Libro antes y despues de caseros

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DESPUES DE CASEIIOS LECC ION ADA

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ANTES Y DESPUES DE CASEROS


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LUIS FRANCO

Y DES PUES PI; i1LøI

Editorial RECONSTRUIR 1954


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COLECCION RADAR $jE; TEMAS HISTORICOS DE ARGENTINA Y DE AMERICA


PROLOGO

Resulta imposible referirse a Luis Franco, aun con relación a este trabajo sobre Rosas, sin recordar que nos bailamos ante uno de los valores más auténticos de la literatura de nuestra América. La publicación de sus primeros libros de poesía, en plena juventud —nació en 1898, en Belén, CatamarcaCOflfllUeve los ambientes intelectuales y no hay figura descollante en los mismos que pueda sustraerse a la obligación de emitir su juicio. El elogio es sorprendentemente unánime, no obstante las reservas que inspira, —según el ángulo de cada crítico— el espíritu desprejuiciado, audaz revolucionario que fluye de sus versos. Así Leopoldo Lugones, al comentar en 1923, "Flauta de Caña" "Coplas" ij "Libro del Gay Vivir" —sin dejar de consignar su repulso a la intención social en poesía— tras calificarlo de poeta pagano, dice, a propósito de "La Loa del Cuerpo Sano" "es quizá la poesía más profunda del libro. Acaso la que mejor de fine al poeta. Y ella bastaría para que lo consideráramos ilustre doctor en la gaya ciencia". Termina el comentario reproduciendo "Eglo gas Aldeanas" a la que califica de "verdadero himno al trabo jo de la tierra, como 5


pocas veces se oyó, si se lo ha oído alguna vez, tan noble y puro en nuestro idioma». Roberto Arti condensa, por su parte, la impresión que le produjo la lectura de "Suma" en esta forma: "Y la envidia grita: ¡Maldito seas por la música que se escapa de tu flauta divina y por no haber encontrado un pie que empujara tu libro al fondo del mar!". En tanto que Federico de Onís, en su Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana, expresa: "Es uno do los mejores poetas de América, por ser plenamente lo que es. Fuera de toda escuela.., ha escrito, con naturalidad y frescura, con seguridad y justeza de expresión, con novedad de imágenes y plenitud vital, una poesía sobre temas campesinos, humildes y elementales, que se aleja de todo lo local y lo subjetivo, para identif icarse, como las poesías prmitivcts, con la Naturaleza y la Humanidad eternas". Estos juicios que nos dan una idea de su singular calidad de poeta adquieren mayor valor aún por referirse tan sólo a una fase de su talento literario. ¿Y su prosa? Casi al mismo nivel que su poesía nos revela un escritor magnífico y vigoroso —algunas de cuyas páginas son va definitivc?ncne clásicas—, magistral prolongación del poeta, del artista, hacia las más serias preocupaciones del hombre de nuestros días, enlazando en ello la belleza de la expresión, el fondo humano y la permanente temática social. verso a la prosa nos brinda un transicón En esa del "Walt Whitman" —con el cual se identifica--- en el que Pace brillar con originalidad de enfoques -toda la exuberan6—


te, imponente e innovadora personalidad del gran vate norteamericano. La investigación histórica de nuestro país es uno de los objetivos precisos de su trabajo fecundo: "El General Paz ii los Des Caudillajes", "Rosas Entre Anécdotas", "El Otro Rosas". Y en su último libro "Biograías de Animales", relatos, leyendas, en torno a ejemplares de nuestra fauna, que adquieren un simbolismo insospechado al influjo de un espíritu en continua identificación con lo social y lo humano, se nos aparece como un consumado artífice de las letras que alcanza el más alto grado de perfección estética. Pero si el poeta y el escritor representan valores de primera magnitud en Franco, nosotros apreciarnos por encima de todo, su condición de hombre íntegro. Su actitud y su conducta frente a la vida y la sociedad. Cómo no ha de ser importante lo que escribe y lo que dice .i, además del acierto y la belleza en la forma de expresarlo, no conoce limitaciones a la espontánea fluidez de su pensamiento; si no está atado a creencias ni dogmas que reduzcan su horizonte espiritual; si ignora lo que es escribir una sola línea respondiendo a intereses subalternos; si vive emancipado de toda preocupación de índole material, de convencionalismos o afanes publicitarios. Si es libre. Totalmente libre. Y puede serlo porque antes ha con quistado su absoluta independencia, guarecida tras condiciones que implican terminantes triunfos con relación al medio. La primera de ellas es su condición de rudo hombre de trabajo. En lugar de disminuirlo constituye para él un hecho natural, consubstanciado con su modo de ser, en lo que encuentra aspectos que contribuyen a satisfacer su alegría de vivir. Para ganarse el sustento, trabaja la tierra, vende al7


falfa y otros forrajes. Cuando esto no da lo suficiente prefiere el tambo, orientando, de paso, a la gente vecina acerca de la mejor forma de aprovechar los esfuerzos. Así, en plena comunión con la naturaleza, las ásperas faenas del campo, bajo el sol quemante de los veranos o de las frías madrugadas del invierno, que le imponen las tareas de tambero, curte su cuerpo j templa su personalidad. Se siente cómodo con cualquier atuendo y es impenitente pasajero de segunda clase. ¡Cómo no va a experimentar la satisfacción de sentirse plenamente dueño de sí mismo y reírse olímpicamente de los intentos de conctuista o ablandamiento por medio del tibio calor del dinero, el halago, el confort, el bienestar material y las - tertulias con gentes "distinguidas"! ¡Qué ha de preocuparle tampoco la indiferencia, el silencio en torno a su persona, la deliberada ocultación de su obra, cuando no la hostilidad abierta o las puertas cerradas a la expansión de su ca pacidad intelectual, si jamás le inquietó la perspectiva de ser huésped de algún calabozo cuando lalo circunstancias se tornaron amenazantes! Esa soberana inmunidad, ese permanente ejercicio de la cnt areca p ersonal, el pensar en voz alta, el ser limpio de conciencia y procedimientos han hecho de Franco un ejemp lo cia hambre ínte gro, una lección de incorruptibilidad ---que por contraste, pone crudamente en descubierto a tcnns inteioct"cles claudicantes y serviles— refirmando sencilla p ero altivamente, los ideales de emancipación social y de reivindicación de los valores esenciales de la personalidad humana. De al-ti que su labor intelectual implica siempre una bravía actitud militante. No rehuye el combate sino que aprovecha toda oportunidad que se le brinda en el ancho camino que recorre su pensamiento. Los privilegios capita--8—


listas, los desmanes del poder, la brutalidad totalitaria, el clero, el militarismo, el Estado, los prejuicios convencionales resultan estigmatizados en su prosa vibrante, substanciosa, bellamente demoledora. Es hiriente y agresivo con sólo decir la verdad y poner a las cosas el nombre que en estricta justicia les corresponde. Así penetra también en el campo de la investigación histórica. Sus juicios son tajantes y, aunque no comparta mor la totalidad de ellos, merece destacarse la valentía que entrañan. Sin inhibiciones ni reverencias estúpidas a los vatores congelador, ve por sí mismo, con ojos limpios y nuevos, los antecedentes de nuestra realidad política y social, dispuesto a reivindicar lo poco o mucho que haya ae bueno y digno y a execrar lo reaccionario, despótico, retrógrado o negativo que, al serio ayer, lo es hoy, lo será mañana y siempre. Por ello, en este trabajo sobre Rosas no le interesa solamente la figura del tirano, más que el personaje en sí ¿e preocupa su trayectoria en función de los acontecimientos. De ahí que, dentro de la brevedad de este estudio, desbrose con igual pasión la maraña de mentiras de "Antes y Después de Caseros". 'Hay que revisar la Historia!", urgen los revisionistas, ansiosos por reivindicar a Rosas. Franco no elude el desafío. Y bien; a revisar, entonces, pero no a la luz fatua de las versiones clásicas y convencionales ni mucho menos aún a la luz de los faroles de la mazorca. A revisar, como lo hace él, iluminados por ideales que ubiquen al pueblo como protagonista de ¿a historia, aún cuando soporte el —9—


papel de víctima manejada y conducida desde los puestos de mando; ideales que no ofrezcan dudas en cuanto a su inspiración de libertad, justicia y progreso y contribuyan a una transformación política y social que contemple e afán emancipador de las fuerzas populares y la defensa de la dignidad humana. Luis DANiJSSI

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ANTES Y DESPUES DE CASEROS

Puede creerse en general que, en el proceso del conocimiento, nuestro espíritu se desempeña como los abogados: se interesa mucho menos por lograr la certidumbre sobre el hecho en cuestión, que por presentar ese hecho bajo la faz más favorable para su causa y su cliente. Y la verdad de tamaña observación es apenas discutible si la referirnos a la historia. Es fácil adivinar lo que sería la historia de Roma, por ejemplo, escrita por Aníbai o por Espartaco. ¿Y cuesta mucho imaginar lo que hubiera dicho Guaternoc, el que se asó sobre una parrilla católica, si hubiera podido enmendarle la plana a Hernán Cortés? Sí, ya se ha dicho que la historia la escribe el vence dor. Mas esta frase no expresa la integridad de los hechos. Si recordamos que, desde los orígenes propiamente-históricos hasta hoy, toda sociedad lo ha sido de clases, esto es, organizada según una pirámide de encanto, por la cual una ínfima minoría dominante engorda pomposamente c,)-, i flacura y el afán de una innumerable mayoría subyugada, entonces podemos decir más certeramente que la his tone la escribe la clase pro pietaria o vampira, que ostenta la Ley en una mano, y los argrnnentos militares y policiales en la otra. Por cierto que no han escapado a tal destino la historia americana, la historia nuestra. Puede advertirse eue, frente a la tradición histórica o a la historia esc'ita, las generaciones últimas han adopta- 11 -


do dos actitudes preferentes: una que acepta, con un amén a tiempo de persignarse, la versión legada por los antepasados atreviéndose a lo más a ciertas dudas sobre cuya verificación trabaja; por ejemplo: ¿comandó Rosas sus tropas en Caseros, por un rapto de vanidad suicida o porque desconfiaba zurdamente de sus propios generales? (7,Hasta dónde las Bases de Alberdi son fruto suyo y hasta dónde se inspiró en textos ajenos? Un ejem p lo final: ¿fueron azules o verdes los ojos de Beigrano? En cosas así suelen gastar sus gafas nuestros eruditos... La segunda actitud está enteramente referida a una sola época y arroja esta noiieia bomba: que la tiranía de Rosas no fué ese carnaval de sangre, de expolias y de faraónica servidumbre que todos creíamos saber, sino todo al revés: el gobierno más democrático que tuviéramos nunca, y su jefe, Rosas, un campeón de la independencia americana más efectivo que San Martín y Bolívar juntos... Y tan monumental revelación lleva un pedestal no indi gno: la torrentosa denigración de todos los adversarios políticos, desde Rivadavia a Sarmiento y Alberdi. Ahora bien, a quien tercie en la contienda libre de todos los prejuicios tradicionales y armado no sólo de los mejores elementos de juicio y de la ecuanimidad de espíritu indispensable, sino de una macabea voluntad de no dejarse dar gato por libre, no le será difícil llegar a los resultados generales siguientes: 1 9 ) Una revisión del rosisnao muestra, por un lado, que el personaje central era bastante más tenebroso y vampiresco aun de lo aceptado, y con largos dedos de acapara. dar y prestiTigitador comercial que no le conocíamos. Y por otro que la figura y la actuación de Rosas son sólo Ja expresión personal de algo mucho más vasto: la dictadura económica de Buenos Aires sobre las provincias y de los muy poderosos estancieros del Sur sobre Buenos Aires. 29 ) Que los adversarias del sistema de Rosas, pese a las cuantiosas diferencias que los cLsanciaban de él. se nos aparecen ahora, en lo fundamental, sobre un plano de casi equivalencia 12 -


Trataré de mostrar, siquiera a vuelo de pájaro como es fuerza, el cimiento de ambas aserciones. Dije alguna vez que para evidenciar al rosismo en toda la aleccionadora tenebrosidad de sus entrañas y de sus manejos, no era obligatorio apearles a sus adversarios liberales los gordos cargos que merecen ante la historia Repitámoslos aquí sucintamente. Sostenemos que el fondo de su sistema fué un despotismo ilustrado sobre la base del sometimiento del país a los intereses portuarios y porteños. Sostenemos que el empaque doctoral o magistral (Rivadavia dió la muestra inicial) los llevó a mantenerse personalmente a tal distancia de la plebe, que la demagogia rosisa y sus congéneres supieron aprovecharse de ello sin desperdicio. Sostenemos que no están exentos de más de un proceder mazorqueril, como los calami t osos fusilamientos do Dorrego y del Chacho, para no citar más. Sostenemos que el famoso y archiusurario préstamo acordado por Barnigand Brothers, en tiempos de Rivadavia, no menos que el Banco Presidencial, fueron el venere clandestino de muchas y muy patricias fortunas, unitarias y federales, que aún gozan de buena salud. Sostenemos, en fin, que sus celos y envidias de comadre de barrio los pusieron en pie de impotencia frente a la tiranía, muchas veces tambaleante, y que en su ofuscació'i llegaron a cosas como el conato de segregación de Entre Ríos y Corrientes, en que el error corre parejo con el crimen. Sí, todo eso es cierto, y apenas basta a ladear la balanza a su favor el inventario de sus luchas por un poco de libertad y de vida moderna a orillas del Plata. Porque esto es cierto: mientras el rosismo moría ahogado en el pantano de la sangre derramada para sostenerse, declamando sus Vivas y mueras de ritual, y sus retóricos apóstrofes de independencia americana, los liberales expatriados, mucho más realistas, se habían capacitado para sacar al país del marasmo, según los medios más viables de la época: canii- 13


nos, navegación de ríos, ganadería y agricultura modernas, inmigración europea, instrucción popular y cultura superior. No obstante el ferviente intento de revalidación de la figura y el sistema de Rosas, es un hecho, y tanto que constituye el achaque más pintoresco y fúnebre que viene padeciendo el espíritu argentino desde hace un cuarto de siglo. Se trata de una verdadera caja de sorpresas, pero que tiene su explicación: ella está en la circunstancia de que en esta hora de ocaso capitalista en el mundo, esto es, de epilepsia reaccionaria, la burguesía argentina, oscura o lú• cidarnente, siente la necesidad de una patente histórica, de una justificación avant la lettre de los cavernarios métodos que exige la defensa de sus privilegios en peligro. ¿Y quién podía darla mejor, en teoría y práctica, que el hombrecito que desde su destierro en Southampton, en 1870, ante las amenazantes muestras de despertar político del proletariado, formuló su receta de sabiduría troglodita "la dictadura temporal del papa —dijo-- con el sostén y acuerdo de los soberanos católicos". Sí, pero ¿es que tamaño intento de reivindicación era vagamente viable? No, por cierto: el rosismo es Lázaro a quien no resucita ningún Cristo. Sí, pero sus promotores cuentan con la tradición de obsecuencia mental y moral de nuestro pueblo —saldo de la colonia— y sobre todo con el poder envolvente y estrangulante de la propaganda moderna. Me diréis que pese a todas las cortinas de hierro o de loneta chillona, la verdad terminará por mostrarse en su desnudez de estrella. Claro es, pero ello no se dará sin la contribución valerosa de todos y de cada uno de nosotros. A propósito, es imposible no señalar siquiera de paso los aspectos más charros del proceso de marras. Estoy refiriéndome a la presentación de Rosas en su figura de Cid Campeador de la independencia nacional y americana (no hay que pecar de corto) y muy especialmente contra el conato de reconquista franco-británico. 14 -


Ya veremos que se trata de lo que puede llamarse un patriota a la hora de los postres, cuya biografía, para edificación de muchos aspirantes, puede resumirse así: 1 9) En 1870 (según documentos descubiertos hace poco por el doctor Celesia) el joven Rosas, cadete del cuerpo de Migueletes, da muestras de envidiable sentido táctico al pedir su retiro justamente en momentos de anun&arse un nuevo desembarco de los ingleses. 29) En la década que siguió al 25 de Mayo, cuando la opresión del rey y de su iglesia exaltó la pasión de rebelión en casi todos, a punto de que mansos mercaderes o rábulas y aun estudiantes y frailes colgaron espada —y muchos negros esclavos compraron con su sangre la libertad de los blancos, y muchos gauchos, por ello mismo, renunciaron a sus galopes detrás del viento—. Rosas, escapando del contagio, se retiró prudentemente a sus campos a cuidar vacas; y cuando en 1826, la obligación de defender una provincia nuestra nos trae la guerra con el Brasil y nuestras mejores cabezas debaten la gran cuestión en el Congreso, y millares de voluntades se aprestan al desafío heroico, el joven Rosas, más atlético y buen mozo que nunca, sigue pacíficamente cuidando vacas, vendiendo cueros y cerdos, friendo chicharrón, negociando con los indios y el gobierno y succionando a ambos, exportando por puertos propios para burlar al fisco, amontonando latifundios y patacones siempre, mientras afiora plañideramente, según sus propias palabras, esos "años de quietud que precedieron al 25 de Mayo". Nada de eso importa. Cuando la hora venga, ya sabrá él moverse con esguinces de brujo, para presentarse como algo más que el símbolo de la patria. Oíd, en efecto, esta declaración del doctor Torres en plena Legislatura: "Nosotros no llamaríamos patria a lo material de nuestra población, sino al gran Rosas". Respecto a los tratos de la santa y católica Federación con la muy hereje cancillería del Támesis, ocurren los siguientes hechos: - 15 --


a) En 1831, asombrando a ingleses y nativos ordena funerales y luto por la muerte del rey Jorge IV. b) En su segundo gobierno, a fin de cancelar nuestra deuda con la casa Boringand Brothers el gran patriota propone..., ¿sabéis qué?, entregarle las Malvinas. c) En 1840, en plena crisis política y financiera, manda abonar una cuantiosa cuota a nuestros archiusureros prestamistas de Londres. d) Algo mejor ocurre en 1845. Mientras la escuadra franco-británica apresa a nuestros barcos frente a Montevideo, Rosas en lugar de las represalias de cajón, cuenta el inglés Mac Cann, 'alivió la situación de los comerciantes extranjeros (casi todos ingleses) librándolos de impuestos". e) "Ser inglés entonces; ¡qué pichincha!", confiesa el propio sobrino de Rosas, Mansilla. ¿Es mucho que en reconocimiento los ingleses le llamaron el inglés, aunque él, con 25 años de vida insular, no logró hincarle un diente a tan hereje lengua? En 1851, cuando Urquiza se desamansa en Entre Ríos, la colectividad británica del Plata testimonió su adhesión federal a Manuelita obsequiándola con el baile más pomposo y punzó que viera en estas playas. Mas antes, en 1849, frente al nuevo amago de Rosas de largar el poder, esa misma colectividad expresa, por agencia del ministro de su patria, su reverencial alarma, corno ante un terremoto. ¿Falta algo? Sí, en 1852, al retirarse de Caseros, en que sólo tomó parte detrás de unos anteojos de larga vista, Rosas se va a dormir a casa del ministro inglés, tan tranquilo como si ya estuviera a orillas del Támesis. Pocos días después, tocando tierra inglesa, el Comodoro Seymour lo recibe con una salva de cañonazos, homenaje no rendido a ningún soberano extranjero desterrado... ¿Qué explicación tienen estas emocionantes pruebas de ternura mutua? Una muy clara. No sólo que los ingleses constituían una respetable potencia en su casa y fuera de ella, sino que eran nuestros principales, nuestros únicos compradores de carne, cueros, cerdo y sebo. Y Rosas y su - 1 -


plana mayor, antes que argentinos, antes que federales, eran estancieros... ¿Estamos? Sobre la equivocación de San Martín al respecto y del legado de su espada a Rosas —detalles llevados a la beatificación por los neorrosistas— echan luz suficiente las dos consideraciones que siguen: ¿cómo podía el glorioso anciano, ciego y arrinconado en Europa penetrar el secreto de la jugada de Rosas, que mientras provocaba la intervención anglo-francesa y la aprovechaba para proclamarse Defensor de la independencia americana.., servía más servilmente que nadie los rechonchos interes de la diplomacia y el comercio inglés, ganándose su amistosa gratitud para siempre? En cuanto a las glorias de la Federación como regímen, San Martín se había expedida ya: "Tú conoces mis sentimientos —escribió en 1839 a su mejor amigo de Buenos Aires— y, por consiguiente, yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas, cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país; por otra parte, el asesinato dci doctor Maza me convence que el gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la violencia". (Epistolario de San Martín). Pero antes de seguir adelante es indispensable considerar a fondo y sin prisa los caracteres con que se dió y sigue dándose en nuestra América un fenómeno viejo en la historia. Queremos referirnos a cómo ocurre que en un país sedicente republicano y democrático, esto es, donde el poder político aparece equitativamente repartido en un ejecutivo, un legislativo y un judicial (los dos primeros elegidos directamente por el pueblo), donde la carta constitucional vede expresamente la reelección ininterrumpida de quien desempeña la primera magistratura, y, lo que es más, donde la rotación de los distintos partidos en el podem se ha vuelto práctica tradicional, cómo ocurre, decimos, que un primer mandatario cualquiera, un buen día, sin que nadie se lo estorbe, se alce con la suma del poder público y disponga de él (de la vida y fortuna de todos) sin cortapisas ni término. -- 17


Desde luego, es necesario levantar el velo de una serie de mentiras convencionales, comenzando por la primera: la de que el estado representa al pueblo y los intereses de toda la nación. Sabernos en efecto, que la verdad es otra: que el estado corno algo que pretende estar por encima de las clases, surgió precisamente de la división de la sociedad en dos clases, esto es, de la necesidad de sacramentar y resguardar el privilegio de la pequeña clase propietaria, de defender la propiedad privada contra el odio reivindicatorio de los expropiados y sus herederos. El estado, con sus códigos e instituciones y el tentacuhr aparato burocrático, es sólo "el comité ejecutivo de la clase dirigente". Dicho está con esto que todo gobierno implica una dictadura más o menos disfrazada; es decir, que bajo el cortinaje de leyes, sufragio universal y parlamentos, la clase privilegiada gobierna por sí (el pueblo elige lo qu le mandan elegir) y para sí. No podrá ser de otro modo mientras la masa siga prestando acatamiento a la transparente farsa de la igualdad ante la ley, según la cual, el millonario, el trapero, el terrateniente y el peón son iguales porque ambos pueden votar y ser elegidos.. La ilusión de igualdad y libertad democráticas mantiene su eficiencia mientras el reparto del poder y la rotación en el mismo salvan las apariencias. Mas, ¿cómo ocurre que el poder se vuelva dictatorial, es decir, que pase a manos de una sola persona y con carácter permanente? El traspaso se opera sin mayores tropiezos, en primer lugar, porque es rodeado de toda la prestigiosa apariencia de uti movimiento libertador y en pro de la verdadera igualdad y la justicia distributiva. Más, principalmente porque en el fondo obra el hecho de que el llamado equilibrio de poderes es algo tan mítico como la Trinidad; mientras el legislativo y el judicial no tienen nada en las manos, el ejecutivo tiene en las suyas ejército, policía, la burocracia civil y el tesoro de la nación. Por su parte la iglesia, esencialmente antidemocrática, esto es, creyente 18


sólo en los gobiernos providenciales y unipersonales, presta infaliblemente en la ocasión su reverendo apoyo. Tratemos de fijar sumariamente los rasgos definido res d e esas dictaduras-iipo, que, desde el otro día de la guerra de liberación hasta hoy, vienen dándose en la América del Sur con caracteres de endemia: —El dictador es siempre un personaje de la clase dirigente general, doctor, ricohome, o identificado profesionalmente con ella. (No importa que se trate de un ex sargento como Melgarejo o Batista). —El primer paso de su carrera hacia el poder consiste en el simulacro de 'volverse contra su propia clase —con la cual vivió identificado hasta la víspera— en defensa de los de abajo. (El doctor Francia, abogado defensor de pobres; Rosas, protector de gauchos y negros; Belzú, tirando plata fiscal al populacho y gritando: "Todo lo que tenéis a la vista os pertenece"). —El aspirante al monopolio del poder —creyente o no— comprende por instinto la conveniencia de identificar sus intereses con los de la Iglesia. (Todos son campeones de la fe, desde Facundo, 'que nunca se confesó ni oyó misa, hasta García Moreno, que oye misa cada mañana y rezo el rosario cada tarde, y llama al Ecuador La República del Corazón de Jesús. Por eso oposición significa herejía). —Comprende igualmente las ventajas de salvar las apariencias de legalidad democrática y hasta de predicar que al fin, la igualdad justiciera y la libre expresión del querer popular son un hecho. —Naturalmente, por más unipersonal que la dictadura parezca, se ejerce de hecho en beneficio de la clase parásita o de un grupo suyo —ejército, industriales, burócratas, etc.—. La dictadura es siempre un abortivo de la amenaza de rebelión de los hambrientos. —La fastuosapropaganda enderezada a exaltar la figura del jefe indiscutido, implica igualmente la necesidad de prestigiar las virtudes del régimen y asegurar su persistencia. (Como el dictador es casi siempre un mediocre cuando no un insuficiente mental y moral, su vanidad es -


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[a jauja de lo pintoresco). (Solano López se retrata en rose napoleónica; Santa Cruz se cree Napoleón; el doctor 'rancia cree que Bolívar y San Martín son petisos a u lado; Guzmán Blanco se llama "el ilustre Americano"; Mclgarejo, "el Capitán del siglo'). —Corno la relativa honradez de toda administración oficial está en razón directa del relativo contralor público, cuando éste, como ocurre en las dictaduras, ha sido aho gado, la dilapidación del tesoro público y los nocociado con el sésamo ábrete del poder oficial son inevitables, ya que icdo puede hacerse a malsalva. (Huelgan los ejemplos). --La represión de todo intento de libertad de palabra obedece menos a una monomanía liberticida del dictador, a su tirria personal al pensamiento, que a la necesidad de cultivar esa atmósfera de aire acondicionado sin la cual ninguna tiranía podría sostenerse. (.Para qué dar ejem.. pies?). Las dos piernas de la tenaza dictatorial son el soborno, para paralizar los escrúpulos, y el terror, para paralizar toda disidencia hereje. (Hasta el último tiranuelo es ua aprovechado discípulo cia la In quisición española). Y el detalle más olvidado es sin dada el menos olvidable: cualquier dictadura es mucho menos una invención del dictador, que una eclosión de factores sociales y políticos largamente incubados.

La biografía política de Rosas satisface al ciento por ciento las premisas arriba consignadas. Desde luego, la tiranía (mando absoluto arriba, obediencia absoluta abajo) estaba prefigurada en dos siglos y medio de colonial obediencia al rey. Los cabildos fueroii sólo sanhedrines de encomenderos o almaceneros. El 25 de Mayo y la guerra sobreviniente trajeron esa 20 -'


profunda perturbación económica y social anexa a todo movimiento revolucionario, que tanto espanta, como es ló g ico, a los pacíficos detentadores de la riqueza y sus privilegios; en nuestro caso, a los comerciantes y estancieros de Buenos Aires. Para ellos, los sucesos de Mayo tenían o debían tener el sentido de un mero cambio administrativo: gobernar ellos —y comerciar sin tapuios con el inglés--en lugar del rey y los monopolistas españoles. Pero antes de los diez años de patriada la sociedad colonial ha entrado en la más inquietante convulsión. Y corno el haber de los pudientes consiste esencialmente en latifundios y ganados, es la crisis de los campañas la oni les preocupa por encima de todo: el desorden, la desobediencia u el abiqeaf o a la orden del día, tan luego cuanrL a raíz del libre comercio con Inalaterra uj de la exnortación en q rande. no sólo del cuero sino de la carne (Terrero 't Rosas fundan el primer saladero) el valor de las reses ha crecido qloriosamente. La añoranza expresada p or Rors

("Los años de q uietud oue precedieron al 25 de Mayo", no es sólo suya, sino de toda su clase. Con lo mós profundo de sus entraas los estancieros y los mercaderes aspiran al orden, a su orden, cualquiera mio sea el precio que deba pagarse por él, aún el de la tiranía.

Pese a lo conocido que es, insistamos sobre un detalle: la gravitación económica de la estancia en el litoral argentino, antes y después de la colonia. Recordemos sólo quetoda la importación —desde la manufactura europea, al azúcar del Brasil y la yerba y maderas paraguayas— se pagaba íntegra con frutos de la estancia: cueros, carnes saladas, sebo, astas, cerdas, pieles salvajes. Más aún: fuera de una parte de la artesanía, toda la incipiente actividad industrial de las ciudades nació como un mero apéndice - 21 -


de la estancia: barracas, saladeros, curtiembre, jabonerías, lomillerías. Los estancieros vivían preferentemente en la ciudad, y los comerciantes, según los Robertson, veían la ventaja de trocarse tambión en estancieros. No sólo había, pues. una orgánica interdepciciencia entre ciudad y campana, sino que, económicamente, aquella dependía de ésta... TTna simple sospecha de la lev del determinismo económi':hubiera dado la clave del futuro: a la larga o a !,a el poder político do Buenos Aires quedaría en roanos da los estancieros p soadcris1as.

Su representante perfecto pudo haber sido un hombro como el doctor Anchorena, gran ahogado y gran estanciero. Pero se presentó un candidato mejor: el nr. ancie;' escaso de alfabeto, pero sobrado de tierras y astucia que, disfrazándose de gaucho, había hecho abortar la rebeldía del gauchaje. Apenas es preciso repetir aquí, contra la coja tradición del gauchismo académico —cuya mejor muestra es esa siervo y caballero andante llamado Don Segundo Sombra-que entre los gauchos y los estancieros había un abismo "Puede decirse ---escribe Mac Cann en 1847--- que todavn no se ha formado en el p aís una clase media: los propietarios de campo, dueáos de grandes cantidades de vacas y ovejas, forman una clase; los peones y pastores, forman la otra". Juan Agustín García patenti 7a i gualmente Ja distancia que mediaba entre "los señores absolutos" y "loo chusmas que los rodeaban". Que el estanciero era el e uivalente del encomendeva de la colonia o del patrón negrero del Brasil, no hay duda. "El dueño de 30.000 vacunos sólo entrega al fisco el valn de 4 novillos" (D'Angelis). "El estanciero... reunía en su; manos todos los prestigios del gobierno político, de la justicia y hasta de la Iglesia" (Remos Mejía). "El patrón o sus representantes podían cohabitar Con las hijas o con la mujer del deslicrcu'ado... ü se hacía j usticia con sil propia mano o agachaba Ir cabeza" (Mansilla). Repitámoslo, el comercio con Inglaterra significó uno - 22


creciente exportación no SÓlO de corambre sino de carnes; es decir, significó la necesidad de aplastar al cuatrerismo: por eso desde 'el brutal decreto del año 15" (Juan Al varez) inspirado por la casta estancieril que capitaneaban Rosas y Terrero, hasta ese acorralamiento final que relata Martín Fierro, el gaucho se vió perseguido a fondo, es decir, a muerte, no por crueldad, seamos justos, sino porque como la estancia bastaba con el trabajo de negros esclavos y mestizos arrimados (García y Alvarez lo muestran a trasluz) el gaucho libre en tierra que ya no lo era, resultaba un parásito y debía ser suprimido. ¡El mito de Rosas tutor de gauchos! La admisión de los gauchos perseguidos por la negra justicia del gobierno, significaba para ellos la necesidad de someterse a tal reglamento cuartelero-jesuítico que de hecho dejaban de ser tales gauchos: peones (hombres a pie) esto es, ex gauchos, eso sí, ahora, pues la esencia misma de la vida gauchesca, la libertad —la libertad a caballo— ha sido decapitada en el umbral. Rosas en el gobierno fué el inaugurador de nuestro militarismo , pues precisó populosos ejércitos de línea para aplastar todas las resistencias que levantaba su tiranía y también para resguardar y acrecer los intereses de los estancieros jaqueados por indios y gauchos hambrientos. Rosas en el gobierno fué el único que pudo hacer cumplir al pie de la letra el decreto-excomunión del año 15. Todo paisano sin propiedad es declarado sirviente y obliqado a llevar como salvoconducto una papeleta de conchabo de su patrón so pena de declarárselo vago y corre girh con cinco años de servicio en el ejército. (Cinco años que se convertían en veinte o treinta si antes no lo jubilaban las balas o las lanzas). Martín Fierro lo experimentará medio siglo después; "Y luego si a alguna estancia a pedir carne se arrima al punto le cain encima con la ley de la vagancia." - 23


Contra el gaucho que tendía a la deserción como el pájaro al vuelo —el negro peatón y sin mentas de la libertad, no desertaba nunca-- el fervor de la ley fué inquisitorial. En 182, Rosas mandó quemar los pajonales para des aicovar desertores. Cuando allá en los comienzos, hallada la ocasión favorable, los gauchos intentaron sublevarse contra la opresión patronal y oficial, como no tenían real conciencia de clase, cedieron fácilmente a la propaganda demagógica de los mismos patrones —caudillos que los explotaban. No es pura casualidad que todos los caudillos, desde Artigas y López a Rosas, Urquiza y López Jordán, fueran ventripo.. tentes estancieros. Ni que los tres mayores —Quiroga, Rosas y Urquiza— murieran millonarios según datos consignados por Zinny. (Historia de los Gobernadores). Por cierto que en el prestigio y erección de los caudillos influye poco o nada el coraje personal, el acrobatismo ecuestre o cosas por el estilo, sino, decisivamente, su condición de rir.ohomes, unida a ese irresistible imán de gente cia principalía social y económica que simula pasarse al partido de los descamisados. Pese a su clespreocupacióa política, Guillermo Hudson lo vió lúcidamente. Mas, ¿para q ué acudir a testimonios ajenos si está el del mismo En efecto, sus confidencias al enviado urugua y o Váoue, en 1829, no dejan la menor duda de lo consciente que Rosas fué de su misionerismo demagógico y de su función de rompehuelgas . Oigámoslo: "me pareció que en los lances de la revolución los mismos partidos habían de dar lugar a que esa clase (los hombres de la clase baja. los d la campafla, que son los hombres de acción) se sobrenu-siese y cansase los mayores males, porque Vd. sabe la disposición que hay siempre en el que no tiene, contra los ricos y superiores. Me pereció, pues muy importante ceoseguir una influencia grande sobre esa gente para contenerla. . ." Mas claro, echarle agua. Es angelical, pues, la suposición pequeño-burguesa de que los demagoqos desatan la lucha de clases para poner de su lado a la mayoría popular constituída por los desliere- 24


iedados. No, no

desatan nunca la lucha de clases, porque ésa es tarea para gente polarmente distinta (los jefes de la revolución que busca abatir las clases); los demagogos sólo mueven al fantasma de la reivindicación de los desposeídos con el doble objeto de propiciarse la adhesión de éstos y de alebronar a los que Bismark llamó beati

possid entes.

Pero si Rosas no representó a los gauchos, ni a los jóvenes doctrinarios y liberales de la época, ni a los generales de la independencia, ¿a quién representó entonces? La respuesta ya la sabemos: a los terratenientes con saladero y a los comerciantes con estancia. Groussac llama la atención sobre el predominante carácter federal cTe los latifundiantes de les dádivas de tierras de la restaura-

ción... (Estudios de Historia Argentina).

¿De dónde sale, pues, eso de Que Ci de Posas fué el gobierno de la plebe contra la gente decente ? Del mismo Rosas. Y no carece de gracia esto de cue las chirolas tramposas de la propaganda rosista hayan sido recibidas como monedas de buena ley por los pronios adversarios nolíticos y por los historiadores, López, Sarmiento y hasta Juan E. Justo mordieron la carnada. En efecto, en pro de la tiranía y con toda el alma, estuvieron el comercio británico en masa y toda la aristocracia g anadera-mercantil del país y sobre todo de Buenos Aire.' los Terrero. Arana, Perevra Iraola, Lahitte, Pache. co Pinedo, Calzadilla, Marcó del Pont. Leloir. Easavilbaso, Rlos, Guerrico, Ororni, de la Peña, Soler, Ezcurra, Goyero, Ocampo, Navarro Viola, Lasniur, Uriburu, Anchorena, Ç'uesada, Costa, Piñeiro, Escalada, Irigoyen, Sáenz Peña. Pirán, Guido, Elizalde, Gorostiaga, de Luca, Lanús, etc., etc. *** No hay duda que Rosas era un demagogo largo de ojo y de mano como pocos, y oue a q uí estaba su genio y el quid de su felicidad política. ¿Que sus letras no alcanzaron a disfrazar su analfa25


betismo? Algo más; tiene una incompatibilidad de ostra con lo auténticamente intelectual. Claro que todo está largamente compensado por la exuberancia de una virtud que alcanza igualmente un frondoso desarrollo en la zoología: la astucia, corroborada por una inmaculada carencia de escrúpulos. Esto significa que nuestro hombre está generosamente dotado para la trampa y el infundio. En efecto, corno lo ha constatado Antonio Dellepiane, la afinidad del Restaurador con la mentira es constitucional. Envidiable equipo, ciertamente, para la función de demagogo que le tocará desempeñar. Como Pablo de Tarsos por el estro de la propaganda religiosa, o un traficante yanqui por el de la propaganda comercial, Rosas está poseído por el estro de la catequesis política. La ejerce ampliamente, desde luego sobre los gauchos, pero no descuida. ni mucho menos, a ninguno de los otros elementos sociales de la época. Para ganarse a los indios despliega un juego encantaciar de perfidia y mala fe. Usando su valimiento ante el gobierno, se hace nombrar encargado del Negocio Pacífico con los indios, repartiendo entre ellos como suyas las dádivas oficiales, y reservando para sí la mejor tajada; toda ello sin perjuicio de denigrar sistemáticamente a ese gobierno, ante quien se presenta como el dique de contención de la indiada debordada. ¿, Es mucho que los indios terminen por jurar por "nuestro padre Juan Manuel"? ¿Y que ni siquiera pierdan la fe cuando el protector, muy nate'nalmente, mande fusilar más de un centenar de indios ea los cuarteles del Retiro? Por cierto que, como Ingenieros lo advirtió, sus actividades de estanciero y de proveedor de carne de la ciudad, y su contacto con reseros y matarifes (usando siempre la consabida martingala del odio al cajetilla y al decente) le facilitan la catequi.zación del elemento orillero, de donde saldrán sus hombres de acción más eficaces y los integrantes de esa burocracia del terror cuya oficina más activa fué la Mazorca. Formada en gran parte con los residuos de impedidos - 26 -


que descargaban los barcos negreros, cuya mercadería estaba destinada principalmente a la Asunción y el Perú, la población negra llegó a ser muy importante en el Buenos Aires de la primera mitad del siglo pasado. Esclavos, por cierto, el servicio doméstico, el lavado de ropa y aún la artesanía corría casi del todo por su cuenta. En las luchas de la emancipación y en las civiles su sangre corrió entre las primeras. El proselitismo demagógico de Rosas no podía descuidar tamaño elemento, y en efecto, puso el mayor empeño en propiciárselo. Los negros formaron batallones enteros en defensa de la Restauración, y las negras fueron las costureras oficiales del ejército. Y todavía desem p eñaron otra función menos visible pero más decisiva: la de espías y delatoras de sus amos o patrones unitarios, por honroso encargo de la policía. En pago de sus servicios, la Federación casi terminó con los negros, a punto que las negras ya sólo pudieron engendrar mulatos. Las dictaduras, se sabe, no sólo gastan en oroselitismo político lo que no gastan en servicios sociales, sino que rivalizan con las catequizaciones religiosas en envolvente fervor y en implacable celo, sin descuidar el menor detalle. Y menos el del aporte femenino. El propio sobrino de Rosas, Mansilla, es onien asegura oue sin el activo y virulento desem peño contra Vio"oonte de doña Encarnación, en representación de su esno.so ausente en la campaña contra los indios, él no hubiera vuelto por segunda vez al gobierno. ¿Es mucho que a su muert fuese declarada Heroína de la Federación, se lo rindieran honores de capitán general y militares y civiles carge sen luto por ella? Ramos Mejía ha extractado de los archivos policiales de la época partidas en que se consignan pagos en dinero a simples comadres de barrio por servicios prestados a Ja Federación. Cosa mucho más sabida es que Rosas usó a su hija como verdadero agente diplomático no sólo ante la negra- 27

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da de los Barrios del Trnbor, a m te 103 Cludíllos federales y la sociedad en general, sino también ante los propio; ministros de S. lvi. Británica. *** 'osas, como todos los de la clase privilegiada, había advertido tempranamente ue en la lucha —solapada primero, abierta después— contra el espíritu innovador do Mayo, la Iglesia era un aliado totalmente indispensable. Naturalmente, la Iglesia no pudo estar ni estuvo nunca con la Revolución ni con sus verdaderos jefes. Se sigue olvidando cuidadosamente que el Papa ' padrino del rey cate quísimo de España, condenó dos veces, por hereje e impía, la insurrección de las colonias americanas contra su erno. Rosas ignoraba entrañablemente la historia, pero lo bastaba acudir a su médula "goda" para saber a qué atenerse. En efecto, como la de la monarquía española, la afinidad de nuestro monarca a la criolla y la Iglesia era profunda. Gobierno providencial hasta lo teocrático, veneración del pasado, sublimación del dogma de obediencia, guerra al pensamiento, odio santo a todo asomo de libertad y personalidad. En Rosas revivió el espíritu del buen Torquemada, con su fanática inquisición de todos los secretos del feligrés, su santa voluntad de aterrorizar al p ecador y eliminar al hereje. Rué igualmente un nieto de Ignacio de Loyola, con su arte de tomar al súbdito a tiempo, si es posible desde la cuna, y educarlo sabia y férreamente para a servidunbre. ¿Es mucho que Rosas, que descuidó o suprimió las escuelas, se empeñara en rapar tir a lospedagopos jesuitas? ¿Y que el obispo Medrano recomenciara en pastord las bellezas evangélicas del federalismo de la Mazorca? Nada digamos de esta pregunta del obispo y del alto clero consignada por el propio Saldías: ",Quiere V. E. conocer 28 -


claramente que Dios lo tiene escogido para presidir los destinos del país que lo vió nacer?". El que Rosas con su gusto de humillar a todos sus servidores (la manía paranoica de todos los tiranos) hiciera disfrazar solemnemente de obispo a Biguá y de general a Eusebio —dos de sus bufones-- no finé sino un motivo más para enfervorizar la adhesión de sacerdotes y generales. Naturalmente, el servilismo y la adulación., —como ocurre en todos los regímenes del género— llegaron a niveles de escalofrío. Y si algo i gualó la ignominia de los de abajo en la obsecuencia y el turíbulo, fué la heroica imbecilidad del de arriba en no saciarse hasta el vómito con semejantes tributos.

Por urgida que sea nuestra revista del rosismo no podemos pasar por alto un detalle mal visto o no visto hasta hoy. Desde Sarmiento a Ramos Mejía y Groussac (con excepción de Mitre, que dijo: "Como administrador de los caudales públicos lo tengo por un ladrón") todos los adversarios políticos o intelectuales de la tiranía han aludido tácita o expresamente a la honradez de D. Juan Manuel en lo que a la administración de 105 fondos públicos se refiere. Parecía, desde luego, una incongruencia, ya que todas las dictaduras --al fallar el contralor público por escasez de luz...- son esencialmente rapaces. Pero ahora contamos con algo más que sospechas certeras. Me refiero a unos cuantos testimonios ilevantables. De las referencias y los comentarios de Mitre (Historia de Beigrano) y de les detos suministrados por Saldías, el panegirista de la Restauración (Historia de la Confederación Argentina) se desprende: q ue a fines de 1820 el estanciero Rosas, por su cuenta y riesgo, ofreció - 29 -


a Estanislao López un regalo de 25.000 vacas; que a renglón seguido Rosas recibió de su gobierno autorización para levantar una suscripción de reses vacunas entre los estancieros porteños, amén de la cesión y traspaso del diezmo de cuatropea; que el coleccionista enteró el número de vacas ofrecido, agregando de sobrerregalo 1918 por la firma Rosas, Terrero y Dorrego y 3228 por su propia cuenta; que Rosas alegando un déficit en la obligación, se hizo conceder por el gobierno un auxilio de 37.000 pesos y la estancia llamada del Rey, con 6 leguas de campo, poblaciones, ganado, etc. Resultado neto: Rosas se quedó con una estancia, algunos pesos de saldo y algo mejor aún la amistad personal y política cíe López, el caudillo mayor de la época. Prevalido gloriosamente del favor oficial y de su primazgo con los Anchorena, y hurtando el bulto al fisco, Rosas se manejó con tal instinto judaico púnico o yanqui de los negocios que, comenzando de la nada, llegó a con gregar la fortuna más venerable de la época: $ 4.158.000. (Ingenieros). Del Negocio pacífico: "Rosas ni se descuidaba de hace,:

entender a los indios que los regalos que les hacía eran de sus propios fondos, y que el gobierno los engañaba, ni se olvidaba de aumentar su fortuna particular con las gruesas sumas que percibía con el objeto que acabamos de indicar" (G. Liarte). De las nupcias del poder público y el bolsillo privado: 'Entré y seguí por ellos (los Anchorena) y por servirlos, en la vida pública; durante mi administración y a la sombra de ella y de mi protección, aumen tron su fortuna inmensamente" (Carta de Rosas a su

perno, 1863).

1-lay algo mejor: "He podido constatar, mediante la; diligencias de mensura que se conservan en el Departamento Topográfico de la Provincia, que una de ellas era de doce leguas en favor de Miguel Rodríguez Machado, quien la transfirió, ya fundado el Azul, al general Prudencio Rosas, hermano de Juan Manuel; otra de siete leguas a favor del general Prudencio Rosas; y otra de treinta 39 --


y dos leguas era a favor de Eugenio Villanueva y pasó a beneficiar, por la sola voluntad de Rosas, a su hijo Juan, de modo que hermano e iii jo se quedaron con cincuenta

y dos leguas. . ." (Dr. Batloioincí Ronco).

p ero :a estamos demorando tratar otro aspecto capital de nuestra historia, el que vino a ventilarse en Caseros. Dijimos alguna vez que quien fuese capaz de trazar una certera biografía de la aduana fuente casi exclusiva de la renta pública del país, en cuya vida ha gravitado p° ello más que batallas, congresos, constituciones y próceres, despejaría de juro los secretos mayores de nuestra historia. Puede advertirse, desde luego, que Buenos Aires fu mucho más provinciana o aldeana (digo más separatista) que las provincias, por la buena razón de que en éstas le viva e imprescindible necesidad del puerto único mantenía despierto ci espíritu nacional, mientras con Buenos Aires ocurría 10 contrario: dueña del puerto, esto es, en condiciones de cobrar derechos a todas las mercaderías entrantes y salientes del país, se bastaba a sí misma. En cambio, su unión de igual a igual con las provincias (sólo eso podía llamarse federación) significaba la forzosidad de compartir con ellas las rentas aduaniles. Y a esto no estaba dispuesta ni lo estaría nunca. Así, pues, por personal que parezca, la dictadura de

Rosas es sólq la expresión individual de la dictadura económica y social de Buenos Aires (digo de los dueños de las estancias y la aduana) sobre el país.

Por eso Rosas consideró al Plata río puramente casero y le puso de entrada un freno potreador, y de haber podido, hubiera hecho degollar al Uruguay y al Paraná como a una yunta de unitarios cualesquiera. - 31


Se achaca a Rivadavia el no haber conocido al pai; Rosas lo conoció menos: ni en su geografía ni en su fisonomía histórica, ni en sus problemas. Eso sí, trabó conocimiento aparceril con sus caudillos, para sobornar a los cuales usó principalmente las renta3 de la aduana. Del respeto que Rosas guardó por las autonomías federales da buena idea el que guardó por las cabezas de SUS gobernadores: recuérdese que por su orden fueron degollados federalmente: Berón, gobernador de Corriení; Reinafé, Gobernador de Córdoba; Yanzón, de San Juan; 'Videla, de San Luis; Cullen, de Santa Fe; Brizuela, d La Rioja; Avellaneda, de Tucumán; Cubas, de Catamarca... ¡Ocho provincias decaDiadas! ¡El unicato rosista era la antifederación mma Naturalmente, el buenazo de don Juan Manuel no pensó nunca en organizar el país. Un paisano cuyo trogloditismo mental y cuya crianza social lo inhabilitaban para cualquier concepción o función de gobierno ----hasta el de una tribu— no podía ni soñar en organizar políticamente el país, y menos bajo una forma tan evolucionadacomo la democracia federal. Muchos nos advierten que Rosas reunió al país halo su mano. Pero eso no es unidad, corno los beatos de lo político creen. Unidad, en un país, es la correlación de todos los intereses y aspiraciones en un equilibrio orgánico y viviente. La de Rosas no: esa fué la unidad de los carneros —gordos o flacos.— bajo el garrote del radabán. 'Insistimos en que, como todo pleito político, el nuestro fué básicamente un pleito económico. "Sin navegación de ríos interiores (esto es, sin libertad de comercio de las provincias), no hay organización", voceaba Sarmienta recién venido de Norte América. Muchos recordaban q ue el Paraguay y el Uruguay se habían desmembrado del antiguo virreinato por lo mismo: por hurtar-s e a la tiranía del puerto único. La sublevación de Urquiza se hace, por cierta, cen la 32 -


bandera de la ibre navegación de los ríos, y por eso la Legislatura de Entre Ríos grita roja de indignación federal: ¡El salvaje unitario Juan Manuel de Rosas! Ya veremos que, como Urquiza y E. Ríos se confunden, Caseros es también un pleito entre dos grandes coleccionistas de vacas. Vamos llagando de este modo al punto crucial de nuestro tema. Derrocado el pontífice de la Santa Federación engrillada, ¿lograron las p rovincias darse el libre abrazo federal sin inconvenientes? Sabemos que no fué así, pero se ciene hasta hoy escamoteando de varios modos la verdadera causa, que fué el homérico choque de ambiciones entre la Confederación de Don Justo José y los popes porteños. Miremos libremente a un costado; después a otro, sin anteojos académicos, y varias novedades nos llenarán seguramene el ojo. En Buenos Aires, los unitarios o sus sucesores, pese a su evidente sentido y práctica del progreso, que es su caballito de batalla, aparecen a ratos como los continuadores de Rosas. No es detalle insustancial el que hayan sido incorporados al nuevo elenco dirigente sin limpiarles el polvo —digo el barro— siquiera, tres de las figuras de mejores quilates de la hégira rosista: Nicolás Anchorena, financista de la dictadura; Dalmacio Vélez Sársfield, su Papiniano oracular, y Lorenzo Torres, diputado, una especie de Cicerón de la adulación incontrolada. ¿Extraño? No. Alsina, Mitre, Pastor Obligado y demás conniventes son, ante todo, miembros de la casta poseyente y dirigente; después, antes que unitarios o liberales, son porteños, pluscuamporteños, esto es, hermanos putativos del Restaurador. No nos asombremos antes de tiempo. La constitución bonaerense de 1854 prefiere amputar a su provincia del cuerpo de la nación, antes de entregar la piedra Caaba, es decir, la Aduana, como lo había fijado el acuerdo de San Nicolás y la constitución Nacional de Santa Fe. Y 33 --


tanto que el coronel Mitre, en un tratado breve y lapidario como las tablas de Moisés, intitulado La República del Plata, justificó ese nacionalismo bonaerense. ¿Es mucho? Hay algo mejor: esa misma constitución aceptaba la esclavitud —óigase bien— con la reserva de la libertad de vientres, es decir, la libertad de los negritos que por no haber arribado aún a este mundo no podían tentar a los negreros. Y cuando la Confederación de Urquiza estipula, asistida del mejor derecho, la libre navegación de los ríos en sus convenciones con extranjeros, los bonzos de la provincia primogénita ponen el grito en las nubes: El Río de la Plata es un regalo hecho a los porteños por el Dios de la geografía y de la historia. Miremos ahora, con la misma ecuanimidad de pobres que miran un baile de ricos, las cosas de enfrente. ¿Qué vemos? Modestamente, que no hay tal Confederación que valga, sino en un sentido muy relativo y convencional del término. En efecto, aquí hay una sola Constitución de verdad: es la buena o mala gana de don Justo. No podía ser de otro modo; ¿o el veterano caporal de bandas, sin más ley que la suya, iba a trocarse de la noche a la mañana en un simple mandadero de la ley, como tantos? Creer en esto y creer en los milagros de San Cayetano, es lo mismo. Ciertamente, como Quiroga, como Rosas, como tantos otros, nuestro hombre se ha hecho simultáneamente el dueño político y el dueño económico de su provincia. De minúsculo propietario y picaplietos, don Justo José se ha trocado en propietario casi ubicuo de Entre Ríos. Como ganadero es cosa tan seria, que su marca en forma de corola florece donde haya una mata de pasto entre todo lo que va del Uruguay al Paraná. Amén de esto es molinero, saladerista, destilador, exportador omnipotente, cuyos socios industriales son los jefes de su propio ejército, con sus soldados por peones, cada vez que es preciso. Su fortuna se calculará un día en 13.000.000 de pesos y en


180.000 el número de sus caballos; todo ello sin contar varias docenas de corazones femeninos. ¿Es mucho que gobierne su feudal Mesopotamia por simples órdenes verbales, como un bajá su bajalato? Y si hay algo más fabuloso que su fortuna es el religiosísimo y moralizante terror que inspira. Pese a todo, no es justo equipararlo lisamente a Rosas, López, Facundo o cualquier otro caudillo del montón o la montonera, al gobernante que establece industrias nuevas, fomenta la inmigración gringa, reparte escuelas, funda un colegio célebre, y es capaz de escuchar la opinión de los que saben más que él. Cierto, Urquiza realizó con éxito un ensayo acometido por primera vez entre nosotros: aliar el sentido del progreso y del orden externo, la administración inteligente, la prosperidad material y aún intelectual, a la más rechoncha servidumbre económica y política de un pueblo. Para élué agregar que los fundamentales hábitos del general vaquero que fué, siempre sobreviven sin esconderse en la hora de su Trasfiguración en Caseros, cuando de bajuno y servicial segundón de Rosas, se trueca en dos veces su vencedor, pues poco después lo aplasta de nuevo asestándole una limosnita de mil libras esterlinas, cuando Urquiza, de fervoroso degollador por encargo, pone un día su ambición a la altura de su capacidad y resuelve organizar el país, como le dijo un rival suyo, "haciéndole un hijo macho a la historia".

Bien; pero al cabo, ambos pretendientes llegaron al cambio de anillos y a la luna de miel, y la dote de tales nupcias fué la Constitución del 53, ligeramente retocada en el 60. Y según la cantilena que todos sabemos de memoria, la República quedó organizada, la prosperidad material - 35 -


vino de suyo, y con ello --j,por qué no?— el progreso político y cultural cada vez más evidente. Eso se repitió y se repite en los parlamentos, las universidades, la prensa, las fiestas patrias, en los libros y en la calle. Y sin embargo —y ya desde hace rato— no son pocos los que empiezan a preguntarse si todo eso, en gran parte al menos, no es una ilusión beata. Personalmente soy de los que creen que un solo detalle basta y sobra a barrer todas las dudas, para quienes no se emperran en engañarse a sabiendas: es la catalepsia de la libertad argentina en nuestro último cuarto de siglo. ¿. Qué ha sido después? Sencillamente, a lo que parece, que los argentinos vienen padeciendo, desde hace un siglo ya, la enferrnedal llamada cretinismo jurídico. Esto es, han venido y vienen creyendo que lo escrito en la Constitución y lo recitado o declamado a coro diariamente, era la verdad misma, pese a los contundentes mentís de la realidad. ¿Cómo así? Simplemente, porque las declaraciones de nuestros primeros macistredos, los atisbos de viajeros famosos que llegan por acá, los editoriales de legran prensa, los discursos de parlamentarios y rniversitarios, la prosa de los literatos, las historias de los historiógrafos., todo eso, rodo eso era y es no sólo el muestrario de la más virginal ausencia de pensamiento veraz, sino a la vez la cortina de humo cue esconde nuestra quiebra fraudulenta. Sí, las versiones de la realidad parecían una burla del diablo y por eso nadie quería prestarles oído. Ellas decían cosas muy claras, sin embargo. Veámolas. 10) El sentido democrático de la insurrección de 1810 fué saboteado desde el primer día y esta verdad se le escapó, quizá por descuido, al propio Mitre, cuando advierta que las tendencias conservadoras de los españoles y los jefes patriotas coincidían santamente en un punto capital, "cual era, dice el historiador, el de impedir que el popu36 -


lacho tornase en la gestión de los negocios públicos una participación directa y activa".

Pero ese populacho --ya veis que no se atreven a llamarlo pueblo auténtico.— dirigió a sus dirigentes el día 23, salvando a la revolución contra el cabildo reaccionario. Pero ya sabemos que su único intérprete —Moreno-fué enviado de paseo afuera; que con Saavedra y Funes el conservadorismo terminó triunfando en definitiva. Así pues, la Revolución de Mayo solo tuvo el sentido de un cambio externo: el monopolio comercial y burocrático de Esp aña, reemplazado por el monopolio de nuestra casta dirigente. 2°) Pese al exquisito cuidado de los herederos de Saavedra r Punes, la lucha emancipadora exigió de suyo Li intervención de las masas (gauchos y negros fueron la oscura carne de cañón de esa guerra); es decir, se produjo fatalmente esa turbia aspiración, ese turbio desorden de los de abajo, que era preciso reprimir con guantelete medioeval, para restaurar el orden interrumpido, es decir, el orden de la colonia. Quiero decir que la autocracia era una faalidad ¡ro en las entrañas del proceso histórico de Hispano-Amé-

rica. Entre las pequeñas clases pose yentes y las enormes turbas desposeídas y explotadas en convulsión, no cabía más relación que la que hay cntre el amo y los siervos insumisos: la persuasión del grillete y el látigo. Con Rosas

o sin él la tiranía debía venir, y vino, aquí y afuera. 39) El cierre de los caminos de las minas peruanas y el comercio inglés, que vendía más que compraba, trajeron una alarmante escasez de metálico. Sólo Inglaterra lo tenía. Bien. Con la contratación de nuestro primer empréstito, florece aquí, como en el resto de nuestra América. un arte que sigue dándose con caracteres encantadores: ese arte de birlibirloque por el cual el oro fiscal se refugia en el bolsillo imantado de ciertos particulares sin que el

público pueda seguir la trayectoria. 37 -


40) La riqueza argentina por excelencia era la tierra y las vacas que llevaba encima, y Rivadavia quise evitar la plaga del latifundismo, intentando entregar la tierra a quienes la trabajan con sus manos. Eso fué la Ley de enfiteusis, que debía fracasar y fracasó porque iba contra una tradición de siglos de feudalismo peninsular y colonal. En efecto. la clase pudiente, tutelada por Rosas, entró a saco en las tieriras del Estado como en tierras de moros: "85 estaiicieros enfiteutas se quedaron con 919 leguas —dice Oddone—, sin desembolsar un centavo". Y cuando Rosas cayó y el indio fué definitivamente desposeído de lo suyo, la dilapidación de la tierra argentina no sólo continuó sino que llegó al máximo esplendor. Véase un ejemplo: el huenaventurado seóor Grunbeing, como antes los bienaventurados señores Anchorena, coleccionó latifundios por un millón de hectáreas. ¿Es preciso recordar que el propio general Roca fué agraciado con una tajadita de 20 leguas cuadradas, como Rosas afios atrás lo fuera con otras tres veces mayor? 59) Naturalmente, al p obrerío del campo o las orillas no le tocó una miaja en el reparto. Un gaucho ladino le dijo un día al general Mansilla: "Muchos, después de la patriada de Caseros, no hablan sino de Constitución. La cosa será buena, pero los pobres sornes pobres siempre y el hilo sigue cortándose por lo más delgado". Sí, repetíase lo de :med i o siglo atrás: la apropiación de una vaca por un gaucho hambriento, se llamaba abigeato; el crimen máximo en la pampa. La apropiación de sesenta leguas de tierra por D. Juan Manuel de Rosas, se llamará ley. Porque no debe olvidarse que las tierras de los terratenientes fueron sustraídas por Rosas y Roca a los indios sólo gracias a que los gauchos pusieron lo único que tenían: su cuero, y no sólo a la agresión india. En efecto: castigos desmesurados como un malón, o el pampero regían en tales huestes. Azotes desde luego, desde uno a cinco centenares. Lo que quedaba, si no quedaba el. cadá-


ver, no era a menudo sino una cosa que se movía encorvada, a quejidos y escupiendo sangre. Eso para no citar la estaqueada, crucifixión horizontal, como debía inventarla el genio de la pampa. De las humillaciones no hablemos. Estas cosas, que los historiadores nunca citan, fueron las que el Martín Fierro cantó inmortalmente. Pese a ello, no todos los gauchos murieron. Sólo que a los sobrevivientes les esperaba como único premio el código de los estancieros de la provincia prima: Será de-

clarado vago, y castigado con tres años de servicio militar, todo aquel que, careciendo de domicilio fijo y sin medios conocidos de subsistencia, perjudique a la moral...

Es decir, el gaucho quedaba fuera de la ley. ¿Comprendéis ahora el sentido del juicio de Martín Fierro? "EN ESTA TIERRA EL SER POBRE ES UN DELITO".

6) Sí, terminaron las guerras civiles y también las del indio. Pero las guerras se van y los ejércitos se quedan. Y el nuestro se quedó, como todos lo sabemos, para inquietud creciente no sólo del presupuesto sino de cualquier ensayo de libertad política, porque como los yanquis lo advirtieron en su carta magna y Sarmiento lo recordó una vez, entre instituciones libres y ejército permanente no hay compatibilidad posible. 79) Y sobre todo se quedó la Iglesia Católica. No todos saben que el Papa fulminó con santa ira la insurrección sudamericana del año 1810 corno un crimen de lesa majestad católica. Mas la Iglesia busca siempre la buena a los que triunfan, y los nuestros no esperaban otra cosa. Rosas, imitando a Fernando VII, repatrió a la Compañía de Jesús, esa Inquisición al baño de María peor que la otra a fuego vivo. Y sabemos que el obispo Medrano decía misa con arreos federales. Pero eso no es todo. Los liberales que sucedieron a Rosas celebraron gordas y pantanosas paces con la iglesia. Y si algo se parece entre nosotros al paso de los Andes 39 -


por San Martín, es la lucha de Sarmiento y sus discípulos por acriollar la escuela y el matrimonio laicos. Bien; repitámoslo, porque algunos lo olvidan: entre la religión y Vibertad humana no hay conciliación posible. La religión, nacida en una edad en que el ser humano comenzaba apenas a ensayar torpemente su razón, es una apelación a lo más arcaico e irracional del hombre, al miedo ancestral que lleva en sí. La Iglesia, albacea del pasado, ha estado siempre, profesionalmente, contra toda liberación intelectual o política. Se ha mostrado como una especie de concreto asfáltico para la afirmación de toda servidumbre. No olvidemos que uno de los mayores enemigos de Lincoln fué un obispo que sostenía la esclavitud en nom bre de los principios cristianos... 89 ) Al hablar, más arriba, de empréstitos en el extranjero, no hubo ocasión de recordar que ellos fueron la vía de penetración del imperialismo. O para hablar con más precisión: la libra esterlina (sin olvidar la ingeren. cia del dólar en estos últimos años), la libra ha subyugado en tal forma nuestra economía que tal vez ni Australia ni la India han sido una colonia inglesa tan obsecuente como la libre Argentina de la retórica. No nos extrañemos: nuestros Quislings, es decir, nuestros dirigentes políticos en general, se prestaban a hacer de sacristanes a cambio de las migajas que les dejaban caer los popes del Capital Internacional. Y bien. ¿Significa todo lo anterior que bajo el suntuoso montaje de derechos y garantías democráticos la vieja colonia perdura vivita y coleando? Así parece. ¿Pero no hubo alguien que advirtiese o siquiera sospechase la majestuosa chicana? Si, los hubo. ¿Qué era si no lo que denunciaba Alberdi cuando decía que en nuestra América había dos constituciones: una escrita, pero muerta, llena de seguridades y protestas demócratas, y otra constitución no escrita, pero viva, que era la negación de la primera? Y sobre todo Sarmiento, en 1883, cuando dando fe de - 40 -


va a ninguna parte, porque da vueltas ciegas atada al servicio del amo. Sí, es duro decirlo, pero nuestras masas hasta hoy no se han presentado en la arena política stn• como rebaño o como `claque". Porque no se me dirá que hay diferencia entre una manifestación política y una procesión religiosa. ¿En qué pondremos, pues, nuestra esperanza? En lo único que la merece. Me refiero por cierto, a la vanguardia de las clases trabajadoras, el proletariado: la única clase no agotada por la historia, la única que tiene porvenir. Sólo que para que éste no se frustre, urge una formidable tarea previa: que el proletariado tome plena consciencia de su destino y su idoneidad, e inicie su política propia dejando a la zaga a sus tutores providenciales. A ello debe arrimar cada una de nosotros su grano de arena. CONFIEMOS, PUES, EN QUE UN DIA, JUBILANDO DE UN PUNTAPIE SUS ANDADERAS POLITICAS, LAS FUERZAS DELANTERAS DEL TRABAJO, ALIADAS A LAS DE LA INTELIGENCIA YA LIBERADA, LE AJUSTARAN CUENTAS AL VIEJO AMO COMUN. Entonces, y sólo entonces, esa "realización política de la inteligencia" que es la democracia, dejará de ser sólo un sueño de estómagos vacíos o de cabezas más vacías aún.

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nuestro progreso externo, institucional y aún intelectual, se preguntó si esto se daba también en el terreno de la moral política y se contestó: "Más bien parece que volvemos atrás". Estábamos bajo la presidencia de Roca, ese modelo nuestro de cangrejo progresista, de cultor de la viveza criolla maridada al presupuesto oficial. Sarmiento volvió la vista al resto de nuestra América y advirtió que lo de su patria se repetía como en una colección de espejos de aumento: allí la democracia, en andaderas de lujo, se movía cuidada por niñeros vitalicios. O dicho de otro modo: bajo el costosísimo aparato de elecciones populares, de constituciones y códigos, de congresos y tribunales, de ejércitos republicanísimos..., no existían más que satrapías y bajalatos escasamente dif erenciables de los de Oriente. Y Sarmiento se vió obligado a corregir su visión de cuarenta años atrás: no, a los caudillos no los engendraban en América el analfabetismo y la rusticidad; no, los Guzmán Blanco, los García Moreno, los Porfidio Díaz —como los Machado, Gómez, Vargas, que los heredarian— salían de los liceos militares, de los claustros religiosos o universitarios. Se dirá, acaso, que mi visión resulta entusiastamente desaparecida de la ofrecida por periodistas, profesores o diplomáticos. Y en todo caso que no peca de risueña. Sin duda. Más no la creo pesimista de ningún modo y sí sólo emperrada en prescindir de las anteojeras. Tengamos el valor más indispensable en este terreno: el de reconocer que aquí, como en cualquier parte, mientras no desaparezca ese cadáver del pasado insepulto, que es el privilegio económico que engendra la división de clases, la igualdad y la libertad serán globos cautivos entre las nubes. Reconozcamos que las masas populares nunca eligen nada, sino que votan lo que sus popes les indican; y por eso la democracia sigue siendo una mula de noria que no 41 -


COLECCION RADAR

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TITULOS CA DOS

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LA VOLUNTAD DE PODER COMO FACTOR HISTORICO, por Rudolf Rocker. En este trabajo, inicial de la Colección Radar, puede apreciarse la densidad de conceptos con que el gran pensador libertario aborda uno de los problemas capitales ea la vida política y social de los pueblos. Un folleto de 32 páginas ........$ 2.— el ejempar. REIVINDICACION DE LA LIBERTAD, por G. Ernestan. Este magistral ensayo, escrito en un estilo límpido y conciso condensa, en admirable síntesis, la concepciín del socialismo humanista, de la cual, el meduloso escritor belga, es uno de sus más brillantes exponentes. 64 pági1as .....................$ 3.— el ejemplar. NI VICTIMAS Ni VERDUGOS, por Albert Caicns. El tercer folleto de la colección "Radar" lleva la firma del prestigioso y difundido escritor francés Albert Camus. A través de este trabajo puede apreciaren la singular personalidad del autor, quién encaro la cruda realidad y las amenazantes perspectivas de totalitarismo y guerra que pesan sobre el género humano, planteando la revalorización del hombre frente a ese drama. Un folleto de 48 pógirias .........$ 3.— el ejemplar. ANTES Y DESPUES DE CASEROS, por Luis Franco. Es &;te un agudo análisis de un capítulo de la historia argentina que e actualmente objeto de vas discusiones, al cuai, el vigoroso escritorooeta Luis Franco enfoca con amplio criterio histórico y social. 48 páginas .......................$ 3.— el ejemplar.

ORIGEN DEL SOCIALISMO MODERNO, por Horacio E. Roque, (ea prensa). Constituye este folleto un interesante aporte a la difusión y esclarecimiento de las cuestiones de índole social. Su autor, un ferviente estudioso de los problemas sociológicos, respaldado por sólida documentación, p roporciona, a la vez que una objetiva visión del "Origen del Socialismo Moderno", un valioso elemento de orientación y de estímulos idealista reivindicando la esencia y las más auténticas aspiraciones del ideal socialista. 48 páginas .......................$ 3.— el ejemplar.


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Este libro se terminó de iitprimir el 30 de junio de 1954, en los talleres gráficos "Abecé", Hipólito Yrigoyen 1964, Buenos Aires.

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