Dolores Castro 98 años
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LA GUALDRA NO. 474
Gracias, Dolores 6 Por Tere Velázquez
ta. En Zacatecas aprendió a leer y a escribir. Se interesó pronto por los cuentos y las aventuras. Lectora voraz, después sabría que podría escribir por haber leído tanto. “Sin lectura no puede haber escritura”. Y su padre, irónico como era, le advirtió que ni escribiera, porque “las mujeres son muy cursis”. El tiempo no le daría la razón a don Ignacio. La poesía, la novela, los guiones, la intensidad en toda la obra de su hija, lo desmienten.
Navarrete
D
olores Castro cumple hoy 98 años. Es una mujer que no ha dejado de crecer. Dolores tiene planes. Sabe que es cosa dura ser. Quiere ser siempre espíritu y materia, vida perdurable. Volverá a escribir. Y confiesa, sentada en la sala-biblioteca de su casa: “Me han sucedido dos tragedias: una, que la pandemia me ha hecho vivir entre cuatro paredes. Y, otra, que ya no puedo leer porque la vista me falla muchísimo”. Se sabe fuerte. No se arredra ante circunstancias adversas y confiesa: “Me festejo viviendo”. Mantiene dos talleres literarios a distancia. Ha sido luz en el camino de poetas, les ha buscado claridades con generosidad. Madre de siete y de muchos más en las letras, promete que habrá otro libro. Y de verdad lo necesitamos. La conversación fluye, entre un viento que trae aromas de la lima y el limón; mientras mece al naranjo que tiene en su jardín, adornado incomparablemente por la colorida buganvilia, que tantas emociones vitales y sueños le implican: “Tiene que haber un libro siguiente. Por eso quiero salir con bien de este encierro. Hay que abrirse a todo, a las emociones para hacer poesía. Yo estoy muy dispuesta”. Hablar con Dolores Castro es ganar tiempo, llenarse de energía y alegría para entender el valor de la naturaleza y de respirar y de saberla bien. Leerla y escucharla ilumina la conciencia, revive la esperanza.
/// Dolores Castro niña.
Dolores niña “Es morenita. Tiene los ojos muy vivos”, dijo su mamá, al verla por vez primera. “Mira a Lolita: arrima una silla chiquita a la ventana, se sienta y se está quieta, quieta, mirando”, dijo su tía. Desde pequeña aprendió a contemplar, a vivir y a soñar; a comprender la importancia de la naturaleza y de la realidad de un país que la vio nacer en 1923 en Aguascalientes y de 40
días llegar a Zacatecas, un estado al que ama profundamente. Su mirada y su corazón están llenos de su cielo hondo, de tantos azules y de su tierra colorada. Aquí están sus recuerdos, sus pedazos, por los que vuelve una y otra vez. Desde niña, oía cómo en febrero llegaba el aire y se metía por las rendijas y cantaba. “Yo de Zacatecas guardo mis primeros recuerdos y los últimos y en estos días recuerdo mucho mi
“El fulgor en el baño del cenzontle un sacudir de gotas irisadas entre las pardas plumas, eso dura la infancia. Después queda la jaula, después las cuatrocientas voces del alma por los cuatro horizontes separadas. El incienso azulea, se levanta, y se acercan las sombras, y se agrandan”.
niñez”. Una niñez que se acompañó del olor a sangre revolucionaria y cristera, de mucha violencia, lucha y hambre. Vivió siempre cerca de una biblioteca. Su padre Ignacio Castro Carrillo, fue maestro del Instituto Científico y Literario, agente del ministerio público y, en un tiempo, Secretario de Gobierno de Zacatecas; llevaba sus libros a donde fueran y ahí se refugió Loli-
Dolores joven Compañera de Rosario Castellanos desde tercero de secundaria, amigas entrañables desde la adolescencia, les unió para siempre la nostalgia por la provincia. “Ella de Comitán y yo de Zacatecas”. Dolores y Rosario escribieron y se revisaron mutuamente sus creaciones; cantaron juntas a Guty Cárdenas y a Ricardo Palmerín. Leyeron a otras mujeres: Concha Urquiza, Enriqueta Ochoa, Margarita Paz Paredes, Margarita Michelena, Griselda Álvarez. Siempre atrevidas, fueron quizá de las primeras mujeres que leyeron “La sangre devota” de Ramón López Velarde. Lo hicieron estando en la preparatoria; viajaron juntas a España en tiempos del franquismo, ante el estupor de León Felipe y de otros poetas. Pero ellas necesitaban conocer, contemplar, seguir soñando en la emoción de vivir para crear, y crearon. Dolores Castro sigue siendo joven a los 98