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agosto · 2020
Germán Sánchez Daza *
El empleo durante la crisis económica y la pandemia
A
lo largo de este año los debates en torno a la situación mundial han transitado por las diversas dimensiones de la existencia humana, alcanzando el cuestionamiento sobre su extinción, íntimamente relacionado con el desastre ecológico. En los primeros días del año, la preocupación sobre la economía era la predominante, sin embargo, rápidamente fue desplazada por la acelerada emergencia de la pandemia, por lo que sus impactos y consecuencias se han entremezclado. En este artículo nos centraremos en la problemática económica inmediata, pero es fundamental reconocer que nos enfrentamos a la crisis de la modernidad capitalista. LA CAÍDA DE LA ECONOMÍA Y DEL EMPLEO MUNDIAL
Si bien la crisis económica mundial se anunció desde fines de 2018 (véase por ejemplo la caída de la producción automotriz), hacia el mes de octubre del siguiente año ya se dejaba sentir fuertemente, de tal forma que el mismo Fondo Monetario Internacional reconocía una “desaceleración sincronizada” (IMF, 2019). A partir de ese momento, dicho organismo ha tenido que ir disminuyendo sus “pronósticos” sobre el comportamiento económico mundial; en el más reciente (junio) propone que tendrá una caída del 4.9 por ciento, y para México predice una caída del 10.5 por ciento, optimistamente afirma que después vendrá una recuperación gradual; considerando que estas tendencias podrán aumentar la desigualdad, pues los más afectados por el desempleo son los trabajadores informales y las mujeres (IMF, 2020). Obviamente la preocupación del FMI está centrada en la recuperación de la rentabilidad del capital, de sus ganancias; pero ello solo puede ocurrir a partir de la actividad de los trabajadores1. En esa perspectiva, en su balance del mes de junio, la OIT (2020) calculaba que durante el primer semestre de 2020 se han perdido 400 millones de empleos, a los cuales se podrían sumar otros 140 millones, en el pronóstico “más favorable”; para los países del continente americano estima una pérdida equivalente a 70 millones de empleos de tiempo completo. Un dato importante es el desglose que hace respecto al tipo de pérdida: el Reino Unido el 73 por ciento es por suspensión del empleo (cierre temporal por confinamiento y sin pérdida del empleo) y el 27 por ciento es por una reducción de la jornada (igualmente, sin pérdida de empleo), en contraste, en México solo el 35 por ciento es una suspensión del empleo por confinamiento, en tanto que el 49 por ciento es pérdida de empleo que implica que no podrá recuperarlo posteriormente. La diferencia expresa la capacidad de negociación y resistencia que tienen los trabajadores de las economías dominantes frente a los periféricos. Asimismo, en dicho reporte se destaca que tendrá una mayor consecuencia negativa sobre el empleo femenino a causa de: a) los sectores económicos más afectados son aquellos en los que existe una mayor proporción de mujeres (hotelería, alimentos, comercio, servicios), b) en particular, los servicios domésticos son mucho más vulnerables frente a las medidas de contención y son predominantemente realizados por mujeres, c) los sectores sanitarios y de asistencia social son igualmente más afectados y prestados mayoritariamente por mujeres, d) la demanda incrementada de servicios de atención social (que incluye la demanda al interior de los hogares) durante la crisis pandémica es atendida por mujeres. Al respecto, una investigación de Oxfam (2020) documenta como el trabajo de cuidado no remunerado realizado por las mujeres se ha incrementado, de tal manera que cerca del 50 por ciento de ellas se sienten más ansiosas, deprimidas y aisladas; concluyendo que “La encuesta muestra que, si bien los hombres también han trabajado más en el cuidado durante la pandemia, la carga de trabajo del cuidado continúa recayendo de manera desproporcionada en las mujeres, en particular las mujeres de minorías étnicas y raciales, aquellas que viven en la pobreza y en comunidades sin acceso a infraestructura y servicios básicos”. LA TRAGEDIA DEL DESEMPLEO Y LA PRECARIZACIÓN LABORAL EN MÉXICO En el caso de nuestro país y con base en los datos de INEGI (2020a, 2020b), al mes de mayo hubo una pérdida de 11.5 millones de empleos, tomando como base el mes de mayo de 2019. De tal forma que el número de personas que se encuentran sin empleo (sin vínculo laboral con alguna empresa o unidad económica) se elevó de 7.4 a 21.3 millones. Entre los más afectados encontramos: a) una fuerte pérdida de empleos en los micronegocios y el autoempleo (en sus diversas formas), según la clasificación del INEGI se aprecia: el número de trabajadores por cuenta propia disminuyó en 4.3 millones de empleos (-34.0 por ciento), los micronegocios 5.6 millones (-25.5 por ciento), sector informal 4.7 millones (-31.5 por ciento); b) por su parte, el número de asalariados disminuyó en 5.7 millones: por sectores 1.6 millones en la manufactura y electricidad, 1.6 millones en la construcción, casi un millón en restaurantes y hoteles; la pérdida de empleo también incluyó a las medianas y grandes empresas, con 2.4 millones de empleos.
Los datos nos indican como el capital se defiende a costa de los trabajadores, destruyendo tanto los sueños del emprendedor (autoempleo) como las distintas estrategias de sobrevivencia (trabajo informal, comercio), y pasando también por encima de las defensas contractuales de los asalariados. En este último caso, los que logran permanecer en el trabajo quedan bajo condiciones cada vez más precarias, de tal forma que los que tienen contrato de planta (base) disminuyeron en 2.5 millones, los que tienen acceso a instituciones de salud en 2.1 millones, los que tienen prestaciones laborales en 2.4 millones; finalmente, se incrementó el número de asalariados que ganan hasta un salario mínimo en 1.2 millones, en tanto que los trabajadores con mayores ingresos disminuyó.
· Elaborado con datos de INEGI, ENOE y ETOE
En relación a la situación laboral de las mujeres —la cual está impregnada por toda la violencia, exclusión y explotación a que son sujetas por el capitalismo patriarcal—, la crisis y la pandemia vinieron a aumentar el deterioro de su situación, pues el trabajo de cuidado no sólo se incrementó, sino que también agudizó su carácter estresante, pues las labores en el hogar se multiplicaron con el confinamiento y fueron trasladadas directamente sobre sus espaldas, incluyendo entre ellas las actividades escolares. Según datos de la ENOE (INEGI, 2020c), para el primer trimestre de este año el promedio de horas semanales dedicado a actividades económicas y no económicas era de 63.15 en el caso de las mujeres, en tanto que en los hombres solo era de 52.56, pero al considerar el tiempo destinado a actividades no económicas la diferencia es mucho mayor: las mujeres laboraban 26.54 horas a la semana y los hombres 8.29. En este contexto, la violencia sobre la mujer se ha agudizado durante el confinamiento, un indicador de ello es que entre eneromayo de este año las llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer se elevaron en un 47.2por ciento en relación al mismo periodo del año 2019, de tal forma que hasta mayo se reconocían 385 feminicidios y un total de 39 mil 993 mujeres víctimas de diversos delitos (SSPC, 2020). La información estadística que nos ofrece el INEGI y la SSPC solo son una pálida ilustración de la tragedia que enfrentan lxs trabajadores y trabajadoras en nuestro país, la realidad es más dolorosa y profunda. Las notas de diversos medios de comunicación, la información y testimonios que circulan a través de las redes sociales y la misma convivencia en el entorno inmediato nos hacen sentir la angustia que viven meserxs, trabajadorxs del hogar, artistas, conductorxs de taxis, obrerxs de las fábricas cerradas… quienes han perdido su empleo-ingreso y con una alta probabilidad de que no logren conseguir otro en los próximos meses; ¿cómo sobrevivirán? ¿Qué estrategias o alternativas construirán? En este breve recuento queda por desarrollar en otro momento y con profundidad los impactos de la crisis y la pandemia en las comunidades y pueblos indígenas y campesinos, que sufren la continua violencia del capital, quien busca profundizar los procesos de apropiación de sus territorios para impulsar la minería, el turismo, la agricultura biotecnológica, así como los grandes megaproyectos de infraestructura. La pandemia mundial no ha detenido tales procesos, a pesar de que se ha reconocido oficialmente que son uno de los sectores sociales más vulnerables por la pandemia, dada las condiciones de pobreza y exclusión que le son impuestas. 5