trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de satisfacer la gran mayoría de sus necesidades. Esa es la definición que nosotros tenemos cuando hablamos de salud mental, es decir, no estamos aludiendo solo al problema relacionado con la patología específica, sino que también incluimos el concepto de capacidad con la que como individuos enfrentamos las situaciones que se nos presentan en lo cotidiano, que nos permite adaptarnos de manera adecuada frente a todo eso que nos trae la vida y con la que podemos seguir siendo productivos, tener una vida fructífera y una relación apropiada con nuestra familia y comunidad. Ese es el abordaje que debe darse cuando hablamos de salud mental. Y cuando hablamos de salud mental en el trabajo, lo mismo, porque ahí tenemos varios aspectos que podemos resaltar ya como problemas de salud mental y que son muy importantes en la carga de morbilidad, puesto que los datos que tenemos a nivel mundial nos indican que una de cada cinco personas en el trabajo puede padecer dichos problemas. Por eso es muy importante destacar que no solamente en el trabajo sino en cualquier
ámbito nuestros problemas de salud mental están estigmatizados, aunado a que las personas no buscamos apropiadamente la ayuda que estos ameritan, es decir, nos restringimos porque el concepto de salud mental está relacionado con la serie estigmas a nivel familiar, social y laboral, lo cual representa una barrera para el acceso a los servicios de salud respectivos. La actual pandemia por coronavirus ha puesto en evidencia más que nunca que la salud mental sí importa. Desafortunadamente vemos muy lejano enfermarnos o tener algún padecimiento de salud mental y nos esperamos para acudir con profesionales o a instituciones especializadas para ser tratados adecuadamente. Saber detectar y buscar ayuda a tiempo debe incorporarse como parte de nuestros hábitos, siendo conscientes de que nuestras emociones, pensamientos y por ende conducta repercuten en la convivencia cotidiana, ya sea en nuestra casa o trabajo. En este último caso, se relaciona directamente con nuestra capacidad de resolver la carga de trabajo, el tipo de
liderazgo que ejercemos, la relación con nuestros compañeros, los límites para estar trabajando, niveles de estrés, depresión, tolerancia a la frustración, la necesidad de capacitación, aprendizaje, incorporación y manejo de nuevas tecnologías, procedimientos, conocimientos, y todo esto que afecta nuestra salud mental.
Factores de riesgo Retomamos esto de la perspectiva integral de abordaje, considerando que nuestro diseño biológico está dado para que enfrentemos cotidianamente ciertas condiciones de desconcierto que se nos presentan y tenemos que readaptar nuestro sistema neuroendocrino, habilidades, recursos y demás para enfrentarlas con nuestra capacidad de adaptación. Pero es ahí cuando viene el trastorno mental, sobre todo cuando se altera lo que hemos vivido y se enfrenta una fuerte situación que ha durado mucho más tiempo de la que podíamos imaginar. Así, nos vamos adaptando, pero sufrimos pérdidas de seres queridos, conocidos, amigos, logros, oportunidades y la incertidumbre permanente. Esto se da incluso ahora con las vacunas, como por ejemplo en el caso de Chile, que con aun con más del 30 por ciento de su población vacunada vuelven a aumentar los casos porque la gente ha dejado de cuidarse, desbordando ya sus hospitales. Obviamente eso genera que en buena parte de la población haya pocas condiciones de adaptación apropiada, lo que lleva a problemas de ansiedad, angustia, estrés, depresión. En México, conforme a la encuesta de hogares del INEGI, declaró haber tenido depresión alguna vez más del 80 por ciento de los encuestados, y de ese porcentaje, más del 12 por ciento señaló que la tenía semanalmente. Realmente el problema ya estaba ahí pero ahora con la actual situación ha aumentado, no tenemos todavía datos muy claros de qué es lo que está pasando y vamos a saberlo posteriormente, pero lo que teníamos antes de la pandemia en términos de salud mental en el trabajo, es que obviamente genera ausentismo, reclamos de discapacidad, lesiones, enfermedades en ciertos tipos de trabajo donde la salud mental puede disminuir la protección laboral, quejas de personal, rotación de personal, entre otras circunstancias. Los costos globales que teníamos para 2018 se estimaban en uno 2.5 billones de
INASAM Instituto Nacional para la Atención de la Salud Mental
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