LECTORES MUTANTES LIBROS, FICCIONES Y OTRAS TEXTUALIDADES PARA FORMAR JÓVENES LECTORES
MOOC 2019
En esta actividad, Sara Bertrand proponía que cada participante construyera un breve relato (no más de 15 líneas) a partir de esta frase de Fausto (Gothe):
«Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien».
¡Los jóvenes leen!
#PieForzado Vuestras contribuciones
A continuación se expone una recopilación de los textos compartido en el grupo de Facebook del curso. Estos textos no han sido objeto de ningún proceso de edición, por lo que se muestran tal cual fueron escritos originalmente.
Vuestros #PieForzado Dora Granados «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Es más vívida en la somnolencia, cuando se logra despertar, se expresa como una maraña de múltiples ideas revueltas relacionadas con acontecimientos cotidianos, personas cercanas. Afortunadamente va menguando al estar alerta, al estar en contacto con la realidad, aparece el opuesto positivo que genera tranquilidad, suspiros, acciones adecuadas que explotan en alegrías, en gozo total.
Annabel Petit «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». De momento era a ratos fácil distraerme del plan. Veía la mesa decorada con flores ya perdiendo sus pétalos y los restos del banquete por mí cumpleaños. Algunas botellas de whisky, para los hombres que tomaban. Todos alrededor: papá, mamá, tíos, primos mayores, parecían sentirse tan a gusto. Se oían las canciones de la serenata y cuando me miraban los músicos y todos los presentes, y aplaudían y sonreían entre ellos, yo más culpable me sentía. Mi culpa del futuro inflamaba la maleta de excusas que tanto me había esmerado en arreglar y que sabía que iba aparecer en el minuto en que quisiera escapar; lo que no sospechaba era que lo hiciera tanto y tan seguido. No sabía cómo, ni de qué forma, pero me tomaba desde hace rato la
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necesidad de abandonarlos para siempre. Era algo por dentro. Y cuando regresaba a ser la buena de siempre, regresaba mucho mejor que antes y sentía rabia por ello. Como si cubriera y encubriera al mismo tiempo una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien. Recuerdo que esa noche yo solo tenía un plan. Irme. Y estaba segura: solo así me llegarían a respetar.
Mari Eliash «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Y entonces escribía. Después de sentir la rabia cosquilleando en sus manos, después de mirarlos fijamente con los ojos entrecerrados como si con su furia pudiera hacerlos explotar y correr con fuerza para arrancar de sus risas. Llegaba y tomando con toda la potencia de los músculos de sus manos el lápiz, escribía. Inventaba la forma de hacerlos desaparecer, creaba una vida en la que el color de su piel no era una diferencia, en donde su acento pasaba desapercibido, en la que siempre alguien llegaba y paraba los insultos, en donde se sentía parte. Escribía y el mundo le dejaba de doler.
Sanchez Johana «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». … no lo dejaba dormir plácidamente. Se levantó pasada la media noche a tomar agua para atemperar sus emociones. Faltaban pocas horas para que despertara aquel individuo “extraño” que
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una tarde soleada mas no abrasada, como las de ahora, lo miraría por vez primera con ojos de desconfianza, pero con esa mirada serena, en lontananza, que sólo se adquiere cuando se ha recorrido ya la mitad del camino. Ninguno de los dos sabía que aquel día marcaría sus vidas: para el individuo “extraño” porque ya no tenía sangre en las venas ni gota que derramara algún vaso, si bien, estaba entero, tenía mutilada el alma y a duras penas podía mantenerse en su rutina. Para el otro, las cosas no fueron menos difíciles, acababa de separarse de su madre hacía unas pocas semanas y ese día perdería a sus hermanos con los que apenas había convivido un par de meses, por lo que era de esperarse su carácter duro y un instinto salvaje que lo sostuviera a flote, pese a las malditas sanguijuelas que absorbían con singular entusiasmo partes de su pequeño cuerpo.
Carmen Bolivar Montesa «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Y, de nuevo, sentía la necesidad de tentar al riesgo de vivir. Asomada en aquel precipicio me seducía la idea de saltar por el mero hecho de dejarme, finalmente, llevar únicamente por la intuición de que la satisfacción de aquel deseo me iba a hacer feliz. Sentía como la cobardía que todavía me mantenía en pié frustraba mi afán de sentirme único dueño de mis actos. El viento comenzó a soplar de cara y me sostenía mientras las puntas de mis pies casi se desprendían del soporte que me mantenía viva físicamente y esclava de la gravedad. El tiempo se detuvo, sin pensamiento alguno, a la espera de que un soplo de aire decidiera por mí. Entonces, como un eco, oí mi nombre, y volví en sí,
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reencontrándome y comprobando como tantas otras veces “una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien”. Y pensé que es esta constante lucha de fuerzas la que me mantiene viva.
Joan Josep Bonnin Casellas «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Los inspectores, nada más entrar en aquel piso, intuyeron que aquel no sería un caso fácil. El escenario que se presentaba ante sus ojos les hizo estremecerse. La oscuridad invadia cada recoveco de aquel espacio. El silencio reinante solo era interrumpido por un leve zumbido que provenía de la puerta que presidía el largo pasillo. Las brigadas de homicidios habían llegado horas antes y ya finalizaban la recogida de pruebas, huellas y otros elementos. El juez, que era quién les había llamado, surgió de la penumbra y les alumbró con su linterna para que se aproximaran a la puerta de dónde provenía el zumbido. Nada más abrir la puerta, la linterna topó con una infinidad de carteles de películas de cine y con el cuerpo sin vida de una joven que, sentada en una butaca, sujetaba entre sus frías manos, un papel dónde con hermosa caligrafía podía leerse: Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre practica el bien.
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Katherine Medina «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». ¡Rabia!. Eso era lo que sentía, después de que le arrebataron el dinero que con tanto esfuerzo había ganado trabajando en el supermercado cargando las compras de los clientes. Malhumorados algunos, generosos otros. Quería sorprender aquella mujer a quien el paso de los años no había podido callar su ronca voz. Sí, ¡rabia era lo que sentía! Quería ir detrás de los sujetos que lo sorprendieron. Uno lo sujetó por la espalda, el otro lo sorprendió con el cuchillo. Podía ir a buscar el arma que escondía su padre en el desván y recuperar lo que le pertenecía, acabar con lo que le molestaba. Rabia era lo que sentía; pero apresuró el paso. Podía escuchar los relatos de su abuela a los niños del vecindario y era su turno de contarles uno. Llegaba tarde.
Belkys Pulido «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien - y en voz alta continuó- así me siento… como una parte. La chica escribía con los dedos en garra, golpeando el teclado. Aunque lo había meditado durante varias semanas, lo que sentía no la dejaba estar. Atisbó su celular y frunció la naricilla cuando vio el mensaje iluminado. Alguien le exigía algo. Lo apagó.
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Estaba decidida. Cuando leyeran la carta, todos se enterarían del peso de su hartazgo, la rabia, la impotencia. Ellos la habían orillado, era el final. Imprimió varias copias. La carta se exhibiría en todos los pasillos de la escuela, sus padres se enterarían también. Todos…Le dio enviar ¿y después? Rebotaban las últimas frases que escribió en cursivas, subrayada y con negritas: ¡Ni una lectura obligada más!, ni siquiera un clásico si ¡no quiero!
Gema Puertas Tarjuelo «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Podría ser un título,largo quizá ,certero tal vez, un título para definir la continua relación con ella. Hacía tiempo que con el simple pensamiento que ella desapareciese, sentía con alivio como algo en su interior sonreían y se ensanchaba. Se pillaba abstraída en continuos juegos de posibilidades para que ella, dejara de existir sin dejar sospecha ni rastro. Ideo la forma de hacerla caer por la escalera de caracol de una manera insólita, imaginándola rodar como un suave ovillo de lana por los ocho pisos que su edificio no tenía. A veces la veía caerse desde la ventana al tender la ropa, como empujada por un enorme viento que surgía de imprevisto desde el interior de la casa. Se sonreía imaginando aquella espina de pescado agarrándose a su garganta como si tuviera manos. Por la calle le caían macetas, toldos y pianos según ella paseaba camino a la Plaza de los Ausentes, y
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cualquier brisa ligera la hacía enfriarse hasta caer fulminada en una neumonía incurable. En ocasiones, cuando la escuchaba entrar en la ducha, recordaba aquellas historias que le contaron, de resbalones inesperados dentro de la bañera o paradas cardíacas por un cambio de temperatura. Y siempre, siempre, sus escenas eran limpias, indoloras, sin huellas ni rastros, con un fondo musical de una película de Hollywood, en el que la muerte llega cargada de la alegría y celebración de un final feliz. Y siempre, inevitablemente siempre, ella la ayudaba a tender la ropa, la acompañaba a comer dorada a su restaurante favorito en el puerto, a pasear agarrada de su brazo por la Plaza de los Ausente, a abrigarse con su chal ante el mínimo aire y la lavaba el pelo con la delicadeza que se tiene con un ser al que se adora.
Leticia Carrera Lz «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Pero yo no sabía qué decirle, nunca imaginé verlo llorar en medio día de un verano cuando tenía todo para ser feliz, o esa fue mi lectura, esa fue mi idea, eso fue lo que siempre me hizo creer. Sus acciones hacia ella parecían amor, de verdad creía que ella era su felicidad. Pero no, ella era veneno, después de dos años de relación él me confesaba de la depresión de estar con ella, no sabía cómo explicarme que cada momento con ella lo hundía en un terrible sopor de enojo. Confesó que por eso se había alejado durante dos años de mí. Confesó que por eso ahora venía a suplicar que lo dejará volver.
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Sonreí, juro que sin maldad, le dije que no debía de regresar a nadie que significara pasado, es momento que tomes tus cosas y vayas a otro país, por lo menos a otra ciudad. Cierra tus redes sociales, crea uno nuevo y vuelve a empezar. Le regalé un tarot, y le dije: Recuerda que sólo es una brújula, el miedo a una carta es el obstáculo a vencer, cada una de ellas es el mensaje correcto del momento. Sin más, tomo sus cosas, el tarot y salió en marcha a su nuevo destino.
Inmaculada Lopez «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Aquella tarde pegajosa de domingo era imposible no pensar en el maldito lunes y la vuelta al instituto. Saboreábamos pitillos clandestinos y paquetes de pipas compartidos en el banco del pueblo. Cabizbajos, todos conteníamos la misma frustación secreta cargada de inconformismo. Fueron las hormigas como podría haber sido una lagartija o cualquier otro bicho que nos pasara por delante. Decidimos con una mirada maliciosa y sin pronunciar palabra romper a nuestra manera el orden establecido. Si reducíamos a cenizas su redil aquellas borregas trabajadoras dominicales dejarían por obligación de acudir con provisiones al maldito agujero.
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Andrés colocó el petardo justo en la entrada, esperando volar con aquel gesto toda obligación propia y ajena. Marta esperó a que marcháramos corriendo para pisar la mecha antes de que explotara. La obligación siempre fue más fuerte que nuestras ansias de libertad, o lo que creíamos entonces que lo era.
Claudia Sanchez «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». El zombie, mi zombie… Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre practica el bien. A veces me pregunto quién es, no siempre tengo claro su nombre, en ocasiones le escuchado decir Román, pero tal vez es nuestra imperiosa necesidad de nombrar aquello que nos asusta, etiquetarlo y robarle así un poco el color. No es que no le tenga miedo, pero creo que me he acostumbrado a él. La abuela suele decir que es "aquel que fue pero ya no es"; es la forma en que ella lo describe y nos dice que todos tenemos un zombie en nuestro haber. Mi zombie es un poco goloso, le encantan los recuerdos, me doy cuenta que ha comido demasiado cuando empiezo a olvidar donde he dejado las llaves o los días felices. He pensado en dejarlo fuera de la habitación, por lo menos en las noches, pero me da tanta pena, y pienso que en este mundo caótico siempre debe haber un refugio para todos…hasta para un zombie.
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Valeria Reynoso «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Otra tarde de horas interminables y pegajosas. Veo por mi ventana el pedazo que me toca de cielo. Un cielo gris inmenso, sin sol sin nubes. Un cielo de aire irrespirable, es el único que nos queda. Llevamos días sin salir de casa. La Ciudad debía estar paralizada pero es imposible frenarla. "Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre práctica el bien" no deja que paremos. Creemos siempre que en el hacer está la solución pero todo lo que hacemos tiene consecuencias. Una vez más me pregunto si algún día podremos vivir sin destruir. El magnífico atardecer rojo fuego de humos y gases me deja un buen sabor de boca. A pesar de todo hay belleza y yo estoy aquí para apreciarla aunque sea el último atardecer del mundo.
Andrea Villena «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». No podía. Simplemente no podía ir contra su naturaleza, a pesar de que esperaba que el fuego arrasara todo. Pero a medida que avanzaba, el hielo se derretía, el que había estado inmutable por siglos en esa ladera milenaria. Entonces, con más fuerza desde el fondo empujaba, para matar, para destruirlo todo. Pero nada. Al contrario, brotaba el hilo, primero delgado y brillante, después más raudo y entonces desde abajo, los ojos de los miles de seres expectantes… porque al fin los dioses habían escuchado.
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Desde el fondo brotaba el fuego y gracias a ello culminaban cientos de días yermos. No pudo contra su naturaleza: aunque esperaba devastarlo todo, a pesar de querer siempre el mal… fuego, hielo, agua, les brindó todo el bien.
Margot Corbacho R «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». No, no es fácil sobreponerse al instinto animal que nos conduce por los caminos inciertos de la apatía y la dejadez, por la comodidad de permanecer tirado en el sillón escuchando música dentro de nuestra hermética burbuja en la que las exigencias no tienen cabida. En mi aislamiento descubro aquello que me identifica, lo que me separa del resto ¿de verdad soy así? ¿Estoy realmente convencido? Pensamientos que surgen de la nada, que transitan con rapidez por un interior cambiante y martillean mi cabeza de manera insoportable… Me doy cuenta de lo difícil que es ser uno mismo, y de la complejidad que alcanza la existencia a medida que va pasando el tiempo… Uf… qué desastre… Pasan las horas, oscurece, pero no lo percibo, en mi habitación nunca hay demasiada luz… de repente mi madre irrumpe con voz contundente… - Es hora de cenar! ¿Otra tarde sin hacer nada? Vuelvo en mí sin más remedio, recuerdo lo mucho por hacer para la jornada de mañana sin tratar de explicar mis viajes interiores por los que me han conducido mis pensamientos a lo largo de la tarde.
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Fernanda Díaz Veleiro «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Cuando perdemos a alguien, una parte nuestra tiende a seguir a ese objeto; es como una tendencia a la aniquilación que, sin embargo, está motivada por un profundo amor o fuerza vital que nos mueve en esa dirección. Por eso, el proceso de duelo es una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien. O al menos, es una tendencia con buenas intenciones: Acompañar al otro más allá de lo imaginable, aunque en eso se nos juegue la vida. Paradójicamente, en ese jugar la vida, nos encontramos en nuestra complejidad interior, ensamblamos los pedazos rotos y nos reconstruimos en una unidad más fuerte, más consciente que lleva en sí la fuerza de la naturaleza y se pone a vivir con nuevas reglas.
Rosa Ferrer Romeu «Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien». Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien nos mueve a luchar contra las ambivalencias que todos tenemos en nuestros pensamientos más íntimos, cuando nos sentimos inseguros, vulnerables, dubitativos y la lucha sempiterna entre el bien y el mal nos arrastra hacia la bondad, hacia un terreno que nos permita encontrar un entorno amigable, seguro, en el que recibamos lo mismo que entregamos. La lucha por la supervivencia es la que nos empuja hacia esta
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práctica de la bondad, hacia la colaboración con nuestros semejantes, en la búsqueda de recibir también bondad por parte de aquellos que nos rodean y con los que nos medimos, reflejamos y tomamos como miembros de nuestro grupo de iguales.
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