Año II - Número 15/ Octubre 2015
DE BLANCO Y ROJO EN LA FIESTA MÁS POPULAR DEL MUNDO Apuntes sobre una guitarra inmortal
UN FESTIVAL DE CASUALIDAD CLICK: ¡SONRÍE!
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CONTENIDO
04_ La chica de la libretita 14_ Una experiencia de liberaci贸n colectiva
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Festejos de San Ferm铆n
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Una fiesta solidaria
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Ecaussysteme
32_ Click:
Sonrisas
3 Editora en Argentina Carolina Noya
26_ Tres en línea
Diseño Jessica Conde Corrección Belén Fourment Ilustraciones LuTTe Esteban Antognazza Rodrigo Díaz Consejo de redacción Diego Obispo Carolina Noya Jorge Luis Galeano Catalina López Fernández Sebastián Walch Mariana Gioiosa
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Analía Dobrov Romina Cirillo, Juliana Fitzgerald
Pescado podrido
Cecilia DP Belén Fourment Playnes Maxi Fleitas Rodrigo Spa Nicolás Marrero Javier Pérez Seveso Carlos Lazo
44_ Relatos
36_ Apuntes sobre una guitarra inmortal
Contacto redaccion.lamirilla@gmail.com Web www.revistalamirilla.com
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Dirección Jessica Conde
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EXUPERIO La Chica de la Libretita tiene un pendrive llamado Exuperio. Esto responde a una de sus muchas manías: encontrar el santo del día mas extraño y honrarlo de alguna manera. Así ganaron su nombre algunos de sus objetos, como la mencionada memoria externa. Este fue también el motivo por el cual el pasado mes de abril festejó el día de San Urso —por si hay alguien a quien lo este matando la inquietud, San Urso es el 13 de abril y San Exuperio el 28 de septiembre. ¿Pero cuáles son las celebraciones que se repiten año a año en la vida de nuestra notera? Agosto, una década atrás —y un poquito más también—: el día más esperado por mis compañeros de curso era ese en el que finalmente las autoridades se ponían de acuerdo y se disponían a honrar a la Pachamama en el patio del colegio. Una celebración tradicional y autóctona, propias de una escuela donde una de las orientaciones era folclore. Y es que claro, si de compartir algo con la Madre Tierra se trata, el placer de prender un cigarrillo en el patio escolar era la mejor ofrenda posible. Ese ratito de paz, donde se compartían comidas y bebidas antes de ofrendarlas era un momento único para el agitado clima de cualquier Secundario. El acto de rebeldía de fumar en el patio, aceptado y reivindicado a modo de símbolo. En la actualidad, aquella ceremonia comparte espacio en mis rituales adoptados con algunos otros. ¿La adquisición más reciente? La queimada gallega, sin conjuro contra los brujos, por si acaso. Espantar a los malos espíritus nos parece bien, pero todos conocemos alguna bruja que no merece ser ahuyentada. Así que esa situación bien se puede reemplazar por un deseo de paz
y armonía para todos los presentes. Lástima que, ahora que pienso, pasó agosto y se me olvidó juntarlas ambas… Está bien. Ambas situaciones son de carácter social, pero ¿puertas adentro que se festeja? En casa, la celebración pasa por otro lado, más determinada por la conveniencia que por el calendario. Según el clima disponga, Navidad se celebra el 24 de junio o de julio. Porque celebrar en diciembre implica adornar el bowl de lechuga al son del ventilador girando, mientras cambiando las fechas a la temporada fría podemos disfrutar de la comida invernal. Sí, somos capaces de comprar turrón en diciembre y guardarlo sin tocar hasta julio. No, no armamos el arbolito ni ponemos muérdago en la puerta. Aunque podríamos, mas no fuera por los besos... ¿Y si quien llega a la puerta tiene mal aliento? ¿Vale elegir o tiene que haber beso sí o sí? Mejor nada de muérdago ni besos obligados, que lo que más nos gusta de estas fechas es juntarnos a comer, el resto está de adorno. Otra cosa que recuerdo y celebro todos los años es el día de San Juan. Como acá no se hacen fogatas —una pena realmente, mi costadito piromaniaco lo disfrutaría en grande— mi festejo consiste en sorprender todos los años a algún Juan, que no esté enterado de la fecha. ¡Siempre alguno hay! Este es un pequeño calendario de mis celebraciones. ¿Me cuentan cuáles son las suyas?
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LA CHICA DE LA LIBRETITA
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DE BLANCO Y ROJO EN LA FIESTA MÁS POPULAR DEL MUNDO POR ISABEL GARCÍA MODREGO FOTOS CORTESÍA DE SANFERMIN.COM
Ir vestido de blanco, un pañuelico rojo en el cuello y un fajín del mismo color en torno a la cintura es la indumentaria tradicional. Además, si también hablamos de encierros, corridas de toros, gigantes y cabezudos, fuegos artificiales, charangas, peñas, deliciosos pinchos variados, las principales calles de la ciudad abarrotadas de gente de todo el mundo, hablando diferentes idiomas y disfrutando de un buen ambiente, ¿de qué festejo estamos hablando? Efectivamente: de las famosas fiestas de San Fermín de Pamplona, España.
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Cada 6 de julio da comienzo una de las fiestas más multitudinarias del mundo con el txupinazo en la Plaza del Ayuntamiento. Minutos antes del mediodía la plaza está al completo, miles de personas apretujadas esperan impacientes, no hay hueco ni para un alfiler e incluso se respira alcohol. Además, la espera y el calor se hacen más amenos arrojándose vino, sangría y champán que tiñen las ropas; y también cantando canciones sanfermineras como: “1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 de junio, 7 de julio ¡San Fermín! A Pamplona hemos de ir con una media, con una media, a Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín”. A las 12 en punto el pregonero grita: “¡Pamploneses, pamplonesas, viva San Fermín, gora San Fermín!, lanza el cohete, y en cuanto suena el “¡boom!”, todo el mundo salta y grita eufórico porque así dan comienzo un año más estas fiestas. Es el momento de ponerse el pañuelo en el cuello que, según manda la tradición, hasta entonces debían tener guardado o anudado en la muñeca. El txupinazo supone el pistoletazo de salida a nueve
días de actos y festejos callejeros, un no parar de comer, beber y bailar, pero sobre todo de disfrutar de un increíble ambiente y diversión. Por delante quedan encierros, corridas de toros, peñas, charangas, conciertos, música de calle, comparsas de gigantes y cabezudos, fuegos artificiales y en definitiva, una multitud de actividades para todos los gustos. El 7 de julio es el día de San Fermín. Es la jornada que tiene mayor carácter religioso puesto que a las 10 de la mañana se saca en procesión al santo acompañado por una comitiva de gala, y los gigantes y cabezudos marchan haciendo un recorrido durante aproximadamente hora y media. Pero sin duda el protagonista por excelencia de estas fiestas es el encierro, el acto central sobre el que giran las fiestas y por lo que han conseguido fama internacional. Minutos antes de cada encierro es tradición que algunos mozos que van a correr doblen un periódico y lo agiten mientras cantan a la figura de San para que les bendiga en la carrera: “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Viva! ¡Gora San Fermín! ¡Gora!”.
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“¡POBRE DE MÍ, POBRE DE MÍ, SE HAN ACABADO LAS FIESTAS DE SAN FERMÍN!”.
Del 7 al 14 de julio todos los días hay un encierro a las 8 de la mañana en el que se viven momentos de bonitas carreras, tensión, sustos, apretones, caídas y mucho peligro. En total son 825 metros de carrera desde los corrales a la plaza de toros, protagonizados tanto por los toros como por los corredores que recorren las calles del centro de Pamplona durante escasos minutos. Todo ello ante las miradas de millones de personas que pueden verlo gracias a las televisiones que lo retransmiten por todo el mundo. Esos toros serán lidiados cada tarde en la corrida de la plaza de toros.
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Los encierros son el acto central sobre el que giran estas multitudinarias fiestas, pero durante todo el día hay otros actos sin toros: diferentes actuaciones de música en vivo en la calle, comparsas de gigantes y cabezudos, marionetas, encierros txikis para los niños con toros de juguete, conciertos gratis y pagos de conocidos grupos musicales, barracas (como llaman a las ferias con diferentes atracciones) y, por supuesto, la fiesta nocturna. Todas las noches calles como Plaza del Castillo, Labrit, Etafeta, Jarauta o Navarrería son zonas de las fiestas más populares, tanto para los pamplonicas como para los que durante estos días visitan la ciudad. Se dice que Pamplona podría aumentar su población de los aproximadamente 196.000 habitantes a más de un millón durante estos días. Por lo tanto, no es de extrañar que la fiesta esté asegurada durante día y noche en sus calles, bares y peñas. Por otro lado, todas las noches hay concurso de fuegos artificiales y el 14 de julio a la medianoche llega el
“Pobre de mí”, el cántico que anuncia el final de las fiestas. Numerosas personas vuelven a congregare en la Plaza del Ayuntamiento para cantar a modo de despedida: “¡pobre de mí, pobre de mí, se han acabado las fiestas de San Fermín!”. ¿Por qué son tan famosos los Sanfermines? El que sería premio nobel de literatura en 1954 y ganador del Pulitzer en 1953, Ernest Hemingway, visitó Pamplona durante las fiestas mucho antes. Fue en 1923 cuando a sus 24 años un joven Hemingway conoció Sanfermines, y tanto le gustaron que repitió en varias ocasiones hasta 1959. Se hizo asiduo al festejo y era un admirador de las corridas de toros. Sanfermines fue precisamente lo que le inspiró para su obra “Fiesta” y así fue como descubrió al público norteamericano este popular evento. Fue el primero en dar a conocer Pamplona y sus fiestas, y poco a poco dejó de ser una fiesta de carácter local hasta alcanzar la fama internacional que hoy tienen.
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UNA EXPERIENCIA DE LIBERACIÓN COLECTIVA POR DIEGO OBISPO FOTOS: DIEGO OBISPO Y NADIA FERNÁNDEZ
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“Hay que dejar el camino social alquitranado porque en él se nos quedan pegadas las pezuñas / Hay que volar libre al sol y al viento repartiendo el amor que tengas dentro.” “Ama y ensancha el alma”, Extremoduro
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Habíamos caminado mucho, 10, 12 o 15 kilómetros, no lo sé. Pero las distancias estaban unidas a la cantidad de empanadas, locro, guiso de quínoa y asado de cordero que comimos y acompañamos con un montón de chicha, cerveza, sidra y vino. Eran las 6 de la tarde, el sol comenzaba a ocultarse y el frío de la noche se empezaba a sentir, pero aquella gente a la que nos habíamos unido a las 9 de la mañana seguía bailando y saltando. Las veces que intenté detenerme uno de los ‘diablitos’ me golpeó los pies con una rama que producía una leve picazón y me invitó a seguir bailando. Me paraba, sonreía y tomaba la mano de algún lugareño que me acercaba un vaso con las bebidas que circulaban continuamente.
los diablitos no se pasen de la raya con sus diabluras y en acompañar a algún borracho a su casa para evitar que quede expuesto a las gélidas noches de montaña. -¿De donde usted viene también se festeja carnaval?-. -Claro, hay desfile, concurso de agrupaciones, tambores, tablados…- le dije enumerando de manera desordenada todas las cosas del carnaval uruguayo que se me venían a la mente. -Ajá, como acá- me dijo el policía. -Bueno, tal vez no tanto como acá, pero hay algo parecido.-
Me quede mirando ese espectáculo mientras me preguntaba: ¿qué hay de parecido? Tal vez la constancia a través de los años que lo transforma en parte de una tradición. Como tal A duras penas logré subir hasta una piedra que me sus ocasionales participantes trascienden ese momento y garantizaba estar alejado del jolgorio pero con buena visión ese lugar para participar de algo que se extiende aún más general de la fiesta y de las bandas que sucesivamente allá de sus propias vidas. Pero ¿qué pasa con la gente como tocaban con un frenesí y una energía admirables. Con colectivo? Fusionar nuestra realidad con realidades de otras cuidado y al borde de mi capacidad de equilibrio me acerqué personas es un proceso fascinante, por un momento se unen a un pueblerino que disfrutaba de un momento de descanso. biografías que hasta entonces habían vivido separadas. En Con sorpresa descubrí que aquel paisano, tapado de talco y las fiestas podemos hablar del ‘nosotros’ como colectivo, serpentinas, era uno de los policías del pueblo. -Buen lugar cosa que en la actualidad se nos hace difícil. Los colectivos para vigilar- comenté. -No hay mucho que vigilar, también humanos vaciados ideológicamente tan solo son una masa estoy descansado como usted-. En los días de carnaval la uniforme cuando los llama la tradición, o la celebración. función de la policía se centra principalmente en cuidar que En la posmodernidad el sentido de la mancomunión se ha
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burbuja, un lugar exótico, una fiesta. Las historias de amor se imaginan situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor se vive como un suceso excepcional que cambia la relación de las personas con su entorno y consigo mismas, que las completa y transforma. Entre tanta comida y bebida y reflexionando sobre el amor no pude evitar evocar “El Banquete” de Platón. El libro narra una fiesta en la casa de Agatón en la que se decide homenajear a Eros y reflexionar sobre el amor. Cuando llegó el turno de exponer sus reflexiones Aristófanes hizo referencia al mito de los andróginos, según el cual al comienzo de los tiempos estábamos formados por dos de los que somos ahora. Éramos seres eternos y completos. Esta condición nos embriagó de soberbia hasta el punto de compararnos con los dioses. Éstos, enojados y a modo de represalia, nos partieron al medio y esparcieron por el mundo las mitades, mezclándolas entre sí. En ese acto nos fue arrebatada la vida eterna. Desde entonces vamos por el mundo buscando esa mitad que nos fuera dividida. Es el amor el que intenta unir a esas dos mitades y restaurar nuestra condición originaria. Yo sentado acá arriba, ahora con mucho más frío de cuando empecé a escribir, soy un hombre solo, incompleto y mortal según el mito de los andróginos y solo me queda ir por el mundo buscando aquella mitad de la que fui separado por acción de los dioses. Esa mitad que me completará y me traerá la inmortalidad. Pero ¿qué pasa con toda esa gente que está ahí abajo? ¿Acaso no es inmortal en medio del baile y la fiesta? Tal vez el mito de los andróginos solo nos une a la idea de la monogamia y de la represión que disciplina el orden social. Si concebimos el amor como un acto de apertura hacia el encuentro con el otro, entendiendo que esa acción nos eleva más allá de cualquier individualismo, estamos concibiendo que cuantos más otros haya en ese encuentro más amor podrá fluir. Ya no hablamos de parejas sino de colectivos. Separamos la idea de amor como la trampa de la naturaleza para perpetuar la especie. Una idea que no solo es falsa y fuera de época, sino que iguala al amor con una necesidad instintiva, y el humano cada vez carece menos de instinto. Es en las fiestas, en los encuentros, en donde fluye el amor más intenso. Entre esos bailes y risas que ahora se van alejando siento el amor ese que pega en el pecho cuando vemos los ojos que completan nuestra mitad andrógina. Pero siento también ese amor reprimido y clandestino, ese amor peligroso y de mala prensa que genera la gente conectada a una misma frecuencia, sintonizada por un momento o por miles de años. Ese amor que puede transformar cualquier momento en histórico o puede ser solo una fiesta pasajera.
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derrumbado, las verdades se fragmentan, y todo se relativiza. Decir nosotros generalmente es decir “tú y yo”. Las uniones entre personas que formaban redes sociales de encuentro y agregaban al nosotros algo más que una utopía dual se han debilitado o han desaparecido. La gente dispone de poco tiempo de ocio para crear redes sociales. En las grandes urbes somos seres anónimos para la inmensa mayoría de las personas que comparten nuestro espacio. Nuestros círculos sociales se van cerrando a medida que nos encerramos en nosotros mismos. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo. Veo a toda aquella gente saltar y bailar, los veo libres, sin miedos de expresarse, como conectados a una frecuencia de otro planeta. Si me abstraigo de este mundo idealista a uno más racional, también los veo ridículos, pero a ellos no les importa la ridiculización. En ese estado la mirada de los demás deja de tener un efecto coercitivo sobre sus libertades. Esa gente está gozando, libremente, mientras comparte esa libertad con otros. Si ese es el paradigma de pareja ideal bajo corriendo de acá y me caso con todos. Esa magia de fusionar mundos, visiones y realidades hace que el amor sea para los enamorados como una isla o una
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PESCADO PODRIDO POR DIEGO OBISPO
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Hace unas semanas cerró Fripur, esa fábrica que a muchos nos ha quedado impregnada en la nariz. Aquella que todos sabíamos era un calvario laboral; nos dábamos cuenta por el olor insoportable que desprendía, por los salarios de hambre que ofrecía y las condiciones de trabajo denunciadas. Sabíamos que trabajar en Fripur no estaba bueno. Lo supimos cuando jóvenes sin experiencia buscábamos nuestro primer trabajo y más de uno agarraba lo que venía, pero Fripur no. Nosotros podíamos decirle que no, podíamos decidir, a diferencia de quienes aceptaban esas condiciones con tal de tener un ingreso que los ayude en el día a día. Por aquellos años decir Fripur en el PIT-CNT era mala palabra, peor que decir Sanguinetti o FMI.
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El mismo día que cerró Fripur una delegación sindical se reunió en el Parlamento con la Comisión de Legislación de Trabajo; allí otra vez blanqueaban la desastrosa situación de la empresa. Se reconocía que la patronal había impedido el desarrollo de la herramienta sindical y que había “transformado la planta procesadora de pescado en un campo de concentración”. La empresa que históricamente tuvo dos mil empleados contaba al momento de cierre con un poco más de 900. El 80% eran mujeres “tomadas sistemáticamente con el perfil de madres solteras o jefas de hogar, lo que las hace más vulnerables”. El dirigente sindical José Franco denunció que desarrollaban sus tareas en una “constante situación de acoso, maltrato y represión”, a lo que se suma una gran cantidad de licencias y salarios adeudados. Se podría suponer que lo enumerado por los dirigentes sindicales es motivo suficiente para desencadenar una serie de procesos judiciales que terminarían con la intervención a la empresa y el cobro de multas millonarias a sus dueños, pero eso no sucedió. Fripur, que siempre estuvo en el ojo de la tormenta, solo fue multada una vez, en 2008, cuando la Unión Europea constató que la empresa adulteraba la fecha de vencimiento en los productos exportados. En aquella ocasión la sanción recayó sobre todo el Estado uruguayo que vio suspendidas sus exportaciones de pescado a la Comunidad Europea durante un año. Esto le ocasionó al país 80 millones de dólares de pérdidas. Los técnicos de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos aconsejaron multar a Fripur con 115.000 dólares. Tres años después de la denuncia el gobierno la multó con 2.300 dólares, una cifra 50 veces menor a la aconsejada por los técnicos. En el Parlamento los representantes sindicales dijeron sin sorpresas que lo de Fripur es la crónica de una muerte anunciada. Responsabilizaron a la patronal que poniendo como garantía el trabajo de sus empleados obtuvo 40 millones de dólares de préstamo del Banco República para renovación de flota o maquinaria. Pero esa plata se desvió para uso particular de sus dueños. Según aseguró el dirigente José Umpiérrez, la empresa “pedía créditos para compra de flota nueva, pero compraba barcos en remate que ya no se usaban en Europa.” El resto del préstamo “se volcaba a la compra de campos. Había compañeros que eran llevados a realizar tareas como la instalación de riego al estilo francés, y fabricación de portones por herreros, con los salarios de la planta, como funcionarios de la empresa”. El dirigente aseguró contar con documentos que prueban “la compra de materiales para el alambrado o para la construcción que también corrían por cuenta de Fripur”.
El principal responsable de estas acciones es Alberto Fernández, el empresario más rico de Uruguay según un informe de la revista Caras y Caretas. Inversor inmobiliario, administrador de campos y dueño de Fripur y Frimard, es conocido por sus vinculaciones políticas con dirigentes de todos los partidos, en especial con el Frente Amplio. En las dos últimas campañas electorales el empresario prestó su avión privado a Tabaré Vázquez y a José Mujica. En 2010, además, se encargó de financiar la confección de la banda presidencial y colaboró con 15.000 dólares para solventar la fiesta de asunción de Mujica. Pero los años pasan para Fernández, que poco a poco va dejando sus negocios en manos de sus hijos. Una nueva pareja de empresarios asoma dentro de sus herederos; su hijo Javier Fernández está casado con Nathalie Manhard. Ambos comparten denuncias por esclavitud de trabajadoras domésticas bolivianas, ingresadas y contratadas de forma ilegal, con jornadas laborales de hasta 16 horas. También comparten la pasión por el rally que los llevó a alcanzar el Campeonato Sudamericano de Rally en la clase A7. Los Manhard son otra familia singular del empresariado uruguayo. Dueños de Parisien, La Casa de las Telas, Indian Outlet, Sisi, Expo Feria Ariel y socios de Punta Carretas Shopping, están en el lugar 22 de los empresarios más ricos, dos números más arriba que el contratista Paco Casal y tres más abajo que el futbolista Edinson Cavani. La página web de Parisien hace referencia a la sacrificada historia de los padres de Enrique Manhard, inmigrantes austríacos que arribaron a Uruguay huyendo de la guerra. Esa reseña termina con una puesta a punto de la situación de la empresa que según detallan cuenta con más de mil empleados. “Enrique Manhard sigue imprimiendo su energía y experiencia a las nuevas generaciones. Sus hijos Nathalie Manhard y Gustavo Ferber se consolidan como pilares de la empresa acompañados de un equipo dinámico y con alto compromiso que aportan la visión de los más jóvenes”. El grupo apunta “al crecimiento y renovación constantes produciendo prendas exclusivas de calidad con maquinaria de última generación.” Para cumplir sus objetivos “al frente del departamento de diseño, jóvenes uruguayas que estudiaron en nuestro país, viajan varias veces al año a comprobar que siguen los lineamientos de la moda de Europa, Estados Unidos y también de los países orientales”. A pesar de esta idílica presentación, la realidad es bien diferente. Según datos del Ministerio de Industria Manhard es el principal importador de vestimenta del país. Solamente en el año 2013
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habrá significado un trabajo extenuante para el personal doméstico ya de por sí explotado por sus patrones. Más acá en el tiempo Enrique Manhard compartió jornadas de deliberaciones filosóficas y políticas sobre “la crisis mundial y las secuelas sociales ante la igualdad y la libertad”, con el ex presidente colombiano Belisario Betancur, el ex presidente español Felipe González, el ex secretario general Iberoamericano Enrique Iglesias, el ex presidente chileno Ricardo Lagos, el ex secretario general de la OEA José Miguel Insulza y el anfitrión, el mexicano Carlos Slim. Con esa historia familiar conmovedora de inmigrantes que huyen de la guerra, y con tantos amigos notorios preocupados por la crisis social en el mundo, resulta llamativo que Manhard y su familia no hayan tenido un poco de consideración con esas mujeres latinoamericanas que buscaban un trabajo digno y un mejor lugar para vivir. Como dice el refrán, Dios los cría y el viento los amontona: Manhard y Fernández, dos familias destinadas a la unión, finalmente comieron perdices cazadas en algún campo comprado con fondos desviados, cocinadas por empleadas en régimen de esclavitud y compartidas con una lista innumerables de amigos influyentes, y fueron felices.
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importó 17,5 millones de dólares en ropa proveniente de Asia y pagada a 11 dólares el kilo; este precio incluye flete y seguro. Todo hace indicar que ese es el verdadero origen de las prendas que según la página web de Parisien son confeccionadas por la empresa. La sindicalista Laura Suárez dijo a Brecha que la empresa ya casi no produce en su taller, salvo algún diseño que se envía a confeccionar a China y luego aquí se le hacen las terminaciones. Sus dueños al igual que los de Fripur tienen sus contactos, o al menos eso cree Nathalie Manhard, que con la frescura juvenil que impregna al grupo Parisien sentenció: “Yo voy a mover mis contactos y ustedes van a estar detenidas”, al ver que las empleadas domésticas ilegales habían decidido abandonar su casa. El alarde no era falso, ya que la familia tiene una notable red de influencias en los ámbitos empresariales y políticos dentro y fuera del país. Una de sus amistades es el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien fuera objeto de un agasajo en la casa de veraneo que el empresario tiene en Punta del Este. Según una nota de El País, Vargas Llosa se reunió con los ex presidentes Jorge Batlle, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle en la casa de Manhard. El almuerzo fue “de longitud madrileña”, comentó Lacalle. La sobremesa se extendió hasta pasadas las 5 de la tarde, lo que
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ENTREVISTA
UNA FIESTA SOLIDARIA POR JESSICA CONDE FOTOS: JESSICA CONDE
Con una sonrisa a cuestas llegó Emilio Pérez Miguel a Tomate, un rincón especial en la Ciudad Vieja que dio el marco perfecto para dar rienda suelta a la charla. Con esa misma energía se dispone, por tercer año consecutivo, a llevar adelante la “Campaña del Juguete”, un evento solidario cuya finalidad es reunir juguetes para los niños del Hospital Pereira Rossell.
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ENTREVISTA_
Su pasión por lo que hace se nota en cada palabra. Inquieto y risueño, dibuja sin descanso proyectos que, según él mismo dice, lo mantienen ocupado y lo llevan por momentos a pensar en un necesario descanso. Lo cierto es que su inquietud le impide bajar el ritmo y nuevos proyectos están en camino. El más cercano
tiene un fin solidario. La “Campaña del Juguete” va por su tercera edición y en esta oportunidad se extenderá hasta diciembre, con una variada oferta de espectáculos que se ofrecerán en diferentes espacios y con la novedad de que se realizará no solo en Montevideo sino también del otro lado del charco, en la ciudad de Buenos Aires. Esta actividad se lleva a cabo en conjunto con las radios comunitarias Del Carmen y EL PRADO FM, y el leitmotiv de la misma es recaudar juguetes destinados al Hospital Pereira Rossell, mediante el acceso a una serie de conciertos a través de la donación de un juguete. “La primera campaña fue en 2013 y en los eventos se obsequiaba el libro y un disco”, cuenta. El libro es “Ayer la lluvia”, obra publicada en junio de 2013
LANZAMIENTO CAMPAÑA DEL JUGUETE VIERNES 23 DE OCTUBRE. 21 HORAS. CENTRO CULTURAL GOES, MONTEVIDEO y que consolidó a Emilio en la escena literaria uruguaya como un joven talento. La obra fue presentada en diversos espectáculos musicales y, más tarde, daría paso a la idea de un disco, donde artistas jóvenes y emergentes tuvieron la oportunidad de hacer visible su trabajo. Pero su intención detrás del obsequio es acercar a la gente, sobre todo a los jóvenes, a la lectura y el arte, poniendo con ello su grano de arena para acabar con la “marginalidad cultural”. “Hay un montón de anécdotas de jóvenes de barrios de ‘contexto crítico’ que leyeron el libro y me han dicho que fue el primer libro que leyeron. Y eso es una alegría pero a la vez una responsabilidad”, señala. Haciendo la diferencia En todo momento, Emilio destaca lo importante que es la ayuda de los músicos y de aquellos que se suman a esta acción solidaria para poder concretarla. Pero también señala lo que a cada uno de ellos deja esta experiencia. “Los sueños
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no pueden ser para soñarlos. Tienen que ser para vivirlos. Es increíble saber que hay gente dispuesta a ayudar a otros y que además, en el camino, nos ayuda a realizarnos”. En 2013, la Campaña del juguete contó con la participación de Christian Cary (La Triple Nelson), quien participó en el show junto a su hijo Lucas, que acompañó a su padre en algunas canciones para luego presentarse con Buentiempo, banda que integra. En la siguiente edición, en el año 2014, la Sala Zitarrosa se vistió de gala para recibir a los argentinos de Cuentos Borgeanos (banda liderada por Abril Sosa, ex baterista de Catupecu Machu) como invitados de lujo. Este año, el lanzamiento se llevará a cabo el viernes 23 de octubre en el Centro Cultural Terminal Goes, con la participación Martín Laco y el argentino Coche Violante, quien presentará su proyecto solista por primera vez en Uruguay. Ésa será la primera de muchas actividades que tendrán su cierre con broche de oro el sábado 12 de diciembre, en el Centro Cultural de España, en un festival con dos escenarios (“Lluvia” y “Árbol”) para que artistas jóvenes y experimentados compartan su arte y se unan por una buena causa. Buscando(se) Emilio es editor de cultura en ElDiario.com.uy y
desde 2009 tiene un blog sobre música llamado MusicKO, con el que difunde nuevas bandas. Además forma parte de dos sitios en Argentina: Acá Pasan Cosas e Indie Hoy. Pero ya no es escritor. Su decisión de retirarse para dedicarse enteramente al periodismo cultural y a través de ello a su pasión por la música, fue un proceso interno que abarca casi toda su vida y cuyo desenlace llegó con sus obras. La palabra, las letras y los acordes ayudaron a Emilio a superarse y encontrar su camino en el mundo. “Las presentaciones me ayudaron a realizar mi gran ilusión de ser músico y todo lo que he ido logrando y haciendo forma parte de un proceso para recomponerme de ciertas cosas que me han acompañado en la vida”, dice. Durante nuestra charla cuenta anécdotas, me acerca a personas que nunca conocí pero parecen instalarse en ese rinconcito de Ciudad Vieja por un rato, para contarme junto a él innumerables historias. Su avidez por vivir el mundo y por seguir buscando (y buscándose) encuentra en el arte su vía de escape y su razón de ser. Nos damos el espacio para recorrer Tomate entre risas, poses y bromas. Él es un torbellino: un escenario en planta alta es la fuente de vida de una nueva idea. Esa energía se contagia; dibujamos proyectos en el aire y refuerzo una idea: cada uno es un motor capaz de impulsar cambios. Y Emilio está decidido a cambiar su mundo, el mundo.
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MÚSICA_
TRES EN LÍNEA POR BELÉN FOURMENT PLAYNES
Tres artistas uruguayos con identidades musicales bien distintas festejan en 2015 30 años de trayectoria: Rossana Taddei, Jorge Nasser y Tabaré Rivero. Fotos: Taddei: Alejandro Persichetti / Nasser: Bello Aprile * Fotografía / Tabaré: Alejandro Persichetti
TABARÉ RIVERO
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Su disco debut fue parido en 1985 y se llamó Era el mismo, también nombre de la canción con la que abrió el show que dio en julio en el Teatro Solís a modo de festejo. De la mano de Jaime Roos, aquel incipiente Jorge Nasser de perfil indefinido y seducido por el periodismo trataba de abrirse paso en la música haciendo algo parecido a lo que hacía Roos. No sabía por ese entonces que su nombre se volvería un peso pesado en la escena. Nasser integró Níquel, una de las bandas de rock más importantes de la historia uruguaya y la dueña de un himno a Montevideo como “Candombe de la aduana”. Después de años de ser un rockero empedernido y amante del blues (próximamente se estrenará un documental sobre la ruta del blues que hizo en 2014) se volcó a las milongas, y también por ese lado encontró el éxito. Hoy matiza los géneros que abordó y eso se ve en Pequeños milagros, su último álbum.
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JORGE NASSER
El que festeja estos 30 años es Tabaré Rivero y es también su más profundo amor, su proyecto de vida: la banda La Tabaré, que fundó por 1985 y que ha ido cambiando en su formación pero siempre conservando un estilo y a este pelado pelilargo como frontman. El hecho de que Rivero ya tuviera una década de historia con el teatro cuando se embarcó en el proyecto de tener un grupo de rock influenció directamente a sus aspiraciones y terminó colocando a La Tabaré en el género (¿género?) del “teatrock”. Sus canciones siguen siendo tan viscerales como al principio, aferradas a la más clásica estirpe del rock pero nutridas de ritmos rioplatenses como el tango y la milonga, pero siempre tienen un componente más, un condimento teatral inherente. Será el teatro más musical del Uruguay, el Teatro de Verano, el que oficiará de recinto el 14 de noviembre para conmemorar su trigésimo aniversario.
ROSSANA TADDEI Nacida y criada en una casa artística y musical marcada por el trabajo de su padre pintor y por los años de exilio en Suiza, Rossana Taddei se interesó muy temprano por la música. Entre sus múltiples influencias, una de las que más se destaca de su infancia es la chilena Violeta Parra, a quien integró en el repertorio del recital que dio el 22 de agosto en el Teatro Solís para conmemorar tres décadas de estrecho vínculo con la música. Los 30 años comienzan a contarse desde que ganó el primer premio en la edición uruguaya del festival internacional L’Air du temps. Desde ahí Taddei, hermana del también artista Claudio Taddei y abocada al pop desde su espectro más amplio (melódico, rockero, experimental, en otros idiomas), lleva editados 11 discos; el último, Pescando en el cielo, salió en 2014 y fue nominado a los Premios Graffiti 2015 en la categoría Mejor Álbum de Solista de Música Pop.
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ECAUSSYSTEME: UN FESTIVAL DE CASUALIDAD POR NICOLÁS MARRERO
Día 1 El primer día, para empezar, no vi a la primera banda. Estaba con Nico y tres personas más. Cuando llegamos ya era de noche y había un cantante de reggae con una enorme bandana en la cabeza que le tapaba toda la mata de rastas. La gente parecía conocerlo porque cantaban sus canciones y agitaban en esas partes que “sabemos todos”. Yaniss Odua se llamaba, y yo lo único que podía ver era esa mata enorme en la cabeza recogida a lo Marge Simpson. El reggae es tan grande que aunque no conozcas nada sobre ese artista ni en el idioma que canta, sabes que le va andar cantando a la paz, la legalidad de la marihuana o, en su defecto, a África. Te pone a tono con el Todo, te vas desprendiendo de cosas que te hacen mal, te dibuja sonrisas, te da complicidades con quien tenés al lado, te envuelve como el sonido arrullador de un río en algún bosque. La música del reggae son ondas que fluctúan a tu alrededor y te van masajeando la piel de tu vida. Eso, o el porro que te fumaste para acompañar el clima.
NICOLÁS MARRERO ES ESCRITOR NÓMADA. PODES LEERLO Y ADQUIRIR SUS LIBROS EN SU BLOG LETRASDEVIAJE.COM
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Terminó ese cantante y vino a continuación una banda por la cual mis compañeros habían ido (sin contar a Manu Chao, claro está), Chineseman. Había un gran estrado, luces y pantallas que proyectaban imágenes; y tres flacos parados frente a unas computadoras. Antes de empezar me pregunté qué era lo qué definía el ser músico. Me acordé de Pappo discutiendo con un DJ en un programa de televisión, mandándolo a que se busque un trabajo digno y que le deje la música a los músicos. Esos tres flaquitos empezaron a samplear sonidos y cosas raras que, obviamente, yo no entendía. Aunque no entendía la lógica de la música vi que mi cuerpo se movía, mis brazos se alzaban y agitaban con toda la masa de gente que parecía comprender de qué se trataba todo. Muy a pesar de Pappo, eso era música. Más y cuando apareció un tipo lleno de tatuajes, con una musculosa de los Boston Celtic y comenzó a hiphopear (no tengo idea si esa palabra existe). Ahí explotó todo: las luces, las imágenes, la gente. La energía del cantante que le daba voz a un tsunami de sonidos. Luego otra ola: otro cantante, de bermuda, remera de Looney Tunes y un sombrero de pescador. Medio gordito y muy parecido al primo ese que trabaja haciendo software ocho horas al día y luego mata sus horas jugando a algún juego online de conquistar reinos y armar ejércitos. Su voz y su manera de cantar estaban totalmente disociadas de la imagen que me pintaba. Cuando lo dejaba de mirar, era escuchar a un negro rapeando en alguna calle del Bronx, lleno de cadenas y con algún auto lleno de humo y mujeres de tanga floja. Si, Chineseman valía mucho la pena. Yo, sin entender nada me vi llevado por esa masa en donde perdés tu individualidad y formás parte de un todo homogéneo, que baila como si en las próximas horas un holocausto bíblico terminara con toda nuestra existencia.
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Ecaussysteme, el festival que duró tres días, fue en la zona de Gignac, en Francia, en el medio de un pueblo de productores rurales. El nombre, además de hacer un juego de palabras en francés que no tiene mucho sentido en español porque sería algo así como “meseta sistema”, busca mostrar el trabajo de un sistema sostenible ecológico y limpio (aunque para algún transeúnte el aprendizaje mayor haya sido no tomar nunca más sin parar por tres días seguidos). De más está decir que no conocía a ningún músico o banda de las que allí tocaban salvo Manu Chao, que fue el motivo principal por el que fui ante la invitación de Nicolás, un amigo que la ruta me ha dado. Porque para mí en lo que a música respecta, luego de la murga, algo de rock and roll y algún que otro gringo, no hay nada. Hay un gran vacío que nunca se llena de información nueva. Yo estaba sin muchos planes, recién llegado a España desde México, así que tras un mail de mi amigo invitándome a su casa y a este festival, decidí marchar. Era ir a un evento totalmente en blanco, sin expectativas. Ya sabemos que las expectativas pueden ser un arma de doble filo: a veces ponemos tan alto el listón de excelencia y deseo que corremos el riesgo de que la realidad nunca llegue a cumplir con lo que anhelábamos. Dicho esto, es de valiente reconocer (aunque esté muy sobrevalorada la valentía) que mi crónica sobre los artistas que escuché en el festival será desde el desconocimiento total. Súmesele, además, mi analfabetismo en el análisis musical y mi ignorancia en hip hop, sampleos o música balcánica.
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DÍA 2 Otra vez llegábamos tarde: la primera banda ya había tocado. De todas maneras, aún era de día y ver una banda de reggae con el sol iluminando el escenario es como comerse un arroz con leche sin canela: está bueno, pero le falta ese algo que lo hace valer la pena. Ni me acuerdo del nombre. Llegados al césped, en el escenario comenzaba a sonar otra banda de reggae (ahora ya era de noche). Un moreno gigante con una túnica naranja, collares de ébano y un enorme bastón cantaba en francés y caminaba a paso cansino por el escenario. Arrastraba los pies mientras la banda sonaba detrás. Lo único que yo llegaba a entender era cuando nombraba a África (ya sabe, uno de los tres tópicos universales del reggae). Países como Senegal, Togo o Kenia estaban en su repertorio y repetía constantemente algo sobre “un elefante”. Elefante va, elefante viene, me comencé a preguntar por qué tanta devoción a ese animal. ¿Serían sagrados como las vacas en la India, los gatos en el antiguo Egipto o Luis Suárez en Uruguay?
No quería quedarme con la duda y le pregunté a Nico. —No, no. No está diciendo “un elefante”. Es “Ouvrez les frontières” que significa “abre las fronteras”— me contestó. Usted sabrá, querido lector, que la pronunciación del francés es muy distinta a cómo se escribe. Sonaba como si dijese “uvré-le-fante”, así, todo junto. Ayúdeme, haga el ejercicio y léalo en voz alta. Verá el por qué mi confusión. Así siguió el cantante con el bastón cantando y caminando cansino. Algún porro pasó por mis manos y la noche comenzó a iluminarse con la luz de esa luna llena. Algo sucedió en el medio: ese reggae cansino y colgado con el veterano cantando mutó a diez minutos de solo música instrumental. Las luces bailaban al ritmo de un vaivén de tonos y teclados. El público se mimetizó con ese mar sonoro que tenía sabor a África y Marley. La intensidad de las luces bajó y la fuerza de las guitarras fue dando paso al silencio del aire de la noche. Pero casi de la nada algo colisionó. Acordes, baterías, trompetas, humo, distorsión y el moreno que antes cantaba cansino y lento, apareció con una T-shirt ajustada, dos brazos llenos de músculos, las mismas
Luego de ese show tan vivo que me hizo tocar África con la palma de mis sentidos, vino Goran Bregovic. Usted capaz lo conoce; lector hippie amante de la música gitana y todas esas cuestiones. Es de la onda de Emir Kusturica, el cineasta que toca con la banda de los No Smoking y quién hiciera ese documental tan feo y aburrido sobre Diego Maradona (de todas maneras vea la película “Underground”, una pieza maestra). Bregovic le hizo la banda sonora de muchas películas a este último y es uno de los puntales de la música balcánica que se vende al mundo. Todo sonaba seguido, sin pausa y sin posibilidades de respirar. “Panpanchanchan tantan panpan chanpanchanpan” (disculpe, sepa comprender lo difícil que es querer traducir un melodía en onomatopeyas). Los coros los hacían dos mujeres que tenían voces perfectas y sacadas de algún cuento de novela clásica. Un gitano tocaba el bombo, platillo y cantaba, como para que se figure, a lo Gipsy King pero sin el acento de cantaor español y sin carraspear el tono. Y Goran Bregovic, de traje blanco brillante y con una especie de ukelele electrónico, contrastaba con su voz áspera y casi de viejo rockero. Fueron dos horas en que el baile me llevó casi abajo del escenario, donde el pogo se hace pesado y constante. “Mi adolescencia en los toques de La Trampa en algún boliche de Montevideo”, me dije, solo que esto era un festival en el medio de Francia con música de Bosnia, Serbia y todos esos países que antes eran Yugoslavia. Con 15 años más y con el peligro de agarrar alguna lumbalgia por algún mal movimiento en el forcejeo. Por suerte ahora viajo con seguro de viaje que me brindó Coris Uruguay y la lumbalgia está asegurada en el acuerdo que hicimos; que implica nombrarlos en alguno de mis artículos así usted se da por enterado y cuando quiera viajar pueda asistirse con ellos y a mí me da una mano para hacer, por ejemplo, pogo tranquilamente en algún concierto de estos (y le metí la publicidad así sin anestesia y sin pudor, y con este tono simpático para que no sea tan violento todo). Sí, dos horas fueron demasiado y mis 32 años me lo hicieron notar. Alguna otra banda venía, algo de música electrónica y unos gordos tocando desde la computadora, pero había sido suficiente para mí. Un segundo día terminaba y la promesa era que el tercer sería la frutilla de esa torta: el Manu Chao y su recital. Día 3 Hablar de Manu Chao es hablar de algo más que música, es hablar de concepto. Un artista que desde que nació como tal, la sustancia y la carga de su contenido lo acompañan. Escucharlo es saber desde dónde te dice las
cosas y qué mensaje te quiere dejar.
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Escapa a un simple tono de reggae o una guitarra de rumba musicaria. Todo su repertorio lo asociás a una lucha por dar voz a algún ideal, desde cosas concretas como los zapatistas en Chiapas hasta conceptos tan abstractos como la vida como algo azaroso (porque la vida es una tómbola, querido lector). Manu Chao también es el reflejo y el canal de aquel que vive en la ruta; de ese que conoce y convive en culturas diversas o de aquel que se conecta con las cosas que pasan en el mundo. Manu Chao es, ante todo, verbo de música. Acción.
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cadenas de ébano pero está vez se hamacaban al ritmo de los saltos y movimientos rebeldes que daba. Le pegaba al canto como ese boxeador que tiene entre las cuerdas al contrincante. Corría de un lado al otro con sus piernas de Usain Bolt. Esparcía energía, fuerza, baile y seguía nombrando a esos elefantes transformados en abridores de fronteras.
Sí, está bien. Debo confesarlo: hace años me aburrió Manu Chao. Me comenzó a aburrir luego de años de escucharlo en infinitos lugares: cuando me despierto y hago el desayuno, cuando estoy en algún hostal en Macedonia y me toca poner música y no sé qué meter, le doy play al Clandestino y me olvido del asunto. Cuando escribo en mi diario, leo un libro o me fumo un porro. Cuando estoy en la playa o hasta cuando me subo al autobús. Siempre suena alguna de Manu Chao. Porque me refleja, porque me divierte, me enseña, me acompaña. Así, miles de años escuchando los tres mismos tonos en la guitarra para darme cuenta que “Mr. Bobby” es la misma música que “Bongo Bong” (algo así como la melodía del “Que los cumplas feliz” y la del “Payaso Plin Plin”). Por más que lo ame, Manu Chao me aburre. Dos por tres vuelvo a él. Descubro alguna grabación perdida en internet o encuentro algún vídeo perdido en YouTube.
Con todo eso contradictorio, iba a ser la primera vez que lo veía en vivo. Gracias a él, Nico había conseguido ingreso a la sala VIP y estuvimos tomando champagne casi tres horas esperando el espectáculo. Luego que terminara la banda de cumbia El gato negro —oriunda de Toulouse pero que entonaba son cubano y trompetas colombianas— la noche comenzó a iluminarse ante el inminente sonido de “La Ventura”, nombre del espectáculo de Manu Chao. México presente. Ruta Brasil. Por la carretera. El canto a coro del “Uoió, uoió io ió” (sic), las luces, la batería, el salto irrefrenable y la invitación permanente a la alegría de una música viva. Era ese concepto e ideal de música lo que estaba sonando. Manu Chao saltaba, encendía y no paraba. No paraba nunca. Mis pies estaban más en el aire que en el piso, la sonrisa era parte de la noche y la felicidad tomaba cuerpo en un escenario, un artista, y 10.000 personas irradiando energía de fiesta. Cuando la música dio paso al silencio y las luces se perdieron en la oscuridad de la noche, yo me vi caminando hacia el camping. Lleno de vida por un festival que nunca terminé de comprender pero que pude sentir con todo mi cuerpo y con toda la generosidad que te da el viaje y la ruta.
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ยกSONRร E!
POR ROSPA
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APUNTES SOBRE UNA GUITARRA INMORTAL
“Nos marchamos a Francia en la primavera de 1971 y alquilo Nellcote, una mansión en la Riviera. Mick se casa en Saint-Tropez. Montamos un estudio móvil en un camión para grabar Exile on Main St. y empezamos a hacer un horario de grabaciones nocturnas que resulta muy prolífico. Vamos a desayunar a Italia en una lancha fueraborda. Agarro el ritmo con la guitarra de cinco cuerdas. Aparece Gram Parsons y Mick se pone celoso. Me aíslo con las drogas y nos agarra la policía. Veo por última vez a Gram en Los Ángeles, pasamos un tiempo juntos y me engancho seriamente con mierda de segunda. Huyo a Suiza con Anita para hacer una cura, afronto los horrores del mono y escribo Angie mientras me recupero”. Abro al azar la autobiografía de Keith Richards, llamada simple y elocuentemente Vida, y tras pasar haciendo trampa a mi desafío inicial algunas páginas, me encuentro con la introducción del Capítulo 8. Cada episodio del libro que el guitarrista de los Rolling Stones editó hace algunos años (y por el que dicen, le pagaron unos cuantos millones) tiene un prolijo y claro resumen de su temática, que en este caso refleja bastante bien de qué se trata la vida (la real y el libro en sí) de semejante personaje. Keith Richards parece una caricatura. Tiene esas arrugas en el rostro que se ven como surcos, zanjas por las que corren infinitos acordes e infinitas historias. Tiene un pelo extraño que suele adornar con vinchas o pañuelos, y ha gustado de usar caravanas y collares en abundancia, a lo pirata. Y rompiendo todo el dibujo de señor mayor y roto, luce una dentadura blanca y perfectamente tallada y pareja, irreal. Y el cuerpo finísimo de alguien que parece haberse acostumbrado a no comer, alguien que vive del aire. Seguramente esto no sea así, pero sería un ingrediente
interesante a la receta que ha cocinado a este mito viviente. El rockero empedernido, el que compuso uno de los riffs más famosos del mundo estando dormido, el que esnifó las cenizas de su padre, el que se renueva la sangre para mantenerse joven. El que se cayó de la copa de una palmera en la que hacía vaya a saberse qué. Keith Richards, el inmortal. El alma de una fiesta inexistente. El segundo semestre de 2015 encontró a la segunda figura de los Stones en portada de las revistas más
“TENGO UNA VIDA MUY SEDENTARIA. GENERALMENTE, TODO VIENE A MÍ” importantes de todo el mundo, por un motivo que lo justifica: la edición de Crosseyed Heart, el primer disco solista que lanza en 23 años. Casi una hora de rock clásico, blues y reggae; una recorrida por las mayores influencias musicales que ha tenido Richards y que lo han llevado a ser quién es hoy: ese hombre que se queja del metal y el hip hop por igual y con mucha rudeza, con una lengua mordaz. Crosseyed Heart no hace más que dejarnos estupefactos ante un músico (permiso) de la hostia, cuya vigencia y vitalidad parecen ser imperturbables. Es un disco sucio pero delicado a la vez, entrañable, respetable y disfrutable. Y no es que a este señor haya que dejarle pasar todo porque es un Rolling Stone. Al contrario, por más que sea un Stone, asume la responsabilidad de hacer un trabajo clásico impecable y sorprendente. La salida de su nuevo álbum y el anuncio de que su
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POR BELÉN FOURMENT PLAYNES
Keith Richards es el hombre del momento, pues acaba de sacar disco y se editó un documental sobre él. Aquí, un repaso a las herramientas para abordar la historia de un mito.
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banda volverá a entrar a los estudios el año que viene (y hará una gira por Sudamérica que supuestamente los traerá a Argentina y Uruguay) convive con el estreno en Netflix del documental Keith Richards, Under the influence, obra del oscarizado Morgan Neville, responsable del aclamado A 20 pasos de la fama. Posiblemente la película sea un deleite, como son sus canciones, como es Vida. De las biografías del rock y salvo el terrible problema que representa que la única traducción que ande por las librerías montevideanas sea en español puro y duro (el “mono” al que Richards se refiere muchas veces es el síndrome de abstinencia de las drogas, por ejemplo), esta debe ser la mejor o una de las mejores.
Lo discutible sería que no lo fuera, en realidad. Richards es una de las figuras más ricas de la historia de la música y nada mejor que una descripción detallada en primera persona, con un humor oscuro pero exquisito, con crudeza y con cabos sueltos, claro. Porque no hay que destruir al mito, y no va a ser el propio mito el que rompa esa regla. “Tengo una vida muy sedentaria. Generalmente, todo viene a mí”, dice hoy Richards, casado hace varios años ya con Patti Hansen, padre de cuatro hijos (dos con Hansen, dos con su ex Anita Pallenberg) y abuelo de cinco nietos. En entrevista con Interview, el músico reveló que el único número de teléfono que sabe es el 911 y que pocas veces sale a la calle (a shows, al cine o a algún evento cultural), porque sólo puede
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pensar en el momento en que alguien lo reconozca y su prioridad sea encontrar la salida más cercana. No es fácil ser Keith Richards. Cualquiera pensará que sí, y en parte tendrá razón: tiene una familia bella, una fortuna, un talento sin igual, las comodidades que quiera. Y también la paranoia de una estrella, la carga de ser una de las personas más famosas del mundo con todo lo que eso implica. Tampoco le pesa pero claro, lo peor ya pasó. Hoy es un abuelo y la edad lo habrá curtido y acostumbrado lo suficiente como para vivir de manera “normal”. Vida, sus canciones, el documental y las entrevistas son herramientas para conocer a ese mito, siempre desde su subjetivo pero sincero punto de vista. ¿Quién mejor que él podría contar lo que pasaba cuando era niño y
su abuelo lo llevaba al bar pero lo hacía esperar afuera? ¿O cómo padeció y vomitó en las varias terapias de rehabilitación por su adicción a la heroína? ¿O cómo vivieron los Stones, la banda en actividad más importante de todas, el cáncer de su baterista Charlie Watts? Nadie. La historia de Richards es un diamante con infinitas posibilidades de ser pulido, un manantial inagotable del que se puede beber de distintas maneras. Y que seguirá creciendo, porque a él lo único que le interesa es tocar. “Me siento en casa. Es lo que le digo a Ronnie (Wood): ahora tenemos algo de paz y tranquilidad”, le dijo a Interview. Que siga siendo así.
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REPÚBLICA CHECA Y LA ENTRADA AL ESTE POR NICOLÁS MARRERO
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El muro, la Bota Roja, el Kremlin, Stalin, Lenin disecado, la Yugoslavia de Tito, la extravagancia de Ceausescu y los tanques en Hungría. El animal y el arado; la anciana de pañuelo, toda encorvada, ajada por una vida de cambios, hambrunas y guerras. La siembra a mano, cortando con la oz y guiando al buey para que abra la tierra. Imágenes repetidas a lo largo de esa Europa que aún guarda su pasado comunista, su arquitectura gris y la inoperancia de muchos gobiernos que llevan la política de su país como si fuera un Club Social de Vecinos. República Checa, se dice, pertenece a la Europa del Este. Déjeme decirle, amable lector, que he caminado muchos países de la región, viví un año en un uno de ellos (Rumania), y le puedo asegurar que nada tiene que ver con ese racimo de países que colgaban de la Moscú todopoderosa. Pero, a la vez, tampoco tiene mucho que ver con la Europa de Occidente. República Checa, querido lector, posee ese desfasaje imperceptible que se trasluce cuando se la observa apuntando la vista hacia el Oeste. Cuando la comparamos con esos países como Francia, Holanda, Alemania o, incluso, España. Esos países que sirven de sinécdoque en la construcción de la idea que nos hacemos de Europa (para que no se me confunda, “sinécdoque” significa tomar la parte por el todo). Sin embargo allí está, en el medio. Como en un limbo surrealista y psicodélico, que te hipnotiza y te hace naufragar, a la deriva de la historia. Es tan particular y único este país que hasta tuvo algunas singularidades en su historia reciente. Su capital, Praga, no fue tan destruida por la Segunda Guerra Mundial; al menos eso dijo el guía del free tour de Praga (a propósito, es muy recomendable hacer los free tour a lo largo de las capitales europeas. Uno le deja una propina chiquita y te recorren por tres horas a través de los principales puntos históricos; dándole voz a cada calle, plaza o puente, llenando de historia a sus edificios y monumentos). El haber quedado casi ilesa permite a la ciudad tener su arquitectura casi tal cual fue construida en su época y mantener vivo el espíritu de tantos siglos, sin reconstrucciones y copias, que muchas veces distan de lo que fue el original. A su vez, en la época de la guerra fría, Checoslovaquia fue un comunismo abierto, sensible a muchas cosas que pasaban en el mundo. En los sesenta, en pleno auge del Flower Power, el presidente de turno comenzó a pensar en darle un “rostro humano” al socialismo, por lo que permitió la expresión libre en la calles de
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Había llegado a República Checa sin mucha referencia. Esa parte donde comienza la Europa del Este. La de aquellos países tan estigmatizados por Hollywood, tan desenfocados por las cámaras y la historia. Eclipsada por el gigante soviético y su aparato imperialista.
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artistas, músicos, pintores y toda la gama que a uno se le pueda imaginar de esos locos que optan por salir al aire libre a expresar sus cualidades. Abrió el discurso y le dio lugar a debates políticos en televisión. Comenzó, en definitiva, a intentar ver maneras de levantar la economía del país con otro tipo de políticas alejadas al ideal marxista-leninista. Claro que esta política, a contrapelo del eje ideológico de Moscú, tuvo sus repercusiones en el Kremlin, por lo que la respuesta de desagrado no se hizo esperar y desembarcaron con sus tanques, su armamento y su milicia para poner a raya a los checos que tan libres y felices se sentían. ¡Mira tú si le iban a permitir expresar las ideas así nomas a estos espías del capitalismo! Praga tiene una magia que te arrolla con su personalidad (además de la horda de turistas y, sobretodo, chinos y japoneses tomando fotos con esas cámara con lente de tres metros como si fuesen todos a fotografiar el universo profundo). Cada espacio, edificio, puente y cada calle tiene su historia particular, profunda y añeja. La suma de estas partes la convierten en un todo alucinógeno,
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mágico. Claro que no es solo la mera suma de las partes que la hacen ser lo que es, porque todo se amalgama y entremezcla, dibujando una atmósfera casi de ensueño, onírica. Te dejás llevar, sin mapas ni direcciones y descubrís rincones de otro universo, colores inimaginables y señales que te indican que estás perdido pero no importa, lo importante es dejarse llevar (como un ratón de dibujos animados siguiendo el aroma del queso). Así, caés en su encanto y vas de aquí para allá con la boca abierta, sin poder creer que una ciudad entera sea una obra de arte. Por si fuera poco, está llena de bares donde uno puede encontrar la mejor cerveza que se puede tomar por estos lados y barata, muy barata (a razón de un euro el medio litro de cerveza en jarra). Sin duda es la mejor relación calidad-precio que uno puede pedir. Es que tienen una gran tradición cervecera. Históricamente cada familia elaboraba su propia cerveza. Hoy ya no es como antes, donde el mundo es un poco menos tribal, pero existen un sin fin de fábricas (chicas, medianas y grandes) que hacen de la variedad un aumento de la calidad y una baja del costo al consumidor. ¿Pero qué voy a saber yo de teorías económicas y de mercados? La realidad es que nada importa, porque Praga se camina sobre sus calles de piedras y sus bares oscuros. Entre edificios hechos arte, un enorme canto a la belleza convertido en urbanidad.
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EL CUENTO PERFECTO POR MAXI FLEITAS
Creo que tenía veinte años cuando decidí convertirme en escritor, como si fuera solo cuestión de impulso, de comprometerse a quemar etapas planificadas para lograr el rótulo. No existen academias; unos pocos ilusos estudian licenciaturas con el fin de que los obliguen a leer a los clásicos. Pero los lectores condenados son distraídos y la muerte puede recorrerles el espinazo. Solo atinan a prender la estufa y mirar la borra del café. Comencé a ir al taller de la Tana por recomendación de uno de mis amigos, un tipo que leía a Juan Carlos Onetti y a Gustavo Sala, lo más parecido a comer lemon pie, con la misma
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debatíamos sobre su estilo y, por último, ensayábamos un breve relato. Los que me generaban intriga eran los dos jubilados. Impermeables a los grandes autores, sus relatos eran recuerdos suaves, ensoñaciones de su infancia. Algunos podían ser tiernos, hasta interesantes y, en el peor de los casos, divertidos; pero lo molesto era la redacción, las cursivas de pizarrón. Vivían encerrados en un salón de escuela primaria, incapaces de tomar decisiones. Veían a Montevideo como “la gran ciudad”, un conjunto agresivo de edificios y cachilas destartaladas. No había maldad en sus recuerdos, solo fantasmas que invocaban en voz alta. Estos ascendían de sus cuadernos y se metían en mi cabeza. La eternidad parecía residir en mi propia memoria, por lo menos, intentaba adherirse como un parásito capaz de ser contagiado o ahogado en químicos. Esa fue la mecánica, hasta que por fin olvidé a la Tana. Fue unos años después, nos peleamos a muerte por una crítica que le hice a uno de sus textos. Le pedí el reembolso y me confesó que lo que yo escribía era una mierda para espantar a las viejas. Le dije que las viejas iban a existir siempre y que tuviera cuidado de cruzarse con los autores que hicieran lo mismo. Me contestó que nadie escribía tan mal como yo. Le dije que era un alivio ser originalmente malo, porque ella escribía igual que un montón de autores que me aburrían, tiempo después aprendí que la literatura es plagio validado por el derecho de autor. Me dijo que todo mi talento era producto de su taller. Así perdí algunos años, me conseguí un trabajo con horarios rígidos y me fui a vivir a Gualeguaychú. No quise escribir más. Busqué por un tiempo palabras perfectas, versos perfectos. Leí, leí mucho. Pasé años frustrando papeles, mintiendo work in progress, tratando de imitar a escritores que habían nacido en otro tiempo, en otro lugar, tan alejados de mi presente como el marido que ganaba mucha plata y enviaba a su mujer a un taller literario con dos jubilados, un joven pretencioso que leía el diccionario y otro joven pretencioso que escribía con faltas y sin tildes. Creo que la motivación de mi primera decisión fue no ser escritor. Hoy, la parca escribió para confirmar su visita. No tuve tiempo de ordenar la casa y esperarla con café caliente y bizcochos. Me quedé escribiendo, sin la necesidad de tanta musicalidad ni ganas de asustar a las viejas que ahora se acuestan en mi cama. Al fin encontré palabras justas. Si soy realista, quizás no encuentre lectores; por desgracia, se me fue la vida buscando el cuento perfecto.
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devoción. La Tana era profesora de secundaria y había formado un grupo bastante particular. Me acuerdo de dos jubilados que iban a matar el tiempo y a escribir relatos basados en su niñez; una hermosa mujer casada con un tipo que ganaba mucha plata, de la que no recuerdo su nombre; y un joven bastante pretencioso, más que yo, que escribía poesía usando palabras muertas, tan olvidadas como sus versos. Fui un par de años. La Tana, fiel a su profesión, nos marcaba un programa que apenas flexibilizaba con los gustos aparentes de sus alumnos. Era muy poco crítica con nuestro trabajo, todo le gustaba. Nunca la escuché criticar los aburridos bloques dramáticos de los jubilados; menos, la poesía inconexa del joven pedante. Quizás nos criticaba a escondidas, cuando nos habíamos perdido en nuestras fantasías de autor. En el fondo la odiaba por eso. Yo quería estar al nivel de los grandes, utilizar las palabras como notas. Quería hacer música, que mis relatos se sucedieran a través de ritmos y cadencias difíciles de olvidar. Para la Tana estaba bien, porque siempre pagaba en fecha y había leído un poco más que los jubilados y la joven que tenía un marido con mucha plata. Recuerdo que una tarde habíamos leído un relato de Ernest Hemingway en el que una pareja de camareros observaba a un borracho sentado en un café o bar; no recuerdo el título, mucho menos si era un café o un bar. Discutimos varias horas sobre la famosa técnica del “iceberg”. El poeta de las palabras muertas babeaba ante la posibilidad de seguir enterrando sus poemas en el fondo del mar, como si el problema no residiera en la parte del iceberg que se debe mostrar. La Tana, luego de servirnos vino, propuso que escribiéramos un breve relato utilizando el estilo creado por Hemingway; el mismo estilo desarrollado durante años al costo de varios electrochoques. Nosotros teníamos 15 minutos para reproducir esas intenciones. Escribí un relato simple de dos guerrilleros que discutían por comida. Básicamente, había transcrito algunas frases del manifiesto comunista y las había presentado en forma de diálogo. El resto era una breve descripción y saltos de tiempo colocados a propósito; quería comprobar si la Tana realmente me escuchaba. Pasaron los 15 minutos y uno a uno fuimos leyendo nuestras obras accidentales. Ninguno se parecía a Hemingway; tampoco yo. Cuando me tocó, presenté a los personajes y describí una selva con eucaliptus, en un mismo párrafo utilicé verbos conjugados en varios tiempos, me di el lujo de no interrumpir el diálogo de los guerrilleros y los coloqué bruscamente en una tienda de antigüedades. La Tana aplaudió el final, y se mostró sorprendida por mi manejo de la omisión. Esa fue la mecánica semana a semana. Leíamos un autor,
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POR SERGIO PAGLIETTA FERRIZO
Algo se había quedado pegado en las paredes del viejo hotel. Fue en el baile de carnaval cuando la vio y quedó paralizado por la luz de sus ojos, con la música de fondo y el griterío de la gente. Bajó del ómnibus y sintió que estaba en un escenario diferente, pero igual se adentró en el renovado edificio que lo recibía majestuoso. Al fondo del pasillo estaba el banco de madera noble. Llegó y se sentó. Miró los techos y las arañas que lucían sus mejores galas. Cerró los ojos y sintió el susurro: -Te estuve esperando. ¿No tenés nada para decirme?- Abrió los ojos, la miró incrédulo, y le tomó la mano. -Tengo, pero no sé cómo empezar. -Regalame algo tuyo, importante para vos. Le abrió la mano, besó su palma con un beso dulce. Volvió a cerrarla y le dijo: -Sea ésta la prueba de lo que te he extrañado y soñado cada minuto. No la compartas-. Llegó a la puerta, dio la vuelta, ella no estaba en el banco. En el aire quedó su aroma, y en el salón la gente se divertía en el baile de carnaval.
POR SEBASTIÁN WALCH
47 la mirilla / junio 2015
TERCERA FÓRMULA DE LA LOCURA: INMADUREZ NECESARIA
La vez que se habían encontrado para hablar fue una noche de sol a las 27:328. No esperaban que pudieran entender las señales de los seres vivientes. “Este está loco”, dijeron por ahí. Uno afirmaba que la locura provenía de una parte de nuestro cerebro. Otro lo mandó callar, argumentando que era un pelotudo, que estaba chapita por andar en el medio del océano. Es que ya hacía un buen tiempo que estaban a la deriva. No sabría decirles bien cuánto porque no quedaron registros de fechas; el único que sabía escribir había caído en desgracia. Cayó y siguió en la peor de todas las enfermedades: caer en la realidad. “Te digo que hoy soy alguien. Y mañana seré el mismo, pero distinto. Como si todo lo viviera de nuevo una y otra vez. Los días son míos y yo los cuento como quiero”. Ya no había cerveza ni comida. El viaje seguía durando tanto como ayer y pasado mañana. En el alcázar se llevaba a cabo el suceso de locura, y todos estaban allí, menos el Capitán que observaba de lejos todo lo que sucedía. Él se hizo presente en la situación del marino caído y dijo: “Estamos mal rumbeados. Hay que hacer un cambio. A babor urgente. Tenemos que encontrar tierra. Y usted venga que quiero hablar un poco”. El loco se paró como pudo. Estaba loco para los demás, pero bien que entendía de órdenes. Así se juntaron en la camareta. “¿Usted qué entiende por realidad?” le consulto el Capitán muy preocupado. “Ya no sé qué es la realidad. Todos los días son iguales. Nada se modifica. La peor pérdida es la del tiempo. Y ya ni sé qué hago acá.” El Capitán le hizo saber que existía una misión que había que cumplir y también expresó: “Tiene que entender que llevamos la bandera de un país. La Nación nos necesita enteros. ¡Tenemos que salvar a nuestra Patria! Párese y forme. Ya sabemos a dónde vamos. Solo resta vencer al enemigo”. En la madrugada divisaron un buque enemigo siendo abordados por piratas. Rápidamente el Capitán y toda la tripulación discutieron sobre qué hacer. La idea que llevaba más votos era la de esperar a que los piratas se fueran e ir a ver qué quedaba. El Capitán dijo: “¿Vámos a esperar a que no nos vean? Nosotros ya los vimos y no hay árboles para esconderse. Vamos a hacer así; terminamos de un hundir al enemigo y algunos piratas caerán en la redada. Nosotros abordamos a los piratas y nos terminamos quedando con toda sus riquezas.. Sí, necesito que tengan plena confianza en ustedes, no en mí. Si esto sale. Ya verán”. El loco cayó en la realidad, entendió qué pasaba ahora. Llevaba la idea de seguir ese sueño de libertad; libertad de todo. Durante la batalla, el loco actuó con la mente fría y la sangre caliente. Derribaron al enemigo. Se hicieron del barco pirata. Se quedaron con sus riquezas y su barco. Abundaba el ron y la comida. Allí partieron, buscando el sexto mar. Ya quedaba menos. Para cambiar la locura de manera que no sea perjudicial para uno, es necesario tomar decisiones para mantener la cordura ideológica. El loco necesita que le sucedan cosas para entender. Y para seguir hay que ser un poco inmaduro. “Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez.” A. Dolina.
/La-Mirilla
@_lamirilla