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El isleño Ramón Sartorio, el Santolio

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La Toná

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En los doscientos años de su nacimiento

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■ manuel bohórquez · crítico de flamenco y columnista de el correo de andalucía | Aunque le apodaron El Santolio, en los periódicos sevillanos apareció siempre como Ramón Sartorio, que así se llamaba. Exactamente, Sartorio González, cantaor y bailaor bolero de San Fernando (1820), que con poco más de veinte años andaba ya por Sevilla buscándose la vida como cantaor y bailaor en las academias de Manuel y Miguel de la Barrera, y el Maestro Félix Moreno. Sartorio fue de los primeros profesionales de nuestro arte en la capital andaluza, comenzando a destacar con los sevillanos Silverio, Enrique Prado, José Lorente, José García, el portuense José Perea, el Cuervo Sanluqueño y el alcalareño José Ordóñez Juraco entre otros.

Curiosamente ninguno era gitano, luego es destacable el hecho de que a mediados del XIX, a pesar de la época hermética de la que hablaba Antonio Mairena, ya hubiera ese grado de profesionalidad entre los intérpretes gachés, actuando en academias, salas de baile y teatros, como cantaores de Manuela Perea La Nena, Petra Cámara y Amparo Álvarez La Campanera, además de los citados Miguel y Manuel de la Barrera, que como ya aclaré hace años no eran hermanos –ni siquiera primos-, a pesar de que siempre se referían a ellos como los hermanos de la Barrera. En realidad, los célebres hermanos boleros eran Miguelito y Cayetano de la Barrera y Quintana.

De Ramón Sartorio es la primera vez que se escribe con datos biográficos fiables y contrastados. Algo publiqué en 2016, aunque solo un avance. En 1991, Salvador Aleo Zuazo (Flamencos de la Isla en el recuerdo), lo intentó pero solo se refirió a él como El Santolio y no ofreció ningún dato biográfico:

Entre los aficionados de la Isla, a los que hemos consultado, ninguno de ellos ha podido informarnos de los antecedentes familiares o artísticos de este flamenco. Solamente uno nos decía que, en su niñez, había escuchado a un hombre que iba cantando por los caminos y que se ufanaba porque su tarareo era una imitación de los cantes de El Santolio. Este aficionado, cantaor después, no le prestaría ninguna atención a lo que el caminante cantaba y bien que lo lamentó con el tiempo.

En el Diccionario Enciclopédico (1996), se nos dice lo siguiente: santolio, el | San Fernando (Cádiz), siglo XIX. Cantaor y bailaor. Su trayectoria artística se desarrolló en sevillano de adopción | Lo más probable es que llegara a Sevilla a finales de los cuarenta, cuando ya había mucha actividad en las academias de baile. Al parecer, el cañaílla era un especialista en los aires festeros, en los juguetillos gaditanos, como cantaor de cuadro, y se lo rifaban los maestros y las maestras de la escuela bolera. Hizo enseguida muy buena amistad con Silverio Franconeti, una vez que el gran cantaor abandonó Morón de la Frontera para instalarse definitivamente en la capital, donde ya se podía ganar dinero cantando o bailando. Cuando Sartorio llegó eran ya muy conocidas, La Nena, Petra Cámara y La Campanera, las protegidas de los Barrera y el Maestro Félix Moreno, que vivió casi siempre en la calle Rodo, donde hoy está el tablao El Arenal.

Sevilla y entre sus actuaciones figuraron las llevadas a cabo, en 1851, en la academia de baile de Manuel de la Barrera, donde se le anunciaba como “el afamado cantador y bailador, interpretando estilos folclóricos y flamencos.

El isleño encontró cobijo en el ambiente y en 1951 hay ya constancia de que cantaba en la academia de Manuel de la Barrera. Sevilla era en aquella época una ciudad de fama por sus buenos teatros, como el Principal y el San Fernando, este de nueva creación, y donde la zarzuela y la ópera causaban furor entre los sevillanos. Por tanto, era un buen momento para afincarse en la capital andaluza, que con Málaga eran las dos ciudades más ricas y prósperas de la región. Por tanto, que ni pintadas para vivir en ellas, en este caso Sevilla, y echar raíces.

Sin embargo, a mediados de los cincuenta hubo una crisis teatral en Sevilla y la gente dejó de ir en masa a los teatros, que no era barato, acercándose a otro tipo de espectáculos como la zarzuela o el circo. En 1858, montó circo en la ciudad el famoso Price, lo que hizo que algunos teatros fueran a la quiebra, como el San Fernando, en 1859, y se viera obligado a apostar más por la zarzuela que por la ópera. Fue una oportunidad para los músicos que se dedicaban al género andaluz porque podían pillar algo en ese otro género musical, y porque las academias empezaron a tener más clientela. Ahí es donde Sartorio vio la posibilidad de echar raíces y de vivir exclusivamente de este arte. Era profesional. De hecho, en algún padrón rezaba como Bolero.

Así anunciaban los periódicos de la época los espectáculos en los que participaba nuestro protagonista. Miracielos fue un bailaor destacado de aquellos años, apareciendo en los padrones como artista. Y respecto al salón de oriente | Gran concierto de baile y canto esta noche, por los cantadores Sartorius, Miracielos y El Cuervo, en unión de las mejores boleras de esta capital, entre ellas doña Amparo Álvarez (La Campanera). Principiará a las diez y concluirá a las tres y media. Los carteles darán más pormenores. 1862.

Cuervo, hubo dos, uno de Triana y otro de Sanlúcar de Barrameda, de los que nos vamos a ocupar en esta serie a lo largo del año.

En la siguiente noticia aparece Miracielos como cantador, y es que era algo normal en aquella época. Un caso parecido a Sartorio, que cantaba y bailaba y en las dos facetas tenía prestigio: bailes del país | Para los bailes de jaleo habrá varios cantaores y bailaores de los de más fama, entre ellos el muy aplaudido joven José Castro conocido por Miracielos, la incomparable Dolores Moreno, Ramón Sartorio y otros varios. 1864.

Miren cómo en la siguiente gacetilla se reconoce a Sartorio como “el más célebre para estos juguetes”, o sea, en el cante festero. Y aparece con él el Quiqui, otro cantaor y bailaor: salón oriente | Calle Trajano. Su director don Manuel de la Barrera, pone en conocimiento de los aficionados que desde el sábado 26 darán principio las fiestas del país, asistiendo las mejores boleras con los trajes verdaderos andaluces y las aficionadas para los de jaleos con los trajes llamados macarenos y los boleros y aficionados vestirán el de currito; el director acompañará en las seguidillas y malagueñas a doña Amparo Álvarez (La Campanera) y tocará la guitarra el afamado Enrique Prado, que también cantará las malagueñas y danzas con varios tonos: La Campanera bailará el jaleo haciendo las suertes de capear y matar el toro, cantándolo Ramón Sartorio, el más célebre para estos juguetes, y bailar jaleos de todas clases. El divertido bailador y cantador Quiqui, cantará y acompañará a Dolores Moreno y otras, que tanto gustan en el jaleo, y de este modo alternarán los bailes del país con los de jaleos y canto de todas clases, repitiéndose todo cuanto al público le agrade, no dejando de trabajar todos hasta que se retire la concurrencia. Cada media hora habrá quince minutos de descanso. 1865. gran baile del país y cantos y bailes flamencos | En los salones de Oriente, calle Trajano, habrá esta noche, al que asisten las mejores boleras, los cantadores Silverio, Sartorio y el Sevillano y los tocadores de guitarra el Gaditano y Calderón. Dará principio a las nueve y media, hasta la hora del encierro. (29 de septiembre) 1866. salón oriente | Asistirán nueve boleras y dos alumnas de las mejores de esta capital, entre ellas la primera bailarina La Campanera, y los cantadores Ramón Sartorio, Carito, José Lorente y otro, con gitanas y bailadores para los de jaleo. 1867.

Es la primera noticia en la prensa de la época, que sepamos, en la que aparecen juntos Sartorio y Silverio. Tras regresar de Sudamérica, el señor Franconeti ya actuaba en Sevilla y pensaba en dirigir cafés, primero uno en Amor de Dios, cercano a la Alameda, el primer Café de Silverio, luego en la calle Tarifa asociado al Burrero, y más tarde, en 1881, el suyo propio en la calle Rosario. También aparece el Sevillano, que no era otro que Francisco Hidalgo Monge El Sevillano, Paco el Gandul o Paco Botas.

En esta noticia ya aparece Manuel Caro Cuéllar, Carito de Jerez, seguramente el primero, o de los primeros artistas jerezanos que desembarcaron en Sevilla y que ya no se fueron. Una gran figura de la época totalmente olvidada en su tierra.

En esta última noticia, para no cansar, aparece junto a La Campanera y Juan el Malagueño: salón titulado el recreo | Esta noche a las siete y media tendrá lugar una fiesta extraordinaria de baile de sociedad, alternando con los del país y cantos andaluces, a beneficio de los repartidores Manuel Peinado y José Alemán. La orquesta será dirigida por el profesor de cornetín don Eulogio Vila; tomando parte en los bailes la primera bailarina La Campanera, y los cantadores Juan el Malagueño, Ramón Sartorio, José García y otros. 1867. una vida sentimental agitada | El artista isleño tuvo una vida sentimental un tanto agitada. Sabemos que tuvo hijos con dos mujeres distintas, Salud Lengo Cordero, sevillana, con la que tuvo una hija cuando vivía en Santa Catalina, en cuya parroquia fue bautizada la niña. Y unos veinte años después tuvo otra hija con Amalia Algaba Bejarano, Sevillana de San Marcos, Julia, que fue apadrinada por Silverio Franconeti, lo que demuestra su buena relación con el gran cantaor y empresario. Esta niña nació el 16 de febrero de 1870 en el número 135 de la calle Palmas, hoy Jesús del Gran Poder.

Estas noticias de las actuaciones de Sartorio ya las recogió José Luis Ortiz Nuevo en su estupendo libro ¿Se sabe algo?, de 1990, obra imprescindible en la mejor biblioteca flamenca.

Poco pudo disfrutar de su hija, porque el célebre cantador y bailador murió ese mismo año, viviendo en el mismo domicilio, con 50 años de edad y por causa de hemoptisis. En concreto, el 21 de noviembre. Fue enterrado al día siguiente en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Así acabó sus días este isleño, que había nacido un 1 de mayo de 1820 en la tierra de El Fillo, aunque catorce años después. Fue hijo de don Rafael Sartorio y doña Francisca González. Doscientos años hace que nació, y en San Fernando sin enterarse.

CANALES de tú a tú en La Fragua

■ lolo picardo | Decir Canales en el mundo del flamenco es decir único, porque hay pocos artistas que puedan parecerse al bailaor trianero. Pero la personalidad de este artista sobrepasa todos los límites, inunda todos los pilares flamencos, llena de arte los corazones. Antonio no es famoso, es popular, es nuestro y dada su cercanía a la Bahía de Cádiz, hemos descubierto una persona increíble, con unos conocimientos de flamenco y de la vida magistrales.

Antonio Gómez de los Reyes, Antonio Canales, nace en 1961 en el Corral de la Saramaya, en plena calle Castilla, que está enclavada en el corazón de su querida Triana. Con familiares de sentimientos flamencos y con su esencia trianera, pronto se fue inclinando hacia la danza, tomando clases y marchándose a Madrid con 17 años, para buscar su destino. Ha bailado en los mejores escenarios nacionales e internacionales, ha recibido los mejores premios que se le puede dar a un artista flamenco, ha sido actor, productor, presentador de televisión, escritor, influencer en las redes. Como anécdota, habría que contar que también trabajó como estampador de las míticas vajillas de la fábrica de La Cartuja, donde su padre, encargado de un departamento, lo metió a trabajar con catorce años. ¿A qué flamenco no le gustaría comer en una de estas vajillas que ha decorado Antonio?

Hoy ha atendido a La Fragua desde su confinamiento en su casa de Madrid, debido a la COVID-19.

Buenas, Antonio Canales, un honor entrevistarte para La Fragua, donde también tienes tu sitio con esos maravillosos artículos que nos escribes en Arquitectura Flamenca y donde además profesas perfectamente el papel de Socio de Honor que te otorgó hace algunos años la asociación con el mismo nombre que edita esta revista.

Naciste en un lugar marcado en oro en la historia del flamenco, Triana. ¿Crees que influye la cuna para ser un buen artista?

Por supuesto que, para un bailaor, es primordial haber nacido en un lugar donde el flamenco sea su seña más señera. Y, claro está, en este caso, Triana fue la mejor cuna que pude tener, ya que es uno de los lugares de más enjundia y tradición para este nuestro arte eterno. Jugar con el hilo musical de los cantes que salían de las fraguas y los tornos de los alfareros, escuchar las nanas de mi madre y mis tías hasta caer rendido en el sueño y vivir esas fiestas que envuelven el barrio de Triana es una ventaja muy grande.

Mamá Pastora es muy grande. ¿Qué hay de ella en tu arte?

Todo, todo; es todo. Por ella soy artista. Fue mi primera maestra y modelo a seguir, y aún sigue enseñándome cada día. Es una fuente inagotable de flamencura y arte. Una verdadera madre coraje y una bailaora de ensueño. El espejo donde me miro.

De los premios y distinciones con los que han premiado tu arte, ¿Cuál es el que miras y se te saltan las lagrimas?

Son muchos, y cada uno tiene un sentido muy especial para mí. Pero quizás cuando me nombraron Trianero del Año, fue algo que jamás podré olvidar.

Antonio, has viajado por todo el mundo llevando el flamenco, llevando nuestra cultura. ¿Cómo entienden el flamenco internacionalmente?

El lenguaje del flamenco no tiene fronteras, por ello hoy en día es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero lo es por derecho propio desde hace muchísimos años. Y en muchos países, como Francia, Estados Unidos y sobretodo Japón, es una tradición arraigada y muy estimada y valorada por todos. Hoy en día, ya no se puede dar gato por liebre.

Vemos a un Antonio volcado en las redes sociales. ¿Tantos amigos tienes?

En las redes, cuando se trata de páginas oficiales y grupos de trabajo, más que amigos son aliados. Pero en mis redes sociales personales, sí dispongo de muchísimos conocidos y amigos muy queridos. Es el patio de vecinos de nuestro siglo XXI.

Eres muy polifacético, has hecho de todo. ¿Tu día tiene más de 24 horas?

Creo que sí, necesitaría al menos doce horas más. Porque, ciertamente, algunos días estoy escribiendo noticias del día anterior aún. A veces soy un culo inquieto y mis días no tienen horas ni límites. Mi vocación es el flamenco y ella es el alimento de mi alma.

Ahora me gustaría preguntarte por el flamenco actual. ¿Cómo lo ves? ¿Hay futuro? ¿Se nos ha ido de las manos?

El flamenco está en su mejor momento. Nunca en su historia gozó de más difusión, variedad, frescura, técnica y buen hacer. Lo que ocurre es que no todo lo que vemos y llaman flamenco lo es. Hay que tener mucho cuido de no confundir la fusión con la confusión. Seguro que en otros tiempos ha habido artistas irrepetibles y que no volverán a nacer, pero tú me preguntas por el flamenco en general, y ningún tiempo pasado fue mejor.

¿Está el flamenco andaluz en buenas manos?

A.C. Si nos referimos a los intérpretes, está en las mejores, pero si nos referimos a la cultura y administraciones, tristemente está en las peores.

¿Se siente usted querido por el público?

¡Totalmente! Es mi público y es mi gente. No puedes pretender ser del gusto de todos, para gusto hay colores. Soy Premio Nacional y Personaje Ilustre Andaluz. Pero lo más especial es que soy un artista del pueblo, querido por su gente. No soy famoso; ese eslogan tiene caducidad, soy popular, este otro no muere nunca y vive siempre en los corazones que me vieron alguna vez bailar.

El Ballet Andaluz, los andaluces, añoran a un Canales director. ¿Cuándo podremos disfrutar de este binomio?

Yo he puesto todo de mi parte para que así pudiera ser, y en esta ocasión me he comprometido con todas las de la ley. Mas parece ser que a los políticos de turno no les interesa que el arte del flamenco disponga de la libertad necesaria para su buen crecimiento. Esperemos que las injusticias y corruptelas que en esta ocasión han ensombrecido el nombramiento de la dirección fallida, puedan salir a la luz y se haga justicia.

En La Isla no podremos olvidar esa coreografía que creo para conmemorar el 25 aniversario del fallecimiento de Camarón. ¿Cómo se sintió creándola y bailándola junto al mismísimo Puente Zuazo, el emblema de la ciudad de San Fernando?

Aquel día fue un momento único e inolvidable, y nuestra Isla y muchísimos puntos del planeta se vistieron de gala para conmemorar el 25 aniversario de la partida eterna de nuestro Camarón de La Isla.

Muchas veces crucé con José paseando ese Puente de Zuazo camino de Puerto Real, y cuando lo crucé en aquella ocasión lleno de niños y de personas, algunas en sillas de ruedas, cantando y bailando ilusionados, fue de una emoción difícil de explicar. Ese día siempre lo guardaré como un tesoro en mi corazón. Viva La Isla de San Fernando. Vive siempre, Camarón nuestro.

Sabemos que ama Cádiz, La Isla. ¿Qué nos podría contar de esta tierra?

Esa es la tierra de la sal y de los vientos. La verdadera cuna de los dragones antiguos que permitieron que hoy en día nos llamemos Península Ibérica. Esas benditas tierras son las pestañas hermosas de África y la corona radiante de Europa. Allí quisiera que algún día, descansen mis huesos cerca de La Bahía.

En Cádiz, y sobre todo en La Isla, aprendí los «Antiguos Arcanos» secretos del flamenco. Esos que son invisibles a casi todos los mortales. Y solo les son revelados a los que se pueden transformar en Cañaíllas Reales en las noches de luna llena.

¿Hay machismo en el flamenco?

■ estela zatania · crítica de flamenco · jefa de contenidos en deflamenco.com | En los últimos años, peñas, festivales y revistas me han encargado numerosos artículos y conferencias acerca de la mujer en el flamenco. El feminismo está de moda, pero pienso que la primera cuestión que debemos afrontar es ¿qué diferencias existen, si es que alguna, entre las mujeres y los hombres en su forma de interpretar y entender el flamenco?

Hay más bailaoras que bailaores, y mujeres guitarristas, un número que no pasa de anecdótico. Pero, por motivos sociológicos, siempre ha habido más cantaores que cantaoras: en la lista de nóminas de 1984 del representante don Antonio Pulpón, figuran los nombres de 85 cantaores frente a 14 cantaoras.

Sin embargo, me parece obvio que, hablando de cante, podemos descartar diferencias puramente fisiológicas: las mujeres tenemos un registro de voz más alto que el del hombre. Normalmente, tres o cuatro semitonos separan la voz femenina de la masculina, sin que esto influya en la carga emotiva o la expresividad de una y otro.

El maestro Antonio Mairena llegó a decir: «Opino que Juan Talega tenía razón, decía una y mil veces que las mujeres, ninguna daba los veinticuatro quilates por seguiriyas, porque tal cante no sonaba bien más que en los hombres, o sea, es un cante puramente varonil». No obstante, fue admirador incondicional de La Niña de los Peines, gran seguiriyera, o de la Tía Anica, la Periñaca, a la que presentó a la afición en su Antología del cante flamenco y cante gitano (1965).

¿Es el flamenco un arte machista? Muchas mujeres dirían que sí, y citan versos como: Mi marío me ha pegao/porque quiere de le haga/papitas con bacalao. Cantada por fiesta, es una letra que provoca risas, a pesar de la escena tan nefasta que pinta. Creo que se podría obviar este tipo de contenido sin dañar el tejido flamenco donde siempre se había encumbrado a la mujer, fuese madre, esposa o Virgen. Hay sinfín de versos que incluyen «Mare de mi alma», pero no recuerdo ninguno que diga «Pare de mi alma».

En la etapa pre flamenca de primeros del siglo XIX, la mujer tenía una presencia en aquel repertorio folclórico de danzas y canciones interpretadas de forma colectiva, o de aires alegres sin la intensidad del arte jondo. Con la individualización que llegó con el flamenco, los ambientes de mal vivir de los cafés cantantes, tabancos y tabernas, y un público masculino, ya no encajaba la presencia de mujeres. Por costumbre, la mujer decente casada no salía de casa, no tenía acceso a las reuniones, ni tenía una relevancia pública y estaba a la sombra del hombre.

A lo largo de la historia, grandes cantaoras han creado estilos que ahora llevan sus nombres. Son destacables La Andonda, María Borrico, Mercé, la Serneta, La Trini de Málaga o la Peñaranda de Cartagena entre muchas otras. El flamenco del siglo XX quedó enriquecido con su majestad La Niña de los Peines, además de La Perla de Cádiz, las inolvidables Fernanda y Bernarda de Utrera o la gran Paquera de Jerez. A partir de la década de los ochenta del siglo pasado, la participación de las mujeres dejó de ser una rareza, mucho menos una vergüenza. Son todas personajes que definen el cante y nos recuerdan que, sin la aportación de la mujer, al flamenco le faltaría una pieza fundamental de su dimensión.

■ licy ramírez malo | La foto se fecha en 1968 y el evento que motivó la instantánea fue la visita del obispo de Cádiz a uno de los colegios de San Fernando. El bragado monseñor, Antonio Añoveros, tenía una inclinación a la agitación que llegó a provocar la mayor crisis iglesia-estado del franquismo. Sus escritos levantaban polvaredas: el hacinamiento de la vivienda en Cádiz (patios de vecinos), o las precarias condiciones de los habitantes del campo de la provincia. Entre encíclicas y pastorales, al obispo debía gustarle la cultura popular y aprovechaba para dejarse ver. Nos convocaron a un grupo de niñas a bailar tanguillos para que apreciara las dotes de sus párvulas diocesanas. La visita del ilustre personaje queda en una nebulosa de la infancia. Quiero recordar la alegría del prelado, su risa abierta al vernos bailar tan pequeñas, graciosas y desvergonzadas. Desde una tarima en alto nos contempló, besó, abrazó y repartió chucherías, como un rey mago. Este es mi primer recuerdo relacionado con el baile.

En 1968 se inauguraba en extramuros de Cádiz la Barriada de La Paz. De allí venía tres días por semana a La Isla mi señorita de baile al colegio, por esta razón nos exhibieron ante el obispo. Los locales públicos colgaban el cartel de “se prohíbe el cante” y las sevillanas eran patrimonio inmaterial de Sevilla o zonas limítrofes. Lo autorizado eran los grupos de folklore con los que el régimen iniciaba la apertura exterior. En Cádiz, el baile popular empieza por tanguillos, pasa por El olé de la Curra y los Panaderos flamencos, y conquista rápido alegrías y caracoles. La señorita de baile Mari Paz, María de la Paz Juliá Ceballos, pertenecía al Grupo de Coros y Danzas de la Cátedra Adolfo de Castro del Ayuntamiento de Cádiz. Recorrió escenarios de países europeos incluidos los del telón de acero y antigua URSS. Sabía bailar todo, todo, todo. Controlaba la bata de cola, la escuela bolera, los bailes de puntera y zapatilla, conocía las cuatro posturas del ballet, el mantón, el abanico, era gaditana y, como consecuencia, flamenca. Se acompañaba incansablemente con unas castañuelas de olivo indispensables cuando le fallaba la voz. Enseñaba a bailar en dos grandes colegios femeninos de San Fernando. Formó cuerpo y espíritu de varias promociones de chicas sembrando la afición flamenca. Nos hacía llevar un palo de fregona a sus clases. Como comienzo, mientras tomaba un cafelito en un termo, movíamos el palo hacia delante y detrás sin doblar codos trabajando juego de hombros y fuerza. Después manos, rotación completa de muñecas dentro-fuera. Para no enloquecer en un estruendo de taconazos éramos niñas haciendo el golpe, golpe, tacón, puntera… con zapatos “gorila” de suela de goma. Educaba el oído en ritmos, tiempos y compases con sólo la ayuda de sus palmas. Nos corregía expresiones y posturas afectadas enseñando un flamenco elegante, simétrico y armonizado, de exportación. Para suprimir el miedo escénico, nos subía al escenario en fin de curso. Siempre fui tímida, me infundió un gran respeto por el baile a la vez que también me transmitió el gusto por la disciplina: primero se calienta, cuando la profesora habla nadie mueve los pies, las castañuelas en su funda, para mover caderas las piernas separadas en la medida justa, el giro de muñecas siempre lento, para el equilibrio, si no hay barra, una mano a la pared y se repite tanto como sea necesario hasta eliminar errores. En una época en la que el flamenco se disfrutaba en ambientes elitistas, tablaos o fuera de nuestras fronteras, esta mujer, de gran estilo y sabiduría, plantó una discreta semilla en un territorio privado.

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