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Semana 1: ¿Cómo leo el libro de Salmos?
dentro de la narración, algunos de ellos muy propios de la literatura bíblica, como las genealogías. Por otro lado, la narrativa bíblica es diferente a la narrativa histórica actual, porque sus autores inspirados no estaban tan preocupados por una cronología exacta o por descrip‑ ciones detalladas de los lugares o las personas. No debemos olvidar que su objetivo principal es la revelación de quién es Dios y de Su plan redentor. Hay un tipo especial de narrativa que vemos en las parábolas, género que ocupó un lugar prominente en las enseñanzas de Jesús. Las parábo‑ las son historias imaginarias donde, mediante la comparación, se nos da una lección moral o religiosa. Esa es la razón por la que muchas parábolas comienzan así: «El reino de los cielos es semejante a…». Las parábolas no son necesariamente fáciles de entender, pero con‑ sidero que ayudan a recordar con más facilidad la verdad que el autor quiere comunicar. Piensa, por ejemplo, en la del buen samaritano. Los Evangelios constituyen un tipo de narrativa particular porque, aunque nos relatan mucho acerca del ministerio de Jesús, no con‑ stituyen una biografía como las que hoy estamos acostumbrados a leer. Sus autores no estaban tan interesados en proveer al lector datos exactos de la vida de Jesús sino en proclamar el evangelio y así ayudar a su extensión. El aspecto histórico es importante, pero lo sobrepasa el interés en la formación teológica. Los Evangelios se escribieron para fortalecer la vida espiritual de la iglesia con las verdades de su mensaje, tanto en aquel entonces como ahora. En cuanto a amplitud, a la narrativa le sigue la poesía, cuyo represen‑ tante principal es el libro de los Salmos, aunque encontramos poesía en otros libros, como Éxodo, 1 y 2 Samuel, Cantares y Lucas. Pueden leerse textos poéticos también en libros proféticos, como el caso de Jeremías. Más adelante, profundizaremos en este género. Otra forma literaria con una fuerte presencia en la Escritura es la que conocemos como literatura sapiencial. Encontramos este tipo de textos
en la cultura egipcia, la mesopotámica y la babilónica, entre otras. La literatura sapiencial coloca su enfoque en las personas y su conducta. Sin embargo, en la sabiduría de los israelitas había una distinción, la combinación del cúmulo de conocimiento heredado y adquirido por experiencia con la revelación divina. El género de literatura sapiencial abarca una parte considerable del Antiguo Testamento. Tres libros constituyen la muestra principal: Job, Proverbios y Eclesiastés, aun‑ que podemos encontrar fragmentos presentes en otros libros también, como es el caso de los Salmos. En esta literatura, se registran frases y reflexiones que pueden tomar diferentes formas de discurso, ya sea en debates o diálogos como en Job, introspecciones más poéticas como vemos en Eclesiastés u observaciones sobre el curso normal de la vida, que es lo que encontramos en el libro de Proverbios. El objetivo de esta literatura era «orientar la vida práctica en conso‑ nancia con la fe, aplicando a las mil y una situaciones de la existencia humana las enseñanzas de la ley de Dios de modo que se asegure una vida dichosa, digna de ser vivida»1 . En el Nuevo Testamento, el género literario que predomina es la epístola o carta. Algunas son más personales, como la de Filemón, mientras que las dirigidas a los corintios o los colosenses, por ejemplo, están enfocadas en una comunidad. La literatura de profecía y la apocalíptica también ocupan un lugar significativo dentro de la Escritura. Ambos géneros presentan desafíos particulares en cuanto a su interpretación, debido principalmente al uso de simbolismos y lenguaje figurado. Encontramos textos proféticos y apocalípticos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Hagamos un ejercicio entonces para entender mejor lo que hemos visto hasta aquí.
1. José M. Martínez, Hermenéutica Bíblica (Barcelona, España: Editorial CLIE, 1984), pág. 341.