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XXI BIENAL FLAMENCA DE SEVILLA 2020

A pesar de la crisis sanitaria provocada por la pandemia mundial del Covid-19, el Ayuntamiento de Sevilla, en principio, parece que mantendrá la programación de la XXI edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla, que se celebrará entre el 4 de septiembre y el 4 de octubre de este año. Es decir, que, dentro de la reprogramación de la agenda cultural de la ciudad, aunque aún por terminar de cerrarse la programación íntegramente, la Bienal mantiene su mes de celebración ofreciendo una rica, extensa y variada programación artística. En este sentido, como pregonero ejercerá Manuel Herrera, que fue director de la Bienal en tres ediciones, y romperá el hielo de los espectáculos el estreno absoluto Al igual que tú, de la bailaora granadina Eva Yerbabuena. En el off-bienal se contará con las actividades paralelas de La Bienal Enciende Sevilla, una programación que se desarrollará en los escenarios de tablaos y peñas de la ciudad.

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Ismael Alcina

en la plataforma escueladebajistas.com

El cartel que da imagen a esta nueva edición fue presentado en diciembre del año pasado, no exento de polémica, realizado en una performance en la que participaron Juana la del Pipa y Rocío Molina, sobre una obra pintada por la artista plástica oscense Lita Cabellut. El cartel es el resultado del baile de Rocío Molina, que deconstruyó la obra zapateando sobre el lienzo.

Para la inauguración de la Bienal, el genial guitarrista trianero Rafael Riqueni ha compuesto unas sevillanas para realizar con ellas, el próximo 4 de septiembre en el Parque de María Luisa de la capital andaluza, un baile colectivo –flashmob–, coreografiado por el bailaor trianero Antonio Canales y la bailaora gaditana María Moreno. Se puede ver en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?time_continue=52&v=-slLwXLD0t8&feature=emb_logo. Así que se podrá estudiar para que el día de la fecha anunciado pueda ser realizado a nivel colectivo de manera global, ya que la convocatoria se ha realizado al mundo entero. El flamenco como vehículo de tolerancia, convivencia y comunicación de los pueblos del mundo ¡Hasta la próxima Bienal!

El reconocido músico isleño, que ha colaborado con artistas flamencos de la talla de Jose Mercé, David Palomar, Mariana Cornejo, Rancapino o Rafael de Utrera, se estrena como docente digital en la prestigiosa plataforma de e-learning Escuela de Bajistas. El gaditano, afincado en Barcelona y que ejerce como docente en la Escuela de Artes en Vivo del Prat y en la Escuela Superior de Estudios Musicales del Taller de Músics, ha transmitido a nuestra redacción su confianza en el nuevo proyecto Introducción al Bajo Flamenco de la mediática plataforma de habla hispana creada por el reconocido youtuber Miki Santamaría. Dirigido sobre todo a los bajistas que tengan interés en conocer y perfeccionar la técnica y el enfoque propios del flamenco, puede además resultarles útil para el desempeño de otros estilos. Este curso requiere de cierta experiencia previa con el bajo a nivel intermedio o avanzado. «Para mí, es un honor ser el primer colaborador de escueladebajistas.com y compartir mi humilde experiencia en un universo tan rico como es el flamenco», ha reconocido el virtuoso artista isleño.

El pregón de Macandé

antológico, un cante único, un grito por fandangos que mezclaba tercios de seguiriyas, soleá, tangos o bulerías; porque Gabriel Macandé era uno de esos flamencos irrepetibles, con cantes en extinción que no han tenido dupla en el flamenco.

«A la salida de Asturias, a la entrada en la montaña fabrico mis caramelos para venderlos en España. Si los quiere de menta yo los tengo de limón. Los tengo de Gaona, Belmonte y Vicente Pastor».

■ lolo picardo | Gabriel no era un cantaor profesional de flamenco, más bien diría que era un buen aficionado y que interpretaba el flamenco con más corazón que nadie; porque el flamenco es de sentimientos y de angustias, y de llantos... y de alegrías. Cada vez que cantaba, volvía loco a todos sus oyentes, pero cantaba para vender sus caramelos, no cantaba para ganarse la vida. Su bohemia no le permitía cantarle a cualquiera. El mismísimo coronel Sanjurjo, en Ceuta, se quedó con la cara partía con veinte duros en la mano porque no quiso cantarle. Y no le importó que a renglón seguido lo echasen de la ciudad, él era Macandé.

Gabriel Díaz Fernández nació en Cádiz a finales del siglo XIX. Nació gitano y pobre. Vivió de lo que pudo y acabó vendiendo los caramelos que él mismo fabricaba y que envolvía en estampas de toreros. Eso sí, cuando te lo vendía, te premiaba con un pregón

Macandé era la forma con que los gitanos extremeños llamaban a los locos y alguien, prediciendo lo que le pasaría a posteriori, adelantándose a lo que le depararía la vida, le ciñó el apodo. Porque la vida de Gabriel no fue fácil y a su inestabilidad emocional innata le siguieron los vaivenes de la vida. Sobre todo, cuando se casó con Encarnación, muda de nacimiento y que le dio otros tres hijos con el mismo problema vocal. Y al final, con 38 años, con una esquizofrenia galopante, la vista destrozada por un tracoma y la sífilis, que fue el regalo que recibió a su innegable afición por los prostíbulos, sus huesos fueron a dar a Capuchinos, que era el nombre de la congregación religiosa que regentaba el manicomio de Cádiz y que bebía las aguas del Atlántico, allá en el Campo del Sur de la capital gaditana.

Era incuestionable el amor que Manolo Caracol profesaba por Cádiz, no en vano era tataranieto del Planeta, que es el primer cantaor flamenco del que se tiene referencia y era originario de la Tacita de Plata. Para Caracol, la provincia de Cádiz era siempre fuente de inspiración y cada vez que podía, salía de la Alameda de Hércules, de su Sevilla natal, para robar cantes, estilos o arte, en cualquier esquina, en cualquier venta o tablao gaditano.

Una noche de Cabiria, que es como llamaban en el Colmao a esas noches diferente a otras noches, donde pasa todo lo que no pasa en otras ocasiones; una noche de luna, de esas en que el satélite de la Tierra

El pregón de Macandé

muestra su lado más luminoso y levanta voluntades, cambia ánimos o destapa conciencias, el irrepetible Manolo Caracol arribó en el local repleto de gente. El Chato y Alonso Farina daban una lección de arte a unos cabales en el reservaíto de la derecha, mientras que el resto de clientes se arremolinaban en la puerta para comprobar qué se cocía dentro. Caracol agarró pronto la botella de Botaina, ese amontillado de Jerez que le levantaba las tapaeras del sentío y convenció a su amigo Juan Vargas para que cogiera el coche y lo llevara a ver a Macandé al manicomio de Capuchinos, que con la luna, el loco se inspiraba y ese espectáculo no se daba en ningún sitio.

Y Juan, que trataba a Manolo Caracol como si fuese su hermano, cogió el coche, metió a Caracol, a Melchor, a el Chato y a Alonso Farina y se dirigieron a Cádiz a eso de las cinco de la mañana, buscando los melismas de Macandé. Y allí en el Campo del Sur, con la grandiosa luna reflejándose en el mar de Cádiz, Caracol pidió a Melchor el de Marchena que le tocara por seguirillas, que iba a despertar a Gabriel, que iba a tentar las entrañas de Macandé. Con la cejilla en el cuatro y con una farseta que buscaba inspirar a Manuel, Melchor recostado sobre la pared del manicomio miraba a las ventanas de la institución Capuchina. Caracol le mandaba un llanto flamenco a Macandé y esperaba su contestación. Un tercio, otro tercio, flamenco con mayúsculas en las calles de Cádiz. Y Gabriel Macandé despertó y vio a sus flamencos, escuchó su cante. Miró a la luna y soltó su grito. Esos sonidos negros que residen en el último rincón del alma salieron aquella noche a la luz de la luna. Caracol y su gente se daban cachetadas, se jalaban de la camisa por lo que estaban escuchando aquella noche. Aquellos sonidos no eran normales y esa inspiración había que beberla por lo menos una vez al año.

Gabriel murió en Capuchinos, desde su reja sentía el agua del océano en su cara, olía la salitre, pero no se curó. Y su alma salía a menudo de aquella celda en forma de cante para que aficionados como Caracol, Pericón, Juan Vargas, La Perla... renovaran su amor a lo jondo, amaran más al flamenco. Porque nadie ha cantado nunca como Macandé, nadie, nadie.

Díaz Fernández, Francisco Gabriel. Gabriel Macandé. Cádiz, 9.VI.1897 – 4.XII.1947. Cantaor flamenco.

La primera parte de su vida transcurre en los dos barrios gaditanos de mayor tradición flamenca, puesto que nace en La Viña y se traslada a Santa María durante su juventud. Sus padres, Francisco Díaz Fernández y Josefa Fernández Heredia, ambos gitanos de Cádiz, eran aficionados al cante, al igual que su hermano mayor, Juan, que fue bailaor profesional con el nombre artístico del Feo de Cádiz, mientras que el segundo de los hermanos, Sebastián, fue cantaor aficionado.

A Francisco Gabriel Díaz Fernández se le llamó Macandé por su carácter raro, taciturno, tímido, misántropo, ya que, para algunos gitanos, tiene el significado de “loco”. A raíz de llevar el cantaor el apodo, el término se extendió bastante en expresiones como “estás Macandé” o “estás más loco que Macandé”.

La pobreza familiar obliga a Gabriel Macandé a trabajar desde la misma infancia. Así, se dedica a la venta ambulante de caramelos en la plaza de las Flores de Cádiz y, con ocasión de ferias y fiestas, por toda la provincia e incluso por la parte oriental de la provincia de Málaga, oficio que mantuvo toda la vida.

Para anunciar su mercancía, creó un pregón que comenzaba con aires asturianos y concluía con tonos de siguiriya, soleá, tangos o bulerías. Esta pieza musical tan singular es lo que popularizó la figura del buhonero.

Algunos cantaores de la siguiente generación, como José Reyes el Negro y Agujetas el Viejo, lo conservaron en su repertorio y lo dieron a conocer. Aparte de su pregón, hacía otros cantes, sobre todo martinetes, siguiriyas, soleares y fandangos. Este cante por fandangos es el que actualmente más se recuerda, gracias a las grabaciones de Ángel de Álora y Flores el Gaditano, y, más recientemente, José Monge Cruz, Camarón de la Isla, ya que Gabriel Macandé, a pesar de que tuvo ofertas de la casa Odeón, no llegó a dejar sus cantes en discos. Casi siempre cantó para sus amigos en reuniones privadas(...)

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