Version 1.2 de ELex febrero

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ESTUDI OS DE LEX I COGRA FÍ A R EVISTA BIM EN SUAL DEL GRU PO LAS DO S VIDAS DE LAS PALABR AS N º 1, FEBR ERO DE 2015

LIBROS

Art ícul os

David Pr ieto

Sven Tar p

Fr an cisco Lafar ga

Paz Battan er

Lu is Pegen au te

Pedr o Fu er tes M ar ía Án gel es Ál var ez

En r iqu e Jim én ez

M ª Au xil iador a Castil l o An a Ser r adil l a Rosar io Gon zál ez An ton i Nom dedeu An a Costa Car ol in a Ju l ià

M anuel Alvar Ezquer r a nos pr esenta Lo que ca lla n la s pa la br a s

Tratamiento de las letras en el DRA E 2014 del tricentenario Por Á lvaro Porto Dapena V isión del propio t rabajo- Por Luis Fernando Lara Ram os Pr esen t aci ón del D I CT ER - Por M ª Jesú s M an ch o 1


Janet Decesar is (UPF, EUROLEX)

Lasdosvidasde laspalabras

Josefa Dor ta (ULL) Pedr o Fuer tes (UVA) Cecilio Gar r iga (UAB)

Gr upo editor de las r evistas M a estr os de la Filología (M F), Estudios de Lexicogr a fía (ELex), Ecdótica y Estudios contempor á neos de tr a ducción (ECos) y de las colecciones de libr os Cua der nos de Lexicogr a fía y Cua der nos de Ecdótica

M ichael Ger li (U. Vir ginia) Salvador Gutiér r ez Or dóñez (UNILEÓN) M ar ía do Car mo Henr íquez (UVIGO) Javier Huer ta (UCM ) I gnacio Javier López (U. Pennsylvania) Jens Lüdtke (U.Heidelber g) Concepción M aldonado (UCM , Editor ial SM ) M ar ía Jesús M ancho (USAL) Alber to M ontaner (UNIZAR)

Editor y cr eador : Juan V. Romer o

José Ramón M or ala (UNILEÓN)

Dir ector a de publicaciones: Esther Sámano

Águeda M or eno (UJA)

Dir ector de com unicación: Pablo Abellán

Rosa Navar r o (UB)

Dir ector a par a Hispanoam ér ica: Leidy R. Jiménez

Antoni Nomdedeu (URV) José Antonio Pascual (U. Car los III, RAE)

Dir ector a de la r evista ECos: Leidy R. Jiménez

Fr ancisco Javier Pér ez (Univer sidad Católica Andr és Bello)

Dir ector a de la r evista M aestr os de la Filología: Glor ia Navar r o

Álvar o Por to (UDC)

Dir ector a de contenidos: Rocío Bar r oso Subdir ector a (Noveles): M ar ta Tor r es Subdir ector a (Gr upos de investigación): Laur a Llanos

José I gnacio Pér ez Pascual (UDC) Alfr edo Rodr íguez (UDC) Félix San Vicente (U Bolonia) Car men Sánchez (UGR)

Delegada en Fr ancia: Beatr iz Her nández

Sven Tar p (U.Aar hus)

Delegado en Suecia: Henning Kallene Delegado en la República Checa: I vo Buzek Delegada en Suiza: Dor a M ancheva

Cor r eos de contacto: Cor por ativo: gr upo@lasdosvidasdelaspalabr as.com

Delegado en M éxico: Román Camar ena Delegada en Br asil: Liège Rinaldi

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Delegada en Cuba: Aur or a Camacho

Suscr ipciones: suppor t@lasdosvidasdelaspalabr as.com Editor : jvr om er o@lasdosvidasdelaspalabr as.com

Comité científico: Fr ancisco Abad (UNED)

Dir ector a par aHispanoam ér ica:

Pedr o Álvar ez de M ir anda (UAM , RAE)

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Ángeles Álvar ez (UAH)

Revista ELex: elex@lasdosvidasdelaspalabr as.com

M anuel Alvar Ezquer r a (UCM ) Julio Bor r ego (USAL) I gnacio Bosque (UCM , RAE) I vo Buzek (U.M asar yk de Br no) M ar Campos (USC) Fr ancisco Car r iscondo (UM A) Dolor es Cor bella (ULL) Glor ia Cor pas (UM A) Cr istóbal Cor r ales (ULL) Pilar Diez de Revenga (UM )

2

Dir ector a de publicaciones: esam ano@lasdosvidasdelaspalabr as.com


Director: Juan V. Romero Directora adjunta: Susana Gálvez Directora de Cuadernos de Lexicografía: Susana Gálvez

Lugar de edición: Barcelona ISSN: 2385-6025 Copyright © 2015 Las dos vidas de las palabras. Todos los derechos reservados.

Con el apoyo de

CENTRE FOR LEXICOGRAPHY

LEXELE

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SUM A RI O Febrero de 2015

PRÓLOGO- Por M ª Ángeles Álvar ez M ar tínez

Juan Gutiérrez Cuadrado

Pedro A. Fuertes-Olivera

David T. Gies

Cecilio Garriga Escribano

Sven Tarp

José R. M orala Rodríguez

José I gnacio Pérez Pascual

Luis Fernando Lara Ramos

Concepción M aldonado González

Cristóbal Corrales Zumbado

M ar Campos Souto

Pilar Díez de Revenga

6-11

PRESENTA CI ONES

Águeda M oreno M oreno

I NTRODUCCI ÓN - Por Juan Vicente Romero

12-18

19-22

EN EL TA LLER DEL LEX I CÓGRA FO (I ) Visión del propio trabajo del Dr. Luis Fernando Lara Ramos Por Luis Fernando Lara 23-28

EN PORTA DA Tratamiento de las letras en el DRAE 2014 del tricentenario- Por Álvaro Porto Dapena

29-41

PRESENTA CI ÓN DE DI CCI ONA RI OS (I ): EL DI CTER 2.0- Por Mª Jesús Mancho 4

42-47


I NV ESTI GA CI ONES PRESENTA DA S POR SUS A UTORES La Lexicografía de I nternet: Los Diccionarios de Contabilidad- Por Pedro A. Fuertes-Olivera

49-59

Primeras documentaciones del Diccionario Histórico de Términos del Fútbol: contexto, textos fundamentales y términos (1890-1899)* - Por Antoni Nomdedeu 60-73 Combinatoria léxica y lexicografía didáctica monolingüe- Por M ª Auxiliadora Castillo

74-80

Acercamiento al concepto género desde una perspectiva lexicográfica- Por Ana Costa

81-87

El mórfema -udo, da a través de su historia lexicográfica académica: siglos XVI I I y XI X[1]- Por Carolina Julià 88-98 Fraseología y diccionarios: una larga convivencia . Por Ana Serradilla 99-113 El eje sintagmático en los diccionarios de lengua: información gramatical, información sintáctica y función codifcadora, [1]- Por Rosario Gonzalez 114-122

Lo que callan las palabr as, de M anuel Alvar Ezquer r a

124-125

La definición lexicogr áfica, de Álvar o Por to Dapena

126-128

Cuatr o siglos de lexicogr afía española. La r ecepción de Tir so de M olina en los diccionar ios del español, de David Pr ieto Gar cía-Seco 129-133

LI BROS PRESENTA DOS POR SUS A UTORES

La cr ítica lexicogr áfica y el Diccionar io de la Real Academia Española. Obr as y autor es contr a el Diccionar io, de Enr ique Jim énez Ríos 134-137 Diccionar io histór ico de la tr aducción en Hispanoamér ica, de Fr ancisco Lafar ga y Luis Pegenaute 138-143

I. LEXICOGRAFÍA CALÓ Ivo Buzek ed. M ar zo de 2015 II. ENTREVISTA Y HOM ENAJE A PORTO DAPENA III. LEXICOGRAFÍA DEL DEPORTE Antoni Nom dedeu ed.

PRESENTA CI ÓN DE LA COLECCI ÓN CUA DERNOS DE LEX I COGRA FÍ A , EDI TA DA POR EL GRUPO LDV P

IV. LEXICOGRAFÍA SEFARDÍ Dor a M ancheva ed.

PRESENTA CI ON DE LOS DI CCI ONA RI OS DE LI D EDI TORI A L

PA RA LOS USUA RI OS DE DI CCI ONA RI OS (I ) Por Paz Batanner

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146-147

Optimismo ciego o ceguera optimista- por Sven Tarp 148-149

Entrevista a Darío Villanueva, Director de la Real Academia Española 5

José Antonio Pascual y su equipo nos presentan las nuevas palabras del A V A NCE DE ELEX M A RZ O Diccionario Histórico de la RAE

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PRÓLOGO Por M ª Ángeles Álvar ez M ar tínez, académ ica cor r espondiente de la RAE y Catedr ática de la Univer sidad de Alcalá de Henar es

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El léxico, ese gr an ?desconocido?

A mis padr es, que desper tar on el inter és por las palabr as A Ana Rosa, que me enseñó la pr ecisión lingüística

Es una

ver dad casi asum ida por todos que la

lengua es un m edio de com unicación y que su pr incipal objetivo es este. Es cier to que existen políticas lingüísticas enloquecedor as que no se guían por él, per o es cier to tam bién que pagan el pr ecio de esa ir r esponsabilidad, al tener usuar ios que no dom inan su lengua, que son incapaces de la m ínim a com pr ensión lingüística y que quedan incom unicados en una sociedad cada vez m ás unida por las nuevas tecnologías. Los usuar ios de cualquier lengua son conscientes de que el conocim iento de la gr am ática es pr im or dial par a el dom inio del idiom a, per o pocos asum en que el conocim iento pr eciso del léxico es, quizá, la par te m ás im por tante de un sistem a lingüístico. Sin em bar go, r esulta par adójico que, casi en cualquier casa, haya un diccionar io del tipo que sea, per o en m uy pocas haya una gr am ática (salvo que algún m iem br o de la fam ilia se dedique a la Filología). Estudiar gr am ática (o la Gr am ática) es una tar ea ar dua y desabr ida, aunque cuenta con una vir tud añadida: los lím ites están clar os y visibles, com o si de nadar en un lago se tr atar a. El nadador (en este caso el gr am ático) siem pr e ve la or illa hasta donde alcanza la vista y cr ee tener la capacidad necesar ia par a llegar a ella (que llegue o no, es una cuestión apar te). El lexicógr afo o lexicólogo está inm er so en el océano (aunque este pueda estar tr ansitado y sea conocido com o el Atlántico) y los lím ites no se vislum br an. Ha de hacer una labor de selección desde un pr incipio, si no quier e per ecer en el intento. Quien haya dedicado par te de su tr abajo pr ofesional al estudio del léxico conoce la dificultad agr egada que entr aña la investigación léxica. Por una par te, la r ecogida del m ater ial que confor m e el cor pus (tar ea com pleja en cualquier 7

investigación, sea cual sea, su objeto de estudio) supone, adem ás, un gr an conocim iento de la zona que se analiza, m ultitud de encuestas y m últiples lectur as par a pr ecisar adecuadam ente el significado de esas palabr as. Por otr a par te, siem pr e cabe la duda (si se tr abaja en una zona distinta de la pr opia) de si se está tom ando el ver dader o valor, el m ás com ún y gener alizado, de cuantos se ofr ecen. Es hum ano tender a cr eer que el valor que esa palabr a tiene par a el encuestador va a ser el m ism o que se utilice en el lugar donde se desar r olle la investigación y no siem pr e sucede así. Si bien las posibilidades de var iación en Dialectología son m ucho m enor es de las que se pr esupone, tam bién es cier to que las sutilezas significativas, a veces, despistan al estudioso. Las palabr as son esenciales par a la com unicación. Puede tener se un dom inio absoluto de la gr am ática y conocer con pr ecisión cóm o constr uir or aciones, establecer concor dancias y conjugar ver bos, per o lo que da la ver dader a dim ensión de la com unicación es el léxico, el dom inio de las palabr as de una lengua o de una var iedad lingüística. Sir va com o ejem plo este pequeño fr agm ento de Guiller m o Cabr er a Infante de

Tr es tr istes tigr es. M aniluvios con ocena fosfor ecen en r episo. Catacr esis r epentinas ader ezan debeladas mar omillas en que apr ietan el or ujo y la r egona y esquir azas de mil r ebobinan el amomo. ¿No hay amugr o en la cantoña par a especiar el gliconio?

Si se r ecur r ier a a él par a establecer pr eguntas de sintaxis, un estudiante podr ía super ar la pr ueba con éxito. Cuestiones com o ¿cuál es el sujeto de fosfor ecen?, ¿qué función sintáctica desem peña en r episo?, ¿la or ación de la r egona y esquir azas de mil r ebobinan el amomo es tr ansitiva?, ¿a qué categor ía nom inal per tenece amugr o?, etc. Incluso si se le pidier a que hicier a el análisis sintáctico de todo el texto, la sim plicidad de la gr am ática per m itir ía que el alum no establecier a cor r ectam ente esas r elaciones sintagm áticas. Ahor a bien, si se pasa al ter r eno del léxico, la situación cam bia por com pleto. El estudiante ir ía al diccionar io y com pr obar ía que las or aciones no tienen ningún sentido y que son absur das. Ni siquier a r ecur r iendo a la m etáfor a son posibles.


Por ello, es esencial que en la docencia, sea cual sea el nivel, se desar r olle de for m a exhaustiva el conocim iento/dom inio del léxico. No basta con tr abajar la com pr ensión lector a (que ya es m ucho), pues las pr eguntas, en la m ayor ía de los casos, son pr edecibles y básicas: ¿qué hacen los maniluvios?, ¿dónde se encuentr an?, ¿qué r ebobinan la r egona y esquir azas de mil?, etc. Cuando se desconoce el significado de un tér m ino, el lector puede captar lo por el contexto, cuando este es lo suficientem ente pr eciso. Sir va de ejem plo el ejer cicio que pr opone Julia M iñano López, en ?Estr ategias de lectur a: pr opuestas pr ácticas par a el aula de E/LE?

EL ONUYA TOTAL El onuya total, sin supr imir el agua, ha sido utilizado en estos últimos años como método excepcional par a el tr atamiento de casos extr emos de obesidad. No hay duda que onuyar totalmente dur ante un cier to tiempo pr oduce gr andes pér didas de peso. Per o el onuya total es una medida que nadie debe adoptar sin consultar a un médico especialista. (? ) En exper imentos r ealizados a comienzos de siglo por onuyador es pr ofesionales, per iodos de onuya de tr einta o cuar enta días de dur ación conseguían pér didas de peso de entr e tr ece y cator ce quilos; es decir, las per sonas que onuyaban per dían entr e un 22 y un 25 % de su peso inicial. En mujer es muy obesas que onuyar on de esta for ma par a r educir peso, los r esultados fuer on espectacular es. Una de estas mujer es, estudiada por un gr upo de investigador es br itánicos, que pesaba 129 quilos, después de onuyar 236 días, per dió 44 quilos, es decir, un 34 % de su peso inicial[1].

Aunque se desconozca el tér m ino onuya y onuyar, a las pocas líneas, se advier te que se ha pr oducido una alter ación de las letr as y que, en r ealidad, se está ante ayuno y ayunar. Resulta cur ioso que este ejer cicio, ideado par a la enseñanza del español com o lengua extr anjer a, se r esuelva con facilidad por estudiantes extr anjer os y, sin em bar go, les r esulta incom pr ensible par a los nativos de español. Cuando se ha planteado en las clases de la facultad, los estudiantes han ido al diccionar io y, al no encontr ar el tér m ino en cuestión, han ?incr epado? al pr ofesor por que no conocían el significado del tér m ino y no podían desar r ollar el ejer cicio. En ningún caso, han intentado otr as estr ategias par a super ar el pr oblem a que se les ofr ecía. A par tir de este ejer cicio, se pueden cr ear otr os basados en el pr incipio de cam biar el or den de las letr as y com pr obar hasta qué punto el contexto per m ite la com pr ensión de las palabr as alter adas. Sir va de ejem plo el siguiente texto:

M ar ina mostr aba en su r ostr o, per fecto, la viza lte (1) car acter ística de su familia. La nar iz er a r ecta y liger amente inclinada hacia ar r iba; la mir ada, fr ía y acer ada, se per día en algún punto indefinido, encima de las cabezas ar istocr áticas de los asistentes a su fiesta de cumpleaños. Er a, sin duda, la pr esentación en sociedad más espléndida y der r ochador a que se había celebr ado en el castillo familiar, constr uido por su bisabuelo. A su lado, la mohobína (2) de su padr e, destacaba aún más. La dulzur a de su mir ada, la fr anqueza de su sonr isa y su por te elegante, contr astaban con la gélida pr esencia de la belleza que llevaba colgada de su br azo. Todos los asistentes se pr eguntaban cómo un noble caballer o tan afable, bondadoso y buena per sona se había unido a aquella familia ?seudoar istocr ática? y r eta la na (3), cuyo único mér ito r esidía en el bisabuelo Salomón que había adquir ido, a muy bajo pr ecio, abundantes hectár eas de campos afr icanos cer canos al r ío Congo, donde se habían descubier to minas de diamantes; y que, con una obsesión r ayana en la locur a, había explotado hasta dejar exhaustos a los tr abajador es y las tier r as.

[1] Texto adaptado de Nutr ición y salud, F. Gr ande Covián, 1988, págs.68-70, Cír culo de lector es, citado por Julia M iñano López , ?Estr ategias de lectur a: pr opuestas pr ácticas par a el aula de E/LE? en Car abela, nº 48, SGEL, M adr id, 2000, págs.25-43. 8


Los estudiantes de Semántica y Lexicología del Gr ado en Estudios Hispánicos de la Univer sidad de Alcalá, nativos de español, se enfr entan a este ejer cicio desconcer tados e iner m es, pues nunca se les ha pedido que r eflexionen sobr e el léxico. Otr a actividad m uy sim ple, basada en este m ism o pr incipio, y r esuelta con r apidez por estudiantes extr anjer os de nivel A1, es la siguiente:

Ni siquier a añadiendo fr ases del tipo al tr ugopusé le gusta el fado, el nilioata come pizza o la leñapaso es una tor tilla muy r ica, son capaces de r esolver con r apidez la actividad planteada, que un estudiante de ELE, de nivel A1, com pleta sin pr oblem as. Dos son las r azones: 1) el estudiante extr anjer o conoce/dom ina m uy pocas palabr as, por lo que acude al poco léxico que ha apr endido, en este caso a los gentilicios dado que apar ecen, casi siem pr e, en la pr im er a lección del cur so; y 2) el estudiante extr anjer o es consciente que debe apr ender desde el pr incipio una lengua y una de sus m etas inm ediatas es conocer cuanto m ás léxico m ejor par a poder com unicar se. El estudiante, nativo de español, cr ee que el hecho de ser lo le pr esupone que ya conoce el léxico y, por consiguiente, no se pr eocupa de apr ender y/o r eflexionar sobr e él. Tam poco en las clases de Lengua que ha r ecibido, en los distintos niveles de enseñanza, se ha tr atado el léxico m ás que com o algo anecdótico, puntual y siem pr e secundar io. Se le ha insistido (cur so tr as cur so) en que sea capaz de catalogar funciones y categor ías, que conozca si una palabr a es der ivada o par asintética, si los m or fem as son der ivativos o flexivos en la clasificación de las unidades, per o m uy poco en su uso cor r ecto. Es obvio que par a el pr ofesor es m ás fácil im par tir teor ía que pr áctica, dado que en esta últim a tam bién él se siente insegur o, no tiene adónde r ecur r ir par a confir m ar los datos y no se le ha ?entr enado? en la pr ecisión léxica. Hace décadas que en las clases de Lengua se ha ?olvidado? el buen uso del español a favor de las teor ías lingüísticas, del afán nom enclador y clasificator io, según teor ías y denom inaciones que cam bian a un r itm o ver tiginoso. Si se r evisan som er am ente los m anuales de Enseñanza Pr im ar ia de Lengua (de pr im er cur so), en los que los niños de 6 años apr enden a leer y a escr ibir, puede com pr obar se con espanto que no se les enseñan las letr as, sino los fonem as. El niño ha de entender que /x/ puede apar ecer le com o j o g en jamón y gitano, per o que /g/ en gener al y gato es difer ente. En este últim o ejem plo, se m anifiesta la confusión de fonem a, sonido y gr afía y, sobr e todo, se pr etende que un niño de 6 años com pr enda un concepto abstr acto, com o el de fonem a. Todo ello, unido al 9


pr oceso com plejo de descifr ar unas letr as y de asociar que s + a suena sa, per o que, si el or den es inver so, ha de decir se as. Que en España los estudiantes sean incapaces de leer en voz alta cor r ectam ente y de hacer una lectur a com pr ensiva es una consecuencia lógica de las dir ectr ices m inister iales (dispar atadas) vigentes. En defensa de los pr ofesor es, hay que decir que están som etidos a las exigencias de estas dir ectr ices, que han de cum plir con unos objetivos (en m uchos casos, absur dos) y que no solo han de conseguir que sus alum nos se inter esen y apr endan (tar ea difícil donde las haya), sino que han de logr ar que super en pr uebas inter nas y exter nas, par a alcanzar los estándar es m ar cados. En todo este galim atías conceptual y pedagógico, el gr an olvidado es el léxico. Casi se convier te en el ?gr an desconocido?. Cier to es que el pr im er inter r ogante que se le plantea al docente es qué léxico enseñar, pues son m últiples los factor es ante los que se enfr enta. ¿Ha de ser el léxico culto, coloquial, académ ico, cur ioso, dialectal, difer encial, etc.? ¿Cuántas palabr as han de ser asim iladas por el alum no? ¿Cuántas puede apr ender r ealm ente? La ver dader a pr egunta no es qué enseñar, sino com o enseñar lo. enseñar lo. La selección de las palabr as que deben ser apr endidas no es tan im por tante com o el m odo de hacer lo, pues lo que ver dader am ente conviene es desar r ollar en el estudiante la capacidad y el inter és por el dom inio de nuevos tér m inos, com o una necesidad inher ente al individuo. Es obvio que nadie puede abar car, en su totalidad, el caudal léxico de una lengua, per o tam bién es cier to que la pobr eza expr esiva cada vez es m ás pr eocupante. Si con el alum no se pr actican ejer cicios de r eflexión sobr e el uso léxico, podr á aplicar esa técnica m ás adelante, cuando esté leyendo, escr ibiendo o escuchando a otr as per sonas hablar. Com o posible ejem plo[2], se pr opone lo siguiente:

Se tr ata de que, de igual for m a que un m úsico pr ofesional, ineludiblem ente, escucha la ar m onía, el tem a, las notas y los com pases, cuando oye cualquier m elodía, así un hablante desar r olle la capacidad de ?escuchar ? las palabr as que ve u oye. De esta m aner a, el léxico pasivo que todo individuo posee se conver tir á en activo y, asim ism o, se incor por ar án nuevos tér m inos al acer vo lingüístico individual. En este desar r ollo del léxico, habr á palabr as m ás fáciles de apr ender que otr as, pues la índole distinta de estas favor ecer án ese pr oceso. El léxico nom enclador [3] ser á fácilm ente asum ible. Basta que se explique qué significan equinoccio y solsticio, por ejem plo, par a que se apr endan. O basta con que se pr esenten aur or a o anochecer par a que la per sona sea capaz de usar estos tér m inos (igualm ente este léxico es el que se asim ila con m ayor r apidez, cuando se estudia una lengua extr anjer a, dado que el estudiante solo tiene que tr aducir y m em or izar ). Ante estas palabr as, el alum no, nativo de español, ir á [2] Par a una com pleta tipología de actividades, pueden consultar se los 4 libr os de Pablo M ar tínez, Ejer cicios de léxico (nivel inicial, medio, avanzado y super ior ), M adr id, Anaya, 2004-2008. Aunque dedicados a la enseñanza del español com o lengua extr anjer a, son per fectam ente extr apolables a la enseñanza de la lengua m ater na. [3]Ter m inología de Eugenio Coser iu en la clasificación del léxico en Pr incipios de Semántica estr uctur al de Eugenio Coser iu, 1981, M adr id, Gr edos (2ª edición).

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incor por ándolas a lo lar go de la vida, bien por sus estudios, bien por lectur as, bien por el ulter ior desar r ollo pr ofesional. Ignor ar á todo aquello que escape a su ám bito, per o las asum ir á en cuanto afecten m ínim am ente a su devenir vital. En cualquier caso, el alum no, consciente de que tiene que apr ender, sentir á una lógica cur iosidad por conocer palabr as ?nuevas? y, por consiguiente, conceptos. Por el contr ar io, cuando se está ante el léxico estr uctur ado (aquel que se define en vir tud de las oposiciones que establece con los otr os tér m inos que com ponen su cam po), la situación cam bia r adicalm ente. Es el léxico cotidiano, el léxico que le per m ite com unicar se y expr esar deseos, sentim ientos, necesidades, etc., por lo que no se pr eocupar á por utilizar uno u otr o tér m ino (lo im por tante es la com unicación y esta puede conseguir se, m ediante el contexto, la situación, los gestos o cualquier otr o apoyo no lingüístico). Es m ás, m uchos estudiantes evitan el em pleo de un léxico m ás pr eciso (que no culto, necesar iam ente), por consider ar lo r ebuscado, pedante o que les puede ocasionar no ser adm itidos por ?r ar os? en su gr upo de am igos. Es este léxico estr uctur ado el que hay que desar r ollar, par a que su uso sea pr eciso y cor r ecto, por que su apr endizaje es m ucho m ás com plejo. Aquí, las lectur as que el alum no haga, el entor no fam iliar o los estudios que r ealice constituir án los factor es que deter m inen que este léxico se am plíe o se estanque. Es en el em pleo de este léxico donde la econom ía lingüística aum enta en m ayor m edida; si, dado que con una palabr a, puede expr esar se la alegr ía, el acuer do, la satisfacción, etc., ¿par a qué r ecur r ir a otr as? Así, todo es guay, r ollo, tema, oki, etc. (es decir, palabr as com odines o vacías de contenido, que valen par a todo). Justam ente, en el desar r ollo de este léxico es donde m ás daño puede ocasionar la enseñanza bilingüe, pues m ientr as los estudiantes se (pr e)ocupan en apr ender y dom inar una lengua extr anjer a, la pr opia va quedando atr asada y lim itada a unas pocas palabr as, que per m iten la com unicación, desde luego, per o que está em pobr ecida y, a veces, m al usada. No es de extr añar, pues, que se encuentr en textos donde apar ezcan palabr as tan fr ecuentes com o padr ina (por madr ina), nuer o (por yer no), etc. (y son ejem plos de léxico nom enclador m uy com unes; ¿qué pasar á entonces con el estr uctur ado?). Se apr ende a cam inar, a cor r er, a com er, a vestir se; por tanto, ¿por qué no se apr ende léxico, com o algo vital par a el desar r ollo del ser hum ano, puesto que ser á el elem ento esencial par a la com unicación entr e individuos?

M ª Angeles Álvar ez M ar tínez

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PRESENTA CI ONES

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Bienvenida sea ELex

M e pide

Juan V. Rom er o que escr iba unas líneas par a la r evista ELex. Lo hago con m ucho

gusto. En pr im er lugar, por que el encar go ?m e par ece- es una invitación que no puede r echazar se de ninguna m aner a, tanto si se ha ido a un colegio de pago com o a uno público y gr atuito. En segundo lugar, por que Juan V. Rom er o es un ejem plo de lo que puede conseguir se cuando se hacen las cosas con ilusión. M e par ece que Elex es útil par a los lexicógr afos del español. Par a los despistados com o yo, nos r ecuer da los textos que van apar eciendo, nos m uestr a im ágenes de colegas conocidos o desconocidos, nos acer ca las palabr as de otr os, nos obliga a entr ar, casi sin quer er, en cier to cír culo m ágico de com unicación científica. A veces las solicitaciones de la vida cotidiana ?que escr ibía Salinasaísla a la com unidad científica (objetivam ente de por sí ya fr agm entada en escuelas diver sas) en dim inutos r einos de taifas. La labor de Juan V. Rom er o nos obliga a r ecor dar r ostr os, a inter cam biar ideas y noticias. Ha conseguido que los lexicógr afos del español- que no alcanzam os tantos cientos- estem os m ás en contacto, aun los m isántr opos. Por tanto, solo hay que felicitar al r esponsable de esta iniciativa y felicitar nos de que siga adelante. Juan Gutiér r ez Cuadr ado Pr esidente de AELEX, codir ector de Revista de Lexicogr afía y Catedr ático de la Univer sidad Car los III de M adr id

Ante el nacimiento de ELex

H e aceptado la am able invitación de Juan V. Rom er o por la que m e pedía que escr ibier a unas palabr as par a pr esentar esta nueva iniciativa de un gr upo de investigador es y científicos dedicados al hispanism o (los pr ofesionales r elacionados con lo que se titula M aestr os de la Filología. Revista de Filología del Gr upo Las dos vidas de las palabr as). Com o Pr esidente que soy de la Asociación Inter nacional de Hispanistas, con placer sum o m i bienvenida a la r evista Estudios de Lexicogr afía, que pr om ete ser otr o espacio nuevo y enr iquecedor par a el inter cam bio de ideas. Se invita a todo pr ofesor o investigador de filología (de España e Hispanoam ér ica, natur alm ente) a colabor ar con ar tículos, ediciones, anotaciones de textos, escr itos var ios, tr aducciones o pr om ociones cultur ales. Se van a dedicar núm er os al Dir ector de la Real Academ ia Española (Dar ío Villanueva), al Diccionar io Histór ico y al Centr o de Lexicogr afía. Pr om ete un futur o feliz y les aplaudo la labor que inician aquí. David T. Gies Pr esidente de la Asociación Inter nacional de Hispanistas

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Pocas veces

Pocas veces m e sor pr ende lo que llega a m i cor r eo sobr e lexicogr afía. La iniciativa ?Las dos vidas de las palabr as? no solo m e ha sor pr endido, tam bién m e ha agr adado m ucho. Y lo m ism o digo de ?Estudios de Lexicogr afía?, su nuevo hijo legítim o. Com o investigador es del siglo 21 estam os em peñados en buscar puntos. Puntos por publicar en r evistas de pr estigio y r econocidas por nuestr as instituciones. Puntos por pasar por r evisión a car go de exper tos. Puntos par a justificar nuestr a investigación, nuestr a existencia. Puntos que pueden ser contados y contr olados por bur ócr atas anónim os en depar tam entos lejanos de la r ealidad científica. Los ar tículos r evisados por exper tos son im por tantes y necesar ios par a el desar r ollo de la lexicogr afía, com o lo son par a el desar r ollo de cualquier otr a disciplina y ciencia. Per o en el m undo académ ico de hoy, la búsqueda de puntos ha llegado a ser un factor agobiante y estr esante par a m uchos investigador es. El necesar io inter cam bio y libr e pensam iento r equier en tam bién otr as for m as de expr esión. Hay tr em endas posibilidades aún sin apr ovechar en los nuevos m edios digitales. Los blogs y otr os m edios sociales han apor tado algo, per o la exper iencia ya m uestr a que no constituyen el necesar io punto de encuentr o, aglutinación y r eflexión. En esta situación ir r um pe de for m a com pletam ente novedosa ELex. Ofr ece a los lexicógr afos un m edio de inter cam bio y com unicación donde podem os, libr em ente, expr esar nuestr as ideas tanto en el estilo acádem ico tr adicional com o en un estilo m ás per sonal usando var ios géner os sin per der el cr iter io de calidad y r elevancia. La iniciativa de Juan Vicente Rom er o y su equipo es m ás que bienvenida puntos apar te. Es una novedad m ar avillosa que felicito de todo m i cor azón. M er ece el apoyo de todos nosotr os. Sven Tar p Dir ector del Centr o de Lexicogr afía de Aar hus, Dinam ar ca y fundador de la Teor ía Funcional de la Lexicogr afía

Nueva nave

L a Revista de lexicogr afía nació hace ya casi veinte años, en septiem br e de 1995, y todavía r ecuer do la ilusión (y el esfuer zo) que depositam os en ella. Por ello veo con gr an satisfacción que otr as em pr esas se anim an a sur car este m ism o m ar. ¡M ucho ánim o a los m ar iner os de esta nueva nave y que la singladur a les sea favor able! José I gnacio Pér ez Pascual Codir ector de Revista de Lexicogr afía, m iem br o de Glex y Catedr ático de la Univer sidad de La Cor uña

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Estamos de enhor abuena

Y nos felicitam os por ello. Juan Vicente Rom er o y su equipo han ir r um pido en el panor am a de las publicaciones lexicogr áficas y nos han tr aído a todos air es nuevos: air es de r enovación y de cam bio; air es actuales y abier tos; air es que aúnan la sencillez divulgativa con el r igor científico, y que hacen ir de la m ano a las nuevas tendencias editor iales y al tr abajo lexicogr áfico. Com o lexicógr afa y com o editor a de diccionar ios con m ás de 25 años de exper iencia de tr abajo pr áctico, quier o dejar clar a constancia de m i r econocim iento ante la edición de ELex, no tanto por la edición en sí, sino por el hecho de que dicha edición se haya entendido com o un ser vicio editor ial que se nos pr esta a todos los que tr abajam os en esto. No es fácil saber r enunciar al pr otagonism o, y no siem pr e consigue el editor esconder se detr ás de un escapar ate y conver tir se en ese cr istal tr anspar ente que deja ver el tr abajo que otr os exponen. Juan Vicente Rom er o y su equipo lo han conseguido. Y la lexicogr afía, los lexicógr afos, estam os de enhor abuena por ello. Y m uy agr adecidos. Que estas líneas sir van, adem ás de par a dar la bienvenida a esta publicación, par a expr esar el deseo de que todos sepam os unir nos a este espír itu de ser vicio y nos pr estem os gustosos a colabor ar en el día a día de este pr oyecto.

Concepción M aldonado Responsable editor ial de Lexicogr afía en SM

Bienvenida

Quienes sentim os pasión por la filología y, en concr eto, por lo que en un pr incipio se concibió com o una r am a de esa disciplina, la lexicogr afía, tenem os un m otivo de celebr ación con el nacim iento de ELex, publicación llam ada a ser vir de altavoz a las investigaciones, pr oyectos y pr oductos que se están desar r ollando en la actualidad, en un per íodo en que la lexicogr afía está exper im entado una tr ansfor m ación r adical. Com o secr etar ia de la Revista de Lexicogr afía, quier o congr atular m e por el nacim iento de una publicación her m ana; hace veinte años, José Ignacio Pér ez Pascual (anim ado e inspir ado por Juan Gutiér r ez Cuadr ado, dir ector de la r evista) tuvo la inteligencia de ver la necesidad de fundar una publicación per iódica que contr ibuyese a consolidar la lexicogr afía en el panor am a investigador español, que hasta entonces car ecía de un canal académ ico par a difundir los tr abajos que se estaban r ealizando en ese ám bito. Hoy debem os agr adecer a Juan Vicente Rom er o el r egalo que nos hace con ELex por que, a buen segur o, contr ibuir á a afianzar el r um bo que ha de seguir la lexicogr afía en este per íodo de cam bio de par adigm a científico que le toca vivir ; ELex ser á, con toda pr obabilidad, una m agnífica cr onista de la nueva lexicogr afía que está abr iéndose paso al calor del r efinam iento de la m etodología y de los los avances tecnológicos del siglo XXI. Que el cam ino sea lar go. M ar Campos Coor dinador a del Nuevo Diccionar io Histór ico de la RAE y pr ofesor a de la Univer sidad de Santiago de Com postela 15


Palabr as de bienvenida

L a iniciativa de Juan V. Rom er o y su equipo de colabor ador es es extr aor dinar ia por m uchos m otivos, quizás el m ás r elevante sea que nos ofr ece una opor tunidad única, en tanto en cuanto nos va a per m itir el inter cam bio de ideas de una for m a sencilla, r ápida, cóm oda y actual. Par a la lexicogr afía, esta posibilidad no solo es necesar ia sino que tam bién debe ser bien apr ovechada: estam os en el m edio de una gr an r evolución y conviene saber por ello qué quer em os hacer y cóm o lo podem os hacer. A estas y otr as pr eguntas sim ilar es conviene dar les r espuestas; quizás sean r espuestas difer entes que, tanto si se está plenam ente de acuer do con la ar gum entación com o si solo se está de acuer do en par te o se está en desacuer do, acabar án r edundando en un gr an beneficio par a toda la com unidad lexicogr áfica. Quier o por ello felicitar a Juan V. Rom er o y su equipo por esta iniciativa; adem ás quier o agr adecer le el que m e haya per m itido escr ibir estas br eves palabr as de bienvenida; estoy segur o que esta iniciativa acabar á m ejor ando sustancialm ente el panor am a lexicogr áfico español ya que el inter cam bio de ideas y ar gum entos, especialm ente si son difer entes, es la base del pr ogr eso científico. Gr acias por la iniciativa a la que m e sum o con entusiasm o esper ando apor tar a la m ism a m i pequeño gr anito de ar ena.

Pedr o A. Fuer tes-Oliver a Cofundador de la la Teor ía Funcional de la Lexicogr afía y Catedr ático de la Univer sidad de Valladolid

Bocanada de air e fr esco

L a ir r upción de Las dos vidas de las palabr as en el panor am a de la filología ha sido com o una bocanada de air e fr esco que ha dinam izado en poco tiem po esta ár ea de conocim iento. Ahor a el equipo que dir ige Juan Vicente Rom er o nos anuncia la salida inm inente del pr im er núm er o de una nueva r evista de lexicogr afía, ELex, con un índice m uy suger ente, buena m uestr a de todo lo que se está haciendo en la lexicogr afía del español. Tenem os que agr adecer este esfuer zo y ser capaces de apr ovechar lo. Las nuevas tecnologías hace tiem po que son un r ecur so fundam ental par a la lexicogr afía, per o cada vez m ás lo son tam bién par a su divulgación. Y en ese aspecto, el de la divulgación de los avances que se van r ealizando en la investigación lexicogr áfica, ELex puede pr estar un ser vicio inestim able que va a per m itir la tr ansm isión r ápida de las novedades y la super ación de las bar r er as tr adicionales de la com unicación científica. Es una suer te que Juan Vicente Rom er o se haya fijado en la lexicogr afía com o ám bito de una de sus r evistas. Saludo con inter és el estr eno de ELex, y confío enque haya llegado par a quedar se.

Cecilio Gar r iga Secr etar io de AELEX, Dir ector del Gr upo de Investigación de Neolcyt y pr ofesor de la Univer sidad Autónom a de Bar celona

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Una buena noticia

Com enzam os el año 2015 con la llegada a nuestr os cor r eos electr ónicos de una buena noticia: en ener o saldr á el pr im er núm er o de la r evista digital Estudios de Lexicogr afía (ELex). Hace un año, Juan Vicente Rom er o er a el autor de un blog sobr e dobletes léxicos titulado Las dos vidas de las palabr as. Hoy, con un entusiasm o envidiable, es el r esponsable de una am plísim a r ed de colabor ador es que, bajo el título deGr upo LDVP, abar ca cam pos diver sos de la Filología y var ios días a la sem ana r em ite infor m ación que nos m antiene al día de las novedades m ás inter esantes. En pocos m eses, se ha conver tido en el canal de infor m ación m ás ágil par a quienes nos m ovem os en el m ar co de la Filología y la Lingüística. A par tir de este m es, a las diver sas líneas de tr abajo ya puestas en m ar cha, se une ELex que, cada dos m eses, nos tr aer á las novedades m ás inter esantes del ám bito lexicogr áfico. A la vista del índice del anunciado pr im er núm er o, ser á un placer r ecibir per iódicam ente la publicación y poder conocer las apor taciones novedosas de los colegas. Antes de que eso ocur r a, solo cabe dar le la bienvenida y desear les a los r esponsables todo el éxito del m undo, algo que no ser á difícil que logr en, com o ya lo han hecho con el r esto de las líneas de tr abajo de LDVP. José R. M or ala Dir ector del Cor pus Léxico de Inventar ios y Catedr ático de la Univer sidad de León

Ya er a hor a

Celebr o la publicación de la r evista Estudios de lexicogr afía, cuya pr opuesta de poner en r elación a todos los gr upos inter esados en esta disciplina en el m undo hispánico m e par ece m uy bienvenida: ya er a hor a de que pudiér am os contar con una r evista que m ejor e nuestr a infor m ación y establezca los lazos académ icos y per sonales necesar ios par a dar a la lengua española los diccionar ios de calidad que tanta falta le hacen en el ám bito contem por áneo. Luis Fer nando Lar a Ramos M iem br o de El Colegio de M éxico y académ ico cor r espondiente de la RAE

Gar antía de futur o

L os que nos dedicam os a la lexicogr afía estam os de enhor abuena con la apar ición de esta nueva r evista ELex. Sin duda, va a ser un r efer ente im por tante par a nosotr os, tanto en el aspecto teór ico de nuestr a disciplina com o en el pr áctico. Los autor es que la avalan, con sus ar tículos, en este pr im er núm er o son una gar antía de futur o. No cabe duda de que la labor de Juan Vicente Rom er o en este y en otr os cam pos filológicos está dando unos fr utos de enor m e tr ascendencia, y en poco tiem po, gr acias a su tenaz y continuada labor. Cr istóbal Cor r ales Coautor del DHECan y catedr ático em ér ito de la Univer sidad de La Laguna 17


Al alcance de los investigador es

H asta m i r etir o voluntar io ha llegado la solicitud de Juan Vicente Rom er o de que escr ibier a unas líneas de pr esentación de la r evista ELex. Cr eo que la em pr esa que ha iniciado y la labor que está r ealizando son encom iables, y supone un gr an esfuer zo poner al alcance de los investigador es los tr abajos de lexicógr afos y otr os estudiosos a tr avés de un canal de difusión m undial adecuado a los tiem pos actuales, lo que per m ite que queden a disposición de todos por que es de fácil acceso. La am plitud de m ir as le per m ite dar cabida a todas las escuelas, así com o a diver sas tendencias. Solo queda la liber tad del lector y su cr iter io par a seleccionar lo que m ás despier te su inter és o sir va a sus pr opósitos. Enhor abuena, pues, y lar ga vida par a ELex.+0. Pilar Díez de Revenga Catedr ática jubilada de la Univer sidad de M ur cia y m iem br o de la Real Academ ia Alfonso X el Sabio

Difusión de la cultur a lexicogr áfica

D esde la actividad copista en los m onaster ios hasta las m oder nas em pr esas editor iales m undiales, que llevan a cabo la edición de m edios electr ónicos com o las páginas w eb, la idea fundam ental de su tr abajo ha estado centr ada en buscar m edios que posibiliten la pr eser vación de la m em or ia, ser fuente pr otector a y pr opulsor a del desar r ollo, par a, finalm ente, poner el conocim iento al ser vicio del pr ogr eso.Hoy, en la labor del gr upo editor de la r evista 'Estudios de Lexicogr afía' (ELex) no solo encontr am os difusión de la cultur a lexicogr áfica y uso del saber científico, sino que su cr eatividad y tecnología es, sin duda, un escenar io de for m ación académ ica pr ofesional. Este per fil pedagógico hace que estas nuevas iniciativas editor iales, com o la del gr upo editor de ELex, lleven la labor editor ial m ás allá del pr oceso de tr ansm isión o de r econstr ucción del conocim iento.Ante esto, si enor m e es el esfuer zo, no m enos son los logr os y los beneficios, pues se pr opor ciona un enfoque global, especialm ente, del cam po de la Lexicogr afía, pr opor cionando especificaciones técnicas y teor ías útiles par a el estudioso de esta disciplina, al tiem po que pr esta un espacio de r esponsabilidad par a apor tar valor es, facilita el r econocim iento m utuo entr e los colabor ador es y for talece la coor dinación y cooper ación en la esfer a científica que son los ?Estudios de Lexicogr afía?.M is m ejor es deseos par a esta nueva publicación. Águeda M or eno M or eno Dir ector a del Seminar io de Lexicogr afía Hispánica de la Univer sidad de Jaén

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I NTRODUCCI ÓN

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Nuevos tiempos, soluciones cr eativas

La investigación en m ater ia lexicogr áfica está exper im entando, en nuestr os días, gr andes cam bios: pr ofundos debate teór icos; im plantación de las nuevas tecnologías en la confección y difusión de los tr adicionales diccionar ios en papel; novedosas líneas de estudio y am pliación del pr opio concepto de diccionar io (hoy, con m ayor o m enor for tuna, se elabor an y se editan diccionar ios de casi todo). En consonancia con ello, el gr upo Las dos vidas de las palabr as pone a disposición de los investigador es de ese cam po científico un canal de difusión de su labor, una cuidada y cr eativa infr aestr uctur a. Un m edio, en definitiva, que llegar á a m uchos pr ofesionales, tanto de España com o de fuer a de ella, y que, a la postr e, acor tar á las distancias entr e, pongo por caso, Cór doba y Bar celona o entr e M adr id y Ber lín o Buenos Air es. En otr as palabr as: que contr ibuir á a salvar la incom unicación entr e gr upos y centr os de investigación; que los pondr á en contacto, per m itiendo que unos conozcan lo que de bueno hacen los otr os. ELex nace en Bar celona, ciudad por excelencia de la edición, y se nutr e, pr efer entem ente, de las apor taciones de los investigador es hispanos. Así ser á m ientr as ustedes lo quier an, m ientr as deseen ser vir se de este canal que am ablem ente ponem os a su ser vicio. O (por decir lo con palabr as m ás clar as) m ientr as tengan ustedes voluntad de apr ovechar lo. Per o, al m ism o tiem po, ELex tiene puesta su m ir ada fuer a, singular m ente en Eur opa. De los seis núm er os anuales que tenem os pr evisto editar, dedicar em os tr es de ellos a tom ar el pulso a lo que se hace fuer a del m er cado hispano; a tr azar una panor ám ica de lo que nuestr os her m anos (m ayor es, en cier ta m edida) r ealizan en sus núcleos de investigación. Buen ejem plo de ello ser á el ter cer núm er o de la r evista, que dedicar em os al Centr o de Lexicogr afía que dir ige Sven Tar p, con dieciséis ar tículos en var ios idiom as. ELex es, ante todo, una r evista divulgativa. M er ece la pena, cr eo, detener nos un m om ento en el significado de ese concepto; en el concepto de r evista divulgativa especializada que encontr am os, por ejem plo, en las libr er ías tem áticas. Par a ello debem os tener clar o pr eviam ente en qué consiste ?divulgar ?. ?Divulgar ?es, en esencia, dar a conocer algo, publicitar lo, hacer que llegue a un deter m inado destinatar io. ¿Qué es, pues, una r evista divulgativa? Una r evista divulgativa es una publicación per iódica que da cabida a diver sas secciones (r epor tajes, entr evistas, ar tículos, colum nas, noticias? ); que elabor a un equipo de r edacción y que se nutr e de las apor taciones de los pr ofesionales del sector al que va dir igida. Es, pr ecisam ente, divulgar o difundir esas apor taciones el objeto (el sentido últim o) de su labor ; en este caso de la nuestr a.

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En este contexto, ¿dónde encaja la tr adicional división entr e ar tículo científico y ar tículo divulgativo? Par a tr atar de dar r espuesta a esa cuestión m e van a per m itir que m e r em ita a una r eciente exper iencia. Nos pr eguntaba hace unos días una am able investigador a a quien habíam os invitado a colabor ar : ?¿Cóm o quier en ustedes el ar tículo, científico o divulgativo?? De entr ada, la pr egunta suena a algo así com o cuando vam os al m er cado y el pescader o nos pr egunta cóm o quer em os que nos cor te la m er luza (en r odajas o en filetes). Sin em bar go no es una cuestión baladí. Antes al contr ar io: es la piedr a angular de nuestr o concepto de r evista. Por la r espuesta que le dim os entender án ustedes a qué m e r efier o: ?elabor e usted un buen texto- le dijim os-; r igur oso, bien docum entado y que plasm e lo m ejor posible el tr abajo que está usted haciendo, la investigación en la que está em bar cada; esa labor que tantas hor as le está llevando y que, solo por ello, m er ece ser conocida y tal vez [eso ya es har ina de otr o costal] hasta r econocida. Ese es el tipo de ar tículo que quer em os?. Nuestr a am able inter locutor a aceptó y hasta aplaudió la explicación. Per o acto seguido le asaltó otr a duda. ?M e dicen ustedes que les envíe una fotogr afía. Tengo una de car né que m e hice par a la expedición del DNI hace cuatr o años ¿Les sir ve?? ¿Una pr egunta m enor ? No. Esta, a m i juicio, tam poco lo es: r em ite igualm ente a la espina dor sal de nuestr a idea de r evista. De nuevo, por la r espuesta que le ofr ecim os deducir án ustedes de qué se tr ata: ?No, esa no nos sir ve. Envíenos usted la m ejor que tenga, donde m ás favor ecida salga. Y tam bién una ficha de su tr ayector ia pr ofesional, que la dar em os igualm ente a conocer.? Y es que, aunque par ece una obviedad, detr ás de cada ar tículo, detr ás de cada libr o, hay una per sona o en su caso un equipo, y su identidad m er ece y debe ser r econocida. Por algo pasam os de la Edad M edia al Renacim iento. Hay que m im ar al autor, y desde LDVP así lo venim os haciendo . Nuestr a r evista difundir á el tr abajo de los lexicógr afos teór icos (de la lexicogr afía teór ica que sienta las bases de la pr áctica que hace posible la confección de un diccionar io). Sin em bar go, estoy de acuer do con Paz Battaner cuando dice que lo im por tante no es tanto hablar de diccionar ios com o hacer los. O por lo m enos, tan im por tante es una cosa com o la otr a. En consonancia con esa postur a, ELex dir igir á su m ir ada a lo que hem os denom inado ?el taller del lexicógr afo?. Em pezam os haciéndolo, en otr o for o, con el DHECan de Cr istóbal Cor r ales y Dolor es Cor bella; lo hacem os en este pr im er núm er o con el DICTER que dir ige la pr ofesor a M ar ía Jesús M ancho y tam bién con la labor que r ealiza, desde El Colegio de M éxico, Luis Fer nando Lar a, y pr oseguir em os en el siguiente pr esentando las nuevas palabr as del Nuevo Diccionar io Histór ico de la RAE que elabor an José Antonio Pascual y su equipo. Nuestr as bibliotecas de filólogos están llenas de diccionar ios. Es un objeto elegante y m ágico com o pocos. Volviendo a Paz, esta tiene una pr eciosa colección de ellos en su casa. Per o los diccionar ios no pueden ser solo par a los pr ofesionales. Tienen que llegar a la sociedad, su destinatar io natur al. Es tar ea (y r esponsabilidad) de todos los que los confeccionan tr atar de que así sea. Suyo ser á el éxito si lo consiguen, y suyo (nuestr o tam bién desde ahor a) el fr acaso si ello acaba por no ocur r ir. Y es que los diccionar ios no pueden ser únicam ente una m ater ia de debate en r evistas m uy especializadas o en congr esos per iódicos. El público (alum nos, padr es, público culto en gener al) debe conocer ese tr abajo; tiene el der echo y (por qué no) el deber de hacer lo. Un ejem plo de esa conciencia pedagógica (podr ía citar algunos m ás) es la encom iable labor que desde hace veinticinco años viene desar r ollando Concha M aldonado con los Diccionar ios SM .

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ELex no es solo una r evista. Es un pr oyecto global de difusión de la labor lexicogr áfica. En consonancia con ello, hem os puesto en m ar cha una colección de libr os en for m ato papel que se acer can a este cam po científico desde diver sas per spectivas. Los pr im er os que apar ecer án ser án La lexicogr afía caló, con I vo Buzek com o editor ; La lexicogr afía del depor te, a car go de Antoni Nomdedeu y La lexicogr afía sefar dí, coor dinado por Dor a M ancheva. ELex no br ota en un cam po yer m o. Se inser ta en una br illante y consolidada tr adición divulgativa pr evia. La que por ejem plo en nuestr o país inaugur ar on hace veinte años los pr ofesor es Juan Gutiér r ez Cuadr ado y José I gnacio Pér ez Pascual con la Revista de Lexicogr afía de La Cor uña, auténtico buque insignia de la difusión lexicogr áfica en España y per m anente r efer ente de nuestr a labor. ELex es, de entr ada, una pr oducción del gr upo Las dos vidas de las palabr as. Per o nace con la declar ada voluntad de am pliar su base, de conver tir se en un pr oducto colectivo de las asociaciones del sector (tanto de España com o de fuer a de ella); de la institución académ ica y de las editor iales con diccionar ios en su catálogo. Una em pr esa a cuatr o bandas, par a entender nos. Y ello no solo par a contr ibuir, legítim am ente, a financiar una r evista que par te sin financiación, sino tam bién desde el convencim iento de que nuestr o solo esfuer zo no es suficiente par a hacer el com plejo (y apasionante) tr abajo que hay por delante. Entr e todos podem os y debem os hacer una buena publicación. No quier o concluir estas palabr as sin antes agr adecer el esm er ado (y todavía desinter esando) tr abajo de m is colabor ador es; la gener osidad del Consejo asesor que avala nuestr o pr oyecto con su nom br e y con su tr ayector ia; el car iño de los pr ofesionales que am ablem ente han aceptado escr ibir las palabr as de pr esentación, y la cor tesía de los gr upos de investigación que han tenido la valentía de subir se a un tr en que acaba de ar r ancar (Neolcyt, Centr e for Lexicogr aphy, Sem inar io de Lexicogr afía Hispánica, Infolex, GLex, LEXITRAD, Lexele). Em pezam os la aventur a. Lar ga vida.

Juan V. Romer o- Editor de Las dos vidas de las palabr as

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EN EL TA LLER DEL DEL LEX I CÓGRA FO (I ): LUIS FERNANDO LARA

Luis Fer nando Lar a Ramos nació el 20 de m ar zo de 1943 en la ciudad de M éxico. Es licenciado en lengua y liter atur a española (1968) por la Univer sidad Nacional Autónom a de M éxico (unam ), y doctor en lingüística y liter atur a hispánicas por el Colegio de M éxico (1975). Realizó estudios especializados en lingüística gener al, sem ántica y lingüística r om ánica en la Univer sidad de Kiel (ver ano de 1969), y de Heidelber g (invier no 1969-1970), en la República Feder al de Alem ania, adem ás de lingüística com putacional y m atem ática en la Scuola Stiva di Linguistica M atem atica e Com putazionale, en Pisa, Italia (ver anos de 1974 y 1976), par a lo cual contó con diver sas becas otor gadas por instituciones del extr anjer o, com o el Deutscher Akadem ischer Austauschdienst (Ser vicio Alem án de Inter cam bio Académ ico); del Centr o Nazionale Univer sitar io di Calcolo Elettr onico de Italia, en dos ocasiones. Fue becar io de investigación de la Fundación Alexander von Hum boldt, de Alem ania, entr e 1983 y 84, tiem po dur ante el cual se desem peñó com o investigador visitante del Rom anisches Sem inar de la Univer sidad de Heidelber g, y en la Hum boldt Univer sität de Ber lín en 2008.

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Es pr ofesor -investigador de tiem po com pleto y de planta en el Centr o de Estudios Lingüísticos y Liter ar ios de El Colegio de M éxico, desde 1970 a la fecha; dir ector del pr oyecto de elabor ación del Diccionar io del español de M éxico en la m ism a institución, desde 1973 a la fecha; pr ofesor visitante en el Depar tm ent of Spanish and Por tuguese de la Univer sidad de Califor nia en Santa Bár bar a (1989); investigador visitante en sem ántica y lexicogr afía en el Rom anisches Sem inar de la Univer sidad de Heidelber g (1983-1984), y pr ofesor visitante en el Instituto Univer sitar io de Lingüística Aplicada de la Univer sidad Pom peu Fabr a, en Bar celona, España (septiem br e de 2003-septiem br e de 2004), así com o en el Institut für Rom anistik de la Univer sidad Hum boldt de Ber lín, ver ano de 2008. Es investigador nacional desde 1984, nivel III y em ér ito desde 2013; m iem br o r egular de la Academ ia M exicana de Ciencias desde 1997; dir ector del Centr o de Estudios Lingüísticos y Liter ar ios de El Colegio de M éxico (1997-2003). 24

Ingr esó a El Colegio Nacional el 5 de m ar zo de 2007. Su discur so de ingr eso, ?La lingüística: ¿otr a histor ia??, fue contestado por el m aestr o Antonio Alator r e. El doctor Lar a Ram os ha r ecibido num er osas distinciones y r econocim ientos: de la Univer sidad de Sonor a, en Her m osillo, Son., por contr ibuir a fundar la car r er a de lingüística (1992); el Pr em io ?W igber to Jim énez M or eno?, otor gado por el Instituto Nacional de Antr opología e Histor ia, a la m ejor investigación lingüística por Teor ía del diccionar io monolingüe (1996); el Pr em io ?Antonio Gar cía Cubas? 2006 del Instituto Nacional de Antr opología e Histor ia por el m ejor libr o de texto univer sitar io a Cur so de lexicología, y 2013 a la Histor ia mínima de la lengua española, así com o el Bologna Ragazzi Aw ar d 2013 por el Diccionar io par a ar mar (idea y asesor am iento), editado por el Consejo Nacional par a la Cultur a y las Ar tes. La Univer sidad de Sher br ooke, en Quebec, Canadá, le otor gó el Doctor ado Honor is Causa en 2012, y en 2013 obtuvo el Pr em io Nacional de Ciencias y Ar tes en el ár ea de Lingüística y Liter atur a.


Es m iem br o honor ar io del Instituto Car o y Cuer vo, de Bogotá, Colom bia (1997); investigador honor ar io del Instituto de Investigaciones Lexicogr áficas y otr os estudios lingüísticos, de La Paz, Bolivia (1998); fue m iem br o del jur ado del Pr em io Inter nacional de Lingüística de Colom bia (2000); ocupante de la Cátedr a Gilber to Ow en, de El Colegio de Sinaloa en Culiacán (2000); m iem br o honor ar io de la Sociedad M exicana de Histor iogr afía Lingüística, A. C. y fundador y pr esidente en dos ocasiones de la Asociación M exicana de Lingüística Aplicada, A. C. Asim ism o ha sido m iem br o o r epr esentante de diez asociaciones y academ ias, algunas de las cuales son la Societas Linguisticae Eur opaeae, la Société d?Histoir e et Epistém ologie des Sciences du Langage, de la Asociación de Lingüística y Filología de Am ér ica Latina y m iem br o fundador de la Asociación Española de Estudios Lexicogr áficos, entr e otr as. Ha publicado 132 ar tículos de investigación en r evistas especializadas, así com o 38 tr abajos de divulgación y var ios libr os, los m ás im por tantes de los cuales son Diccionar io del español usual en M éxico (Dir.; 1996, 2a. ed. 2009), Teor ía del diccionar io monolingüe (1997), Estr uctur as sintácticas 40 años después (2000), Ensayos de teor ía semántica. Lengua natur al y lenguajes científicos (2001), Lengua histór ica y nor matividad (2004), De la definición lexicogr áfica (2004), Cur so de lexicología (2006), Diccionar io del español de M éxico (2010), e Histor ia mínima de la lengua española (2013).

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Visión del propio trabajo del Dr. Luis Fernando Lara Ramos Luis Fer nando Lar a Ramos El Colegio de México

Profesor-investigador en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. Es miembro del Comité Internacional Permanente de Lingüistas (CIPL) de la UNESCO

Mi

investigación puede ver se com o una pir ám ide

de base cuadr angular, cuyos vér tices infer ior es son el estudio de la nor m atividad en la lengua, la sem ántica (léxica) y su elabor ación lexicogr áfica, la r elación de la lengua con la cultur a y la histor ia del español. A par tir de esas bases he ido constr uyendo r espuestas teór icas a cuestiones r eales y m e he esfor zado por r esolver m uchos pr oblem as em pír icos. M i avance en la constr ucción de la pir ám ide ha sido desigual, com o todo pr oyecto de vida. Así, cr eo que he logr ado entender los r esor tes y las contingencias histór icas en que se ha desar r ollado la nor m atividad de la lengua, tanto com o car acter ística inher ente a todas las lenguas, com o en r elación con la histor ia par ticular del español. Los puntos de par tida y de llegada en el estudio de ese vér tice son m i tesis El concepto de nor ma en lingüística (1976) y Lengua histór ica y nor matividad (segunda edición, aum entada, 2009). El vér tice sem ántico se ha ido desar r ollando junto con la pr áctica de la lexicogr afía: la com plejidad de la significación ver bal m anifiesta en los usos r eales del español, del inglés, el fr ancés y el alem án, y en los atisbos que m e ha per m itido tener el tr abajo con m aestr os nor m alistas chiapanecos, hablantes sobr e todo de tzeltal, m e ha ido obligando a buscar una teor ía que explique la r elación entr e el signo lingüístico y aquello a lo que r efier e en la exper iencia de la vida; en conse26

cuencia, una teor ía que explique el m odo en que se for m a el significado de las palabr as dur ante la adquisición de la lengua m ater na en los niños, el m odo en que la cultur a m oldea ese significado, el cóm o r eside la lengua en los diccionar ios, consider ados depósitos de la m em or ia ver bal colectiva y el m odo en que se cr ea el significado especializado. Los elem entos centr ales de esa teor ía están en m is libr os Ensayos de teor ía semántica (2001), Teor ía del diccionar io monolingüe (1996) y De la definición lexicogr áfica (2004). Ahor a estoy constr uyendo esa teor ía de la sem ántica, a la que doy el título de Teor ía de la significación ver bal. He ido avanzando lentam ente: está escr ita y publicada en Lexis del Per ú la intr oducción, bajo el título de ?En busca de una apr oxim ación entr e la psicología y la lingüística? (2007), y en Estudios de Lingüística Aplicada, un adelanto de la deixis tem por al y aspectual ?La significación del tiem po en las lenguas? (2011). He constr uido esta par te de la pir ám ide en un or den contr ar io al ideal, pues com encé por la teor ía del diccionar io (1997), cuyo sustento debe ser una teor ía del significado (2004), per o que r equer ía una teor ía de la palabr a y el léxico, desar r ollados en m i Cur so de lexicología (2005), pr esentado com o libr o de texto univer sitar io en la colección Tr am as de El Colegio de M éxico, y pr em iado com o m ejor libr o de texto univer sitar io por el Instituto Nacional de Antr opología e Histor ia con el pr em io ?Antonio Gar cía Cubas? 2007. Tal or -


den es r esultado del pr oceso gener al que m e esfuer zo por seguir en la investigación: par tir de datos concr etos y constr uir las explicaciones necesar ias. A par tir de la enseñanza de Eugenio Coser iu y Br igitte Schlieben-Lange he elabor ado la idea de las ?tr adiciones ver bales? com o m aner a de entender el equilibr io de fuer zas que dan lugar a las lenguas r eales, com o objetos histór icos; tal elabor ación busca fundar en el acto ver bal la per tinencia que da lugar a la for m ación de tr adiciones ver bales; está en pr ensa en la Nueva Revista de Filología Hispánica m i ar tículo ?La noción de tr adición ver bal y su valor par a la lingüística histór ica?. Una concepción unilater al de las lenguas com o sistem as (todo el estr uctur alism o y el chom skyanism o) no per m ite entender la m aner a en que existen y se m odifican par cialm ente en las sociedades; par a logr ar lo hay que tom ar en cuenta las tr adiciones ver bales cultas y popular es, que dan lugar a nor m as, de las que depende la conser vación de las tr adiciones y, a la vez, los der r oter os que puede seguir el cam bio de una lengua en el tiem po. Ese inter és lo m anifesté por pr im er a vez en el estudio de la histor ia del español, con un lar go tr abajo, titulado ?Par a la histor ia de la expansión del español por M éxico en el siglo XVI? (2007), publicado en la Nueva Revista de Filología Hispánica. Este ar tículo inaugur a un pr oyecto de estudio histór ico del español que ha dado lugar a m i Histor ia mínima de la lengua española (2014), r ecién pr em iado por el Instituto Nacional de Antr opología e Histor ia. De esa for m a, la histor ia del español constituye m i ter cer vér tice. Por últim o, el cuar to vér tice lo da la r elación entr e lengua y cultur a, que sobr e todo he desar r ollado de m aner a com par ativa, tr atando de m ostr ar cóm o los vocabular ios especializados tienen su or igen en las lenguas histór icas y en qué for m a es la capacidad m etafór ica de todo hablante lo que está en el or igen de los neologism os científicos. El análisis sem ántico del español y, con m is alum nos indios, de algunas lenguas am er indias m e per m ite gener alizar m is pr opuestas y tr atar de dem ostr ar el tejido de esa r elación. M i tr abajo par a el Diccionar io del español de M éxico ha sido deter m inante de esas investigaciones, pues plantea inter r ogantes que debe uno poder r esolver par a que el diccionar io se 27

sustente, en tér m inos r acionales y en tér m inos de legitim idad social. M i libr o sobr e la Teor ía del diccionar io monolingüe es una ar gum entación en ese sentido y une la histor ia de los diccionar ios, las condiciones univer sales (la pr egunta sobr e el significado) que posibilitan la apar ición de los diccionar ios y su inm anencia a las cultur as. Ese libr o m er eció el pr em io del INAH ?W igber to Jim énez M or eno? a la m ejor investigación lingüística de 1996. Par a la investigación del diccionar io logr am os poner en pr áctica var ios elem entos, de los que fr ancam ente m e siento or gulloso: constr uim os el pr im er cor pus de datos de la lengua española (Cor pus del español mexicano contempor áneo, 1974); diseñam os el pr im er sistem a de análisis gr am atical autom ático del español (Analizador del DEM , 1976); for m ulam os un sistem a de análisis cuantitativo del léxico, que nos ha per m itido delim itar lo que podr íam os llam ar ?núcleo léxico? del español m exicano contem por áneo, y que se m anifiesta en la lista de vocablos que for m an entr adas en el Diccionar io del español usual en M éxico y, am pliado, en el Diccionar io del español de M éxico. Contam os ya con una m uy am plia docum entación léxica del español m exicano contem por áneo, que nos per m ite incluso ofr ecer datos a difer entes investigador es de M éxico y de otr os países. Aunque sea inm odesto de m i par te, nuestr o tr abajo lexicogr áfico ha alcanzado fam a inter nacional, com o se puede dem ostr ar acudiendo a la bibliogr afía especializada. M i tr abajo com o dir ector del DEM continua: vam os aum entando el núm er o de vocablos que se habr án de incluir en una segunda edición; r evisam os taxonom ías botánicas y zoológicas; cor r egim os ter m inologías jur ídicas y quím icas; intr oducim os voces de r eciente apar ición, com o por ejem plo, de la com putación electr ónica, de la infor m ática o de la dr ogadicción; estam os constr uyendo el Segundo Cor pus del Español M exicano (1974-2015) y r enovam os todo el sistem a de r edacción y contr ol de los datos con la com putador a electr ónica. Los por tales de inter net del DEM (http://dem .colm ex.m x) y del pr im er Cor pus (http://cem c.colm ex.m x) ofr ecen una buena cantidad de infor m ación útil par a cualquier investigador que se inter ese en el español m exicano. Si el tr abajo del diccionar io im plica un com pr om iso fuer te con la sociedad m exicana, he


dedicado tam bién m ucho tr abajo a tr atar de levantar una com unidad m exicana de lingüistas, que llegue a cr ear la ?m asa cr ítica? necesar ia par a que nuestr a ciencia m adur e en M éxico. Fundé con otr os cinco colegas la Asociación M exicana de Lingüística Aplicada, A.C. Esta asociación r eúne hoy a la m ayor par te de los lingüistas activos en M éxico. Or ganiza tam bién los Congr esos nacionales de lingüística. Publica, todavía de m aner a defectuosa, la r evista Lingüística mexicana. Par a tr atar de m ejor ar la en su calidad y per iodicidad, la M esa dir ectiva de la asociación m e nom br ó su dir ector en febr er o de 2006, per o r enuncié a esa dir ección en 2009 par a concentr ar m i tr abajo en el Diccionar io. He inter venido en m uchos esfuer zos por logr ar que las lenguas am er indias vuelvan a ser funcionales par a sus hablantes, por lo cual he escr ito var ios ar tículos sobr e política lingüística en M éxico. En esa dir ección dir igí, junto con Fr ancisco Segovia, la elabor ación de los pr im er os diccionar ios m onolingües de las lenguas tzeltal, tzotzil, chol, tojolabal y zoque de Chiapas; m e he esfor zado por for m ar lexicógr afos indios. Lo m ism o inter vine en el esfuer zo, r ecién logr ado, por que se dier a r econocim iento legal a la Lengua de señas m exicana, par a que las com unidades de sor dos puedan m ejor ar sus condiciones educativas. Tam bién, ligado al diccionar io, he sido el pr incipal im pulsor de los estudios ter m inológicos y ter m inogr áficos en M éxico. En cuanto a for m ación de estudiantes, puedo asegur ar que la m ayor par te de los lingüistas activos hoy en M éxico y algunos en el extr anjer o, han sido m is alum nos. He dir igido var ias tesis de licenciatur a par a estudiantes de la UNAM y la ENAH, var ias de m aestr ía, igualm ente, y var ias de doctor ado en El Colegio de M éxico. Cada vez estoy m ás convencido de la necesidad de tr ascender la especialización y difundir de la m ejor m aner a posible el conocim iento entr e los m exicanos. M i ingr eso a El Colegio Nacional en 2007 supuso la obligación y la opor tunidad de ofr ecer cur sos públicos y decenas de confer encias en difer entes univer sidades del país. Allí m ism o he coor dinado dos sim posios: uno sobr e ?La m edida?, dedicado a ilustr ar las r azones y los or ígenes de difer entes m edidas en las ciencias (todavía no publicado), y otr o sobr e Pr oteínas en la inter sección entr e las matemáticas, la física, la química y la biología (El Colegio Nacional, 2015).

Luis Fer nando Lar a Ramos

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EN PORTA DA

ÁLVARO PORTO DAPENA

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Tratamiento de las letras en el DRAE 2014 del tricentenario J. Álvaro Porto Dapena Univer sidade da Cor uña

Catedrático emérito de la Universidad de La Coruña, académico correspondiente de la RAE, miembro del GLex y director del Diccionario Coruña

H ace ya m ás de una década que m e ocupé de las letr as com o entr adas del diccionar io, en un ar tículo publicado en el núm er o 8 de la Revista de Lexicogr afía[1], donde ponía de m anifiesto las incoher encias de los diccionar ios com unes no solo en el tr atam iento de las m ism as, sino en su aceptación com o m iem br os de la nom enclatur a o m acr oestr uctur a: si esta, com o la pr opia palabr a diccionar io da a entender, debe estar constituida tan solo por palabr as o dicciones en gener al, no se com pr ende la pr esencia de elem entos, que no son palabr as, com o a, m, p, r o t entr e las entr adas de una obr a lexicogr áfica, pues por idéntico m otivo deber ían r egistr ar se asim ism o otr as r ealidades gr áficas com o los signos de puntuación, los guar ism os 1, 2, 3, 4, etc., o sím bolos del tipo @, $, %, #, etc., sin contar, obviam ente, con el sinfín de siglas y abr eviatur as o acor tam ientos de palabr as, hoy tan fr ecuentes en los m ensajes infor m áticos. El caso es que, desde la publicación de m i ar tículo, han salido ya a la luz unos cuantos diccionar ios, sin que en ninguno de ellos se haya tom ado, de acuer do con m is obser vaciones, la decisión de supr im ir las letr as del conjunto de entr adas. Ni siquier a yo m ism o lo he hecho ? por ahor a? en el Diccionar io ?Cor uña?, cuya elabor ación, com o es bien conocido, he venido dir igiendo en estos últim os años en la UDC. Y, com o no podr ía esper ar se m enos, tam poco la RAE, en la novísim a edición de su diccionar io com ún, la de 2014 o del tr icentenar io, se ha dejado llevar de m is ? pienso que incontestables? ar gum entos, los cuales le 30

obligar ían a r om per con una lar ga y vener able tr adición que, en nuestr a lexicogr afía, se r em onta a S. de Covar r ubias y, sobr e todo, al Diccionar io de autor idades; la Academ ia en esta ocasión se ha lim itado ? y no es poco? a, por una par te, com pletar la nom enclatur a y enr iquecer los r espectivos ar tículos con nuevas acepciones, y, por otr a, a buscar una m ayor hom ogeneidad y coher encia en las r espectivas definiciones, lo que ? hay que r econocer lo? ha supuesto sin duda un notable y encom iable esfuer zo. Yo añadir ía que, tal vez por pr im er a vez en este diccionar io, se ha atendido, a la hor a de r edactar las definiciones, a lo que últim am ente vengo llam ado infr aestr uctur a del diccionar io, esto es, al sistem a de definiciones que configur an diver sos par adigm as léxicos. Per o esto no quier e decir que se haya llegado a una deseable per fección ni m ucho m enos. Aunque com o m iem br o de la RAE debo sentir m e solidar io con las decisiones tom adas colegiadam ente en su seno y, por tanto, he de consider ar m e par tícipe de los acier tos y er r or es contenidos en la nueva edición del DRAE, m e voy a per m itir aquí hacer a título per sonal una ser ie de com entar ios que en ella r eciben las

[1]M e r efier o a ?Las letr as com o entr adas del diccionar io?, Revista de Lexicogr afía¸ 8 (2000-2001), págs. 125-154), r ecogido tam bién en m i libr o Lexicogr afía y M etalexicogr afía: estudios, pr opuestas y comentar ios, Univ. da Cor uña, 2009, págs. 15-32.


letr as ? o, en su caso, deber ían haber r ecibido? , com entar ios que están hechos, por supuesto, desde el m ás pr ofundo r espeto que m e m er ece la Academ ia y con la m ás sana intención de contr ibuir ? si ello fuese posible? a un m ayor per feccionam iento de esta obr a, por la que, pese a sus indudables defectos, siento desde siem pr e un no disim ulado car iño y especial vener ación.

1. La nomenclatur a Em pezando por las entr adas r efer entes a las letr as, lo pr im er o que cabe r esaltar es que el tr atam iento que r eciben en el DRAE 2014 r epr esenta un indudable avance sobr e la edición anter ior, en la que, por ejem plo, tan solo se r egistr aban los dígr afos ? anter ior m ente consider ados er r óneam ente com o letr as? ch y ll. Faltaban, natur alm ente, r r, gu y qu, que ahor a sí apar ecen com o entr adas en la nueva edición. Por otr o lado, en cuanto a las denom inaciones de letr as y dígr afos, se r ecogen por pr im er a vez be gr ande ? junto a be alta y be lar ga, que ya apar ecían anter ior m ente? , er r e doble o doble er r e e i latina (en la edición anter ior tan solo apar ecía i gr iega). Sigue, no obstante, sin r egistr ar se ce hache, sinónim o del dígr afo che, y el nom br e de letr a gue con r efer encia a g cuando r epr esenta el sonido velar sonor o; notem os que tanto de ce hache com o de gue hay docum entación suficiente en el CREA:

2002, Cl. Obligado, Salsa, 70: Fascinada lee la enum er ación, duda, se decide, agr ega algunas palabr as m ás. Luego juega a or ganizar las. Las que tienen ce hache: cancher o, palo bor r acho, ponchada, chinchulín, choclo, chanta, vincha, bom bacha, chinchudo, chupam edias. 1995, Cebr ián, Infor mación r adiofónica, 414: En el gr upo consonántico "-gn" la "g" se pr onuncia com o "gue" no com o "g". Es pr eciso evitar, por lo tanto, la pr onunciación exager ada del sonido "g" en palabr as com o "signo" "M agdalena". 1996. El Tiempo (Bogotá), 15/09/1996: Per o m uy bien. Aceptem os que usted logr ó super ar todos los r etos de la vida sin tener idea de qué es una tilde ni en qué se difer encian los sonidos ge, gue y güe, que le par ecen iguales y por eso los escr ibe sin distinción or togr áfica...

Otr a cosa es deter m inar en calidad de qué apar ecen r egistr adas com o entr adas ? o, según algunos pr efier en decir hoy, lem as[2]? en esta nueva edición del DRAE las for m as gr áficas a, b, c, d, e, f, etc.: ¿com o las r ealidades que llam am os 31

letr as o, m ás bien, com o sím bolos o nom br es abr eviados de esas r ealidades? Esto últim o par ece evidente si atendem os a la subcategor ización com o ?fem enino? que apar ece después de la entr ada, inm ediatam ente antes de las acepciones, pues, lógicam ente, las r ealidades a que llam am os letr as no son ni fem eninas ni m asculinas; solo son fem eninos los sustantivos o nom br es que las designan, lo que quier e decir que aquí las for m as gr áficas en cuestión par ece que pr etenden asum ir el m ism o papel que sus r espectivos nom br es. Esto es evidente en el caso de las vocales, cuya pr esentación com o r ealidades a, e, i, o y u coincide plenam ente con la de los nom br es cor r espondientes, lo que explica que cada una sea estudiada en un ar tículo único. En el caso, no obstante, de las consonantes, la distinción entr e r ealidad y nom br e designador es gr áficam ente evidente: b / be, c / ce, d / de, f / efe, j / jota, por lo que dan lugar a entr adas independientes que, adem ás, los diccionar ios ? así el pr opio DRAE en ediciones anter ior es? definen de m odo distinto, aplicando en el caso de los nom br es la fór m ula ?nom br e de la letr a? ?, es decir, m ediante una definición funcional (en m etalengua de signo), fr ente al pr im er caso, en que pr efier en utilizar una definición conceptual (en m etalengua de contenido), aunque en la pr áctica no sea tal, sino ontológica y, por tanto, con car ácter no m etalingüístico. Ese es el caso, por ejem plo, de esta definición del DRAE 2001:

f. f. Séptim a letr a del abecedar io español, y sexta del or den latino inter nacional, que r epr esenta un fonem a consonántico fr icativo, labiodental, sor do. Su nom br e es efe.

Que la definición se r efier e aquí a la r ealidad gr áfica f es clar o por que, de lo contr ar io, no se explicar ía la pr esencia de la extensión definicional

[2] Nunca m e cansar é de r epetir que entr ada y lema no son la m ism a cosa, aunque gener alm ente se vienen em pleando com o sinónim os: entr ada es el elem ento ? gener alm ente una palabr a? sobr e el que ver sa el ar tículo, la cual se m ater ializa en un enunciado, constituido por una for m a o conjunto de for m as gr áficas que apar ecen a la cabeza del ar tículo. El lema, por su lado, viene a ser la par te del enunciado que se som ete a or den alfabético (véase a este r especto m i M anual de técnica lexicogr afíca, Ar co/Libr os, M adr id, 2002, pág. 184).


?su nom br e es efe?; per o nos encontr am os, obviam ente, con una incoher encia: la m ar cación, bajo la etiqueta de ?fem enino?, de la r ealidad f, que ? insisto? com o r ealidad no tiene géner o. La cosa, sin em bar go, par ece haber cam biado en la edición actual:

f. f. Sexta letr a del abecedar io español, que r epr esenta el fonem a consonántico fr icativo labiodental sor do,

donde, al m enos intencionalm ente, da la im pr esión de que se pr etende definir el nom br e o denom inación de la letr a, aquí r epr esentada abr eviadam ente m ediante f y no la letr a m ism a. Una cosa, efectivam ente, es la letr a com o r ealidad for m ada por unos deter m inados tr azos y otr a m uy distinta la letr a com o r epr esentante de sí m ism a, igualándose así funcionalm ente, según queda dicho, con su pr opio nom br e. Ello explica que, en pr incipio, dé lo m ism o[3] utilizar f que efe, en un contexto com o

Felipe se escr ibe con f / Felipe se escr ibe con efe.

Lo que quier e decir que, al m enos en este caso, efe y f podr ían inter pr etar se com o var iantes gr áficas de la m ism a unidad léxica. En r ealidad no son var iantes en la m ism a m edida que lo son, por ejem plo, RAE ~ Real Academia Española, IPC ~ índice de pr ecios al consumo, Sr. ~ Señor, bici ~ bicicleta, pr ofe ~ pr ofesor , etc., sino m ás bien en el de $ ~ diner o, % ~ por ciento, @ ~ ar r oba o incluso 1 ~ uno, 2 ~ dos, 3 ~ tr es, etc. Así pues, la letr a en casos com o el anter ior se convier te en una especie de sím bolo o r epr esentante de sí m ism a, cor r esponde a un uso m etalingüístico ? está m encionada? , per o no es pr opiam ente una palabr a o, según dije antes, una palabr a abr eviada[4]; digam os, par a ser m ás exactos, que

[3] Realm ente la Academ ia no se ha ocupado de este punto, ni siquier a en su com pleta Or togr afía de la lengua española, Espasa, M adr id, 2010: ¿Cuándo, par a r efer ir nos por escr ito a las letr as, utilizam os las pr opias letr as o sus cor r espondientes nom br es? [4] Lo que no obsta par a que las letr as per tenezcan ya de por sí a un m etalenguaje, m etalenguaje de lengua, per o no de discur so, que es al que aquí estoy aludiendo. 32

desem peña el papel de una palabr a sin ser lo[5]: conecta, com o esta, con un significado, idea o r efer ente. Esta intencionalidad del DRAE 2014 se m uestr a ante todo por la pr esencia de la m ar ca f, com o en la edición anter ior, per o con la difer encia de que no se pr oduce, com o en esta, al m ism o tiem po la incoher encia que supone atr ibuir le un deter m inado nom br e. Y, desde luego, otr a cir cunstancia que habla a favor de esta intencionalidad es la igualación que, en la pr áctica, se da entr e los ar tículos encabezados por la letr a y el nom br e de la letr a, com o podem os obser var, por ejem plo, en las definiciones de l y ele:

l. f. 1. Duodécim a letr a del abecedar io español, que r epr esenta el fonem a consonántico later al alveolar. | | 2. Sonido que r epr esenta la letr a l.

que vienen a coincidir ? aunque expr esadas de distinto m odo? con la de ele, en que se funden am bas:

ele. f. Letr a l y sonido que r epr esenta.

Otr a pr ueba incontestable por cier to de esta coincidencia es, según hem os notado, la r educción a un solo ar tículo en el caso de las vocales. Debo adelantar, no obstante, que, al final, todo se queda, a m i juicio, en una m er a intencionalidad, pues a la hor a de la ver dad, en las cor r espondientes definiciones de lo que se infor m a es m ás bien de las letr as entendidas com o m er as r ealidades gr áficas. Es evidente que los r edactor es no han tenido en cuenta ? aunque tal vez la han intuido? la distinción que acabo de señalar entr e la letr a com o r ealidad y com o r epr esentante de sí m ism a, dos funciones clar am ente distintas: com o r ealidades están usadas las letr as, por ejem plo, en la palabr a difícil, donde juegan, por una par te, un papel de unidades distintivas (gr afem as) y, al m ism o tiem po, r epr esentativas de deter m inados segm entos fónicos (fonem as); no ocur r e lo m ism o en la sigla ATS, donde cada una se hace equivalente de su cor r espondiente nom br e; por eso la leem os

[5] Aunque, al leer, la conver tim os, lógicam ente, en palabr a.


com o a-te-ese[6]. Lo m ism o ocur r e cuando las letr as desem peñan una función sustantiva dentr o de un enunciado com o el que vim os m ás ar r iba, o en estos otr os:

La última d de M adr id se pr onuncia de difer ente modo que la pr imer a. Los gallegos se comen la c implosiva. Escr ibió huevo sin h.

Donde asim ism o podr ían sustituir se por sus r espectivos nom br es. A veces incluso esta distinción gr áfica la tr aducim os al lenguaje fónico; por ejem plo, cuando deletr eam os una palabr a. Un esquem a que, a este r especto, podr ía r esultar esclar ecedor ser ía el siguiente:

hay que decir lo? no apar ece inequívocam ente m anifestada en la nueva edición del tr icentenar io. En esta se obser va, efectivam ente, un apar entem ente pequeño ? per o im por tante por contr adictor io? detalle en la definición de la segunda acepción, que nos lleva a pensar que el r edactor o r edactor es estaban pensando m ás bien en la letr a com o r ealidad; m e r efier o al hecho de que esta apar ece citada en negr ita en la definición, lo que significa que deber ía identificar se con el lem a, el cual r epr esenta la letr a en función m etalingüística, cuando en r ealidad a lo que se está apuntando es clar am ente a la letr a com o r ealidad gr áfica. Y esto no solo se pr oduce en el caso, ya visto, de l, sino que se r epite sistem áticam ente en las definiciones de las dem ás letr as, com o, por ejem plo, en

g [? ] | | 2. Alguno de los sonidos que r epr esenta la letr a g. n [? ] | | 2. Sonido que r epr esenta la letr a n. p [? ] | | 2. Sonido que r epr esenta la letr a p.

No hace falta señalar que las bar r as oblicuas indican segm ento fonológico y los par éntesis angular es, letr as com o r ealidades, fr ente a la r epr esentación sin bar r as ni par éntesis, que indican palabr as o letr as con función de palabr as, es decir, en uso m etalingüístico.

2. Definición posibilida des

de la s letr a s:

la s distinta s

La ver dad es que solo inter pr etadas com o sím bolos o r epr esentantes de sí m ism as tendr ía sentido o r azón de ser la pr esencia de las letr as en la nom enclatur a del DRAE y en gener al de cualquier diccionar io cosa que por cier to ? todo

[6] Aunque a su vez cada letr a, coincidente con el inicio de una palabr a, r epr esenta, aquí sí, abr eviadam ente ? en otr o nivel? esa palabr a: A = asistente, T = técnico, S= sanitar io, y, por tanto, toda la sigla r epr esenta de for m a abr eviada la expr esión asistente técnico sanitar io. Hay casos especiales, natur alm ente, en que la sigla puede leer se com o una palabr a, convir tiendo en los segm entos cor r espondientes las letr as, que en este caso funcionan com o r ealidades: INI, UNESCO, IVA, etc. 33

Esto, pues, nos lleva a la conclusión de que el r edactor o r edactor es no er an dem asiado conscientes de si lo que estaban definiendo er a la letr a o m ás bien el sím bolo equivalente a su cor r espondiente nom br e. La cuestión no es desde luego baladí, ya que, si las entr adas en este caso fuer an r ealm ente las letr as del abecedar io, apar te de la ya apuntada incom patibilidad de estas con los vocablos que constituyen la nom enclatur a del diccionar io y del contr asentido que supondr ía su categor ización com o sustantivos fem eninos, las definiciones cor r espondientes a la pr im er a y segunda acepción no estar ían ? contr a lo que pudier a pensar se? en m etalengua de contenido ni siquier a en m etalengua alguna, puesto que lo que aquí se definir ía ser ían pur as r ealidades y, por lo tanto, las definiciones ser ían ontológicas, aunque ? eso sí? r efer idas a objetos per tenecientes al lenguaje gr áfico. Y en efecto, b com o r ealidad no significa ni designa la ?segunda letr a del alfabeto?, función que en todo caso cor r esponde tan solo a la palabr a be o a la pr opia letr a tom ada com o sím bolo de sí m ism a, equivalente a su nom br e, y, natur alm ente, tam poco designa ni significa la ?letr a r epr esentante del fonem a /b/?, por que ella es la pr opia letr a. Lo que pasa es que las letr as, com o r ealidades gr áficas, son a su vez signos, pues actúan com o r epr esentantes de fonem as o seg-


m entos fónicos; digam os que son signos del lenguaje, per o en un nivel m uy distinto al de las palabr as: m ientr as estas conectan un significante con un significado o r efer ente, una letr a sir ve par a poner en r elación un segm ento significante de tipo gr áfico con otr o, tam bién significante, de car ácter fónico. Así pues, una letr a com o r ealidad no es, en pr incipio, m ás que el r epr esentante gr áfico de un segm ento fónico, que actúa com o r epr esentado. Y digo en pr incipio, por que de hecho hay contextos en que cier tas letr as car ecen de equivalentes fónicos; son las denom inadas letr as mudas, las cuales juegan un papel m er am ente distintivo, no significativo; son pur os gr afem as[7]. A esto hay que añadir que las letr as for m an tr adicionalm ente par te de una ser ie o conjunto llam ado abecedar io o alfabeto, donde cada una ocupa un lugar deter m inado por que se tr ata de un conjunto, or denado convencionalm ente, del que r esulta lo que llam am os ?or den alfabético?, tan im por tante por cier to en Lexicogr afía. Pues bien, todo esto quier e decir que las r ealidades que llam am os letr as pueden definir se de tr es m odos difer entes: a) ante todo com o signos gr áficos, b) com o unidades distintivas o gr afem as y, c) com o com ponentes del alfabeto. Así pues, a

[7] En r ealidad las letr as son ante todo gr afem as (unidades gr áficas distintivas), com o, por ejem plo, b fr ente a v en cabo / cavo, baca / vaca, basta / vasta, o h fr ente a Ø (hasta / asta, hay / ay, hala / ala), y no siem pr e signos: b lo es en caber, per o no en substancia ya que en este últim o caso no se cor r esponde con /b/ en una pr onunciación nor m al. Per o esto no debe llevar nos a identificar las letr as con los gr afem as, com o ocur r e en la Or togr afía de la RAE, pues, en su or igen, toda letr a tiene com o objetivo pr im or dial y fundam ental r epr esentar una par te de la expr esión fónica de una palabr a. Por eso, quizás la palabr a letr a deber ía, a m i juicio, definir se de este m odo: letr a. f. Figur a del lenguaje gr áfico, no divisible en figur as m ás pequeñas, que sir ve par a r epr esentar un segm ento del lenguaje fónico y difer enciar unas palabr as gr áficas de otr as. Obser vem os que con esta definición evitar íam os el cír culo vicioso que se pr oduce en el DRAE (incluso en la nueva edición de 2014), al definir, por un lado, letr a com o

a m odo de ejem plo, p podr ía definir se de estas tr es m aner as: p. Letr a que r epr esenta un segm ento fónico labial or al m om entáneo. p. Letr a que, com o gr afem a, pr esenta los tr azos ver tical con cola y cuer po cer r ado[8] p. Letr a que en el abecedar io ocupa el duodécim o lugar

Así r edactadas son ? insisto? definiciones ontológicas, per o que fácilm ente se pueden conver tir en lingüísticas o lexicogr áficas pr opiam ente dichas con solo var iar la natur aleza del definiendum, al tom ar este com o sím bolo o r epr esentante de la pr opia letr a haciéndolo así pasar a equivalente de la palabr a pe, cosa que se indicar á de un m odo clar o con la pr esencia de la m ar ca f y, aunque con m enor evidencia, en el hecho de que la palabr a letr a en el definiens ? si este, natur alm ente, pone de m anifiesto el significado? pasar á a desem peñar la función de hiper ónim o del definido y no de m er o categor izador de una r ealidad com o ocur r e en la definición ontológica y en la lingüística de designación[9]. Pues bien, dada la pr esencia de la m ar ca de géner o en los ar tículos del DRAE 2014, todo apunta a que las entr adas cor r espondientes a las letr as están tom adas com o sím bolos o denom inaciones de las m ism as, pese a la contr adicción que supone ? según queda apuntado? la m ención de la letr a en la definición de la segunda acepción atr ibuyéndole er r óneam ente la m ism a natur aleza que a la de la entr ada. En otr o or den de cosas, cabe obser var que la definición cor r espondiente a la pr im er a acepción es en la edición del tr icentenar io siem pr e de tipo

[8] Cfr. J. A. Por to Dapena, ?Contibución a un estudio funcional del español gr áfico?, Ar chivo de Filología Ar agonesa, 59-60 (2002-2004), págs. 711-746. [9] Esta difer encia se encuentr a en la m ism a línea que la que, a pr opósito de la palabr a símbolo, se da, por ejem plo, en estas definiciones:

letr a. f. Cada uno de los signos gr áficos que com ponen el alfabeto de un idiom a, y, por otr o, alfabeto com o abecedar io, o sea,

anagr ama. m . Sím bolo o em blem a, especialm ente el constituido por letr as.

abecedar io. m . Ser ie or denada de las letr as de un idiom a.

e1. f. M at. Sím bolo del núm er o tr ascendente 2,7182, que es la base de los logar itm os neper ianos. Solo en el pr im er caso símbolo es hiper ónim o del definiendum.

34


m últiple, aunque sui gener is, puesto que está constituida por dos sintagm as definicionales que en vez de estar unidos por coor dinación, com o ser ía lo nor m al, lo están por subor dinación m ediante un pr onom br e r elativo; esos sintagm as son

l. f. I) Duodécim a letr a del abecedar io español,

bien, con esto no quier o decir que sea absolutam ente innecesar ia e inútil la infor m ación r elativa al or den que cada letr a ocupa en el cor r espondiente alfabeto; lo que en todo caso pr etendo poner de r elieve es que se tr ata de una infor m ación secundar ia que, por lo tanto, en vez de apar ecer en pr im er lugar dentr o del definiens, podr ía añadir se después de este a m odo de una m er a extensión definiciona[13]; por ejem plo, así:

II) que r epr esenta el fonem a consonántico later al alveolar .

Es decir, en la definición se ponen de m anifiesto las posibilidades a y c a que antes m e he r efer ido, desechándose la posibilidad b, sin duda por que supone un conocim iento especializado poco com ún y, por tanto, desconocido por la gener alidad de los usuar ios[10]. No debem os olvidar, sin em bar go, que la definición ser ía suficiente con atender a tan solo uno de esos dos puntos de vista, lo que nos lleva a la conclusión de que nos hallam os ante una definición múltiple de tipo conver gente aunque no r edundante, sino complementar ia[11]. Cabe, no obstante, obser var a este r especto que, puestos a elegir entr e las posibilidades a y c, ser ía obligado quedar se con la últim a. Y ello por dos r azones básicas: en pr im er lugar, por que el sintagm a definicional cor r espondiente a a pone de r elieve una car acter ística absolutam ente exter na ? y adem ás convencional? que nada dice acer ca de la natur aleza o ver dader o contenido del nom br e o sím bolo de una letr a[12], y, por otr o lado y sobr e todo, por que la definición en este caso es de m er ónim o y ser ial, cir cunstancia que lleva a una inevitable cir cular idad a la hor a de definir el cor r espondiente holónim o, es decir, la palabr a abecedar io o alfabeto, cir cular idad por cier to idéntica a la que se pr oduce ? según hem os visto? entr e estos vocablos y el ar chilexem a letr a. Ahor a

[10] De hecho, hasta ahor a, ningún diccionar io ha definido las letr as basándose en los r asgos gr áficos que las for m an. [11]Cfr. J. A. Por to Dapena, La definición lexicogr áfica, Ar co/Libr os, M adr id, 2014, pág. 77. [12]El lugar que cada letr a ocupa dentr o del abecedar io var ía de hecho de unas lenguas a otr as e incluso en una m ism a lengua a lo lar go de su histor ia; sin ir m ás lejos, m ientr as en el DRAE 2001 d se define com o ?quinta letr a del abecedar io?, en la actual edición del tr icentenar io apar ece com o ?cuar ta?. 35

l. f. Letr a que en español r epr esenta el fonem a consonántico later al alveolar. Ocupa el duodécim o lugar en el or den alfabético.

3. ¿Qué r epr esenta n la s letr a s? Per o, llegados a este punto, es necesar io pr eguntar nos qué r epr esentan r ealm ente las letr as entendidas com o r ealidades. Según las definiciones de la DRAE, a par tir de la edición de 1936, las letr as r epr esentan sonidos del habla, m ientr as que desde la vigésim a segunda, de 2001, fonem as de la lengua, a excepción de h, que ?en la lengua estándar actual no r epr esenta sonido alguno, si bien se aspir a en deter m inadas voces de or igen extr anjer o [? ] y en algunas zonas españolas y am er icanas com o r asgo dialectal?. Esto m ism o por cier to no se dice de q, letr a a la que se le atr ibuye la función de r epr esentar, lo m ism o que k y c ante a, o, u, el fonem a consonántico oclusivo velar sor do, cuando en r ealidad no es así, pues sem ejante r epr esentación, salvo en algunos nom br es pr opios tom ados del ár abe (así, Ir aq, Al Qaeda), cor r esponde al dígr afo qu. Tam poco se dice nada de la c del dígr afo ch, donde no r epr esenta ningún sonido ni fonem a, o de la u sin diér esis del gr upo gu seguido de e o i. Desde m i punto de vista, no cr eo que suponga ningún avance sobr e las ediciones anter ior es a 2001 asignar a las letr as un contenido fonem ático

[13] Par a la noción de ?extensión definicional?, véase J. A. Por to Dapena, ?Par a una delim itación discur siva de la definición lexicogr áfica: los conceptos de ?enunciado definicional? y ?extensión definicional?, en D. Cor bella y otr os, Lexicogr afía hispánica del siglo XXKI: Nuevos pr oyectos y per spectivas. Homenaje al pr ofesor Cr istóbal Cor r ales Zumbado, Ar co/Libr os, M adr id, 2012, pág. 471 y ss. Puede ver se tam bién en m i libr o La definición lexicogr áfica, ya citado, pág. 20.


en vez del fonético que se les venía atr ibuyendo, pues, com o es bien evidente, no hay una cor r espondencia biunívoca entr e letr as y fonem as, y, adem ás, si nos situam os en el nivel fonológico, no siem pr e lo r epr esentado en el nivel gr áfico son fonem as, sino tam bién ar chifonem as, contr a lo que se da a entender en m últiples ocasiones; así, por ejem plo, en esta definición de n:

n. f. 1. Decim ocuar ta letr a del abecedar io español, que r epr esentan el fonem a consonántico nasal alveolar, aunque cuando es im plosiva suele adoptar la zona de ar ticulación de la consonante siguiente.

Es m ás: cabe señalar, a este pr opósito, que cuando se define m com o

m. f. Decim oter cer a letr a del abecedar io español, que r epr esenta el fonem a consonántico nasal biblabial ,

lo r epr esentado no siem pr e es un fonem a, sino m ás bien la r ealización fonética del ar chifonem a /N/, concr etam ente cuando le sigue p o b. Se confunden, pues, aquí, evidentem ente, var ios niveles fónicos: desde el nivel m ás abstr acto de los ar chifonem as hasta el m ás concr eto de las r ealizaciones fónicas o sonidos, pasando por el de los fonem as. Par a m ayor abundancia de pr uebas de lo que digo, cabe obser var, por otr o lado, la incoher encia que supone decir en la pr im er a acepción que una letr a r epr esenta un deter m inado fonem a y, en cam bio, en la segunda, un sonido. ¿En qué quedam os? Per o hay todavía m ás: la car acter ización que se hace de los fonem as en las definiciones de esta nueva edición del DRAE cor r espondientes a la pr im er a acepción de las letr as no siem pr e es cor r ecta, pues o faltan r asgos o, por el contr ar io, estos son excesivos por per tenecer m ás bien a alguno de sus alófonos. Así, por poner tan solo un ejem plo de am bas posibilidades, a pr opósito de la letr a b se dice que r epr esenta el fonem a consonántico bilabial sonor o, cuando en r ealidad el fonem a /b/ en español no es necesar iam ente bilabial, sino sim plem ente labial; per o al m ism o tiem po faltan dos r asgos, que son, por una par te, el car ácter or al, pues de lo contr ar io se confundir ía con el nasal /m /, y el m om entáneo (que incluye tanto la r ealización oclusiva com o apr oxim ante o, 36

m al llam ada, fr icativa) fr ente al continuo /f/. A m i m odo de ver, aunque es evidente que en la base de toda r epr esentación gr áfica de tipo alfabético está de alguna m aner a pr esente el fonem a, no hay que olvidar que este es un concepto m oder no ? uno de los descubr im ientos por cier to m ás felices de la lingüística del siglo XX? y que, por lo tanto, no r esulta fácilm ente encajable en la nor m al y cor r iente concepción tr adicional de las letr as. Que nuestr o abecedar io o alfabeto or togr áfico no está concebido par a r epr esentar los fonem as de la lengua ? aunque estos se hallen en él gr oser am ente intuidos? es algo que salta a la vista con un sim ple y som er o análisis que hagam os del m ism o[14]. Nótese, por lo dem ás, que la r epr esentación gr áfica de fonem as y sonidos del habla está sujeta a cier tos convencionalism os (por ejem plo, al uso de bar r as oblicuas, cor chetes, letr as y signos diacr íticos especiales, etc.) ajenos a la Or togr afía y que deter m inan, por el contr ar io, la existencia de los llam ados ?alfabetos fonéticos?, distintos del or togr áfico, aunque guar den una cier ta sem ejanza con él; por eso, no se puede identificar, por ejem plo, la r epr esentación b con /b/ ni, por supuesto, con [b], aunque en este caso se haga m ediante la m ism a letr a. Esta es la pr incipal r azón de que, a m i juicio, las letr as no deber ían definir se, en un diccionar io com ún, com o r epr esentaciones de fonem as ? y ar chifonem as? y ni siquier a de los cor r espondientes alófonos, habida cuenta, adem ás, de que estos son tér m inos cuya utilización en una definición pr esupone un conocim iento especializado del que nor m alm ente car ece el usuar io. Y no vale alegar que se tr ata de tér m inos incluidos ? y, por tanto, definidos? en el diccionar io, donde apar ecen ? dicho sea de paso? convenientem ente m ar cados com o gr ados distintos.

[14] Hay, efectivam ente, letr as que, en la cadena escr ita, coinciden con fonem as; per o, independientem ente de que, com o queda dicho, una letr a puede ser ?m uda? (no se cor r esponde con ningún sonido ni fonem a), no es r ar o que indique sonidos o r ealizaciones concr etas de fonem as o ar chifonem as, com o en el caso, ya visto, de m ante p o b, o que coincida en su r epr esentación con otr a u otr as letr as. Tam bién se da el caso de que un fonem a se escr ibe con dos o m ás letr as o, al contr ar io, que una letr a se cor r esponda con un gr upo de fonem as, etc.


Así pues, a pr opósito de lo que las letr as r epr esentan, una cosa es desde luego evidente: que estas ? de un m odo par alelo a los fonem as? son unidades segm entales, es decir, apar ecen unas a continuación de otr as en la r epr esentación escr ita de las palabr as, que, gr áficam ente consider adas, no son m ás que gr upos de letr as delim itados por dos espacios consecutivos en blanco. Esto quier e decir que la invención de las letr as ha estado supeditada a ? o condicionada por ? un análisis o segm entación pr evia de la cadena hablada cor r espondiéndose, en pr incipio, cada una de ellas con un segm ento fónico, el cual con el discur r ir del tiem po puede hallar se patente, latente o desapar ecer totalm ente; esto últim o es lo que ocur r e con la h, que hoy no r epr esenta nor m alm ente ningún sonido, per o lo r epr esentó de hecho en otr os m om entos y lo r epr esenta todavía en cier tas var iedades dialectales o en contadas palabr as (por ejem plo, en sahar aui), y, en cuanto a los sonidos latentes, tenem os el caso de la ?s final andaluza, que, m ientr as a veces no se m ater ializa m ediante ningún sonido, por ejem plo, en compás, r eapar ece, sin em bar go, en el plur al compases. Hay casos, adem ás, en que una letr a, en deter m inados contextos, no r epr esenta ningún sonido ni lo r epr esentó nunca: por ejem plo, la q y la u del dígr afo qu, al igual que la c y, natur alm ente, la h del dígr afo ch, pues en tales casos se tr ata de dígr afos, que son los que r epr esentan ver dader am ente segm entos fónicos, per o no las letr as que los com ponen, que en esos contextos son ?m udas?. Las letr as, según todo esto, no pueden desligar se de la histor ia del idiom a y no es infr ecuente que la evolución fónica no se cor r esponda con la or togr áfica, lo que da lugar a desajustes entr e lo que se pr onuncia y la escr itur a. Hay casos, efectivam ente, en que las letr as ? en una deter m inada sincr onía? car ecen de todo valor r epr esentativo o, sim plem ente, se lim itan a establecer difer encias entr e palabr as, difer encias que no siem pr e se cor r esponden con otr as del nivel fónico (pensem os en botar / votar , que son hom ófonos, cuyas letr as iniciales no se cor r esponden con ninguna difer encia en el nivel fónico, cosa que ocur r e tam bién en casa / caza en las zonas seseantes o ceceantes). Así pues, r epito que a veces las letr as juegan un papel m er am ente distintivo, com par able al de los fonem as ? per o sin cor r espondencia con ellos, com o ocur r e en los ejem plos anter ior es? , cosa que no debe llevar nos, com o ya queda dicho, a identificar la letr a con el 37

gr afem a. En r esum idas cuentas, las letr as, sincr ónicam ente consider adas, poseen dos funciones m uy distintas e independientes: ante todo la distintiva, lo que quier e decir que actúan com o m er os gr afem as, función a la que, en el caso del español, hay que sum ar en la m ayor par te de los casos la r epr esentativa. Ahor a bien, cabe r ecor dar que esta últim a no se r educe ? com o se da a entender en el DRAE 2014? a expr esar gr áficam ente unidades fonem áticas o, m ejor dicho, segm entos fónicos, sino que, com o hem os visto, pueden r epr esentar se a sí m ism as equivaliendo a sus denom inaciones. Digam os, por tanto, que la función r epr esentativa se r ealiza en dos niveles distintos: en el lingüístico y en el m etalingüístico; en el pr im er o cuando ? com o es lo m ás fr ecuente? las letr as for m an par te de una palabr a, y en el segundo cuando se utilizan o consider an aisladam ente y, por lo tanto, sir ven com o sustitutas de su pr opio nom br e. Por eso, l, aisladam ente, no se lee m ediante un sim ple sonido later al alveolar ? según se define en el diccionar io? , igual que, por ejem plo, en lápiz, sino com o ele, y lo m ism o sucede con c y d en la sigla CD, cuya lectur a es cedé. Esto quier e decir que las equivalencias fónicas que se les suelen atr ibuir a las letr as hay que entender las siem pr e en el m ar co de la palabr a, com o com ponentes de esta, que es algo que no se ha venido teniendo en cuenta nunca. El contexto en que apar ecen la letr as es, desde luego, fundam ental, incluso, dentr o de la palabr a, a la hor a de r epr esentar segm entos de la m ism a: por ejem plo, el sonido r epr esentado por c no es el m ism o cuando va seguida de e o i que cuando apar ece en cualquier a otr a posición.

4. Una pr opuesta de r eda cción Visto lo visto, ar tículos del nuevo DRAE com o

c. f. 1. Ter cer a letr a del abecedar io español, que r epr esenta, ante las vocales a, o, u, el fonem a consonántico oclusivo velar sor do, p. ej. en cacao, y ante e, i, el fonem a consonántico fr icativo inter dental sor do en ár eas no seseantes, y algún alófono de /s/, en ár eas de seseo, p. ej. en cecina. | | 2. Sonido que r epr esenta la letr a c cuando va seguida de e, i en la pr onunciación no seseante. | | 3. En la num er ación r om ana, cien, ce. f. Letr a c y sonido que r epr esenta,

pienso que deber ían haber se r edactado de esta


otr a m aner a: c. f. 1. Ce. 2. En la num er ación r om ana, cien. ce. f. 1. Nom br e de la letr a c o C. | | 2. Por m etonim ia, nom br e del sonido consonántico inter dental fr icativo, r epr esentado por c, en el español nor m ativo peninsular, cuando le sigue e o i.

Y en caso de inclusión de las letr as com o r ealidades, habr ía que añadir un nuevo ar tículo, que convendr ía distinguir del pr im er o m ediante un super índice o, quizás m ejor ? pues no se tr ata de hom ónim os? utilizando otr o tipo de letr a o, m ejor todavía, incluyendo en la entr ada la m inúscula y m ayúscula, com o hacen algunos diccionar ios; así: c, C. Letr a que, com o gr afem a, consiste en un cuer po abier to por la der echa, y, com o signo, r epr esenta, por una par te, ante e, i el fonem a consonántico or al dentoalveolar fr icativo plano /?/ en español nor m ativo peninsular, o el cor r espondiente r edondeado /s/ en las zonas seseantes, y, por otr o lado, el fonem a consonántico velar m om entáneo sor do /k/ ante o, a, u, l o r , y ar chifonem a consonántico, tam bién, velar m om entáneo /G/ en posición im plosiva. En el abecedar io español ocupa el ter cer lugar.

Se tr atar ía, com o no podr ía ser de otr o m odo, de una definición ontológica ? de ahí la falta de m ar ca de categor ización? , y adem ás de car ácter clar am ente enciclopédico. Aunque insisto en que este últim o ar tículo es m ás pr opio de una enciclopedia que de un diccionar io, en el que, por tanto, no deber ía tener cabida, su pr esencia junto al de c evitar ía ante todo la confusión que, desgr aciadam ente, todavía subsiste, según queda señalado, en la novísim a edición vigesim oter cer a del Diccionar io de la Academ ia, entr e la r ealidad letr a y la letr a com o r epr esentante o sím bolo de sí m ism a o, si se pr efier e, de su denom inación. Otr o aspecto digno de tener se en cuenta es que, m ientr as el DRAE 2014 en los ar tículos cor r espondientes al os nom br es de las letr as une dos acepciones en una m ism a definición[15], m i pr opuesta es que, si son

dos acepciones ? entendidas, natur alm ente, tal com o las entiende la Academ ia, esto es, com o sentidos distintos? , dos deben ser las definiciones: una com o nom br e de la letr a y otr a com o nom br e del sonido o fonem a r epr esentado por la letr a[16]. Por cier to que en este caso m e inclino ? en coincidencia con el cr iter io utilizado por la Academ ia con anter ior idad a la pr esente edición? por la adopción de definiciones de tipo funcional, con el fin de asegur ar al m áxim o la distinción entr e la definición de los nom br es de las letr as y de las letr as m ism as, cuando estas se incluyen en el diccionar io. Y, por otr o lado, puesto que las dos acepciones de los nom br es de las letr as coinciden con las de la letr a entendida com o r epr esentante de sí m ism a, en el ar tículo cor r espondiente cr eo pr efer ible ? por económ ico? r em itir al del nom br e de la letr a. Pr ecisam ente, una novedad del DRAE 2014 es la sustitución, en las definiciones de los nom br es de las letr as, de la definición funcional por otr a de tipo conceptual, com o, por ejem plo,

ce. f. 1. Letr a c y sonido que r epr esenta. eme. f. 1. Letr a m y sonido que r epr esenta. equis. f. 1. Letr a x y sonido que r epr esenta[17]

fr ente a las que apar ecen anter ior es:

en

las ediciones

ce. f. Nom br e de la letr a c. eme. f. Nom br e de la letr a m. equis. f. Nom br e de la letr a x. r

Supongo que el cam bio obedece a que en este últim o caso las definiciones están r edactadas en m etalengua de signo y, por tanto, entr an dentr o de lo que algunos ? pienso que inadecuadam ente? han dado en llam ar definiciones impr opias. En

[ 16] Por eso, en m i concepción acepción com o ?significado [15] Se tr ata, por tanto, de lo que yo llam o definición múltiple diver gente (Cfr. Por to Dapena (2014: 79-80)). Debe adver tir se de paso que en la r edacción de esta fusión se pr oduce un pequeño fallo, ya que en el segundo sintagm a coor dinado no se pr ecisa el sujeto de la or ación de r elativo, pues tal com o está r edactado podr ía ser la entr ada o la letr a antes citada. Evidentem ente, es esta últim a y, por lo tanto, la r edacción deber ía ser ?? y sonido que esta r epr esenta.? 38

fundam ental o invar iante sem ántica?, no se tr atar ía de dos acepciones, sino de una sola, con una subacepción o var iante, que ser ía la r efer ida a la letr a com o sonido. Per o en el DRAE no se distingue, com o es sabido, entr e acepciones y subacepciones. [17] En r ealidad deber ía decir ?? y sonido o gr upo de sonidos que esta r epr esenta?.


En r ealidad tan definiciones son las unas com o las otr as, pues en cualquier a de los dos casos definiendum y definiens pueden dar lugar a una or ación atr ibutiva de tipo ecuativo, lo que quier e decir que existe una equivalencia entr e am bos elem entos; así,

Ce es la letr a c, Ce es el nom br e de la letr a c,

etc. Aunque, en pr incipio, siem pr e es pr efer ible una definición conceptual sobr e otr a de tipo funcional, la elección en este caso de la últim a obedece ? r epito? a la necesidad de difer enciar la definición de una palabr a r epr esentante de una letr a de la definición cor r espondiente a la pr opia letr a. Por eso, tal com o están ahor a r edactadas, por ejem plo la definición de ce podr ía fácilm ente confundir se con la de c

ce. f. Letr a c. c. f. Ter cer a letr a del abecedar io, que, si bien con palabr as distintas, vienen a expr esar lo m ism o. La cosa cam biar ía, según ya queda suger ido, si, en la definición de c, delante de esta no apar eciese la m ar ca de categor ización o subcategor ización; es decir, c. Ter cer a letr a del abecedar io.

Pues en este caso la función del núcleo sintáctico letr a ser ía m uy distinto que en la definición de ce: en esta funcionar ía com o hiper ónim o del definiendum, m ientr as que en la de c ser ía un clasificador de la r ealidad c. Per o esta difer encia puede no ser tan evidente par a un usuar io com ún y cor r iente y, por lo tanto, un pr ocedim iento m ucho m ás segur o a este r especto ser á ? según m i pr opuesta? la adopción de una definición funcional cuando se define el nom br e de la letr a.

5. La infr a estr uctur a o sistema de definiciones Pese a las discr epancias que acabo de exponer en r elación con los planteam ientos de la Academ ia a la hor a de tr atar las letr as en esta nueva edición del DRAE, he dicho en la intr oducción de este tr abajo que tal vez sea en ella donde este diccionar io, por pr im er a vez par ece haber tenido en cuenta, a la hor a de r edactar las cor r espondientes definiciones, lo que últim am ente 39

vengo llam ado infr aestr uctur a del diccionar io, esto es, el sistem a de definiciones que configur an los diver sos par adigm as, en este caso el de las letr as y sus r espectivas denom inaciones. Existe, efectivam ente, una fundam ental hom ogeneidad y coher encia en todas las definiciones im plicadas, que r esponden a la vez a idéntica separ ación de acepciones, a no ser en los casos en que las letr as posean contenidos especiales, los cuales constituyen nuevas acepciones que, lógicam ente, se sum an a las de tipo gener al; por ejem plo, en el caso de a nos encontr am os con una ter cer a acepción per teneciente al cam po especializado de la Filosofía, o en c se r egistr a tam bién una acepción 3, según la cual esta letr a significa ?cien?, etc. Fuer a de estos casos par ticular es, las definiciones de la pr im er a o dos pr im er as acepciones de cada letr a r esponden todas a los m ism os patr ones: en la acepción 1 la entr ada se define, según ya hem os obser vado, com o letr a, de la que se expr esa, en pr im er lugar, el or den que ocupa en el par adigm a o abecedar io, y, en segundo lugar, qué fonem a o fonem as r epr esenta, y en la acepción 2, por lo gener al, esa m ism a entr ada se define com o sonido. Por su par te, el nom br e de cada letr a se halla definido ? según tam bién queda obser vado? m ediante una definición conceptual que sum a las dos acepciones del ar tículo de la cor r espondiente letr a. Existen, no obstante, casos que, por explicables r azones o por algún que otr o descuido, se salen de alguna m aner a de este m odelo fundam ental; veam os:

a) En pr im er lugar, car ecen de la acepción 2 las letr as h, q, v, w e y, junto con los dígr afos qu y gu. En el caso de h se explica por la falta de cor r espondencia, en español nor m ativo, de esta letr a con un fonem a o segm ento fónico de la lengua; en cuanto a q, por que por sí m ism o tam poco r epr esenta un sonido, per o, aunque así fuese, ese sonido coincide con el de k, que es com o se r epr esenta siem pr e; por esta últim a r azón tam poco qu pr esenta segunda acepción; por su par te v y w tam poco se tom an, en español, com o indicador es del sonido que r epr esentan, que no es otr o que el de b; en cuanto a y, por que, consider ada aisladam ente, indicar ía el m ism o sonido que i, y, finalm ente, el dígr afo gu ? usado solo ante e, i? coincidir ía con el ?significado? fónico de g.


b) Existe un caso, el de c, en que la acepción 2 cor r esponde tan solo a uno de los sonidos que, alter nativam ente, puede r epr esentar la letr a que actúa com o definiendum. Lo m ism o por cier to ocur r e con su nom br e ce, que, obviam ente, com o nom br e de un sonido, tan solo designa el inter dental o cor r espondiente a c + e, i (natur alm ente, en zonas donde no hay seseo). Cabe obser var, com o cur iosidad, que tanto c en su segunda acepción com o el sustantivo ce se igualan en el significado con z y zeta, r espectivam ente: se tr ata del único caso clar o de sinonim ia que se pr oduce en nuestr o sistem a gr áfico, de m odo que dar á lo m ism o decir ?sonido c (o ce)? que ?sonido z (o zeta, zeda). c) Tam bién en el caso de x, la definición cor r espondiente a la segunda acepción contem pla tan solo una de las posibilidades de pr onunciación: la cor r espondiente a la posición inter vocálica y final. La r edacción del DRAE no es, sin em bar go, cor r ecta, pues habla de ?sonido que r epr esenta la letr a x? ?, cuando en r ealidad se tr ata en pr incipio de un gr upo de sonidos (ks o gs) y, si r epr esenta uno solo, coincide con el de s (ese) o, r ar am ente, con j (jota) en nom br es pr opios com o M éxico, Texas. En el ar tículo cor r espondiente a equis se vuelve a com eter el m ism o er r or : ?Letr a x y sonido que r epr esenta?. d) Y hablando de er r or es, no par ece m uy acer tada la definición de g com o ?Alguno de los sonidos que r epr esenta la letr a g?; sin duda estar ía m ejor ?Cualquier a de los sonidos? ? Y en cuanto a la definición de ge es inexacto decir ?? y sonido que r epr esenta?, pues g no r epr esenta siem pr e el m ism o sonido, sino dos: ser ía m ás exacto decir ?? y cualquier a de los sonidos que r epr esenta?; no está de todas for m as clar o que g o ge r epr esente el velar sonor o gue ? palabr a no r egistr ada, según queda obser vado, en el DRAE? y no se identifique, en cam bio, con j y jota, según se despr ende del texto de Cebr ián que hem os visto al pr incipio, pr oduciéndose así otr o caso de sinonim ia. e) Algo par ecido hay que decir acer ca de r , que, en su segunda acepción, tam bién se define en el nuevo DRAE com o ?Alguno de los sonidos que r epr esenta la letr a r ?. Hay, por otr o lado, en esta edición una cier ta confusión en tor no a er r e y er e com o denom inaciones de letr as y de sonidos: en pr im er lugar, según el nuevo DRAE, er e nunca se entender ía com o un tipo de sonido, sino tan solo com o indicador a de la letr a r cuando esta 40

r epr esenta el fonem a /r /, lo cual no es del todo cier to según lo dem uestr a, por ejem plo, este texto tom ado de CREA:

ORAL. PUERTO RICO: Se debe tr atar de que hablem os usando la er e donde va la er e, y usando la ele donde va la ele, y que no insistam os en esta ele por er e,

donde, com o puede ver se, er e se r efier e al sonido o fonem a vibr ante sim ple; por su par te, ateniéndonos al pr opio DRAE 2014, el nom br e er r e designar ía tanto la letr a r com o el dígr afo r r , así com o los sonidos que estas letr as r epr esentan, es decir, com o sonido o fonem a podr ía ser tanto el m últiple com o el sim ple. Así pues, según la Academ ia, com o nom br e de los sonidos vibr antes existir ía tan solo er r e, m ientr as que par a las letr as tendr íam os er r e, r efer ida a r en cualquier posición y al dígr afo r r ? tam bién llam ado er r e doble o doble er r e? junto con er e, r efer ido tan solo a r cuando r epr esenta el fonem a /r /. En esquem a, esta ser ía la situación:

Por el contr ar io ? al m enos en m i idiolecto y por lo que se deduce el texto anter ior ? , er e tam bién existe com o nom br e el sonido o fonem a /r / y, por lo tanto, el esquem a par ece que es este otr o:

6. Conclusiones En definitiva, de acuer do con las obser vaciones que acabo de hacer, un diccionar io que, com o el DRAE, incluya com o objeto de estudio no solo, co-


m o es natur al, los nom br es de las letr as, sino tam bién las letr as tanto en su función de sím bolos o r epr esentantes de ellas m ism as y, por tanto, equivalentes a dichos nom br es, com o en su r ealidad objetiva ? aspecto este últim o que encajar ía m ejor en una obr a de car ácter enciclopédico que en un diccionar io pr opiam ente dicho? , deber ía en pr incipio establecer tr es entr adas par a cada letr a, tal com o se ha ejem plificado anter ior m ente a pr opósito de c: a) la letr a com o r ealidad, en cuyo caso la entr ada no podr á llevar m ar ca de categor ización y la definición habr á de ser ontológica de car ácter m ás o m enos enciclopédico; b) la letr a com o sím bolo o r epr esentante de sí m ism a o, si se pr efier e, com o sustituto de su nom br e, con definición sinoním ica m ediante dicho nom br e, que r em ita al ar tículo cor r espondiente, y c) el nom br e de la letr a, con definición conceptual. Lo que no se debe hacer es, com o ocur r e en el DRAE 2014 ? y en gener al en todos los diccionar ios? confundir a y b, por que, según hem os podido obser var, en am bos casos, pese a las apar iencias, la letr a que actúa com o lem a o entr ada juega en am bos casos papeles m uy difer entes, pues en a se entiende com o una r ealidad, un objeto per teneciente al lenguaje gr áfico y, com o tal, con una doble función (distintiva y r epr esentativa de un segm ento fónico), m ientr as que en b la letr a ya no se consider a com o objeto, sino com o m ención de sí m ism a y, por tanto, equivale a su pr opio nom br e (se halla ? fr ente a a? en uso m etalingüístico); por eso, se puede categor izar com o fem enino. Es posible, en cam bio, confundir b y c, cuando las entr adas o lem as coinciden, que es lo ocur r e con las vocales, y, en ese caso, natur alm ente, ya no ser án tr es, sino dos las entr adas junto con los cor r espondientes ar tículos. Evidentem ente, solo la letr a lem atizada puede definir se com o lo que es: un signo gr áfico que r epr esenta un deter m inado segm ento fónico o, tam bién, com o una unidad gr áfica distintiva m ínim a (un gr afem a) constituida por una ser ie de tr azos que funcionan com o r asgos distintivos, car acter ización a la que se puede añadir, a m odo de apéndice, el lugar que ocupa dentr o del conjunto de que for m a par te, es decir, del alfabeto o abecedar io. Por otr a par te, tanto en b com o c, las letr as se definir án com o signos r epr esentantes de sí m ism as o, por m etonim ia, de los cor r espondientes segm entos fónicos, por que en 41

am bos casos for m an par te de un sistem a cuyo hiper ónim o es la palabr a letr a, entendida en el sentido tr adicional de ?signo gr áfico? (pr im er a acepción) y ?sonido que este r epr esenta? (segunda acepción). Insisto, par a finalizar, en que solo un diccionar io especializado sobr e ter m inología lingüística ? y m ás par ticular m ente de Or togr afía, Or totipogr afía o sim bología gr áfica? deber ía adm itir en su nom enclatur a las letr as entendidas com o r ealidades y, natur alm ente, junto a ellas, los dem ás signos or togr áficos e incluso las letr as per tenecientes a otr os sistem as o alfabetos[18], guar ism os, abr eviatur as y otr os sím bolos por el estilo. Definir, por otr o lado, las letr as del alfabeto or dinar io com o r epr esentaciones gr áficas de los fonem as de la lengua, aunque par ece intuitivam ente aceptable, r esulta, a m i m odo de ver, inadecuado, fundam entalm ente por que los fonem as se r epr esentan gr áficam ente m ediante letr as entr e bar r as oblicuas que, adem ás, for m an un alfabeto especial que no siem pr e coincide con el or dinar io. Por supuesto que en un diccionar io lingüístico habr ía que intr oducir, adem ás de las letr as cor r ientes, tam bién los alfabetos fonéticos com o entr adas independientes, y en los ar tículos de los sustantivos coincidentes en uno y otr os sistem as de escr itur a, habr ía que distinguir com o acepciones distintas la r efer ida a la letr a or dinar ia y las cor r espondientes al fonem a o alófono, en este últim o caso, escr ito entr e cor chetes; así pues, ser ían entr adas distintas m, /m/, [m], y, bajo la palabr a eme tendr íam os:

eme. f. 1. Nom br e de la letr a m. | | 2. Nom br e del fonem a consonántico nasal labial /m /. | | 3. Nom br e del sonido, alófono del fonem a /m / y en posición im plosiva del ar chifonem a /N/, consonántico nasal bilabial sonor o.

Álvar o Por to Dapena

[18] Es cur ioso a este r especto obser var que el DRAE ? y dem ás diccionar ios gener ales? incluye, por ejem plo, en su nom enclatur a los nom br es de las letr as gr iegas, cosa plenam ente justificable, ya que for m an par te del léxico de nuestr a lengua; per o a su lado no apar ece ningún ar tículo encabezado por esas letr as.


PRESENTA CI ÓN DE DI CCI ONA RI OS (I ):

EL DI CTER 2.0 POR M ª JESÚS M A NCHO

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El Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DI CTER) (http://dicter.usal.es): características de una herramienta lexicográfica en la RED Mar ía Jesús Mancho Univer sidad de Salamanca

Este r eper tor io se ha llevado a cabo dentr o de las actividades del Gr upo de Investigación Reconocido de la Univer sidad de Salam anca ?Investigaciones Lexicogr áficas y Lexicológicas del Español M oder no y Contem por áneo?. Quer em os destacar que en el m ar co de este pr oyecto se han r ealizado seis Tesis Doctor ales, tr es de las cuales han m er ecido el Pr em io Extr aor dinar io de la Facultad de Filología de la USAL, y están pendientes otr as tr es de pr óxim a defensa. Adem ás, la indagación lexicogr áfica y lexicológica concom itante ha dado lugar a num er osos ar tículos y capítulos de libr os por par te de los m iem br os del Gr upo, así com o a diver sas ediciones de textos. Se tr ata de una línea de investigación de car ácter inter disciplinar que pr ocur a la conexión de dos tipos de cultur as: hum anidades y ciencia y tecnología desde una per spectiva diacr ónica. Por ello, el DICTER aspir a a conver tir se en una her r am ienta que facilite la indagación de un patr im onio cultur al en buena m edida desconocido, par a r ecuper ar lo y, en definitiva, ar r ojar algunas luces sobr e los cam inos intelectuales de nuestr a histor ia.

1. PRESENTACIÓN DE OBJETIVOS El Diccionar io de la Ciencia y la Técnica del Renacim iento (DICTER) tiene com o objetivo pr im or dial ofr ecer, or ganizado lexicogr áficam ente 43

en for m ato digital, el léxico de la ciencia -excluida la ver tiente bio- (m edicina, botánica, zoología, etc.)- y de la técnica, cor r espondiente al siglo XVI y pr im er cuar to del siglo XVII, per iodo en el que se pr oduce un afianzam iento de las bases científicas en Eur opa y en el que la lengua española se constituye en vehículo de divulgación de estos contenidos en com petencia con la lengua latina. La finalidad per seguida ha sido explor ar unas par celas habitualm ene desatendidas por los filólogos, poco pr oclives a indagar en los textos científico-técnicos, per o tam poco focalizadas textualm ente por los histor iador es de las ciencias. Con este r eper tor io se pr etende com pletar una de las m últiples lagunas en Lexicogr afía Histór ica, a la vez que obtener un m ejor conocim iento del léxico especializado y del vocabular io en gener al de esta época, lo que r eper cutir á en una per spectiva m ás ajustada de la pr opia lengua española en este m om ento concr eto de su devenir. Nuestr a pr etensión es que este diccionar io se convier ta en un elem ento de apoyo par a el Nuevo Diccionar io Histór ico de la Real Academ ia Española, dir igido por el Académ ico Dr. D. José Antonio Pascual. Tam bién alber gam os la confianza de apor tar datos que ayuden a una com pr ensión m ás ajustada de los conceptos científicos y de las técnicas desar r olladas en esta centur ia, es decir, de la pr opia histor ia de la ciencia y de la técnica en nuestr o país.


2. PUESTA EN M ARCHA Y FUNCIONAM IENTO El Por tal del DICTER [http://dicter.usal.es] se pr esentó públicam ente el 16 de ener o de 2012, bajo la pr esidencia de la Vicer r ector a de Investigación de la Univer sidad de Salam anca, del Vicedir ector de la Real Academ ia Española, D. José Antonio Pascual, de la Dir ector a del Ser vicio de Publicaciones y del Dir ector de la Fundación Gener al de la USAL, junto a la Dir ector a del pr oyecto [http://dicter.usal.es/?idContent=histor ia ]. El DICTER es accesible tanto desde r epositor ios nacionales (Repositor io Gr edos de la Univer sidad de Salam anca, Repositor io de la Biblioteca Hispana, páginas w eb de Ediciones de la Univer sidad de Salam anca y del Instituto de Estudios M edievales y Renacentistas), com o inter nacionales (Eur opeana). En la actualidad está en funcionam iento una segunda ver sión, 2.0, donde un sistem a de RSS infor m a de las nuevas adiciones de lem as e im ágenes en secuencia cr onológica. Se ha planificado una nueva ver sión con m ejor as y am pliación del sistem a de búsquedas avanzadas par a 2015. La aplicación de pr ogr am as estadísticos ha per m itido com pr obar que el DICTER se consulta desde m ás de 125 países per tenecientes a todos los continentes, incluida Austr alia. En esta lista, España se sitúa a la cabeza, nor m alm ente seguida de M éxico, Ar gentina, Colom bia, etc., esto es, estados latinoam er icanos. Conviene subr ayar que Estados Unidos se ubica tam bién entr e los diez pr im er os puestos. Entr e las ciudades, M adr id, Salam anca y M éxico DF, por este or den, suelen encabezar las consultas.

3. DESTINATARIOS Los beneficiar ios del DICTER son pr ior itar iam ente filólogos y per sonas inter esadas en descodificar textos del pasado. Asim ism o, está destinado a histor iador es de la Ciencia y de la técnica en sus r espectivas disciplinas científicas. Otr os usuar ios son lexicógr afos, pr incipalm ente de or ientación diacr ónica, e histor iador es de la lengua y liter atur a españolas, par a quienes esper am os que se convier ta en un instr um ento eficaz en su labor diar ia. Por otr a par te, las facilidades que pr opor ciona la consulta en la Red, la er gonom ía del diseño y 44

la inter acción con las im ágenes son factor es que facilitan la difusión entr e usuar ios per tenecientes a un am plio espectr o sociocultur al globalizado. En conclusión, pueden ser r eceptor es de este r eper tor io todas aquellas per sonas que sientan cur iosidad intelectual acer ca de las m odalidades y los aspectos histór icos de nuestr a lengua y de nuestr o patr im onio cultur al.

4. EQUIPO Las per sonas que han colabor ado en el DICTER se distr ibuyen en dos gr andes secciones: la de los lexicógr afos y la de los infor m áticos.

DIRECCIÓN Y COORDINACIÓN GENERAL: M ª Jesús M ancho Duque SUPERVISIÓN M ª Jesús M ancho Duque y Cir iaco Ruiz Fer nández COORDINACIÓN TÉCNICA M ª Jesús M ancho Duque, José Ram ón Car r iazo Ruiz, Itzíar M olina Sangüesa, Sor aya Salicio Br avo y Fr ancisco Javier Sánchez M ar tín A SESORAM IENTO INFORM ÁTICO: Atilano Lucas Figal REDACTORES Ar enales de Cosm ogr afía)

la

Cr uz,

Reyes

(Geogr afía,

Cantillo Nieves, M ar ía Ter esa (Destilación, M etalur gia y M iner ía. En pr epar ación) Car r iazo Ruiz, José Ram ón y Cir iaco Ruiz Fer nández (Náutica) Car r iscondo Esquivel, Fr ancisco (Astr onom ía) Her r áez Cubino, Constr ucción)

Guiller m o

(Canter ía,

Lucas Figal, Atilano (Car pinter ía de lo blanco y de lo pr eto. En pr epar ación) M ancho Duque, M ar ía Jesús (M atem áticas, Or febr er ía, Var ios) M ar tín Her r er o, Cr istina Ingenios y m áquinas)

(Cr onom etr ía,

M olina Sangüesa, Itzíar (Ar itm ética y álgebr a)


Ruiz Fer nández, Ar tiller ía) Salicio Br avo, M ater iales y pr eindustr iales)

Cir iaco Sor aya pr ocesos

Sánchez M ar tín, Geom etr ía)

Fr ancisco

(Ar quitectur a, (Ar quitectur a, de técnicas (M etr ología,

Sánchez Or ense, M ar ta (Sastr er ía, Textil, For tificación)

COLABORADORES

Lingüísticas de la Univer sidad de Salam anca (CILUS) y la Fundación Juanelo Tur r iano. Desde el año 2000, ininter r um pidam ente, el DICTER ha r ecibido financiación nacional y de la com unidad de Castilla y León par a su ejecución. En la actualidad está vigente la fase: El Diccionar io de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER): im plantación definitiva en la Red, financiada por el M inister io de Econom ía y Com petitividad, Ref.: FFI2013-41386-P. Quer em os m anifestar públicam ente nuestr o r econocim iento a todas las instituciones que han avalado el pr oyecto y lo han hecho posible.

M or alejo Santos, Estefanía (Becar ia FPI) Ruiz Althann, Ver ónica (Becar ia de For m ación Pr áctica en Investigación e Innovación Tecnológica: Docum entación gr áfica y Digitalización de im ágenes) Ruiz M ancho, Alber to y Escr ibano, Sar a: Fotogr afía (Ar quitectur a) y Docum entación gr áfica (Náutica). EQUIPO INFORM ÁTICO RESPONSABLE DEL DESARROLLO TÉCNICO: José Fr ancisco Adser ias Vistué, Jefe del Depar tam ento de Sistem as de la Fundación Gener al de la Univer sidad de Salam anca. TÉCNICOS DE SISTEM AS: Ignacio de Tom ás Andr és, Car los Estévez Colm ener o, David Eguiluz López. PROGRAM ACIÓN Gar cía Cuadr ado.

Y

CONTENIDO:

Car los

DIGITALIZACIÓN DE OBRAS HISTÓRICAS: Ester Pér ez Gar cía y M ar ta Rom án Var a. TUTORES: Belén Cur to Diego (Pr ofesor a Titular del Depar tam ento de Infor m ática y Autom ática) y José Fr ancisco Adser ias Vistué (Depar tam ento de Sistem as de la Fundación Gener al)

6. CARACTERÍSTICAS DEL DICTER El DICTER es un diccionar io de cor pus: se establece sobr e la base de setenta y cuatr o textos, seleccionados por histor iador es de la ciencia y especialistas de difer entes disciplinas. El DICTER es un diccionar io especializado: r ecoge tér m inos per tenecientes a ár eas científicas o técnicas del Renacim iento. El DICTER es un diccionar io sem asiológico: está or denado alfabéticam ente según las nor m as or togr áficas vigentes de la lengua española. El DICTER es un diccionar io histór ico: par a cada unidad léxica, sim ple o com pleja, y par a cada acepción ofr ecem os la pr im er a docum entación hallada en el cor pus. El DICTER es un diccionar io etim ológico: ofr ece la etim ología de cada lem a de cabecer a y su integr ación en una fam ilia genética, así com o las var iantes gr áficas con que se halla r epr esentado en los textos.

IM AGEN CREATIVA: Antonio Diu T

El DICTER es un diccionar io de citas o autor idades: cada voz, acepción o unidad plur iver bal apar ece avalada por hasta tr es ejem plos or denados cr onológicam ente, extr aídos de las obr as del cor pus.

ÉCNICOS DE APLICACIONES EN PRÁCTICAS: Jacob Luján Ram ón; Javier Bautista Gutiér r ez; Ser gio Iván González; Paola Andr ea Ber r io M osquer a

El DICTER es un diccionar io de lengua, per o se incluye cuando par ece per tinente, una infor m ación enciclopédica par a aclar ar m ejor conceptos e ideas.

5. FINANCIACIÓN El pr oyecto se inició en 1999, m ediante un Convenio entr e el Centr o de Investigaciones 45

El DICTER es un diccionar io ilustr ado: ofr ece en estos m om entos m ás de 2270 im ágenes, que en m uchas ocasiones son deter m inantes par a aclar ar objetos per tenecientes a la cultur a, sociedad y ciencia de este per iodo histór ico.


m ayor ía pr oceden de los pr opios textos El Cor pus textual, tr anscr ito de acuer do con (im pr esionantes son, por ejem plo, las del estr ictas nor m as filológicas por un equipo de m ás Pseudo Juanelo Tur r iano par a m ecánica: de 30 per sonas dur ante cinco años, dir igido por M . http://dicter.usal.es/im agenesar easespecialidad?m ar ca=M J. ec. M ancho , y coor dinado por M . Quir ós, fue o ingenier ía: publicado en 2005 por Ediciones de la Univer sidad http://dicter.usal.es/im agenesar easespecialidad?m ar ca=Ingen.), de Salam anca, en for m ato CD-ROM per o tam bién de diseños gr áficos r ealizados en [http://w w w.eusal.es/es/libr o/titulos/lenguaexclusiva par a el DICTER (náutica: linguistica-liter atur a/la-ciencia-y-la-tecnica-en-la-epoca http://dicter.usal.es/im agenesar easespecialidad?m ar ca=M im agenes-detalle]. ar . ), o fotogr afías específicas en el caso de la Desde finales del 2011, gr acias a la financiación del ar quitectur a M inister io de Cultur a, a diver sos convenios con [http://dicter.usal.es/im agenesar easespecialidad?m ar ca=Ar q. Bibliotecas estatales, especialm ente la Biblioteca ]. Nacional de España y la Biblioteca Gener al Histór ica de la Univer sidad de Salam anca (Fondo Antiguo), se ha r ealizado un labor ioso pr oceso de 7. ORGANIZACIÓN DE LA W EB DEL DICTER digitalización, que per m ite ofr ecer en la W EB del El DICTER ofr ece en su página pr incipal DICTER los textos del Cor pus, tanto digitalizados [http://dicter.usal.es ] unos bloques de infor m ación com o tr anscr itos, or ganizados en ár eas y con la or ganizada en pestañas hor izontales: PROYECTO, por tada en pr im er tér m ino: CORPUS, ÁREAS, BIBLIOGRAFÍA, DICCIONARIO, [http://dicter.usal.es/?idContent=elenco_obr as], DICTER, CONTACTAR. desde donde se accede, a una br eve sem blanza del autor, con infor m ación biblioteconóm ica r elativa a Cada pestaña contiene un desplegable con la obr a seleccionada. Si se pica con el cur sor sobr e apar tados específicos. Dentr o de cada apar tado se la por tada de cada obr a, se puede visualizar el ofr ece infor m ación r elativa a cada uno de los conjunto de todas las páginas de cada texto, y aspectos im plicados. Destacam os, por su tam bién se puede ir página a página, utilidad, la pr esentación de las ár eas individualm ente. De esta m aner a, el usuar io que [ http://dicter.usal.es/?idContent=pr esentacion_ar eas.], necesite cor r obor ar una for m a léxica, puede ir r ealizadas por los autor es de los difer entes desde la tr anscr ipción a la obr a del XVI, y glosar ios especializados, así com o la infor m ación vicever sa, par a com pr obar por sí m ism o el estado bibliogr áfica. del fr agm ento textual elegido, com o si tuvier a la obr a entr e sus m anos. 8. EL CORPUS DEL DICTER El Cor pus sobr e el que se asienta el DICTER [http://dicter.usal.es/?idContent=intr oduccion] está configur ado por setenta y cuatr o textos de la ciencia y de la técnica de la época, seleccionados por especialistas e histor iador es de las ciencias y de las técnicas y or ganizados en tr ece ár eas tem áticas: Ar te m ilitar, Astr onom ía, Constr ucción, Cosm ogr afía y Geogr afía, Destilación, For tificación, Legislación y com er cio, M aquinar ia, M atem áticas, M etalur gia y m iner ía, Náutica y Ar quitectur a naval, Óptica. El Cor pus atesor a una densa concentr ación de vocabular io de gr an calidad y or iginalidad, ya que m uchos casos constituyen pr im er os testim onios de tér m inos o de acepciones especializadas, algunas tom adas en pr éstam o de otr as lenguas, que confier en un inestim able valor a este conjunto. 46

9. M ACROESTRUCTURA Sobr e este cor pus se aplicar on pr ogr am as de concor dancias y se pr ocedió a la lem atización de sus unidades. El pr oceso de constitución de la m acr oestr uctur a del diccionar io fue obligator iam ente m anual, debido fundam entalm ente a la pr olifer ación de var iantes gr áficas cor r espondientes a una época de cr isis com o el Siglo de Or o, con abundantes im plicaciones dialectales, agr avadas por la diver sidad de adaptaciones de los pr éstam os en textos a veces solo m anuscr itos. Por otr a par te, la índole culta y univer sitar ia de m uchos de ellos, en fr ecuentes tr aducciones de obr as latinas, dificultó el establecim iento de fr onter as entr e cultism os i


or togr áficos y tér m inos dir ectam ente latinos, con inter fer encia continuas. A par tir de esta platafor m a com ún, cada uno de los r edactor es se ha r esponsabilizado de una par cela científica, técnica o designativa, que, después de sucesivos contr oles, se va integr ando al conjunto gener al. En los m om entos actuales se ha volcado, apr oxim adam ente, un 75% del léxico total, que cor r esponde a cer ca de 7000 fichas de cabecer as de lem as. A ellas hay que añadir las de var iantes, acepciones, unidades plur iver bales y r em isiones, lo que ar r oja un conjunto m uy pr óxim o a las 19000 fichas lexicogr áficas. Nuestr a pr etensión ha sido r ecoger unidades léxicas y acepciones pr opias de las ciencias y de las técnicas del siglo XVI y pr im er ter cio del XVII. Sin em bar go, no r esulta sencillo distinguir las voces y acepciones especializadas de las gener ales en un per iodo en que se inician tím idam ente las ter m inologías y se asiste a una eclosión de la neología de sentido, por lo que el tr asvase entr e el léxico com ún y el específico es constante. El pr oceso de r evisión cor r ección y am pliación del vocabular io es continuo e ininter r um pido.

10. M ICROESTRUCTURA Ejem plos de voces concr etas: Alm ucábala:

[http://dicter.usal.es/palabr asar easespecialidad]. La m ism a posibilidad onom asiológica se concr eta en la or ganización de las im ágenes por m ar cas de especialidad [http://dicter.usal.es/palabr asar easespecialidad]. El DICTER posibilita una búsqueda por palabr a exacta, o bien por apr oxim ación (que funciona con fr agm entos de palabr as): geometr (geómetr a, geometr ía, geométr ico, etc., etc.), vel: afer r avelas, baivel, car avela, dovela, holivela, nivel, r evellín, velacho, velocidad, etc. En la m ism a por tada se r em ite a un sistem a de búsquedas avanzadas [http://dicter.usal.es/busquedaavanzada], desde donde se puede explor ar por : or igen de las voces, con apar tado específico de cultism os; categor ía gr am atical; estr uctur a m or fológica, pr efijos, sufijos -incluidos los dim inutivos y aum entativos lexicalizados- y m ar cación diatécnica. Este tipo de búsquedas facilita la investigación de aspectos m or fológicos desde una per spectiva diacr ónica[1]. Estas difer entes m odalidades de búsquedas se pueden com binar entr e sí (ver bos pr ocedentes del fr ancés (38); italianism os de ar quitectur a (52); sustantivos ár abes astr onóm icos (8), etc., etc.), lo que contr ibuye a una indagación m ucho m ás pr ecisa y especializada. Se tiene pr evisto par a un futur o incor por ar búsquedas desde el contenido sem ántico (pr ofesiones, oficios, instr um entos, her r am ientas, etc., etc.).

http://dicter.usal.es/?palabr a=alm uc%C3%A1bala&tipo=0 Car acol: 12. COROLARIO http://dicter.usal.es/?palabr a=car acol&tipo=0 En la actualidad, el DICTER constituye una Castillo: http://dicter.usal.es/lem a/castillo her r am ienta todavía pr ovisional, susceptible de m ejor a y de am pliación, per o que ya desde esta Petar do: fase actual puede pr opor cionar a los http://dicter.usal.es/?palabr a=petar do&tipo=0 investigador es una innegable ayuda par a un m ejor conocim iento del vocabular io de estos cam pos de 11. M ODALIDADES DE BÚSQUEDAS los saber es y las técnicas en su dim ensión diacr ónica. El DICTER ofr ece en su página pr incipal difer entes tipos de búsquedas léxicas, com o, en pr im er lugar, siguiendo or denación alfabética, por índice de palabr as, por índice de var iantes, o por índice im ágenes. Destacam os la posibilidad de indagar acer ca de las voces m ediante la opción de m ar cas de especialidad 47

[1] En el X Encuentr o de M or fólogos, celebr ado en la Univer sidad de Castilla La M ancha, en m ayo de 2014, pr esentam os una inter vención en este sentido: ?El Diccionar io de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER) - http://dicter.usal.es-: ejem plos m or fológicos obtenidos de aplicaciones infor m áticas?, que saldr á pr óxim am ente en la Revista de Lexicogr afía.


I NV ESTI GA CI ONES PRESENTA DA S POR SUS A UTORES

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La Lexicografía de I nternet: Los Diccionarios de Contabilidad Pedr o A. Fuer tes-Oliver a Univer sidad de Valladolid

Catedrático de la Universidad de Valladolid y cofundador de la Teoría Funcional de la Lexicografía.

1. I ntr oducción

La

llegada de Inter net ha m odificado de for m a sustancial la teor ía y pr áctica de la lexicogr afía; ha tr aído consigo cam bios tan im por tantes que solo puede analizar se y explicar se par tiendo de un cam bio de par adigm a, es decir un m ar co teór ico y pr áctico novedoso que obligue a los lexicógr afos a pr eguntar se si los conceptos teór icos y las pr ácticas lexicogr áficas tr adicionales siguen siendo válidos en la er a de Inter net. Algunos lexicógr afos, por ejem plo los defensor es de la teor ía funcional de la lexicogr afía (Fuer tes-Oliver a y Tar p, 2014; Tar p, 2008 y 2014), r esponden a estos desafíos afir m ando que la lexicogr afía en la er a de Inter net sigue siendo lexicogr afía al nivel m ás abstr acto posible, es decir m antienen que la lexicogr afía es una ciencia independiente con planteam ientos teór icos y m etodológicos pr opios centr ada en la teor ía y pr áctica del diccionar io com o her r am ienta de uso diseñado, com pilado y actualizado par a satisfacer las necesidades puntuales de infor m ación de usuar ios potenciales en diver sas situaciones de uso; al m ism o tiem po defienden la vocación m ultidisciplinar de la lexicogr afía - por ejem plo su r elación con las Ciencias de la Infor m ación (Fuer tes-Oliver a y Ber genholtz, 2011 - y enum er an una ser ie de tecnologías e innovaciones necesar ias par a diseñar diccionar ios dinámicos con datos dinámicos, es decir diccionar ios con datos lexicogr áficos adaptados a la existencia de usuar ios diver sos en situaciones de uso diver sas - los diccionar ios T For d o Rolls Royce en la ter m inología de Sven Tar p (2011, 2014). Dentr o de este m ar co teór ico 49

pr esentam os un pr oyecto lexicogr áfico, ?los diccionar ios de contabilidad (Fuer tes-Oliver a y otr os 2012, 2013, 2014) ? iniciado en el año 2008 y accesible en http://lem m a.com ; Por m otivos de espacio, en este tr abajo nos centr ar em os en las novedades tecnológicas de los diccionar ios de contabilidad, especialm ente aquellas que están encam inadas a favor ecer el pr oceso de consulta de sus usuar ios.

2. La Lexicogr afía de I nter net Siegele (2014: 3) afir m a que estam os en el m edio de una explosión cámbr ica, es decir entr ando en una situación car acter izada por el sur gim iento de for m as de vida que apar ecen, se desar r ollan y desapar ecen a gr an velocidad. Esta explosión está r elacionada con la r evolución digital en la que estam os inm er sos. No estam os ante la sim ple m odificación de lo que hacíam os sino ante una auténtica r evolución que está cam biando de for m a sustancial la vida tal y com o la conocem os al inicio del siglo XXI. Par a los que investigam os en cam pos asociados con las Hum anidades, esta explosión cám br ica afectar á fundamentalmente a tr es elem entos centr ales de nuestr o quehacer investigador : (i) nuevas for m as de enseñanza/apr endizaje con la gener alización de los M OOCS o cur sos en línea m asivos y abier tos); (ii) búsquedas de patr ones sintácticos o sem ánticos der ivados del tr abajo con datos m asivos (big data) necesar ios par a identificar a algo o a alguien, por ejem plo segm entos m uy pr ecisos de un m er cado concr eto; (iii) diseño y constr ucción de her r am ientas de infor m ación difer entes apoyadas en tecnologías digitales gr acias a las cuales podr án


constr uir se diccionar ios en línea ver dader os; es decir diccionar ios que tengan en cuenta pr incipios com o los que enum er a Sven Tar p (2014) en una contr ibución anter ior en esta m ism a r evista:

1. La sobr ecar ga infor mativa debe evitar se. 2. Los usuar ios deben poder acceder a los datos r equer idos en cada consulta en el menor tiempo posible. 3. Hay que distinguir entr e el diccionar io y la base de datos, la cual puede alim entar var ios diccionar ios a la vez. 4. La base de datos debe contener la mayor cantidad posible de datos, o sea, cuanto m ás datos r elevantes par a el tipo (o los tipos) de diccionar io en cuestión. 5. El diccionar io debe ser capaz de pr esentar la mayor cantidad posible de datos par a la totalidad de posibles consultas, es decir, la totalidad de ar tículos hipotéticos que puedan r esultar de estas consultas. 6. Los ar tículos individuales deben incluir la menor cantidad posible de datos, es decir exactam ente el tipo y cantidad de datos necesar ios par a satisfacer las necesidades del usuar io en cada situación (M odelo T For d) o consulta (Rolls Royce), ni m ás ni m enos. (Fuer tes-Oliver a & Tar p 2014: 64)

Estos seis pr incipios están íntim am ente r elacionados entr e sí y han guiado la tom a de decisiones lexicogr áficas novedosas r elacionadas con el diseño, constr ucción y actualización de los diccionar ios en línea que diseñam os, constr uim os y actualizam os en el Centr o Inter nacional de Lexicogr afía de la Univer sidad de Valladolid. Ver em os a continuación algunas decisiones r elacionadas con los diccionar ios de contabilidad.

3. Los Diccionar ios de Contabilidad Entendem os por Diccionar ios de Contabilidad al conjunto de 12 diccionar ios especializados que descr iben los hechos contables y su lengua en inglés y en español (Fuer tes-Oliver a y otr os, 2012, 2013, 2014). Iniciam os su diseño y constr ucción en la Univer sidad de Valladolid en el año 2008 tom ando com o m odelo los accounting dictionar ies 50

diseñados en el año 2003 en la Univer sidad de Aar hus con el objetivo de descr ibir las lenguas y los hechos contables en inglés y en danés. La existencia de una sim ilitud teór ica m uy clar a señala una car acter ística fundam ental de la lexicogr afía de Inter net, que es la posibilidad de utilizar una estr uctur a de centr o y der ivaciones (hub-and-wheel) en el diseño de la base de datos lexicogr áfica, que es el sopor te que alm acena los datos lexicogr áficos de un diccionar io y el pr im er o de los com ponentes que debe diseñar se en cualquier pr oyecto lexicogr áfico. Esto quier e decir que es posible diseñar una base de datos lexicogr áfica y ?copiar ? su diseño en todo o en par te añadiendo lenguas o cam pos al diseño inicial sin incur r ir en costes desor bitados, un hecho que facilita enor m em ente la m odificación de la base de datos, si fuer a necesar io, y con ello hace innecesar io la publicación de ediciones de un diccionar io. De esta for m a no solo se ahor r a tiem po y diner o sino que tam bién se puede llevar a cabo la actualización constante de un diccionar io concr eto en un br eve espacio de tiem po. Por ejem plo, los diccionar ios de contabilidad se actualizan cada seis m eses, es decir los ingenier os del conocim iento que par ticipan en este pr oyecto lexicogr áfico ?suben? (upload en inglés) al sistem a todas las m odificaciones y adiciones r ealizadas por los lexicógr afos dur ante los últim os seis m eses. Desde ese m om ento las actualizaciones están a disposición de los usuar ios, los cuales pueden consultar las en la página w eb del diccionar io, que es la par te del diccionar io que contiene los m otor es de búsqueda y la inter faz del diccionar io. En el caso concr eto de los diccionar ios de contabilidad, el nodo o centr o es la contabilidad en lengua inglesa; este hecho se justifica por tr es r azones. La pr im er a es que la lengua inglesa es la lingua fr anca de la contabilidad, por ejem plo, las nor m as contables inter nacionales ?es decir, las Inter national Accounting Standar ds (IAS) y las Inter national Financial Repor ting Standar ds (IFRS)? se r edactan inicialm ente en inglés (Fuer tes-Oliver a & Nielsen, 2014). La segunda r azón es que la m ayor par te de la investigación contable ? por ejem plo el análisis de nuevos conceptos contables, m odificaciones, cam bios, etc. ? se publican nor m alm ente en inglés, algo que obliga a los autor es de estos descubr im ientos a nom br ar los en inglés, es decir a cr ear una ter m inología en inglés. La ter cer a r azón es que el


el

sistem a contable nor team er icano es el m ás desar r ollado del m undo, fundam entalm ente por que lo utilizan las em pr esas m ás influyentes del m undo, la m ayor ía de las cuales son nor team er icanas. Gr acias al diseño de centr o y der ivaciones, pudim os incor por ar a los diccionar ios de contabilidad inglés-español una novedad que no hem os encontr ado en ningún otr o diccionar io especializado: cada lem a inglés tiene un único equivalente en español y dos definiciones, una r edactada en inglés y la otr a en español. La novedad que acabam os de señalar atiende a tr es r azones específicas. La pr im er a r azón es que la com binación ?definición? + ?un único equivalente? gar antiza una desam biguación r ápida y fácil del lem a inglés; este hecho es fundam ental en la lexicogr afía especializada dir igida a satisfacer las necesidades de exper tos, sem i-exper tos y legos inter esados, por ejem plo tr aductor es. Adem ás, la pr esencia de dos definiciones, una en inglés y otr a en español, se debe a dos r azones, a saber : . un buen núm er o de los usuar ios potenciales de estos diccionar ios, por ejem plo los estudiantes de económ icas y em pr esar iales españoles inter esados en los ?hechos de la contabilidad?, no tienen obligator iam ente un buen nivel de inglés (en m uchos planes de estudios de estas car r er as la asignatur a inglés o no existe o no es obligator ia); la definición en español les ayuda a com pr ender el concepto y facilita el acceso al m ism o; . la definición en español puede usar se par a indicar difer encias entr e los sistem as contables utilizados en los países de tr adición sajona y los de otr as tr adiciones, com o la española. Por ejem plo, la contabilidad inglesa difer encia entr e dos conceptos contables que no tienen difer encia en la contabilidad española: amor tización y depr eciación. La definición española del tér m ino amor tization base en el Diccionar io inglés-español de contabilidad r egistr a esta difer encia (ejem plo 1): amor tization base The am or tization base m eans the histor ical cost of an am or tizable asset or other r evalued am ount substituted for histor ical cost less in either case the net am ount expected to be r ecover ed on disposal of the asset at the end of its useful life. La base de am or tización es el im por te del activo que debe ser r ecuper ado a tr avés de la am or tización. De for m a gener al este im por te se cor r esponde con el pr ecio de adquisición, o coste de pr oducción, m inor ado en el valor r esidual o cantidad que se esper a 51

r ecuper ar por la venta del activo una vez finalizada su vida útil. En la contabilidad inglesa, la am or tización hace r efer encia a bienes inm ater iales y la depr eciación a bienes m ater iales. ba se de a mor tiza ción Ejem plo 1: Definiciones y amor tization base en inglés-español de contabilidad.

equivalente de el Diccionar io

Relacionado con la estr uctur a de centr o y der ivaciones obser vam os otr a car acter ística destacada del concepto de base de datos utilizado en los diccionar ios de contabilidad: una base de datos lexicogr áfica no es una colección de datos estr uctur ados sino que es un conjunto estr uctur ado de valor es (Ber genholtz & Skovgår d Nielsen, 2013). Gr acias a esta idea pueden or denar se los valor es, por ejem plo con un núm er o, y utilizar el or denam iento par a llevar a cabo búsquedas m inim izador as (minimising sear ch) o m axim izador as (maximising sear ch). Con las pr im er as el m otor de búsqueda se detiene en cuanto llega al valor pr efijado de antem ano en la base de datos. Con las segundas el m otor de búsqueda solo se detiene al agotar la búsqueda. Este hecho tiene dos consecuencias lexicogr áficas im por tantes. La pr im er a consecuencia lexicogr áfica es que la base de datos puede alm acenar tantos datos com o juzguem os convenientes; es decir, no hay lím ite en cuanto a la cantidad de datos que puede alm acenar, especialm ente por que todos ellos están clar am ente alm acenados en ficher os fáciles de or ganizar y secuenciar. En el caso concr eto de los diccionar ios de contabilidad, la base de datos r ecoge m uchos m ás datos lexicogr áficos que los diccionar ios especializados ?tr adicionales?, que nor m alm ente solo tienen un lem a y su equivalente. En los diccionar ios de contabilidad tenem os los siguientes datos lexicogr áficos alm acenados en la base de datos lexicogr áfica:

1. Lem a (tér m ino). 2. Índice de hom onim ia (si es necesar io). Es un super índice que indica que dos o var ios hom ógr afos per tenecen a dos categor ías gr am aticales difer entes o per tenecen a la m ism a categor ía gr am atical, per o con flexiones difer entes. Por ejem plo, account puede ser un nom br e contable, un ver bo, y un nom br e no contable, por lo que va pr ecedido de los super índices 1, 2, y 3 par a indicar este hecho, que cor r esponden a los


equivalentes españoles cuenta, poner en libr os y consider ación, r espectivam ente. 3. Índice de polisem ia (si es necesar io). Es un núm er o ar ábigo que indica que un hom ógr afo per teneciente a la m ism a categor ía gr am atical tiene var ios significados o conceptos. Por ejem plo el nom br e contable cuenta va con los núm er os 1, 2, y 3 par a indicar que tiene tr es significados: una cuenta es un sistem a de r epr esentación de elem entos patr im oniales (ej. Las cuentas del activo); una cuenta es un acuer do entr e em pr esas o individuos par a acceder a una especie de cr édito (ej. Tener una cuenta en el Cor te Inglés); y una cuenta es un depósito en un banco (ej. Tener una cuenta en el Santander ). 4. Código que descr ibe la var iante lingüística del lem a (si es necesar io), com o por ejem plo que el tér m ino es español IAS/IFRS, es decir, es un tér m ino español que entr ó al r edactar las Nor m as Inter nacionales de Contabilidad y puede convivir con el tér m ino tr adicional español (ej. la oper ación inter r umpida es un tér m ino IAS/IFRS que convive con el tér m ino español oper ación discontinua). 5. Gr am ática: contiene los datos gr am aticales par te de la or ación y flexión - que se r efier en al lem a y equivalente. Por ejem plo, par a los ver bos españoles pr esentam os cuatr o for m as activas ter cer a per sona del pr esente y pr etér ito, el par ticipio y el ger undio ? y cuatr o for m as pasivas, la ter cer a per sona singular del pr esente y pr etér ito de la voz pasiva r efleja, el par ticipio pasivo y ger undio pasivo. Por ejem plo par a divulgar incluim os divulga, divulgó, divulgado, divulgando, se divulga, se divulgó, sido divulgado y siendo divulgado. 6. Equivalente con indicación de par te de la or ación y flexión. 7. Definición del lem a. Las definiciones van en inglés y/o en español. 8. Colocaciones en una lengua y su tr aducción a otr a lengua (por ejem plo, español a inglés o inglés a español). 9. Código lingüístico de las colocaciones (si existe), por ejem plo par a indicar que es una colocación sacada de un texto IAS/IFRS, por ejem plo un tér m ino acuñado por los or ganism os inter nacionales de contabilidad. 10. Ejem plos en una lengua y su tr aducción a otr a lengua (por ejem plo, español a inglés o inglés a 52

español). 11. Sinónim os. 12. Antónim os. 13. Códigos lingüísticos de los sinónim os y antónim os (si existen); por ejem plo el código IAS/IFRS par a un sinónim o extr aído de una Nor m a Inter nacional de Contabilidad. 14. Fuente (si existe): es un hiper vínculo a un texto exter no accesible a tr avés de Inter net. Siem pr e es un texto fiable, por ejem plo, la página w eb encar gada de desar r ollar las Nor m as Inter nacionales de Contabilidad o la página del Instituto de Contabilidad y Auditor ía de Cuentas (ICAC). 15. Notas gr am aticales sobr e el lem a o equivalente (si son necesar ias). Por ejem plo, par a indicar que el plur al de déficit puede ser déficit o déficits. . 16. Notas contr astivas (donde sean necesar ios). Por ejem plo, par a indicar el nom br e del r egulador contable con funciones sim ilar es en var ios países. 17. Notas de uso (donde sean necesar ios). Por ejem plo, una nota par a indicar que las acciones españolas tienen los m ism os der echos de voto, algo que no ocur r e, por ejem plo, en el Reino Unido. 18. Hiper vínculos con r efer encias cr uzadas a otr os elem entos del diccionar io 19. Indicador pr oscr iptivo: es una m ar ca par a indicar al usuar io cuál de las posibles var iantes consider am os m ás adecuada. Por ejem plo, es un indicador adecuado par a indicar que los lexicógr afos consider am os que es m ejor utilizar amor tización degr esiva que amor tización decr eciente. La segunda consecuencia es que los ingenier os del conocim iento que tr abajan en este pr oyecto lexicogr áfico pueden segm entar fácilm ente los datos lexicogr áficos alm acenados en la base de datos lexicogr áfica. Esta segm entación se lleva a cabo a pr opuesta de los lexicógr afos, por ejem plo seleccionado los datos atendiendo a situaciones de uso potenciales o a tipos de usuar io potenciales. La segm entación consiste en or denar los ficher os de la base de datos m ediante la asignación de valor es a los m ism os. Gr acias a esto un usuar io de los diccionar ios de contabilidad r ecuper a datos difer entes en función de la situación de uso en la que se encuentr a - es decir los diccionar ios de con-


contabilidad ofr ecen ar tículos dinám icos con datos dinám icos. Por ejem plo, en el Diccionar io inglés-español de contabilidad hay cuatr o situaciones de uso pr ototípicas, cada una asociada a un botón de búsqueda: r ecepción; tr aducción; conocimiento; fr ases y expr esiones. El botón ?r ecepción? se utiliza en una situación de r ecepción, en la que el usuar io solo necesita la definición del lem a y su equivalente. Por ejem plo, el tér m ino asset held under a capital lease que se utiliza en la contabilidad nor team er icana par a r efer ir se a un activo en r égimen de ar r endamiento financier o apar ece de esta for m a en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: r ecepción (ejem plo 2). Es decir, cuando un usuar io hace "click" en el botón "r ecepción" se r ecuper an solam ente los datos alm acenados en la base de datos que tienen el m ism o código, por ejem plo el núm er o 1 asignado a los ficher os "definición en inglés", "definición en español" y "equivalente": Ejem plo 2:

Ejem plo 2: Entr ada de asset held under a capital lease en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: r ecepción.

Con el botón ?tr aducción? el usuar io accede a m ás datos que con "r ecepción": adem ás de las definiciones y el equivalente, el usuar io r ecuper a las flexiones del equivalente, un sinónim o del equivalente, y dos colocaciones en español tr aducidas al ingles; es decir r ecuper a datos sintagm áticos y discur sivos que son útiles cuando alguien está tr aduciendo y que en la base de datos están or denadas con un código, por ejem plo el núm er o 2. Es decir, con el botón "tr aducción, el usuar io r ecuper a los datos lexicogr áficos or denados con los códigos 1 y 2 (ejem plo 3):

Ejem plo 3: Entr ada de asset held under a capital lease en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: tr aducción. 53


Con el botón ?conocim iento?, el usuar io accede a todos los datos lexicogr áficos alm acenados en la base de datos y que vim os con anter ior idad; en el caso que nos ocupa - es decir la entr ada par a asset held under a capital lease - se incluye tam bién la flexión del lem a (ejem plo 4):

Ejem plo 4: Entr ada de asset held under a capital lease en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: Conocimiento.

Finalm ente, con el botón ?fr ases y expr esiones?, el usuar io r ecuper a todas las fr ases y expr esiones en las que apar ece el tér m ino buscado o uno sim ilar (ejem plo 5); esto es posible por que los cam pos par a "colocación" y "ejem plo" en la base de datos están "equipar ados" y "conectados" con el m ism o código, algo que obliga al sistem a a buscar en esos cam pos y r ecuper ar los que son iguales o m uy sem ejantes:

Ejem plo 5: Búsqueda con asset held under a capital lease en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: fr ases y expr esiones.

Con esta búsqueda un usuar io, especialm ente un tr aductor m uy exper im entado, puede iniciar una especie de búsqueda guiada, es decir una búsqueda cuando el usuar io no está segur o de lo que quier e buscar ; solo tiene una especie de intuición sobr e un concepto o una for m a lingüística. El r esultado de la búsqueda m ostr ado en el ejem plo 5 hace r efer encia a un conjunto de fr ases y expr esiones que son hiper vínculos: haciendo ?click? en cada una de ellas el usuar io accede al ar tículo o ar tículos lexicogr áfico en el que apar ece la fr ase o expr esión. Está se pr esenta de for m a destacada, algo que acor ta el tiem po de búsqueda y, adem ás, ofr ece var ias alter nativas. Por ejem plo, haciendo ?click? en la fr ase o expr esión ?an intangible asset held under a finance lease? que se r ecuper a al buscar asset held under a capital lease (ejem plo 5), el usuar io r ecuper a tr es ar tículos del diccionar io de contabilidad que contienen la fr ase bus54


buscada: asset held under a finance, finance lease e intangible asset. En estos tr es ar tículos está la fr ase o expr esión buscada con una tr aducción al español que m uestr a var iantes discur sivas y gr am aticales: se usa en inglés de la contabilidad inter nacional (IAS/IFRS) y en el inglés del Reino Unido (UK) y puede tr aducir se al español con var ias pr eposiciones (ejem plo 6)

55


Ejem plo 6: ar tículos de asset held under a finance lease, finance lease e intangible asset en el Diccionar io inglés-español de contabilidad: fr ases y expr esiones 56


Lo que acabam os de ver en el ejem plo (6) no son las únicas for m as de búsqueda novedosas que hay en los diccionar ios de contabilidad. En el Diccionar io español de contabilidad: encontr ar un tér mino podem os utilizar un sistem a de búsquedas booleanas, es decir búsquedas con sím bolos com o ?+?, ?-?, ?espacio?, ?or ?, etc. gr acias a las cuales se lleva a cabo una búsqueda explor ator ia gener ada por el usuar io (Fuer tes-Oliver a & Ler oyer, 2014). Esta búsqueda consiste en r ecuper ar tr ozos de datos alm acenados en cualquier ficher o de la base de datos que m uestr en sim ilitud con el tr ozo de texto colocado en el m otor de búsqueda. Con ellos un usuar io puede iniciar una búsqueda de un tér m ino o concepto que no r ecuer da con pr ecisión. Por ejem plo, si alguien no conoce con detalle la difer encia en la contabilidad española entr e coste y gasto puede iniciar una búsqueda con una búsqueda booleana com o ?+ cost OR gasto(ejem plo 7):

Ejem plo 7: Búsqueda con + cost OR gasto- en el Diccionar io español de contabilidad: encontr ar un tér mino

Con esta búsqueda obtiene var ios tr ozos de texto y haciendo "click" en cada uno de ellos accede a los diver sos ar tículos del diccionar io en los que se encuentr a el tr ozo de texto buscado. De esta for m a nuestr o usuar io potencial puede ir pr ecisando los tér m inos de búsqueda hasta que encuentr e lo que necesita o, si no lo encuentr a, hasta que decida abandonar la búsqueda.

4. Conclusión Los diccionar ios de contabilidad, al igual que el diccionar io en línea Univer sidad de Valladolid (DELUVA) que acabam os de em pezar a constr uir - este es un diccionar io gener al de español - se benefician de la investigación teór ica desar r ollada en el m ar co de la teor ía funcional de la lexicogr afía. Todos estos son diccionar ios en línea, o diccionar ios de Inter net, que se han diseñado, constr uido y actualizado de acuer do con los pr incipios que hem os enum er ado al inicio de esta contr ibución, algunos de los cuales pueden usar se par a facilitar la consulta: 1. Un diccionar io en línea tiene tr es com ponentes difer entes, aunque r elacionados entr e sí: la base de datos lexicogr áfica, el m otor de búsqueda y la inter faz. 2. La base de datos alm acena la m ayor cantidad posible de datos; estos están or ganizados y estr uctur ados con valor es num ér icos que posibilitan la existencia de var ios m otor es de búsqueda con cada uno de los cuales el usuar io puede seleccionar la cantidad de datos que necesita en var ias situaciones pr ototípicas. 3. Tanto las decisiones lexicogr áficas llevadas a cabo, por ejem plo que cada lem a en una lengua vaya descr ito con una definición y un único equivalente en otr a lengua, com o la utilización de tecnologías com o el filtr ado de datos y el uso de búsquedas m axim izador as y m inim izador as tienen com o objetivo 57


evitar la sobr ecar ga infor m ativa y ayudar al usuar io a satisfacer sus necesidades en el m enor tiem po posible y de la for m a m ás r ápida posible.

Agr adecimientos:

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2013) Diccionar io Español de Contabilidad: Recepción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-616-41772-2.

Diccionar ios de Contabilidad

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2013). Diccionar io Español de Contabilidad: Pr oducción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-616-4351-6.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2012). Diccionar io Inglés-Español de Contabilidad: Recepción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind and Jesper Skovgår d Nielsen. Odense: Lem m a.com . ISBN: 978-84-615-6770-6.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2013). Diccionar io Español de Contabilidad: Encontr ar un Tér mino. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-616-4490-2.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2012). Diccionar io Inglés-Español de Contabilidad: Tr aducción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind and Jesper Skovgår d Nielsen. Odense: Lem m a.com . ISBN: 978-84-615-7195-6.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2013). Diccionar io Español de Contabilidad. Conocimiento. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-616-4695-1.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2012). Diccionar io Inglés-Español de Contabilidad: Conocimiento. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Odense: Lem m a.com . ISBN: 978-84-615-7334-9.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2014). Diccionar io Español-Inglés de Contabilidad: Recepción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-617-0106-3.

Agr adezco al M inister io de Econom ía y Com petividad los fondos del pr oyecto FFI2011-22885, gr acias a los cuales hem os podido llevar a cabo los pr oyectos lexicogr áficos descr itos en este tr abajo.

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2012). Diccionar io Inglés-Español de Contabilidad: Tr aducción de Fr ases y Expr esiones. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Odense: Lem m a.com . ISBN: 978-84-615-7567-1. 58

Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2014). Diccionar io Español-Inglés de Contabilidad: Tr aducción. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-617-0223-7.


Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2014). Diccionar io Español-Inglés de Contabilidad: Conocimiento. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-617-0339-5. Fuer tes-Oliver a, Pedr o A., Henning Ber genholtz, Sandr o Nielsen, Pablo Gor do Góm ez, Lise M our ier, M ar ta Niño Am o, Ángel de los Ríos Rodicio, Ángeles Sastr e Ruano, Sven Tar p, M ar isol Velasco Sacr istán. (2014). Diccionar io Español-Inglés de Contabilidad: Tr aducción de Fr ases y Expr esiones. Base de Datos y Diseño: Richar d Alm ind y Jesper Skovgår d Nielsen. Ham bur g: Lem m a.com . ISBN: 978-84-617-0445-2.

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Pedr o A. Fuer tes-Oliver a

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Primeras documentaciones del Diccionario Histórico de Términos del Fútbol: contexto, textos fundamentales y términos (1890-1899)* Antoni Nomdedeu Rull Univer sitat Rovir a i Vir gili

Profesor de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y miembro de los grupos de investigación LEXELE y Neolcyt

Resumen El objetivo de esta investigación es pr esentar las pr im er as docum entaciones textuales del léxico del fútbol y sus car acter ísticas en los pr im er os docum entos escr itos en los que com enzar on a abor dar se los hechos concer nientes a este juego. Concr etam ente, se analiza el per iodo com pr endido entr e la pr im er a cr ónica docum entada (1890) y el ar r anque de la im por tante pr esencia de este depor te en diver sos tipos de textos (1899). Los textos fundam entales constan de las dos pr im er as cr ónicas futbolística publicadas en España, de los dos per iódicos de infor m ación gener al con sus r espectivos espacios dedicados al depor te m ás im por tantes de la época -La Vanguar dia (1881-hoy) y La Dinastía (1883-1904)- y de la publicación per iodística especializada m ás r epr esentativa del m om ento a nivel nacional, Los Depor tes (1897-1910). Las 44 pr im er as docum entaciones textuales de tér m inos del fútbol r epr esentan una im por tante contr ibución al Diccionar io Histór ico de Tér minos del Fútbol.

0. I ntr oducción

En

los últim os años se ha evidenciado la necesidad de com poner y descr ibir una bibliogr afía que

per m ita conocer con pr ecisión la histor ia del nacim iento y pr esencia del fútbol en diver sos tipos de textos en español. Desde el punto de vista léxico, se han podido identificar var ias investigaciones par ciales que han tenido com o objeto de estudio el análisis histor iogr áfico de los tér m inos del fútbol. Sin em bar go, la bibliogr afía existente que se ha centr ado en el análisis de dicho léxico en español no es suficiente par a cubr ir un vacío tan im por tante en el estudio de la histor ia de la lengua española com o lo es el del estudio diacr ónico del léxico del fútbol[1]. Quizás la car encia pr incipal esté en que se hayan elabor ado casi m ás diccionar ios que han tenido el fútbol[2] o, en un gr ado m ás gener al, el depor te[3], com o ám bito de inter és, que estudios de investigación que se hayan pr opuesto analizar el léxico del fútbol en los textos r eceptor es de su ter m inología. Sea com o fuer e, en ningún caso se ha abor dado la cuestión desde una

* Este estudio se inser ta en el m ar co de la ayuda concedida por la URV («Ajuts per fom entar la incor por ació i visualització d?investigador s em er gents a la Univer sitat Rovir a i Vir gili ? Banco Santander 2013 (LINE2013)») por el pr oyecto: «Diccionar io histór ico de tér m inos del fútbol (fase inicial)» (Ref. 2013LINE-04) (desde 01/07/2013 hasta 31/12/2014). [1] Puyal (1972), Gutiér r ez Gutiér r ez (1991), Castañón (1991 y 2005), Lour eda (1997), Vivas (1998), Palacios (1999), Nom dedeu (2001, 2003a, 2003b, 2004a, 2004b, 2008a, 2008b y 2009b), Nom dedeu y M ár quez (2001), Alba (2010a, 2010b), Aleixandr e et al. (2007), Góm ez Tor r ego (2003, 2010a y 2010b), Góm ez Tor r ego y M apelli (2010), Saiz (2010), Pascual (2012), Ricco y Nom dedeu (2012), Pér ez (2013), Tor r ebadella y Nom dedeu (2013 y 2014a). [2]Polo (1996), Silveir a (1996), Koch (1998), Peltzer (2007), Ter uel (2007), Nom dedeu (2009a), Tolar es (2009). [3] Kar ag (1958), Agulló (2003), Real (2003), Castañón (2004), Loza y Castañón (2010), Pascual (2012). 60


per spectiva inter disciplinar ia con las apor taciones lingüistas, histor iador es del depor te y docum entalistas, lo que justifica plenam ente la elabor ación del Diccionar io Histór ico de Tér minos del Fútbol (DHTF) que pr etendem os llevar a cabo. Par a cubr ir este vacío existente, es básico par tir de los textos fundam entales que sir vier on par a la intr oducción y consolidación del léxico del fútbol en español. Esta tar ea no siem pr e es sencilla, pues, a pesar de que hem os podido r ecopilar y explotar algunas de las fuentes gr acias a las bases docum entales digitalizadas, el ám bito objeto de estudio cuenta con publicaciones que no se hallan en catálogos públicos. El coleccionism o existente en este sector del fútbol pr ovoca, en ocasiones, que la m ejor fuente de docum entación sea una biblioteca pr ivada. Con todo, de este m odo se podr á r ealizar un vaciado ter m inológico que nos per m ita descr ibir dicho léxico y, en últim o tér m ino, elabor ar un diccionar io histór ico que r ecoja las pr im er as docum entaciones textuales de las voces del fútbol y su evolución a lo lar go de la histor ia, lo que consider am os que se tr ata de una apor tación necesar ia y fundam ental al estudio de la ter m inología futbolística del español par a lingüistas, lexicógr afos, histor iador es del léxico español y per iodistas futbolísticos. En este contexto, el objetivo en este ar tículo, en el m ar co del pr oyecto de investigación «Diccionar io histór ico de tér minos del fútbol (DHTF) (fase inicial)», es pr esentar la confor m ación de los tér m inos del fútbol en los pr im er os textos en los que com enzó a apar ecer este depor te en España y m ostr ar cuáles son sus car acter ísticas. Par a ello, se m uestr a el análisis de los textos fundam entales del per iodo com pr endido entr e 1890 y 1899, pr im er a de las dos etapas (1890-1899 y 1900-1913) del pr im er per íodo (1890 y 1913) de los seis en los que hem os estr uctur ado la histor ia del léxico del fútbol[4]. Par a alcanzar este objetivo, en la m etodología se han utilizado r ecur sos y técnicas de análisis histór ico en tor no al tr atam iento de las fuentes docum entales or iginales. Par a la búsqueda de fuentes docum entales del per íodo objeto de estudio (1890-1899), se ha aplicado la fundam entación heur ística: se han utilizado, esencialm ente, las apor taciones bibliogr áficas de Tor r ebadella y Oliver a (2012 y 2013), Tor r ebadella y Nom dedeu (2014a y 2014b) y la localización de las fuentes or iginales en fondos docum entales. 61

Gr acias a la digitalización de los textos fundam entales de la últim a década del siglo XIX, sea en la Hem er oteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, sea en el Ar xiu de Revistes Catalanes Antigues (ARCA) de la Biblioteca de Catalunya, hem os podido avanzar en las búsquedas y docum entación de los tér m inos de un m odo m ucho m ás r ápido del que hubiér am os pr ocedido al car ecer de las her r am ientas tecnológicas actuales. En definitiva, este pr oceso ha per m itido pr esentar un análisis coher ente de las infor m aciones, r edactar la inter pr etación de los sucesos y pr esentar datos léxicos novedosos. En últim o tér m ino, se ha pr ocedido al análisis cr ítico de las obr as y a su vaciado ter m inológico, objetivo pr incipal del pr esente estudio.[5]

1. LOS TEXTOS ENTRE 1890 Y 1899 Y SU CONTEXTO El per iodo objeto de análisis es el com pr endido entr e 1890 y 1899. La fecha de inicio, 1890, se justifica por que es cuando se publicó la pr im er a cr ónica de un par tido de fútbol, m om ento a par tir del cual com enzar on a apar ecer, aunque tím idam ente, noticias en la pr ensa de infor m ación gener al, com o en La Vanguar dia o La Dinastía. Consider am os el cier r e de la etapa analizada en 1899 por que fue en esta fecha cuando com enzó, por un lado, la tr ansición desde un léxico del fútbol cir cunscr ito a las noticias que iban apar eciendo sobr e este juego hacia otr o tipo de tér m inos m ucho m ás descr iptivos -necesar ios par a r efer ir se, básicam ente, a las acciones que se r ealizaban dur ante los par tidos-, y, por el otr o, supondr ía a su vez el final de una etapa de una etapa car acter izada por una casi total ausencia de tér m inos en inglés, com o antesala de otr a etapa r epr esentada por la abundante pr esencia de anglicism os a par tir de los pr im er os años del siglo XX. Par a descr ibir el contexto en el que se hallar on las pr im er as docum entaciones léxicas del fútbol hay que tener en cuenta, com o m ínim o, dos facto-

[4] V. Nom dedeu y Tor r ebadella (en pr ensa). [5] Par a una apr oxim ación detallada a los or ígenes del fútbol en Bar celona y a las noticias que iban apar eciendo en las publicaciones per iódicas de la época acer ca de la celebr ación de par tidos y de la constitución de clubes de football, V. Tor r ebadella (2012).


factor es. En pr im er lugar, hay que consider ar que no fue hasta la últim a década del siglo XIX cuando el fútbol com enzó a apar ecer en var ios tipos de textos, en donde com par tía espacio con otr as m uchas actividades atléticas. Hasta entonces, com o así se docum enta en Tor r ebadella y Oliver a (2013), la caza y el ciclism o er an las actividades pr incipales: la caza, por un lado, er a la actividad r ecr eativa tr adicional entr e las clases altas y m ás popular es en los pr im er os años del depor te en España; la difusión gr adual de la bicicleta com o un instr um ento de r ecr eación par a la población española y su ir r upción com o un depor te m oder no y un sím bolo de los nuevos tiem pos le dio al ciclism o, por otr o lado, el m ayor núm er o de publicaciones en la pr ensa estudiada entr e 1865 y 1899.[6] Per o no er an las únicas actividades de las que se tr ataba en los difer entes textos: equitación, esgr im a o tenis (lawn tennis) er an unas pr ácticas depor tivas que se fuer on sum ando paulatinam ente a las pr opias de la ar istocr acia y de la alta bur guesía ya m encionadas. Quienes pr acticaban estas actividades er an conocidos com o spor tsmen y er an bur gueses que em ulaban las m odas o costum br es de la colonia anglosajona (Castr o, 2012; Lagar der a, 1996; Oter o, 2003; Pujadas y Santacana, 2003; Tor r ebadella, 2009 y 2011), por lo com ún establecida en zonas de desar r ollo industr ial (Castr o, 2012; Tor r ebadella, 2012; Tor r ebadella y Nom dedeu, 2014). En segundo lugar, conviene r ecor dar que no fue hasta 1902 -justo al com ienzo de la denom inada «Etapa de gestación o r egener acionista» (1900-1919)-, cuando sur gió la necesidad de r eglam entar el juego del fútbol y su léxico, lo que se dem uestr a con la publicación del Reglamento de foot-ball de la Asociación de clubs de Foot-ball de Bar celona en ese m ism o año. Hasta 1910, el fútbol aún se pr acticaba de for m a r udim entar ia, com o un depor te esencialm ente atlético y am ateur, con un escaso conocim iento de las r eglas (Gar cía-Castell, 1968)[7]. Y la pr esencia de los tér m inos del fútbol fue tan significativa en este per iodo que a com ienzos de siglo XX se pr odujer on dos fenóm enos que dem ostr ar on el gr an inter és existente por infor m ar sobr e el juego del foot-ball. Por un lado, fue justam ente en 1902 cuando se inició una etapa en el que var ios r edactor es y per iodistas de la época publicar on r eflexiones sobr e la adaptación de los tér m inos futbolísticos (§2). En ese m ism o año, apar eció en M adr id el 62

per iódico Her aldo del Spor t, dedicado pr evalentem ente al autom ovilism o y al fútbol, aunque tam bién abor dó cuestiones de, entr e otr os depor tes, ciclism o, esgr im a, yachting o hípica. Por otr o lado, conviene r epar ar en que 1903 es una fecha m uy significativa por lo que r especta a la apar ición de nuevas publicaciones: se fundó el per iódico depor tivo Gr an vida (1903-1935), la Revista de Spor t, el diar io gener al ABC (1903-) y se publicó el M anual de spor t de Antonio Viada, que puede ser consider ada la pr im er a apor tación bibliogr áfica com pleta y m oder na del depor te español y la pr im er a publicación española que tr ató de ilustr ar y pr opagar el depor te a par tir del m odelo inglés. Por lo tanto, nos hallam os en un per iodo de r ecepción del léxico futbolístico en el que todavía no había sur gido la pr eocupación por la denom inación de las voces, si bien estaba pr óxim a debido, sobr e todo, al caudal de anglicism os que atestar ía las páginas de las publicaciones de la época desde 1902 (§2). Im per aba la novedad del nuevo juego, lo que ocasionaba la apar ición de noticias asociadas a él, com o la constitución de nuevos clubes o la celebr ación de par tidos. A r aíz de estas consider aciones, los textos a par tir de los que pr esentam os los datos r esultantes del vaciado ter m inológico son, en pr im er lugar, La Pr ovincia [LP1] (08/03/1890) y La Pr ovincia [LP2] (02/01/1891) ?que constituyen las dos pr im er as cr ónicas de un par tido de fútbol?, en segundo lugar, Los Depor tes [LDP] (01/11/1897-15/07/1910) ?la publicación per iodística especializada m ás r epr esentativa de finales del siglo XIX y com ienzos del XX a nivel nacional?, y, por últim o, La Dinastía [LDi] (14/10/1883-30/06/1904) y La Vanguar dia [LVG] (01/02/1881-hoy) ?per iódicos de infor m ación gener al con sus r espectivos espacios dedicados al depor te. Dicha selección pr oviene, básicam ente, de la labor de docum entación textual r ealizada en estudios anter ior es en los que ya hem os establecido la selección de textos fundam entales de la que hem os consider ado el pr im er gr an per iodo textual par a el análisis de los tér m inos del

[6] Par a m ás detalles, V. Tor r ebadella y Oliver a (2013), en donde se r ecopilan hasta 25 publicaciones específicas de esta actividad. [7] Com o hem os tenido ocasión de estudiar, V. Nom dedeu (en pr ensa).


fútbol (1890-1913). En los últim os años han apar ecido algunos estudios que han tenido com o objetivo pr incipal r ecopilar fuentes bibliogr áficas r efer idas a depor tes: por un lado, hallam os las r elativas a depor tes en el estudio de Tor r ebadella y Oliver a (2013), en el per íodo com pr endido entr e 1865 y 1899; por el otr o, las r efer entes al fútbol, en Tor r ebadella y Nom dedeu (2014b) par a las catalogadas entr e 1900-1919, y en Tor r ebadella y Nom dedeu (2014a) las englobadas entr e 1900 y 1939. Gr acias a estas investigaciones, podem os saber con bastante cer teza que del total de obr as que se r egistr an en ellas, concr etam ente 85 sobr e depor te y 121 sobr e fútbol, hay 14 textos especializados en depor te -exclusivos del depor te en gener al o del fútbol en par ticular - que son fundam entales par a explicar la car acter ización de la ter m inología futbolística de sus or ígenes (1890-1913). Su explotación lingüística, que estam os llevando a cabo y de la que vam os exponiendo r esultados par ciales gr adualm ente en diver sos estudios[8], es necesar ia par a poder ir deter m inando el léxico del fútbol y configur ar sus car acter ísticas en la fase en la que dicho léxico com ienza a penetr ar en los difer entes tipos de textos en español y se consolida de una m aner a definitiva (1890 y 1913). De los 14 textos que confor m an el cor pus de estudio del la fase inicial del DHTF, destacan los tr es per iódicos bar celoneses Los Depor tes (1897-1910), El M undo Depor tivo (1906) y Stadium (1911-1930)[9], que fuer on fundam entales en la difusión de las actividades depor tivas del cam bio de siglo, y el per iódico m adr ileño Gr an vida (1903-1935). Asim ism o, existía ya bibliogr afía específica en tor no al fútbol, aunque antes de llegar a 1913 el fútbol español aún se encontr aba en una incipiente etapa de institucionalización y de pr oceso de depor tivización. En esta etapa, el foot-ball apar ecía com o un depor te m ás en los pr im er os libr os en los que apar ecía ? el M anual de Spor t de Antonio Viada (1903); Los Spor ts de m oda. Foot-ball, según los consejos de M . M . Tunm er y Fr aysse, Water polo. Jiu-Jitsu por el bar ón Rene de M ontespin, de Tunm er y Fr aysse (1910); Depor tes atléticos de Er nest Weber (1910); Football, basse ball y lawn tennis de Alejando Bar ba (1912)?, situación que cam biar ía en pocos años. Con las pr im er as m onogr afías técnicas de este depor te, aunque llegar on con r etr aso, m ar car on la inflexión hacia una m ejor com pr ensión, pr epar ación y calidad del juego. El Novísimo 63

tr atado de Foot-Ball. M étodo pr áctico par a jugar al FOOT-BALL y apr eciar la licitud y opor tunidad de las jugadas de Gr aham (1913) fue el pr im er m anual técnico que apar eció tr aducido al castellano. Sabem os que estos textos no son todos aquellos en los que se r egistr an voces sobr e el fútbol en el per íodo analizado, puesto que vam os r ecopilando pr ogr esivam ente notas sueltas o noticias br eves que anunciaban la celebr ación de un par tido de foot-ball en publicaciones per iódicas locales,[10] per o sí podem os afir m ar que son los fundam entales par a abor dar el estudio del léxico objeto de análisis. Con todo, las r ecientes investigaciones evidencian que la histor ia del fútbol en España se halla en continua r evisión y r edacción. A este r especto, en la línea de las consider aciones actuales sobr e la elabor ación de r eper tor ios histór icos, pr efer im os docum entar en una pr im er a fase el léxico r ecogido en los textos m ás r epr esentativos de la histor ia del léxico de este juego par a, en fases sucesivas, ir incor por ando otr as docum entaciones textuales no consider adas anter ior m ente por no tr atar se de textos fundam entales del per iodo estudiado.

2. La lengua de los textos: pr ensa de infor mación gener al y pr ensa de infor mación depor tiva En este apar tado, par a ejem plificar el tr abajo r ealizado de vaciado ter m inológico de los textos que confor m an el cor pus de análisis del DHTF entr e 1890 y 1899, se pr esenta el léxico de los textos fundam entales m encionados en §1. Com o se obser var á en el léxico expuesto en este apar tado, pr etendem os establecer, en la m ism a línea de lo que han señalado Pascual y Gar cía (2006: 199), con [8] Com o, por ejem plo, en Nom dedeu (en pr ensa) o Nom dedeu y Tor r ebadella (en pr ensa). [9] V. Pujadas y Santacana (2012) par a una buena descr ipción de Los Depor tes, El M undo Depor tivo y Stadium. Par a una descr ipción de Los Depor tes, v. Tor r ebadella y Oliver a (2013). [10] Hallam os infor m aciones de las pr im er as noticias y cr ónicas de los pr im er os par tidos de foot-ball en las poblaciones de Jer ez (El Pr ogr eso, 1870), Vilagar cía de Ar ousa (Eco Republicano de Compostela, 1873), Huelva (La Pr ovincia, 1890), Sevilla (El Por venir , 1890), Bar celona (La Dinastía, 1892), Tener ife (Diar io de las Palmas, 1894), Bilbao (Noticier o Bilbaíno, 1894 y El Pelotar i, 1894), La Cor uña (Anunciador , 1894), Vigo (El Pelotar i, 1895) o M adr id (La Cor r espondencia de España, 1898).


pr im er as colum nas en donde se pr esentar on con cier ta r egular idad las pr im er as cr ónicas del fútbol español. Tenem os constancia, no obstante, de que antes de 1890 ya se hallaban noticias sobr e foot-ball en España. Este depor te com enzó a apar ecer en noticias aisladas en la pr ensa de distintas poblaciones españolas en el últim o ter cio del siglo XIX, lejos de lo que vino a ser después el volum en de infor m ación futbolística de finales de siglo XIX y, sobr e todo, com ienzos del XX. Las pr im er as noticias del foot-ball llegar on a tr avés de los im pr ovisados par tidos entr e r epr esentantes de la colonia inglesa en las pr incipales poblaciones por tuar ias. El evento solía tener com o pr otagonista la llegada de algún buque inglés. A par tir de lo que han indicado Finestr es y Gim énez (1999), la pr im er a r efer encia al fútbol es de 1868 y fue publicada en Valencia en El Panor ama, Per iódico ilustr ado quincenal, el 30 de abr il de 1868[11], cinco años después de la cr eación de The Foot-ball Association en Londr es (1863). La noticia, dada a conocer por M ar tínez (2010), descr ibía, de for m a m uy r udim entar ia, la for m a del juego, per o desde el punto de vista lingüístico es significativa al ya docum entar se en ella las voces foot-ball, poste y per cha (?lar guer o?). E, incluso, se usaba la palabr a foot-ball par a r efer ir se al balón:

Después,

la voz foot-ball, r efer ida al juego, se docum entó, por ejem plo, en El Pr ogr eso. Per iódico político de Jer ez (1 de noviem br e de 1870) o en el Eco Republicano de Compostela (26 de junio de 1873), y a par tir de aquí fue apar eciendo pr ogr esivam ente en todo tipo de publicaciones per iódicas, com o en La Ilustr ación católica (25/10/1889, n.º 30, p. 4), en el Diar io oficial de avisos de M adr id (29/6/1891, p. 3), en El Her aldo de M adr id (3/10/1891, p. 1), en la Revista de España (1/1892, n.º 138, p. 199), en La Época (14/7/1892, n.º 14.313, p. 3), en La Iber ia (22/11/1892, p. 3), en La Dinastía (24/12/1892, p. 2), La Publicidad (03/03/1895, p. 3), etc. Y es que, com o ha señalado Tor r ebadella (2012: 82), «en esta época el fútbol er a com pletam ente desconocido entr e los 64

españoles. Las pocas r efer encias que se tenían sobr e este depor te llegaban a tr avés de algunas noticias de Inglater r a, en las que habitualm ente daban infor m ación de la desm edida br utalidad del juego.» A este r especto, es elocuente el hecho de que la pr im er a asociación española en pr acticar el fútbol, el Huelva Recr eation Club, se fundar a en 1889,[12] 21 años después de la apar ición de la pr im er a noticia sobr e fútbol de que tenem os constancia. En esta época el fútbol estaba pr esente en cualquier lugar en el que se encontr ase una colonia inglesa con un núm er o de jóvenes suficiente com o par a for m ar equipos y disputar par tidos. La contr over sia de cuándo se jugó el pr im er par tido de fútbol todavía sigue abier ta. M our iño (2003) y Dom ínguez (2009) han hecho r efer encia a las noticias que en 1873 se im pr im ier on en el Eco Republicano de Compostela ?26 de junio y 10 de diciem br e? [1P] sobr e el juego que pr acticaban con un balón im pulsado con los pies los m ar iner os de los bar cos ingleses fondeados en el Puer to de Vilagar cía de Ar ousa: «Estos m ar iner os en sus r atos libr es volvier on a pr acticar el «foot-ball» com o lo hicier an los del «Go-Go» en junio, per o em pleando m ejor técnica con un «balón casi r eglam entar io» y «por ter ías». Tr aen con ellos un r eglam ento de este depor te editado por la r eciente cr eada «Foot-ball asociation». Da la im pr esión por la algar abía de nuestr as gentes, que este depor te ha calado hondo entr e nosotr os.» (Eco Republicano de Compostela, 10 de diciem br e de 1873, p. 1)

Por lo tanto, con anter ior idad al per iodo objeto de estudio (1890-1899), ya contam os con la pr im er a docum entación de 4 tér m inos: foot-ball y poste en 1868; balón y por ter ía en 1873. Por lo tanto, se obser va que en el últim o ter cio del siglo XIX ya apar ecier on las pr im er as noticias de par tidos or ganizados de foot-ball entr e equipos o entidades

[11] Fr anco (2010), en cam bio, indica que es en El Pr ogr eso. Per iódico político de Jer ez (1 de noviem br e de 1870). [12] Com o ha r em ar cado Tor r ebadella (2012: 82), la fecha de fundación del Huelva Recr eation Club que se ha sostenido hasta hace poco tiem po (1878) no es cor r ecta, ya que se tr ataba, com o ha indicado Bálm ont (2009a), del llam ado Club Inglés de Rio Tinto. Oficialm ente, «el Huelva Recr eation Club quedó constituido en 1889, a iniciativa de la colonia inglesa, per o todavía se tr ataba de una asociación r ecr eativa, en la que se pr acticaban difer entes spor ts com o pelota, cr icket, law ntennis, r egatas, ciclism o o foot-ball. Sin em bar go, sí que puede adm itir se que pr obablem ente fuese la pr im er a asociación española que pr acticó oficial y públicam ente el fútbol en España.»


cr eadas en España, per o hubo que esper ar a la últim a década del m ism o siglo par a hallar la cr ónica del pr im er par tido de foot-ball del que se tenga constancia escr ita en nuestr o país.[13] El par tido en cuestión lo disputar on el 8 de m ar zo de 1890 el Huelva Recr eation Club contr a la Colonia inglesa de Sevilla ?tr abajador es ingleses de la Com pañía Por tilla W hite Co? en el hipódr om o Dehesa de Tablada de Sevilla (Rodr íguez y Nar bona, 1954; Seijas, 1975; Bálm ont, 2007; Fr anco, 2010; Castr o, 2012). Esta pr im er a cr ónica de un par tido de fútbol de la que tenem os constancia, publicada el 12 de m ar zo de 1890 [1C], la consider am os un texto fundam ental desde el punto de vista léxico, ya que fue a par tir de ese m om ento en el que com enzar on a apar ecer tér m inos del fútbol r elativos al desar r ollo del juego, a las acciones, a las dem ar caciones. Hasta esta fecha, las voces docum entadas se r efer ían de m aner a casi exclusiva a su denom inación (foot-ball), pues básicam ente se encontr aban r efer encias al juego o noticias br eves que anunciaban la celebr ación de algún par tido. En [1C] ya se pueden adver tir los tér m inos botar (?sacar ?), capitán, colocar (?m ar car ?), foot-ball/football, goal, jugador y par tida. Contam os, adem ás, con la cr ónica de Salvador López Góm ez publicada en La Pr ovincia (Huelva) diez m eses después, el 2 de ener o de 1891 (pp. 1-2), del par tido disputado entr e el Recr eativo de Huelva y el Foot-ball Club de Sevilla, noticia que se publicó anter ior m ente en El M er cantil de Sevilla, en la que, adem ás, se infor m ó de las m edidas del ter r eno de juego y de la por ter ía, y en la que se obser van las voces ar co/castillo, capitán, foot-ball/football, juez decisor , match, par tida, pelota, pelotazo y ter r eno. A par tir de 1890, la publicación de cr ónicas, y no solo de noticias br eves, conllevó que aum entar a el núm er o de pr im er as docum entaciones (13): botar , capitán, colocar (?m ar car ?), goal2 (?tanto?), jugador y par tida en 1890; ar co, castillo, juez decisor , match, pelota, pelotazo y ter r eno en 1891. Desde este m om ento, com enzar on a apar ecer, m uy lentam ente, noticias en la pr ensa de infor m ación gener al, com o en La Vanguar dia o La Dinastía. Com o se m uestr a en el gr áfico siguiente, entr e 1890 y 1895 hallam os las pr im er as docum entaciones textuales de 23 tér m inos:

Adem ás de las 6 voces del fútbol docum entadas en 1890 [LP1] y las otr as 7 en 1891 [LP2], en 1892 solo se halla par tido [LVG] com o pr im er a docum entación; en 1893, bando [LDi]; en 1894, calcio [LVG], campo [LVG], puer ta [LVG], tanto [LVG] y zaguer o [LVG]; y en 1895 delanter o [LVG], team [LVG] y defensor en puer ta (?por ter o?) [LVG]. El ar tículo «La educación m oder na inglesa» publicado el 18 de m ayo de 1894 en la página 3 de La Vanguar dia evidenció que el fútbol estaba penetr ando en esos años incipientes, pues el colum nista explicó que había visto pr acticar en Londr es un juego denom inado football m uy par ecido al juego del calcio flor entino y pr opor cionó m uchos detalles sobr e en qué consistía y cóm o se desar r ollaba,

[13] Conviene aclar ar, no obstante, que es difícil saber con total cer teza cuál fue el pr im er par tido de fútbol jugado en España. Noticias r ecientes indican que una br eve cr ónica (en http://olim pism o2007.blogspot.com .es/2013/02/pr im er a-cr onica-per iodistica-de-un.htm l apar ece esta r efer encia, per o no hem os podido consultar dir ectam ente la noticia) de otr o par tido jugado en Bilbao en 1889, publicada en el diar io inglés Sunder land Daily Echo and Shipping Gazette el 4 de julio de 1889, puede hacer que esa afir m ación sobr e «el pr im er par tido de football jugado en España» r efer ido al Sevilla-Recr eativo disputado el 8 de m ar zo de 1890 deba r evisar se. Com o vem os, pues, la tar ea de encontr ar la pr im er a docum entación textual de las voces del fútbol no es fácil.

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lo que dem uestr a que en ese m om ento se tr ataba de un juego bastante desconocido en España. En los años 1896, 1897 y 1898 no se hallan nuevas docum entaciones, salvo football r ugby [LDP] en 1897. Fue en 1899 cuando apar ecier on 16 voces nuevas ?balón [LDP], combinación [LDP], conducción [LDP], cor r edor (?futbolista?) [LDP], defensa (f.) [LDP], defensor [LVG], defensor de puer ta [LVG], entr ada [LVG], gr owl (?par tida?) [LDP], hacer goal [LDP], juego [LDP], juego de pelota [LDP], juez de límite [LVG], jugada [LDP], jugar la pelota [LDP] y pr imer espacio de tiempo [LDP]?, tr es de ellas r egistr adas en el per iódico La Vanguar dia y el r esto (13) en Los Depor tes, lo que r epr esenta un aum ento notable con r especto a las pr im er as docum entaciones en fechas anter ior es. De entr e las 44 pr im er as docum entaciones apor tadas, 14 de ellas apar ecier on en diver sas publicaciones entr e 1890 y 1899 y 30 solo lo hicier on en una ocasión, no volviéndose a r egistr ar en los textos de la época. M ás concr etam ente, contam os los 14 tér m inos que se encuentr an en var ias fuentes de la últim a década del siglo XIX son los siguientes: balón [1P y LDP], bando [LVG, LDi y LDP], campo [LVG y LDP], capitán [1C, 2C y LDP], entr ada [LVG y LDP], foot-ball [1N, 1C, 2C, LVG, LDi y LDP], goal2 [1C, LVG y LDi], jugador [1C, LVG y LDP], match [2C, LVG, LDi y LDP], par tida [1C, 2C, LVG y LDi], par tido [LVG, LDi y LDP], pelota [2C, LVG y LDP], puer ta [LVG y LDP] y team [LVG, LDi y LDP]. Hay 30 voces que solo se docum entan en un texto en este per iodo: ar co [2C], botar la pelota [1C], calcio [LVG], castillo [2C], colocar [1C], combinación [LDP], conducción [LDP], cor r edor [LDP], defensa (f.) [LDP], defensor [LVG], defensor de puer ta [LDP], defensor en puer ta [LDP], delanter o [LVG], foot-vall [LDP], football r ugby [LDP], gr owl [LDP], hacer goal [LDP], juego [LDP], juego de pelota [LDP], juez decisor [2C], juez de límite [LVG], jugada [LDP], jugar la pelota [LDP], pelota (?fútbol?) [LVG], pelotazo [2C], por ter ía [1P], pr imer espacio de tiempo [LDP], tanto [LVG], ter r eno [2C] y zaguer o [LVG]. De estas, 7 en La Vanguar dia y 13 en Los Depor tes. Aún nos hallam os en una fase m uy inicial com o par a establecer difer encias entr e los tipos de tér m inos a par tir de su uso, per o se tr ata de un dato que tendr em os en consider ación de car a al vaciado ter m inológico r ealizado en los textos fundam entales de la pr im er a década del siglo XX par a poder, de este m odo, distinguir las 66

r ealizaciones léxicas puntuales de las usadas com únm ente por las plum as de las distintas épocas. Por otr a par te, contam os con un listado de 34 tér m inos incor por ados en el pr im er r eglam ento de fútbol (1902) que hem os buscado en los textos fundam entales de 1890-1899 y de los que no se encuentr a ningún caso docum entado: ár ea de la (meta) goal, ár ea de penalty, car ga, centr o del campo, cor ner, cor ner -flag-kick, cor ner -kick, cr onometeur, descanso, entar goal, esquina, falso avance, fuer a de juego, goal kick, goal line, hands, kick-off, línea de meta, línea later al, lineman, manos, mar car tanto, meta, poste-goal, pr imer -kick, pr imer saque, saque, saque de ángulo, saque de meta, saque del castigo, sustitución, time keeper, touch y touch line. Este últim o dato r efuer za no solo el hecho de que estam os en un per iodo clar am ente incipiente por lo que r especta al uso de los tér m inos del fútbol, sino tam bién que a par tir de 1902 hubo un clar o tr asvase al español de tér m inos tom ados dir ectam ente del inglés. Apor tam os, en definitiva, la pr im er a docum entación textual de 44 tér m inos del fútbol en los textos fundam entales del per iodo com pr endido entr e 1890 y 1899. De ellos, hay solo cinco extr anjer ism os (11,6%): cuatr o anglicism os -foot-ball, goal2, gr owl y match- y un italianism o -calcio. Y destaco el «solo» por que ser á a par tir de 1900 que tendr á lugar una apar ición consider able de anglicism os futbolísticos. No sucedió así, com o hem os podido com pr obar, en las pr im er as docum entaciones de la últim a década del siglo XIX, contr ar iam ente a lo que podía haber se hipotetizado. Fue a par tir de 1900 que com enzar on a intr oducir se de una m aner a clar a los anglicism os del fútbol en los textos per iodísticos y se inició un per iodo fundam ental por lo que r especta al aum ento exponencial de la pr esencia de la ter m inología del fútbol en diver sos tipos de textos. Por ejem plo, de las 11 pr im er as docum entaciones de 1900 con las que contam os por ahor a ?back [LVG], campo de juego [LDi], goal1 [LVG], goal-keeper [LVG], half-back [LVG], juez ár bitr o [LVG], juez de línea [LVG], mar co [LVG], r efer ee [LVG] [LDi], juego limpio [LVG] y lineman [LVG]?, 6 son anglicism os. Esta tendencia siguió en los dos años siguientes. En 1901 hallam os 3 nuevas docum entaciones ?for war d [LVG], mar car goal [LVG] y shuot [LVG]?, de las cuales 2 son anglicism os, que dar á lugar al chut actual. Y 9


nuevas docum entaciones en 1902 ?fr ee-kick [LVG], guar da meta [LVG], medio [LVG], offside [LVG], penalty [LVG], penalty-kick [LVG], saque de castigo [LVG], saque libr e [LVG] y saque de r incón [LVG]?, de las que 4 son anglicism os. Y es que la pr esencia de anglicism os en los difer entes textos fue tan significativa que en 1902 com enzó una discusión lingüística, iniciada por Antonio Viada (1902a-1902i) y que se pr olongar ía hasta Feder ico Car o (1919), en la que se dir im ió la necesidad o no de castellanizar los anglicism os depor tivos que iban llegando al español. Par ticipar on de esta contr over sia «Un Delanter o» (19 de ener o de 1902), Antonio Viada (en una ser ie de ar tículos publicados entr e febr er o y diciem br e de 1902: 1902a-1902i), M ar iano de Cavia (1908a y 1908b), Car los M ir anda (1908), un ar tículo anónim o (1908), Luis Zozaya (1908), Nar ciso M asfer r er (1911 y 1912), Fr ancisco Br u (1918) y Feder ico Car o (1919). Un ejem plo de la necesidad que existió de explicar los nuevos tér m inos que se im por taban lo r epr esentó M iguel Salvador, quien publicó en el núm er o 8 de 1907 de La Tipogr afía. Revista mensual ilustr ada de ar tes gr áficas el ar tículo titulado «Univer sidad Popular de M adr id. Palabr as usadas en la cr ítica de depor tes por los per iodistas. El foot-bal», en donde explicó el significado de las voces spor t, foot-ball, team, r efer ee, goal, for ewar d, back, goal-keeper y cor ner . Es im por tante señalar, tam bién, la pr opor ción de tér m inos que apar eció en cada uno de los textos analizados, en donde queda clar a la supr em acía de LVG y de LDP a finales del siglo XIX:

En el gr áfico anter ior sobr esale el pr otagonism o de LVG y de LDP. Por un lado, a par tir de 1894-1895 La Vanguar dia com enzó a ganar pr otagonism o com o diar io de r efer encia por lo que se r efier e a la tr ansm isión de noticias futbolísticas de finales del siglo XIX. Com o ha estudiado Sim ón Sanjur jo (2012), fue el «per iódico de em pr esa» que se im puso al r esto, especialm ente en Cataluña. Desde sus com ienzos dem ostr ó inter és por tr atar la infor m ación depor tiva: «Noticias r elacionadas con los [14] habituales depor tes ar istocr áticos com o las car r er as de caballos, la caza, el tir o al pichón o los depor tes náuticos, se encuentr an desde los pr im er os núm er os de la cabecer a» (Sim ón Sanjur jo, 2012: 29), si bien ya se docum entar on en él algunas voces del fútbol entr e 1893 y 1895: football (01 febr er o 1893), match (11 m ar zo 1894), goal (13 diciem br e 1894), campo (18 m ayo 1894), bando (06 diciem br e 1894), delanter o (05 febr er o 1895) o team (12 m ar zo 1895). Fue a par tir del 31 de octubr e de 1894, fecha en la que se com enzó a publicar la «Cr ónica de Spor t» (V. Im agen adjunta), que com enzar on a apar ecer con m ás fr ecuencia noticias depor tivas, fir m adas al com ienzo por el per iodista Fr anco hasta 1898, año en el que la sección pasó a denom inar se «Notas de Spor t» (la pr im er a es del 28 de julio de 1898), fir m ada por Alber to Ser r a ( V. Im agen adjunta), 67


que com enzar on a apar ecer con m ás fr ecuencia noticias depor tivas, fir m adas al com ienzo por el per iodista Fr anco hasta 1898, año en el que la sección pasó a denom inar se «Notas de Spor t» (la pr im er a es del 28 de julio de 1898), fir m ada por Alber to Ser r a (V. Im agen adjunta).[14] Por otr o lado, el per iódico bar celonés Los Depor tes, fundado y dir igido por Nar ciso M asfer r er, fue «la publicación per iodística especializada m ás r epr esentativa del m om ento a nivel nacional» (Tor r ebadella y Nom dedeu, 2013: 12) y «sir vió com o platafor m a de lanzam iento de diver sas entidades depor tivas y se car acter izó por el r igor de los contenidos y por la labor efectuada en defensa de los valor es del depor te» (Saiz, 2013: 25). Se publicar on 520 núm er os entr e el 1 de noviem br e de 1897 y el 15 de julio de 1910.[15] Al com ienzo tuvo una per iodicidad quincenal per o se convir tió en sem anal a par tir del 7 m ayo de 1899, justo después de la absor ción en m ar zo del m ism o año de la r evista Bar celona Spor t, que había sido fundada en esta ciudad 1897 (Ber asategui, 2000: 158). A par tir de este m om ento, «la r evista se consolidó com o la cabecer a depor tiva m ás im por tante en Cataluña, (...) se convir tió en sem anar io, diver sificó el contenido infor m ativo e inició la or ganización de com peticiones depor tivas» (Pujadas y Santacana, 2012: 144). Y es justam ente desde el 24 de diciem br e de 1899, núm er o 43, que se halla en Los Depor tes por vez pr im er a una sección titulada «Foot-ball» (V. Im agen adjunta), m om ento a par tir del cual el por centaje de infor m ación futbolística aum entó notablem ente. Hasta esta fecha las noticias futbolísticas apar ecier on bajo la sección «M iscelánea». En definitiva, y com o justificación de la cr eación de dicha sección, en el núm er o 44 de Los Depor tes, del 31 de diciem br e de 1899, A. Ser r a, autor del ar tículo publicado con el título «Foot-ball», aludía a la nor m alidad con la que estaba penetr ando el fútbol en Bar celona:

«es el spor t del día que ha tom ado plena car ta de natur aleza en esta capital. El depor te que cautiva la atención de todos los aficionados y que pr actican por las tar des de los días festivos en el ex Velódr om o de la Bonanova los distinguidos socios del ?Foot-ball Club Bar celona?, del ?Foot ball Club Catalán? y los del ?Team Inglés?» (p. 1119).

Y justo después escr ibe la cr ónica de los par tidos entr e «los team s del ?Foot-ball Club Bar celona? y el ?Foot-balI Club Catalá?» (p. 1119) y el «M atch entr e el team inglés y el team m ixto de socios de los clubs ?Catalá? y ?Bar celona?» (p. 1120), la pr im er a cr ónica en sentido estr icto publicada en Los Depor tes. En ella se usar on los tér m inos match, team, foot-ball, par tido, jugada, bando, combinación, conducción, jugador , juego, pelota, campo, gr owl (?par tida?), cor r edor (?futbolista?), pr imer espacio de tiempo, defensa (f.), jugar la pelota, entr ada (?goal?, ?tanto?), puer ta y hacer goal.

[14] Sim ón Sanjur jo (2012: 30) sitúa la fecha de inicio de la «Cr ónica de spor t» en 1895 y la fecha de com ienzo de «Notas de spor t» en 1899. Si los datos que hem os consultado son cor r ectos, hem os docum entado la pr im er a «Cr ónica de spor t» el 31 de octubr e de 1894 y el inicio de «Notas de spor t» el 28 de julio de 1898. [15] Este per iódico com enzó a per der im por tancia, sobr e todo, a causa del nacim iento en 1906 de El M undo Depor tivo, per iódico depor tivo que vino a ocupar el espacio de com unicación que hasta entonces había ocupado Los Depor tes y que se car acter izó por seguir el m odelo de la pr ensa especializada eur opea, com o la Gazzetta dello Spor t (1897), en Italia, o l?Auto (1900), pr edecesor a de L?Équipe (1945), en Fr ancia, com o im pulsor y or ganizador de cam pañas depor tivas adem ás de infor m ación sobr e los distintos depor tes de la época (Ber asategui, 2000: 159). 68


Justo en el otr o extr em o hallam os La Dinastía. Diar io político, liter ar io y mer cantil (14/10/1883-30/06/1904), con una sola pr im er a docum entación. Con todo, dem uestr a una cier ta aper tur a a la r ecepción de las noticias depor tivas en gener al al cr ear, a par tir del 3 de noviem br e de 1892, la colum na de «Spor t Inter nacional» (V. Im agen adjunta), pr im er a colum na de depor tes de la pr ensa de noticias española, r edactada por E. Font Valencia.

3. Conclusiones Las 44 pr im er as docum entaciones pr esentadas en este estudio dem uestr an que el juego del fútbol com enzaba a divulgar se con cier ta r egular idad entr e 1890 y 1899, si bien la infor m ación futbolística, com o se ha señalado ya en la bibliogr afía existente, ocupaba aún poco espacio en las colum nas de los per iódicos de finales del siglo XIX y com ienzos del XX. No obstante, la cr eación de colum nas específicas en los per iódicos de infor m ación gener al com o «Spor t Inter nacional» en La Dinastía desde el 3 de noviem br e de 1892, «Cr ónica de Spor t» en La Vanguar dia a par tir del 31 de octubr e de 1894, sección que pasa a denom inar se «Notas de Spor t» a par tir del 28 de julio de 1898, o la sección «Foot-ball» en Los Depor tes desde el 24 de diciem br e de 1899, r epr esenta una buena m uestr a de la necesidad de dar cuenta de las noticias que este naciente juego iba gener ando en la época. Por los datos extr actados, los per iódicos La Vanguar dia y Los Depor tes son fundam entales por lo que r especta la tr ansm isión de ter m inología futbolística. Desde el punto de vista exclusivam ente léxico, el 88,4% de las 44 pr im er as docum entaciones pr esentadas son palabr as en español. Los anglicism os, en cam bio, casi ausentes en estos años em bionar ios en lo r elativo al fútbol en España, poblar án las páginas de los difer entes textos dur ante la pr im er a década del siglo XX, no antes. En los pr im er os años del Novecientos, vivir em os un intenso debate lingüístico con Antonio Viada, M ar iano de Cavia, Luis Zozaya, Nar ciso M asfer r er o Fr ancisco Br u, entr e otr os, sobr e la necesidad de castellanizar los anglicism os depor tivos el español r ecibía. Este estudio es innovador por que ofr ece 44 pr im er as docum entaciones léxicas del fútbol en español. El uso de las palabr as objeto de análisis en otr o tipo de textos, com o, por ejem plo, los liter ar ios, r epr esenta en nuestr o estudio un vacío que llenar em os en investigaciones poster ior es. Si bien par tim os de la base de que son los textos seleccionados entr e 1890 y 1899 en un pr im er m om ento y los seleccionados entr e 1890 y 1913 en una segunda fase los que fijan el uso de las voces de este ám bito y, en consecuencia, los que son de m ayor inter és en una investigación de estas car acter ísticas, no quer em os descar tar su apar ición en textos de otr a índole. Con todo, dejam os abier ta una pr im er a apr oxim ación histór ico-lexicogr áfica del vocabular io futbolístico, centr ada en las 44 pr im er as docum entaciones léxicas en textos entr e 1890 y 1899 que se podr á seguir am pliando a m edida que vayan sur giendo otr as fuentes hasta ahor a desconocidas o no docum entadas.

Antoni Nomdedeu Rull 69


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Antoni Nomdedeu Rull


Combinatoria léxica y lexicografía didáctica monolingüe M.ª Auxiliador a Castillo Car ballo Univer sidad de Sevilla

Profesora de la Universidad de Sevilla y miembro del Grupo de Investigación INTERLÉXICO

Es

evidente que, por definición, los diccionar ios

poseen un com ponente didáctico esencial. Aunque los r eper tor ios bilingües desde su or igen nacier on con la fir m e voluntad de posibilitar el apr endizaje, fundam entalm ente léxico, de las lenguas, m ientr as los m onolingües se elabor ar on par a pr estigiar las sin m ás, con el tiem po estos últim os se han conver tido en una pieza fundam ental que per m ite tr ansm itir los r esor tes necesar ios par a descodificar y codificar sistem as lingüísticos. De hecho, cuando se habla de la nor m a en el sentido pr escr iptivo, o incluso en el consuetudinar io, que obviam ente se pr eceptúa con el tiem po, se tienen en cuenta var ios pilar es basados en el pr estigio, com o es el caso de la liter atur a, aunque con el tiem po r esulta inevitable consider ar los cor pus m ediáticos. Tam poco hay que olvidar la gr am ática y, por supuesto, los diccionar ios. En el caso del español, com o ocur r e con otr as lenguas, nos encontr am os con una oficialidad nacida de una institución histór icam ente am par ada por el poder, per o no hay que eludir la existencia de r eper tor ios extr aacadém icos que contr ibuyen a la configur ación nor m ativa del español. De ahí se despr ende que, aunque gener alm ente se hable de catalogaciones de lengua, en el fondo nos encontr am os no con lo potencialm ente per tinente, sino con lo consensuado. Se puede afir m ar, de esta m aner a, que todos los r eper tor ios lexicogr áficos m onolingües, incluso los especializados, son 74

didácticos. Lógicam ente, es habitual difer enciar estos catálogos en función del tipo de destinatar io; por ello, com o los lexicógr afos inciden en m ás de una ocasión, hay que dester r ar el tópico de que el m ejor diccionar io es el que m ás infor m ación incluye, tanto en el nivel m acr oestr uctur al com o m icr oestr uctur al, ya que la exper iencia dem uestr a que r esulta m ás válido el que se adecua sin especial dificultad a las necesidades del usuar io. Un hablante adulto nativo de consider able nivel cultur al r equer ir á de r eper tor ios gener ales que no escatim en en deter m inadas infor m aciones, aunque obvien otr as ya pr esupuestas. Este lector tiene unas necesidades lógicam ente distintas a las de quien se enfr enta a una segunda lengua. El hablante no nativo, en función de su nivel de conocim iento y de la pr áctica docente de un m odelo de apr endizaje de inm er sión lingüística, ha de acudir a una catalogación distinta que aúne las infor m aciones im pr escindibles, no solo léxicas, con unas par áfr asis definitor ias accesibles, en las que fundam entalm ente se m aneje un núm er o lim itado de definidor es. Del m ism o m odo, tam poco hay que obviar, por r azones evidentes, la infor m ación de tipo cultur al r eflejada sobr e todo en los ejem plos, com o no hay que desdeñar el nivel iconoestr uctur al. Fr ente a este tipo de usuar ios, nos encontr am os con otr os hablantes nativos que por su edad no m uestr an un consider able dom inio de su pr opia lengua, o m ejor dicho, en r elación con lo antes r efer ido, de sus r esor tes nor m ativos. En este caso se tr ata de una


her r am ienta, en gr an par te, r ecom endada por el docente, junto con los libr os de texto. Esto posibilita que contem os con obr as m uy diver sas adaptadas a los difer entes diseños cur r icular es, en todos los niveles[1]; lo que no ocur r e con los diccionar ios anter ior m ente señalados, que intentan abar car hablantes m uy heter ogéneos con necesidades distintas y, por supuesto, con un nivel de conocim iento lingüístico dispar. Es decir, no se pr esenta la gr adación que sí se obser va en el apr endizaje de la lengua par a nativos. En un pr im er m om ento, las catalogaciones m onolingües elabor adas par a usuar ios no for áneos se han utilizado, a falta de r eper tor ios específicos, com o instr um ento didáctico par a el apr endiz de una lengua segunda lengua. Sin em bar go, hay que r eiter ar que las necesidades y cir cunstancias entr e los dos tipos de apr endices que em plean estas obr as son m uy distintas. En unos casos se pr esupone una ser ie de infor m aciones que fácilm ente se adquier en en el contexto inm ediato del usuar io, m ientr as que en otr os no r esulta factible pr escindir de datos fundam entales par a un lector que no ha apr endido la lengua de for m a natur al. En ese sentido, las infor m aciones que apuntan a la codificación son m ás necesar ias en el ám bito de la adquisición de una lengua no nativa[2], por m ás que en cier tos ni-

[1] Los diccionar ios escolar es han exper im entado una lógica evolución, ya que, si en un pr im er m om ento nos hem os encontr ado con sim ples com pendios de obr as gener ales en los que no se consider aban suficientem ente las necesidades didácticas del usuar io (Her nández Her nández, 1989; M ar tínez M ar ín, 1992), en los últim os años contam os con catálogos de nueva planta de indudable inter és par a el apr endizaje de lenguas (Alvar Ezquer r a, 2001). En todo caso, pese al avance de la lexicogr afía didáctica, es evidente que existen no pocas deficiencias, por lo que todavía quedan m uchos pasos que dar (Sánchez M uñoz, 2002-2003; Her nández Her nández, 2008), sobr e todo si tenem os en cuenta la pr opia per spectiva de los usuar ios (Azor ín Fer nández, 2000). Por otr o lado, hay que enseñar a m anejar el

diccionar io, ya que el apr endiz ha de

desar r ollar suficientes destr ezas que le per m itan apr ovechar sus posibilidades (Her nández Her nández, 1993). En ese sentido, el docente ha de conocer esta her r am ienta de apr endizaje y seleccionar la m ás adecuada par a la r ealidad del aula (Pr ado Ar agonés, 2005). [2] Desde la per spectiva codificador a, par a la im por tancia de la infor m ación gr am atical en los diccionar ios m onolingües de apr endizaje, véase Santam ar ía Pér ez, 2004.

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veles de apr endizaje par a hablantes no for áneos estos datos son cier tam ente valor ables. Si el diccionar io, com o se ha señalado, r efleja la nor m a, r esulta indiscutible que al tr atar la infor m ación fr aseológica no solam ente ha de incluir se lo sistem ático, com o ocur r e, por ejem plo, en la esfer a locucional (Cor pas Pastor, 1996), sino tam bién lo que sino tam bién lo que sim plem ente nace del consenso entr e los hablantes (Castillo Car ballo, 1998 y 2002). Es decir, deben consider ar se las unidades que coapar ecen habitualm ente en el discur so y que inciden en el ?pr oceso de sem antización?[3]. No se puede poner en duda que en la elabor ación de nuestr os discur sos no contam os con total liber tad, pues estam os obligados, si no quer em os desvincular nos de los hábitos lingüísticos de nuestr os inter locutor es, a seleccionar las unidades léxicas dentr o de un núm er o finito de posibilidades par a ver balizar un hecho o una r ealidad, aunque potencialm ente no exista esa r estr icción desde el punto de vista del sistem a (Ír sula, 1992). Se podr ía decir, de este m odo, tener atención, hacer una decisión, o tocar una idea, aunque lo que r ealm ente se m uestr a consolidado y acom odado a la costum br e del hablante com petente ser ía pr estar atención, tomar una decisión y acar iciar una idea, r espectivam ente. Es en el pr oceso de codificación donde se agudizan las dificultades par a el usuar io de la lengua, bien en el ám bito de apr endizaje del alum no for áneo (Castillo Car ballo, 2001a), bien en la etapa escolar del hablante nativo (Castillo Car ballo, 2001b). Elegir las unidades léxicas adecuadas favor ece la com plicidad con unos usos lingüísticos idiosincr ásicos[4]. No obstante, hay que ser conscientes de que el hecho de que un vocablo po-

[3] No basta con conocer el significado potencial de una unidad léxica, pues tam bién r esulta fundam ental el dom inio de la infor m ación colocacional y sintáctica. Es lo que se conoce com o ?pr oceso de sem antización?, por lo que no se concluye únicam ente con el conocim iento del significado potencial (Beheydt, 1987: 57). [4] Pr ecisam ente la exigencia de pr estar especial hincapié en las com binaciones de palabr as difer encia los diccionar ios m onolingües de apr endizaje de los gener ales e incluso de los escolar es, aunque que estén m ás cer ca, lógicam ente, de estos últim os (Battaner, 2000).


posea un estr echo vínculo con otr o acentúa la insegur idad en el m ecanism o de selección[5]. Es evidente que el r esultado de esta acción exter ior izada puede r esultar m ucho m ás negativo que el pr oceso inter ior izado de descodificar, en el que el diccionar io puede ayudar con m ás facilidad, pues una com binación no habitualizada pone en evidencia un deficiente dom inio de la lengua. La com petencia léxica incluye m ucho m ás que el conocim iento del contenido de una palabr a, ya que abar ca, adem ás de conocim ientos sociológicos y pr agm áticos, el m anejo de una ser ies de r elaciones tanto en el eje par adigm ático com o sintagm ático (Bar alo, 2007). Hacem os r efer encia al ám bito fr aseológico en los dos casos antes señalados, dado que si en las locuciones el gr ado de opacidad léxica es consider able, de ahí que se hable de idiom aticidad, en las com binaciones r estr ingidas, exceptuando, y no siem pr e, los casos de tipicidad (Koike, 2001), r esulta indispensable tener en cuenta el factor de desplazam iento sem ántico de uno de los elem entos, el que es seleccionado por el otr o, por lo que la tr anspar encia no r esulta total, com o sí sucede con los sintagm as libr es. Es decir, com o consecuencia de estas elecciones r ecur r entes, se obser va en m uchas ocasiones una opacidad par cial de sentido pr oveniente de uno de sus elem entos[6]. Si en el caso de las locuciones (aunque tam bién habr ía que tener en cuenta otr os tipos de expr esiones com o las fór m ulas r utinar ias o los llam ados enunciados de valor específico), es constatable su m ar cación categor ial[7], al m ar gen de que se acier te o no tipológicam ente hablando; en las com binaciones habitualizadas no se m uestr a anotación alguna en los r eper tor ios gener ales o específicos, estén indicados par a usuar ios nativos o no[8]. Ser á en el pr im er enunciado m icr oestr uctur al, del que for m an par te los ejem plos, o en las par áfr asis definitor ias del segundo enunciado[9], sobr e todo si se delim itan adecuadam ente los contor nos lexicogr áficos par a difer enciar lo conm utable de lo contextual, donde se evidencien coapar iciones de r estr icción discur siva. A veces, se pueden r econocer en lo que algunos llam an subentr adas[10], al ser etiquetadas com o expr esiones, que han de entender se lógicam ente com o locuciones:

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Ni siquier a en los pr ólogos se alude habitualm ente a que en estos lugar es se incluye infor m ación colocacional. Incluso el usuar io que m aneja con

[5] Es tan im por tante el apr endizaje de las com binaciones r estr ingidas en la adquisición de lenguas que se ha defendido la necesidad de elabor ar r eper tor ios específicos de colocaciones (Higuer as Gar cía, 2005). Véase, en ese sentido, la pr opuesta de Alonso Ram os (2010). [6] Algunos autor es, com o Gar cía-Page, defienden una visión m ás estr echa del ám bito fr aseológico, pues lo r estr ingen a lo estr ictam ente locucional: Cr eem os que el ver dader o núcleo de la Fr aseología, su auténtico objeto de estudio, son las locuciones, y que las clásicas par em ias y pr over bios o r efr anes deben ser asignados a la Par em iología, com o ya pr oponía Casar es a m ediados del siglo XX, se conciba o no ésta com o par te de la Fr aseología. La tr adición m ás m oder na le ha ido atr ibuyendo a la Fr aseología m ás poder, m ás alcance, adscr ibiéndole otr os tipos de unidades que, aun con clar as concom itancias en algunos aspectos, no le per tenecen en absoluto. Es de este m odo com o la Fr aseología ha llegado a conver tir se en un volum inoso e inabar cable cajón de sastr e, con tr ajes de distinta hechur a, géner o y color ; m ás pr opios de un car naval lingüístico. La Sintaxis, la M or fología, y tam bién el Léxico, han quedado ser iam ente m utilados al ar r ebatár seles fr agm entos de su vetusto cuer po, secular m ente for m ado, tales com o las estr uctur as sintagm áticas m oder nam ente conocidas com o colocaciones y las solidar idades léxicas, los tam bién jóvenes pr edicados de ver bo sopor te o de apoyo, y los com puestos sintagm áticos o sinápticos (Gar cía Page, 2008: 8). [7] En los últim os años se obser va especial inter és por conseguir una catalogación pr ecisa de las locuciones. Especialm ente, se cor r obor a esta m aner a de pr oceder en las dos últim as ediciones académ icas. [8] Com o tam poco se puede hablar, dada la heter ogeneidad de las com binaciones léxicas, de una única per spectiva de análisis, se han pr opuesto taxonom ías, com o las que difer encian las r estr icciones no sistem áticas de las sistem áticas (Sánchez Rufat, 2010). [9] Es decir, el que hace r efer encia a la unidad léxica en cuanto signo, fr ente al que infor m a sobr e su contenido (Seco, 1978: 217). [10] Pr ecisam ente en el ám bito de la enseñanza de lenguas se habla con fr ecuencia de las unidades léxicas que, junto con las palabr as, incluyen constr ucciones con m ayor o m enor gr ado de fijación, entr e ellas las colocaciones (Bar alo, 2007).


cier ta asiduidad un r eper tor io y que desar r olla hábitos de sistem atización en la per tinente consulta no encuentr a en algunos de los casos señalados esta com binator ia léxica, pues si nos fijam os en las contextualizaciones, no siem pr e apr ovecha el lexicógr afo el espacio del que dispone par a incluir las coapar iciones. En definitiva, el aspecto colocacional se r efleja en la m icr oestr uctur a, gener alm ente, sin r igor. Se tr ata de una tendencia fr ecuente. No obstante, lo m ás discutible no es la ubicación asistem ática de estas com binaciones, sino la elección de unidades, en ocasiones, poco o nada habituales. Ya en un tr abajo anter ior (Castillo Car ballo, 2010: 160) llam aba la atención sobr e este pr oceder par a algunos vocablos com o cundir , con el sentido de ?extender se o pr opagar se? que se com bina, en el espacio r eser vado par a el ejem plo, con noticia, cuando lo habitual es que coapar ezca con pánico, alar ma, miedo, etc.:

cun·dir [? ]. 3 fig. Extender se una cosa que no es m ater ial: la noticia del fr aude cundió con mucha r apidez y todo el mundo se enter ó. (Diccionar io par a la enseñanza de la lengua española, VOX, 1995).

La dir eccionalidad de las estr uctur as colocacionales, de la base al colocativo, im plica que el discente no pueda pr oducir una com binación adecuada si el diccionar io no pr opor ciona infor m ación com binator ia en la base[11], que es el único elem ento sobr e el que tiene com petencia o en el que centr a la atención par a elabor ar la secuencia:

Lo r ealm ente im por tante en el pr oceso de constr uc-ción de la colocación pincho de tor tilla no es el tér m ino pincho en sí, por que donde pr im er o centr a su inter és el hablante es en tor tilla, elem ento del que quier e decir algo, es decir, ?una por ción de?; o, por ejem plo, en contr aer matr imonio es el segundo elem ento el que establece la dir eccionalidad, pues lo nor m al es fijar la atención en el vocablo matr imonio y luego decidim os qué quer em os pr edicar de él. Así sucede con cualquier com binación habitualizada de este tipo. (Castillo Car ballo, 2010: 158).

[11] El ám bito colocacional está tam bién lógicam ente pr esente en deter m inadas sinstr atías. De ahí que haya que tener lo en cuenta en la enseñanza y apr endizaje del español con fines específicos (Vidal y Cabr é, 2005; González Gr ueso, 2006). 77

Al r esultar evidente la im por tancia del factor sem ántico en el ám bito colocacional (Koike, 2002), ser ía deseable que se añadiesen acepciones de estas unidades que r eflejen la citada m odificación de contenido. Sobr e todo si tenem os en cuenta la alter ación sem ántica de uno de los m iem br os de la com binación, que, a veces, llega a una cuasigr am aticalización, dado que, en no pocas ocasiones, alcanza un car ácter m er am ente intensificador sem ejante al que car acter iza a los constituyentes lexicogenésicos apr eciativos, com o puede ver se, por ejem plo, en las com binaciones er r or monumental o pr ecio / cantidad astr onómico /-a:

monumental [adj. inv. en gén.] 1 que tiene m onum entos o que tiene valor de m onum ento: la zona monumental de una ciudad; un edificio monumental. 2 m uy gr ande o m uy im por tante: cayó una r oca monumental de la montaña; tuvo un er r or monumental. sin. enor m e* . (Diccionar io júnior. Educación pr imar ia. Vicens Vives, 2001). astr onómico, ca (as·tr o·nó·m i·co) [adjetivo] 1 De la astr onom ía o r elacionado con esta ciencia. 2 Dicho de una cantidad, que es dem asiado gr ande: pr ecios astr onómicos. (Diccionar io Básico de la lengua española. Pr imar ia, SM , 2014).

Hay que señalar que par a un hablante nativo con m adur ez lingüística una tr ansgr esión colocacional puede tr atar se de una licencia pr obablem ente justificada, per o par a un apr endiz en estadios iniciales o inter m edios tal vez contr ibuya a desor ientar y cuestionar las pr oducciones que constata en su entor no m ás cer cano o incluso académ ico. Por esta r azón, los diccionar ios escolar es deben pr estar especial atención a la com binator ia r estr ingida. No se puede obviar que es pr oblem ático r ecoger siem pr e con acier to las com binaciones habitualizadas en los diccionar ios. Esto se obser va, sobr e todo, en las difer entes decisiones que tom an los lexicógr afos, incluso en las distintas ediciones de una m ism a obr a, dando lugar, en ocasiones, a que se r evise lo r ectificado. Por ejem plo, en la vigésim a segunda edición del Diccionar io de la lengua española (RAE, 2001), se r ecogía bajo la entr ada cer val dos acepciones que nada tenían que ver con el ám bito colocacional, si bien en la r elación de r em isiones a unidades r egular izadas que podr ían entender se com o locución, r egistr adas al final del ar tículo lexicogr áfico, apa-


apar ecía miedo cer val. De este m odo, en la entr ada miedo encontr ábam os la estr uctur a sintagm ática del envío (~ cer val m . El gr ande o excesivo). No se puede negar que un adjetivo en com pañía de deter m inados sustantivos (u otr as categor ías de palabr as en r elación sintagm ática) puede sufr ir una m odificación de sentido de car ácter estable y, por tanto, susceptible de ser sistem atizado en cualquier r ecopilación lexicogr áfica, com o ya se ha apuntado. Lo que no par ecía tener se en cuenta en el DRAE (2001), en la m edida en que, aunque par a el usuar io tan solo sea, tal vez, cuestión de m atices, se obvia el hecho de que se haya consolidado en el uso uno de los posibles sentidos. No hay que olvidar que los diccionar ios, en gener al, r ecogen solo aquellos que se han r egular izado y son constatables, por lo que habr ía que aplicar este m ism o cr iter io en el caso de cer val. Este no es el pr oceder de algunos diccionar ios escolar es com o el Diccionar io Básico de la lengua española. Pr imar ia (SM , 2014), en el que, par a la com binación analizada, se cataloga bajo el adjetivo cer val una única acepción, pr ecisam ente la r efer ida al valor intensificador que este vocablo en coapar ición con miedo ha desar r ollado:

cer val cer ·val [adjetivo] Dicho del m iedo, que es m uy gr ande o m uy fuer te: las ser pientes me inspir an un miedo cer val.

De esta m aner a, la sistem atización del sentido consolidado contr ibuye a focalizar la atención no solo en una acepción concr eta, sino que, adem ás, ofr ece infor m ación r efer ente al aspecto colocacional. Todo ello en su conjunto incide en el car ácter didáctico de estas obr as y en la oper atividad léxica.

La pr opia Academ ia en el Diccionar io del estudiante (RAE, 2011), sí dio cuenta del sentido r efer ido de cer val[12].

cer val.

adj.

Dicho

de

m iedo:

M uy

gr ande

o

incontr olable: Le tiene un miedo cer val a las ar añas.

[12] Adem ás, com o única acepción. 78

Este cam bio de cr iter io se ve tam bién r eflejado en la últim a edición del DRAE (2014):

cer val. adj. 1. Per teneciente al cier vo, o de car acter ísticas pr opias de él. | | 2. Dicho del m iedo: M uy gr ande o excesivo.

El pr opósito de ofr ecer una infor m ación m ás clar a y concisa en los diccionar ios escolar es, destinados a usuar ios en etapas r egladas de for m ación lingüística, lleva a soluciones de esta natur aleza. Son cuestionables, en todo caso, las apr eciaciones que apar ecen en las páginas pr elim inar es del Diccionar io del estudiante (RAE, 2011: XXI) sobr e el intento de delim itación entr e lo que se entiende por com binaciones estables y locuciones y expr esiones, fundam entalm ente. Pues algunas que se catalogan entr e las pr im er as podr ían tr atar se com o locuciones. Piénsese, por ejem plo, en númer os r ojos, cuyo sentido es el de ?saldo negativo en una cuenta? o el de númer o uno, definido com o ?per sona o cosa que destaca en algo sobr e todas las dem ás?, concebidos am bos casos com o com binaciones estables, aunque per fectam ente se podr ían consider ar locuciones, en la m edida en que el significado global no se puede deducir de la sum a de sus com ponentes; o en el r ecur r ente ejem plo, sobr e todo por que par ece no existir acuer do en su tr atam iento, de diner o negr o, al que vuelve a aludir en la séptim a acepción del adjetivo negr o y al que le atr ibuye, m ediante la ver balización que pr opor ciona el pr oceso definitor io, un sentido consolidado por el uso y, por tanto, sistem atizable: ?clandestino o ilegal?. De todas for m as, m ientr as no se desar r ollen m étodos explícitos en los que se den cuenta de las com binaciones r estr ingidas, puede ser loable que la infor m ación se apor te tanto en el vocablo libr e com o en el especializado, par a paliar, en lo posible, los pr oblem as de codificación y descodificación. Las difer entes apr eciaciones sobr e el tr atam iento de la com binator ia léxica en los diccionar ios, en gener al, y en los didácticos, en par ticular, ponen de m anifiesto que queda m ucho por r eflexionar par a adoptar cr iter ios r azonables y constantes, que abor den el fenóm eno siem pr e de m aner a hom ogénea, sobr e todo si se tiene en cuenta que en la catalogación de las unidades con cier to gr ado de fijación se ha aplicado un pr ocedim iento secular en el que o se pr escindía de toda etiqueta-


ción, o bien se utilizaban m ar caciones dem asiado gener ales que no distinguían entr e los difer entes fenóm enos fr aseológicos. En cualquier caso, se tr ata de una asignatur a pendiente par a el quehacer lexicogr áfico, que en los r eper tor ios escolar es y de apr endizaje de segundas lenguas no deja de ser apr em iante, fundam entalm ente por estar destinados a usuar ios en etapas de for m ación.

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M ª Auxiliador a Castillo Car ballo

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Acercamiento al concepto género desde una perspectiva lexicográfica Ana Costa Pér ez Univer sidad Car los III de Madr id

Investigadora y profesora en la Universidad Carlos III de Madrid

1. I ntr oducción

L as ideas que se exponen en este tr abajo suponen un acer cam iento al discur so sobr e el géner o bajo un enfoque lexicogr áfico. El pr oblem a se plantea desde el inicio: nos enfr entam os a un concepto, el de géner o, som etido desde hace décadas a constante r evisión debido a su significación poliédr ica. Desde diver sas disciplinas com o la filosofía, la política, la sociología, la antr opología, la biología o la gr am ática se r eflexiona cíclicam ente sobr e esta noción sin avances especialm ente clar ificador es y sin voluntad de hallar una par cela de entendim iento que per m ita aunar esfuer zos[1]. Par a este fin nos pr oponem os adoptar una per spectiva discur siva, ya que este análisis par te de la necesidad de consider ar las palabr as en r elación a su uso funcional y com unicativo. Este enfoque ha posibilitado que podam os utilizar la categor ía ?géner o? no solo asociada a la lingüística (gr am ática) sino tam bién a otr as ciencias sociales[2] y cognitivas cuyas visiones ser án de gr an ayuda par a desenm ar añar la r aíz de la pr oblem ática sur gida en tor no al lenguaje y al géner o. Desde hace casi un siglo[3] hem os venido confor m ando un significado de la palabr a géner o com o una am algam a que engloba al conjunto de pr ácticas, cr eencias, r epr esentaciones y pr escr ipciones sociales que sur gen entr e los 81

integr antes de un gr upo hum ano en función de la inter pr etación y valor ación que se hace de la difer encia anatóm ica entr e hom br es y m ujer es. Esta difer enciación en apar iencia sim plista se plasm a no solo en la división de las actividades que r ealiza cada sexo, sino que tam bién afecta a las identidades e inter acciones entr e hom br es y de m ujer es. De este m odo, cualquier visión de géner o descansa sobr e lo que histór icam ente ha significado ser hom br e y ser m ujer y sobr e la r elevancia social de este hecho.

[1] Existe copiosa bibliogr afía sobr e el concepto de géner o, aunque se constata que pese a los intentos de cr ear obr as conjuntas, se tiende a r eflexionar sobr e su significación de for m a aislada, esto es, cada disciplina abor da la cuestión por separ ado, aunque luego los tr abajos se r ecojan en for m a de antologías, entr e las que destacam os : Disch, Estelle. Reconstr ucting Gender : A M ulticultur al Anthology. M ayfield Pub. Co., 1997. [2] Véase al r especto: Nar otzky, Susana. M ujer, mujer es, géner o: una apr oximación cr ítica al estudio de las mujer es en las ciencias sociales. Editor ial CSIC - CSIC Pr ess, 1995. [3] En los años 50, el psicoanalista estadounidense Rober t Stoller utilizó la oposición sex/gender en su estudio de los tr ansexuales par a distinguir entr e la identidad sexual (gender ) y el sexo biológico (sex). Este par entr ar ía algo m ás tar de en la teor ía fem inista, aunque aplicado no ya a los individuos, sino a las estr uctur as sociales. Se consider a que la pr im er a en utilizar lo en este contexto fue la antr opóloga Gay Rubin, en un ar tículo publicado en 1975.


El com etido de estas líneas se encam ina a llam ar la atención sobr e un catálogo de definiciones que ponen en entr edicho la neutr alidad descr iptiva de los tr abajos lexicogr áficos españoles conver tidos en diccionar ios.[4] Esta visión no im plica que no se r econozca el enor m e avance que en los últim os años ha exper im entado la lexicogr afía com o cam po de investigación: el quién tr abaja y dir ige, el cóm o se tr abaja y se or ganiza el tr abajo, en qué condiciones, con qué fines, con qué técnicas y con qué pr esupuesto, espacio o tiem po se cuenta son cuestiones que subyacen a cualquier análisis lexicogr áfico y aunque puedan r esultar obvias, no han sido consider adas ni siem pr e ni en conjunto en el tr atam iento m eteor ológico lexicogr áfico.

2. Géner o, diccionar io e ideología. Enfoque discur sivo. Si analizam os la labor de cualquier a de las disciplinas que tr adicionalm ente se han enfr entado cr íticam ente a géner o, vislum br am os que es una noción tan discutida com o discutible. Esto es debido a que la natur aleza de su significación está enor m em ente diver sificada y, en consecuencia, una definición com pleta plantea desde el pr incipio una gr an com plejidad. Por una lado, es difícil que se aluda sim ultáneam ente a todos los m atices significativos que r equer ir ía una definición de car ácter univer salista; y por otr o, debem os r ecor dar que cada disciplina (antr opológica, lingüística, filosófica, sociológica, pr agm ática) se especializa

[4] Debido a las lim itaciones de espacio se centr ar á la atención en el Diccionar io de la Real Academ ia Española. . El pr incipal m otivo por el que se ha optado por este diccionar io está r elacionado con la apar ente ?oficialidad? de la que goza entr e los hablantes. San Vicente, Gar r iga y Lom bar dini señalan en r efer encia a este hecho que: ? En la cultur a de habla española existe desde hace casi tr es siglos un diccionar io, el diccionar io de la Academ ia, el diccionar io ?oficial?, der ivación del m encionado de Autor idades, que hoy se encuentr a en las puer tas de su vigésim a ter cer a edición y ha constituido una pieza clave en la codificación (a veces, im posición) de la unificación lingüística, cultur al, y por tanto, ideológica de difer entes naciones y ter r itor ios de habla española- en la actualidad es r efer encia ( a veces, única) par a m ás de cuatr ocientos m illones de per sonas? ( 2011: 10)

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en un cam po de significación concr eta, y no en todos los posibles, de tal m aner a que el concepto definido se r esuelve en todos los casos con cier ta am bigüedad. Tam poco podem os pasar por alto que r elacionar ideología y diccionar io im plica for zosam ente adoptar una per spectiva histór ica que nos per m itir á analizar el discur so lexicogr áfico com o un pr oducto de la tr adición, com o una r adiogr afía de la sociedad r epr esentada a tr avés de la evolución de sus palabr as y fotogr afiada en un m om ento concr eto. El pr opio pr oceso definitor io r equier e el conocim iento de una ser ie de técnicas que no gar antizan per se la asepsia o la neutr alidad significativa. Ya adver tía Bloom field al r especto que ?el establecim iento de los significados es, por consiguiente, el punto débil del estudio del lenguaje, y lo seguir á siendo hasta que el conocim iento hum ano avance m ucho m ás allá de su estado actual? (Bloom field, 1933: 40). Las palabr as nom br an, designan y descr iben r ealidades per o tam bién ideas. ?Tendr íam os m enos disputas en el m undo si se tom ar an las palabr as por lo que son, signos de nuestr as ideas solam ente, y no por ellas m ism as?[5] afir m aba el filósofo inglés John Locke, y es que una idea, es un acto de conocim iento, pur o y r acional, pr im itivam ente hum ano, ligado a la per cepción subjetiva, a la opinión y al juicio individual. Solo teniendo pr esente que la r epr esentación de una idea tiene tantas dosis de r azón com o de fantasía m etam or foseada gr acias a la lógica hum ana, entender em os qué es ideología. Ideología no es m ás que el r esultado de colectivizar las ideas, de la puesta en com ún de las m ism as hasta su aceptación com unitar ia. Nada hay de m alo, entonces, en consider ar el diccionar io com o un pr oducto ideológico, aunque cor r em os el r iesgo de que esta asociación se contam ine con las connotaciones negativas que siem pr e han vincula-

[5] YER, A. J., Lenguaje, ver dad y lógica [1936; 1946: 2ª edición r ev.], tr ad. M ar cial Suár ez, Bar celona, Planeta-Agostini, 1986.


vinculado ideología con doctr ina.[6] Un diccionar io er a en tiem pos de Locke, y tam bién lo es ahor a, un listado alfabético de ideas m ás o m enos estandar izadas, espejo del im aginar io colectivo de una lengua. Un lugar de encuentr o de aquello que decim os y pensam os com o sociedad, fechado y cer tificado por la autor idad, por el m agister io o por el saber hacer de su autor o autor es. La ideología pr etende ser estudiada desde estas líneas com o una m ás de las var iables fundacionales del tr abajo lexicogr áfico con la que nos debem os enfr entar nos tanto los que analizam os com o los que hacen diccionar ios, ya que el léxico es el plano de la lengua m ás pr oclive al cam bio, m im etizándose y adaptándose de m aner a par alela a com o lo hacen sus hablantes a los cam bios sociales. Así, si asum im os que las palabr as son m edios par a conseguir un fin, esto es, son her r am ientas par a ?fabr icar cosas?[7] y r epr oducir ideas, son ellas las que nos van a per m itir conceptualizar, diseccionar, m oldear, constr uir, analizar e inter pr etar la r ealidad que nos cir cunda, r ecogida por el diccionar io en difer entes or ganizaciones (alfabética, ideológica) y siguiendo difer entes m etodologías (nor m ativa, descr iptiva, didáctica) Solo teniendo en cuenta todo este entr am ado, com plicado aún m ás por las vicisitudes editor iales y las lim itaciones espacio-tem por ales y pr esupuestar ias[8], podr em os entender la dificultad de enfr entar diccionar io con la categor ía analítica de géner o.

[6] Esta idea es apuntada con acier to en las páginas intr oductor ias que pr eceden a ls ar tículos que com ponen Ideoloex: estudios de lexicogr afi? a e ideologi? a en San Vicente, Fe? l ix, Cecilio Gar r iga Escr ibano, and Hugo E Lom bar dini. M onza, Italia: Polim e? t r ica Inter national Scientific Publisher, 2011. [7] Esta expr esión hace alusión al juego de palabr as utilizado en el libr o de John Austin How to Do Things with Wor ds. Har var d Univer sity Pr ess, 1975. [8]No ser ía im posible, dada la natur aleza del escr ito, desentr añar todas las cuestiones r elacionadas con las r estr icciones e im posiciones editor iales que, sin lugar a dudas, influyen notablem ente en la elabor ación de diccionar ios. Una infor m ación com pleta a este r especto puede encontr ar se en el capítulo Por to Dapena, J. Alvar o. M anual de te? cnica lexicogr a? f ica. M adr id: Ar co/Libr os, 2002.

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3. Géner o como categor ía analítica de difícil tr aducción La m ultiplicidad de significados de la palabr a géner o que hem os apuntado no es m ás que una m uestr a de la las conexiones entr e distintos m ecanism os sociales que gir an en tor no al ser hum ano com o pr otagonista: la or ganización social, la clasificación de los ser es hum anos, la categor ización, las pr escr ipciones nor m ativas, las exper iencias acer ca del cuer po, del deseo, de la identidad, de la difer encia o de la sexualidad. Por eso es necesar io tr azar una línea divisor ia entr e géner o com o m odelo explicativo (com o estr uctur a) y géner o com o categor ía analítica (com o var iable ideológica). Par a Scott el géner o com o categor ía analítica es de utilidad por que ? pr opor ciona una m aner a de descodificar el significado y de entender las conexiones com plejas entr e var ias for m as de inter acción hum ana? ( Scott, 1986: 107) en esta m ism a línea Sandr a Har ding defiende la necesidad de adoptar géner o com o par te de una m etodología analítica puesto que ? el hecho de que haya clase, r aza y difer encias cultur ales entr e m ujer es y entr e hom br es no es, com o algunos han pensado, una r azón par a consider ar que la difer encia de géner o no tiene teór icam ente ninguna im por tancia. (? ). Vir tualm ente en cualquier cultur a, la difer encia de géner o es una m aner a fundam ental con la que los hum anos se identifican a sí m ism os com o per sonas, or ganizan sus r elaciones sociales y sim bolizan eventos y pr ocesos sociales significativos? (1986:18). Otr o de los pr oblem as que debem os solventar y del que contam os con abundante bibliogr afía está r elacionado con la configur ación sem ántica de la palabr a géner o, cuya tr aducción del inglés al español entr aña cier tas dificultades que no debem os ignor ar y que tam bién se pr esentan en otr as lenguas r om ánica. El desafío definitor io tanto de géner o com o de sexo r eside, pues, en la im por tancia de la pr ecisión léxica fr uto de tr aducciones im pr ecisas. Si nos ceñim os al tér m ino anglosajón gender, este no se apr ecia com o una cualidad o atr ibuto aplicable a una per sona o anim al, sino que r epr esenta una r elación de per tenencia a un gr upo o categor ía, de m odo que asigna a un individuo una posición con r especto a la sociedad. En alem án se ha optado por la adopción de la for m a inglesa gender que coexiste


el vocablo alem án geschelecht, el cual podr ía tr aducir se tanto por géner o com o por sexo en castellano. Por su par te la palabr a sexo (del latín secar e) es un tér m ino cuyo significado abar ca una gr an cantidad de focos significativos dependiendo de la lengua a la que atendam os. La lengua inglesa denota con la palabr a sex lo pur am ente físico-biológico; en fr ancés, en cam bio, la denotación de sex se extiende adem ás de a la a la vida sexual del individuo, a la idea sexuada de individuo, contr aponiéndose de este m odo, difer encia sexual (distinción entr e sexo biológico o filosófico) y difer encia de sexos (distinción em pír ica). La tr aducción de la palabr a gender al italiano no es tam poco sencilla por que el tér m ino gener e, que es su equivalente en este idiom a, es sobr e todo un tér m ino gr am atical y, por lo tanto, tiene un significado m ar cadam ente convencional, m ucho m enos sustancial que en inglés. Luego, en italiano, com o ocur r e en castellano, la palabr a géner o está m ás alejada de la palabr a sexo que la lengua anglosajona y ha adquir ido un significado sociológico.[9] En castellano, al igual que ocur r ía en italiano, géner o no solo se utiliza en gr am ática sino que tam bién sir ve par a designar a la especie hum ana, de m odo que se usa par a denom inar al conjunto de los ser es hum anos com o la sexuación de la especie en dos categor ías: fem enino y m asculino. De este m odo el pr oblem a no r eside tanto en la tr aducción de gender a otr as lenguas, sino en la inexistencia de la tr aducción al inglés de conceptos com o ?difer encia de sexos? o ?difer encia sexual?.

4. Otr os géner os de géner o. Algunos ejemplos. El géner o del que venim os delim itando no depende en cualquier caso con el géner o gr am atical[10], aunque se vincule indisolublem en-

[9] El Oxofor d English Dicctionar y incluye com o últim a acepción de gender este significado que apuntam os: Psychol. and Sociol. (or ig. U.S.). The state of being m ale or fem ale as expr essed by social or cultur al distinctions and differ ences, r ather than biological ones; the collective attr ibutes or tr aits associated w ith a par ticular sex, or deter m ined as a r esult of one's sex. Also: a (m ale or fem ale) gr oup char acter ized in this w ay . [10] Rem itim os a la Nueva gr amática de la lengua española y e Diccionar io panhispánico de dudas, las dos publicaciones m ás r ecientes de la Real Academ ia de la Lengua las que se abor da de for m a detallada la cuestión del géner o gr am atical.

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m ente a éste en su expr esión lingüística, sino que es una m anifestación ideológica de la difer encia entr e hom br es y m ujer es. Este se m anifiesta al enfr entar nos a la tar ea ingente de definir cuando en deter m inados vocablos nos topam os con una dificultad añadida de r esolver un pr oblem a discur sivo de pr im er or den: concebir hom br e o m ujer com o sujetos histór icos al m ar gen de cualquier sesgo ideológico. Esta tendencia se ha r eflejado a lo lar go de la tr adición lexicogr áfica española en las entr adas de un elevado núm er o de palabr as que han sido explicadas sin apar ente r eflexión sobr e la univer salidad o la causa de sus significados. En m uchos de estos casos se tr ata de la adopción de una visión pur am ente individualista, per o es cier to que car acter izar la esencia de un concepto asociado a hom br e o m ujer , aunque esta esencia solo sea descr iptible desde la natur aleza social de la significación, en ocasiones conlleva r eflejar sin m ás la visión de aquel que r ealiza dicha car acter ización, pasando por alto que un m ínim o descuido en la descr ipción de los r asgos significativos de estos vocablos podr ía tener im por tantes consecuencias tanto en lo r elativo a sentido pr ofundo com o a la inter pr etación de lo que significa ser hom br e y m ujer. El lexicógr afo ostenta, com o par te fundam ental de su com etido, el poder de nom br ar y en esta asignación de significaciones de lo m asculino y lo fem enino se pr oduce siem pr e un pr oceso esencial de distinción descr iptiva: lo que es fem enino se define en deter m inados ejem plos desde la difer encia, la car encia, la vir tud, el deseo o la r epr esentación ester eotipada. Efectivam ente, es ya casi un lugar com ún el denunciar los usos ideológicos de la lexicogr afía, com o si hubier a una m etodología pur a que pudier a aplicar se de un m odo neutr al o de otr o inter esado. Y aunque m enos com ún per o cada vez está m ás extendida, es la consider ación de los com ponentes ideológicos que inciden en la constr ucción de diccionar ios y en la im por tancia de r econocer los par a depur ar técnicas y m ecanism os pr opios de esta labor. Las lenguas son sistem as potencialm ente neutr os per o dependen siem pr e de quienes las usan. El sexism o lingüístico nace estr echam ente vinculado con la pr agm ática y se m anifiesta a tr avés en la lengua no solo cuando utilizam os las palabr as, sino tam bién en lo que dam os a entender, en lo


que entiende quien inter pr eta o en lo que insinuam os sin pr etender lo. La com unicación im plica pr ocesos m uy com plejos en los que no siem pr e r evelam os nuestr os pr opósitos. De entr e todas las for m as que encuentr a el sexism o de m anifestar se en la lengua nos centr ar em os en la que Buxó consider a de natur aleza léxico-sem ántica, esto es, a aquella que los diccionar ios pueden incluir por m edio de ?distinciones sem ánticas adicionales que son vivo r elejo de connotaciones sociales difer enciadas par a am bos sexos? (1978: 98) Adem ás, se utilizar á par a ello una per spectiva sincr ónica asum iendo que cualquier per iodo histór ico es fr uto de un discur so que ideológicam ente r efleja las pulsiones de su tiem po.

Com enzar em os por el par : andr ofobia/ misogina. El er r or de técnica lexicogr áfica en este caso concr eto no se basa en la distinción del r efer ente, pues en la definición de andr ofobia se r em ite a hom br e en su concepción genér ica, per o sí que encontr am os una r efer encia a var ón en la etim ología de andr ofobia ausente en la de m isoginia, que pr oviene de del gr iego antiguo ?????????, com puesto de ????? (m iseo), "detestar, odiar ", y ???? (gyné), "m ujer ?. Este hecho r esulta cuanto m enos r elevante si consider am os que el diccionar io académ ico sí señala el significado etim ológico ?odio? de las r aíz ????? (miseo) en misoneísmo, aunque no r ecoge el significado del pr efijo ???? (gyné) en ninguna de las palabr as der ivadas del m ism o com o gineceo o ginecología.

Se tom ar á com o base par a el análisis de las palabr as escogidas una ser ie de com por tam ientos que r eflejan las dinám icas sociales que han sostenido las r elaciones no sim étr icas entr e hom br es y m ujer es y que afectan a todos los aspectos de la vida social. Estos com por tam ientos for m an par te de la identidad cultur al de los hablantes de am bos sexos, y aunque tr adicionalm ente los tr abajos r ealizados a este r especto han puesto el acento en la r eivindicación de las desigualdades, en esta ocasión se pr etende enfocar las asim etr ías desde otr o m ar co conceptual difer ente y anter ior m ente esbozado, al que habr ía que añadir, com o par te de nuestr o enfoque ideológico, la noción de géner o.

Por otr a par te, al contr aponer estas dos palabr as obser vam os que no se definen en los m ism os par ám etr os, especialm ente en lo que a valor ación per sonal se r efier e. Es de obligada aclar ación que estos dos tér m inos no han sido enm endados en la vigesim oter cer a edición del diccionar io publicada en octubr e de este año.

Nos detendr em os en este punto en una ser ie de lem as en los que la visión sobr e lo fem enino difier e notablem ente de la que se tiene sobr e los lem as cor r elativos m asculinos. En algunos casos, la entr ada fem enina r equier e una estr uctur a m ar cada en la que el pr im er tér m ino posee una pr im er a acepción r efer ida a una significación consider ada ?nor m al?, m ientr as que la segunda hace r efer encia alguna anom alía o anor m alidad del pr oceso. En otr os casos se obser va en la definición de la entr ada fem enina un tr atam iento m ucho m enos pr olijo y m inucioso consecuencia de su definición con tintes, fr ente a la m asculina m antiene las connotaciones neutr as o positivas inher entes al var ón. La m etodología lexicogr áfica se evidencia a tr avés de la desigualdad en el tr atam iento de los sexos que ar r astr a histór icam ente la sociedad y que queda r eflejada, fosilizada, en buena par te de los par es que pr esentar em os a continuación. 85

Andr ofobia: (Del gr. ? ???, ? ????? 'var ón' y fobia). 1. f. Aver sión obsesiva hacia los hom br es (DRAE, 2001).[11] M isoginia: (Del gr. ?????????). 1. f. Aver sión u odio a las m ujer es (DRAE, 2001).[12] M isoneísmo. (Del gr.??????, odiar, neo- e-ismo). 1. m . Actitud pr opia del m isoneísta, aver sión a lo nuevo.[13]

Otr o inter esante cam po de análisis del cor pus del diccionar io r evela que hay palabr as que car ecen de cor r elato o dual en el otr o géner o. Se pone de esta for m a en evidencia la falta de tér m inos par a designar actitudes, cualidades, valor es o acciones que no se cor r esponden con los r oles o ester eotipos tr adicionales asignado a cada sexo,es decir, que sólo se em plean con r efer entes exclusi-

[11] «andr ofobia», Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014 [12] «m isoginia», Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014 [13] «m isoneísm o», Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014


exclusivam ente m asculinos o fem enino. En el siguiente ejem plo analizado, asistim os a una nueva entr ada en el diccionar io académ ico, la del vocablo m asculinizar, aunque no nos detendr em os en la opor tunidad del ejem plo escogido, debem os señalar, que éstos, y en concr eto el que acom paña a la pr im er a de las acepciones, pueden dar cuenta de la per spectiva ideológica de cualquier diccionar io que los incluya.

M asculinizar. (Ar tículo nuevo. vigesim oter cer a edición)[14]

Avance

de

la

1 tr. Dar pr esencia o car ácter m asculinos a algo o a alguien. Deter minadas modas actuales masculinizan a la mujer. 2. pr nl. Adquir ir car acter es m asculinos.

M asculinizar y su uso pr onom inal masculinizar se entr an de esta for m a en el vigesim oter cer a edición del DRAE, avalado por una única apar ición en el Cor pus CREA. En cam bio, car ecer em os en esta nueva edición palabr a feminizar (tam bién de feminizar se) pese a que este vocablo apar ece en dos ocasiones en el CREA[15] Podem os analizar m asculinizar / fem inizar * en contr aste con el últim o de los par es escogidos en este análisis, puesto que se tr ata de una nom inalización de los m ism os que sí que se encontr aba ya en la anter ior edición en papel del DRAE (2001). Si com par am os estos vocablos se constata cóm o éstos no se estr uctur an bajo los m ism os cr iter ios puesto que masculinización tiene tr es acepciones y feminización una m ás. Un cr iter io lexicogr áfico objetivo y sim étr ico equipar ar ía estas dos definiciones con la única salvedad de la distinción de r efer entes. M asculinización.1.f. Biol. Desar r ollo de car acter es sexuales secundar ios pr opios del m acho en la hem br a de cualquier especie anim al.2. f. Gr am. Acción de dar for m a específica m asculina a un nom br e que no la tiene.3. f. Gr am. Acción de dar géner o m asculino a un nom br e or iginar iam ente fem enino o neutr o.[16]

[14] «m asculinizar », Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014

Fem inización.1.f. Biol. Apar ición y desar r ollo de los car acter es sexuales fem eninos en la m ujer nor m al, en el tiem po de la puber tad.2. f. Biol. Apar ición de deter m inados car acter es sexuales fem eninos, com o el desar r ollo de la m am a o la anchur a excesiva de la pelvis en algunos hom br es.3. f. Gr am. Acción de dar for m a fem enina a un nom br e que no la tiene.4. f. Gr am. Acción de dar géner o fem enino a un nom br e or iginar iam ente m asculino o neutr o.[17]

5. Conclusión El enfoque adoptado ha per m itido r ealizar una r adiogr afía de la sociedad tr avés de un cor pus r estr ingido de palabr as sobr e el que se ha tr abajado utilizando el géner o com o var iable analítica en su ver tiente ideológica. Se apr ecian en todos los par es analizados cuestiones r elacionadas con la pr esencia de una ideología de géner o, por lo que se subr aya la difer ente conceptualización que se r ealiza en este m anual lexicogr áfico de lo r elativo al hom br e y a la m ujer atendiendo al r educido cor pus estudiado. Este hecho se r efleja de difer entes m aner as en las definiciones en lo r elativo a distintos elem entos que afectan tanto a la m acr oestr uctur a com o a la m icr oestr uctur a del diccionar io tales com o: la etim ología, el or den de las acepciones, la m etodología asim étr ica en la r edacción de las m im as, las cor r espondencias fallidas entr e deter m inados par es de acepciones, la m ar cación desigual, los significados no actualizados o la r em isión a ester eotipos.

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[15] REAL ACADEM IA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea].Cor pus de r efer encia del español actual. <http://w w w.r ae.es> [ 20-10-14] [16] «m asculinización», Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014 86

[17] «fem inización», Diccionar io de la lengua española (22.a edición), Real Academ ia Española, 2001,consultado el 25 de septiem br e de 2014


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Ana Costa Pér ez


El mórfema -udo, da a través de su historia lexicográfica académica: siglos XVI I I y XI X[1] Carolina Julià Luna Universitat Autònoma de Barcelona

Profesora en la Universidad Autònoma de Barcelona y miembro del «Grupo de Lexicografía y Diacronía»

1. I ntr oducción

L os diccionar ios constituyen obr as de incalculable valor lingüístico en las que se puede estudiar el léxico desde m últiples per spectivas (Batuikova 2009). Desde el punto de vista de la m or fología léxica y de la lexicología histór ica (Cam pos Souto 2008; Claver ía 2012: 29-32; M uñoz Ar m ijo 2012), la lexicogr afía se convier te en una inter esante fuente de datos par a el exam en del tr atam iento de voces der ivadas en los diccionar ios (Pena 2008). El pr esente ar tículo tiene com o objetivo pr incipal el análisis de las voces que contienen el m or fem a -udo, da en la lexicogr afía académ ica de los siglos XVIII y XIX. Se tr ata de un elem ento inter esante tanto desde una per spectiva diacr ónica com o sincr ónica por diver sas r azones. Por un lado, desde el punto de vista histór ico, destaca el hecho de haber se hallado, hasta los siglos XIV-XV, en la inter faz entr e m or fología flexiva y m or fología der ivativa ? igual que les sucede actualm ente a -ado, da (M onge 1992; Pujol 2009; Claver ía et al. 2013; Huer tas 2013) e -ido, da (M alkiel 1946; Cr addock y Geor ges 1963; Dw or kin 1985; Huer tas y Julià en pr ensa)? , ya que hasta finales de la Edad M edia constituyó tanto una ter m inación de par ticipio pasado (defendudo < defender ) com o un sufijo (cer vigudo ?de cer viz abultada y gr uesa?, DESE s. v.). Por otr o lado, desde el punto de vista del español contem por áneo, destaca su uso únicam ente com o afijo der ivativo m ucho m ás 88

pr oductivo en español am er icano que en español eur opeo (Rainer 1993: 664-665; NGRAE 2009: 530-532). A pesar de que el objetivo pr incipal de la investigación que se pr esenta es el estudio del m or fem a der ivativo, par ece necesar io descr ibir y analizar conjuntam ente las car acter ísticas del afijo der ivativo y del m or fem a flexivo por la r elación que am bos elem entos m antuvier on (M alkiel 1992) y por el hecho de que la lexicogr afía de los siglos XVIII y XIX, tal y com o se com pr obar á m ás adelante, incor por a un gr upo r educido de for m as par ticipiales en -udo, da que conviven con un im por tante núm er o de der ivados. El estudio de este gr upo de voces en los diccionar ios académ icos pr etende apor tar datos sobr e la histor ia y evolución de este m or fem a y contr ibuir, en la m edida de lo posible, a la car acter ización de la técnica lexicogr áfica de la Real Academ ia (Claver ía 2003; Gutiér r ez Cuadr ado 2006; Julià 2012 y 2014). La investigación que se pr esenta se incluye en una de las pr incipales líneas de tr abajo que desar r olla el equipo del pr oyecto ?Por tal de Léxico Hispánico: m or fología der ivativa y docum entación? que dir ige la Dr a. Glor ia Claver ía en la Univer sidad Autónom a de Bar celona: el análisis de la sufijación ? uno de los m ecanism os

[1] El desar r ollo de esta investigación ha sido posible gr acias a la ayuda de la DGICYT (n.º de r ef. FFI2011-24183) y del Comis-sionat per Univer sitats i Recer ca de la Gener alitat de Catalunya (n.º de r ef. sgr 2014-1328).


m ás im por tantes en la for m ación de nuevas palabr as en las histor ia de cualquier lengua (Claver ía 2012: 29-31)? a par tir de las infor m aciones que ofr ecen las obr as lexicogr áficas, que constituyen cor pus de datos cer r ados que pr opor cionan infor m aciones sem ánticas que per m iten delim itar el objeto de estudio. Par a llevar a cabo la investigación, se par te de un cor pus de 147 palabr as cr eadas en español con el m or fem a -udo, da ? por ello, no for m an par te de este análisis las voces que a pesar de pr esentar esta ter m inación fuer on cr eadas en latín (agudo < lat. ac?tum , menudo > lat. m ?n?tus, embudo < lat. tar dío ?m b?tum , estor nudo < lat. tar dío ster n?tus, cor nudo > lat. cor n?tus, DECH, s. v.)? y extr aídas de las ediciones del diccionar io académ ico que se han publicado desde el Diccionar io de Autor idades hasta la 13.ª ed. (DRAE 1899) a par tir de una consulta del NTLLE (2001). El análisis de las infor m aciones que ofr ecen los diccionar ios académ icos se com plem enta con datos pr ocedentes de cor pus (CORDE) y otr as fuentes lexicogr áficas (DA, DECH, DESE, NTLE 2007). Se tr ata, por tanto, de una br eve investigación inicial que for m a par te de un tr abajo m ás am plio, por ello, los r esultados obtenidos ser án el pr incipio del estudio que pr etende com pletar se en futur os tr abajos a par tir del análisis de las ediciones de los siglos XX y XXI.

2. Car acter ísticas, histor ia y evolución del mor fema El m or fem a -udo, da pr ocede de un elem ento m or fológico que pr esentaba dos for m as hom ónim as en latín (M alkiel 1992) con funciones distintas. Una de ellas, la for m a flexiva -?tum , -a, cr eaba par ticipios de per fecto pasivo sobr e ver bos de ter cer a conjugación en -u?, -uer e (ac?tum ?agudo? < acu?, -uer e ?aguzar, afilar ?, DESE s. v. udo) que, a su vez, por un pr oceso de lexicalización, se podían usar com o adjetivos (ac?tus, -a, -um ?afilado? y ?puntiagudo?, DESE s. v. -udo). Y, la otr a, la for m a der ivativa -?tus, -a, -um , que gener aba adjetivos sobr e bases nom inales de la cuar ta declinación inicialm ente (cinct?tus ?ceñido? < cinctus, ?s ?cintur ón?, DESE s. v. -udo) y m ás tar de sobr e nom br es de otr as declinaciones (n?sut?s ?nar igudo? < nas?s, i, DESE s. v. -udo), aunque er a poco r entable, según el DESE (s. v. 89

-udo). En r om ance, según atestiguan los textos m edievales, el m or fem a sigue for m ando el m ism o tipo de voces: com o m or fem a flexivo (-udo, da[1]) gener a par ticipios y, com o m or fem a der ivativo (-udo, da[2]) cr ea adjetivos denom inales. El m or fem a flexivo (-udo, da[1]) ? que es el que m ás inter és ha desper tado entr e los investigador es? se halla pr esente desde los or ígenes del r om ance español. Se em pleaba par a gener ar par ticipios de la segunda conjugación (esp. ant. movudo < mover , esp. ant. vendudo < vender ) que podían lexicalizar se poster ior m ente com o adjetivos. Los par ticipios en -udo se docum entan con fr ecuencia en textos r om ances del siglo XIII, pr obablem ente, según algunos autor es (Lausber g 1982: 359 apud Har r is-Nor thall 1996: 33; Elvir a 2004: 452), por la influencia que ejer ció el fr ancés en la lengua de la época. Sin em bar go, -udo, da ? que alter naba en los textos con for m as en -ido (connoçuda ~ connocida, cfr. Blaylock 1972: 76)? , se pier de y deja de docum entar se su uso entr e los siglos XIV-XV, com o m uy bien han analizado diver sos investigador es desde distintas per spectivas (Blaylock 1972; M alkiel 1992; Har r is-Nor thall 1996; Elvir a 2004: 452-453; Felíu y Pato 2005; Ram ír ez Luengo 2007). Se tr ata de una evolución que, en palabr as de M alkiel (1992: 11), «encier r a el cam bio m ás r adical en la histor ia de la conjugación española a par tir del año 1.000» y constituye una de las car acter ísticas m ás difer enciador as del español (y del por tugués, lengua par a la que la pér dida de esta ter m inación de par ticipio se pr oduce dos siglos m ás tar de) r especto al r esto de var iedades r om ánicas que actualm ente todavía lo conser van (fr. per du < per dr e; it. saputo < saper e; cat. vingut < venir ; r um . cunoscut < cunoa?te; r etor r om . savut ~ sapu < savair )[1]. La docum entación r om ance pone de m anifiesto la pér dida de los par ticipios en -udo, da y son m uchas y m uy diver sas las causas que se han aducido par a explicar su desapar ición. Elvir a (2004: 453) señala que el uso de este tipo de par ticipios se m antenía básicam ente en la lengua

[2]

Par a m ás ejem plos de distintas var iedades, véase

Har r is-Nor thall (1996: 32).


liter ar ia (véanse los ejem plos que r ecoge Blaylock (1972: 76-77) docum entados en el Fuer o de Avilés y en el Fuer o de Oviedo y la exhaustiva lista de Har r is-Nor thall (1996: 36) extr aída de distintos textos m edievales), lo que podr ía ser un ar gum ento r elevante par a justificar el pr oceso de pér dida. M alkiel (1992: 12-13) plantea la posibilidad de que esta pudier a haber sido causada pr incipalm ente por la influencia o pr esión que ejer ció la for m a sufijal hom ónim a, pues, en palabr as del m ism o investigador, «el poder oso auge del -udo adjetival [? ] par ece fácil de r econciliar con la dr am ática der r ota del -udo par ticipial». En cam bio, Har r is-Nor thall (1996: 49-51), entr e otr os aspectos, r elaciona la desapar ición de los par ticipios en -udo, da con los cam bios y r eajustes de la segunda y ter cer a conjugaciones del latina al español (lat. fer v?r e > esp. m ed. fer ver ~ fer vir ) que conllevan tam bién la pér dida de los par ticipios de la m ism a (-er > -udo; -ir > -ido: lat. vg. con?sc?r e > lat. conosçudo ~ conosçido). Las pr opuestas de estos investigador es r eflejan que par ece evidente que las causas de la pér dida no pueden asociar se solo a un factor sino a una confluencia de algunos de los que se han m encionado junto a otr as m otivaciones vinculadas al uso y a la evolución de la lengua. El afijo der ivativo (-udo, da2) pasó al r om ance com o sufijo cr eador de adjetivos denom inales (Rainer 1993: 664-665; Rainer 1999: 4627, 4629-4631; DESE s. v. -udo; NGRAE 2009: 530-531) con un aum ento notable de su r entabilidad ? especialm ente a finales de la Edad M edia, según docum enta M alkiel (1992: 22)? , ya que, según Ridr uejo (2002: 1163-1164):

Un sufijo es pr oductivo si m ediante él es posible cr ear nuevos der ivados en un m om ento dado de la histor ia de la lengua. Per o ese sufijo pr oductivo puede ser m ás o m enos r entable, de acuer do con la cantidad de der ivados que se cr een con él, y aunque la r entabilidad sea m uy pequeña, un sufijo no tiene por qué dejar de ser pr oductivo, al m enos de m aner a inm ediata.

En r om ance, el sufijo desar r olla dos patr ones der ivativos que se m antienen hasta la actualidad. El pr im er esquem a, el m ás r entable, com o han podido com pr obar difer entes investigador es (M alkiel 1992; Rainer 1999: 4629-4630; Car r iazo 2014), es el que gener aba adjetivos con el valor 90

sem ántico de ?que posee (en gr an cantidad o gr andes dim ensiones) lo designado por la base?, un significado que apar ecía en algunas de las for m as cr eadas en latín (man?tus ?de m anos gr andes y gr uesas?< manus, ?s; cor n?tus ?que tiene cuer nos?< cor n?, ?s, DESE s. v. -udo) y que, según Balylock (1972: 78) podía haber se desar r ollado a par tir del m odelo de cor n?tus que el español habr ía tom ado com o «lead w or d». Estos der ivados suelen cr ear se a par tir de la adjunción de-udo, da a nom br es que se r efier en a par tes de una r ealidad anim ada: una par te del cuer po hum ano (bar r igudo < bar r iga), una par te del cuer po de un anim al (zancudo < zanca) o de una planta (tr oncho > tr onchudo). Con m enos fr ecuencia, las bases designan conceptos abstr actos que se r efier en a r asgos psicológicos o com por tam ientos de las per sonas (sañudo < saña y cor ajudo < cor aje DESE, s. v. -udo, da) y otr as nociones (suer tudo > suer te, Rainer 1993: 665). En gener al, esta pauta posee un valor car icatur esco, cóm ico e, incluso, en algunos contextos, se asocia a connotaciones negativas que llegan a im plicar cier to gr ado de vulgar idad o tosquedad y apor tan un valor despectivo a la r ealidad descr ita (Rainer 1993: 665). Véase, en este sentido, el ejem plo de Pío Bar oja en el que apar ece la palabr a juanetudo: «Cor nuty par ecía la inicial de una letr a gótica: er a flaco, juanetudo, con los ojos tor cidos y una per illa com o de chivo» (1944-1949, Desde la última vuelta del camino. M emor ias, Biblioteca Nueva: M adr id. CORDE). En algunos casos, se pr oducen sustantivaciones, pues el adjetivo que sir ve par a descr ibir la r ealidad acaba por designar la, véase, por ejem plo, el caso de picudo, que en el El Salvador y M éxico, significa ?insecto m uy dañino que destr uye la planta del algodón? (DRAE 2001, s. v.), entr e otr os nom br es de anim ales que docum enta la lexicogr afía. En otr os casos, los der ivados se lexicalizan y se convier ten en expr esiones super lativas (Rainer 1999: 4631) en las que el valor aum entativo no se vincula a la r ealidad designada por la base sino a cualquier sustantivo al que pueda aplicar se, ejem plos de este tipo son cojonudo «adj. coloq. m alson. Estupendo, m agnífico, excelente» (DRAE 2001, s. v.) y macanudo «adj. coloq. Am . Bueno, m agnífico, extr aor dinar io, excelente, en sentido m ater ial y m or al» (DRAE 2001, s. v.). El segundo esquem a der ivativo, m enos fr ecuente (Rainer 1999: 4629), gener a adjetivos que significan ?que se par ece o m antiene algún tipo de r elación con lo designado por la base?, en este caso, las bases a las que se r e-


fier en a par tes de una r ealidad anim ada: una par te del cuer po hum ano (bar r igudo < bar r iga), una par te del cuer po de un anim al (zancudo < zanca) o de una planta (tr oncho > tr onchudo). Con m enos fr ecuencia, las bases designan conceptos abstr actos que se r efier en a r asgos psicológicos o com por tam ientos de las per sonas (sañudo < saña y cor ajudo < cor aje DESE, s. v. -udo, da) y otr as nociones (suer tudo > suer te, Rainer 1993: 665). En gener al, esta pauta posee un valor car icatur esco, cóm ico e, incluso, en algunos contextos, se asocia a connotaciones negativas que llegan a im plicar cier to gr ado de vulgar idad o tosquedad y apor tan un valor despectivo a la r ealidad descr ita (Rainer 1993: 665). Véase, en este sentido, el ejem plo de Pío Bar oja en el que apar ece la palabr a juanetudo: «Cor nuty par ecía la inicial de una letr a gótica: er a flaco, juanetudo, con los ojos tor cidos y una per illa com o de chivo» (1944-1949, Desde la última vuelta del camino. M emor ias, Biblioteca Nueva: M adr id. CORDE). En algunos casos, se pr oducen sustantivaciones, pues el adjetivo que sir ve par a descr ibir la r ealidad acaba por designar la, véase, por ejem plo, el caso de picudo, que en el El Salvador y M éxico, significa ?insecto m uy dañino que destr uye la planta del algodón? (DRAE 2001, s. v.), entr e otr os nom br es de anim ales que docum enta la lexicogr afía. En otr os casos, los der ivados se lexicalizan y se convier ten en expr esiones super lativas (Rainer 1999: 4631) en las que el valor aum entativo no se vincula a la r ealidad designada por la base sino a cualquier sustantivo al que pueda aplicar se, ejem plos de este tipo son cojonudo «adj. coloq. m alson. Estupendo, m agnífico, excelente» (DRAE 2001, s. v.) y macanudo «adj. coloq. Am . Bueno, m agnífico, extr aor dinar io, excelente, en sentido m ater ial y m or al» (DRAE 2001, s. v.). El segundo esquem a der ivativo, m enos fr ecuente (Rainer 1999: 4629), gener a adjetivos que significan ?que se par ece o m antiene algún tipo de r elación con lo designado por la base?, en este caso, las bases a las que se adjunta nor m alm ente son sustantivos que se ier en a r ealidades m ater iales de diver so tipo (campanudo < campana; ganchudo < gancho). M uchos de los adjetivos en -udo, da r ivalizan con for m aciones que pr esentan otr os sufijos de valor es análogos. Las m ás fr ecuentes[3] son las que se cr ean con -oso, sa (ceñudo ~ ceñoso, escamudo ~ escamoso, capr ichudo ~ capr ichoso, ojer udo ~ ojer oso), aunque no suelen tener el m ism o sentido, 91

pues, en m uchas ocasiones, la for m a en -udo, da adquier e un m atiz negativo y despectivo. Tam bién alter na con -ón, ona (bar r igudo ~ bar r igón, cabezudo ~ cabezón, tr ipudo ~ tr ipón), -ado, da (aludo ~ alado; ~ bar budo baar bado), -uno, na (cabr udo ~ cabr uno), y con -ento en el español andino y r ioplatense (cachazudo ~ cachaciento, pachor r udo ~ pachor r iento). Estas car acter ísticas y valor es se m antienen en español actual, aunque con distinto gr ado de r epr esentatividad en función de la zona geogr áfica del español a la que se haga r efer encia. Las difer encias entr e el uso de -udo, da en el español am er icano y el español eur opeo son notables, igual que sucede con otr os sufijos ? com o es el caso de -ido, da que gener a nom br es que designan r uidos o sonidos y es m ucho m ás fr ecuente en español am er icano, var iedad en la que existen der ivados genuinos (cantido (Panam á), chistido (Venezuela), llor ido (Ar gentina), pujido (Venezuela), tor ido (Ar gentina), toquido (Colom bia), volido (M éxico), cfr. Santiago y Bustos 1999: 4568; NGRAE 2009: 395; Huer tas y Julià en pr ensa)? que pr esentan un m ayor gr ado de r entabilidad en el español de Am ér ica. Adem ás de ser m ucho m ás r entable en el español am er icano que en el eur opeo (véanse algunos am er icanism os docum entados en Rainer (1993: 665), la NGRAE (2009) y el DA: bombachudo, boludo, cajetudo, conchudo, macanudo, pelotudo, tamaludo, zor r udo), -udo, da, en español am er icano es habitual que se adjunte a bases que poseen un significado m etafór ico (pelotudo «Pe, Bo; Py, Ar, Ur, vulg; Co, Ec, Ch, pop. desp. Refer ido a per sona, que es o actúa de m odo poco inteligente o ingenuo», DA s. v.) o que designan r ealidades difer entes a las que son habituales en el español eur opeo com o son, por ejem plo, las pr endas de r opa (bombachudo, calzonudo, camisudo, pantalonudo, poller udo, Rainer 1993: 665).

3. Las voces en -udo, da en la lexicogr afía académica de los siglos XVI I I y XI X Las 147 entr adas que contienen el m or fem a -udo, da y se docum entan en las ediciones de los diccionar ios académ icos de los siglos XVIII y XIX,

[3] Todos los ejem plos m encionados se han extr aído de M alkiel (1992: 18), la NGRAE (2009: 531, 568) y el NTLLE (2001).


constituyen el r eflejo de par te de la histor ia y de la evolución del m or fem a en español; a continuación, se pr esenta un estudio de las voces for m adas con este elem ento desde una per spectiva sem ántica y for m al y se com pleta con datos etim ológicos y docum entales.

3.1. Las for mas en -udo, da en las ediciones del siglo XVI I I Los lem as en -udo, da que incluye el pr im er diccionar io de la Cor por ación (Diccionar io de Autor idades, 1726-1739) y las ediciones que le siguen a lo lar go del siglo XVIII (Diccionar io de Autor idades 2.ª ed. 1770, DRAE 1780, 1783, 1791) r eflejan cuál er a el valor y el uso de este elem ento m or fológico tanto en la lengua de la época com o en la de los textos con los que la pr im er a obr a había dado autor idad a las entr adas (Bleuca 2006; Fr eixas 2010). En total, las ediciones del siglo XVIII incluyen 105 lem as ter m inados en -udo, da, lo que r epr esenta dos ter cios del total del cor pus de estudio. Y, com o se puede adver tir en la tabla 1, el Diccionar io de Autor idades es el que m ayor núm er o de voces incor por a en su nom enclatur a, algo que no es de extr añar si se tiene en cuenta que m uchos de los lem as se docum entan en textos r om ances desde el siglo XII-XIII (DESE, s. v. -udo, Car r iazo 2014):

descr ibir a un anim al, per sona o cosa ?que posee (en gr andes cantidades) lo designado por la base?:

aludo, da «El anim al que tiene, ò cr ía alas com o las hor m igas. Es voz tosca y gr ossér a» (DAut.) bar budo, da «La per sóna que tiene m uchas bar bas, m ui pobladas y lar gas» (DAut.) cascar udo, da «Cosa que tiene gr ande y gr uessa cáscar a» (DAut.) cazudo, da «Que se aplica al cuchillo que tiene m ucho cazo, ó que le tiene pesado» (DRAE 1780) escamudo, da «Lo m ism o que escam oso» (DRAE 1791) for cejudo, da «Cosa que tiene m ucha fuer za» (DAut.) moñudo, da «Lo que tiene m oño. r egular m ente de las gallinas» (DAut.)

Dícese

patudo, da «El que tiene gr andes patas ò pies» (DAut.) zapatudo, da «El que tiene los zapatos dem asiadam ente gr andes, ù de cuer o fuer te» (DAut.)

Y otr os se em plean, aunque con m enor fr ecuencia, par a descr ibir r ealidades que tienen algún tipo de r elación (de sem ejanza, de per tenencia) con lo designado por la base:

capilludo, da «Cosa per teneciente à Capilla, ò sem ejante à ella» (DAut.) cebolludo, da «Cosa que per tenece à cebolla, ò se le par éce en la figúr a ò sabór. Tam bien conviene à la per sona que tr ata en ellas, ò las usa m ucho, y a la que ha engor dado dem asiado» (DAut.)

Tabla 1. Lem as en -udo, da en las ediciones del siglo XVIII

El gr upo de voces puede dividir se en dos bloques. Por un lado, los der ivados (§ 3.1.1.) y, por otr o, las for m as ver bales (§ 3.1.2.) que tienen car acter ísticas, docum entaciones, usos y evoluciones m uy distintos, tal y com o se m ostr ar á a continuación.

3.1.1. El sustantivos

m or fem a

der ivativo:

adjetivos

y

La m ayor par te de los der ivados son adjetivos denom inales que per tenecen a alguno de los patr ones a los que se ha hecho alusión anter ior m ente (§ 2). M uchos se em plean par a 92

Las definiciones lexicogr áficas de los dos tipos de voces que se han pr esentado per m iten identificar los patr ones der ivativos a los que per tenecen las voces en la m ayor ía de los casos. Asim ism o, m uchas de ellas tam bién incluyen infor m aciones m uy inter esantes en las que se advier ten algunos de los r asgos que car acter izan a m uchas de las palabr as for m adas con -udo, da com o son, por un lado, el car ácter despectivo o gr oser o asociado al sufijo (aludo «[? ] Es voz tosca y gr ossér a», DAut.) y la antigüedad de m uchos de los der ivados (escamudo, da y bocudo, da apar ecen m ar cados com o voces anticuadas). M uchos de los adjetivos que indican posesión, aunque no todos, se asocian con un valor aum entativo, es decir, suelen em plear se par a denom inar algo que tiene m ucho o


en un tam año m uy gr ande lo designado por la r aíz (dentudo ?cosa que tiene dientes despr opor cionados?, espaldudo, da ?la per sona que tiene gr andes espaldas?, lanudo, da ?lo que tiene m ucha lana?, melenudo, da ?el que tiene m ucho pelo, por natur aleza ò ar te?, panzudo, da ?lo que tiene m ucha panza?; ventr udo, da ?lo que tiene m ucho vientr e?). Asim ism o, com o ya han señalado los investigador es que han estudiado el sufijo der ivativo (Rainer 1993: 664; NGRAE 2009: 530), m uchas de la bases son sustantivos r efer idos a una par te del cuer po hum ano o anim al (bar r igudo, ojer udo, da, or ejudo, da, mor r udo, da, moñudo, da; nalgudo, da, peludo, pescozudo, picudo, r abudo, tr ipudo), aunque el diccionar io tam bién docum enta ejem plos en los que la base constituye una par te de un planta (talludo, da «Lo que ha echado gr ande tallo», DAut.; tr onchudo, da «adj. que se aplica à las hor talizas, que tienen gr uesso, ò lar go el tr oncho: com o ber za tr onchuda, r epollo, tr onchudo, &c.», DAut.). Desde el punto de vista sem ántico, par ecen m uy inter esantes los significados m etafór icos que desar r ollan algunos de los tér m inos y que las definiciones del diccionar io incluyen en algunas entr adas:

campanudo, da «Lo que es m ui hueco y ancho, à m odo de cam pana. Y tam bién se dice de los nom br es y apellídos, que son m ui r um bósos, y de los hom br es fanfar r ones, que hablan hueco, y con gr ande apar áto de voces, sin substancia» (DAut.) costilludo, da «En lo liter ál equivále à basto, cor pulento, for nido, y de m ucho huesso; per o figur adam ente se tom a por Villano, y de costum br es gr ossér as y r ústicas» (DAut.) conchudo, da «En lo liter ál vale cubier to de conchas. Usase com ún y fam iliar m ente por m etáphor a, y se apr opr ia à la per sona que es m ui r ecatada, cautelosa, astúta y r eser vada, y dificil de engañar » (DAut.)

Los sentidos figur ados suelen estar asociados a los valor es y connotaciones que se pueden vincular con la base. Así, par a campanudo, da se docum entan significados desviados del sentido or iginal en el que las voces de las per sonas se com par an con el sonido que ofr ece el instr um ento m usical, por ello, a alguien que «habla hueco, y con gr ande apar áto de voces, sin substancia» se le denom ina campanudo, da. En este gr upo, el de los 93

tér m inos que pr esentan sentidos m etafór icos, destaca la voz talludo, da, un adjetivo cuya pr im er a definición se r efier e a las plantas que tienen gr an tallo y que en el Diccionar io de Autor idades apar ece otr os sentidos, algunos de los cuales par ecen sur gir de la asociación que se puede establecer entr e el cr ecim iento de un tallo de una planta y el de una per sona «Analogicam ente vale cr ecido, y alto. Dicese de los m uchachos, que se han hecho altos en poco tiem po». Finalm ente, cabe una m ención al gr upo r educido de sustantivos que apar ecen en el Diccionar io por su heter ogeneidad. Se tr ata de for m as nom inales de diver so or igen, uso y significado. Destacan dos voces pr opias de la ger m anía (faldudo ?escudo? DAut., boyuda ?bar aja de naipes? DRAE 1780S)[4], algunos tér m inos m ar cados com o voces anticuadas (batuda ?huella? DRAE 1783S, cer dudo ?cer do? DAut.) y r egionalism os m er idionales (por r uda ?cayado?, dentuda ?pescado m ar ino? y tetuda ?tipo de aceituna?) en cuya definición se descr ibe la m otivación que da lugar a la designación de la r ealidad: dentuda «Pescado m ar ino sem ejante al dentón, aunque de m ayor cor pulencia, y no tan r egalado al gusto. Llam óse assí por tener dientes, y m uy gr andes. Es com unísim o en los m ar es de Andalucía» (DAut.) tetuda «Llam an en Andalucía un géner o de azeituna, por la sem ejanza de su figur a» (DAut.) Se tr ata de patr ones que, com o se puede adver tir, pr oceden de sustantivaciones de los esquem as adjetivales, pues dentuda se cor r esponde con la pauta de posesión, ya que el nom br e der iva del hecho de tener gr andes dientes y tetuda, por su par te, se vincula dir ectam ente al esquem a de r elación de sem ejanza, ya que la aceituna se denom ina así por la r elación que se establece entr e su for m a y la de un seno. Asim ism o, sobr esale tam bién el caso de linajudo, un sustantivo que pr esenta dos acepciones en el Diccionar io de Autor idades y que el CORDE docum enta desde finales del siglo XVI y apar ece ya en el Tesor o de Covar r ubias. El pr im er significado se r efier e, de for m a despectiva, a una per sona que «pr esum e y se jacta de la nobleza de su lináge» (DAut.) y quizá podr ía tr atar se de una sustantivación de un adjetivo for m ado sobr e el pa-

[4] La S indica que la docum entación se halla en el Suplemento de la edición.


tr ón de ?posesión? con base nom inal abstr acta, ser ía, por tanto, par alelo a for m aciones com o concienzudo, da o sañudo, da antes m encionadas. El segundo significado de la voz se r efier e a la per sona que «que estudia los lináges y las geneaologías» (DAut.), un sentido que no está entr e los valor es sem ánticos de -udo, da y que quizá pueda explicar se por la existencia de linagista «el autor que escr ibe de lináges, de cuyo nom br e se for m a esta voz» (DAut.), voz for m ada con el sufijo -ista, un afijo que entr e sus significados incluye el de ?pr ofesión?.

3.1.2. El m or fem a flexivo: los par ticipios En las ediciones del siglo XVIII son m uy pocas las for m as ver bales en -udo, da (8 lem as) que se docum entan en el Diccionar io, sin em bar go, es significativo hallar las en sus páginas por que hacía casi cuatr o siglos que habían dejado de docum entar se en la lengua escr ita cuando se tom a la decisión de incluir las entr e las voces que deben for m ar par te de la obr a. Los par ticipios en -udo, da[5] docum entados en los diccionar ios de esta época son batudo, da (1770, 2.ª ed. DAut.), cognoscudo, da (DRAE 1780), conoscudo, da (DRAE 1780), conosgudo, da (DRAE 1780), conoszudo, da (DRAE 1780), conozudo, da (DRAE 1780), defendudo (DRAE 1791), y tenudo (DAut.), for m as que poseen histor ias, significados y usos distintos en los textos y la lexicogr afía del español. La docum entación de tenudo (par ticipio pasivo de tener ) en el Diccionar io de Autor idades com o única for m a par ticipial en -udo, da que incluye el lem ar io de la pr im er a obr a de la Cor por ación par ece estar vinculada a las car acter ísticas de la palabr a y a su extensa docum entación lexicogr áfica y textual. Según la NGRAE (2009: 246), es uno de los par ticipios antiguos que se pier de m ás tar de en los textos y, según se r ecoge en el NTLE (2007), tam bién es uno de los que se incluye en los diccionar ios desde los inicios de la lexicogr afía (Nebr ija 1495, Alcalá 1505, Ar gote 1575, Rosal 1601). Esto se debe, con toda pr obabilidad, a que per dur ó en los docum entos ? especialm ente en los de car ácter jur ídico? dentr o de la expr esión fosilizada ser tenudo (Har r is-Nor thall 1996: 53), com o m uy bien r eflejan los textos del CORDE. Asim ism o, tam bién destaca el hecho de que, a difer encia de m uchos otr os par ticipios (Felíu 2008), apar ecer á en la 94

nom enclatur a de los diccionar ios académ icos hasta la edición de 1869 (11.ª ed.). Los datos del CORDE, adem ás, confir m an que tenudo, en com par ación con otr os par ticipios com o, por ejem plo, defendudo, posee una am plia docum entación: m ientr as tenudo pr esenta 3.133 ocur r encias en 442 docum entos desde el año 1188 hasta el siglo XVIII, defendudo se r ecoge en 15 casos en 3 docum entos y solo en el siglo XIII, com o la gr an m ayor ía de for m as par ticipiales en -udo, da. El r esto de ver bos que contienen la ter m inación -udo, da atestiguados en la lexicogr afía del siglo XVIII se incor por an del siguiente m odo a la nóm ina del Diccionar io: en 1770 (2.ª ed. DAut.) se incluye batudo (par ticipo pasivo de batir ), una voz par a la que el CORDE solo atestigua dos ocur r encias. El DRAE 1780 (1.ª ed.) es la edición en la que se incluyen m ás for m as par ticipiales en -udo, da, pues se añadier on 5 par ticipios, que se cor r esponden con var iantes del ver bo conocer. Finalm ente, los últim os par ticipios y for m as ver bales que se r ecogen en los diccionar ios académ icos del siglo XVIII se encuentr an en el DRAE 1791. Se tr ata de defendudo y espandudo. M uy pr obablem ente, la inclusión de estos tér m inos en el Diccionar io esté r elacionada, igual que en el caso de tenudo, da con el uso de estos tér m inos en fór m ulas que apar ecen en docum entos notar iales o jur ídicos que se han fosilizado. Véanse, por ejem plo, las tr aducciones de la fr ase notum sit omnibus hominibus en docum entos r om ances m edievales a las que alude Blaylock (1972: 76), pues m uy a m enudo los textos docum entan connoçuda o conocida cosa. Cada uno de los par ticipios m encionados desapar ece de la nóm ina de voces del diccionar io académ ico en distintas ediciones: cognoscudo, da solo se docum enta en el DRAE 1780; defendudo, da, conoscudo, da, conosgudo, da, conoszudo, da y conozudo, da, se docum entan solo hasta 1817 (5.ª ed.); espandudo, da hasta 1822 (6.ª ed.) y tenudo, da hasta 1869 (11.ª ed.) y batudo, da hasta 1992 (21.ª ed.). No es extr año que m uchos de los par ticipios

[5] Cabe señalar que la búsqueda en el NTLLE (2001) ha r evelado la existencia de dos var iantes ver bales ter m inadas en -udo, da que no constituyen par ticipios sino var iantes de los ver bos andar y estar , por ello, no se han incluido en el análisis. Se tr ata de andudo «ter cer a per sona singular ir r. ant. de andar » (DRAE 1780 S) y estudo «ter c. per s. de sign. del pr et. per f. ind. ir r eg. ant. de estar. Lo m ism o que estuvo» (DRAE 1791).


No es extr año que m uchos de los par ticipios desapar ezcan del diccionar io a par tir de la edición de 1822 puesto que hasta ese m om ento la Cor por ación los incluía todos, independientem ente de si funcionaban con valor ver bal o adjetival (Felíu 2008: 167).

3.2. Los for mas en -udo, da en las ediciones del siglo XI X En este siglo, las incor por aciones y supr esiones de lem as que contienen el m or fem a se pueden dividir en dos gr andes gr upos en función de si per tenecen a la pr im er a o a la segunda m itad del siglo, pues hay una im por tante difer encia entr e las ediciones de las dos par tes del siglo. A pr incipios de la pr im er a m itad de siglo, el Diccionar io par ece aum entar consider ablem ente el r itm o de inclusiones, pues desde el Diccionar io de Autor idades no se habían incluido tantas voces for m adas con este m or fem a. De las 42 palabr as que constituyen pr im er a docum entación en este siglo, 34 se incor por an en las ediciones de la pr im er a m itad del siglo XIX[6], aunque con distinto r itm o, tal y com o se puede apr eciar en la tabla 2:

Tabla 2. Incor por ación de lem as en -udo, da en las ediciones del siglo XIX

Las inclusiones de la pr im er a etapa del siglo son significativas por que adem ás de suponer nuevas incor por aciones de voces cr eadas con el afijo tam bién se añaden, en algunas ediciones, for m as ver bales en las que -udo, da constituye m or fem a flexivo. Los der ivados, de nuevo, r eflejan con clar idad la per tenencia al patr ón der ivativo m ás extendido, el que indica ?posesión?, y las bases a las que se adjunta se r efier en habitualm ente, y com o en el siglo anter ior, a nom br es de par tes del cuer po:

tiene m uy gor dos los m olletes ó car r illos» (DRAE 1822) r odilludo, da «El que tiene m uchas r odillas, com o lo pr ueba el r efr án: calla, calla r odilludo, que á do tú faltas yo cum plo» (DRAE 1803)

Adem ás de los adjetivos, destaca un sustantivo que se cor r esponde con el fem enino de uno que se había incor por ado en el siglo anter ior. La voz es por r uda, r egionalism o m ur ciano que designa el «palo ó cayado con que el pastor guia su ganado», solo se docum enta en una ocasión en el DRAE 1817, edición en la que sustituyó al m asculino por r udo, sustantivo que volver á a apar ecer en las siguientes ediciones hasta el DRAE 1992. Las for m as par ticipiales que se añaden en las pr im er as ediciones del siglo XIX, igual que en el siglo XVIII, son escasas y tendr án una cor ta docum entación en la obr a lexicogr áfica: abatudo, da (DRAE 1803), cer nudo, da (DRAE 1803), r endudo, da (DRAE 1803), sabudo, da (DRAE 1803) y cognoszudo, da (DRAE 1817). La m ayor ía, a excepción de r endudo, da ? apar ece en el Diccionar io académ ico, igual que tenudo, hasta la edición de 1869? se supr im en en la edición de 1822 (abatudo, da, cer nudo, da y cognoszudo, da) o 1832 (sabudo, da) y cuentan con m enos de 10 ocur r encias en el CORDE. El único caso que pr esenta una docum entación m ayor es sabudo, da que apar ece en 226 casos en 34 docum entos todos ellos del siglo XIII. En la segunda par te del siglo, sor pr endentem ente, solo se incor por an 8 for m as nuevas, todas ellas adjetivos (DRAE 1869: gr enchudo, da, bigotudo, da; DRAE 1884 gestudo, da, cer nejudo, da, mor r ocotudo, da, penachudo, da, r acimudo, da; DRAE 1899: r aspudo, da) entr e las cuales destaca una voz que pr esenta difer encias desde el punto de vista for m al y sem ántico con el r esto. Se tr ata de mor r ocotudo, da, que en el DRAE (1884) se etiqueta com o una voz fam iliar que significa ?de m ucha im por tancia o dificultad?. Es un der ivado difer ente a los anter ior es por cuanto la base a la que se adjunta no es tr anspar ente y no puede analizar se según los

cejudo, da «El que tiene las cejas m uy pobladas y lar gas» (DRAE 1832 S) lomudo, da «El que tiene gr andes lom os» (DRAE 1843) molletudo, da «adj. que se aplica á la per sona que 95

[6] Las diez ediciones publicadas en el siglo XIX son las siguientes: 4.ª ed. (1803), 5.ª ed. (1817), 6.ª ed. (1822), 7.ª ed. (1832), 8.ª ed. (1837), 9.ª ed. (1843), 10.ª ed. (1852), 11.ª ed. (1869), 12.ª ed. (1884) y 13.ª ed. (1899).


patr ones der ivativos m ás fr ecuentes, aunque par ece m antener el valor ponder ativo en su significado. Si se acude al DECH (s. v. mor r ocotudo), se puede com pr obar que mor r ocotudo se define com o am er icanism o que «significó pr im itivam ente ?m uy r ico?, y es der ivado de mor ocota o mor r ocota, que en var ios países r iber eños del Car ibe significa ?onza de or o de a 20 pesos?». Este par ece un dato im por tantísim o que per m itir ía com pr obar que las difer encias entr e el uso de -udo, da en español am er icano y español eur opeo em piezan a docum entar se en el diccionar io de uso a finales del siglo XIX. No obstante, par ece bastante extr año que no se indique que se tr ata de un am er icanism o; por ello, ser ía m ás acer tado suponer otr o or igen. El Ficher o Gener al de la Real Academ ia posee infor m ación docum ental de la voz que podr ía ayudar a estudiar el significado. Una de las pr im er as docum entaciones ar chivadas per tenece al Diccionar io de voces ar agonesas de Jer ónim o de Bor ao (1859) y clasifica la voz com o sustantivo que se em plea con el sentido de «gr ande, for m idable, tem ible; se usa vulgar m ente, con algunos sustantivos, com o en la fr ase hay cuatr o lenguas m or r ocotudas, es un capital m or r ocotudo, es un juego m or r ocotudo». Las dos pr opuestas ser ían viables, ya que, actualm ente, el Diccionar io de Amer icanismos (s. v. mor r ocotudo, da) incluye una definición idéntica a la que r ecogía por pr im er a vez el DRAE 1884 par a esta voz. A pesar de que este podr ía ser el pr im er am er icanism o der ivado en -udo, da que r ecoge el Diccionar io, habr á que esper ar hasta la edición de 1914 par a hallar la pr im er a voz der ivada con este m or fem a y m ar cada diatópicam ente com o voz pr opia de Cuba (panudo «Aplícase al fr uto del aguacate, cuando su car ne es consistente, que es com o m ás se apr ecia», DRAE 1914). Los datos de las escasas incor por aciones de la segunda m itad del siglo XIX contr astan no solo con el m ayor núm er o de inclusiones de la pr im er a m itad del siglo sino tam bién con el hecho de que en las dos últim as ediciones son, com o han dem ostr ado Gar r iga (2001) y Claver ía (2003), notables los cam bios y aum entos de la nom enclatur a en todos los sentidos.

4. Conclusión Los r esultados obtenidos en el estudio de las 96

ediciones de los siglos XVIII y XIX han per m itido com pr obar que las voces cr eadas con el m or fem a -udo, da pueden dividir se en dos gr andes gr upos. Uno de for m as que se cor r esponden con der ivados denom inales que, en su gr an m ayor ía, son adjetivos que designan alguna cualidad que se da en exceso de una r ealidad anim ada (aludo, da; cabelludo, da; cejudo, da; costilludo, da) y otr o m ás r educido, que lo constituyen par ticipios antiguos que no se usaban en la lengua de la época de r edacción del Diccionar io per o que se incluyer on en su nom enclatur a pr obablem ente por la im por tante pr esencia que tuvier on, en algunos casos, en los textos m edievales (tenudo, da). Finalm ente, se hace evidente la necesidad de poner en contr aste este estudio pr elim inar histór ico con los datos de las ediciones del siglo XX y XXI en las que el núm er o de am er icanism os docum entados aum enta consider ablem ente. La gr an m ayor ía de voces incor por adas en estos siglos, según se ha podido com pr obar, son pr opias del español de Am ér ica (p. e. chancletudo, da ?Desaliñado, que ar r astr a los zapatos al cam inar ? despect. coloq. Chile y El Salv., DRAE 2001), por ello, en un futur o, adem ás de com pletar el estudio con las ediciones de los últim os siglos, se contr astar án los datos obtenidos con las infor m aciones del Diccionar io de Amer icanismos. Así pues, con la ayuda de los cor pus y otr os diccionar ios, se llevar á a cabo un estudio com pleto sobr e el uso y la evolución de las car acter ísticas m or fológicas y sem ánticas del sufijo que en esta investigación se ha em pezado a esbozar.

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Car olina Julià Luna


Fraseología y diccionarios: una larga convivencia Ana Ser r adilla Castaño Univer sidad Autónoma de Madr id

Profesora en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Dicemto, Diccionario electrónico multilingüe de verbos de movimiento, de la UAM

I ntr oducción[1]

D esde

hace ya m ás de diez años, el gr upo UPSTAIRS (Unidad de Estudio de la Palabr a. Estr uctur a Inter na y Relaciones Sintácticas) de la Univer sidad Autónom a de M adr id viene estudiando difer entes aspectos del léxico en el m ar co de distintos Pr oyectos de Investigación y una de las pr incipales actividades de este gr upo en los últim os tiem pos ha sido la r ealización de un Diccionar io electr ónico multilingüe de ver bos de movimiento (Dicemto), aún en fase de elabor ación[2]. Dentr o de este pr oyecto, m is investigaciones se han centr ado en el estudio de la fr aseología, tanto desde una per spectiva diacr ónica com o desde la sincr onía, y fr uto de ellas son algunos de los tr abajos que apar ecen r ecogidos en la bibliogr afía final, así com o el apar tado sobr e unidades fr aseológicas incluido en dicho diccionar io. La fr aseología es una par cela de la lengua que ha desper tado desde la últim a década del siglo XX gr an inter és entr e los investigador es, sobr e todo desde la per spectiva sincr ónica y contr astiva: Car neado M or é y Tr istá Pér ez (1986), Zuluaga (1992), Cor pas Pastor (1996, 2003a y b), M ar tínez M ar ín (1996), Ruiz Gur illo (1997, 2001), Wotjak (1998), For m ent (1999, 2000), Ser r adilla Castaño (2004), M ar tí Sánchez (2005), M ontor o del Ar co (2006), Álvar ez de la Gr anja (2008)? ; una bibliogr afía detallada sobr e tr abajos en fr aseología desde difer entes per spectivas puede consultar se en Gar cía Page (2008) o en Robles y Sabater (2007). Tam bién desde la diacr onía, aunque m ás escasos, son dignos de m ención los estudios de 99

For m ent(1999), Echenique (2003), Echenique y M ar tínez Alcalde (2003), Velando Casanova (2003) o Ser r adilla Castaño (2006, 2011, 2013b). En el ám bito de la enseñanza de ELE (español com o lengua extr anjer a) son, asim ism o, num er osos los tr abajos que están apar eciendo: Sevilla M uñoz y González Rodr íguez (1994-1995), Gar cía Page (1996), Higuer as (1997a y b), For m ent (1998), Gar cía M ur uais (1998), Pinilla Góm ez (1998), Penadés (1999a y b), Ser r adilla (2001, 2014), Per am ós Soler (2003), Fer nández Pr ieto (2004), Olim pio de Oliveir a Silva (2006), Per am ós Soler et al (2007), Villavicencio-Sim ón (2011), González Rey (2012), Juliá Luna y Or tiz Rodr íguez (2012), Aguilar Ruiz (2013), etc., Por otr o lado, en los últim os años, son var ios los estudiosos que se han pr eocupado por analizar cóm o los distintos diccionar ios se hacen eco de las unidades fr aseológicas (véanse en este sentido estudios com o los de M ar tínez M ontor o, 2001; M ar tínez Alcalde, 2002; Acer o Dur ántez, 2004; M ar tínez Egido y Ruiz Gur illo, 2006; González Cobas y Ser r adilla Castaño, 2013; o Ser r adilla Castaño, 2012, 2013a, entr e otr os). Este tr abajo se inscr ibe en esta últim a línea de investigación y pr etende dar cuenta de algunas de las unidades fr aseológicas que vienen siendo

[1] Este tr abajo ha sido llevado a cabo en el m ar co del Pr oyecto de Investigación Diccionar io electr ónico multilingüe de ver bos de movimiento (FFI2012- 33807), dir igido por Elena de M iguel. Tam bién ha sido par cialm ente financiado por el Pr oyecto dir igido por Inés Fer nández Or dóñez: Pr ocesos de cambio en la sintaxis del español peninsular (FFI2012-31972). [2] Disponible en http://w w w.uam .es/gr uposinv/upstair s/diccionar io/.


definidas por distintas obr as lexicogr áficas desde antiguo, al tiem po que se intentar á hacer un br eve r ecor r ido por aquellos diccionar ios m ás significativos que nos per m iten conocer la fr aseología histór ica del español.

2. ¿Qué es una unidad fr aseológica? Tal y com o r ecogía en Ser r adilla (2014: 74), antes de centr ar m e en cóm o se r ecoge la fr aseología en algunos diccionar ios y en cóm o estas expr esiones van evolucionando a lo lar go de nuestr a histor ia lingüística, consider o fundam ental detener m e a dar una m ínim a definición de lo que constituye el objeto de estudio de este tr abajo: la unidad fr aseológica o locución. Así, aunque en ocasiones el tér m ino ?unidad fr aseológica? abar ca tam bién colocaciones o fór m ulas r utinar ias, aquí m e centr ar é en la definición m ás estr echa de unidad fr aseológica, por lo que de lo que hablar é es de cier tas unidades léxicas que pr esentan un significado figur ado que no es deducible de la sum a de los significados de los elem entos que las integr an (venir con gaitas, andar manga por hombr o, ir se por las r amas? ); la idiom aticidad es, pues, una car acter ística definitor ia de estas unidades, junto a la plur iver balidad (están siem pr e com puestas por m ás de un elem ento [ir se de la lengua, echar los hígados]), la institucionalización (son conocidas por los hablantes de una com unidad lingüística y fr ecuentem ente, com o podr á obser var se a continuación, están r ecogidas en los diccionar ios), la alta fr ecuencia de uso, la fijación (no se puede andar de caída capa ni venir tr asquilado e ir por lana, ya que los com ponentes ocupan un lugar fijo, ni se habla de la caída de chuzos de punta por que los com ponentes no adm iten cam bio categor ial, ni tam poco se adm ite venir con el r abo entr e las lar gas pier nas, puesto que la adición de elem entos hace que se pier da su valor figur ado). Pese a esta fijación, hem os de tener en cuenta que existe cier ta var iación potencial (cer r ar muchas bocas / cer r ar algunas bocas; andar por los cer r os de Úbeda / ir se por los cer r os de Úbeda) y que, incluso, estas expr esiones pueden entr ar en pr ocesos de desautom atización. Este últim o es un concepto que se m enciona fr ecuentem ente en los estudios de fr aseología: Se tr ata de la m anipulación o m odificación cr eativa voluntar ia de una UF, por m edio de la cual el hablante liber a el lenguaje de su autom atism o inter pr etativo y con la que per sigue conseguir deter m inados efectos de tipo pr agm ático (expr esivos, hum or ísticos, etc.) (M ontor o del Ar co 2006: 43).

En este sentido, For m ent (1999) señala cóm o el 100

hablante puede cam biar algún elem ento de la fr ase hecha en el discur so y, cuanto m ás fijada está la fr ase, m ás útil ser á este r ecur so. Echenique (2003: 555), por su par te, pr opone ejem plos com o estar de mal yogur ; ojos que no ven, gabar dina que se llevan... Se tr ata de usos m ás pr opios, quizás, de la or alidad y no se docum entan aún en los textos m ás antiguos[3]. Sobr e todas estas car acter ísticas puede acudir se a tr abajos com o los de Cor pas (1996); Ser r adilla (2004, 2011) o M ontor o del Ar co (2006), entr e otr os, por lo que en las siguientes páginas no insistir é en estos aspectos.

3. Algunas investigaciones en tor no a las unidades fr aseológicas con ver bos de movimiento y a su pr esencia en los diccionar ios Las unidades fr aseológicas siem pr e han for m ado par te de la lengua española y hay un subgr upo, el de las for m adas por ver bos de m ovim iento, que r esultan especialm ente significativas dada la enor m e capacidad de estos ver bos par a conver tir se en ver bos de m ovim iento figur ado, con lo que su pr oductividad par a entr ar a for m ar par te de estas locuciones es m uy elevada. A lo lar go de los últim os años m is investigaciones se han centr ado en estas expr esiones; así, he pr estado atención a fr ases hechas for m adas por ver bos com o abr ir, cer r ar, subir, bajar, caer, ir, salir, entr ar, andar, echar, llevar, sacar, meter, venir o volver . Véanse, a continuación, algunos ejem plos extr aídos del CORDE y del CREA en los que se docum entan locuciones con dichos ver bos en distintos m om entos de nuestr a histor ia lingüística:

1. Los unos e los otr os cer ca er an del plazo, / ca ya er a venida la or a del por fazo, / quál de am bas las par tes caer ié en el lazo, / quál podr ié a la otr a sovar el espinazo. (c 1230, Ber ceo, Gonzalo de: Vida de San M illán de la Cogolla).

[3] Quier o m encionar un ejem plo que r ecogía en Ser r adilla (2011) y que ser ía un caso excepcional: SEM PRONIO. M adr e, m ir a bien lo que haces, por que cuando el pr incipio se yer r a, no puede seguir se buen fin. Piensa en su padr e, que es noble y esfor zado, su m adr e celosa y br ava, tú la m ism a sospecha. M elibea es única a ellos; faltándoles ella, fáltales todo el bien; en pensallo tiem blo; no vayas por lana y vengas sin pluma. CELESTINA. ¿Sin plum a, hijo? SEM PRONIO. O em plum ada, m adr e, que es peor. (1499 ? 1502, Rojas, Fer nando de: La Celestina). En este caso se desautom atiza la expr esión ir por lana y venir tr asquilado e, incluso, se extr aen elem entos de la UF par a dar les otr o papel en el discur so. El ejem plo encontr ado, de hecho, es el único docum entado en CORDE, y esto nos per m ite sospechar que se tr ata de un juego, de un pr oceso de desautom atización, por par te del autor.


2. & er a ya a los gr iegos tr abajo non poco de poder tor nar los estr um entos a que tir asen m enos njn m udar la m aner a del algar r ada asy er an par ados par a tir ar aluenne m as abondando les el pesso de lo que alcançauan que se fazie de alto contr a ayuso tor nar on a echar cantos a br aços desnudos & dem jentr a que toujer on ar m as or denadas asy com m o los techos de las casas dan poco por el gr anjzo & lo echan de sy per o suenan los techos. (a 1284, Alfonso X: Gener al Estor ia. Quinta par te). 3. Et par a las guar dar am as, ha m ester m uy buenas obr as et m uy gr ant entendim iento, que tan gr and cosa es de fazer esto com m o meter la mano en el fuego et non sentir la su calentur a. (1325 ? 1335, M anuel, Juan: El Conde Lucanor ). 4. ca padr e espr itual er es de vn su hijo & tu le sacaste de pila quan do fue xpistiano (1402, López de Ayala, Per o: Caída pr íncipes). 5. "M alas nuevas son esas," dyxo el conde, "por que enpachándonos con ellos en otr as par tes podr ya acaeçer algo que m ucho m ás dañase, no pudyendo pr oveer en todo. Que ellos poco m al nos har án -pues no quier en syno dyner os- poco m al es; no por eso se deve de dexar de r r em edyar y pr oveer, que aun eso no lleven syno las manos en la cabeça." El cor r eo le dyo las car tas; leydas, dyxo: "Byen ser á r r em edyar y pr esto." Fuese a paso, esper ando a los cavaller os que con él venyan y atr ás quedavan, y a los que adelante yvan, enbyó a m andar que esper asen. (c 1492, Anónim o: La cor ónica de Adr amón). 6. m ayor m ente tú que vas a mesa puesta. SEM PRONIO. Otr as cosas he m enester m ás (1499 ?1502, Rojas, Fer nando de:La Celestina.Tr agicomedia de Calisto y M elibea). 7. CALISTO. Bien lo conozco, per o no tengo sofr im iento par a m e abstener de ador ar tan alta em pr esa. CELESTINA. ¿Em pr esa? Aquélla es em pr esa que de gr ado es dada, per o ya sabes que lo hizo por am or de Dios, par a guar ecer tus m uelas, no por el tuyo, par a cer r ar tus llagas. Per o si yo vivo, ella volver á la hoja. (c 1499 ? 1502, Rojas, Fer nando de: La Celestina. Tr agicomedia de Calisto y M elibea). 8. CELESTINA. ¿Qué ter cia par te? ¡Vete con Dios de m i casa tú, y esotr o no dé voces, no allegue la vecindad! No ne hagáis salir de seso, no quer áis que salgan a plaza las cosas de Calisto y vuestr as. (c 1499 ? 1502, Rojas, Fer nando de: La Celestina. Tr agicomedia de Calisto y M elibea). 9. y se andan, com o dicen, á la flor del ber r o, desacor dados de lo que está por venir (c1561, León, Fr ay Luis de: Exposición del Cantar de los Cantar es)[4]. 10. Com o en sem ejantes albor otos las dicciones cr ecen y cada uno canoniza su pr esunción según se le antoja, m ur m ur aban de don Luis y de la gente de su casa. A él se le subía la mostaza en las nar ices; m as, com o caballer o cuer do, tuvo a m ejor disim ular con algo y volver a la ciudad su casa y gente. (1599, Alem án, 101

M ateo: Pr imer a par te de Guzmán de Alfar ache). 11. Y advier ta vuestr a m er ced, señor m ío, que el pr incipio que los antiguos dier on a sus consejas no fue así com o quier a, que fue una sentencia de Catón Zonzor ino r om ano, que dice "y el m al, par a quien le fuer e a buscar ", que viene aquí como anillo al dedo, par a que vuestr a m er ced se esté quedo y no vaya a buscar el m al a ninguna par te (1605, Cer vantes Saavedr a, M iguel de: El ingenioso hidalgo don Quijote de la M ancha). 12. Pues m i pr im o m uestr a gusto en este negocio yo bajo la cabeza; per o antes ser á bien que se r eciba esta causa a pr ueba y que m e infor m e de algunas per sonas de su condición y costum br es, y pr incipalm ente de aquellas que le tr atar on al señor Estacio en tiem po de su pr im er a m ujer ; por que yo tengo m ás disculpa deste atr evim iento, que tal nom br e doy al casar se, y pienso que todos los cuer dos fir m ar án conm igo. (1620, Salas Bar badillo, Alonso Jer ónim o de: El sagaz Estacio, mar ido examinado). 13. Per o si estas cantidades er an inver tidas en Nicar agua en pr ogr am as pr ior itar ios de desar r ollo, el cr édito se podía extender a veinte años y el inter és r ebajar se a un 2 por 100. Es decir, un r egalo. Pues ni siquier a así ha pagado Nicar agua a su espléndido pr oveedor de cr udo; de suer te que, al alcanzar la deuda a 500 m illones de dólar es, M éxico -que no está en condiciones de tener tales m or osos entr e sus am igos- se ha visto pr ecisado a cer r ar el gr ifo. Venezuela hace aún m ás tiem po que dejó de expor tar su cr udo a M anagua, y por las m ism as r azones. (ABC, 07/05/1985). 14. Aunque no de for m a tan r adical, la Escuela Super ior de Ingenier ía Infor m ática tam bién 'abr ir á la mano' en la titulación de segundo ciclo de Ingenier o en Infor m ática, ya que incr em entar á en 30 las 70 plazas ofr ecidas este cur so. (El Nor te de Castilla, 28/03/2001).

A la vista de los ejem plos, puede obser var se cóm o m is estudios se han centr ado tanto en el español m edieval, com o en el español clásico y en el español actual. Asim ism o, m is tr abajos m uestr an difer entes per spectivas, ya que he abar cado desde el estudio de cor pus hasta el tr atam iento lexicogr áfico, e, incluso, m e he adentr ado en diver sas pr opuestas didácticas par a su enseñanza en el aula de ELE (español com o lengua extr anjer a). En el pr esente tr abajo solo pr estar é atención a aquellos casos en los que he dir igido m i m ir ada hacia cóm o deter m inados diccionar ios de difer entes épocas m uestr an la fr aseología de un m om ento dado de nuestr a histor ia lingüística. M e centr ar é solo, pues, en la pr esentación de algunos datos en tor no a los ver bos andar y venir de los que m e he ocupado en un ar tículo publicado en la Revista de Lexicogr afía (2013a) y en una com unica-


ción pr esentada en el VI Congr eso Inter nacional de Lexicogr afía Hispánica, r espectivam ente[5]

3.1. Andar en la fr aseología española y su r eflejo en la lexicogr afía Par a analizar la pr esencia del ver bo andar en las unidades fr aseológicas he par tido de las expr esiones que Covar r ubias r ecoge en su Tesor o (1611) y, a continuación, he r astr eado sus apar iciones en otr as obr as lexicogr áficas y en docum entos de la época que nos per m itan conocer su pr oceso de for m ación, sus condiciones de uso, su vitalidad y su evolución en español. Par a entender esta evolución se hace necesar io, asim ism o, pr ofundizar en los valor es que el ver bo andar apor ta a estas locuciones. Desde épocas m uy antiguas, se obser va en español la pr esencia de andar en unidades fr aseológicas, dada su capacidad par a tr asponer se m etafór icam ente (Ser r adilla, 2006, 2011, 2013a) y par a pasar a tener, por tanto, un significado distinto al que el DRAE pr esenta en su pr im er a acepción: «Ir de un lugar a otr o dando pasos». De hecho, llam a la atención cóm o en este diccionar io, apar te de locuciones y otr as expr esiones, se incluyen hasta 19 acepciones par a andar , m uestr a de sus m uchas posibilidades sem ánticas. Tal y com o señala Sánchez Jim énez:

Com o ver bo de desplazam iento, andar , en su significado m ás pr ototípico, expr esa la actividad de un m ovim iento que tiene lugar en una tr ayector ia no delim itada y no or ientada. En este ám bito se pr oduce una especialización ? ya fijada en el siglo XVI? de la m aner a com o se desar r olla ese m ovim iento, fenóm eno poco fr ecuente en las lenguas r om ánicas, que tienden a incor por ar en el lexem a notas sem ánticas sobr e la tr ayector ia (2011: 233-234).

Así, aunque el ver bo tiene un significado pr ototípico y en el pr opio lexem a lleva im plícito el tipo de desplazam iento (?dando pasos?), a lo lar go de la histor ia ha sufr ido una ser ie de evoluciones, r eflejadas en las obr as lexicogr áficas, que le per m iten par ticipar en constr ucciones par a las que, en pr incipio, con este único valor, no estar ía capacitado. No es de extr añar, vistas las m uchas posibilidades de este ver bo, que en la pr im er a edición del Diccionar io de autor idades (1726) se r ecoja este com entar io: «Es m uchas veces ver bo neutr o, según las pr eposiciones, par tículas, ó adver bios con que se junta». Veam os a continuación algunas de las locuciones en las que 102

par ticipa. En un pr incipio el cor pus de expr esiones analizadas, com o he avanzado, está constituido por las unidades fr aseológicas con andar r ecogidas por Covar r ubias: andar a caza de gr illos, andar a la bulla, andar a caza de gangas, andar a la cor dobana, andar a monte, andar al r etor ter o, andar a sombr a de tejado, andar con el tiempo, andar con las cr uces a cuestas, andar de camino, andar de Ceca en M eca, andar a Ceca y a M eca, andar de puer ta en puer ta, andar de venta en venta, andar de viga en viga, andar de zocos en colodr os, andar en balanzas, andar (o estar ) en cuentos, andar en golondr os, andar en zuecos, andar entr e la cr uz y el agua bendita, andar la gata en el palomar , andar la loza, andar sobr e la mar oma, andar se a la flor del ber r o, andar se a sus anchur as y andar se de boda en boda. Quier o llam ar la atención sobr e un aspecto que consider o significativo: m ientr as que en el caso de ir o caer ?por poner un par de ejem plos de ver bos de m ovim iento que tam bién par ticipan en expr esiones figur adas? las fr ases hechas se r ecogen en la entr ada cor r espondiente a los ver bos ir (ir a flux, ir a la par te, ir se por su pie a la pila) y caer (caer de su bur r a, caer como moscas, caer en el lazo), en el caso de las unidades fr aseológicas con andar , estas no se r ecogen en la entr ada del ver bo, sino que hay que r astr ear las expr esiones en las entr adas cor r espondientes al r esto de elem entos que acom pañan a andar. Así, tenem os que acudir a balanzas, mar oma, ber r o, boda, loza, tiempo, etc. Par ece clar o, pues, que Covar r ubias no consider a el ver bo com o un elem ento centr al de la constr ucción, com o ocur r ía en los otr os casos m encionados, sino que es el r esto de la locución el que apor ta el significado a la unidad fr aseológica y andar no es m ás que un ver bo am plio de m ovim iento que, en ocasiones, no apor ta una significación especial y que, incluso, podr ía cam biar se por otr o. Par a tener una visión m ás com pleta del univer so fr aseológico existente en la época de Covar r ubias, hem os de consider ar tam bién algunas otr as locuciones que no r ecoge el autor per o que se docum entaban ya en la época m edieval y que, en algunos casos, continúan su andadur a en el siglo XVII (Ser r adilla, 2011): andar a casa y monte, andar a gatas, andar a gr illos, andar a r abo de bor r ega, andar a toma el cuer no, andar a var a, andar de boca en boca y andar se con las cuentas en la mano. Par a com pletar el cor pus, se deben incluir tam bién algunas otr as locuciones [5] Rem ito a estos tr abajos a todo aquel que quier a pr ofundizar en las unidades fr aseológicas con estos ver bos. Lo que aquí se pr esenta es un extr acto de algunos de los datos e ideas incluidos en dichos estudios.


todavía hoy vigentes, que no se docum entaban en la época m edieval per o sí en fechas cer canas a la obr a de Covar r ubias: andar se por las r amas, andar se con tiento, andar se con r odeos, andar con pies de plomo... Pr esentar é una m ínim a m uestr a[6] y com enzar é por algunas que no apar ecen r ecogidas por Covar r ubias: 15. Pelayo No con m is ojos. / Br as Or a sigue tus antojos, / que affición es que te ciega. / Tú sosiega. / no desm ayes con dolor es, / que tanbién yo, por am or es, / ando a r abo de bor r ega (1497, Encina, Juan del: Repr esentación sobr e el poder del Amor ). ¡Oh m i tr iste nom br e y fam a, cóm o andas al tabler o de boca en boca! ¡Oh m is secr etos... (c1499-1502, Rojas, Fer nando de: La Celestina. Tr agicomedia de Calisto y M elibea). por que no dexa de cansar a vna per sona andar de boca en boca (1610, Quevedo y Villegas, Fr ancisco de: Sueño de la M uer te). M al va a la zor r a kuando anda a gr illos m as peor la va kuando anda a los guevos. Kuando anda a gr illos ai poko ke kom er i m ucha hanbr e (1627, Cor r eas, Gonzalo: Vocabular io de r efr anes y fr ases pr over biales).

16. ¡Oh m i tr iste nom br e y fam a, cóm o andas al tabler o de boca en boca! ¡Oh m is secr etos... (c1499-1502, Rojas, Fer nando de: La Celestina. Tr agicomedia de Calisto y M elibea). 17. por que no dexa de cansar a vna per sona andar de boca en boca (1610, Quevedo y Villegas, Fr ancisco de: Sueño de la M uer te). 18. M al va a la zor r a kuando anda a gr illos m as peor la va kuando anda a los guevos. Kuando anda a gr illos ai poko ke kom er i m ucha hanbr e (1627, Cor r eas, Gonzalo: Vocabular io de r efr anes y fr ases pr over biales).

Com o he m ostr ado, hay expr esiones de la época que no r ecoge Covar r ubias. Se ha de decir que esto no hace desm er ecer a este excelente diccionar io ya que, obviam ente, es im posible com pendiar toda la inm ensidad de una lengua y, por otr o lado, no podem os per der de vista que estam os ante el pr im er gr an diccionar io de una lengua r om ance y el tr abajo es m ucho m ás que m er itor io, teniendo en cuenta que no contaba con pr ecedentes en los que apoyar se. A continuación, pr opongo algunos ejem plos extr aídos del CORDE de las unidades fr aseológicas que sí apar ecen en el Tesor o.

19. que en lo que le toca ser vir a Dios anda a monte y absente de sí y de lo que debe (c1610, San Juan 103

Bautista de la Concepción: Juan La vida del justo como mar tir io). 20. Si bien en Castilla se holgar on m uchos con la venida del Em per ador, otr os tem ían y andaban a sombr a de tejado; por que los atr evim ientos pasados car gaban sus conciencias, esper ando y tem iendo un r igur oso castigo (1604-1618, Sandoval, Fr ay Pr udencio de: Histor ia de la vida y hechos del Emper ador Car los V). 21. entender en la hacienda, dejándonos de andar de ceca en meca y de zoca en colodr a, com o dicen (1605, Cer vantes Saavedr a, M iguel de: El ingenioso hidalgo don Quijote de la M ancha). Desvanes quier o que habite / m ujer de cincuenta ar r iba: / que es bien que viva en 22. desvanes / quien anda de viga en viga. (1597-1645, Quevedo y Villegas, Fr ancisco de: Poesías). 23. y par te por sofism as y tr am pas de los que andamos sobr e la mar oma, ser á m enester que al fin ceda el Rey (1769, Azar a, José Nicolás de: Car tas de Azar a al ministr o Roda en 1769).

Estas locuciones siguen r ecogiéndose en diccionar ios de épocas poster ior es; incluso m uchas de ellas siguen vigentes y, por tanto, se r ecogen en el DRAE. Pr opongo com o m uestr a de su continui-

[6] En Ser r adilla (2013a) puede encontr ar se una docum entación m ucho m ás abundante. Tam bién en este tr abajo apar ecen las definiciones de aquellas locuciones que hoy nos r esultan opacas. Recojo aquí solo algunas de estas definiciones de Covar r ubias: andar a casa y a monte ?andar for ajido?, andar a caza de gr illos ?per der le tiem po en pr ocur ar cosa, que par eciendo fácil de alcanzar se va de entr e las m anos y nunca se cum ple nuestr o deseo?, andar a la cor dobana ?[hábito de andar desnudos algunos bellacos] habiéndose pr im er o afor r ado el estóm ago de m uchos ajos cr udos y vino pur o?, andar a r abo de bor r ega ?andar a r astr as, per ezosam ente?, andar a sombr a de tejado ?andar r etr aído y r ecatado de la justicia?, andar de boda en boda ?ir se de fiesta en fiesta, de un convite a otr o?, andar de venta en venta ?ir se uno por esos cam inos, com iendo y bebiendo y pidiendo lim osna, com o lo hacen m uchos debajo de som br a de per egr inos?, andar de viga en viga ?suelen aplicar esto a las br ujas, que, según algunos, tom an var ias for m as de aves noctur nas, gatos y otr os anim ales?, andar en golondr os ?es andar uno desvanecido en vanidades, con esper anzas vanas y peligr osas; debe estar tom ada la sem ejanza de los niños, que par a sacar los golondr inos del nido, hacen invenciones, con que cayendo se descalabr an?, andar la loza ?M aner a de hablar : ande la loza, cuando hacen m ucho r uido las m ozas holgándose unas con otr as, a sem ejanza del que hacen los platos y las escudillas, cuando ellas m ism as las lavan en los bar r eñones?, andar se a la flor del ber r o ?dar se al vicio y la ociosidad, entr eteniéndose en una par te y en otr a??


dad a lo lar go de nuestr a histor ia lingüística las definiciones que de algunas de estas unidades fr aseológicas pr esenta el pr im er diccionar io de la Academ ia (1726): andar a monte: «Lo m ism o que esconder se,ó ir se à ocultar al m onte fugitivo y tem er oso de la justicia , ù de otr o peligr o que le am enáza»; andar con el tiempo: «Confor m ar se con él y lo m as com un es tom ar se à m ala par te por el que lisònjéa, y sigue los dictám enes de el que puede, sin otr a r azón que contem plar le»; andar en balanzas: «andar la opinion en balanzas. Es no tener uno bien sentádo su cr édito: que al m odo que las balanzas suben y baxan, assi unos le tienen en buena r eputacion, y otr os por el contr ar io»; andar la loza: «ande la loza. Phr ase con que se dá à entender el bullicio y algazar a que suele haver en algún concur so quando la gente está contenta y alegr e»; andar sobr e la mar oma: andar en la m ar om a: «Adem ás del sentído r ecto, m etaphor icam ente se dice de la per sóna, ò per sónas que andan en pr etensiones, especialm ente de Pr ebendas y Canonicátos de ofìcio, y de Beneficios cur ados, ù de Cáthedr as : y tam bien se suele decir de los sugétos que están m as avanzados, ò tienen m as juego y par tído par a conseguir y ocupar algun em pleo, dignidád, ù ofìcio»; andar se a la flor del ber r o: «andar a la flor del ber r o, Lo m ism o que andar à la br iba, ù distr aído, andar a la br iba es entr egar se à la br iboner ía, y no quer er tr abajar »; andar se a sus anchur as: «Vivir con conveniencia y liber tad, y desor denadam ente»; andar a gatas: «Es cam inar à quatr o pies com o ar r astr ando»; andar a gr illos: «A los que andan en alguna negociación,que ni se espér a fr uto,ni efecto, solém os decir que andan à gr illos»; andar de boca en boca: «Es lo m ism o que ser el objéto, ò asunto de la m ur m ur ación, ò conver sation de todos»; andar se por las r amas: «Dexar en alguna acción, ù discur so lo cier to, sólido, è im por tante; y ir se à lo insubstanciál y de ningun fundam ento»; andar con pies de plomo: «Vale consider ar despácio lo que se debe hacer, pensar lo bien, y executar lo con m adur éz y discr eción». Ter r er os y Pando (1786-1788), por su par te, r ecoge andar en balanzas com o ?vacilar ?; andar a monte com o ?andar huido, ó per dido?, andar a caza de gr illos com o ?per der el tiem po inutilm ente?; andar a la flor del ber r o com o ?br iboncar, vagar ?; andar en golondr os com o ?andar lleno de vanas, y peligr osas esper anzas?y andar a gatas lo pr esenta a tr avés de 104

tr aducciones: Fr. Aller á quatr e sottes. Lat. Reptar e. Y Vicente Salvá (1837), solo por poner un ejem plo m ás, todavía r ecoge andar a la cor dobana com o una expr esión ya anticuada: cor dobana: f. Voz que se usaba en la fr ase andar a la cor dobana, que equivale á andar en cuer os ó desnudo. Nudum inceder e. A la vista de las definiciones lexicogr áficas, se puede afir m ar que las expr esiones analizadas siguen m anteniendo el m ism o valor que les otor gaba Covar r ubias, salvo en m ínim as excepciones. Asim ism o, se hace evidente que, m ientr as que algunas locuciones han acabado por desapar ecer ya que las m etáfor as utilizadas no nos r esultan tr anspar entes (andar se a la flor del ber r o, andar a la cor dobana? ), otr as m uchas sí han continuado su andadur a en nuestr a lengua tal y com o dem uestr an tanto los cor pus com o los diccionar ios, que se convier ten, así, en una her r am ienta im pr escindible par a conocer la lengua en cada m om ento histór ico.

3.3. Venir en la fr aseología española y su r eflejo en la lexicogr afía De nuevo, nos enfr entam os a un ver bo que, a lo lar go de la histor ia del español ha par ticipado con m uchísim a fr ecuencia en unidades léxicas con un significado figur ado. Este ver bo de m ovim iento pr esenta tam bién m uchos valor es com o lo dem uestr a el hecho de que en el ar tículo enm endado (avance de la vigésim a ter cer a edición) del DRAE se r ecojan hasta 27 acepciones. Esta am plitud de valor es del ver bo es la que le facilita la posibilidad de apar ecer en tantas locuciones. Así, venir , a m enudo, par ticipa en ellas con un significado figur ado en el sentido de que, aunque en m uchas de las unidades fr aseológicas se per cibe cier ta idea de ?acer cam iento o m ovim iento hacia donde está quien habla? (venir con la lengua fuer a, venir de camino) no se tr ata habitualm ente de un ver bo que, en estas constr ucciones, im plique un m ovim iento r eal en el espacio, com o se obser var á en las difer entes definiciones lexicogr áficas.

A continuación, apuntar é el uso de estas expr esiones en nuestr a histor ia lingüística y dar é cuenta de cóm o son per cibidas por los lexicógr afos en las diver sas etapas del español. Solo pr esentar é


una m uestr a de las m uchísim as locuciones con este ver bo y quier o llam ar la atención sobr e el hecho de que la for m a de pr esentar las no es, evidentem ente, hom ogénea ya que en algunos casos se pr esenta el contor no de estas unidades y en otr os no; esto se debe a que se ha r espetado la for m a en la que los lexicógr afos las incluyen en sus diccionar ios[7].

alcances, venir r ompiendo cinchasf[10], venir le a alguien su San M ar tín, venir al xusto, venir a plomo, venir al pagader o, etc.: 28. M as, Señor, ya que le hacéis tanta m er ced de escoger le par a tan alto oficio, ¿por qué no lo m andaste llam ar, pues le venía muy ancho que fuer a él á Galilea, donde vos estábades á baptizar os, y no venir vos con toda vuestr a autor idad entr e tanta gentalla de pecador es, al Jor dán donde estaba él á r ecibir de su m ano el baptism o? Poco le costaba eso al Señor, m as no quiso sino venir él en per sona á donde estaba su sier vo. (a 1598, Cabr er a, Fr ay Alonso de: Consider aciones sobr e los Evangelios de los domingos? )[11]

Ya en la época m edieval encontr am os, sobr e todo a par tir del siglo XV[8], expr esiones com o las siguientes: venir a menos, venir con la lengua de un palmo, venir en r ostr o, venir a las manos, venir con mano ar mada, venir las manos atadas, ir por lana y venir tr asquilado, venir a la melena, etc.

29. BRITO Com o fiel / cr iado vengo a buscar te / desalado, y par a dar te... DON DIEGO ¿Qué hay de nuevo? / BRITO Este papel. (1662, M or eto, Agustín: Caer par a levantar ).

24. Pues los del M aestr e, en gr an m aner a fatigados y aun d'esta postr er a vez bien espantados; y com o el invier no venía en r ostr o, el tr abajo [er a] insopor table [y] la vitualla m uy poca; (c 1492, M aldonado, Alonso: Hechos del M aestr e de Alcántar a don Alonso de M onr oy).

30. Y advier ta vuestr a m er ced, señor m ío, que el pr incipio que los antiguos dier on a sus consejas no fue así com o quier a, que fue una sentencia de Catón Zonzor ino r om ano, que dice "y el m al, par a quien le fuer e a buscar ", que viene aquí como anillo al dedo, par a que vuestr a m er ced se esté quedo y no vaya a buscar el m al a ninguna par te (1605, Cer vantes Saavedr a, M iguel de: El ingenioso hidalgo don Quijote de la M ancha).

25. y si alguno en m as br eue tiem po que los otr os no se podiendo defender m as/ vino las manos atadas a sus m andamyentos/ despues de aver tentado al accidente de su voluntat r etr ayase en algun apar tado/ (1470 ? 1492, Flor es, Juan de: Tr iunfo de amor ).

31. Yo no quise venir las manos en el seno: tom e vuesa m er ced esta cédula par a que saque un vestido en la r oper ía, que en estas ocasiones se han de ver los am igos. (c 1620, Castr o, Guillén de: Cor nelio. Entr emés).

26. otor gosse enello & touolo por bien. m as fue y m ala m ente engañado. Ca le contesçio ssegund diz el pr ouer bio com m o al car ner o ençençer r ado que va buscar la lana & viene tr asquilado. Ca la Reyna fazialo todo con engaño (a 1325, Anónim o: Cr ónica de veinte Reyes). 27. M uchos pueblos estavan por las tier r as alçados, / que nunca de los gr iegos non er an ensayados; / m as quand' a los de Çitia vier on tan bien dom ados, / vinién a la melena todos cabezcolgados. (1240 ? 1250, Anónim o: Libr o de Alexandr e).

M ucho m ás pr oductiva en cuanto a la cr eación de unidades fr aseológicas con venir es la época clásica. En el Tesor o de Covar r ubias (1611) encontr am os las siguientes: venir al atar de los tr apos, venir a casa con estr ellas, venir de r ocín a r uin, venir uno desalado, venir muy ancho, venir se a mesa puesta, venir hecho una sopa de agua, venir el par to der echo[9] o venir se al matader o. En otr as obr as encontr am os locuciones com o las siguientes cuya pr im er a docum entación tam bién es de esta época: venir a cuento, venir como anillo al dedo, venir de per las, venir al pelo, venir con las manos puestas, venir las manos en el seno, venir a los 105

. [7] En Ser r adilla (en pr ensa) se analizan y docum entan hasta un total de 123 unidades fr aseológicas con venir. [8] Este hecho tiene que ver con que en la época m edieval lo habitual es que aún apar ecier an con un significado liter al, com o pasaba tam bién con otr os ver bos de m ovim iento (Ser r adilla, 2011: 26). [9]Esta locución la r ecoge todavía Ter r er os y (1786-1788). En cr ea ya no se docum enta.

Pando

[10]Las dos últim as expr esiones son r ecogidas aún por Seco en su Diccionar io fr aseológico per o en cr ea no apar ece ya ninguna docum entación. [11] Cor r eas define esta expr esión com o ?estar le a uno bien y m ui r r ebien?, valor que tam bién r ecoge Cejador : ?estar le a uno bien?. Poster ior m ente, com o ya se ve en Autor idades (1726-1739), la expr esión adquier e un valor negativo, que se r efleja tam bién en la obr a de Ter r er os y Pando (1788): ?lo m ism o que no m er ecer tanto? y en la de Salvá (1837): ?Ser sobr ada alguna cosa par a el m ér ito de la per sona á quien se da?. Es, asim ism o, el significado actual r ecogido en el DRAE: ?loc. ver b. coloq. Ser excesivo par a su capacidad o su m ér ito?.


Tam bién par a conocer la fr aseología del español clásico es clave el Diccionar io fr aseológico del siglo de Or o (Fr aseología o estilística castellana) de Cejador y Fr auca (1921-1925). Con el ver bo venir incluye m uchas expr esiones, habitualm ente en las entr adas que cor r esponden a los sustantivos que acom pañan al ver bo. Pr esento a continuación una m ínim a m uestr a de las UF r ecogidas por Cejador : venir puestas las manos, venir a las manos, venir con las manos lavadas, venir con las manos en la cabeza, venir a menos, venir al matader o, venir como anillo al dedo o venir de per las. A continuación, pr opongo una m uestr a de sus definiciones: venir con las manos en la cabeza: ?Esto es, her ido y sin lo que deseaba?. En este caso la sem ejanza con la definición de Cor r eas es casi absoluta; en unos casos tom a dir ectam ente las definiciones de este autor y, en otr os, hace m ínim os cam bios for m ales. Autor idades (1726-1739), por su par te, incor por a m uchas de las unidades fr aseológicas analizadas: venir (muy) ancho, venir a las manos, venir a menos, venir al caso, venir el par to der echo ?Phr ase, que fuer a del sentido r ecto, que es par ir con felicidad: m etaphor icam ente vale suceder algun negocio favor ablem ente, ù segun se deseaba. Lat. Aptè, vel r ectè r em venir e. ALFAR. par t. 2. lib. 1. cap. 2. Y si ley hai en los náipes, el par to viene der echo con buena ventur a?, en la entr ada de venir, y m uchas m ás desper digadas en difer entes entr adas: venir a las manos, venir con sus manos lavadas, venir r odado? . Ter r er os y Pando (1788, vol. III) tam bién incor por a m uchas expr esiones, algunas de las cuales ya estaban en nuestr a lengua desde antiguo y apar ecían incluidas en los diccionar ios de la época clásica: venir al mundo, venir a las manos, venir á pelo, venir á menos, venir el par to der echo, venir mui ancho, venir á noticia? Todas ellas, a difer encia de los otr os diccionar ios m encionados, se r ecogen en la entr ada de venir : venir á pelo ?pie con bola, venir bien y ajustadam ente una cosa?; venir á noticia ?saber, llegar á entender ?; venir á las manos ?venir alguna cosa sin par ticular diligencia?, etc. Por su par te, Salvá (1837) r ecoge bajo la entr ada de venir locuciones com o las siguientes: venir al caso, venir se a buenas, venir á menos, venir muy ancho, venir r odado o venir se abajo. Sus definiciones, en m uchos casos, son idénticas a las de Autor idades: Venir r odado ?[Phr ase que vale Aut.] suceder 106

casualm ente alguna cosa, a pr opósito de lo que se intentaba o deseaba?. Respecto a los diccionar ios contem por áneos, he tenido en cuenta un diccionar io gener al, el DRAE, y dos diccionar ios fr aseológicos ?el de Seco et al. (2004) y el de Var ela y Kubar th (1994)[14]. En el DRAE se incluyen, en la entr ada de venir, venir alguien bien en algo ?acceder a ello?, venir a menos, que desde la definición de Covar r ubias ?Descaecer de su estado?, ha evolucionado a ?Deter ior ar se, em peor ar se o caer del estado que se gozaba? o venir clavado algo a otr a cosa. Otr as expr esiones incluidas son las siguientes: venir le a alguien ancho algo, venir le a alguien angosto algo, venir mal dadas, venir a tier r a? , que están, salvo un par de ellas (venir mal dadas, venir a tier r a), desde el pr im er diccionar io. Var ela y Kubar th (1994) r ecogen m uchísim as expr esiones. Se tr ata en algunos casos de locuciones actuales, a veces m uy coloquiales, que no venían r ecogidas en diccionar ios anter ior es, com o son venir el tío Paco con la r ebaja, venir le u.c. a alguien como un par de pistolas a un santo o venir una per sona cagando/echando hostias/leches. De todas for m as, es de destacar que en ocasiones, com o ya he señalado, se incluyen expr esiones que ya no se docum entan en la actualidad. Seco et al. (2004), por su par te, hacen tam bién una im por tante selección de expr esiones. En su caso, salvo r ar as excepciones com o venir a los alcances, sí se tr ata de constr ucciones que se siguen usando en la actualidad, las definiciones son clar as y pr ecisas, y no se lim itan a copiar diccionar ios anter ior es; así, venir r odado, por ejem plo, se define com o ?suceder por encadenam iento casual de las cir cunstancias?, venir como anillo al dedo com o ?de m aner a m uy opor tuna o adecuada? y venir al pelo ?a la m edida o necesidad del deseo?. A tr avés de este r ecor r ido puede confir m ar se cóm o las unidades fr aseológicas analizadas han for m ado par te de los diccionar ios de la lengua española des-

[14] Tam bién m e he ser vido de Ram os y Ser r adilla (2000) y del diccionar io Dicemto, en fase de elabor ación. Estos tr abajos, de hecho, fuer on el punto de par tida, junto con la obr a de Covar r ubias par a iniciar la búsqueda de unidades fr aseológicas. No m e detengo en ellos por que, com o he señalado, uno de ellos está aún en fase de elabor ación y sobr e el pr im er o he insistido ya en otr os de m is tr abajos.


desde antiguo y cóm o son tr atadas en las diver sas obr as lexicogr áficas, desde Covar r ubias hasta la actualidad, com o un elem ento constitutivo esencial del léxico español.

4. Diccionar ios y fr aseología Según se ha podido vislum br ar en los apar tados anter ior es, las unidades fr aseológicas sufr en un continuo pr oceso de r enovación y tr ansfor m ación. Son m uchas las expr esiones sur gidas en cada per iodo; m uchas, las que desapar ecen ?una vez que la m etáfor a r esulta opaca par a el hablante (andar a la cor dobana, andar se a la flor del ber r o)? y algunas, las que sufr en cam bios for m ales (meter la mano en el fuego [por alguien] > poner la mano en el fuego [por alguien]) o sem ánticos (véase, por ejem plo, el caso de venir (muy) ancho). Por otr o lado, es fundam ental pr estar atención a los distintos diccionar ios ya que estos se hacen eco de la pr esencia de estas locuciones en la lengua de los hablantes de cada m om ento histór ico. Es im por tante tener en cuenta que a tr avés de las obr as lexicogr áficas podem os conocer cuáles er an las expr esiones m ás usuales en cada época y cuál er a su significado, por lo que se convier ten en una ayuda ir r eem plazable par a los estudiosos de la histor ia de la lengua española. No obstante, hem os de ser vir nos tam bién de cor pus par a saber si, efectivam ente, dichas locuciones seguían pr esentes en la lengua en el m om ento de confeccionar se los diccionar ios pues no es nada extr año en la histor ia de nuestr a lexicogr afía encontr ar nos con expr esiones obsoletas, que han dejado de utilizar se m ucho tiem po atr ás per o que, quizás por fidelidad a la tr adición lexicogr áfica, se siguen incluyendo, edición tr as edición, en los diccionar ios[15]. Pese a ello, la labor lexicogr áfica es fundam ental par a el estudio de la fr aseología del español y, unida al análisis sistem ático de cor pus docum entales, nos puede pr opor cionar una her r am ienta básica par a conocer en pr ofundidad esta par cela de nuestr a lengua. He m encionado hasta el m om ento algunos diccionar ios (se tr ata de una m ínim a selección) que m e han r esultado especialm ente útiles en m is investigaciones en tor no a la fr aseología desde un punto de vista histór ico: Covar r ubias (1611), Cor r eas (1627), Cejador y Fr auca (1921-25), Autor idades (1726) y el r esto de diccionar ios académ icos, Ter r er os y Pando (1786-1788), Salvá 107

(1837), Var ela y Kubar th (1994), Ram os y Ser r adilla (2000) y Seco et al. (2004), todos ellos incluidos en la bibliogr afía; per o no quier o dejar de m encionar en este tr abajo otr as obr as lexicogr áficas m uy útiles par a el conocim iento de la fr aseología actual. M e r efier o a obr as com o las siguientes, que tienen com o destinatar ios, básicam ente, a los apr endientes de ELE[16]: Beltr án y Yáñez Tor tosa (1996), Dom ínguez González, M or er a Pér ez y Or tega Ojeda (1988), Penadés M ar tínez (2002), Pr ieto (2006), Rodr íguez-Vida (2011) o Vr anic (2005), entr e otr os. Tam bién existen algunas investigaciones r ecientes en tor no a cóm o los diccionar ios incluyen las unidades fr aseológicas y a cóm o se pueden explotar con fines didácticos: Castillo Car ballo (2001), M endoza Puer tas (2013), Penadés M ar tínez (2003), Rivas González, M anuel (2005) o Robles y Sabater (2007). Par ece evidente, pues, que lexicogr afía y fr aseología son disciplinas que han cam inado juntas desde antiguo. Ya en el español clásico sur gen r eper tor ios o diccionar ios de m odism os y esta línea se ha m antenido a lo lar go de los siglos. Es cier to que los tr abajos específicos sobr e fr aseología no com ienzan a pr olifer ar hasta la últim a década del siglo XX y que solo a par tir de esa fecha encontr am os un núm er o cada vez m ás im por tante de diccionar ios fr aseológicos y de obr as destinadas al análisis de cóm o los diccionar ios incluyen las unidades fr aseológicas; per o está clar o que, desde siem pr e, los hablantes han estado inter esados en esas expr esiones idiom áticas tan r epr esentativas de la cultur a de cada pueblo y por ello, per iodo tr as per iodo, han ido sur giendo obr as destinadas a r ecoger esta m uestr a del habla popular.

Algunas r eflexiones finales La fr aseología es una disciplina que va desper tando cada vez m ás inter és entr e los especialistas por m uy diver sos m otivos: por la im por tancia que cobr an las r elaciones entr e léxico

[15] Es llam ativa la pr esencia de locuciones ya desapar ecidas en nuestr a lengua en m uchos diccionar ios y tr aductor es en la r ed. Es evidente que en estos casos no ha habido una labor pr evia de búsqueda, selección y com pr obación de la fr ecuencia de uso de las unidades fr aseológicas. Desgr aciadam ente, tam bién se da esta r ealidad en diccionar ios supuestam ente r ealizados por exper tos. [16] Se incluyen bilingües.

tanto diccionar ios m onolingües com o


y sintaxis; por que son una m uestr a im por tante de la evolución del léxico, por la necesidad de r ealizar estudios contr astivos entr e las difer entes lenguas par a obser var si par a expr esar las m ism as r ealidades se hace uso o no de las m ism as m etáfor as; por el inter és que supone obser var las difer entes pr opuestas de definición en los distintos diccionar ios; o, incluso, por la dificultad que entr aña su pr oceso de enseñanza-apr endizaje de lenguas extr anjer as. Por otr o lado, y aun a falta de tr abajos específicos pr evios, es evidente que a lo lar go de toda nuestr a histor ia lingüística las unidades fr aseológicas han sido m er ecedor as de atención y han sido consider adas un elem ento constitutivo esencial del léxico español a la vista de cóm o, desde antiguo, apar ecen incluidas en los diccionar ios. Las obr as lexicogr áficas se convier ten, así, en una her r am ienta clave par a el estudio de la histor ia del español ya que nos per m iten conocer qué expr esiones er an utilizadas en cada per iodo. Fr aseología y lexicogr afía han ido, pues, siem pr e de la m ano y queda aún un inm enso tr abajo por hacer ya que son m uchas las expr esiones que aún debem os r astr ear en los difer entes diccionar ios par a poder obtener un panor am a m ás com pleto de las locuciones utilizadas por los distintos gr upos de hablantes en cada m om ento de nuestr a histor ia lingüística. Lo m ostr ado hasta aquí es solo el com ienzo de un cam ino del que quedan m uchas leguas por r ecor r er.

Bibliogr afía La bibliogr afía que se pr esenta a continuación pr etende ser un apoyo a los investigador es inter esados en pr ofundizar tanto en el estudio de la fr aseología com o en el estudio acer ca de cóm o los diccionar ios pr esentan las unidades fr aseológicas. No todos se han m encionado en las páginas pr ecedentes per o su valía en incuestionable par a cualquier investigador en la m ater ia.

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Ana Ser r adilla Castaño


El eje sintagmático en los diccionarios de lengua: información gramatical, información sintáctica y función codifcadora, [1] Rosar io González Pér ez Univer sidad Autónoma de Madr id

Profesora en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de los grupos de invetigación GLEXy SemLatRom

1. I ntr oducción

En

este tr abajo analizam os la im por tancia de las infor m aciones r elativas al eje sintagm ático (infor m ación gr am atical y sintáctica) par a el cum plim iento de la ver tiente codificador a de los diccionar ios de lengua. Tr as un br eve r epaso histór ico a la fijación de este tipo de infor m ación en los diccionar ios m onolingües, nos enfr entam os a algunos aspectos pr oblem áticos que supone la inclusión en un r eper tor io de deter m inados tipos de infor m ación gr am atical. Finalm ente, vem os cóm o la infor m ación sintáctica sobr e los entor nos en que apar ecen las piezas léxicas definidas (nos centr am os en los ver bos y en el pr oyecto Diccionar io Cor uña de la lengua española actual) tiene r eper cusiones sem ánticas en num er osas ocasiones y, por tanto, deter m ina tam bién la or ganización del ar tículo lexicogr áfico. Hacer explícita esta solidar idad entr e los entor nos sintácticos y el contenido de los vocablos r efuer za la función pr edictiva del diccionar io.De las dos funciones del diccionar io en r elación con el conocim iento y el uso de un sistem a lingüístico, la pasiva o codificador a y la activa o descodificador a, la m ás visible y, pr obablem ente, la m ás utilizada por los usuar ios sea la pasiva. A ello contr ibuye la eficacia de un sistem a de búsqueda, gestado a tr avés de los siglos, r ápido y eficaz, aunque ar bitr ar io. Así lo señala M . Seco cuando dice que el or den alfabético es la «llave que pr opor ciona acceso 114

fácil y r ápido al saber encer r ado en el libr o» (2003: 92); ese libr o es el diccionar io de lengua, el libr o de consulta por excelencia. El léxico de una lengua es la par te m ás accesible del idiom a por su visibilidad y la for m a m ás dir ecta de llegar a él en una búsqueda en papel es el or den alfabético, por m ás que con este or den queden opacas las r elaciones nocionales entr e distintas unidades léxicas. Los usuar ios no especializados suelen buscar infor m ación sobr e el léxico de su lengua y, fundam entalm ente, sobr e aspectos sem ánticos (tam bién or togr áficos), lo que supone un uso fundam entalm ente descodificador del diccionar io. Esto es lógico, si consider am os que par a un hablante, el desconocim iento del significado supone la inexistencia de la pieza léxica a efectos pr ácticos: si no sabem os qué significa algo no podr em os contextualizar lo, asignar le clase, valor y efectos pr agm áticos, es decir, no podr em os usar lo. Per o a par tir de esta función esencialm ente pasiva y descodificador a de los diccionar ios de lengua, el con sultor

accede tam bién, sea o no consciente de ello, a

[1] Este tr abajo se r ealiza en el m ar co del Pr oyecto de investigación com petitivo Diccionar io Cor uña de la lengua española estándar actual (continuación), concedido por el M inister io de Ciencia e Innovación, con r efer encia FFI2011-23064, cuyo investigador pr incipal es el pr ofesor José-Álvar o Por to Dapena.


una cantidad ingente de infor m aciones de distinto tipo, con un peso desigual según los r eper tor ios, que ar m an la pieza léxica buscada de todo lo necesar io par a en pieza discur siva. Dentr o de ese bagaje de infor m aciones de distinto tipo se encuentr a la infor m ación gr am atical (Por to Dapena 2009: 33-50), indispensable par a el cum plim iento discur sivo de los aspectos codificador es del diccionar io de lengua. En efecto la infor m ación gr am atical y la for m a de ofr ecer la son esenciales par a que un diccionar io de lengua desar r olle adecuadam ente su función pr oductiva. Cuando nos enfr entam os a la codificación y notación de los aspectos gr am aticales en los diccionar ios m onolingües gener ales, se nos plantean dos pr oblem as fundam entales: qué incluir y cóm o incluir lo. Por ello, no debem os per der de vista la accesibilidad de las infor m aciones de un r eper tor io lexicogr áfico lo que, en cuanto al pr oblem a que nos ocupa, la capacidad pr oductiva de los diccionar ios de lengua, significa que debem os tener pr esente que la notación codificada de infor m aciones com o las gr am aticales o sintácticas no debe suponer un elem ento que com plique en exceso la consulta del r eper tor io[2]. Esto lleva al lexicógr afo a encontr ar se a m enudo en un inestable equilibr io entr e conseguir ofr ecer la m áxim a infor m ación posible sobr e las r estr icciones gr am aticales y sintácticas de los vocablos incluidos y logr ar lo de la for m a m ás accesible, clar a y sistem ática posible par a el hipotético (y m uchas veces heter ogéneo) consultor.

2. Diccionar io y diccionar ios: or ígenes de la lexicogr afía e infor mación gr amatical La infor m ación gr am atical no siem pr e ha tenido ni la m ism a pr esencia ni el m ism o tr atam iento en las obr as lexicogr áficas m onolingües y sincr ónicas. La m aner a de tr ansm itir la se ha ido fijando a lo lar go de siglos de tr abajo lexicogr áfico y es a par tir de la segunda m itad del siglo XX cuando la infor m ación gr am atical cobr a gr an r elevancia en los diccionar ios gener ales, sobr e todo si tenem os en cuenta la confluencia de var ios hechos: em pieza a calar en la lexicogr afía española el m odelo del Diccionar io de Cuer vo (aunque la obr a date de finales del XIX), en el que se par te de los entor nos sintácticos par a la explicación de los 115

vocablos; apar ecen diccionar ios con una pr eocupación cr eciente por el uso (el de M ar ía M oliner ), lo que lleva a una consider able am pliación de los aspectos sintagm áticos de dichas obr as y sur ge con fuer za una inter esante cor r iente de investigación lingüística en el ám bito lexicogr áfico, enter am ente consolidada hoy entr e los especialistas con diver sas denom inaciones (lexicogr afía teór ica, m etalexicogr afía)[3]. A esto

[2] Es indudable que la inclusión de elem entos com binator ios r estr ictivos explícitos hace m ás pr edictivo un diccionar io, per o hay que intentar que lo haga tam bién m ás útil par a el consultor. Habr ía, por tanto, que indagar en el m odo de incluir estas infor m aciones de m aner a que, en la línea de cor r ientes lexicogr áficas com o la teor ía funcional de la lexicogr afía (Tar p y Fuer tes Oliveir a 2010), r espondan a las necesidades del consultor con el m enor esfuer zo posible de pr ocesam iento de la infor m ación. Tal vez los diccionar ios en línea puedan m ejor ar el acceso a las infor m aciones a tr avés, por ejem plo, de un sistem a de cam pos, en que sea el consultor el que decida qué necesita ver en cada m om ento y con qué nivel de com plejidad. A este r especto quer em os citar las palabr as de Battaner (2003: 231): ?La lectur a de diccionar ios es un tipo de lectur a especial, r esponde a inter eses lim itados, concr etos y acuciantes. Leer un diccionar io de cor r ido par a cor r egir lo o par a saber lo que contiene es una tar ea antinatur al, m uy ar dua, en la que hay que luchar por m antener la per spicacia. [? ] La lectur a electr ónica de diccionar ios que aquí se plantea es difer ente a estas dos; no es de consulta, ni es lectur a de cor r ido; sir ve, desde luego, par a saber lo que el diccionar io encier r a y sir ve par a conocer m ejor la lengua o las lenguas descr itas en el diccionar io.? [3] La m etalexicogr afía se ocupa de todos los aspectos que r odean el objeto diccionar io. Seco (2003: 15-16) señala com o punto de par tida de la concepción de la lexicogr afía no solo com o el ar te de com poner diccionar ios, sino tam bién y, sobr e todo, com o un objeto de estudio, el congr eso celebr ado en 1960 en la Univer sidad de Indiana que tr ajo com o consecuencia que la lexicogr afía se em pezase a ver com o una disciplina lingüística o, por m ejor decir, de la lingüística y que en la técnica lexicogr áfica tuviese cada vez m ás im por tancia el estudio científico del lenguaje.


que sum ar la eclosión, sobr e todo a par tir de la década de los 90, de los diccionar ios didácticos o de apr endizaje[4] (dir igidos a hablantes nativos de distintas etapas escolar es o a apr endices del español com o segunda lengua). Este tipo de r eper tor ios, que tan buenos fr utos ha dado en diver sas editor iales com o VOX, SM o Santillana, concede una gr an im por tancia a los aspectos sintagm áticos de sus ar tículos, lo que, sin duda, ha influido en el hecho de que los diccionar ios de lengua actuales ofr ezcan infor m aciones gr am aticales que exceden con m ucho la tr adicional categor ía gr am atical del vocablo definido. De todos m odos, los or ígenes de la lexicogr afía nos r evelan que el pr im er inter és es la com pr ensión del sentido del vocablo en un texto. Son, pues, las necesidades de inter pr etación las que conducen al pr oducto que en la actualidad y, desde el siglo XV con Nebr ija, llam am os diccionar io. Recor dem os que, aunque la histor ia de los estudios sobr e el léxico en Hispania com ienza con San Isidor o de Sevilla (c 560-636) y sus Etimologías, la histor ia de la lexicogr afía com ienza con la necesidad de inter pr etar los textos de los autor es clásicos en el ám bito escolar. Par a ello, los textos latinos y gr iegos se acom pañaban de glosas (explicaciones de palabr as) y escolios (explicaciones de cosas)[5]. Per o desde el m om ento en que hay que consignar infor m ación sobr e un vocablo, están pr esentes, adem ás, contenidos que r eflejan su posible uso. Esto se apr ecia especialm ente en categor ías com plejas sintácticam ente hablando, com o la clase ver bal. En r eper tor ios com o el de Nebr ija o el de Autor idades son los ver bos las palabr as m ejor pr esentadas gr am aticalm ente hablando. En el caso del pr im er diccionar io académ ico, se indican tam bién las subcategor ías ver bales. Desde Autor idades es pr áctica habitual la pr esencia de la categor ía gr am atical tr as el lem a y, sin em bar go, un diccionar io com o el del padr e Ter r er os, con una or ientación tan intuitivam ente sintagm ática, no incluye la categor ía gr am atical de las voces definidas. Desde luego, no es el Diccionar io castellano con las voces de ciencias y ar tes un diccionar io con or ientación par adigm ática, com o lo m uestr a el hecho de que las definiciones apenas si son explicativas en num er osos casos, con una pr efer encia por per ífr asis definitor ias condensadas y por definiciones sinoním icas o m ultisinoním icas (incluso con acum ulación, en algunos casos, de sinónim os que funden 116

acepciones difer enciadas), en las que casi no se r astr ean posibles r asgos difer enciales. Cuando se consulta el diccionar io de Ter r er os da la im pr esión de que en la obr a del lexicógr afo jesuita pr edom ina una concepción de diccionar io que se acer ca a las voces incluidas no en cuanto m iem br os de par adigm as, sino pr incipalm ente com o piezas que hay que saber identificar y usar en el discur so. Clar o está que esta or ientación sintagm ática es m ás intuición, com o hem os señalado m ás ar r iba, que plan r igur oso. Per o a pesar de ello, el tr atam iento de los lem as ver bales r efleja la pr eocupación del lexicógr afo por los entor nos sintácticos de los vocablos definidos. Es m uy fr ecuente que los ver bos tengan com o entr ada un lem a com plejo del tipo:

andar hecho un azacán, ?andar aper r eado, sin utilidad, ni lucim iento, o con m ucho tr abajo.? (Entr ada pr óxim a a una expr esión idiom ática m ás o m enos fija). abr ir la cabeza, ?quebr ar la, r om per la.?(Entr ada en r elación con el concepto de colocación). afer r ar se en alguna cosa, ?obstinar se en ella.? (Com o entr ada con lem a sim ple en Autor idades, constituye la 2ª acepción de afer r ar se).

[4] Es cier to que el sur gim iento en la lexicogr afía española de este tipo de diccionar ios es tar dío r especto a la lexicogr afía inglesa o fr ancesa Per o sus efectos sobr e los diccionar ios m onolingües gener ales son idénticos. Los diccionar ios de apr endizaje pr oceden a una notable am pliación de los aspectos sintagm áticos. El diccionar io de apr endizaje se concibe com o esencialm ente codificador, sin r enunciar a los aspectos descodificador es. Enfocado a un consultor que tiene que adquir ir com petencias básicas en su lengua o en una lengua extr anjer a y que se encuentr a en un m om ento deter m inado de ese pr oceso de apr endizaje, estas obr as lexicogr áficas constituyen pr oductos híbr idos, son diccionar ios del uso actual de la lengua a tr avés de la selección de la nom enclatur a, a la vez que señalan tam bién los aspectos nor m ativos. En el uso está la clase de palabr as, la pr onunciación, la r elación con la fam ilia de palabr as, el contexto a tr avés de los ejem plos, la sinonim ia y antonim ia, la infor m ación pr agm ática y connotativa y todo aquello que pueda ser vir al consultor par a conver tir se en un hablante eficaz de una lengua. Por eso abundan en este tipo de obr as los apéndices (gr am aticales -par adigm as ver bales, pr onom inales- o léxicos ?lista de siglas o gentilicios-) y los com entar ios fuer a del enunciado r eser vado a la definición. [5] Par a una visión gener al sobr e los com ienzos de la lexicogr afía española puede consultar se el tr abajo de Bar bar a Fr eifr au von Gem m ingen (2003: 151-174).


aclar ar una cosa, dificultad ?explicar la.? aclar ar la r opa, ?lavar la, lim piar la.? (Junto con el lem a anter ior, en r elación con el concepto de solidar idad léxica). atascar a alguno en plática, ar gum ento, ?lo m ism o que atar ugar le, confundir le.? (Con significado causativo). acudir a alguno con socor r o, ?Socor r er le, am par ar le.? (Que r ecuer da un contexto sintáctico ?com o el del DCLEA-, per o sin notación sintáctica).

La abundancia de este pr ocedim iento en la lem atización de los ver bos no par ece casual en Ter r er os: hay 290 lem as y sublem as com plejos sólo en la letr a A del r eper tor io analizado y, de los 48 lem as com plejos que apar ecen en Ter r er os com o cabeza de entr ada, sólo 15 son tam bién lem as com plejos en Autor idades. Da la sensación de que Ter r er os, por este m edio, quier e separ ar lo que per tenece al significado de los tér m inos (en la definición) de lo que constituyen elem entos habituales del contexto (en el lem a), ya se tr ate de lo que hoy llam ar íam os elem entos del contor no, ya sean otr o tipo de r asgos (elem entos fijos o fr ecuentes que acom pañan al ver bo de que se tr ate)[6]. Si nos hem os detenido en este diccionar io es por que ejem plos com o el de Ter r er os nos indican la pr eocupación a lo lar go de la histor ia de la lexicogr afía por aspectos que afectan a la com binación de las unidades definidas y a los entor nos en los que apar ecen.

en el pr im er enunciado difier e o puede difer ir en los distintos tér m inos y / o acepciones que integr an la nom enclatur a del r eper tor io. No es casual que los diccionar ios de lengua pongan tanto énfasis en el pr im er enunciado del ar tículo o, lo que es lo m ism o, en infor m ar al usuar io de todos los aspectos r elativos al uso, a las posibilidades de uso del vocablo definido. Gr an par te de esa infor m ación, com o ya hem os señalado, es de car ácter gr am atical, entendiendo la gr am ática en un sentido m uy am plio, com o el m odelo de lengua que el hablante ha adquir ido y acuñado m entalm ente par a activar lo cuando sea pr eciso, y ese m odelo com pr ende los par adigm as que lo integr an con las car acter ísticas fónicas, m or fológicas, sintácticas y léxicas de todos sus com ponentes. La lexicogr afía m onolingüe sincr ónica, ya desde el Diccionar io de Autor idades, no ha dudado nunca de la indisoluble r elación entr e léxico y gr am ática, com o lo pr ueba la existencia de los dos enunciados lexicogr áficos. M ir ar hacia las infor m aciones gr am aticales que nos ofr ece un diccionar io en su m icr oestr uctur a es m ir ar hacia la definición contextualizándola, r epr esentándose el significado de la pieza léxica definida en funcionam iento, con todas las car acter ísticas for m ales r elativas a ese ese significado en plena actividad (la pr onunciación, la or togr afía, la clase, el r egistr o, lo ir r egular si lo hubier e).

3. Algunos pr oblemas de la inclusión de infor maciones gr amaticales en los diccionar ios de lengua En los diccionar ios actuales, la infor m ación gr am atical está bien establecida y bien delim itada topogr áficam ente en el ar tículo lexicogr áfico[7]. Por lo gener al, la infor m ación gr am atical explícita se encuentr a situada en lo que Seco (1977: 217-239) ha denom inado pr imer enunciado del ar tículo lexicogr áfico, el que se r efier e al vocablo definido en cuanto signo. La infor m ación que este enunciado nos com unica es disper sa y no sólo de car ácter gr am atical (etim ología, época de vigencia de la palabr a, lím ites geogr áficos, cam po del saber, niveles de uso, explicaciones sobr e la tr ansición sem ántica de los vocablos); evidentem ente, la cantidad y tipología de esta infor m ación contenida 117

[6] Par a m ás infor m ación sobr e los distintos tipos de lem as ver bales com plejos en el diccionar io de Ter r er os puede consultar se González Pér ez (2003). [7] Es tr adicional consignar la categor ía gr am atical, la subcategor ía en los ver bos el géner o en los sustantivos. Per o la subcategor ización de las clases de palabr as incluidas en el diccionar io r esulta excesivam ente par ca en algunos casos; así lo señala I. Bosque (2006), cuando r eclam a la inclusión en los diccionar ios gener ales de m ar cas com o animado o contable par a los nom br es o per fectivo o incoativo par a los ver bos. Y no se tr ata de infor m ación r edundante, puesto que, com o ya sabía el m aestr o Rufino José Cuer vo, las car acter ísticas gr am aticales o sintácticas de los vocablos son insepar ables de su significado en contexto.


Aún par tiendo de una or ientación léxico-sem ántica, la finalidad de los diccionar ios gener ales no es únicam ente que lleguem os a com pr ender el significado de un tér m ino (segundo enunciado lexicogr áfico), sino que lo com pr endam os en sus distintos contextos y que seam os capaces de usar lo en contextos sim ilar es per o no nuevos, es decir, que seam os capaces de actualizar lo. Por eso, par a conseguir este fin, han de m anejar se en los r eper tor ios lexicogr áficos todos los niveles de análisis de los lexem as que se incluyen y, adem ás, ha de dar se entr ada a elem entos sin significado léxico (palabr as gr am aticales) e incluso a for m as tr abadas sin independencia gr áfica (sufijos y pr efijos).Y toda la infor m ación sobr e los elem entos incluidos (fonética si es per tinente, categor ial, com binator ia, léxico-pr agm ática), ha de r educir se a m ar cas lo suficientem ente explicativas y ajustadas a la natur aleza gr am atical y sem ántica de lo definido com o par a que cum plan lo m ás adecuadam ente posible con la función de codificación y descodificación. Por ello los lexicógr afos han de tom ar decisiones lingüísticas constantem ente y, m uchas veces, en ter r enos conflictivos o no bien delim itados. A estos aspectos se ha r efer ido el pr ofesor Por to Dapena (2009:37):

los diccionar ios m uestr an una gr an vacilación a la hor a de r egistr ar en su nom enclatur a las for m as pr onom inales, que tienden, com o acabo de obser var, a la disper sión, al figur ar cada for m a en su cor r espondiente posición alfabética. Por eso, quizás se puede decir que los pr onom br es apar ecen, en gener al, m ejor tr atados en las gr am áticas que en los diccionar ios.

La definición de estas entr adas constituye, en num er osas ocasiones, una m uestr a del enciclopedism o latente en los diccionar ios de lengua (v. Por to Dapena 2009:38), que se hace explícito cuando se pr ivilegian deter m inadas par celas del saber sobr e otr as. Es fr ecuente que los diccionar ios gener ales de car ácter totalizador dediquen lar gas y exhaustivas entr adas a las palabr as gr am aticales (por ejem plo, la definición de la pr eposición en en el DUE, s. v. en), y tam bién a palabr as que no for m an par te del lenguaje pr im ar io, sino que son tér m inos pr opios de la Lingüística o de la Gr am ática (m etaléxico, com o la definición de la palabr a afijo, que incluye en el 118

DUE un catálogo de afijos y ocupa desde la página setenta y dos a la ochenta del volum en 1, s.v. afijo, -a). Otr o pr oblem a es el de la inclusión de for m as gr am aticales dependientes. El lugar de estos elem entos, que actúan en los pr ocedim ientos de lexicogénesis, siem pr e ha sido pr oblem ático, par a unos lingüistas en las gr am áticas, por ser for m as ligadas y par a otr os en el léxico, por ser for m as car gadas de significado léxico. Los diccionar ios tam bién actúan de for m a vacilante. M ientr as que en el DUE afijos com o des- o ?ito tienen entr ada independiente, en el DEA, cuando el afijo coincide con una palabr a independiente no tiene entr ada pr opia; si no hay coincidencia con una for m a libr e, el afijo tiene entr ada independiente en el DEA (des-, DEA, s. v. des-); y no se incluyen los sufijos (el sufijo ?ito no apar ece en la nom enclatur a del DEA). La pr egunta que nos plantean estos elem entos es si su inclusión es ver dader am ente necesar ia en un diccionar io m onolingüe. ¿Son piezas, los afijos, que un consultor buscar ía separ adam ente, por ejem plo, en casos com o confluir , despiezar , insensible? Incluso tr atándose de un consultor extr anjer o, ¿se consultar ía la palabr a par celada m or fológicam ente o com pleta? Existen, adem ás, palabr as que son der ivados lexicalizados (calcetín) y no adm iten par celación m or fológica funcional en sincr onía. En la actualidad, no hay una r espuesta clar a al r especto, per o la inclusión sin m ás de los afijos no tiene por qué ser siem pr e r elevante, gr am aticalm ente hablando, en un r eper tor io lexicogr áfico, aunque en deter m inados casos per m ita aliger ar la nom enclatur a de un diccionar io cuando la cr eación de palabr as obedece a pr ocesos r egular es, com o m uchas veces sucede con los adver bios en ?mente.

4. La necesidad de la infor mación sintáctica en solidar idad con el significado: los entor nos sintáctico-semánticos Los diccionar ios m onolingües, concebidos tr adicionalm ente par a pr opor cionar infor m ación esencialm ente sem ántica, han desatendido en cier ta m edida la codificación de datos tan r elevantes en la actividad lingüística r eal del consultor com o los sintácticos. Una de las m ás inter esantes del Pr oyecto Cor uña, en el que cola-


bor o es la de pr opor cionar los contextos sintácticos (en r ealidad, sem ántico-sintácticos) de las unidades, fundam entalm ente ver bos, que incluye. De este m odo la infor m ación sintáctica se convier te, especialm ente en el caso de la categor ía ver bal, en pieza clave par a la codificación poster ior de los tér m inos por par te del consultor. Esta infor m ación sintáctica se coloca entr e cor chetes delante de la definición y consiste en el esquem a del entor no sintáctico del definido indicando los ar gum entos del tér m ino con notación abr eviada de las funciones sintácticas que desem peñan, utilizando difer entes notaciones par a indicar la opcionalidad -par éntesis angular es- o la constr ucción nor m al ?par éntesis- de dichos ar gum entos (achispar . tr. [ alguien (suj.) a una per sona (od.) <con una bebida alcohólica> (cp.)]. Poner laliger am ente bor r acha. [? ], en la m uestr a publicada del DCLEA (Por to Dapena et alii 2007). La infor m ación ofr ecida en estos entor nos sem ántico-sintácticos está en íntim a r elación con la infor m ación conceptual que se ofr ece en la definición de los vocablos incluidos, constituyendo un elem ento fundam ental en la or ganización del ar tículo lexicogr áfico[8]. La división en subacepciones r efleja, en num er osas ocasiones, la existencia de una solidar idad entr e el com ponente sem ántico y el sintáctico en una categor ía com o la ver bal[9]. En el caso del ver bo beber , obser vam os cóm o tr as el entor no sintáctico y la pr im er a acepción, se ofr ece una subacepción en que podem os com pr obar esta solidar idad: beber . v. 1. tr. [ un animal oper sona (suj.) ?una cosa líquida? ?p. e. agua? (od.)]. Inger ir lo o m eter lo en la boca haciéndolo pasar por el tubo digestivo. [? ] a) intr. Sin obj. dir ecto puede significar par ticular m ente ?consum ir bebidas alcohólicas?. En este caso puede ir acom pañado de los advs. De cantidad mucho, demasiado o poco, o tam bién con la expr esión como un cosaco o como una esponja. Si no lleva ningún adv. , se entiende siem pr e mucho o demasiado y, por lo tanto, el ver bo adquier e m ás par ticular m ente el significado de ?ser alcohólico o tener el vicio de tom ar bebidas alcohólicas?. Finalm ente, en fr ase negativa equivale siem pr e a ?ser abstem io, no pr obar el alcohol?.

Este entr ecr uzam iento de r asgos de distinto tipo en la clase ver bal tiene zonas de especial contacto; es lo que sucede cuando tenem os en cuenta la r elación entr e los esquem as constr uccionales de 119

los ver bos[10] y el significado del ver bo en cuestión, entendido este com o un dom inio sem ántico am plio en estr echa conexión con la constr ucción sintáctica seleccionada por el ver bo. Efectivam ente, en ocasiones, el cam bio en el esquem a de los ar gum entos ver bales, com o en el caso de beber , cam bia tam bién el significado ver bal, com o vem os en la acepción 1a del DCLEA (intr. Sin obj. dir ecto puede significar par ticular m ente ?consum ir bebidas alcohólicas?. [? ]), en que la constr ucción intr ansitiva, sin la especificación del objeto dir ecto, lo bebido, que coincide en este caso con la función sem ántica de paciente, especializa el sentido de beber y lo convier te en un ver bo absoluto con una suer te de acusativo inter no que no hace falta explicitar : beber en constr ucción absoluta, activa la inter pr etación pr om inente ?inger ir bebidas alcohólicas?. Esta concepción lexicogr áfica par te de la solidar idad entr e el esquem a constr uccional del definido y el significado cor r espondiente, lo que en el DCLEA constituye la sum a del contexto sintáctico-sem ántico y la definición, situados consecutivam ente en el ar tículo lexicogr áfico del pr oyecto DCLEA (Por to Dapena et alii 2007: 32). Per o no es una concepción habitual en diccionar ios m onolingües gener ales, enfocados a un hablante nativo, con or ientación sem asiológica y con función em inentem ente descodificador a. De

[8] Señala Por to (Por to et alii 2007: 32) que «Este pr ocedim iento [el contexto sem ántico-sintáctico] [? ] ofr ece var ias ventajas al r egistr o dir ecto de la definición: en pr im er lugar y ante todo, la definición apar ecer á m ucho m ás clar a y nítida par a el usuar io, quien par te pr ecisam ente de una palabr a en un contexto y, por lo tanto, le r esultar á m ás fácil encontr ar la acepción adecuada [? ]; y, por otr o lado, éstas [las definiciones] se ver án con fr ecuencia aliger adas al no tener que incluir necesar iam ente elem entos contextuales, salvo cuando lo exige la sintaxis del pr opio enunciado definicional.» [9] Un estudio m ás pr ofundo sobr e la solidar idad entr e los entor nos sintácticos y la or ganización conceptual del ar tículo lexicogr áfico podr á consultar se en González Pér ez, R., ?La infor m ación sintáctica y la or ganización del ar tículo lexicogr áfico?, anejos de la Revista de Lexicogr afía, en pr ensa. [10] El tér m ino esquema constr uccional se está abr iendo paso en los últim os años dentr o de la investigación. que indaga, pr ecisam ente, sobr e la r elación entr e sintaxis y sem ántica y su im por tancia en el establecim iento de las clases ver bales. Así, usa el tér m ino el equipo investigador de la Univ. de Vigo en el Pr oyecto ADESSE (Alter nancias de diátesis y esquem as sintáctico-sem ánticos del español).


hecho, este tipo de diccionar ios suelen ser m uy poco selectivos en lo que r especta a la inser ción en el discur so de los tér m inos definidos, a su constr ucción r eal, lo que pr ovoca una definición sin elem entos r estr ictivos (el contexto sintáctico-sem ántico del DCLEA, es un elem ento r estr ictivo), que pr edice m uchos m ás contextos, m uchas m ás constr ucciones de las que r ealm ente pueden dar se[11]. A esto se ha r efer ido I. Bosque en la Pr esentación del diccionar io Redes. Diccionar io combinator io del español contempor áneo cuando señala que «las definiciones de los diccionar ios dan cabida a m enudo a m uchos m ás usos de los que efectivam ente adm ite el idiom a.» (2004: cvii). La apar ición de elem entos r estr ictivos -aunque el contor no[12] y sus distintas notaciones intenten lim itar la extensión de los posibles contextos de los definidos en los diccionar ios m onolingües-, es típica de los diccionar ios or ientados a hablantes de segundas lenguas, por que la función codificador a es fundam ental par a este tipo de consultor es[13]. Volvem os a insistir en que el caso de las entr adas con lem as ver bales es especialm ente sensible a la inter conexión entr e el esquem a constr uccional y el significado o sentido del vocablo definido. Per o no basta con esta infor m ación par a r estr ingir la extensión en el uso r eal de un tér m ino. En los ver bos la infor m ación gr am atical es esencial par a una adecuada codificación, pues necesitam os saber, al m enos: El esquem a constr uccional del definido par a un significado dado (ar gum entos con los que se com bina y funciones sintácticas que desem peñan los ar gum entos ver bales). La obligator iedad o no de los ar gum entos ver bales. Cóm o se ver baliza el m undo (esquem as cognitivos) en los difer entes contextos sintácticos, es decir, si par a un ar gum ento dado el ver bo definido selecciona per sonas (r asgo + hum ano) o cosas (r asgo ?hum ano) o qué tipo de per sonas o cosas se seleccionan y qué papel sem ántico desem peñan (funciones sem ánticas). Se super pondr ía al contexto sintáctico un contexto cognitivo exter no y pr opio de cada lengua natur al. La for m a de expr esión de los ar gum entos. Hay ver bos que se expanden con CD que puede ser un infinitivo, una or ación o un SN. ¿Qué for m a de expr esión ar gum ental selecciona cada ver bo definido?Si tom am os nuevam ente el ver bo beber , 120

en la m uestr a del DCLEA el ar tículo lexicogr áfico es el siguiente: beber . v. 1. tr. [ un animal o per sona (suj.) ?una cosa líquida? ?p. e. agua? (od.)]. Inger ir lo o m eter lo en la boca haciéndolo pasar por el tubo digestivo. [? ] a) intr. Sin obj. dir ecto puede significar par ticular m ente ?consum ir bebidas alcohólicas?. [? ]. En este caso puede ir acom pañado de los advs. De cantidad mucho, demasiado o poco, o tam bién con la expr esión como un cosaco o como una esponja. Si no lleva ningún adv. , se entiende siem pr e mucho o demasiado y, por lo tanto, el ver bo adquier e m ás par ticular m ente el significado de ?ser alcohólico o tener el vicio de tom ar bebidas alcohólicas?. Finalm ente, en fr ase negativa equivale siem pr e a ?ser abstem io, no pr obar el alcohol?. b) intr. [ alguien (suj.) por algo o por alguien (cp.)]. Tom ar una copa ?p. e. después de un br indispar a celebr ar o desear algo positivo a favor de la per sona o cosa que se expr esa. c) tr. [ una cosa (suj.) un líquido (od.)]. Absor ber lo, o atr aer lo y r etener lo dentr o de sí.[? ]

[11] Entendem os por elem entos r estr ictivos las notaciones, esquem as, contextos, indicaciones en cualquier for m ato, que dan cuenta de las posibilidades com binator ias de los vocablos que se definen en r elación con el significado de que se tr ate en cada acepción o subacepción. Son, por tanto, elem entos que r estr ingen las posibilidades de uso de los definidos y que pr opor cionan infor m ación explícita sobr e las r eglas gener ales activas en la gr am ática de una lengua natur al. [12] El tér m ino contor no está acuñado y bien asentado en la lexicogr afía teór ica desde M . Seco y su estudio sobr e lo que el autor denom inó contor no definicional (1979: 183-191). Los tipos de contor no han sido estudiados por el pr ofesor Por to Dapena en diver sas publicaciones; un r esum en de su investigación puede encontr ar se en Por to Dapena 2002: 307-328. [13] Codificar infor m aciones sobr e la constr ucción gr am atical de los vocablos definidos es habitual en diccionar ios par a hablantes no nativos com o los de la editor ial Collins (Collins English Dictionar y 1991) o los de las editor iales Longm an (Longman Dictionar y of Contempor ar y English 2003) y Oxfor d (Oxfor d Advanced Lear ner ?s Dictionar y of Cur r ent English 2005). Tam bién es fr ecuente que en los diccionar ios or ientados a hablantes no nativos se incluyan m uchas m ás infor m aciones de tipo gr am atical (com o, por ejem plo, si el nom br e es contable o no contable) que en los diccionar ios or ientados a hablantes nativos.


En la pr im er a acepción la codificación del contexto sintáctico-sem ántico nos per m ite acceder al esquem a sintáctico del definido (r estr icción 1). La notación adoptada nos per m ite distinguir qué ar gum entos ver bales son obligator ios (entr e par éntesis r edondos apar ecen los ar gum entos inter nos, r estr icción 2) y cuáles no (entr e par éntesis angular es; tam bién indican infor m aciones com plem entar ias, r estr icción 2). Asim ism o, los par éntesis angular es indican tam bién r estr icciones exter nas, que tienen que ver con el conocim iento del m undo (r estr icción 3: se indica que el objeto dir ecto debe ser una cosa líquida). La r estr icción 4, quedar ía im plícita en los ejem plos de los tér m inos definidos (Cuando tengo sed, mejor bebo agua, Santiago, El sueño de Amér ica, 21, apudPor to Dapena et alii, 2007, s.v. beber ). En el caso del ver bo beber , el ejem plo cor r espondiente a la 1ª acepción indicar ía que la constr ucción nor m al ser ía la expansión m ediante un ar gum ento en función de CD expr esado por un SN; per o en este caso, hay indeter m inación en la expr esión de las r estr icciones. Nos encontr am os ya en la difícil decisión de m ar car el lím ite entr e diccionar io y gr am ática. ¿Debe un diccionar io m onolingüe, esencialm ente sem ántico apor tar explícitam ente infor m aciones de este tipo? En el caso de que sea un diccionar io especializado en la constr ucción de los tér m inos (no lo es el DCLEA), sí.[14]. Los cam bios en los contextos sintáctico-sem ánticos de los ver bos dan lugar, en m uchas ocasiones, a sentidos o significados nuevos que influyen en la or ganización del ar tículo lexicogr áfico. Codificar las r estr icciones sintácticas 1, 2 y 3, com o hace el pr oyecto en el que par ticipo, hace visible la inter conexión entr e estos aspectos sintácticos y sem ánticos y per m ite integr ar la infor m ación sintáctica y la sem ántica par a conseguir que los diccionar ios gener ales m onolingües r ealicen, adem ás de una función pasiva y descodificador a, una función activa y codificador a, es decir, pr edictiva.

5. A modo de conclusión A lo lar go de este tr abajo hem os intentado m ostr ar la im por tancia de la inclusión de infor m ación gr am atical y sintáctica accesible en los diccionar ios gener ales, si quer em os que, adem ás de r esolver dudas sobr e el significado y la 121

or togr afía de los vocablos, sir van par a r esolver pr oblem as der ivados del uso discur sivo de las unidades incluidas. Hem os intentado tam bién señalar la dificultad que supone par a el lexicógr afo enfr entar se con el tr atam iento de la infor m ación gr am atical en r eper tor ios de or ientación tr adicionalm ente sem asiológica, con un gr an peso de los aspectos r elativos al significado de los definidos y con un gr an pr otagonism o de la definición en el ar tículo lexicogr áfico. Asim ism o, hem os quer ido destacar la im por tancia de la infor m ación sintáctica en algunas clases de palabr as com o la ver bal, no solo par a el uso de una unidad léxica en un contexto, sino tam bién par a entender su significado o sentido.Finalm ente, este esfuer zo de los lexicógr afos no tendr á el r esultado buscado si com o consultor es no sabem os leer la infor m ación gr am atical que nos ofr ece el diccionar io. Por eso

Lo único que, en todo caso, cabe lam entar es que los diccionar ios com unes no exploten en m ayor m edida las posibilidades que, sin apenas costo, tienen de infor m ar m ás y m ejor acer ca del com por tam iento m or fosintáctico de las palabr as, com o, desde luego, hay que lam entar a la vez que los usuar ios del diccionar io car ezcan en la m ayor par te de los casos de las debidas destr ezas com o par a sacar le todo el r endim iento que cabe sacar a las consultas lexicogr áficas. (Por to Dapena 2009: 50)

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[14] Los ar tículos del Diccionar io de constr ucción y r égimen de Rufino José Cuer vo se or ganizan en tor no a este tipo de constr ucciones.


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Rosar io González Pér ez


LI BROS PRESENTA DOS POR SUS A UTORES

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Lo que callan las palabras, Manuel Alvar Ezquerra Catedr ático de Univer sidad Com plutense de M adr id y académ ico cor r espondiente de la RAE

Nº de páginas: 330 págs Encuadernación: Tapa blanda Editorial: JDEJ EDITORES Lengua: CASTELLANO ISBN: 9788415131564

En

el libr o Lo que callan las palabr as r ecojo un m illar de palabr as que son habituales en la lengua, unas m ás que otr as, es cier to. En él se explica el por qué de su significado, de su or igen o de su em pleo, cuando no cuenta cóm o la voz se ha m antenido en Biografia cvla lengua aunque lo nom br ado por ella haya cam biado tanto que ya no se nos m uestr a con clar idad la r elación entr e el tér m ino y lo nom br ado por él. Esta r ecopilación no ha nacido espontáneam ente, sino que es r esultado de cientos de pr eguntas que m e he ido for m ulando a lo lar go de los años, o las que m e han hecho los alum nos en m is clases, o los am igos en conver saciones infor m ales, o las que he oído por aquí y por allí. No se tr ata de un diccionar io etim ológico, ni m uchísim o m enos, sino una colección de palabr as cuyas inter ior idades pueden r esultar atr activas a los lector es y, tal vez, les ayuden a com pr ender nuestr a lengua y entender por qué las cosas se llam an com o se llam an, esto es, a saber algo m ás de nuestr a cultur a. El conocim iento de la r ealidad nom br ada nos enseña cóm o voces que apar entem ente no tienen 124

nada que ver entr e sí encajan en una descr ipción del m undo que nos r odea par a dar nom br e a lo que hay en él. Por la ejem plo,br agueta de algunas pr endas de vestir se llam a así por que la BRACA, br aga, una pr enda de vestir m asculina que usaban los galos dism inuyó de tam año y se tr ansfor m ó en pr enda inter ior, que fue cubier ta por otr a, tam bién de or igen bár bar o, esta vez ger m ánica, el pantalón, al que hubo de pr acticár sele una aber tur a par a acceder a la otr a, y sur gió la br agueta. En otr os casos se explica cuáles han sido las costum br es par a entender los valor es de la palabr a tanto en el estado actual de la lengua com o en épocas pasadas. Así, por ejem plo, la voz per fume pr ocede del ver bo per fumar , que viene del latín per ?por, m ediante?, y fum ar e ?pr oducir hum o?, pues en la Rom a antigua, cuando se deseaba dar un olor agr adable a una estancia, se sahum aba m ediante plantas ar om áticas que se quem aban. Cuando com enzar on a elabor ar se ungüentos ar om áticos, a base de aceites, r esinas o con alcohol, no er a necesar io quem ar los, per o per m aneció la palabr a, r elacionada con el hum o. Hoy ya nadie vincula el per fum e con el hum o.


El conocim iento de la histor ia de las palabr as, de sus vicisitudes, nos puede pr opor cionar no pocas infor m aciones sobr e los valor es y usos que tiene o ha tenido, com o sucede con el gr ifo que abr im os par a tener agua. Per o es que gr ifo tam bién es un anim al fantástico. ¿Qué los une? La figur a de este se em pleó com o elem ento or nam ental en la Rom a clásica, y en la Edad M edia. En el ar te gótico, apar ece en las gár golas, esto es, en los caños o canales por donde se vier te el agua de los tejados o de las fuentes, junto a otr as r epr esentaciones de anim ales o per sonas. Cuando se com enzar on a fabr icar las llaves de paso m etálicas hubo costum br e de hacer que el agua salier a por la boca de una figur a zoom or fa o antr opom or fa, especialm ente anim ales m onstr uosos, com o el gr ifo, y así el anim al del ador no pasó a designar el conjunto hasta hoy, aunque no tengan ador no ninguno. Un caso gener alizado de desconocim iento del significado de la palabr a, pese a ser em pleada de un m odo habitual, es atutía, lo que lleva a los hablantes a dudar de su for m a, y por ello de su em pleo, ya que el r efer ente ha desapar ecido. Se tr ata de uno de los fósiles que quedan en la lengua, cuya for m a es tanto atutía com o tutía. La atutía es un ungüento m edicinal elabor ado a par tir de óxido de cinc que se utilizaba com o r em edio univer sal, de donde sur gió la expr esión de no hay atutía o tutía, con la que se da a entender que no hay m aner a de vencer una dificultad, per o que nada tiene que ver con las r elaciones de par entesco. Tam bién hace r efer encia a r ealidades desapar ecidas la voz candidato, der ivada de candidatus, con el m ism o valor en latín, der ivada por su par te de cand?dus, que significaba ?blanco br illante?, ?pur o, inm aculado?, entr e otr as cosas. ¿Quier e ello decir que los candidatos son alm as cándidas, pur as, inm aculadas? Los llam am os candidatos por que los aspir antes a ser elegidos par a ocupar alguna de las m agistr atur as de Rom a debían vestir de blanco dur ante la cam paña elector al con el fin de ser fácilm ente r econocibles. ¿Y de dónde salen los guir is? Nada tiene que ver con el caló com o en alguna ocasión se ha afir m ado, pues se tr ata de un acor tam iento del vasco guir istino ?cr istino?, tér m ino que usaban los car listas dur ante las guer r as del siglo XIX par a r efer ir se a los par tidar ios de la r eina M ar ía Cr istina, los cr istinos, que luego se acor tó en guir i. Com o par a los car listas sus adver sar ios er an unos extr anjer os, se extendió par a nom br ar a cualquier otr o extr anjer o. En ocasiones tenem os la sensación de que las palabr as llevan poco tiem po en la lengua, y no es 125

así. Ocur r e con chucher ía o chuche, esos alim entos que tan de m oda están. En el Siglo de Or o convivía con chur cher ía, y tiene su or igen en la r aíz onom atopéyica chuch-, cuyo espectr o significativo es m uy am plio y que hace r efer encia a la succión. Se r elaciona con el ver bo desapar ecido chor char con el que se nom br aba el acto de com er haciendo r uido, com o el chor, chor que hacen los cer dos al hozar. Las com par aciones com o esta últim a no son r ar as en el léxico aunque nos r esulten algo atr evidas. Por ejem plo, la tor ta esa m asa de har ina cocida a fuego lento dio lugar a un dim inutivo, tor tilla, la de huevo, que se pr etende par ecida a la otr a, y a un aum entativo,tor tazo, con el sufijo ?azo, que significa ?golpe?, de donde pasó a denom inar a la bofetada, pues es un golpe que se da con la m ano abier ta, plana, com o si fuer a una tor ta, y de ahí sur gió el r egr esivo tor ta, con el que se nom br a la caída, el golpe. La m ism a im agen apar ece en galleta y otr as denom inaciones par ecidas. Las com par aciones com o esta últim a no son r ar as en el léxico aunque nos r esulten algo atr evidas. Por ejem plo, la tor ta esa m asa de har ina cocida a fuego lento dio lugar a un dim inutivo, tor tilla, la de huevo, que se pr etende par ecida a la otr a, y a un aum entativo, tor tazo, con el sufijo ?azo, que significa ?golpe?, de donde pasó a denom inar a la bofetada, pues es un golpe que se da con la m ano abier ta, plana, com o si fuer a una tor ta, y de ahí sur gió el r egr esivo tor ta, con el que se nom br a la caída, el golpe. La m ism a im agen apar ece en galleta y otr as denom inaciones par ecidas. En un m undo estr esante en el que vivim os ar r astr ados por las tecnologías, siem pr e nuevas, este libr o quier e ser com o un r em anso en el que echar la vista hacia atr ás, entr eteniendo y enseñando a la par. No es necesar io leer lo de pr incipio a fin, ni secuencialm ente. Lo abr am os por la página que lo abr am os nos encontr ar em os con una histor ia, que es nuestr a, y que podr em os leer en poco tiem po antes de saltar a otr a, e inter r um pir su lectur a par a r etom ar la m ás adelante en otr o lugar, o seguir donde estábam os.


La definición lexicográfica, de Álvaro Porto Dapena Catedr ático em ér ito de la Univer sidad de La Cor uña, académ ico cor r espondiente de la RAE, m iem br o del GLex y dir ector del Diccionar io Cor uña

Tapa blanda: 304 páginas Editor: Arco Libros, S.L.; Edición: 1 (15 de octubre de 2014) I dioma: Español I SBN-10: 847635889X I SBN-13: 978-8476358894

Sobr e

la definición en gener al y la definición

lexicogr áfica en par ticular se ha der r am ado bastante tinta, per o casi siem pr e ? por no decir siem pr e? se ha hecho desde un punto de vista esencialm ente teór ico, apr ior ístico e ideal, tr atando de descr ibir, sobr e todo a la luz de la doctr ina ar istotélica, lo que se ha venido consider ando la definición por antonom asia: aquella expr esión que pone de m anifiesto la esencia de una cosa y, en el cam po de las palabr as, el significado de estas. Per o, com o es bien sabido, la pr áctica es algo bastante difer ente, ya que los diccionar ios están llenos de definiciones que no r esponden a ese tipo ideal ? casi utópico, dir íam os? , cir cunstancia que ha llevado a m uchos lexicógr afos a distinguir, ante todo, entr e definiciones pr opias e impr opias, lo que no deja de ser una contr adicción, puesto que las im pr opias ya no ser ían definiciones y, por consiguiente, no se podr ían entender nunca com o una clase de las m ism as: en todo caso ser ía m ás cor r ecto distinguir ? com o hacen algunos? entr e definiciones y explicaciones, aunque esto en ver dad tam poco convence dem asiado, dado que hay m últiples explicaciones en los diccionar ios 126

que par a nada ocupan en el ar tículo lexicogr áfico el lugar destinado a las definiciones (cuando estas son viables, clar o). Natur alm ente, todo esto nos lleva a la necesidad de r edefinir el concepto de ?definición lexicogr áfica?, que, por supuesto, en la pr áctica no abar ca exclusivam ente el pur o significado, sino en r ealidad todas aquellas car acter ísticas ? sem ánticas o de cualquier otr o or den? que distinguen un vocablo de todos los dem ás per tenecientes a su par adigm a. Per o, obviam ente, esto no basta, pues tam poco hasta ahor a nadie se ha pr eocupado por definir discur sivam ente la definición lexicogr áfica: no cabe duda de que ? contr a lo que tiende a pensar se? la definición no se identifica ni m ucho m enos con el texto cor r espondiente a una acepción, del que en r ealidad no es m ás que una par te; es cier to que la m ás im por tante, per o al fin y al cabo una par te, r epr esentada concr etam ente por el sintagm a que actúa com o definiens o equivalente del definiendum. En otr o or den de cosas, debo señalar que el libr o se ha hecho pensando sobr e todo en nuestr os alum nos de Lexicogr afía, lo que explica el estilo didáctico con que está escr ito, m uy en consonan-


cia por cier to con el de m is Elementos de lexicogr afía (Instituto Car o y Cuer vo, Bogotá, 1980) y, sobr e todo, de m i M anual de técnica lexicogr áfica (Ar co/Libr os, 2002), tan favor ablem ente acogidos tanto por par te de estudiantes com o de pr ofesor es y, en gener al, estudiosos en m ater ia lexicogr áfica. Este tr abajo sobr e la definición lexicogr áfica podr ía, en efecto, consider ar se en cier to m odo am pliación y actualización de los capítulos 8 y 9 del M anual, así com o del apdo. 2 del capítulo VI de los Elementos. Pues bien, entr ando ahor a m ás en concr eto en el contenido del libr o, m e lim itar é a hacer un br eve r esum en de cada uno de los nueve capítulos que lo com ponen: 1) Se dedica el capítulo I a cuestiones de tipo gener al, concr etam ente al concepto y estr uctur a de la definición por una par te, y, por otr a, a los pr incipios y condicionam ientos por los que esta se r ige. En r elación con el concepto de definición, entiendo que esta debe abor dar se desde dos puntos de vista: el inter no o de contenido, y el exter no o que tiene que ver con su delim itación sintáctica o for m al. Desde el punto de vista inter no, las definiciones que apar ecen en los diccionar ios no se lim itan a poner de r elieve el significado, sino que, cuando este falta o junto con él, puede abar car, com o ya suger í antes, otr os aspectos, que pueden tener natur aleza sem ántica (por ejem plo, la designación) o funcional (car acter ísticas m or fosintácticas, pr agm áticas, etc.). Desde el punto de vista exter no la definición es siem pr e un sintagm a, llam ado sintagma definicional, que a su vez for m a par te explícita o im plícitam ente de un enunciado lexicogr áfico, y puede o no contener todas las car acter ísticas definitor ias; cuando no las contiene, estas suelen apar ecer en un enunciado independiente que pr opongo llam ar extensión definicional. Por ejem plo, en

acer ola. f. Significa fr uto del acer olo. Es r edondo, amar illo, car noso y agr idulce, y tiene dentr o tr es huesos juntos muy dur os,

la definición o sintagm a definicional, que apar ece subr ayado, for m a par te del enunciado que apar ece en pr im er lugar (enunciado lexicogr áfico), y el segundo enunciado, en 127

cur siva, es una extensión definicional. Ahor a bien, desde el punto de vista de su estr uctur a, una definición, adem ás del sintagm a definicional, que coincide con el definiens, ha de tener tam bién un definiendum, r epr esentado por la entr ada o vocablo definido, entr e los cuales ha de dar se una r elación de equivalencia, pr incipio fundam ental que deber á cum plir toda definición y del que der ivan otr os com o el de conm utabilidad, identidad categor ial, de análisis y autosuficiencia. 2) En los capítulos siguientes, del II al VI, se r ealiza un estudio r elativam ente m inucioso de los distintos tipos o m odelos de definición lexicogr áfica existentes. Y así, en el capítulo II, entr o en el debate acer ca de la distinción entr e definición de cosas o, com o pr efier o llam ar la, definición ontológica, y definición de palabr as o lingüística, pr oponiendo a la vez un nuevo concepto de definición enciclopéndica m ás r estr ingido que el habitualm ente aceptado, según el cual per tenecer ía tam bién a esta clase la que aquí llam odefinición conceptual de designación. Visto esto, paso en el capítulo III a estudiar la definición conceptual, que se subclasifica atendiendo, en pr im er lugar, al núm er o de sintagm as definicionales de que consta el definiens, y, por otr o lado, según el núm er o de vocablos que integr an el sintagma definicional. En este últim o punto m e detengo con cier ta extensión en la consider ación de las llam adas definiciones sinonímicas, cuya validez ha sido puesta en tela de juicio en r eiter adas ocasiones, aun cuando ? a m i juicio? son plenam ente justificables en un diccionar io m onolingüe, natur alm ente siem pr e que haya una ver dader a sinonim ia entr edefiniendum y definiens, y, por otr o lado, los sinónim os definientes sean a su vez objeto de definición per ifr ástica dentr o del pr opio diccionar io. En lo tocante a la definición per ifr ástica, sin duda la ideal, se super a la distinción en sustancial y r elacional de J. Rey Debove, que esta autor a identifica er r óneam ente con la endocéntr ica y exocéntr ica, añadiéndose adem ás, por una par te, lamonocluclear y polinuclear , y, por otr a, la liter al y no liter al. A continuación, en el capítulo IV, se estudian dos tipos de definiciones, descubier tos por m í, r espectivam ente, en 1980 (Elementos, pág. 318) y 2007 (Rev. de Lexicogr afía, XIII, págs. 105-124), la aditiva y la de cálculo ar itmético, esta cor r espondiente a los num er ales


car dinales. El capítulo V, por su par te, está destinado al estudio de la definición liter al de ver bos denom inales y deadjetivales, y, en últim o lugar, el VI a las distintas m odalidades de defini nición endocéntr ica, por una par te, y, por otr a, a un nuevo tipo, tam bién descubier to por m í, el cor r espondiente a la que pr opongo llam ar definición clasemática o modo-aspectual, pr opia de cier tos ver bos car acter izados por su contenido factitivo, per fectivo, ter m inativo, etc. 3) De los últim os tr es capítulos, el VII y VIII se dedican a los aspectos contextuales de la definición, m ater ializados en el llam ado contor no junto a lo que pr opongo llam ar entor no. Y en efecto: desde que M . Seco acuñó ? inspir ándose en Rey Debove? par a la lexicogr afía española el tér m ino contor no, este se ha venido inter pr etando de diver sas m aner as, llegándose incluso a confundir en él no solo los contextos ar gum entales, sino de cualquier otr o or den (por ejem plo, de tipo designativo, tr opológico, cr onológico, de usuar ios, etc.). Com o cr eo dem ostr ar en m i libr o, solo los pr im er os constituyen r ealm ente el contor no, fr ente a los dem ás, que agr upo bajo el nom br e de entor no: entr e otr as car acter ísticas, el contor no, fr ente al entor no, puede for m ar par te del sintagm a definicional o definiens, com o ocur r e, por ejem plo, en

enr igidecer . tr. Poner r ígido algo

algo es el com plem ento dir ecto del definiens, per o tam bién lo es del definiendum y, por lo tanto, r epr esenta un ar gum ento de este: es un contor no. No lo es, en cam bio, entr e cazador es en

andado, da. f. pl. Entr e cazador es, huellas de per dices, conejos, liebr es u otr os anim ales,

no por que se encuentr e fuer a del definiens, sino por que constituye un contexto de usuar ios, de car ácter no ar gum ental. El contor no puede, por lo dem ás, ser integr ado ? cuando for m a par te del definiens? o no integr ado, m ientr as que el entor no es siem pr e no integr ado; tam bién cabe hablar de contor no explícito / implícito, homogéneo / heter ogéneo, implicado, fluctuante. Por su par te los entor nos pueden 128

poner de m anifiesto contextos pr agm áticos, funcionales o gr am aticales, pudiéndose hablar, por tanto, de entor no designativo, tr opológico, geogr áfico, cr onológico, de usuar ios, temático, etc. 4) Finalm ente, en el capítulo IX se plantean dos pr oblem as o peligr os a que se ven abocadas con fr ecuencia las definiciones en los diccionar ios: la cir cular idad y las pistas per didas. Par a m uchos, el pr im er o constituye un pr oblem a inher ente a la pr opia natur aleza del diccionar io, al tener que definir el léxico con las m ism as palabr as que se definen, afir m ación que equivale, a m i juicio, a negar la capacidad m etalingüística de las lenguas natur ales. La cir cular idad en r ealidad ofr ece gr ados, lo que quier e decir que, sin pr etender ni siquier a insinuar que exista ? según pr oponen algunos? una ?cir cular idad buena?, no siem pr e es m ala en la m ism a m edida; de hecho los cír culos viciosos se pr oducen por que, en la pr áctica lexicogr áfica tr adicional, el r edactor del diccionar io se fija tan solo en la adecuación de la definición al objeto definido y no r epar a en la r elación que ha de guar dar con el sistem a de definiciones ? constituyente de lo que llam ar íam os infr aestr uctur a del diccionar io? , cosa que se conseguir ía, por ejem plo, si la r edacción se efectuase por cam pos sem ánticos y no, com o es pr áctica habitual, siguiendo el r igur oso or den alfabético. No cr eo, por otr o lado, que el pr oblem a de las pistas per didas, consistentes en que en una definición apar ezcan palabr as que no son definidas dentr o del diccionar io, se r esuelva, com o a veces se ha pr opuesto, estableciendo un vocabular io r estr ingido par a la r edacción de definiciones: ello puede ser útil en los diccionar ios de tipo de didáctico, per o no en los com unes y gener ales, destinados a todo tipo de usuar ios.

Y, ya par a ter m inar, debo añadir que, si bien no doy por cer r adas ni m ucho m enos m is investigaciones sobr e la definición lexicogr áfica ? siem pr e queda alguna tela que cor tar o algún fleco que com poner ? , estoy segur o de que el libr o que acabo de ofr ecer al público viene a llenar en buena m edida un vacío im por tante dentr o de los estudios m etalexicogr áficos y, por lo tanto, pienso que puede ? y así lo esper o? ser de utilidad a todos cuantos de alguna m aner a se inter esen por la apasionante tar ea de aclar ar o hacer m ás com pr ensibles las palabr as del idiom a.


Cuatro siglos de lexicografía española. La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español, de David Prieto García-Seco Pr ofesor de la Univer sidad de M ur cia

Título: Cuatro siglos de lexicografía española Subtítulo: La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español Autor/a: Prieto García-Seco, David Año de publicación: 2014 Lugar de edición: A Coruña Editorial: Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Colección: Anexos de Revista de Lexicografía, 24 Págs.: 248 I SBN-13: 9788497496001

El

pr im er pr opósito que he per seguido con este

libr o ha sido r astr ear la huella que Tir so de M olina ha dejado en los diccionar ios de español. El or igen de este tr abajo se r em onta a 2003. El día 25 de m ar zo de este año, en una de las jor nadas del XXIII Sem inar io Edad de Or o celebr adas en M adr id, el pr ofesor Pedr o Álvar ez de M ir anda im par tió una confer encia titulada «Quevedo en la lexicogr afía española», en la que analizó la pr esencia de dicho autor en los r eper tor ios del español. Pensé entonces que podr ía r esultar inter esante r ealizar un estudio sem ejante consagr ado al m er cedar io. Pasados unos m eses, cuando em pr endí m i tesis doctor al (La cr eación léxica en Tir so de M olina. Contr ibución al estudio histór ico del léxico español), aquella idea devino en un r equisito m etodológico, puesto que, si deseaba llevar a cabo un estudio sobr e la cr eatividad ver bal de Tir so de M olina, r esultaba necesar io conocer pr eviam ente los estudios léxicos que se habían r ealizado hasta la fecha en tor no a su obr a, incluida la r ecepción del vocabular io tir -siano en los diccionar ios de español. 129

El r ecor r ido com ienza en el siglo XVII, con el Tesor o de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covar r ubias y el inacabado Tesor o (1693-1726?) de Juan Fr ancisco de Ayala M anr ique. En el siglo XVIII la pr esencia del m er cedar io en los diccionar ios que estudiam os es aún m uy débil; pr ueba de ello son las escasísim as citas de Tir so que se hallan en el Diccionar io de autor idades (1726-1739). La r epr oducción que sigue, del ar tículo alcar ceña, m uestr a una de estas citas:

Ar tículo alcar ceña del Diccionar io de autor idades (t. I, 1726)


Habida cuenta de la configur ación de la lexicogr afía española, ver tebr ada a par tir de la fundación de la Academ ia por el Diccionar io de autor idades y las sucesivas ediciones del diccionar io usual, la escasa apar ición de Tir so de M olina en el pr im er diccionar io académ ico pr ovocó que su obr a exper im entar a dur ante décadas un lar go olvido lexicogr áfico. El cam bio de r um bo en la consider ación del dr am atur go se pr odujo dur ante el siglo XIX, cuando distintos diccionar istas, con don Vicente Salvá al fr ente, com enzar on a inter esar se por la obr a de Tir so. Sin duda, par a que ello sucedier a contr ibuyer on tanto la publicación de algunas colecciones de com edias de Gabr iel Téllez com o el éxito escénico que cosechar on sus obr as dr am áticas dur ante esta centur ia. La valor ación de la obr a de Tir so com o autor idad del idiom a llegó a ser tal que se convir tió, en el Apéndice segundo del Diccionar io enciclopédico hispano-amer icano (1907-1910), tr as Lope de Vega, en el autor del Siglo de Or o m ás citado, con m ás de cuatr ocientos textos. Otr a señal evidente del gir o que exper im entó la r ecepción de la obr a del fr aile de la M er ced en la lexicogr afía española se encuentr a, entr e otr os, en el Gr an diccionar io de la lengua castellana (1902-1931) de Aniceto de Pagés: después de Cer vantes, el autor m ás citado del siglo xvii es Tir so de M olina, con

alr ededor de dos m il cien autor idades. Com o puede obser var se, la r ecuper ación de Tir so de M olina cor r ió a car go de la lexicogr afía extr aacadém ica. No obstante, hay que decir que la Academ ia, a par tir del siglo XX, tam bién conceder ía a la obr a de Tir so la im por tancia que no le había dado en Autor idades. En este sentido, los dos diccionar ios histór icos constituyen un buen ejem plo de ello. En lo atinente al núm er o de citas, he podido com pr obar que la obr a de Tir so los dos diccionar ios histór icos constituyen un buen ejem plo de ello. En lo atinente al núm er o de citas, he podido com pr obar que la obr a de Tir so ocupa unos de los pr im er os puestos en el pr im er Diccionar io histór ico (1933-1936), puesto que de ella se obtuvier on en tor no a ochocientos textos, tom ados tanto de sus com edias com o de su obr a en pr osa (Cigar r ales de Toledo y Deleitar apr ovechando). La m ism a im por tancia se obser va en los ar tículos del Diccionar io histór ico publi-cado entr e 1960 y 1996. En r esum en, y con r especto al pr im er pr opósito que per sigue este libr o, el lector har á un r ecor r ido por m ás de una veintena de diccionar ios elabor ados dur ante las cuatr o últim as centur ias y en él hallar á una búsqueda lexicogr áfica exhaustiva de la huella tir siana.

Ar tículos alcor noca, alcuzcuz y alivioso del DHLE (1972-1996)

130


A m edida que m e apr oxim aba a estos diccionar ios se hacía im pr escindible conocer sus r asgos gener ales si deseaba establecer de qué m odo habían influido las obr as del fr aile de la M er ced en la confección de cada uno de los r eper tor ios lexicogr áficos tr atados. Par a cier tos diccionar ios, natur alm ente, se cuenta con distintos estudios que pr esentan con m ayor o m enor pr ofundidad sus car acter ísticas pr incipales; disponem os incluso de tr abajos m onogr áficos centr ados en algún aspecto concr eto del diccionar io estudiado. Ahor a bien, en cier tos casos m e encontr é con algunas obr as lexicogr áficas que apenas habían r ecibido la atención de los investigador es o, según m i par ecer, no la m er ecida, de m aner a que antes de analizar la r ecepción del m er cedar io en ellas fue pr eciso estudiar pr eviam ente estas últim as obr as o pr ofundizar en los aspectos que concer nían a m i estudio. A par tir de cier to m om ento la sum a de m is notas fue tal que em pecé a abr azar la idea de que quizá podr ía intentar tr azar un pequeño panor am a de los diccionar ios del español a tr avés de la r ecepción de Tir so de M olina en ellos. Sur gía entonces el segundo pr opósito de este tr abajo. Im por ta decir al r especto que en todo m om ento he tenido pr esente que existen notables obr as de conjunto dedicadas a diver sos diccionar ios de nuestr a lengua, com o los im pagables Estudios de lexicogr afía española (2.ª ed. aum entada, M adr id, Gr edos, 2003) de M anuel Seco o el extr aor dinar io libr o de Pedr o Álvar ez de M ir anda Los diccionar ios del español moder no (Gijón, Tr ea, 2011); sin em bar go, tam bién es cier to que car ecem os de una histor ia de la lexicogr afía española com pleta. El estudio que pr esento no pr etende cubr ir dicha ausencia, per o, com o queda dicho, sí aspir a a ofr ecer, m ediante el hilo conductor de la r ecepción de Tir so en los diccionar ios de español, una br eve tr ayector ia de la lexicogr afía de nuestr a lengua, centr ada pr incipalm ente de los diccionar ios gener ales m onolingües. Ello explica que haya elegido com o título el de Cuatr o siglos de lexicogr afía española. Confor m e a lo dicho, los diccionar ios m ás estudiados pr esentan una br eve car acter ización, aunque no he r enunciado a intentar apor tar, cuando m e ha sido posible, nuevos datos que nos per m itan conocer los m ejor. En cam bio, se per cibir á que a las obr as lexicogr áficas m enos estudiadas, pr ecisam ente por esta condición, se les dedica un m ayor núm er o de páginas. 131

Par a intentar alcanzar este fin he pr ocedido de dos m odos; puede decir se que m e he acer cado a los r eper tor ios lexicogr áficos de nuestr o idiom a con dos lentes de aum ento distintas. Por una par te, se ofr ece, al inicio de cada uno de los cuatr o bloques, una visión de conjunto de los diccionar ios de cada siglo, centr ada pr incipalm ente en los diccionar ios gener ales m onolingües. Por otr a par te, y con el deseo de deter m inar la pr esencia de la obr a del fr aile de la M er ced en la lexicogr afía española, ha sido necesar io analizar, con m ayor o m enor pr ofundidad, m ás de veinte diccionar ios, algunos de ellos poco o nada explor ados. Una de las obr as en las que m e he detenido es el Gr an diccionar io de la lengua española (1852) de Adolfo de Castr o. Adem ás de atender a sus r asgos gener ales, estim é opor tuno centr ar m e en dos aspectos de los que apenas teníam os noticias hasta ahor a. M e he ocupado, en pr im er lugar, de las cir cunstancias en que se com enzó a publicar la obr a del gaditano, dentr o del pr oyecto editor ial Biblioteca Univer sal, dir igido por don Ángel Fer nández de los Ríos. El segundo aspecto del Gr an diccionar io sobr e el que he tr atado de ar r ojar algo de luz son las diver sas causas que pr ovocar on su abandono. A pesar de los esfuer zos r ealizados en publicitar el Gr an diccionar io, es pr obable que la obr a no r ecibier a la acogida del público que se esper aba, lo que pudo aconsejar su inter r upción. Sin em bar go, lo que debió de ser deter m inante par a tom ar la decisión de abandonar la publicación fue la pr opia exper iencia lexicogr áfica del autor y los r esultados obtenidos, que contenían algunos er r or es de cier ta im por tancia. Al ejer cer de lexicógr afo, Castr o pudo caer en la cuenta de que par a ser lo no bastaba con tener afición a las palabr as, sino que se pr ecisaba de unos conocim ientos gr am aticales pr ofundos, cier tas nociones lexicogr áficas y una buena dosis de dedicación y constancia en el tr abajo lexicogr áfico. Es pr obable que fuer a este uno de los factor es decisivos del abandono del Gr an diccionar io. Otr o r eper tor io que ha r ecibido gr an par te de m i atención es el que llevó a cabo la casa catalana M ontaner y Sim ón. En este caso, m e inter eso por las car acter ísticas m acr o y m icr oestr uctur ales tanto del cuer po del Diccionar io enciclopédico hispano-amer icano (1887-1898) com o del Apéndice segundo (1907-1910) y su estudio ha per m itido conocer de qué m aner a se elabor ó esta obr a y, es-


pecialm ente, pr ecisar cuáles fuer on las fuentes (lexicogr áficas y textuales) de que se valier on los autor es par a la obtención de citas. Con r especto a las fuentes lexicogr áficas, he podido constatar que, m ientr as que el cuer po contiene una cantidad im por tante de textos pr ocedentes del Diccionar io de autor idades y, en m enor m edida, del Diccionar io de constr ucción y r égimen de Cuer vo, los r edactor es del Apéndice segundo r ecur r ier on a las Palabr as y acepciones castellanas omitidas en el diccionar io académico (1906) de José M anuel Aicar do, al Rebusco de voces castizas (1907) de Juan M ir y Noguer a y a las Palabr as, gir os y bellezas del lenguaje popular de la montaña elevado por Per eda a la dignidad del lenguaje clásico español (1907) de Eduar do de Huidobr o. En r elación tam bién a las citas textuales, he tr atado de poner de r elieve que una de las pr incipales apor taciones del Diccionar io enciclo-pédico (tanto del cuer po de la obr a com o de su Apéndice segundo) se encuentr a, sin duda, en el tr abajo que se r ealizó sobr e las fuentes pr im ar ias, puesto que, tr as confor m ar un cor pus de obr as que iban desde la Edad M edia hasta fechas pr óxim as a la elabor ación del diccio-nar io, obtuvier on de tales obr as num er osas voces y acepciones, fr ecuentem ente avaladas con citas textuales cosechadas de pr im er a m ano. El Diccionar io de chilenismos (1901-1918) de M anuel Antonio Rom án es otr a de las obr as que han m er ecido una atención especial. Confío en haber podido dem ostr ar que estam os ante un diccionar io cuyo cuer po ofr ece m ucho m ás de lo que sugier e su título. Si bien este indica que el objeto de estudio del diccionar io son los chilenism os, la lectur a de sus ar tículos lexicogr áficos nos descubr e que los inter eses del sacer dote iban m ás allá de inventar iar solam ente voces chilenas. Se puede afir m ar, en consecuencia, que se tr ata m ás bien de un diccionar io de español peninsular con una pr esencia im por tante de chilenism os. Asim ism o, se m uestr a que el Diccionar io de chilenismos pr esenta dos ver tientes nítidam ente difer entes: una nor m ativa o pur ista y otr a descr iptiva. Evidentem ente, par a el estudioso del léxico posee un m ayor inter és la segunda, la que em ana de la lectur a dir ecta de una cantidad consider able de textos de todos los tiem pos. Por últim o, tr ato la influencia que el diccionar io de Rom án tuvo en los de la Academ ia. Esta influencia, de una par te, se r efleja en la r ecepción de 132

num er osos chilenism os en el DRAE, que, aunque aún se debe cuantificar y valor ar con detalle, fue, sin duda alguna, sustantiva. Ello explica en gr an m edida que en la actualidad las voces y acepciones con la m ar ca diatópica Chile sean m ás de m il novecientas, lo que lo convier te en uno de los contingentes léxicos de am er icanism os con m ás r epr esentación en el DRAE, junto con los de Hondur as y Ar gentina. De otr a par te, la influencia de la obr a de Rom án en el diccionar io usual se tr aduce en la inclusión de m uchas otr as voces y acepciones r escatadas de difer entes obr as de autor es peninsular es tales com o Cer vantes, Lope de Vega o Tir so de M olina. El ingr eso en el DRAE de algunos usos par ticular es de estos autor es (com o sucede con la acepción ?m uchedum br e o conjunto de judíos? del sustantivo judiada) no se debe al espigueo de sus obr as por par te de los académ icos de la Española, sino que su or igen ha buscar se en la obr a de Rom án. Tam bién m e inter eso por la consider ación de autor idad léxica que r ecibió el sacer dote chileno por par te de la Academ ia, tal y com o se obser va en los dos diccionar ios histór icos de la cor por ación, donde se r egistr ar on diver sas voces o acepciones avaladas con la obr a de Rom án. El Diccionar io de chilenismos constituye, en fin, un tr abajo lexicogr áfico que por todo lo expuesto posee un inter és notable no solo par a la lexicogr afía dialectal del español, sino par a la histor ia de la lexicogr afía gener al. En el r ecor r ido por los diccionar ios de nuestr a lengua tam bién m e he acer cado a una ser ie de r eper tor ios léxicos que apenas han r ecibido la atención de los investigador es; m e r efier o a las com pilaciones léxicas que r ealizar on los que denom ino «r ebuscador es» de palabr as, distintas per sonas que, aunque no per tenecían en su m ayor ía al ám bito de la filología, cosechar on a par tir de sus lectur as diver sas voces y acepciones que echaban en falta en el diccionar io usual de la Academ ia. He atendido, así, a tr abajos com o las Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionar io (1903) de Ricar do Palm a, las Palabr as o acepciones castellanas omitidas en el diccionar io académico (1906) de José M anuel Aicar do, el Rebusco de voces castizas (1907) de Juan M ir y Noguer a o los tr abajos de 1920 y 1922 que Fr ancisco Rodr íguez M ar ín dedicó a las «voces castizas y bien autor izadas que piden lugar en nuestr o léxico». La últim a obr a que m e ha ocupa-


pado especialm ente es el Gr an diccionar io de la lengua castellana (1902-1931) de Aniceto de Pagés. Al tr atar los r asgos gener ales de esta obr a, m e he fijado, entr e otr os aspectos, en la m aner a en que se estableció su nom enclatur a y, en r elación dir ecta con esta, se indica qué edición del diccionar io usual se fue tom ando com o punto de par tida en cada uno de los cinco volúm enes del Gr an diccionar io. Per o, sin duda, el r asgo m ás notable de esta obr a, que la hace m er ecedor a de un lugar destacado en la histor ia de nuestr a lexicogr afía, consiste en citar fr agm entos textuales en sus ar tículos. He intentado m ostr ar, de una par te, que el pr opósito que per seguía Pagés con dichos textos no er a otr o que el de ejem plificar el uso de las voces y acepciones inventar iadas. De otr a par te, he podido despejar algunos inter r ogantes en tor no a la publicación del Gr an diccionar io una vez que había m uer to su autor. En este sentido, tr ato de pr ecisar la inter vención de José Pér ez Her vás com pr obando las fuentes secundar ias de que se sir vió este par a continuar y com pletar la obr a del lexicógr afo figuer ense.

* * *

Deseo concluir estas líneas de pr esentación del libr o Cuatr o siglos de lexicogr afía española subr ayando un aspecto que he tenido m uy pr esente en su elabor ación; hablo del fir m e convencim iento de que la histor ia de nuestr os diccionar ios deber ía ofr ecer nos, a m i juicio, una visión exhaustiva de los r eper tor ios lexicogr áficos que nos per m itier a conocer de qué m odo nos pueden auxiliar par a alcanzar una m eta que juzgam os pr ior itar ia: el conocim iento del léxico español desde una per spectiva histór ica. No estim o ocioso, finalm ente, r ecor dar que, antes de la apar ición de los cor pus que en la actualidad todos consultam os, una de las her r am ientas filológicas pr incipales con las que contaba el investigador del léxico er an los diccionar ios, y especialm ente los que avalar on con textos sus voces y acepciones. Con este tr abajo tam bién he quer ido r esaltar esta ver tiente ancilar de la histor ia de la lexicogr afía española y esper o, en fin, que con él haya contr ibuido al m ejor conocim iento de las fuentes lexicogr áficas con las que cuenta el investigador par a desem peñar su tr abajo.

Cor r al de com edias del Siglo de Or o (acuar ela cecida por David Pr ieto)

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La crítica lexicográfica y el Diccionario de la Real Academia Española. Obras y autores contra el Diccionario, de Enrique Jiménez Ríos Pr ofesor de la Univer sidad de Salam anca

Título: La crítica lexicográfica y el Diccionario de la Real Academia Española Subtítulo: Obras y autores contra el Diccionario Autor/a: Jiménez Ríos, Enrique Año de publicación: 2013 Lugar de edición: La Coruña Editorial: Universidad de La Coruña Colección: Anejos de Revista de Lexicografía, 21 Págs.: 336 I SBN-13: 9788497495769 Pr esentación.

La

publicación de un diccionar io es siem pr e un

acontecim iento im por tante; y lo es por su r eper cusión en la lengua y en la lexicogr afía. En la pr im er a, por que r efleja su estado en un m om ento deter m inado y ofr ece una guía de uso par a los hablantes; en la segunda, por que es el r esultado del desar r ollo y los avances exper im entados por esta disciplina. Esta im por tancia es todavía m ayor si se tr ata del diccionar io de la lengua por excelencia, el de la Real Academ ia Española. Se entiende así que sur jan opiniones sobr e la nueva obr a, a favor y en contr a: es lo que ha sucedido r ecientem ente a r aíz de la publicación hace unos m eses de la 23ª edición del Diccionar io de la lengua española de la Real Academ ia Española y de la Asociación de Academ ias de la Lengua Española, a pr opósito de los cam bios intr oducidos por la incor por ación de nuevas voces y la supr esión de otr as. Per o este inter és por el diccionar io y la atención pr estada a su contenido ha existido siem pr e. Así lo pr ueba la abundancia de cr íticas, obser vaciones y com entar ios de que ha sido objeto. De las cr íticas a este diccionar io tr ata el libr o titulado La cr ítica lexicogr áfica y el Diccionar io de la Real Academia Española. Obr as y autor es contr a el Diccionar io (A Cor uña, 2013); en él se r ecogen las obser vaciones y com entar ios que 134

se le han hecho a lo lar go de su histor ia, así com o la r eper cusión léxica y lexicogr áfica de esas obser vaciones. Hasta ahor a no se había atendido, de una m aner a m onogr áfica, a las obr as que cr itican o com entan el diccionar io, es decir, no habían sido objeto de análisis unas obr as con gr an r eper cusión en la confección de los diccionar ios y en la constr ucción de la lexicogr afía com o disciplina. En este estudio, cuya im por tancia e inter és r eside en ese hecho, no solo se r ecogen las opiniones de los autor es sobr e el diccionar io y sus r eflexiones acer ca de su contenido, sino tam bién las r espuestas que algunas de ellas tuvier on por par te de académ icos y per sonajes cer canos a la Academ ia. Se destaca, adem ás, que las cr íticas tienen un objetivo y una finalidad que va m ás allá de lo m er am ente lexicogr áfico, de constr ucción o confección del diccionar io, por su valor par a establecer una nor m a léxica. De ello se concluye que las obser vaciones cr íticas sir ven par a llam ar la atención de la im por tancia del Diccionar io de la Real Academia Española, no solo en el panor am a lexicogr áfico, pues otr os diccionar ios de hoy o del pasado no han r ecibido una atención sim ilar, sino en la lengua española, por la función que tiene el r eper tor io académ ico par a establecer un código y fijar una nor m a.


El libr o está for m ado por once capítulos or ganizados en tr es par tes: en la pr im er a, «La cr ítica y el Diccionar io», se abor da la r elación entr e lengua, lexicogr afía y cr ítica, y el objetivo, tipología y finalidad de la cr ítica lexicogr áfica, así com o los hechos que han llevado a la Real Academ ia Española y a su diccionar io a ser objeto de esta cr ítica a lo lar go de la histor ia: la autor idad de la institución, el cuidado de la lengua, y el papel desem peñado por el diccionar io com o m odelo lexicogr áfico y centr o de la lexicogr afía hispánica, explican esta atención al diccionar io. La conclusión que se der iva de todo ello es la necesidad de contar con una cr ítica lexicogr áfica, que desem boca con el paso del tiem po en la constr ucción de la lexicogr afía com o ciencia. En la segunda par te, «Cr íticas a la Academ ia y diatr ibas contr a el diccionar io», se exam inan las pr im er as cr íticas a la institución y su obr a, y se pr esenta el inicio de la disputa en tor no al diccionar io, la cual sienta las bases de un m odo de pr oceder que, con cam bios por el paso del tiem po, puede decir se que llega hasta nuestr os días. Se tr ata, cier tam ente, de la disputa entr e cr íticos y defensor es, pues las obser vaciones hechas al diccionar io encuentr an, en algún caso, r espuesta en per sonajes r elacionados con la Academ ia, que tr atan de defender la obr a, y tienen, a su vez, la r éplica de sus detr actor es: Luis Salazar y Castr o, Vicente Bacallar y Sanna, Antonio de Valbuena, Fr ancisco Andr és Com m eler án, M iguel Atr ián y Salas, M anuel Silvela, y Leopoldo Alas ?Clar ín?, se suceden en la cr ítica, la r éplica y la contr ar r éplica. La ter cer a par te, «Obser vaciones cr íticas al Diccionar io de la Real Academ ia Española», ofr ece un r ecor r ido por los com entar ios hechos al diccionar io con el fin de m ejor ar lo. Las obr as que los r ecogen y los autor es que los hacen ?pr im er o, Gr egor io M ayans y Fr. M ar tín Sar m iento; m ás tar de Andr és Bello y Rufino José Cuer vo, y, en los últim os años del siglo XIX y pr im er cuar to del XX, Fr ancisco Rodr íguez M ar ín, Gr egor io Her r áinz, José M ar ía Sbar bi, Pedr o de M úgica, M iguel Tor o y Gisber t, Luis Car los Viada y Lluch y Car los F M ac Hale-- no están guiados por una cr ítica jocosa y bur lona ? salvo alguna excepción o caso par ticular ? , sino constr uctiva y ?hasta podr ía decir se-- científica; por ello, se centr an en contenidos concr etos, y se per cibe el uso de lo que puede consider ar se la cr eación de un m étodo de análisis lexicogr áfico que se va afinando poco a 135

poco. Solo desde la exposición del detallado exam en del diccionar io r ealizado por los autor es de estas cr íticas, destacando a tr avés de la or ganización y jer ar quía de los contenidos el inter és por un aspecto u otr o del diccionar io, y de su com pulsa con lo r ecogido por la Academ ia en ediciones poster ior es a la com entada, se puede conocer el alcance de lo que significó la cr ítica par a la m ejor a de la obr a, y par a la constr ucción de esa nueva m etodología lexicogr áfica. Al final, cier r an el libr o unas conclusiones ligadas a esta últim a idea, pues el exam en de las cr íticas al Diccionar io de la Real Academ ia Española ha sacado a la luz un tr abajo de análisis lexicogr áfico, centr ado en el r eper tor io académ ico, per o aplicable a cualquier otr o diccionar io gener al, que va m ás allá de la m er a cr ítica, r efinada poco a poco, y que m ar ca el r um bo par a el ejer cicio y la pr áctica lexicogr áficas. Las obser vaciones cr íticas contenidas en este libr o se inician en el Diccionar io de Autor idades de 1726-1739 y, tr as las pr im er as r eflexiones sobr e esta obr a, no vuelven a apar ecer hasta m ediados del siglo XIX cuando se exam ina la 9ª edición. A par tir de entonces, han sido objeto de análisis la 10ª y 11ª edición, y, sobr e todo, la 12ª, por la abundancia y pr ofundidad de su exam en; le siguen la 13ª, 14ª y 15ª, con exám enes que podr ían calificar se de m onogr áficos. Desde entonces, los acontecim ientos histór icos que se suceden en España, que r eper cuten en la 16ª y 17ª edición, y el nuevo r um bo que em piezan a tom ar los estudios filológicos por el desar r ollo de la lingüística, hacen que ningún autor tom e el diccionar io com o centr o de inter és hasta los exám enes m etalexicogr áficos de la década de los ochenta del siglo XX. De esta m ir ada continua al Diccionar io ha r esultado la apar ición de obr as cr íticas de m uy diver so tipo a lo lar go de la histor ia, histor ia iniciada en el siglo XVIII y que tiene su esplendor a finales del XIX y pr im er a par te del XX, hasta llegar a la actualidad. Autor es sobr esalientes com o Gr egor io M ayans, Fr. M ar tín Sar m iento, Andr és Bello, Fer nando Góm ez de Salazar, Sebastián Rodr íguez M ar ín, Gr egor io Her r áinz, José M ar ía Sbar bi, M iguel Atr ián y Salas, Fr ancisco A. Com m eler án y Góm ez, Fr ancisco Rodr íguez M ar ín, Rafael Álvar ez Ser eix, Antonio de Valbuena, M anuel Silvela, M iguel Tor o y Gisber t, Pedr o de M úgica, Luis Car los Viada y Lluch, Car los F. M ac Hale, M iguel Luis Am unátegui Reyes, Baldom er o


Rivodó, Elías Zer olo, Julio Casar es, Rafael Lapesa o M anuel Seco, entr e otr os m uchos, tom an el Diccionar io com o piedr a de toque en que pr obar la validez y opor tunidad de un uso. Pr ecisam ente la per sonalidad de estos cr íticos ha de ser destacada. Hasta llegar a los exám enes m etalexicogr áficos que conceden el estatuto científico a la lexicogr afía, y cuya finalidad es dem ostr ar la aplicación de la lingüística en la confección del diccionar io, autor es com o los citados, con anter ior idad a dichos exám enes, han ejer cido la cr ítica m ovidos por la pr ofunda convicción de la im por tancia del diccionar io académ ico y de la utilidad de las obser vaciones par a su m ejor a. En su tr abajo dem uestr an un buen conocim iento del diccionar io, fr uto de un análisis detenido: no son m er os aficionados, si este calificativo puede tom ar se com o algo despectivo, sino, al contr ar io, son conocedor es de la m ater ia que tr atan, pues saben sacar a la luz defectos y er r or es. Clar o que en su afán por m ejor ar la algunos ven en la obr a m ás defectos de los que tiene, y tom an su opinión com o pr incipio gener al. No obstante, el adelanto que suponen estos tr abajos m onogr áficos con r especto a la m etalexicogr afía pr acticada años después, per m ite confir m ar un pr incipio esencial de toda investigación: que el exam en cr ítico, r esultado del análisis de los datos, es pr evio a la constr ucción de conocim iento y a toda for m ulación teór ica. Todos estos hechos han favor ecido el ejer cicio de una cr ítica lexicogr áfica desde los com ienzos de la institución académ ica y de los tr abajos por ella r ealizados. Al haber se ejer cido esa cr ítica a lo lar go de un per íodo tan dilatado de tiem po ?hoy ya tr es siglos? , la han pr acticado distintos autor es ?m uchos, podr ía llegar a decir se? , con var iados inter eses, de lo que se ha der ivado un enfoque diver so en cada caso, así com o una atención pr efer ente a distintos contenidos. La histor ia secular del diccionar io y de la cor por ación per m ite establecer una per iodización de las cr íticas efectuadas, de m aner a que puede señalar se un pr im er m om ento de cr ítica a la Academ ia, sobr e todo, com o institución y, a continuación, al diccionar io; un segundo m om ento de cr ítica a unas ediciones concr etas de la obr a, por su publicación en la fecha en que lo hacen (últim o cuar to del siglo XIX y com ienzos del XX, de pr ofundos cam bios sociales y cultur ales, con r eper cusión lingüística); y un ter cer m om ento de cr ítica, que puede 136

calificar se com o constr uctiva, que contr ibuye a la m ejor a de la obr a, no solo denunciado er r or es, sino haciendo pr opuestas par a cor r egir los. Adem ás, cada uno de estos m om entos destaca por tener un r asgo distintivo o seña de identidad: en el pr im er o, ese r asgo es la cr ítica a la Academ ia com o institución y a sus m iem br os; en ella se denuncia la falta de cor r espondencia entr e la for m ación de los académ icos y las tar eas que les son encom endadas; en el segundo, el efecto que tienen las cr íticas al pr ovocar la r éplica de los pr opios académ icos o la defensa de los par tidar ios de la institución. Que las censur as tuvier an r espuesta es una pr ueba de que no iban m al encam inadas, pues m er ecier on la contestación de quienes se consider ar on cor r esponsables de lo r ecogido en el diccionar io. Resulta, adem ás, que no todos los defensor es pr ocedier on de la m ism a m aner a, pues, m ientr as unos ? M anuel Silvela y Fr ancisco A. Com m eler án y Góm ez, por ejem plo? están m ovidos por la defensa del honor nacional, idea pr esente ya en la etapa fundacional de la cor por ación, y del pr estigio de la institución académ ica, otr os ? com o M iguel Atr ián y Salas? hacen una defensa ponder ada que les lleva a r econocer, en algún caso, los er r or es del diccionar io. Y, por últim o, el ter cer m om ento de esta cr ítica lexicogr áfica lo pr otagoniza el r efinam iento de la cr ítica que se pr oduce cuando la sátir a y la bur la dejan paso al exam en objetivo y r igur oso del diccionar io: todo lo que está en el diccionar io es opinable, puede ser objeto de cr ítica, per o esta solo ser á cer ter a si se apoya en la contundencia de los datos. Y esa contundencia se logr a con la com pr obación de los hechos denunciados en el diccionar io, lo que los hace incontestables. De m odo que la consulta de las cr íticas en las ediciones r evela que m uchas fuer on tenidas en cuenta en ediciones poster ior es a las analizadas, en unos casos, en la edición inm ediatam ente poster ior ; en otr os, en aquellas que se publicar on m ás tar de. Per o en am bos casos el r esultado es una pr ueba del er r or com etido: si sucedió lo pr im er o, es decir, si se cor r igió en la edición siguiente a la com entada, se dem uestr a el r econocim iento inm ediato del er r or ; y si fue lo segundo, esto es, si el cam bio se intr odujo en ediciones poster ior es, queda pr obado el car ácter pr ecur sor o adelantado del cr ítico, a pesar de que la cor r ección pueda venir tanto en un caso com o en otr o, en su consider ación inm ediata o no, por


esta vía o por otr a, es decir, por el conocim iento por par te de la cor por ación académ ica de lo señalado por el cr ítico. Lo que par ece pr obado con este m odo de pr oceder es que no son en m odo alguno desdeñables las cr íticas, ni por su autor ía, ni, sobr e todo, por su contenido. Tr as señalar los defectos en el diccionar io los cr íticos intentan buscar la causa que los pr oduce. Es gener al en ellos la opinión de que es el car ácter cor por ativo de la institución lo que explica los er r or es y la falta de coher encia y r egular idad en la obr a, por el desinter és que m uestr an algunos académ icos hacia una labor colectiva. Incluso la pr opia cor por ación justifica en el pr ólogo de alguna de las ediciones los er r or es que pueda com eter por tener esta condición. Este r econocim iento hace necesar io detener se en quiénes er an los autor es del diccionar io y cuál er a su m odo de pr oceder : er an escr itor es conocedor es de la liter atur a clásica, tenían conocim iento de la lexicogr afía pr acticada dentr o y fuer a de España, y elabor ar on el diccionar io fieles a una tr adición secular, lo que dio com o r esultado una obr a con defectos, com o todas las de esta natur aleza, per o no tan censur able com o han quer ido m ostr ar algunos cr íticos. Con todo, la pr etensión de la cr ítica es hacer que el diccionar io se m oder nice, que la Academ ia dé un paso hacia adelante dejando atr ás la tr adición con que se cr eó y se adecúe a los nuevos tiem pos. Nuevos tiem pos par a la inser ción de neologism os en el diccionar io, com o acaba de suceder con la publicación de la 23ª edición de la obr a, y com o ha sucedido siem pr e, per o tam bién par a la actualización de su contenido con la consider ación del pr ogr eso que la ciencia lingüística estaba em pezado a exper im entar. Incluso no falta quien r eclam a ? es el caso de Gr egor io Her r áinz? la par celación del diccionar io académ ico en distintos r eper tor ios léxicos concebidos de m aner a distinta según la función par a la que estén destinados. Y m ás allá del exam en lexicogr áfico del diccionar io que supone la cr ítica, está el que se le hace por el papel que desem peña com o gar ante de una nor m a, r eflejo de una r ealidad lingüística plur al y depósito de una tr adición cultur al y liter ar ia. Los autor es apor tan en sus cr íticas el testim onio de escr itor es que avalan el uso de una palabr a o de un significado, defienden que el diccionar io no solo es del español de España y, por tanto, el punto de m ir a par a elabor ar lo no ha de ser solo peninsular ; 137

r ecuer dan que ha de fijar una nor m a de uso, no solo léxica, sino tam bién gr am atical y or togr áfica: toda la lengua está en el diccionar io, y todo lo que a ella le es pr opio tam bién. De estos tr es niveles lingüísticos destaca el léxico por la necesidad de ofr ecer, adem ás, del significado de las palabr as, su or igen y las condiciones de su uso (geogr áficas, sociales y de r egistr o), así com o la incor por ación de nuevos elem entos, por cr eación, pr éstam o o necesidades científicas y técnicas. Per o no todos estos aspectos r eciben la m ism a atención e, incluso, se per ciben cam bios a m edida que va r efinándose la cr ítica. Sin duda, es la etim ología y la falta de voces y acepciones lo que m ás inter és despier ta, clar o que la pr ofundidad del análisis no es igual en todas las cr íticas, ni en todos los cr íticos; ni tam poco el r econocim iento de la dificultad que entr aña su tr atam iento. Y si hay que señalar un aspecto en que se per ciben difer encias en su consider ación, quizá por el gr ado de subjetividad que com por ta, ese es el de la definición, aunque son m uchos los que coinciden en la necesidad de sustituir la definición sinoním ica por otr a per ifr ástica. Cier tam ente se podr ía decir que los aspectos objeto de cr ítica han sido siem pr e los m ism os, no así el inter és por ellos. Por eso, desde las pr im er as obser vaciones y com entar ios al diccionar io se han sentado unos pr incipios de análisis lexicogr áfico que luego ha tom ado la lexicogr afía teór ica com o guía par a el desar r ollo de su actividad, y com o pautas par a la elabor ación de los diccionar ios. Ello no es m ás que la confir m ación del m étodo científico, en el que la pr áctica es pr evia a la teor ía. Y par a este ejer cicio lexicogr áfico, léxico y lingüístico no se ha tom ado cualquier diccionar io, sino el Diccionar io de la Real Academia Española, entonces y ahor a, si no el m ejor ?par a lo que habr ía que consider ar pr im er o en qué puede ser el m ejor ? , sí, sin duda, el m ás im por tante.


Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica, Francisco Lafarga y Luis Pegenaute Pr ofesor de la Univer sidad de Bar celona

Pr ofesor de la Univer sidad Pom peu Fabr a de Bar celona

Lafarga, Francisco; Pegenaute, Luis (eds.) Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica. Madrid / Frankfurt, 2013, Iberoamericana / Vervuert, 516 p.; tapa dura ISBN: 9788484897361

El

Diccionar io histór ico de la tr aducción en

Hispanoamér ica (M adr id-Fr áncfor t, Iber oam er icana-Ver vuer t, 2013), editado por F. Lafar ga y L. Pegenaute, pr etende dar una visión de conjunto, en for m a de diccionar io enciclopédico, sobr e la histor ia de la tr aducción en Hispanoam ér ica. Se tr ata de un ám bito geogr áfico que no estaba suficientem ente cubier to con obr as panor ám icas, a difer encia del español, en el que encontr am os, por ejem plo, la Apr oximación a una histor ia de la tr aducción en España de J. F. Ruiz Casanova (2000), la Histor ia de la tr aducción en España editada por F. Lafar ga y L. Pegenaute (2004) o el Diccionar io histór ico de la tr aducción en España dir igido por los m ism os autor es (2009). No en vano J.-C. Santoyo, al r evisar lo que denom ina ?blank spaces in tr anslation histor y?, com enta:

?Tr anslation in Latin Am er ica [? ] has har dly attr acted the histor ian?s attention: it is an uncultivated land still w aiting to be ploughed? (2006: 38). Sigue pendiente de constr uir se un discur so que ar ticule de for m a gener al cóm o se ha llevado a cabo en Hispanoam ér ica la tr aducción (y tam bién la inter pr etación), per o este diccionar io pr esenta diver sas panor ám icas locales que pueden ser vir de punto de par tida par a su r ealización por 138

investigador es especializados. Por otr a par te, al igual que el Diccionar io histór ico de la tr aducción en España, pr esenta un nutr ido catálogo de tr aductor es. El pr opósito de los editor es es el de ser vir de com plem ento a las obr as antes citadas par a poder com pletar así una visión gener al sobr e la histor ia de la tr aducción en lengua castellana. Ello podr ía llevar al establecim iento de contr astes o com par aciones entr e la histor ia de la tr aducción desar r ollada en España y en Hispanoam ér ica o a tener en cuenta el espacio hispanoam er icano a la hor a de estudiar la histor ia de la tr aducción española, pues no cabe duda de que se dan fenóm enos que super an clar am ente las fr onter as nacionales, com o ocur r e con la difusión de libr os por par te de gr andes editor iales con im plantación en am bos ám bitos o el caso de los hom br es y m ujer es de letr as españoles que desar r ollar on labor es de tr aducción en el exilio (si bien, sobr e esta últim a cuestión, apar ece en este diccionar io una entr ada específica).[1]

[1] Si acaso, la sola excepción en este deseable abor daje conjunto de la cuestión am er icana y española ser ía la obr a de A. Pym (2000), per o lo cier to es que los difer entes capítulos tr atan separ adam ente las cuestiones r elacionadas con la tr aducción en am bos espacios.


G. Bastin m enciona tr es r azones fundam entales par a llevar a cabo este tipo de estudios:

Pr im er o par a el r escate de un patr im onio histór ico, cultur al e ideológico pr ácticam ente ignor ado, a pesar de su r elevancia; en segundo lugar, par a el estudio de las ?nor m as? de tr aducción en la r egión, ya que las m aner as de tr aducir no siem pr e han sido las m ism as, ni tam poco lo fuer on las condiciones que llevar on al ejer cicio de la tr aducción. En ter cer lugar, par a aclar ar e incluso cor r egir hechos consagr ados por la histor ia, en la m edida en que sólo el estudio de las tr aducciones per m ite poner de m anifiesto acontecim ientos y fechas que los histor iador es que no com par an las ver siones de los ?m ism os? textos en dos o m ás lenguas no han ni habr ían podido com pr obar. (2010: 1-18)

Lo cier to es que no son r ealm ente escasos los tr abajos específicos sobr e un tr aductor, una tr aducción o incluso un deter m inado entor no geogr áfico dentr o de Hispanoam ér ica, per o nos falta todavía una auténtica visión de conjunto.[2] Som os conscientes de que esta obr a supone sólo una pr im er a apor tación, no definitiva, sobr e la histor ia de la tr aducción en Hispanoam ér ica, per o pr esenta cuantiosos datos sobr e pr ácticas tr aductor as específicas.[3] Aquí se ha pr etendido pr esentar una labor ?ar queológica? que pueda ser vir de punto de par tida par a la constr ucción de una auténtica histor ia gener al sobr e la tr aducción en Hispanoam ér ica a par tir del conocim iento de la actividad desar r ollada por num er osos tr aductor es o la llevada a cabo en los difer entes espacios locales. Usam os el tér m ino ?ar queología? en el sentido que le da Pym (1998), y que per m ite dar r espuesta a quién tr adujo qué, cóm o, dónde, por qué, par a quién y con qué consecuencias. En su opinión, este tipo de estudio podr ía incluir ?anything fr om the com piling of catalogues to the car r ying out of biogr aphical r esear ch on tr anslator s? (Pym 1998: 5). Si este volum en no pr opor ciona ?no er a su objetivo? una visión r ealm ente gener al, que abar que desde una per spectiva m acr oscópica la totalidad de la pr áctica de la tr aducción en Hispanoam ér ica, se ha ocupado de pr opor cionar, al m enos, panor ám icas nacionales. Así, este diccionar io ha quer ido pr opor cionar visiones de conjunto sobr e el ejer cicio de la tr aducción en los difer entes espacios geogr áficos que configur an el ter r itor io 139

hispanoam er icano. En tales entr adas se ha intentado ar ticular, aunque de for m a m ás local, ese discur so al que antes hacíam os r efer encia, sobr e cóm o se ha pr acticado la tr aducción en Hispanoam ér ica. Ser ía deseable constituir ahor a, a par tir quizás de la infor m ación aquí r ecogida, una visión que establezca r elaciones supr anacionales, pr esentando sim ilitudes y difer encias en los pr ocesos de im por tación de liter atur a extr anjer a, en la incidencia que la tr aducción tiene sobr e las difer entes liter atur as r eceptor as o sobr e los pr ocesos de em ancipación política, com par ando la consider ación cualitativa de los tr aductor es (y del ejer cicio de la tr aducción) en los distintos entor nos, etc. El Diccionar io pone a disposición del estudioso una quincena de entr adas que se ocupan r espectivam ente de Ar gentina, Chile, Colom bia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, M éxico, Panam á, Par aguay, Per ú, Puer to Rico, República Dom inicana, Par aguay, Venezuela e Hispanoam ér ica en la época del Vir r einato (con una entr ada sobr e tr aducción de lenguas eur opeas

[2] Aunque contam os con una m ediana pr opor ción de obr as colectivas o m onogr áficas sobr e la cuestión hispanoam er icana, adem ás de un núm er o consider able de ar tículos sueltos, son escasas las apr oxim aciones que adopten una per spectiva supr anacional. Las únicas excepciones son las de M ould de Pease (1992), Bastin (1998, 2003 y 2010) y Bastin, Echever r i & Cam po (2004), per o lim itadas a ar tículos de r evista o capítulos de libr o. En el r esto de los casos se tr ata de apr oxim aciones exclusivam ente locales o que, aun y a pesar de pr esentar infor m ación sobr e diver sos espacios, no establecen r elaciones entr e ellos. En este sentido cabe m encionar, por ejem plo, los tr abajos de Apar icio (1991) y Jolic? ur (2007) o algunas m uy r ecientes r ecopilaciones de estudios, com o las de Pagni, Payàs & W illson (2011), Adam o (2011), Lafar ga & Pegenaute (2012a y 2012b) o Payàs & Zavala (2012). Tam bién pueden citar se en esta línea núm er os m onogr áficos de r evistas, com o los coor dinados por Pagni (2004), Foz & Lafar ga (2004 y 2005), Foz & Char r on (2006), Bastin (2008) y Goldfajn, Pr euss & Sitm an (2010). Una lista de r efer encias bibliogr áficas sobr e la tr aducción en Hispanoam ér ica puede ver se en el apar tado cor r espondiente de la Biblioteca de tr aducciones hispanoamer icanas, dir igida por F. Lafar ga y L. Pegenaute, en la Biblioteca Vir tual M iguel de Cer vantes (<w w w.cer vantesvir tual.com /por tales/tr aducciones_hispanoam er icanas/>). [3] De igual m odo, se r ecom ienda la consulta de los estudios incluidos en la m encionada Biblioteca de tr aducciones hispanoamer icanas.


y otr a sobr e tr aducción de lenguas indígenas). Los editor es lam entan no haber logr ado conseguir r edactor es cualificados que se ocupar an de pr esentar las r espectivas panor ám icas gener ales de Bolivia, El Salvador, Guatem ala, Hondur as y Nicar agua (aunque sí contam os con entr adas específicas sobr e tr aductor es de estos países). En estas entr adas gener ales, haciendo un r ecor r ido histór ico, se pr esenta la actividad tr aductor a desde sus pr im er as m anifiestaciones cuando el espacio se configur ó com o nación hasta nuestr os días. Sobr e lo acontecido en todos estos ter r itor ios antes de su constitución com o países se ocupan las dos entr adas sobr e los Vir r einatos y m uchas otr as sobr e tr aductor es. Así, por ejem plo, de época tem pr ana, si nos lim itam os sim plem ente al m ar co del siglo XVI, encontr am os entr adas sobr e diver sos intér pr etes, tanto españoles (Jer ónim o de Aguilar, Juan de Betanzos, Esteban M ar tín) com o indígenas (Felipillo, la M alinche) o tam bién sobr e tr aductor es, cr onistas y estudiosos de lenguas autóctonas (Fr ancisco de Ávila, Enr ique Gar cés, el Inca Gar cilaso, Cr istóbal de M olina, fr ay Andr és de Olm os, fr ay Ber nar dino de Sahagún). En estas entr adas gener ales se ofr ece una visión de la tr aducción en r elación con el desar r ollo cultur al y liter ar io del país; docum entación sobr e la pr esencia de liter atur as extr anjer as (autor es pr edilectos, cor r ientes o escuelas m ás significativas, etc.) y otr os tipos de textos, pr incipalm ente de pensam iento, per o tam bién r elativos a cuestiones políticas, r eligiosas, científicas, económ icas, jur ídicas o didácticas; infor m ación sobr e la labor de los pr incipales tr aductor es e inter m ediar ios de la tr aducción y bibliogr afía or ientativa. En la ar ticulación del discur so de estas entr adas se m enciona, necesar iam ente, a los tr aductor es que cuentan con entr ada pr opia, aunque de for m a m uy sucinta. Estos tr aductor es son señalados con las opor tunas r em isiones a las entr adas pr incipales. Un com ité científico (de ocho m iem br os, especialistas en los difer entes ám bitos en que se puede dividir el Diccionar io), pr evio acuer do con los editor es, se encar gó de establecer la lista de los tr aductor es, asignar a cada entr ada un espacio r elativo ?en función de su im por tancia? y contactar con los r edactor es m ás cualificados par a su pr epar ación. Este catálogo de tr aductor es constituye el gr ueso de las entr adas, casi dos centenar es, y es que 140

nuestr a intención, al abor dar este tr abajo, er a la de logr ar que fuer an r ealm ente el centr o de la investigación. Ello está en consonancia con algunas voces que en los últim os tiem pos han venido insistiendo en la conveniencia de ar ticular la histor ia de la tr aducción a par tir pr ecisam ente de sus agentes. Así, por ejem plo, Pym (2009), en un estudio de título m uy r evelador ??Hum anizing Tr anslation Histor y?? sugier e que centr ar la atención del histor iador en los tr aductor es m ás que en las tr aducciones per m ite alcanzar una m ejor com pr ensión de su im plicación m ultidiscur siva, desvelar la com plejidad de su afiliación cultur al (su posible par ticipación en actividades de difer ente sesgo ideológico) y poner de m anifiesto su m ovilidad y car ácter tr ansfr onter izo. De m odo sim ilar, Chester m an (2009) aboga por la cr eación de un ám bito de investigación que podr ía denom inar se ?Estudios de tr aductor es? y ar ticular se desde tr es per spectivas: una cultur al, que pr estar ía atención al papel desar r ollado por los tr aductor es e intér pr etes a lo lar go de la histor ia com o agentes pr opiciador es de evolución cultur al; una cognitiva, que se centr ar ía en sus tom as de decisiones, su per sonalidad, sus em ociones e inter eses per sonales; finalm ente, una sociológica, que se centr ar ía en su estatus, su r elación con otr os gr upos sociales y con la instituciones y que estudiar ía, en definitiva, su pr esencia en la sociedad. El catálogo de tr aductor es se ha establecido a par tir de cr iter ios de pr estigio, de r elevancia histór ica de su tar ea o de la fuer za de su per sonalidad (su im por tancia, por ejem plo, com o escr itor es, políticos, intelectuales, es decir, per sonas que se han distinguido en ám bitos no estr ictam ente tr aductor es). En tér m inos gener ales, cada entr ada contiene una br eve biogr afía; alusión a las for m as y contenidos de su actividad tr aductor a, r elacionándola con la situación de la tr aducción en su época, con su actividad com o escr itor or iginal (si pr ocede), con las ideas sobr e la tr aducción de su tiem po, etc.; datos bibliogr áficos sobr e las pr incipales ediciones de sus tr aducciones; com entar io par ticular de alguna tr aducción fundam ental; indicación de fuentes secundar ias y bibliogr afía cr ítica adecuada. En el Diccionar io encontr am os num er osas entr adas sobr e tr aductor es pr ocedentes de los ám bitos geogr áficos de los que tam bién se pr esenta una visión panor ám ica, per o tam bién de aquellos que no cuentan con ella. Así, de estos últim os halla-


m os entr adas sobr e tr aductor es bolivianos (Alber to K. Bailey y M ar io Fr ías Infante), guatem altecos (M iguel Ángel Astur ias, Adr ián Recinos, Rodr igo Rey Rosa), hondur eños (Róm ulo Dur ón), nicar agüenses (Er nesto Car denal, José Cor onel Ar tucho, Luciano Cuadr a) y salvador eños (Salvador J. Car azo, Fr ancisco Gavidia, José Ignacio Fr ancisco Góm ez, Rafael Lar a). Es per tinente apuntar que m uchos de los tr aductor es aquí estudiados han sido pr ecisam ente intelectuales que han hecho apor taciones pr om inentes al pensam iento hispanoam er icano sobr e la tr aducción. Así, por ejem plo, el Inca Gar cilaso en su ?Dedicator ia a don M axim iliano de Austr ia? en su tr aducción de Diálogos de amor de León Hebr eo (1590); Andr és Bello en ?La Ilíada, por don José Góm ez Her m osilla? (1882); M iguel Antonio Car o en su intr oducción a Tr aducciones poéticas (1889); Bar tolom é M itr e en la intr oducción a su tr aducción de La divina comedia (1897); Jor ge Luis Bor ges en ?Las dos m aner as de tr aducir ? (1926) o ?Las ver siones hom ér icas? (1932) y otr os ensayos; José M ar ía Ar guedas en su estudio intr oductor io a Canto Kechwa (1938) y su pr esentación de Cuentos r eligioso-mágicos quechuas de Lucanamar ca (1960-1961); Octavio Paz en Tr aducción: liter atur a y liter alidad (1971); Alfonso Reyes en ?La tr aducción? (1983); Rolando Costa Picazo en ?Los pr oblem as de la tr aducción? (1989).[4] Todo ello dem uestr a, una vez m ás, que el discur so sobr e la tr aducción ?pr incipalm ente la liter ar ia? se ha ar ticulado m uchas veces a par tir de la r eflexión intr ospectiva sobr e la exper iencia pr opia. En r elación con la tr aducción liter ar ia cabe señalar que este es el ám bito m ás tr atado, con gr an difer encia sobr e los dem ás. De hecho, unos 115 tr aductor es de los aquí r ecogidos alter nar on su actividad de tr aducción con la obr a de cr eación pr opia, ya sea nar r ativa, poesía o teatr o. M uchos de ellos, y m uchos otr os, fuer on tam bién ensayistas (los chilenos Fr ancisco Bilbao y Pablo Oyar zún, el colom biano Car los Ar tur o Tor r es, el dom inicano Fr ancisco Céspedes, el guatem alteco Adr ián Recinos, el par aguayo Ar tur o Br ay, la per uana Dor a Bazán M ontenegr o, el por tor r iqueño Antonio J. Color ado) o cr íticos liter ar ios (los ar gentinos Enr ique Pezzoni y Raúl Gustavo Aguir r e, los chilenos Augusto D?Halm ar y Guiller m o Jünem ann, el colom biano Eduar do Castillo, el ecuator iano Aur elio Espinosa Pólit, el 141

m exicano Ángel M ar ía Gar ibay, el per uano M anuel Beltr ay) o per iodistas (los ar gentinos M anuel Belgr ano y Enr ique Butti, los bolivianos Alber to K. Bailey y M ar io Fr ías Infante, los chilenos Cam ilo Her nández y Egidio Poblete, los colom bianos Ism ael Enr ique Ar ciniegas, José Joaquín Bor da, Eduar do Castillo y Lor enzo M ar ía Ller as, el dom inicano Diógenes Céspedes, el nicar agüense Luciano Cuadr a, el panam eño Dem etr io José Fábr ega, los per uanos Ar m ando Bazán y Feder ico M or e, el por tor r iqueño Alber to J. Color ado, el salvador eño José Ignacio Fr ancisco Góm ez, el venezolano José Luis Ram os). Algunos de los ya m encionados fuer on todo ello a la vez, adem ás de tr aductor es, clar o está. Nos encontr am os con auténticas per sonalidades polifacéticas: así, el ar gentino Bar tolom é M itr e, político, m ilitar, ensayista y estadista; el colom biano M iguel Antonio Car o, per iodista, escr itor, filólogo y político; el tam bién colom biano Rafael Pom bo, poeta, per iodista y diplom ático; el salvador eño Fr ancisco Antonio Gavidia, escr itor, histor iador, filósofo, m usicólogo, pedagogo y cr ítico liter ar io; el venezolano José M ar ía Var gas, m édico, científico, educador y político. Lo que queda clar o es que, en este contexto hispanoam er icano, al igual que en cualquier otr o, la tr aducción se ha pr acticado ?al m enos la tr aducción liter ar ia, la de textos r eligiosos y ensayísticos? de for m a com plem entar ia a otr as actividades. Tan sólo en un caso nos encontr am os en el Diccionar io con una entr ada dedicada a una per sona que apar ece descr ita únicam ente com o tr aductor a: tal es el caso de Aur or a Ber nár dez, esposa de Julio Cor tázar, tr aductor a pr ofesional en la UNESCO y las Naciones Unidas, que tr adujo num er osas obr as de Italo Calvino, adem ás de autor es com o P. Bow les, S. de Beauvoir, A. Cam us, L. Dur r ell, G. Flauber t, J. D. Salinger o J. P. Sar tr e. Si en el Diccionar io se ha puesto el énfasis en la tr aducción liter ar ia es por el hecho de que el estudio de este tipo de tr aducción ?com o vem os, m uchas veces pr acticada por escr itor es? nos per m ite desar r ollar cuestiones com o las siguientes: el establecim iento y valor ación (en un

[4] Todos estos ensayos apar ecen r ecogidos en la antología de Scholz (2003). Par a estudiar el discur so sobr e la tr aducción en Hispanoam ér ica ?y tam bién España? véase, igualm ente, la antología de Catelli & Gar gatagli (1998).


autor, un géner o o un m om ento histór ico) del gr ado de actividad tr aductor a r especto a la pr oducción de liter atur a or iginal y el tipo de r econocim iento que se otor ga a dicha actividad; el estudio de la posible función que puede cum plir la tr aducción com o ejer cicio de for m ación liter ar ia; el análisis del m odo en que se utiliza la tr aducción com o her r am ienta de r enovación estética e ideológica o com o m edio par a la im por tación de nuevos m odelos de inspir ación; la fijación de la capacidad de los tr aductor es ?en su condición de escr itor es? par a subver tir, r enovar o consolidar la tr adición liter ar ia; la valor ación de la incidencia en la r ecepción de la obr a tr aducida por el hecho que el tr aductor sea a la vez un autor pr estigioso; el análisis del m odo de im br icación de la tr aducción, entendida com o acto r ecr eativo, con la autor ía, analizando así el pr opio estatus ontológico de la tr aducción; el estudio de la r elación entr e la pr áctica tr aductor a y la r eflexión sobr e la tr aducción. En el Diccionar io tam bién encontr am os entr adas sobr e la tr aducción en casas editor iales (la ar gentina Sur y la venezolana M onte de Ávila, siendo la pr im er a hom ónim a con la r evista), sobr e la tr aducción de una obr a específica (la obr a teatr al quechua Ollantay), sobr e un géner o específico (la poesía folclór ica quechua), sobr e la tr aducción en publicaciones per iódicas (la cubana Or ígenes y las venezolanas El Cojo Ilustr ado y la Gaceta de Car acas) y sobr e la tr aducción llevada a cabo por colectivos de tr aductor es: así la desplegada en las congr egaciones eclesiásticas, donde se llevó a cabo una ingente actividad de tr aducción de textos r eligiososos hacia las lenguas indígenas; la desar r ollada en el contexto de la Academ ia Antár tica, constituida por un conjunto de intelectuales hum anistas lim eños r eunidos en tor no a la Univer sidad de San M ar cos a finales del siglo XVI y pr incipios del XVII y que pr opició el contagio del italianism o en Hispanom ér ica; y, finalm ente, la llevada a cabo por exiliados españoles tr as la Guer r a Civil com o Fr ancisco Ayala, Rafael Alber ti, Ricar do Baeza, Agustí Bar tr a, Xavier Benguer el, Josep Car ner, Luis Cer nuda, Rosa Chacel, Enr ique Díez-Canedo, José Gaos, León Felipe, Wenceslao Roces, Tom ás Segovia y m uchos otr os, que desar r ollar on una fecunda actividad tr aductor a en países com o Ar gentina, Chile y M éxico, pr incipalm ente. Apr ovechem os par a decir que la exper iencia del exilio par ece 142

par ticular m ente pr opiciador a par a el ejer cicio de la tr aducción, com o queda puesto de m anifiesto tam bién por el hecho de que nos encontr am os tam bién con m uchos exiliados hispanoam er icanos tr aductor es: los ar gentinos Julio Cor tázar (exiliado en Fr ancia) y Dom ingo F. Sar m iento (Chile); el cubano José M ar tí (M éxico, Estados Unidos), Fr ancisco Sellén (Estados Unidos); los chilenos Fr ancisco Bilbao (Ar gentina) y Pablo Ner uda (Fr ancia e Italia); el m exicano José Juan Tablada (Estados Unidos); el par aguayo Ar tur o Br ay (Ar gentina); el salvador eño José Ignacio Gar cía M éndez (Guatem ala); los venezolanos Rafael Cár denas (Tr inidad), Andr és Bello (Chile e Inglater r a), José Agustín de Loynaz (isla de Saint Thom as), Pér ez Bonalde (Estados Unidos) y Sim ón Rodr íguez (Italia, Alem ania, Rusia, Pr usia y Holanda). Todos ellos cuentan con entr ada pr opia en el diccionar io. El lector hallar á dos índices que pueden r esultar le útiles en la consulta del Diccionar io: por una par te, en las páginas pr evias al diccionar io, uno de los difer entes ám bitos geogr áficos, que le per m itir á localizar qué tr aductor es o inter m ediar ios cuentan con entr ada pr opia en ese ám bito en par ticular ; por otr a, al final del volum en, uno onom ástico de autor es, que localiza las páginas en que apar ecen m encionados. En este volum en, com o en cualquier otr o, se han tenido que im poner unas necesar ias lim itaciones, por lo que pueden echar se en falta entr adas r elativas a distintos tr aductor es. En la m ayor ía de los casos se ha debido a una lógica labor de selección y pr ior ización en función del espacio disponible. La obr a debe ser vista com o instr um ento gener al de r efer encia y consulta, com o un intento de ofr ecer de for m a com pendiada una panor ám ica sobr e la r ica labor tr aductor a desar r ollada en Hispanoam ér ica, com o una apor tación a la constitución de su histor ia.

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PRESENTA CI ÓN DE LA COLECCI ÓN CUA DERNOS DE LEX I COGRA FÍ A , EDI TA DA POR EL GRUPO LDV P I. LEXICOGRAFÍA CALÓ Ivo Buzek ed. M ar zo de 2015 II. ENTREVISTA Y HOM ENAJE A PORTO DAPENA III. LEXICOGRAFÍA DEL DEPORTE Antoni Nom dedeu ed. IV. LEXICOGRAFÍA SEFARDÍ Dor a M ancheva ed.

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PRESENTA CI ÓN DE LOS DI CCI ONA RI OS DE LI D EDI TORI A L Pr im er os títulos, ELex m ar zo Dir ección de per sonas y r elaciones labor ales Lujo y r esponsabilidad

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PA RA LOS USUA RI OS DE DI CCI ONA RI OS (I ) Por PAZ BATANNER

Encontr em os un ter r itor io com ún par a quienes gustam os sim plem ente de los diccionar ios. Obser vem os algunos r asgos de los diccionar ios, conozcám oslos m ejor y seam os exigentes con ellos.

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Encontr em os un ter r itor io com ún par a quienes gustam os sim plem ente de los diccionar ios. Obser vem os algunos r asgos de los diccionar ios, conozcám oslos m ejor y seam os exigentes con ellos. Los diccionar ios están hoy en un gr an pr oceso de cam bio. La infor m atización y los r ecur sos infor m áticos han venido a r evolucionar el tr atam iento del léxico, com o han r evolucionado todas las fuentes de r efer encia: listín de teléfonos, callejer os, enciclopedias, r ecetas culinar ias, br icolaje, etc. Todo lo que podem os necesitar de infor m ación en un m om ento dado está en inter net. Los diccionar ios han sido, desde siem pr e, r ecur sos pensados par a dar este tipo de infor m ación, por tanto hoy los diccionar ios, que en los años noventa com enzar on a infor m atizar se, se están ahor a adaptando a la r ed; per o lo están haciendo poco a poco, con cier tas iner cias y con soluciones que no son las m ejor es. Veam os: Un ar tículo de un CD Ron vs un ar tículo en papel: der r oche, extr aído del CD, Diccionar io de uso del español de Amér ica y España VOX (2003): der r oche, extr aído del CD, Diccionar io de uso del español de Amér ica y España VOX (2003)

der r oche nombr e masculino1 Gasto excesivo e innecesar io de diner o o bienes mater iales. sin despilfar r o, dispendio. 2 Gasto excesivo de tiempo, ener gía, medios, etc. sin despilfar r o, dispendio. 3 Abundancia de cier ta cosa, especialmente una cualidad buena: ej der r oche de imaginación; der r oche de técnica.

der r oche, del m ism o diccionar io en papel, Spes Editor ial, Bar celona, (2002): der r oche n.m. 1 Gasto excesivo e innecesar io de diner o o bienes mater iales. sin despilfar r o, dispendio. 2 Gasto excesivo de tiempo, ener gía, medios, etc. sin despilfar r o, dispendio. 3 Abundancia de cier ta cosa, especialmente una cualidad buena: der r oche de imaginación; der r oche de técnica.

Las difer encias r adican exclusivam ente en la par te gr áfica y en que en la ver sión infor m atizada hay m enos abr eviatur as, la infor m ación está m ás espaciada. No hace falta m ucha im aginación par a adver tir que hoy se puede exigir m ucho m ás a los diccionar ios. Por ejem plo, que el diccionar ios avanzar a constr ucciones com o: supone un der r oche de diner o, de ingenio, ener gético, estúpido, innecesar io, etc. com o ya hace en los ejem plos de la 3ª acepción; o par ece un der r oche de r ecur sos; per o tam bién que der r oche suele ser objeto de los ver bos evitar, pr ovocar, r epr esentar, constituir ; y puede ir coor dinado y/o con sustantivos com o excentr icidad, demasía, malver sación, despilfar r o, consumo, consumismo, incompetencia, optimización, destr ucción, etc.; así en niveles de vida basados en el der r oche ener gético y la destr ucción del medio.Este tipo de infor m ación es m uy posible en un diccionar io hecho con la ayuda que hoy pr esta la infor m ática y ayudar ía a que los usuar ios com pr endier an y pudier an usar m ejor la palabr a. Paz Battaner

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Sven Tarp-

Catedrático de la Universidad de

Aarhus, Director del Centro de Lexicografía de la misma universidad y cofundador de la Teoria Funcional de la Lexicografía

Optimismo ciego o ceguer a optimista El DRAE define ceguer a com o ?total pr ivación de la vista?. No aclar a, sin em bar go, a qué se debe tal pr ivación. Sabem os que no hay hom br e m ás ciego que el que no quier e ver. En el r eciente Sim posio de la Real Academ ia sobr e diccionar ios digitales, Patr ick Hanks hizo r efer encia a la ir r upción de la im pr enta en el m undo lexicogr áfico. El investigador inglés m ostr ó com o la nueva tecnología causó im por tantes y dur ader os cam bios en la tipogr afía y for m ato de los ar tículos. Y tam bién, se puede añadir, en el contenido y gr upo destinatar io de los diccionar ios. Per o los cam bios no fuer on inm ediatos. Se dem or ar on décadas ?a veces m uchas? en apar ecer y asentar se. Las leyes del desar r ollo de la vida son capr ichosas com o un poem a enigm ático. Resultan en per íodos lar guísim os con ninguno o pocos cam bios. Y tam bién en m om entos histór icam ente efím er os car acter izados por cam bios br uscos y pr ofundos de las for m as en que se expr esa la vida. Y no solam ente la vida biológica, sino tam bién la cultur al. No son siem pr e cam bios de una for m a a otr a. A m enudo una for m a se sustituye por un abanico de for m as que com piten entr e sí hasta que una ?o unas pocas? de ellas se afiance m ostr ando su super ior idad com o expr esión de una m ejor adaptación al m edio en que actúa.

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Hoy en día, la lexicogr afía está ante otr o m om ento de cam bios br uscos y pr ofundos, pr ovocado por la intr oducción de las técnicas digitales de infor m ación y com unicación. Con toda r azón, en un ar tículo en esta r evista Pedr o Fuer tes-Oliver a lo com par a con una ?explosión cám br ica... car acter izada por el sur gim iento de for m as de vida que apar ecen, se desar r ollan y desapar ecen a gr an velocidad?. Las leyes dialécticas de la vida son intocables. Ni el genio m ás gr ande las puede m odificar. Per o sí se pueden dom inar y poner a ser vicio del hom br e teniendo conocim iento científico de su funcionam iento y efectos. El desar r ollo m ilenar io de la ganader ía y agr icultur a es una pr ueba de ello. Y tam bién lo es la ingenier ía genética. La palabr a clave es ciencia, teor ía científica. Hay que afr ontar la r ealidad con los ojos abier tos. No cabe una actitud de avestr uz. La r ealidad no desapar ece cer r ando los ojos. Abundan los diccionar ios que son testim onio de que la lexicogr afía, a lo lar go de los siglos, se ha r elacionado con casi cualquier actividad del ser hum ano. No se puede ni se debe cer r ar los ojos ante esta r ealidad y seguir tr atando la lexicogr afía com o si fuer a la for m a aplicada de solo una de las m uchas disciplinas r eflejadas en sus obr as. Tal ceguer a significar ía que no se detectar an y sistem atizar an los elem entos que son com unes a cualquier diccionar io, sea cual sea su tem a. Significar ía que no se hicier an las abstr acciones necesar ias par a desar r ollar una teor ía capaz de guiar el diseño de nuevos diccionar ios digitales m ucho m ejor adaptados a las necesidades individuales de sus usuar ios. Significar ía dejar el bar co sin capitán. Hoy el Inter net está poblado por decenas de m iles de diccionar ios. Cada día apar ecen m ás

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títulos. Ante todo se nota una gr an var iedad de for m as aunque es difícil ocultar que la m ayor ía de las obr as todavía lleva la for m a-papel en sus genes. El m om ento actual invita a una pr ofunda r eflexión sobr e lo que es r ealm ente la lexicogr afía y su r elación con las necesidades de infor m ación que se pr oducen en la vida social y cultur al del ser hum ano. Una r eflexión colectiva a r ealizar se en confer encias, sim posios, r evistas y libr os. Sin tal r eflexión, los diccionar ios colocados en Inter net seguir án siendo exactam ente esto, o sea, diccionar ios im pr esos colocados en platafor m as digitales sin apr ovechar plenam ente las nuevas tecnologías. Sin ella, vivir íam os dur ante bastante tiem po con m uchas for m as lexicogr áficas en com petencia entr e sí. La selección cultur al har ía m ella, per o solo lentam ente. M ientr as tanto los usuar ios se quedar ían im pacientes y hasta fr ustr ados; m uchos de ellos le dar ían la espalda a la lexicogr afía par a buscar soluciones a sus pr oblem as en otr as fuentes de infor m ación. A final todo se r esolver á com o consecuencia de las im placables leyes de desar r ollo cultur al. La cuestión es si la hum anidad no m er ece algo m ejor por par te de la lexicogr afía. Siem pr e nos dicen que debem os ser optim istas. Per o ni el optim ism o ciego ni la ceguer a m ás optim ista puede afr ontar los desafíos y pr oblem as actuales de la lexicogr afía. Hace falta algo cualitativam ente difer ente. Ante todo necesitam os m ás videntes dentr o de nuestr a disciplina. Per sonalm ente soy sem i-optim ista.

Sven Tar p


A V A NCE DE ELEX M A RZ O

José Antonio Pascual y su equipo nos pr esentan las nuevas palabr as del Diccionar io Histór ico de la RAE

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Entr evista a Dar ío Villanueva, Dir ector de la Real Academ ia Española


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