BRASIL, ¿POTENCIA? Leopoldo D. Carrasco Rodríguez Leo Arouet
Cuando el Ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, dijo hace poco que su país se había convertido en la sexta economía mundial sobrepasando a Reino Unido, estaba dejando atrás una broma de mal gusto para los brasileños, que decía “Brasil es el país del futuro y siempre lo será”. Y es que Brasil siempre ha sido una nación orgullosa. Lejos de ese conocido orgullo y delirios de grandeza, Brasil ha visto como todo ese sentimiento se ha convertido en realidad en las dos últimas décadas. Cuando Andrés Oppenheimer visitó Brasil, país con una industria fuerte y un crecimiento constante, notó que los edificios y despachos de los diplomáticos brasileños estaban adornados con un enorme tapiz, con el dibujo del mundo al revés, que colocaba a Brasil en el centro del mundo. Este mapa al revés le dio una idea de cuán arraigado estaba ese sentimiento de superioridad. Por años, Brasil ha celebrado estar destinado a liderar la región. Dentro del club de las potencias emergentes, su importancia se observa en el tamaño de su economía, la sofisticación de su diplomacia, la enorme cantidad de recursos y reservas de petróleo, un extenso territorio y una selva amazónica extensa por defender. Ha conformado el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la cual reúne un poder económico y diplomático combinado y sirve como medio para proyectar su influencia junto a naciones que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Y que buscan, ante todo, aumentar su participación en la toma de decisiones. Brasil emprendió el camino de su consolidación y liderazgo en la región —suramericana—, bajo la dirección de sociólogo y académico Fernando Enrique Cardoso, para luego ser afirmado por Lula da Silva. De hecho, gracias a Lula, Brasil se ha acercado y estrechado lazos con los demás países vecinos. Ha proyectado su poder blando en la región haciendo más atractiva su cultura: el Carnaval de Río, su fútbol y su destino turístico. La proyección del poder blando ha hecho que la nación, sea mejor y más aceptada como protagonista importante. De hecho, Brasil ha declarado su intención de contribuir a la unión y a la amistad de los países sudamericanos y a la conformación de la columna ABC (Argentina, Brasil y Chile). Y ahora el Unasur. En política exterior, Brasil mantiene una postura en contraste con EE. UU, al culparle de los muchos males de Latinoamérica. En tal sentido, argumenta que la palabra “Latinoamérica” es un concepto superado, lo que existe en realidad son tres regiones: América del sur, América Central y América del Norte. Por lo tanto, el ámbito de influencia de México, antes líder, queda fuera del dominio Sudamericano. Esta política, también le ha llevado a estrechar lazos económicos con China, ahora el principal socio comercial de Brasil.
Otra evidencia de la afirmación brasileña como potencia es la creación de Unasur y la alianza estratégica realizada con Francia para la operación y fabricación de submarinos nucleares. El gasto en defensa del gigante asciende a 33.500 millones de dólares anuales, aproximadamente, y va de la mano con el apoyo francés. Estos gastos en defensa mayores que cualquier país de la región corrobora la seriedad con que el país se propone su liderazgo y que las últimas adquisiciones (un portaaviones) le dan la mayor fuerza de fuego naval en Latinoamérica. Pese a todo esto la mayor nación de Suramérica deberá tomar en cuenta a los demás países de la región que le ayudarán a consolidar posición en el mundo. Jeanracine7@gmail.com
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