INTRODUCCIÓN AL BARROCO

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BARROCO INTRODUCCIÓN


El siglo XVII es el siglo del Barroco: un movimiento que se caracteriza por una nueva manera de concebir y vivir la realidad, y por consiguiente, de expresarla. Esta nueva visi贸n del mundo aparece como consecuencia de una crisis generalizada en todos los aspectos: econ贸mico, social, pol铆tico y cultural.


ECONOMÍA Y SOCIEDAD El siglo XVII es extraordinariamente turbulento en toda Europa: guerras, enfermedades, climatología adversa, malas cosechas, hambrunas, calamidades diversas… Se puede decir que la crisis es generalizada en todo el continente.


Fortalecimiento monarquías absolutas: Francia y España

Tensiones nobleza / burguesía

Numerosos conflictos: - aristocracia vs burguesía, - entre diferentes facciones de la aristocracia, - monarquía vs aristocracia, - poderosos vs desheredados*

Desarrollo del Parlamento como control del poder real: Holanda e Inglaterra

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Conflictos religiosos heredados del siglo anterior: los puritanos en Inglaterra, los hugonotes en Francia

Periodos de malas cosechas, epidemias, etc.


La idea medieval de una Europa unida por la idea de Cristiandad ya se hab铆a roto en el siglo XVI, pero es en el XVII cuando se consolida el concepto de Europa configurada por una serie de estados nacionales en los que la idea de naci贸n y la conciencia de pertenencia a ella van sustituyendo a la caduca idea de pertenencia a una comunidad religiosa.


EL PENSAMIENTO Y LA CULTURA BARROCOS En lo que respecta al pensamiento y la cultura no se puede hablar de una ruptura con las ideas básicas del Renacimiento; se produce, más bien, una continuidad y una evolución, y es ésta la que, con el paso del tiempo, va a hacer que la cultura barroca sea sustancialmente diferente a la del siglo anterior.




Toda esa problemática social y económica provocó en las gentes un pesimismo que, lógicamente, también se reflejó en la cultura. La crisis provocó que los ideales que habían surgido en el Renacimiento se derrumbaran: el mundo deja de ser algo bello y feliz, armónico y ordenado, para convertirse en un lugar donde triunfan las falsas apariencias, la confusión y el desorden; un lugar que la razón ya no puede entender ni dominar. Al vitalismo renacentista se opone la angustia ante la caducidad de todo. El hombre barroco se muestra desencantado de la realidad que le ha tocado vivir. Este sentimiento, al que se conoce como el desengaño barroco, es tan fuerte que se refleja en sus escritos.


RENACIMIENTO

BARROCO

Progresivo rechazo de lo terreno y vuelta a las ideas medievales sobre la brevedad de El vitalismo: exaltación de lo sensual y de la vida y la caducidad de todas las cosas. los placeres. Esto está en la base del típico desengaño barroco.

El idealismo y el optimismo

La confianza en la capacidad humana.

Hay una concepción negativa del mundo, que se concibe como un caos, como algo lleno de desorden y de confusión que el hombre no puede dominar. La frustración y el desencanto

El ideal del hombre barroco es el que El ideal del hombre renacentista es el que aparece en las obras de Baltasar Gracián: se ejemplifica en El Cortesano de El discreto o el Oráculo manual y arte de la prudencia → un hombre avisado, Baldasare Castiglione. discreto, que sabe ocultarse y engañar.


De esta concepción del mundo y de la vida, derivan dos de las ideas fundamentales del Barroco:

El tiempo lo destruye todo y, por lo tanto, todo es vanidad (vanitas vanitatis). La realidad es sólo una ilusión o una apariencia: la vida es sueño, el mundo es un gran teatro. Ese pesimismo barroco va a manifestarse de diferentes maneras: - con la angustia existencial - mediante la protesta - con la sátira - mediante una actitud estoica - con la evasión - la exaltación religiosa - con una actitud hedonista


“Aeterna pungit, cito volat et occidit” (“Eternamente hiere, vuela veloz y mata”).



EL BARROCO EN EL ARTE En el arte, la estética barroca va a partir de la del Renacimiento y la va a exagerar y llevar al límite a través del dinamismo, el movimiento, los contrastes de luces y sombras…

En arquitectura, las líneas curvas sustituyen a las rectas, se retuercen las columnas, se prefieren los espacios grandiosos, los espacios dinámicos y con fuertes contrastes de luz y sombras, y se utiliza una rica ornamentación. El urbanismo adquiere casi una categoría teatral, como ocurre en la remodelación de la Roma papal o las obras de Bernini en San Pedro del Vaticano.




En escultura, son caracterĂ­sticas las figuras en movimiento, con ropajes agitados, con rostros muy expresivos y gran detallismo.


En pintura, las masas de color son las que “dibujanâ€? las formas, se buscan los contrastes lumĂ­nicos, se prefieren las composiciones diagonales y las perspectivas sorprendentes.



En literatura se intentan conseguir los mismos efectos de dinamismo, movimiento, claroscuro, decorativismo …, pero el material es la palabra. La sencillez, la estructura armónica y el equilibrio renacentistas se ven quebrados por el uso de expresiones brillantes, ideas ingeniosas, agudezas intelectuales, etc.; la abundancia de imágenes y la oposición de contrarios (lo bello y lo feo, lo trágico y lo cómico…) conseguirán dinamismo y movimiento; el equilibrio se verá roto por la exageración, llevada, a veces, hasta la deformación, la caricatura (Quevedo).


De todas formas, el desarrollo del Barroco fue muy desigual en Europa. Tuvo un gran auge en los países católicos (se ha hablado del Barroco como “el arte de la Contrarreforma”), mientras que la contención del puritanismo protestante frenó su expansión en el norte de Europa. Por otro lado, en Francia se produjo desde mediados del siglo una reacción contra la desmesura barroca a la que se opondrá el racionalismo cartesiano que propugnaba el orden y la claridad. Esto supone un resurgir del clasicismo que se va a extender por el resto de los países.


El conjunto de artistas, pensadores y literatos del siglo XVII es inmenso y de primer orden: músicos como Monteverdi, Lully o Purcell; pintores, escultores y arquitectos como Caravaggio, Guido Reni, Rubens, Vermeer, Velázquez, Ribera, Bernini, Borromini…; pensadores como Descartes, Pascal, Leibnitz; escritores como Molière, Racine, Shakespeare, Milton, Góngora, Quevedo, Lope de Vega…


ESPAÑA EN EL SIGLO XVII Aunque a comienzos del siglo XVII España era todavía la primera potencia de Europa, muy pronto se inicia un proceso de decadencia que culminará, hacia 1640, con la pérdida de la hegemonía en el mundo. Fueron diversos los factores que intervinieron en ese proceso: -la despoblación interior, provocada tanto por las epidemias como por las guerras que tenían lugar dentro y fuera de España; -la crisis económica, que ni siquiera lograban atenuar las riquezas procedentes de las colonias americanas;

-el endeudamiento de la corona con los banqueros europeos; - la expulsión de moriscos y judíos, que supuso la pérdida de capital y de mano de obra-sobre todo en la agricultura- que, a veces, era muy cualificada; etc.


Todos estos factores influyeron en el aumento de las desigualdades sociales: la miseria estaba cada vez más extendida entre la población. Los campesinos emigraban a las ciudades para intentar mejorar sus condiciones de vida; y este flujo migratorio provocó en las ciudades un aumento del número de mendigos, pícaros y delincuentes. La novela picaresca barroca nos muestra esta pesimista realidad social. Esta situación produce una sensación de malestar y descontento que se une a la concepción pesimista del mundo que impera en toda Europa.


Por otro lado, la Contrarreforma supone una exaltación de lo religioso, lo que se refleja en la literatura en el gran incremento de la temática religiosa: las Rimas Sacras de Lope de Vega, las obras de teatro basadas en temas bíblicos, los autos sacramentales,… Este espíritu religioso lleva también a la desvalorización de todo lo terreno y material frente a lo espiritual; y esto se refleja en la idea de la fugacidad de la vida: el tiempo pasa veloz y todo lo destruye y al final llega la muerte (“vivir es ir muriendo”).


Tres son los reinados que jalonan el siglo: Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700). Estos reyes van a delegar en validos, nobles que, como si se tratase de primeros ministros, ejercían realmente el poder. El más famoso de ellos será el conde de Olivares y duque de Sanlúcar, valido de Felipe IV, que regirá los destinos del país durante más de veinte años (1621-1643).



La situación económica del país era desastrosa y progresivamente fue perdiendo importancia política en Europa. La conciencia de la aguda crisis económica, social y moral se extenderá entre pensadores y escritores, lo que explica en buena medida el pesimismo y el desengaño típicos del Barroco. Ello va de la mano de otros rasgos ideológicos característicos de la España de ese siglo, que continúa vigilada por la omnipresente Inquisición. A esto habría que añadir otra mitomanía religiosa: el desprecio de las actividades comerciales e industriales, consideradas todavía como ocupación propia de judíos. Con todos estos prejuicios, España se quedó marginada de los avances científicos e industriales que se produjeron en otras zonas de Europa, así como del laicismo y del pensamiento racional que está en la base del progreso de las ciencias y de sus aplicaciones prácticas.



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