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La Toná

Carlos Rey

Juanelo Landón nació en La Isla, el 5 de febrero de 1810, el mismo día en que murió su padre defendiendo la ciudad, tras el sitio que empezó a sufrir la Bahía de Cádiz por parte de las fuerzas de ocupación francesa. Así que Juanelillo tuvo una infancia pobre y austera, aunque a la vez alegre y libre, tremendamente libre.

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Su paso por la escuela fue efímero, el suficiente para aprender las cuatro reglas y a leer y escribir. Maduró pronto y rápidamente agudizó el ingenio para afrontar el día a día, y poder ayudar a su madre en la supervivencia diaria que suponía cada salida del sol.

La única herencia que recibió fue una navaja rutilante y afilada, con empuñadura de plata y las iniciales de su padre grabadas: J.L. También una voz laína para el cante, y su talento prodigioso para improvisar letras por cualquier palo flamenco.

Sin oficio estable, lo mismo se buscaba la vida trabajando en las salinas, que en la huerta Valdomero. Y cantando, siempre cantando:

«Qué dolor del salinero que por un jornal trabaja. Las manos llenas de grietas y la pena metía en el alma».

«Por la madre mía la vida yo daría. Que no me falte, Dios mío, que no me falte en la vida».

Frecuentaba el güichi de Tancredo, donde lo único que despachaban era un vino de pirriaque, tan turbio y avinagrado que los dos primeros vasos había que bebérselos de un trago, para engañar al gañote y así disfrutar del tercero, que rápidamente se subía a la cabeza. A pesar del viejo cartel sepia de «Prohibido el cante», Juanelo Landón se arrancaba por soleá o por bulerías según los ánimos del día, a lo que los parroquianos y el propio Tancredo no ponían ninguna pega, sino más bien lo contrario, se quedaban absortos con ese cante que salía de lo más profundo de sus entrañas.

Por soleá:

«Sin padre me he criao. Qué desgraciaíto he sido por no tenerlo a mi lao».

Por bulerías:

«Báilame por bulerías que solo con mirarte me alegras el día.»

Jamás pensó Juanelo que su suerte cambiaría un día de frío invierno. La noche anterior, la juerga donde Tancredo se alargó hasta altas horas de la madrugada. Dos señoritos corrieron con los gastos, ya que venían con ganas de fiesta y de escuchar al de La Isla cantar. Landón salió con una melopea considerable, casi a las claras del día. Cuando llegó a su casa, echó en falta su navaja, no la encontraba, pero la borrachera y el cansancio vencieron a su primer intento de volverse a buscarla.

Tuvo un sueño extraño. Se vio rodeado de rocas y cómo una de ellas se le venía encima. De repente, unos bruscos golpes en la puerta lo despertaron de la pesadilla. No podía creerlo, no sabía si estaba aún soñando o lo que veía era real. La guardia entró de malas maneras en su humilde casa. El de mayor rango se dirigió a él y le dijo sin contemplaciones: «Juanelo Landón, queda detenido por asesinato». Y acto seguido le engrilletó las manos y se lo llevaron.

Ya en el calabozo, tras su insistencia en decir que no había hecho nada, le pasaron el diario de la mañana. La noticia ocupaba la portada, y aún confundido empezó a leer:

«Asesinado el político liberal Don Gonzalo Marco de Abadías, el día de ayer en La Isla. Se le encontró en una de las calles del popular barrio de las Callejuelas, con un puñal en el pecho. La navaja tenía grabadas las iniciales J.L. en su empuñadura de plata. Ha sido detenido el cantaor Juanelo Londón, dueño del cuchillo, y al que se le vio por última vez con el conocido político…»

Nada pudo hacer Juanelo para demostrar su inocencia el día del juicio, aunque muchos años después conocería la verdad. El otro señorito que acompañaba al político el día de la juerga era un infiltrado francés que tenía el encargo de matar al liberal. Pero en ese momento, nada ni nadie le salvó de una condena a cadena perpetua y trabajo forzado en el Penal de Cuatro Torres de La Carraca, en su misma ciudad.

A los pocos días del juicio, lo trasladaron a unos barracones cerca de la playa de Camposoto. Había multitud de hombres en su misma situación, presos que parecía que tendrían el mismo destino.

Sin pensarlo dos veces, Juanelo se arrancó por toná consiguiendo un silencio sepulcral, tanto en los reos como en los guardias.

«A ciento cincuenta hombres nos llevan a La Carraca. Nos llevan a currelá, a sacar piedras del agua».

Fue tanta la conmoción que causó el cante, que por un largo tiempo nadie abrió la boca. Hasta que llegó la orden. Se escucho una voz que decía: «Vayan subiendo a los carros, vamos pa La Carraca».

La toná se hizo tan popular que muchas noches después de un largo y duro día de trabajo acarreando piedras, los compañeros de Landón le decían: «Juanelo, cántate la toná, la nuestra».

En 1881, treinta y cinco años después de la muerte de Juanelo Landón en el Penal de Cuatro Torres de La Carraca, el padre de los hermanos Machado, conocido en el mundo literario como Demófilo, recopiló letras y canciones populares en su conocida obra Colección de cantes flamencos. Estaba ordenado por palos y destacaba el escritor que todos los cantes eran anónimos. El libro se abría con las tonás. La primera de todas decía:

«A ceinto cincuenta hombres nos llevan a La Carraca. Nos llevan a currelá, a sacar piedras del agua».

Y así vivió, cantó y murió el cantaor isleño Juanelo Landón, en el más estricto anonimato.

Noctámbulo

Tito Lara.

Cuando un disco se graba en directo mimando cada elemento con cariño, el resultado no puede ser otro que una obra de arte. El guitarrista isleño Tito Lara conjuga el mejor jazz de la vieja escuela gaditana (Alcina, Villoslada, Sainz ) con el flamenco de matriz más clásica: la herencia fallana. El matiz vocal lo aporta Raquel Ortiz (Mónica) versátil y conmovedora. Un trabajo de una sencillez emotiva y un lirismo simbólico sobre el acto de la creación en libertad, un autorretrato en cuerda generoso y mestizo.

Por dos vereas iguales

Guadiana.

Para resaltar la voz arenosa y rozada del pacense, su nuevo disco Por dos vereas iguales se viste a la antigua usanza, sin artificios ni ediciones. Guiado a la sonanta por el motrileño Carlos de Jacoba y acompasado al cajón por el Piraña, con las palmas de Los Mellis. Un homenaje a los cantes en desuso (levanticas, caña) sin dejar de lado su predilección por los cantes extremeños (jaleos) que supone un giro diametral a los anteriores Jaleo o Sonakai.

Una realidad diferente

Antonio Lizana

El cada vez más internacional, Antonio Lizana nos presenta Una realidad diferente. Grabado bajo la dirección del baterista austro-iraní Shayan Fathi y del pianista salmantino Dani García Diego, el disco nos ofrece un sinuoso y rico universo de ritmos, amalgamados con criterio, que sigue una narrativa fabulosa de la que emana su gratitud vital. El saxo-cantaor gaditano, que ha contado con la colaboración de la sublime vocalista Becca Stevens en su Carry you y de Josemi Carmona en Vida pasajera, reinventa el garrotín a través del R&B y nos premia con unas seguiriyas en 5/8: Me cambiaron los tiempos. Un álbum que nace libre de etiquetas volando en los aires de un flamenco diferente.

Hodierno

David Lagos.

Jerez siempre sorprende con el flamenco más directo que caracteriza a su ambiente gitano y, también cómo no, con su flamenco construido sobre la admiración por las escuelas clásicas como la de don Antonio Chacón, creador de estilos tan hodiernos, tan actuales, como sus granaínas o malagueñas. De eso va el último trabajo de David Lagos, que nos presenta una actualización de la tradición cantaora, en diálogo con los sonidos electrónicos y la música contemporánea. En colaboración con el productor Daniel Muñoz Artomático, que pone los sonidos electrónicos, el saxo de Juan Jiménez y la guitarra flamenca de Alfredo Lagos. Una recreación poderosa de estilos que nos ofrece, romance, cantiñas, malagueñas, caña, livianas, soleá, mariana, tangos y pregón. El trabajo se estrenó en directo en la Bienal de Flamenco de Sevilla 2018, siendo destacado por la crítica como una puerta abierta del flamenco a nuevos públicos desde la vanguardia del cante.

Tomás Pavón

Colección Carlos Martín Ballester.

Con prólogo de José María Velázquez-Gaztelu, se presentó el tercer volumen de la Colección de Carlos Martín Ballester. Los anteriores fueron dedicados a los jerezanos don Antonio Chacón y Manuel Torres. Un libro + CD que glosa la figura y obra de Tomás Pavón. El que fuera célebre hermano de Pastora, la Niña de los Peines, la cual será objeto de la próxima entrega. El príncipe de la Alameda de Hércules sevillana, a decir del flamencólogo Manuel Bohórquez, dejó para la historia 23 cantes, de momento, de una factura inmejorable. De momento, porque el coleccionista flamencólogo Carlos Martín Ballester ha sido capaz de localizar un nuevo registro que permanecía reposando en los discos de pizarra del olvido. Se combina el conocimiento cabal de su figura junto al análisis de su obra musical realizada por las solventes plumas de Ramón Soler Díaz, que se encarga de analizar los estilos cantaores, Norberto Torres Cortés, aportando información sobre la guitarra de acompañamiento, y José Manuel Gamboa, que aborda la dimensión humana. El propio Carlos Martín Ballester también contribuye haciendo un desglose biográfico de su histórica figura. Representa este volumen el estudio y conocimiento de la figura de Tomás Pavón que podemos casi dar por definitivo. Obligatorio en las estanterías flamencas..

Camarón.

Sete González.

La leyenda del genio

La biografía ilustrada del mayor icono del flamenco. El mito de Camarón ya tiene su libro ilustrado y, para ello, la editorial Lunwerg, de apellido Planeta, ha contado con uno de los mejores ilustradores que podía encontrar, un skater, amante de la vida de Camarón y por supuesto un dibujante excepcional, Sete González. Todas estas máximas han derivado en este magnífico libro, donde se puede seguir la trayectoria de Camarón, desde sus inicios en el barrio de las Callejuelas de La Isla de San Fernando, sus primeros cantes en la mítica Venta de Vargas o el posterior despunte en el tablao madrileño de Torrebermeja. Una magnífica manera de comprender la vida del mayor exponente del flamenco de todos los tiempos.

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