Marta y María Fernanda. Películas de importante contenido cinematográfico continúan llegando al “Cine Imperial”. Hace unos años, en 2015, fue escenario del estreno internacional de “La playa de los ahogados”, la popular novela del escritor vigués Domingo Villar, situada en Panxón y sus playas, y llevada al cine.

La película adapta el libro del mismo nombre del escritor vigués Domingo Villar y está protagonizada por el inspector Leo Caldas, que se hizo popular con la primera entrega de la saga literaria, «Ojos de agua». Está producida por Foresta Films y fue rodada entre los meses de abril y junio del pasado año con Carmelo Gómez como protagonista y un amplio elenco de actores gallegos como Luis Zahera, Tamar Novas, Celia Freijeiro, Marta Larralde o Carlos Blanco. Las sesiones del Cine Imperial serán este viernes, sábado y domingo a las 19:15 y 22:45. El último pase, el del domingo por la noche, será en la versión original en gallego. Hace siete meses, a través de la plataforma Change.org se lanzó una petición para que esta histórica sala acogiese el estreno internacional de la película. Llegó a reunir más de 700 votos pero Vigo fue la ciudad elegida para el preestreno de la cinta, que se proyecta en los cines desde el pasado 9 de octubre.

Cartel de una película reciente.

Contamos con una amplia selección de cine de autor y alternativo.

El “Cine Imperial”, fiel a los ideales y a la filosofía de su fundador, sigue eligiendo sus proyecciones con una entendida sensibilidad y una máxima atención. Se puede afirmar que el contenido de las películas presentadas en el mítico cine, no defraudarán nunca al auténtico cineasta.

BAIONA

______________________________________________ los Goce… y los Denis

( Tercera parte ) LUIS ALBERTO REY LAMA

Po

Posible portada del libro que nunca se llegó a publicar: “BAIONA, los Goce... y los Denis” (Tercera parte) Buenos Aires, años cuarenta. Eulalia Manuela Baudín y Emilio Goce Fernández, con sus hijos Enrique Óscar, Roberto Ernesto y Carlos Alberto. (Archivo Familia Goce Ferro).

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