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Editorial
La prueba del algodón
Una de las noticias más bonitas de este primer trimestre 2021/22 en nuestro instituto es que por fin hemos reanudado los viajes internacionales de nuestro querido y ya plenamente consolidado eje BedburgVelingrad-Madrid dentro del tercer proyecto Erasmus +. Es por eso que hemos decidido prestar la atención que merece a este evento, vistiendo de gala nuestro CJR y dedicándole el número casi en exclusiva.
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En esta ocasión más alumnos que nunca (24) y también profesores (tres) se han desplazado al instituto Silverberg, debido a que la delegación búlgara no pudo acudir al encuentro. El resultado ha sido, como siempre hasta ahora, espectacular, lo que nos llena de orgullo, porque esta experiencia internacional (se trata ya de nuestro octavo encuentro, y del sexto desplazamiento porque dos se celebraron en Madrid) es un tesoro de un valor incalculable que nuestras chicas y chicos llevarán ya para siempre con ellos.
No se trata sólo de realizar un viaje al extranjero; ni de practicar el idioma inglés y un poquito de alemán; ni de para muchos realizar un primer viaje en avión; ni siquiera de compartir aventuras inolvidables con sus compañeros y profesores del instituto; ni tan sólo de conocer nuevos amigos alemanes y compartir experiencias inéditas con ellos y sus familias; ni de aprender a desenvolverse en situaciones nuevas en un país distinto; tampoco únicamente de apreciar lo hermoso y necesario del proyecto europeo, por lo que tenemos de iguales y de diferentes; ni de coger soltura a la hora de hablar, exponer, participar, tener iniciativa, resolver problemas, crecer en la dificultad, reír y compartir a cada momento…
Porque lo más importante son las emociones, el sentimiento que brota de hermanamiento y de cariño, la complicidad e incluso el desgarro que aparece a la hora del temprano adiós, porque aunque se trata de una semana intensísima de actividades, a la hora de la verdad parece que el tiempo se ha esfumado caprichosamente. Y entonces llega la constatación amarga de que esos nuevos amigos a los que se ha cogido tanto cariño, de que ese entorno que parecía hostil en un principio y ahora se ha abierto a nosotros, desaparece y no se sabe si se volverá a estar en contacto con él.
Lo que nunca deja de sorprendernos y emocionarnos a los profes que acompañamos a estas comitivas es el llanto casi primigenio que aparece siempre en la despedida en la parada de autobús que conduce a la estación, o incluso antes. Un coro inconsolable de sollozos, de abrazos que contienen todo el amor que un adolescente es capaz de dar, que es inmenso. Y esa es la prueba del algodón de que el viaje se ha dado muy bien, de que todo está en su sitio y de que esta expedición ha surtido su efecto. Porque a la postre recordaremos nuestra experiencia escolar no sólo por los conocimientos académicos adquiridos, sino por los sentimientos y sensaciones que nos ayudan a configurar una personalidad equilibrada, plena de vivencias gratas y hasta dichosas.
