ELex marzo de 2015

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ESTUDI OS DE LEX I COGRA FÍ A

R EVISTA M EN SUAL DEL GRU PO LAS DO S VIDAS DE LAS PALABR AS LAS PALABR AS N º 2, M AR Z O DE 2015

Art ícul os Dol or es Azor ín Car m en Ávil a Cr istin a Bu en afu en tes Pedr o Fu er tes Ju an M an u el Gar cía

LIBROS

Xosé Ll u is Gar cía

El isen da Ber n al

M ar ia do Car m o H en r íqu ez

M ar gar ita Fr eixas Águ eda M or en o

LIBROS

H . Per digu er o

David Pr ieto

Ser gi Tor n er

Fr an cisco Lafar ga

Fer n an do G. Ol l é M ar ta Tor r es

Lu is Pegen au te

An ais H ol gado Lau r a Ll an os Ál var o Por to M ar ta Sán ch ez M ar ía Bel én Vil l ar

En r iqu e Jim en ez

Suplemento de 25 páginas de entr evista al dir ector de la RAE- por Juan V. Romer o

Entrevista a Darío V illanueva

Present ación del DHECan- por Crist óbal Corrales y Dolores Corbella 1


Lasdosvidasde laspalabras Gr upo editor de las r evistas M a estr os de la Filología (M F), Estudios de Lexicogr a fía (ELex), Ecdótica y Estudios contempor á neos de tr a ducción (ECos) y de las colecciones de libr os Cua der nos de Lexicogr a fía y Cua der nos de Ecdótica

Editor y cr eador : Juan V. Romer o

Pilar Díez de Revenga (UM )

Dir ector a de publicaciones: Esther Sámano

Josefa Dor ta (ULL)

Dir ector a par a Hispanoam ér ica: Leidy R. Jiménez

Pilar Díez de Revenga (UM ) Pedr o Fuer tes (UVA)

Dir ector a de la r evista ECos: Leidy R. Jiménez

Cecilio Gar r iga (UAB)

Dir ector a adjunta de la r evista ELex: Susana Galvez

M ichael Ger li (U. Vir ginia)

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Salvador Gutiér r ez Or dóñez (UNILEÓN)

Subdir ector a (Noveles): M ar ta Tor r es Subdir ector a (Gr upos de investigación): Laur a Llanos

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José Ramón M or ala (UNILEÓN)

Delegado en M éxico: Román Camar ena

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Delegada en Br asil: Liège Rinaldi

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Delegada en Cuba: Aur or a Camacho

Antoni Nomdedeu (URV)

Delegada en Colom bia: M er cedes A. M uñetón

José Antonio Pascual (U. Car los III, RAE) Álvar o Por to (UDC)

Comité científico: Fr ancisco Abad (UNED) Pedr o Álvar ez de M ir anda (UAM , RAE) Ángeles Álvar ez (UAH) M anuel Alvar Ezquer r a (UCM ) Julio Bor r ego (USAL)

José I gnacio Pér ez Pascual (UDC) Alfr edo Rodr íguez (UDC) Félix San Vicente (U Bolonia) Car men Sánchez (UGR) Sven Tar p (U.Aar hus) M aximiano Tr aper o (ULPGC)

I gnacio Bosque (UCM , RAE) I vo Buzek (U.M asar yk de Br no)

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Dir ector : Juan V. Romer o Dir ector a adjunta: Susana Gálvez

Lugar de edición: Bar celona ISSN: 2385-6025 Copyr ight © 2015 Las dos vidas de las palabr as. Todos los der echos r eser vados.

Con el apoyo de

CENTRE FOR LEXICOGRAPHY

LEXICOGRAFÍA ESPECIALIZADA

LEXELE

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INVESTIGACIONES PRESENTADAS POR SUS AUTORES Notas acer ca del con cepto de ?defin ición en cicl opédica? Por Ál var o Por to da Pen a__________________________ 42 El n eol ogism o en l a tr adición académ ica (1780-2014) Por Dol or es Azor í n Fer n án dez ____________________ 57 Datos par a u n a l exicogr afía de l a l en gu a astu r ian a Por X osé Ll ui s Gar cí a Ar i as _______________________ 70 Diccion ar ios y r eper tor ios de pr in cipios del Der ech o y m áxim as ju r ídicas l atin as Por M ar i a do Car m o H en r í quez Sal i do ___________ 83 El em en tos m icr oestr u ctu r al es en el Di cci on ar i o m i li t ar M an ch eñ o

por t át i l (1822) de Fer n án dez

Por M ar ta Sán chez Or en se _______________________ 89 Descr ipción y eval u ación de obr as l exicogr áficas Por Car m en Ávi l a M ar tí n _________________________ 99 La ideol ogía en el Di cci on ar i o de l a Real Academ ia du r an te el fr an qu ism o Por Laur a Ll an os Casado _________________________ 106 Notas sobr e el tr atam ien to l exicogr áfico de l as for m acion es com pu estas en l a vigésim oter cer a edición del DRAE (2014) Por Cr i sti n a Buen afuen tes de l a M ata ____________ 120 Las pal abr as, l a r eal idad y el diccion ar io Por José M an uel Gar ci a Pl ater o___________________127 La defin ición l exicogr áfica de l os m ar cador es discu r sivos en u n diccion ar io destin ado a estu dian tes de españ ol com o l en gu a extr an jer a Por An ai s H ol gado Lage __________________________ 136 Acer ca de l a gr am atical ización adver bial y de su in ter és en el m ar co del diccion ar io h istór ico Por M ar í a Bel én Vi l l ar Dí az _______________________148

LIBROS PRESENTADOS POR SUS AUTORES L a Real Academ i a Españ ola en su pr i m er si glo- Fer n an do Gon zál ez Ol l é

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Plan t a y m ét odo del ?Di cci on ar i o de Aut or i dades?. Or ígen es de la t écn i ca lexi cogr áf i ca de la Real Academ i a Españ ola (1713-1739) - M ar gar i ta Fr ei xas Al às 170 Aspect os léxi cos en los Becer r os de Valpuest a- H er m ógen es Per di guer o Vi l l ar r eal 174 L os ver bos en el di cci on ar i o- El i sen da Ber n al Gal l én y Ser gi Tor n er Castel l s

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Est udi os de léxi co hi st ór i co españ ol- Águeda M or en o M or en o y M ar ta Tor r es M ar tí n ez

NOTICIAS DE LOS GRUPOS DE INVESTIGACIÓN

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SUM A RI O M arzo de 2015

EN PORTADA

PRESENTACIÓN DE DICCIONARIOS (II)

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V ersi ón el ectróni ca del DHECan Por Cristóbal Corrales y Dolores Corbella

Entrevista a Darío V illanueva Suplemento de 25 páginas de entrevista al director de la RAE

TRIBUNA

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Por Pedro A. Fuert es- O livera

La Lingüística del Corpus y Los Datos M asivos (Big Data): Semejanzas y Diferencias

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ponentes que tr abajan en centr os de investigación de vanguar dia, com o los adscr itos a las univer sidad de Lancaster (UCREL), Stuttgar t, Heidelber g, Viena (Academ ia Austr iaca de las Ciencias), Tr inity College de Dublin, Oslo, Ber gen, Bir m ingham , Aar hus (Centr e for Lexicogr aphy), Ottaw a, y Nagoya. El ter cer hecho r elevante es que la Lingüística del Cor pus es todavía poco conocida en algunos países y tr adiciones académ icas; por ejem plo, en España la m ayor ía de la investigación englobada en este par adigm a se pr oduce en depar tam entos de Filología Inglesa y/o Tr aducción, especialm ente en aquellos que tr abajan con pr ofesor es e investigador es adscr itos a depar tam entos de estadística, infor m ática, inteligencia ar tificial e ingenier ía. Algo par ecido sucede en Fr ancia, que tam poco cuenta con una asociación com o AELINCO. Quizás por ello, par ticipantes de algunas univer sidades fr ancesas se han unido y han solicitado a AELINCO la or ganización del Noveno Congr eso Inter nacional de AELINCO en Par ís con la intención de pr om ocionar este tipo de estudios en Fr ancia y en su tr adición académ ica. El Congr eso de Valladolid destaca por que es la pr im er a vez que se celebr a en España un congr eso inter nacional sobr e el papel de la lengua en este nuevo par adigm a de conocim iento identificado de for m a genér ica com o Big Data (datos m asivos). Ya son visibles el gr an im pacto de este nuevo par adigm a en la econom ía, la ciencia y la sociedad en gener al. Por ejem plo, la ubicuidad y gener alización de los teléfonos inteligentes (smar tphones) se ha tr aducido en el desar r ollo de aplicaciones (Apps) que em piezan a tener un papel cuantitativo y cualitativo im por tante en la actividad económ ica de un país; son en definitiva una de las m uestr as m ás visibles de la econom ía basada en el conocim iento que se supone que va a r epr esentar alr ededor del 40% del PIB de una econom ía m adur a com o la de Estados Unidos o la de los países de Eur opa Occidental. En el m ar co del Congr eso de Valladolid se analizar on no solo el futur o de la investigación tr adicional con cor pus sino que tam bién se pr esentar on tr abajos que apuntan a la r elación m uy estr echa entr e la Lingüística del Cor pus y los Datos M asivos, especialm ente aquellos que llevan a cabo r eflexiones teór icas y aplicaciones pr ácticas r elacionadas con la autom atización de algunos tr abajos lexicogr áficos, la cr eación de pr ogr am as de tr aducción (sem i-)autom ática, de r econocim iento de voz, de lingüística for ense, de extr acción (sem i-)autom ática de conocim iento, y de identificación de patr ones de com por tam iento que, por ejem plo, puedan tr ansfor m ar se fácilm ente en pr oductos y ser vicios que utilizan sector es económ icos tan im por tantes com o son el de la publicidad, la industr ia far m acéutica, y el sector biosanitar io. Los datos m asivos m uestr as sem ejanzas y difer encias con los cor pus; los confer enciantes plenar ios y var ios ponentes centr ar on sus esfuer zos en señalar estas difer encias y sim ilitudes - por ejem plo, los datos m asivos no r esponden a datos m uestr ales y no están estr uctur ados ? y en apuntar puntos de encuentr o que centr ar án la investigación en este cam po del saber en los pr óxim os años, entr e ellos destacam os estos tr es que ya em piezan a tener r esultados de investigación visibles: .Desar r ollo de her r am ientas com o las del pr oyecto SAM UELS (Sem antic Annotation and M ar k-Up for Enhancing Lexical Sear ches) utilizadas par a anotar de for m a autom ática con el objeto de pr ecisar el significado disam biguando entr e los posibles significados de la palabr a; se aplica al tr abajo con (a) gr andes cor pus, com o el Hansar d (m iles de m illones de palabr as); y (b) gr andes taxonom ías, com o el Histor ical Thesaur us of English y el Histor ical Thesaur us. .Tr abajo con datos enlazados abier tos y cer r ados, especialm ente con el objetivo de desar r ollar estándar es que faciliten el desar r ollo de la Web Sem ántica y la cr eación de ontologías necesar ias par a extr aer conocim iento de for m a autom ática. .Diccionar ios de inter net que pr om ueven soluciones m onofuncionales, es decir extr acción de datos adaptados a situaciones específicas de uso.

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TRIBUNA por

Pedro A. Fuert es- O livera

La Lingüística del Corpus y Los Datos M asivos (Big Data): Semejanzas y Diferencias

Acaba de celebr ase en la Univer sidad de Valladolid el 7º Congr eso Inter nacional de Lingüística del Cor pus or ganizado por el Centr o Inter nacional de Lexicogr afía y el Depar tam ento de Filología Inglesa de la Univer sidad de Valladolid; en la página w eb del Congr eso puede descar gar se el pr ogr am a, el libr o de r esúm enes y diapositivas de la m ayor ía de las pr esentaciones (http://aelinco.blogs.uva.es/). Este congr eso for m a par te de las actividades anuales que or ganiza la Asociación Española de Lingüística del Cor pus (AELINCO); or ganism o constituido en el año 2009 que ya ha or ganizado congr esos inter nacionales en las univer sidades de M ur cia, A Cor uña, Jaén, Politécnica de Valencia, Alicante y Las Palm as de Gr an Canar ias. Está pr evisto que el congr eso de 2016 se celebr e en la Univer sidad de M álaga y el de 2017 en Par ís.

Pedr o A. Fuer tes-Oliver a Catedr ático de la Univer sidad de Valladolid Dir ector del Inter nacional Centr e for Lexicogr aphy

La celebr ación de un congr eso de una asociación española en Par ís es r elevante por tr es m otivos r elacionados entr e sí; adem ás, estos m otivos ilustr an la natur aleza de AELINCO y sus objetivos fundacionales. El pr im er o de ellos es que AELINCO or ganiza congr esos que son ver dader amente inter nacionales: alr ededor del 35% de los par ticipantes en los congr esos de AELINCO pr oceden de fuer a de España; por ejem plo 65 de los 180 par ticipantes en el Congr eso de Valladolid pr ocedían de alguno de estos 33 países: Alem ania, Ar gentina, Austr ia, Bélgica, Canadá, Chile, China, Republica Checa, Dinam ar ca, Estonia, Estados Unidos, Finlandia, Fr ancia, India, Ir landa, Italia, Japón, Líbano, Libia, M ontenegr o, Nor uega, Países Bajos, Pakistán, Polonia, Por tugal, Reino Unido, Rum ania, Rusia, Ser bia, Singapur, Sudáfr ica, Taiw án y Zim babue. El segundo es que la m ayor ía de las ponencias se pr esentan en inglés, la lingua fr anca de nuestr a época, que es, adem ás, la lengua en la que pr im er o apar ecen los avances teór icos e innovaciones r elevantes. Aunque nadie puede poner en duda el papel del español com o lengua inter nacional par ece clar o que el dom inio del inglés com o lengua de la ciencia, la tecnología y la investigación es incontestable. En el Congr eso de Valladolid, este hecho se m anifiesta con nitidez: (a) 98 de las 136 ponencias pr esentadas fuer on en inglés; (b) todos los tr abajos ver dader am ente novedosos ? los ver em os m ás adelante ? se defendier on en inglés, destacando los pr esentados por 7


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PRESENTACIÓN DE DICCIONARIOS (II)

V ersi ón el ectróni ca del DHECan Por Cristóbal Corrales y Dolores Corbella

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El 'DHECan' en la r ed

Un convenio entr e la Real Academ ia Española y el Instituto de Estudios Canar ios ha hecho posible que la página w eb de la Fundación Rafael Lapesa (w w w.fr l.es) incor por e a sus r ecur sos los m ater iales del Diccionar io Histór ico del Español de Canar ias (DHECan), del que son autor es los pr ofesor es de la Univer sidad de La Laguna Cr istóbal Cor r ales y Dolor es Cor bella. La aplicación infor m ática per m ite la consulta por lem as o por palabr as (incluyendo el em pleo de com odines y conector es) y pone a disposición de los investigador es eur opeos y am er icanos el análisis por m enor izado del am plio patr im onio lingüístico del ar chipiélago.

La lexicogr afía canar ia: pr oyectos y r ealidades Hace m ás de cinco lustr os que em pr endim os la tar ea de r ecopilar el léxico canar io, una labor que no ha r esultado sencilla y de la que apenas hem os dejado m ás constancia escr ita que los r esultados concr etos a los que hem os ido dando for m a de diccionar ios. No hem os quer ido nunca adelantar pr oyectos que, en la pr áctica, quizá hubier an quedado nada m ás que en sim ples intenciones y, una vez publicados los textos, nos par ecía r edundante r esum ir en unas pocas páginas el intenso tr abajo de años que había supuesto cada edición. Los r esponsables de «Las dos vidas de las palabr as» nos han pedido ahor a que pr esentem os el DHECan y cr eem os que la novedad de poder consultar el Diccionar io histór ico canar io en la r ed a par tir de m ediados de este m es de diciem br e ?una r ealidad que ha sido posible gr acias al Instituto de Investigación Rafael Lapesa? es m otivo m ás que suficiente par a que hayam os aceptado esta invitación. La lexicogr afía canar ia inició su andadur a en 1799 con una enciclopedia especializada, el Diccionar io de Histor ia Natur al de las Islas Canar ias. Índice alfabético descr iptivo de sus tr es r einos: animal, vegetal y miner al, del ilustr ado José de Vier a y Clavijo, una joya que hem os tenido la opor tunidad de editar r ecientem ente[1]. La obr a del ilustr ado isleño pr esentaba un doble m ér ito: daba a conocer por vez pr im er a «el libr o volum inoso de la natur aleza canar ia» y contr astaba esta singular r ealidad con los conocim ientos que había adquir ido el autor en sus viajes por la Península y por Eur opa. La m uer te de Vier a en 1812 fue una de las causas que contr ibuyer on a que su diccionar io quedar a inédito dur ante m ás de m edio siglo, com o han per m anecido en los anaqueles de los ar chivos y bibliotecas otr as m uchas r ecopilaciones del léxico difer encial de esta r egión. Esto, unido a la disper sión y escasa difusión de los textos en su m ayor ía editados en las islas, hizo que la labor de los r ecopilador es del vocabular io del ar chipiélago per m anecier a en el ostr acism o hasta pr ácticam ente la década de los noventa del siglo XX. _____________________________________________________ [1] José de Vier a y Clavijo, Diccionar io de Histor ia Natur al de las Islas Canar ias, edición, intr oducción y notas de Cr istóbal Cor r ales y Dolor es Cor bella, Santa Cr uz de Tener ife-Las Palm as de Gr an Canar ia, Ediciones Idea, 2014, en Rafael Padr ón (dir.), Obr as Completas de Vier a y Clavijo, tom os 21 y 22. 10


Cuando en 1987 iniciam os nuestr o tr abajo com o gr upo de investigación[2] nos fijam os com o pr im er a m eta la r ecopilación de todo cuanto se había escr ito sobr e el léxico difer encial canar io. Aquella base de datos, or denada cr onológicam ente, se publicó en 1992 com o un centón lexicogr áfico, con el título de Tesor o lexicogr áfico del español de Canar ias (TLEC ). La catalogación abar caba un espacio tem por al que com pr endía desde 1799 a 1991 (en la pr im er a edición del TLEC , con un total de dos centenar es de textos indexados) y hasta 1995 (en la segunda edición, de 1996, en la que el total de vocabular ios, léxicos, diccionar ios y estudios lingüísticos r ecopilados aum entó hasta casi los tr escientos). La r iqueza de los r egistr os pr esentados se vio incr em entada al incluir los r esultados de las encuestas de los atlas geolectales: el ALEICan (1975-1978) y los m ater iales canar ios del Atlas de los mar iner os peninsular es(1985-1989) que, pese a su título, había incluido encuestas en los pr incipales puer tos pesquer os de las islas. La finalidad del TLEC fue poner a disposición de los investigador es una base de datos del léxico canar io lo m ás exhaustiva posible, r elacional y or denada cr onológicam ente. Las apor taciones fuer on fundam entalm ente dos: por pr im er a vez se editaba una r ecopilación que abar caba el habla de todo el ar chipiélago en su conjunto y, al tiem po, estos m ism os m ater iales ponían de m anifiesto los tér m inos ausentes y las lagunas que existían en deter m inadas par celas, por lo que el Tesor o, a pesar de su am plia r ecepción, no significó m ás que un punto de r efer encia par a las em pr esas lexicogr áficas iniciadas a par tir de aquellos años, algunas de ellas llevadas a cabo por nosotr os m ism os, com o el Diccionar io histór ico del español de Canar ias (2001 y 2013), el Diccionar io ejemplificado de canar ismos (2009) o el Tesor o léxico canar io-amer icano (2010). Analizando ahor a con per spectiva estas publicaciones, constituyen en r ealidad etapas de una m ism a investigación, que nos ha llevado a indagar sobr e el or igen, la histor ia, la vigencia y las r elaciones del vocabular io canar io con las dem ás r egiones que confor m an el llam ado español atlántico.

Los diccionar ios histór ico-difer enciales de ámbito r egional: el DHECan En el panor am a lexicogr áfico español el núm er o de diccionar ios histór ico-difer enciales es escaso. Siendo estr ictos, sólo contar íam os con tr es: el Diccionar io histór ico del español de Costa Rica, r edactado por M iguel Ángel Quesada Pacheco en 1995, el Diccionar io histór ico del español de Venezuela, de Fr ancisco Javier Pér ez, cuyo pr im er volum en se publicó en 2012, y el Diccionar io histór ico del español de Canar ias (DHECan) de 2001 (que cuenta con una segunda edición am pliada que vio la luz en diciem br e de 2013, editada tam bién por el Instituto de Estudios Canar ios). Es posible que el nacim iento de la lexicogr afía histór ico-difer encial se haya pr oducido en par te por la dificultad enor m e que ha supuesto desar r ollar y llevar a tér m ino el diccionar io histór ico del idiom a y por la necesidad de segm entar en var ias agr upaciones el léxico gener al par a poder r ecabar los m ater iales necesar ios par a constr uir ese diccionar io total. Y aunque es evidente, com o señalaba M anuel Seco hace unos pocos años, que la sum a de los

____________________________________________________ [2] Inicialm ente, del gr upo for m ó par te tam bién M ª.Á. Álvar ez. 11


diccionar ios histór icos r egionales no com pletar ía el r om pecabezas que supone un diccionar io histór ico gener al, r esulta innegable que este tipo de diccionar ios de ám bito r egional ofr ece «una infor m ación m etalexicogr áfica m uy com pleta y una m uy r ica docum entación de pr im er a m ano, pr ácticam ente inaccesible par a quienes no tr abajan sobr e el ter r eno r espectivo»[3]. Com o cualquier diccionar io difer encial, el DHECan constituye un com pendio alfabético de m onogr afías sobr e las voces pr opias de esta r egión. Per o por su car ácter histór ico, esas m onogr afías están basadas en la constatación del uso r eal de las palabr as en textos de diver sas épocas, con unas acotaciones tem por ales bien lim itadas que abar can m ás de seis siglos de histor ia, desde los inicios de la anexión castellana de las islas de señor ío hasta que com enzar on los pr im er os estudios científicos sobr e el habla isleña (m ar cados por una publicación señer a: El español hablado en Tener ife de M anuel Alvar, editada 1959). El cor pus analizado incluye m ás de m il m onogr afías, m uchas de ellas inéditas, r epr esentativas de todos los estilos y niveles de habla, desde declar aciones de testigos en los pr ocesos inquisitor iales, pr otocolos notar iales de las m ás antiguas escr ibanías, car tas pr ivadas, libr os de cuentas y dir ector ios, hasta cr ónicas de conquista, libr os de viajes, poem as, novelas, cuentos y textos per iodísticos. Se ha pr ocur ado asim ism o que, en la m edida de lo posible, todas las islas y todas las épocas estén r epr esentadas, aunque no siem pr e se ha conseguido debido a la pér dida de la docum entación or iginal de algunos ar chivos en las pr im er as décadas del siglo XVI. Agr upados por siglos, apr oxim adam ente el 25% de los textos analizados cor r esponde a la época áur ea; un 35% a los siglos XVIII y XIX, y un 40% al siglo XX. En toda esta infor m ación histór ica y liter ar ia, el r egistr o lingüístico puede apar ecer dir ectam ente en el texto, sin m ar ca alguna que per m ita deducir que se está ante un tér m ino difer encial, o el autor ?consciente del dialectalism o? puede explicar la palabr a, destacar su singular idad m ediante una per ífr asis o un sinónim o, o intr oducir la con expr esiones com o «vulgar m ente llam ada», «conocida com o», etc. Son, en cier ta m edida, infor m aciones m etalingüísticas que a veces van acom pañadas de m ar cas de uso o de ám bito r estr ingido, que apuntan a una par ticular pr onunciación o que ofr ecen datos sobr e su etim ología. La intr oducción de r egistr os tom ados de las fuentes m etalexicogr áficas (diccionar ios y vocabular ios dialectales) ha sido, no obstante, bastante selectiva y solo se han tenido en cuenta aquellos que suponían pr im er as docum entaciones, que contenían acepciones que no apar ecían en el cor pus textual o que per m itían aclar ar significados cuando el contexto de los ejem plos no er a suficientem ente explícito. En todo caso, el investigador dispone del Tesor o lexicogr áfico par a com pletar toda la infor m ación de los últim os siglos.

Está m uy clar o lo que un diccionar io histór ico difer encial puede significar de contr ibución al conocim iento de la histor ia del léxico de una com unidad. En el caso canar io, los datos que r ecoge el DHECan ponen de m anifiesto la pr esencia de indigenism os en los pr im er os textos lingüísticos y liter ar ios. Basta r ecor r er los ver sos de poetas com o Antonio de Viana o de Bar tolom é Cair asco de Figuer oa par a encontr ar en ellos voces com o baifo, banot, cr eses, ____________________________________________________ [3] M anuel Seco, «Lexicogr afía histór ica y lexicogr afía gener al», en Nuevas apor taciones a la Histor iogr afía Lingüística. Actas del IV Congr eso Inter nacional de la SEHL, M adr id, Ar co Libr os, 2004, t. I, p.210. 12


gánigo, guanar teme, guanche, tagor or, tamar co, o r evisar los m ás antiguos pr otocolos notar iales par a analizar el pr oceso de adaptación al castellano de otr os pr ehispanism os com o taginaste(chajinaste, tabinaste, tajaniste, tajinasque, teginaste? ) o gofio (gofio, gofia, gosio). Tam bién fue tem pr ana, y los datos histór icos así lo cor r obor an, la incor por ación de pr éstam os de or igen por tugués en la etapa de configur ación del español isleño, donde voces de ascendencia lusa com o acebiño, ader no, bar buzano, bur gao, falla, follado, lor o, mar mulano, picuda o viñático contr ibuyer on a nom br ar la flor a y la fauna (en buena par te endém ica). No m enos inter esante ha sido la conser vación de num er osos ar caísm os castellanos, consider ados así desde el punto de vista del español peninsular, ya que continúan siendo voces de uso gener al en el habla de las islas, tal com o lo fuer on en la época colonial, com o alcayata, alongar, ar veja, comelón o gaveta.

Per o, apar te del ter r eno de lo pr opiam ente local, una investigación com o ésta nunca debe per der de r efer encia lo que se ha hecho en la lexicogr afía gener al y en el r esto de la lexicogr afía r egional. El car ácter difer encial del diccionar io ha supuesto la consulta de casi m edio m illar de obr as (m ayor itar iam ente lexicogr áficas) que han ser vido par a establecer el contr aste con la nor m a o con el habla de otr as zonas y cuyos datos quedan r eflejados en el apar tado de com entar io incluido al final de cada ar tículo (o acepción). Quizá este sea otr o de los aspectos m ás inter esantes del DHECan, ya que per m ite situar y valor ar lo que ha significado la im pr onta canar ia en el tor naviaje de m uchas voces por el Atlántico. La per spectiva am er icanista, en las dos dir ecciones, del ar chipiélago a Am ér ica o al r evés, cobr a una especial r elevancia por que es en este apar tado donde la docum entación isleña apor ta datos valiosos par a desentr añar el or igen de m uchas de las voces que figur an en los r eper tor ios m ar cadas com o pr opias del Nuevo continente. Tal es el caso de toda la ter m inología azucar er a, de clar o or igen por tugués per o que se españolizó en el ar chipiélago antes de que se cr ear an las infr aestr uctur as de los gr andes ingenios de La Española o Nueva España (bagazo, caldo, cachaza, casa de calder as, for ma, paila, tacha? ), per o tam bién es lo que sucedió con otr as palabr as de or igen pr ehispánico en las islas, com o gofio o tabaiba, que pr onto tom ar on r um bo hacia Am ér ica y ar r aigar on de tal m aner a que algunas obr as r ecientes no han dudado en catalogar las com o indoam er icanas (com o sucede con la var iante atabaiba). En otr as ocasiones, el testim onio canar io com pleta la m ar cación de tér m inos or iginar iam ente andaluces que se difundier on por todo el español m er idional (com o amar illoso, angur r ia, atar jea, confiscado, empleita, fr angoller o, gallo gir o, moller o o tar ajallo), aunque a veces la especial distr ibución diatópica am er icana que pr esentan algunas de esas voces, lim itada a las Antillas, Venezuela o Ur uguay, per m ite suponer la especial contr ibución de la im pr onta isleña en su ar r aigo al otr o lado del m ar océano. No m enos inter esantes r esultan los testim onios que avalan la pr esencia en el ar chipiélago de palabr as am er indias en épocas m uy tem pr anas, com o bohío o jíbar o, así com o el tr asvase, desde países com o Cuba o Venezuela, de pr éstam os asociados al r etor no de los em igr antes a fines del XIX y dur ante todo el siglo XX, com o sucedió con las voces ar ahuacascatir e y guataca, o con el cubanism o de pr ocedencia inglesa fotingo.

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A pesar de la intención de tener en cuenta los m ater iales diatópicos en la elabor ación de los diccionar ios histór icos del español, la disper sión de las r efer encias bibliogr áficas y la am plia difusión de la lengua han hecho que estos r egistr os apenas hayan sido apr ovechados. La consulta en r ed del DHECan esper am os que suponga un avance im por tante, ya que incluye un caudal de infor m ación ajustado y ver az, que com plem enta, am plía y en ocasiones cor r ige los datos ya conocidos. Per o com o adver tía Vier a y Clavijo, el m aestr o de las letr as canar ias, en el pr ólogo de su diccionar io, no hem os hecho m ás que «bosquejar » y plantear uno de los capítulos de la lexicogr afía histór ica de nuestr a lengua, que ineludiblem ente tendr á que ir se com pletando con los datos de otr os r eper tor ios que nos per m itan conocer con m ayor pr ofundidad la histor ia del léxico que com par tim os.

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Cr istóbal Cor r ales Zum bado

Dolor es Cor bella Díaz

Cr istóbal Cor r ales (Catedr ático em ér ito de Filología Española y Académ ico cor r espondiente por las Islas Canar ias de la Real Academ ia Española) y Dolor es Cor bella (Catedr ática de Filología Rom ánica) for m an par te del gr upo de investigación «Lexicogr afía, lexicología e histor iogr afía lingüística (LexHis)» de la Univer sidad de La Laguna. Com o r econocim iento a su tr ayector ia, los pr ofesor es Cor r ales y Cor bella r ecibier on en 2008 el Pr em io Canar ias-Am ér ica de la Casa de Colón y, en 2011, el Pr em io de investigación de la Real Academ ia Española.

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EN PORTADA

Darío V i l l anuev a ENTREVISTA

Un mes después de tomar posesión del cargo de Director de la RAE, Darío Villanueva Prieto (Villalba, 1950) nos recibe en su despacho de Felipe IV, 4, la sede central de la institución. Ofrecemos a continuación la transcripción del encuentro, de casi dos horas de duración.

POR JUAN V. ROMERO FOTOGRAFÍAS: RAE

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LA ACADEM IA

El 11 de diciembre de 2014 es usted elegido trigésimo director de la Real Academia. El 8 de enero toma posesión del cargo. Conocía bien la casa porque fue Secretario de la misma desde 2010. ¿Que supone para usted este nombramiento? A mí me disgusta mucho hablar con tópicos, pero en este caso tengo que decir que un honor enorme. Es una oportunidad magnífica para un filólogo como yo. Aunque a veces tengo la sensación, sobretodo mirando hacia atrás, hacia quienes han sido directores de la Academia (aquello que decían los hombres del XVIII), de que es un enano sobre hombros de gigantes.

¿Cómo valora el legado de don José Manuel Blecua, el anterior director? No creo que sea prudente que un director al entrar en la dirección de la Academia haga una valoración del legado anterior. Eso es algo que necesita tiempo y decantación. La valoración tiene que venir de más voces y de más fuentes e incluso más distantes de lo que han sido estos cuatro años, que la que pueda ser alguien que, como yo, ha sido Secretario de la RAE, no solo con don J. M. Blecua sino también en el último año de don Víctor García de la Concha.

A propósito de la situación económica de la Academia, en una reciente entrevista en el diario El País habla usted de lograr a través de una planificación estratégica, en el plazo de cuatro años, encontrar el equilibro financiero que garantice la sostenibilidad de la institución. ¿En qué situación económica se encuentra la casa, don Darío? ¿En qué consiste ese plan estratégico? Yo quiero insistir mucho en que la RAE está experimentando algo que todos los españoles estamos sufriendo en nuestras propias carnes, que es una crisis económica muy profunda que aunque estaba larvada estalló en 2007 y de la cual todavía no hemos salido. Por lo tanto, a nadie le puede sorprender que financieramente la Academia esté en crisis porque están en crisis las personas, las familias, las fundaciones, las empresas y el propio estado. Pero la Academia está en una situación dentro de esa crisis razonablemente esperanzada, porque no tiene deudas. La Academia no está endeudada en modo alguno. Es cierto que desde hace tres años el presupuesto está desequilibrado porque los ingresos, que han disminuido radicalmente, son menores que los gastos, pero la Academia no tiene que endeudarse para superar ese déficit. Ni ahora ni en los próximos cuatro años, que es el periodo previsto para sacar adelante un plan estratégico, al final del cual estoy completamente seguro de que la Academia no solo equilibrará ingresos y gastos sino que volverá a ser una entidad económicamente muy saneada. 18


¿Qué papel desempeña en ese contexto la Sociedad RAE Gestión? Es una medida fundamental para llevar adelante este plan estratégico. Precisamente por la existencia de la crisis económica nos encontramos con que la última etapa de la dirección anterior, el pleno de la Academia (personas que estamos allí en función de nuestra capacidad en relación con la lengua y la literatura) estábamos sometidos a un bombardeo continuo de planteamientos económicos, como si fuésemos un consejo de administración. Y eso no tiene ningún sentido; es una situación incómoda, poco eficaz e insostenible. Entonces, la sociedad RAE Gestión, que es una sociedad mercantil creada por la Academia y dirigida por la Academia, que es propietaria al cien por cien de esa sociedad, cuyo consejo de administración está constituido por ocho académicos más un consejero delegado que es el gerente de la Academia, tiene como función ocuparse de todos los asuntos de gestión económica, liberando de ello al Pleno que, eso sí, actúa como junta general de accionistas. El Pleno tiene capacidad de decisión en todos los asuntos fundamentales que tienen que ver con la vida económica de la Academia. Pero luego la gestión de todos esos asuntos no le va a corresponder al Pleno porque el Pleno no quiere tampoco que eso sea así.

¿Qué objetivos persigue la conmemoración del Tercer Centenario de la corporación? Es una conmemoración extendida a lo largo de tres años. Hemos querido empezar recordando las primeras sesiones de la Academia, que tuvieron lugar en agosto de 1713. Luego, en el año 14, que fue el año central, lo que conmemoramos es la Real Cédula por la que el rey Felipe V pone a la Academia bajo su protección, y luego en el año actual, en el 15, que es el último de esta conmemoración, lo que estamos recordando es la aprobación y la aplicación de los primeros estatutos de la RAE, que fueron los que objetivaron la vida corporativa de esta institución. Lo que hemos querido es, por una parte, rendir homenaje a los fundadores, procurar transmitir a la opinión pública, no solo española sino internacional (especialmente hispanoamericana), que la RAE nació como una iniciativa de la sociedad civil. No fue por lo tanto una iniciativa gubernativa, ni tampoco la creó la Corona. La Corona la amparó y la sigue amparando y es algo fundamental para definir lo que la Academia es. Pero fue una iniciativa de la sociedad civil que con todos los avatares del caso, con todas las sombras y con todas las luces, ha cumplido unas funciones que consideramos que han sido muy beneficiosas para la lengua. En momentos además críticos como pudo ser en el XIX la desmembración del imperio español, la creación de los estados soberanos en América y posteriormente en Filipinas. Un momento por lo tanto delicado para la unidad del idioma y, sin embargo, la Academia supo reaccionar y de ahí viene la creación de las academias correspondientes, que hoy en día están configuradas en la Asociación de Academias de la Lengua Española, cuya presidencia ostenta la RAE. Y luego también queremos proyectar el futuro. Alguna vez hemos utilizado una expresión tomada de Fernando Pessoa de que en vez de la nostalgia del pasado a nosotros nos interesa la nostalgia del futuro. Los trescientos años ya están ahí. Lo que nos interesa ahora son los trescientos que vienen. 19


¿Qué aportó la exposición La lengua y la palabra, que acogió la Biblioteca Nacional de España? Tuvo un éxito de público considerable y fue un trabajo muy importante para, precisamente, rendir homenaje a los fundadores y a los que contribuyeron a la historia de la Academia y de las Academias en general hasta hoy. Y también creó el discurso histórico interpretativo y hermenéutico de lo que la Academia ha sido, es y por supuesto va a ser. El libro-catálogo de la exposición es también el libro institucional del centenario y en él está, repito, la filosofía de la Academia y el discurso histórico de la Academia, que no termina. La historia no acaba. Fucuyama se equivocó cuando habló del final de la historia y, en consecuencia, en ese libro están las pistas que apuntan hacia lo que pueden ser los próximos siglos de la vida de la RAE.

En 1951 se crea la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). En ellas se unen la RAE y sus correspondientes de América en pie de igualdad. ¿Qué supuso la creación de la Asociación para el reconocimiento de la pluralidad de normas dentro del español? Fue absolutamente fundamental. Fue un gran momento, que hay que atribuirle no precisamente a España. El régimen de ese momento en España adoptó una postura cerril y muy peligrosa que por suerte se neutralizó. Fue una iniciativa del presidente de los EEUU de México Miguel Alemán. Él fue quien convocó una reunión de las academias de lengua española en México DF, de donde surge ASALE. España no estuvo presente, porque el régimen exigió para autorizar a la Academia española que México rompiera sus relaciones diplomáticas con el gobierno de la República en el exilio, lo cual era una cuestión francamente descabellada. Evidentemente México no hizo caso de esa exigencia y la represalia fue que la Academia española no asistió. Y sin embargo, a pesar de esto, ASALE decidió que la presidencia de la Asociación correspondiera a la RAE y que la sede estuviera en Felipe IV 4, que es la sede de la Academia aquí en Madrid.

¿Cómo enfocará la política panhispánica en su mandato? ¿Qué papel jugarán durante el mismo las veintidós academias hermanas? Es absolutamente fundamental. El español es una lengua global. No por la colonia, sino por la independencia. Y hoy es una lengua hablada en muchos lugares del mundo, pero especialmente vinculada a 22 naciones, entre las cuales están las americanas, entre ellas también los EEUU de América del Norte, Filipinas y dentro de poco va a estar también la Academia ecuatoguineana de la lengua española, que es un proyecto que tenemos ahora en marcha, porque Guinea Ecuatorial, con su algo menos de un millón de habitantes, es el enclave del español en África; no es el único, pero es el más importante. En estos momentos ASALE tiene 22 miembros, dentro de poco tendrá 23. Y en el futuro no es descabellado pensar que podría haber una vigesimocuarta Academia, que sería la Academia del judeoespañol; es la única pieza que nos falta dentro del espectro total. La política panhispánica es la concepción actual, legítima, necesaria y justa de lo que es el español: una lengua global que goza de una unidad verdaderamente admirable, que es en parte el resultado del esfuerzo de las propias academias, pero también de los lazos por encima de las diferencias políticas y de intereses de todo tipo; los lazos culturales y los lazos históricos que nos siguen uniendo a todos los países, incluyendo los EEUU por supuesto. Los EEUU tienen una historia de presencia española fundamental, que en algunos momentos parece que se reconoce también allí. Entonces siendo esto así, la política panhispánica significa que las obras, los grandes códigos (la Gramática, la Ortografía, el Diccionario) tienen que ser fruto de un consenso lingüístico, que por cierto se da, y felizmente se da, y también afecta a ese concepto lingüístico de una norma policéntrica. Efectivamente, ningún país, ni tampoco España, puede considerarse propietario de la norma del idioma; esa norma es realmente policéntrica. Lo cual no significa en modo alguno ningún peligro de dispersión por razón de esa unidad a la que antes me refería.

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RELACIONES

¿Cuál es la relación de la RAE con los partidos políticos españoles y cuál va a ser su línea de actuación en ese campo? La RAE tiene una relación muy profunda con la Constitución española y, en consecuencia, se siente muy cómoda en el estado democrático de derecho en el que vivimos y el régimen que aquella constitución define. Eso significa que tenemos el máximo respeto a quienes representan legítimamente al pueblo español, que son los representantes electos por los partidos políticos y también mantenemos un respeto absoluto a los gobernantes no solo del Estado sino también de las Comunidades autónomas. Eso sí, quiero hacer una mención especial a la vinculación directa y estrecha que la Academia tiene con la Corona. No en vano la Academia española es Real Academia Española desde hace trescientos años, y los monarcas, con algunas excepciones (en esta casa no se recuerda de manera agradecida para nada a Fernando VII, por ejemplo), pero en general siempre la Academia ha sentido ese apoyo y ese impulso protector por parte de la Corona, y especialmente en lo que más nos toca, podemos decir que tanto don Juan Carlos I como don Felipe VI continúan los mejores momentos de esta tradición que vincula la Real Academia con la Corona.

Desde el 12 de febrero forma usted parte del Consejo de Estado. ¿Cuál es el motivo por el que ese órgano consultivo integra en sus filas al director de la RAE? ¿Qué funciones va a desempeñar usted allí? La función de consejero, junto con los demás consejeros. Hay unos consejeros permanentes, entre ellos por ejemplo algún ex presidente de gobierno; hay unos consejeros natos, que son aquellos que nos incorporamos en función del cargo que previamente hemos adquirido, y luego hay unos consejeros electos. Pero todos los consejeros son iguales y su función es aconsejar al Estado y al Gobierno en todo lo que tiene que ver con las leyes y con las disposiciones gubernativas. Mi función será ahí, por lo tanto, equivalente a la de los demás. La Real Academia está ahí porque la ley reguladora del Consejo de Estado así lo establece, y yo creo que de una manera muy razonable. He percibido (aunque no he tenido ocasión todavía de participar en ninguna sesión ordinaria; solo he tomado posesión) que los señores y las señoras consejeros sienten todos ellos como muy útil, casi como imprescindible, que la RAE a través de su director esté presente en el Consejo. Y por una razón obvia, fíjese: Aristóteles trata casi tanto de la lengua en la Política como en la Retórica y en la Poética. Es decir, que desde los griegos hay una idea muy clara de que la lengua es vertebradora de la polis, de la convivencia; es el instrumento dialéctico para contraponer las ideas y los intereses. Por lo tanto, todo lo que tenga que ver con el Estado, con el Gobierno y con la política en el sentido más noble del término tiene que ver con la lengua.

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Desde el 30 de enero es usted, por su condición de director de la RAE, Presidente de la Fundación del Español Urgente. ¿Qué valoración le merecen los diez años de labor de Fundéu? He tenido ocasión de expresar públicamente esa valoración en el acto que tuvo lugar anteayer, con presencia de Su Majestad la reina, para conmemorar la creación de la Fundación del Español Urgente hace diez años. Es una iniciativa que viene de un encuentro feliz entre la Academia, la Agencia EFE y una potente entidad financiera, como es el BBVA. La Academia se esfuerza por hacer todo lo que está en su mano a favor de la lengua, pero sabe que sus recursos son limitados, y que hay otros dos circuitos que tienen una incidencia extraordinaria en lo que a nosotros nos interesa. Por un lado está el circuito educativo. El trabajo de la Academia a favor de la fijación, de la limpieza y del esplendor de la lengua, además de la unidad, necesita que el sistema educativo en los países hispanohablantes se ocupe precisamente en formar a los ciudadanos en el uso y en el buen manejo de la lengua, para proporcionarles un instrumento fundamental para que ellos mismos defiendan sus derechos, se relacionen con los demás y se socialicen en un sentido pleno. El otro circuito es el de la comunicación. El poder que los medios de comunicación tienen como ejemplos de conducta, como creadores de tendencia, como se dice ahora, es indudable. Y también en lo lingüístico. Los medios de comunicación crean tendencias en el uso del idioma y tienen una responsabilidad en este sentido absolutamente indeclinable. Porque además, la educación dura una etapa de nuestra vida (aunque hoy se hable mucho de formación continua), pero es evidente que llega un momento en que salimos de la escuela o salimos del instituto o de la universidad. En cambio, la información está con nosotros antes de que ingresemos en la escuela y nos va a acompañar hasta nuestra esquela final. Somos individuos informativos, o informados. Por lo tanto Fundéu es un instrumento muy eficaz para que esa idea de la importancia que los medios de comunicación tienen a favor del idioma se sustancie en datos y en hechos concretos.

¿Qué papel desempeñan las redes sociales en la transmisión y el enjuiciamiento de la labor que realiza la RAE? Las redes sociales son instrumentos verdaderamente prodigiosos, asombrosos, extraordinarios para la comunicación, para la socialización y para la vertebración. Por supuesto, como todo, tiene también sus elementos negativos. Pero la valoración que nosotros hacemos es magnífica y, de hecho, nosotros tenemos un papel modesto pero muy activo en ellas. Recibimos continuamente el retorno a través de las redes sociales de las actividades y de las iniciativas que la Academia toma. Yo incluso diría que uno de los hechos más significativos en el acercamiento de la Real Academia a la sociedad ha sido la política que desde el gabinete de comunicación que dirige Miguel González Somovilla hace tres o cuatro años se ha emprendido en esta línea.

Tradicionalmente Espasa Calve ha venido editando los diccionarios de la RAE. ¿Se plantea la Academia tener un sello editorial propio? En modo alguno. Zapatero a tus zapatos. Nosotros sabemos hacer diccionarios, pero no sabemos venderlos. Ni tampoco sabemos imprimirlos. Por lo tanto, en una sociedad desarrollada no tiene absolutamente ningún sentido. Es cierto que cuando la Academia se creó elaboró el Diccionario de Autoridades. Y luego, los académicos se encargaron de comprar el papel en Italia; se encargaron de buscar imprentas; se encargaron 22


de conseguir que parte de las rentas del tabaco sirvieran para financiar la operación. Pero estamos hablando de hace tres siglos. Hoy, como le digo, no tiene ningún sentido. Nunca haremos tal cosa. Es cierto que desde el año 1925 la editorial Espasa edita algunos de los diccionarios de la Academia, y ese acuerdo, que también toca a otras editoriales para otras obras, era lo razonable y no vamos a tomar ninguna decisión que sería a contrapelo de la marcha de las cosas.

¿Cuál es la relación de la RAE con las editoriales que tienen diccionarios en su catálogo? Bueno, Espasa tiene diccionarios, Santillana también los tiene? Nosotros seguimos atentamente por supuesto las obras que producen; las valoramos y muchas veces aprendemos de ellas. Pero más allá de esto no hay más.

¿Qué relación tiene la RAE con las otras academias europeas? La relación más intensa es con tres: con la Accademia della Crusca, en Italia, con la Academia francesa y con la Academia sueca. Con la Academia sueca hay una relación fuerte porque los miembros de la RAE tenemos el privilegio de poder proponer candidatos al Premio Nobel de Literatura. A título personal, ojo. No es que la RAE corporativamente haga propuestas sino que la Academia sueca le reconoce a cada uno de los académicos de la Española la capacidad de hacer propuestas. Todos los años nos lo piden.

¿Y suelen hacer uso de esa potestad? Sí, claro. Hace uso cada uno individualmente. Y además proponiendo los nombres que cada uno estime oportuno, porque es algo, repito, que no pasa por una decisión colectiva sino que es una prerrogativa que la Academia sueca le concede a la Academia española.

¿Qué relaciones sostienen con las otras academias de la lengua del Estado? Una relación leal, de cooperación y de amistad. De hecho, en el mes de noviembre, después de la presentación de la vigésimo tercera edición del DRAE, organizamos un Congreso (que venía siendo preparado desde mucho antes, y que además no por azar se hizo después de presentar el Diccionario) sobre el futuro de los diccionarios en la era digital. Convocamos a grandes editores de diccionarios europeos, a las grandes empresas de tecnología, a los lingüistas, a los lexicógrafos e invitamos a un miembro de cada una de las tres academias para que nos hablara de algo que ese miembro hacía muy en el sentido de lo que a nosotros nos interesaba. Fueron además tres ponencias magníficas. Tanto por parte del miembro del Institut d´ Estudis Catalans, como de la Academia Vasca y de la Real Academia Galega.

¿Cómo valora la situación del castellano en las comunidades históricas? Las lenguas tienen una entidad por sí misma muy poderosa. Es cierto que los avatares históricos, los avatares legislativos, pueden incidir sobre las lenguas. Pero las lenguas tienen una capacidad de afianzamiento propio verdaderamente enorme, como prueba el hecho, por ejemplo, de que el régimen de Franco no era en absoluto partidario ni proclive a las lenguas españolas que no eran el castellano. Y sin embargo esas lenguas ahí están y siguen siendo instrumentos privilegiados para la comunicación y también para la creación literaria, para la expresión científica, etc. Esto que digo en relación al eusquera, el catalán y el gallego vale también para el castellano o para el español en esas mismas comunidades. Es decir que si quisiéramos darle la vuelta a la situación que acabo de apuntar en la época del franquismo, probablemente el resultado no iría mucho más allá del que pudo conseguir el propio Franco poniéndole trabas al uso de esas otras lenguas.

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PRODUCTOS Y SERVICIOS

¿Por qué decide la RAE acoger en su seno la Biblioteca Clásica que desde hace años y en distintos sellos editoriales viene dirigiendo el profesor Francisco Rico? En primer lugar porque Francisco Rico es un distinguidísimo académico de la Española. En segundo lugar porque en el proyecto suyo, muy ambicioso (de 111 títulos en los que se quiere reflejar una posibilidad de canon de la literatura española desde el Cantar de Mio Cid hasta Los pazos de Ulloa; es decir, 1886) estábamos colaborando varios académicos también. Pero sobre todo por dos razones: la ambición del proyecto demostró que exclusivamente por la vía de una iniciativa editorial-empresarial no había posibilidad de ultimarlo. Y en segundo lugar porque la Real Academia Española en sus estatutos constituyentes no solo habla de trabajar a favor de la lengua, en la línea de los grandes códigos (la Gramática, el Diccionario y la Ortografía), sino que habla también de trabajar a favor de la lengua y de nuestra cultura a través de la perpetuación de la tradición literaria. Esta segunda dimensión se ha ido desarrollando (por ejemplo en 1780 la Academia hizo el primer Quijote ilustrado exclusivamente por españoles; el famoso Quijote de Ibarra). Pero yo creo que no soy injusto si digo que en la dimensión literaria no ha habido ningún proyecto tan ambicioso y con tanta continuidad (como pudieron ser los proyectos del Diccionario, la Gramática y la Ortografía). Ese proyecto es este. Y por lo tanto es en cierto modo la consumación, trescientos años después, de un proyecto que por la parte literaria no había tenido todavía el desarrollo que podría tener. Eso sí, estamos hablando de algo muy exigente: hasta el momento, de los 111 títulos hemos publicado 24, pero este año va a haber seis más. Es decir, que terminaremos con 30 títulos. La colección empezó a publicarse en el año 2011 y según nuestros cálculos aún tenemos quince años más de trabajo para completarla.

¿Qué le parece el canon que establece esa colección? El tema del canon es muy polémico pero al mismo tiempo es un tema de nuestro tiempo. Yo soy un modesto colega de cátedra de Harold Bloom, porque él es catedrático de mi disciplina en la Universidad de Yale. Tengo alguna relación con él. 24


Discrepo de algunas de las postulaciones que hace. De todos modos, me quito el sombrero ante la valentía que demostró en su momento la publicación del libro sobre el canon occidental. Es muy difícil plantear el canon occidental en todo su conjunto. No es fácil, pero es más fácil planteárselo desde una lengua, y acotando además un periodo histórico que no agota la creatividad de la lengua española (no está ni el siglo XX ni el XXI), pero que sí acota un periodo suficientemente amplio. Probablemente no están todos los que son, pero son todos los que están, sin duda alguna. Y el problema del canon es que hay que ponerle un dígito, porque eso obliga después a hacer una selección. Si no se pone esa acotación, el canon se va expandiendo y prácticamente sería inagotable. ¿Por qué la colección tiene 111 títulos? Es un juego de mercadotecnia: porque así todos son números 1.

Usted coordinó uno de los volúmenes de la Historia de la Literatura de don Francisco, el correspondiente al siglo XX. ¿Habría extendido la lista de obras de la BC hasta la época en la que es usted especialista? Bueno, yo no me considero especialista en nada, sinceramente. Pero yo he trabajado sobre el XIX (he editado a Emilia Pardo Bazán, he editado a Bécquer; he escrito algo también sobre el XVIII y en el Siglo de Oro sobre Quevedo, sobre Cervantes? Pero no soy especialista en nada). Lo que no tengo es ningún tipo de reserva a considerar que la literatura contemporánea aporta monumentos de suficiente entidad como para figurar en el canon. Quien discutiría hoy que en el canon de la novela en español, en el que está el Quijote, no estuviera Cien años de soledad, por ejemplo. Pero es que ars longa,vita brevis: hay que saber con qué fuerzas afrontamos las grandes empresas, y hay que procurar no desbordar por culpa de nuestra ambición el campo al que nos dediquemos, que puede ser la antesala de un fracaso estrepitoso, que es lo que nosotros queremos evitar.

A qué público se dirige el Departamento de «Español al día»? ¿Qué tipo de consultas recibe? El Departamento del Español al día, que se creó en el año 1998, está dirigido a todo el público interesado por la lengua; en España, en Hispanoamérica o en el mundo entero. Lo que pretende es dar un servicio en beneficio del idioma. No es un servicio para eruditos, para lingüistas, para escritores, sino que es un servicio, como digo, para el público en general. Nosotros este terreno lo tenemos bien programado, porque igual que el servicio del Español al día responde a consultas (que nacen de dudas, de incertidumbres o de, a veces, desconocimientos) que a nosotros nos resulta muy rentable atender, porque uno de los grandes éxitos editoriales de la Academia ha sido y es (ahora vamos a preparar la segunda edición) el Diccionario Panhispánico de dudas. Ese diccionario se nutre precisamente de las dudas que están llegando continuamente al Departamento. Pero es que tenemos otra línea, que está siendo muy eficaz últimamente (que tiene que ver con la pregunta que me hacía a propósito de las redes sociales): Nosotros tenemos 750000 seguidores en Twitter. Allí hay muchos tuits de comentarios, pero también otros que son dudas. Nosotros respondemos también a través de Twitter a esas dudas. Aunque esto viene directamente del Departamento de comunicación, y no del Departamento del Español al día. Y luego tenemos una tercera línea, que no es de dudas, sino de propuestas, que es la Unidad Interactiva del Diccionario (UNIDRAE), que consiste en una ventana abierta para que los usuarios del diccionario nos hagan propuestas; propuestas que muchas veces son críticas. Es decir, críticas de algo que está en el diccionario y que consideran que es incorrecto. En otros casos son verdaderas propuestas. Es decir, propuestas de introducir nuevas acepciones, nuevas palabras, etc. Todo eso lo procesamos siempre; nunca cae en saco roto lo que nos llega por este cauce de la Unidad Interactiva. Lo que ocurre es que unas veces las propuestas que se nos hacen pueden ser atendidas y otras veces no.

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¿Qué papel desempeña el Boletín de la Real Academia en el contexto de las publicaciones científicas actuales? El Boletín de la RAE está cumpliendo sus primeros cien años. Se creó en el año 1914. Fue probablemente el fruto más visible de la conmemoración fallida del segundo centenario de la RAE. El director de la Academia, que era Antonio Maura, había previsto una serie de conmemoraciones, pero el estallido de la guerra europea desaconsejó llevarlas adelante. Pero nos quedó este legado. Ese mismo año se funda la Revista de Filología Española, por cierto. En aquel momento la investigación sobre lengua no tenía la entidad cuantitativa que pueda tener hoy gracias al desarrollo de los departamentos universitarios, no solo en España sino también en los países en los que hay un pujante hispanismo. Entonces no por azar, en 1914 se crea la Revista de Filología Española, que sigue felizmente viva, y la Academia decide crear también un Boletín , que tiene un componente informativo (da noticia de la vida institucional), pero luego tiene un componente científico. Con el tiempo, por suerte, han proliferado las revistas científicas. Es decir, los estudioso de la lengua tienen hoy en día, y desde hace tiempo, muchas otras posibilidades. Yo he sido director del Boletín durante cinco años y puedo decir con profunda satisfacción que hemos visto, a base de ofrecer mucha regularidad y mucho rigor en la selección de los artículos, como durante esta etapa han sido muchísimos los investigadores de todo el mundo que han recurrido al Boletín para publicar, para dar a conocer sus propuestas. Es un Boletín misceláneo. Es decir, ha habido trabajos de Historia de la lengua, de Historia de la literatura, del Español en América, del Español jurídico, del Español científico... Una variedad enorme de aportaciones. Además, tengo que decir con satisfacción que hemos anunciado que después de este año pasado en el cual los dos números del Boletín se han dedicado al Centenario (el primero es una entrega monográfica con trabajos de académicos sobre el siglo XVIII, el siglo que vio nacer la Academia, y el segundo, que estamos a punto de entregar, es una antología de unos veinte trabajos entre los mejores que el Boletín publicó en los cien años anteriores) a partir de este año pasará a ser una revista digital. Sin embargo, el número de envíos no ha disminuido, sino todo lo contrario: tenemos una cartera muy nutrida de artículos que son sometidos a una escrupulosa lectura por parte de tres consultores y los que superan esa prueba, en algunos casos con algunas modificaciones, que los propios autores implementan por indicación de los lectores, está nutriendo la revista, que va a tener su continuidad.

Boletín de la Real Academia Española (BRAE)

Casa Museo dedicada a Félix Lope de Vega

La Casa Museo Lope de Vega está integrada en la RAE. ¿Se plantean ustedes acoger otras unidades museísticas? No .Porque la Academia tiene que ser muy consciente de sus limitaciones. No hay nada peor que morir del éxito. El que mucho abarca poco aprieta y nosotros tenemos que apretar mucho en aquello que ya tenemos y por lo tanto no necesitamos abarcar más.

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¿En qué punto se encuentra la digitalización del Archivo de la Academia? Hemos terminado una primera fase, con una generosa financiación del Banco de Santander. Ahora estamos procesando esa digitalización para ofrecerla en la red. Luego seguiremos con otras tandas. Lo que no hemos podido afrontar es toda la digitalización del archivo de los trescientos años, pero el primer tramo, que es el del XVIII, ya lo hemos concluido y esperamos ofrecerlo en abierto lo más pronto posible.

Biblioteca de la RAE

¿Qué aportan al fondo de la Biblioteca de la Academia los legados de don Dámaso Alonso y de Rodríguez Moñino? Son dos legados diferentes y de gran valor. El de don Antonio Rodríguez Moñino y de doña María Brey Marín (igual que el legado de don Dámaso Alonso es el de don Dámaso Alonso y de doña Eulalia Galvarriato). Tanto doña Eulalia como doña María eran mujeres de letras; escritora de creación en el caso de Eulalia y bibliotecaria y bibliófila en el de María Brey Mariño (por cierto, tía abuela de Mariano Rajoy Brey, presidente actual del gobierno español). Entonces, el legado Brey-Rodríguez Moñino es el legado de unos bibliófilos-bibliógrafos-eruditos, con piezas muy raras de literatura efímera, como son los pliegos de cordel. Y también con un componente muy singular, y es que fueron grandes coleccionistas de obra gráfica, de grabados. Hay muchos dureros, están los grabados de Goya? Todo eso forma parte de ese legado. Y luego mucha erudición bibliográfica. La bibloteca Galvarriato-Alonso es una biblioteca fundamentalmente de un filólogo romanista, pero también de un gran poeta de la Generación del 27. Por lo tanto tiene una magnífica colección de poesía contemporánea y también del Siglo de Oro. Y luego tiene un ingente acopio de literatura científica, en el ámbito no solo

Sala Dámaso Alonso

Sala dedicada al legado Rodríguez-Moñino en la RAE

del español sino de todas las lenguas romances.

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Tras once años de trabajos de la veintidós Academias de la Lengua Española, en 2009 ve la luz la Nueva gramática de la lengua española. Esta obra, salvando el ilustre precedente de la Gramática de don Emilio Alarcos, constituye la primera gramática española desde 1931. ¿Por qué ha habido que esperar tantas décadas para disponer de una gramática oficial del español? Hubo entremedias dos intentos. El intento del Esbozo y el de la Gramática de Emilio Alarcos Llorach que usted refiere. La Gramática es el gran código normativo del idioma. La lingüística y los estudios gramaticales experimentaron a lo largo del siglo XX un desarrollo enorme. La última Gramática que la Academia publicó fue la del 31. Y digamos que entre el año 1931 y el año 2009 en que publicamos la nueva ocurren más cosas en el ámbito de los estudios lingüísticos y gramaticales probablemente que desde Nebrija hasta la Gramática del 31. Puede haber ahí varios siglos de una cierta estabilidad en la doctrina gramatical y de repente esto se dispara con la eclosión de teorías lingüísticas como puede ser la gramática generativa o transformacional, la gramática funcionalista, la glosemática? En fin, todas las escuelas de la Lingüística. Esto influye mucho en que la Academia entre una cierta fase de perplejidad. No por chochez ni por pérdida de facultades, sino simplemente porque la propia complicación de las cosas así lo indicaba. La Gramática de la Academia es una gramática normativa. Entonces, ¿en qué medida puede conectarse este carácter normativo de la Gramática académica con una concepción metodológica específica conforme a una determinada escuela de la Lingüística? Eso es lo que provoca el hecho de que cuando se le encarga a Emilio Alarcos la Gramática de la Academia y él hace una magnífica gramática, luego la Academia en cierto modo recule porque se da cuenta de que obedece a unos principios de escuela tan exactos, tan precisos, que hay como una cierta contradicción. Y entonces lo que hace la Academia es que publica la Gramática con sello suyo, pero no es la Gramática de la Academia, es la Gramática de Emilio Alarcos Llorach, en una colección de la RAE. Y algo parecido ocurrió con el Esbozo. El Esbozo estaba llamado a ser la gramática. Pero precisamente por estos mismos pruritos aparece con la denominación de Esbozo. Finalmente creo que se ha resuelto de una manera muy buena. Incluso yo diría más: la gramática coordinada por Ignacio Bosque, que fue el ponente, es una obra monumental. Si le sumamos la Fonética que coordinó don José Manuel Blecua, nos encontramos con un corpus de unas 5000 páginas. Es decir, es una gramática de 5000 páginas. De la que por supuesto hay una edición en forma de manual, que yo creo que salió más largo de lo que debiera, y luego está la edición escolar que tiene unas dimensiones más razonables. Pero esa Gramática va a representar, viendo las cosas con perspectiva, algo semejante a lo que pudo en su día significar el Diccionario. Es decir, la Gramática del año 9 es una obra fundacional que seguirá teniendo ediciones, pero ya no habrá otra Gramática de la Academia. Será esa. Igual que el Diccionario.

¿Una obra con varias ediciones, no? Con varias ediciones y una renovación continua. Ya estamos trabando en la próxima edición. Pero, no sé si me explico bien? Es que se trata de una aportación tan importante, y además con la dimensión panhispánica, que yo creo que esa perplejidad y esas dudas han quedado felizmente resueltas con ese trabajo extraordinario coordinado por Ignacio Bosque.

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¿Podemos afirmar que en general hacemos un buen uso del español? Todas las generalizaciones son falsas. Incluso esta. Entonces, yo me resisto (siempre dicen que es porque soy gallego, pero no creo que sea por esa razón) a hacer afirmaciones de ese tipo. ¿Utilizamos bien la gramática? Pues mire, unos sí y otros no. Incluso quienes la utilizamos bien a veces metemos pifias. Y quienes la utilizan mal tienen momentos de epifanía, de revelación, y construyen una frase magnífica. O sea que la cosa es muy fluctuante; no se puede generalizar.

¿Qué futuro tiene nuestro idioma en el contexto del sistema de comunicación global del que formamos parte? No hay ningún peligro. Es una lengua global, una lengua eficaz, útil. Y amparada por una tradición fortísima. Por lo tanto hay que desterrar cualquier idea catastrofista. Aunque de vez en cuando la gente se apunta a ellas. Y no solo porque venga el final de un milenio como ocurrió en el año 2000.

¿A qué responde la iniciativa del Quijote escolar elaborado por don Arturo Pérez Reverte? Es simplemente el cumplimiento, con un poco de retraso, de un encargo que el gobierno le hizo a la Academia española en el año 1912. Con motivo de los centenarios del Quijote (1905,1915) hubo en España un movimiento para que la obra formara parte del currículum educativo. También hubo otras iniciativas, entre ellas por ejemplo la famosa estatua de don Quijote y Sancho, que está ahora en la Plaza de España. También en ese mismo movimiento entra la publicación de obras como Meditaciones desde el Quijote de Ortega o la Vida de don Quijote y Sancho de don Miguel de Unamuno. Por cierto, tenían posiciones encontradas en la cuestión de si el Quijote debía ser leído en las escuelas o no. Unamuno decía que sí y Ortega decía que no. No porque le pareciera una obra compleja o una obra anacrónica, sino porque según Ortega era una obra desmitificadora, y los niños necesitaban creer en mitos. Él consideraba que el mito, con esas metáforas tan brillantes que Ortega utilizaba, era la hormona del espíritu, y que por lo tanto el Quijote al ser un libro desmitificador era poco educativo. Entonces, en ese contexto hay una real orden que le encarga a la Academia hacer dos ediciones: una ?crítica y erudita? y otra ?popular y escolar?. Pues bien, con un poco de retraso como digo finalmente hemos hecho las dos cosas: la edición escolar y popular es la de Arturo Pérez Reverte y la crítica y erudita es la nueva edición de el Quijote que va aparecer en nuestra Biblioteca Clásica de la Real Academia Española.

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ACADÉM ICOS Podríamos dividir a los académicos de número entre creadores, filólogos e historiadores de la literatura, lingüistas y representantes de diversos sectores profesionales. ¿Qué equilibrio existe entre esos grupos en la vida diaria de la Academia y también en el momento de nombrar a un director de la misma? En el momento de nombrar a un director no creo que tenga ninguna influencia, porque si bien es cierto lo que usted dice que el perfil de los académicos es distinto, la condición de académicos es totalmente común e igualitaria. Es decir, que todos los académicos lo son con los mismos derechos y obligaciones. A veces, en tono humorístico digo que el lema fundacional de la Academia (el famoso limpia, fija y da esplendor), que es un lema muy expresivo, que la elección de los académicos obedece a esos tres registros: hay académicos que dan esplendor, que son fundamentalmente los escritores; hay académicos que fijan, que son los lingüistas, los filólogos; y luego hay académicos, como yo, que nos dedicamos a la limpieza: somos señores de limpieza en la Academia, pero tenemos también nuestro sitio aquí desde el propio lema que nos ampara. Es cierto que en cada siglo ha cambiado en parte la composición del cuerpo académico, y también el perfil de los directores. En el siglo XVIII fueron todos fundamentalmente aristócratas. Estoy hablando no solo de los Villena, sino también de los Medinaceli, de los Alba, etc. Ojo: aristócratas enormemente trabajadores e ilustrados. No estamos hablando de marquesones. Estamos hablando de personas ilustradas, imbuidas de los principios de las luces y dispuestos a trabajar a favor de una causa noble como era la lengua. Luego, en el siglo XIX, irrumpieron con gran fuerza los grandes escritores, que por supuesto en algún caso también eran nobles, como es el caso del Duque de Rivas, por ejemplo. Y esto también repercutió en la elección del director. Y luego en el XX siguió habiendo muchos escritores y muy buenos; el número de los aristócratas descendió y se produce la irrupción de los filólogos: el siglo XX es el siglo de los filólogos en la Academia. Y eso también marca el perfil de los directores. Hay que pensar que la figura máxima de la filología española, don Ramón Menéndez Pidal, fue director de la Academia durante treinta y dos años; los primeros antes de la Guerra, y fue objeto de una cierta depuración por su sentimiento liberal y republicano, pero felizmente volvió a ser director a partir de la segunda parte de los años cuarenta y lo fue hasta su muerte, casi centenario, en el año 1969. Luego también hay que pensar que fueron directores Dámaso Alonso, Rafael Lapesa (si bien en un breve periodo de transición), Pedro Laín Entralgo, Manuel Alvar, Fernando Lázaro Carreter, Víctor García de la Concha y José Manuel Blecua. Es decir, que el predominio de los filólogos es muy marcado. También hay que mencionar aquí que José María Pemán fue también en los años 40 director de la Academia y no era un filólogo sino un político y un autor dramático y poeta.

En los últimos años, como apunta, han sido lingüistas o filólogos. ¿Por qué no creadores o representantes de otros sectores profesionales? No hay ningún motivo para que no sea así. Es decir, que podría en cualquier momento ocurrir tal cosa. Hombre, yo espero que al menos en los próximos cuatro años no tenga que ocurrir, por lo que me va en ello, pero a partir de ese momento, claro.

¿Por qué no entran políticos en la institución como en otros tiempos? Políticos estuvo don José María de Areilza, que fue quizás el último que respondía a ese perfil. No hay tampoco ningún motivo y puede en cualquier momento cubrirse alguna vacante con algún político. Por ejemplo, en el sillón que yo (probablemente de manera poco justificada) ocupo, que es el de la B mayúscula, estuvieron ni más ni menos que dos presidentes de República, don Emilio Castelar y don Niceto Alcalá Zamora. Estos dos nombres que he mencionado hablan de que tiene que ser un político con obra. En

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ambos casos eran además personas muy brillantes en la oratoria, que es el gran instrumento del político. El político tiene que ser de suyo un buen expositor. Sino un gran orador en el sentido decimonónico, sí al menos alguien que utilice la palabra con eficacia para convencer a sus compatriotas de aquello que forma parte de las convicciones que el político tiene.

¿Qué tareas realizan las Comisiones de la RAE? Bueno, hay dos tipos de comisiones. Las comisiones de administración y gestión, para tomar decisiones a un determinado nivel, aunque luego las decisiones definitivas las toma la Junta de Gobierno y el Pleno. Y luego hay otras comisiones que son estrictamente lingüísticas y filológicas. La más importante de todas es la Comisión delegada del Pleno para el Diccionario, que es aquella a la que compete la última palabra en las decisiones que afectan al Diccionario. Pero también en función del Diccionario hay cinco comisiones, que se reúnen por separado todas las semanas y que se dedican a desbrozar trabajos relacionados con el Diccionario.

¿Qué labor desempeñan los académicos correspondientes por las comunidades autónomas? Recurrimos a ellos cada vez más. Por ejemplo, el Boletín de la RAE no estaría funcionando como funciona si ellos no estuvieran continuamente haciéndonos lecturas de los artículos y otros cometidos que ellos están desempeñando. Por ejemplo, la Academia ha tenido una actividad editorial intensísima desde 2009 hasta hoy, y estos académicos correspondientes, algunos de ellos, han contribuido a las gramáticas, a las ortografías, a los diccionarios. En otros casos contamos con ellos incluso para misiones específicas. Yo recuerdo que cuando la Academia estaba en European Institucion for Lenguages, fue un académico correspondiente el que estuvo asistiendo a esas reuniones en representación de la Real Academia Española.

Recientemente, como parte del programa de su Tercer Centenario y dirigida por el profesor Álvarez de Miranda, la corporación ha iniciado la publicación de una colección de libros (editados por Biblioteca Nueva) que recoge una muestra de los discursos de ingreso. Muchos de esos opúsculos son obras maestras del género. ¿Qué fin persigue la Academia con esta colección? Es una colección exclusivamente vinculada al tercer centenario. En principio no está previsto que haya una continuidad. Es una colección de doce discursos seleccionados por él. Porque don Pedro, además de un gran lexicógrafo y el responsable del éxito de la vigésimo tercera edición del Diccionario, leyó su discurso de ingreso en la Academia precisamente sobre los discursos de ingreso en la Academia. Por lo tanto, él conoce mejor que nadie el corpus total de esos discursos académicos. En la española ha habido entorno a unos 400 ingresos, pero discursos hay algo menos de 300. Porque la tradición de comenzar leyendo un discurso es de mediados del XIX. Los académicos leían discursos, que a veces llamaban oraciones, que la gente cree que es que se pasaban el día rezando, y no era así. Se llamaban oraciones por la oratio latina. Pues bien, de esos algo menos de 300 discursos don Pedro ha hecho una selección de los que considera más significativos en función de nuestro objetivo de aprovechar el centenario para que la sociedad redescubra aspectos de la Academia que podían estar en sombra.

Desde la fundación de la Real Academia Española por el marqués de Villena en 1714 hasta 1847 no existía la costumbre de que los académicos neófitos ofrecieran un discurso al ingresar en la misma. Esta situación cambia de resultas de un Real Decreto de 1846. ¿Qué aporta el ritual de la ceremonia del discurso de ingreso?

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Es una ceremonia muy solemne. Yo creo que también es una ceremonia muy austera; tiene un protocolo que es siempre el mismo. Es también muy significativo que el director no intervenga. Nada más que para abrir la sesión y para imponer al académico su medalla y darle el diploma. A pesar de esa austeridad, de ese minimalismo, son actos que gozan de una adhesión y un éxito extraordinarios. Y es efectivamente el momento en que un académico adquiere en plenitud la condición de tal. Un académico mientras no lee su discurso de ingreso es exclusivamente académico electo. E incluso, según el reglamento de la Academia podría perder su sillón si en el plazo de dos años no leyera. La verdad es que luego la Academia procura ser flexible en esto. Como por ejemplo hizo en el caso de don Salvador de Madariaga, que fue elegido en el año 36 y la Academia aceptó reservar su plaza hasta el año 77 para que después de muerto Franco él pudiera venir y leer su discurso de ingreso.

Los discursos se abren siempre con un exordio: expresión de gratitud, elogio del antecesor en la silla y topos retórico de la modestia simulada. Al discurso del académico electo le sigue la contestación, encomendada al director de la corporación pero de ordinario transferida a otro académico. ¿Qué objetivo tiene esa estructura bipartita de la ceremonia? Forma parte del ceremonial. La Academia es una corporación de iguales a la que se accede por cooptación. Uno es candidato a la Academia porque tres académicos lo proponen; uno se convierte en académico electo porque la mayoría de los académicos lo votan, y luego uno finalmente pasa a ser académico efectivo porque otro académico lo recibe después de que haya pronunciado su discurso. Esto forma parte del ceremonial de una institución que, aunque en nuestro caso viene del siglo XVIII, tiene precedentes en los siglos anteriores. La Academia en última instancia viene de los griegos. De ahí viene el nombre del jardín de Akademos. Y luego en el Renacimiento tiene una floración muy amplia. Pero la nuestra es fundamentalmente dieciochesca. Conserva algunas prácticas, pero cuando se habla de protocolos? la vida está llena de protocolos, de signos. A veces incluso el mostrarse antiprotocolario se hace a través de protocolos subyacentes.

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¿Son los discursos de tema propiamente lingüístico o literario los que, desde el punto de vista científico, más aportan a la institución, o bien resulta de interés cualquier tipo de discurso que estudie la incidencia de la lengua en un campo social o profesional concreto? Yo creo que cualquiera. Porque la Academia es plural y quien es elegido académico lo es, eso sí, por su aportación al idioma, pero sin que esta aportación venga exclusivamente de una actitud creativa (en el caso de los poetas, los novelistas o los dramaturgos) o de una actividad de tipo científico-lingüístico, como es el caso de los lexicógrafos, de los gramáticos, etc. Todos tienen su interés. Lo cual no creo que sea de sorprender. Si alguien llega a ser elegido académico es porque se supone que tiene cosas que decir. Y generalmente aprovecha la ocasión para decirlas.

DICCIONARIOS

¿Qué objetivos pretendía alcanzar el simposio El futuro de los diccionarios en la era digital, celebrado aquí en noviembre del pasado año? Pretendíamos algo que creo que es muy razonable: que los diccionarios no pueden seguir siendo exactamente como hasta ahora, diccionarios gutenbergianos, cuando el público ya empieza a ser nativo-digital. Por lo tanto, el DRAE, que llevaba publicándose trescientos años, necesitaba (necesita) una refundación. Y esa refundación hay que hacerla aprovechando las experiencias de quienes están haciendo cosas semejantes. Ese fue el motivo de convocar el simposio.

¿Acercar los diccionarios a la sociedad es el objetivo que debe primar en la labor del lexicógrafo? Sí, es una de las conclusiones de ese Simposium. Los expertos nos han dicho que el diccionario digital tiene que ser un diccionario acomodado como el guante a la mano a las exigencias del público. De manera que en él el público tiene que encontrar todo lo que busque. Y lo tiene que encontrar de la manera más directa, más ágil, más rápida y más inmediata.

Pero, ¿es la sociedad el destinatario final del diccionario o bien es, en algunos casos, una labor hecha por y para lingüistas? Yo no veo contradicción entre una cosa y otra, viendo este asunto desde la perspectiva desde la que nosotros estamos. Probablemente el diccionario que nosotros hagamos en el futuro será un diccionario total. El soporte digital lo resiste todo, cosa que no ocurre con el libro: el libro resiste lo que le cabe. Un libro no puede meter voces, por ejemplo; un libro no puede pronunciarnos las palabras, en cambio un diccionario digital sí que las puede pronunciar. Y las puede pronunciar con el acento de Cochabamba o con el acento de Cádiz o con el acento de Ciudad Juárez. El diccionario total, por ejemplo, podría neutralizar las 33


diferencias entre lo que llamamos diccionario histórico y lo que llamamos diccionario de uso. Y, por supuesto, contendrá una cantidad ingente de información. Válida para entender el idioma de hoy, pero también para entender el de ayer. Con ese nivel máximo de información, evidentemente estamos hablando de una obra para lexicógrafos o para lingüistas, o para escritores. Pero ese mismo humus es el que da de sí el diccionario que pueden utilizar los escolares de Bolivia o que pueden utilizar los locutores de Puerto Rico.

Hoy se elaboran diccionarios de casi todo. ¿Un diccionario debe ser tarea exclusiva de un lexicógrafo o bien puede abordar la labor un profesional del campo al que se dirige el producto? ¿Qué pátina de prestigio tiene a su, juicio, el lexicógrafo lingüista? Eso siempre ha existido. Es decir, el lexicógrafo es el científico y el técnico que elabora el diccionario, pero el contenido del diccionario en muchos casos necesita de la supervisión y del aval de alguien que domine la materia de la que trata la palabra que lexicográficamente es procesada y es reflejada. O sea que es una suma de las dos cosas. Nosotros en la Academia tenemos académicos que son botánicos, arquitectos, médicos, etc. Voy a poner un ejemplo concreto. ASEPA es la asociación española de productores de automóviles. Bueno, pues este diccionario nuestro se ha nutrido de una colaboración con ellos para revisar toda la terminología de la mecánica del automóvil. Algunos de los académicos, entre los cuales me encuentro yo, somos muy aficionados al automovilismo, pero sabemos que tenemos ciertas limitaciones y en consecuencia hemos recurrido a los profesionales, que son ingenieros fundamentalmente, que están en esa asociación.

Me decía una vez una célebre lexicógrafa que los másteres de lexicografía tienen en realidad poca utilidad. Que no forman lexicógrafos, sino teóricos de la lexicografía o metalexicógrafos ("lexicógrafos teólogos" frente a "lexicógrafos misioneros", en afortunado símil empleado por don Manuel Seco en el simposio de noviembre). ¿Cómo animaría usted a un recién licenciado a matricularse en un máster de lexicografía como por ejemplo el que oferta esta casa y que dirige don Salvador Gutiérrez Ordóñez? ¿Son útiles los másteres de lexicografía para formar lexicógrafos prácticos? Yo creo que sí .Yo soy un profesor universitario y creo en la educación y en la formación. Creo también en un cierto componente de autodidactismo. Por ejemplo, que yo sepa ninguno de los autores del Diccionario de autoridades había hecho un máster de lexicografía. Y tampoco Sebastián de Covarrubias. Y sin embargo ahí está la obra que produjeron. Pero hoy en día con el desarrollo de las disciplinas, a los jóvenes en los másteres se les puede dar una formación extraordinaria. Claro que es aconsejable que hagan esos másteres, pero ojo, que sean másteres no nostálgicos de lo que fue la lexicografía sino más bien visionarios de lo que puede ser la lexicografía del futuro.

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¿Es el DRAE que podemos consultar por internet un diccionario en papel trasladado a otro formato o bien es un producto nuevo y diferente? Hasta ahora no. Hasta ahora el diccionario en línea era el diccionario de papel digitalizado. El próximo diccionario será al revés: será un diccionario digital en algún caso puesto en papel.

El DRAE es un diccionario normativo que sanciona usos léxicos. ¿Qué diferencia a su juicio un diccionario como el DRAE de un diccionario de uso como por ejemplo el que vienen impulsando don Manuel Seco y su equipo? Aquí hay cuestiones de mucha enjundia. Igual que todos estamos de acuerdo en que una gramática académica, o una ortografía, son normativas (aunque últimamente a veces nos critican que estamos relajando mucho el énfasis normativo), el diccionario sí que es muy discutible que sea normativo. Porque eso significaría algo así como que las palabras que no están en el diccionario están fuera de la norma, y por lo tanto son palabras condenadas a las tinieblas exteriores del idioma. Y eso no es así. El diccionario tiene las palabras que le caben. Y las que no caben no están por alguna razón. Es decir, porque el sitio que podrían ocupar lo ocupa otra palabra que considera la Academia que tiene mayor impacto. Pero no quiere decir que la que no esté sea una palabra anormativa, y que por lo tanto sea punible, perseguible, desdeñable, reprobable. No es así ni mucho menos. Nosotros mismos a veces nos sorprendemos por el aura de referencia de autoridad que el Diccionario de la Academia Española tiene. Cosa que, cualquiera de los diccionarios magníficos que hay en del español (el que usted ha mencionado y algunos más) posee. Bueno, pues eso se explica por la historia. No en vano, el primer diccionario que la Academia hizo lo llamó Diccionario de la lengua castellana, y sin embargo la gente empezó a llamarlo Diccionario de Autoridades. Autoridades no en el sentido del gobierno, sino en el sentido de que las palabras y las acepciones están avaladas por textos de referencia de los clásicos, que son los que le daban autoridad a las palabras. 35


Como una de las propuestas del Tercer Centenario de la institución se ha reeditado (JdJ Editores), en formato papel, el célebre Diccionario de Autoridades, germen del DRAE actual. ¿Sigue siendo útil a su juicio seguir tomando esa obra de 1726-1739 como punto de partida para la elaboración del diccionario académico? No es exactamente que lo tomemos como punto de partida, sino que el Diccionario de Autoridades, que es una obra monumental; de una lectura gratísima, por cierto (la frescura, el ingenio con que se describen las acepciones es maravillosa. Y luego están las citas de los autores? ) Ese diccionario, como sabemos, consistía en seis tomos. Se empezó a hacer una segunda edición. Pero la Academia se dio cuenta de que había un error: que un diccionario de seis tomos nunca podría ser un diccionario eficaz a la hora de contribuir a la unidad y a la fijación del idioma. Entonces, en 1780 toman la decisión de prescindir de las autoridades; quedarse con el lemario y hacer el diccionario de uso, que es el que inicia la saga de la que viene la vigésimo tercera edición. Es decir, que la vigésimo tercera edición del diccionario, publicada en el mes de octubre del año pasado, es tataranieta de aquella primera edición de 1780, que era hija del Diccionario de Autoridades. Pero ojo, la evolución es enorme desde entonces hasta hoy. Efectivamente podemos hablar de esa filiación. Una filiación que se va a refundar en la próxima edición del Diccionario.

Don José Antonio Pascual y su equipo están elaborando el Nuevo diccionario histórico del Español. ¿Qué conjunción de factores ha tenido que darse para que, ahora sí, tras varios intentos fallidos, esté saliendo adelante esta trascendental iniciativa? El Diccionario Histórico era una asignatura pendiente de la RAE. Por su propia complejidad era necesario disponer de las posibilidades de la informática para poder llegar a hacerlo. Ahora ya tenemos un programa (derivado de un programa que hemos comprado, pero que hemos adaptado totalmente al objetivo de hacer el diccionario histórico). Ese programa existe, ya ha dado sus primeros resultados. El programa funciona y en consecuencia ahora lo que nos falta es dinero y tiempo.

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Don Guillermo Rojo, artífice de los corpora CREA y CORDE, está ahora centrado en uno de los proyectos estrella de la corporación, el CORPES XXI. ¿En qué consiste esta herramienta y qué utilidad tiene para el investigador? Es un proyecto absolutamente fundamental. Es decir, es el sustrato, el sustentó, de toda la activad que la Academia realiza. Ya lo habían sido (y lo siguen siendo) el CREA y el CORDE. El CORPES es lo mismo que el CREA, pero ya del siglo XXI. Veinticinco millones de formas que se incorporan cada año a nuestra memoria informática (que no son veinticinco millones de palabras, sino de realizaciones del español; el 70% procedente de América y Filipinas y el 30 por ciento de España). Las fuentes son orales (radio, televisión, música? ) y escritas (periodismo, creación, literatura, medicina, publicidad, economía? ) Tenemos ya cerca de trescientos millones de formas registradas. De modo que ahora cualquier discusión sobre una estructura gramatical, pero sobre todo sobre una palabra o una acepción inmediatamente nos aporta una documentación precisa, un mapa exacto de donde se usa esa palabra o esa acepción. En el caso de que sea un neologismo, cuándo apareció por primera vez. En el caso de que sea lo que yo llamo ?palabra globo?, que se desinfla, también cuando se produjo ese deshinchamiento. Es decir, es un instrumento fundamental, que además creo (y lo digo sin jactancia) que solo la Academia están en condiciones de hacerlo. No creo yo que ninguna otra institución tenga el empuje y la capacidad de convocatoria como para poder desarrollar este servicio.

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La In stitu ción .

Para conocer la historia de la Real Academia recomendamos la lectura del libro La Real Academia Española. Vida e historia, escrito por don Víctor García de la Concha y editado en 2014 por Espasa Calpe.

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Las dos vi das de l as pal abr as Copyr igh t Š 2015 Las dos vidas de l as pal abr as. Todos l os der ech os r eser vados. 39


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I NV ESTI GA CI ONES A UTORES PRESENTADAS POR SUS

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Notas acerca del concepto de ?definición enciclopédica? Álvaro Porto Dapena Univer sidad de La Cor uña

0. En la liter atur a m etalexicogr áfica es casi un lugar com ún que, al tr atar de la definición, se par ta de una pr im er a distinción que se suele consider ar fundam ental: la que separ a, por una par te, la definición lingüística o lexicogr áfica pr opiam ente dicha, que es la típica de los diccionar ios de lengua o diccionar ios en sentido estr icto, y, por otr a, la definición enciclopédica, que car acter iza a las enciclopedias y diccionar ios enciclopédicos en gener al. Ahor a bien, esta distinción, que en teor ía puede r esultar lógicam ente aceptable ? lo que explica su am plia difusión? , no siem pr e funciona en la pr áctica, hasta el punto de que todo el m undo par ece estar de acuer do en que tam bién en los diccionar ios de lengua apar ecen con r elativa fr ecuencia definiciones calificadas de enciclopédicas y, desde luego, en las enciclopedias ? y sobr e todo en los diccionar ios enciclopédicos? abundan las definiciones de tipo lingüístico. Yo m ism o en m i M anual de técnica lexicogr áfica (2002: 278) cito com o ejem plos de definiciones enciclopédicas contenidas en un diccionar io ? en este caso en el DRAE? las siguientes:

capuchina. f. Planta tr epador a de la fam ilia de las Tr opeoláceas, de tallos sar m entosos, que alcanza de tr es a cuatr o m etr os de longitud, con hojas alter nas abr oqueladas y flor es en for m a de capucha, de color r ojo anar anjado, olor ar om ático suave y sabor algo picante. Es or iginar ia del Per ú, se cultiva por ador no en los jar dines, y es com estible. lechuza. f. Ave r apaz noctur na, de unos 35 cm de longitud desde lo alto de la cabeza hasta la extr em idad de la cola, y apr oxim adam ente el doble de enver gadur a, con plum aje m uy suave, am ar illento, pintado de blanco, gr is y negr o en las par tes super ior es, blanco de nieve en el pecho, vientr e, patas y car a; cabeza r edonda, pico cor to y encor vado en la punta, ojos gr andes, br illantes y de ir is am ar illo, car a cir cular, cola ancha y cor ta y uñas negr as. Es fr ecuente en España, r esopla con fuer za cuando está par ada, y da un gr aznido estr idente y lúgubr e cuando vuela. Se alim enta or dinar iam ente de insectos y de pequeños m am ífer os r oedor es.

donde, efectivam ente, lo que se hace es una descr ipción r elativam ente m inuciosa no, com o ser ía lo esper able en un diccionar io, de las palabr as capuchina y lechuza, sino de las r ealidades r epr esentadas por ellas: las definiciones en cuestión ofr ecen, desde luego, una clar a infor m ación enciclopédica. Ahor a bien, si esto es así, com o par ece, una de dos: o, según cr een algunos, no es posible en la pr áctica establecer una delim itación neta entr e diccionar io y enciclopedia, de m odo que en todo diccionar io existe infor m ación enciclopédica, de m odo que en todo diccionar io existe infor m ación enciclopédica y en 42


toda enciclopedia se encuentr a infor m ación lingüística, o, por otr o lado, no existe r ealm ente una ver dader a oposición entr e definición lingüística y enciclopédica, pasándose de una a otr a de un m odo insensible, gr adual, sin solución de continuidad. A m i m odo de ver, sin em bar go, cr eo que esto no es así ni m uchos m enos, sino que, tr adicionalm ente, se vienen consider ando enciclopédicas definiciones que, pese a contener infor m ación sobr e la r ealidad extr alingüística, en r ealidad no lo son ? tal ocur r ir ía en los ejem plos que acabam os de ver ? , por que se par te de una concepción equivocada de ?definición enciclopédica?, noción que está r eclam ando, por tanto, una im pr escindible r evisión. En las notas que siguen a continuación m e pr opongo hacer unas r eflexiones per sonales sobr e el asunto sin la m ás m ínim a pr etensión er udita, evitando por ello toda r efer encia bibliogr áfica y notas a pie de página, pensando sobr e todo en el car ácter divulgativo de esta r evista, par a la que fuer on escr itas.

1. Definición lingüística fr ente a definición ontológica y enciclopédica 1. En la concepción tr adicional, efectivam ente, am bos tipos gener ales de definición vienen car acter izándose por que, m ientr as la lingüística sir ve par a definir la palabr a, la enciclopédica lo que define es la cosa r epr esentada por esa palabr a, cir cunstancia que, en la pr áctica, se m anifiesta nor m alm ente en una m ayor cantidad de infor m ación en la de car ácter enciclopédico. Y de ahí la tendencia a identificar com o lingüísticas las definiciones br eves, que apor tan poca infor m ación o r asgos car acter ísticos, m ientr as que la posibilidad de encontr ar nos ante una definición enciclopédica aum entar á confor m e lo haga el núm er o de car acter ísticas puestas de m anifiesto, cir cunstancia que, obviam ente, contr ibuye a hacer extr em adam ente difusos los lím ites entr e uno y otr o tipo de definición. Al final, todo se r educe a una cuestión de gr ado de especificación de r asgos: una hiper especificación se asociar á invar iablem ente con el car ácter enciclopédico ? de donde que algunos pr efier an llam ar definiciones hiper específicas a las enciclopédicas? y, por su lado, una baja especificación car acter izar á a las definiciones lingüísticas, tam bién llam adas léxico-semánticas. Per o, com o la especificación es gr adual, ¿dónde hay que situar el lím ite? ¿Cuándo una definición deja de ser lingüística, o lo que viene a ser lo m ism o, cuándo com ienza a ser enciclopédica o hiper específica? Se da por supuesto que los r asgos necesar ios ? ¿esenciales?? constituyen el significado de la palabr a definida y, por tanto, la cor r espondiente definición es lingüística, m ientr as que la super abundancia de r asgos im plica una car acter ización de la cosa o r ealidad r epr esentada y, consiguientem ente, la definición es enciclopédica; per o ¿bajo qué cr iter io o cr iter ios podem os afir m ar que un r asgo ? que en el fondo es siem pr e una car acter ística de la cosa designada? ha de tom ar se o no com o com ponente del significado?

1.1. Conviene, de todas for m as, tener pr esente que no necesar iam ente una definición por el m er o hecho de r efer ir se a una cosa u objeto ha de ir asociada a un pr etendido car ácter hiper específico: hay, efectivam ente, definiciones de cosas que incluyen pocos r asgos, com o podr ía ser, por ejem plo, el caso de

filodio. Bot. Peciolo m uy ensanchado que sustituye a la lám ina de una hoja,

que clar am ente r epr esenta una definición enciclopédica, aunque ello no quier e decir, por otr o lado, que esta se identifique totalm ente con la definición de las cosas o, com o ser ía pr efer ible llam ar la, definición ontológica: así,

escar apela. Divisa com puesta de cintas por lo gener al de var ios color es, fr uncidas o for m ando lazadas alr ededor de un punto. Com o distintivo, se coloca en el som br er o, m or r ión, etc. Se usa tam bién com o ador no

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se r efier e clar am ente a la r ealidad escar apela, per o no constituye, a m i m odo de ver, una definición pr opiam ente enciclopédica. 1.2. En definitiva, toda definición enciclopédica es ontológica, per o no toda definición ontológica es siem pr e enciclopédica. Por otr o lado, podem os afir m ar asim ism o que toda definición hiper específica es ontológica, per o, lógicam ente, no toda definición ontológica tiene que ser hiper específica. Y, com o es obvio, no todas las definiciones enciclopédicas, según hem os podido obser var, tienen car ácter hiper específico, pues los car acter es hiper específico y enciclopédico cor r esponden a puntos de vista difer entes de clasificación de las definiciones ontológicas: según la cantidad de infor m ación el pr im er o, y según el tipo de conocim iento en que se basa la definición el segundo: solo cuando este es científico o per tenece a un ár ea específica de conocim iento se puede hablar, a m i juicio, de ver dader a definición enciclopédica. Así pues, aquí voy a par tir del siguiente esquem a:

1.3. Esto supuesto, no se puede identificar, com o hacen algunos, definición hiper específica con enciclopédica, así com o tam poco por cier to ? según puede deducir se del esquem a anter ior ? definición lingüística con léxico-semántica, pues definiciones lingüísticas son, por ejem plo, las siguientes:

cor cel. m. Caballo liger o de gr an alzada, fr ey. m. Tr atam iento que se usa entr e los r eligiosos de las ór denes m ilitar es, a distinción de las otr as ór denes, en que se llam an fr ay,

de las que tan solo la pr im er a podr ía calificar se de léxico-sem ántica, por cuanto que solam ente en ella se ponen de m anifiesto los r asgos sem ánticos constitutivos del cor r espondiente significado. No ocur r e lo m ism o en el segundo caso, puesto que fr ey car ece de significado léxico y, por ello, este vocablo se halla car acter izado no por su contenido léxico, sino por su función o uso que los hablantes hacen de él: su utilización com o tr atam iento entr e r eligiosos de ór denes m ilitar es, en oposición a fr ay, que posee idéntica función, per o en otr as ór denes. Se dice que, en el pr im er caso, la definición está for m ulada en pr imer a metalengua o metalengua de contenido, m ientr as que en el segundo lo está en segunda metalengua o metalengua de signo, r azón por la que se tr atar ía de lo que algunos ? pienso que ?im pr opiam ente?? se em peñan en llam ar definición impr opia o incluso falsa definición.

1.4. Per o a todo lo dicho debe añadir se algo todavía m ucho m ás im por tante: a decir ver dad el concepto de ?definición ontológica? en gener al y de ?definición enciclopédica? en par ticular no puede basar se, com o se viene haciendo tr adicionalm ente, en el pur o contenido del definiens, consistente las m ás de las veces en una descr ipción r elativam ente m inuciosa de la cosa r epr esentada por la palabr a que se tom a com o definiendum. Por ello, si bien nos fijam os, las definiciones que veíam os al pr incipio cor r espondientes a capuchina y lechuza no constituyen ? fr ente a lo que dábam os por sentado? ver da44


der as definiciones enciclopédicas y ni siquier a ontológicas, pues lo que ver dader am ente da la pauta en este caso no es, com o digo, el definiens, sino ante todo y fundam entalm ente la natur aleza del definiendum junto, por otr o lado, con la r elación establecida entr e estos dos com ponentes de la definición. 1.4.1. Esta ser á ver dader am ente ontológica (o, m ás concr etam ente, enciclopédica) cuando el definiendum esté constituido por la cosa r epr esentada por la palabr a-entr ada en su uso lingüístico nor m al, cosa que, evidentem ente, no ocur r e en los ejem plos pr opuestos, donde tanto capuchina com o lechuza están tom adas no com o r epr esentantes de cosas o r ealidades, sino de sí m ism as, esto es, com o palabr as ? en uso m etalingüístico? , pues de otr o m odo no se explicar ía la categor ización com o sustantivos fem eninos a que se som eten a continuación: si bien nos fijam os, lo que r ealm ente ha hecho en este caso el lexicógr afo ha sido establecer un puente entr e las palabr as o definienda, per tenecientes al nivel lingüístico, y las cosas que r epr esentan, cor r espondientes al nivel de la r ealidad expr esada en el definiens; ha señalado, por tanto, una r elación de designación o r efer encia, que podem os r epr esentar gr áficam ente así:

1.4.2. Así pues, auque los definientes descr iban efectivam ente cosas, ello no es suficiente par a concluir que nos hallam os ante definiciones ontológicas o, m ás concr etam ente, enciclopédicas. Se tr ata, por el contr ar io, de definiciones plenam ente lingüísticas, léxico-sem ánticas podíam os decir o, com o cr eo pr efer ible llam ar las, conceptuales, aunque no de significado, sino pur am ente designativas. Y si esto es así, com o cr eo, puede afir m ar se con toda segur idad que en los diccionar ios de lengua no hay ? salvo casos m uy excepcionales? ver dader as definiciones enciclopédicas; lo que hay en r ealidad son definiciones lingüísticas conceptuales de car ácter designativo, las cuales, ya se sabe, pueden incluir en su definiens infor m ación enciclopédica, per o este hecho no es suficiente com o par a concluir que se tr ata de definiciones enciclopédicas ni m ucho m enos.

1.4.2.1. Haciendo un pequeño par éntesis en m i exposición, un ejem plo de definición enciclopédica pr esente en un diccionar io, concr etam ente en el DRAE, ser ía, por ejem plo, la siguiente:

x. Vigésim a séptim a letr a del abecedar io español, y vigésim a cuar ta del or den latino inter nacional, que r epr esenta un sonido consonántico doble, com puesto de k , o de g sonor a, y de s, p. ej., en axiom a, exento, que ante consonante suele r educir se a s; p. ej., en extr em o, exposición. Antiguam ente r epr esentó tam bién un sonido consonántico sim ple, fr icativo, palatal y sor do, sem ejante al de la sh inglesa o al de la ch fr ancesa, que hoy conser va en algunos dialectos, com o el bable. Este sonido sim ple se tr ansfor m ó después en fr icativo, velar y sor do, com o el de la j actual, con la cual se tr anscr ibe hoy, salvo excepciones, com o en el uso m exicano de M éxico, Oaxaca. Su nom br e es equis.

Donde, obviam ente, la entr ada o definiendum es clar am ente una r ealidad ? una letr a? y no el vocablo que la r epr esenta, es decir, equis. En otr as palabr as, en este caso el definiendum no está indicado por palabr a alguna, sino r epr esentado dir ectam ente por la pr opia r ealidad, la letr a x, lo cual es posible gr acias a su car ácter gr áfico; se tr ata, por tanto, de un definición enciclopédica sui géner is, que podr íam os calificar de dir ecta, fr ente a la m ás fr ecuente, la indir ecta, en que la r ealidad definida está a su vez expr esada m ediante una palabr a en función estr ictam ente lingüística, com o ser ía el caso de

equis. Vigésim a séptim a letr a del abecedar io español, y vigésim a cuar ta del or den latino inter nacional, que r epr esenta un sonido consonántico doble, com puesto de k , o de g sonor a, y de s, p. ej., en axiom a, exento, que ante consonante suele r educir se a s; p. ej., en extr em o, exposición,

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definición por cier to distinta a su vez de esta otr a:

equis. f. Vigésim a séptim a letr a del abecedar io español, y vigésim a cuar ta del or den latino inter nacional, que r epr esenta un sonido consonántico doble, com puesto de k , o de g sonor a, y de s, p. ej., en axiom a, exento, que ante consonante suele r educir se a s; p. ej., en extr em o, exposición,

la cual ya ser ía lingüística conceptual de tipo designativo, toda vez que en este caso equis, categor izada com o sustantivo fem enino, está em pleada en calidad de r epr esentante de la palabr a equis y no de la r ealidad x, designada por ella en el uso nor m al de la lengua.

1.5. Una cuestión que a pr opósito de las definiciones hiper específicas convendr ía plantear nos ? aunque no constituya un punto fundam ental en el tem a que aquí estoy tr atando? viene r epr esentado por la r elación entr e la cantidad de infor m ación y los lím ites de la pr opia definición, pues, en dependencia de lo que entendam os por esta, esa hiper especificidad puede de hecho r ebasar los lím ites de la pr opia definición. Por ejem plo, en el caso anter ior, par ece lógico suponer que la definición pr opiam ente dicha está constituida por el definiendum x y ? com o he hecho en los dos últim os ejem plos? el sintagm a nom inal, r epr esentante del definiens, el cual abar ca desde vigésima séptima letr a hasta exposición; los r asgos que apar ecen en enunciados independientes, com o en el antepenúltim o ejem plo, en r ealidad ? al m enos desde un punto de vista for m al? constituyen lo que he pr opuesto llam ar extensiones definicionales, esto es, una especie de apéndices que ayudan a com plem entar la infor m ación ofr ecida dentr o de la definición, per o que no for m an pr opiam ente par te de ella, a m enos que, según se viene haciendo en este caso, entendam os la definición no desde un punto de vista estr ictam ente for m al, sino atendiendo a todo el contenido infor m ativo que apar ece en la acepción cor r espondiente. Ahor a bien, esto quier e decir que, tanto en definiciones ontológicas com o lingüísticas conceptuales de tipo designativo, hay que pensar que no siem pr e ? sobr e todo cuando hay una super abundancia de infor m ación enciclopédica? la definición abar ca por sí m ism a la totalidad de dicha infor m ación; por eso, en los ejem plos que siguen, tom ados del DRAE, cabe señalar que solo per tenecen a la definición las par tes que pr esento subr ayadas:

abeja. f. Insecto him enópter o, de unos quince m ilím etr os de lar go, de color par do negr uzco y con vello r ojizo. Vive en colonias, cada una de las cuales consta de una sola hem br a fecunda, m uchos m achos y num er osísim as hem br as estér iles; habita en los huecos de los ár boles o de las peñas, o en las colm enas que el hom br e le pr epar a, y pr oduce la cer a y la m iel. abejar uco. m. Pájar o del subor den de los Sindáctilos, de unos quince centím etr os de longitud, con alas puntiagudas y lar gas y pico algo cur vo, m ás lar go que la cabeza. En su plum aje, de vistoso color ido, dom inan el am ar illo, el ver de y el r ojo oscur o. Abunda en España y es per judicial par a los colm enar es, por que se com e las abejas. abeto. m. Ár bol de la fam ilia de las Abietáceas, que llega hasta 50 m de altur a, con tr onco alto y der echo, de cor teza blanquecina, copa cónica de r am as hor izontales, hojas acicular es y per sistentes, flor es poco visibles y fr uto en piñas casi cilíndr icas. Cr ece en par ajes fr escos y elevados, for m a bosques en los Pir ineos españoles, y su m ader a, no m uy r esistente, se apr ecia, por su tam año y blancur a, par a deter m inadas constr ucciones.

1.5.1. Esto supuesto, no hay que confundir definición enciclopédica con definición con infor mación enciclopédica o, incluso, con definición complementada enciclopédicamente. Com o ya queda dicho, una definición lingüística conceptual de designación puede contener infor m ación enciclopédica, com o ocur r e en los ejem plos anter ior es y en los que poníam os al pr incipio, r elativos a capuchina y eslizón, y, por otr o lado, cualquier tipo de definición, sea o no lingüística, puede ir com plem entada con una o var ias extensiones con infor m ación enciclopédica. 46


1.5.2. Par ecer ía lógico suponer a pr opósito de esto últim o que el sintagm a definicional deber ía incluir tan solo los r asgos m ás im por tantes o fundam entales, fr ente a lo expr esado m ediante or aciones al m ar gen de dicha definición, que pondr ían de r elieve aspectos m enos im por tantes o secundar ios. Desgr aciadam ente, no siem pr e esto es lo que se hace en la pr áctica; per o no cabe duda de que en todo caso se per cibe en este pr oceder una voluntad por par te del lexicógr afo por r esum ir en las m enos palabr as posible la definición par a así acer car se al m áxim o al m odelo ideal de definición, que indudablem ente no es otr o que el conceptual de significado. En todo caso, conviene subr ayar que, al final, este tipo de definiciones no se car acter izan, natur alm ente, por una hiper especificidad tan gr ande com o gener alm ente tiende s suponer se.

1.6. Insisto, pues, en que la distinción entr e definición lingüística y definición ontológica y, por tanto, tam bién enciclopédica, no está ? com o suele intr epr etar se? en la cantidad y tipo de infor m ación contenida en el definiens, sino, com o ya quedó señalado, en la natur aleza del definiendum, r epr esentado en el pr im er caso por un objeto, ya sea dir ectam ente com o hem os visto que ocur r ía en el caso de la letr a x, ya sea m ediante una palabr a en su uso lingüístico nor m al (com o indicador a de ese objeto), o, en el segundo caso, por una palabr a en uso m etalingüístico, esto es, com o r epr esentante de sí m ism a. Dicho de otr a m aner a: en la definición lingüística lo que se define es una palabr a y, por tanto, el definiendum tiene que tom ar se com o tal palabr a, es decir, m etalingüísticam ente o com o r epr esentante de sí m ism a, m ientr as que en la definición ontológica lo que se define es una cosa, una r ealidad, que puede apar ecer dir ectam ente com o definiendum o indir ectam ente por m edio de una palabr a en su uso lingüístico nor m al. Por eso estas dos definiciones, apar entem ente coincidentes,

cuaco. m. Har ina de la r aíz de la yuca cuaco. Har ina de la r aíz de la yuca,

son en r ealidad m uy distintas, puesto que en el pr im er caso nos hallam os ante una definición de tipo lingüístico, dado que el definiendum está tom ado com o palabr a r epr esentante de sí m ism a, pues de otr o m odo no se explicar ía su categor ización com o sustantivo m asculino, en tanto que en el segundo ? al no haber categor ización? la palabr a cuaco par ece que r epr esenta la r ealidad que nor m alm ente indica en la lengua y, por lo tanto, la definición ser á clar am ente ontológica. Notem os, por lo dem ás, que en la pr im er a definición el definiens r esponde a la pr egunta ?¿Qué significa o a qué aplicam os la palabr a cuaco??, fr ente a la segunda, en que ser ía m ás bien r espuesta a ?¿Qué cosa es (el) cuaco?"

2. Definición enciclopédica en r elación con la definición ter minogr áfica 2. Es clar o, por otr o lado, que la últim a de las dos definiciones anter ior es, pese a tener car ácter ontológico, nadie se atr ever ía a calificar la de enciclopédica. Y ello por cier to nada tiene que ver con el hecho de que se tr ata de una definición que de ninguna m aner a podr ía tachar se de hiper específica, pues tam poco podr ía calificar se de lo m ism o, por ejem plo,

azufr e. Elem ento quím ico de núm . atóm . 16,

y, sin em bar go, sí ser ía clar am ente enciclopédica. La r azón, a m i juicio, es por que en este caso la car acter ización de la r ealidad azufr e está hecha desde un conocim iento especializado, que no se consigue con el pur o apr endizaje de la lengua, sino con el estudio de una disciplina científica, en este caso la Quím ica: en r ealidad solo una per sona ver sada en esta ciencia puede entender esa definición. Pr obablem ente par a un hablante nor m al ser ía m ás com pr ensible ? y, por tanto, tal vez m ás adecuada? esta otr a definición: 47


azufr e. Sustancia de color am ar illo, electr izable por fr otación y que ar de con una llam a azul pr oduciendo un olor acr e car acter ístico,

que, evidentem ente, ya no ser ía enciclopédica, aunque sí ontológica. Así pues, si, por ejem plo, esta otr a definición,

abeto. Ár bol de la fam ilia de las Abietáceas, que llega hasta 50 m de altur a, con tr onco alto y der echo, de cor teza blanquecina, copa cónica de r am as hor izontales, hojas acicular es y per sistentes, flor es poco visibles y fr uto en piñas casi cilíndr icas. Cr ece en par ajes fr escos y elevados, for m a bosques en los Pir ineos españoles, y su m ader a, no m uy r esistente, se apr ecia, por su tam año y blancur a, par a deter m inadas constr ucciones.

es enciclopédica, no se debe tanto a la acum ulación de car acter ísticas dentr o y fuer a del sintagm a definicional com o al hecho de que r esponde a los cr iter ios taxonóm icos pr opios de la Botánica (de la familia de las Abietáceas) y a la utilización de cier tos tér m inos pr opios de esta r am a científica (acicular , por ejem plo).

2.1. Lo car acter ístico, pues, de una definición enciclopédica es que, adem ás de centr ar se en la r ealidad extr alingüística, com o ocur r e en toda definición ontológica, lo hace desde pr esupuestos científicos o especializados, cir cunstancia que la acer ca de alguna m aner a a la definición ter minogr áfica, aunque con la difer encia de que esta es una definición lingüística cuyo definiendum viene siem pr e r epr esentado por una unidad ter m inológica ? per teneciente, por tanto, a un vocabular io de especialidad? , en tanto que la definición enciclopédica es siem pr e ontológica y, adem ás, puede r efer ir se a cualquier objeto de la r ealidad, no necesar iam ente per teneciente a un ám bito de especialidad. Por eso, una r ealidad tan cotidiana com o el agua puede definir se com o

agua. Sustancia líquida, incolor a cuando está en pequeña cantidad, inodor a e insípida cuando está pur a, que constituye el com ponente m ás abundante de la super ficie ter r estr e y el esencial en todos los tejidos or gánicos,

que constituye una definición m er am ente ontológica por basar se en un conocim iento vulgar, fr ente a esta otr a, tom ada de la W ikipedia:

agua [...] Es una sustancia cuya m olécula está for m ada por dos átom os de hidr ógeno y uno de oxígeno (H2O). Es esencial par a la super vivencia de todas las for m as conocidas de vida. El tér m ino agua, gener alm ente, se r efier e a la sustancia en su estado líquido, per o la m ism a puede hallar se en su for m a sólida llam ada hielo, y en for m a gaseosa denom inada vapor . El agua cubr e el 71% de la super ficie de la cor teza ter r estr e.2 Se localiza pr incipalm ente en los océanos donde se concentr a el 96,5% del agua total, los glaciar es y casquetes polar es poseen el 1,74%, los depósitos subter r áneos (acuífer os), los per m afr ost y los glaciar es continentales suponen el 1,72% y el r estante 0,04% se r epar te en or den decr eciente entr e lagos, hum edad del suelo, atm ósfer a, em balses, r íos y ser es vivos. El agua es un elem ento com ún del sistem a solar , hecho confir m ado en descubr im ientos r ecientes. Puede ser encontr ada, pr incipalm ente, en for m a de hielo; de hecho, es el m ater ial base de los com etas y el vapor que com pone sus colas,

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que, independientem ente de la infor m ación añadida, m ediante diver sas extensiones, al definiens o sintagm a definicional (aquí subr ayado), ofr ece un car ácter clar am ente enciclopédico por basar se en conocim ientos y cr iter ios clar am ente científicos.

2.2. Ser ía, no obstante, tam bién enciclopédica, por ejem plo,

pr olactinoma. M ed. Tipo de tum or de la pituitar ia (adenom a) que pr oduce un excesivo aum ento de la hor m ona llam ada pr olactina,

r efer ida a una r ealidad, en este caso per teneciente exclusivam ente al ám bito de la M edicina. No lo ser ía, en cam bio,

pr olactinoma. m. M ed. Tipo de tum or de la pituitar ia (adenom a) que pr oduce un excesivo aum ento de la hor m ona llam ada pr olactina,

por que lo que ahor a se define no es una r ealidad, sino la palabr a ? un sustantivo m asculino per teneciente a la ter m inología m édica? pr olactinoma: se tr ata, clar o está, de una definición ter m inogr áfica. En definitiva, la distinción entr e una definición ter minogr áfica y otr a de tipo enciclopédico viene a ser par alela a la que se da entr e definición lingüística y ontológica: una definición ter m inogr áfica, dado su car ácter lingüístico, puede ser, com o ver em os, tanto de significado com o de designación; en am bas el tér m ino definido es som etido a una categor ización, cosa que, com o hem os visto, no ocur r e nunca en la definición ontológica ni, por tanto, enciclopédica.

3. Definición de significado o par afr ástica fr ente a definición de designación 3. Todo esto quier e decir que la distinción entr e una definición ontológica ? y dentr o de esta, tam bién la de tipo enciclopédico? y otr a lingüística se r educe, com o puede ver se, a una pur a cuestión de enfoque: depende, com o ya queda obser vado, de que el definiendum se inter pr ete com o una r ealidad o, por el contr ar io, com o una palabr a. Y esto últim o está per fectam ente clar o cuando, en el diccionar io, se indica la categor ía o subcategor ía cor r espondiente. El hecho entonces de que el definiens analice el significado o haga una car acter ización de la r ealidad r epr esentada por la entr ada no afecta sino a la distinción entr e dos tipos de definición lingüística conceptual o léxico-sem ántica: la que separ a definición de significado de definición designativa o de r efer encia, difer enciación que, por otr o lado, no siem pr e r esulta evidente en la pr áctica.

3.1. Y digo en la pr áctica, por que teór icam ente la distinción entr e significado y designación o r efer encia puede par ecer clar a: com o es bien sabido, llam am os significado al conjunto de r asgos distintivos sem ánticos de una palabr a, r asgos que, obviam ente, le son asignados en vir tud del par adigm a ? o de los contextos sem ántico-sintácticos? de que for m a o puede for m ar par te, m ientr as que por designación o r efer encia entendem os, por una par te, la conceptualización o conjunto de car acter ísticas típicas o, si se pr efier e, pr ototípicas de un objeto ? m ejor dicho, de una clase de objetos? , y, por otr a, la r elación entr e la palabr a y ese objeto o tipo de objetos. Com o es bien sabido, algunos, con m ayor pr ecisión, van todavía m ás allá y distinguen entr e designación y r efer encia o denotación en el sentido de que la segunda conecta, según la situación, el signo o palabr a con una cosa concr eta, no con una clase de objetos com o hace la pr im er a; por ejem plo, M adr id con la capital de España, o Felipe VI con nuestr o r ey actual ser án casos de denotación. En esquem a podem os r epr esentar todo esto de la siguiente m aner a:

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Evidentem ente, tanto el significado com o la designación for m an par te del m undo de los conceptos, per o no son ni m ucho m enos la m ism a cosa, aunque lo nor m al es que, cuando el lexicógr afo se plantea la definición de una palabr a, lo haga pr eguntándose por lo que car acter iza a la r ealidad indicada por ella, y no, com o ser ía sin duda lo m ás adecuado, obser vando bajo qué r asgo o r asgos sem ánticos se distingue de los dem ás vocablos que for m an par te de su par adigm a léxico. Solo en este últim o caso, com o es lógico, la definición r esultante ser á conceptual de significado, m ientr as que en el pr im er o se tr atar á de una definición conceptual de designación. De ahí que lo fr ecuente en nuestr os diccionar ios ? salvo cuando, por ejem plo, la definición incluye una super abundancia de r asgos y, por lo tanto, no hay conm utabilidad entr e definiendum y definiens? , es que am bos conceptos apar ezcan totalm ente confundidos, cosa que, por otr o lado, es lo que ocur r e en el uso cor r iente de la lengua. Y de hecho una m ism a definición, com o, por ejem plo,

pabilo o pábilo. m. M echa que está en el centr o de la vela

podr ía inter pr etar se com o conceptual de significado, puesto que mecha puede tom ar se com o hiper ónim o de pabilo y, por m edio de esta definición, el vocablo queda clar am ente difer enciado de cohipónim os com o estoper ol, guía, hacha o lampar illa por ejem plo; per o a su vez todos los r asgos contenidos en la definición podr ían tom ar se com o car acter ísticas de la r ealidad indicada por pabilo, y en ese caso la definición ya no se juzgar ía com o de significado, sino de designación. En pr incipio cualquier definición de significado adm ite en gener al las dos inter pr etaciones, por que al fin y al cabo las car acter ísticas que se utilizan com o r asgos distintivos de la palabr a definida se cor r esponden siem pr e con car acter ísticas de la r ealidad indicada por esta; lo que ocur r e es que de todas las car acter ísticas r eales la lengua tan solo selecciona algunas com o distintivas. Por eso, podem os decir que toda definición de significado cabe inter pr etar la com o de designación, per o no al contr ar io: una definición de designación puede incluir car acter ísticas ? a veces enciclopédicas? que no funcionan com o r asgos distintivos o, por lo m enos, no for m an par te del contenido del definiendum.

3.1.1. Así, por ejem plo, la definición

acomodo. m. Acción de acom odar o acom odar se.

pese a su extr em ada concisión, no es pr opiam ente una definición de significado, sino de designación, ya que, com o r ealidad, acom odo constituye efectivam ente una acción, lo que no quier e decir que el conteni50


do ?acción?for m e par te del significado de la palabr a acomodo, pues, si así fuer a, dar ía lo m ism o decir

No encontr aba acom odo en ninguna par te = * No encontr aba acción de acom odar o acom odar se en ninguna par te.

Notem os que, sin em bar go, esa m ism a palabr a acción sí for m a par te del significado en esta otr a definición:

ñoñer ía. f. Acción o dicho pr opio de una per sona ñoña.

3.1.2. En definitiva, par a ver m ás clar am ente que definición r efer encial y definición de significado o par afr ástica no son la m ism a cosa, tengam os pr esente que no es r ar o encontr ar casos ?híbr idos? en que una definición de este últim o tipo puede apar ecer for m ando par te de otr a de car ácter r efer encial. Es lo que sucede, a m i juicio, por ejem plo, en

kilómetr o. m. M edida de longitud, que equivale a 1000 m etr os.

Realm ente la equivalencia con kilómetr o viene expr esada exclusivam ente por la expr esión subr ayada, que vendr á a ser la ver dader a definición significativa; por eso se puede r ealizar la conm utación solo con esa expr esión; así,

M i casa está a un kilóm etr o de la Facultad = M i casa está a m il m etr os de la Facultad = * M i casa está a una m edida de longitud, que equivale a m il m etr os de la Facultad.

3.2. Per o la difer encia entr e esos dos tipos de definición lingüística, de las cuales la designativa, por basar se, lógicam ente, en el conocim iento de las cosas, viene consider ándose ? pienso que er r óneam ente? com o enciclopédica, no está solo en el tipo y cantidad de infor m ación ofr ecida por el definiens, sino tam bién en la r elación entr e este y el definiendum. Y así, efectivam ente, la r elación en la definición de significado es de equivalencia o, en tér m inos estr ictam ente lingüísticos, de sinonim ia, lo que puede r epr esentar se de la siguiente m aner a: A=B

Es decir, definiendum (A) y definiens (B) son sinónim os o este últim o consiste en una par áfr asis del otr o y, por lo tanto, tiene tam bién car ácter m etalingüístico ? se encuentr a, según ya queda dicho, en pr im er a m etalengua o m etalengua de contenido? y puede, por tanto, sustituir a aquel en cualquier contexto. La r elación, en cam bio, entr e am bos com ponentes de la definición es de cor r espondencia en el caso de la definición designativa: A? B

En este caso los dos elem entos per tenecen a niveles difer entes: A cor r esponde al nivel lingüístico (es una palabr a en uso m etalingüístico) y B r epr esenta el r efer ente, esto es, un objeto del nivel extr alingüístico o de la r ealidad y no está, por tanto, en ninguna m etalengua.

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3.2.1. Esta r elación de cor r espondencia puede obser var se tam bién en las definiciones de significado, per o solo en el caso de que A no se halle usado com o r epr esentante de sí m ism o, esto es, de una palabr a o signo, sino tan solo de una par te de este, el significante, y, por su lado, B no se entienda tam poco com o un signo alter nativo de A, sino com o r epr esentante únicam ente de un significado. Aunque dentr o del pr opio plano lingüístico, lo que m anifiesta en este caso la definición es la cor r espondencia o asignación de un significante a un significado, esto es, la definición r esponde a una visión semasiológica, en que se pone en r elación el plano del significante con el del signficado. Los tér m inos, clar o, pueden inver tir se y, por tanto, r epr esentar A el significado, y B el significante, con lo que la visión ser á onomasiológica, bien es ver dad que en este caso no se habla nor m alm ente de definición. Así, en

desayuno [desayúno]. Com ida que se tom a por la m añana

está clar o que A (desayuno) está tom ado com o pur o significante, pues de otr o m odo no tendr ía sentido dar entr e cor chetes la pr onunciación o inter pr etación fonético-fonológica) y B es el contenido a que se asocia dicho significante; por el contr ar io el siguiente esquem a, ?com ida? - ?que se tom a por la m añana?: desayuno - ?que se tom a al m ediodía?: comida - ?que se tom a por la noche?: cena,

r esponde, evidentem ente, a un visión onom asiológica.

3.3. Per o volviendo a la distinción entr e definición de significado y designativa, voy a r efer ir m e ahor a a los pr ocedim ientos que podem os em plear par a deter m inar en cada caso concr eto la per tenencia de una definición a cada uno de esos dos subtipos. Par a em pezar, una decisión que, aunque convencional, par ece m etodológicam ente cor r ecto tom ar es consider ar com o únicam ente conceptual de significado a toda definición que adm ite esa inter pr etación, independientem ente de que pueda a la vez ser conceptual de designación, com o hem os visto que ocur r ía en la de pabilo o pábilo; por el contr ar io, se consider ar á tan solo com o designativa a toda definición lingüística conceptual que no adm ita la inter pr etación contr ar ia.

3.3.1. Pues bien, par a decidir entr e una y otr a posibilidad, cabe utilizar tr es pr ocedim ientos distintos:

a) El pr im er o podr ía consistir en la posibilidad de unir definiendum y definiens en una or ación por m edio del ver bo significar en el pr im er caso, y designar (o una expr esión equivalente) en el segundo, de m odo que, m ientr as que la definición de pabilo se podr ía enunciar com o

pabilo. m. Significa ?m echa que está en el centr o de la vela?,

difícilm ente se podr ía aplicar la m ism a fór m ula a la definición cor r espondiente a logar itmo:

logar itmo. m. Exponente a que es necesar io elevar una cantidad positiva par a que r esulte un núm er o deter m inado,

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que, en cam bio, adm itir ía la segunda:

logar itmo. m. Se llam a así el exponente a que es necesar io elevar una cantidad positiva par a que r esulte un núm er o deter m inado.

Así pues, según esto, la pr im er a ser ía una definición de significado, m ientr as que la segunda lo ser ía tan solo de designación. b) De todos m odos, un m étodo pr obablem ente m ás segur o consiste en la aplicación de la conm utación o sustitución de definiendum por definiens en un contexto cualquier a, cosa que, en pr incipio, tan solo es posible en la definición de significado, dada la equivalencia, com o hem os visto, entr e el definiendum (A) y el definiens (B):

Esta vela tiene estr opeado el pabilo = Esta vela tiene estr opeada la m echa que está en el centr o.

fr ente a

Estudié logar itm os en Bachiller ato = * Estudié exponentes a que es necesar io... en Bachiller ato.

Hay que tener en cuenta, sin em bar go, que esta pr ueba no siem pr e se puede aplicar de un m odo natur al, pues, en dependencia sobr e todo del tam año y r edacción del definiens, la sustitución puede r esultar poco o nada aceptable aun tr atándose de una definición de significado, com o ocur r ir ía, por ejem plo, en el caso de

per illa. f. Por ción de pelo que se deja cr ecer en la punta de la bar billa,

pues tendr íam os, por ejem plo,

M i abuelo tenía una bonita per illa ? M i abuelo tenía una bonita por ción de pelo que se deja cr ecer en la punta de la bar billa (?)

de baja o nula aceptabilidad, cosa que no ocur r ir ía si par tiér am os de esta otr a r edacción:

per illa. f. Bar ba en la punta del m entón,

pues ser ía sin duda m ucho m ás aceptable

M i abuelo tenía una bonita bar ba en la punta del m entón.

c) Esto supuesto, el pr ocedim iento m ás segur o consistir á, obviam ente, en r econstr uir el par adigm a léxico de la palabr a definida o definiendum, y de acuer do con él deter m inar si las car acter ísticas indicadas en el definiens coinciden r ealm ente con los r asgos distintivos. Obviam ente, en caso positivo la definición ser á de significado y, de lo contr ar io, de designación. Así pues, par tiendo par a el caso de per illa del par adigm a

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?pelo de la car a [cr ecido]?: bar ba - ?en los later ales?: patilla(s) - ?encim a del labio super ior ?: bigote(s) - ?de gr an tam año?: mostacho(s) - ?debajo del labio infer ior ?: mosca - ?en la punta del m entón?: per a, per illa, chiva

llegar em os a la conclusión de que cualquier a de las dos definiciones anter ior es de per illa son clar am ente de significado.

3.3.2. A todo lo que acabo de decir debe añadir se que ? contr a lo que pudier a par ecer ? no toda definición lingüística es susceptible de ser for m ulada de las dos m aner as a que m e vengo r efir iendo, esto es, com o significativa y designativa. Es natur al que tan solo podr án definir se desde el punto de vista del significado palabr as que, com o el caso de per illa, for m an par te de una estr uctur a de cam po sem ántico, o lo que es lo m ism o, per tenecen al léxico estr uctur ado lingüísticam ente. Per o, según se ha dicho opor tuna y r epetidam ente, no todo el léxico de una lengua se halla or ganizado de ese m odo, sino que for m a, por ejem plo, nom enclatur as definibles tan solo desde una estr uctur ación científica de sus r efer entes. Y así, por poner un ejem plo sencillo, una gr an par te de los nom br es r elativos a la fauna o flor a son palabr as de este tipo, lo que explica que sus definiciones en los diccionar ios se lim iten a hacer una descr ipción de las cor r espondientes r ealidades o r efer entes, echando m ano de los conocim ientos pr opor cionados por la Zoología y Botánica. No tendr ía sentido, en efecto, intentar deter m inar los r asgos distintivos de palabr as com o lechuza y capuchina por que las car acter ísticas que nos llevan a llam ar así a unas deter m inadas r ealidades pueden var iar de hecho de unos hablantes a otr os; quier o decir que lo que es distintivo par a m í puede no ser lo par a otr o u otr os y vicever sa: los nom br es cor r espondientes no constituyen un sistem a estr uctur ado, sino un m er a lista de palabr as a cada una de las cuales cor r esponde una r efer encia o designación deter m inada. Las definiciones cor r espondientes, pues, no pueden ser m ás que designativas, con inclusión m uchas veces de infor m ación enciclopédica ? lo que no es suficiente, com o hem os visto, par a concluir que se tr ata de definiciones enciclopédicas? y el diccionar io, por tanto, no tiene otr o r em edio que echar m ano de ellas

3.3.3. Per o enlazando con esto últim o ? ya par a ter m inar ? , cabe pr eguntar nos si todas las definiciones basadas en conocim ientos pr opor cionados por alguna especialidad científica o de cualquier otr o or den, en caso de ser lingüísticas, esto es, r efer idas a unos definienda entendidos com o palabr as y, por tanto, categor izados (así, en un diccionar io ter m inológico, por ejem plo), tan solo pueden ser de tipo designativo o, por el contr ar io, tam bién de significado. Por supuesto que en una ter m inología ? contr a lo que pudier a pensar se? existe tam bién léxico estr uctur ado, aun cuando esa estr uctur ación se cor r esponda con la que de la r ealidad que estudia hace una deter m inada disciplina; de ahí que alguien haya dicho que en este tipo de léxico se identifican o confunden significado y designación. Se tr ata en pr incipio de una estr uctur ación m ás objetiva y desde luego m ás pr ecisa que la cor r espondiente al léxico nor m al no especializado; por eso, los tér m inos tienden a ser m onosém icos, con un significado fijo e inequívoco y no pr esentan pr oblem as de tr aducción, pues la m ism a estr uctur a de que for m an par te se r epite, lógicam ente, en las dem ás lenguas. Un diccionar io ter m inológico, pues, puede contener ? ¿cóm o no?? definiciones lingüísticas de significado, pr ecisam ente por que tan solo pone de m anifiesto aquellas car acter ísticas que funcionan com o distintivas en la lengua de especialidad y que incluso, en un pr oceso de banalización, pueden pasar a la lengua gener al. Así, si en el lenguaje for ense par tim os del siguiente m icr opar adigm a, cor r espondiente a delitos contr a la pr opiedad,

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- ?apr opiación ilegal de lo ajeno? - ?con violencia?: r obo - ?con fuer za y sor pr esa?: atr aco - ?sin violencia?: - ?de poca im por tancia?: hur to - ?m ediante engaño?: esta - ?de algo que tiene bajo custodia?: desfalco,

tendr em os que concluir que estas definiciones, contenidas en el DRAE,

r obo. m. Der . Delito que se com ete apoder ándose con ánim o de lucr o de una cosa m ueble ajena, em pleándose violencia o intim idación sobr e las per sonas, o fuer za en las cosas. hur to. m. Der . Delito consistente en tom ar con ánim o de lucr o cosas m uebles ajenas contr a la voluntad de su dueño, sin que concur r an las cir cunstancias que car acter izan el delito de r obo.

no son de significado, sino de designación pr ecisam ente por que lo que se car acter iza com o delito no son los tér m inos r obo y hur to, sino lo que estos r epr esentan; no ocur r ir ía lo m ism o, sin em bar go, si definiér am os de este otr o m odo:

r obo. m. Der. Apr opiación ilegal de lo ajeno con violencia hur to. m. Der. Apr opiación ilegal, sin violencia, de lo algo ajeno sin im por tancia,

que, obviam ente, ser ían definiciones, en este caso ter m inogr áficas ? pues en la lengua cor r iente am bas palabr as son sinónim os? , de significado.

3. Conclusión 3. Así pues, la conclusión que se saca de todo cuanto acabo de exponer es que una definición, contr a lo que se viene aceptando tr adicionalm ente, no es enciclopédica por el m er o hecho de incluir en su definiens ? o com o com plem entación del m ism o? infor m ación, por lo gener al m uy am plia, sobr e las cosas. Depende ante todo del tipo ? y no tanto de la cantidad? de infor m ación, pues esta ser á enciclopédica tan solo en el caso de que pr ovenga de un conocim iento especial, que r equier a un apr endizaje, estudio y dom inio par ticular de la r ealidad. No hay, de todas for m as, que confundir, com o se hace cor r ientem ente, la definición enciclopédica, que, efectivam ente, es un tipo de definición ontológica o de las cosas, con la definición con infor mación enciclopédica o complementada enciclopédicamente. En estos dos últim os casos no se tr ata ni siquier a de definiciones ontológicas, sino plenam ente lingüísticas, por que el definiendum está constituido por una palabr a en uso m etalingüístico, es decir, que se r epr esenta a sí m ism a; lo que car acter iza, en cam bio, a una definición ontológica ? y, por tanto, tam bién enciclopédica? es la natur aleza del definiendum, r epr esentado dir ectamente m ediante la r ealidad definida o, indir ectamente, por m edio de una palabr a en su uso lingüístico nor m al de r epr esentante de esa r ealidad. De ahí que en un diccionar io de lengua sea poco m enos que im posible encontr ar nos con definiciones enciclopédicas ? y en gener al definiciones de cosas? , por que lo nor m al es que las entr adas, que apar ecen com o definienda, se tom en com o palabr as (por eso apar ecen convenientem ente categor izadas); no son ? r epito? definiciones enciclopédicas, sino lingüísticas conceptuales de designación, distintas, natur alm ente, de las conceptuales de significado, consider adas tr adicionalm ente com o las definiciones lexicogr áficas por antonom asia, aunque en la pr áctica no siem pr e sea fácil la distinción entr e unas y otr as. Teór icam ente, no obstante, está clar o que de unas otr as 55


var ía el tipo de r elación establecida entr e definiendum y definiens, r elación que en las conceptuales de significado es de equivalencia, es decir, entr e am bos existe sinonim ia y, por tanto, conm utabilidad, m ientr as que en las de designación se tr ata de una r elación de cor r espondencia entr e el plano lingüístico (definiendum) y el de la r ealidad (definiens) y, obviam ente, la conm utabilidad entr e ellos r esulta inviable. En definitiva y com o conclusión gener al, estoy plenam ente convencido de que esta nueva conceptualización de ?definición enciclopédica? soluciona satisfactor iam ente las contr adicciones y pr oblem as planteados por dicho tipo de definición consider ada en su concepción tr adicional: no solo ser á lícito sino necesar io seguir distinguiendo entr e definiciones lingüísticas o pr opiam ente dichas y ontológicas (y, dentr o de estas, la enciclopédicas), sino tam bién entr e diccionar ios de lengua y enciclopedias o, en un puesto inter m edio, diccionar ios enciclopédicos.

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El neologismo en la tradición académica (1780-2014) Dolor es Azor ín Fer nández Univer sidad de Alicante

1. EL DRAE: UN PROYECTO DE LARGO RECORRIDO La publicación en 1780 del que hoy conocem os com o DRAE (Diccionar io de la Real Academ ia Española) constituye uno de los capítulos fundam entales de la lexicogr afía del español y de la histor ia de la institución que dio vida a este dilatado pr oyecto lexicogr áfico. Com o es sabido, su nacim iento tuvo com o causa inm ediata un hecho coyuntur al: la falta de ejem plar es disponibles del pr im er Diccionar io de la Cor por ación, hoy conocido com o Diccionar io de autor idades (1726-1739) y el pr evisible r etr aso de la segunda edición de éste, de la que tan solo se había publicado el pr im er tom o (letr as A y B) en 1770. En el Pr ólogo que antepone al Diccionar io de 1780, la Academ ia da cum plida cuenta de cóm o y por qué se había llegado a una situación tal, a pesar de «haber m ir ado siem pr e com o el pr incipal objeto de sus tar eas la cor r ección y aum ento del Diccionar io»[1]. Las pr incipales r azones que se esgr im en son, por un lado, «los r epetidos y pr olixos exâm enes que es pr eciso hacer de cada uno de sus ar tículos» y, por otr o, el tiem po em pleado en sacar adelante otr os tr abajos «pr opios tam bien de su instituto [que] han inter r um pido á tem por adas el pr incipal del Diccionar io[2]». La solución de com pr om iso que se adoptó par a paliar la falta de ejem plar es del Diccionar io no fue otr a que la «edición de un com pendio de toda la obr a, en m enor núm er o de tom os y tipogr afía m ás r educida, supr im iendo las etim ologías y las autor idades» (Seco, 1991: IV), per o tam bién sim plificando el sistem a de m ar cas a tr avés del uso de abr eviatur as. Aplicadas las m odificaciones opor tunas[3], esta ver sión com pendiada saldr ía a la calle en un tiem po r azonable, poniéndose finalm ente a disposición del público una obr a «de m ás fácil uso», «por un pr ecio cóm odo» y en un solo tom o; eso sí, per o «sin quitar ninguna voz, ni alter ar la obr a en cosa substancial»[4].

___________________________________________________________________ [1] Real Academ ia Española, «Pr ólogo», Diccionar io de la Lengua Castellana, M adr id, Ibar r a, 1780, p. 1. [2] Ibidem. [3] De entr e todas las m edidas que se adoptar on, la supr esión de las autor idades fue, con m ucho, la que m ás contr ibuyó a r educir el tam año de la obr a, puesto que las citas de autor es «ocupaban el 37% del texto» (Ruhstaller, 2003: 250). [4] Los fr agm ento entr ecom illados pr oceden del «Pr ólogo» del DRAE, 1780. 57


La r educción a un tom o de su pr im er Diccionar io tuvo im por tantes consecuencias par a la Academ ia; puesto que, gr acias a esa decisión dictada por las cir cunstancias, logr ó dar continuidad a su labor lexicogr áfica sin abandonar los otr os dos pilar es que sustentaban el edificio de la nor m a culta del español: la or togr afía y la gr am ática. La car a negativa del pr oceso fue la r enuncia a una de las car acter ísticas m ás valor adas del pr im er Diccionar io de la Academ ia: las citas de los autor es, a tr avés de las cuales se hacía visible la base docum ental sobr e la que descansaba la selección de las voces, que er an legitim adas com o genuinas castellanas al pr oceder de los autor es que la docta Institución había espigado entr e los gr andes cr eador es del idiom a (Azor ín, 2004: 274). A la postr e, la fór m ula ensayada con el Diccionar io com pendiado constituyó todo un éxito; un éxito que la pr opia Institución estaba lejos de im aginar en aquellos m om entos, a juzgar por las dudas que expr esaba acer ca del futur o de su nuevo vástago, con las que ponía punto y final al «Pr ólogo»:

Si esta obr a m er eciese aceptacion, y llegase el caso de r eim pr im ir la, se añadir án todos los aum entos y cor r ecciones, que se hubier en hecho al tiem po de la r eim pr esion. Entr e tanto esper a la Academ ia, que el Público disim ular á los defectos que encontr ar e en ella, en atención al zelo con que pr ocur a desem peñar las obligaciones de su instituto, pr oponiéndose siem pr e por objeto en todas ellas la pública utilidad[5].

Las veintitr és ediciones[6] del que, en la actualidad, es tam bién conocido com o ?diccionar io usual? o ?diccionar io com ún?, son la pr ueba fehaciente del ar r aigo del DRAE entr e los hispanohablantes, lo que ha per m itido su continuidad a lo lar go de los 235 años que m edian entr e su publicación, en el últim o cuar to del siglo XVIII, y su últim a entr ega, ya en la segunda década del XXI. Un pr oyecto lexicogr áfico de lar go alcance, que ha influido de m aner a decisiva en la constitución de la m oder na lexicogr afía del español.

2. EL REPERTORIO LÉXICO DEL DRAE El Diccionar io ?com pendiado? m antuvo básicam ente el m ism o elenco de voces y acepciones[7], así com o los m ism os pr incipios de selección del vocabular io que se estipular on par a Autor idades. Y aunque el núm er o de voces que atesor a[8] y los cr iter ios de r ecepción del léxico hayan ido ajustándose a lo lar go de los distintos per iodos de vigencia del DRAE, sor pr ende la per sistencia hasta nuestr os días de deter m inados planteam ientos, pr ocedentes de su antecesor, r especto de la inclusión y tr atam iento lexico-

___________________________________________________________________ [5] Real Academ ia Española, ?Pr ólogo? al Diccionar io de la lengua castellana, M adr id, por D. Joaquín de Ibar r a, Im pr esor de Cám ar a de S. M . y de la Real Academ ia, 1780. [6] Siglo XVIII: 1780, 1783, 1791. Siglo XIX: 1803, 1817, 1822, 1832, 1837, 1843, 1852, 1869, 1884, 1899. Siglo XX: 1914, 1925, 1936 (1939), 19 Siglo XXI: 2001, 2014. [7] Por un lado, las m odificaciones que se intr odujer on en el tom o I (letr as A y B) de la que iba a ser la segunda edición del Diccionar io de autor idades, publicado en 1770. Tam bién se contó con las enm iendas que iban a for m ar par te del tom o II (letr a C), que estaba ya r evisado y listo par a su publicación. Par a las r estantes letr as, se volcó el contenido de los tom os III, IV, V y VI de Autor idades; así com o los m ater iales de un Suplem ento en el que la Academ ia había estado tr abajando desde antes de la salida a la calle, en 1739, del tom o sexto y últim o de Autor idades. [8] Del aum ento de voces y acepciones que ha ido exper im entando el DRAE a lo lar go de su histor ia han dado cuenta var ios autor es. Desde aquí r em itim os a los r ecuentos efectuados por Alvar Ezquer r a (1993: 215-239) que abar can desde Autor idades (1726-1739) hasta la 19ª edición del DRAE de 1970. El cr ecim iento del Diccionar io oficial del español ha sido, cier tam ente, im por tante si se com par an las 42.500 entr adas que contenía su pr im er r eper tor io con las 93.111 que figur an en la últim a entr ega del DRAE (2014); per o en ningún caso se puede decir que, par a bien o par a m al, haya sido fr uto de la im pr ovisación; sino de las decisiones fundam entadas en el concepto de nor m a que en cada per iodo de su dilatada histor ia sir vió de guía a la Academ ia. 47, 1956, 1970, 1984, 1992. 58


de cier tos gr upos de unidades léxicas que hacen del Diccionar io oficial del español un espécim en sui gener is, situado en la per ifer ia del pr ototipo de r eper tor io nor m ativo. Atendiendo a la confor m ación de su inventar io léxico, el DRAE se podr ía catalogar com o un pr oducto híbr ido, puesto que pr esenta car acter ísticas pr opias de un diccionar io nor m ativo, or ientado a la r epr esentación del español culto con base en la lengua liter ar ia; per o que, al m ism o tiem po, se abr e a la descr ipción de otr as var iedades léxicas que, fuer a de la esfer a ejem plar de la lengua liter ar ia, constituyen, a juicio de la Academ ia, par te inalienable de la lengua española concebida en tanto que diasistem a. Cabe r ecor dar que el Diccionar io de autor idades fue, ya en su época, un am bicioso pr oyecto lexicogr áfico que super ó, en m uchos aspectos, a los gr andes diccionar ios eur opeos de cor te académ ico[9] que sir vier on de guía e inspir ación a la Academ ia par a r edactar la planta del suyo pr opio. Com o afir m a M anuel Seco (1991: I-II), el pr im er Diccionar io de la Academ ia aventajar ía a sus m odelos no solo por su r igor m etodológico, sino tam bién por «la aper tur a diatópica (voces ?pr ovinciales?) y diastr ática (voces ?fam iliar es y ?bajas?) que lo difer enciaban de sus hom ólogos, m ucho m ás r estr ictivos a este r especto». Poco r estr ictivo fue tam bién Autor idades a la hor a de dar cabida al léxico pr ocedente de las ar tes liber ales y m ecánicas, esto es, los tecnicism os o voces de especialidad; aunque la intención de la Cor por ación fuer a tan sólo poner los pr incipales de cada m ater ia: «las que han par ecido m ás com unes y pr ecisas al uso, y que se podían echar m enos» (Real Academ ia Española, «Pr ólogo», 1726, p. V). Com o gener osa fue tam bién la cosecha de voces antiguas, fr uto del extenso cor pus diacr ónico que m anejó la Academ ia par a extr aer las voces y las citas que las autor izaban, com puesto por textos per tenecientes a las distintas etapas de la histor ia del español, aunque con pr edom inio de los pr ocedentes del per íodo clásico[10]. En algunos sector es del léxico, com o es el caso de las voces m ar cadas diatópicam ente, la r ecolecta que se hizo par a Autor idades fue, adem ás de exigua en gener al, especialm ente desequilibr ada en r elación al conjunto geolectal que se pr etendía descr ibir. Desequilibr io que se tr aducir ía en el secular abandono del léxico am er icano fr ente a los pr ovincialism os peninsular es. Per o, a par tir de la 15ª edición del DRAE (1925)[11], la deter m inación de atajar esta situación, que tantas cr íticas contr a la posición hispanocéntr ica de la Academ ia había gener ado, se m antuvo viva entr e los pr opósitos de la Cor por ación[12]. Si com par am os los apenas 124 am er icanism os de Autor idades con los que contiene la 23ª y últim a edición del DRAE, en la que se añaden m ás de 19.000 al acer vo que pr esentaba la de 2001, unos 28.337, el cóm puto total ar r oja una cifr a de m ás de 47.000 acepciones am er icanas[13]. Uno de los logr os m ás destacables de la Real Academ ia Española ha sido, pr ecisam ente, poner los m edios necesar ios par a el desar r ollo de lo que se ha dado en llam ar ?política panhispánica?, a tr avés de la cual ha sido posible la r ealización de obr as de gr an calado nor m ativo que sin la colabor ación de la RAE con las distin-

________________________________________________________ [9] Fuer on éstos: el Vocabolar io della Accadem ia della Cr usca, en su ter cer a edición, de 1691y el Dictionnair e de l´ Académ ie Fr ançaise, en su segunda edición, 1718. [10] Según M . Fr eixas (2010: 270 y sigs.), en el catálogo de autor es ? y de obr as anónim as? elegidos por la Academ ia par a docum entar el uso de las voces y m odos de hablar, pr edom inan los del siglo XVII (47,23%), seguidos por los del XVI (33,58%), los de la Edad M edia (siglos XIII al XV, con un 14,39%) y, finalm ente, los del XVIII (4,8%). [11] La edición de 1925 del DRAE, apar te del sim bólico cam bio en la denom inación del Diccionar io que, en adelante ser á Diccionar io de la lengua española en lugar de Diccionar io de la lengua castellana, pr esenta un consider able aum ento en el sector de los am er icanism os, fr uto de la «m ayor atención consagr ada a las m últiples r egiones lingüísticas, ar agonesa, leonesa e hispanoam er icana, que integr an nuestr a lengua liter ar ia y culta», tal y com o se anticipaba en el «Pr ólogo». [12] Con la cr eación de la ASALE (Asociación de Academ ias de la Lengua Española) en 1951 y la puesta en funcionam iento en 1965 de su Com isión Per m anente, com o instancia encar gada de canalizar los datos pr ocedentes de todas las academ ias am er icanas, el cr ecim iento de los am er icanism os, en las últim as ediciones del Diccionar io, ha sido r ealm ente espectacular. [13] Cifr a obtenida a par tir de la infor m ación que, sobr e el cóm puto por m ar cas geogr áficas, ofr ecen las ediciones en for m ato electr ónico de la 21ª y 22ª salida del DRAE. En la 21ª de 1992, había 13.758 acepciones de pr ocedencia am er icana; cifr a que aum enta hasta las 28.337 en la 22ª de 2001.

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academ ias am er icanas no se habr ían podido llevar a tér m ino[14]. Un gesto m ás en favor de la im agen plur icéntr ica del español que la Academ ia quier e ofr ecer es la inclusión la m ar ca diatópica Esp. (España), que se antepone a las voces y expr esiones pr ivativas de la var iedad geogr áfica del español de España que, desde la edición de 1992 del DRAE, pasó a engr osar el catálogo de m ar cas geogr áficas del Diccionar io oficial[15]. La pr esencia en el DRAE de voces y acepciones con r estr icción diastr ática o diafásica se r em onta, así m ism o, al Diccionar io de autor idades que, lejos de lo que cabr ía esper ar, dar ía entr ada a m uchas de ellas advir tiendo de su calidad con fór m ulas com o ?solo entr e gente vulgar ?, ?es voz del vulgo?, ?llam a el vulgo?, ?en estilo vulgar ?, etc. En la segunda edición del Diccionar io de autor idades (1770), se obser va una m ejor estr uctur ación de las m ar cas que expr esan la calidad de las voces que, por pr im er a vez, se anotan por m edio de abr eviatur as. En el caso que nos ocupa, encontr am os las siguientes: Fam . (Voz o fr ase fam iliar ) y Festiv. (Voz o fr ase festiva) par a los difer entes estilos de lengua; Bax. (voz o fr ase baxa) y Vulg. (Voz o fr ase vulgar ) par a m ar car los niveles o difer encias diastr áticas. A lo lar go de la tr ayector ia del DRAE este tipo de voces no ha dejado de estar pr esente, si bien su r ecolecta se ha visto influenciada por las ideas cir culantes en cada m om ento histór ico acer ca de los lím ites de la cor r ección lingüística. En las últim as ediciones del Diccionar io académ ico es per ceptible la tendencia, no solo al aum ento de este tipo de voces, sino tam bién al em pleo de un sistem a de m ar cas que per m ita dar cuenta de la estr atificación social y situacional de las palabr as, así com o de los m atices que se asocian a la intención del hablante.

3. EL TRATAM IENTO DE LA NEOLOGÍA EN LA TRAYECTORIA DEL DRAE Hem os com entado al inicio del capítulo anter ior que, teniendo en cuenta la com posición de su inventar io léxico, el Diccionar io de la Academ ia Española no encajar ía del todo con el m odelo pr ototípico de r eper tor io nor m ativo, pr ecisam ente por no ser lo suficientem ente r estr ictivo con deter m inados tipos de unidades léxicas que quedar ían fuer a del núcleo centr al de la var iedad culta ? o pr estigiada com o tal? de la lengua. Sin em bar go, desde los inicios de su tr ayector ia, la Academ ia ha venido ejer ciendo todo el r igor de su capacidad censor a con un tipo de palabr as especialm ente pr opicio: nos r efer im os a los neologism os. De ahí que el seguim iento de la neología en la evolución de la pr oducción lexicogr áfica de la Academ ia pueda apor tar datos de inter és par a evaluar el per fil del DRAE en tanto que r eper tor io oficial del español. Hoy en día se consider a que uno de los indicios m ás fiables de car a a deter m inar si un r eper tor io lexicogr áfico se inclina m ás a lo descr iptivo que a lo nor m ativo ? o vicever sa? es su gr ado de per m eabilidad a la innovación léxica (Coll Pér ez, 2013). Esto es, en qué m edida el diccionar io se abr e a la r enovación del léxico que per iódicam ente se oper a en la lengua, así com o tam bién qué condiciones deben cum plir las nuevas unidades par a ser adm itidas. Según esta hipótesis, el m áxim o gr ado de aper tur a, car acter ístico de los diccionar ios netam ente descr iptivos, estar ía r elacionado con la per m eabilidad a la inter fer encia lingüística, que se m anifiesta a tr avés de la inclusión en el diccionar io de elem entos neológicos pr ocedentes de otr os sistem as lingüísticos; es decir, a tr avés de la integr ación de los pr éstam os.

________________________________________________________________ [14] Com o se puede leer en la w eb de la docta Institución (w w w.r ae.es): «Esta colabor ación se ha incr em entado especialm ente en la pr im er a década del siglo xxi, con la apar ición de obr as com o el Diccionar io panhispánico de dudas, el Diccionar io del estudiante, la Nueva gr amática de la lengua española, el Diccionar io de amer icanismos y la Or togr afía de la lengua española, todas ellas con un m ar cado car ácter panhispánico». [15] En la vigésim a segunda edición (2001) apar ecen 46 acepciones con la m ar ca Esp., com o por ejem plo, sudaca, bonobús, gr apo, piso fr anco, estar (algo) en el bote, dar caña, etc. 60


Si volvem os a los inicios de su tr ayector ia lexicogr áfica, la Real Academ ia Española declar a en el «Pr ólogo» de su pr im er diccionar io cuál es el alcance de su selección léxica:

Se han puesto todas y solas las voces apelativas Españolas [...] y han quedado excluidas del diccionar io todas las voces y nom br es pr opr ios de per sonas y lugar es [? ] y se han excusado tam bién todas las palabr as que significan desnudam ente objeto indecente (RAE: 1726: VI).

Se colige, pues, que del conjunto de unidades léxicas que r ecoge Autor idades, no for m an par te las voces que consider a ajenas al acer vo léxico patr im onial del castellano y, de entr e éstas, se elim inan, adem ás, las m alsonantes o socialm ente r epr obadas en función de la r ealidad que designan. Am bas pr oscr ipciones caen dentr o de la ór bita de los r eper tor ios típicam ente nor m ativos: en la pr im er a, se advier te de la condición netam ente española que deben tener las voces adm itidas, descar tando im plícitam ente, las extr anjer as; m ientr as que, en la segunda, se actúa en contr a del uso asentado en la pr opia lengua apelando a cr iter ios de valor ación sociocultur al: ofensa a la m or al, al buen gusto, etc. que tam bién encajan con cier ta inter pr etación estr echa de la nor m a. Aunque en el «Pr ólogo» no se alude dir ectam ente a los neologism os, en la Planta y méthodo de 1713, r ecogida poster ior m ente en los pr elim inar es del Diccionar io de autor idades, se declar a de m aner a explícita la intención de:

Dester r ar las voces nuevas, inventadas sin pr udente elección, y r estituir las antiguas, con su pr opiedad, her m osur a y sonido m ejor, que las subr ogadas: com o por inspeccionar , aver iguar . Y por Pontificar , Pr esidir en la Iglesia Univer sal, calificando de bar bar ism os dichas Voces nuevas (RAE, 1726: XVII).

En el ejem plo que ofr ece la Academ ia, inspeccionar ser ía la voz neológica o nuevam ente intr oducida o ?inventada sin pr udente elección?, fr ente a la antigua y asentada en el idiom a, aver iguar , que se postula com o m ejor opción por el m er o hecho de existir con anter ior idad. Y ello a pesar de que inspeccionar no designe exactam ente el m ism o concepto que aver iguar , y de figur ar en el diccionar io los sustantivos inspección ? a par tir del cual se der ivar ía inspeccionar ? e inspector . Finalm ente, la RAE incluir ía el ver bo inspeccionar en 1803, en la 4ª edición del DRAE[16], con un r etr aso de m ás de 70 años r especto de la publicación del pr im er tom o de Autor idades. En el caso de pontificar , lo que sor pr ende es que la voz neológica esté r ecogida[17] en el m ism o Diccionar io de autor idades (tom o V, 1737) aunque censur ada por ser «voz voluntar ia e inventada sin necesidad». Am bos ejem plos ? inspeccionar y pontificar ? vienen a ilustr ar cóm o en la selección del léxico el cr iter io de la antigüedad o novedad en la lengua de las unidades léxicas candidatas a for m ar par te de la m acr oestr uctur a puede ser deter m inante: bien excluyendo la palabr a nueva, bien adm itiéndola per o con una nota de censur a. En esta ocasión, la Academ ia utiliza un concepto de nor m a que tiende a valor ar en exceso el léxico patr im onial en r azón de su antigüedad en el idiom a o de atr ibutos tan subjetivos com o ?la her m osur a y sonido m ejor ?. Aunque la r azón de fondo del inter és por la r ecuper ación de las voces del pasado, com o bien señala M . Fr eixas (2010: 148):

Puede explicar se por la voluntad de pr esentar la histor ia de la lengua española com o un continuo desar r ollo hacia la per fección. M ostr ar la antigüedad de la lengua contr ibuye a r eafir m ar la idea de que el español, tr as un pr oceso evolutivo de siglos, ha alcanzado ya la etapa de m adur ez.

___________________________________________________________________ [16] En esta cuar ta entr ega del DRAE, inspeccionar se define com o ?Exam inar, r econocer alguna cosa?. Del uso de esta voz en el siglo XVIII tenem os constancia a tr avés del Cor pus Diacr ónico del Español (CORDE) que r ecoge ejem plos de su em pleo en textos de tipo jur ídico-adm inistr ativo a par tir de 1773. [17] Véase el aclar ador com entar io que, a pr opósito de la voz pontificar , en Autor idades, r ealiza Álvar ez de M ir anda (2011: 33). 61


La oner osa car ga de ar caísm os léxicos que acum uló Autor idades fue cr eciendo hasta alcanzar su punto culm inante en la 5ª edición del DRAE (1817). Ser á a par tir de la 6ª entr ega (1822) cuando la Academ ia com ience a desem bar azar se de ese lastr e de ar caísm os, m uchos de los cuales er an m er as var iantes del m ism o vocablo ya evolucionado; esto es: «diver sos estados de pr onunciación y or togr afía que padece una voz desde que sale de una lengua m adr e, de la latina por ejem plo, hasta que se fija en un idiom a vulgar com o el castellano, no deben m ir ar se com o palabr as diver sas» (RAE, 1822: II). Par a com pensar la pér dida, la Academ ia anuncia, en el Pr ólogo de esta m ism a edición, un im por tante apor te de voces nuevas:

En com pensación de tantas supr esiones se han añadido m uchos ar tículos nuevos de voces que autor izadas por los escr itor es sabios y el uso[18], se han fijado ya en la lengua castellana, y se echaban de m enos en las ediciones anter ior es (RAE, 1822: II).

A par tir de la sexta edición se nota un gir o im por tante, al m enos por lo que se r efleja en los pr ólogos, encam inado a la descr ipción del uso m ás que a la lengua del pasado por glor ioso que éste haya sido. Al uso, com o gar ante de aceptación, se seguir á r efir iendo la Academ ia en los pr ólogos de las siguientes ediciones de m aner a per sistente. Com o hem os r efer ido anter ior m ente, si el gr ado de per m eabilidad a la innovación léxica se cor r elaciona con el car ácter m ás o m enos descr iptivo o nor m ativo del diccionar io, el de per m eabilidad a la inter fer encia de otr os sistem as lingüísticos ? que ser ía el caso de los pr éstam os? es la pr ueba definitiva par a inclinar la balanza a uno u otr o extr em o del binom io descr iptivo/nor m ativo. En la tr ayector ia de la lexicogr afía académ ica podem os encontr ar, en todas las épocas, m ultitud de ejem plos que avalan la hipótesis de la escasa per m eabilidad hacia la inter fer encia de otr as lenguas que pr esentan tanto el DRAE com o su pr edecesor. Per o tam bién existen contr aejem plos, desde Autor idades, en los que la Academ ia acepta y descr ibe con natur alidad vocablos de or igen extr anjer o que, gener alm ente, per tenecen a la categor ía de los neologism os denotativos. Es el caso, com o ya vio Lázar o Car r eter (1980: 104), «de la ser ie de or igen italiano cantar ín, danzar ín, saltar ín; o [de] los galicism os bayoneta, metr alla, blondo, gabinete», cuya pr esencia en el diccionar io la Academ ia justifica a tr avés de una nota de uso, aunque esto no suceda en todos los casos:

CANTARÍN s. m . y f. El cantór o cantór a. Son voces m oder nam ente tom adas de los Italianos, y ya de algún uso, en especial el de cantar ina. Lat. Cantor . Cantatr ix. BAYONETA s. f. Ar m a m oder nam ente intr oducida, que usan los soldados de Infanter ía y Dr agones, y se com pone de un hier r o acer ado, par a her ir de punta, que unas se hacen esquinadas de m edia var a de lar go, y otr as m as pequeñas con cor te, y anchas a m aner a de cuchillo [? ][19].

Tam bién encontr am os casos de neologism os de ida y vuelta, com o sucede con el galicism o cupé, que, tom ado dir ectam ente del fr ancés, con la debida adaptación or togr áfica, apar ece descr ito por pr im er a vez en el segundo tom o de Autor idades (1729), par a dejar de figur ar en el r eper tor io académ ico en la edición de 1817 del DRAE y volver a él en la duodécim a, en 1884, con idéntica descr ipción a la que tenía en Autor idades.[20]

___________________________________________________________________ [18] El subr ayado es nuestr o. [19] Tam bién se incluye la acepción Bayoneta calada. [20] Véase lo que escr ibim os, a este pr opósito en Azor ín (2015: 15-16). 62


Aunque con algunas excepciones, por r egla gener al, la Academ ia m antuvo su postur a r estr ictiva fr ente a los neologism os; r eafir m ándose en sus pr incipios or iginales fr ente a la inter fer encia de las voces de pr ocedencia for ánea; incluso, en no pocas ocasiones, tuvo que defender se ante la cr ítica exter na exponiendo su postur a. Cosa que sucede, por ejem plo, en el Pr ólogo de novena edición del DRAE (1843: 1), donde la Institución justifica el r echazo de las voces sur gidas al am par o de costum br es que se pr esum en pasajer as y sujetas al vaivén de las m odas im per antes en cada m om ento; voces que:

Por designar objetos fr ívolos, tr ansitor ios y de or igen y estr uctur a extr anjer a no deben tener entr ada en el Diccionar io de una lengua, y si bien no faltan en el nuestr o vocablos de esta clase per tenecientes a tiem pos pasados, la Academ ia está per suadida de que no deben adm itir se[21].

La Academ ia continúa su alegato con el ejem plo de las voces canesús, bandolina y capota, que ser ían neologism os denotativos em pleados par a designar r ealidades nuevas per tenecientes al ám bito de la m oda en el vestir y que ser ían pr oscr itos, pr ecisam ente, por su condición de ?objetos fr ívolos?. En el m ism o pr ólogo, son r echazados los tér m inos comité y secundar , por tener en español equivalentes castizos en comisión y cooper ar . Galicism os ya extendidos en los per iódicos de la época, junto a otr as voces tam bién for áneas «de que están infestados la m ayor par te de los escr itos que diar iam ente cir culan y que todo el m undo lee por la im por tancia de los asuntos sobr e que ver san», según declar a la Academ ia. La voz comité ser ía aceptada en el DRAE en 1914, en la que fue su décim o cuar ta edición.[22]

4. EL NEOLOGISM O EN LA PRAXIS ACADÉM ICA ACTUAL La vigésim a ter cer a edición del DRAE, publicada en octubr e de 2014, r epr esenta un jalón m ás dentr o de la tr adición de la lexicogr afía académ ica. Es la culm inación, adem ás, de 13 años de tr abajo en estr echa colabor ación de la RAE con las 21 Academ ias de la Lengua Española involucr adas en la tar ea no solo de aum entar, sino tam bién de per feccionar el Diccionar io oficial de todos los hispanohablantes. Las cifr as que ha difundido la Cor por ación acer ca de su contenido hablan por sí m ism as: una m acr oestr uctur a que super a las 93.000 entr adas y 195.439 acepciones, m uchas de estas últim as, am er icanas. Adem ás de los 5.000 nuevos ar tículos y un cr ecido núm er o de nuevas acepciones en ar tículos ya existentes. Tam bién ha habido 1.350 supr esiones. Com o es de suponer, no todas las novedades que pr esenta el Diccionar io r efer idas a ar tículos y acepciones se pueden catalogar com o neologism os. Com o el m ism o DRAE nos infor m a en el ar tículo cor r espondiente, neologismo, en la pr im er a de sus dos acepciones, significa ?Vocablo, acepción o gir o nuevo en la lengua?[23]. Por lo tanto, ser á el cr iter io cr onológico r efer ido a la docum entación en el uso de los hablantes el que deter m ine, en pr im er a instancia, la catalogación de un vocablo o acepción com o neologism o. Com o afir m a M anuel Seco (2007: 12-13):

Debem os tener clar o el hecho de que la población léxica de una lengua viva no aum enta indefinidam ente, y que cuando se habla de enr iquecimiento del léxico se tiene la pr esunción de que todo lo que entr a nuevo en él se sum a a lo que ya posee. A esta cr eencia contr ibuye pr obablem ente el visible cr ecim iento indefinido de algunos diccionar ios, com o el de la Academ ia, con m ayor núm er o de palabr as y m ayor extensión al pasar de una edición a otr a. Lo que de ver dad cr ece es el diccionar io, no la lengua, ya que en este tipo de r eper tor ios se va acum ulando lo pr esente sobr e lo pasado. ___________________________________________________________________ [21] El subr ayado es nuestr o. [22] Anter ior m ente fue r ecogida por Dom ínguez (1853) y por el Diccionar io de la Editor ial Gaspar y Roig (1853-1855) que la da com o neologism o: «Esta palabr a del idiom a fr ancés ha sido m oder nam ente intr oducida en el lenguaje per iodístico». [23] El subr ayado es nuestr o.

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figur an todos los ar tículos de nuevo cuño[24] pr esentes en dicha letr a. Así, sobr e un total de 312 ar tículos, espigados a par tir del adelanto de las novedades de la 23ª edición que pr esenta la Academ ia en su página w eb, unos 260 están encabezados por palabr as der ivadas, 33 son com puestos cultos o patr im oniales y en el r esto, hasta com pletar la cifr a total, encontr am os pr éstam os de difer entes lenguas: a capela, aber tzale, ad per sónam, ad tempus, álea jacta est, agar , amateur , ar t déco, ar t nouveau, au pair [25]; siglas: ABS, ADSL; r aíces pr efijas cultas: acr o-, astr o-; así com o un caso basado en el pr ocedim iento sem ántico de la antonom asia: atila (?hom br e bár bar o e inhum ano?). La inm ensa m ayor ía de las voces que encabezan ar tículos nuevos en nuestr a m uestr a son, en efecto, unidades léxicas de ?pr oducción pr opia? o, com o las llam ó Seco (1972): ?léxico m ultiplicado?; esto es, el pr oducido a par tir de los r ecur sos lexicogenésicos del español (com posición y der ivación, especialm ente). Algunos ejem plos ser ían: abar r ocado-a, abar r ancado-a, abar r otamiento, abochor nante, abominablemente, abr efácil, acechante, achichar r ante, acogotamiento, acojonante, acojonado-a, actitudinal, acidur ia, acetilcolina, acúmulo, afectuosamente, afilacuchillos, ajamonado-a, ajoblanco, ajada, amaxofobia, etc. a los que habr ía que sum ar los 71 casos de palabr as for m adas con el pr efijo anti-, com o: antiar r ugas, anticelulítico-a, anticr isis, antideflagr ante, antidopaje, antiestr és, antimonár quico-a, antir r evolucionar io-a, antisida, etc. que englobar ía un am plio espectr o de dom inios tem áticos, com o la econom ía (antitr ust, antiinflacionista), la m edicina y la biología (antineur álgico-a, antipolio, antimicr obiano), la m ilicia (antisatélite), etc., aunque la gr an m ayor ía son unidades no m ar cadas diatécnicam ente, por lo tanto, per tenecientes a la lengua gener al. Del conjunto de voces que nos sir ve de m uestr a, son pocos los casos que podr íam os calificar com o auténticos neologism os. La m ayor ía son voces que cualquier hablante nativo de nivel cultur al m edio podr ía identificar com o elem entos ya asentados en el español, por lo m enos, desde la últim a década del siglo pasado; otr os, ser ían fácilm ente deducibles aunque su ?nacim iento? sea m ás r eciente. Tan solo las voces técnicas y algunos pr éstam os, aun no siendo r ealm ente nuevos, podr ían ser identificados com o tales por el m er o hecho de no per tenecer a la lengua gener al, es decir, por el desconocim iento de los hablantes no especialistas. En la tr ayector ia del DRAE, com o hem os tenido ocasión de m ostr ar, a pesar de su car ácter heter odoxo fr ente al m odelo pr ototípico de r eper tor io académ ico, se puede detectar un pr incipio ver tebr ador, ininter r um pido desde Autor idades, que lo sitúan clar am ente en la ór bita de los diccionar ios nor m ativos, nos r efer im os a su escasa per m eabilidad a la innovación léxica pr ocedente de los hablantes, así com o a la r esistencia, a veces num antina, a la inter fer encia de otr as lenguas. Hecho que se m anifiesta en su últim a edición con los ejem plos de las voces que encabezan ar tículo nuevo, contenidas en la letr a A, donde encontr am os escasam ente r epr esentados los pr éstam os. Aunque no deba tom ar se este dato com o indicio que afecte a la obr a en su conjunto; sí se deduce, no obstante, que m uchas de las voces que allí figur an, llevan décadas asentadas en el uso: achichar r ante, acojonamiento, acojonante, todas ellas m ar cadas com o coloquiales, las dos últim as tam bién com o m alsonantes y com o exclusiva, adem ás, del español de España (m ar ca diatópica Esp.) el sustantivo acojonamiento. El DRAE, pues, par ece tener, com o diccionar io nor m ativo, la potestad de dilatar la adm isión de cier tas voces per ifér icas al núcleo centr al de lo que se consider a en cada m om ento de la histor ia del idiom a ?español culto o ejem plar ?. A veces, los m otivos pueden ser -en palabr as bien for m adas y socialm ente aceptables- de car ácter ideológico. A este r especto, llam a poder osam ente la atención, aunque el hecho pueda ser tom ado com o un sim ple olvido, que entr e las for m as pr efijadas con anti-, a las que antes nos r efer íam os, se encuentr e el adjetivo antir r evolucionar io-a, que fue intr oducido com o neologism o por Vicente Salvá, en su Nuevo diccionar io de la lengua castellana, en 1846[26]. En la tr adición académ ica, tan solo se r ecoger ía esta voz, en el inter r um -

__________________________________________________________________ [24] En los ar tículos nuevos se r ecogen unidades léxicas cuyos significantes y significados tam bién lo son. Se tr ata del fenóm eno que los lexicólogos denom inan ?neología de for m a?, en oposición a la ?neología de significado?, caso en el que solo el contenido es nuevo. Así, en ar r ocer ía tanto el significado (?r estaur ante especializado en pr epar ar ar r oces?) com o el significante (der ivado de ar r oz a tr avés del sufijo ?er ía) son nuevos. En cam bio, la unidad iglú (?contenedor de for m a sem iesfér ica par a depositar el vidr io destinado al r eciclado?) solo el significado ser ía nuevo, pues el significante ya existía en la lengua con otr o significado (?Vivienda de for m a sem iesfér ica constr uida con bloques de hielo, en que, dur ante el invier no, habitan los esquim ales y otr os pueblos de análogas car acter ísticas?). 64


pido Diccionar io histór ico de la Academ ia, cuyo pr im er volum en se publicó en 1933. Finalm ente, con el pr opósito de aver iguar hasta qué punto puede ser la per m eabilidad a la inter fer encia de otr as lenguas un hecho difer enciador del car ácter nor m ativo o descr iptivo de un r eper tor io léxico, com par ar em os las dos últim as ediciones DRAE (2001 y 2014) con dos diccionar ios de nueva planta, am bos descr iptivos y de or ientación sincr ónica: el Diccionar io del español actual (1999) de M anuel Seco, Olim pia Andr és y Gabino Ram os[27], y el VOX Diccionar io de la Lengua Española. LEM A, publicado en octubr e de 2001 por la editor ial Spes de Bar celona y dir igido por Paz Battaner Ar ias[28]. Par tir em os de una pequeña m uestr a de unidades neológicas del gr upo de los pr éstam os sin adaptar, todas ellas pr ocedentes del inglés, extr aídas aleator iam ente del Nuevo diccionar io de voces de uso actual de M anuel Alvar Ezquer r a, publicado en 2004. Com o hem os venido apuntando, la actitud fr ente al neologism o por pr éstam o, suele distinguir a los diccionar ios nor m ativos de los descr iptivos. Nor m alm ente, estos últim os acogen con m ás celer idad y en m ayor m edida las voces pr ocedentes de otr as lenguas. Al tiem po que tam bién descr iben las car acter ísticas fónicas y or togr áficas de estos elem entos ajenos al sistem a fonológico del español y a las convenciones de la or togr afía de la lengua española. En la m uestr a de la tabla que pr esentam os al final de este tr abajo, se apr ecia que de los 20 neologism os tom ados com o r efer encia, todos ellos pr ocedentes del Nuevo diccionar io de voces de uso actual (2004) de Alvar Ezquer r a, el DRAE de 2001 incluye 16; una cifr a consider ablem ente alta teniendo en cuenta su or ientación nor m ativa. Per o si nos fijam os en la colum na del DRAE de 2014, vem os que, a pesar de no pr escindir de ninguno de los intr oducidos en la edición de 2001, el tr atam iento lexicogr áfico que r eciben ha var iado de m aner a substancial. Así, por un lado, destacan las voces baby-sitter , fr ee lance, full time, look, over booking, sponsor y spot, que se conser van sin ningún tipo de adaptación en esta vigésim a ter cer a edición del DRAE, a pesar de figur ar en el adelanto que m antiene todavía la RAE en su página w eb com o ?ar tículos pr opuestos par a ser supr im idos?. Es de suponer que este cam bio se funda en la r evisión de la vigencia de uso de estas voces, según la docum entación de que dispone la Academ ia. No obstante, sor pr ende que dada la condición de anglicism os ?cr udos? de dichos tér m inos que no se consigne de m aner a gener al en el ar tículo ? com o otr as veces se hace? que existe una alter nativa autóctona par a r efer ir esos m ism os significados. Es el caso de sobr eventa par a over booking, de cangur o par a baby-sitter , donde la alter nativa en español no se ofr ece, aunque sobr eventa apar ezca encabezando el enunciado definitor io, per o no com o alter nativa o for m a r ecom endada en lugar del anglicism o[29]. Sí la encontr am os par a full time con a tiempo completo, consignado en negr ita, así com o patr ocinador par a sponsor y anuncio par a spot.

_________________________________________________________________ [26] Salvá r ecoge esta voz bajo la for m a antir evolucionar io-a, en lugar de antir r evolucionar io-a que ser ía lo cor r ecto según la or togr afía vigente, con el siguiente significado: ?Enem igo de todo m ovim iento popular cualquier a que sean su or igen o tendencia?.

[ 27] El DEA es un diccionar io sem asiológico de tipo descr iptivo y de or ientación sincr ónica. Una de sus car acter ísticas m ás sobr esalientes consiste en la incor por ación de citas, hecho que lo singular iza fr ente al com ún de los gr andes diccionar ios m onolingües del español actual. El DEA consta apr oxim adam ente de 75.000 entr adas, unas 141.000 acepciones y de 200.000 citas. [28] El diccionar io LEM A se or ienta al público en gener al, per o atr ibuyendo a ese público un per fil sociológico m ar cado por los cam bios socio-cultur ales acaecidos en España en las últim as décadas. Se pr esenta com o un diccionar io r eflejo del español contem por áneo, basado en el cor pus VOX-Biblogr af y en otr as fuentes que no se especifican, su or ientación es descr iptiva y de uso. El lem ar io se extiende a unas 47.500 entr adas y el núm er o de acepciones r onda las 100.000. [29] Lógicam ente, tam bién son supr im idas las voces adaptadas del inglés esposor izar y esponsor ización , pensam os que por las m ism as r azones que el anglicism o cr udo sponsor : existen en español sus equivalentes castizos (patr ocinar y patr ocinio).

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Según se expr esa en el capítulo «La vigesim oter cer a edición del Diccionar io de la Real Academ ia Española», incluido en los pr elim inar es de la obr a, la Institución continua con la política iniciada en 2001 fr ente a los extr anjer ism os, consignándolos en el lem ar io en letr a cur siva o negr ita según su condición de ?cr udos? o adaptados, r espectivam ente. Otr o aspecto im por tante, en tanto que r evela un gir o hacia lo descr iptivo del DRAE, es el hecho de incluir en la m acr oestr uctur a com o entr adas las: «for m as cr udas y for m as adaptadas de un m ism o pr éstam o [? ] definiendo en la cr uda por r em isión a la adaptada» (RAE, 2014, p. XLVI); com o stand que r em ite a estand, hippy o hippie que envía a jipi, o bungalow a bunga ló. Este m odo de pr oceder, según expone la RAE, se fundam enta en el hallazgo de docum entación suficiente par a am bas posibilidades, siendo así aconsejable, desde el cr iter io del uso, consignar doblem ente una unidad léxica que pr esente var iaciones en su for m a fónica o gr áfica hasta que se consolide su adaptación com pleta. Del m ism o m odo, en ese gir o hacia la descr ipción de los usos constatables en una deter m inada sincr onía, la Academ ia, com o ya hem os r efer ido, se decanta por el pr ocedim iento de consignar «com o for m as pr efer idas deter m inadas equivalencias léxicas de algunos extr anjer ism os cr udos: ?spa m. (Voz ingl.). m . Infor m. cor r eo basur a». Las m odificaciones que, en el tr atam iento de los extr anjer ism os, pr esenta el Diccionar io de 2014, algunas ya ensayadas en la anter ior edición, suponen un clar o vuelco, en este concr eto sector del léxico, hacia posiciones m ás com pr om etidas con el uso de los hablantes y que, sin duda, están r elacionadas con las nuevas her r am ientas que la RAE tiene a su disposición par a estim ar de m aner a m ás ajustada eso que llam am os ?el uso r eal?; es decir, el em pleo que los hablantes del español hacen de su lengua. Una de estas her r am ientas es el CREA, el Cor pus de Refer encia del Español Actual, a tr avés del cual se pueden constatar las fluctuaciones en el uso de las unidades léxicas en el decur so tem por al y establecer, así m ism o, com o se r epar te ese uso según par ám etr os sociolingüísticos, geogr áficos, de estilo, etc. En los diccionar ios descr iptivos DEA y LEM A se apr ecian difer encias im por tantes r especto del DRAE. Por un lado, se m uestr an m enos r estr ictivos a la hor a de dar entr ada a los pr éstam os. Recor dem os que son 19 los que se r ecogen en am bos diccionar ios, fr ente a los 16 del DRAE (2001 y 2014). Por otr o lado, el tr atam iento lexicogr áfico de los extr anjer ism os pr esenta aspectos difer enciales, pues tanto DEA com o LEM A no solam ente definen estas voces a tr avés de su cor r espondiente per ífr asis definicional, sino que apor tan infor m ación acer ca de la adaptación de su pr onunciación a la fonética española y, a veces, señalan la for m ación del plur al y otr as cuestiones que atañen a la m or fología flexiva de estas unidades. Aspectos que señalam os con el sím bolo (+) detr ás de cada palabr a en la tabla. Todas estas infor m aciones, que tienen com o objetivo guiar el uso de los hablantes, están ausentes, por lo gener al, de la m icr oestr uctur a del DRAE. Por lo tanto, podem os decir que los diccionar ios descr iptivos, debido a su or ientación didáctica, no solo r ecogen el uso consolidado entr e los hablantes en un m om ento deter m inado de su evolución, sino que constituyen una her r am ienta que, lejos de im poner o de guiar el uso según un deter m inado m odelo de nor m a pr escr iptiva, pr opor cionan a los hablantes la infor m ación que consider an necesar ia par a r esolver sus dudas com unicativas. Difundir y aquilatar el buen uso del léxico entr e los hablantes es tar ea pr ior itar ia y la r azón de ser de las instituciones que, com o la Real Academ ia Española, tienen com o m isión la unidad del idiom a. Pr ecisam ente, por este m otivo, se entiende que los r eper tor ios léxicos sur gidos de estas instituciones se m uestr en, histór icam ente, m enos r eceptivos a las novedades y, en fin, poco o nada per m eables, según las épocas, a la r ecepción de los elem entos extr años al sistem a. De ahí que la actitud fr ente al pr éstam o haya sido -y sea en la actualidad- un pr oblem a per m anente par a la RAE, que en la últim a edición del Diccionar io ha tr atado de buscar el difícil equilibr io entr e lo nor m ativo y lo descr iptivo en el desem peño de su labor.

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PRÉSTAM OS SI N ADAPTAR

TOTALES

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16

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Tabla 2

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Dolor es Azor ín Fer nández Licenciada en Filosofía y Letr as (Filología Hispánica) por la Univer sidad Autónom a de Bar celona (1977) y Doctor a en Filología Hispánica por la Univer sidad de M ur cia (1983). En 1978 ingr esa en el Depar tam ento de Filología Española de la Univer sidad de Alicante, donde ha desem peñado diver sos puestos docentes. En la actualidad es Catedr ática de Lengua Española. Desde la defensa de su Tesis doctor al sobr e ?El léxico de El Diablo Cojuelo (1641) de Vélez de Guevar a?, sus investigaciones se han centr ado en el ám bito de la lexicología y lexicogr afía españolas, ter r eno en el que ha desar r ollado var ias líneas de tr abajo que atañen tanto a la histor ia de los diccionar ios com o a los fundam entos lingüísticos, didácticos y docum entales de las obr as lexicogr áficas. En la ver tiente histór ica, destaca su libr o Los diccionar ios del español en su per spectiva histór ica, (2004), que constituye un acer cam iento a las pr incipales etapas que confor m an el discur r ir de la lexicogr afía española desde sus pr im er as m anifestaciones, en los albor es del Hum anism o, hasta el siglo XX. De par ticular inter és son sus tr abajos m onogr áficos dedicados al Tesor o de la Lengua Castellana o Española (1611) de Sebastián de Covar r ubias, a sus epígonos y a su huella en la lexicogr afía académ ica española, especialm ente en el Diccionar io de Autor idades. Al sur gim iento de la lexicogr afía española no académ ica en el siglo XIX, así com o a algunas de las figur as punter as de este per iodo, ha dedicado tam bién buena par te de su contr ibución a la histor ia de la tr adición diccionar ística del español. Tam bién ha tr abajado en el ám bito de las lenguas de especialidad, ter r eno en el que ha estudiado la función del diccionar io en la tr ansm isión y divulgación del pensam iento científico. En la ver tiente descr iptiva, sus tr abajos se han centr ado en los fundam entos lingüísticos de las obr as lexicogr áficas, par ticular m ente, en las r elaciones entr e léxico y sintaxis y su r eflejo en la estr uctur ación de la infor m ación en el ar tículo lexicogr áfico. Reseñable tam bién es su contr ibución a la lexicogr afía didáctica con diver sos tr abajos dedicados al diccionar io com o instr um ento en la enseñanza del español com o lengua m ater na y extr anjer a. Desde 1996 desar r olla tam bién una línea de investigación en ?Lingüística de cor pus?. Fr uto de esta últim a línea de investigación son los cor por a COVJA (Cor pus de la var iedad juvenil univer sitar ia del español hablado en Alicante, 1997) y ALCORE (Alicante Cor pus Or al del Español, 1999-2002) publicados en 1999 y 2002 r espectivam ente. Desde esta línea de tr abajo, la pr ofesor a Azor ín ha colabor ado con la Real Academ ia Española, a tr avés de var ios contr atos de investigación, en la im plem entación de los cor por a CREA y CORDE. En la actualidad tr abaja en el seguim iento de la neología a tr avés de la pr ensa, siendo el Diccionar io de neologismos de la pr ensa de M ur cia y Alicante r esultado de esta línea de tr abajo.

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Datos para una lexicografía de la lengua asturiana Xosé Lluis Gar cía Ar ias Univer sidad de Oviedo

El inventar iado del léxico ástur, base par a una lexicogr afía de tal nom br e, se nutr e fundam entalm ente de los datos pr ocur ados por la encuestación m oder na y por la docum entación de la que tenem os noticia a lo lar go del tiem po.

1. DOCUM ENTACIÓN M EDIEVAL En los siglos m edievales asistim os en el dom inio lingüístico ástur a la pr oducción de textos que casi sucesivam ente em plean el latín, el r om ance ástur y el r om ance castellano. A la lectur a de los docum entos em itidos hasta 1250 puede acceder se gr acias a las diver sas colecciones publicadas, fundam ental per o no exclusivam ente, por la Univer sidad, el Real Instituto de Estudios Astur ianos y la Academ ia de la Llingua Astur iana. Desde la citada fecha m uchos textos están todavía inéditos por lo que par a su consulta se pr ecisa acudir, en líneas gener ales, a los ar chivos cor r espondientes. La docum entación m edieval de León, por el contr ar io, ha sido leída y publicada en su casi totalidad y hoy disponem os de ediciones m oder nas en la Colección de Fuentes y Estudios de Histor ia Leonesa[1]. La consulta de nuestr a escr itur a m edieval per m ite pr ofundizar en el conocim iento de nuestr o léxico docum entado desde m ás antiguo: a) el que apar ece m ás o m enos subyacente en textos en latín (desde el siglo VIII al XIII)[2]; b) el clar a y m ayor itar iam ente em pleado en textos ástur es, esto es, escr itos en el r om ance astur iano-leonés (desde el siglo XI-XIV); c) el que apar ece coyuntur alm ente en textos en castellano (desde la 2ª m itad del siglo XIV hasta nuestr os días)[3]. Una guía par a el conocim iento de los docum entos en r om ance ástur puede ver se en Ana M ar ía Cano et alii (1996)[4]. La sustitución lingüística

______________________________________________________ [1] Patr ocinada , en un pr incipio, por la Caja de Ahor r os y M onte de Piedad de León junto con el Ar chivo Histór ico Diocesano de León, dir igida por José M ª Fer nández Catón. [2] En este sentido puede leer se un título r eciente: Documentos or ixinales de los sieglos ix-x de los ar chivos del monester iu de San Pelayo y de la Catedr al d?Uviéu. Llectur a ya índices d?Andr ea M . M ir anda; estudiu llingüísticu de X. Ll. Gar cía Ar ias. Uviéu, alla, 2011. Por lo que a León se r efier e se ha publicado con las siglas lelm al: Pér ez, M aur ilio (2010): Lexicon Latinitatis M edii Aevi Regni Legionensis (s. VIII-1230) Imper fectum. Tur nhout, Br epols Publisher s. Par a la r edación de nuestr o * Diccionar iu Etimolóxicu de la Llingua Astur iana contam os con am plísim o cor pus docum ental conver tido en fichas e infor m atizado com o se puede com pr obar con la lectur a de la ser ie Pr opuestes Etimolóxiques que va publicando en volum en la Academ ia de la Llingua Astur iana.

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llevada a cabo por el castellano a finales de la Edad M edia no im plicó el desar r aigo inm ediato del idiom a ástur pues m uchos de los escr ibanos, con un conocim iento m uy deficiente del castellano, se vier on en la necesidad de seguir em pleando par cialm ente la lengua autóctona par a gar antizar plenam ente la com unicación. Una m uestr a de lo que decim os puede r astr ear se en la centena lar ga de testos en castellano que ofr ece la docum entación del m onaster io de San Pelayo entr e 1450-1500[5] a la que hem os pr estado alguna atención[6]. Per o la m ism a obser vación puede hacer se par a los docum entos leoneses (M or ala 2008)[7] y par a el ingente núm er o de textos m ás tar díos, la m ayor ía inéditos, que ofr ecen difer entes ar chivos eclesiásticos y m unicipales com o los que conocem os con r elación a la com uña del siglo XVI[8] o del Ayuntam iento de Teber ga del siglo XVII-XVIII[9], o bien en la lista ya lar ga de tr abajos que va publicando el pr of. M or ala sobr e diver sas colecciones de León, etc.

2. LA DOCUM ENTACIÓN LÉXICA EN LA ÉPOCA M ODERNA. Par alelam ente debe r evisar se la liter atur a m oder na y contem por ánea en castellano pues puede ser por tador a tam bién de elem entos léxicos de tipo ástur. Es obvio que los nom br es de Juan del Encina y Lucas Fer nández han de estar pr esentes y deber ían conocer se a fondo por pr ocur ar datos inequívocos del viejo dom inio aunque ha de adver tir se que los sayaguismos tr ansm itidos a la liter atur a castellana y r epetidos com o falsilla de m al gusto pueden entor pecer indebidam ente la inter pr etación com o sugir ió M ar ía Josefa Canellada hablando de los astur ianism os de Lope de Vega[10]. Con las m ism as r eticencias han de m ir ar se las apor taciones efectuadas por un tipo de liter atur a que fr ecuentem ente se tr ansm ite a tr avés de com posiciones diver sas com o los villancicos del siglo XVII, XVIII, etc. en los que la figur a ester eotipada del astur iano apar ece utilizando un castellano plagado de astur ianism os en m uchas ocasiones m ás que discutibles. El fenóm eno es extensible tam bién a otr as gentes y a otr as lenguas y es r ecur so de escr itor es sólo pr eocupados por dar un br ochazo de pintor esquism o a un tipo de r epr esentaciones or ganizadas con m otivo de algunas celebr aciones r eligiosas[11]. En cam bio dignos de de cr édito son los datos que ofr ece El Quixote de la Cantabr ia, obr a de Riber o y Lar r ea de 1792, escr ita en

___________________________________________________________________ [3] X. Ll. Gar cía Ar ias: ?La lliter atur a m edieval?. En : Ram os Cor r ada (dir.): Histor ia de la Lliter atur a Astur iana. Uviéu, Alla, 2002: 21-29; X. Ll. Gar cía Ar ias: ?Conciencia llingüística y testos astur ianos m edievales?; en Lletr es Astur ianes 108 (2013): 87-106; Nicolás Bar tolom é: ?Ente Astur ies y M ir anda. La r ecuper ación de la llingua en Lleón y Zam or a?. Lletr es Astur ianes 94 (2007): 7-56; Nicolás Bar tolom é: ?Poesía lleonesa en llingua astur iana?. Actes del II Conceyu Inter nacional de Lliter atur a Astur iana. Uviéu, Alla, 2009: 357-365; Nicolás Bar tolom é: ?El Der echu del Reinu de Lleón nel sieglu XIII: fontes, lliter atur a xur ídica y llingua?. Lletr es Astur ianes 102 (2010); 117-136; Nicolás Bar tolom é (2011): ?Llingua y lliter atur a en Llión?. Faceir a 2 (2011). Zam or a. [4] Reper tor io bibliogr áfico de fuentes documentales del dominio lingüístico astur iano-leonés. IV. Uviéu, Pr incipáu d?Astur ies. [5] Fer nández Conde et alii (1990): El M onaster io de San Pelayo de Oviedo: Histor ia y Fuentes. IV. Uviéu 1990. [6] X. Ll. Gar cía Ar ias: ?Sustitución lingüística a lo caber o?l sieglu XV?. Lletr es Astur ianes 42 (1991):35-45. [7] José Ram ón M or ala: ?Leonés y castellano a finales de la Edad M edia?. En J. Elvir a et alii (eds.). Lenguas, r einos y dialectos en la Edad media ibér ica. La constr ucción de la identidad. Homenaje a Juan Ramón Lodar es. M adr id, Iber oam er icana ? Ver vuer t: 129-148. [8] Abol-Br asón, M anuel de (2013): ?Docum entos del siglo XVI r elativos a La Comuña (Unas notas en tor no a la apar cer ía pecuar ia en Astur ias)?. Pasión por Astur ias. Estudios en Homenaje a José Luis Pér ez de Castr o. Uviéu, Ridea, 2013. [9] El habla de Teber ga: Sincr onía y diacr onía. Univer sidá d?Uviéu 1974: 24-29. [10] M .J. Canellada: ?Astur ianism os en las Famosas Astur ianas de Lope de Vega?. Lletr es Astur ianes 1 (1982): 23-27. [11] X. Ll. Gar cía Ar ias: ?Villancicos puestos en boca d?astur ianos nos siglos XVII-XVIII?. Estudios y Tr abayos del Seminar iu de Llingua Astur iana 1. Uviéu 1978: 37-56. Con poster ior idad José Luis Pensado publicó otr os en Lletr es Astur ianos. Otr os estudiosos r ealizar on tam ién apor taciones de textos especialm ente Xuan Busto: Villancicos astur ianos de los sieglos XVII y XVIII. I-II. Uviéu, Tr abe, 1998. 71


castellano per o con un per sonaje que utiliza un astur iano m uy asequible[12]. En esta línea pr oseguir á par te de la liter atur a hecha por astur ianos en castellano que intr oducen astur ianism os par a dar una m ayor viveza al costum br ism o o a la descr ipción. Un ejem plo del siglo XIX nos lo ofr ece la novela de Cefer ino Suár ez Br avo, Guer r a sin cuar tel, pr em iada por la Real Academ ia Española en 1874 y publicada en Bar celona en la que un per sonaje, un cr iado tosco per o de buenas cualidades, habla astur iano. Entr e otr os m uchos ejem plos pueden citar se La Aldea Per dida de Palacio Valdés o las novelas de la época ?astur iana? de Pér ez de Ayala, así com o el cultivo liter ar io-costum br ista de la liter atur a y pr ensa locales m antenido por algunos escr itor es no sólo astur ianos sino leoneses. En todo caso, ha de llam ar se la atención sobr e la tr ansm isión de estos datos pues fr ecuentem ente son por tador es de num er osas castellanizaciones par ciales o de lam entables er r or es de im pr enta. Fr ente a este tipo de liter atur a, y a la citada m anifestación escr ita m edieval, ha de tener se pr esente el valor testim onial que ofr ece la liter atur a en astur iano m oder no y contem por áneo que se desar r olla ininter r um pidam ente desde el siglo XVII hasta nuestr os días. Hoy contam os con m uestr as palm ar ias de sus inicios y disponem os de ediciones fiables, a veces cr íticas, que per m iten un estudio cada vez m ás apur ado. Algunas instituciones y editor iales han pr estado atención a su edición y hoy disponem os de num er osos tr abajos que fijan en ella su atención. Una am plia visión de conjunto puede consultar se, ente otr os títulos, en la obr a gener al Histor ia de la Lliter atur a Astur iana, dir igida por M iguel Ram os Cor r ada[13]; tam bién par a León en la guía bibliogr áfica de Le M en (Lla) y en los tr abajos citados de Nicolás Bar tolom é.

3. REFERENCIAS LÉXICAS. Nuestr a situación lingüística m edieval facilitó que se gener ar a una conciencia lingüística que, aunque con m ater iales r educidos y con r efer encias escuetas, es posible hoy ir r astr eando com o venim os intentado m ostr ar desde hace unos años[14]. Con anter ior idad otr os autor es habían hecho incur siones, cada m ás m ás com pletas, en la apr eciación global que se tenía de la situación plur ilingüe española. A José Luis Pensado debem os un ar tículo específico sobr e nuestr o idiom a titulado ?Evaluación del astur iano entr e las lenguas hispánicas?[15] con r efer encias que par ten del siglo XV. De ese m odo puede ver se algún sopor te r efer encial en el Tr atadillo Filológico, de autor desconocido (p. 10) o hacia 1430 en la ver sión de la Biblia Hebr aica de M osé Ar r agel en cuyo pr ólogo afir m a que ?por las letr as e por m odos de ór ganos? se distinguen en Castilla ?leoneses e sevillanos e gallegos? (p. 11). M ás explícita es la r efer encia del pr ólogo de Las Vidas de los Santos Religiosos que r esulta sum am ente suger ente por tr atar se, en opinión de Pensado (p. 12), de la ?pr im er a valor ación sociológica de las hablas de España? y donde podem os leer obser vaciones de este tipo:

?Hay allende esso en la misma Castilla, como son diver sos r eynos en vno ayuntados, algunas tan gr osser as e ásper as lenguas como es Galizia, Uizcaya, Astur ias e Tier r a de Campos...?.

__________________________________________________________________ [12] Ana M ar á Cano González. ?Notes llingüístiques nel Quixote de la Cantabr ia: Fonética?. Estudios y Tr abayos del Seminar iu de Llingua Astur iana 2. Uviéu, 1979: 187-207. [13] Obr a publicada por la Academ ia de la Llingua Astur iana, Uviéu 2002. [14] El título m ás r eciente: X. Ll. Gar cía Ar ias: ?Conciencia llingüística y testos astur ianos m edievales?. Lletr es Astur ianes 108 (2013): 87-106. Academ ia de la Llingua Astur iana. [15] Lo publicó pr im er am ente en Lletr es Astur ianes 1 (1982): 28-40 y fue im pr eso de nuevo en una colección de ar tículos de este autor apar ecida com o Estudios Astur ianos. Uviéu, Alla, 1999; 9-27. (Citam os por esta últim a obr a). 72


Per o no es por esa línea de investigación por donde quer em os discur r ir ahor a pues nuestr o inter és pr esente quisier a centr ar se en la apor tación de datos léxicos tr ansm itidos por los escr itor es de esa época. Por eso podr íam os plantear así la cuestión: ¿de qué datos léxicos explícitos disponem os al m ar gen de la car acter ización social del idiom a? Es otr a vez Pensado (1999:17) quien cita ahor a a Juan de Valdés, el autor del Diálogo de la Lengua, quien ?a pesar de su ascendencia astur iana, apenas dice algo de la lengua de sus antepasados. La única noticia individualizada es ésta de or den lexicológico?:

?Al que por haber muer to algún hombr e anda, como dizen, a sombr a de tejados, llaman en Astur ias homizia do {sic}; par éceme gentil vocablo cor r ompido de homicidar io?.

Tam bién se r efier e Pensado (1999: 18) al Vocabular io de Refr anes y Fr ases Pr over biales que r eúne los r ecopilados en la pr im er a m itad del s. XVI por Her nán Nuñez y, poster ior m ente, por el tam ién salm antino Gonzalo Cor r eas. Las difer entes ediciones pueden m ostr ar algunas difer encias en la tr ansm isión de los datos y en el detalle fónico per o en todo caso m er ece la pena pr estar atención a las r efer encias que segur am ente les hicier on llegar astur ianos de aquella tem pr ana época y que hoy pueden r esultar de utilidad par a el estudio de nuestr o léxico[16]. De hacia 1560 son las noticias que pr opor ciona el m adr ileño Eugenio de Salazar (Pensado 1999: 19) sobr e el léxico de Tor m aleo en el occidental m unicipio astur iano de Ibias. Se nos ofr ecen datos gr am aticales, léxicos y onom ásticos de tipo gallego-astur iano que , m ás tar de, estudió González-Ollé[17] y nosotr os m ism os puntualizam os en algún extr em o[18]. Quer em os tr aer a colación otr o nom br e con alguna apor tación m uy puntual por que es pr eciso ir sum ando, poco a poco, m ás testim onios aunque sean br eves; así el de Ambr osio de M or ales[19], viajer o incansable y gr an er udito, quien r efir iéndose a los libr os antiguos de la catedr al de Uviéu (?Oviedo?) que coleccionan docum entos anter ior es dice que son tumbos pues ?que Tumbos llam an en Astur ias[20], Galicia y Por tugal a sus libr os sem ejantes, que en Castilla llam am os Becer r os? (p. 96). Tam bién se r efier e a la palabr a ár goma com o conocem os por cita de Car vallo. El astur iano Luis Alfonso de Car vallo, después de pr egonar en el Cisne de Apolo la pr im acía del castellano entr e las lenguas hispánicas (Pensado 1999: 23), intr oduce en el texto castellano de un volum inoso libr o sobr e la histor ia de Astur ias publicado a finales del s. XVII[21], unas cuantas r efer encias que quer em os r eseñar. Por ejem plo intenta fijar se en la antigüedad de los pr im er os asentam ientos hum anos echando m ano del dato lingüístico; de ese m odo atr ibuye a la ?pr im er a lengua que vsar on los habitador es de Astur ias? (p. 7), que identifica con la lengua de Noé, la r esponsabilidad de topónim os com o Sama, Nar cea, Nalón, Peña Ullán (Pr avia), Ron (Ibias), Nava?. Tam bién otr os d ebidos al

_____________________________________________________ [16] El em pleo de r efr anes com o testim onio docum ental del léxico es algo que tendr án pr esente siem pr e nuestr os autor es desde el s. XVIII. [17] ?Testim onios del gallego-leonés en Astur ias a m ediados del siglo XVI?. Ver ba 4 (1977): 53-61. [18] En las Actas das Ter ceir as Sesióis d?Estudio del Navia-Eo.Uviéu 2013 : 83. [19] Viage a los r eynos de León y Galicia y pr incipado de Astur ias. M adr id 1765. Ed. de H. Flór ez. (Edición facsm iliar en M adr id 1985). [20] Tam bién esa palabr a de em pleo en León. [21] Car vallo, Padr e Luis Alfonso de (1695): Antigüedades y cosas memor ables del Pr incipado de Astur ias por el Padr e Luis Alfonso de Car vallo. M adr id, Julián de Par edes, 1695. Ed. facsim ilar Salinas, Ayalga, 1977 : 25. 73


influjo de los vándalos; así Gr ado, Teber ga, Ver game (p. 67), etc. Acuña el tér m ino lengua astur iana[22] con clar a conciencia lingüística y tr ansm ite alguna de sus palabr as en contextos suficientem ente explícitos com o los que siguen:

aballar : ?abállate? en la acepción de ?date pr isa?(p. 22). almexía, la: ?la vestidur a que tr aen encim a las m ujer es {las m ujer es} de muchas pliegas (sic), llam an almexía? (p. 28). ár goma, l?: ?Y a tr echos ivan poniendo por donde cor r ía el agua vnos r am os llam ados vlices: piensa M or ales que son lo que en Galicia llam an Toxos y en Astur ias Ár gomas per o el nom br e nos dir á que son las r am as del Vr er o[23], que en Astur ias llam an vzes? (p. 48). ber gamota: ?unas per as m uy buenas que llam an ver gamotas? (p. 67) que él consider a que r eciben el nom br e por su pr ocedencia de Ver gam e, pueblo de Cangas de Nar cea. box, el: ?el palo santo que llam am os Box? (p. 11). degollada: ?puer tu de m ontaña?: ?degolladas o puer tos? (p. 5). der r umaber u, el; ?der r um bader os? que entiende com o ?pr ecipicios?(p. 39). canga: ?por que gangas (sic) se llam an unos yugos que ponen a los bueyes encim a de las cer vices com o à m ulas, y no à los cuer nos los quales aun aor a se usan en Galicia en las par tes m uy cuestas...? (p. 144). cor itu: ?el nom br e de cor itos que son pr opiam ente de Llanes, Cangas de Onís. Cabr anas (sic), y sus lugar es cicunvecinos? (p. 16)[24]. fr uchigar : entendido com o ?fr uctificar ?(p. 11). hor r iu, l?: ?Vem os algunos gr aner os que llam an or r ios? (p. 26). llama: ?y se llam an Llamas, que en Astur iano Llamas y Llamuer gos son lodos y pantanos? (164). ?palacr a?: ?las bar r as en que lo hazían después de fundir lo {el or o} las llam avan palacr as en Astur ias? (p. 48)[25]. r obezu, el: ?y por las r ocas m ás altas Labecer r as[26] que com unm ente llam an Rebeços, y pienso que son los anim ales que la escr itur a llam a Ibices? (p. 9).

__________________________________________________ [22] He aquí algunas r efer encias inequívocas: -?y antiguam ente se llam ó San Iuan de las Dueñas que en lengua Astur iana quier e decir San Iuan de las Señor as? [Car vallo 1695: 191] -por esso le llam ar on Cuebadonga que en lenguage astur iano antiguo quier dizir Gr an Cueba? (p. 103). -?y no solo la nobleza de España se conser vó en Astur ias, sino tam bién el habla y la lengua antigua sin cor r om per se, com o por todas las dem ás par tes de España con la sujeción a los m or os? p. 107). ?y se llam an Llamas, que en Astur iano Llamas y Llamuer gos son lodos y pantanos? (164). [23] Es lo m que dice la edición publicada per o, en m i opinión, habr ía de leer se * ?vr ezo? , esto es , ast. br ezu o ber ezu. [24] ?En el siglo XVII, cor ito significaba astur iano. Aunque esto no se especifique, Lope de Vega, Pantaleón de Riber a, Sota y tam bién Tir so en var ios lugar es de sus obr as, hablan de los cor itos, y en todos los casos se puede entender com o astur ianos? (M .J. Canellada op. cit. 23). [25] Pr obablem ente se esté r efir iendo al tér m ino palacr a ?ae ?lingote de or o? tr ansim itido por Plinio (abf ) del que no conocem os r esultado en el astur iano m oder no. [26] Es clar o que quier e escr ibir las becer r as.

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saín, el: ?la gr asa {de la ballena} que llam an saín con que se alum br a la gente de estas tier r as? (p. 10). sidr a: ?Esta nación {tér m ino aplicado a los astur ianos com o conjunto}[27] no bevia vino sino la cidr a hecha de çum o de m ançana? [Car vallo 1695: 24 y 27] úlices: cfr. ár goma. uz, la: cfr. ár goma. viña, la: ?de texidos de palos y var as er an antiguam ente las m áquinas de com bate que llam aban viñas? (p. 26). yer ba de M endo, la: ?Vir ga aur ea, que llam an la Yer va de M endo? (p. 11)[28].

Del siglo XVII es tam bién el libr o de Gaspar Casal, m édico asentado en Uviéu (?Oviedo?) y r esponsable de la obr a Histor ia Natur al y M édica del Pr incipado de Astur ias[29]. A él se debe la tr ansm isión de una docena apr oxim ada de voces astur ianas del tipo de las que siguen[30]:

abedules: ?Tenem os betulas que aquí llam an abedules?. ar fueyu: ?Visco en idiom a vulgar, Liga, y en astur iano ar fueyo?. bígar u: ?acostum br an en todas estas batidas a tocar los car acoles m ar inos, que aquí llam an bígar os o tur ullos?. teya: ?Tilias, que en idiom a astur iano se pr onuncia Teyas y en castellano tejas?.

En este epígr afe r esulta obligado citar la obr a insólita de Fr. Tor ibio de Santo Tom ás y Pum ar ada (2006), Ar te Gener al de Gr anger ías (1712-1714)[31] de la hicim os dos br eves com entar ios[32]. Decim os ?obr a insólita? por que, anque escr ita en castellano, ofr ece un léxico tan señaladam ente astur iano que su editor se vio en la necesidad de hacer un glosar io de unos 600 tér m inos, cifr a que nosotr os aum entam os notablem ente al incluír los en las fichas de nuestr o * Diccionar iu Etimolóxicu de la Llingua Astur iana (en elabor ación).

______________________________________________________ [27] Esta ter m inología es r eiter ativa en Car vallo; así: ?La Nación ó Pr ovincia de los Astur ianos? (p. 2); ? No sin per juicio de nuestr a Nación Astur iana? (p. 3). [28] La lectur a de la obr a del P. Car vallo dar ía m ás datos en este inventar io que m er ecer ían una atención m ayor ; nos r efer im os a m uestr as com o piedr as vezar es (p. 9); ?m antas que llam an quadr as? (p. 9); ?y las m ar tas? ...?y las alm uzder as o r atinas? ...?papos de buytr e? (p. 10); ?Reos sabalos, sollas y M oyles? (p. 10); ?gistr u, ganciana, valer iana (p. 11)., etc. [29] M adr id 1762, obr a póstum a. Poster ior m ente ver ía la luz en una edición m oder na del Instituto de Estudios Astur ianos. [30] Las publicam os en 1995 en hom enaje al Pr of. M iguel de Caso y después se volvier on a im pr im ir en nuestr o Pr opuestes Eimolóxiques. I. Uviéu, Alla, 2000; 195-196. [31] En dos volúm enes: i. De la gr anger ía espir itual. ii. De las gr anger íastempor ales Salam anca, Ed. San Esteban & M uséu del Pueblu d?Astur ies. Entr egas pr evias a la publicación de esta obr a vier on la luz en: X. López ?Léxico astur iano en un tr atado de gr anjer ía del año 1711? (I). Revista de Filoloxía Astur iana 1 (2001): 11-70; (II) RFA 2(2002): 9-51; ?Adiciones al léxico astur iano del tr atado de gr anjer ía del año 1711?, Revista de Filoloxía Astur iana 3-4 (2003-2004): 255-265. [32] En Lletr es Astur ianes 93: 169) y en Cuader nos de Estudios del Siglo XVIII, nº 16. Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII & Univer sidad de Oviedo 2006: 77-88.

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4. TESTIM ONIOS LÉXICOS ASTURIANOS DEL SIGLO XVIII EN INVENTARIOS DE OTRAS LENGUAS[33] a) Las obr as de Sar m iento. Fr uto de los intentos de r ecopilar el léxico gallego, Fr ay M ar tín de Sar m iento es m er ecedor del justo título de fundador de la lexicogr afía gallega. Citam os especialm ente dos obr as que m er ecen nuestr a especial atención no por ser el léxico astur iano el objeto pr im ar io de su atención sino por citar lo fr ecuente y docum entadam ente por su gr an inter és com par atista. La pr im er a obr a es la Colección de voces y fr ases gallegas[34]; la segunda el Catálogo de voces vulgar es y en especial de voces gallegas de difer entes vegetales[35]. El quehacer de Sar m iento es, por otr o lado, r efer encia obligada par a la lexicogr afía astur iana pues en sus escr itos beber án Jovellanos y González de Posada, los ver dader os fundador es de la disciplina entr e nosotr os. b) Diccionar io de Autor idades de la Real Academ ia Española. Ofr ece una buena m uestr a de datos astur ianos y leoneses. De los pr im er os hace un estudio cr ítico Ana M ar ía Cano González en sus Estudios de diacr onía astur iana[36]. De los segundos conocem os el tr abajo debido a Janick le M en[37]. En todo caso ha de tener se pr esente que bajo la atr ibución de ?astur iano? (suponem os que tam bién bajo la de ?leonés?) pueden citar se tér m inos en han de consider ar se gallego-astur ianos[38] (y gallego-leoneses). c) Diccionar io de Esteban de Ter r er os y Pando. Pr esenta una m uestr a estim able de tér m inos astur ianos y leoneses. Los datos astur ianos fuer on ofr ecidos por Isabel Echevar r ía Isusquiza que los tom a de dos obr as[39].

5. EL NACIM IENTO DE LA FILOLOGÍA Y LEXICOGRAFÍA ASTURIANA . Por los datos de que disponem os podem os afir m ar que a finales del siglo XVIII había tr es paisanos nuestr os que par ticipaban de la idea com ún de confeccionar un diccionar io del astur iano. Uno de ellos es Gaspar M elchor de Jovellanos, conocido político e ilustr ado; el segundo Car los González de Posada que ejer ce com o canónigo en Tar r agona. De las ideas inter cam biadas por am bos tenem os infor m ación puntual gr acias a las car tas que el pr im er o envía al segundo desde 1790 hasta ya entr ada la pr im er a década del siglo XIX y que pueden leer se en los tom os II-III-IV de las Obr as Completas de Jovellanos[40]. En car ta del 8 de noviem br e de 1790 apar ece nítidam ente la idea de for m ar una Academ ia Astur iana y en 1791 se explicitar á que Jovellanos ya tiene r edactada una ?Instr ucción? par a la for m ación del diccionar io

______________________________________________________ [33] Sobr e este tem a tr atam os en una obr a m ás am plia apar ecida con el título: Bable y r egionalismo. Uviéu, ed. Conceyu bable, 1975. M ás tar de apar eció un título específico que tr ata de la lexicogr afía en esta época debido a Álvar o Ar ias Cabal: ?Histor ia de la lexicogr afía astur iana: siglos XVIII y XIX?. En Cien años de Filoloxía Astur iana. Uviéu, Alvízor as-Tr abe, 2009: 60-100; ed. Xulio Viejo. [34] Ed. y estudio de J. L. Pensado. Univer sidad de Salam anca 1970. [35] Ed. y estudio de José Luis Pensado. Univer sidad de Salam anca 1986. [36] T. I. Uviéu, Alla, 2008; 199-235. El Diccionar io de Autor idades ofr ecía con la m ar ca Astur ias 31 palabr as; con la de Astur ias y otr as 24, según Salvador Rosa apud Isabel Isusquiza en «Léxico astur iano en la obr a de Ter r er os y Pando» en Boletín del Real Instituto de Estudios Astur ianos 158 (2001): 86 n.12. [37] ?Los leonesism os en los diccionar ios de la Real Academ ia Española?. Tier r as de León 104 (1998: 103-145. [38] Gar cía Ar ias en Actas das Ter ceir as Sesióis d?Estudio del Navia-Eo. Uviéu, Secr etar ía Llingüística del Navia-Eo), 2012: 84. [39] «Léxico astur iano en la obr a de Ter r er os y Pando» en Boletín del Real Instituto de Estudios Astur ianos 158 (2001): 83-107. Están r ecogidos de: Espectáculo de la Natur aleza. M adr id 1757-1758, 2ª; tam ién de: Diccionar io Castellano con las voces de ciencias y ar tes y sus cor r espondientes en las tr es lenguas fr ancesa, latina e italiana. M adr id, 1786-1793. 4 vols. Ed. facsim ilar M adr id, Ar co/Libr os, 1987. [40] La cor r espondencia se encuentr a en Gaspar M elchor de Jovellanos: Obr as Completas II-III-IV, iniciadas por José M iguel Caso González. Ayuntam iento de Gijón, Instituto Feijoo, KRK Ediciones.

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astur iano que envía par a su lectur a a Fr ancisco de Paula Caveda y Solar es[41], el ter cer nom br e fundam ental en la em pr esa. Esta ?Instr ucción par a la for mación de un diccionar io del dialecto astur iano? la conocem os por lo que posiblem ente sea una copia pr óxim a que Jovellanos m anda a González de Posada en car ta de 14 de ener o de 1801[42]. Tenem os en este texto lo que hoy llam ar íam os un pr oyecto de tr abajo lexicogr áfico donde detalladam ente se conocen los pasos exigibles par a el buen fin de la em pr esa. Casi todo se pr evé hasta cóm o han de ser los m odelos de las cédulas que estar án en la base de la r edacción del diccionar io (p. 289-291)[43]. En el T. IX de las citadas Obr as Completas tam bién se incluye un ?Apuntamiento sobr e el dialecto astur iano? (pp. 296-320) donde se r eflexiona, entr e otr as cosas, sobr e la im por tancia del conocim iento de la cultur a popular y de la docum entación latina par a el buen tr abajo etim ológico. Concluye con una ser ie de suger encias etim ológicas m uy escuetas[44] que apor ta a quien, en opinión de Jovellanos, había de llevar adelante la r edacción del diccionar io etim ológico, González de Posada. Par ece que casi todo estaba juiciosam ente pr evisto y que se pr eludiaba una obr a excelente par a el m om ento histór ico. De haber sido así se habr ía catapultado en aquella tem pr ana fecha un idiom a al que esper aba un devenir br illante en la histor ia de la filología y de la lexicogr afía astur iana. Per o no fue así, quizá por las cir cunstancias que llevar on al plur idim ensionado Jovellanos, que no había asentado suficientem ente la Academ ia Astur iana con otr as disposiciones. Algo per m aneció, con todo: el testim onio fehaciente de consider ar la lengua astur iana com o un objeto digno de la m ayor atención cultur al. De Car los González de Posada sabem os algo m ás. Que, am én de otr os tr abajos histór icos er uditos, había em pezado a r ecopilar m ater iales léxicos y a r edactar lo que m ejor iba conociendo. Una m uestr a de cóm o estaba tr abajando pudim os ofr ecer la en un pequeño libr o que con el título de Diccionar io de algunas voces del dialecto astur iano (1786) y otr os papeles acabó publicando la univer sidad ovetense en 1989[45]. Hoy sabem os que en su testam ento se incluía quién iba a ser el r eceptor de su diccionar io per o nada m ás pudim os saber de su par ader o. En todo caso, y pese a todos los inconvenientes, el pr im er gr an esfuer zo consciente en pr o de la lexicogr afía astur iana estaba dado y no ser ía baldío por que en siglos poster ior es no ser án pocas las voces que se levanten en pr o del deseado diccionar io y al m ism o tiem po se detecten m ovim ientos favor ables a su consecución. Del ter cer estudioso unido a Jovellanos y Posada, el villaviciosino Caveda y Solar es, tenem os conocim iento, por car ta a Jovellanos, de su concepción del diccionar io y de la influencia que debió ejer cer gr acias a la tr ansm isión de m ater iales a su hijo, José Caveda y Nava,académ ico de la Histor ia y diputado en Cor tes, r esponsable de la pr im er a antología de posesía en astur iano donde incluye, a m odo de ensayo pr elim inar, un im por tante discur so sobr e la lengua astur iana[46], y de la publicación de los ?Recuer dos de la Lengua Astur iana? que ver ía la luz a finales del siglo XIX[47] y que él m ism o sugier e que r esponde a la tr adición de su padr e.

________________________________________________________ [41] Ese docum ento pr om ueve la r espuesta de Fr ancisco de Paula fr ancam ente concor dante con Jovellanos com o hace ver la de la car ta de 4 de julio de 1791 que se r epr oduce en las citas Obr as Completas II: 463-473. [42] Publicada, junto a otr os estim ables textos de gr an inter és infor m ativo, en Obr as Completas IX. Ayuntam iento de Gijón, Instituto Feijoo, KRK Ediciones, 2005: 265-86 [43] El pr im er estudio sobr e las ideas de Jovellanos con r elación al diccionar io pueden leer se en : Ángel del Río: ?Los estudios de Jovellanos sobr e el dialecto de Astur ias?. Nueva Revista de Filología Hispánica 1943. [44] En la citada edición del tom o IX de 2005 m e encar gué de com entar las y hacer ver cóm o en m uchos casos la opinión de Jovellanos er a acer tada. [45] Con poster ior idad esbozam os un com entar io a sus apor taciones etim ológicas en el Homenaje al Pr of. Caso 1995, r ecogido poster ior m ente en nuestr o Pr opuestes Etimolóxiques I. Uviéu, Alla, 2000: 195-201. [46] Colección de poesías en dialecto astur iano. Uviéu 1839. Hay una r eedición facsím il de 1989 debida a Alvízor as Llibr os y pr ologada por José M iguel de Caso. Los poem as de la edición de Caveda ser án incor por ados poster ior m ente a la obr a que publicar á con Fer m ín Canella: Poesías selectas en dialecto astur iano. Uviéu 1887. Hay r eim pr esiones m oder nas de la Academ ia de la Llingua Astur iana. [47] Se har á una edición aum entada poster ior m ente en Lletr es Astur ianes 3 (1982): 50-78. 77


6. DOS TIPOS DE ACTUACIÓN CON POSTERIORIDAD A JOVELLANOS Quizá la pr im er a m uestr a de que el inter és por r ecopilar nuestr o léxico se m antenía vivo, pese al fr acaso jovellanista, nos la ofr ezca un pequeño Vocabular io astur iano y castellano coleccionado de la viva voz del pueblo confeccionado en tor no a 1830 y cuyo or iginal se encuentr a entr e los fondos bibliogr áficos de la Hispanic Society of Am er ica; fue descr ito y dado a conocer por Fr ancisco Gago Jover [48]. Se tr ata en r ealidad de un glosar io astur iano-castellano, con la inser ción al final de unas ?locuciones vulgar es? sólo en astur iano. En nuestr a opinión su factur a obedecer ía a un intento de facilitar la com pr ensión de algunas com posiciones poéticas que sin duda cir cular ían m anuscr itas en la época. No hay en tales páginas, evidentem ente, ningún planteam iento léxico que vaya m ás allá de favor ecer la buena com pr ensión de una lectur a ocasional. No sólo esto, r esulta aceptable ver este vocabular io en la línea de otr os inventar ios posibles confeccionados a r aíz de com posiciones m ás am biciosas com o la Colección de poesías de Caveda y Nava de 1839 y otr as. De ese m odo podr ía explicar se el Pequeño vocabular io de voces en Bable[49] y otr os que aclar an el léxico em pleado en obr as concr etas com o la r ecopilación que ofr ece La Olla Astur iana tam ién a finales del XIX. Algunos glosar ios sin duda están en la base de obr as después publicadas con m ás pr etensiones y que, al m ism o tiem po, favor ecer ían a los escr itor es en su em peño por un m ejor m anejo del vocabular io astur iano. Quien pr opiam ente r edacta el pr im er diccionar io de la lengua astur iana es Juan Junquer a Huer go que a pr incipios de la 2ª m itad del s. XIX ha concluído su Diccionar io del Dialecto Astur iano, con entr adas en astur iano y definiciones en castellano. Junto a esto tam bién es suyo, y suponem os que de una época apr oxim ada, el volum en titulado: Diccionar io astur iano-castellano que incluye sólo las pr im er as letr as del abecedar io de la A-E, con la últim a voz estr u. Centr ándonos en el pr im er m anuscr ito hem os de señalar que hay en él un objetivo clar am ente nor m ativista com o se m anifiesta ya a pr im er a vista y com o no podía ser m enos en un autor que en 1869 tenía tam bién r adactada una gr am ática del astur iano[50]. La gr am ática y el diccionar io er an los pilar es fundam entales con los que contaba, junto con una colección de textos, par a pr oceder a la nor m ativización del idiom a astur iano. La fuente de infor m ación léxica er a, gr osso modo, la tr adición or al tr ansm itida en los concejos centr o-nor teños de Astur ias. Las her r am ientas que guiaban sus pasos er an, r espectivam ente, el diccionar io y la gr am ática de la Real Academ ia Española. Quizá por ello podam os explicar las insuficiencias m ás notables del diccionar io que no r esulta exhaustivo y que, con un cr iter io no siem pr e satisfactor io, intr oduce num er osos cultism os dem asiado m ediatizados por el castellano. Con todo, desde el punto de vista lexicogr áfico, asistim os al intento de ofr ecer una obr a que pr etende ser unitar ia, gener al y am plia que da cuenta de un vocabular io que sir ve de base par a la constr ucción de una lengua liter ar ia m oder na. Quiso otr a vez la m ala suer te que tam poco en esta ocasión pudier an los escr itor es y m aestr os disponer de su conocim iento pues la gr am ática no ver ía la luz hasta 1991 fecha en que la publica la Academ ia de la Llingua Astur iana, y el diccionar io nunca fue publicado, si bien sus m ater iales se conocen pues, con la sigla JH, se r ecogen sus m ater iales léxicos en nuestr o Diccionar io Gener al de la Lengua Astur iana[51]. No er a el diccionar io de Junquer a Huer go el que estaba pr efigur ado en la citada Instr ucción de Jovellanos ni sus datos se acer caban al enfoque etim ológico de González de Posada per o sin duda conectaba con la idea unitar ia fundam ental de nuestr os gr andes estudiosos y con la que había alum br ado Caveda y Nava cuando afir m aba taxativam ente en el ?Discur so Pr elim inar ? de su Colección de Poesías que, pese a las dificultades par a ?for m ar el diccionar io de este idiom a y sugetar le a r eglas gr am aticales?, er a algo que ?sin duda puede conseguir se? (Caveda y Nava 1839: 59). _____________________________________________________________________________________________________________ [48] ?El Vocabular io astur iano y castellano coleccionado de la viva voz del pueblo: br eve estudio y edición?. Revista de Filología Astur iana 9-10 (2009-10): 9-38. [49] Lo dim os a conocer en Lletr es Astur ianes 2 (1982): 61-83 con el título; ?Diccionar iu astur ianu de 1880?. [50] De am bos m anuscr itos del diccionar io así com o del tr abajo nor m ativo gr am atical dim os cuenta en nuestr a intr oducción (?entam u?) a: Juan Junquer a Huer go Gr amática Astur iana. Uviéu 1991: 7-18, Alla. [51] Obr a de X. Ll. Gar cía Ar ias publicada en Uviéu por Pr ensa Astur iana entr e 2002-2004. 78


Casi al m ism o tiem po que Junquer a Huer go r edactaba su diccionar io, otr o autor m uy atento al astur iano, Laver de Ruíz, desde su cátedr a de la Univer sidad de Santiago r eunía y daba a la im pr enta sus ?Apuntes lexicogr áficos de una r am a del dialecto astur iano?[52] que apor taban los m ater iales del or iental valle de San Xur de (o San Jor ge). La r ealidad dialectal, que ya había sido detectada en algunas obser vaciones, al m enos desde Agustín Dur án en 1832 y Ar ias de M ir anda en 1858[53] y en 1879 [Lletr es Astur ianes 47 (1993): 143] al dar cuenta de que está r ecogiendo el vocabular io de su occidental concejo de Gr au (?Gr ado?), ir r um pía en la escena r eclam ando atención. Per o, com o en su m om ento r esaltam os [Lletr es Astur ianes 94 (2007): 17-19][54] esta doble vía, la unitar ista bien visible en el s. XVIII, y la dialectológica, que se abr e cam ino avanzado ya el XIX, no va a suponer en un pr im er m om ento ningún pr oblem a pr áctico sino un acr ecentam iento de datos y una atención m ás cuidada a lo par ticular. De hecho los escr itor es y estudiosos van a seguir escr ibiendo inter esados por un m odelo supr adialectal [Laver de Ruíz es un ejem plo: Lletr es Astur ianes 39 (1991): 107] y los pr eocupados por el léxico seguir án ansiando la r edacción del gr an diccionar io m ientr as otr os se fijar án pr im or dialm ente en los vocabular ios dialectales. Entr e los unitar istas no podr íam os dejar de citar a un autor com o Fer m ín Canella, que llegar á a Rector de la Univer sidad, que enlaza con las ideas de Jovellanos aunque no siem pr e sea del todo coher ente en sus planteam ientos ni tenga una for m ación lingüística que le per m ita distinguir bien entr e m odalidad dialectal y ?jer ga?, por ejem plo[55]. Deber em os citar tam bién a Apolinar Rato y Hevia que, adem ás de su inter és en dem ostr ar la singular idad de la lengua astur iana[56], es autor de un m uy deficiente Vocabular io de las palabr as y fr ases bables que se hablar on antiguamente y de las que hoy se hablan en el Pr incipado de Astur ias, seguido de un compendio gr amatical[57]. Ser á seguido por Pepín de Pr ía r edactor tam bién de un diccionar io que nos r esulta desconocido per o del que se r ecuper an en nuestr os días algunas obser vaciones debidas a la cor r ección que efectúa del citado de Rato. Tam bién Julio Som oza es r eponsable de una r ecopilación léxica for m ada de sus lectur as de las com posiciones en astur iano, y dada a conocer en un libr o debido, junto a un inter esante tr abajo intr oductor io, a Ar ias Cabal, con el título de Pr imer ensayo de un vocabular io bable[58]. Esa idea unitar ia estaba tam bién pr esente en la obr a de Enr ique Gar cía Rendueles autor de una nueva antología con el título de Los Nuevos Bablista, que ver ía la luz en 1925; de este autor conocem os un vocabular io de 1924 publicado por Vicente Gar cía Oliva[59] quien sospecha que ser ía la base de un gr an diccionar io que tenía en fichas al final de su vida (1955) y que, según algunos, habr ían estado depositadas en la sede del Real Instituto de Estudios Astur ianos[60]. Esa línea, aunque no siem pr e _____________________________________________________________________________________________________________ [53] Em piezan a publicar se en La Ilustr ación Gallega y Astur iana en 1879 (pp. 313-313; 334-335) y en La Revista de Astur ias de 1879 (pp. 369-373; 395-398; 428-432) y 1880 (pp. 24-26; 38-42; 109-110). Con el título ?Dialecto Astur iano? en La Ilustr ación Gallega y Astur iana en 1879 (pp. 112-114; 136-137; 160-161); en la Revista de Astur ias 1879-89: 50-503. Cfr. tam bién F. Diego Llaca (1979): Asina jabla Llanes. M adr id. [54] En la Revista de Astur ias 1-2 (Uviéu). [55] ?De la dialeutoloxía a la llingua nel dom iniu llingüísticu ástur ?. Tam bién ha de com pletar se con nuestr o ?La dialeutoloxía güei nel dom iniu llingüísticu ástur ?. Lletr es Astur ianes 97 (2008): 7-23. [56] Con todo es obligado citar lo especialm ente por dos obr as im por tantes: a): por una colección de estudios pr evios r eunidos bajo el título de Estudios Astur ianos. Car tafueyos d?Astur ies. Uviéu 1886; b) por una antología poética que suponen una com plem entación de la citada de Caveda y Nava de 1839; apar ece ahor a con el nom br e de am bos, Caveda y Canella: Poesías Selectas en dialecto astur iano. Uviéu 1887. [Obr a publicada var ias veces en ed. facsim ilar por la Academ ia de la Llingua Astur iana]. [57] Nada m ás que así puede entender se su inconsecuente: Car ta en Bable que dir igió el Excmo. Sr. Pr esidente de la Real Academia Española, suplicándole la inser ción en la duodécima edición del Diccionar io de la misma de var ias voces del bable; y que se tr atase algunas notas puestas al Quijote por var ios académicos. M adr id 1885 y en el T. V de las M em or ias de la RAE. Hay r eedición en Lletr es Astur ianes 23 1987): 131-143. [1] M adr id 1891. Obr a r eim pr esa var ias veces en nuestr os tiem pos. [58] Uviéu, Alla, 1996. [59] Obr es (in)completes de Don Enr ique Gar cía-Rendueles. Ed., intr oducción y notes de Vicente Gar cía Oliva. Uviéu, Alla, 2012: 341-463. [60] Gar cía Oliva op. cit. 34-36. 79


con am bición, sigue en autor es com o Constantino Cabal si bien de su diccionar io sólo conocem os algunas entr egas publicadas en la r evista de Xixón Or bayando. Sum em os a ello la apor tanción de Antonio Gar cía Oliver os que en 1946 publicaba un Ensayo de un Diccionar io Bable de la Rima[61] de utilidad par a escr itor es de no excesivas exigencias. Per o entr e los r ecopilador es que siguier on a Laver de en su vía dialectal es obligado citar a Br aulio Vigón en su dedicación al Vocabular io Dialectológico del Concejo de Colunga[62]. Otr o ejem plo estim able es el de ?Fer nán Cor onas? con u<n diccionar io que hoy par ece per dido per o de cuya cualidad podem os hacer nos idea gr acias a su estim able pr oducción liter ar ia en una var iante occidental del astur iano[63]. Con poster ior idad a la guer r a civil (1936-1939) se intensifica la atención a la vía dialectalizante, pr efigur ada en los tr abajos que efectúa Lor enzo Rodr íguez Castellano par a el ALPI, con la r edacción poster ior de algunas m onogr afías acom pañadas por lo gener al de vocabular ios locales. Esa situación habr ía de ser hábilm ente explotada por los seguidor es del r égim en fr anquista a tr avés del Instituto de Estudios Astur ianos y de la Univer sidad que inciden en la idea de que la plur alidad dialectal (lo que em piezan a llam ar ?los bables?) es incom patible con la existencia de un estándar lingüístico. Se conocer án tam bién vocabular ios locales diver sos y se incr em entar án con los tem áticos atentos a la cultur a popular y etnogr afía que con anter ior idad a Fr itz Kr üger [64], per o especialm ente desde Kr üger, har ían acto de pr esencia entr e nosotr os con m onogr afías am plias o tr abajos m ás r educidos[65].

7. LA REIVINDICACIÓN LINGÜÍSTICA EN EL POSFRANQUISM O Y LA LEXICOGRAFÍA ASTURIANA La tr ansición política del fr anquism o al r égim en dem ocr ático conllevó en Astur ias una r eivindicación del hecho lingüístico y cultur al y, pese a todo lo que tenía de r uptur ista con r elación a los estadios histór icos anter ior es, la lucha por el estándar lingüístico y, en consecuencia por el diccionar io unitar io, se m antuvo entr e los sector es m ás identificados con la r eivindicación de la unidad del idiom a, defensor es tam ién car acter izados de la investigación dialectal y de la supeditación de los datos obtenidos al logr o del m ejor conocim iento de la totalidad del dom inio lingüístico. Es así com o se entiende que junto a la r ecopilación del léxico dialectal[66] y al estudio fonológico y m or fosintáctico de cualquier var iedad, se haya logr ado una nor m ativa académ ica satisfactor ia y la r edacción de un diccionar io unitar io, el Diccionar iu de la Llingua Astur iana (Uviéu, Alla, 2000, 1ª). En la base de éste está pr ecisam ente un am plio diccionar io dialectal, nuestr o Diccionar io Gener al de la Lengua Astur iana (DGLA), que ofr eció los datos de que disponía par a una explotación am plia de los m ism os[67]. Se com pr ender á que este DGLA sir vió de fundam ento, aunque no exclusivo, a la obr a por antonom asia del estándar léxico astur iano per o al m is_____________________________________________________________________________________________________________ [61] Uviéu, Esc. Tip. de la Residencia Pr ovincial. Este autor había r ecopilado un gr an diccionar io con autor idades liter ar ias de escr itor es en astur iano y que, según r efer encia puntual, estar ía entr e sus m ater iales bibliogr áficos custodiados por Luis Fer nández Canteli en su casa de Llugones (Astur ias). En todo caso, a la m uer te del depositar io, ese diccionar io no llegó a la Biblioteca de Astur ias según se nos infor m ó en su día. Sí cr eem os conocer, en este m om ento la der iva seguida por este texto. [62] Em pieza a publicar se en Villaviciosa en 1896 y hoy conocem os su ver sión definitiva gr acias a la edición pr epar ada por Ana Vigón Sánchez. M adr id, Consejo Super ior de Investigaciones Científicas, 1955. [63] En esta línea local per o con atención a la r egión m ás occidental de Astur ias ha de entender se la obr a de Ber nar do Acevedo & M ar celino Fer nández Vocabular io del Bable de Occidente (M adr id, Centr o de Estudios Histór icos, 1932) que ofr ece datos lingüísticos eonaviegos, aunque tam bién astur ianos. [64] Palabr as y cosas del Sur oeste de Astur ias. Tr es estudios. Univer sidá d?Uviéu 1987. [65] Un ejem plo de m onogr afía puede ser el título de Alonso Zam or a Vicente: Palabr as y cosas de Libar dón. Univer sidad de Gr anada 1953 [ed. facsím il: Uviéu, Alla, 1997]. Otr os títulos salier on a la luz en r evistas com o Boletín del Instituto de Estudios Astur ianos, Ar chivum, Revista de Dialectología y Tr adiciones Popular es,Ar chivos Leoneses, Tier r as de León, Cultur es, Astur ies, M emor a encesa d?un país, etc. [66] La m ism a Academ ia de la Llingua publica una colección , Pr eseos, que es m uestr a fidedigna de esa atención dialectal. [67] Sobr e el pr oyecto de este diccionar io dim os cuenta ya en 1993 en el XX Congr eso Inter nacional de Lingüística y Filología Románica, publicado en el T.IV de sus actas. Con poster ior idad el DGLA lo publicó entr e el año 2002-2004, am pliam ente ilustr ado, la Editor ial Pr ensa Astur iana, con una notable infor m ación bibliogr áfica sobr e las fuentes del m ism o. 80


m o tiem po, es el m ejor apoyo del que disponem os par a un tr abajo de atención par ticular izada com o intentam os conseguir con la r edacción de nuestr o * Diccionar iu Etim olóxicu de la Llingua Astur iana del que ya fuim os dando avances en la ser ie académ ica Pr opuestes Etim olóxiques[68] y en otr os textos com o Ar abism os nel Dom iniu Llingüísticu Ástur [69]. Per o no debe concluir aquí nuestr a infor m ación sin antes afir m ar que la atención r ecopilator ia de nuestr o léxico pr osigue tanto dentr o de la línea unitar ista con apor taciones de autor es de diccionar ios com o Novo M ier, Sánchez Vicente, Luis Alber to Pr ieto. En la vía dialectal y localista han de tener se pr esentes colabor aciones estim ables de otr os vocabular ios, a veces m uy notables, que salier on a la luz por los cam inos m ás diver sos y cuya enum er ación r esultar ía pr olija. En la m ism a dir ección son de esper ar fr utos de las investigaciones de los cor pus or ales en los que se tr abaja actualm ente. No podem os dejar de citar la obr a Jesús Neir a y Rosar io Piñeir o Diccionar io de los Bables Astur ianos[70], r ecopilación de datos de las m onogr afías dialectales per o cuyos m ater iales se pr esentan al lector alejados de todo intento hom ogeneizador. Tenem os que r eseñar, finalm ente, las infor m aciones pr ocur adas por los atlas lingüísticos[71] y la gr an apor tación tem ática a la ter m inología ictioním ica y m ar iner a de Em ilio Bar r iuso especialm ente en sus dos gr andes obr as: El léxico de la fauna m ar ina en los puer tos pesquer os de Astur ias Centr al[72] y Atlas léxico m ar iner o de Astur ias[73]. M enor entidad tienen otr os vocabular ios tem áticos, com o los m iner os, per o tam bién r esultan de indudable inter és y alejados de los estr ictam ente jer gales. Dígase lo m ism o de los escolar es, de los de fr ecuencias que atienden a otr as r ealidades dignas de estudio. Con poster ior idad la investigación de nuestr o léxico llevó a iniciativas dir igidas a atender a las nuevas necesidades ter m inológicas. En ese sentido anotam os la actuación de la Academ ia de la Llingua con su pr oyecto de Pr opuestas de Ter m inoloxía Astur iana (Ter m ast) del que ya se conocen 12 títulos en el m om ento pr esente[74]. En la m ism a dir ección ha de entender se la publicación: Palabr es nueves n?astur ianu. Pr oyecto ?Obser vator iu astur ianu de neoloxía y ter m inoloxía? (Astur Neo). Infor m e de los años 2010,2011, 2012[75]. Al m ism o tiem po han em pezado a apar ecer algunos títulos encam inados a dar ideas par a super ar la hom onim ia en la denom inación de algunas especies. Con estos antecedentes par ece que no cabe dudar que las bases par a una lexicogr afía del idiom a ástur están fir m em ente cim entadas[76].

______________________________________________________________________________________________________________________________________ [68] I. Uviéu 2000; II. Uviéu 2007; II. Uviéu 2008; IV Uviéu 2009; V. Uviéu 2010. [69] Uviéu, Alla, 2006. [70] Uviéu, Idea, 1989. [71] Así el ALPI (Atlas Lingüístico de la Península Ibér ica) del que se ha publicado un sólo volum en en 1962. Tam bién el ALEP (Atlas Lingüístico de España y Por tugal) que aunque no ha visto la luz se conser va una copia de los m ater iales de la encuestación. [72] Uviéu, Idea, 1986. [73] Uviéu, Ridea, 2002. [74] Puede consultar se en: w w w.academ iadelallingua.com /ter m ast/pr opuestes.php [75] Uviéu, Tr abe, 2013. Se debe a: Ram ón d?Andr és, Vanesa Díaz Fanjul, Sar a Gutiér r ez [76] X.Ll. Gar cía Ar ias: ?Dialectología, léxico y diccionar io etim ológico?. Lexicogr afía de las lenguas r ománicas. I. Walter de Gr uyter Gm bH, Ber lin/Boston 2014, 143-165. F. Cór doba, E. González Seoane. M a r ía Dolor es Sánchez, eds.

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Xosé Lluis Gar cía Ar ias Es Catedr ático de Dialectología de la Univer sidad de Oviedo y fue pr esidente de la Academ ia de la Lengua Astur iana (pr esidida en la actualidad por la pr ofesor a Ana M ar ía Cano González) desde su fundación en 1981 hasta 2001. Se licenció en Filosofía y Letr as en la Univer sidad de Oviedo, donde obtuvo poster ior m ente el título de Doctor en Filología Rom ánica. Fue pr ofesor en las univer sidades de Oviedo, Valladolid y León. Cofundador y pr im er pr esidente de Conceyu Bable, es autor de num er osos ar tículos, confer encias, ponencias en congr esos y libr os. Su obr a es sobr e todo ensayística, aunque tam bién se dedica a la tr aducción al astur iano de poem as y libr os com o El Pr incipito de Antoine de Saint-Exupér y. Entr e su obr a destaca: Llingua y sociedá astur iana: hestor ia, entamos, enfotosias (1976), Pueblos astur ianos: El por qué de sus nombr es (1977), Rellumos de folklor (1981), Antoloxía de pr osa bable (1981), Política cultur al n?Astur ias: testu del pr egón de les fiestes de San Xuan de M ier es lleíu? el 14 de xunu de 1983 (1983),Llingua y sociedá astur iana (1984), Pueblos astur ianos, el por qué de sus nombr es (1984), Contr ibución a la gr amática histór ica de la lengua astur iana y a la car acter ización etimológica de su léxico(1988), Patr iótiques pr oses en ver su (1992), Toponimia. Conceyu de Teber ga (1994), Toponimia: Teor ía y actuación(1995), Toponimia. Conceyu d?Amieva (1997), Pr opuestes etimolóxiques (1975-2000), Diccionar iu xener al de la llingua astur iana (2002), Gr amática histór ica de la lengua astur iana (2003), Ar abismos nel dominiu llingüísticu astur (2006), Namái una manu -Tr aducción de una obr a de Ger ar do Lom bar der o- (2006), Estudiu sociollingüísticu de Lleón. Identidá conciencia d?usu y actitúes llingüístiques nes faster es que llenden con Astur ies -Coautor junto con Xosé Antón González Riaño- (2006), II Estudiu sociollingüísticu de Lleón. Identidá conciencia d?usu y actitúes llingüístiques de la población lleonesa -Coautor junto con Xosé Antón González Riaño- (2008), Estudiu sociollingüísticu de Zamor a (Faster a Occidental) -Coautor junto con Xosé Antón González Riaño- (2011) y Toponimia hispánica: or igen y evolución de nuestr os topónimos más impor tantes (2011).

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Diccionarios y repertorios de principios del Derecho y máximas jurídicas latinas Mar ia do Car mo Henr íquez Salido Univer sidad de Vigo

1. PRESENTACIÓN 1.1. La elabor ación de un inventar io de diccionar ios especializados, y específicam ente de r eper tor ios de pr incipios del der echo, se er ige com o una tar ea «im per fecta», entr e otr os m otivos, por que, si «es m ater ialm ente im posible pr esentar ni siquier a una selección de los diccionar ios especializados por ser tantos y ser ía injusto dar pr efer encia a algunos diccionar ios o a algunas m ater ias», confor m e afir m a Haensch (1997: 104), m ás difícil ser á la r ecopilación de las r egulae iur is y m áxim as latinas, «cuya selección m ás extensa es la de H. Walther, que contiene 34.283 m áxim as, si bien solo en par te son jur ídicas» (Per eir a-M enaut 2010: 10). Por el contr ar io, la incor por ación de unidades léxicas latinas en la nom enclatur a de los gr andes diccionar ios gener ales m onolingües es una pr áctica consolidada en la lexicogr afía. 1.2. Sin em bar go, cuando nos adentr am os en el univer so jur ídico ? un ám bito en el que el significado de los conceptos, las r elaciones con tér m inos con significados pr óxim os o incom patibles, las diver sas r am as que integr an el or denam iento jur ídico, el hecho incuestionable de que a los destinatar ios pr incipales de cualquier texto jur ídico o legal se les exigen conocim ientos de su especialidad, etc.? , el m er o hecho de or ganizar, tr aducir, inter pr etar y com entar esta clase de unidades gr am aticales latinas se convier te en una em pr esa com pleja, entr e otr os factor es, por su necesar ia inter disciplinar iedad. 1.3. Con la finalidad de sim plificar nuestr a contr ibución, par tim os de la hipótesis de que, en los diccionar ios gener ales, se seleccionan los «tecnicism os exclusivos de una pr ofesión o especialidad» y de la constatación de que en los «tecnicism os jur ídicos» y «unidades jur ídicas latinas», gr osso modo, se pueden distinguir cuatr o gr upos: a) unidades léxicas de la lengua española que per tenecen al uso com ún de los hablantes, con acepciones pr ecedidas de una m ar ca; b) palabr as y gr upos de palabr as (locuciones latinas), que integr an el léxico com ún de las lenguas histór icas, acogidas por los diccionar ios; c) palabr as, gr upos de palabr as y or aciones (o constr ucciones pr edicativas sin ver bo) latinas, que por ser de uso específico de los aplicador es del der echo apenas se r egistr an en esa clase de obr as lexicogr áficas, seleccionadas por los diccionar ios jur ídicos; y, d) palabr as, gr upos de palabr as y or aciones latinas ? fr uto y r esultado de una m ilenar ia tr ansm isión, que sir ven de indicador y guía al pensam iento y al or denam iento jur ídico? or ganizadas en r eper tor ios por or den alfabético o por cam pos conceptuales, que son «fuentes del or denam iento jur ídico español» (ar tículo 1.1 del Código Civil) y com unes a los or denam ientos jur ídicos de los países que for m an la Unión Eur opea. 83


1.4. La incor por ación de palabr as y gr upos de palabr as latinas en el lem ar io de los diccionar ios gener ales m onolingües de la lengua española sigue siendo ir r elevante (Henr íquez et al. 2010), debido, pr obablem ente, al m ensaje tr ansm itido desde el Diccionar io de autor idades ? «voces pur am ente latinas» y «bár bar am ente tom adas»? en el m om ento en que la Real Academ ia Española se pr opuso confeccionar un diccionar io, que contuviese «todas las voces de la lengua con algunas per tenecientes a las Ar tes y las Ciencias». Com o es sabido, en la histor ia de la lexicogr afía española de los siglos XVIII y XIX pr edom inaba el car ácter nor m ativo del diccionar io y se tendía a no elegir «voces de las Ar tes liber ales y m echánicas», a no ser que fuesen com unes al uso. A par tir de la segunda m itad del siglo XIX, especialm ente en la lexicogr afía no académ ica, vem os m ás «tecnicism os» y «voces y locuciones latinas» (Henr íquez; de No 2005: 182-183 y Henr íquez; de No 2010: 72-79; Henr íquez 2012: 364). La incor por ación de «tér m inos exclusivos de una pr ofesión», pese a las cr íticas for m uladas por M enéndez Pidal (DGILE 1945: XXVII-XXVIII), continúa siendo escasa en la pr im er a m itad del siglo XX. Incluso M ar ía M oliner en el DUE (1966-1967: XXIV) hace constar expr esam ente que no incluye los tecnicism os «solo inter esantes par a técnicos». 1.5. En la últim a década del siglo XX y pr im er a del siglo XXI, se pr oduce un cam bio: los diccionar ios gener ales m onolingües, adem ás de acoger las voces que son de uso en la com unidad, intr oducen una r epr esentación de los tecnicism os m ás extendidos, per o el núm er o de palabr as y locuciones latinas, atestiguadas en la jur ispr udencia y en los m edios de com unicación, es m uy r educido (p. ej., la pr obatio diabolica, la r egla in dubio pr o r eo o el vicio er r or in vigilando? ). En esta contr ibución, con la finalidad de llam ar la atención sobr e el olvido de estas unidades léxicas y gr am aticales vivas en las ciencias jur ídicas, se com entan dos r eper tor ios de pr incipios gener ales del der echo y de m áxim as jur ídicas latinas, distantes en el tiem po (M ans Puigar nau, 1947, r eim pr esión 1979; Dom ingo, 2000, segunda edición r evisada y aum entada 2006).

2. REPERTORIOS Y RECOPILACIONES Los jur isconsultos y jur istas lingüistas han dedicado gr an inter és a r ecopilar las r eglas de der echo auténticas, es decir, «las contenidas en los cuer pos oficiales del der echo r om ano y del canónico y en las com pilaciones fundam entales del der echo español histór ico» (M ans 1979: XXXIX), y las existentes en otr as fuentes pr ocedentes de pensador es, filósofos y jur istas que vivier on entr e los siglos XIII a XVIII (Dom ingo 2006: 505-512), algunas con uso docum entado en las lenguas cultas. 2.1.1. Los pr incipios gener ales del der echo de J. M ª M ans2.1.1 Este r eper tor io consta de una Intr oducción (págs. IX-XLIX), el cuer po de la obr a que ocupa 498 páginas y dos Índices: el índice onomástico (págs. 501-506) indica las r eglas r elativas a los autor es y m ater ias (p. ej., Acur sio, Bacon, Baldo, Celso, Cicer ón, Decio, Gayo, M ar ciano, M odestino, Papiniano, Paulo, Pom ponio, San Raim undo de Peñafor t, Séneca, Ulpiano? ) y el índice analítico (págs. 507-523). 2.1.2. La Intr oducción se subdivide en var ias secciones: I. El or den de pr elación de fuentes y las clases de inter pr etación de las mismas,en la que se pr etende aclar ar las dos «causas de incer tidum br e en la aplicación de la ley»; II. Los pr incipios gener ales del der echo en la legislación y en la jur ispr udencia, por que son «fuente o nor m a de der echo» (pág. XII); III. Los pr incipios gener ales y la teor ía fundamental del der echo, par a «cim entar lo en bases sólidas y par tir de r ealidades concr etas, no de ficciones y entelequias» (pág. XVIII); IV. Concepto y car acter es de los pr incipios gener ales del der echo, en los que «existen pr incipios de der echo objetivo y subjetivo, de der echo sustantivo y adjetivo, de der echo público y pr ivado» (pág. XXVI); V. Los pr incipios gener ales y las r eglas del der echo, donde se pone de r elieve «la var iada ter m inología r elativa a la m ater ia» y las dificultades existentes par a distinguir entr e el concepto de pr incipio gener al y el de r egla del der echo, «por que uno y otr o pueden consider ar se desde aspectos o puntos de vista diver sos» (pág. XXX); VI. Indicaciones bibliogr áficas, con dos apar tados:« textos legales y doctr inales, en los que se establecier on, r ecogier on y definier on los pr incipios o r eglas» y «r eper tor ios y com entar ios gener ales sobr e r eglas de der echo» (págs. XLI-XLV); VII. Siglas y abr eviatur as en las citas textuales (págs. XLV-XVI); y, VIII. Contenido y finalidad de la pr esente obr a (págs. XLVII-XLIX). Siguen va84


r ios anexos de concor dancias o lugar es par alelos entr e las r eglas de der echo y otr os textos jur ídicos, las pr incipales cor r espondencias textuales de las r eglas del der echo indicadas y el cuadr o de analogías entr e algunas m áxim as de der echo ger m ánico y diver sas r eglas del der echo r om ano (págs. LI-LXX). 2.1.3. El cuer po de la obr a (págs. 1 ? 498) se enm ar ca con el título Reper tor io de r eglas, máximas y afor ismo jur ídicos con la jur ispr udencia del Tr ibunal Supr emo de Justicia. Las r eglas y m áxim as se or denan por cam pos conceptuales, es decir, el autor constr uye un «r eper tor io de conceptos», dispuesto en tor no a una unidad léxica (abogado, afinidad, apelación, caución, cesión, compr aventa, condición, confesión, culpa, der echo, dolo, donación, enajenación, equidad, estipulación, hecho, hur to, inter pr etación, justicia, legado, miedo, mor a, obligación, pago, posesión, pr esunción, pr ueba, r enuncia, sentencia, tér mino? ) o a var ias unidades, entr e las que existen deter m inados tipos básicos de r elaciones de sentido (de inclusión o de exclusión), por que la labor jur ídica consiste, entr e otr as funciones, en conceptualizar, distinguir y com par ar dos unidades.En el segundo gr upo podem os distinguir apr oxim adam ente tr es tipos básicos de r elaciones de sentido:

a) Un tér m ino denota un concepto gener al y los otr os dos conceptos específicos, incluidos en el gener al (hiponim ia): contr ato. convenio. pacto; documento. instr umento. escr itur a; juez. juicio. jur isdicción; otr o. ter cer o. extr año; petición. r eclamación. demanda? b) Dos tér m inos con significados bastante pr óxim os, no idénticos y no inter cam biables en todos los contextos, puesto que se podr ía pr oducir un cam bio de significado global en el m ensaje (sinonim ia): dominio. pr opiedad; estimación. valor ación; fr aude. engaño; litigio. pleito; r estitución. devolución; tor pe. inmor al; tr adición. entr ega; voluntad. consentimiento? c) Dos tér m inos que pr esentan un tipo posible de oposición sem ántica, son incom patibles (incom patibilidad): absolución. condena; acr eedor. deudor ; acusación. defensa; afir mación. negación; buena fe. mala fe; capacidad. incapacidad; cier to. incier to; daño. lucr o; diligencia. negligencia; expr eso. tácito; ganancias. pér didas; honesto. deshonesto; lícito. ilícito; más. menos; per icia. imper icia; posible. imposible; pr opio. ajeno; público. pr ivado; ver dad. falsedad?

Las r eglas y m áxim as apar ecen num er adas, gener alm ente con la cor r espondiente tr aducción y con indicación del jur ista r om ano o padr es y doctor es de la iglesia latina, per o no van acom pañadas de un análisis o com entar ios. Al final de cada bloque pueden encontr ar se r efer encias a sentencias del Tr ibunal Supr em o de las últim as décadas del siglo XIX y pr im er a m itad del siglo XX. Conviene adver tir que una m ism a r egla o m áxim a puede apar ecer inser ta bajo r ótulos difer entes, por que una de las car acter ísticas de las r eglas y m áxim as (adem ás de su br evedad, concisión, pr ecisión y econom ía lingüística) es la tr ansver salidad: así, iur a novit cur ia?el tr ibunal conoce el der echo? se inser ta dentr o de los conceptos «der echo» y «juez. juicio. jur isdicción»; pacta sunt ser vanda ?los pactos han de guar dar se?está en los cam pos de la «buena fe. m ala fe» y «contr ato. convenio. pacto»; qui tacet, consentir e videtur ?el que calla, par ece que consiente? se ve en los cam pos «expr eso. tácito», «silencio. callam iento» y «voluntad. consentim iento».

2.2. PRINCIPIOS DE DERECHO GLOBAL. 1000 REGLAS Y AFORISM OS JURÍDICOS COM ENTADOS 2.2.1. La obr a, coor dinada por Rafael Dom ingo, consta de un Pr ólogo (págs. 9-10), justificativo de la r ecogida de «m il pr incipios y r eglas jur ídicas en latín, pr ocedentes del Der echo r om ano clásico y justinianeo, del ius commune m edieval, así com o del common law» con uso docum entado en or denam ientos jur ídicos; abr eviatur as y siglas especiales (págs. 11-21), seis capítulos (págs. 23-426) y tr es Índices(el de autor es de los pr incipios, r eglas y afor ismos jur ídicos; el de pr incipios, r eglas y afor ismos jur ídicos y el tópico) (págs. 505-571)

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2.2.2. El capítulo § 1. Intr oducción (págs. 23-29) nar r a la histor ia del m agister io de los jur istas r om anos y su afición «a for m ular, en sentencias br eves, clar as y sencillas, aquellos pr incipios jur ídicos, m áxim as, r eglas o cr iter ios de inter pr etación de car ácter gener al que facilitaban la r esolución de casos com plejos». Se m encionan autor es de libr os de r eglas, la im pr onta que causa el Codex Iustinianus y el título XVII del libr o L del Digesto (de 533), que el em per ador Justiniano quiso dedicar a las r eglas bajo el título De diver sis r egulis iur is antiqui. Se ofr ece un panor am a de los libr os de r eglas de las com pilaciones m edievales, su im por tancia en el Renacim iento, el cultivo de los afor ism os por los gr andes ar tífices del Der echo de los siglos XVI y XVII, su acom odo en el siglo XIX «en los or denam ientos jur ídicos a tr avés de los pr incipios gener ales del der echo» y la «función de pr im er ísim o or den», que están llam adas a cum plir en el siglo XXI, «no solo en el pr oceso de unificación jur ídica eur opea, sino tam bién en el tan deseado de inter nacionalización de la justicia» (pág. 27). 2.2.3. En el capítulo § 2., el cuer po de la obr a (págs. 31-426), se pr esenta por or den alfabético el r eper tor io de pr incipios, r eglas y afor ism os jur ídicos. Cada ar tículo, de extensión var iable, lo encabeza el enunciado del pr incipio, r egla o afor ism o latino, la indicación del autor o texto, de donde pr ocede, y la par áfr asis. Se inser tan com entar ios sobr e su histor ia y or igen, su r eper cusión en el der echo español o angloam er icano, su inclusión en el ar ticulado del Código Civil y colecciones legislativas, su uso en la jur ispr udencia del Tr ibunal Supr em o y doctr ina del Tr ibunal Constitucional, y su r elación con otr as var iantes o r eglas de contenido pr óxim o, equivalente o concor dante:

33. Actor i incumbit necessitas pr obandi (cfr. AZÓN, Br ocar dica, r úbr ica 21, pg. 130). La pr ueba incum be al dem andante. Per o cfr. PAULO, D. 22.3.2: ei incumbit pr obatio qui dicit non qui negat (cor r esponde la pr ueba al que afir m a, no al que niega [? ]; [? ] actor i affir manti incumbit onus pr obandi [? ]: onus pr obandi incumbit ei qui asser it (la car ga de la pr ueba incum be al que afir m a) [? ]. El afor ism o negativa non sunt pr obanda ha sido tam bién utilizado pr ofusam ente por la jur ispr udencia [? ]. 505. I ur a novit cur ia. El tr ibunal conoce el der echo. El pr incipio no es r om ano, sino m edieval, per o tiene su fundam ento en Rom a, pues, cuando el juez desconocía el Der echo ? lo cual er a fr ecuente, por ser este un par ticular ? acudía a los jur ispr udentes, o al pr opio em per ador [? ]. 725. Pacta sunt ser vanda (cfr. ULPIANO, D. 2.14.7.7). Los pactos han de obser var se. ULPIANO tr ata esta im por tante cuestión jur ídica en su com entar io al título edictal De pactis conventis, en el que tr anscr ibe el tenor liter al del Edicto: pacta conventa? ser vabo (conser var é los pactos convenidos por las par tes, dice el pr etor ). Cfr. tam bién, CJ 2.3.12, del 230: pacta novissima ser var i opor tet (deben guar dar se los pactos m ás r ecientes) [? ]. 734. Pater e quam ipse fecisti legem. Sufr e la ley que tú m ism o hiciste. Tam bién apar ece com o legem pater e quam ipse fecisti; cfr. D.2.2 que ver sa sobr e el llam ado edicto de r etor sión. La m áxim a se atr ibuye a uno de los siete sabios de Gr ecia, PITTAKOS DE M ITELENE (ca. 648 a.C-570 a.C.), y poster ior m ente pasó a la lengua latina. [? ] El afor ism o legem pater e puede consider ar se un tr asunto del Estado de Der echo (el ejer cicio del poder debe seguir los cauces jur ídicos for m ales y m ater iales establecidos) [? ].

2.2.4. El § 3. Contiene el TÍTULO DEL DIGESTO SOBRE LAS REGLAS JURÍDICAS (s. VI) a dos colum nas con las ver siones en latín y en castellano (p. ej., 55. Gaius, libr o secundo de testamentis ad edictum ur bicum. Nullus videtur dolo facer e, qui suo iur e utitur. 55. Gayo, libr o 2 sobr e testamentos del comentar io al Edicto ur bano. No se consider a que actúa con dolo quien ejer ce su der echo), el § 4. r epr oduce el TÍTULO DE LAS PARTIDAS (s. XIII) SOBRE LAS REGLAS JURÍDICAS (págs. 459-462), el § 5. DEFINICIONES JURÍDICAS (págs. 463-470) y el § 6. EXPRESIONES Y TÉRM INOS LATINOS DE USO FORENSE (págs. 471-503) con su tr aducción, equivalencia o significado jur ídico, voces y locuciones que se pueden ver seleccionadas por los diccionar ios gener ales m onolingües (a contr ar iis?ar gum ento que se funda en la oposición de dos hechos?, a for tior i ?con m ayor m otivo, a m ayor abundam iento?, ab integr o 86


?por enter o; íntegr am ente?, ad cautelam ?par a cautela; por pr ecaución; en pr evisión de?? ).

3. CONCLUSIONES 3.1. A pesar de las pr ofundas m ejor as intr oducidas en la técnica lexicogr áfica y de las novedades incor por adas en la m acr oestr uctur a y en la m icr oestr uctur a de los ar tículos de los diccionar ios gener ales, es notor io que en el m om ento de acoger las palabr as atestiguadas, per tenecientes a las difer entes esfer as del saber y actividad pr ofesional, se m uestr an r em isos a incluir en su lem ar io num er osos neologism os y unidades léxicas y gr am aticales del ám bito científico-técnico con uso atestiguado en la Jur ispr udencia del Tr ibunal Supr em o y en los m edios de com unicación. Esta situación es m uy difer ente a la obser vada em pír icam ente en obr as lexicogr áficas inglesas o por tuguesas (Henr íquez et al. 2010: 107). 3.2. En el conjunto de las obr as lexicogr áficas y estudios sobr e el léxico jur ídico, confor m e ha venido estudiando desde el año 1997 hasta la actualidad el equipo de investigación de I+D+i de la Univer sidad de Vigo (código del gr upo FE2/A ? Lenguas especializadas, histor ia, sociabilidad y der echo), es absolutam ente necesar io tom ar en consider ación ejem plos y datos contenidos en estas com pilaciones, por que las r eglas y m áxim as jur ídicas siguen teniendo per se un valor pr opio. 3.3. En la pr im er a década del siglo XXI no conocem os otr os r eper tor ios sobr e r eglas y m áxim as latinas, publicados en España, que los citados en Refer encias bibliogr áficas, per o el uso del latín ha m er ecido el inter és de jur istas lingüistas eur opeos com o M asson; Dupar c-Por tier (2007) oM attila (2009). En tor no a 400 r eglas y m áxim as jur ídicas latinas con uso atestiguado en r esoluciones del Tr ibunal Supr em o, sistem atizadas por cam pos conceptuales en seis capítulos (cuatr o con la disposición de los LIBROSI, II, III y IV del Código Civil; los otr os dos or ganizados en tor no a las «nor m as gener ales del pr oceso» y «la pr ueba»; tam bién el «ius puniendi»), se exam inan y analizan en Alañón, Henr íquez y Oter o (2011: 107-247).

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M ar ia do Car mo Henr íquez Salido Cuenta con cuar enta y ocho años de docencia; com o pr ofesor a de la Univer sidad de Santiago (1966-1968), catedr ática de Institutos Nacionales de Enseñanza M edia (1968), Escuelas Univer sitar ias de For m ación del Pr ofesor ado (1980) y de Univer sidad (1993). Sus líneas pr incipales de investigación gir an en tor no a la lengua, liter atur a y cultur a de Galicia; la histor iogr afía lingüística; la m etalexicogr afía; la histor ia de la lengua y la aplicación de los pr esupuestos teór icos de la m or fología sincr ónica y diacr ónica a textos jur ídicos y legales; estudios lingüísticos de las r esoluciones del Tr ibunal Supr em o y doctr ina del Tr ibunal Constitucional desde el año 1997 hasta la actualidad, en calidad de investigador a pr incipal o r esponsable de un equipo inter disciplinar de la Univer sidad de Vigo (FE/2), en el que colabor an m agistr ados de las jur isdicciones civil, penal, contencioso-adm inistr ativa y social. Es autor a, entr e otr os, de los siguientes libr os: Pr efijación, composición y par asíntesis en el léxico de la jur ispr udencia y la legislación (Univer sidad de Vigo, 1998; en colabor ación), La sufijación en el léxico de la jur ispr udencia y de la legislación (Univer sidad de Vigo, 1999; en colabor ación), Pautas par a el análisis del léxico de la jur ispr udencia del Tr ibunal Supr emo (Ar anzadi, 2005; en colabor ación), Histor ia del léxico jur ídico (Civitas, 2010; en colabor ación) El latín en la jur ispr udencia actual (Civitas, 2011; en colabor ación),

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Elementos microestructurales en el Diccionario militar portátil (1822) de Fernández M ancheño* Mar ta Sánchez Or ense Univer sidad de Mur cia

1. INTRODUCCIÓN Tr as la publicación en 1749 del pr im er diccionar io m ilitar del castellano, obr a de Raim undo Sanz, el panor am a lexicogr áfico de nuestr a lengua exper im enta una auténtica eclosión por lo que r especta a la elabor ación de glosar ios, vocabular ios y diccionar ios encar gados de r ecopilar y definir los num er osos tecnicism os m ilitar es existentes. Así, en 1791 y 1792 salen a la luz los dos tom os de la Encyclopedia metódica dedicados en exclusiva a la m ilicia, que, com o el Diccionar io militar de Sanz, son tr aducción de una obr a fr ancesa ?la Encyclopédie méthodique?, en este caso r ealizada por Luis Castañón. El siglo XVIII es tam bién testigo del pr im er r eper tor io plur ilingüe centr ado en la m ilicia en el que, apar te de otr as lenguas, se contem pla la española: A pocket vocabular y in six languages, viz. English, Ger man, Dutch, Fr ench, Italian and Spanish; containing such wor ds, ter ms and questions, as ar e most gener ally in use, par ticular ly in militar y ser vice, de Jam es W illson, pr ecur sor de una lar ga lista de diccionar ios, en su m ayor ía bilingües. Ahor a bien, el m om ento de m áxim o apogeo en el sur gim iento de la lexicogr afía m ilitar cor r esponde en r ealidad al siglo XIX; así, el Diccionar io militar por tátil (1822) de José Fer nández M ancheño, el Diccionar io militar español-fr ancés (1828) de Feder ico M or etti, el Vocabular io militar (1849) de Luis Cor sini, el Diccionar io gener al militar (1857) de Deogr acias Hevia, el Diccionar io militar (1869) de José Alm ir ante, el Diccionar io de ciencias militar es (1895-1901) de Rubió y Bellvé y el Diccionar io militar (1897) de Nicolás Estévanez son solo algunos de los m últiples ejem plos que podr ían citar se a pr opósito de esta peculiar m anifestación decim onónica. El pr im er o de ellos, cuyo título com pleto es Diccionar io militar por tátil o r ecopilación alfabética de todos los tér minos pr opios de las ciencias militar es, explicación de los empleos de la milicia y sus obligaciones, y de las difer entes especies de tr opas, clases distintas de ar mas antiguas y moder nas, máquinas de guer r a, etc., etc., es obr a del teniente cor onel de infanter ía don José Fer nández M ancheño, quien tiene el honor de inaugur ar nuestr a lexicogr afía m ilitar plenam ente or iginal. Es decir, si bien esta peculiar cor r iente especializada ya había sido iniciada en el siglo anter ior por Raim undo Sanz, con la publicación en 1749 de su tr aducción al castellano del Dictionnair e militair e de Auber t de la Chesnaye-Desbois, no es hasta este m om ento cuando el inter és por confeccionar r eper tor ios pr opios y novedosos se hace especialm ente patente. ____________________________________________________________ * Este tr abajo se integr a en el m ar co del pr oyecto de investigación «Nuevo Diccionar io Etim ológico de la Lengua Española» (FFI2012-31897), financiado por el M inister io de Econom ía y Com petitividad. 89


Com o ya especificam os en Sánchez Or ense (en pr ensa), el r eper tor io de Fer nández M ancheño consta de una estr uctur a bastante sencilla: justo después de la por tada se halla un br eve ?Discur so pr elim inar ?, al que le sigue la ?Explicación de las abr eviatur as usadas en esta obr a?, par a a continuación encontr ar el cuer po lexicogr áfico pr opiam ente dicho, m ientr as que unas ?Adiciones? finales, donde Fer nández M ancheño añade algunos tér m inos m ás, le sir ven par a cer r ar su Diccionar io militar por tátil. En esta ocasión, nuestr o pr opósito es centr ar nos en el estudio de la m icr oestr uctur a de que consta esta im por tante obr a lexicogr áfica[1]. Así, adem ás de enum er ar y descr ibir los distintos elem entos m icr oestr uctur ales que confor m an cada uno de los ar tículos lexicogr áficos de Fer nández M ancheño, con especial atención a la m ar cación em pleada, entr e la que se encuentr a, com o tendr em os ocasión de com pr obar, casi exclusivam ente la diatécnica, analizar em os los tipos de definiciones existentes, par a de esta for m a tr atar de deter m inar si existe un pr edom inio de las definiciones enciclopédicas sobr e las lingüísticas, asunto de especial r elevancia en los ám bitos especializados. Sobr e este últim o aspecto, com pr obar em os si es posible r astr ear la huella del pr incipal r efer ente con el que contó Fer nández M ancheño a la hor a de r ealizar su tr abajo, a saber, el Diccionar io militar de Raim undo Sanz, pues, adem ás de tr atar se de dos obr as lexicogr áficas de idéntica natur aleza, son las únicas que hasta ese m om ento decidier on ceñir se a la ter m inología m ilitar del castellano.

2. EXAM EN DE LA M ICROESTRUCTURA

Tom am os com o punto de par tida estos tr es ar tículos lexicogr áficos del Diccionar io militar por tátil. Com o puede constatar se, son sum am ente escasos los elem entos m icr oestr uctur ales de que se sir ve su autor, Fer nández M ancheño: tr as el lem a se pr opor ciona la indicación del ám bito m ilitar, por m edio de las cor r espondientes abr eviatur as, al que este per tenece, m ientr as que a continuación puede ya leer se la infor m ación lexicogr áfica m ás im por tante de los diccionar ios, a saber, la definición. Debe tener se en cuenta que, com o er a lo habitual en aquel entonces, Fer nández M ancheño asigna a cada acepción o uso su pr opio ar tículo lexicogr áfico, al igual que pr ocede con las m últiples unidades plur iver bales r ecogidas. Así, el doble r égim en del ver bo alinear deter m ina el establecim iento de dos lem as difer enciados, a saber, alinear , por un lado, y alinear se, por otr o. ______________________________________________________ [ 1] Par a el análisis m etalexicogr áfico y m acr oestr uctur al de la m ism a, véase Sánchez Or ense (en pr ensa). 90


Por su par te, la polisem ia de escuadr a, por citar solo un ejem plo, lleva a nuestr o lexicógr afo a confeccionar estos dos ar tículos:

M ientr as que la existencia en la ter m inología m ilitar de var ios com puestos for m ados a par tir de los núcleos cuer po y puente, por ejem plo, pr ovoca el establecim iento de otr os ocho ar tículos lexicogr áficos m ás, esto es: cuer po de guar dia, cuer po de ejér cito, cuer po de batalla, cuer po de r eser va, de dos cuer pos, puente volante, puente de juncos y puente levadizo.

2.1. Los lemas o entr adas Fer nández M ancheño lem atiza las voces con su pr im er a letr a en m ayúscula, a la vez que las r esalta con la cur siva. En el caso de existir polisem ia o de que un deter m inado lem a sim ple for m e par te tam bién de cier tas unidades plur iver bales, nuestr o lexicógr afo suele valer se de estos otr os r ecur sos tipogr áficos:

2.2. La mar cación En cuanto a la m ar cación, adem ás de las abr eviatur as cor r espondientes a la táctica y a la for tificación, em pleadas en alinear se, cuneta y gar ita, los pr im er os ar tículos ofr ecidos com o m odelo, Fer nández M ancheño m aneja hasta once m ás, de acuer do a su ?Explicación de las abr eviatur as usadas en esta obr a?[2]:

__________________________________________________________________ [2] Sobr e el establecim iento por par te de Fer nández M ancheño de abr eviatur as cor r espondientes a algunas m ar cas un tanto cur iosas, dado el ám bito de especialidad en el que se inser ta su Diccionar io militar por tátil, por ejem plo las del álgebr a, astr onom ía y geogr afía, véase Sánchez Or ense (en pr ensa). 91


Ahor a bien, debem os pr ecisar que no hem os logr ado localizar ningún tecnicism o m ar cado com o pr opio de la hidr om etr ía, tam poco de la ar quitectur a o de la estr ategia. De todas for m as, cr eem os que no quier e esto decir que Fer nández M ancheño no haya tenido en cuenta estas disciplinas, sino sim plem ente que no ser ía sistem ático a la hor a de señalar los vocablos per tenecientes a ellas, pues, por ejem plo, sí for m an par te de la m acr oestr uctur a de este diccionar io coligar se, confeder ación confeder ar , leva y levantar gente, todas ellas voces específicas del ám bito de la estr ategia m ilitar, m ientr as que plano, per fil y puente son solo algunas de las entr adas que podr ían citar se a pr opósito de la ar quitectur a[3]. Por otr o lado, la ?Explicación de las abr eviatur as usadas en esta obr a? dem uestr a la pr eocupación de Fer nández M ancheño únicam ente por la m ar cación diatécnica, dado que no establece ninguna abr eviatur a cor r espondiente a alguna m ar ca diatópica, diacr ónica o diafásica. Ahor a bien, la detección de algunos lem as acom pañados de las abr eviatur as ?ant.? y ?antig.?, com o almogote[4], cíngulo[5], capor al[6], cár cava[7], car cavea[8] y pasar muestr a[9], vendr ía a confir m ar el inter és de nuestr o lexicógr afo no solo por el vocabular io m ilitar de su per íodo, sino tam bién por el del pasado, pues, com o afir m a en su ?Discur so pr elim inar ?, su diccionar io se ocupa, entr e otr as cosas, de ?difer entes ar m as ofensivas y defensivas que ha usado y usa [el ejér cito español], así com o las m áquinas de guer r a de que se sir vier on los antiguos par a los ataques de plazas, y las que sir ven en la actualidad?.

______________________________________________________ [3] El caso de la abr eviatur a ?hidr om .?, que Fer nández M ancheño asigna a la hidr om etr ía, es m ás com plejo. Adem ás de que r esulta cuando m enos extr aña la consider ación de esta disciplina dentr o de un diccionar io m ilitar, pues, según la sexta edición del DRAE, publicada el m ism o año que el Diccionar io militar por tátil, esta se define com o la ?ciencia que tr ata del m odo de m edir las difer entes pr opiedades de los fluidos, y de usar de los hidr óm etr os?, el hecho de que Fer nández M ancheño la haya situado en el últim o lugar de su listado, lo que pr ovoca que el or den alfabético se r om pa r adicalm ente, nos hace pensar en un añadido de últim a hor a, quizá copiado de alguna obr a lexicogr áfica que le sir vier a de m odelo. [4] ?ant. Batallón o cuer po de infanter ía for m ado en batalla? (Fer nández M ancheño 1822). [5] ?ant. El cor dón que usaban los soldados por insignia? (Fer nández M ancheño 1822). [6] ?ant. Lo m ism o que cabo de escuadr a, que es com o hoy se usa? (Fer nández M ancheño 1822). [7] ?ant. La zanja o foso hecho par a la defensa? (Fer nández M ancheño 1822). [8] ?ant. For tificar un cam po o ciudad, haciendo un foso alr ededor ? (Fer nández M ancheño 1822). [9] ?antig. Véase pasar r evista? (Fer nández M ancheño 1822).

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A pr opósito de la m ar ca ?antiguo? o ?anticuado?, debem os pr ecisar que no se tr ata de la única detectada que, a pesar de no especificar se en el listado inicial, sí se utiliza en algunas ocasiones. Así, hem os hallado ?per sp.? (per spectiva) en línea ver tical, plano geométr ico y plano or izontal; ?ar t.? y ?ar till.? (ar tiller ía) en cer batana y ter ciar una pieza; ?fisic.? (física) en constituir ; ?opt.? (óptica) en disgr egar ; y, por últim o, ?estat.? (¿estática?) en funepéndulo, equilibr es y plano inclinado. En palabr as de Jim énez Ríos (2001: 245), ?las m ar cas no son excluyentes, de tal m aner a que donde apar ezca una no hay ninguna r azón par a que no apar ezca otr a?. Es lo que puede ver se, entr e otr os, en los ar tículos consecuente, difer encia, lado exter ior del polígono, media pr opor cional, potestad, r acional, segundo y tér minos. M ostr am os un par de ellos:

Ahor a bien, son m ás num er osos los ar tículos lexicogr áficos que car ecen de su r espectiva m ar ca. A este r especto, r esulta significativo el caso de alinear , pues en él Fer nández M ancheño no em plea la abr eviatur a ?táct.?, m ientr as que bajo alinear se sí lo hace. De esta for m a, a tr avés de la expr esión contextualizador a ?voz de la táctica?, la infor m ación sobr e la especificidad del tér m ino alinear se pr oduce en el inter ior de su pr opia definición:

Otr o ejem plo de la falta de sistem aticidad en la m ar cación por par te de Fer nández M ancheño lo constituye línea, y tanto en su sentido geom étr ico com o en el per teneciente a la for tificación. Tr as consultar los ar tículos cor r espondientes de Sanz, r esulta evidente la influencia ejer cida en este caso por su Diccionar io militar :

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A este r especto r esulta cur ioso el caso de cer batana, palabr a que consta de dos ar tículos en la obr a analizada, el pr im er o en la página 69, con el que se r om pe el or den alfabético[10], y el segundo en la 72. En las definiciones de am bos ar tículos el hiper ónim o utilizado es ?culebr ina?, lo que par ece indicar que se r efier en a la m ism a r ealidad. Ahor a bien, m ientr as que la pr im er a vez cotejam os cóm o Fer nández M ancheño r estr inge cer batana al ám bito de la ar tiller ía, gr acias al em pleo de la abr eviatur a ?ar t.?, en el segundo caso no hay r astr o de m ar ca alguna:

2.3. Las definiciones Par a el estudio de esta im por tante cuestión lexicogr áfica hem os decidido par tir de los 66 ar tículos que com ponen la letr a I, de los cuales 62 per tenecen al glosar io pr opiam ente dicho y 4 a las ?Adiciones?, de acuer do con nuestr os cálculos (cf. Sánchez Or ense: en pr ensa). Pues bien, tr as un exhaustivo análisis, podem os afir m ar que de las definiciones que acom pañan a esos 66 ar tículos solo 7 poseen car acter ísticas clar am ente enciclopédicas, a saber, incendiar io, infanter ía, ingenier o, insignias, inspector , intendente de ejér cito e itiner ar io, entr e las que destaca especialm ente, por extender se a lo lar go de m ás de dos colum nas, la de infanter ía. Por su par te, el Diccionar io militar de Raim undo Sanz r eúne bajo esta letr a un total de 16 ar tículos, según pudim os com pr obar en Sánchez Or ense (en pr ensa), de los cuales la m ayor ía consta de explicaciones sum am ente enciclopédicas, concr etam ente 10, m ientr as que las únicas entr adas que pueden citar se com o por tador as de definiciones estr ictam ente lingüísticas son idr ogr aphía, indulto, incommensur able, incomunicable, inaccesible e inexpugnable. Per o lo m ás llam ativo de esta com par ación es que hasta 4 de los 7 tér m inos a los que Fer nández M ancheño define de for m a enciclopédica se encontr aban ya en el pr im er diccionar io m ilitar del español: infanter ía, ingenier o, inspector e intendente. Es decir, adem ás de que la pr esencia del enciclopedism o es m ucho m ayor en la obr a de Sanz, al m enos en lo que r especta a la letr a I, par ece evidente su influencia en las escasas ocasiones en las que Fer nández M ancheño se decanta por esta tipología definitor ia. Si bien solo se han analizado detenidam ente las definiciones ubicadas en la I, cr eem os que esta conclusión puede hacer se extensible a todo el Diccionar io militar por tátil objeto de la pr esente investigación, tal com o hace sospechar tam bién el cotejo de otr os ar tículos coincidentes en am bos r eper tor ios, com o cañón y zapa, por citar solo un par de ejem plos m ás. De todas for m as, no conviene olvidar las num er osas ocasiones en las que lar gas explicaciones de Sanz son consider ablem ente r educidas por Fer nández M ancheño, com o sucede con las de salida, socor r er , subsistencia y tr ompeta. Sobr e este aspecto r esultan r evelador as las intenciones de nuestr o lexicógr afo, expuestas en su ?Discur so pr elim inar ?, a pr opósito de la pr esencia del adjetivo por tátil en el título de su diccionar io:

He pr ocur ado adoptar la m ás posible concisión, abr azando al m ism o tiem po dos extr em os; el pr im er o, el poco coste y evitar lo super fluo; y el segundo, que sea por tátil sin incom odidad esencial (Fer nández M ancheño, 1822: VI-VII). _____________________________________________________________ [10] Sobr e las constantes pér didas del or den alfabético en la disposición de las entr adas de este diccionar io, consúltese tam bién Sánchez Or ense (en pr ensa).

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M ención apar te m er ece el ar tículo sitio, ya que, a pesar de ser sum am ente dilatado (alcanza algo m ás de seis colum nas o unas tr es páginas), Fer nández M ancheño, consciente de esta situación, tr ata de justificar se y lim itar sus palabr as lo m áxim o posible, según señala en el segundo pár r afo de este vasto ar tículo:

Y a pesar de su am plitud, si tenem os en cuenta que la m icr oestr uctur a de sitio alcanza unas 18 páginas en Sanz, en cier to m odo sí lo consigue. Por su par te, tam bién en el ar tículo encabezado por la entr ada situación de plazas for tificadas, clar o r eflejo del de situación en Sanz[11], Fer nández M ancheño m uestr a su inquietud por tr aspasar los estr ictos lím ites de los diccionar io de lengua:

Adem ás de las explicaciones enciclopédicas, hem os detectado otr o tipo de definiciones en el Diccionar io militar por tátil. Son las de car ácter ideológico, puesto que en ellas Fer nández M ancheño, adem ás de ofr ecer su opinión sobr e un deter m inado tem a, tr ata de im poner la, com o se ve clar am ente en soldado:

__________________________________________________________________ [11] Eso sí, Fer nández M ancheño decide desglosar en var ios ar tículos la abundante infor m ación apor tada por Sanz bajo este único lem a. Par a m ás detalles, véase Sánchez Or ense (en pr ensa). 95


esta for m a de pr oceder gener a, en el caso de talla y tr incher ar , dos pistas per didas, dado que, después de r em itir a estatur a, por un lado, y a atr incher ar , por otr o, r esulta que am bas unidades léxicas no for m an finalm ente par te de la nom enclatur a del Diccionar io militar por tátil. En toesa, por últim o, nuestr o lexicógr afo conduce exactam ente hacia exápeda, pese a que la for m a que r ealm ente lem atiza en su diccionar io es hexápeda. Caso apar te m er ece la r em isión de lanada, al no r efer ir se a un ar tículo com pleto, sino solo a una par te, concr etam ente al pasaje del de cur eña en el que se enum er an y explican los instr um entos necesar ios par a el ser vicio de las piezas de ar tiller ía, de ahí que Fer nández M ancheño señale expr esam ente: ?véase útiles de ar tiller ía?. Por otr o lado, el ar tículo de cur eña constituye un per fecto ejem plo de otr o de los tipos de definición detectados: aquel que incor por a listados de palabr as sem ánticam ente afines. No obstante, a difer encia de otr o de los r eper tor ios m ilitar es con los que cuenta nuestr a lexicogr afía, el Diccionar io militar español-fr ancés de Feder ico M or etti, publicado solo seis años después del aquí analizado, este r ecur so definitor io no es dem asiado habitual en Fer nández M ancheño[12]. Par a concluir la r evisión de las definiciones, quer em os notar que, apar te de la evidente huella del pr im er diccionar io m ilitar del español en la obr a analizada, el peso ejer cido por el Diccionar io de autor idades tuvo que ser igualm ente im por tante, a la vista de ejem plos com o el siguiente:

3. CONCLUSIONES Tr as el pr esente análisis sobr e la m icr oestr uctur a del Diccionar io militar por tátil de Fer nández M ancheño, debem os destacar dos consider aciones esenciales. En pr im er lugar, con la incor por ación de la m ar cación Fer nández M ancheño consigue un consider able avance r especto a los lexicógr afos m ilitar es que le anteceden. En este sentido, r esultar ía de enor m e inter és dedicar futur os tr abajos al m odo en el que evoluciona este im por tante elem ento m icr oes-

___________________________________________________________________ [12] Sobr e estos catálogos onom asiológicos habituales en el r eper tor io m ilitar de M or etti, consúltese Sánchez Or ense y Sánchez M ar tín (en pr ensa). 96


tr uctur al en los diccionar ios poster ior es de la m ilicia, sobr e todo, si tenem os en cuenta la falta de sistem aticidad en tor no a la m ar cación de la que fr ecuentem ente da m uestr as el r eper tor io exam inado. Respecto a las definiciones em pleadas, en segundo lugar, constatam os la super ación del m ar cado enciclopedism o al que se adscr ibe el r eper tor io que inaugur a esta cor r iente especializada de nuestr a lexicogr afía, el Diccionar io militar de Raim undo Sanz. A pesar de ello, son elevados los ar tículos detectados en los que Fer nández M ancheño se vale de explicaciones poco lingüísticas, si bien, consciente de ello, suele pr eocupar se por justificar su m odo de pr oceder. Por consiguiente, es r ecom endable seguir avanzando en esta línea de tr abajo sobr e la histor ia lexicogr áfica m ilitar par a tr atar de deter m inar la postur a adoptada por los siguientes r epr esentantes de esta m odalidad. Finalm ente, aunque som os conscientes de que, par a extr aer conclusiones m ás deter m inantes, debem os r ealizar un análisis m ás exhaustivo del Diccionar io militar por tátil, esper am os al m enos que el pr esente sir va par a difundir esta im por tante obr a de nuestr a lexicogr afía.

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M ar ta Sánchez Or ense Es Licenciada (2005) y doctor a (2012) en Filología Hispánica por la Univer sidad de Salam anca. Integr ante del equipo de r edacción del Diccionar io de la ciencia y de la técnica del Renacimiento (DICTER), pr oyecto desar r ollado en el Centr o de investigaciones lingüísticas de la Univer sidad de Salam anca. Asim ism o, desde m ayo del 2014, m iem br o del pr oyecto de investigación «Nuevo Diccionar io Etim ológico de la Lengua Española», que se desar r olla en el Instituto de Lengua, Liter atur a y Antr opología del Centr o de Ciencias Hum anas y Sociales del CSIC. Es autor a de la tesis doctor al La for tificación y el ar te militar en los tr atados r enacentistas en lengua castellana: Estudio lexicológico y lexicogr áfico, publicada en 2012 por Ediciones Univer sidad de Salam anca en su colección Vítor . Por tanto, sus pr incipales líneas de investigación se centr an tanto en la lexicogr afía y lexicología del español, com o en la histor ia de la lengua y de la ciencia hispánicas.

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Descripción y evaluación de obras lexicográficas Car men Ávila Mar tín Univer sidad de Gr anada

1. INTRODUCCIÓN El desar r ollo de una disciplina teór ica par a el estudio de las obr as lexicogr áficas es r elativam ente r eciente, si bien los diccionar ios han estado siem pr e pr esentes en los estudios sobr e las lenguas. La M etalexicogr afía se desar r olló a par tir de los años ochenta del siglo pasado y pr opició la apar ición de num er osos tr abajos lexicogr áficos. Esta disciplina se ocupa de la Teor ía gener al, la Histor ia de la Lexicogr afía, las investigaciones sobr e el uso del diccionar io y la Cr ítica de diccionar ios (W iegand, 1984). La descr ipción de diccionar ios se r elaciona tanto con la teor ía gener al com o con la cr ítica de diccionar ios. El hecho de poder conocer y entender m ejor el funcionam iento del diccionar io no es m ás que conocer la teor ía lexicogr áfica en la que se basa. En el m om ento actual, cualquier per sona, y tam bién los pr ofesionales de la lengua, ante cualquier duda, incluidas las de car ácter lingüístico, por lo m enos inicialm ente, no se dir ige a la estanter ía par a m ir ar un diccionar io, tam poco a una enciclopedia, sino que utiliza su or denador o su teléfono m óvil par a indagar en un buscador en la r ed (Google). La capacidad de alm acenam iento de los buscador es super a a cualquier enciclopedia o cualquier diccionar io y su consulta en papel par ece destinada ya a for m ar par te de la galer ía de im ágenes de una época pasada. Las posibilidades que pr esentan los nuevos m edios de com unicación par ecen infinitas fr ente a las lim itaciones de un diccionar io en papel. Y no falta quien haya anunciado, no solo la desapar ición del libr o tal com o lo conocem os en la actualidad, sino tam bién el olvido de los diccionar ios y enciclopedias en papel (lo cual ya es casi una r ealidad editor ial). Sin em bar go, los buscador es pueden ofr ecer infor m ación m uy var iada per o no la apor tan sobr e el significado u otr as infor m aciones lingüísticas que habitualm ente se buscan en un diccionar io que, por supuesto, tam bién puede consultar se en la r ed. Adem ás, par a encontr ar cier ta infor m ación necesitam os entr enam iento en las técnicas em pleadas, tanto si consultam os un diccionar io en línea o en papel. Este entr enam iento se cor r esponde con las com petencias que se adquier en en el ám bito académ ico. Conocer y m anejar diccionar ios, en papel o en r ed, es tam bién fundam ental par a los pr ofesionales del lenguaje, así com o estar capacitado par a evaluar los nuevos pr oductos lexicogr áficos que apar ezcan en el m er cado. La apar ición de la infor m ática no es la pr im er a r evolución tecnológica que han super ado los diccionar ios a lo lar go de la extensa histor ia de su existencia. Com o han señalado m uchos autor es, la infor m ática ha sido fundam ental en el desar r ollo de la actual Lexicogr afía. Per o adem ás las r ecopilaciones léxicas son anter ior es a la intr oducción de la im pr enta y se pueden consider ar anter ior es a la expansión del papel. Sin em bar go, a pesar de los cam bios tecnológicos y la var iedad de r ecopilaciones léxicas que se pueden encontr ar, uno de los r asgos car acter izador es de los diccionar ios no cam bia en lo fundam ental: per m iten r ecabar infor m ación a tr avés de las definiciones. 99


La definición lexicogr áfica es la base del discur so lexicogr áfico y ha sido objeto de estudio por par te de num er osos autor es (Ahum ada Lar a, 1989; Azor ín Fer nández & M ar tínez Linar es, 1997; Bosque, 1982; Escavy Zam or a, 2000; Her nández Her nández, 1991; M aldonado González, 2000; A. M . M edina Guer r a, 2003; Por to Dapena, 2002; Por to Dapena, 2014; Teso M ar tín, 1987). La car acter ización de la definición identifica al diccionar io independientem ente del sopor te en el que apar ezca. En este sentido los diccionar ios en la r ed entr oncan con la tr adición lexicogr áfica, no solo por que los nuevos m edios han sido los im pulsor es, tanto del actual desar r ollo de la investigación lexicogr áfica com o de la difusión de estas obr as, sino tam bién por que la definición lexicogr áfica sigue siendo el aspecto fundam ental de los diccionar ios en r ed. Los diccionar ios son, adem ás, com o tam bién se ha señalado, pr oductos cultur ales, hijos de una época deter m inada, que r eflejan en sus páginas, tanto el estado de una lengua com o las teor ías lingüísticas que se desar r ollan en ese m om ento. La cr ítica actual de diccionar ios destinada al público deber á valor ar la actualización de las obr as, si tiene en cuenta los avances en la descr ipción del léxico del español y si cum plen los objetivos que se pr oponen con r especto al público al que van destinados. La distinción que r ealiza B. Quem ada y J. Pr uvost entr e Diccionair ique y Lexicogr afie (Pr uvost, 2005) y que han r ecogido en español autor es com o M . Alvar o D. Azor ín, distingue entr e los diccionar ios com o pr oductos com er ciales y la investigación que no tiene por qué finalizar en la publicación de un pr oducto com er cial. Es decir, la Diccionar ística está r elacionada con todo lo que r epr esenta la elabor ación de diccionar ios en r elación a un público deter m inado y con unas r estr icciones com er ciales pr ecisas. M ientr as que la Lexicogr afía actualm ente no necesar iam ente dedica su investigación a la publicación de diccionar ios, sino a la r ecopilación y definición léxica con todo lo que im plique.

2. DESCRIPCIÓN Y EVALUACIÓN DE DICCIONARIOS La descr ipción de diccionar ios, especialm ente en papel, per o tam bién en otr os for m atos, constituye el paso pr evio par a su evaluación. Los cr iter ios par a la evaluación tienen que ver con la descr ipción de la teor ía lexicogr áfica que utiliza y si consigue sus objetivos en función de los destinatar ios. Existen pr oyectos lexicogr áficos que no están destinados al gr an público, pues todos los diccionar ios no tienen los m ism os destinatar ios. La descr ipción de la obr a es, por tanto, un instr um ento par a su evaluación. No es fácil, sin em bar go, r econstr uir los pr incipios teór icos y las opciones lexicogr áficas que han configur ado un diccionar io, per o existen instr um entos de análisis que nos pueden dar la pauta sobr e las car acter ísticas de la obr a, y a par tir de esas consider aciones establecer las utilidades de la m ism a. Esos pr esupuestos teór icos constituyen lo que se denom ina la planta del diccionar io. Desde esas car acter ísticas gener ales se puede pasar al análisis de aspectos par ciales, com o por ejem plo, la m ar cación en distintos diccionar ios, la pr esencia o ausencia de la fr aseología, o el tr atam iento de un deter m inado aspecto lingüístico o cultur al. En su conocida obr a sobr e los diccionar ios del español, G. Haensch y Om eñaca (G. Haensch & Om eñaca, 2004) consider a la cr ítica de diccionar ios com o una r eseña bibliogr áfica objetiva y una for m a de poder m ejor ar los pr oductos lexicogr áficos. Par a ello da una ser ie de pautas sobr e los elem entos que se deben tener en cuenta en el análisis planteado. Entr e los datos que se deben señalar están los datos bibliogr áficos exactos; la car acter ización tipológica (enciclopédico o de lengua; con una finalidad específica o gener al; nor m ativo o descr iptivo, etc.); y una evaluación for m al (cualitativa y cuantitativa del diccionar io). Se consider a este quehacer com o im pr escindible en el ám bito lexicogr áfico par a la m ejor a de los diccionar ios y una obligación de los especialistas par a su difusión entr e libr er os y público en gener al. Otr os autor es, com o Dolor es Azor ín y J. Luis M ar tínez Egido (Gar cía Plater o & Castillo Car ballo, 2009), pr oponen una escala par a la evaluación de diccionar ios basándose en la apar ición de cr iter ios objetivos de análisis de las obr as encuestadas. Par a estos autor es, la m acr oestr uctur a se r efier e a la selección del léxico incluido (y no solo a la or ganización de los m ater iales), y la valor ación se expr esa com o unas indicaciones num ér icas de puntuación del diccionar io en función de los par ám etr os que apar ecen o que 100


no apar ecen. Por otr o lado, la cr ítica de diccionar ios, entendida com o la búsqueda de er r atas y dificultades en los diccionar ios del español tiene una lar ga tr adición. M uchos han sido los com entar ios negativos que han algunos diccionar ios del español, y no se ha libr ado de esa visión negativa la lexicogr áfia académ ica (Jim énez Ríos, 2013). En este sentido, Gr egor io Salvador (Salvador Caja, 2002) r ecuer da la distinción de M anuel Seco entr e lexicógr afo ?teólogo? o lexicógr afo ?m isioner o?. Es decir, entr e el que pr edica (teólogo) o el que hace el tr abajo (m isioner o). Es com pr ensible esta defensa de la pr áctica lexicogr áfica por que es fácil caer en el dogm atism o y señalar cóm o tiene que ser un diccionar io. Quien ha par ticipado aunque sea par cialm ente en la elabor ación de un diccionar io, es m ucho m ás com pr ensivo con las dificultades que se plantean (Her nández Her nández, 1998). Independientem ente de las er r atas o incom petencia, cuando no pr ácticas editor iales oscur as, la lexicogr afía com o disciplina solo ha em pezado m uy r ecientem ente a hacer r eflexión sobr e sus m étodos y pr esupuestos. En algunos casos, sin em bar go, la lexicogr afía no da r espuesta a pr oblem as de car ácter lingüístico por que la pr opia lingüística no ha r esuelto la descr ipción de esa par cela (Por to Dapena, 2002). En este sentido, los avances en la descr ipción lingüística dan lugar a la apar ición de nuevos m odelos de diccionar ios: de colocaciones, fr aseológicos, de par tículas del discur so, cultur ales, ter m inológicos, en función de las teor ías lingüísticas que descr iben par celas del lenguaje que no se habían analizado anter ior m ente en pr ofundidad. La descr ipción de un diccionar io de lengua se r ealiza con el análisis de los pr incipios en los que se ha basado el autor o autor es par a su elabor ación. Se distingue así entr e lo r efer ido a la m acr oestr uctur a y la m icr oestr uctur a de la obr a. El tér m ino m acr oestr uctur a pr ocede de J. Rey- Debove (Rey-Debove, 1971) y se r efier e al conjunto de las entr adas del diccionar io, por lo que en este sentido es sinónim o de nomenclatur a, que er a el tér m ino tr adicional par a r efer ir se al conjunto de entr adas del diccionar io. Todas las descr ipciones teór icas de la or ganización de los diccionar ios hacen r efer encia a estos elem entos. Así apar ece en los m anuales de la asignatur a (G. Haensch, Wolf, Ettinger, & Wer ner, 1982; M edina Guer r a, Antonia M ar ía (coor d.), 2003; Por to Dapena, 2002), aunque esta división entr e m icr oestr uctur a y m acr oestr uctur a es solo una división m etodológica. En algunos casos los pr oblem as de lem atización de las entr adas pueden tr atar se dentr o de la m acr o o m icr oestr uctur a: las subentr adas pueden apar ecer en la m icr oestr uctur a, m ientr as cier ta fr aseología se lem atiza com o entr ada.La pr esentación de la hom onim ia puede tam bién enfocar se desde las dos per spectivas, entr e otr os aspectos. Otr o tér m ino em pleado, en este caso par a r efer ir se a las par tes en las que se divide un diccionar io, es el de hiper estr uctur a (Gelpí, 2004). En este apar tado, si se tr ata de un diccionar io en papel, tendr em os en cuenta el pliego de pr incipios, cuer po del diccionar io y finales del diccionar io". En los diccionar ios electr ónicos estas distinciones tienen que ver con los m enús que se pueden desplegar en la obr a (por ejem plo, la conjugación en el DRAE) y las distintas posibilidades de consulta de los m ater iales (Águila Escobar, 2009). El cuer po del diccionar io lo constituye el diccionar io pr opiam ente dicho. Las divisiones dentr o del cuer po se denom inan ar tículos lexicogr áficos. En el cuer po del diccionar io pueden apar ecer otr os elem entos, com o son cuadr os infor m ativos o ilustr aciones que constituyen otr o aspecto del diccionar io, cual es el de la iconogr afía. Las ilustr aciones tr adicionales podr án am pliar se con la im agen y el sonido (y tal vez m undos vir tuales). Par a deter m inar el léxico que se va a incluir, la m acr oestr uctur a, habr á que tener en cuenta la finalidad, los gr upos de usuar ios y la extensión; aspectos exter nos estos que nos sir ven par a car acter izar un diccionar io. Adem ás la selección de unidades léxicas se deber á r ealizar siguiendo unos pr incipios lingüísticos: la fr ecuencia de uso; la difer enciación fr ente a un sistem a de r efer encia; la im por tancia de una unidad léxica dentr o del conjunto del vocabular io que es objeto de descr ipción; y un cr iter io pur ista o aper tur ista. La fr ecuencia de uso es un cr iter io im por tante a la hor a de seleccionar la inclusión de una unidad léxica. El desar r ollo de la lingüística de cor pus y la cr eación de cor pus lexicogr áficos nos ofr ece datos sobr e la fr ecuencia estadística, aunque es pr eciso intr oducir cr iter ios cor r ector es. 101


El cr iter io de difer enciación léxica fr ente a un diasistem a de r efer encia plantea el pr oblem a de la inclusión de las var iantes diatópicas, diafásicas, diastr áticas, diatécnicas, etc., fr ente a la lengua estándar. Tam bién tendr á inter és plantear se si el diccionar io es m er am ente descr iptivo o nor m ativo y por tanto qué cr iter io se va a adoptar en cuanto a neologism os y extr anjer ism os, así com o en r elación con las voces tabuizadas. Otr a cuestión que se debe tener en cuenta es el tipo de unidades léxicas que se incluyen. Este aspecto está r elacionado con el pr oblem a de la lem atización de las unidades que se incluyan en la obr a; per o habr á de plantear se qué tipo de unidades se van a incluir en la nom enclatur a del diccionar io: palabr as sim ples, com puestas, unidades lexicalizadas, nom br es pr opios, palabr as m ar ca, abr eviatur as, acr ónim os, etcéter a. o si se define todo tipo de unidades. En cor r elación con el tér m ino m acr oestr uctur a, la m icr oestr uctur a hace r efer encia a la estr uctur a y or ganización del ar tículo lexicogr áfico. El concepto de m icr oestr uctur a tam bién pr ocede de J. Rey-Debove (1971:21). La infor m ación que da el diccionar io sobr e cada unidad léxica r ecibe el nom br e genér ico de ar tículo lexicogr áfico. La extensión de cada ar tículo depende m ucho del tipo de diccionar io y de la com plejidad de la unidad que se analiza, pues puede ser m uy sim ple o tener num er osos apar tados. En cada ar tículo se distingue el lema, que es la unidad léxica que se descr ibe y es tam bién gener alm ente r epr esentativa de las var iantes m or fológicas que pueda adoptar, y el cuer po, que incluye la definición y otr os tipos de infor m ación. El tér m ino entr ada, que tam bién em plea Haensch com o sinónim o de ar tículo, un calco de la voz inglesa entr y, no ha sido aceptado por la Academ ia hasta la edición de 1992. Tam bién se em plea com o sinónim o de lema, y son tér m inos equivalentes palabr a-clave, voz guía o cabecer a. M . Seco le da el nom br e de palabr a-entr ada, y la Academ ia la llam a encabezamiento. Lo im por tante es distinguir por un lado la unidad que constituye el objeto de la descr ipción lexicogr áfica, y por otr o la par te definitor ia. Y dentr o de la par te definitor ia, "hay que distinguir clar am ente ?por el uso de difer entes tipos de im pr enta? los elem entos lingüísticos (de la lengua objeto) de los m etalingüísticos" (Haensch et alii, 1982: 480). Por un lado las indicaciones or togr áficas, fonéticas, etim ológicas e histór icas, gr am aticales, cr onológicas, geogr áficas, sobr e la m ater ia o especialidad, etcéter a; y por otr o lado la definición. Y, finalm ente, tam bién hay que tener en cuenta la par te par adigm ática y sintagm ática que r ecoge el ar tículo. Este m ar co no es m ás que una guía sobr e los com ponentes de un diccionar io y los pr oblem as que se le plantean al lexicógr afo a la hor a de elabor ar el diccionar io. En cier ta m aner a, constituye la planta del diccionar io, que hasta hace poco tiem po no se hacía explícita per o que hoy constituye un plan gener al que se publica con antelación o que apar ece en los pr ólogos técnicos de las obr as lexicogr áficas (véase la descr ipción de la planta del diccionar io Cor uña. elabor ada por Por to Dapena y que se puede consultar en la r ed).

3. EL DISCURSO LEXICOGRÁFICO Las novedades que se pr oponen en la elabor ación de diccionar ios en la actualidad tienen que ver, en pr im er lugar, con la m etodología em pleada par a la selección del léxico, y, por otr o lado, con la r ecuper ación de la infor m ación por par te de los usuar ios en entor nos infor m áticos, entr e otr os pr incipios (Tar p, 2008). Per o, adem ás de la or ganización de los m ater iales, la definición de las unidades léxicas car acter iza el discur so lexicogr áfíco. Es cier to que las investigaciones lingüísticas actuales han dado lugar a la apar ición de diccionar ios sin definiciones (REDES, el Diccionar io de colocaciones del español actual o el Diccionar io Ideológico de Julio Casar es pr esentan una par te sin definiciones; tam poco en los diccionar ios bilingües se suelen dar definiciones, a no ser que no haya tr aducción par a la entr ada incluida). Per o este aspecto de los diccionar ios r ecibe una atención especial en los m anuales y tr atados lexicogr áficos por que es el aspecto centr al del diccionar io (Por to Dapena, 2014). Todo el diccionar io es un discur so que se puede definir en su totalidad com o tal, per o es en la defini102


ción donde se identifica el discur so lexicogr áfico. En gener al, el discur so lexicogr áfico aspir a a ser un discur so científico (For gas Ber det & Her r er a Rodr igo, 2002). En cier ta m aner a se consider a que el diccionar io deber ía r ealizar la descr ipción científica del significado según los pr incipios de la lingüística m oder na. Sin em bar go, com o ya se ha señalado, en el diccionar io no se descr iben significados sino usos de las unidades léxicas. La pr opia or denación alfabética del diccionar io, que un pr incipio tipogr áfico y no lingüístico de or denación de los m ater iales, ya fue objeto de cr íticas por par te de diver sos autor es desde pr incipios del siglo XX. En cier to sentido, el or den alfabético es tam bién el causante del despr ecio teór ico de estas obr as que no cum plen los r equisitos de una obr a científica. La apar ición de la lexicogr afía teór ica y su r eivindicación com o disciplina a par tir de la década de los ochenta del siglo pasado ha venido a super ar esta im agen del diccionar io com o una obr a no científica o decim onónica. La car acter ización tipológica del discur so lexicogr áfico se ha r ealizado desde distintas per spectivas. La que r ealizó Jean y Claude Dubois (1971) (Dubois & Dubois, 1971) sigue siendo válida, por lo que al análisis de los r asgos gener ales de estas obr as se r efier e. Son consider adas en pr im er lugar, un objeto manufactur ado y por tanto de car ácter com er cial. Tienen adem ás un objetivo pedagógico puesto que son instr um entos de educación per m anente. Son tam bién objetos cultur ales y pueden concebir se ellos m ism os com o obr as liter ar ias. El diccionar io es así tam bién un texto, un discur so cer r ado, sobr e la lengua y la cultur a, por lo que el diccionar io puede consider ar se com o una pr axis o com o un pr oducto, según el punto de vista que se adopte. Estos planteam ientos llevan a Jean y Claude Dubois a r elacionar m ás los diccionar ios con el discur so pedagógico que con el discur so científico: es un enunciado que se r efier e a otr o enunciado ya r ealizado. Adem ás, el lexicógr afo se convier te en sujeto ideal del discur so de la sociedad al r esponder a las pr eguntas que le hacen los inter locutor es sobr e el significado, lo que r elaciona este discur so con el discur so jur ídico. Los diccionar ios no dan solo infor m ación, sino que los enunciados tienen fuer za de ley y constituyen una r efer encia. En este sentido, la condena explícita de cier tos usos, o la indicación de usos estilísticos o dialectales (del tipo antiguo, dialectal, coloquial) pueden ser inter pr etadas por los lector es com o un r echazo im plícito. El car ácter m etalingüístico del discur so lexicogr áfico ya fue señalado por J. Rey Debove (1971) y ha sido analizado por M anuel Seco (Seco, 2006) y Por to da Pena (2002). Par a este últim o autor, el diccionar io no es una m etalengua, sino que en los diccionar ios se utiliza una lengua natur al, y lo que tiene car ácter m etalingüístico no es ?el sistem a em pleado com o instr um ento, sino el discur so cr eado a par tir de él?. (Por to Dapena 2002: 241). Luis F. Lar a (Lar a, 1997), sin em bar go, consider a que en el diccionar io hay m ención y uso en lengua or dinar ia y no en m etalengua. Su ar gum ento se basa en que las lenguas natur ales per m iten que sus com ponentes se convier tan en objeto de r eflexión. En diccionar io no es un discur so de lengua sobr e sí m ism a, sino que se r elaciona con el acto ver bal de pr egunta por el significado. La especificidad del diccionar io se basa en el acto ver bal de r epuesta sobr e el significado y en la m em or ia social. Los diccionar ios, com o obr as de lengua, aunque no son pr oductos natur ales del hablar, son pr oductos cultur ales e histór icos. Estos ?pr esuponen un sistem a de escr itur a, un m ecanism o de m ater ialización de la lengua capaz de desencadenar en los hablantes un pr oceso de r eflexión acer ca de esta?. El diccionar io no es solo un catálogo léxico, sino que tiende a acapar ar la im agen social de la pr opia lengua, y este fenóm eno no solo ocur r e en la lexicogr afía del español donde la RAE tiene un peso específico r econocido, sino que ocur r e tam bién en otr as lenguas, aunque no haya una institución detr ás, com o ocur r e, por ejem plo, en otr as tr adiciones lexicogr áficas de nuestr o entor no. El significado expuesto en el diccionar io es aceptado socialm ente, de ahí el car ácter nor m ativo de todo diccionar io. La tr iple estr uctur a que pr opone L. F. Lar a en la or ganización del ar tículo lexicogr áfico: la entr ada, la ecuación sém ica y la definición, constituye el eje centr al del discur so del diccionar io, que no cam bia, tanto si es im pr eso en papel o electr ónico.

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4. CONCLUSIONES Los diccionar ios en r ed sustituir án, com o vienen haciendo ya, a los diccionar ios en papel. Sin em bar go, las obr as lexicogr áficas pr esentan r asgos discur sivos que las car acter izan com o objetos vinculados a la consulta y a la búsqueda de infor m ación en entor nos y con necesidades m uy difer entes. La explicación del significado y de las condiciones de uso de las palabr as de una lengua puede consultar se en papel o en la r ed y seguir á siendo la definición el aspecto fundam ental del discur so lexicogr áfico. Los cam bios en la pr esentación y elabor ación de los m ater iales no im plican que la consulta sobr e las lenguas siga haciéndose a tr avés del discur so lexicogr áfico. Y, finalm ente, conocer las car acter ísticas de estas obr as for m a par te de la for m ación necesar ia par a un m ejor conocim iento del idiom a.

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Car men Ávila M ar tín Es Pr ofesor a Titular del Depar tam ento de Lengua Española de la Facultad de Filosofía y Letr as de Gr anada y Doctor a en Filología Hispánica por la Univer sidad de Gr anada. Obtuvo el Diplôme d?études appr ofondies (DEA) en la Faculté de Sciences Hum aines de la Univer sité de Str asbour g (Fr ance) y r ealizó el Cur so Super ior de Filología Española del CSIC en la Univer sidad de M álaga Ha im par tido docencia en var ias titulaciones de licenciatur a y gr ado, así com o en var ios m áster es: Estudios Super ior es de Lengua Española, Pr ofesor ado de Enseñanza Secundar ia y Bachiller ato y el M áster ELE, Lengua, Cultur a y M etodología de la Univer sidad de Gr anada. Ha im par tido cur sos en el Centr o de For m ación Continua y el Centr o de Lenguas M oder nas de la m ism a univer sidad. Fue pr ofesor a Agr egada de Bachiller ato de Lengua y Liter atur a en centr os de enseñanza m edia. Recientem ente ha sido pr ofesor a visitante en el Depar tam ento de For eign Langages and Liter atur es de la Univer sity of Delaw ar e (USA). Sus líneas de investigación son Lexicología, Lexicogr afía, Lingüística Aplicada y Análisis del Discur so. Ha r ealizado una estancia en Par ís en el centr o de investigación Lexiques, Dictionnair es et infor matique de la Univer sité de Cer gy Pontoise (Par is). Y par ticipa en un pr oyecto inter nacional de la Univer sity Br itish Colum bia de Vancouver (Canadá). En la actualidad es Coor dinador a del Gr ado de Filología Hispánica de la Univer sidad de Gr anada. 105


La ideología en el Diccionario de la Real Academia durante el franquismo[1] Laur a Llanos Casado Univer sidad de León

1. LOS DICCIONARIOS Y LA IDEOLOGÍA El diccionar io se ha definido de diver sas m aner as a lo lar go de la histor ia. Podr íam os quedar nos con su car acter ización m ás técnica, r ecogida por For gas (2007: 2), estudiosa de estos aspectos y de cuyos tr abajos es deudor este ar tículo: ?or ganización alfabetizada de los elem entos léxicos de una lengua?. La lengua, por su par te, or dena el pensam iento y es, por lo tanto, el cauce de expr esión de las ideologías. Rossi-Landi (1980: 236) dejaba esta concepción clar a al defender que ?cuando se habla de ideología se está hablando necesar iam ente de lenguaje, y vicever sa?. La ideología es un sistem a de r epr esentaciones inter pr etativas, es decir, subjetiva. El inter és social por el fenóm eno lingüístico se r efleja en la expectación y polém ica que gener a la publicación de una nueva edición del diccionar io académ ico. Cualquier lector inter esado en el tem a lo habr á podido constatar al leer la pr ensa o seguir las r eacciones de los hispanohablantes a la publicación de la vigesim oter cer a edición de nuestr o diccionar io en las r edes sociales, ya sea por la incor por ación de nuevos tér m inos[1] (amigovio, papichulo, chupi? ), ya sea por las definiciones de otr os[2] (gitano, mujer pública? ). Pese a la constante búsqueda de objetividad y ecuanim idad por par te del lexicógr afo, todo diccionar io encier r a, inevitablem ente, una cosm ovisión, una ideología asentada en la sociedad (o en par te de ella). La pr áctica lexicogr áfica es, en palabr as de For gas (ib.), ?una pr áctica ideológica?. Hablar es r edefinir el m undo sujetándonos a un código lingüístico que, a su vez, viene fijado por los diccionar ios. El lexicógr afo es tam bién un ser social y, com o tal, se desenvuelve en una r ealidad que no puede obviar a la hor a de escr ibir su diccionar io. Por tanto, toda definición está siem pr e pasada por un tam iz ideológico. En una entr evista a José M anuel Blecua[4], se r esum ían estas ideas con el titular siguiente: ?todo diccionar io es ideología?. _____________________________________________________________________________________________________________________________________ [1] Este ar tículo tiene su or igen en la invitación que la doctor a Vifor cos M ar inas, del Depar tam ento de Histor ia de la Univer sidad de León, m e br indó par a im par tir una confer encia en la univer sidad alem ana de Bonn, en el m ar co de un cur so de divulgación sobr e la ideología del fr anquism o y sus r eper cusiones en el ar te y la cultur a de esos años. M i inter és por las r elaciones entr e histor ia y lexicogr afía aunque r eciente, es intenso. Deseo que esta m odesta apor tación despier te tam bién en el lector la cur iosidad por esta disciplina. [2] <http://w w w.eldiar io.es/cultur a/Am igovio-m otoneta-papichulo-am er icanism os-Diccionar io_0_314269412.htm l>. [3] <http://cultur a.elpais.com /cultur a/2014/11/06/actualidad/1415306416_768432.htm l>. [4] <http://w w w.publico.es/cultur as/diccionar io-ideologia.htm l>. 106


Es obvio, pues, que la lexicogr afía no es una tar ea inocente y no existen definiciones neutr as. El lexicógr afo deber ía despojar se de su visión per sonal. Evidentem ente, este ideal es m ás bien una utopía, si bien es cier to que al caer en el extr em o opuesto ? en la excesiva ideologización del diccionar io? nos encontr am os con fenóm enos de pr opaganda política y m anipulación, que confor m an el hilo centr al de esta exposición. Ya que es inevitable la inter fer encia de la ideología del lexicógr afo en su obr a, este ha de pr ocur ar ser toler ante, pues la neutr alidad es difícil de alcanzar. La subjetividad del lexicógr afo aflor a en distintos puntos, entr e los que cabe destacar la pr opia m acr oestr uctur a ? selección de los lem as? , el uso de tér m inos valor ativos, la inclusión o elim inación de notas de uso o, incluso, el uso de la pr im er a per sona en las definiciones. Ver em os ejem plos de todos estos casos en las ediciones m ás r ecientes del DRAE y en las que se publicar on dur ante la dictadur a; todos ellos m uestr an cóm o la cosm ovisión im per ante en una sociedad en un m om ento dado em papa todo elem ento cultur al, incluyendo los pr oductos lexicogr áficos.

2. LA IDEOLOGÍA EN LAS ÚLTIM AS EDICIONES DEL DICCIONARIO (2001 Y 2015[5]): CASOS POLÉM ICOS Antes de centr ar nos en la pr esencia de la ideología en el Diccionar io de la Academ ia dur ante la época fr anquista, veam os ejem plos actuales de definiciones en las que im per a una cosm ovisión par ticular y que, por tanto, no ser ían com par tidas por la m ayor ía de los hablantes de español. La ya citada For gas (ib.) r ecoge com o ejem plo el caso de huér fano, definido en la vigesim osegunda edición (aún visible en la página w eb de la Academ ia) com o sigue:

Fig. 1: DRAE (22ª ed.)

La pr eponder ancia del sistem a patr iar cal aflor a así en la definición del tér m ino. Esta definición ha sido m odificada en la vigente edición elim inando, par a ello, la acotación ?especialm ente el padr e?. Las definiciones de otr os tér m inos de m ar cado car ácter ofensivo han sido tam bién m odificadas. Com pár ense, a este r especto, las definiciones del tér m ino vulgar mar icón en la ver sión electr ónica del DRAE, cor r espondiente a la vigesim osegunda edición, y en la pr opuesta de enm ienda de la vigesim oter cer a:

Fig. 2: DRAE (22ª ed.) y ar tículo enm endado par a la 23ª _____________________________________________________________________________________________________________________________________ [5] En adelante, abr eviados com o DRAE y DLE, r espectivam ente.

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Es cur ioso obser var que, finalm ente, la definición del DLE incluye tan solo una acepción, m ar cada com o adjetivo despectivo y m alsonante que puede usar se adem ás com o insulto, que r em ite al tér m ino mar ica. En la definición de este últim o tér m ino cam bia la m ar ca de uso: fr ente a ?coloquial? ? en las acepciones ter cer a y cuar ta? , apar ece ahor a ?despectivo y m alsonante?. Asim ism o, en la pr im er a acepción la definición se lim ita a afeminado (que se par ece a las mujer es) m ientr as que en la segunda de ellas se r em ite al hom br e apocado, falto de cor aje, pusilánime o medr oso. Es en la ter cer a acepción donde encontr am os, m ar cada com o ?despectiva y m alsonante?, la r efer encia a un hom br e hom osexual, tam bién con la indicación de que se usa com o insulto. En la edición anter ior (DRAE), esta er a la cuar ta acepción, m ar cada com o ?coloquial?, y se incluía una quinta, indicando su uso com o insulto, ya con el significado de hom br e afem inado u hom osexual, ya sin él. Por otr a par te, en los últim os años y con la r eivindicación de los der echos de la m ujer, se ha cr iticado el tr atam iento que el Diccionar io da a los sustantivos que cam bian de significado según estén en un géner o u otr o. Así, existen dos entr adas par a tér m inos cuya única difer encia estr iba en el sexo de las per sonas descr itas por la palabr a. Se han censur ado tanto el aum ento injustificado de la m acr oestr uctur a del diccionar io com o la pr esencia de clar as connotaciones negativas o de r ango infer ior en la entr ada fem enina inexistentes en la m asculina. En las indicaciones pr evias del DLE (pp. 43-46) se r eflexiona sobr e los cr iter ios par a la inclusión en un solo ar tículo de entr adas m asculinas y fem eninas. En el caso de las definiciones de super ior /super ior a par ece que el hiper ónim o per sona no incluye a mujer . La nueva edición del DLE ha subsanado este aspecto, al incluir bajo la m im a entr ada (super ior , r a) am bos sustantivos (m asculino y fem enino), con una nota r efer ente al uso exclusivo del fem enino par a aludir a la m ujer que está al fr ente de una congr egación r eligiosa (séptim a acepción).

Fig. 3: DRAE (22ª ed.)

La for m a m asculina, fiscal, se contem plaba com o com ún en cuanto al géner o. Ahor a bien, se duplicaba la infor m ación al incluir en la m acr oestr uctur a fiscala. Esta entr ada m atiza la pr ofesionalidad de la m ujer con un ejer ce, cuya connotación pudier a suger ir que desem peña un car go de for m a cir cunstancial. Tam bién en esta ocasión el DLE incluye fem enino y m asculino bajo una m ism a entr ada (fiscal, la) la que en el DRAE ocupaba la segunda acepción pasa en el DLE a ocupar la séptim a.

Fig. 4: DRAE (22ª ed.)

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Otr os m uchos fem eninos r efer idos a pr ofesiones se pr edicaban no de la m ujer que ejer cía un car go, sino de la esposa de aquel que lo hacía (cor onela, alcaldesa, jueza? ). Se ha de adver tir, no obstante, que cualquier diccionar io r efleja el uso que de la lengua hacen los hablantes y que par a que estas definiciones cam bien ha de ser la sociedad la pr im er a en var iar el uso, pues el diccionar io es un m er o testim onio de los valor es que las palabr as tienen par a el conjunto de los hablantes. Los lexicógr afos r ecogen usos lingüísticos, m ientr as que en m anos de los hablantes queda el cam bio de estos. Así, la lengua (o el diccionar io) nos son m achistas ni xenófobos[6]; lo es, en últim a instancia, la sociedad. Es lo que ejem plifican los siguientes dobletes en DRAE:

Fig. 5: DRAE (22ª ed.)

Las cr íticas a estas entr adas se fundam entaban en la falta de m ar cas com o ?coloquial? o ?despectivo? en zor r a y per r a, sobr e todo al com par ar las con la for m a m asculina zor r o, en la que sí se intr oduce la pr im er a m ar ca m encionada. En el DLE, nuevam ente se incluyen am bos tér m inos bajo una m ism a entr ada, si bien apar ece en la m acr oestr uctur a el lem a zor r a[7] (que r em ite a zor r o). En esta ocasión, la acepción ? m ar cada com o ?coloquial?? de taimado, astuto y solapado se pr edica de una per sona. A la equipar ación con pr ostituta cor r esponde la séptim a acepción, válida solo par a la for m a fem enina, m ar cada, ahor a sí, com o ?despectivo y m alsonante?. Si entr e DRAE y DLE se docum entan cam bios significativos en lo que a ideología se r efier e, no es de extr añar que dur ante el fr anquism o las definiciones se plegar an a los pr incipios del r égim en.

3. LA REAL ACADEM IA ESPAÑOLA DURANTE EL FRANQUISM O La Real Academ ia Española, fundada en 1713, es una institución cuya m isión pr incipal es ?velar por que los cam bios que exper im ente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebr en la esencial unidad que m antiene en todo el ám bito hispánico?, según establece el ar tículo pr im er o de sus actuales estatutos. Esta labor, constante desde su fundación, conoció un per iodo m enos fr uctífer o dur ante la época fr anquista, com o r ecoge Gar cía de la Concha (2014: 281-297). _____________________________________________________________________________________________________________________________________ [6] A este r especto, véase el titular del siguiente ar tículo r ecientem ente publicado: <http://w w w.eldiar io.es/sociedad/Fem enino-significa-m asculinoa-ener gico-RAE_0_316718808.htm l> [7] Zor r a tiene entr ada pr opia por que, com o se señala en las indicaciones pr evias del DLE ya m encionadas, en el ar tículo integr ador existe, al m enos, una acepción exclusiva de la for m a fem enina. 109


La guer r a civil afectó a la Academ ia, que fue incautada de sus bienes, y a los académ icos, pues unos se posicionar on a favor del gobier no de la República ? Or tega, M ar añón, Juan Ram ón Jim énez, Pér ez de Ayala, M enéndez Pidal o Antonio M achado? y otr os estar ían m uy cer canos al r égim en fr anquista. Se cr eó el Instituto Nacional de Cultur a, que sustituir ía a las Academ ias y contr olar ía la enseñanza, cultur a e investigación del país. El Instituto de España, cr eado en Bur gos en 1937, se er igió en la institución encar gada de aum entar las publicaciones científicas e histór icas en las que r eflejar el idear io ?nacional?. Bajo el m ando del gener al Fr anco y con Pem án com o dir ector desde 1939, este Instituto agr upaba a las academ ias disueltas. De este m odo, las dos Españas luchar on tam bién por dom inar la vida académ ica del país. La evidente vinculación de la institución con el r égim en fr anquista im pr egna las obr as ? entr e las que destaca el Diccionar io? de una ideología nacionalista, im per ialista y católica. Ver em os cóm o las definiciones de los lem as vinculados a la política y la r eligión tr aslucen, especialm ente, el idear io fr anquista. A este r especto, las palabr as de Lozano Zahoner o (2006: 156) sobr e la influencia de la ideología en la lexicogr afía académ ica vinculada a un per íodo histór ico concr eto r esum en las condiciones en que la r edacción del DRAE tuvo lugar : La guer r a civil y el fr anquism o, en par ticular hasta los años cincuenta, m ar car án un per íodo car acter izado por las com pr om etidas condiciones en que debió llevar se a cabo el tr abajo académ ico que, com o todo tr abajo intelectual, fue som etido a dur as m edidas r epr esivas, una intensa censur a y un fuer te contr ol. A finales del siglo XX, la dem ocr acia abr ir á un per íodo de liber tad fr ente al poder político.

Especialm ente elocuente es la ?Adver tencia? que encontr am os en la decim osexta edición del DRAE[8], en cuya por tada se fecha la publicación en el ?Año de la Victor ia?, y que se r epr oduce a continuación:

Fig. 6: ?Adver tencia?, DRAE (16ª ed.)

4. EL DRAE DEL FRANQUISM O COM O EJEM PLO DE IDEOLOGIZACIÓN DEL DICCIONARIO El pr im er Diccionar io de la Academ ia se publicó en 1780, con la apar ición ? en un solo tom o par a facilitar su consulta? de una nueva ver sión, ya sin citas de autor es, del pr im er diccionar io de la institución, el llam ado Diccionar io de autor idades (1726-1739). Desde ese m om ento y hasta la actualidad, contam os con 23 ediciones del DRAE, la últim a la de 2014, cuya publicación supuso el colofón de los actos conm em or ativos del tr icentenar io de la institución. Dur ante el fr anquism o (1939-1975) se publicar on cuatr o ediciones del DRAE, a saber : a)

1936/1939 (decim osexta)

b)

1947 (decim oséptim a)

c)

1956 (decim octava)

d)

1970 (decim onovena)

_____________________________________________________________________________________________________________________________________ [8] Puede consultar se el docum ento en la página de la RAE: <http://w w w.r ae.es/sites/default/files/Adver tencia_del_DRAE_1936-1939.pdf>. 110


Par a el estudio de la ideología en las definiciones del DRAE dur ante este per íodo es de gr an utilidad la consulta del Nuevo Tesor o Lexicogr áfico de la Lengua Española (NTLLE), un diccionar io de diccionar ios que contiene todo el léxico de la lengua española desde el siglo xv hasta el xx. El NTLLE per m ite buscar de una sola vez, tr avés de una única oper ación de consulta, una o var ias palabr as de for m a sim ultánea en la totalidad de los diccionar ios que lo integr an. Par a nuestr o objetivo, r estr ingir em os la búsqueda de los lem as ? todos ellos r efer idos a r ealidades políticas y r eligiosas? a las cuatr o ediciones del DRAE antes m encionadas. Es evidente que algunas par celas de la r ealidad descr itas en el diccionar io son m ás susceptibles que otr as de ser exam inadas a tr avés del tam iz ideológico. Sucede así con los tér m inos de la política, la r eligión o la m or al, en los que nos centr am os. Si la contr over sia en estos tem as es fr ecuente hoy en día, m ucho m ás lo es si, desde nuestr a per spectiva actual, analizam os las definiciones de diccionar ios escr itos dur ante el fr anquism o. A fin de sistem atizar el análisis de lem as con m ar cado contenido ideológico en las ediciones del DRAE publicadas dur ante el fr anquism o, nos centr ar em os en dos ám bitos: el político y el r eligioso.

a) Ám bito político Los cam bios políticos exper im entados por la sociedad española han dejado su im pr onta en el Diccionar io. La definición de socialismo que apar ecía en el DRAE de 1925 fue cam biada en la edición de 1936-39 por otr a que tr asluce la ideología fr anquista.

Fig. 7: DRAE (15ª ed.) y DRAE (16ª ed.), r espectivam ente

Se incluye así la idea de socialism o com o sistem a político r adical (extr emando) La am pliación de la definición en estos tér m inos per m anecer á inalter able hasta la edición de 1970, salvo en la de 1956 que ? cur iosam ente? r etom a la par áfr asis del DRAE de 1927. No ser á hasta 1984 (tr as la victor ia del PSOE en las elecciones gener ales de 1982) cuando la Academ ia cam bie de nuevo los tér m inos con los que define este lem a. En el extr em o opuesto, hem os de contem plar la definición de fr anquismo. Com o ya hem os señalado, no solo en la m icr oestr uctur a (definiciones) se evidencia la ideología de un diccionar io, sino que tam bién la m acr oestr uctur a (selección de los lem as) es un punto que debe contem plar se en este tipo de estudios. De esta m aner a, las palabr as que se obvian (esos ?olvidos? ? conscientes o no? ) dicen tam bién m ucho de la postur a del lexicógr afo. Sucede así con este tér m ino, cuya inclusión en el DRAE data de 1984. Nótese, no obstante, que se tr ata de un tér m ino gener al utilizado por los hablantes y cuya pr im er a apar ición en los cor pus que m anejam os (el Cor pus diacr ónico del español ? CORDE? , en este caso) se r em onta a 1940. En esta edición nos encontr am os con una definición genér ica, benévola y que obvia el car ácter totalitar io de la dictadur a fr anquista. 111


No es hasta la vigesim opr im er a edición, la de 1992, cuando se docum enta una definición m ás explícita, una explicación de este per íodo que se ha m antenido hasta la vigesim osegunda edición. Pese a ser m enos neutr a que la definición de 1940, podr ía calificar se de dem asiado com edida. Esta definición gener ó cier ta polém ica en la sociedad española[9]a r aíz de una solicitud, fechada en 2012, de la Asociación par a la Recuper ación de la M em or ia Histór ica a la Real Academ ia Española par a que la nueva edición plantease ?una definición r igur osa y plenam ente dem ocr ática? del tér m ino fr anquismo. La m encionada asociación denunciaba que se oculta que ?sur gió de un golpe de Estado y no del r esultado de la Guer r a civil?, así com o la r epr esión que m uchos sector es de la población sufr ier on dur ante la dictadur a. La definición del DLE hace ya explícito que se tr ata de una ?dictadur a de car ácter totalitar io im puesta en España por el gener al Fr anco a par tir de la guer r a civil de 1936-1939 y m antenida hasta su m uer te?. Cabe destacar, adem ás, que en la definición de dictadur a tam bién se incluyen m odificaciones, atendiendo, en par te, a las dem andas de la Asociación par a la Recuper ación de la M em or ia Histór ica. Así puede ver se al com par ar en la ver sión electr ónica la definición del DRAE y la pr opuesta de m odificación par a la vigente edición.

Fig. 10: DRAE (22ª ed.) y ar tículo enm endado par a la 23ª

Debem os señalar que el DLE incor por a esta definición, elim inando la acotación ?en la época m oder na? y situándola com o pr im er a acepción tr as el lem a. Lo m ism o ocur r e con nazismo, tér m ino que no apar ece r ecogido hasta el Diccionar io de 1970. Sin em bar go, el CORDE r ecoge ya este vocablo en 1940. En este caso, al contr ar io de lo que ocur r e con fr anquismo, el DRAE (que r em ite al lem a nacionalsocialismo) es m ás explícito al consider ar ya en 1984 el car ácter totalitar io y r acista de este m ovim iento:

Fig. 11: DRAE (20ª ed.)

Los tér m inos fascista y antisemita no se incluyen bajo esta entr ada hasta la edición de 1992, definición que no se ha alter ado hasta la vigente edición, en la que fr ente a los m encionados adjetivos se r ecuper an los de totalitar io y r acista. _____________________________________________________________________________________________________________________________ [9]Véase, por ejem plo, la siguiente noticia de junio de 2012: <http://w w w.nuevatr ibuna.es/ar ticulo/sociedad/la-r ae-sigue-sin-m odificar -la-definicion-del-fr anquism o/20120625172156077447.htm l>.

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Fig. 12: DRAE (21ª ed.)

Los tér m inos léxicos valor ativos dejan tr aslucir la ideología m ar cadam ente antisocialista, com o se per cibe en la definición que de mar xismo ofr ece la edición del DRAE de 1939. Esta definición per m anecer á sin alter aciones hasta 1984.

Fig. 13: DRAE (16ª ed.)

Por el contr ar io, el caso de fascismo supone un ejem plo de dulcificación de la r ealidad. La definición en las ediciones de 1939 a 1989 no var ía. No es hasta el DRAE de 1992 cuando se incluye el adjetivo totalitar io en una definición que se ha m antenido hasta la vigesim osegunda edición. En el DLE se ha incluido una ter cer a acepción que añade los adjetivos autor itar io y antidemocr ático.

Fig. 14: DRAE (16ª ed.) y DRAE (21 ed.), r espectivam ente

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b) Ám bito r eligioso Recor dem os que, dur ante la etapa fr anquista, el catolicism o er a la r eligión oficial del Estado y que las r elaciones Iglesia-Estado, r eguladas por el Concor dato desde 1953, fuer on m uy estr echas. La pr esencia de la r eligión católica fue esencial en la m or al, la educación y la sanidad. Las m anifestaciones públicas de otr as r eligiones estaban pr ohibidas, los m atr im onios únicam ente civiles y los divor cios se declar aban inválidos y la censur a m or al cer cenaba la liber tad de expr esión en la pr ensa y las expr esiones ar tísticas (películas, libr os? ). Este nacionalcatolicism o im pr egnaba todos los ám bitos de la vida pública y tenía tam bién su influencia en las definiciones de cier tas palabr as vinculadas al ám bito r eligioso y, sobr e todo, en la visión católica que se utiliza al definir tér m inos no r elacionados con esta ár ea tem ática. La definición clar am ente cr eacionista del tér m ino mundo, pr esente desde las ediciones de los años veinte, se m antiene hasta la vigesim osegunda edición, y no es hasta la vigente edición cuando se supr im e el adjetivo cr eado y se sustituye por existente.

Fig. 15: DRAE (16ª ed.)

En otr os casos, se definen tér m inos vinculados a la Iglesia católica com o univer sales, sin tener en cuenta la posible per tenencia del usuar io del diccionar io a cualquier a de las otr as r eligiones o, incluso, su ateísm o. Se da por hecho que todo hablante de nuestr a lengua com par te tam bién las cr eencias católicas y, así, apar ece la for m a de pr im er a per sona nuestr o, que incluye al lector. Com pár ese la definición de Jesucr isto del DRAE de 1939 con la de 1984, aún sin contor no de la definición, que sí apar ece en la edición de 1992. Esta últim a per m anece se ha m antenido hasta la edición actual, en la que se elim ina el lem a de la m acr oestr uctur a y tan solo encontr am os una r em isión al sintagm a vicar io de Jesucr isto, entendido com o uno de los títulos del papa.

Fig. 16: DRAE (16ª ed.), DRAE (20ª ed.) y DRAE (21ª ed.), r espectivam ente

La ausencia de un contor no de la definición que especifique que el tér m ino Dios es com ún a var ias r eligiones se docum enta bajo este lem a en todas las ediciones del DRAE hasta la de 2001. Com pár ense, a este r especto, las definiciones de la edición de 1939 con la de 2001. 114


La ausencia de un contor no de la definición que especifique que el tér m ino Dios es com ún a var ias r eligiones se docum enta bajo este lem a en todas las ediciones del DRAE hasta la de 2001. Com pár ense, a este r especto, las definiciones de la edición de 1939 con la de 2001.

Fig. 17: DRAE (16ª ed.) y DRAE (22ª ed.), r espectivam ente

Par alelam ente, se excluye tam bién un contor no de la definición bajo el lem a fe, definido desde 1939 y hasta 2001 com o ?la pr im er a de las vir tudes teologales?. Com pár ense, pues, las ediciones de 1939 (con el lem a en m ayúscula hasta la edición de 1970) y 2001:

Fig. 18: DRAE (16ª ed.) y DRAE (21ª ed.), r espectivam ente

El catolicism o com o punto de r efer encia a la hor a de definir este tipo de tér m inos es especialm ente visible en el tr atam iento del lem a vir gen, pues en la séptim a acepción de la edición de 1939 se r ecoge el dogm a cr istiano. Esta definición no cam bia hasta la edición de 2001, en la que se acor ta la explicación, per o no se incluye tam poco un contor no de la definición que aclar e que se tr ata de un dogm a católico.

Fig. 19: DRAE (16ª ed.) y DRAE (21ª ed.), r espectivam ente

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Por el contr ar io, el tr atam iento de otr as r eligiones o confesiones tr asluce la hegem onía del punto de vista católico. El tér m ino léxico negativam ente m ar cado (secta) en la definición de luter anismo per vive hasta la edición de 1984.

Fig. 20: DRAE (16ª ed.) y DRAE (20ª ed.), r espectivam ente

Hasta las ediciones vigesim opr im er a e, incluso, en algunos casos vigesim osegunda tam bién se califica de secta o de doctr ina er r ónea a pr otestantes, hugonotes, cátar os, anabaptistas, husitas, etc. No todas las definiciones de tér m inos sim ilar es han sido m odificadas. Nótese, por ejem plo, cuál es el tr atam iento del tér m ino ar r ianismo, cuya definición en el DRAE de 2001 no había cam biado desde las ediciones del pasado siglo. El DLE ha elim inado el tér m ino her eje y lo ha sustituido por el de seguidor .

Fig. 21: DRAE (22ª ed.)

Lo m ism o ocur r e con el pr opio sustantivo her eje, que desde la edición de 1939 y hasta la de 2001 se pr edicaba solo de cr istianos. En la vigesim osegunda edición se am plía a cualquier per sona que niega un dogm a de cualquier r eligión.

Fig. 22: DRAE (16ª ed.)

La influencia de la m or al católica se extiende tam bién al ám bito social. De este m odo, For gas (2007: 13) apunta que en el DRAE se puede r astr ear un concepto m aniqueísta de la r ealidad a la hor a de aplicar hiper ónim os ?buenos? (vir tud) y ?m alos? (vicio) a las conductas hum anas. Ejem plifica esta oposición con los lem as abstinencia y car nalidad, r espectivam ente, extr aídos de la edición de 2001. Am bos hiper ónim os han sido elim inados en el DLE.

Fig. 23: DRAE (22ª ed.) 116


La supeditación de la m ujer a su m ar ido dur ante esta época puede r astr ear se tam bién en algunas definiciones. Así, el adjetivo cor nudo solo se pr edica del hom br e y no es hasta la vigente edición cuando se r ecoge com o contor no de la definición ?dicho de una per sona?, si bien se apunta que se aplica ?especialm ente a un m ar ido?

Fig. 24: DRAE (16ª ed.)

De igual for m a, bajo el lem a adulter io, se incluye com o ter cer a acepción la r efer encia al delito com etido solo por la esposa o por el hom br e que m antiene una r elación con una m ujer casada sabiendo que lo es. Esta definición per m anece sin cam bios hasta la edición de 1984.

Fig. 25: DRAE (16ª ed.)

Ilustr an tam bién la pr esencia de una deter m inada visión ideológica de la r ealidad aquellas definiciones que difam an las conductas sexuales de los individuos. Las ediciones desde 1939 a 1947 r em iten, en el lem a homosexual a sodomía, definida com o una ?r elación sexual antinatur al?.

Fig. 26: DRAE (16ª ed.)

La ocultación de la r ealidad se ve de nuevo en la om isión del tér m ino lesbiano/-a, que, si bien apar ece en todas las ediciones del siglo xx, no se define com o ?m ujer hom osexual? hasta la edición de 1984. Las anter ior es ediciones lim itaban la definición a la acepción de ?r elativo a la isla de Lesbos?.

Fig. 27: DRAE (16ª ed.) y DRAE (20ª ed.)

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5. CONCLUSIONES El uso de la palabr a com o m edio de pr opaganda y m anipulación ideológica es consustancial al hecho lingüístico, puesto que la lengua es un pr oducto em inentem ente social. Que el diccionar io que usan todos los ciudadanos se pliegue, sobr e todo en épocas de gobier nos totalitar ios, a la ideología del poder no sor pr ende a nadie. De todos m odos, m er ece la pena analizar hasta qué punto el DRAE funciona com o un testigo y tr ansm isor de una deter m inada cosm ovisión. Com o hem os señalado, no se ha de car gar la r esponsabilidad de esta tendenciosa utilización del lenguaje sobr e la obr a que r egistr a el uso, sino sobr e la sociedad. Com o apunta Álvar ez de M ir anda[10], ?el Diccionar io tiene que r eflejar la r ealidad y tom a nota de lo que pasa del uso al desuso. Per o el Diccionar io no puede aceler ar el pr oceso?. Esto explica que, hasta que el uso de deter m inada for m a lingüística o la extensión o m odificación de la acepción de un tér m ino no se extiendan en la sociedad, el DRAE siga r egistr ando definiciones que, desde nuestr a per spectiva, puedan par ecer anticuadas o r eflejen una ideología ya super ada. Los ejem plos extr aídos de los diccionar ios que la RAE publicó dur ante el fr anquism o evidencian la pr esión ? y r epr esión? ideológica que dur ante este per íodo im pr egnó la vida pública. Insistim os, no obstante, en que la labor del lexicógr afo supone un esfuer zo de neutr alidad difícil de alcanzar, pues el fenóm eno lingüístico es, por definición, ideológico y son tam bién m uchas las cosm ovisiones que una definición ha de satisfacer.

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_____________________________________________________________________________________________________________________________________ [10] Entr evista en El País del 24 de noviem br e de 2013: <http://cultur a.elpais.com /cultur a/2013/11/24/actualidad/1385324034_063421.htm l>. 118


Laur a Llanos Casado Licenciada en Filología Hispánica y en Lingüística por la Univer sidad de León y posee un m áster en Análisis Gr am atical y Estilstico del Español por la UNED. Tr as disfr utar de una beca de investigación, en la actualidad es per sonal contr atado a car go de un pr oyecto de investigación en el Depar tam ento de Filología Hispánica y Clásica de la Univer sidad de León, donde desem peña su labor investigador a y docente desde 2010. Com o docente, ha im par tido clases en la licenciatur a en Filología Hispánica, en los gr ados en Lengua Española y en Educación Social, así com o en el m áster en Lexicogr afía Hispánica de la Univer sidad de León en colabor ación con la Real Academ ia Española. A ello se añaden var ias char las de divulgación, cur sos de for m ación par a pr ofesor es, cur sos de español par a extr anjer os, confer encias en congr esos inter nacionales y ponencias invitadas, ya sobr e cuestiones pur am ente lingüísticas, ya sobr e la enseñanza de E/LE o las aplicaciones de las nuevas tecnologías a este cam po. Sus tr abajos están r elacionados pr incipalm ente con la investigación en sintaxis y pr agm ática, ár eas en las que se inscr ibe su pr oyecto de tesis doctor al sobr e las or aciones pseudocondicionales en español. Tam bién coor dina el equipo de tr abajo de la Univer sidad de León que colabor a con la Real Academ ia Española par a la elabor ación del Cor pus del español del siglo XXI (CORPES XXI).

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Notas sobre el tratamiento lexicográfico de las formaciones compuestas en la vigésimotercera edición del DRAE (2014) Cr istina Buenafuentes de la Mata Univer sidad Autónoma de Bar celona

La pr esencia y el tr atam iento de la m or fología léxica en los diccionar ios es una cuestión que ha pr eocupado desde siem pr e a los lexicógr afos, ya que en m uchas ocasiones los diccionar ios deben dar r espuesta a aspectos que en el ám bito m or fológico son fuente de discusión. En este sentido, la lexicogr afía académ ica, en sus tr es siglos de histor ia, m uestr a clar am ente la evolución de la técnica lexicogr áfica en cuanto a la apar ición del léxico cr eado m ediante pr ocesos de for m ación de palabr as, pues ha intentado r esolver en sus veintitr és ediciones, de m aner a m ás o m enos acer tada, cuestiones contr over tidas en el seno de la teor ía m or fológica. Por ello, el pr opósito de este tr abajo es r ealizar algunas calas en el tr atam iento que r eciben las for m aciones com puestas en la vigésim oter cer a edición del DRAE (2014) con el objetivo de dar cuenta de los cam bios que se han intr oducido r especto a ediciones anter ior es, sobr e todo en r elación a la publicada en el año 2001. Par a ello, se par tir á de los análisis efectuados en Buenafuentes (2013 y en pr ensa) en los que no solo se llevaba a cabo un exam en del tr atam iento lexicogr áfico de la com posición léxica, culta y sintagm ática en la lexicogr afía académ ica (y extr aacadém ica), sino que tam bién se ofr ecían algunas pr opuestas par a su m ejor r eflejo desde el punto de vista lexicogr áfico. Con ello, quer em os m ostr ar cuál ha sido la r evisión y actualización del tr atam iento lexicogr áfico de las voces for m adas por este m ecanism o de for m ación de palabr as en el últim o Diccionar io académ ico.

1. LA COM POSICIÓN LÉXICA Y LA COM POSICIONALIDAD DE LOS PROCESOS DE FORM ACIÓN DE PALABRAS El léxico for m ado por pr ocesos de for m ación de palabr as ha sido tr atado de m aner a distinta en función de la com posicionalidad de su significado (cf. M ar tín Gar cía 2000). Por ejem plo, en el Diccionar io de Autor idades, tal y com o señala Alvar (2002: 273), ?únicam ente pusier on los dim inutivos y aum entativos m ás utilizados, y con la autor idad de los escr itor es clásicos, adem ás de las ir r egular idades y usos anóm alos ver bales [...]?, lo cual se aplicó después, en la segunda edición, a todas aquellas voces ?fácilm ente for m ables?. Se consider aba, pues, que las palabr as sem ánticam ente tr anspar entes, sean der ivados por afijación o com posición, no debían incluir se en los diccionar ios, ya que, por ejem plo, según el DRAE (1832: I), ?en la gr am ática se explica el m odo com o se for m an todas estas especies de voces, y la m odificación que causan en las pr im itivas, y a ella se debe acudir el que por ventur a los ignor e?. El m antenim iento de este cr iter io ha sido distinto en función del fenóm eno der ivativo afectado. Por ejem plo, la der ivación apr eciativa no lexicalizada no apar ece gener alm ente en los diccionar ios académ i120


cos, si bien, según señala Alvar (2002: 274), a par tir de la edición de 1884, se incluye en un apéndice las r eglas de cr eación de der ivados dim inutivos y aum entativos que se m antiene hasta la edición de 1992. A par tir de 2001, la Academ ia no consider a necesar io señalar, ni siquier a en un apéndice, la for m ación de los dim inutivos, aum entativos y despectivos no lexicalizados, por que ?las posibilidades de var iación de los cor r espondientes sufijos, así com o la gr an capacidad expr esiva de los tér m inos for m ados, hacen m uy discutible todo inventar io de esta posibilidad m or fológica? (DRAE 2001: XXXVI), cr iter io que se m antiene en la últim a edición, aunque sí figur an en el Diccionar io ?los que im plican cam bio de géner o o alguna anom alía der ivativa? (DRAE 2014: LI). En cuanto al léxico cr eado por der ivación no apr eciativa o por com posición, los diccionar ios académ icos han sido bastante laxos al incluir vocablos no lexicalizados, nor m alm ente r efr endándose en su alta fr ecuencia de uso. Tal y com o se afir m a en el pr ólogo de la últim a edición del Diccionar io (DRAE 2014: LI):

Todas las voces der ivadas de otr as o for m adas m ediante com posición, aun con significados clar am ente deducibles a par tir de los elem entos que las constituyen, pueden entr ar a for m ar par te del Diccionar io. [? ] Cier tam ente, las posibilidades de for m ación de nuevas palabr as m ediante estos pr ocedim ientos son am plísim as, y no todos los r esultados posibles los r ecoge el Diccionar io, sino únicam ente aquellos que han alcanzado cier ta r eiter ación en el uso. No es necesar io señalar que la ausencia de un der ivado o un com puesto posible no im plica su ilegitim idad.

Com o se despr ende de estas palabr as, en esta últim a edición del DRAE se sigue bastante de cer ca la edición pr ecedente, ya que tam bién en 2001 se incluían voces com puestas sem ánticam ente tr anspar entes (patiblanco, limpiacr istales). De hecho, según señala Alvar (2002: 274), ?no dejan de sor pr ender hoy cuando obser vam os la cantidad de der ivados r egular es y for m as par adigm áticas que hay en las m acr oestr uctur as de los diccionar ios?. Así pues, dado que las obr as lexicogr áficas no pueden (ni deben) dar cuenta de todo el caudal léxico posible m ediante pr ocesos de for m ación de palabr as, la m ayor ía de los diccionar ios en la actualidad incluyen los afijos com o lem as en la nom enclatur a de la obr a (cf. González Pér ez 2002: 109, Díaz Hor m igo 2009: 167). En palabr as de M ar tín Gar cía (2000: 1086), ?el tr atam iento de los afijos com o lem as per m ite dejar abier to el pr oceso de cr eación léxica, en cuanto que quedan r ecogidas las palabr as potenciales de una lengua?. En los diccionar ios académ icos la pr im er a vez que apar ecen explícitam ente los afijos com o lem as (es decir, m ar cados con el guion que indica su natur aleza dependiente) es en la vigésim a edición de 1984. Este pr ocedim iento se m antiene hasta la actualidad. En Buenafuentes (2013) defendíam os tam bién la necesidad de que apar ecier an los elem entos que r ecur r entem ente se em plean par a la for m ación de com puestos, es decir, lo que el Diccionar io académ ico denom ina, desde la edición de 1970, elementos compositivos[1]. Según la pr opia definición del Diccionar io (DRAE 2014: s.v. elemento), se tr ata de un ?segm ento m or fológico ligado, por lo gener al de or igen gr iego o latino, que inter viene en la for m ación de palabr as com puestas anteponiéndose o posponiéndose a otr o: p. ej., filo-, gr afo-, -ónimo, -scopio? (cf. Tor r es M ar tínez 2008). Sin em bar go, la r evisión que se ha llevado a cabo de lo que se clasifica bajo esta etiqueta ha sido m ínim a. Aunque se han r ealizado algunas m odificaciones com o, por ejem plo, incluir anglo- com o elem ento com positivo (en la edición anter ior no apar ecía, per o sí fr anco- o ger mano-), se elim inan elem entos com positivos com o por ta- de m aner a totalm ente injustificada. Se sigue apr eciando que la denom inación elemento compositi-

____________________________________________________________ [1] No se entiende, por tanto, que no se em plee este tér m ino en la pr opia definición de com posición que figur a en el Diccionar io y se opte por la denom inación base compositiva: composición. 9. Gr am. ?Pr oceso m or fológico por el cual se for m an palabr as a par tir de la unión de dos o m ás vocablos, de dos o m ás bases com positivas cultas o de la com binación de palabr a y base com positiva. Se for man por composición r om peolas, neur algia y nefr otóxico.? (DRAE 2014: s.v. composición). 121


vo encier r a un gr an ?cajón de sastr e?, en el que se agr upan unidades tan distintas com o ante-, alti?, bi-, -ficar , -logía, mini- o socio-, por poner solo algunos ejem plos. Pese a que la denom inación y definición par ece adecuada, cabr ía r ealizar una m ejor clasificación de estos elem entos (véase Buenafuentes 2008) y distinguir clar am ente los que son afijos (ante-, bi-, cir cum-, -ficar, super -, etc.), de los que únicam ente son elem entos com positivos (alti-, ger mano-, socio-, etc.), y de aquellos que, adem ás de ser lo, son tem as cultos (bio-, hidr o-, hemato-, etc.).

2. LA COM POSICIÓN CULTA Y SU GENERALIZACIÓN Es bien conocido el debate que suscita en el ám bito m or fológico la natur aleza y car acter ización de la com posición culta, discusión que va m ás allá de la falta de consenso ter m inológico[2], ya que en m uchos casos este pr oceso pone en evidencia los lím ites entr e la der ivación y la com posición. De hecho, la NGLE (2009: § 11.10.B.) ya señala la natur aleza híbr ida de este m ecanism o de for m ación de palabr as: Algunas de las unidades léxicas gr ecolatinas m encionadas constituyen siem pr e el pr im er com ponente de la palabr a y se asim ilan, por su com por tam iento for m al, a los pr efijos [...]. En cam bio, el estatuto de otr as voces gr ecolatinas en la teor ía m or fológica es especial, ya que se consider a que son exponente de una unidad m or fológica distinta, llam ada por lo gener al elem ento com positivo o tem a neoclásico, a m edio cam ino entr e un afijo y una for m a libr e. Ya se ha señalado en el apar tado anter ior que bajo la etiqueta de elem ento com positivo se incluyen elem entos cultos que por su funcionam iento deben ser consider ados afijos (p. e. cir cum-, -ficar o super -), aunque su or igen sea culto. Pese a que la com posición culta suele estar asociada a los lenguajes de especialidad, en este apar tado nos detendr em os en el pr oceso de banalización que pueden exper im entar algunos de sus for m antes (véanse Cabr é 1995, Adelstein 1998). De hecho, Guer r er o Ram os y Pér ez Lagos (2009: 66) señalan que:

[? ] el llam ado pr ocedim iento de com posición culta, habitualm ente em pleado par a la for m ación de vocabular io técnico y científico (con un funcionam iento inter no sim ilar al de las antiguas com posiciones gr iegas y latinas: deter m inado + deter m inante) cada día es m ás em pleado [? ] par a las nuevas necesidades léxicas que el hablante com ún siente diar iam ente.

Este fenóm eno se pr oduce cuando estos elem entos cultos se em plean fuer a del lenguaje de especialidad en el que se utilizaban or iginar iam ente, con una nueva significación en la que el for m ante desar r olla ?acepciones o valor es secundar ios r especto del sentido inicial? (Gar cía Plater o 2000: 429). Por ejem plo, ?dr omo[3], que en su or igen significaba ?car r er a?, ha pasado, en las for m aciones m ás actuales com o botellódr omo, a tener el sentido de ?lugar ?[4]. Tam bién se da esta vulgar ización en casos com o ?logía, que pasa a designar ?conjunto de?en voces com o r umor ología[5], significado bastante alejado de su sentido or iginar io especializado de ?tr atado, disciplina?(cf. Góm ez Tor r ego 1994).

__________________________________________________________________ [2] Sir va, com o ejem plo, la lista de tér m inos docum entados por Alm ela (2003: 87): seudo afijos, seudopr efijos, seudosufijos, elem entos sem iautónom os, com puestos sustitutivos, for m as com binadas, for m as pr efijas y sufijas, palabr as-pr efijos y palabr as-sufijos, elem entos com positivos, elem entos pr efijales y sufijales, elem entos con tendencia pr efijal y sufijal, sem ipalabr as, sem ipr efijos, sem isufijos, afijoides, pr efijoides, sufijoides, com puestos neoclásicos, r ecom puestos, r aíces cultas, r aíces pr efijas y sufijas? [3] Sor pr ende que el DRAE (2014) haya elim inado -dr omo de su lem ar io: no apar ece lem atizado ni com o elem ento com positivo culto con el significado de ?car r er a?ni la vulgar ización de su sentido hacia el de ?lugar ?. [4] Otr os ejem plos que se han docum entado en CORPES y que m ostr ar ían la vitalidad de este significado de -dr omo son besódr omo, festivalódr omo, gallinódr omo, jor opódr omo sambódr omo, taur ódr omo o tur istódr omo. Tam bién es habitual en am er icanism os com o bochódr omo o chupódr omo, según r ecoge el Diccionar io de Amer icanismos. [5] Véanse Gar cía Plater o (2000) y Buenafuentes de la M ata (2012). 122


Pese a que es bastante habitual que se pr oduzca este fenóm eno en los pr ocesos de for m ación de palabr as[6], el DRAE (2014) únicam ente señala el significado m ás especializado, el que se ciñe al lenguaje científico, y no incor por a el que se ha or iginado por gener alización, que es m ás usual. En nuestr a opinión, este sentido deber ía ser incluido en el diccionar io, ya que, según Cabr é (1995: 282): La banalització sem àntica haur ia de pr evaldr e per sobr e de la seva pr ecisió especialitzada. [? ] els ter m es que s?inclouen en un diccionar i gener al, m és que conser var el seu estatus de ter m es, han passat a adquir ir l?estatus de m ots, per dent, doncs, la seva especificitat tem àtica r estr ictiva que els feia pr opis nom és de la com unicació pr ofessional. Tam poco han sido dem asiado im por tantes los cam bios llevados a cabo en cuanto a la otr a vía par a la gener alización de la com posición culta. Se tr ata del pr ocedim iento que consiste en for m ar un nuevo com puesto a par tir del acor tam iento de un com puesto culto pr evio. Así lo descr ibe Pér ez Lagos (1996: 74):

La liber tad de constr ucción que suele conquistar el elem ento, especialm ente cuando funciona fr ecuentem ente en el m ar co de un vocabular io no especializado, y su alta pr oductividad le confier e un cier to autom atism o cr eador, un pr oceso de r epr oducción por im itación. Se im planta de esta m aner a un nuevo sistem a de for m ación en el que la com posición se oper a no por r efer encia a la m otivación etim ológica de cada elem ento, sino por r efer encia a un m odelo funcional específico.

Sin em bar go, al igual que en su edición anter ior, el nuevo DRAE vuelve a dar signos de falta de sistem aticidad. Así, lo m ás habitual es que se expr esen en acepciones distintas los significados que apor ta el elem ento culto, tal y com o se pr ocede en el caso de los afijos polisém icos. Por ejem plo, el elem ento com positivo aer o- pr esenta dos acepciones: una en la que añade el significado de ?air e?y otr a en la que el sentido que expr esa es el de ?aér eo, r elativo a la aviación?. Este sistem a conlleva la dificultad de saber cuál de las dos significaciones es la que apor ta el elem ento com positivo a la for m ación (adem ás, en algunos casos este pr ocedim iento no r espeta el distinto or igen de am bos). Por tanto, ante una palabr a com o aer olito el usuar io debe inter pr etar cuál de los dos sentidos de aer o- es el que añade al com puesto. Este pr oblem a se agr ava si se obser van ejem plos en los que no se dice nada sobr e su for m ación, pese a pr esentar el m ism o elem ento constitutivo (por ejem plo, en aer odeslizador o en aer ogr afía) o en los que se da infor m ación contr adictor ia, com o sucede en aer ifor me, en cuyo par éntesis etim ológico se señala que pr ocede del latín aer , aer is ?air e?y no del elem ento com positivo aer o-. Par a evitar el pr im er o de los pr oblem as, deber ían consignar se en lem as hom ónim os separ ados, tal y com o pr opone Pena (2002: 297) y com o ar gum entábam os en Buenafuentes (2013). Par ece ser que esta m etodología se ha iniciado en el nuevo Diccionar io académ ico, ya que, por ejem plo, tele- pr esenta dos lem as hom ónim os en los que se da cuenta de su distinto or igen y significado (per o, en cam bio, no se actúa de igual m aner a en foto- o en eco-). Sin em bar go, esto no r esulta del todo satisfactor io, pues estos dos lem as del elem ento com positivo se quedan cor tos par a dar cuenta de las significaciones que apor ta en otr as for m aciones. Es decir, ¿r ealm ente en teleconfer encia o telefacsímil el significado de tele- es ?lejos?, según señala el pr opio Diccionar io? Esto choca adem ás con los casos en los que no se ofr ece ningún tipo de infor m ación sobr e la voz com pleja (por ejem plo en telefonema) o en los que se vuelven a añadir datos contr adictor ios, com o en telediar io, cuyo or igen es, según la obr a, un acr ónim o de televisión y diar io. Finalm ente, estos elem entos plantean tam bién un pr oblem a difícil de r esolver desde el punto de vista lexicogr áfico: cuándo consider ar que el acor tam iento es un elem ento com positivo y, por tanto, debe ser lem atizado no solo el pr opio acor tam iento, sino tam bién el elem ento com positivo. En el caso de r adio, por ejem plo, apar ecen lem atizados 6 acor tam ientos y solo el elem ento com positivo r adio- ?r adiación, r adioactividad?. En este sentido, cabr ía cuestionar se si r ealm ente estos acor tam ientos se em plean com o u____________________________________________________________ [6] Gar cía Plater o (2000) estudia tam bién otr os cam bios del m ism o tipo en elem entos com o ?cr acia, ?manía u ?oide y Julià Luna (2012) analiza esta clase de m odificaciones en el caso de ?itis. 123


nidades léxicas independientes (com o sucede con tele ?televisión? o foto ?fotogr afía?) o pr ecisam ente solo se usan en com posición, es decir, com o elem entos com positivos. En tal caso, así deber ían ser consignados en los diccionar ios, por lo que el DRAE (2014) deber ía haber r ealizado cam bios sustanciales en la r epr esentación lexicogr áfica de estos for m antes.

3. LA COM POSICIÓN SINTAGM ÁTICA Y EL RESTO DE FORM ACIONES COM PLEJAS Finalm ente, tam poco se apr ecian cam bios im por tantes en el tr atam iento de las expr esiones plur iver bales del DRAE (2014) r especto a las ediciones anter ior es. Esta nueva edición her eda del DRAE (2001) la denom inación de for ma compleja par a r efer ir se a las «ser ies de palabr as que, com binadas de una deter m inada m aner a, expr esan conceptos no inter pr etables m ediante la sim ple adición de los significados de sus com ponentes» (DRAE 2001: XL). Dentr o del gr upo de expr esiones al que r efier e esta denom inación, se separ a clar am ente las «com binaciones estables en que un sustantivo va acom pañado por un elem ento que desem peña una función adjetiva r especto a él[7] y otr o por las locuciones y expr esiones?, distinción que se había efectuado por pr im er a vez en el DRAE (1884) (véase Buenafuentes en pr ensa). El pr im er tipo de for m as com plejas, que r eflejar ían lo que denom inam os com puestos sintagm áticos, se sitúan después de las acepciones, intr oducidas por el signo n y or denadas alfabéticam ente, m ientr as que locuciones y expr esiones se separ an del bloque de com puestos sintagm áticos con el signo o, y tam bién se or denan alfabéticam ente (DRAE 2014: XLIV). En cuanto a su lem atización, par a las com binaciones estables se em plea una or denación que se r em onta a la edición de 1817: sustantivo (si hay dos, en el pr im er o de ellos), ver bo (si no hay sustantivo), adjetivo (si no hay ni sustantivo ni ver bo) y, finalm ente, bajo la pr im er a palabr a de la expr esión (si no hubier a ninguna unidad de las categor ías anter ior es). Com o se puede obser var, el DRAE (2014) no apor ta ninguna novedad r especto a sus pr edecesor es, sino que sigue la pauta establecida ya en el siglo XIX. Sin em bar go, sí que se ha llevado a cabo una r evisión de las for m aciones que apar ecen clasificadas en cada uno de los dos bloques de expr esiones plur iver bales. Así, la constr ucción la punta del iceber g, que en el DRAE (2001) se situaba entr e los com puestos sintagm áticos, ahor a apar ece cor r ectam ente situada entr e las locuciones sustantivas. No obstante, esta actuación no se lleva a cabo con sistem aticidad, ya que expr esiones com o alma en pena o cuatr o gotas continúan apar eciendo en el bloque de los com puestos sintagm áticos cuando deber ían ubicar se en el de las locuciones[8]. Finalm ente, pese a que nos par ece adecuada la separ ación de estos dos bloques, no solo cabr ía r evisar las expr esiones que se clasifican en uno u otr o lugar, según se ha señalado, sino que tam bién se deber ía evitar dar infor m ación confusa. Por ejem plo, agua de bor r ajas apar ece bajo el gr upo de com puestos sintagm áticos, aunque el pr opio Diccionar io señala que ?U. m . en la fr. quedar algo en agua de bor r ajas?, por lo que deber ía incor por ar se al bloque de las locuciones y expr esiones. En definitiva, aunque se m antienen los cr iter ios decim onónicos de or denación y lem atización de las expr esiones plur iver bales, se puede apr eciar que se ha avanzado en cuanto a su car acter ización. Sin em bar go, se ha m ostr ado que todavía quedan bastantes aspectos que pulir com o, por ejem plo, la clasificación categor ial de estas unidades a la luz de las investigaciones r ealizadas en cuanto a la difer enciación entr e com puestos sintagm áticos, locuciones y colocaciones (que evitar ía dejar sin ningún tipo de car acter ización num er osas for m aciones o categor izar las incor r ectam ente) y la inclusión de agr upaciones libr es que car ecen de fijación o de idiom aticidad en el inter ior de los ar tículos.

4. CONCLUSIÓN En este br eve tr abajo se ha quer ido m ostr ar cuál ha sido la r evisión y actualización que la Academ ia ha llevado av cabo en su últim o Diccionar io en r elación al léxico cr eado m ediante com posición. Com o se __________________________________________________________________ [7] En el DRAE (2001: XLII) se especificaba ?ya sean adjetivos, nom br es en aposición, com plem entos con pr eposición, etc.? [8] Par a una distinción entr e locuciones, colocaciones y com puestos sintagm áticos, véase Buenafuentes (2010). 124


ha podido com pr obar, pese a que se han r ealizado algunas m odificaciones, en m uchos aspectos m antiene el tr atam iento efectuado en otr as ediciones del Diccionar io y, cuando no lo hace par a seguir una línea m ás innovador a, la m etodología no se desar r olla con la sistem aticidad que r equer ir ía. Aunque, com o se ha señalado al pr incipio, los lexicógr afos m uchas veces deben tom ar decisiones en ám bitos y tem as contr over tidos, en otr as ocasiones deber ían r eflejar en los diccionar ios los avances que se han pr oducido a nivel teór ico. Así, el nuevo DRAE (2014) da m uestr as de que se inicia el cam ino hacia un tr atam iento adecuado de la com posición, que em pieza a dar cabida a los avances teór icos efectuados en los últim os años en m or fología léxica, per o este no se culm ina, pues falta sistem aticidad y una r evisión m ás pr ofunda de las voces, en nuestr o caso, r esultado de un pr oceso com positivo.

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Cr istina Buenafuentes de la M ata Es pr ofesor a Agr egada de Lengua Española en el Depar tam ento de Filología Española de la Univer sidad Autónom a de Bar celona. Per tenece al ?Gr upo de lexicogr afía y Diacr onía?, gr upo de investigación consolidado de la Univer sidad Autónom a de Bar celona (2014SGR1328). Ha publicado num er osos ar tículos y capítulos de libr o sobr e m or fología histór ica, en concr eto, sobr e la for m ación de palabr as por com posición, analizada fundam entalm ente a par tir de los m odelos teór icos de la gr am aticalización y la lexicalización (?Com posición y r elaciones espaciales: pr ocesos de gr am aticalización y lexicalización? en Tiempo y espacio en la for mación de palabr as, Peniope, 2012; ?Sobr e for m ación de palabr as y los pr ocesos de gr am aticalización?, en For mación de palabr as e histor ia. Anexos de la Revista de Lexicogr afía, 2013). Dentr o de esta línea de investigación destaca la publicación de la obr a La composición sintagmática en español editada por Cilengua en el año 2010. Asim ism o, sus inter eses se han centr ado en el análisis de la m or fología der ivativa desde el punto de vista lexicogr áfico (?Tr atam iento lexicogr áfico de los com puestos léxicos y cultos en los diccionar ios del español?, RFE, 2013) y tam bién en las r elaciones entr e la m or fología der ivativa y la flexiva (?Com pounding and Var iational M or phology: The Analysis of Inflection in Spanish Com pounds?, Bor ealis, 2014). Finalm ente, codir ige el equipo de la Univer sidad Autónom a de Bar celona que colabor a con la Real Academ ia Española en la confección del Cor pus del Español del siglo XXI (CORPES XXI).

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Las palabras, la realidad y el diccionario José Manuel Gar c,ia Plater o Univer sidad de Sevilla

La llam ada per spectiva analítica de la sem ántica ha hecho especial hincapié en las r epr esentaciones del signo lingüístico. Desde la pr opuesta tr ipar tita de sus com ponentes, de tr adición estoica, la incor por ación r efer encial en las conocidas pr opuestas tr iangular es, que evolucionar on al tr apecio heger iano, adquier e apar iencia de novedad, aunque no sea m ás que una visión involutiva de la teor ía saussur eana, en la que no se niega la existencia de una entidad sustancial, per o ajena a lo confor m ado lingüísticam ente (Gutiér r ez Or dóñez, 1989). Es decir, una cosa es la palabr a y otr a la r ealidad, ajena a la lengua, aunque es obvio que las unidades léxicas r eflejan lo extr alingüístico. Las lenguas son m utables y el dinam ism o se m anifiesta con m ayor pujanza, no es nada nuevo lo que decim os, en el ám bito del léxico, que es, por otr a par te, lo que m enos per judica a la integr idad sistem ática. Es m uy abundante la liter atur a al r especto, pues no son pocos los tr abajos que abor dan la apar ición o r evitalización, según los casos, de los vocablos en deter m inadas épocas de especial incidencia histór ica. De hecho, las ideas defendidas por M ator é y su acer cam iento sociológico al ám bito de los cam pos sem ánticos, con la conocida distinción entr e ?palabr as testigo? y ?palabr as clave?, conser van su vigencia. Se ha señalado, en ese sentido, que en par a los análisis que inter r elacionan el lenguaje, el pensam iento y la cultur a son especialm ente inter esantes los acer cam ientos al fenóm eno par em iológico, en la m edida en que evidencian los condicionantes de un lugar y un per iodo concr etos. De esta m aner a, puede per cibir se la im por tancia del aspecto r eligioso o no pocos pr ejuicios sociales (Luque Nadal, 2010), por m ás que haya que subr ayar la pr eem inencia de la per spectiva diacr ónica, ya que suelen dism inuir con el tiem po cier tos ám bitos inter dictivos (Cr espo Fer nández, 2007). No son m enos num er osos los estudios que, desde difer entes per spectivas, han analizado las r elaciones estr echas que los hablantes establecen entr e las palabr as, entendidas com o elem entos car gados de m agia (M onter o Car telle, 1979, 1981) y los r efer entes, pues con deter m inados usos léxicos se intenta alejar lo que acobar da o sim plem ente im por tuna. Los pr ocesos lingüísticos que tienen en cuenta la r ealidad inter dicta se basan, pr ecisam ente, en la supuesta m otivación entr e el signo y su r efer ente (Calvo Shadid, 2011). Son m uy conocidas, en ese sentido, las investigaciones centr adas en las atávicas r eticencias a no explicitar los nom br es pr opios (piénsese en las estim ulantes apor taciones de Fr azer ) o las pr opuestas fr eudianas que r elacionan el tabú con deter m inadas actitudes neur óticas. Al m ar gen de esto, se constata la heter ogeneidad de los pr ocedim ientos m inor ativos de la r ealidad inter dicta, pues van desde la delicada sustitución de las unidades vitandas hasta la r ecur r encia ir ónica o incluso vituper ante, aunque se sea m uy consciente de la inocencia del pr oceder. Per o no hay que olvidar que con el tiem po lo sustitutivo se 127


desvalor ar a. Es decir, nos encontr am os con continuas r einiciaciones que evidencian un pr oceso que no debe consider ar se desafiante, en líneas gener ales, sino distanciador, com o ocur r e, por ejem plo, con los nom br es de la zor r a, que en las lenguas r om ánicas pr esentan una fuer te tendencia al r ecur so antr oponím ico (Bastar das Rufar t, 1989). Por otr a par te, en no pocas ocasiones nos encontr am os con fosilizaciones léxicas cir cunscr itas a deter m inadas sintopías y a cier tos r egistr os y niveles, sin conciencia inter dictiva, que se r evitalizan en las situaciones com unicativas per tinentes, dada la inevitable r ealidad diglósica (por lo que el pr oceso de tabuización se disipa y hay que hablar únicam ente de geosinonim ia). Es destacable, en ese sentido, el caso de las encuestas dialectales, donde no r esulta r ar o que el investigador fuer ce al infor m ante a actualizar deter m inadas voces m ediante la alusión a inter dicciones, gener alm ente de escasa vitalidad, que per m anecen ocultas en las quer encias par ticular es (Gar cía Plater o, 2013). Es decir, la lealtad ver nacular tiene sus lím ites en una sociedad global (Rodr íguez Álvar ez, 2004). En ese sentido, el acer cam iento léxico, sociolingüístico o antr opológico (Valladar es, 2000), según los casos, posee un no desdeñable inter és histór ico, per o no hay que confundir las per spectivas de análisis. De todas for m as, no se puede obviar la vigencia de r ealidades cier tam ente incóm odas, com o ocur r e con el m iedo atávico a la m uer te, por m ás que la r ecur r encia a deter m inados vocablos r elacionados con el par apeto de la r eligión, en la m edida en que la vir tud teologal suaviza el im pacto de la pér dida (Quesada Var gas, 2009), no esté tan pr esente com o en otr as épocas. Pér ez Bow ie (1983) centr ó en su día la atención en una época tan conflictiva en la histor ia de España com o la guer r a civil y aludía a los em pleos léxicos, dentr o del cam po sem ántico al que nos estam os r efir iendo, en función de la visión ideológica y los planteam ientos r eligiosos de los bandos im plicados, dentr o de la tendencia com par tida m agnificador a o degr adator ia, dependiendo de la per tenencia a uno u otr o gr upo. Si en un bando se pr opician los usos léxicos que m anifiestan una vida ultr ater r ena, en el otr o se tiende a aludir a la integr ación del cuer po fallecido en la tier r a y se ponder a la m em or ia en el anhelo de conseguir la eter nidad. Por otr a par te, se ha analizado la evolución de los usos m elior ativos utilizados en las esquelas m or tuor ias, en los que se per cibe una pr ogr esiva desacr alización, por m ás que se busquen los m ecanism os adecuados que se or iginan por la consensuada voluntad m itigador a (Cr espo Fer nández, 2008, 2014). En r elación con esta inter dicción, conviene r ecor dar que deter m inadas cultur as tienden al distanciam iento ir ónico, en el que no falta la r ecur r encia a las m etafor ización anim alística (Lope Blanch, 1961). El r etr oceso del em pleo de voces eufem ísticas de glor ificación m ediante la exaltación del fenóm eno r eligioso se per cibe, por otr a par te, en lenguas y cultur as tan difer entes, por ejem plo, com o la española y la alem ana (M ellado Blanco, 2013). Tam poco hay que olvidar la per vivencia de inter dicciones r elacionadas con lo escatológico (Alvar Ezquer r a, 2012) o, pese al r elajam iento de las costum br es, con algunos com por tam ientos sociales, sobr e todos los vinculados a la sexualidad (Ar iza Viguer a, 2011) y específicam ente a la pr ostitución (Casas Góm ez, 1986; Quintanilla Zanuy, 2004), o al m undo de las dr ogas y el alcohol (Suár ez Blanco, 1989). Tam poco hay que olvidar, por su tr adición léxica, la im por tancia del lenguaje palem ológico (M oya Her nández, 2001; Góm ez Sánchez, 2006). En todos estos casos, independientem ente de la vigencia de deter m inadas inter dicciones, se habla de eufem ism os, per o hay que m atizar algo que tiene una im por tante r eper cusión en el tr atam iento lexicogr áfico de las unidades léxicas: no hay que r efer ir se a una unidad catalogable de for m a apr ior ística, sino a un pr oceso, com o bien ha apuntado Casas Góm ez (2009), en que se actualizan m ecanism os lingüísticos o par alingüísticos con el fin de m inor ar lo negativo de cier tas r ealidades, al m ar gen de que a veces se tr ate de r ealces expr esivos (Casas Góm ez, 2012). Lo m ism o sucede con el fenóm eno contr ar io, el disfem ism o, en la m edida en que se intensifica lo inter dictivo con la señalada actualización de r ecur sos. En este últim o caso, la tendencia a r esaltar lo peyor ativo evidencia, m ediante la cosificación y anim alización con finalidad deshum anizador a (Casado Velar de, 1991; Cham izo Dom ínguez y Zaw islaw ska, 2006) una cosm ovisión social, pues con el insulto se subr aya la ausencia de lo que se valor a par a conseguir la ofensa (Luque Dur án, Pam ies y M anjón, 1997). Aunque algunas tabuizaciones par ecen estar super adas con el paso del tiem po, sobr e todo las que tienen que ver con la super stición, otr as apar ecen ante la concienciación de cier tas r ealidades discr im i128


nator ias. Se ha escr ito m ucho sobr e lo políticam ente cor r ecto desde distintas per spectivas, per o, dejando al m ar gen polém icas desde posiciones ideológicas m ás o m enos tem pladas o r eticencias, no exentas de sor na ante lo hiper bólico, que han dado lugar a r eper tor ios satír icos (sin olvidar las conocidas adaptaciones de cuentos infantiles de Jam es Finn Gar ner ), se per cibe la m ism a tendencia r econocible del fenóm eno eufem ístico: las unidades léxicas sustitutivas devienen con el tiem po en vitandas. Las sensibilidades sociales tendentes a la no discr im inación conllevan em pleos léxicos m ás o m enos discutibles, casi siem pr e voluntar iosos, y los r eper tor ios lexicogr áficos deben, qué duda cabe, tener en cuenta esta r ealidad, sancionar lo que solo esté suficientem ente docum entado y pr oceder con la deseada sistem aticidad. En todo caso, se com pr ueba que la r ealidad es bastante m ás com pleja. Piénsese, por ejem plo, en las r eticencias que m ujer es m uy cualificadas que ejer cen deter m inadas pr ofesiones m uestr an ante el desdoblam iento de géner o, al asociar el m asculino con el poder. De hecho, la tendencia no se per cibe cuando el pr estigio de la labor desem peñada es sensiblem ente m enor (M áquez, 2013), aunque, obviam ente, no se tr ate de un com por tam iento gener alizado. Es lógico pensar que los diccionar ios no pueden abar car supuestos tan diver sos. Son tam bién destacables los usos políticam ente cor r ectos visibles en los textos legales (Salvador, 1990), sobr e todo los r elacionados con el ám bito educativo, en los que se ha destacado, en el anhelo de evitar estigm atizaciones, la tendencia a extender una visión distor sionada del sistem a, hasta tal punto que la sobr estim am ación léxica par ece exim ir al adm inistr ador del deber de paliar las deficiencias cotidianas (Salvador, 1992; Ar m enta M or eno, 2009, 2010a, 2010b). No puede obviar se, en todo caso, que, al m ar gen de lo señalado, en la pr axis lexicogr áfica se constata las distintas m utaciones que, con visos de per dur abilidad, se or iginan de la tendencia a lo políticam ente cor r ecto. Esto se per cibe, incluso, en los cam bios de or den de las acepciones, dada la m odificación fr ecuencial de los usos consolidados de los vocablos, com o ocur r e, por ejem plo, con la palabr a incier to, pues se pr ivilegia la noción de falsedad, fr ente a la de inconstancia o la del desconocim iento (Galiñanes Guillén, 2005). Alguna vez se han difer enciado los em pleos eufem ísticos con función esencialm ente atenuativa (entendida com o estr ategia de cor tesía, dada la finalidad de evitar conflictos inter com unicativos, en la m edida en que están ausentes las im plicatur as conver sacionales, y explicitada for m alm ente, con cier ta fr ecuencia, con las r ecur r encias léxicas de car ácter tr aslaticio) de los que violan el pr incipio de cooper ación, pues, en este caso, se encubr en las m entir as (Roldán Pér ez, 2003). M uchos de estos usos, m uy habituales en el discur so político, donde nunca la palabr a es neutr al (Fer nández Lagunilla, 1999), aunque no hay que olvidar la im por tancia de la sociodifusión m ediática (Núñez Cabezas y Guer r er o Salazar, 2002; Góm ez Sánchez, 2005), se incluyen en una llam ada tendencia toxifem ística (Díaz Salgado, 2013). Per o, al m ar gen de difer enciación entr e lo atenuativo y lo m ar cado con una intencionalidad esencialm ente espur ia (las medidas de ajuste, las r efor mas estr uctur ales, la movilidad exter na), conviene establecer alguna m atización. Si al igual que, com o se dijo antes, deter m inados em pleos eufem ísticos se encuadr an en una sintopia o en un continuo sinstr ático-sinfásico concr eto, sin olvidar la consider ación sincr ónica o diacr ónica, cier tos vocablos inicialm ente cr eados en el discur so político con una finalidad per locutiva pr ecisa, pues conllevan la r efer ida falsedad encubier ta, con el tiem po pueden utilizar se r utinar iam ente, com o clichés acom odaticios fácilm ente asum idos por los em isor es y los destinatar ios del m ensaje. En ese sentido, lo inicialm ente utilizado con finalidades poco éticas der iva en apr ehensiones de com por tam ientos léxicos cuasipr ofesionalizados. Por ello cabr ía pr eguntar se si deber ían ubicar se en una sinstr atía. En r elación con esto, tam bién se podr ía añadir la tendencia al em pleo de for m as esdr újula ar chisilábicas, car gadas de esoter ism o (Alvar, 1989), con la finalidad de evitar unidades léxicas m ás sim ples y com pr ensibles par a la ciudadanía, r eflejo de de la cotidiana vacuidad. No obedece este em pleo eufem ístico m agnificador (Seco, 2002) a una inter dicción conceptual, sino estr ictam ente lingüística, en la m edida en la palabr a vitanda no encubr e connotaciones sociales tabuizadas. La r ecur r encia sesquipedalística se extiende, gr acias al uso m ediático, a los diver sos r egistr os for m ales, lo que explica que gr an par te de los vocablos obtengan la sanción lexicogr áfica, aunque se m uestr e pr efer encias por las entr adas sim ples. Cuando se habla del discur so político se tiende, así m ism o, a hacer r efer encia a los m ecanism os dese129


m antizador es y de r elexicalización (Gallar do Paúls, 2014), en una especie de sem ántica del engaño or w elliana (Rodr íguez González, 1988), lo que r equer ir ía, sobr e todo en el últim o caso, la cor r espondiente sanción lexicogr áfica. Sin em bar go, conviene r elativizar esta idea, pues no le faltaba r azón a Coser iu (1995) cuando señalaba que las supuestas r elexicalizaciones de voces com o democr acia, por ejem plo, no son m ás que m atices asociados al significado, actitudes teñidas de subjetividad que, en vir tud de la alter idad, fundam ental par a la inter com unicación, conllevan la sim ilitud del contenido objetivo. Es decir, al igual que ocur r e con los falsos diccionar ios, que incluyen apr oxim aciones subjetivas a la r ealidad sociopolítica o r eligiosa (pensem os, por ejem plo, en los r eper tor ios bur lescos decim onónicos), tanto el em isor com o el destinatar io del m ensaje com par ten un único significado que posibilita la descodificación, pues se pr esenta la cosa por m edio de la palabr a (com o ocur r e con la expr esión ?la m al llam ada dem ocr acia?). De ahí que en los diccionar ios gener ales no quepa añadir, en ese sentido, m atices de significado. No podem os, por otr a par te, hablar en la actualidad, com o sí ocur r ía en otr os per iodo histór icos, salvo excepciones, de usos léxicos específicos, en función de la ideología de cada gr upo político, pues están r elacionados con el r ol de gobier no u oposición (Sánchez Gar cía, 2010). Esta tendencia desideologizador a (Fer nández Lagunilla, 1999) opone el antiguo enfoque hor izontal al ver tical, en la m edida en que, com o se ha señalado, cuenta m ás el escenar io político que los actor es par ticipantes (Sánchez Gar cía, 2012). De hecho, r esulta destacable que la asunción de lo institucional conlleve m utaciones léxicas incluso cuando deter m inados gr upos políticos extr apar lam entar ios r ozan la posibilidad de obtener cier ta r epr esentatividad e incluso tengan visos de alcanzar el poder. El lexicógr afo tam bién confunde la visión de la r ealidad con su función estr ictam ente lingüística. Esto explica las catalogaciones de cier tas unidades léxicas, com o cor te de mangas, m ar cada com o un vulgar ism o. ¿Hablam os de la acción o de la unidad plur iver bal? (Gar r iga Escr ibano, 1994). Evidentem ente, no son pocas las veces que se ha puesto en entr edicho la objetividad del diccionar io, pues son diver sas las focalizaciones hacia deter m inados idear ios. Existe, es innegable, la tr adición de dejar bien m ar cada la huella del lexicógr afo, desde una per cepción pr ivativa de la r ealidad (Rodr íguez Bar cia, 2008, 2012). La pr opia ausencia de un vocablo en la m acr oestr uctur a (Ar iza Viguer a, 2011) o deter m inadas m ar caciones (Lizano Cam br oner o, 2012) ya im plican subjetividad. Conocem os la figur a de Covar r ubias, así com o el pr oselistism o decim onónico (con la notable excepción de Vicente Salvá), que encuentr a exponentes tan r elevantes com o Dom ínguez, sin olvidar a Roque Bar cia, autor de un r eper tor io que intenta ser etim ológico, per o que tr asciende, com o suele suceder, lo inicialm ente pr oyectado. En todo caso, r esulta contr adictor io que se diga que la pr áctica lexicogr áfica de los últim os años ha super ado el per iodo pr ecientífico y a la vez se siga per cibiendo una clar a visión subjetiva de la r ealidad extr alingüística (For gas Ber det, 1996a, 1996b, 2002-2004; Rodr íguez Bar cia, 2008, 2012), aunque cur iosam ente se solicita que el diccionar io académ ico ejer za no solo de notar io, de hecho los diccionar ios histór icos son instr um entos fundam entales par a analizar los cam bios (Ar iza Viguer a, 2004), sino tam bién de juez, incluso en el ám bito social. Es decir, se insiste en que sea el r eper tor io oficial el que lider e los avances en la lucha contr a lo vejator io (For gas, 2004). En no pocas ocasiones, deter m inados colectivos han exigido que el lexicógr afo actúe ante r ealidades degr adantes y discr im inator ias. La polém ica actual con el tr atam iento de la voz gitano es buena pr ueba de ello. En todo caso, conviene difer enciar la pr esencia m acr oestr uctur al de una unidad léxica y sus cor r espondientes acepciones (siem pr e y cuando exista la per tinente docum entación que aconseje la sanción) de la necesidad de establecer m ar cas de uso adecuadas a la r ealidad y per cepción discur sivas. Es decir, el pr oblem a no r adica en el llam ado segundo enunciado m icr oestr uctur al (Seco, 1977), sino en el pr im er o, dado que la ausencia de infor m ación r estr ictiva supone, obviam ente, que nos encontr am os con una unidad no m ar cada, válida par a cualquier situación com unicativa, con estim ación or tofem ística. Esto ocur r e con el vocablo señalado, por lo que bastar ía con la cor r espondiente infor m ación pr agm ática en la que se indique que la acepción, de la que todavía se tiene constancia de uso, gr acias a la consulta de fuentes docum entales contr astadas, se utiliza en un sentido peyor ativo. El ejem plo al que acom paña la definición podr ía, del m ism o m odo, hacer hincapié en el car ácter denigr ator io del sentido consolidado. Per o nunca se puede ocultar la r ealidad, por m ucho que nos disguste. El pr oblem a r adica en que, pese al avance exper im entado en el ám bito sociolin130


güístico (com o ocur r e tam bién con los estudios dialectales), el lexicógr afo se deja llevar por tendencias intuitivas, de ahí la falta de hom ogeneidad en las difer entes m ar caciones (Gar r iga Escr ibano, 1994, 1994-1995, 1997), por m ás m ás que se per ciban m ejor as en la lexicogr afía glosodidáctica (Gar r iga Escr ibano, 1999). En todo caso, com o bien se ha señalado, ?los diccionar ios no son los labor ator ios en los que se puede alter ar a nuestr o gusto la denotación o la connotación de los vocablos? (Pascual y Olaguíbel, 1992: 81). Otr a cosa es que se actualicen, r eflejen una r ealidad diver sa y m utable y se alejen de par ticular es cosm ovisiones. Los em pleos eufem ísticos se car acter izan por su r elatividad. Incluso r esulta com plicado pr om over com par tim entos estancos, en deter m inados discur sos, en lo or tofem ístico, lo peyor ativo y lo atenuador (Guitar t Escuder o, 2005), de ahí la continua tendencia degr adator ia de la unidades con función m elior ativa. La obsolescencia, dado que lo iter ativo deviene en asepsia (Casas Góm ez, 1986), r equier e de una constante búsqueda de nuevos vocablos que cum plan la función que otr os no pueden desem peñar (Valladar es, 2000), lo que justifica la com plejidad del tr atam iento lexicogr áfico. Es difícil, por lo tanto, establecer una catalogación de este tipo de unidades, en la m edida en que nos encontr am os con fenóm enos de habla, difícilm ente sancionables. Se puede obser var, por ejem plo, que las unidades léxicas for áneas pueden utilizar se, en cier tas situaciones com unicativas, com o estr ategia ver bal eufem ística (Cr espo Fer nández y Luján Gar cía, 2013), al igual que ocur r e con las voces tecnolectales (Echaur i Galván, 2013), per o no por ello van a catalogar se subr ayando la función atenuador a. El lim itado for m ato de los r eper tor ios lexicogr áfico es incapaz de abar car la m ultiplicidad discur siva. Se hace el esfuer zo de evidenciar la com pleja r ealidad en categor ías m etalingüísticas, en una ?for zosa ar tificialidad? (Reutner, 2011). En todo caso, el diccionar io puede y debe establecer las pautas m ás objetivas posibles par a r eflejar un m undo cam biante, con todas las dificultades consabidas, y dejar constancia de lo que fuim os a los que están por venir.

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Juan M anuel Gar cía Plater o Pr ofesor de la Univer sidad de Sevilla. Su labor investigador a se centr a en la Lexicología y Lexicogr afía del español, es autor, entr e otr os tr abajos de investigación (capítulos de libr os, publicaciones en r evistas, apor taciones a congr esos? ), de los libr os: Las Hablas Andaluzas: Pr oblemas y Per spectivas (Signatur a Ediciones, 2001; en colabor ación con M ar ía Auxiliador a Castillo), M anual de Redacción y Estilo (Istm o, 1999; en colabor ación con, entr e otr os autor es, M ar ía Auxiliador a Castillo y Antonia M edina Guer r a), El Léxico de Uso en el Español Contempor áneo (Ser vicio de Publicaciones de la Univer sidad de M álaga, 1997) e Infor me Sobr e el Cur so de Iniciación a la Enseñanza del Español Como Lengua Extr anjer a (en colabor ación con M ar ía Auxiliador a Castillo). Asim ism o, es m iem br o de Inter léxico, gr upo de investigación de la Facultad de Filosofía y Letr as de la Univer sidad de M álaga cuyas lineas de estudio se centr an en la Lexicogr afía ?estudio del or igen, la histor ia, la elabor ación y el análisis de los diccionar ios? y la Lexicología que analiza y clasifica el léxico; entr e sus investigaciones destaca el estudio y descr ipción de los distintos diccionar ios y vocabular ios de la lengua española y de las hablas andaluzas.

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La definición lexicográfica de los marcadores discursivos en un diccionario destinado a estudiantes de español como lengua extranjera Anais Holgado Lage Wake For est Univer sity

RESUM EN El pr esente tr abajo analiza los pr oblem as que acar r ea la definición lexicogr áfica en la elabor ación de un diccionar io de m ar cador es discur sivos, dedicado especialm ente a estudiantes de español com o lengua extr anjer a. Este diccionar io, par te pr incipal de la tesis doctor al Pr agmática Lingüística Aplicada al Español par a Extr anjer os, con especial atención a los M ar cador es Discur sivos: El Diccionar io de M ar cador es Discur sivos par a Estudiantes de Español como Lengua Extr anjer a (Holgado Lage 2014), cuenta con setecientas entr adas diseñadas específicam ente par a el usuar io no nativo de español. La definición de estos elem entos constituye un r eto por sí m ism a, al que se añade la necesidad de adaptar se al destinatar io seleccionado. Por ello, el Diccionar io de M ar cador es Discur sivos par a Estudiantes de Español como Lengua Extr anjer a (abr eviado DIM ADELE) consta de una ficha lexicogr áfica única, par a cuyo diseño fue necesar io tom ar decisiones com plejas, siendo sin duda una de ellas el tipo de definición de las par tículas analizadas.

1. INTRODUCCIÓN El tér m ino mar cador discur sivo se ha definido en las últim as décadas de for m as m uy diver sas, por lo que existe una fuer te discr epancia a la hor a de señalar los elem entos que deber ían agr upar se bajo esta denom inación. Incluso r ecientem ente, los estudios sobr e m ar cador es con fr ecuencia hacen r efer encia a este desacuer do entr e los especialistas:

The study of discour se m ar ker s does not constitute a unitar y appr oach. Significant disagr eem ents can be found am ong scholar s r egar ding the linguistic units w hich m ust be consider ed discour se m ar ker s, the dim entions involved in their study, or even the distr ibutional featur es of the class (Pons Bor der ía 2006: 77).

En 1987, Debor ah Schiffr in definió sus discour se mar ker s com o ?sequentially dependent elem ents w hich br acket units of talk? (Schiffr in 1987: 32), pr opor cionando una de las claves que deben tener se en cuenta par a com pr ender la com plejidad y el alcance de estos elem entos, que ?enlazan unidades de habla?. Pese a que todavía no se poseía una visión tan am plia de los m ar cador es discur sivos com o en la actualidad, en las décadas pasadas com enzó a indicar se que estos desem peñan una función de unión entr e or aciones o entr e sintagm as; es decir, que su alcance no se constr iñe a los lím ites de la pr opia or a136


ción. El mar cador discur sivo apar ece definido en el Plan Cur r icular de Instituto Cer vantes (Instituto Cer vantes 2006-2007: volum en 3, 300), com o una ?unidad lingüística que se car acter iza por ser invar iable, no ejer cer función sintáctica dentr o de la or ación y guiar las infer encias que se r ealizan en la com unicación, dando, com o consecuencia, cohesión discur siva a un texto?. Sin em bar go, no se debe olvidar que los m ar cador es no solo desem peñan una función de unión: en ocasiones, sir ven par a m ostr ar la posición del hablante, com o en de acuer do o quizás; otr as veces, se encar gan de or ganizar y cohesionar el discur so, com o por consiguiente o además; en algunos casos, solo expr esan una idea que subyace, una ir onía o un r epr oche, apenas per ceptibles si no se conoce bien la lengua que se está utilizando. Par a M ar tín Zor r aquino y Por tolés (1999), m ar cador es discur sivos son aquellas unidades que cum plen tr es car acter ísticas pr incipales, r esum idas por Bonilla (2005: 102):

a) Poseer cier ta o plena autonom ía entonativa, cor r elacionada con una cier ta o plena autonom ía sintáctica, b) contabilizar un pr oceso de gr am aticalización finalizado o en cur so y c) apor tar al enunciado en que se hallan inser tos infor m ación gr am atical de pr ocesam iento r elacionada dir ectam ente con las pr opiedades m or fológicas, sintácticas, sem ánticas y pr agm áticas peculiar es de cada m ar cador.

Llegado este punto podem os, por tanto, afir m ar que esta esfer a de la lengua pr esenta unos lím ites difusos. M ar tín Zor r aquino (2011: 845-846) concluye que cada autor incluye y excluye difer entes elem entos siguiendo su pr opia concepción de qué es un m ar cador discur sivo. Sin em bar go, en todos los casos par ece estar bastante clar o que estos elem entos gr am aticales cuentan con gr an im por tancia lingüística y es necesar io poder definir los con exactitud, no solo par a los estudiantes de español, sino tam bién par a los nativos que quier an analizar su pr opia lengua, lo que puede entr añar diver sas dificultades.

2. LA DEFINICIÓN DE LOS M ARCADORES DISCURSIVOS

2.1. La impor tancia de la definición lexicogr áfica Seco indica en la intr oducción a su diccionar io que una definición lexicogr áfica es el ?enunciado que expone el contenido de la voz? (1999: XXI). Lejos de ser una labor sencilla, definir es una tar ea fundam ental que se puede tor nar m uy com pleja par a el lexicogr áfico. Tal y com o señala Bosque (1982: 105), ?si existe un aspecto que se consider e ver dader am ente centr al en los estudios sobr e la lexicogr afía aplicada a la confección de diccionar ios m onolingües es sin duda la teor ía de la definición?. En los diccionar ios m onolingües la definición es efectivam ente esencial. Sin em bar go, no existe un solo tipo de definición lexicogr áfica. Una de las pr im er as distinciones que debem os r ealizar es, según Bosque, las ?definiciones m etalingüísticas? y las ?definiciones par afr ásticas?. La pr im er a de ellas es la sinoním ica o definición pr opia, que nor m alm ente sigue la r egla de sustituibilidad[1], explicada br evem ente por Seco (1999: XXI) com o una definición ?equivalente a la palabr a estudiada, de tal m odo que pr ácticam ente ? salvo, si acaso, tr ansfor m aciones elem entales? , se podr ía sustituir la una por la otr a en un contexto?. La segunda es la que se utiliza par a tr atar con las voces que per tenecen a categor ías gr am aticales, en cuyo caso se puede pr oponer una explicación, com o com pr obar em os m ás adelante. Dentr o de estos dos tipos de definiciones encontr am os diver sos subgr upos. En el pr im er caso apar ecen, por ejem plo, las definiciones hiper oním icas (por ejem plo una mesa es un mueble) o las sinoním icas, que pueden dar lugar a la cir cular idad, es decir, que un lem a se defina con una voz sinoním ica y a la vez esa otr a se defina con la pr im er a, por lo que nunca se llegue a dar una ver dader a definición. Según Por to Dapena (2002), la definición lexicogr áfica debe seguir una teor ía cabal que evite este pr oblem a. Dentr o del segundo tipo, encontr am os diver sas clases, com o las definiciones enciclopédicas y las lexicogr áficas (Bosque 1982: 111) _______________________________________________________ [1] ?La definición deber á ser capaz de ocupar en un enunciado de habla el lugar del tér m ino definido sin que por ello se alter e el sentido del enunciado? (Seco 1987). 137


y entr e las explicativas y las constr uctivas (Bosque 1982: 116). Los m ar cador es discur sivos per tenecen a este segundo tipo de definición, ya que se tr ata de palabr as o locuciones gr am aticales.

2.2. La dificultad de definir los mar cador es discur sivos La definición lexicogr áfica se vuelve, por tanto, una tar ea m ás com pleja al tr atar con elem entos gr am aticales com o los m ar cador es discur sivos. Com o señala M ar tín Zor r aquino (2005: 61) ?el aspecto m ás ar duo del tr abajo lexicogr áfico dedicado a las par tículas r adica [? ] en la definición que se debe aplicar ?. Com o se indica en el ar tículo de Bosque, al definir los m ar cador es discur sivos nos enfr entam os a una ?m etalengua del signo? (Bosque 1982: 105). Siguiendo a M anuel Seco (1987: 21-23), las definiciones de cier tos tipos de palabr as (entr e ellas las conjunciones y algunos adver bios) no cum plen la ya m encionada r egla de sustituibilidad, por lo que ?lo que se ofr ece com o infor m ación acer ca de ellas no es una ver dader a ?definición?, sino una ?explicación??. Tam bién Alber t-Galer a (1996: 15), al hablar de las inter jecciones, indica que ?se tr ata de palabr as indefinibles, de las que se ofr ece únicam ente una ?explicación?. Se dice no qué significan, sino qué son, cóm o y par a qué se em plean?. Es decir, la definición debe ajustar se ?no a r asgos conceptuales, sino funcionales? (M ar tín Zor r aquino 2003: 442). Entr e los m ar cador es encontr am os diver sos tipos de clases de palabr as y locuciones y, en la m ayor ía de los casos, no podr á cum plir se la r egla de sustituibilidad, por lo que no se consider an ver dader as definiciones, sino que gener alm ente pr opondr em os ?explicaciones?. Bajo Pér ez señala que una de las r azones par a explicar en vez de definir es que el lem a cor r esponda a una unidad léxica gr am atical o una inter jección (2000: 39). En cualquier caso, en este ar tículo utilizar em os am bos tér m inos, explicación y definición, com o sinónim os. Llopis Car dona (2006: 1103) indica que las ?definiciones lexicogr áficas de los m ar cador es del discur so son fr ases con un alto gr ado de densidad m etalingüística por tr atar se de la definición de palabr as gr am aticales o neutr as y por la pr esencia de palabr as m etalingüísticas por natur aleza?. Según se r ecuer da en este ar tículo, que aplica la teor ía de Rey-Debove, r estituyendo el ver bo com o par te de la definición, hay var ias for m as de definir o explicar un m ar cador discur sivo:

- Relación de equivalencia: Por m edio de sinónim os, apar ece una par tícula equivalente en la pr opia definición. - Relación de identidad: La car acter ística m ás im por tante de este tipo de explicación es que com ienza por el ver bo copulativo ser y continúa con la clase de palabr a o de locución pr opio del lem a. - Relación de significación: Por m edio de ver bos com o significar o quer er decir se hace r efer encia a una pr opiedad o al sentido de la palabr a o de la locución. A continuación, pueden apar ecer dos tipos de com plem ento, uno sinoním ico, sim ilar al pr im er tipo de definición, u otr o per ifr ástico.

Dependiendo de las car acter ísticas pr opias de los diccionar ios que r ecogen los m ar cador es discur sivos, el tipo de definición seleccionado ser á uno u otr o, o, en ocasiones, una m ezcla de var ios de ellos. Llopis Car dona añade adem ás una nueva for m a de definir los m ar cador es discur sivos, a par tir de una ?descr ipción de uso? (2006: 1101), tendencia que está cr eciendo r ápidam ente en la definición de los m ar cador es discur sivos.

2.3. La definición de los mar cador es en diccionar ios gener ales de español Con todo lo dicho, es com pr ensible que los diccionar ios gener ales de la lengua española pr esenten ir r egular idades al r egistr ar y definir los m ar cador es del discur so. No solo debido al pr oblem a ya m encionado: que las car acter ísticas pr opias de estos elem entos pr ovocan que la definición no pueda cum plir la r egla de sustituibilidad, sino tam bién debido a que en num er osísim as ocasiones los m ar cado138


r es discur sivos son elem entos plur iver bales, en ocasiones incluso for m ados a par tir de un ver bo conjugado, y no r esulta fácil localizar los en el diccionar io. Las explicaciones son en m uchas ocasiones de equivalencia, a par tir de otr o m ar cador, con el r iesgo que ello conlleva de caer en la cir cular idad, aunque hay var ias tendencias dependiendo del diccionar io consultado. Par a m ostr ar esta var iedad, se seleccionar on algunas entr adas de m ar cador es discur sivos en tr es de los diccionar ios gener ales del español m ás conocidos: El Diccionar io de la Real Academia Española (DRAE)[2], el Diccionar io de Uso del Español (DUE)[3] y el Diccionar io del Español Actual (DEA)[4]:

a) A lo mejor - DRAE (s.v. ?m ejor ?): Quizá, tal vez. - DUE (s.v. ?m ejor ?): Posiblem ente. - DEA (s.v. ?m ejor ?): Quizá. Con v. en ind[5].

b) Finalmente - DRAE (s.v. ?finalm ente?): Últim am ente, en conclusión. - DUE (s.v. ?finalm ente?): En últim o lugar o después de diver sas vicisitudes. - DEA (s.v. ?finalm ente?): Por últim o o en últim o lugar.

c) No obstante - DRAE (s.v. ?obstante?): Sin que estor be ni per judique par a algo. - DUE (s.v. ?obstante?): Sin que la cosa de que se ha hablado constituya un obstáculo par a lo que se dice luego. - DEA (s.v. ?obstante?): Sin em bar go.

d) O sea - No se r egistr a en el DRAE. - DUE (s.v. ?ser ?): Se em plea par a expr esar una conclusión, gener alm ente tono de cr ítica. - DEA (s.v. ?ser ?): Es decir. e) Por ejemplo - DRAE (s.v. ?ejem plo?): exp. u.[6] cuando se va a poner un ejem plo par a com pr obar, ilustr ar o autor izar lo que antes se ha dicho. - DUE (s.v. ?ejem plo?): Expr esión con que se da com ienzo a la exposición de un ejem plo. - DEA (s.v. ?ejem plo?): Se usa par a intr oducir o acompañar la mención de un ejemplo. _______________________________________________________ [2] Real Academ ia Española (2001). [3] M oliner (2007). [4] Seco (1999). [5] El DEA distingue entr e la definición sinoním ica tr adicional y la definición explicativa, de la que indica que ?la definición, por diver sas r azones, no siem pr e tom a la for m a de una palabr a o fr ase sinónim a, sino que se lim ita a dar una explicación, y en estos casos va im pr esa en cur siva? (Seco 1999: XXIII). [6] Abr eviatur a de expr esión usada. 139


f ) Por una par te - No se r egistr a en el DRAE, y tam poco el m ar cador por otr a par te. - DUE (s.v. ?m ejor ?): Expr esión distr ibutiva con que se inicia la exposición de la pr im er a r azón en una ser ie de dos o m ás de ellas, entr e las que puede haber o no oposición. - No se r egistr a en el DEA, aunque sí apar ece el m ar cador por otr a par te (s.v. ?par te?). g) Vale - No se r egistr a en el DRAE su valor discur sivo. - DUE (s.v. ?valer ?): Expr esa apr obación o asentim iento a lo que otr o dice o se da uno por enter ado de ello. Equivale a «está bien» o «confor m e». - DEA (s.v. ?valer ?): (col.[7]) De acuer do.

Com o se puede com pr obar a par tir de estos ejem plos, ninguno de los tr es diccionar ios sigue una tendencia hom ogénea en la definición de los m ar cador es, sino que en ocasiones apar ece una r elación de equivalencia, en otr as se r ealiza una explicación de uso, etc. Sin em bar go, sí que se puede com pr obar que m ientr as en el DEA se opta nor m alm ente por definir por m edio de sinónim os, en el DUE se pr efier en las explicaciones. El DRAE, por su par te, es el que pr esenta m ás car encias en cuanto al r egistr o de los m ar cador es discur sivos.

2.4. Car acter ísticas de la definición en los diccionar ios de mar cador es Com o ya se ha señalado pr eviam ente, definir un m ar cador del discur so no es una tar ea sencilla. En la actualidad contam os con tr es diccionar ios de m ar cador es, cada uno de los cuales pr esenta car acter ísticas pr opias. a) En pr im er lugar, el Diccionar io de Par tículas de Santos Río (2003) r egistr a un am plísim o núm er o de elem entos, hasta el punto de que m uchas de las entr adas cor r esponden a expr esiones que nunca se habían consider ado par tículas anter ior m ente. Está destinado a nativos que r eflexionen y estudien su pr opia lengua, por lo que sus explicaciones son densas y r epletas de m atices. A continuación se r epr oduce un fr agm ento de la entr ada destinada al m ar cador de duda a lo mejor (Santos Río 2003: 449):

Loc. adv. or ac. m odalizador a (de posibilidad), no m ar cada. Quizá, tal vez, posiblem ente. Per o, com o igual o lo mismo, suele exigir contexto em otivo y tono coloquial, no per m ite el subjuntivo (salvo en los casos gr am aticalm ente pr evistos, com o el de A lo mejor me hubier a (/habr ía) sentado mal) ni la anteposición del ver bo sin pausa poster ior y r echaza la inser ción en estr uctur a inter r ogativa positiva (no las de sospecha y sonsaque).

En este caso se r ecur r e inicialm ente a una definición de equivalencia, sin em bar go, es habitual tam bién que apar ezcan definiciones en las que se explica dir ectam ente el uso del m ar cador por m edio de una descr ipción de uso[8]. Santos Río adapta su definición a la par tícula a la que se esté enfr entando. b) En segundo lugar, encontr am os en línea el Diccionar io de Par tículas Discur sivas del Español (Br iz, Pons Bor der ía y Por tolés 2004-), abr eviado Dpde, que cuenta con un for m ato difer ente, adaptado al m edio

___________________________________________________________________ [7] Abr eviatur a de coloquial. [8] Por ejem plo ?expr esa negación con indicación de que la ver dad está m uy alejada del dato que se ofr ece? (s.v. ?ni m ucho m enos?). 140


electr ónico. Esta planta, for m ada por pestañas que se pueden abr ir o cer r ar dependiendo de los deseos del usuar io, cuenta con una definición que consta de una br eve explicación de la par tícula, seguida de un ejem plo explicado, por ejem plo en el caso de a lo mejor : ?expr esa una duda que sir ve a m enudo com o atenuación de lo que se dice, de m odo que el hablante no se hace r esponsable? (s.v. ?a lo m ejor ?). Com o se puede com pr obar, la definición es m ucho m ás br eve y concisa que en el pr im er diccionar io estudiado. No es necesar io r ecur r ir a m ar cador es sim ilar es en ningún caso, ya que, com o se indica en la intr oducción al diccionar io, ?las r elaciones de equivalencia de significado entr e la par tícula consultada y otr as par tículas, lo que en lexicogr afía se denom inan sinónimos, se m uestr an en el cam po llam ado pa r tícula s semeja ntes?. Se evita así el r iesgo de caer en la cir cular idad. El Dpde sigue una técnica lexicogr áfica m ás hom ogénea que el Diccionar io de Par tículas, a par tir de una descr ipción de uso (Llopis Car dona 2006: 1101), per o debe tener se en cuenta que solam ente cuenta con alr ededor de cien entr adas, por lo que la hom ogeneidad es m ás sencilla que en el diccionar io anter ior. c) Finalm ente, en 2009 apar eció el Diccionar io de Conector es y Oper ador es del Español, de Fuentes Rodr íguez. Este diccionar io distingue entr e dos tipos de elem entos, com o se indica en la m ism a obr a: ?entr e las unidades que oper an m ás allá de la or ación, podem os encontr ar nos unas que actúan com o enlaces entr e enunciados, los conector es, y otr as cuyo ám bito se r educe a un solo enunciado, los oper ador es? (Fuentes Rodr íguez 2009: 12). En su ficha lexicogr áfica apar ece un apar tado llam ado valor básico en la lengua que es lo que cor r esponde a la definición. Se m uestr a aquí la intención de la dir ector a de r ealizar una explicación de los m ar cador es a par tir de la función que r ealizan en la lengua. Com o ejem plo, en el caso de a lo mejor apar ece una br eve definición seguida de lo que en la ficha lexicogr áfica se denom ina valor contextual: ?1. Expr esa la posibilidad de r ealización de un hecho. 2. Intr oduce un hecho posible. Apar ece gener alm ente en el discur so conver sacional, y supone una pr opuesta per sonal del hablante. Va m ar cado con cier ta subjetividad? (Fuentes Rodr íguez 2009: 26). En esta obr a, bastante com pleta en cuanto al núm er o de conector es y oper ador es r egistr ados, este valor básico de la lengua se indica gener alm ente por una descr ipción de uso, com o en el ejem plo señalado, per o tam bién encontr am os en ocasiones una r elación de equivalencia[9].

3. LA DEFINICIÓN EN EL DIM ADELE 3.1. Justificación e impor tancia del usuar io Com o se venía adelantando al pr incipio de este ar tículo, se ha publicado r ecientem ente el Diccionar io de M ar cador es Discur sivos par a Estudiantes de Español como Lengua Extr anjer a (DIM ADELE) com o par te del tr abajo de tesis doctor al (Holgado Lage 2014). Dur ante la r ealización de este diccionar io, fue necesar io enfr entar se a nuevos r etos par a la definición de los m ar cador es, ya que el destinatar io es un estudiante de español com o segunda lengua que no posee por lo gener al los conocim ientos de la lengua de un nativo. Se seleccionó este destinatar io, ya que en la actualidad no existe ningún r eper tor io léxico que sea apr opiado par a un estudiante de español com o lengua extr anjer a en el que se r egistr en y definan todos los m ar cador es discur sivos. Los diccionar ios estudiados pr eviam ente pr esentan gr andes pr oblem as par a el usuar io de español: el pr im er o de ellos (Santos Río 2003), por su extensión y com plejidad; el segundo (Br iz, Pons Bor der ía y Por tolés 2004-), por contar con un núm er o lim itado de entr adas, y el últim o (Fuentes Rodr íguez 2009) por que, aunque entr e los destinatar ios seleccionados se m enciona al estudiante de español, su distinción pr im ar ia entr e conector y oper ador ya m uestr a que se r equier en conocim ientos algo avanzados de la lengua española par a com pr ender sin pr oblem as su funcionam iento.

__________________________________________________________________ [9] En la m ism a página, por ejem plo, ?var iante de al fin y al cabo? (s.v. ?a (en) fin de cuentas?). 141


Por otr a par te, en Holgado Lage (2009) se llevó a cabo un análisis com par ativo de cinco de los diccionar ios gener ales m onolingües par a estudiantes de español m ás conocidos y r elevantes[10], con el objetivo de com pr obar si r egistr aban y definían los m ar cador es discur sivos de for m a satisfactor ia. Las conclusiones alcanzadas m uestr an que estos diccionar ios, aun siendo de gr an utilidad par a los estudiantes de español com o lengua extr anjer a, no ofr ecen infor m ación suficiente a la hor a de explicar el uso de m uchos m ar cador es, ya que algunos de uso fr ecuente no apar ecen r egistr ados[11], faltan en m uchos casos var iantes im por tantes[12] o no apar ecen las acepciones discur sivas de cier tos vocablos[13]. El objetivo pr incipal del Diccionar io de M ar cador es Discur sivos par a Estudiantes de Español como Lengua Extr anjer a es llenar estos vacíos y ser una her r am ienta útil par a el estudiante de español. Dur ante la cr eación de este diccionar io, fue extr em adam ente im por tante no per der nunca de vista al usuar io. Com o señala Gar r iga Escr ibano (1999: 43):

La consider ación de que los diccionar ios deben tener com o pr incipal objetivo satisfacer las necesidades de los usuar ios ha sido uno de los m ayor es logr os de la lexicogr afía en los últim os años. Este pr incipio ha llevado a la r eflexión sobr e cuáles son estas necesidades, y al convencim iento de que no hay un único diccionar io válido par a todos los usuar ios.

Tam bién Por r oche Ballester os (2005: 694), siguiendo la idea de Por to Dapena (2002), se r efier e a la im por tancia de la adecuación de los ar tículos a los objetivos del diccionar io:

El contenido de cada ar tículo lexicogr áfico debe establecer se en función de los objetivos que tenga que cum plir el diccionar io que se pr etende elabor ar. No es lo m ism o un diccionar io gener al que uno especializado (de par tículas, por ejem plo). Adem ás, la infor m ación debe adaptar se al posible usuar io (niño o adulto, hablante nativo o no nativo, etc.)

Esta r elevancia que tiene el usuar io nos ha llevado, en el caso del DIM ADELE, a definir de una for m a sencilla, con un lenguaje asequible y centr ándonos en el uso pr incipal del m ar cador estudiado.

3.2. SELECCIÓN DEL TIPO DE DEFINICIÓN La definición del m ar cador es, por tanto, uno de los apar tados m ás im por tantes de la m icr oestr uctur a del DIM ADELE. Par a este apar tado hem os seguido pr incipalm ente el ejem plo de los diccionar ios de Br iz, Pons Bor der ía y Por tolés (2004-) y Fuentes Rodr íguez (2009), en lugar de la tendencia del Diccionar io de Par tículas (Santos Río 2003), debido a la m ayor clar idad y sencillez de los dos pr im er os. El pr ofesor Santos Río, por su par te, define o explica de una for m a tan exhaustiva, científica y com pleta que en m uchas ocasiones sus definiciones no podr ían ser com pr endidas por hablantes de español com o lengua extr anjer a. En el ar tículo La enseñanza de los mar cador es discur sivos a estudiantes de español L2: Elabor ación de un diccionar io (Holgado Lage 2012), se com par an algunas de las definiciones del diccionar io de Santos Río (2003) y del DIM ADELE, a fin de com pr obar las difer encias al definir difer entes

_____________________________________________________________________ [10] Alvar Ezquer r a (1995), Gutiér r ez Cuadr ado (1996), Sánchez Pér ez (2001), M aldonado (2002) y González (2002). [11] Por ejem plo, incluso no apar ece en el Diccionar io Salamanca (Gutiér r ez Cuadr ado 1996), o por un lado... por otr o lado no se r egistr a en el Alcalá (Alvar Ezquer r a 1995) o el Espasa (González 2002). [12] Par a las palabr as m alsonantes se r egistr a en ocasiones solam ente la inter jección y no sus var iantes. [13] En ninguno de los diccionar ios estudiados se hace r efer encia al uso fático de intr oducción de tur no de r espuesta de nada.

142


m ar cador es. En esta tabla se com pr ueba con tr es ejem plos el esfuer zo en r esultar com pr ensibles par a un estudiante de español:

M ar cador :

Así que

Diccionar io par a nativos[14]

Enlace extr aor acional deíctico-anafónicor ico consecutivo que pr esenta, con entonación ascendente y pausa poster ior, y

Diccionar io par a no nativos[15] Se utiliza par a pr esentar la consecuencia de lo que se acaba de decir anter ior m ente.

pr onunciado ?asíke?, o bien un hecho exter no nar r ado independiente de la voluntad o de ám bito volitivo y dependiente de una causa im pulsiva, o bien[16] No te lo cr ees ni tú

Rechaza el contenido del aser to que el inter locutor acaba de hacer sin r enunciar a desm entir le la im plicación pr agm ática per tinente.

Expr esa incr edulidad por par te del hablante, que duda sobr e la cer teza de lo que se le está diciendo.

Qué tal

Con qué calidad, en qué estado, de qué calidad estr uctur al, con qué gr ado de

Se usa par a saludar o par a pr eguntar por el estado de algo.

adecuación .

La definición o explicación en el DIM ADELE se com pone de una sola fr ase que aclar a sin r ecur r ir a sinónim os[17] cuál es el significado del m ar cador. Sanm ar tín (2010) hace hincapié en la idea de ser especialm ente cuidadosos al definir con sinónim os y detalla la dificultad que entr aña la definición de las par tículas discur sivas y la facilidad con la que se puede caer en definiciones cir cular es en las que las entr adas r em iten unas a otr as. Por ello nos centr am os en la función pr incipal del m ar cador. En pr im er lugar apar ece un ver bo, sim ilar a se utiliza, indica, se emplea? , seguido del uso concr eto del m ar cador discur sivo. Siguiendo a Llopis Car dona (2006), nos encontr ar íam os ante una descr ipción de uso. Esto nos per m ite hacer r efer encia a difer entes aspectos del lem a al que nos r efer im os. Podem os indicar dir ectam ente par a qué se usa ese m ar cador o cóm o afecta a los elem entos que lo r odean, com o se m uestr a en los siguientes extr actos del diccionar io: ?indica que algo pasó o va a pasar en un m om ento concr eto de la nar r ación? (s.v. ?en un m om ento dado?) ?se r efier e a algo que acaba de com enzar...? (s.v. ?por algo se em pieza?) o ?se utiliza par a pedir el asentim iento del oyente? (s.v. ?¿ver dad??). No nos hem os lim itado a copiar las definiciones de ningún otr o diccionar io, sino que hem os elabor ado nuestr a pr opia definición o explicación siguiendo el estilo del Dpde y del Diccionar io de Conector es y Oper ador es. _____________________________________________________________ [14] Nos r efer im os al Diccionar io de Par tículas, de Santos Río (2003). [15] Nos r efer im os al DIM ADELE. [16] La definición continúa per o consider am os que con este extr acto es suficiente. [17] Com o señala Vázquez Veiga (1996: 145), hablando específicam ente de m ar cador es discur sivos, ?ante una definición sinoním ica, tenem os que ser especialm ente pr ecavidos, ya que (...) a m enudo se pr esentan com o sinónim as voces que en r ealidad no lo son, o no lo son en todos los contextos?. 143


3.3. Car acter ísticas de la definición Dependiendo de la com plejidad de la par tícula, la explicación ser á una fr ase m ás o m enos extensa, per o en todo caso se evita caer en una pr olijidad que dificulte la com pr ensión de la m ism a, ya que el tipo de usuar io al que nos dir igim os exige la m áxim a clar idad. Seguim os a M aldonado (2012: 165) cuando habla de la elabor ación de un diccionar io par a usuar ios no nativos: ?las definiciones intentar on ser clar as y pr ecisas, antes que exhaustivas, a fin de facilitar al estudiante la com pr ensión?. La infor m ación sobr e el uso del m ar cador definido o sus m ar cador es sinoním icos se añade m ás tar de. En el Dpde, que es un diccionar io electr ónico, la definición apar ece en el m ism o bloque que los ejem plos, per fectam ente difer enciada. En nuestr o caso, debido a que por el m om ento el DIM ADELE solo se encuentr a el for m ato papel, la definición apar ece en una línea apar te, después de las m ar cas de uso y antes de los ejem plos. Par a los m ar cador es con dos o m ás acepciones, seguim os la habitual separ ación m ediante núm er os. En estos casos, a continuación del núm er o apar ece la definición cor r espondiente. Cabe r esaltar que en los casos en los que una par tícula pr esenta m atices sutilm ente difer entes, otr os diccionar ios, pr incipalm ente el de Santos Río (2003), han decidido separ ar las significaciones sin m uchos r epar os, pues cualquier hablante nativo puede per cibir esos detalles. Nosotr os lo hacem os solam ente en los casos en que se evidencien dichas difer encias; sin em bar go, en los casos en que los m atices son tan leves que son apenas per ceptibles, definim os el m ar cador de for m a gener al y en un apar tado poster ior explicam os las diver sas for m as de utilizar lo[18]. Par a sim plificar la consulta, habr á siem pr e una sola entr ada par a cada m ar cador [19], r econociendo dentr o las distintas acepciones si es necesar io; debe r ecor dar se que la gr an m ayor ía de las veces no hay gr andes difer encias de uso entr e las acepciones.

3.4. Otr as car acter ísticas del DIM ADELE Com o es lógico, si el objetivo pr incipal del diccionar io es que los estudiantes de español com pr endan y utilicen los m ar cador es discur sivos com o lo har ía un nativo, no p odem os contentar nos con una br eve explicación del uso del m ar cador en una sola fr ase. Por ello, en cada entr ada del DIM ADELE, apar ece a continuación de los ejem plos (que se encuentr an inm ediatam ente después de la definición) un apar tado llam ado ?uso y cultur a?, donde se explica con detalle cóm o se utiliza el m ar cador estudiado. Algunas de las car acter ísticas susceptibles de ser m encionadas en este apar tado son, por ejem plo, la m ovilidad del m ar cador, su alcance, si pr esenta flexión (en los casos m enos gr am aticalizados podem os encontr ar flexión de tú/usted, de géner o, o de flexión de per sona en el com plem ento dir ecto o indir ecto[20]), si es necesar io r ealizar una aclar ación cultur al o de pr onunciación y especialm ente las m atizaciones de tipo gr am atical, si el m ar cador por ejem plo r ige indicativo o subjuntivo[21]. Este apar tado nos per m ite m antener una definición o explicación br eve, sencilla y que m uestr a la utilización del lem a que se está tr atando contando con la posibilidad de explayar nos en sus car acter ísticas pr opias m ás adelante en la entr ada.

___________________________________________________________________ [18] Ante la pr egunta de M ar tín Zor r aquino (2003: 447) sobr e cóm o or denar estas acepciones, cuál consider ar la m ás im por tante, etc., Por to Dapena (2002: 195) indica que en estos casos ?se suele confiar la m ayor par te de las veces ? por no decir siem pr e? en la pur a intuición de quien se pr opone llevar a cabo la r edacción de un ar tículo lexicogr áfico?. [19] Esta idea tam bién la m enciona M aldonado (2012: 16) hablando de la elabor ación de un diccionar io gener al m onolingüe par a no nativos: ?las palabr as hom ónim as se incluían com o acepciones distintas dentr o de un m ism o ar tículo?. [20] Por ejem plo, per dona que te diga/per done que le diga, encantado/encantada o m ás me/te/le vale. [21] Por ejem plo, en a lo mejor siem pr e se utiliza el indicativo m ientr as que en tal vez se pr efier e el subjuntivo. 144


Otr o apar tado inter esante de este diccionar io es el de ?otr os m ar cador es sim ilar es?, inm ediatam ente después al de ?uso y cultur a?, que pr opor ciona una lista de m ar cador es que guar dan cier ta sim ilitud con el m ar cador estudiado, en algunas ocasiones incluso pueden ser inter cam biables (algo no m uy habitual, ya que lasinonim ia com pleta en el ám bito de los m ar cador es se da con m uy poca fr ecuencia). Esta lista de m ar cador es cuasisinónim os evita que se caiga en la cir cular idad, al no ser utilizados en ningún caso en la definición o explicación.

4. CONCLUSIONES La definición siem pr e ha sido una par te esencial de la lexicogr afía. En los diccionar ios m onolingües es tar ea im pr escindible par a el lexicógr afo ser capaz de definir de for m a exitosa aquello que se está estudiando. Com o señala Bosque (1982), hay diver sos tipos de definición dependiendo de los elem entos con los que se tr ata. En el caso de los m ar cador es discur sivos, nos enfr entam os a elem entos gr am aticales, en los que, siguiendo a Llopis Car dona (2006), ser ía necesar io r ealizar una ?explicación? en lugar de una definición tr adicional. Esta dificultad, añadida a otr as com o la gr am aticalización en ocasiones incom pleta de estos elem entos y el hecho de que nor m alm ente no son m onover bales sino locuciones, pr oduce que en los diccionar ios gener ales de la lengua apar ezcan con fr ecuencia ir r egular idades, o que se caiga en la cir cular idad al definir por m edio de sinónim os. Esto apenas ocur r e en los diccionar ios de m ar cador es existentes en lengua española en la actualidad (Santos Río 2003, Br iz, Pons Bor der ía y Por tolés 2004- y Fuentes Rodr íguez 2009), especializados com o es lógico en la definición o explicación de estos elem entos. Sin em bar go, estos diccionar ios no son del todo apr opiados par a los estudiantes de español com o segunda lengua, usuar io al que se dir ige el Diccionar io de M ar cador es Discur sivos par a Estudiantes de Español como Lengua Extr anjer a (Holgado Lage 2014), bien por ser dem asiado extensos, dem asiado br eves o por contener un lenguaje no asequible par a este destinatar io. Debido a sus par ticular idades, fue necesar io tom ar decisiones en cuanto a la definición de los m ar cador es dur ante la elabor ación del diccionar io, a fin de r esultar com pr ensibles en todo m om ento. Por ello, se decidió explicar la función pr incipal del lem a estudiado con una sola fr ase, por m edio de una descr ipción de uso (Llopis Car dona 2006), con un lenguaje sencillo y sin utilizar sinónim os. Ya que el diccionar io cuenta con una planta en la que apar ecen otr os apar tados donde es posible m atizar cóm o funciona cada m ar cador, se consiguió así m antener una definición apr opiada par a el usuar io al que se dir ige la obr a.

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Anais Holgado Lage Es doctor a en Lengua Española por la Univer sidad de Salam anca, con una tesis sobr e la enseñanza de m ar cador es discur sivos a estudiantes de español com o lengua extr anjer a a tr avés de la elabor ación de un diccionar io. Sus líneas de investigación pr incipales son el análisis del discur so, la enseñanza de ELE y la lexicogr afía. Tam bién ha publicado ar tículos sobr e sociolingüística y ciber lenguaje. Im par tió clases de lingüística y español par a extr anjer os en la Univer sidad de Salam anca m ientr as r ealizaba su tesis doctor al. Actualm ente es pr ofesor a en el Depar tam ento de Lenguas Rom ances de la Univer sidad de Wake For est, en Car olina del Nor te (EEUU).

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Acerca de la gramaticalización adverbial y de su interés en el marco del diccionario histórico Mar ía Belén Villar Díaz Univer sité Lyon 2

INTRODUCCIÓN Las r eflexiones que siguen buscan com pletar y m atizar incur siones anter ior es en el estudio sem ántico-pr agm ático y lexicogr áfico de unidades adver biales, en el m ar co de un pr oyecto de investigación cuyo objetivo pr im er o er a analizar la evolución de adver bios y locuciones par a su cor r ecta descr ipción en el Nuevo diccionar io histór ico[1]. De las m últiples aplicaciones lexicogr áficas que dicho análisis ofr ece, nos centr ar em os en estas líneas en una m uy concr eta, r elativa a la plasm ación en el diccionar io diacr ónico del pr oceso de gr am aticalización que, sufr ido por un núm er o im por tante de adver bios y locuciones, favor ece la tr ansfor m ación pr ogr esiva de los m ism os en par tículas dotadas de un valor discur sivo que sobr epasa la m er a infor m ación conceptual de la lexía pr im itiva. Tr as una br eve intr oducción acer ca de la per tinencia de la noción m ism a de gr amaticalización en el m ar co de la evolución adver bial y del posible inter és que el estudio de la m ism a puede alber gar par a la r edacción de la m icr oestr uctur a de las entr adas adver biales, centr ar em os nuestr a atención en el análisis evolutivo de deter m inadas unidades léxicas, con el fin de poder apor tar al lexicógr afo las her r am ientas necesar ias par a la utilización efectiva en el diccionar io de datos lingüísticos a pr ior i abstr actos. Concr etam ente, tom ando com o punto de par tida conclusiones par ciales obtenidas en tr abajos anter ior es a par tir de la descr ipción del com por tam iento sem ántico y pr agm ático de adver bios y locuciones de m odalidad epistém ica anclados en la esfer a de lo r eal (r ealmente, en r ealidad, cier tamente, por cier to, segur amente), pr opondr em os a continuación el análisis de tr es unidades igualm ente m odalizador as, per o m or fológica y sem ánticam ente der ivadas de la base léxica com ún duda: dudosamente, indudablemente, sin duda. El estudio de la histor ia de estas tr es unidades nos per m itir á com pr obar el gr ado de validez de los pr esupuestos de par tida, así com o establecer nuevos postulados en el ám bito de la gr am aticalización adver bial.

___________________________________________________________________ [1] Se tr ata del pr oyecto FFI2010-12154, «Estudio diacr ónico de adver bios y locuciones adver biales par a su descr ipción en el Nuevo diccionar io histór ico de la lengua española», dir igido por M ar ía Pilar Gar cés y desar r ollado entr e 2010 y 2014 148


1. GRAM ATICALIZACIÓN ADVERBIAL Y DICCIONARIO: REFLEXIONES INICIALES. El pr im er inter r ogante que debem os plantear nos atañe a la existencia m ism a de un pr oceso de gr am aticalización digno de tal nom br e en el ám bito de la evolución de las unidades adver biales. La cuestión no es banal y ha desper tado, en los últim os años, un gr an inter és en la liter atur a especializada. Fr ente a aquellos que consider an que las tr ansfor m aciones sufr idas por adver bios y locuciones no r esponden a un pr oceso fiel a las condiciones necesar ias par a poder hablar str icto sensu de gr am aticalización[2], se sitúan los que opinan, por el contr ar io, que, si bien dotados de car acter ísticas pr opias -no siem pr e coincidentes con las establecidas por la teor ía m ás canónica- los pr ocesos que afectan a las unidades adver biales deben ser incluidos en el univer so de la gr am aticalización, tom ada esta en sentido am plio. Es en esta per spectiva en la que par ecen situar se la m ayor par te de las tesis, m onogr afías y ar tículos r ecientes dedicados al estudio de la evolución adver bial en lengua española[3], entr e ellos los publicados en el seno del pr oyecto de investigación al que se adscr ibe el pr esente tr abajo. Si los investigador es par ecen decantar se m ayor itar iam ente por asociar la noción de gr amaticalización (bajo esta u otr as denom inaciones ?volver em os enseguida sobr e ello-) a los pr ocesos de evolución adver bial, ello se debe, esencialm ente, al hecho de que la m ayor par te de las unidades descr itas hasta el m om ento par ecen r esponder a cr iter ios evolutivos sim ilar es, por los que dejan de funcionar exclusivam ente com o m er os cir cunstantes de alcance lim itado a la for m a ver bal (o adjetiva), par a conver tir se en elem entos de alcance supr aor acional y/o extr aor acional. Dos aclar aciones nos par ecen, no obstante, necesar ias, a fin de dejar constancia de nuestr a visión del asunto que nos ocupa y explicar en qué m edida los pr ocesos de gr am aticalización adver bial son susceptibles de inter esar al lexicógr afo.

1.1. Adver bio gr amaticalizado? ¿en qué momento? Siguiendo el esquem a pr opuesto por Tr augott (1995), se acepta casi unánim em ente que, en el cam ino r ecor r ido por el adver bio hacia su gr am aticalización com pleta, cuatr o son las etapas posibles (aunque, com o m uestr an los ejem plos y r ecor dar em os después, no necesar iam ente som etidas a sucesión cr onológica): (Unidades libr es) > Adver bios ver bales > Adver bios or acionales > M ar cador es del discur so[4] (a) Por cier to es clam ado so nom br e (1200, cdh[5]). (b) Sabet por çier to que non dor m ién (1215, cdh). (c) Com ién pan de or dio / que non d?al / por çier to non echaban sal (1215, cdh). (d) Véngassete em iente ?dixo el r ibaldo- desta palabr a que agor a dexiste, ca, por cier to, m ucho m ejor m e r espondió un hom br e bueno a las pr eguntas que le fazía que tú no sabes r esponder (1300-1305, cdh).

Se ha consider ado fr ecuentem ente que el adver bio or acional es ya un adver bio gr amaticalizado. Defendem os, sin em bar go, que, en tal estadio de evolución, la unidad adver bial, aun pr esentando una car ga de subjetivación suficiente com o par a ofr ecer alcance or acional y dejar vislum br ar, con ello, la opi-

___________________________________________________________________ [2] Puede ver se a este r especto, por ejem plo, Leem ann (1995). [3] Sir van com o m uestr a, entr e otr as m uchas, las siguientes, pr óxim as a nuestr o ám bito concr eto de estudio: Estellés (2009), González M anzano (2013), Gar cés (2008, 2014). [4] Par a toda infor m ación r elativa a la clasificación de los adver bios com o ver bales (intr aor acionales, adjuntos), or acionales (supr aor acionales, disjuntos) y m ar cador es (extr aor acionales, conjuntos), así com o a los posibles cr iter ios de delim itación, pueden ver se, entr e otr os, Rodr íguez Ram alle (1999: 144-145; 2003: 49-50) o Tor ner Castells (2007: 36 y ss.). [5] M ás adelante se explicar á con m ayor detalle la elección del cor pus de r efer encia. 149


nión del locutor sobr e el contenido el enunciado, no ha adquir ido todavía la car acter ística esencial que per m ite, a nuestr o juicio, hablar de ver dader a gr am aticalización, a saber, la inter subjetividad o, lo que es lo m ism o, la capacidad de vehicular una subjetividad com par tida por hablante y oyente, car gada de fuer za ilocutiva y capaz de asum ir, en consecuencia, un r ol ar gum entativo en el discur so. En nuestr a opinión, así pues, sólo es factible calificar de gr amaticalizada a la unidad adver bial funcional en el m ar co extr aor acional, que adopta, en m ayor o m enor gr ado, la natur aleza de m ar cador discur sivo, per m itiendo guiar las infer encias de la com unicación[6].

1.2. De gr amaticalización y gr amaticalizaciones. De entr e las m últiples car acter ísticas específicas que, tr adicionalm ente asociadas a la gr am aticalización, los pr ocesos de evolución adver bial no siem pr e r espetan, cabe destacar una, por su r elevancia en el ám bito lexicogr áfico que aquí nos inter esa: la desem antización. Si entendem os por gr am aticalización la tr ansfor m ación de una unidad léxica en unidad gr am atical (o el aum ento de las funciones gr am aticales de una unidad ya gr am atical)[7], podem os intuir fácilm ente que la pér dida de significado léxico ?en las unidades or iginalm ente dotadas del m ism o- se constituye com o car acter ística sine qua non del pr oceso. Ahor a bien, en el caso de los adver bios, r ar as son las evoluciones en las que se docum enta una com pleta subducción, con pér dida total del valor conceptual y sustitución del m ism o por significado exclusivam ente pr ocedim ental, tal com o, a juzgar por definiciones canónicas del pr oceso, deber ía ocur r ir : La gr am aticalización es el paso de un contenido conceptual a otr o pr ocedim ental, m ás abstr acto y m ás ligado a los datos contextuales par a su inter pr etación (Escandell Vidal y Leonetti, 2004:1733).

Ello, cr eem os, no obliga a r echazar la idea de una posible actuación de la gr am aticalización sobr e la categor ía adver bial, aunque sí podr ía justificar el establecim iento de una dicotom ía ter m inológica, delim itador a de los casos en los que se pr oduce un com pleto vaciado sem ántico o blanqueamiento (Bybee 2003) y de aquellos otr os car acter izados por la apar ición de un significado pr ocedim ental que no anula totalm ente el significado léxico por tado por la unidad gr am aticalizada, pues Las funciones pr agm áticas que adquier en estos m ar cador es están estr echam ente vinculadas al significado conceptual or iginar io de los com ponentes [de los m ism os]. (Gar cés 2008: 207)

De este m odo, si, por r azones de coher encia inter na, optam os aquí por una única denom inación (gr amaticalización) par a r efer ir nos a todos los casos de evolución adver bial, exista o no blanqueam iento sem ántico, no nos m ostr am os contr ar ios a la idea de establecer difer encias nocionales y ter m inológicas entr e evoluciones diver gentes; ello nos per m itir ía, por ejem plo, definir las difer encias de funcionam iento evolutivo entr e la locución por cier to (único caso de subducción com pleta en el par adigm a de la m odalidad epistém ica[8]) y su cor r elato adver bial cier tamente, en el que sigue per viviendo con fuer za la sem ántica pr im igenia de la base adjetiva. Podr ían, así, oponer se nociones com o las siguientes: gr amaticalización vs. pr agmaticalización; gr amaticalización exter na/completa vs. gr amaticalización inter na/par cial. ____________________________________________________________________ [6] Ahor a bien, lejos estam os de poder apor tar pr uebas pr ecisas, a pesar de las incontables páginas escr itas al r especto, que per m itan difer enciar, en los cor pus, los usos exclusivam ente or acionales, los am biguos y los m ar cadam ente discur sivos, r ecayendo a m enudo la labor de delim itación en la conciencia lingüística (a m enudo desgr aciadam ente desincr onizada) del investigador. [7] Es esta una de las definiciones m ás conocidas del pr oceso, acuñada por Hopper y Tr augott (2003: 1-2): ?Gr am m aticalization r efer s to that par t of the study of language change that is concer ned w ith such questions as how lexical item s and constr uctions com e in cer tain linguistic contexts to ser ve gr am m atical functions or how gr am m atical item s develop new gr am m atical functions?. [8] La evolución peculiar de la locución, cuyo significado epistém ico inicial se ve sustituido por la función discur siva de m ar cador de digr esión, ha seducido a gr an cantidad de lingüistas, que han analizado las r azones de tan par ticular r ecor r ido, así com o las posibles cr onologías del cam bio. Pueden ver se, por ejem plo, las apor taciones de López Izquier do (2008), Leal Abad (2008) o Estellés (2009). 150


1.3. El inter és de la gr amaticalización adver bial en el diccionar io. De las m uchas enseñanzas que quien suscr ibe ha podido obtener de su m aestr o, José Antonio Pascual, dos convicciones r elativas al tr abajo del lexicógr afo han dejado par ticular huella, convir tiéndose casi en obsesiones inher entes a toda incur sión en el univer so del diccionar io. Por una par te, defendem os la idea de que ninguna definición lexicogr áfica puede escapar a un ser io y pr ofundo tr abajo lingüístico pr evio de descr ipción sem ántica de la voz definida, tr abajo par ticular m ente valioso en lexicogr afía diacr ónica. Por otr a, com par tim os con el dir ector del Nuevo diccionar io histór ico la cer teza de que las unidades léxicas no pueden ser definidas de m aner a aislada, sino que, bien al contr ar io, deben ser analizadas a par tir de las r elaciones que m antienen con otr as unidades del sistem a (Pascual Rodr íguez y Gar cía Pér ez, 2008: 11), tanto en el plano sintagm ático com o en el par adigm ático. En el ám bito que nos ocupa, las r elaciones sintagm áticas entr e unidades adver biales y for m as ver bales constituyen una excelente fuente de infor m ación acer ca de las m odificaciones sem ánticas sufr idas por las pr im er as y ofr ecen, por tanto, un innegable valor par a la adecuada descr ipción y plasm ación en el diccionar io de las m ism as (Villar Díaz, 2005b en pr ensa). Por su par te, las r elaciones par adigm áticas per m iten al investigador com pr ender las tr ansfor m aciones vividas por las unidades adver biales en el m ar co de par adigm as y subpar adigm as de unidades sem ántica o funcionalm ente sim ilar es, aspecto que r etendr á par ticular m ente nuestr a atención en los apar tados que siguen. De acuer do con todo ello, consider am os que el análisis lingüístico de los pr ocesos de gr am aticalización adver bial puede ser de gr an utilidad al lexicógr afo, en la m edida en que favor ece:

a) La descr ipción detallada de los pr ocesos evolutivos sufr idos por las unidades estudiadas, con especial atención al paso de un significado exclusivam ente conceptual a otr o conceptual-pr ocedim ental o pur am ente pr ocedim ental. b) El establecim iento de cr onologías apr oxim adas de tr ansfor m ación sem ántico-pr agm ática. c) La com pr ensión de la evolución definida en el m ar co de las r elaciones sintagm áticas y, sobr e todo, par adigm áticas de los adver bios y locuciones estudiados.

Par tiendo de tales pr em isas y aplicando los pr incipios m etodológicos pr opuestos por Gar cés (2008)[9], el diccionar io histór ico podr á ofr ecer al usuar io una infor m ación detallada y fiable de los difer entes usos pr esentados por las entr adas adver biales a lo lar go de la histor ia, super ando con ello las escuetas definiciones pr opuestas por los diccionar ios sincr ónicos, a m enudo car acter izadas por la indifer enciación de valor es ver bales, or acionales y discur sivos, así com o por la escasísim a atención pr estada a la noción de par adigm a y a su inter és en la com pr ensión de los pr ocesos evolutivos.

2. EVOLUCIÓN SEM ÁNTICO-PRAGM ÁTICA DE LAS UNIDADES ADVERBIALES DE M ODALIDAD EPISTÉM ICA. 2.1. Adver bios epistémicos de r ealidad: pr emisas de par tida. El estudio en pr ofundidad de cinco unidades adver biales ancladas en la esfer a de lo epistém icam ente r eal (Villar Díaz, 2013) nos per m itió, en la línea de lo ar r iba señalado, tr azar las pr incipales líneas evolutivas específicas de los adver bios y locuciones en cuestión, par a su plasm ación en el diccionar io histór ico (Villar Díaz, 2015a en pr ensa), así com o establecer una ser ie de conclusiones par ciales acer ca del pr oceso de gr am aticalización de los m ism os.

___________________________________________________________________ [9] Pueden ver se m odelos de definición establecidos a par tir de tales pr incipios m etodológicos en Gar cés (2013; 2014) o Villar Díaz (2015a en pr ensa).

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No consider am os útil r etom ar aquí la histor ia par ticular de cada una de las lexías estudiadas; par ece esencial, en cam bio, r ecor dar nuestr as pr incipales hipótesis gener ales, a fin de com pr obar si la evolución de otr as unidades adver biales adscr itas al par adigm a de la m odalidad epistém ica r esponde a idénticos par ám etr os. El análisis r ealizado nos pr opor cionó las siguientes conclusiones pr incipales: a) La totalidad de adver bios y locuciones estudiados pr esenta una evolución m ar cada por la m odificación sustancial de su alcance. A m enudo r educidas, en un pr im er estadio, al valor de cir cunstante ver bal (m ás r ar am ente de unidad libr e), las unidades adver biales som etidas a exam en se m ostr ar án r ápidam ente aptas a am pliar su nivel de pr edicación, alcanzando sistem áticam ente, de m aner a m ás o m enos evidente, el plano extr aor acional y tr ansfor m ándose, así, en m ar cador es. Cabe, pues, hablar de gr am aticalización adver bial, entendida esta en sentido am plio. b) El pr oceso de gr am aticalización de las unidades analizadas se basa, en la m ayor par te de los casos, en la activación de cier tos elem entos sem ánticos pr esentes en la lexía de base, lo que favor ece la conser vación, en m ayor o m enor m edida, del significado conceptual or iginal, el cual convivir á, de este m odo, con la sem ántica pr ocedim ental sur gida de la apar ición de la inter subjetividad. c) La evolución de los adver bios estudiados cer tifica la existencia efectiva de las difer entes etapas de gr am aticalización pr opuestas por Tr augott (1995), aunque no par ece posible defender la sucesión cr onológica de las m ism as. Conser vando cada unidad su idiosincr asia, debida a sus pr opias par ticular idades (época de apar ición, usos textuales, sem as activados en el discur so? ), la totalidad de las unidades bajo análisis m uestr a la coexistencia, desde épocas tem pr anas, de los distintos valor es -intr aor acional, supr aor acional y extr aor acional-. Puede hablar se de gr adación, no obstante, si se consider a la per spectiva estr ictam ente cuantitativa: si en los pr im er os siglos de vida de la unidad adver bial la m ayor par te de sus usos se r educen a la com plem entación ver bal, las posibilidades de em pleo en el m ar co de la or ación o del discur so ir án aum entando paulatinam ente, hasta conver tir se en casi exclusivas en la actualidad. d) La noción de par adigma r esulta fundam ental en el tr abajo de descr ipción de los pr ocesos de gr am aticalización adver bial. ?Entender la evolución de los adver bios [de m odalidad epistém ica] pasa, necesar iam ente, por consider ar la histor ia de todos y cada uno de los elem entos que integr an el par adigm a, pues sólo teniendo en cuenta que en el inter ior del m ism o se van a pr oducir dobletes, enfr entam ientos y especializaciones, en un sistem a en el que cada elem ento tr atar á de encontr ar su pr opio espacio, podr em os entender adecuadam ente los distintos pr ocesos de gr am aticalización y, sobr e todo, sus diver sos r esultados? (Villar Díaz, 2013: 196).

2.2. Adver bios y locuciones constr uidos a par tir de la base léxica duda. Las r eflexiones contenidas en el pr esente apar tado der ivan del estudio de tr es nuevas unidades del par adigm a adver bial de m odalidad epistém ica: dudosamente, indudablemente, sin duda. El análisis de dichas unidades se ha llevado a cabo siguiendo los pr incipios m etodológicos ya em pleados con anter ior idad, entr e los que cabe destacar la utilización del cor pus cdh, con selección de tipo diatópico (sólo las ocur r encias peninsular es han sido tenidas en cuenta). Ahor a bien, ante la escasez de ejem plos ofr ecidos por cdh par a deter m inadas for m as léxicas, dadas las lim itaciones inher entes al cor pus[10], hem os r ecur r ido igualm ente a la consulta de los dos gr andes r eper tor ios académ icos, CORDE y CREA.

____________________________________________________________________ [10]Par a toda infor m ación útil sobr e el cor pus de r efer encia puede ver se Pascual Rodr íguez y Dom ínguez (2009). Acer ca de los pr oblem as der ivados del uso de cor pus en el estudio de los pr ocesos de gr am aticalización r em itim os a Estellés (2009: 37 y ss.), Pons Rodr íguez (2010: 528 y ss.) o González M anzano (2013: 69 y ss.). 152


2.2.1. Dudosam ente. Se docum enta tar díam ente el adver bio en nuestr os cor pus (concr etam ente en 1427), a pesar de que el adjetivo que se encuentr a en su base se usó desde los or ígenes de la lengua. Per o si sor pr ende la no apar ición de dudosamente antes del siglo XV, m ás sor pr endente aún r esulta la anecdótica fr ecuencia de em pleo que par ece haber tenido el adver bio a lo lar go de la histor ia, a juzgar por las escasísim as ocur r encias r ecogidas en cdh (solam ente 13) e incluso en cor de (no m ás de 42). Fr ente a ello, llam an la atención las 44 concor dancias que ofr ece cr ea par a el br eve per íodo com pr endido entr e 1977 y 2004. Este m ar cado desequilibr io no es casual y r esponde a un clar o pr oceso evolutivo que afecta no sólo a la sem ántica del adver bio, sino tam bién, y sobr e todo, a sus usos pr agm áticos por par te del hablante. El valor or iginal de la for m a adver bial dudosamente r esponde, com o en el caso de todas las unidades analizadas hasta la fecha, a una com plem entación exclusivam ente intr aor acional; el adver bio, unido a for m as ver bales o adjetivos dever bales, vehicula la expr esión de una cir cunstancia de la acción, par afr aseable por ?con dudas? o locuciones sim ilar es y que r em ite a la per cepción física (m ás fr ecuente en los pr im er os siglos) o m ental (en pr ogr esión paulatina) de la r ealización de la acción evocada:

(1) desque salier on del agua e se fuer on allegando por la tier r a fir m e, desvisár onlas non dubdosa mente [~no con dudas, sin dudar ] (Enr ique de Villena, Tr aducción y glosas de la Eneida, 1427-1428, cor de). (2) Antepuesto al ver bo dever se habla dudosa mente [~manifestando duda, hipotéticamente] en cantidad de num er o ó tiem po: deve de aver un año (Gonzalo Cor r eas, Ar te de la lengua española castellana, 1625, cor de). (3) Fui acer cándom e dudosa mente [~con dudas] a ella, violentando m is deseos, per o ya asegur ado llegué a asom ar m e del todo a aquel r asgado balcón del ver y del vivir (Baltasar Gr acián, El cr iticón, 1651, cor de).

Si bien es cier to que el valor intr aor acional de dudosamente es susceptible de ser docum entado en la actualidad, su fr ecuencia r eal de apar ición, pr ácticam ente nula[11], suele r esponder a r azones idiosincr ásicas. Así, por ejem plo, sólo dos ocur r encias son r ecogidas por cr ea, ?señalaba dudosam ente un cam ino? y ?aventur ó dudosam ente unas pocas notas?, am bas pr ocedentes de un m ism o escr itor (Antonio M uñoz M olina) y docum entadas en la m ism a obr a (El invier no en Lisboa). A difer encia de adver bios com o r ealmente, cier tamente o segur amente, que pr onto desar r ollar án em pleos supr a y extr aor acionales, dudosamente per m anecer á anclado en el uso ver bal y no dar á un paso m ás en su pr ogr esión sem ántico-pr agm ática hasta el siglo XX. Par a tr atar de explicar tal diver gencia de funcionam iento, avanzam os la hipótesis de que el ám bito sem ántico de la duda par ece m enos apr opiado que el de la cer teza par a pr opiciar la activación de deter m inados elem entos esquem áticos de la base léxica y, en consecuencia, la paulatina especialización ilocutiva del adver bio en el discur so. Los pr incipales usos pr agm áticos de las unidades adver biales de cer teza (r efuer zo ar gum entativo sim ple, r efuer zo ar gum entativo por oposición y r efuer zo r eactivo en contexto dialógico) no pueden, así, desar r ollar se en el m ar co de un adver bio que, vehiculando duda, no goza de las condiciones sem ánticam ente necesar ias par a conver tir se en m ar ca de apoyo ar gum entativo. El siglo XX ser á testigo, sin em bar go, de una inter esante tr ansfor m ación del adver bio estudiado. Desde el punto de vista de la com binator ia sintagm ática, se pr oduce una m odificación esencial que no puede pasar desaper cibida: desde pr incipios de siglo se apr ecia una consider able r educción del núm er o de coapar iciones de dudosamente con for m a ver bal, en beneficio de estr uctur as sintácticas de tipo adver bio + adjetivo. La com binación de dudosamente con unidades adjetivas no es nueva, pues se docum enta desde las pr im er as ocur r encias del cor pus; ahor a bien, el aum ento exponencial de pr edicaciones adjetivas, ___________________________________________________________________ [11] No en vano se inter r oga Santos, bajo la entr ada dudosamente de su Diccionar io de par tículas (2003) y en el m ar co de la acepción dir ectam ente tom ada de DRAE ?adver bio m odal. Con duda?, acer ca de la factibilidad en español contem por áneo de dicha acepción. ?¿Podr ía decir se Lo dijo dudosamente?? se pr egunta el sem antista. No apor ta r espuesta y pr esenta la acepción com o posible, per o la m er a existencia del cuestionam iento da fe del escaso funcionam iento r eal que el adver bio ofr ece actualm ente en contexto pur am ente intr aor acional. 153


así com o la evolución de la posición adver bial (pr em odificación en lugar de postm odificación) y la tr ansfor m ación del tipo de adjetivo seleccionado por el adver bio (de adjetivos dever bales a adjetivos calificativos) cer tifica la existencia de un cam bio pr ofundo que afecta a la sem ántica de la for m a adver bial y, con ello, a su capacidad pr agm ática. Véanse los siguientes ejem plos:

(4) Y conocí en este caso que el tem or en los casos pr evistos dudosa mente [~con dudas] no es cobar día (Diego Duque de Estr ada, Comentar ios del desengaño de sí mismo. Vida del mismo autor , 1607-1645, CORDE). (5) Si aquella opinión, o por r azón o por autor idad, se haga a alguno dudosa mente [~con dudas?] pr obable, concedo la consequencia (Benito Jer ónim o Feijoo, Theatr o Cr ítico Univer sal, 1733, CORDE). (6) El ?todos salim os ganando? ?eslogan elector al dudosa mente acer tado y opor tuno [~poco acer tado y opor tuno; desacer tado e inopor tuno] deber ía ser vir de santo y seña de este pr oceso de integr ación (Pr ensa, ABC, 1989, CREA). (7) Er a una habitación sin casi nada, de par edes dudosa mente blancas [~no blancas, sucias] (Álvar o Pom bo, El metr o de platino ir idiado, 1990, CREA).

La secuencia (4) pr esenta un uso que r esponde per fectam ente al valor de cir cunstante ar r iba explicado. En el siglo XVIII, sin em bar go, la unidad adver bial bajo estudio com ienza tím idam ente a pr em odificar adjetivos no dever bales (secuencia 5), vehiculando una sem ántica cer cana todavía, pr obablem ente, a la or iginal. Per o aquí se sientan las bases del que se ser á el único em pleo actual de dudosamente ante adjetivo calificativo de contenido evaluativo positivo (secuencias 6 y 7), así com o de la locución equivalente de dudoso/a + sustantivo: del valor ?neutr o? inicial se llega a un uso clar am ente m ar cado por la subjetividad del hablante, en el que la duda acer ca de una deter m inada cualidad se desplaza hacia la atenuación o incluso negación de su existencia. Subjetividad e inter subjetividad en el m ar co del discur so tendr án, de este m odo, clar as consecuencias sobr e el em pleo de dudosamente, que adquier e la condición de r ecur so pr agm ático par a la expr esión de una opinión negativa, suavizada eufem ísticam ente bajo el disfr az de una duda en r ealidad inexistente:

(8) El por tavoz par lam entar io del PSOE, Jesús Calder a, estim ó ayer que es ?dudosa mente legal y éticam ente inadm isible? la com patibilidad entr e el car go de diputado en la com isión de infr aestr uctur as y el de asesor de una inm obiliar ia pr ivada (Pr ensa, El País, 2002, cr ea).

Con este significado, la voz adver bial puede igualm ente, aunque los ejem plos son, por el m om ento, lim itados, sobr epasar los lím ites de la pr edicación adjetiva intr aor acional par a alcanzar la pr edicación supr aor acional:

(9) [Esas filosofías] dudosa mente pueden per m anecer bajo el r ótulo de ?antr opología filosófica? (Antonio Aguiler a, Hombr e y cultur a, 1995, CREA).

En definitiva, si dudosamente no se ha conver tido en un m ar cador pr opiam ente dicho, a la m aner a de sus com pañer os de par adigm a r ealmente, cier tamente y segur amente, sí que r esponde a un pr oceso clar o de gr am aticalización; su em pleo actual, por tador de un significado m ás pr ocedim ental que conceptual, explica el pr ogr eso im par able de la unidad adver bial, dotada de una fuer za ar gum entativa nueva, que, incom patible con su sem ántica or iginal, se hace fuer te, sin em bar go, en el m ar co de la expr esión eufem ística de la negación calificativa.

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2.2.2. I nduda blemente[12]. La for m a adver bial indudablemente hace su apar ición en la lengua en época tar día. Si, basándose en los cor pus académ icos, Sánchez Jim énez (2013: 264) sitúa su sur gim iento en la segunda m itad del siglo XVI, lo cier to es que una sola ocur r encia es docum entada por cor de en dicha centur ia. Una segunda, de 1698, y dos m ás, datadas en el siglo XVIII, vienen a com pletar el pobr e panor am a de uso del adver bio en español peninsular hasta el siglo XIX, m om ento en el que par ece situar se el ar r anque efectivo de em pleo de la unidad adver bial[13], que no cesar á de pr ogr esar hasta nuestr os días:

Tabla I Núm er o de ocur r encias de indudablemente en español peninsular (CORDE - CREA)

La lexía indudablemente, no dotada de cor r elato no pr efijado[14], pr esenta una evolución m uy sim ilar a la ofr ecida por adver bios com o r ealmente[15]. Señalem os, par a com enzar, que la pr im er a docum entación de que disponem os r esulta am bigua, a causa, sobr e todo, de la posición del adver bio en la secuencia: (10) E induda blemente los m ás de los com pañer os pensaban que no habían acer tado en cr eer a aquel indio (Gonzalo Fer nández de Oviedo, Histor ia gener al y natur al de las Indias, 1535-1557, CORDE).

Si bien cabr ía inter pr etar indudablemente com o cir cunstante del ver bo pensar , ser ía factible asim ism o entender la separ ación sintáctica com o pr ueba incipiente del car ácter supr aor acional del adver bio. Es, pr obablem ente, tal constatación la que lleva a Sánchez Jim énez (2013: 264) a afir m ar que ?ya desde m ediados del siglo XVI los dos adver bios [indudablem ente e indubitablem ente] están habilitados par a ser vir com o r efuer zo del enunciado?. Tal asever ación debe ser tom ada, no obstante, a nuestr o juicio, con cautela, puesto que las r estantes ocur r encias peninsular es de la for m a adver bial anter ior es al siglo XIX se am oldan, sin dem asiada dificultad, a la expr esión de la pur a pr edicación ver bal, pasando de dar cuenta de una suer te de ?epistem icidad objetiva?[16] o evidencialidad a otr a tím idam ente subjetiva, por desplazam iento m etafór ico de lo físicam ente dem ostr able o inexor able (ejem plos 11 y 12) a lo epistém icam ente ir r efutable (ejem plo 13).

_________________________________________________________________ [12] No tr atar em os aquí, por falta de espacio, la evolución de las var iantes cultas del adver bio (indubitablemente, indubitadamente). Acer ca del pr im er o, pueden ver se algunos datos en Sánchez Jim énez, 2013. [13] Señalem os, a m odo de indicación, que los pr im er os usos peninsular es docum entados por cdh se sitúan en 1833. [14] El análisis en el cor pus de las bases adjetivas dudable e indudable no par ece car ente de inter és par a com pr ender la ausencia de la, sin em bar go, m or fológica y sem ánticam ente posible unidad adver bial dudablemente. Cabe notar, por una par te, la escasísim a apar ición, en tér m inos absolutos, del adjetivo dudable, fr ente al extr aor dinar iam ente fr ecuente indudable; por otr a, de las algo m ás de cien ocur r encias que cor de r ecoge par a dudable a lo lar go de la histor ia, solam ente dos son utilizadas en contextos no negados, es decir, no intr oducidos por el adver bio de negación no o la pr eposición sin (no es dudable, sin ser dudable). Todo ello da m uestr a del hecho evidente de que am bos adjetivos, dudable e indudable, han sido em pleados desde siem pr e con sem ántica clar am ente or ientada a la negación de la duda, o lo que es lo m ism o, la expr esión de la cer teza, de donde se der iva no sólo la ausencia de la for m a dudablemente, sino tam bién la desapar ición pr ogr esiva de dudable (en r ealidad no dudable) ?sólo cinco ejem plos se docum entan en cr ea- a favor de la for m a pr efijada. [15] Par a una infor m ación detallada acer ca de la histor ia de la unidad adver bial r ealmente, puede ver se Villar Díaz (2013: 170-177). [16] Véase la inter pr etación que dam os a tal denom inación en Villar Díaz (2013: 162).

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(11) Y así, por no aventur ar se a lo que les podía suceder, se quisier on ofr ecer a la m uer te, que no les pudo faltar en br eve en la isleta donde quedar on por estar despoblada y no haber sacado bastim ento m ás que par a cuatr o días; ni tam poco les quedó batel ni otr o géner o de em bar cación par a salir de allí; con que induda blemente per ecier on todos (Fr ay Gaspar de San Agustín, Conquistas de las islas Filipinas, 1698, CORDE). (12) Y nosotr os, en cuatr o m eses que anduvim os por estos cam pos, r egistr ando bosques y pr ados par a nuestr os fines, no vim os uno. Esto pr ueba induda blemente la poca pr opor ción del ter r eno par a cr ías (M anuel Antonio de Flor es, Car ta de M anuel A. de Flor es al mar qués de Valdelir ios, 1756, CORDE). (13) Per o lo m ejor ser á atener se á lo que he escr ito de los Colins ó Ynam bús; por que el Autor, y lo m ism o todos los que han hablado de ellos, no los han conocido ni descr ito de m odo que se conozcan induda blemente (Félix de Azar a, Apuntamientos par a la Histor ia Natur al de los páxar os del Par agüay y Río de la Plata, 1802-1805, CORDE).

El siglo XIX ver á nacer, junto a tales valor es adjuntos (que sobr evivir án, aunque en pr ogr esivo declive, hasta la actualidad), otr os que sobr epasan, ya sin am bigüedad posible, la esfer a intr aor acional evidencial par a dar cuenta de la pr esencia asum idam ente subjetiva del hablante tr as los enunciados: (14) Esta indicación á m i ver es induda blemente de m i páxar o, que no cr eo hem br a del anter ior, com o sospecha Buffon, sino especie diver sa (Félix de Azar a, Apuntamientos par a la Histor ia Natur al de los páxar os del Par agüay y Río de la Plata, 1802-1805, CORDE. (15) He aquí bien clar a la gr an calam idad, que entr etanto que lo es par a la Eur opa, lo es induda blemente par a el que escr ibe (M ar iano José de Lar r a, La calamidad eur opea, 1834, CORDE).

Llegado a este punto de su desar r ollo, el adver bio r eúne ya las condiciones suficientes par a tr aspasar con total liber tad la fr onter a im puesta por los lím ites de la or ación y actuar sobr e el discur so, en el que, a difer encia de dudosamente y en confor m idad con el significado conceptual que la pr efijación negativa añade a la base léxica duda(ble), adopta cóm odam ente el espacio discur sivo de r efuer zo de la aser ción. Así, al igual que ocur r e con r ealmente (Villar Díaz, 2013: 175): Por m etonim ia (Tr augott y Dasher 2002), gr acias a la apar ición de pr ocesos infer enciales pr agm áticos que activar án elem entos de la im agen esquem ática del adver bio (Sw eetser 1988), la sim ple expr esión de la valor ación que el hablante hace de la pr oposición enunciada devendr á elem ento de ar gum entación, convir tiéndose así en ver dader o m ar cador, capaz de dir igir la inter pr etación de lo dicho con r especto al contexto inm ediatam ente anter ior o poster ior o al univer so de com unicación com par tido por locutor e inter locutor.

Indudablemente funcionar á, de este m odo, al igual que los r estantes adver bios del par adigm a, com o m ar cador de r efuer zo ar gum entativo, pudiendo, asim ism o, al igual que cier tamente, ser vir de intr oductor de una cláusula de atenuación de la oposición, a tr avés del r econocim iento del ar gum ento del inter locutor, el cual, aunque indudable, no deja de pr esentar se com o insuficiente: (16) Nos decía el Sr. M anter ola: ¿Qué tenéis que decir de la Iglesia, qué tenéis que decir de esa gr an institución, cuando ella os ha am am antado a sus pechos, cuando ella ha cr eado las univer sidades??. Es ver dad, yo no tr ato, nunca, absolutam ente nunca, de ser injusto con m is enem igos. Cuando la Eur opa enter a se descom ponía, cuando el feudalism o r einaba, cuando el m undo er a un caos, entonces, cier tam ente, induda blemente, las teor ías de la Iglesia r efr enar on a los poder osos, com batier on a los fuer tes, levantar on el espír itu de los débiles y extendier on r ayos de luz, r ayos benéficos, sobr e todas las tier r as de Eur opa, por que er a el único elem ento intelectual y espir itual que había en el caos de la bar bar ie. Por eso se fundar on las univer sidades. Per o ¡ah, Sr. M anter ola! ¡Ah, Sr es. Diputados! M e dir ijo a la Cám ar a: com par ad las univer sidades que per m anecier on fieles, m uy fieles a la idea tr adicional después del siglo XVI, con las univer sidades que se separ ar on de esta idea en los siglos XVI, XVII y XVIII. Pues qué ¿puede com par ar el Sr. M anter ola nuestr a m agnífica univer sidad de Salam anca, puede com par ar la hoy con la univer sidad de Oxfor d, con la de Cam br igde o con la de Heidelber g? No. (Em ilio Castelar, Discur so sobr e la liber tad r eligiosa, 1869, CORDE).

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Añadam os, par a ter m inar, que la unidad adver bial bajo estudio com par te tam bién con cier tamente el valor ponder ativo ante for m a adjetiva, así com o la posibilidad de funcionar com o r eactivo, ya en el m ar co de una pr oposición m odalizada, ya de m aner a holofr ástica, valor es todos ellos docum entados igualm ente desde el siglo XIX:

(17) ? Es de suponer que no se haya fugado por am or con vuestr o pr im er ayuda de cám ar a, que es un vejestor io r epugnante. - I nduda blemente no. (M anuel Fer nández y González, El guapo Fr ancisco Estevan, 1871, chd). (18) ? Y si ese villano tiene un hijo y solicita par a éste a su hija de usted al m ism o tiem po que ofr ece a pr éstam o, acceder a sus pr etensiones, m áxim e siendo el hijo honr ado, m e par ece una fr ioler a después que sé que los or gullosos de B.* han adm itido en su fam ilia a un tr atante en car nes. -I nduda blemente. (José M ar ía de Per eda, Tipos y paisajes, 1871, chd).

2.2.3. Sin duda. De contenido conceptual inicialm ente idéntico al del adver bio indudablemente, la locución sin duda, no siendo cultism o, se docum enta abundantem ente en la lengua desde el siglo XIII y sigue un pr oceso evolutivo sim ilar al pr esentado por su cor r elato adver bial (aunque con casi seis siglos de antelación). Dos diver gencias, sin em bar go, nos par ecen susceptibles de com entar io par ticular : a) En el uso de la locución adver bial sin duda, los valor es intr a y supr aor acional (anticipador del extr aor acional) par ecen coexistir desde tem pr anas ocur r encias: (19) Señor, sabed que esta donzella no sabe ya r esponder a la pr egunta que le fago, e podéys cr eer sin duda que la tengo vencida (Anónim o, La histor ia de la donzella Teodor , 1250, chd). (4)Las cosas del m undo son de tr es guisas: la una es buena e der echa sin duda , e aquélla deve om ne seguir ; e la otr a es m ala sin duda , e aquélla deve om ne fuir (Anónim o, Libr o de los cien capítulos, 1285, chd). b) Una vez gr am aticalizada la locución, sus posibilidades ar gum entativas par ecen seguir sendas liger am ente difer entes a las r ecor r idas por indudablemente. Por una par te, y de m aner a par alela a lo que ocur r e en el caso del par léxico r ealmente/en r ealidad, la locución no par ece dotada de la capacidad de expr esar contenido ponder ativo en pr edicación pr eadjetiva. Por otr a par te, sin duda par ece asum ir de m aner a m ás natur al que indudablemente un nuevo valor sur gido por desplazam iento sem ántico-pr agm ático del uso pr incipal de r efuer zo der ivado de la activación de los valor es esquem áticos de la base de duda negada. Analicem os con un poco m ás de detalle este últim o aspecto.

La locución sin duda apar ece definida, tanto en diccionar ios gener ales com o en obr as especializadas[17], com o sinónim a del adver bio indudablemente. Resulta indiscutible que, com o acabam os de indicar, am bas unidades pr esentan pr ocesos evolutivos sim ilar es que las conducen a r esultados com par tidos. Ahor a bien, fr ente al contenido pr ocedim ental de r efuer zo categór ico vehiculado de m aner a casi exclusiva por indudablemente, sin duda se pr esta con m ayor facilidad a una inter pr etación pr agm ática der ivada de la anter ior, no pr esente en los diccionar ios, que denota una suer te de atenuación del r efuer zo categór ico, par a pasar a expr esar pr obabilidad m ar cada[18]. El análisis de los cor pus per m ite situar en el siglo XVIII _________________________________________________________________ [17] Puede ver se, por ejem plo, la definición de la entr ada en el Diccionar io de Par tículas de Santos (2003). [18] Sánchez Jim énez (2013: 268) vincula esta posibilidad inter pr etativa al funcionam iento gr am aticalizado del adver bio indudablemente, aunque señala que se tr ata de un em pleo esencialm ente am er icano. En efecto, si bien nuestr o cor pus, basado, com o se ha indicado anter ior m ente, en ocur r encias peninsular es ofr ece ejem plos en los que indudablemente par ece indicar pr obabilidad alta (?Tr ataba de engañar le con aquellas expansiones que no pudo y no quiso im aginar se fuer an cier tas, con aquella fr anqueza que indudablem ente ser ía un disim ulo?, Eduar do López Bago, El separ atista, 1895, cdh), r esulta innegable que, desde la per spectiva cuantitativa, el núm er o de unidades léxicas adscr ibibles a esta segunda posibilidad pr agm ática es infinitam ente infer ior al de ocur r encias de sin duda que r esponden a la m ism a. Cabe, pues, com o hacem os en la pr esente contr ibución, establecer la hipótesis de un pr oceso en cur so de especialización pr ogr esiva de am bas unidades, al m enos en español peninsular. 157


el m om ento de inicio y expansión de esta segunda posibilidad de em pleo pr agm ático de la locución, pues a par tir de este m om ento cuando pueden docum entar se ejem plos de fiable inter pr etación, gr acias a la pr esencia en el contexto inm ediato de la unidad adver bial de elem entos léxicos o gr am aticales que or ientan el enunciado hacia el ám bito de la pr obabilidad m ás que hacia el de la cer teza[19]:

(21) lor enzo. Ya caigo en lo que puede ser . Aquí yace, sin duda , algún hijo que se te m or ir ía en lo m ás tier no de su edad (José de Cadalso, Noches lúgubr es, 1771, chd). (22) Adm ír ese en hor a buena a quien V. quisier e, que yo no conozco a ninguno de esos caballer os, per o todos ser án sin duda m uy adm ir ables (Cándido M ar ía Tr iguer os, Teatr o español bur lesco o Quijote de los teatr os, 1785, chd). (23) Su intento fue, sin duda , si yo no m e engaño, alejar la elocuencia del peligr o de contam inar se en la cor r upción del for o (Juan Pablo For ner, Exequias de la Lengua Castellana, 1788-1796, chd). (24) La ar gum entación, expuesta por m í en m i libr ito, no convenció a un ilustr e cr ítico ?Allison Peer s- quien sin duda (inter pr etam os, por que no explicaba sus r azones) tom aba el punto de vista de la estr icta lógica (Dám aso Alonso, Poesía española, 1950, chd). (25) Se tr ataba, sin duda , de un er r or de los astr os, o quizás de una tom a anticipada de Castr ofor te por las tr opas de Bendaña (Gonzalo Tor r ente Ballester, La saga/fuga de J.B., 1972, chd).

Este com por tam iento de la locución sin duda no constituye un fenóm eno aislado en el ám bito del par adigm a adver bial de m odalidad epistém ica, sino que, por el contr ar io, puede ser puesto en r elación con el funcionam iento de otr as unidades, desde la per spectiva tanto intr alingüística com o inter lingüística. En el m ar co de la lengua española y desde el punto de vista m or fosem ántico, podem os señalar la existencia de un cier to par alelism o evolutivo entr e el subpar adigm a que nos ocupa y el constituido por las unidades adver biales que denotan r ealidad, en la m edida en que en am bos casos se apr ecia, efectivam ente, la apar ición de una incipiente especialización sem ántica en el seno de un doblete léxico[20]. Asim ism o, es posible poner en r elación, sem ánticam ente hablando, la evolución de la locución sin duda y la del adver bio segur amente, pues en am bos casos se pr oduce un desplazam iento que conduce del significado or iginal ?etim ológico- de cer teza a otr o basado en la valor ación epistém ica de pr obabilidad m ar cada[21]. En cualquier caso, par ece evidente que los pr ocesos evolutivos a los que aludim os no son casuales, sino que r esponden a la acción de fuer zas inter nas que actúan en el seno de cada subpar adigm a, en el que la conver gencia de var ias unidades en un m ism o espacio lleva a la especialización sem ántico-pr agm ática pr ogr esiva de cada unidad, en pr ocesos todavía abier tos y en actual desar r ollo. Desde la per spectiva inter lingüística, r ecor dem os únicam ente que los pr ocesos de especialización par adigm ática a los que aludim os no son exclusivos de la lengua española. En este sentido, no car ecen de inter és lingüístico y lexicogr áfico (en el m ar co esta vez del diccionar io bilingüe) los estudios com par ativos. Así, por poner un ejem plo, existir ía un par alelism o digno de análisis entr e la evolución de

____________________________________________________________________ [21] Recor dem os que, en el caso del par r ealmente/en r ealidad, puede intuir se una suer te de diver gencia, en pleno pr oceso de desar r ollo, que llevar ía a una utilización cada vez m ás fr ecuente de r ealmente par a la expr esión del r efuer zo ar gum entativo y de en r ealidad par a el establecim iento de una suer te de conector antior ientado, m ar cador de oposición (Villar Díaz, 2013: 179-181). [19] Véase el análisis detallado de algunos de tales elem entos en el estudio de la evolución par alela de la voz segur amente en Villar Díaz (2015a en pr ensa). [21] En anter ior es tr abajos (Villar Díaz, 2013; 2015a pr ensa) hem os avanzado la hipótesis del ?r epar to? establecido entr e los adver bios cier tamente y segur amente par a explicar el desplazam iento sem ántico sufr ido por este últim o. 158


la locución sin duda que aquí nos ocupa y la de su equivalente léxico fr ancés sans doute, objeto igualm ente, aunque desde épocas m ás tem pr anas y en un pr oceso clar am ente m ás avanzado, de una m odificación sem ántica hacia la esfer a de la pr obabilidad, pasando del significado de ?indudablem ente? al de ?quizá?. En un últim o apunte r esta añadir que la incipiente evolución de la locución sin duda hacia la esfer a sem ántica de la pr obabilidad m ar cada no afecta, lógicam ente, a las unidades r efor zadas por elem entos léxicos dotados de fuer za ar gum entativa, unidades que siguen ancladas, en la línea de indudablemente, en la función pr agm ática de r efuer zo: sin duda alguna, sin ninguna duda, sin lugar a dudas, sin la menor duda?

CONCLUSIONES El br eve r ecor r ido efectuado a tr avés de la histor ia de las unidades dudosamente, indudablemente y sin duda nos ha per m itido r eafir m ar nos en nuestr as pr em isas de par tida. Cier tas evoluciones pr esentadas, com o las que afectan a indudablemente y sin duda, ofr ecen notables sem ejanzas con las anter ior m ente evocadas par a otr os adver bios y locuciones del par adigm a, lo que nos r econfor ta en las conclusiones par ciales pr eviam ente detalladas, de m aner a par ticular en la convicción de la absoluta necesidad de r ecur r ir a la noción de par adigma par a explicar de m aner a conveniente los m ovim ientos inter nos ocur r idos en el seno de gr upos de unidades adver biales m or fológica, sem ántica o funcionalm ente sim ilar es. Otr as evoluciones, com o la sufr ida por dudosamente, se alejan, sin em bar go, de los estándar es de gr am aticalización adver bial y favor ecen el establecim iento de nuevas hipótesis de funcionam iento: a) La antonim ia sem ántica entr e las bases léxicas de cer teza y duda tiene r eper cusiones dir ectas sobr e la capacidad de gr am aticalización com o m ar cador es del discur so de las unidades adver biales de ellas der ivadas. El pr oceso r esulta, en consecuencia, asim étr ico, pues se ve favor ecido únicam ente en los casos en los que la im agen esquem ática de la base léxica per m ite poner de r elieve una sem ántica de cer teza que per m ite activar, en el uso discur sivo del adver bio, la función pr agm ática de r efuer zo ar gum entativo. b) Otr os tipos de gr am aticalización son, sin em bar go, posibles par a unidades ancladas en el ám bito de la duda. La evolución de dudosamente y su m ar cado desar r ollo a par tir del siglo XX com o m odificador adjetivo dejan entr ever un pr oceso de gr am aticalización difer ente, que, tr ansfor m ando la duda en convicción, per m ite al hablante pr esentar en el discur so una opinión negativa envuelta en la capa r etór ica del eufem ism o. Concluir em os insistiendo en el inter és que el análisis lingüístico de la evolución de las unidades adver biales tiene par a la cor r ecta descr ipción de las m ism as en el diccionar io, concr etam ente en lo que atañe a la or ganización inter na de la m icr oestr uctur a, a la difer enciación necesar ia entr e acepciones pur am ente m odales y otr as en m ayor o m enor gr ado gr am aticalizadas, a la definición diver gente de las m ism as en función de su gr ado de contenido conceptual pr ocedim ental y, finalm ente, al establecim iento de difer encias inter nas en el m ar co de par adigm as y subpar adigm as adver biales, con especial atención a las especializaciones sem ántico-pr agm áticas exper im entadas por deter m inadas unidades, m uchas de ellas todavía en cur so.

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M ar ía Belén Villar Díaz Es doctor a en Filología Hispánica por la Univer sidad de Salam anca -donde obtiene el pr em io extr aor dinar io de tesis en 2005- y en Sciences du Langage por la Univer sidad Par ís 13. Tr as apr obar la ?Agr égation? (cátedr a nacional fr ancesa) de español en 2005, accede, ese m ism o año, a un puesto de Pr ofesor a Titular de Lingüística Hispánica en la Univer sidad de Lyon, donde tr abaja actualm ente. M iem br o activo del CRTT (Centr o de Investigación en Ter m inología y Tr aducción) de la Univer sidad de Lyon, desar r olla su investigación en los ám bitos de la ter m inología, la sem ántica y la lexicogr afía. Colabor a desde hace algunos años en la elabor ación del Nuevo diccionar io histór ico, especialm ente en el m ar co de los pr oyectos dir igidos por la doctor a M ar ía Pilar Gar cés, destinados a analizar la evolución histór ica de adver bios y m ar cador es del discur so.

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L

present ados

I BROS

por sus

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UTORES

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La Real Academia Española en su primer siglo Fer nando González Ollé Académ ico cor r espondiente de la RAE Univer sidad de Navar r a

Autor: González Ollé, Fernando Título: La Real Academia Española en su primer siglo Año de publicación: 2014 Editorial: Arco Libros Colección: Bibliotheca Philologica Formato: papel Págs.: 300 I SBN-13: 9788476358900

El libr o sur gió con la finalidad de pr opor cionar una im agen lo m ás com pleta posible, sin atender detalles ir r elevantes, sobr e la cr eación y actuación de la Real Academ ia Española en su pr im er siglo, a falta de obr as de alguna enver gadur a que cum pliesen esa función. Se ha r ecur r ido a la infor m ación, abundante y poco utilizada, ser vida por la pr opia Academ ia (acta fundacional, pr elim inar es de cada volum en del Diccionar io de Autor idades, etc.) y por otr as var iadas fuentes contem por áneas, m ás la per tinente bibliogr afía. Con opor tunas r em isiones cr uzadas, la exposición sigue una doble dir ección. Pr im er o, una histor ia lineal: or ígenes de la cor por ación, desar r ollo institucional de actividades, r eseña de acontecim ientos (Estatutos, apr obación r eal, nom br am ientos, dir ector es, subvención pública, intentos de supr esión, sedes), etc. Después, aplicar un por m enor izado análisis, en función del estatuto m etodológico de cada una, a la génesis, elabor ación, car acter ísticas y acogida de sus publicaciones. El autor del libr o, al iniciar su investigación, er a par tícipe de las ideas com unes sobr e el or igen de la Academ ia, tal com o expr esan estas palabr as ajenas: "La cr eación de academ ias y de instituciones científicas desde el m ism o com ienzo del r einado de Felipe V atestigua esa r enovación y m oder nidad que la dinastía tr aía consigo y que pr oseguir á a lo lar go del siglo", concepción pr esente, tanto en obr as elem entales com o especializadas, ya en el pr opio siglo XVIII. Su sim plificación conduce a la tan r epetida afir m ación de que la Academ ia fue fundada por Felipe V. Por el contr ar io, el autor sostiene que la em pr esa no r esponde a una iniciativa r egia ni a una innovador a política cultur al de pr ocedencia for ánea, sino a una iniciativa par ticular, com o r evela, según la investigación r ealizada, el exam en docum ental de sus cir cunstancias. 166


La fundación de la Academ ia cor r esponde a un pr oyecto pr ivado (cuyo pr incipal fin es la for mación de un diccionar io, el más copioso que pudier e hacer se o, con fr ase equivalente, tr abajar un diccionar io de la lengua), debido a don Juan M anuel Fer nández Pacheco y Zúñiga, m ar qués de Villena, quien lo com unica a un gr upo de ter tulianos de su casa en 1713. Pr oyecto que se inser ta en la línea de r enovación intelectual pr ocedente de finales del siglo XVII. Otr a cosa es que la pr axis política exija luego la sanción r eal (tar dar ía casi año y m edio en conseguir se), no sin im pedim entos adm inistr ativos. Se docum enta tam bién cóm o, pese a la pr ivilegiada posición en la cor te del m ar qués de Villena ?m ayor dom o m ayor del r ey?, la nueva institución fue acogida con r ecelo, si no con m al disim ulada oposición, entr e los altos or ganism os de gobier no, excepción hecha del Rey, quien siem pr e le m ostr ó su beneplácito. Fr ente a la gener alizada opinión hasta ahor a vigente de que la Academ ia par ticipa de un idear io advenedizo, el libr o r eseñado sostiene de m odo justificado, com o otr a novedad, que la per sonalidad cor por ativa de la Academ ia se encuadr a en el espír itu del Bar r oco español. Así lo tr aslucen, clar am ente, m últiples y var iadas m anifestaciones, que ir án quedando r efer idas. El m ar qués de Villena, par a alcanzar su inm ediato y novedoso fin, atento a la pauta de m odelos for áneos r especto a la confección del diccionar io, insufla el pr opósito innovador en una institución ?la academia?, básicam ente concebida com o un gr upo de concur r entes letr ados bajo el m ecenazgo de un noble. La m ism a or ganización, pues, que pr esentaban num er osas academ ias liter ar ias españolas de siglos pr ecedentes, especialm ente el anter ior. El seguim iento de este sistem a queda patente al per cibir cóm o al m ar qués de Villena le suceden en su función dir ector ial, por sucesivos fallecim ientos, su hijo y sus dos nietos, r elación tutelar cesante cuando el título nobiliar io r ecae en m ujer. Per o la Academ ia no encar na la m er a continuidad de pr evias entidades asociativas (quedan consignados pr ecedentes, hasta ahor a inadver tidos, si bien no inm ediatos), con dedicación hacia la Liter atur a en r euniones infor m ales, sin pr oyección social. Por el contr ar io, en aquella pr edom ina un sentim iento cor por ativo que busca im pulsar la r enovación cultur al suscitada, según queda dicho, desde los últim os años del siglo XVII, al m ar gen de la Univer sidad, por m edio de r euniones de er uditos (tal, la ter tulia del m ar qués de M ondéjar, dedicada a la cr ítica histor iogr áfica), en las que habían par ticipado algunos futur os académ icos de la Española. En el núcleo inicial de ella confluyen cor r ientes m uy diver sas, apar entem ente contr adictor ias. La figur a m ás r epr esentativa en este aspecto es la de Álvar ez de Toledo. Su explicación de la histor ia del M undo basada en la nueva Filosofía atom ista se expr esa en cláusulas de exacer bado gongor ism o. Par a m ayor contr aste, com puso, adem ás, sentidas poesías conceptuosas de natur aleza ascética y un poem a épico bur lesco. Si de la for m alidad asociativa se pasa al idear io, la Academ ia se tipifica r otundam ente por su intr ínseca com unión con la lengua y liter atur a postr im er as del siglo XVII. En él, la nueva institución sienta que el castellano ha alcanzado su última per fección, según uno de los fundador es, Casani. O, según otr o, Fer r er as: El estado en que se halla la lengua castellana es capaz de que se enseñen en ella las más super ior es ciencias y las más exquisitas facultades, que tanto tiempo han estado detenidas y como estancadas en los recintos de las lenguas griega y latina. Estas asever aciones extensivas quedan sólidam ente r eafir m adas con declar aciones puntuales, r evelador as del gusto de los académ icos sobr e pr opiedades de la lengua española. En la pr im er a página del Diccionar io de Autor idades, Fajar do le dispensa el siguiente elogio: En lo elegante y pur a, es una de las más pr imor osas de Eur opa, y tan fecunda, que se hallan en ella, entr e otr as obr as de singular ar tificio, cinco novelas de bastante cuer po, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas, en todas las voces que en sí contienen, falta una de las cinco vocales, lo que hasta ahor a no hemos visto ejecutado en otr o idioma. Al m ar gen del hiper bólico panegír ico, er igir com o m uestr a fehaciente de excelsitud liter ar ia el extr avagante ar tificio descr ito, pr opio de un gusto decadente, constituye concluyente pr ueba de com unión con el m ás extr em oso Bar r oco. En idéntica línea se sitúa otr o de los elogios a la lengua española, tam bién en los pr elim inar es del m ism o Diccionar io. El ya m encionado Fer r er as la consider a: Gr ave par a las cosas ser ias, y, par a las festivas, abundantísima de gr acias, donair es, equívocos y sales. Líneas después, r eiter a la pr esencia de los 167


de los m ism os integr antes r etór icos: Lo majestuoso de las voces le da gr avedad y peso, y, en lo festivo, la copia de equívocos y gustosas sales la hacen, sin la menor competencia, singular entr e todas. Dichas estim aciones no pr oceden solo de los citados académ icos fundador es. Todavía en la gr ae 1771 se sostiene que la pr eposición de a veces se usa por gr acia y pr opiedad de la lengua en dos sentidos, com o ocur r e en el per r o del cr iado. Bien entendido que antes de esa fecha el entusiasm o bar r oco ya había enm udecido. Desde pr efer encias com o las consignadas, no extr añar á que el escr itor m ás m encionado com o autor idad sea Quevedo. A efectos contr astivos, dada la univer sal influencia que se atr ibuye, en justicia, al fr ancés, opor tuno ser á conocer la opinión de Vaugelas sobr e él: no existe ninguna lengua qui soit plus ennemie des équivoques et de toute sor t d'obscur ité. El desfase estético se r evela tam bién en la actitud de un escr itor de cor te tr adicionalista, per o inter esado por la m oder nización del español, el insigne genealogista Salazar y Castr o, que se pr egunta pr ecisam ente acer ca de los r etr uécanos: ¿Puede negar [se] que el buen castellano los dester r ó ya y que, en lugar de agr adar, desazonan? Fue pr ecisam ente este autor quien m uy pr onto m anifestó su enem iga contr a la Academ ia al suponer le que pr etendía cor r egir la lengua castellana. Com enzó así una lar ga polém ica en que defienden a la institución algunos de sus m iem br os m ediante publicaciones fir m adas con seudónim os. Desde entonces, en especial tr as la publicación de sus pr im er as obr as, ya no faltar on detr actor es a la Academ ia, m ás num er osos que sus panegir istas. Entr e aquellos ?nueva pr ueba de que su idear io inicial no cor r esponde a la Ilustr ación?, se cuentan figur as destacadas de esta: M ayans, Nicolás Fer nández de M or atín, For ner, Capm any, Var gas Ponce..., cuyas opiniones contr ar ias se apor tan textualm ente. He aquí una actitud difundida (luego se r ecogen otr as cr íticas), que había pasado inadver tida y el libr o desvela ahor a. La Academ ia, que había sufr ido iniciales r ecelos políticos, supo tam bién de la hostilidad pr olongada entr e los m edios liter ar ios, en los cuales las diatr ibas super an con cr eces a los elogios. Pr oceden estos de panegir istas com o Lar r am endi y Lanz, sin el r enom br e de los antagonistas. En consecuencia ha de concluir se que caben ser ias dudas sobr e el pr estigio de la Academ ia en su pr im er siglo (así y todo no r ecayer on sobr e ella dicter ios tan gr aves com o los r ecibidos por el Dictionnair e de l'Académie Fr ançoise, desde su publicación en 1694). En el fondo de la oposición antiacadém ica late siem pr e, de un m odo u otr o, el achaque de que la Academ ia alber ga pr opósitos nor m ativos sobr e la lengua española y pr etende er igir se en r ector a de ella. Im putación que se pr eocupó de desm entir desde un pr im er m om ento. En el pr ólogo al Diccionar io de Autor idades declar ar á de m aner a for m al: Yer r an quienes pr opagan que el fin de la Academ ia sea enmendar ni cor r egir la lengua, con cuya vulgar idad se ha impugnado su instituto. Sin em bar go, el ejer cicio del m agister io idiom ático fue deslizándose a tr avés de las publicaciones académ icas (en 1738 suplicaba, sin éxito, al r ey que la futur a Or togr afía se obser vase en sus r einos). El exam en que el libr o r eseñado efectúa sobr e esta cuestión pr opor ciona una im agen de la Academ ia distante sustancialm ente de la que, desde finales del siglo XVIII y, sobr e todo dur ante el siguiente, pr edom ina en la sociedad española. De entender academia con "el cr iter io estr echo y pedagógico" que algunos im aginan ?sostenía M enéndez Pelayo?, "pocas instituciones ha habido m enos académicas en tal concepto que la Academ ia Española". Su actuación fue "lo m ás contr ar io a todo canon de pr eceptistas y a toda disciplina académ ica". Valga apostillar que no podía ser de otr o m odo si se r ecuer da su espír itu bar r oco: ¿cóm o cohonestar ilim itada liber tad expr esiva con pr etender pr omulgar nor mas? Tam poco debe olvidar se que la Academ ia, com o es sabido, no incor por ó a los escr itor es más académicos del siglo XVIII, sino que saltó de los (sem i)culter anos a los (pr e)r r om ánticos. Sobr e el Diccionar io el libr o efectúa un am plísim o exam en de la m acr oestr uctur a y m icr oestr uctur a del de Autor idades, pr ocur ando sintetizar la am plísim a bibliogr afía existente. El im pulso inicial de los diccionar ios de Par ís y Flor encia no conllevó una dependencia m im ética. Sin agotar las difer encias en cuanto a elabor ación y r esultado, se destaca la inclusión de autor idades, r especto del pr im er o, y la am plitud de usos par a adm itir el léxico, r especto de am bos. Todavía otr a dife168


difer encia: la afinidad r esulta m ás acusada con el italiano que con el fr ancés. Im por ta destacar lo por que no es esta la im agen pr edom inante en la histor iogr afía. Se concluye que, sin contar con el Tesor o de Covar r ubias, no se hubier a llegado a la altur a conseguida. La difusión (se tir ar on 1500 ejem plar es) fue lenta. Ocho m eses después de apar ecer el pr im er volum en se habían vendido 147; al año siguiente, 37. Ter m inada su publicación (1739), la Academ ia, escar m entada con las dificultades pr opor cionadas hasta entonces por su var iabilidad, obviado el or den fijado por los Estatutos, se apr esur ó, en detr im ento de la Gr amática, a editar la Or togr afía (1741). Ya la había atendido, par a su pr opr io uso, en los pr elim inar es del Diccionar io. Etim ología, pr onunciación y uso ser án los tr es cr iter ios en pugna par a alcanzar la fijación. La pr im acía entr e ellos oscila a lo lar go de las siete ediciones (o r eim pr esiones). Cada una de ellas m er ece su par ticular exam en par a exponer y valor ar los cam bios adoptados. En 1780 Car los III dispuso que la or togr afía académ ica se enseñase en las escuelas. Con algunos pr ecedentes, a finales de siglo cabe dar la por aceptada entr e los or tógr afos Num er osos fuer on los vaivenes que en su elabor ación y en su or ientación m etodológica sufr ió la Gr amática. Desechada su configur ación com o diser tada, según el estatuto de la Gr am ática Gener al contem por ánea, finalm ente r ecibió un tr atam iento em pír ico o especulativo, atenido a categor ías extr alingüísticas, según el uso. Cuando este car ezca r azón, se atender á a la autor idad. La finalidad asignada es instr uir a nuestr a juventud en los pr incipios de su lengua, par a que, hablándola con pr opiedad y cor r ección, se pr epar e a usar la con dignidad y elocuencia. Queda patente el pr opósito didáctico. El libr o r eseñado pr áctica una extensa disección de todas las unidades gr am aticales, a la vez que coteja todas las ediciones par a notar los cam bios habidos en la doctr ina. La disposición r egia de utilizar la en la educación pr im ar ia supuso un ser io espaldar azo. El influjo sobr e otr as gr am áticas, salvo las escolar es, fue m uy r educido. Aunque la pr evista Poética no se publicó, se exponen las cir cunstancias deter m inantes de esta om isión.

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Planta y método del ?Diccionario de Autoridades?. Orígenes de la técnica lexicográfica de la Real Academia Española (1713-1739) M ar gar ita Fr eixas Alàs Univer sidad Autónom a de Bar celona

Autora: Freixas Alàs, Margarita Título: Planta y método del «Diccionario de Autoridades» Subtítulo: Orígenes de la técnica lexicográfica de la Real Academia Española (1713-1739) Año de publicación: 2010 Editorial: Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Colección: Anexos de Revista de Lexicografía, 14 Formato: papel Págs.: 504 I SBN-13: 9788497494168

«Lim pia, fija y da esplendor ». Este es el lem a que los pr im er os m iem br os de la Real Academ ia Española escogier on par a definir su actividad. Es habitual que esta fr ase sea m alinter pr etada, pues suele cr eer se que im plica encasillar a la Academ ia en la tar ea de elabor ar nor m as que depur en el uso del lenguaje. Sin em bar go, el sentido pr im igenio del lem a es m uy distinto. Su r ecta inter pr etación ayuda a entender el espír itu con el que se llevar on a cabo los pr im er os tr abajos de la Cor por ación. El lem a condensa los pr incipios que ilustr an la figur a del em blem a: un cr isol en el que se acendr an los m etales par a separ ar de ellos las im pur ezas. En el «Pr ólogo» al Diccionar io de Autor idades se explica el sentido del em blem a y de la divisa de la Academ ia con estas palabr as:

...se r esolvió por com un acuer do tom ar por em pr essa y sello pr ópr io un cr isól al fuego con este m ote: Limpia, fija y dá esplendor . Aludiendo à que en el m etál se r epr esentan las voces, y en el fuego el tr abájo de la Académ ia, que r educiéndolas al cr isól de su exám en, las lím pia, pur ifica y dá esplendór, quedando solo la oper ación de fijar, que unicam ente se consigue, apar tando de las llam as el cr isól, y las voces del exám en (Diccionar io de Autor idades, I, «Pr ólogo», p. XIII).

Con estas declar aciones, la Real Academ ia Española se pr esenta com o la encar gada de seleccionar y de m ostr ar las for m as lingüísticas m ás adecuadas, m anteniéndose al m ar gen de la oper ación de fijar las, pues esto solo puede conseguir lo el uso. Esta idea es una r ecuper ación de los viejos ideales hum anistas, según los cuales r escatar y m ostr ar las for m as m ás sublim es de la lengua debía pr ovocar una m ejor a en la for m ación de los hom br es, que tender ían a em ular los m odelos pr opuestos. La Cor por ación española, se inspir ó, de hecho, en la labor de la pr im er a academ ia eur opea de ám bito nacional dedicada al estudio de una lengua: la Accadem ia della Cr usca. Fundada hacia 1594, La Cr usca sim bolizó su tar ea con la figur a de un cedazo que separ a el gr ano del salvado (en italiano, la cr usca). La figur a se acom pañó de un lem a, Il più bel fior ne coglie (un ver so m odificado de una de las tr es canciones 170


que Petr ar ca dedicó a los ojos de Laur a) que r em ar caba la idea de que el tr abajo de La Cr usca r adicaba en seleccionar los usos lingüísticos m ás adecuados. Par a ello, la Cor por ación elabor ó su Vocabolar io degli accademici della Cr usca (1.ª ed. 1612) inspir ándose en la antigua tr adición lexicogr áfica basada en el com entar io de las voces de los auctor es. En el Vocabolar io la m ayor ía de las entr adas incluía textos ilustr ativos pr ocedentes, en gr an m edida, de las obr as de un canon m uy r educido, confor m ado por los tr es gr andes r epr esentantes de la liter atur a flor entina del Tr ecento: Dante, Petr ar ca y Boccaccio.

Emblemas y empr esas de la Accademia della Cr usca y de la Real Academia Española

Com o La Cr usca, la Real Academ ia Española optó por iniciar sus tr abajos lingüísticos con un diccionar io, el Diccionar io de la lengua castellana, en que se explica el ver dader o sentido de las voces, su natur aleza y calidad, con las phr ases o modos de hablar, los pr over bios o r efr anes, y otr as cosas convenientes al uso de la lengua (1726-1739). En él, com o en el Vocabolar io, se declar aba el uso de gr an núm er o de los lem as seleccionados m ediante la cita de textos que, por su valor acr editativo, r ecibían el nom br e de autor idades. El libr o que aquí pr esento está dedicado a estudiar la pr esencia y función de las autor idades en el pr im er diccionar io académ ico y a desgr anar las car acter ísticas del m étodo lexicogr áfico con que fue elabor ado. La im por tancia del Diccionar io de Autor idades com o base par a las sucesivas ediciones del diccionar io de la Real Academ ia Española ? obr a de r efer encia hoy? y su influjo en los diccionar ios no académ icos de los siglos xviii y xix explica que su estudio sea im pr escindible par a com pr ender los or ígenes y la evolución de la lexicogr afía m onolingüe en español. En este sentido, en la m onogr afía Planta y método del Diccionar io de Autor idades. Or ígenes de la técnica lexicogr áfica de la Real Academia Española (1713-1739) se encuentr a un análisis en pr ofundidad de los cr iter ios con los que se planificó, r edactó y r evisó el Diccionar io de Autor idades. El contenido de este estudio se estr uctur a en tr es par tes. En la pr im er a, se contextualizan los or ígenes de la Real Academ ia Española y se analiza la influencia de las obr as lexicogr áficas eur opeas en la planificación del Diccionar io de Autor idades. En la segunda, se da cuenta de la génesis y de la evolución del m étodo lexicogr áfico académ ico, con especial inter és por aspectos com o la im por tancia de las autor idades, el establecim iento de r eglas par a r edactar el Diccionar io en las Plantas y su aplicación y desar r ollo en la pr áctica lexicogr áfica. En la ter cer a par te, se estudia la pr esencia y el apr ovecham iento de distintos m ater iales ?las autor idades, los ejem plos de uso y las fuentes? par a la r edacción del Diccionar io de Autor idades. Com o com plem ento a la investigación, se ofr ecen tr es apéndices, en los que se r eúne el catálogo de autor es y de textos citados en el Diccionar io de Autor idades (Apéndice I), la edición de las Plantas de la pr im er a obr a lexicogr áfica de la Real Academ ia Española (Apéndice II) y un inventar io de la distr ibución del tr abajo entr e los pr im er os académ icos (Apéndice III). Los capítulos de la pr im er a par te están dedicados a definir el m ar co histór ico en el que sur ge la Cor por ación (§ 1) y a deter m inar el peso de la tr adición lexicogr áfica eur opea en la elabor ación del Diccionar io de Autor idades (§ 2). La descr ipción del am biente cultur al que pr opició la cr eación de la Academ ia Española, así com o los datos sobr e las biogr afías y bibliotecas de los pr im er os académ icos y, en especial la del pr im er Dir ector de la Academ ia, el M ar qués de Villena don Juan M anuel Fer nández Pache171


co, ayudan a com pr ender m ejor el pr edom inio de géner os com o la histor iogr afía y la tr atadística r eligiosa en el am plísim o cor pus de autor idades con el que se confeccionó el pr im er diccionar io académ ico (y que consta de m ás de 755 obr as). La com par ación detallada entr e el Diccionar io de Autor idades y distintas ediciones de diccionar ios m onolingües de español, italiano, fr ancés y por tugués per m ite per filar m ejor la or iginalidad de las apor taciones de la Real Academ ia Española, que a par tir especialm ente de los m odelos que le br indaban la ter cer a edición del Vocabolar io degli accademici della Cr usca (1691) y el Dictionnair e de l?Académie Fr ançaise (1.ª ed., 1694 y 2.ª ed., 1718) confor m ó una obr a novedosa y abar cador a, que dio cabida no solo a las voces liter ar ias, sino tam bién a las palabr as ar caicas y desusadas, junto a los neologism os m ás r ecientes; a los r egionalism os; a los vulgar ism os y a las voces de la Cor te; e incluso a los tér m inos de especialidad. La segunda par te del libr o (capítulos 3, 4 y 5) descr ibe los or ígenes y la evolución del m étodo lexicogr áfico m oder no iniciado por la Real Academ ia Española. Se exam ina e inter pr eta el contenido de los im pr esos y m anuscr itos que ofr ecen datos sobr e los cr iter ios de r edacción de la pr im er a obr a lexicogr áfica de la Real Academ ia Española -el Pr ólogo y las Plantas del Diccionar io de Autor idades, y las Actas de las sesiones académ icas-, así com o los bor r ador es que Juan Fer r er as (1713-¿1715?) r ealizó de listas de palabr as y de ar tículos lexicogr áficos.

Cédulas par a el Diccionar io de Autor idades conser vadas en dos colecciones de docum entos m anuscr itos del académ ico Juan Fer r er as

El ter cer capítulo descubr e el pr oceso de establecim iento del cor pus de textos que confor m ó la base docum ental que sir vió par a la r edactar el Diccionar io de Autor idades. El cuar to exam ina el contenido de las Plantas elabor adas par a el Diccionar io de Autor idades (cuya edición se ofr ece en el Apéndice II) y analiza los pr incipios que deter m inan el diseño y el contenido de las siete par tes que pueden identificar se en los ar tículos lexicogr áficos: la voz (el ?lem a?); la par te de la or ación (la ?categor ía gr am atical?); la censur a (el ?uso?); la definición o descr ipción; la etimología; la cor r espondencia latina y las autor idades. Y, en el últim o de los capítulos de esta segunda par te del estudio (§ 5) se com plem enta la infor m ación obtenida a tr avés del exam en de las Plantas (§ 4) con los datos que he podido r eunir sobr e la pr áctica lexicogr áfica de los pr im er os académ icos. En este sentido, r esulta especialm ente r evelador el com entar io de las distintas ver siones de m ater iales m anuscr itos de Juan Fer r er as par a las com binaciones Ag y As, ya que per m ite descubr ir un pr oceso de r edacción en el que los datos extr aídos de las autor idades iban incor por ándose a m edida que se avanzaba en la r evisión de las entr adas. Finalm ente, la ter cer a par te de este estudio se dedica al análisis del apr ovecham iento que se hizo de distintos tipos de textos en la elabor ación del Diccionar io de Autor idades estableciendo una distinción entr e la ilustr ación del uso de las voces m ediante las autor idades y la docum entación de las palabr as a tr avés de ejem plos extr aídos de otr os textos o de enunciados en los que se tr ataba de r ecr ear la lengua or al. Las autor idades son las obr as de los escr itor es de la «Lista de los autor es elegidos por la Real Academ ia Españóla, par a el uso de las voces y m odos de hablar, que han de explicar se en el Diccionar io de la Léngua Castellana...» (Diccionar io de Autor idades, I: LXXXV-LXXXXVI, II: fol. ¶3r, III: fol. ¶3r, IV: fol. 172


¶2v, V: fol. ¶2v) que se em plear on par a pr obar e ilustr ar de for m a m odélica los usos de las voces. Los textos que no m er ecier on la consider ación de autor idades son obr as en su m ayor ía de car ácter didáctico-ensayístico, com o los tr atados científico-técnicos m uy especializados. Y los enunciados de fuente no docum entada son expr esiones par em iológicas o fr agm entos de discur sos en los que se em ulaba la lengua coloquial. El estudio de la tipología de los m ater iales em pleados en el Diccionar io de Autor idades (§ 6) -su fecha y la car acter ización de los géner os a los que per tenecen- m uestr a la abundancia de obr as seleccionadas per tenecientes al siglo xvii, así com o el pr edom inio de los textos m ás im pr esos y difundidos en la época: las obr as didáctico-ensayísticas de car ácter histor iogr áfico o de contenido doctr inal. El estudio del índice de fr ecuencia con que se cita a cada uno de los autor es u obr as anónim as en una m uestr a de 1.110 páginas del total de las 4.183 que confor m an el Diccionar io pr ueba la pr efer encia de los académ icos por algunos de ellos. Apr oxim adam ente entr e el 60% y el 65% de las citas par a ilustr ar el uso de las voces contenidas en los ar tículos lexicogr áficos pr ocede de los textos de cincuenta autor es y obr as especialm ente apr eciados por los pr im er os académ icos, que en total se habían ser vido de los m ater iales que les ofr ecían los 460 escr itor es y obr as de autor anónim o que he podido identificar en el Diccionar io de Autor idades. De este m odo, se ha deter m inado la existencia de un «subcor pus de r efer encia» o «canon» de autor es y obr as anónim as cuya cita se pr efer ía en la pr im er a obr a lexicogr áfica académ ica por encim a de la m ención a otr os textos. En él se encuentr an los autor es liter ar ios Fr ancisco de Quevedo, M iguel de Cer vantes y Lope de Vega y el ascético Fr ay Luis de Gr anada, así com o los textos científicos, histor iogr áficos y jur ídicos que contaban con un elevado pr estigio y una gr an difusión en la época, com o la tr aducción del Pedacio Dioscór ides Anazar beo de Andr és de Laguna, los textos de Alfonso X o La nueva r ecopilación de leyes del r eino. La últim a par te del libr o se cier r a con un capítulo (§ 7) destinado a analizar el apr ovecham iento que se hizo en el Diccionar io de Autor idades de una ser ie de obr as de r efer encia em pleadas com o fuentes par a la obtención de infor m ación sobr e la or togr afía, el significado, la etim ología, el uso y la vigencia de las voces. Este apar tado per m ite com pr obar la gr an var idad de textos a los que acudier on los pr im er os académ icos, pues adem ás de los textos liter ar ios, se valier on de obr as de car ácter lexicogr áfico (com o los diccionar ios de Antonio de Nebr ija y de Sebastián de Covar r ubias), vocabular ios de especialidad (por ejem plo, el Vocabular io de ger manía y el Vocabular io mar ítimo, y explicación de los vocablos, que usa la gente de mar, en su ejer cicio del ar te de mar ear ), índices de voces y glosar ios publicados com o com plem ento a la edición de tr atados científicos (caso del Índice de los tér minos pr ivativos del ar te de la pintur a, y sus definiciones de Antonio Palom ino o la tabla de voces del Pedacio Dioscór ides) o par a la inter pr etación de tér m inos de obr as liter ar ias (ver bigr acia, el vocabular io de Ar gote de M olina par a el Conde Lucanor ), hasta tr atados científicos y técnicos (Pedacio Dioscór ides de Andr és de Laguna), pasando por cr ónicas y textos legales. El apr ovecham iento de m ater iales tan diver sos subr aya el car ácter gener al del pr im er diccionar io académ ico, elabor ado con la voluntad de ser el «m ás copioso» que pudier a hacer se. Finalm ente, el apar tado destinado a las conclusiones r esum e las ideas pr incipales del libr o que, en su conjunto, tiene com o objetivo contr ibuir al m ayor conocim iento del Diccionar io de Autor idades (1726-1739), una obr a fundam ental en la histor ia de la lexicogr afía y en la histor ia de la lengua cuya com plejidad y r iqueza r equier e, por un lado, pr ofundizar en las sim ilitudes y diver gencias que pr esenta r especto a los diccionar ios eur opeos anter ior es, y, por otr o, en el exam en de los m odelos de lengua pr opuestos por la Real Academ ia Española a tr avés de la selección de voces y ejem plos de uso pr ocedentes de las autor idades. RESEÑAS: Bar r io de la Rosa, Fr ancisco del (2011): Rassegna Iber istica, 94, pp. 99-101. Hoyos, José Car los de (2011): Cuader nos del Instituto de Histor ia de la Lengua, 2011, IV: 6, pp. 201-206. Jim énez Ríos, Enr ique (2012): Revista de Filología Española, XCII: 1, pp. 219-223. Ruhstaller, Stephan (2011): Lexicogr a phica :I nter nationa l Annua l for Lexicogr a phy, pp. 323-324.

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Aspectos léxicos en los Becerros de Valpuesta Her m ógenes Per diguer o Villar r eal Universidad de Burgos

Autor: Perdiguero Villareal, Hermógenes Participantes: Líbano Zumalacárregui, Ángeles; Sánchez, María Nieves Título: Aspectos léxicos en los Becerros de Valpuesta Año de publicación: 2012 Editorial: Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Colección: Anexos de Revista de Lexicografía, 18 Formato: papel Págs.: 106 I SBN: 978-84-9749-536-3

A par tir de la nueva y m eticulosa tr anscr ipción paleogr áfica de los docum entos de Valpuesta, que se publicar ían en 2010 en una excelente edición auspiciada por la Real Academ ia Española y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, se r ealizó el estudio del léxico de los docum entos incluidos en los Becer r os[1] Gótico y Galicano de Valpuesta, que ha sido publicado por Revista de Lexicogr afía con el título Aspectos léxicos en los Becer r os de Valpuesta. El estudio de los vocablos se ha llevado a cabo con el m ayor r igor posible gr acias al contr aste de las diver sas copias de un m ism o docum ento que la nueva edición paleogr áfica ponía a disposición de los filólogos; en este aspecto se han cuidado tanto la identificación de cada var iante léxica com o la indicación r ealizada por los r esponsables de dicha edición de si una deter m inada var iante se halla en un texto or iginal o en alguna de sus copias con el fin de evitar la m ezcla de for m as de docum entación. El objetivo pr incipal del estudio llevado a cabo ?cual gasalianes? por las pr ofesor as de las univer sidades de Salam anca (M ª Nieves Sánchez) y del País Vasco (Ángeles Líbano) y por el pr ofesor de la Univer sidad de Bur gos (Her m ógenes Per diguer o), ha sido obser var el pr oceso lento y com plejo del cam bio del latín al r om ance; per o se ha pr ocedido con cautela y evitando conclusiones pr ecipitadas ante los num er osos cam bios intr oducidos por los copistas, que han quedado bien delim itados en esta nueva edición de los docum entos de Valpuesta que m ejor a las ediciones anter ior es de L. Bur r au-Dihigo (1900), de M ª D.Pér ez Soler (1970) y de S. Ruiz de Loizaga (1995).

___________________________________________________________________ [1] No se tr ata, en sentido estr icto, de Car tular ios sino de una agr upación y encuader nación conjunta de var ios gr upos docum entales, según afir m an los r esponsables de la citada edición (cf. Vol. I, p. 15): José M ar ía Ruiz Asencio, Ir ene Ruiz Albi y M aur icio Her r er o Jim énez (2010): Los becer r os Gótico y Galicano de Valpuesta, Real Academ ia Española - Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, colección Beltenebr os, nº 25.

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PLANTEAM IENTO Y CONTENIDO El r esultado de la labor r ealizada se pr esenta com enzando con el estudio de estr uctur as léxicas latino-r om ances agr upadas bajo los epígr afes de dobletes y binom ios léxicos. Sigue a este apar tado un estudio de las expr esiones jur ídicas r elativas a donaciones, com pr aventas, per m utas, fr anquicias, obligaciones y, entr e otr os apar tados, a instituciones. Poster ior m ente, se analiza el léxico del espacio y de los accidentes geogr áficos, com par ándolos con los datos obtenidos de otr os docum entos altom edievales. Se com pleta el acer cam iento al léxico en los becer r os de Valpuesta con el análisis del léxico de la vida dom éstica agr upado en tor no a las unidades de m edida, utensilios y her r am ientas y el ajuar y vestido. Los autor es del estudio par tim os de la idea de que la lengua de los docum entos de los becer r os es latín escr ito, de m odo que la pr esencia de var iantes r om ances junto a otr as ar caicas que siguen m anteniéndose en los escr itos puede inter pr etar se com o m ar ca de la or alidad en la escr itur a y pr oduce un tipo especial de vacilación en el uso de las palabr as. Por un lado, se dan cam bios en el significado de algunas palabr as con r elación al latín clásico, com o sucede en testamentum, ?donación? y ?escr itur a que docum enta una donación?, honor e, ?r egalo m ueble que acom paña a una donación?, o el m ism o for um / fuer o. Por otr o, se intr oducen palabr as que no tienen r aigam br e latina; un ejem plo evidente lo constituyen los ar abism os, com o adtor r a, ator r a, ?cam isa o túnica abotonada? o anubda, ?pr estación per sonal par a r epar ar los m ur os de los castillos?, del ár abe núdba, ?llam am iento (especialm ente a la guer r a)?; apar te de los ar abism os, encontr am os palabr as com o br acas, de or igen céltico, ya atestiguada en el latín tar dío de la Galia y que dejó r esultado r om ance, fr ente, o junto a femor alia, tam bién pr esente en los docum entos. Una de las cuestiones im por tantes a la hor a de car acter izar el r om ance pr im itivo de estos becer r os es el cr iter io de selección léxica. En este aspecto no hem os hecho otr a cosa que intentar aplicar lo señalado por Líbano (2003: 152) al consider ar aquellos vocablos que ofr ecen «en su for m a exter na algún r asgo léxico- sem ántico que discr epe en cier ta m edida del latín y se apr oxim e o pueda r eflejar las par ticular idades de un incipiente r om ance». A nadie escapa la dificultad que existe par a pr ecisar si una voz per tenece al latín tar dío o al r om ance pr im itivo; per o no m enos com plejo que el aspecto for m al de los vocablos es el de deter m inar si ha cam biado o var iado su significado. Consider am os que el pr oceso de sustitución en la escr itur a de una lengua por otr a r esulta siem pr e lento, gr adual y necesita de un tiem po par a ser consider ado com o nor m a y aceptado. El léxico de una lengua es la par te de la estr uctur a que con m ayor liber tad suele var iar par a acom odar se a las necesidades com unicativas de sus hablantes; per o dicha var iación no se pr oduce de una m aner a inm ediata, ni siquier a r ápida, sino que necesita de un per iodo de adaptación y aceptación por par te de los usuar ios. Hay, no obstante, cier tos indicios que llevan a deter m inar que se está pr oduciendo un cam bio en la estr uctur a del léxico latino hacia el futur o léxico r om ance. Bustos (2000: 334) se lo plantea con la siguiente pr egunta:

¿En qué consistió el pr oceso que dio lugar al nacim iento de las lenguas r om ances? [...] En el nacim iento de las lenguas no se pr oduce un desgajam iento tr oncal que pueda fechar se en un m om ento deter m inado ni localizar se en un lugar único. Se tr ata, m ás bien, de la aglutinación de tendencias evolutivas diver sas, vacilantes en un pr incipio, que van adquir iendo una cier ta r egular idad y que son adoptadas pr ogr esivam ente por una com unidad hum ana.

Se ha afir m ado constantem ente que los am anuenses conocían y apr endían a escr ibir en latín; sabían por lo gener al bien su oficio, por lo que no dudar ían sobr e la opor tunidad de tal o cual tér m ino. Díez de Revenga (1986: 24 y 1997: 98) deter m ina que el conocim iento de la lengua de los diplom as per m ite que

los escr ibanos m oder nizar an las for m as que no les er an fam iliar es ya o que no gozaban de dem asiada aceptación en la lengua gener al [...] si entendían per fectam ente el texto lo r epr oducían, aunque se tr atar a de voces anticuadas o dialectales. 175


Sin em bar go, lo que leem os en estos textos altom edievales nos hace suponer indefectiblem ente que la fr onter a sem ántica entr e algunos tér m inos, m uy pr óxim a, com enzaba a desdibujar se de m odo que se r efleja por escr ito aquella con- fluencia y supuesta confusión que el em pleo cotidiano y fam iliar de la lengua había ya posiblem ente aceptado desde tiem po. Se tr ata de la utilización de sintagm as, nom inales, adjetivales, ver bales y algún ejem plo de par tículas per tenecientes a una fam ilia léxica, que en latín clásico tenían bien deter m inados sus valor es y acepciones difer enciador as cor r espondientes: nos r efer im os concr etam ente a allatanio/latus de/iuxta; casa/domus; ger mana/sor or e; fr atr es/ger manus. En los diplom as altom edievales, com o señaló M ar tínez Díez (2004: 231-232) en su estudio de la ter m inología jur ídica de la docum entación del r eino de León de los siglos IX al XI, la tipología m ás fr ecuente es «la de un negocio jur ídico por el que se tr ansm ite la titular idad de una pr opiedad, casi siem pr e inm ueble, de un sujeto a otr o» Es gener al a este tipo de docum entos, en especial a las donaciones y com pr aventas, la r epetición de fór m ulas que var ían m uy poco, pr ecisam ente por que se tr ata de negocios que podían ajustar se con facilidad y fidelidad a los for m ular ios al uso o a docum entos pr eexistentes del m ism o tenor jur ídico o de sim ilar contenido (cf. AA.VV. 2003: 41); aun así es posible per cibir cier ta var iación con algunos cam bios que pueden obedecer a distintas r azones, entr e las cuales no debem os olvidar la im por tancia de los pr ocesos de apr endizaje de am anuenses y copistas y los pr opios pr ocesos de copia (cf. M or ala 2003: 203-204). Si en el léxico jur ídico hem os confir m ado cier ta coincidencia con los estudios que sobr e la denom inada época de Or ígenes todos conocem os, algo sim ilar nos encontr am os en el apar tado sobr e el léxico del espacio y los accidentes geogr áficos, con una difer encia que inter esa r esaltar y es que el vocabular io jur ídico seguía y sigue unas pautas y patr ones r ígidos de los que difícilm ente podr ían separ ar se los notar ios, puesto que en las escuelas de escr ibanos se les pr epar aba pr ecisam ente par a ello. Adem ás, los elem entos constitutivos de ese léxico ?aunque conocido? no for m an par te del vocabular io com ún, fam iliar y habitual, a difer encia de las estr uctur as que com entam os en este apar tado cuya tem ática designa objetos pr opios y conocidos en el devenir diar io de la sociedad altom edieval. Resultan en cier to m odo inter esantes y var iados los tér m inos r elacionados con el espacio y los accidentes geogr áficos, tanto en los docum entos de donación e inter cam bio de bienes, com o en los de venta, cr eación del obispado y juicios par ticular es. Espacio y topogr afía for m an par te pr incipal e im por tante en la vida cotidiana m edieval y actual. En este apar tado, por ejem plo, se especifican aquellos lem as cuya acepción se ha ido r epitiendo sin acer tar, cr eem os, en su identificación lexicogr áfica: se tr ata de casa, solar, divisa y pr esur a. Consider am os que casa y solar com pr endían algo m ás com plejo de lo que se ha identificado hasta ahor a; hay que consider ar, por otr o lado, que am bos lem as se atestiguan en contextos sim ilar es. La casa al estar integr ada por un huer to, una er a, y un cor r al, etc., nom ina una pr opiedad r ur al de deter m inada im por tancia; en cuanto a solar , leem os que se localizaba dentr o de la villa, y estaba com puesto por casas, con sus pr opios bienes. De la m ism a m aner a, la cita de divisa deja clar o que no debem os identificar con ?par te de la her encia pater na? (Ram os 2000: 81), em pleado por Ber ceo y r egistr ado por Oelschlager en textos de los siglos XI y XII (DECH, s. v. dividir ). Se tr ata de un ?bien de apr ovecham iento colectivo?tal y com o lo especifica Cor tázar (1986: 75), y figur a en la docum entación r iojana de la época. Com o bien se sabe, los vocablos r elativos a la vida dom éstica se encuentr a, sobr e todo, en testam entos e inventar ios y, en m enor m edida en docum entos de ventas y de donaciones, gr upo al que per tenece una par te im por tante de los docum entos r ecogidos en los car tular ios o becer r os de Valpuesta, fondo docum ental que nos pr opor ciona un núm er o r educido de vocablos de este ám bito, lim itación justificada por la tipología de sus docum entos. Contr asta esto con la var iedad y r iqueza de los fondos docum entales leoneses utilizados por José Ram ón M or ala (2007) y M anuel Ar iza (2007). Por ejem plo, no se hallan en los docum entos de Valpuesta las for m as quar to y sextar io, que sí se encuentr an en la docum entación leonesa, per o sí la for m a quar tiela y su var iante quar tiella, que com o m edida de capacidad se ha de r efer ir, posiblem ente, a la cuar ta par te de una fanega o de una ar r oba; com o m edida de capacidad de líquidos ser ía la cuar ta par te de la cántar a, per o de este últim o uso no he176


encontr ado ejem plos. Una m edida de capacidad m ás pequeña es la concilia ? var iante de concella? , que el LHP lo consider a un dim inutivo de conca ?cuenquilla?; Em iliana Ram os (2000: 78), sin em bar go, piensa que se tr ata, no de una m edida, sino de un útil de la cocina, es decir, un ?cuenco pequeño?, sentido que podr ía tener, per o, dado el contexto en que apar ece en estos docum entos y en otr os sem ejantes de San M illán, r esulta m ás adecuado consider ar la concilia com o una unidad de m edida, tal y com o hizo Ruiz Asencio (2004: 371), quien lo inter pr eta com o una fanega, De los r ecipientes culinar ios apar ecen unas voces que se r efier en a ?escudillas?o ?cuencos de m ader a?: por un lado las concas y la for m a diptongada cuenkas y, por otr o, for tor as, for tor es, for tor o, var iantes que no hem os encontr ado citadas en otr os estudios; las for tor as deben ser un tipo especial de cuencos, quizás un cuenco poco labr ado, de difer ente tam año o m ater ial.

CONCLUSIONES PRINCIPALES Com o r esum en del estudio se puede señalar que se han obser vado bastantes y notables coincidencias, en las fór m ulas y en el léxico en gener al, de los Becer r os de Valpuesta con la docum entación coetánea pr ocedente no solo de los ar chivos de la catedr al de León y de los m onaster ios de Sahagún y Oter o de las Dueñas, sino tam bién de otr as diatopías altom edievales, ar agonesas, castellanas, navar r as e incluso de la zona occidental del Nor te de España y del País Vasco. De hecho, la m ayor par te del léxico citado se halla en los docum entos altom edievales de los Or ígenes, por lo que r esultan testim oniales las voces y las var iantes de los becer r os de Valpuesta r elacionadas, por ejem plo, con el léxico de la vida dom éstica que no encontr am os en el Léxico Hispánico Pr im itivo, entr e ellas lectos, llectos; for tor as, for tor es, for tor o; fr etr o, fietr o; sotular es. En este sentido se confir m a la teor ía del continuum lingüístico o evolución r azonable y r acional del cam bio del latín y el com ienzo del léxico r om ance. El léxico estudiado en la pr im er a par te es, por su pr opio car ácter, m enos per m eable que los otr os aspectos a la intr oducción de elem entos r om ances. En los nom br es r elacionados con la institución r eligiosa, se apr ecia un cam bio a finales del siglo XI, per o el cam bio está en r elación con la tr ansfor m ación del m onaster io en ar cedianato. A m edida que avanza el siglo XI se van pr oduciendo cam bios léxicos en la dir ección que va a continuar la docum entación escr ita en nor m a r om ance (desapar ece tr aditio en favor de donatio; desapar ecen intentio y contentio en favor de iudicium; confir matum pasa a usar se junto a r obor atum, etc.). Lo m ism o puede decir se de las fór m ulas. En r elación con el léxico del espacio, se pueden deter m inar en cier to m odo com o elem entos par ticular es car ner s, fer r agenal, or tal, or deo, padul... que r esultan de m ayor difusión en ter r itor io navar r o-ar agonés y r iojano ? adem ás del sufijo de m anzanetas? ; pueden explicar se com o m er as coincidencias, pr ecisam ente por que el «cam bio y evolución r acional» no se pr oduce br uscam ente, o bien r esponder a usos gr áficos de algún notar io navar r o. La docum entación valpostana ha per m itido pulir y per filar las acepciones de vocablos com o casa, divisa, pr esur a y solar , teniendo en cuenta fundam entalm ente los contextos y lo que de ellos habían deter m inado los histor iador es, lo que deja de nuevo de m anifiesto la necesidad de tr abajar en colabor ación con ellos. Estos becer r os valpostanos han ser vido par a docum entar voces com o for tor a (for tor es, for tor o) ?especie de cuenco poco labr ado?y fr etr o ?fieltr o? y tam bién han ayudado a pr ecisar el significado de otr os vocablos de la vida dom éstica com o cabeciles, tapete y, tam bién, gr acias al contr aste de las diver sas copias de un m ism o docum ento, se han podido r elacionar voces com o zona y gonam, alter nancia que sor pr ende a pr im er a vista por sospechosa de er r or de lectur a o de copia. Se com pleta el tr abajo con un Índice de voces con indicación del apar tado en que son com entadas o estudiadas, agr upadas las var iantes, con el fin de facilitar su consulta. Esta publicación, pr em iada r ecientem ente por el Consejo Social de la Univer sidad de Bur gos, ha sido r eseñada en la Revista de Filología Española (RFE), XCIII, 2º, 2013, pp. 345-349, por el pr ofesor de la Univer sidad de Zar agoza, Vicente Lagüéns Gr acia, quien afir m a lo siguiente:

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Cum ple este libr o sobr e los Becer r os de Valpuesta el objetivo de seleccionar y estudiar var ios centenar es de unidades léxicas pr esentes en esos car tular ios con el objetivo pr incipal de ?obser var el pr oceso lento y com plejo del cam bio del latín al r om ance? (p. 69). Y así se cor r obor a, desde una per spectiva estr ictam ente lexicológica, que estos car tular ios son una fuente de infor m ación excepcional par a avanzar en el conocim iento de los or ígenes de nuestr a lengua, etapa sobr e la que hay en el diálogo científico m uchas pr eguntas aún sin r espuesta. (Lagüéns 2013: 349)

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Los verbos en el diccionario

Elisenda Bernal Gallén y Sergi Torner Castells Grupo InfoLex / Universitat Pompeu Fabra

Autores: Torner Castells, Sergi; Bernal Gallén, Elisenda Título: Los verbos en el diccionario Año de publicación: 2013 Editorial: Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Colección: Anexos de Revista de Lexicografía, 20 Formato: papel Págs.: 144 I SBN: 978-84-9749-569-1

InfoLex[1] es un gr upo de investigación en lexicogr afía del Instituto Univer sitar io de Lingüística Aplicada de la Univer sidad Pom peu Fabr a. Bajo el nom br e de «M ayo Lexicogr áfico», or ganiza de for m a r egular desde el año 2005 encuentr os destinados a tr atar m onogr áficam ente aspectos r elativos a la teor ía y la pr áctica lexicogr áfica, que com pr enden tem as tan diver sos com o la incor por ación de la infor m ación m or fológica o el tr abajo con cor pus lingüísticos com o her r am ienta de apoyo par a el lexicógr afo. Estos encuentr os pr etenden ser, sobr e todo, un lugar de debate y discusión de nuevas ideas y pr opuestas, en los que se com bine la pr esentación de tr abajos de investigador es consolidados con la par ticipación de jóvenes investigador es que están en los inicios de su car r er a investigador a. El volum en que aquí se pr esenta, Los ver bos en los diccionar ios (Anexos de Revista de Lexicogr afía, núm . 20), r ecoge las inter venciones que se pr esentar on en la cuar ta edición del M ayo Lexicogr áfico (15 de m ayo de 2009). En esta ocasión, se eligió com o tem a ver tebr ador de las jor nadas la categor ía del ver bo, al desem peñar estas piezas léxicas un papel centr al en la constr ucción de la or ación. Com o afir m a Paz Battaner en el pr ólogo del volum en: Los ver bos de las lenguas r om ánicas explican e im plican tiem po, aspecto, m odo y m odalidad, per sona y núm er o, pr esentan una flexión m uy r ica, tanto r egular com o ir r egular, gozan de una m or fología der ivativa que r esponde bien a cier tos patr ones, son núcleo de pr edicación en todas sus for m as, con las exigencias sintácticas que eso com por ta par a satisfacer sus ar gum entos y seleccionar sem ánticam ente su com binator ia, y su uso conlleva m uchos m atices tanto sem ánticos com o pr agm áticos. ___________________________________________________________________ [1] El gr upo InfoLex es un gr upo de investigación consolidado r econocido por la Gener alitat de Catalunya (r efs. 2005 SGR00245, 2009 SGR 1138 y 2014 SGR 1071). La actividad del gr upo se r em onta a 1994, con la cr eación del Instituto Univer sitar io de Lingüística Aplicada de la Univer sitat Pom peu Fabr a y ver tebr a su investigación en el estudio del léxico com o objeto de los diccionar ios, sobr e todo des de per spectivas descr iptivas y aplicadas, tanto m onolingües com o bilingües (especialm ente del catalán, castellano e inglés, si bien se atienden otr as lenguas, com o el fr ancés o el alem án).

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Los seis tr abajos que se pr esentar on en esa edición del M ayo Lexicogr áfico abor dar on, desde puntos de vista diver sos, planteam ientos teór icos, descr ipciones y soluciones aplicadas a la r epr esentación lexicogr áfica de los ver bos en español, con especial énfasis en las cuestiones r elacionadas con la polisem ia ver bal y la inter faz sem ántica-gr am ática. De ellos, se r eúnen en este volum en cinco[2] apor taciones que se publican com o anexo a la Revista de Lexicogr afía. Suponen cinco m ir adas distintas a una m ism a categor ía gr am atical, que en su conjunto ofr ecen un panor am a actualizado tanto sobr e las pr incipales pr eguntas a las que se enfr enta el lexicógr afo a la hor a de tr atar con esta clase de palabr as com o de las soluciones que la pr áctica lexicogr áfica ha ofr ecido a los pr oblem as que entr añan los ver bos en la confección de diccionar ios m onolingües. El volum en se abr e con el tr abajo de Elisenda Ber nal, «Los nom br es del ver bo: r eflexiones alr ededor de las categor ías gr am aticales en los diccionar ios. Pr opuesta de r epr esentación par a el DAELE», que se inscr ibe en un pr oyecto de investigación del gr upo par a el desar r ollo del Diccionar io de apr endizaje de español como lengua extr anjer a (DAELE), diccionar io digital de nueva planta consultable desde w w w.iula.upf.edu/r ec/daele/.[3] En él, se enfr enta a la r evisión de la infor m ación sobr e tipología ver bal que apor tan los diccionar ios m onolingües con las etiquetas categor iales, con especial énfasis en la per spectiva del apr endizaje: par tiendo de un análisis de la ter m inología m ás habitualm ente em pleada en las etiquetas de m ar cación de la categor ía ver bal («tr ansitivo», «pr onom inal», etc.), r eflexiona sobr e la infor m ación que estas le pr opor cionan al usuar io del diccionar io. Par a ello, inicia su tr abajo con una r evisión de la diver sa ter m inología gr am atical que r eciben los distintos tipos de ver bos según sus car acter ísticas sintácticas en los diccionar ios del español y el catalán, destacando encuentr os y desencuentr os en obr as de una m ism a tr adición lexicogr áfica; esta r evisión inicial se com plem enta con un estudio sobr e el m odo en que se tr atan en diver sos m étodos de apr endizaje de estas lenguas com o L2, y la lleva a cuestionar la utilidad que pueden apor tar estas clasificaciones desde el punto de vista del apr endiente, dado que pr obablem ente este se acer ca al diccionar io desde tr adiciones gr am aticales distintas y no dispone del bagaje de análisis lingüístico necesar io par a com pr ender la com plejidad de fenóm enos que se ocultan tr as una etiqueta de infor m ación categor ial. A la luz de estas r eflexiones, pr esenta la pr opuesta que se hace en el DAELE, que tiene com o objetivo pr opor cionar la infor m ación gr am atical de for m a im plícita sin la necesidad de un apar ato de análisis lingüístico fuer a del alcance del usuar io m edio de los diccionar ios de apr endizaje. En esta pr opuesta, el lexicógr afo elabor a las entr adas a par tir de un análisis exhaustivo de datos de cor pus en el que se detallan por m enor izadam ente las diver sas constr ucciones sintácticas en las que apar ece un ver bo (véanse, par a m ás detalle Battaner y Renau 2012, Renau y Battaner 2010, y Renau y Ber nal 2011), per o se opta por r esolver la pr esentación de la infor m ación gr am atical sin r ecur r ir al em pleo de etiquetas de subcategor ización ver bal. Con este fin, en el DAELE se em plea una etiqueta única de ver bo, y se r esuelve la subespecificación que supone a par tir del em pleo de la definición natur al, que actualiza en la definición m ism a la estr uctur a sintáctica con que se em plea el ver bo en la acepción definida, r efor zada con una tipogr afía destacada (negr ita y/o color ), que se r etom a en los ejem plos, de m odo que par a el usuar io r esulte una consulta y un uso m ás fácil. En el segundo tr abajo del volum en, «Ver bos denom inales con fusión ar gum ental de figur a y desplazam iento», José Luis Cifuentes Honr ubia (Univer sidad de Alicante) ofr ece una r evisión de las hipótesis tr atadas por él m ism o en tr abajos anter ior es (Cifuentes Honr ubia 2004, 2005 y 2006) par a el es-

___________________________________________________________________ [2] Adem ás de los tr abajos que se r eseñan, la jor nada contó tam bién con el tr abajo de Janet DeCesar is sobr e «Adver sidad y dificultad en la r epr esentación de algunos ver bos». [3] Pr oyecto Las categor ías ver bo y adver bio en el DAELE (r ef. HUM 2006-0698/FILO), cuya investigador a pr incipal er a Paz Battaner Ar ias. El pr oyecto del DAELE tam bién se ha beneficiado de los pr oyectos Las categor ías nombr e y adjetivo en el DAELE (r ef. HUM 2006-07898/FILO; IP: Janet DeCesar is), Agr upación semántica y r elaciones lexicogr áficas en el diccionar io (r ef. FFI2009-07588, subpr ogr am a FILO; IP: Janet DeCesar is) y La r epr esentación de la combinator ia léxica en los diccionar ios de apr endizaje: nuevos métodos par a nuevos diccionar ios (r ef. FFI2012-37654; IP: Ser gi Tor ner ), así com o de la financiación de la Fundación Com illas (2010-2011). 180


tudio de los ver bos denom inales locales, com o encar celar , ater r izar o gatear , atendiendo al valor sem ántico y sintáctico que adquier e el sustantivo de base en la actualización discur siva del ver bo der ivado. Con este fin, r evisa en pr im er lugar el tr atam iento y la conceptualización que han r ecibido estos ver bos en las últim as décadas, y se detiene en los fenóm enos de incor por ación y fusión que los afectan: así com o la incor por ación se ocupa de las consecuencias m or fosintácticas del pr oceso, en la fusión pr edom inan los aspectos léxico-conceptuales, puesto que las consecuencias m or fosintácticas se inter pr etan com o una pér dida de independencia de los elem entos fusionados, por que se pr oduce una gr am aticalización por r ecategor ización. El análisis de la estr uctur a conceptual de un ver bo local se basa en Talmy (1996, 2000), según el cual el esquem a eventivo básico del desplazam iento consta de los com ponentes inter nos figur a, base, tr ayector ia y movimiento (o localización), esquem a eventivo al que se puede super poner un coevento, o evento de apoyo, nor m alm ente en for m a de maner a o causa. A par tir del esquem a de Talmy, Cifuentes Honr ubia ofr ece una clasificación de los ver bos denom inales locales del español, en la que analiza el tipo de ar gum ento que desar r olla la base nom inal del ver bo en una constr ucción pr evia a la oper ación de incor por ación a la categor ía ver bal, hecho que supone que el elem ento incor por ado r estr inge uno de los ar gum entos tem áticos del pr edicado. Asim ism o, analiza las diver sas fusiones que se pr oducen, ya sea de m aner a, figur a, base, r elacionante o desplazam iento, en ver bos de desplazam iento (r odar , golpear ) y ver bos estativos (acostar , enr aizar , socalzar , depositar ). Finalm ente, concluye el tr abajo con una r evisión diacr ónica de la fusión de figur a con desplazam iento, y de figur a y r elacionante con desplazam iento con el análisis detallado de los ver bos bombar dear y bombear , así com o de humear y lucir . El tr abajo de Elena De M iguel (Univer sidad Autónom a de M adr id) «La polisem ia de los ver bos sopor te. Pr opuesta de definición m ínim a» inicia una ser ie de tr es capítulos dedicados al análisis de la polisem ia ver bal desde una per spectiva lexicogr áfica. En él, se centr a en los ver bos sopor te, com o dar o hacer (per o tam bién coger o per der ), que tr adicionalm ente son consider ados com o vacíos de contenido léxico y m er o sopor te de la flexión ver bal. En los diccionar ios, estos ver bos suelen gener ar entr adas m uy extensas, con un inventar io lar go de acepciones que en m uchas ocasiones se cor r esponden con listados de posibles constr ucciones en las que inter vienen, lo cual conlleva que su consulta en el diccionar io sea com pleja y poco oper ativa par a el usuar io. Con el fin de sim plificar las entr adas de estos ver bos, De M iguel explor a la posibilidad teór ica de r edactar definiciones lexicogr áficas m ínim as que glosen un significado nuclear que se m antiene estable en todas las constr ucciones de ver bo sopor te, lo cual sim plificar ía los ar tículos de estas voces. Par a ello se sir ve de la teor ía del lexicón gener ativo (Pustejovsky 1995), que asum e que en el léxico m ental las entr adas son abier tas y m uy poco especificadas, y poseen m ecanism os y pr ocesos de concor dancia léxica, que son los que se encar gan de m ater ializar los significados potenciales pr evistos al com binar se con otr as entr adas: si los r asgos no concuer dan, coaccionan el significado de las palabr as discor dantes par a com patibilizar lo o bien descar tan la com binación al no poder ser inter pr etada. Así, discute la posibilidad de poder encontr ar en el inter ior de las palabr as com ponentes m enor es con r eper cusión sintáctica y sem ántica, con lo que se enfr enta a la descom posición del significado léxico, per o tam bién al punto de vista inver so de la com posición del significado de dos o m ás unidades en contexto. A par tir del análisis de los ver bos ya m encionados y de algunos otr os, pr esenta la pr opuesta de definición m ínim a par a ellos, buscando dar cuenta de la diver sidad de am pliación del significado sin necesidad de explicitar todas las difer encias que actualm ente se r ecogen en los diccionar ios, com o por ejem plo la distinción entr e significados liter ales y figur ados, que no son siem pr e nítidas, super ando, a la vez, los pr oblem as señalados tantas veces sobr e la or ganización, incoher encia y cir cular idad que a veces se detecta en ellos (Pascual 1996, 2003, 2006). De este m odo, pr etende dem ostr ar que la or ganización de léxico m ental se puede intentar r epr oducir, en cier to m odo, en un diccionar io de uso, hecho que deber ía pr opor cionar al lexicógr afo una solución a la hor a de hacer fr ente a la definición de los ver bos que cam bian de significado según el contexto. La cuar ta contr ibución del volum en, con el título de «Cam bio sem ántico en los ver bos del ar got juvenil de M edellín (par lache)» está fir m ada por el doctor ando Juan M anuel Pér ez. En este tr abajo, se sitúa en un par adigm a cognitivo par a abor dar la m etáfor a y la m etonim ia en la cr eación de significados figur ados en el par lache, un lenguaje m ar ginal nacido en los bar r ios popular es de M edellín (Colom bia) a 181


r aíz de los gr andes cam bios sociales que sufr ió la ciudad dur ante los años ochenta y noventa, debidos en buena par te al nar cotr áfico y la ola de violencia que desencadenó, per o cuyo uso se extendió por toda la ciudad e incluso por otr as zonas de Colom bia. El capítulo se abr e con una r evisión en detalle de las diver sas denom inaciones que se encuentr an alr ededor del tér m ino ar got (jer ga, jer igonza, slang), que enm ar can la discusión poster ior. En ella, analiza la gener ación de los nuevos significados figur ados en este ar got, par a lo cual par te del Diccionar io del par lache (Castañeda y Henao 2005, autor es que han estudiado en pr ofundidad el par lache), y se centr a en el estudio de 138 ver bos (algunos de ellos polisém icos) cuyo significado ar gótico se ha gener ado m ediante algún m ecanism o de cam bio sem ántico, com o acostar ?asesinar ?, patinar ?ir de un lado par a otr o en el patio de una cár cel?o pedalear ?copular ?. Su estudio concluye con un análisis sobr e la pr esencia de estas voces en el DRAE22, donde pier den el estatus de ar got, hecho que le lleva a indagar sobr e los cr iter ios que se aplican ? y los que se deber ían aplicar ? par a incluir los significados figur ados tanto en los diccionar ios gener ales com o en los de ar got. El volum en se cier r a con el tr abajo de Alexandr a Spalek sobr e «La polisem ia en algunos ver bos de cam bio de estado del español y del inglés: obser vaciones pr elim inar es». En él, pr esenta los pr incipales avances que se habían pr oducido en su tesis doctor al, en cur so en ese m om ento per o ya concluida en la actualidad (Spalek 2014; cf. tam bién Spalek 2012). En la apor tación a la jor nada abor da la polisem ia de par es de ver bos de cam bio de estado en inglés y en español ? com o r omper - br eak, congelar - fr eeze, for jar - for ge o suavizar - soften? , todos ellos pr edicados que descr iben pr ocesos físicos (por ejem plo, «r om per una ventana»), per o que gener an usos figur ados en los que se pr edican de ar gum entos abstr actos (por ejem plo, «r om per el silencio»). En su estudio, se detiene en el análisis de los tipos de ar gum entos que seleccionan, a par tir de sus r estr icciones de selección léxica y de sus pr opiedades escalar es com o m odificador es de gr ado. A par tir de su análisis, distingue entr e ver bos de cam bio absoluto de estado y de ver bos de cam bio de estado gr aduable, que poseen pr opiedades aspectuales distintas que tienen efectos tanto en su sintaxis ? alter nancias de las que par ticipan? com o en la posibilidad de gener ar deter m inados sentidos figur ados, y plantea la pr egunta acer ca del papel que desem peña la com binator ia pr edicado-ar gum ento en el significado de los ver bos, así com o tam bién en el pr oceso de constr ucción del significado com posicional. Los cinco capítulos que com ponen este volum en son, pues, cinco tr abajos diver sos en sus planteam ientos, en sus m etodologías y en los tem as que tr atan, per o que tom ados en conjunto suponen una apr oxim ación m oder na al estudio del ver bo desde una per spectiva lexicogr áfica, tanto en lo r elativo a su esquivo significado com o en la r elación que existe entr e este y su pr oyección en la sintaxis.

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Estudios de léxico histórico español Águeda Moreno Moreno y Marta Torres Martínez Universidad de Jaén

Autoras: Moreno Moreno, Águeda; Torres Martínez, Marta Título: Estudios de léxico histór ico español Año de publicación: 2014 Editorial: Luso-Española de Ediciones Formato: papel/digital Págs.: 265 I SBN-13: 9788415712169

La obr a Estudios de léxico histór ico español (Salam anca, 2014) de Á. M or eno y M . Tor r es nace del inter és del pr ofesor de univer sidad por com plem entar, con r ecur sos bibliogr áficos que nacen de la pr opia investigación, el tr abajo docente que se desar r olla con los estudiantes. De ahí que esta obr a se pr esente absolutam ente com o un m anual pr áctico que se car acter iza especialm ente por la actualización epistem ológica y m etodológica de las tar eas y pr opuestas pr ácticas que bajo distintos pr ogr am as cur r icular es de los estudios filológicos se llevan al aula. Es así que el libr o Estudios de léxico histór ico español es, m ás que una obr a de divulgación científica, una obr a de r efer encia; m ás par a leer, que par a estudiar, per o sobr e todo par a fom entar el conocim iento par tiendo par a ello de la exper iencia docente e investigador a de cada uno de los pr ofesor es que han colabor ado en su r edacción. A fin de r esponder a este objetivo, el texto se ha concebido en dos gr andes bloques en las que se pr esentan una apr oxim ación pr áctica al estudio del léxico histór ico español, esto, desde per spectivas y objetivos difer entes, pues en los estudios del léxico histór ico no solo inter esan las histor ias de las palabr as, sino la m ism a histor ia de la lengua. El pr im er o de estos bloques pr etende poner en pr áctica las teor ías que desde la Histor ia de la Lengua, la Filología y la Lexicogr afía se han diseñado par a la elabor ación del Nuevo diccionar io histór ico de la lengua española (Pascual Rodr íguez y Gar cía Pér ez, 2007). Siguiendo este m odelo de descr ipción lexicogr áfica y valiéndonos de los datos extr aídos de los cor pus textuales, así com o de toda la pr áctica lexicogr áfica, hem os podido ensayar un ar tículo lexicogr áfico sobr e las voces estudiadas com o pr opuesta de lexicogr afía histór ica. Par a ello el estudio se ha centr ado en la r ealidad léxica de dos voces españolas de or igen italiano, los adjetivos collón y poltr ón, siendo el planteam iento m etodológico: el estudio de las pr im er as voces de or igen italiano que r egistr an nuestr os pr im er os diccionar ios. 184


Esto se consigue exam inando la pr áctica lexicogr áfica española de natur aleza etim ológica, desar r ollada, especialm ente, en el siglo XVI. Los diccionar ios que pr eceden a la obr a m onolingüe de Sebastián de Covar r ubias, tendr án una natur aleza com ún, la descr ipción de la lengua con fines etim ológicos, no obstante, estas obr as no se vier on pr ivadas de infor m ación sobr e el significado sincr ónico, dada la clar a inquietud que sus autor es tuvier on por ofr ecer y pr esentar una obr a de utilidad. De m odo que, en este sentido, estos pr im er os diccionar ios etim ológicos fuer on, sin duda, los pr ecur sor es de la lexicogr afía m onolingüe, pues desde la concepción de la planta de estos diccionar ios, sus autor es m ostr ar on inter és por m ostr ar la lengua gener al y esclar ecer, al m ism o tiem po, el pasado histór ico del léxico r egistr ado. Deter m inadas las fuentes en las que se sostienen la investigación, y a tenor de un inter és por el léxico de or igen italiano en nuestr a lengua, debem os señalar que los pr im er os testim onios lexicogr áficos que se hallan sobr e este tipo de léxico pr estado se docum entan ya a finales del siglo XVI. Concr etam ente, los pr im er os r egistr os se hallan en el Diccionar io de ar abismos del fr anciscano Diego de Guadix (c. 1593). La obr a de natur aleza etim ológica tiene pr etensiones de diccionar io plur ilingüe, ya que en ella, adem ás del español, se r egistr an subconjuntos léxicos de lenguas com o el latín, el fr ancés, el ár abe, el hebr eo, y, especialm ente, el italiano. Inter esados, especialm ente, por los italianism os podem os decir que en el diccionar io de Guadix los italianism os se r ecogen en la m acr oestr uctur a. De ellas se nos ofr ece el significado de uso en Italia y, por lo gener al, la etim ología (for m al y sem ántica) de la voz en la lengua ár abe. La m ayor ía de estas voces tuvier on un em pleo continuado y habitual a lo lar go de todo el siglo XVI y usadas com o extr anjer ism os pasar án a las colum nas de los diccionar ios españoles com o neologism os. Com o nota gener al, es significativo señalar que la identidad de estas palabr as com o voces pr opias de la lengua italiana no se ofr ece solo con el dato explícito de m ar ca geogr áfica, sino que es car acter ístico en estas voces el pr oceso de lem atización. Guadix va a lem atizar estas voces ? así com o todas aquellas pr opias del italiano que r ecoge? siguiendo un m étodo de tr anscr ipción de natur aleza fonética, con el cual r epr esenta los sonidos del habla italiana, m ediante el sistem a de signos gr áficos del español, lo que nos lleva a pensar que Diego de Guadix escr ibe el italiano de oído. De este m odo, la doble consonante italiana -gl-, identificada fonéticamente con el sonido de la palatal later al sonor a, se escr ibe or togr áficamente ll, r ehuyendo así del italianism o gr áfico. Sir va de ejem plo: collone (it. coglione), gar bullo (it. gar buglio) o pillar e (it. pigliar e). A par tir del conocim iento de este vocabular io italiano en la obr a par a este tr abajo se ha seleccionado exclusivam ente las voces de natur aleza adjetival. De m odo que el r esultado ha sido la elección de dos unidades léxicas adjetivales, a saber, collón y poltr ón:

collone. Llam an en Italia a el genital o testículo. Léase el nom br e culo. (Guadix, 1593: sv). poltr one. Llam an en Italia a el hom br e a que en España holgazán, per eçoso o hom br e descom puesto. (Guadix,1593: sv).

No obstante, el estudio no se centr a exclusivam ente en estos dos vocablos, sino que se estudia tam bién los der ivados cor r adicales de dichos adjetivos, desar r ollando así una investigación de lexicogénesis. Dado que las palabr as no tienen una r ealidad apar tada del r esto, en este caso, está clar o que su afianzam iento en el sistem a lingüístico del español llevó consigo un pr oceso par alelo de léxico m ultiplicado m ediante m ecanism os de der ivación a par tir de dichos adjetivos, for taleciéndose, de este m odo, las voces collón y poltr ón com o líder del gr upo o fam ilia léxica. Así de collón: collonar , collonazo, colloner ía, acollonar , collonote, collonada, acollonar se, acollonado /-da, acollonadamente, acollonable, acollonador, acollonamiento. Y de poltr ón: poltr onazo, poltr oner ía, poltr onizar se, poltr onamente, poltr onísimo, poltr onear, poltr oner ismo, poltr onazgo, poltr onesca, poltr onía, apoltr onado, apoltr onar (se), empoltr onecer se, empoltr onecido/-da, apoltr onamiento, apoltr onándose. Es así que, siguiendo una m etodología diseñada explícitam ente par a la lexicogr afía histór ica del español, valiéndonos de los datos extr aídos de los cor pus textuales, así com o de toda la pr áctica lexicogr áfica, hem os podido ensayar un ar tículo lexicogr áfico sobr e las voces estudiadas com o pr opuesta 185


de lexicogr afía histór ica, ofr eciendo par a ello los siguientes contenidos m icr oestr uctur ales: a) lem a; b) var iantes flexivas con fechas de docum entación y car acter ización gr am atical; c) r esum en del ar tículo (m icr oestr uctur a abr eviada); d) etim ología. Se indica las fuentes utilizadas; e) acepción; f ) r elaciones sem ánticas (sinónim os); g) fam ilia léxica (der ivados) y h) autor idades o docum entación que apoya la acepción (léxicas y lexicogr áficas). En el segundo bloque se ofr ece una investigación en tor no a docum entos notar iales adscr itos al ám bito de la beneficencia. En concr eto, se editan y analizan dos inventar ios de bienes, localizados en el Ar chivo de la Diputación Pr ovincial de Jaén, r elativos a los Hospicios de Hom br es y de M ujer es y datados en la segunda m itad del siglo XIX (1844 y 1869, r espectivam ente). Sin duda, el estudio de estas fuentes docum entales ha supuesto el conocim iento de la r ealidad cotidiana y dom éstica de la época estudiada, par cela cr onológica habitualm ente desatendida. Adem ás, desde el punto de vista lingüístico, se ha contr ibuido al enr iquecim iento de la histor ia del léxico. Tr as llevar a cabo un análisis onom asiológico de los ítem s docum entados, se ha constatado que las categor ías m ejor r epr esentadas son las r elativas a los objetos suntuar ios (152 ítem s) y a las her r am ientas pr ofesionales (148 ítem s), cir cunstancia justificada sobr adam ente si se tiene en cuenta la existencia de sendas iglesias y sacr istías en cada Hospicio, de un lado, y el em pleo de los acogidos en el Hospicio de Hom br es en los oficios desar r ollados en distintos taller es (car pinter ía, tejidos, alpar gater ía, sastr er ía, m úsica, etc.), de otr o lado. A continuación, se han analizado lexicogr áficam ente las palabr as docum entadas m ediante la búsqueda en el Nuevo tesor o lexicogr áfico de la lengua española (NTLLE) y en r eper tor ios com o el Diccionar io cr ítico etimológico castellano e hispánico (DCECH 1980-91) de Cor om inas y Pascual. En total, se estudian 56 palabr as: antenallas, baquetón, bar ítono, bir biquí, bombar dino, bombo, camisolín, canícula, capuchina, casillar , chair a, coco, cor netín, cor nialtar , cuajader a, escupider a, espiocha, far r uca, fiscor no, flautín, fleque, flor ete, guillamen, gutaper cha, helicón, indiana, jícar a, levita, mahón, muselina, pañete, pañoleta, par aguas, pata de cabr a, per cal, per calina, per ola, plaqué, platillo, poncho, punceta, quinqué, r aser a, r ecogedor , r edondel, r inconer a, r odillo, tapete, ter cer ola, tor niquete, tr abador , tr iángulo, tr omba, tr ombón, visillo, zafer o. Se ha constado, en definitiva, la gr an pr esencia de voces, de índole técnica, habitualm ente intr oducidas en los diccionar ios a par tir del siglo XIX (r elativas a la car pinter ía ? baquetón, bir biquí, guillamen, tr abador ? , la her r er ía ? antenallas, punceta, tor niquete, tr iángulo? , la m úsica ? bar ítono, bombar dino, cor netín, fiscor no, helicón, ter cer ola, etc.? o la zapater ía ? chair a, pata de cabr a? ), así com o de dialectalism os léxicos pr opios de las hablas andaluzas (canícula, capuchina, cuajader a, espiocha, far r uca, fleque, pañoleta, per ola, r aser a, r ecogedor o zafer o). Así, en este estudio queda patente el im por tante papel de los inventar ios léxicos com o fuente a la hor a de localizar, datar, or ganizar y definir el léxico, especialm ente el concer niente a la vida cotidiana.

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PRESENTA CI ÓN DE LA COLECCI ÓN CUA DERNOS DE LEX I COGRA FÍ A , EDI TA DA POR EL GRUPO LDV P I. LEXICOGRAFÍA CALÓ Ivo Buzek ed. II. ENTREVISTA Y HOM ENAJE A PORTO DAPENA III. LEXICOGRAFÍA DEL DEPORTE Antoni Nom dedeu ed. IV. LEXICOGRAFÍA SEFARDÍ Dor a M ancheva ed.

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N oticias de los

Grupos de

I nvestigaci贸n

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Cl aver ía Nadal , Gl or ia; H u er tas M ar tín ez, Sh eil a; Ju l ià Lu n a, Car ol in a; Poch Ol ivé, Dol or s (eds), (2014): L eer casi lo m i sm o. L a t r aducci ón li t er ar i a. Val èn cia: Pu bl icacion s de l a Un iver sitat de Val èn cia.

Descr i pci ón Este vol u m en r eú n e l os textos de l as con tr ibu cion es qu e se pr esen tar on en l a Jor n ada de Estu dios «Leer casi l o m ism o: l a tr adu cción l iter ar ia», cel ebr ada en 2013 en el Depar tam en to de Fil ol ogía Españ ol a de l a Un iver sitat Au tòn om a de Bar cel on a y or gan izada por el Gr u po de Lexicogr afía y Diacr on ía (SGR 2009-1056). El objetivo de l a jor n ada fu e pr opiciar el en cu en tr o en tr e estu diosos de l a l en gu a y l a l iter atu r a, tr adu ctor es, editor es y au tor es con el pr opósito de m editar sobr e l as posibil idades y sobr e l os l ím ites de l a tr adu cción l iter ar ia y, así, pon er de r el ieve l as difer en tes estr ategias adoptadas por l os tr adu ctor es par a con segu ir, en pal abr as de Um ber to Eco, ese "Decir casi l o m ism o" (Pr ogr am a de l a Jor n ada). Los tr abajos qu e in tegr an este l ibr o abar can el an ál isis de tr adu ccion es desde otr as l en gu as al españ ol y del españ ol a otr as l en gu as a tr avés del estu dio de au tor es de distin tos per íodos de l a h istor ia de l a l iter atu r a. Í n di ce Pr esen t aci ón - Gl or ia Cl aver ía, Sh eil a H u er tas, Car ol in a Ju l ià y Dol or s Poch Pr ólogo.Por los r ecovecos del si st em a li t er ar i o- Fer n an do Val l s Vi aj e del Qui j ot e al alem án del si glo XXI - Su san n e Lan ge «L e pèr e t r om pé». Tr aducci on es y apr eci aci ón del t eat r o de L ope en Fr an ci a en los si glos XVI I I y XI X- Fr an cesca Su ppa Vi aj e al españ ol de «El ver dugo» de Balzac- M on tser r at Am or es y Gl or ia Cl aver ía L as t r aducci on es ext r aor di n ar i as de Edgar Allan Poe: Car les Ri ba y Juli o Cor t ázar - Dol or s Poch Sali n ger en españ ol: El cazador ocult o y El guar di án en t r e el cen t en o- San tiago Al coba Tr aducci ón y aut ot r aducci ón - Car m e Rier a y Lu isa Coton er Editor es y tr adu ctor es- An dr eu Jau m e, Joan Riam bau y Gon zal o Pon tón M ás in for m ación en : h ttp:/ / pu v.u v.es/ pr odu ct_in fo.ph p?cPath =21_22_45_65&pr odu cts_id=25181

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X I En cuen tr o de M or fól ogos: Los l i n des de l a m or fol ogí a 7-8 de m ayo 2015 Facul tad de Fi l osofí a y Letr as Un i ver si dad Autón om a de Bar cel on a El XI En cu en tr o de M or fól ogos se cel ebr ar á l os días 7 y 8 de m ayo de 2015 en l a Facu l tad de Fil osofía y Letr as de l a Un iver sidad Au tón om a de Bar cel on a. Su or gan ización cor r e a car go del ?Gr u po de l exicogr afía y diacr on ía? de l a Un iver sidad Au tón om a de Bar cel on a, cu yas l ín eas de in vestigación son el estu dio h istór ico del l éxico y l a m or fol ogía, l a l exicogr afía y l a apl icación de l as n u evas tecn ol ogías a l a fil ol ogía (h ttp:/ / gr u psder ecer ca.u ab.cat/ sfi). Los En cu en tr os de M or fol ogía su r gier on h ace ya m ás de 10 añ os gr acias a l os pr ofesor es Fer n an do Lázar o M or a y Sol edad Var el a Or tega con el objetivo de r eu n ir an u al m en te a in vestigador es (tan to pr ofesor es com o estu dian tes) in ter esados en cu al qu ier aspecto r el acion ado con l os estu dios m or fol ógicos. Así, desde el añ o 2005 se h an l l evado a cabo diez En cu en tr os or gan izados por distin tas u n iver sidades españ ol as (Un iver sidad de Jaén , Un iver sidad de Extr em adu r a, Un iver sidad de M u r cia, Un iver sidad de Zar agoza, Un iver sidad Au tón om a de M adr id, Un iver sidad de Vigo, Un iver sitat de Gir on a, Un iver sitat Pom peu Fabr a, Un iver sidad de Cádiz y Un iver sidad de Castil l a-La M an ch a) (h ttps:/ / m or for etem .wor dpr ess.com / tag/ an ter ior es-en cu en tr os-de-m or fol ogos). Estas r eu n ion es h an con tr ibu ido n o sól o a l a con sol idación de estas r eu n ion es cien tíficas, sin o tam bién a su expan sión , ya qu e cada vez h a sido m ayor el n ú m er o de per son as qu e h an par ticipado. Todos l os En cu en tr os se h an or gan izado en tor n o a u n a cu estión r el acion ada con l a m or fol ogía. El tem a escogido par a el XI En cu en tr o es L os li n des de la m or f ología, qu e h a sido sel eccion ado n o sol o por su gr an actu al idad en l a r efl exión l in gü ística, sin o tam bién por su car ácter abar cador y con tr over tido, l o qu e m otivar á l a discu sión y el debate. El pr ogr am a cien tífico, qu e se desar r ol l a du r an te l a jor n ada del día 8 de m ayo, cu en ta con l a par ticipación de especial istas de r econ ocido pr estigio n acion al e in ter n acion al . La pr ofesor a de l a Un iver sidad Au tón om a de Bar cel on a, Car m e Pical l o, ser á l a en car gada de r eal izar l a pon en cia in au gu r al ?La in ter faz sin taxis-m or fol ogía?. A con tin u ación , segu ir á l a m esa r edon da ?M or fol ogía a debate: del pan or am a a l os datos?, qu e con tar á con l a par ticipación de l os pr ofesor es Car m en Agu ir r e (Un iver sidad Com pl u ten se de M adr id), M ar ia Rosa Ll or et (Un iver sidad de Bar cel on a) y Fr an cisco Javier Car r er as Riu davets (Un iver sidad de Las Pal m as de Gr an Can ar ia) qu e abor dar án tem as com o l a pr odu ctividad y cr eatividad en l as pal abr as de n u eva cr eación , l a in ter faz fon ol ogía-m or fol ogía y el tr atam ien to in for m ático de l a m or fol ogía. Las sesion es de l a tar de dar án com ien zo con l a con fer en cia de l a pr ofesor a M ª Án gel es Can o Cam br on er o de l a Un iver sidad Au tón om a de M adr id titu l ada ?¿Un léxi co gen er at i vo y est r uct ur ado o em pobr eci do e i di osi n cr ási co? Volvi en do sobr e la i n t er f az léxi co-si n t axi s? y, a con tin u ación , dictar á su pon en cia l a pr ofesor a M ar ta Tor r es de l a Un iver sidad de Jaén qu e l l eva por títu l o For m aci ón de palabr as y Di cci on ar i o: di f i cult ades en la codi f i caci ón lexi cogr áf i ca. Par a cl au su r ar el En cu en tr o, el pr ofesor Br u n o Cam u s de l a Un iver sidad de Castil l a-La M an ch a im par tir á l a pon en cia Un paseo por los bor des de la M or f ología: la hi st or i a de los pr ocesos m or f ológi cos. Todas l as in ter ven cion es van segu idas de u n espacio par a l a discu sión , qu e favor ece el in ter cam bio de ideas y l a par ticipación de l os asisten tes. Fin al m en te, el pr ogr am a cien tífico está abier to a l a pr esen tación de póster es qu e ver sen sobr e l a in vestigación en m or fol ogía (el pl azo de pr esen tación de pr opu estas expir a el 20 de m ar zo). Sigu ien do l os pasos de su s pr edecesor es, el XI En cu en tr o de M or fól ogos in ten tar á a con ver tir se en u n for o de discu sión y debate en tor n o a l a m or fol ogía qu e con tr ibu ya al avan ce de esta discipl in a l in gü ística. M ás in for m ación en : h ttps:/ / sites.googl e.com / site/ xien cu en tr o2015/

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PLAZO DE ENVÍO DE RESÚM ENES AM PLIADO EUROPH RAS2015: TERCERA CIRCULAR

* Cl asificación de u n idades fr aseol ógicas basada en cor pu s o m edian te técn icas de PLN;

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* An ál isis de u n idades fr aseol ógicas basado en cor pu s o asistido por or den ador ;

FRASEOLOGÍA COM PUTACIONAL Y BASADA EN CORPUS: PERSPECTIVAS M ONOLINGÜES Y M ULTILINGÜES

* Tr adu cción de u n idades fr aseol ógicas basada en cor pu s o asistida por or den ador.

EUROPH RAS2015: 29 ju n io-1 ju l io 2015, M ál aga

Se aceptar an tr abajos en españ ol , in gl és, al em án o fr an cés.

H TTP:/ / ES.EUROPH RAS2015.EU/ 2015 Com o se despr en de de su pr opio títu l o ?Fr aseol ogía com pu tacion al y basada en cor pu s: per spectivas m on ol in gü es y m u l til in gü es?, EUROPH RAS2015 se cen tr ar á en difer en tes aspectos de l a fr aseol ogía r el acion ada con l as tecn ol ogías l in gü ísticas. En con cr eto, se pr eten de cr ear u n a pl atafor m a qu e per m ita pr esen tar y debatir l os m étodos com pu tacion al es y basados en cor pu s m ás r ecien tes y avan zados de apl icación en fr aseol ogía con el objetivo pr om over u n m ayor desar r ol l o e in n ovación de l a discipl in a en su s ver tien tes m on ol in gü e y m u l til in gü e, así com o en el cam po de l a tr adu cción . TEM AS In vitam os a pr esen tar tr abajos en for m a de com u n icación o de póster qu e ver sen , en tr e otr os, sobr e fr aseol ogía basada en cor pu s y el pr ocesam ien to com pu tacion al de l as u n idades fr aseol ógicas, esto es, su iden tificación , cl asificación , extr acción , an ál isis, tr adu cción y r epr esen tación : * Fr aseol ogía basada en cor pu s; * Fr aseol ogía m on ol in gü e y fr aseol ogía con tr astiva: en foqu es com pu tacion al es; * La en señ an za de u n idades fr aseol ógicas: en foqu es basados en cor pu s y en técn icas de PLN;

PRESIDENCIA EUROPH RAS2015 Gl or ia Cor pas Pastor CONFERENCIANTES PLENARIOS EUROPH RAS2015 - Jean -Pier r e Col son (In stitu t Libr e M ar ie H aps, Br u ssel s/ Un iver sité Cath ol iqu e de Lou vain , Bél gica) - Patr ick H an k s (Un iver sity of W ol ver h am pton / Un iver sity of th e W est of En gl an d, Rein o Un ido) - Ul r ich H eid (Un iver sität H il desh eim , Al em an ia) - Ru sl an M itk ov (Un iver sity of W ol ver h am pton , Rein o Un ido) Los m iem br os del COM ITÉ CIENTÍFICO son especial istas r econ ocidos de todo el m u n do. INFORM ACIÓN PARA EL ENVÍO DE COM UNICACIONES Visite el sitio web de EUROPH RAS2015:h ttp:/ / es.eu r oph r as2015.eu / FECH AS IM PORTANTES 31 M ARZO 2015 Nu eva fech a l ím ite par a l a r ecepción de r esú m en es (400-500 pal abr as, sin con tar bibl iogr afía) 30 ABRIL 2015 Notificación de aceptación

* La in for m ación fr aseol ógica en l a l exicogr afía y l a ter m in ol ogía el ectr ón icas;

29 JUNIO-1 JULIO 2015 Con gr eso

* Iden tificación de u n idades fr aseol ógicas basada en cor pu s o m edian te técn icas de PLN;

15 JULIO 2015 En tr ega de m an u scr itos aceptados (segú n h oja de estil o)

Ju n to con EUROPH RAS2015, se cel ebr ar á du r an te l os días 1 y 2 de ju l io l a segu n da edición del "W or k sh op on M u l ti-wor d Un its in M ach in e Tr an sl ation an d Tr an sl ation Tech n ol ogy" (W SM UTTT).

CONFERENCIANTE PLENARIO DEL W ORKSH OP

PRESIDENCIA DEL W SM UTTT W ORKSH OP - Gl or ia Cor pas Pastor (Un iver sidad de M ál aga, Españ a) - Ru sl an M itk ov (Un iver sity of W ol ver h am pton , Rein o Un ido) - Joh an n a M on ti (Un iver sità degl i Stu di di Sassar i, Ital ia) - Viol eta Ser etan (Un iver sitè de Gen ève, Su iza)

- Kath r in Steyer (In stitu t fü r deu tsch e Spr ach e, M an n h eim , Al em an ia) Par a m ás in for m ación acer ca del wor k sh op, visite: h ttp:/ / es.eu r oph r as2015.eu / pr esen tation LOCALIZACIÓN (CONGRESO Y W ORKSH OP) Un iver sidad de M ál aga, Facu l tad de Fil osofía y Letr as, Cam pu s de Teatin os s/ n , 29071 M ál aga, Españ a

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El Gr upo de I n vest i gaci ón en L exi cogr af ía y En señ an za de L en guas Ext r an j er as (LEXELE) h a pu bl icado r ecien tem en te u n n u evo n ú m er o (con cr etam en te, el 3) de l a Revi st a I n t er n aci on al de L en guas Ext r an j er as (RILE). Se tr ata de u n a pu bl icación el ectr ón ica de acceso l ibr e; tien e com o pr in cipal objetivo difu n dir l as in vestigacion es en el m ar co de l a Lin gü ística Apl icada, en el ám bito de l a en señ an za y apr en dizaje de l en gu as extr an jer as, en u n sen tido teór ico y pr áctico, con especial in ciden cia en l a Lexicogr afía de apr en dizaje. Par a en viar tr abajos par a su pu bl icación , pu ede con su l tar se el sigu ien te en l ace: h ttp:/ / www.r evistes.pu bl icacion su r v.cat/ in dex.ph p/ r il e/ abou t/ su bm ission s# au th or Gu idel in es El n ú m er o 3 de l a Revista se en cu en tr a en l a sigu ien tedir ección : h ttp:/ / www.r evistes.pu bl icacion su r v.cat/ in dex.ph p/ r il e/ issu e/ view/ 42/ sh owToc

En cu an to a l a in vestigación r ecien te del Gr u po, cabe destacar l os tr abajos en el m ar co del Pr oyecto "Diccion ar io h istór ico de tér m in os del fú tbol (fase in icial )"; este pr oyecto, coor din ado por el Dr. An ton i Nom dedeu , en el qu e par ticipan in vestigador es de l a URV, UAB y UAM (Col om bia), h a em pezado dar fr u tos: - el ar tícu l o de Xavier Tor r ebadel l a i Fl ix y An ton i Nom dedeu Ru l l (2014) "Bibl iogr aph ic r eper tor ie of Footbal l in Spain (1900-1936). 121 wor k s to in ter pr et th e social im pact of footbal l in con tem por ar y h istor y", Apun t s, Educaci ó f ísi ca i espor t s, 115, 1r tr im estr e (gen er -m ar ç), 2014, pp. 7-32. - el ar tícu l o de An ton i Nom dedeu Ru l l (2015) ?Pr im er as docu m en tacion es del Di cci on ar i o H i st ór i co de Tér m i n os del Fút bol: con texto, textos fu n dam en tal es y tér m in os (1890-1899)?, Est udi os de L exi cogr af ía. Revista bim en su al del gr u po Las dos vidas de l as pal abr as, n . 1, febr er o de 2015, pp. 60-73. ISSN 2386-4575 [h ttp:/ / issu u .com / l dvp/ docs/ el ex_febr er o_de_2015?e=15360805/ 11251537] - el ar tícu l o de Xavier Tor r ebadel l a i Fl ix y An ton i Nom dedeu Ru l l (2015, en pr en sa): ?Los pr im er os l ibr os de fú tbol pu bl icados en Españ a (1900-1919)?, Revi st a Gen er al de I n f or m aci ón y Docum en t aci ón . Nú m . 25 (1), pp. . ISSN: 1132-1873. P

Por otr a par te, M . Isabel Giber t, in vestigador a del Gr u po, h a l eído r ecien tem en te su tesis doctor al qu e l l eva por títu l o "Pr agm ática de l a in ter l en gu a: desar r ol l o de u n test de n ivel de com pr en sión pr agm ática par a estu dian tes sin oh abl an tes de españ ol com o l en gu a extr an jer a" (17/ 10/ 2014).

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Pr oyecto de I n vesti gaci ón : El Léxi co hi stór i co de l as habl as an dal uzas por Sem i n ar i o de L exi cogr af ía H i spán i ca (SL H ) (H UM 922), gr u po I+D+i depen dien te del Pl an An dal u z de In vestigación , Desar r ol l o e In n ovación pr opio de l a Secr etar ía Gen er al de Un iver sidades, In vestigación y Tecn ol ogía de l a Ju n ta de An dal u cía con sede en l a Un iver sidad de Jaén . El pr oyecto «Léxi co hi stór i co de l as habl as an dal uzas» qu e se desar r ol l a en el sen o del SLH (H UM 922) tien e u n a dobl e or ien tación m etodol ógica. Por u n l ado, apoyados en fu en tes m etal in gü ísticas, pr eten dem os dar m u estr a ver dader a de l a in cipien te var iedad geol in gü ística an dal u za qu e r egistr an n u estr os diccion ar ios, u n a m u estr a de con ju n to y com pl eta qu e tr an scu r r a desde l os or ígen es (sigl o xv) h asta l a l exicogr afía del sigl o xxi. El objetivo fin al ser á ofr ecer u n cor pu s l éxico diacr ón ico an dal u z ? Léxi co hi st ór i co de Anda lucí a (l exhi an )? qu e ser á som etido a in ven tar io, estu dio y r edacción con fin es l exicogr áficos. Es im por tan te saber qu e el l éxico qu e se está an al izan do n o es u n r eper tor io con tr astivo del l éxico an dal u z, ya qu e podem os en con tr ar en este r eper tor io voces per ten ecien tes a l a l en gu a gen er al , de m ism o m odo qu e m u ch o del l éxico r egistr ado en estos diccion ar ios sin m ar cación diatópica pu ede señ al ar se com o voz dial ectal . En este cor pu s, el l ector sol o en con tr ar á el l éxico qu e, in depen dien tem en te de l a r eal idad qu e ofr ecer ía u n estu dio con tr astivo actu al apoyado en l as m oder n as in vestigacion es dial ectal es, im pr im e su an dal u cism o por el testim on io qu e ofr ecen l os au tor es de l os textos or igin al es. De m odo qu e l as voces aqu í in ven tar iadas h an de en ten der se com o l éxico an dal u z en tan to qu e así apar ecen m ar cadas en l as obr as estu diadas. No obstan te, n o qu eda fu er a de n u estr o estu dio el an ál isis con tr astivo del l éxico a fin de con statar tan to el acier to de m ar cación diatópica de l a voz, com o l a per viven cia de ésta en el ám bito r egion al an dal u z. El esbozo de l as bases y l a decl ar ación de objetivos sobr e l a in vestigación del «Léxico h istór ico de l as h abl as an dal u zas» se r em on ta a l a ú l tim a con vocator ia del Sem i n ar i o de L exi cogr af ía

H i spán i ca (Jaén , 2003) dedicado a l a ?Lexicogr afía r egion al del españ ol ?. Pr on to sal en a l a l u z en ese m ism o espacio de difu sión cien tífica l as pr im er as in vestigacion es, con el tr abajo de M .ª Águ eda M or en o M or en o ?El l éxico h istór ico r egion al en l as pr im er as obr as l exicogr áficas etim ol ógicas (ss. XV-XVII)? (In : I. Ah u m ada (ed. 2004: 239-261). En dich a in vestigación se tr ató l a r econ str u cción de l as var iedades l éxicas de l as h abl as pen in su l ar es desde u n a per spectiva h istór ica, apoyada en l as fu en tes docu m en tal es qu e ofr ecen l os pr im er os diccion ar ios etim ol ógicos (ss. xv-xvii). Ya dich a in vestigación m ostr ó qu e desde l os com ien zos de l a pr áctica l exicogr áfica h abía h abido u n a im per iosa n ecesidad de aten der al l éxico dial ectal . De l a pr odu cción de aqu el tr abajo, l a in vestigación se cen tr ó poster ior m en te en en con tr ar r efl ejada l a r egión an dal u za en tr e l as cator ce zon as geogr áficas a l as qu e se cir cu n scr iben l as voces r ecogidas en l os textos etim ol ógicos. In vestigación pion er a en este ám bito. Se sel eccion ó el l éxico qu e apar ecía siem pr e m ar cado con etiqu etas geol in gü ísticas, qu e en el caso del an dal u z se pr esen taba bajo el u so de m ar cas diatópicas difer en tes: An dalucía, Cór doba, Gr an ada, Jaén y Sevi lla. Esto, a saber, en : M .ª-Á. M or en o M or en o. L éxi co hi st ór i co an daluz. I . Per íodo clási co (Jaén , 2007). A l a l u z de estas in vestigacion es, se pu do cer tificar en su m om en to qu e, del total del l éxico r ecogido, l a zon a geogr áfica qu e m ás h abía sido aten dida por l os difer en tes au tor es tr abajados er a l a r egión an dal u za, con casi u n a cen ten a de voces, l o qu e su pon ía casi u n a cu ar ta par te de todo el total . Estos datos n os ofr ecen ya u n pequ eñ o cor pu s de l éxico h istór ico an dal u z. H oy en día se h an pr esen tado distin tos r esu l tados de esta in vestigación en pr oceso, de for m a par cial en distin tos for os y escen ar ios de divu l gación cien tífica, l o qu e dem u estr a l a viabil idad y l a actividad r eal del pr oyecto por el con ocim ien to y estu dio de l as h abl as an dal u zas..

Por otr o l ado, l a l ín ea de in vestigación "Estu dios fil ol ógicos y fu en tes docu m en tal es" se pr esen ta com o fu en te fu n dam en tal y expl otación de datos par a el estu dio h istór ico de l a var iedad dial ectal an dal u za, pr in cipal m en te. Con estos estu dios se pr eten de l a r ecu per ación del patr im on io docu m en tal de fu en tes h istór icas, a fin de obten er u n r ecu r so r eu til izabl e par a l a extr acción de datos y ofr ecer u n espacio m u l tidiscipl in ar de in vestigación de u til idad par a l a ar ch ivística, l a pal eogr afía, l a teor ía l in gü ística, l a sociol in gü ística h istór ica, l a h istor ia de l a l en gu a, l a h istor ia gen er al y/ o l a l iter atu r a, en tr e otr as discipl in as. Com o fu en te par a el pr oyecto, n u estr o objetivo está en l l evar a cabo l a r eal ización del Cor pus di a cr óni co de t ext os a nda luces (codi atex). Del m ism o m odo, l os r esu l tados de esta in vestigación se h an pu bl icado de for m a par cial en distin tos for os y escen ar ios de divu l gación cien tífica.

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El gr u po In folex (Gr u po de In vestigación en In for m ación Lexicogr áfica - 2014SGR1071) es u n gr u po de in vestigación qu e in ició su an dadu r a en 1994, cu an do se cr eó el In stitu to Un iver sitar io de Lin gü ística Apl icada de l a Un iver sidad Pom peu Fabr a. Desde su s or ígen es, estu vo l ider ado por l a Dr a. M . Paz Battan er, a l a qu e su cedió l a Dr a. Jan et DeCesar is en el m om en to en qu e aqu el l a se ju bil ó; actu al m en te, es IP del gr u po Ser gi Tor n er. In fol ex ver tebr a su in vestigación al r ededor de dos gr an des ejes, expl ícitos en l os sen dos for m an tes qu e con stitu yen su n om br e: I n f o, de in for m ación e in for m atización , y lex, de l éxico y l exicogr afía. En defin itiva, es u n gr u po qu e se in ter esa por el estu dio del l éxico y de l a in for m ación qu e sobr e este pr opor cion an l os diccion ar ios. El tr abajo al r ededor de estos dos ejes agl u tin a a u n equ ipo de in vestigador es qu e in cl u ye sem an tistas, m or fól ogos y l exicógr afos, qu e desar r ol l an su in vestigación sobr e tem as r el acion ados con el l éxico y l a gr am ática y su r epr esen tación en l as obr as l exicogr áficas, ya sean m on ol in gü es gen er al es, m on ol in gü es de apr en dizaje o bil in gü es. En l a ú l tim a década, h a cen tr ado su s esfu er zos sobr e todo en l a con fección del DAELE, Di cci on ar i o de apr en di zaj e del españ ol com o len gua ext r an j er a, u n diccion ar io m on ol in gü e del españ ol or ien tado a apr en dices de esta l en gu a, en for m ato el ectr ón ico, de n u eva pl an ta y basado en cor pu s. El DAELE, con su l tabl e en su estado actu al de desar r ol l o en h ttp:/ / www.iu l a.u pf.edu / r ec/ dael e/ , es fu n dam en tal m en te u n pr ototipo; n ace, pu es, con l a vocación de h acer pr opu estas n ovedosas, qu e apor ten u n avan ce en el pan or am a de l a l exicogr afía de apr en dizaje del españ ol . En su s pr im er os añ os, in dagó sobr e todo en l a r epr esen tación

l exicogr áfica del ver bo, pr opon ien do u n a m icr oestr u ctu r a del ar tícu l o l exicogr áfico de esta categor ía gr am atical basada en aspectos sem án ticos, a l os qu e se su bor din an l os aspectos r el acion ados con l a con str u cción gr am atical . Actu al m en te, l a in vestigación qu e se desar r ol l a al r ededor de este diccion ar io se cen tr a en n u evos m odos de en r iqu ecer l a in for m ación qu e se pr opor cion a sobr e l as voces, en especial en r el ación con su s posibil idades com bin ator ias. El gr u po In fol ex m an tien e con tactos fr ecu en tes con otr os gr u pos de in vestigación afin es tan to del Estado españ ol com o del r esto de Eu r opa. En este sen tido, debe destacar se qu e fu e m iem br o im pu l sor de l a Red tem ática de Lexicogr afía. M ás tar de, el gr u po In fol ex im pu l só l a cr eación de l a Asociación Españ ol a de Estu dios Lexicogr áficos (AELEX), qu e or gan iza per iódicam en te con gr esos in ter n acion al es y pr om u eve l a in vestigación en l exicogr afía en todo el estado. Así m ism o, tien e u n a fu er te pr esen cia en Eu r al ex, r ed eu r opea sobr e l exicogr afía; Jan et DeCesar is, in vestigador a m iem br o de In fol ex, fu e su an ter ior pr esiden ta. Fr u to de estas r el acion es, In fol ex or gan iza per iódicam en te en cu en tr os académ icos de debate sobr e tem as m on ogr áficos, cu yos r esu l tados se pu bl ican en for m a de l ibr os. Los dos ú l tim os de estos m on ogr áficos, dedicados al ver bo y a l as r el acion es m or fol ógicas en l os diccion ar ios, se h an pu bl icado com o an exos a l a Revi st a de L exi cogr af ía. M ás in for m ación : h ttp:/ / www.iu l a.u pf.edu / in fol ex/

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ELEX A BRI L M onogr áfico dir igido por José Antonio Pascual sobr e el Nuevo Diccionar io Histór ico del Español de la RAE

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