Revista Lanzallamas - Julio 2019

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AÑO 1 - NÚMERO 1 - JULIO 2019

Lanzallamas

El fuego de las ideas

Chino Chicha La doble identidad de William Patiño

Thom Yorke desenfocado Todo sobre Anima, su desafiante nuevo proyecto musical


Del editor.

Sumario

En Fahrenheit 451, novela de Ray Bradbury ambientada en un futuro distópico, los bomberos, en vez de apagar incendios, Editorial queman bibliotecas. Pesadilla tremenda para cualquiera que cree en el poder transformador de las ideas y de los libros Reseñas como objetos peligrosos, capaces de transformar, muchas veces sin quererlo, la realidad. Thom Yorke En su discurso de aceptación del premio Rómulo Gallegos, Vargas Llosa dijo que “la literatura es fuego”. Y sí, los libros Chino Chicha siembran la imaginación y te hacen desarrollar el espíritu crítico. Como cualquier pieza creada por el hombre tienen González Prada también la capacidad de conmover. En Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro escribió lo Watanabe siguiente: “Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de Amauta partir inocente, alegremente de cero”. Fantasía anárquica y descabellada por empezar a escribirlo todo. De nuevo. Joy Division En este primer número resulta ineludible mencionar el motivo del nombre. El fuego es lo que nos alumbra y da calor, y también George Best lo que, por su cualidad combustible, genera incendios. Por eso, con ironía, el nombre Lanzallamas se refiere a esa capacidad Mickey Mouse que tienen las ideas de diseminarse para lograr cambios que, aunque pequeños, nos permitan sobrevivir en un mundo donde, Alfred Hitchcock y por ejemplo, cada vez es más difícil la conversación —como Tippi Hedren demuestran las polarizadas redes sociales—. Lanzallamas buscará continuar el diálogo empezado por los autores a través Fotograma de Fahrenheit 451, de sus libros, películas, discos, piezas gráficas —y, por qué no, adaptación de Francois Truffaut. de destrezas deportivas—. Manifestaciones de lo humano. //

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S

Pase y lea nuestras reseñas

i uno escucha la voz de Luis Miranda puede que lo reconozca. Al menos, si ha visto programas dominicales como Cuarto Poder. Porque él, aparte de haber escrito para distintos medios escritos, elabora particulares reportajes, desde hace varios años, para ese programa.

En este libro, publicado en el año 2008 (y que tendrá una pronta reedición de manos de la editorial Colmillo Blanco), Miranda reunió sus crónicas, escritas con su particular estilo, con juegos de palabras ingeniosos y desde una particular visión. Una mirada que tiene a lo marginal como núcleo. Miranda brinda un acercamiento a personajes tan disímiles como el expresidiario (convertido en un destacado artista) LU.CU.MA; el barrista de Universitario conocido como ‘Misterio’; un grafitero que retrata a los muertos en balaceras en el Callao; un excachascanista; los travestis que salen en la procesión de la Virgen de la Floral; los perros que compiten en desfiles de belleza (en “Festival de canes”) o un naturista que predica la urinoterapia (en “Mi rubia está buenísima”). Breves, con sabor a jerga y calle, en las crónicas se aprecia (por esa destacada manera que tiene de utilizar los cinco sentidos en sus descripciones para hacernos partícipes de lo que cuenta) la labor reportil. Cuando narra, inyecta energía. Va directo a la vena. Prueba de ello es este fragmento, sacado de su escrito sobre la movida de la música tecno en Comas: “la danza suele cifrar el deseo

de fuga de una realidad demasiado mezquina si vives en un cerro y tu padre no tiene el dinero suficiente para mandarte a estudiar. Entonces se te puede ir el tiempo mirándote en el espejo para saber quién mierda eres, un bailarín excelso o un pobre diablo sin futuro”. Para qué más. //

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n la producción de Ricardo Sumalavia hay un afán por lo extraño (desde sus microrrelatos hasta su bitácora No somos nosotros). En esta novela, se mantienen sus intereses. Historia de un brazo empieza con el protagonista recibiendo una llamada de su hijo informándole de la muerte de su padre, un hombre que tiene la particularidad de haber nacido con un tercer brazo en el pecho (en un flashback, narra el origen de aquella malformación: “En el vientre de mi madre me fui comiendo a mi hermano. Tuve varios meses para hacerlo. Lo devoré casi por completo, pero no me dieron tiempo para comerme su brazo”). A pesar que la trama gira en torno a cómo el personaje tiene que asimilar el duelo, Sumalavia adopta un tono risueño, incluyendo a personajes estrafalarios. Historia de un brazo es también una indagación sobre los recuerdos y los secretos familiares. En una escena, el protagonista recibe un correo electrónico que lo llevara a desarrollar una pesquisa que tiene mucho de novela de detectives. Durante el camino, irá topándose con aspectos ocultos de la vida de su progenitor.

Hay muchos libros donde el tema del padre se desarrolla, pero este se diferencia porque lo hace sin solemnidad, con mucho humor y una trama que, en su mezcla de géneros, resulta un goce. //

L

a literatura peruana se caracteriza, sobre todo, por su visión realista. Las obras de nuestros máximos exponentes (Vargas Llosa, Bryce Echenique) así lo demuestran. Cuando antes alguno incursionaba en géneros que se alejaban de estos parámetros, la consideración (si la tenía, porque casi siempre era nula) se expresaba con una palmadita en la espalda. Una manera de decir: “Sigue intentando”. Sin embargo, esto ha cambiado. En los últimos años han surgido escritores que arriesgan y a veces son inclasificables. ¿A qué género se inscriben los relatos de Todo es demasiado? Eso es lo de menos. Lo que importa es que Cristhian Briceño ha marcado lo escrito con el sello de lo inusual. En sus cuentos los ambientes pueden ser casi apocalípticas (como en “Timolina”) y tener tramas, en su mayoría, irreales (es el caso de “De Ray para Dorothy” o “Historia de dos paganos”), pero los temas son los mismos que afectan a cualquiera. El que va sobre el impacto que tiene la muerte en un hombre (“Los hangares vacíos”) es uno de los más logrados porque, detrás de esa aparente insensibilidad, se esconde una insólita tristeza. //

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Nuevo Yorke Un cortometraje dirigido por Paul Thomas Anderson —y disponible en Netflix— grafica tres canciones del más reciente disco del vocalista de Radiohead Thom Yorke, Anima. Una sinergia audiovisual espectacular.

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n un tren, un grupo de personas agita sus cabezas con movimientos espasmódicos. Thom Yorke, con el párpado izquierdo caído, está entre los pasajeros de ese vehículo que parece conducir a otro mundo. Un universo paralelo que forma parte de los quince minutos del corto que definen a Anima, la reciente aventura musical del vocalista de Radiohead. Él venía demostrando, en su etapa como solista, sus cualidades

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para lo insólito —ya lo había hecho al realizar el soundtrack de la adaptación de Luca Guadagnino de la legendaria Suspiria, de Darío Argento— y ahora lo expresa con perturbadoras letras y un ritmo sonoro de delirio. Porque Yorke no ha dudado en definir este nuevo proyecto como un álbum distópico. En “Traffic”, la primera canción, nos recibe con una voz distorsionada. Dice, en una estrofa, “no puedo respirar”. Y la sensación de


ahogo, de asfixia, se percibe durante los cuarenta y ocho minutos de esta experiencia sui generis. Escuchar el álbum —ya disponible en su versión digital, mientras que la edición física recién saldrá el 19 de julio— nos traslada a ambientes de ansiedad y paranoia. Con “The Axe” es capaz de describir un infierno automatizado; “Maldita máquina, ¿por qué no me habla? Un día le voy a hundir un hacha”, recita. Hay una ausencia casi total de guitarras —hasta la canción final “Runawayaway”, un magnífico remate—, pero una presencia protagónica de teclados y

sintetizadores. Un colaborador de lujo, el cineasta Paul Thomas Anderson, autor de una obra maestra como Magnolia, se puso a cargo de la realización del cortometraje. Sin duda, supo captar la atmósfera a través de la grabación de coreografías aletargadas —ideadas por el belgo-francés Damien Jalet— que representan la repetición constante de un mundo industrializado. A pesar de eso, la aparición de Dajana Roncione, pareja de Yorke, en el tercio final del video parece dar una luz de esperanza en ese imaginario desolador. //

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El baile del Chino La historia de William Patiño —y de su doble identidad—, fundador de un proyecto musical que revaloriza la música chicha.

W

illiam Patiño mira con detenimiento uno de sus más preciados vinilos. Aunque hay varios desperdigados alrededor de la mesa de su sala, fija la mirada en uno en particular. Muchos de estos fueron conseguidos en sus excursiones por distintos lugares del Perú. Pero no todos los ha encontrado en sus paseos por Quilca o en puestos de antigüedades de provincias; algunos han sido obsequios, objetos con una historia detrás. El que tiene ahora entre sus manos es muy especial. Se trata de un elepé del Cuarteto Continental, una banda de cumbia colombiana que le regaló el papá de su novia. “Él se ve reflejado en mí”, comenta. “Tenía el mismo trabajo que yo: organizaba eventos de música chicha”. William —o simplemente Patiño, como firma sus ilustraciones— es artista gráfico y uno de los fundadores de Sonido Chacadélico, con la que difunde la cultura chicha a través de fiestas y eventos culturales. Para Patiño, Sonido Chacadélico es tradición. Es viajar en el tiempo. Es ir hacia los recuerdos. Es remontarte a las fiestas de tu abuela bailando con un longplay. Es alegría. Es ser poseído por el espíritu de tus ancestros y moverte al ritmo de lo que él denomina “la chicha tradicional y brava del Perú”. “La gente está buscando sus raíces”, dice. Y la chicha, aquella música que los migrantes escuchaban —y siguen escuchando— después de sus agotadoras jornadas de trabajo, es perfecta para encontrarla. En tiempos prehispánicos, la chicha fue la bebida sagrada de los incas. Ahora, en tiempos

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posmodernos, se ha convertido en el cuyo superpoder es sacudir la pista fermento de distintas vertientes: el con lo más selecto de su repertorio de huayno andino, con su buena carga sonido tropical andino. Al principio, de nostalgia (cuyos temas predilectos muchos le pusieron reparos. Querían son el sufrimiento y los amores escuchar algo más light, la versión contrariados) y los ritmos costeños más mainstream y suave del género, y tropicales. Una “Para Patiño, Sonido pero él persistió en mezcla explosiva, poner canciones Chacadélico es tradición. capaz de provocar del grupo Génesis, el movimiento de Es viajar en el tiempo. Es de Alegría, lo más los cuerpos. ir hacia los recuerdos. Es caleta de Chacalón, Patiño tiene una el dios al que Patiño remontarte a las fiestas de doble vida. La mayor venera y a quien parte del tiempo tu abuela bailando con un también le decían se desempeña longplay. Es alegría. Es ser Chino. como diseñador, poseído por el espíritu de “La idea es no transformando lo solo emborracharse, tus ancestros y moverte al sino típico peruano — aprender ritmo de lo que él denomina en estos momentos la historia de tu viste un polo la chicha tradicional y brava país”, dice Patiño blanco en el que sobre el sentido de del Perú”. ha cambiado las su proyecto. Las palabras del logo de la cerveza Cristal fiestas de Sonido Chacadélico —que por las de “Chicha”—, pero una vez en un principio iba a llevar el insípido al mes, como un superhéroe, su álter nombre de Sonido Estereofónico— ego se apodera de él, se transforma: tienen como característica ser un se convierte en Chino Chicha, un DJ vehículo para la difusión del arte


y la cultura. Durante los eventos que organiza es posible encontrar sus ilustraciones con frases del cancionero chicha que van desde el mítico “Soy muchacho provinciano” hasta versos de “Mi tallercito” de Los Shapis, pasando por imágenes de íconos de la cultura popular peruana como Sarita Colonia o La Tigresa del Oriente. Además ahora producen su propia cerveza artesanal —la Cerveza Chacalonera— que venden en el transcurso de sus presentaciones.

Desde muy joven, Patiño asistía a conciertos. No como aquellos jóvenes que se dejan arrastrar por el esnobismo sino como auténtico devoto. Parte de su ritual consistía en ir solo para apreciar la música. Escuchaba concentrado aquellas melodías que ahora reproduce con orgullo a las nuevas generaciones — que desconocían de, por ejemplo, su favorito Vico y su Grupo Karicia— y que ahora, gracias a él, resurgen para que un joven nuevo público conozca un repertorio musical que es parte de nuestra identidad. La chicha sigue más viva que nunca. William Patiño, con su proyecto, lo demuestra. //

BAJO PALABRA Una muestra sobre Manuel González Prada se ha abierto al público.

“L

ibertad d’ escribir, el ritmo combativo de Manuel G. Prada” es el título de la exposición que, en dos ambientes de la Casa de la Literatura, presenta documentos personales y objetos del escritor que cimentó, a través de su pensamiento heterodoxo, ideas revolucionarias para una nación que, a fines del siglo XIX, estaba destruida a raíz de la Guerra del Pacífico. Con sus rotundos discursos —como aquel en el que proclama “los viejos a la tumba, los

jóvenes a la obra”— remeció a un país adormecido. Su deseo de romper con la tradición lo hizo experimertar con variaciones ortográficas y poéticas. En sus ensayos reivindicó a los indios, los obreros, las mujeres. Su prédica fue la libertad. Mediante una serie de dibujos — del artista Santiago Quintanilla— y canciones inspiradas en sus escritos —en voz del rapero Pedro Mo— sus ideas se actualizan. Y mantienen esa indómita rebeldía juvenil. //

Ilustración de Cherman.

¿Dónde? En la Casa de la Literatura, ubicada en Jr. Áncash 207, Cercado de Lima. ¿Hasta cuándo? Setiembre de 2019. ¿Qué días? De martes a domingo, de 10 a. m. a 7 p. m. ¿Se paga algo? El ingreso es libre.

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El ojo de Watanabe

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Dueño d poética úni la Literatu al vate la e ojo y sus hasta el


de una mirada ica, la Casa de ura le organiza exposición “El s razones”. Va l 18 de agosto.

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Lazos de

Hasta el 22 de setiem Arte de Lima, se podrá “Redes de vanguardi Latina, 1926-1930”, un r de arte que poblaron la revista Amauta, funda Carlos Ma


e sangre

mbre, en el Museo de á apreciar la exposición ia: Amauta y América recorrido por las obras as páginas de la mítica ada y dirigida por José ariátegui.

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La dimensión desconocida

A 40 años de la publicación de Unknown Pleasures, contamos los orígenes de Joy División y del disco fundacional del pospunk. 12


—Cenizas del punk—

El 20 de julio de 1976, luego de asistir al legendario concierto de los Sex Pistols en el Manchester Lesser Free Trade Hall, Peter Hook y Bernard Sumner salieron decididos a formar una banda. Ian Curtis —que también había asistido aquella noche— se integraría después, al llamarlos tras ver un anuncio en el periódico en el que buscaban cantante. Stephen Morris vendría para reemplazar al antiguo baterista. Manchester, su ciudad natal y cuna de la Revolución Industrial, sería fundamental a la hora de definir su estilo. Llena de fábricas, calles

solitarias y edificios sombríos, era una inspiración para el desaliento que tomarían como parte de su estilo conceptual. Al principio, empezaron con el nombre de Warsaw. Pero cambiarían a Joy Division luego de leer en un libro sobre la Segunda Guerra Mundial cómo se les denominaba a las mujeres judías que eran explotadas por los nazis. Su primer concierto fue el 25 de enero de 1978, en Pips, un local situado en el sótano debajo de Fennel Street, una calle que tenía detrás una catedral. Su repertorio consistió en temas de An Ideal for living, su epé debut. En sus primeras canciones era posible percibir una violencia y agresividad punk. Pronto se decantarían por una onda más poética y modernista.

Fruto de la depresión crónica del compositor Curtis, las letras tenían un componente de desesperación, insatisfacción y melancolía. La nostalgia por los tiempos pasados y la soledad de los individuos que vivían alienados por la sociedad eran otros de sus temas. Todo ello era transmitido a través de la voz fría de Curtis y sus convulsas contorsiones sobre el escenario (en sus presentaciones, en medio del trance, era poseído por la epilepsia, enfermedad que sufría). Cuando la explosión punk se estaba convirtiendo en resaca y choque contra la realidad, ellos supieron graficar su agonía, por eso son los exponentes

“Insight”, para conseguir la sensación de lejanía, Hannet grabó la voz de Ian Curtis a través de un teléfono. De esa forma, se conseguía una escalofriante distancia. El disco resulta enigmático desde lo visual. “Si tuviera que elegir entre un montón de discos desconocidos, esta sería la portada que más me llamaría la atención”, dijo el diseñador Peter Saville sobre la icónica ilustración que usó para la carátula. Debido a los desoladores versos de Curtis, el disco ha sido interpretado como una revisión actualizada del romanticismo alemán. “Disorder”, el primer tema, empieza con una frase

fundacionales del postpunk.

desoladora: “Tengo el aliento, pero perdí la sensibilidad”. “Shadowplay” es una descripción angustiosa sobre la laberíntica y asfixiante ciudad de la que siemre quiso escapar. “She’s lost control” relata un episodio en el que Curtis presenció el ataque epiléptico de una chica que acabó muriendo a consecuencia de esta enfermedad. Sería profética: poco después, a él le sería diagnosticada. “Candidate” es cruda y directa. “Day of the lords”, un relato casi religioso entre tinieblas. “Wilderness”, una encarnación del sonido futurista con el que supieron adelantarse en el tiempo. “Fuimos desconocidos durante demasiado tiempo; yo en mi mundo; sí, tú a mi lado”, son los versos finales que escuchan al final de este histórico álbum. //

—El disco—

Unknown pleasures, el primer álbum de Joy Division, seduce por su ritmo hipnótico y por la angustia vital que emana de sus letras. Bajo la producción de Martin Hannet, quien fue el encargado de darle una directriz más industrial al sonido de la banda, el disco fue grabado en la primavera de 1979, en los estudios Strawberry de Stockport, con el sello Factory Records. Gracias a Hannet se lograron aquellas atmósferas desconcertantes. Para llevarlo a cabo se usaron sintetizadores y se captaron los sonidos de un ascensor, cristales rotos y ecos del pasado. En “I remember nothing”, por ejemplo, se escuchan botellas de vidrio rompiéndose. En

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La del

Un Geo “H

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e dejado de beber, pero solo cuando duermo”. Lo podría haber dicho una estrella de rock de vida licenciosa, algún astro al que no le asusta el qué dirán, algún ser nocturno que antes y después de sus presentaciones se divierte a sus anchas bebiendo, disfrutando de los efectos de la droga y pasándola bien con sus fans. Pero lo dijo un futbolista. Su nombre: George Best. Los medios portugueses, por su melena y patillas de estilo rocanrolero, además de por ser amigo de John Lennon, lo apodaron “el quinto beatle”. Aunque,

por sus excesos, más parecía un Rolling Stone. Nacido en Belfast, Irlanda del Norte, en 1946, fue, por sorpresivo que parezca, un niño aplicado, inteligente. Antes de ser hechizado por el fútbol, jugó al rugby. Y no lo hacía mal. Lo practicó con destreza en un equipo local, el Cregagh. Su apellido era un presagio. Sería el mejor. En todas las canchas. Un día Matt Busby —histórico entrenador del Manchester United y sobreviviente de la tragedia aérea ocurrida en 1958 que había acabado

con la vida de ocho de sus dirigidos, promesas del balompié que estaban clasificados a las semifinales de la Copa de Europa— recibió la llamada de uno de sus chacales, un ojeador que había visto a aquel chiquillo irlandés lucirse con el balón. Le dijo: —Acabo de encontrar a un genio. Ni bien frotada la lámpara, así fue. Su habilidad, sumada a la velocidad y sangre fría que demostraba al definir, hicieron que, a su corta edad —17 años—, el cachorro de Belfast se estrenara con el Manchester. No tardó en convertirse en ídolo, en


a gloria desvío

n perfil de orge Best. incondicional de hinchas —la mayoría mujeres, algunas amas de casa, que le enviaban cartas para acostarse con él— que iban cada semana a Old Trafford para verlo mover el balón. En el sesenta y ocho, fue figura del equipo que venció 4-1 en la Copa de Europa al Benfica de Eusebio. Habían pasado diez años del accidente que acabó con la vida de los denominados Busby Babes y, por primera vez, un equipo inglés ganaba ese campeonato. Aquella final fue fundamental: ese año le otorgarían el Balón de Oro. Después vino la debacle.

“Tenía una casa en la costa, pero para llegar a ella había que pasar por un bar. Nunca llegué a ver el mar”, dijo alguna vez el indisciplinado jugador que, no hay duda, tenía el afán del desvío. De andanzas en zigzag hacia rutas inciertas. A raíz de ello, fueron usuales sus ausencias en partidos importantes. Era una época en que los deportistas no se concentraban antes de disputar los encuentros con la disciplina casi castrense que se exige ahora. En una ocasión, Manchester enfrentaba al Chelsea, pero —por irse de juerga la noche anterior— perdió el tren. Tomó otro y se encontró con la actriz Sined Cusack. Se fueron a gozar durante todo un fin de semana. Sus desenfrenos lo volvieron caserito de la prensa de espectáculos. “Mucha gente va diciendo por ahí que me he acostado con siete Miss Mundo, pero sólo han sido tres”, llegó a decir el incorregible pelotero. Después de una borrachera, una de estas reinas de belleza, Marjorie Wallace, lo acusó de robarle su pasaporte, un abrigo de piel y un talonario de cheques. Lo detuvieron y, al pagar una fianza de 6000 libras, fue liberado. Días después se supo más de lo ocurrido. Manejando en dirección a un bar, él propuso empezar un viaje alrededor del mundo. Cuando llegaron a la cantina, bebieron copiosamente. Luego se fueron en taxi hacia el aeropuerto y, al llegar, empezó una discusión sobre cuál sería el inicio de su itinerario. Ella quería ir a Hawái. Él, a Marbella. En venganza por no aceptar ese destino, Best regresó al auto abandonado afuera del bar, abrió la maletera y se llevó las cosas de la

mujer. Una vida digna de ser dirigida con el ritmo vertiginoso de las cintas de Martin Scorsese. La maldición de Best fue ser un animal nocturno con un incontrolable magnetismo (que hacía que se le perdonara por sus frases desafiantes —como aquella de “si hubiese nacido feo, no habríamos oído hablar de Pelé”—, demostración de una lengua hábil para el epigrama. Cansado del cielo gris inglés, solía irse a veranear a las costas españolas. “He gastado muchísimo dinero en mujeres, bebida y autos caros. El resto del dinero lo malgasté”, decía el volante norirlandés sobre su disipado estilo de vida. Hasta el grupo terrorista IRA lo tuvo en la mira — cual James Bond—, motivo que le impidió varias veces jugar con la camiseta de su selección. En el ocaso de su carrera, terminó fichando por Los Angeles Aztecs, equipo que tenía como accionista a Elton John, buen amigo suyo. Años después, durante su retiro, se le haría un trasplante a su sufrido hígado. El reemplazo no resistiría mucho. En el 2005, a los 59 años, feneció. En Belfast, su ciudad natal, multitudes recorrieron el mismo camino del coche fúnebre mientras su cuerpo era llevado hasta el castillo de Stormont, lugar donde se le reconoció con un funeral de Estado. Antes, postrado en una cama de hospital, dejó un mensaje: “No mueran como yo”. El mismo hombre que había declarado en el pasado que “fueron los peores veinte minutos de mi vida” al referirse, irreverente, a un período en el que descansó de las mujeres y el alcohol, terminó dejando una moraleja. //

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El ratón sin alma Visiones underground del roedor creado por Walt Disney.

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n un momento de Born Into This, el documental sobre Charles Bukowski, aquel escritor que se dedicó a describir el lado más sórdido de América, su última esposa, Linda Lee, describe el desprecio que su marido sentía hacia Mickey Mouse, el que para muchos es el roedor más adorado del mundo. “No podía concebir que tanto poder estuviera en las manos de una criatura de tres dedos [en realidad tiene cuatro, pero de todas formas no deja de ser escalofriante]. De una maldita criatura que no tiene alma. Que no expresa nada real”. Para William Packard, el editor fundador de una de las revistas de poesía más prestigiosas, uno de los argumentos para publicar a aquel vate borracho que alguna vez había

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sido un vagabundo en The New York Quartely fue su apoyo a lo que él llamó la “desdisneyficación” del mundo. Porque a Walt Disney, quien aparentaba volver todo lindo y bello, ni siquiera Freud lo pudo prever. Era 1963 cuando, a Bukowski, un corresponsal del Chicago Literary Times le lanzó la siguiente pregunta: —¿Qué influencia cree que ha tenido Mickey Mouse en la imaginación estadounidense? Y la respuesta fue como un derechazo a la mandíbula: —Fuerte. Fuerte de verdad. Diría que Mickey ha tenido más influencia que Shakespeare, Milton, Dante, Rabelais, Shostakovich, Lenin y Van Gogh. Lo que hace que nos preguntemos qué pasa con el público americano. Disneyland sigue siendo la atracción

Realismo sucio. En esta página Neal Fox alucina imaginarios encuentros entre Bukowski y Mickey Mouse.


central del sur de California, pero la tumba sigue siendo nuestra realidad. Aquella visión pesimista cortesía del maestro del realismo sucio inspiraría a Neal Fox, un artista británico que plasma pesadillas lisérgicas con tinta. En Sangre de los Pervertidos, por ejemplo, los personajes animados de las infantiles historias de Disney, yacen abatidos, sangrando. En Barflies, Bukowski abraza a Minnie en un bar, mientras Mickey está inconsciente. Una escena que parece sacada de Sin City. También Keith Haring, un artista que se dedicó a intervenir las

estaciones de tren con sus dibujos y murió de sida, se vio atraído por Mickey. Lo dibujó desde niño, cuando soñaba con trabajar en el estudio Disney, en sus libretas escolares. A su amigo Andy Warhol, otro artista fascinado por lo pop, lo transformó en un híbrido de ratón: el resultado de esa mezcla es Andy Mouse. A través de ese homenaje se permitía juntar a dos iconos, personajes tan reconocibles como la botella de CocaCola o Marilyn Monroe. O como el billete de dólar, símbolo máximo del capitalismo. Por cierto, Warhol dijo alguna vez que su personaje favorito era Minnie “porque ella me permite estar más cerca de Mickey”. Otro que se atreve a jugar con el lado malsano del personaje es Banksy. En uno de sus más famosos trabajos Mickey Mouse y Ronald McDonald —los más ilustres agentes del neocolonialismo— toman de la mano a una niña que ha sufrido por el napalm. El grupo anarcopunk Subhumans pone la banda sonora. En su primer disco, The Day the Country Died, una canción de menos de tres minutos es suficiente: “Mickey Mouse Is Dead”,

con su tono paranoico, es una brutal muestra. En la violenta letra se cuenta que dos niños han matado a Mickey Mouse y se menciona que su padre está en la cárcel y su madre no tiene dinero. Esa es la dura realidad, una realidad que Disneyland, como simulación de mundo perfecto, inmaculado, donde no existe el crimen, no puede (aunque quiera) esconder. Porque puede que Mickey Mouse haya sido el incitador de muchas fantasías, pero también de ingentes pesadillas. Recuérdalo cada vez que veas su, en apariencia, inocente figura. //

Warhol en versión Haring (izq.). Arriba: ilustración de la canción punk. Abajo: Napalm, de Banksy.

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Alfred Hitchcock, genio perverso Tippi Hedren, protagonista de Los pájaros, al rechazar los coqueteos del cineasta, firmó su sentencia. Tendría que soportar ataques de aves reales durante varias jornadas. El director, así, reveló un lado oscuro, capaz de trasladar el terror que transmitía en sus cintas a la vida real.

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A

lfred Hitchcock — aquel que dijo que “un buen drama es como la vida, pero sin las partes aburridas”—, el cineasta que hizo del suspenso su alimento, fue una personalidad compleja. Un hecho que influenciaría su manera de trasladar el miedo fue cuando de niño lo llevaron a prisión. “Cuando tenía solo seis años, hice algo que mi padre consideró que merecía un castigo. Me envió a la comisaría de policía con una nota. El agente de servicio la leyó y me encerró en una celda durante cinco minutos después de decirme: Esto es lo que les pasa a los niños malos”, le comentó a Francois Truffaut en una conversación incluida en El cine según Hitchcock. La anécdota sería trasladada con variaciones en distintas tramas de su filmografía. En Falso culpable se le acusa a un hombre de haber cometido un delito que nunca cometió. En Con la muerte en los talones y en Los 39 escalones, los protagonistas se ven inmersos en situaciones que provocan huidas desesperadas cuando son confundidos con otras personas. Situaciones de absurdo kafkiano. “Probablemente durante mi estancia con los jesuitas el miedo se fortaleció en mí. Miedo moral a ser asociado a todo lo que está mal”, diría sobre sus sentimientos de culpa. ¿Se habrá arrepentido en algún momento del daño causado en pos de lograr cintas que son obras maestras? Porque él dijo en algún momento que “los actores son como ganado”. Y vaya que lo puso en práctica. Cuando le tocó dirigir a la actriz Tippi Hedren —una rubia que tenía entonces 31 años y que había visto en un comercial de una bebida dietética— en Los pájaros, luego de los rechazos de ella ante sus constantes acosos, quiso eliminar las aves mecánicas por animales de verdad. Fue así que la actriz quedó a merced de los caprichos de Hitchcock. Durante cinco días, el director la encerró en una habitación donde una decena de aves la atacaron. Hedren terminaba magullada, cubierta de excremento y sangre producto de los repetidos picoteos de cuervos, gaviotas y palomas.

respuesta del galeno. La relación que había en esa época entre los directores y los actores era una jerarquía que no se podía sobrepasar, sobre todo si eras una actriz en ciernes. Tippi Hedren había firmado un contrato de exclusividad con Hitchcock y tendría que protagonizar otra película —Marnie, la ladrona— bajo la batuta de él. En el set, Hitchcock se ponía celoso cuando se acercaba a otros hombres involucrados en la producción. Llegó a prohibirle, incluso, cualquier acercamiento corporal con otra persona que no fuera él y se ponía Me too. En sus memorias Hedren de malhumor cuando conversaba relata el acoso sufrido por parte del de manera animada con sus cineasta. Sometida a sus caprichos, coprotagonistas varones Rod Taylor y un pájaro por poco le quita un ojo. Sean Connery. “Cuanto más me enfrentaba a “He convertido en una él, más agresivo se volvía”, contó misión demostrar que Hedren. Ella tuvo que esquivar sus reacciones violentas con frecuencia. él arruinó mi carrera, Según el libro El lado oscuro del aunque nunca le di el genio de Daniel Spoto, la obsesión de Hitchcock llegó a tal punto que poder de arruinar mi en Marnie, la ladrona incluyó una escena que no estaba dentro del guion vida”, diría ella. —motivo por el cual el guionista Evan Hunter, que no quiso añadirla, fue despedido—: la protagonista, en la noche de bodas, era violada. Una manera de venganza. De trasladar sus fantasías incumplidas a la realidad cinematográfica. Cuando Hedren, harta de los maltratos psicológicos, lo llamó “cerdo gordo” selló su destino. Lo hizo en frente de todo el equipo de producción después de que el cineasta le negara viajar a Nueva York para conceder una entrevista. Después de esto, Alfred Hitchcock la marcaría de Hitchcock, como si sintiera un placer por vida: no conseguiría más papeles perverso después de verla siendo destacables. “He convertido en una atacada, ordenaba que se repitieran misión demostrar que él arruinó mi de grabar las escenas una y otra y otra carrera, aunque nunca le di el poder vez. de arruinar mi vida”, diría ella. “Uno de los pájaros que estaba atado En la actualidad, es probable que a mí, saltó de mi hombro a mi cara y me Hitchcock hubiera sido condenado arañó el párpado inferior”, contaría la frente a la opinión pública por su actriz en su libro autobiográfico. Casi erróneo comportamiento. Pero pierde un ojo. El infierno continuaría. nos hubiéramos quedado sin Luego de una intensa grabación, un extraordinarias películas. ¿Hay que doctor le daría descanso médico, lo sentir culpa por pensar eso? // que no fue del gusto de Hitchcock. “¿Estás tratando de matarla?”, fue la

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Fuente: TomTom Traffic Index, ProTransporte y Policía Nacional del Perú

El problema del tránsito en Lima


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