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... y con maría vargas

En Sanlúcar somos como cinco cantaoras, y tanto Encarnación Marín, la Sayago como María Vargas son como nuestras matriarcas del cante sanluqueño. Encarnación ya murió y ahora es María nuestro referente, nuestro espejo, tenemos mucha vinculación con ella. Es una persona muy entrañable, muy cariñosa. Tenemos un grupo de WhatsApp las seis, y ella nos comparte sus cositas, sus actuaciones, los platos que cocina… está sembrá. Nos apoya mucho a todas y siempre está pendiente de lo que hacemos, de nuestra trayectoria. María es una mujer muy humilde y sencilla. Como artista, ha sido un referente de la mujer cantaora gaditana. En mi disco hay un tema que se llama Mujeres de sal, y María es una de ellas, por derecho propio. Para mí, María como artista fue una de las grandes figuras femeninas del cante. Contemporánea de La Perla, La Sayago, La Paquera… Estuvo un tiempo retirada y ahora que lo ha retomado está más feliz que nunca. María necesita de su cante, necesita cantar, ella es feliz cantando.

Ahora le están llegando muchos más reconocimientos, de lo cual yo me alegro muchísimo porque se lo merece, por pedazo de artista, pedazo de mujer, de maestra y de persona. Ella nos llama mis niñas y para nosotras ella es la tata Vargas. Siempre está pendiente de todas nosotras.

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María marcó un hito en su época, con una impronta y una manera de cantar muy de nosotros, muy de Cádiz y los Puertos, tan personal… La mujer más guapa de to el flamenco, porque ¡había que verla con veinte años! Ella nos manda muchas fotos de la época, por eso lo sé. Nos hace participe de su vida diaria y de lo que fue su trayectoria, de la gente de la que se rodeo y con la que compartió escenario. Fue una grande de la época y lo sigue siendo.

En las reuniones familiares lo pasábamos estupendamente. Quitando que hubiera una comunión, un bautizo, o algo así, más bien coincidíamos todos en verano y alguna Semana Santa. Esas eran las fechas más o menos en las que nos solíamos reunir. Recuerdo un año muy especial. Vino hasta mi tía de Toledo con sus hijas, las niñas del Puerto, las de Jerez… En el patio de mi abuelo, eso fue mortal. Hubo cante, hubo baile… de to. Creo que iba Morao como guitarrista con mi tía María. Fue un fin de semana memorable.

Recuerdo también un año que nos fuimos mi hermana Maleni y yo al Rocío, en el autobús y sin sitio donde dormir. Teníamos que llevarnos caseta de campaña. Total, que cuando llegamos, ni mi hermana se había acordado de cogerla ni yo. Pero en la entrada de la ermita, nos encontramos a mi tío, el marido de mi tía María, y en seguida nos llevó para la casa. A mi tía, en cuanto nos vio entrar, no veas la alegría que le dio, se le llenaba la boca hablando de sus sobrinas. Así que esa noche también fue mortal. Mi hermana le cantó unas sevillanas muy bonitas y a ella se le saltaron las lágrimas. Esa noche fue una juerga de no parar. Al final terminamos cantando chirigotas, porque allí había muchos extranjeros que en su vida habían escuchado carnavales. Así terminó la noche, las sevillanas se acabaron.

Una cosa que le gusta mucho a mi tía es la cocina. Le encanta cocinar. Te hace de to. Nunca se harta. Lo que pasa es que no sabe cocinar para pocos. Hace comida pa un regimiento. En eso se parece a mi madre. Ella está sola en Jerez, hace un potaje o un dulce y al final tiene que repartirlo entre los amigos. Y como persona… un diez.

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