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Edición Bedburg

Edición

Bedburg

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Por primera vez en la historia de CJR, la edición que publicamos no es la nacional, la Edición Madrid, sino la Edición Bedburg. Os contamos el proceso de creación del número más exigente al que nos hayamos enfrentado.

La idea de que esta fuese la Edición Bedburg nació precisamente del deseo de entrevistar a profes y alumnos alemanes para el número de noviembre aprovechando que estábamos en Alemania.

Así, la dupla que conforman Kamil y Theresa, profesores del Silverberg Gymnasium y participantes del proyecto Erasmus+, se convirtió en el tándem perfecto para abrir esta sección de entrevistas. Candela, nuestra alumna cronista, se encargó de entrevistarles, en una distendida charla en la Mensa (el comedor) que acabó con los profesores felicitándola por el trabajo hecho y por lo bien que se habían sentido en todo momento.

Para la sección Al romper el día, de nuestra redactora jefa Alba, buscamos a la alumna que más pudiera parecerse a ella. Huelga decir que no buscábamos el parecido físico, sino algo que nos recordase a Alba. En Anna Lena, antigua alumna de Silverberg Gymnasium que permanece muy ligada al centro, encontramos el mismo espíritu, las mismas ganas y la misma pasión que en una de nuestras alumnas más aventajadas.

Aunque técnicamente todavía no era Bedburg, sino el aeropuerto Madrid-Barajas, el reportaje central era el punto de partida de los contenidos de la Edición Bedburg. Con él cogíamos carrerilla, nunca mejor dicho, para enfilar la pista de despegue e incrementar la velocidad hasta terminar por levantar el vuelo que nos llevaría directos a tierras alemanas.

En cuanto conocimos a Lena lo tuvimos claro. Ella tenía que ser una de las alumnas entrevistadas. Y el que trabajase en la creación del logo junto a Paula, nuestra ilustradora jefa, nos dio la oportunidad de que esta debutase como entrevistadora. Así, Lena y Francesca, la parte alemana del equipo del logo, se convirtieron también en las voces representantes de su centro para la edición más internacional de CJR.

La firma invitada: La herencia de un hombre

Yo crecí y me eduqué en Vicálvaro, hasta que llegó el momento de salir de mi barrio, y estudiar en el centro de Madrid, en el INB San Isidro. Al repetir C.O.U (vuestro 2º de Bachillerato), decidí compaginar el C.O.U. con 2º grado de FP de Medios Audiovisuales, y como los horarios entre ambos eran incompatibles, tirando de influencias, volví a estudiar a mi barrio, al Joaquín Rodrigo. Para mí fue un cambio agradable, puesto que venía de un instituto antiguo, con profesores mayores en edad y mentalidad, donde se respiraba un aire de solemnidad, y estudiar en un instituto en el que los profesores eran más jóvenes y con ideas renovadoras fue como volver a respirar aire fresco. Además, lo que para muchos hubiese sido un fastidio, para mí era un reto, ya que tener a mi padre (Manolo, ese conserje al que el mes pasado pusieron una placa en el hall del instituto) trabajando en el centro, era sentir que te estaban vigilando, pero a la vez compartir con él mi educación fuera de casa. Bien es cierto que mi padre era muy pesado con el tema del tabaco, porque él me permitía fumar en casa, pero en el insti ejercía su labor de conserje y me apagaba o quitaba el cigarro, cosa que a mí, con 19 años, no me parecía ilógico. Otra cosa era el momento de salir del centro cuando no tenía clase (yo repetía con tres asignaturas) y era donde ahí volvía “la policía paterna” de Manolo, que revisaba en los horarios de Conserjería si podía marcharme o no. Pero bien es cierto que otras veces ejercía de padre, como cuando discutió con un profesor que le dijo que yo no servía para estudiar, y que por lo tanto estaba perdiendo el tiempo, a lo que él, con la rebeldía que le caracterizaba, respondió que su hijo estudiaba, además de su asignatura, dos más en el centro, y por las tardes FP de Imagen y Sonido, y que pudiera ser que fuese él quien no sabía enseñar. Eso me hizo pensar que no solo era conserje en el centro: Manolo era mi padre, y como tal estaba orgulloso de su hijo y de su alumno (porque para él, los estudiantes eran también sus alumnos). Mis dos años vividos y disfrutados en el Joaquín Rodrigo fueron una parte importante de mi formación como persona, pero a la vez como padre, porque Manolo me enseñó que se puede ser buen profesional, pero que lo más importante es tu familia, y el entorno que te rodea.

La viñeta La columna

La última película de Marvel, Eternals, ha recibido muchas críticas por el tema de la “inclusión forzada”. No terminaba de entender qué era exactamente este término, y por ello investigué: al parecer, la inclusión forzada consiste en introducir “a presión”, de cualquier manera, personajes que pertenecen a ciertos colectivos. Saber esto me chocó. En la película de Marvel, la introducción de personajes racializados o del colectivo LGTBIQ+ ha hecho que salten las alarmas. Pero creo recordar que, con casi todas las películas de esta compañía, protagonizadas por hombres blancos heterosexuales, no se mencionó esta inclusión forzada. ¿No es acaso esto lo mismo? Estos superhéroes representan a un grupo de personas que, en la realidad, son escasos. Hombres blancos y heterosexuales con esos cuerpos no representan, ni de lejos, a todos los hombres de esta sociedad. Pero igualmente, si introducir a personajes de estos colectivos se denuncia como “inclusión forzada”, ¿acaso quieren decir que sólo los superhéroes heteronormativos son aceptados en esta industria? A todos esos críticos de cine que no aceptan incluir a personajes que se salgan de la norma, me gustaría preguntaros: ¿Cómo, bajo vuestro criterio, se deberían de introducir? Las repuestas me darían miedo. No hay forma de introducirlos de otra manera. Son personajes que se comportan con la misma naturalidad que otros, que son igual de válidos. Ya era hora de que Disney diera unos cuantos pasitos más hacia adelante.

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