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Cincuenta años del Dark side of the moon
from LJA03032023
by LJA MX
Rodolfo Popoca Perches
No recuerdo exactamente cuándo fue que conocí el Lado oscuro de la luna de Pink Floyd, pero debió haber sido por ahí de 1976 o 1977, ’78 tal vez, no sé, no tengo mucha claridad en mis recuerdos, pero sí tengo claro que conocí al mismo tiempo casi todos los discos del período progresivo de Pink Floyd, período que se abrió, por cierto, con la publicación de esta joya llamada The Dark Side of the Moon el 1 de marzo de 1973, continuó con Wish you were here en 1975 , dos años después apareció Animals y el ciclo se cierra con The Wall publicado en 1979, aunque encontramos antecedentes muy puntuales en discos como Meddle o Obscured by coluds de 1971 y 1972 respectivamente del discurso musical que nos propondrían a partir del Dark Side of the Moon, es decir, en esos discos anteriores ya hay tendencias muy evidentes de un lenguaje muy cercano al rock progresivo, incluso me atrevo a decir que desde Ummagumma de 1969 ya hay claras evidencias del interés por el progresivo, recordemos que ese fue el año, 1969, de la publicación del primer disco de King Crimson In the Court of the Crimson King que para muchos, asunto polémico y, por supuesto, sujeto a discusión, es el primer disco oficialmente considerado como rock progresivo.
Pero no estamos aquí para hacer polémica, al menos no en este momento, el objetivo de las presentes líneas es recordar una de las más brillantes joyas del rock, así, sin etiquetas, de todos los tiempos. Pink Floyd revoluciona el género con la publicación de este soberbio documento musical en marzo de 1973, han pasado cincuenta años y el disco sigue siendo innovador, revolucionario y sigue adelantado a su época. Una de las cosas que llaman la atención del Dark Side of the Moon es que no tiene esos extensos temas musicales que fueron propios de los discos anteriores, composiciones que duraban más de 10 minutos o bien, la cara completa de un disco en los tiempos del insustituible acetato, esto, probablemente como parte de una etapa experimental del grupo, en el Dark Side of the Moon esos temas musicales no aparecen y quizás se debe a que Pink Floyd dejó de experimentar y llegaron al estudio de grabación con ideas claras respecto a cómo querían hacer este disco, había ya renunciado, específicamente David Gilmour y Roger Waters, a los prolongados discursos musicales llenos de una deliciosa improvisación y una bien elaborada estructura experimental, y hacen música en la que recuerdan con cariño a su líder y fundador Syd Barrett, escriben canciones para él, incluso un disco completo, como es el caso de la siguiente producción, Wish you were here. En The Dark Side of the Moon , Pink Floyd incluye el tema Brian Damage, Daño Cerebral, penúltimo corte del álbum: “Si el dique colapsa antes de tiempo y no hay un sitio en la colina, y si tu cabeza también estalla con oscuros presentimientos, te veré en el lado oscuro de la luna…y si las nubes hacen explotar truenos en tus oídos, gritas, pero parece que nadie escucha, y si la banda en la que estás empieza a tocar canciones diferentes te veré en el lado oscuro de la luna. No puedo pensar en algo que pueda decir, excepto…creo que es maravilloso”, este tema musical, evidentemente, está inspirado en Syd Barrett y dedicado a él, el Diamante Loco.
The Dark Side of the Moon es un álbum conceptual, es decir, desarrollan una idea a lo largo de todo el disco, por ejemplo, la idea de unidad, de un todo, se presenta trabajos inspirados en la figura del gran escritor Edmundo Valadés”, explicó. desde el inicio, con un latido de corazón que es el mismo con el que termina todo este viaje musical, por esa razón no podemos, y quizás menos debemos, de hablar de canciones sueltas o sencillos, no obstante la disquera lanzó Time como sencillo, el disco no busca complacer los intereses de la mercadotecnia, nada más lejano a la verdad, por eso, lo que menos nos debe interesar es que The Dark Side of the Moon esté entre los 25 discos más vendidos en los Estados Unidos, ni los más de 45 millones de copias vendidas desde su publicación, tampoco debe impresionarnos que sean 8 o 9 mil copias las que se venden cada semana aunque han pasado cincuenta años de que el mundo lo conoció, nada de eso, lo que verdaderamente debe interesarnos es la propuesta musical, es un disco creado y diseñado para proponer y no para vender, las ventas millonarias no son más que la consecuencia del trabajo bien hecho, esta obra de arte de Pink Floyd está muy lejos, a años luz de esas baratijas creadas únicamente para vender, y ya que han cumplido su objetivo, se olvidan, pasan de moda y después de un tiempo nadie da un peso por eso, finalmente es basura Este disco, como otras joyas de la buena música, son más cotizadas con el tiempo y su vigencia permanece intacta.
En su participación, Leticia Luna dio lectura al acta del jurado, firmada por los escritores Lauro Zavala, José Luis Zárate y Alejandro Arteaga, en la que consideraron que “esta obra mereció el primer lugar por el uso de minificciones para contar una historia sobre la orfandad, la paternidad, el duelo y el misterio de los orígenes. Se trata de autominificciones con elementos de investigación policial. Pequeños textos que son, a la vez, ensayos y fragmentos de vida cotidiana”.
El Premio Bellas Artes de Minificción Edmundo Valadés es un reconocimiento al escritor y periodista originario de Guaymas, Sonora, ganador del Premio Nacional de Periodismo 1981 y autor de obras como La muerte tiene permiso (1955) o Las dualidades funestas (1966), quien, a través de su pluma y su labor como antologador, impulsó las letras mexicanas en el género cuentístico durante el siglo XX. Desde su origen, el certamen convoca obras inéditas escritas en español o en cualquiera de los grupos lingüísticos incluidos en el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales (CLIN), editado por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), que aborden la creación literaria por medio de la minificción.
En su primera edición (2019), el escritor Lucio Alejandro Herrera Arteaga recibió el galardón por su obra titulada Biblioteca mínima, que posteriormente fue coeditado por Rhythm & Books, la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL y el Instituto Sonorense de Cultura.
Hay muchas cosas que podemos decir del disco, la canción de A great gig in the sky merecería una mención especial, composición del tecladista Rick Wright, pero el espacio siempre será insuficiente. La intención de este Banquete es simplemente recordar una verdadera obra maestra del rock y que sirva como pretexto, -como si necesitáramos de pretextos-, para darle otra repasada a este álbum, una auténtica maravilla del rock publicada hace cincuenta años y que sigue siendo nuevo.