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Luis Franco POR
Beatriz Correas
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BIBLIOTECA DEL SESQUICENTENARIO dirigida por el profesor Háctor Blas González SERIE
ARGENTINOS EN LAS LETRAS
Ediciones Culturales Argentinas vI1NISTERIO DE EDUCACION Y JUSTICIA DIRECCON GENERAL DE CULTURA
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Esta edición ha sido costeada por la COMISI6N NACIONAL EJECUTIVA PARA LA CONMEMORACiÓN DEL
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ANIVERSARIO
DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
(ley 14.587).
La presentación gráfico-artística de esta serie ha estado a cargo de JORGE rAQUINANDI y ÁNGEL ROMANO
Queda hecho el depósito que previenc la ley numero 11.723. © 1962 by EDICIONES CULTURALES ARGENTINAS, Buenos Aires. jElB j c;D:i X CLUJJ EDICIONES THEORIA
OENO 13e
BIOGRAFIA
1 Luis Franco nació en un pueblo un tanto bíblico por su nombre y en parte también —un poco ingenuamente hablando— por algún aspecto de su paisaje y sus gentes. Por otro lado Belén es (o fue al menos hasta no hace mucho) sospechoso de no ser un pueblo particularmente religioso o ascético. Los carnavales de Belén tuvieron fama de ostentar un acentuado carácter pagano y aun orgiástico sin dejar de ser coloridamente criollos, según recuerda el autor y según consta en Cerro nativo, un libro de su comprovinciano Carlos B. Quiroga. Esa doble filiación de su pago montañés Franco la fijó en Oda primaveral, versos primerizos casi adolescentes: Dulce aldea que tienes tanto del Belén santo En tus olivos graves y en el sencillo encanto Del rebaño de ovejas que regresa paciente, De las buenas mujeres que van hacia la fuente, mientras la esquila tañe evangélicamente. Y asimismo revives con tu azul en sosiego De luz, y tus abejas y cigarras (le fitogo, Y tus paganos pi1sspanos, tanto del suelo griego. Y en el vasto silencio, desde el cañaveral, Maravillosamente da su trino el zorzal. (Tres martillazos sobre un yunque de cristal. .
Aunque en el caso de un poeta y pensador de gran caudal la bio. grafía externa no es lo que más interesa, debemos forzosamente referirnos a ella ya que, a su modo, resulta también indispensable.
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En una conferencia dada en el teatro Cervantes, Franco hizo una rápida referencia a su pueblo: - "El que esto escribe es oriundo de un lugar donde en su mocedad vio celebrar el carnaval con un estilo que no carecía de cierta reminiscencia pagana, quizá porque ello ocurría en un pueblito rodeado de colinas coronadas de olivos y viñedos, con tal cual chivo barbudo sobre un peña lampiña, todo bajo un cielo tan famosamente azul como los mismos ojos de Palas Atenea, y un aire tan seco y vibrante como sus cigarras, las mismas que suenan en Anacreonte. "El inspirado brío de las paganas dionisíacas, repetíase indudablemente en el carnaval católico, según podía verse en las libaciones danaidescas de los Bacos de ojota o bota y las Venus de ojos de carbón: hombres y mujeres jineteando sus jamelgos de más crédito recorrían las calles al tranco o al galope, llevando cañas verdes a modo de tirsos, cantando en coro, a son de caja o de guitarra, coplas heredadas o improvisadas sobre la marcha y con frecuencia alusivas a la discutible autoridad evangélica del cura párroco, como una que rezaba así: No sé qué tiene ml negra que pica tantas codicias: hasta el cura quiere parte como si fueran primicias.
"Y esta otra que escuché también: Carnaval del cura, din-don y din-dan; si no la hace el cura, la hace ci sacristán.
"¡El carnaval no es del cura! ¡El carnaval es de los borrachos y las borrachas!", retrucaba el párroco desde el púlpito con justa indignación, al advertir la relación matemática que había entre el ascenso (le las rentas del pulpero y la baja productividad de las misas y novenas". *
En otra disertación, en el Instituto de Estudios de Teatro, el autor se refirió al presunto origen de su temprana irreligión u espontáneo paganismo: Si mi memoria no me juega una mala pasada, yo he sido, desde niño, un ente un poco salido de quicio, o mejor, de huella, de esa huella que transitan virtuosamente los demás, llamada rutina.
No me he corregido aún ni tengo ya esperanza de hacerlo. "Una de mis aberraciones infantiles era la de preterir mis incómodas andanzas detrás de pájaros o sobre el lomo en pelo de un petizo, a los cómodos bancos de la escuela. "Aprendí a escribir al fin. Sólo que las reglas de la ortografía me parecieron majaderamerite inventadas, en vez de la palmeta, para hacer pregustar el infierno a los niños. Aún conservo esa opinión. Confieso sin hipocresía que me aburrí allí descortésmente, hasta el bostezo reincidente, como un león de jardín zoológico. "Con todo, fue mayor, y más fisiológica, mi incompatibilidad con la pedagogía tonsurada. Me escandalizaba hasta el asma que el misterio de la Trinidad fuese más indespejable y fastidioso que el de la regla de tres. En las pocas veces que me vi obligado a profanar con mis paganos pies la iglesia, la misa o el sermón me resultaron tan interminables como ese tiempo que después vi imputar a la geología o la teología. "El cura, pese a su plácida gordura y a que usaba una blanda papada de tres pisos, era un varón con irascibilidad de rinoceronte O (le suegra. Una simple mirada suya de reojo nos ponía a los chicos carne de gallina, y a mí supongo que de liebre, tanta era mi gana de escapar. "Algo peor aún. El único inquilino de altares y nichos que impresionaba como sujeto abordable era San Roque si uno se guiaba p°' el perrito que tenía a su lado. Yo atesoraba una filantrópica inclinación por los perros de mi pueblo, con su flacura y sus penitencias de ascetas. "En descoincidencia integral, el cura exhibía una tirria de gato montés a los perros, que iban a misa llevados sin duda sólo por una obsequiosa solidaridad con la devoción de sus amos. Es verdad que alguno, para acortar el tiempo, incurría en actitudes de evidente intención galante. Sin otro pretexto, el cura lanzaba con-
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tra ellos su traílla (le dos sacristanes, (los gendarmes y algunos comedidos en una batida no menos católica que la de Isabel de Castilla contra moros y judíos. Ni decir que yo me solidarizaba herejemente con los perseguidos.
"Como respuesta única a mis diluviales preguntas habíaseme anoticiado que yo no entendía al cura porque él hablaba un idioma muerto. De todo lo cual logré sacar como conclusión que se trataba de un curso preparatorio para cuando todos los oyentes fuésemos difuntos. "Junto a estas cualidades negativas mi preadolescencia acusó otras, quizá loables, pero que en mí adquirieron caracteres de vicio: comencé a entregarme a la lectura de toda clase de libros (si se excetúa los de contabilidad y (le rezos) con el mismo fervor con que un pariente nuestro se entregaba a toda clase de potables, si se exceptúa el agua. Recuerdo haber jugado más de una vez al fútbol con un libro en la mano, quizá por temor a la resultante zoológica que pudiera tener en mí el ejercicio totalitario de las extremidades inferiores". Hasta 'os once o doce años ci poeta, aún en la semilla, no salió de su aldea "morena y de ojos verdes" como él dice por ahí, o sea, tuvo eso que alguien llama "el privilegio divino de una infancia en el campo". Con el agregado de que en este caso, como en el caso de Hudson, por ejemplo, el privilegio fue doble, no sólo por una sensibilidad extraordinaria sino por una especie de devoción de la naturaleza tan espontánea y vivaz como la de un pájaro. Belén era en esos años un pueblito tan primitivo que una manzana sembrada con alfalfa estaba a una cuadra (le la plaza y las zorras parían en los viñedos y a veces la mula y el buey se detenían en el portal de la iglesia como si fuera un pesebre de Navidad. El niño de nuestro cuento pudo vivir casi paradisíacamente mezclado con los más varios aspectos y formas de la Naturaleza, siguiendo paso a paso las variantes de las cuatro estaciones (desde las nevadas de los inviernos a los solazos polvorosos o las lluvias caudalosas del verano) en contacto familiar con la zoología casera (el perro, compañero de juego de los niños, los rorros (le la gata jugando con los ovillos de la hiladora, el petiso (le las escapadas a la siesta, y las vacas y ovejas del establo) sin contar la búsqueda de
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nidos de palomas para criar sus pichones, y la trampa junto al mortero de maíz para aprisionar pájaros, y la honda de goma usada contra conejos del cerco y lechuzas de los postes o lo que se ponga a tiro. Y las excursiones al cerro detrás de colmenas silvestres. Y la siega del trigo terminada en cantares, y las escenas de la trilla del grano en la era o su molienda en el molino movido a golpe de agua. Más familiares aún, los menesteres de la recolección del maíz y Sobre todo los de la festival vendimia con sus obreros y obreras acarreando, en cestos de poleo, sobre la cabeza la uva hasta ci lagar de cuero (le toro izado entre cuatro horcones, y el pisador de piernas y pies desnudos hollando los racimos multicolores hasta que, al destapar la piquera, el mosto brotaba rojo e impetuoso como la sangre de un degüello, y más tarde, al entrar la noche, la codón del arrope en las pailas de cobre. Hacemos una alusión a todo esto, no sólo porque, como veremos, (la los temas fundamentales de toda la primera época poética de Franco, sino porque ha contribuido con su sencillez, su frescura y su vigor a fijar algunas (le las modalidades más hondas y persistentes del espíritu del autor y del espíritu de su creación literaria. Pero hay otro detalle no menos significativo. Según informaciones de algunos de sus parientes, el niño (le nuestra historia, aunque hijo de una (le las das familias más ricas del pueblo, tuvo, más que sus hermanos, una natural tendencia a simpatizar o identificarse con los los de abajo —criaditos, viejos sirvientes, peones, artesanos—. Debemos consignarlo porque esto tiene, nos parece, una profunda relación con la actitud netamente revolucionaria que aparecerá después en el pensador y el artista. A propósito, un cuento de Franco publicado en 1960 en La Prensa, intitulado El hijo menor de los García, me parece contener una clara revelación autobiográfica: EL MENOR DE LOS GARCL No es que Mario fuera un chico abúlico o rebelde, pero a su madre no se le escapaban ciertas modalidades que distanciaban a este hijo de los otros. La curnoiclad, abierta, por ejemplo, tan privativa de todos o casi todos los nbios, co Mario parecía multiplicada pos dos o por siete. Entre los tres
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y los seis años el niño pareció vivir en un puro deliquio, como si cada día, entre el asombro y el maravillamiento, descubriera el mundo. '—Mamá, ¿por qué los gallos cantan de noche? ¿Por qué las moscas caminan en el cielorraso con las patas para arriba sin caerse? "—Eh?... Porque... son moscas. "—;Por qué las gallinas beben alzando el pico... asi... bien alto, mientras las palomitas chupan el agua? "—Y... porque cada uno bebe como Dios lo ordena. '—Ah... ¿y por qué las chinches no duermen de noche como nosotros? "—Mamá... ¿por qué tío Angel (un señor que prefería el vino al agua) tiene la nariz casi como un tomate? ' — Mario! ¿Quieres callarte un rato y dejar de hablar boberías? '—Sí, mamá, pero oye: ¿a los terneros también los traen las cigüeñas? "—No... "—Por qué? ¿Quién los trae entonces? "—Bueno, basta, majadero, que ya me has hecho doler la cabeza! "Con todo el achaque más inquietante del alma de Mario era su afición a los pájaros: explorar, descubrir y catalogar ci mayor número posible de nidos, inspeccionar la incubación y el crecimiento de los pichones, desnicharlos en vísperas de ensayar ci vuelo e incorporarlos a la avifauna casera. Como en el niño parecía haber una libertaria tirria a los barrotes, prefería criarlos sueltos, o encerrándolos en corralitos de caña, después de despuntarles las alas, sin advertir quizá que el hechizo insondable del pájaro está en el vuelo. "Al niño le estaba vedado hacer muchas cosas obligatorias para peones y sirvientes. "Sí, Mario no comprendía por qué él no podía hacer nada (le eso y en cambio los chicos pobres —el potrerizo, el hijo de la cocinera, el nieto de la comadrona— no sólo podían sino debían hacerlo y erais tenidos por flojos o maulas si mostraban poco brío. Mario no había podido menos que ir advirtiendo que esos chicos se probaban casi siempre más resueltos y hábiles que él, y eso lo achicaba no poco. "Cierta vez le ocurrió algo peor. Como estrenara un trajecito de lujo regalado por su madrina —terciopelo azul y botones de nácar— y en su vanidoso Contento fuera a exhibirlo al traspatio, le pareció ver que entre el coro ponderativo de los mayores, Roque, ci hijo de la cocinera, se quedaba como apenado y humillado, con los ojos fijos sobre su pantalón haraposo, y él, Mario, se había vuelto con un sentimiento parecido a la vergüenza. "Pero su mayor descubrimiento había sido otro. En efecto, poco a poco había ido advirtiendo que los llamados ricos no sabían hacer nada o poco menos. Sí, vestirse con ostentación e ir los domingos a misa con los zapatos espejeantes. Vender telas detrás de un mostrador, como don Cándido, el obeso tendero, o remedios, como don Blas el farmacéutico, o recorrer sus propiedades montado en un vistoso caballo, como su padre, o llenar pliegos y pliegos como
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el escribano don Simón. Pero qué era eso junto a lo que sabían hacer los que sólo podían calzar alpargata u ojota!" 'El albañil, por ejemplo, que con una simple llana —aunque secundado por esos instrumentos mágicos que eran ci nivel y la plomada— levantaba una casa en que podría cobijarse una familia de gigantes. "No menos increíble resultaba la hazaña del herrero, que sin más ayuda que la de la fragua, el yunque y la maza, manipulaba el hierro como si fuese arcilla transformándolo en lo que le venía en gana, desde un rastrillo de jardín a una llanta de carro. "Ni decir que cualquier peón era capaz, él solito, tIc uncir al arado una yunta de bueyes, y partir el suelo en surcos tan derechos como hilos de telar, O de regar las siembras en las noches escarchadas de invierno, o segar las espigas en los días más de horno del verano, todo ello para cosechar un trigo que generalmente no era suyo... 'Mayor admiración le llenaba el pecho frente al arte violento del domador, puesto que el hombre, pese a su terrible baquía, no estaba seguro de salir de la prueba con los huesos sanos. "Su madre tendría acaso toda la razón del mundo en evitar el excesivo contacto (le SU hijo menor con la gente de la cocina y el traspatio, mas lo Cierto era que —y apenas si se atrevía a confesárselo— él sentía que ésa era la que despertaba el interés profundo de su mente y de su corazón".
Poco antes de que el niño terminase la escuela primaria en su pueblo, su familia se trasladó a Catamarca, capital de la provincia, para que sus hermanos mayores y ¿l pudiesen continuar o iniciar sus estudios secundarios. Aquello significó para el niño un cambio profundo. Se sintió totalmente desarraigado en aquella ciudad insoportablemente caliente durante la mayor parte del año y sin más compañeros que los del colegio, es decir, lejos del ambiente semisalvaje e idílico de su aldea, lejos de viñedos y acequias, de pastos y caballos, de pájaros y perros. En la ciudad escasa de árboles y agua y sobrada de sol y polvo, la vida de las gentes más o menos acomodadas giraba en torno a dos temas: las tareas y los exámenes de la vida estudiantil y el ajetreo político disputándose los puestos tic la burocracia local. Y había algo menos sonriente aún: la generosa abundancia tic campanas y sotanas, la gravitación tradicional y sin resistencias de los intereses eclesiásticos, la presencia ubicua de la Virgen del Valle cuyas celebraciones anuales comportaban los acontecimientos sociales y económicos más importantes de la ciudad y la provincia.
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El niuío que iba tirando a adolescente, se sintió solo y se encerró en sí mismo. Mejor: buscó satisfacer su curiosidad de vida y de mundo a través de los libros. No descuidó sus estudios "oficiales" y aún llegó a figurar como el primero o de los primeros entre sus condiscípulos del Colegio Nacional, pero se entregó a los libros de lectura no obligatoria —novelas, historia, poemas, viajes— como algunos criollos suelen entregarse a la juerga o a las carreras de caballos. En sus primeros tiempos fue aprendiendo de memoria buena parte del Facundo. Después vino el descubrimiento de Darío y Lugones. Y después, con el aprendizaje incipiente de idiomas, el contacto en el original con algunos de los maestros decisivos de su primera hora: el Víctor Hugo de La Légende des Si?cles y Les Con (cm1)lations y el D'Annunzio de Laudi del cielo, del mare, della terra e degli eroi.
La espaciosa memoria del inminente poeta que todos ignoraban y que se ignoraba a si mismo se pobló de legiones de versos de la
inmensa Leyenda.
J'dus un r've, le mur des siWes m'apparut. C'etait de la chair vive avec do granit brut. Des vcnqueurs abrutis de crime, ivres d'enccns. Tous les sicles, le front ccints de tours qn d'épis, Etaient la, mornes sphinx, sur l'enigme accroupis.
Y de las loas cl'annunzianas "impetuosas y sabias como un galope de centauros": O Vita, o Vita, dono terrible del dio, come una spada fedele come una Tuggcnte face, come la gorgona come la ccntáurea veste, O Vita, o Vita, dono d'oblio, oferta agreste come un acqua chiara, come un fiale, COIflC il miele que la boca separa
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della cera Icnace, dono dell'irnmortale alla mia sete crudele alla mia faine voracc...
LI diario local El Día publicó una traducción de Verlainc y otra (le Shelley firmadas por Luis Franco. Pero no leía solamente versos, claro está, sino de todo, mezclado y al azar de las circunstancias o por instinto, pues nunca se dio con persona que pudiera servirle de mentor o guía literario: T7olney, V oltaire, la Biblia, Poe, Don Quijote, las V idas paralelas, Flaubert, Rendn, Emerson, A meghino.
Una católica amiga de su madre —la madre del poeta Oscar Ponferrada— le aconsejó un día a la buena señora que tuviera cuidado con su hijo Luis, pues decíase que se estaba entregando a la lectura de libros completamente prohibidos. Averiguado el caso, se halló que el causante (le la denuncia era el Corán, libro que el aguerrido lector encontró soberanamente aburrido con la sola excepción de un pasaje en que Mahoma promete a los pecadores que en el infierno calzarán zapatos de fuego que les harán hervir los sesos. El doctor Carlos Correa, contó el año pasado en un acto público, que él y otros condiscípulos de Franco sabían sólo que aquel muchacho tan lleno de bromas y que en las jugadas (le fútbol guardaba el arco ojeando un libro cuando la pelota estaba lejos, curioseaba o estudiaba cosas que no figuraban en los programas de estudio ni generalmente en las cabezas de los profesores. Para librarse del colegio dio los dos últimos cursos en un año y se retiró a su Belén nativo. Un año después, habiendo sido premiada su Oda »rinaveral en un certamen literario presidido por Jaimes Freyre en Tucumán, y aguijoneado por el tiempo, hizo en poco más de dos (lías un viaje que solía hacerse en tres o cuatro, aguantando él y Pedro Balboa, su escudero, una noche de temporal en la cima del Aconquija acurrucados sobre el tronco de un árbol caído, con las riendas de la mula en la mano. La prensa del país y sobre todo la popular revista Caras y Caretas se hicieron eco del pintoresco episodio. Al año siguiente hizo el servicio militar en Buenos Aires y pudo comprobar la suma incompatibilidad entre el espíritu poético o fi-
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losófico y el espíritu castrense: pasó buena parte del tiempo en el calabozo. El estudiante de la Facultad de Derecho se retiró del segundo año cuando advirtió "igualmente su escasísima fe en las verdades universitarias e intuyó su incompatibilidad total con la jurisprudencia". Enfermó gravemente de resultas, según supuso, de las mazmorras cuarteleras. Volvió al campo, cuando acababa de publicar sus primeros versos en Nosotros, La Nación y su primer libro La flauta de caña... que sus amigos celebraron con una pequeña demostración ofrecida por Alfonsina Storni y con intervención de Berta Singerman (casi inédita) que recitó sus versos, y la adhesión de Fernández Moreno desde Chascomús: Se vuelve Luis L. Franco a su pueblo azul y blanco. A sus montes, a sus cerros.
A sus cabras, a sus perros... ¿Te acuerdas cuando partiste? ¿Te acuerdas cuando llegaste? Cumplidamente triunfaste. ¿A que te vuelves más triste?
Dos años después tomó de nuevo a la ciudad y la burocracia. Hasta que un día tomó una resolución heroica: volver al campo definitivamente, vivir del trabajo de sus manos y dedicarse al "estudio intensivo y extensivo de la literatura con la disciplina y ambición del que sigue una carrera liberal. . Al año siguiente, desde Belén, envió los originales de Libro del gay vivir que publicó su gran amigo y compañero, Samuel Glusherg, el Enrique Espinoza de hoy. Su aparición, celebrada por Leopoldo Lugones con un largo y espléndido comentario y alabada sin retaceos por Rafael A. Arrieta, Donoso, González Martínez, Arturo Capdevila y otros, significaba sin duda la realidad de un auténtico valor presente, y dadas su originalidad y fuerza, una promesa mayor. Juana de Ibarbourou, desde Montevideo, saludó así al cantor betlemita: Este libro que tiene sabor de agua serrana, A higo de tuna, a musgo vivo y a mañana;
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Este libro que llega a mi corazón como un grito Cordial, al que responde, conmovido, mi grito, Es tal como quisiera yo haber hecho uno mío; Más límpido y más puro y más bello que un río. Libro al que estoy tentada de gritarle: ¡hijo mío! Bendita sea, Luis Franco, tu estupenda poesía. Tu alegría dio el fruto que no dio mi alegría.
Pocos años después (1932-33) necesitado de ciertas largas consultas sobre historia, Franco pasó un año o poco más en Buenos Aires, reincidió fugazmente en la burocracia, escribió su libro El general Paz y los dos caudillajes y retornó de nuevo a sus pagos montañeses.
LA FORMACION INTELECTUAL Dijimos más arriba que al reintegrarse definitivamente a Ja vida campesina, Luis Franco llevaba dos propósitos paralelos: disciplinar y organizar sus estudios literarios a favor de la simple y serena vida del campo, y ganarse la vida con el trabajo de sus manos para que su trabajo intelectual ganase toda la libertad que él adivinaba debía serle cada vez más indispensable. Ambos propósitos se cumplieron estrictamente, y también un tercero, profundamente sentido aunque tal vez no se lo confesase a sí mismo: disfrutar codiciosamente de los favores de "la más antigua y joven de las diosas" a las cuales casi todos damos la espalda: la Naturaleza. Muchos de los que conocen a Franco personalmente o a través de su ya cuantiosa obra suelen no esconder su extrañeza de que un hombre que ha vivido completamente aislado en el campo lejos de los centros de información y cultura y de todo contacto con los hombres cultos haya podido acumular tan ponderable suma de conocimientos de verdad sobre muy variados temas, y, lo que no es menos, haya logrado un instrumento de expresión tan poderoso de originalidad y eficacia en verso como en prosa.
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Sin aludir a los dones nativos, y en posesión de algunos antecedentes, creemos estar un poco al tanto del secreto, muy simple por otra parte. Franco fue en todo tiempo un hombre de una curiosidad intelectual ávida y de una porfiada voluntad. Pese a sus trabajos campestres, a veces muy duros o engorrosos, tuvo tiempo sobrado ("el tiempo que el paisano gasta en el truco, las carreras, la pulpería o en hablar (le bueyes perdidos") para ponerse en contacto, cija tras día y año tras año, con la literatura y el pensamiento. El plan seguido fue claro y sencillo hasta la simpleza: la lectura lenta, paciente y reiterada —rumiada, digamos— de los grandes autores de la literatura (le todos los tiempos que más despertasen su interés, en su lengua original cuando podía, en castellano en los demás casos, llevando su propósito generalmente hasta lo exhaustivo. En realidad el método había comenzado a aplicarlo inconscientemente con Víctor Hugo en los años de su adolescencia. Había comenzado leyendo en castellano las novelas y el teatro más difundidos del autor de Los ?niserables, pero su obra poética la leyó toda y reiteradas veces en el original, desde la monumental Légende des Sicles hasta los volúmenes menos frecuentados: Les quatre venis de l'esprit, Satán, Dieu.
Años después procedió en la misma forma con la Divina commedia, leída en la edición comentada de Camerini, "bostezando irrespetuosamente en ciertos pasajes atiborrados de anticientífica ciencia medieval y eclesiástica y escolástica, y más aún ante las sublimidades gaseosas de Ji Paradiso", pero paladeando como Dios manda los más famosos pasajes del Inferno —el conde Ugolino, Paolo y Francesca y tantos más— y sobre todo aquellos tercetos iniciales del canto octavo de Ii Purgatorio y más aún aquellos del canto nono: Neli ora che corninciai tristi la¡ la rondinella. E che la mente nostra peregrina, Piu della carne e mcn del piensier presa, Alle sue vision cuasi e divina.
Más tarde con Homero, Esquilo y la Biblia procedió lo mismo, emprendiendo y rematando una y dos veces la lectura completa, cotejando dos o tres traducciones, y volviendo una y cien veces a los
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pasajes preferidos, yaun extractándolos como un escolar. En un cuaderno ele anotaciones sobre el texto bíblico vi consignados entre tantos otros los bellísimos pasajes del libro de Job relativos a Leviatán, a Behernot y al caballo, y los más soberbios versículos de Isaías: • Vistió (Faraón) la tierra de Egipto como su capa. "Temblará la tierra, vac i lando como un borracho". "Oh, eunucos de corazón". "El freno de Jehová estará en la quijada de los pueblos".
He visto cuadernos enteros con pasajes así extractados de Shakespeare, los clásicos españoles, Las mil y una noches de Mardrús, el Rig V eda, etc. Su tendencia y experiencia de autodidacto le descubrieron tempranamente que el modo de iniciar contacto con un gran autor era, no el abordar de entrada su obra capital o de mayor fama, sino alguna de las menores y (le menos prestigio. Como la mayoría de los jóvenes inexpertos, un día inició trato con Nietzsche a través de A sí hablaba Zaratustra. Leyó y releyó e incluso se aprendió (le memoria varios pasajes: "El placer del rebaño es más antiguo que el placer del Yo". "Yo no os aconsejo el amor al prójimo, sino el amor a lo más lejano". "Turbio río es el hombre; es preciso ser mar para no ensuciarse en sus aguas". Pero en buen examen de conciencia sospechó honradamente que no había entendido nada. Encontrando raras veces los libros que precisaba en las librerías (le Catamarca (en Belén no las había, P°' cierto), Franco los buscaba en catálogos de las librerías de Buenos Aires. Instintivamente se le ocurrió pedir El viajero y su sombra. Lo entendió o creyó entenderlo en su mayor parte y desde entonces, sin apuro, siguió con Crepúsculo de los ídolos, Genealogía de la moral basta terminar con La gaya ciencia. Y cuando leyó en Ecce horno lo que después Iccria en Stenclhal ("La única excusa de Dios es que no existe") sintió que estaba comprendiendo el Zaratustra.
Cosa semejante le ocurrió con Goethe. No pudiendo escalar la montaña del Fausto, buscó las colinas: Poesía y verdad, Guillermo Meister, V iajes italianos, las poesías líricas y sobre todo uno de los libros que más veces haya leído en su vida: las Conversaciones, de Ecker-
mann.
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Su mundo intelectual se fue así ampliando lenta, pero incesantemente. Contra el caos que puede significar la lectura azarosa e inconexa de obras de distintos autores sobre temas diversos, Franco creyó que el mejor camino estaba en una frecuentación asidua de la obra más o menos completa de los autores preferidos o en ordenar sus lecturas por temas o épocas y lugares. Así, pensando interpretar alguna vez la figura militar y moral sin parangón del general Paz, cuyas Memorias leyó desde niño en un ejemplar que halló en la muy modesta biblioteca de su casa, comenzó y terminó leyendo y extractando casi toda la bibliografía referente a cincuenta años de historia argentina. De igual modo, interesado en el conocimiento de los clásicos de la prosa francesa, habiendo comenzado en su mocedad con el Diccionario filosófico de Voltaire, siguió con Los caracteres de La Bruyére, llegó con los años a los Ensayos de Montaigne, a las Memorias del duque de Saint Simon, los aforismos o Máximas de la Rochefoucault y Vauvenargues, las A nécdotas de Chamfort. (En la concisa claridad y sobriedad y la mordiente precisión (le muchos pasajes del Diccionario de la desobediencia puede advertirse la enseñanza de los maestros franceses.) EL TRABAJO DE LAS MANOS Toda esa lenta y esforzada formación intelectual, escuetamente autodidáctica, a que se refiere de modo tan sumario el capítulo anterior, fue haciéndose sincrónicamente con un no menos esforzado trabajo de las manos. Hay en este terreno un cierto parecido evidente con uno de los aspectos más característicos de la vida de Horacio Quiroga. Fue éste (gracias a una carta de Rodolfo Romero, un amigo de Quiroga residente en Tucumán) el primer hombre de letras que Franco conoció en Buenos Aires en 1919. Él fue quien lo presentó a Lugones. El cuentista ya maduro y de renombre creciente y el joven poeta se trataron personalmente poco, pero Quiroga, desde Buenos Aires, solía hacer llegar algunos de sus nuevos libros a Belén, y Franco conserva hasta hoy por la obra y la conducta del autor de El desierto la mayor admiración y estima y sus páginas sobre él figuran entre las wli
más consultables referentes a Quiroga (Nne Jitrik, Horacio Quiroga; Enrique Espinosa, Babel) Si no nos equivocamos, el hijo de El Salto y el de Belén son los dos únicos hombres de letras del Río de la Plata que practicaron ampliamente y sin resabios el trabajo manual. Sólo que Quiroga ejerció su variada maestría artesanal con algo que parecía un ligeo saldo de espíritu deportivo o aventurero, y sin romper del todo r sus ataduras con la burocracia. En Franco la cosa fue más sencilla, pero no menos seria o más. Cuando resolvió volverse al campo, fue justamente ya en días en que de la fortuna paterna quedaban apenas un caserón enorme y unas tres o cuatro hectáreas de tierra. Volver allá con los bolsillos vacíos era una quijotada, es decir, era exponerse al fracaso y tal vez a la miseria. Franco lo pensó largamente. Estaba convaleciente de una enfermedad nada leve —pleuresía o cosa así— y la recuperación segura de la salud, que descontaba con la vuelta al campo, valía más que todos los tesoros. Además —tal vez él no se lo confesaba— el campo estaba llamando con la voz de las sirenas al poeta bucólico. Pero había algo más, no menos importante. A él se le había metido entre ceja y ceja la idea de ser un hombre sencillamente libre y sospechaba que eso le sería sumamente difícil o imposible si se comprometía con la burocracia oficial o periodística. ¿Que volverse a su pueblito con las manos cruzadas y sin más ayuda pecuniaria que la que significaba alguna colaboración mensual en la prensa no daba margen para forjarse ilusiones? Desde luego, pero él acababa de obtener un par de miles de pesos en un premio literario, y eso —si se manejaba como un labrador de su aldea y no como un bohemio de las letras— era un comienzo firme para tentar la aventura. El señor Morás, superior jerárquico suyo en la biblioteca, donde trabajaba, le dijo: "—Franquito, hágame caso: solicite permiso, pero no renuncie; puede así volver a su puesto si no le va bien por allá'. "—No me hago ilusiones —contestaba— y hasta presiento que pasaré por graves apuros, pero renuncio justamente para no tener que volver sobre mis huellas a las primeras de cambio. Por eso quemo mis naves —agregó sonriendo. —Vea, en mi pueblo, cientos de tipos
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tan pobres como yo, si trabajan en serio, no se mueren de liani]jre. Yo no aspiro a más". Y se fue. La aventura resultó más porfiada, recia y larga —duró décadas— de lo esperable, y hubiera hecho cantar la palinodia a cualquiera de menos tozudez en sus propósitos o más apegado a las comodidades mínimas. En torno a un par de hectáreas (le su propiedad, el aspirante a granjero fue comprando, a bajo precio, algunas parcelas tic tierras más o menos inservibles y abandonadas —cruzadas por barrancos y lomas, sembradas de tocones y chaguares— con el plan de desmontar y nivelar todo aquello, y cultivar alfalfa y vid y trocarlo en granja. La cosa se logró sólo a lo largo (le varios años porque la obra de llenar zanjas con lomadas era ardua de por sí dado lo primario de los únicos recursos disponibles - a-con palas tiradas por bueyes o aprovechando una vez por mes el agua de riego— y principalmente por la extrema escasez de recursos pecuniarios. Para contrarrestar en lo posible esas fallas, ci esfuerzo del principal interesado y sus colaboradores debía ser grande y tenaz y así fue. Día a cija y durante varios meses al año Luis Franco debía dirigir la obra, pero trabajando reciamente como ci que más, haciendo de patrón, capataz y peón a la vez. Se vio, pues, obligado al manejo de las herramientas que exigen las variadas labores de un fundo rústico: las palas de mano y de buey, el pico, el arado, el machete, el hacha, el lazo, la tijera de esquilar. Fue alambrando él mismo sus potreros y aprendió a manejar con precisión el taladro, la azuela y la llave inglesa. Él mismo tuvo que hacer las puertas de alfalfares y corrales, y eso y la refacción siempre urgente de las herramientas de trabajo lo obligó a hacer un poco de carpintero, talabartero y herrero. Desde luego no había más veterinario a mano cuando la gusanera, el moquillo, la epizootia o el mal parto caía sobre el pufiado de vacas y ovejas o los tres o cuatro caballos de la finca. Cuando hubo tic construir el rancho, intervino hasta en la elaboración de adobes. (Un día estaba con los demás obreros acarreando desde el próximo arroyo piedras para los cimientos, cuando un oficial y un agente (le la Policía Federal, descendidos bruscamente de una
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camioneta, le dieron orden de arresto y de subir al vehículo sin mis trámites.) La más dura faena de la finca era la del riesgo en invierno. Ese turno, que solía darse término medio cada mes, significaba la necesidad de atender el agua regadía día y noche durante cincuenta y dos horas. Las ayudas solían faltar entonces (no resulta grato para nadie pasarse una interminable noche de invierno montañés con los pies en el agua), pese a la paga doble y el halago del ponche de vino y naranja, el café y pan a discreción y el churrasco al alba. Entonces, secundado por algún viejo de buena voluntad y algún muchacho para tener el farol de viento, debía hacer frente a la medio siberiana fajina nocturna de doce horas (después de ocho o diez diurnas) en que al acercarse el alba el agua comenzaba a escarcharse en las melgas, todo ello sin parar durante el nuevo día, hasta rematar la tarea: treinta y tantas horas corridas de función. (Argentino Baigorria, Serapio Vázquez, los hermanos Ernesto y Pucho Danert, Delicio Robles, Andrés Soto, Pedro Hernández y cien más que viven en Belén todavía fueron sus compañeros y ayudantes que él nunca olvida.) Veremos más adelante el exaltivo o justiciero concepto que Luis Franco tiene del todavía infraestimado e infrapagaclo trabajo manual. No se extrañe, pues, que una de sus más fuertes admiraciones la haya constituido la que despertó en él uno de sus ayudantes, muerto ya, trágicamente, Pantaleón Medina, que a su vigorosa destreza en toda clase de labores de campo agregaba una bondad y una calidad moral (le excepción: "He conocido aquí y allá —dice en el cuento llamado Mi amigo Pan la— trabajadores (le gran baquía y aguante, pero nunca uno en quien la fuerza y la certería fuesen como ci pulgar y el indice, si no es Panta. Y parecía que todo lo hacía no sólo sin esfuerzo, sino por pasar el rato. No es mucho, pues, que el verlo trabajar tuviese algo de fiesta, fuese un regalo para la vista y el ánimo como lo es para el oído una guitarra en buenas manos". Y he aquí ci encomio amargo del hacha: "En los trabajos o servicios más o menos caseros el hacha parece cosa baladí o lo es. En las hacheadas del obraje ya es otra cosa. El eco de su golpe macha-
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cón no es cadencia dulce como la de la zamba o el canto del grillo, y se mete por los oídos hasta la médula: es algo monótono y tremendo porque parece sólo el retumbo del corazón sacudido por ella. No hay dúo que halague menos ci oído". La mordida (le acero del hacha es terrible para el árbol, pero también lo es para el hombre. Al no mucho rato de abrir la tarea, la boca, en las pausas, parece hundirse un tanto en el resuello, que tiene algo de ronquido y silbido. Cada vez que se alza el hacha se alza también, el enjambre que cubre la espalda y los brazos sudados. Pero junto con el hacha bajan de nuevo los mosquitos, se dijera que más enconados por la interrupción". "No es bueno que el hachero le haga mucho el gusto a la sed, digo a la golosina del agua. Porque el cuerpo puede irse en salmuera, digo en sudor, hasta formar un charquito debajo (le los pies. Poco a poco, y aprovechando que los músculos del hombre van amodorrándose con el retemblar de los golpes, el tronco del árbol se vuelve (le metal. No miento. El hacha ya está caldeada como si diera sobre un yunque, y muerde apenas o no muerde. De pronto, si ci hachero no para a tiempo, el hacha salta sola. Pero hay que comenzar de nuevo, aunque eso sea lo que el cuerpo menos pide". "Hay cuerpos de hachero tan delgados, y no suelen ser los más flojos, que más se parecen a lianas que a troncos. ¿De dónde sacan tanta fuerza y aguante? Aunque, claro está, eso no puede durar y no dura siempre. Alguna vez los brazos aflojan de golpe porque también aflojan de golpe los pulmones o el corazón, yéndose en sangre como mujer que aborta". * Demos cabida de paso a la nota risueña. Franco es un hombre de robusto buen humor. Un (lía recogió en su casa a un muchacho huérfano que andaba de aquí para allá, míseramente, sin tener qué hacer como no fuera hallarse de testigo infaltable en cuanta boda, festejo, parranda o velorio hubiese en el pueblo. Era el deficiente mental o tontito clásico de los pueblos, si bien no carecido de astucia y ocurrencias que lo volvían sumamente pintoresco y popular. Llamábase —o se llama, porque aún vive— el Cocaro y ci primer
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afán de Franco fue enseñarle a dormir y ci segundo a trabajar, todo con gran gasto de paciencia. Naturalmente, ci Cocoro se quedó con él para siempre. Sus ocupaciones fundamentales eran llevar dos tachos de leche al pueblo, en un burro, y por la tarde arrear un hato de ovejas y terneros, y todo iba bien mientras en ci camino de tránsito no se sintiese ruido (le guitarra y de baile, porque entonces ovejas y terneros llegaban solos o no llegaban a destino, pues el Cocaro, ya entreverado en la juerga, lo olvidaba todo y, va calentada su cabeza por el vino, estallaba en arengas más o menos bolcheviques contra los ricos, los curas y el gobierno. En el pueblo corrían innumerables anécdotas referentes al Cocoro, o a los lances entre caballero y escudero. "—Cocorito, ¿qué hace el patrón? '—Ahí está estudiando un montón de cuadernos para aprender a hacer versos. "—Oiga, ¿es cierto que está preso don Luis? ¿Por qué? Eso nos preguntamos todos... "—La pregunta! Porque tiene muchos libros. ¿No ve que ya le han quitado como cincuenta?
Un día los senadores Alfredo Palacios y Héctor González Iramain, en gira por el Norte, llegan a casa del poeta de Suma y mientras éste en el interior de la casa se prepara a salir a saludar a los visitantes en la pequeña biblioteca donde se hallan, llega el Cocoro: "—¡Apúrese, dice, ese hombre melenudo le está hurgando todos los libros!..
De las actividades de Franco como granjero recordaremos además que fue el introductor de la vaca halando-argentina y de los carneros Lincoln en Belén y el reiniciador del cultivo de la viña casi abandonado después de una porfiada plaga de peronóspera. Si nos hemos detenido con algún espacio en este aspecto de la actividad de Franco como trabajador manual y rural, es porque lo creemos más o menos indispensable para interpretar no sólo la vida y la personalidad de Franco sino el sentido de su obra literaria y el de sus ideas cardinales y más características. Desprendamos, por lo pronto, sumariamente algunas consecuencias obvias.
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Para comenzar: un literato que se dedica al trabajo manual y vivc de él durante la mayor parte de su vida, y sin tenerlo a menos, sino al contrario, es ya una escandalosa excepción entre nosotros. En segundo lugar, esa vida de esfuerzo físico al aire libre ha de haber tenido una resuelta influencia en la salud corporal y espiritual del hombre, tan adivinable en su alegría, su ironía y su afirmativo optimismo. Por otra parte, su larga práctica y su favorable valoración del trabajo de las manos, unidas a su tradicional pobreza han de tener, si no nos equivocamos, una relación más o menos viva con su ideario marxista y la intransigencia revolucionaria de su conducta. Últimamente, ese contacto pleno y constante con la naturaleza a lo largo de tantos años tiene que ser la clave mayor del fenómeno que por encima de todo otro caracteriza y categoriza la poesía del autor de Suma y Constelación: el sentido pánico o cósmico, tan innato y de fondo que fuerza a recordar a Thoreau y Hudson. Bueno es advertir, finalmente, que Franco en Belén no vivió totalmente consagrado a sus tareas manuales o intelectuales, de espaldas a las gentes de su pueblo. No; por necesidad y buena voluntad, vivió en contacto más o menos diario y frecuente con ellas, intercambiando pequeños y múltiples favores y más frecuentemente prestándoles algún servicio gratuito: consulta sobre tal o cual minúsculo pleito con otro vecino o con la autoridad, algún diligenciamiento de minas, escrituras extrajudiciales de compraventa, y hasta desacuerdos de familia, ya que un hombre que tenía tantos libros debía entender de todo. Franco, naturalmente, se mantenía totalmente ajeno a los ajetreos 1e la política local, pero un día se vio obligado a ingerirse en un pleito mayor, que duró años y años y lo puso al fin en ingrata colisión con las autoridades de la provincia. La cosa comenzó allá por el año 1933. Un caudillejo local y d"s o tres vecinos, apoyados en las autoridades, habían resucito beneficiarse con el agua regadía perteneciente a todos los usuarios, lleván•dola a distantes zonas vírgenes y sin derecho a riego, perjudicando redondamente a todo un pueblo de labriegos, tanto (le la oposición como de la situación. La alarma y la indignación eran grandes y las reclamos ante ci gobernador habían hallado Oídos de mercader. Franco, recién llegada de Buenos Aires, organizó una comisión po.
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pulai' y elevó al gobernador Acuña una larga y dura protesta telegráfica firmada por trescientos regantes. Vino al fin un inspector, quien, después de pasar vista, se vio obligado a declarar que todos los cargos de la denuncia estaban comprobados. Nuevo telegrama al gobernador exigiéndole la exoneración (le las autoridades del riego bajo amenaza de tomar porla fuerza el local tic la intendencia. La policía se preparó a repeler ci presunto ataque reforzándose con elementos traídos de los distritos y armando a algunos secuaces. Los reclamantes también se armaron, y al otro día ochenta jinetes reunidos en las afueras esperaban la respuesta del gobernador. Como ésta les fue favorable todo pareció andar bien, sólo que por orden del inspector, y alegando violación de ordenanzas, el comisario arrestó a los once miembros de la comisión de reclamantes por quince (lías, pena canjeable por (linero contante. Negáronse a ello y los once durmieron esa noche en los estrechos calabozos de la cárcel. Eso sí, aunque pací[icamente, la mitad del pueblo rodeó la cárcel, y al día siguiente el comisario levantó el castigo. Pero los penados no aceptaron la amnistía, y entonces se vio un espectáculo muy poco frecuente, sin duda: el comisario, que además había recibido orden superior (le libertar a los detenidos, les comunicó por segunda vez su excarcelación, y ante la nueva negativa de los favorecidos, les rogó que se fueran caballerescamente, pues si no se vería obligado a echarlos por la fuerza, como a villanos, que es lo que hizo. Pero el pleito continuó por años. Los peticionarios sólo exigían que, respetando la ley (le aguas, se llamase a elección popular del juez de riego. Al fin, un nuevo gobierno la concedió un día. Fue el único acto eleccionario en que Franco intervino alguna vez, y pese a todas las artimañas del gobierno, los reclamantes lo ganaron ampliamente. Pero la intervención nacional, presidida por el novelista Martínez Zubiría, no reconoció la elección. La protesta —según parece, hirientemente burlona— fue elevada al nuevo interventor, doctor Cevallos, en enero de 1937. Acusados de desacato ante el juez federal, los reos fueron traídos en un camión hasta Catamarca y condenados a un año (le prisión. Excarcelados a co, bajo fianza, Franco, solicitado por un grupo de estudiantes, dio
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en el salón (le actos del Colegio Nacional una con ferencia (1UC paso en serios apuros al rector con las autoridades superiores. El tercer encarcelamiento de Franco ocurrió en setiembre de 1943 y duró dieciocho días. No se le comunicó el motivo, pero mucho después un "admirador" anónimo le envió el expediente (le su proceso y por él supo que la pieza de acusación la constituía una carta anónima elevada al interventor en la cual se lo presentaba como enemigo de la sociedad, del gobierno, del ejército y de Dios y se extrañaba que aún no se hubieran tomado medidas contra semejante sujeto. A lo largo de los años de su juventud y su adultez Luis Franco ha trabajado en todo momento libre, no sólo por ampliar y profundizar sus conocimientos, sino por esclarecer su pensamiento en el terreno de la política, el arte, la moral, la historia, la religión, la antropología, la relación de los sexos, y, cuando esos problemas lograban encarnación dramática en un hombre a través de la vida de muchas personalidades extraordinarias: Paz, Rosas, \Vhitman, Hudson, Sarmiento y Martí. En su provincia, y apenas salido de la niñez, Luis Franco fue viendo con claridad —no se precisaba vista de búho sino sinceridad y honradez— a qué se reducía la llamada política: "era un juego movido y dirigido por las clases acomodadas para disputarse las representaciones oficiales y los puestos en la burocracia". En cuanto a la masa, prestábase a la cosa no tanto por ignorancia o hábito, como por otra cosa: "su sumisión cívica era mera consecuencia de su sometimiento social o económico", los pobres en general votaban por quien les daba trabajo o por el hombre influyente —autoridad, caudillo, médico— a quien creían deber favores o de quien esperaban obtenerlos. No menos claro veíase el fenómeno mirado desde arriba. Tanto por la categoría social de los dirigentes o su idiosincrasia personal como por sus respectivos programas políticos, los dos partidos que se disputaban el poder eran muy parecidos entre sí. Franco, antes de terminar el bachillerato, creyó ver eso con la mayor claridad y honradamente no se permitió —pese a sus ataduras de familia— simpatizar con ninguno (le ¡os bandos en lucha, gastando bromas a sus compañeros enrolados indefectiblemente en uno u otro.
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Lo que pudo entrever en Buenos Aires no modificó sus opiniones o impresiones, sino que se las afirmó más. A lo que él creía saber, las imputaciones hechas por sus adversarios al partido tradicional o conservador estaban lejos de ser una calumnia. Pero el partido esencialmente conspirador, en quien estaban puestas las esperanzas de la inmensa mayoría popular, apenas con un año de gobierno, estaba ya revelando con muestras sobradas su falta de verdadera idoneidad como gobernante, al menos mirando la cosa desde el punto de vista (le los intereses del pueblo. Todo ello denunciado indignadamente por el partido que hasta la víspera estaba acusado de equivalentes iguales o peores lacras. "Que había un sedicente partido obrero cuyo ostensible programa era luchar en favor (le las clases desposeídas? Sí, pero ese programa no parecía incluir la lucha contra la clase explotadora. En todo caso, sus jefes, todos universitarios, se confundían totalmente con los conductores de los otros partidos".
Todo este espectáculo fue afectando al pichón de abogado más de lo creíble. Su desconfianza hacia la burocracia y la Facultad de leyes nació de allí. Franco, el bachiller, no quiso llamarse a engaño y se dijo que sin duda había una causa general y profunda que lo explicara todo y explicara quizá, igualmente, el camino para salir del atolladero. Siguió estudiando, observando, reflexionando. Al cabo de diez años se encontró con Marx que significó "la alegría más seria de su vida". Muchos años después escribiría sobre él: "Marx es no sólo el gran técnico de la economía capitalista, sino el radiógrafo de la sociedad moderna. Es el descubridor del subconsciente económico de la historia. A la concepción inversa del mundo de la teología y la filosofía idealistas, opone la suya: el ser es el que determina el pensamiento y no al revés. Marx toma en sus manos la dialéctica hegeliana (admirable pero no viable, puesto que parte de la idea abstracta) y la obliga a partir de la realidad viva. A la concepción de los historiadores ptolomeicos opone la concepción coperniquiafla de la historia. El materialismo dialéctico es la superación del materialismo y del idealismo, en una integración creadora. Frente a la filosofía contemplativa, la suya implica una actitud vital y agonal, una filosofía cu y o Jardín de Academo es el inundo sudoroso y sangriento de los hombres. La doctrina alcanza su mayor fecundidad y belleza en la teoría de la alienación de la persona humana por los fetiches grandiosos que inventara
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otrora: ci más allá de la vida y el mundo, el espíritu puro, la moral eterna, el Estado, la mercancía y las normas y formas sociales, trocadas en impedimentos del devenir, esto es, del desarrollo futuro del hombre. Concibiendo al hombre como hijo de las nupcias (le SUS manos y su cerebro, es decir, de la acción y el pensamiento, Marx aparece como el más auténtico de los lujos de Prometeo. Pone el pensamiento en los puños del mundo para que el hombre económico dé el salto hacia el hombre integral. Su idea de que la lucha de clases es el motor de la historia y de que el proletariado moderno —única clase históricamente no exhausta—, es el agente de la liberación social, no es un sueño filantrópico sino un hallazgo científico".
Hemos citado este largo párrafo extraído del primer número de la revista porteía Estrategia, porque creemos que refleja bien la amplitud con que Franco interpreta al materialismo dialéctico y porque éste constituye como ci hilo conductor de sus ideas fundamentales sobre política, economía e historia: ideas que él cree poder vincular sin inconveniencia a su concepción del arte, la moral, la pedagogía, la religión, la relación de los sexos, la zoología, la naturaleza, el destino del hombre, ideas formadas en la frecuentación de los autores a quienes más debe: Montaigne, Espinoza, Goethe, Stencihal, Heme, Nietzsche, Brandes. Creemos, más que necesario, indispensable, dedicar un largo espacio a la exposición de sus convicciones y gustos generales —acudiendo para ello preferentemente al Pequeño diccionario de la desobediencia— pues ello nos facilitará no sólo la mejor comprensión de sus biografías y ensayos sino de lo que más importa: sus poemas. Una anécdota previa a modo de introducción. Cierta vez, en el salón de una sociedad anarquista, Franco leía uno de sus poemas que terminaba con el anuncio "de que la libertad externa e interna serán los dos remos o alas del hombre futuro". Rodolfo González Pacheco, que escuchaba con entusiasmo, dijo de pronto: "Pero cómo puede ser marxista este hombre!" La explicación, dice Franco, resulta clara. "Para mí, como para cualquier intérprete de buen ojo y de buena fe, Marx no vino a exaltar los valores materiales del hombre sino a revelar el secreto de por qué ellos lo tenían maniatado, o sea, a facilitar la transformación del hombre puramente económico, en un ser integralmente humano. Sólo que para ello debía decidirse a una lucha más que
homérica contra todos los recios intereses materiales y antisociales disfrazados con vestiduras sublimes: patriotismo, moral, filantropía, destino celestial". La visión y la pasión de Franco Son, pues, medularmente revolucionarias y ellas constituyen como la inspiración y respiración de su vida y su obra. Veámoslo con alguna detención a través de sus apreciaciones y convicciones fundamentales. Apasionado de la historia natural y lector atento de Ameghino, de Darwin y Larnark, Franco concibe al hombre corno "un hijo natural de la zoología legitimado por la historia": "La ignorancia maridada a la vanidad llevaron al hombre a considerarse como algo por encima de la naturaleza, un hijo cíe los dioses con un alma inmortal como ellos. . . pero creo que cada vez será más fácil convenir en que es mucho mejor detalle para su escudo nobiliario el hecho de que, habien nacido en los bajos fondos de la geología y la zoología, haya llegado por esfuerzo propio a la altura que hoy ocupa. En todo caso sus antecedentes de scif made man resultan más aptos para una biografía ejemplar.
Pero Franco no se apega a esta simple idea madre corno los creyentes dogmáticos, sino que, a través de sus maestros, trata de aprehender el fenómeno en la complejidad concreta de sus variados aspectos: "Es obvio que corporalmente su equipo era inferior al de cualquier otro hijo de la zoología. Sin vista, ni oído ni olfato privilegiados, sin piel ni concha protectoras, sin patas o alas rápidas, sin potencia muscular excelsa, sin colmillos o zarpas de ataque, sin cola prensil... ¿no cabe sospechar que esa inferioridad física externa justamente obró como un profundo acicate sobre su sistema nervioso llevando su cerebro a la más temible capacidad para equilibrar la desventaja ...?"'Esa relativa debilidad de la armadura externa es lo que sin duda permitió la adaptación craneana a la expansión del cerebro (y previamente lo que facilitó tamaño proceso: la estación bípeda) y también el que el pulgar deviniese oponible al resto de los dedos. -
Esto último no es detalle accesorio, pues Franco (apo yándose entre otros en Franklin, que define al hombre como tool making anima!) cree que sin el concurso dIC ese maravilloso instrumento eje-
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cutivo que es la mano, el cerebro humano no habría llegado a desarrollarse y expresarse plenamente. El corolario —siguiendo a Childe y otros— es que si el hombre no es una factura de los dioses tampoco es un mero producto de la naturaleza: "Ésta sólo dio la materia prima para que el hombre trabajase con su cerenro y sus manos en su propia creación".
Las conclusiones últimas son que la acción es tan formadora educadora como el pensamiento, y sobre todo que el hombre no es algo cumplido y periclitado sino que su atributo más fecundo está en ser todavía "un muchacho", como dice un antropólogo, "una criatura infinitamente deviniente" como decía Hebbel, recordados por nuestro autor, o como dice él mismo: "Hace rato que el hombre ha dejado de ser una criatura enteramente natural sin ser aun enteramente humana. La selva ori ginaria no está del todo dominada en él, ni está como hombre realizado integralmente". t.
Ni decir que guardan una perfecta concordancia con las ideas arriba consignadas las que nuestro autor profesa respecto a la historia. "De los dos factores que explican la aparición del hombre histórico —el natural y el propiamente humano— el segundo es, como dice Mcans, el más importante, el más cargado de destino. El hombre se transforma a si mismo transformando su medio. Si Herodoto dijo que el Egipto agrario era un don del Nilo, un historiador de hoy dice que en grado no menor .el Egipto es un don del hombre".
Partiendo de la denuncia nietzscheana de nuestra tendencia a concebir la historia como un museo de antigüedades, Franco expresa: "El achaque más común de los historiadores es el que al estar por obligación del oficio vueltos hacia el pasado, tienden a soslayar el presente y olvidar el futuro". Y en otro pasaje: 'La historia ha sido casi siempre una sirena. Mas lo que importa en definitiva es digerir bien el pasado (le modo que en vez de ser un estorbo, una barrera para el futuro, facilite el camino hacia él.
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Dispuesto siempre a mirar la verdad bajo los disfraces, denuncia más de una mentira convencional o un cómodo lugar común: "De la tendencia infantil a confundir la biología con la historia vino el mito de que los bárbaros del Norte derrocaron el Imperio romano y le inyectaron una sangre joven y vigorosa". Jl piensa que el Imperio, enfermo ya, se de. rrumbó solo y que los bárbaros, sometidos al caudillismo militar, no trajeron aporte de libertad alguno. "Si a eso se agrega el aporte del cristianismo —producto de uno de los pueblos más atrasados de Oriente—, se explica bien la barbarie regresiva del Medioevo". "Todo parece indicar —dice en otra parte— que el hombre histórico no ha pasado aún bajo su mediodía". Y después: "El miedo al convulso presente y a las amenazas de cambio y liberación suele vestirse de amor patriótico o poético a la tradición carcelaria y al pasado momificante".
Basado en la observación de los procesos del pasado y en el pensamiento más iluminador de los últimos tiempos, Luis Franco —mirando hacia adelante y no hacia el pasado o el otro mundo— mantiene una entera confianza en que el hombre terminará por ordenar el caos en que hoy se revuelve para lograr uno de los mayores ascensos en su ya larga trayectoria. "La sociedad postcapitalista significará la paridad entre la esencia y la existencia del hombre, el paso de una prehistoria semianimal a la historia propiamente humana. Resueltos los problemas que tiene de común con el resto de la zoología —alimento, cueva, abrigo, reproducción—, ci hombre podrá abocarse a la solución de sus problemas privativamente humanos. Será ci humanismo integral".
Naturalmente sus ideas sobre economía y sobre política están concordes con su concepción general del proceso de la historia. "Ningún tema, por puramente intelectual o espiritual que parezca, puede ser tratado con seriedad e integridad si se prescinde de toda alusión al vergonzante fundamento económico". "La deformación, el hambre, la desnudez, y las enfermedades ocasionadas por la miseria, son problemas filosóficos, porque atafien a la totalidad humana". "Humanamente hablando, la opulencia degenera tanto al millonario como la miseria al trapero". "La propiedad privada ha devenido ho' la expropiación del alma humana, el vampiro del hombre. Cuando más se tiene, más se renuncia a la posesión
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de sí mismo". "Es todavía un secreto que una gran fortuna con nombre propio está hecha con innumerables infortunios anónimos?"
Franco cree "que la galopante e irrefrenable concentración de la riqueza social" en cada vez menor número de manos significa la condena irremediable del orden social existente. Sólo que el remedio está a la vista: "ocurre por primera vez en la cronología humana que ci monto de la producción, gracias al coeficiente de la máquina, puede bastar a las necesidades del consumo. La socialización de la riqueza es el clamor de la realidad social de hoy. No se trata de una metafísica de hambrientos sino de un imperativo del devenir histórico". Revolucionario impenitente, Luis Franco piensa que uno de los tantos saldos del pasado que urge superar es el intelectualismo o "despotismo monárquico de la inteligencia", como él dice, esto es, que la razón sigue arrogándose la jerarquía de la nobleza, asignando al trabajo y la acción el papel (le villanos. Ya hemos dicho que uno de los más claros convencimientos de nuestro autor es que cl hombre es hijo de la unión del cerebro y de las manos, o dicho de otro modo, que la actividad práctica es un camino de conocimiento y realización que complementa el del intelecto o lo corrige. "La actividad no es el Anticristo de la contemplación, sino su complemento, el otro extremo del arco de la vida, sin el cual la contemplación se pierde en el vacío". "La acción es una de las manos del Demiurgo. Existe por sí misma y desde siempre. Es una categoría equipotencial al pensamiento puro y tiene su propia lógica.
A lo largo de la obra del autor de Suma y del Diccionario de la desobediencia — lo confiesa él mismo— parece que se oyera siempre un eco del verso del Fausto, pero complementado, diciendo: "En el principio era la acción y aún lo es". "El hombre de instintos sanos es un animal activo entre todos. Si su movilidad externa puede ser inferior a la del pájaro o la ardilla, él posee también la del espíritu. El hombre es un enamorado nato de la actividad física y mental y su gozo más claro está en ella".
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De pronto se pregunta: ";Actividad, acción? ¿Hacer qué? Hacer lo que no pueden hacer los Otros animales: historia".
Más todavía. La actividad humana asume, si bien se mira, sentido filosófico: 'La acción del hombre es un modo de relación, un injcrtars (le la singularidad o la soledad humana en el existir universal, que es incesante acción. Se trata, no de una oposición negativa, sino de una integración creadora, y ello implica un modo de conocimiento. Sólo se conoce ci amor enamorándose". "El hombre es, pues, horno faber, por encima de todo", dice. "El ser del hombre se revela en el hacer del mismo modo que el río como tal se revela en su marcha". *
Por natural tendencia de sus instintos a[irmativos, por su vida de equilibrada actividad física y mental, sin duda, y acaso por una secreta reacción contra el pesimismo de los credos místicos que tienden a ver en el mundo un lugar de prueba y un valle de lágrimas, Franco cree y siente que "la alegría es la cosa más seria de la vida y la más digna de tomarse en serio". Ya el título de uno de sus libros iniciales — Libro del gay vivir— era sintomático, pero además, hay allí una pequeña oda A la alegría y casi todos los poemas que lo integ ran se caracterizan por una tonalidad exultante o risueña. "El hombre alegre de sí mismo y que vuelve aegrc el mundo; el qcte revela el gozo (le vivir como un misterio sacro; el hombre cuya mera presencia o existencia es una condena inapelable (le todas las sabidurías pesimistas o desertoras, es el más hermoso, generoso y edificante (le los espectáculos. Sólo que los hombres no saben apreciarlo, y apenas si lo notan cuando no se apresuran a oponerle su austeridad hecha de abstenciones, renuncias y... miedo".
Franco no cree que el hombre es triste por naturaleza, porque en los animales existe el dolor, pero no la tristeza sino por excepción. El hombre es triste no sólo por las condiciones más o menos antinaturales en que vive sino, y sobre todo, porque las normas de la conducta humana han sido hasta hoy fijadas por los ancianos.
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Hasta hoy la sabiduría humana en general —religiones, mor:des, filosofías—, es sabiduría de viejos, es decir, nada se consigna en ella (le las experiencias irisadas o piafantes de la niñez o de la mocedad, y por eso está llena de nega. dones, represiones o renuncias. Sabiduría vieja, sedentaria o de andar reumático, de inspiración pesimista o ilusa, temerosa de los gusanos o esperanzada 'en los ángeles".
No menor culpa, sino más, sin duda, tienen en nuestros hábitos de tristeza o de alegría artificial los credos de pecado, culpa y remordimiento, "una moral fundada en las modalidades restrictivas no expansivas de la vida". "¿Cuánto han contribuido los mohosos fetiches de bruma, los agrios dioses de humo a mermar la alegría de la tierra?"
Pero él cree que el pesimismo de Schopenhauer, Leopardi y compañía, es una especie de traducción laica del pesimismo inherente a los credos que ofrecen los paraísos del más allá como desquite. 'Sólo que los pesimistas profanos no ofrecen ni una mentira piadosa. En realidad ambos son calumniadores del mundo por omisión de todo lo bueno y digno que él ofrece, abogados del diablo que declaman con énfasis fúnebre los pantanos de dolores y horrores de la vida, callando jesuíticamente el río de sus gozos y bellezas".
En Revisión de los griegos se hace resaltar que no es por pura casualidad que los dioses del pueblo que ha creado la más luminosa y humana cultura conocida, fueron los únicos dioses que supieron reir "copiosa y matinalmente". Se dice también que en el mundo la alegría y la belleza se confunden, y que sobre ambas pesa desde tiempos inmemoriales una especie (le sanción moral que sigue obrando en nosotros. "Tenemos vergüenza de nuestra alegría y de nuestra ingenuidad como las mujeres de la belleza de su desnudez".
Necesitamos, pues, el reaprendizajc de la noble alegría. 'Fuimos engendrados en un relámpago de gozo. ¿Por qué hemos de ser tristes? *
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Naturalmente el tema de la moral debía preocupar tanto o más que cualquier otro a quien es por encima de todo un apasionado del valor humano. No hay tema, lo sabernos todos, más propenso a llevar a la zona de los lugares comunes. Por eso es casi imprescindible señalar que justamente en ese breve capítulo del Diccionario de la desobediencia que se llama La moral es donde la prosa de Franco logra notas de la más excepcional rareza. Podría decirse que quizá no es ajena a ella su larga frecuentación de los moralistas franceses y de Nietzsche, entre otros, Entendemos que todo autor le debe algo a otro u otros, lo confiese o no. En cualquier caso lo cierto es que en esa serie de aforismos resulta difícil señalar cuál es la virtud prevalente: si la exactitud como matemática de la frase, la profundidad del concepto, la agudeza del atisbo, o la gracia única de la expresión. Imposible decir más y mejor en diez o quince palabras. Veamos un puñado de ejemplos: 'La honradez insobornable es la forma más profunda del valor". "En realidad nadie puede glorificamos o deshonrarnos sino nosotros mismos". "Nada más grotescamente pequeño que la grandeza falsa". "El testigo de una bajeza nuestra es nuestro peor acreedor". "En un grande verdadero la vanidad no parece vanidad como la melena en cl león no parece adorno". "Nuestra hipocresía es la ganzúa de la hipocresía ajena". "Quien traiciona a los Otros traiciona lo mejor que hay en sí". "Tratar al inicuo como él nos trata a nosotros es imitarlo servilmente". "La compasión suele ser una de las peores formas del desprecio". "Nada más gigantesco que la vanidad del pigmeo!" "Lo que más nos choca en la vanidad ajena es que deja tan poco espacio para la nuestra". *
En un poeta que desde su iniciación literaria manifestó tan acusada sensibilidad para el misterio femenino, no debe extrañarnos que andando el tiempo el problema de la relación de los sexos y el de la servidumbre (le la mujer se convirtiera en una de las preocupaciones mayores del ensayista. Los ha estudiado larga y apasionadamente y ha expuesto sus puntos de vista y sus conclusiones en una obra de inminente aparición,
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que junto a Biografías ítn una les ) van a constituir los dos libros más representativos de la prosa de Franco. Él sostiene que de la averiguación y análisis de las creencias y mitos más remotos y del examen de los especialistas contemporáneos se llega a conclusiones muy claras: 'La venerable dignidad de la función genésica" y la perfecta equivalencia de ambos sexos. La ítem b ea h emana,
"Es cosa muy natural que el misterio de la reproducción fuera mirado como sacro por la desprejuiciada mente primitiva, Considerando la propagación de la vida como el primero y más santo de los deberes, el culto de la fecundidad universal se imponía de suyo, simbolizado, claro está, por los órganos externos de cada sexo".
Conocedor minucioso del Viejo y del Nuevo Testamento y de la antigüedad griega, Franco ejemplifica abundantemente la tesis anterior igual que la de la unidad originaria del sexo y de otra idea moderna que viene a ser un corolario de la anterior: "Si aceptamos el androginismo originario de la sexualidad, debernos aceptar la idea de que la evolución (liversificada hasta separar a los individuos co machos y hembras no ha llegado a anular del todo en un individuo de un sexo determinado la supervivencia del otro sexo. Esta noción es el aporte decisivo de Wciningcr".
Otra de las ideas fundamentales, tomada de los sexólogos modernos, que Franco ilustra ampliamente en la que señala la correlación entre el desarrollo sexual y el desarrollo del sistema nervioso de las especies y su consecuencia obvia: "En razón de ser la más inteligente, la criatura humana es también la más erotizada". Pero la pregunta que sobreviene es ésta: si como todo lo prueba, el sexo fue originariamente objeto de veneración ¿cómo ocurrió que en la Biblia y en la literatura de los padres de la Iglesia haya tanto temor al sexo y a la mujer? "Para bien y para mal, ci hombre es la criatura que más ha forzado a la Naturaleza y ella se toma desquites. Todavía se piensa angelicalmente que las aberraciones sexuales son fruto de las civilizaciones en decadencia. No hay tal. La historia sexual de la humanidad es tan tenebrosa como su historia religiosa o militar. Hay derecho a creer que el terror engendrado de los excesos y abominaciones a que la potencia desbordada de Eros lleva a los hombres, los lanzó a la vez al extremo opuesto: a buscar su salvación en el aherrojamiento y aun
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en la extirpación suicida del instinto. El remedio resultó peor que la enrerinedad, porque nadie puede contrariar frontalmente la voluntad sagrada de la Naturaleza sin sufrir las consecuencias trágicas".
La más trágica de todas consistió en identificar al sexo con el mal y a la mujer con el sexo, forjando así una de la más horrible de las cadenas: la de la servidumbre femenina. Y apenas si necesitamos decir que el propósito fundamental de ese libro de Franco es arrimar una pequeña contribución a la gran causa de la liberación de la mujer. "No debe tomarnos de sorpresa que en una época de disgregación e histeria regresiva como la nuestra, Weininger, último sexólogo de prez, se mueva inspirado por el más arcaico espíritu misógino, sumergiéndose así en la más reverenda antigüedad. El Talmud, última palabra (le la sabiduría hebrea, enseña que la mujer no tiene alma. Platón, más generoso, le concede un alma sensorial, como la que nosotros reconocemos al perro. Para San Pablo la mujer es un ser acéfalo: "el varón es la cabeza de la mujer". Mahoma, pese a su entusiasmo terrenal por las bisnietas de Eva, no las admite cii su paraíso, donde cl fervor polígamo (le los fieles será apagado por las huríes, doncellas devirginidad reflorecionte. Aun en (lías modernos, Bossuet, obispo (le ciencia y lengua angelicales, clavó esta banderilla a esa pretensión de la mujer de hombrearse con ci varón: "después de todo, proviene de un hueso secundario".
Citamos lo precedente sólo con el objeto de (lar una ligera idea de la 'seriedad con que Franco trata sus temas. En realidad La hembra humana es un ponderable esfuerzo para esclarecer el problema de la liberación sexual y social de la mujer —y por ende la del hombre— estudiándolo desde los más diversos ángulos y a la luz del aporte de los más responsables tratadistas modernos: Stendhal, Evelock, Hallis, Freud, Thomas, Weininger, Fromm. * Tal vez ningún sentimiento alienta en Luis Franco tan hondo y amplio como el de la libertad. Se explica que a lo largo de sus años haya pesto el mayor empeño en traducir ese sentimiento en ideas concretas y claras, o mejor, en "bajar el concepto de libertad desde la niebla de la abstracción idealista al terreno de la realidad social e histórica".
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Nos reduciremos a resumir en una brevísima antología algunas de sus vigorosas formulaciones: 'La libertad es toda la cultura humana: su camino y su meta—. "Quien tiende a ahogar su libertad en los otros la ahogó ya en sí mismo: hombre o pueblo. Cuando los griegos, con Alejandro, se lanzaron a dominar el Asia, hacía ya rato que la libertad helénica era sólo un recuerdo". "Como ci hombre natural puede, por pequeñas dosis progresivas, llegar a ingerir una cantidad de veneno capaz de matar a una legión, el ciudadano llevado paso a paso puede, sin morir del todo, absorber fabulosas cantidades de des. potismo y servilismo". "La servidumbre hace más daño material y moral que la guerra". "La libertad se llama también: jubilación del miedo". "La obediencia porque sí es la inmoralidad esencial". "El sólo uso de la libertad, con la elevación (le pensamiento y sentimiento que supone, bastará para lograr aquello en que las religiones fracasaron: la comunión de los hombres por encima de fronteras, épocas y razas". "El río no pide permiso a sus márgenes para desbordarse; el incendio crea él mismo el hálito que lo atiza; pero el hombre largo tiempo enjaulado le cobra amor a la jaula". "La libertad no es un bien del hombre, es el hombre mismo". *
Para ponderar la importancia sin par de la pedagogía, Franco suele repetir una frase de Martí: "Quien pone las manos sobre los niños tiene el porvenir del mundo". A través de su obra se encuentran innumerables pasajes en que se pondera el apego del hombre al pasado, su temor a infrigir la tradi. ción o el hábito. "Es más fácil, dice en alguna parte, fundar una religión que destruir un prejuicio". Y en otra Parte recuerda que la máxima artimaña de la astucia de los jesuitas para dominar la sociedad "fue convenirse en los pedagogos de Europa". Es decir, en resumen, Franco cree que pese al terreno ganado desde la Edad Media la pedagogía sigue siendo opresora porque la sociedad lo es, porque la enseñanza ha sido siempre uno de los instrumentos de dominio de las clases poseyentes y dirigentes. "Por ello es que la enseñanza en poder del Estado o de los sectores privilegiados de la sociedad, tiende siempre a mantener el culto del pasado y a ahogar la iniciativa y el espíritu de innovación" y de allí la tenden¿'o
cia consciente o inconsciente de recargar la mente del alumno de nombres, de fechas y de fórmulas abrumadoras. Elegimos tres de las varias reflexiones de Franco sobre el tema: "Nuestra enseñanza ultramoderna está henchida aun no sólo del espíritu bizantino, sino de supersticiones trogloditas. No elimina del todo la herencia tribal de la magia, sigue creyendo aún en el poder sobrenatural de los signos y de los nombres. La terminología, las fórmulas químicas, médicas, jurídicas o literarias reemplazan a la química, la medicina, el derecho, la literatura. ¡Apabullar la divina curiosidad del niño con un aluvión de ripios técnicos! ¿Qué mucho que la historia resulte hagiografía y la filosofía un griinorio? La misma posesión de idiomas es tenida no por instrumento de cultura, sino por cultura, y así cualquier loro poligloto se cree más sabio que Montaigne o Leonardo". "¿Qué extraño que una pedagogía engendre el servilismo, es decir, engendre lacayos, aunque lleguen mañana a políticos, generales o literatos famosos?" "Al hombre no debe educársele para discípulo de nadie sino para maestro de sí mismo".
En un verso de
Suma se
lee:
La vida no es mi costumbre, es mi pasión.
Nada expresa mejor que ese verso lo que constituye la verdadera musa de su espíritu y su obra: su amor a la vida "impetuoso y sereno como los grandes ríos". Nuestro poeta piensa que las luchas casi sobrehumanas del hombre histórico con las inclemencias naturales —inundaciones, sequías, plagas, terremotos— y las inclemencias humanas —guerras, explotaciones, tiranías— le han ido forjando al hombre una experiencia derrotista, una filosofía de pesimismo, ''una sabiduría para la muerte, no para la vida". Más que el pensador es el poeta el que siente que la vida, que el espíritu que anima todo lo creado, es el único dios revelado: "La cola de una zanahoria viva vale más que la cabeza de un (líos muerto". "La vida engendradora y matadora de la muerte". "La prudencia nivosa y congelante de los viejos fue siempre la represa del ímpetu primaveral de los jóvenes". "Pisando los talones de la muerte está la resurrección". "I,a vida se ofrece como algo ¿ulterior y posterior a la muerte, como algo infinitamente más profundo, furioso e implacable". zL -I
Franco cree que fuera de la tumba hay incontables y variadas frustraciones de lo viviente, formas de negación fúnebre: los vicios carnales y espirituales, las aberraciones de la conducta o la mente, los juegos o fugas o enclaustramientos para capear el tiempo. "El polvo de las bibliotecas y museos, más sutil que el de las tumbas". "El que sacó su fe de los traficantes de paraísos celestiales para ponerla en los expendedores de paraísos artificiales no hizo más que vender dos veces por un plato de lentejas su derecho a ser hombre".
He aquí otro entre sus pensamientos de mayor calado y que tal vez mejor lo definen: "El hombre no puede vencer a la muerte, pero puede luchar eficazmente contra ella concibiéndola corno una indispensable necesidad para la renovación e inmortalidad de la vida". *
Se comprende sin esfuerzo que un hombre que ha roto a la redonda con los dogmas, las convenciones y los lugares comunes más frecuentados aspira por encima de todo a una mayor o a la integral expresión de la persona humana, es decir, que "el individuo o mera unidad de rebaño ascienda a personalidad". En el capítulo intitulado con esta palabra —del Diccionario de la desobediencia— el autor sin prisa ni demora se empeña en ir mostrando todos los aspectos y secretos del fenómeno como quien tallase un diamante en todas sus facetas posibles a fin de hacerlo reflejar la mayor cantidad de luz. Ante todo cree que se trata de un mandato ético. "Esa uniformidad canónica de opiniones y de tipos a que aspiran todos los despotismos (religiosos o políticos, intelectuales o castrenses) es un crimen de lesa naturaleza humana". "En la naturaleza viva no hay dos árboles o dos animales iguales entre si; pero los hombres bajo la presión del medio, tienden a parecerse como los adoquines o los postes del telégrafo". "Nos parecemos más a los otros que a nosotros mismos".
Sin embargo cada cual lleva en sí un germen fecundo: "Eres la larva de un hombre. Atrévete a ser hombre".
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Es decir, a expresarse, a traducir lo más autentico y original e impar que lleva en sí: "Aspirar a la personalidad es atreverse uno con su alma profunda, como una hormiga con un pétalo de rosa varias veces más grande que ella".
¿Que no se trata de una empresa fácil? Desde luego: "La tradición, los calendarios y horarios, los cuarteles y aulas, los partidos políticos, los dogmas, las ordenanzas municipales, los sastres, los fotógrafos, en fin, casi todos, viven conspirando para disuadir al hombre de ser él mismo".
Sólo que la búsqueda o el logro de la personalidad no implica introversión ni aislamiento sino al contrario. El hombre es un ser complejo y la resultante de varias fuerzas en lucha. El hombre es un ente natural y social a la vez y no es dando la espalda a la naturaleza y la sociedad cómo se plasma y educa sino en acción y reacción constante frente a ambas: "El hombre realmente de mañana, el hombre matinal, lo será ante todo por haber suprimido el tabique que existe entre naturaleza y cultura".
Por otra parte el medio social es coercitivo de hecho. "El lugar que ocupa la Iglesia, el que ocupa el Estado, el que ocupan los negocios, ci que ocupan los rebaños electorales... pero ¿qué lugar queda para el hombre?"
La expresión de la autenticidad y riqueza humanas implica libertad y modernidad verdaderas: "Cuando una criatura se logra en toda la hondura y el esplendor de la naturaleza humana, cuando alcanza la real majestad humana, es espectáculo más hermoso —en inteligencia y valor, en justicia y dulzura— que el ofrecido por cualquiera de los dioses conocidos". *
Que Franco haya hecho de la observación y la meditación uno de sus hábitos no puede hacernos olvidar que es por encima de todo un artista literario. Por ende el tema del arte y la literatura debía estar en primer término.
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El autor de Constelación cree que la belleza no es un ornato (como la flor es un órgano vital de la planta, no un adorno) sino "una categoría del ser" que "el misterio estético del mundo es una evidencia tan grande corno el sol". Por ende el arte no puede ser un ornamento o un juego (le IUC pueda prescindir el hombre. Resulta fácil comprobar en la historia que la neccsidaü cstCtica es una nc. ccsidad fundamental y por ello el arte, más que preciso, es indispensable y lo será cada vez más si es cierto que la humanidad tiende a alargar su distanciamiento de la mera zoología".
La relación entre la naturaleza y el arte es orgánica: "La fantasía que no se nutre (le realidad es flor de papel". "El arte no es sino una reencarnación de las maravillas que cubren la faz y también las entraiias de lo creado". "El objeto del arte no es sólo divertir, embriagar o hechizar, sino también, y principalmente, educar, esto es, afinar y ennoblecer nuestros gustos, pasiones y ambiciones".
Todas las artes son igualmente grandes y es más o menos imposible establecer jerarquías. Pero es indudable que el arte literario, que conjuga más claramente el pensamiento a la belleza, es la que más puede ayudar al hombre en su camino de liberación y ascenso. "La literatura no es sólo revelación del hombre y el mundo, sino, más que las otras artes, un intento de trascenderlos y modificarlos".
La literatura que tiene el privilegio de incidir sobre el hombre intelectual y emocionalmente a la vez, es, mds que cualquier arte o cualquier ciencia, capaz de educar al hombre. "En toda la vasta antigüedad la literatura aparece como un ejercicio privativo del levita, el sacerdote, el profeta, los colegios religiosos y los escribas o poetas más o menos adscritos al monarca o las castas gobernantes. Grecia fue la excepción: allí el artista y sobre todo el poeta y el dramaturgo fueron los guías espirituales de la sociedad y eso debiera ser retomado, con mayor razón en nuestra época, en que se libra la la batalla decisiva por romper los viejos yugos".
Para Franco la primera obligación (lel hombre de letras es asumir el espíritu de su tiempo (es decir, lo contrario al espíritu de inercia
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o de compromiso con el pasado) porque "la literatura, espejo vivo del hombre, siempre será una incitación al cambio, es decir, a mejorar la imagen reflejada". Para Franco el escritor debe ser un "despertador de dormidos", un alguien capaz de quemar los puentes que nos unen a una tradición de fantasmas y privilegios inhumanos: debe ser un libertador y por ende debe libertarse primero. Su vida y su obra deben ser un desafío. "Si el ejercicio (le la literatura (como ocurre con ci de oficios como minero, aviador o buzo) no implica un riesgo, ¿qué ilusión de grandeza puede haber en semejante oficio?"
Vamos a transcribir a continuación uno de sus retratos literarios para mostrar el esfuerzo de Franco por ver a sus maestros predilectos en su integridad pero no como semidioses sino como hombres, es decir, con sus limitaciones y negaciones: "Nietzsche es uno de los compañeros indispensables del alma moderna. Dcbemos, pues, perdonarle sus debilidades y delirios, sus contradicciones nihilistas. Advirtió, el primero, que la cultura de la Hélade, al revés de las otras, no significaba un intento de derogación de la Naturaleza, sino su coronamiento, y categorizó como nadie la energía y la armonía creadoras de los griegos (los hombres más humanos que existieron, superficiales por profundidad) pero reservó su entusiasmo para el feudalismo de Homero, o el (le Píndaro, no para la demiúrgica libertad jónica o la democracia de Esquilo, aunque denunció el orientalismo de Platón. Contradiciendo acaso su propia generosidad y ternura, compartió los prejuicios más paleolíticos contra la mujer, y por odio al socialismo rebañego de Düring, o por herencia, profesó un despotismo de capitán de barco negrero, aunque reconoció contra su héroe Bismarck 'la grosería y pesadez alemanas que desde el imperio no han hecho más que crecer". Aspiró genialmente a una moral basada en las modalidades expansivas no restrictivas de la vida, y terminó situándose 'más allá del bien y del mal", es decir, en el limbo o el aquelarre. Pero nadie antes que él hizo de las ideas semejante disolvente químico de los prejuicios de la moral evangélico-mercantil, de la concepción judeo-cristiana de la vida, de todos los credos de represión y renuncia. ¿Quién justificó y afirmó más lúcida y alciónicamente la vida, limpiándola (le todas las calumnias teológicas o filosóficas? ¿O percibió así el equilibrio entre los instintos y la razón como la salud cardinal del hombre, o sintió de ese modo la necesidad de romper Ja envoltura de la crisálida humana para llegar al hombre pleno? ¿Y qué palabra acercó o sugirió mejor que la suya la melodía del pensamiento?"
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Corno para todo espíritu curioso de la historia, de la psicología y del pensamiento, la religión constituyó siempre para Franco una preocupación ineludible. Ya en los comienzos de su juventud, Lugones lo llamó "poeta pagano", y lo es, si por tal entendemos una índole y un espíritu en ci que parecen brillar por su ausencia las preocupaciones y modalidades de las tradiciones judía y cristiana. "Ajeno a toda preocupación trascendental canta como el pájaro por libre llamamiento de la naturaleza", dijo Lugones. Todo eso es cierto, pero un espíritu realmente moderno no puede repetir la armoniosa simplicidad y serenidad del espíritu griego. Hijo de familia campesina y católica, Luis Franco, por una evolución inconsciente al comienzo, sin duda consciente después, fue desprendiéndose de todas las adherencias confesionales que no habían echado mucha raíz, presumiblemente, en un espíritu tan inquieto, avizor y libre como el suyo. La apacible somnolencia del religiosismo de Catamarca, y sobre todo sus apasionadas lecturas —Renán, primero, Nietzsche y Whitman, después— debieron ayudarle, a buen seguro. Ya en el Libro del gay vivir hay un verso del apasionado ateo que fue Lucrecio, leído en castellano y citado en latín con alarde ingenuo. Y sobre todo hay estos versos suyos: "Pero sirve a tu cuerpo para servir a tu alma. Y no des uno al diablo ni la otra des a Dios. Y ojalá te tuvieran sin cuidado estos dos".
No menos importante que esa precoz actitud es que preocupado en serio por el fenómeno religioso estudió largamente para comprenderlo mejor y averiguar su relación con todos los fenómenos de la historia humana. Leyó y volvió a leer los dos Testamentos, leyó la historia de las religiones y La rama dorada de Frazer y sobre todo a los cristólogos modernos —Strauss, Robertson, Smith, Couchoud, Brandes. Y así llegó a conclusiones claras y sin duda irreversibles. Una buena prueba del apasionamiento y responsabilidad de sus preocupaciones sobre el problema religioso son los tres densos ensayos intitulados: A ntología sacra, Biografía del último dios y Hagiografía profana (Diccionario de la desobediencia). Franco sostiene
que la antropología y la psicología han demostrado que el sLntlmiento religioso no es innato; que, como enseña Webber, las primeras prácticas religiosas son gestiones económicas; que las religiones actuales son supervivencias apenas modificadas de la época tribal, y que la religión ha sido siempre, como señalan Bertrand Russell y otros, el gran freno (le todo pensamiento innovador y liberador (el ataque a la raíz, la filoxera de la inteligencia) y el mejor custodio de los privilegios de clase. Piensa, últimamente, con Guyau, que el porvenir es irremediablemente irreligioso, esto es, que si la humanidad realmente se mueve hacia adelante tendrá que despedirse de la religión "como un avaro al morir se despide de sus monedas". ¿Que las religiones tienen dos, tres, diez mil años de existencia? "Los titanosaurios y sus parientes vivieron centenares de millones de años y terminaron yéndose cuando la tierra se les volvió inhabitable".
¿Cree el poeta de Suma, como Shelley, en "Ja necesidad del ateísmo"? Sin duda. Pero está lejos (le ser un materialista y cien pasajes de su obra lo comprueban: "El individuo humano debe comprender de algún modo que es algo más que su yo perecedero, que su ser individual es parte del Ser total y que luchar por enriquecer y espiritualizar la vida es el único modo de luchar contra la muerte". HE AQUÍ UN JUICIO SOBRE "PEQUEO DICCIONARIO DE LA DESOBEDIENCIA":
Estamos frente a un libro que se puede abrir en cualquier página, y en el que no nos será difícil —de inmediato— encontrar toda una filosofía nacida de la búsqueda (encuentro) permanente del hombre, de la acción y del trabajo "liberado". Entonces sí, podremos decir como Demócrito: "Adelante, que aquí también están los dioses". Bien puede referir este "religioso" que es Luis Franco...... O. B. (Ficción, NQ 21).
LA PROSA La obra en prosa de Franco está constituida por cinco volúmenes de biografías históricas, uno de biografías zoológicas, uno de historia y cuatro ensayos, sin contar La hembra humana, en prensa. Si tene-
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mos en cuenta menos la extensión que la calidad de estos trabajos C11 prosa, no deja de llamar la atención que no se haya ensayado sobre ellos una sola apreciación crítica, si se exceptúan las notículas —casi infaliblemente someras— de diarios y revistas. Ni remotamente vamos a intentar remediar esa falla, desde luego porque precisaría un espacio de que no disponemos, y después porque ese esfuerzo corresponde a un nombre autorizado. Nos reduciremos, pues, en general, a ciar una noticia sucinta sobre cada uno de esos volúmenes, citando alguna opinión crítica cuando sea necesario o conveniente. Creemos indispensable advertir que la parte biográfica de este trabajo es simple versión de los datos suministrados por el autor y que nuestra valoración, en su mayor parte al menos, trata (le reflejar la propia valoración del autor sobre sus libros, que pensamos, podrá ser mañana elemento de mucho significado para una apreciación crítica exigente. * A mérica inicial obtuvo en 1931 el premio Jockey Club al mejor li-
bro del año, y entendemos que fue el único en que se otorgó. El libro, colección heterogénea de estudios, retratos, y pensamientos sueltos y apólogos, tal vez no tiene otro valor —opina su autor y nosotros con él— que el de un ejercicio de exposición de ideas y manejo del instrumento. Muy distinta opinión merece El general Paz y los dos caudillajes,
cuya cuarta edición ha visto la luz a comienzos de este año. Se trata de una biografía novelada en que se respetan con evidente ventaja las normas del género: la verdad objetiva de la historia y la verdad psicológica, privada, de los personajes; la correlación profunda entre las modalidades sociales de la época y la actuación del protagonista; la presentación de costumbres y paisajes, no como detalles de ornato, sino como los elementos indispensables para lograr la vida del conjunto. La familiaridad del autor (lograda a través de epistolarios y memorias) con detalles privados de nuestra historia, su ágil imaginación y un lenguaje y estilo sumamente adecuados al tema, son también factores que contribuyen al éxito de la empresa. El hecho es que de este libro podría repetirse lo que D'Angelis (le--¡a
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En Ileliui 1929). En sus trabajos diauius a caballo.
en privado del Facundo: "Esto se mueve; es la Pampa, el pasto hace ondas agitado por el aire, se siente el olor de las hierbas amargas". El libro se abre con la silueta de Bclgrano: "Un hombre corpulento; lleva levita azul de alamares negros; su tez su mirada, como de niño; (le tan rubio, parecen azules sus ojos color moscatel. Se pasea con paso elástico, muy vivo, tanto que apenas pueden seguirlo esos que lo acompañan; pero su fisonomía tiene un reposo de agua honda. Sus gestos y maneras son los del caballero que está platicando con damas. Su caballo blanco parece de primera; pero, ¡vaya una monturita para un generali Porque es el general Bclgrano". "Los jefes del ejército —Díaz Vélez, Balcarce— murmuran de él y se creen, desde luego, con más derecho al mando que este abogado que habla inglés, entiende mucho o poco de economía política, pero que apenas si se hizo ver cuando los ingleses, y no hace mucho se dejó aporrear por los paraguayos... los paraguayos! Y todavía viene enfermo, al punto que casi pereció en el camino". "No es hombre de guerra, sin duda; pero el olfato de alguno que otro oficial puede distinguir desde el principio al hombre de mando. Y todos sin darse cuenta exacta, sienten que hay en él algo más profundo que el mero buen capitán que no es: su temple contagioso y su sagrada voluntad de sacrificio".
Podría transcribirse casi todo el libro, sin que decaiga el interés, ya se describan las peripecias de la formidable peregrinación del ejército del Norte desde la eglógica Tucumán a los páramos de la meseta boliviana, los llanos de la Rioja y la sombra de Facundo, las correrías de los indios, las montoneras de Córdoba o de la Mesopotamia, los padecimientos y el romance amoroso del general Paz en la cárcel o la evocación de la batalla de Caaguazú —que apareció en una página entera de La Nación antes que en el libro— cuyo mejor elogio está en decir que acaso no es indigna de aquel modelo de maestría estratégica. Cualesquiera de los varios retratos que abundan en el libro son muestras acabadas del empeño del autor de adaptar el lenguaje popular, aun el más rústico, al lenguaje literario y presentar al personaje sin las convenciones de la historia corriente: "Moreno y de cachetes bolas y ojazos oscuros —tiene un jarro de sangre india en las venas— sonrisa campechana y dicharacho a la mano, ese que viene al galope, de sombrero redondo y faja carmesí, con su recado alumbrando de
platería, y sonando a guerra, es el hombre que derrotó al por;eño Dorrego co el Guayabo y el gaucho más profundo de la Banda Oriental, que él conoce árbol por árbol y sendero por sendero... Jinete como un abrojo y con una desconfianza de tuerto, no se enreda en las cuartas ni en los apuros más ¡niprevistos. Mentado de mano para la taba o el lazo, como de cojones en un enredo de peligro o de enaguas, don Frutos, como lo nombran los contrabandistas riograndcnscs, sus amigos, gana la derecha como arriero de hombres aun al mismo Artigas y en los pagos urugua yos el que no es su hijo es su ahijado o su compadre. Receta a las mujeres; dice che a los viejos, convida su cantimplora al negro; los indios le piden la bendición..
Esta simpática presentación no impide mostrar al general Rivera en toda su inmoralidad política y su incapacidad militar, para completar el retrato. Por encima del color local el autor busca la verdad histórica y si los caudillos de poncho no aparecen muy favorecidos, tampoco salen ganando mucho "los caudillos de charreteras o latín" de las ciudades. Como una excepción entre las muy contadas, se ofrece la figura del general Paz no menos ponderable por la genial calidad de su carácter que por su genialidad de estratega. * Varios años después publica un libro sobre la figura que desde hace un siglo viene sirviendo de pretexto polémico a los dos modos tradicionales de enjuiciar el proceso de nuestra historia: federales y unitarios, conservadores y liberales, rosistas y antirrosistas, para decirlo del modo que hoy lo expresa mejor. Franco, en El otro Rosas, se ha esforzado en ponerse por encima de los contendores y superar sus limitados puntos de vista. Intenta demostrar que en un revisionismo desprejuiciado y con sentido más actual de la historia, la figura aciaga (le Rosas aparece rnís desfavorecida aun, menos por su dictadura asfixiante y sus crímenes que por su quietismo a estilo de la colonia y por su incapacidad de estadista, pues gobernar no es mandar. Para Franco, Rosas fue "un gaucho de similor" por conveniencia demagógica y no representó a las masas populares —como creyeron hasta sus enemigos y lo sostienen hoy sus partidarios póstumos— sino exactamente todo lo contrario: fue el procurador de los estancieros
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y comerciantes, es decir, de la clase privilegiada de que él era miembro conspicuo. Nunca estuvo realmente contra los intereses de Inglaterra, y Franco cree probarlo citando al propio panegirista de Rosas, Saldías, recordando su informe de que los ministros del restaurador — y tal vez él mismo— comerciaban con los bloqueadores. Con todo, entendemos, que la mayor novedad de El otro Rosas
está en su empeño de mostrar que, pese a su fomento del progreso moderno, los adversarios y sucesores de Rosas fueron en lo fundamental sus meros continuadores, pues también pertenecían, como Rosas y los suyos, a la clase poseyente, y ambos grupos, en general, gobernaron para su clase, no para el pueblo. "La prueba mayor estaría en que el reparto de la tierra pública entre miembros de la clase privilegiada, iniciada por Rosas, fue continuada en escala mucho mayor después de la conquista del desierto". El decreto del año 1815, contra la clase paisana que Ingenieros imputa a empeños de la firma Rosas y Terrero, fue reproducido casi textualmente en el código rural de la provincia de Buenos Aires dictado después de la caída de Rosas: en esto insiste Franco. Los dos primeros capítulos del libro son un amplio panorama, lleno de observaciones y conceptos nuevos, sobre el proceso histórico (le España y sus colonias. La parte propiamente dedicada a Rosas contribuye a esclarecer el tema con no pocos atisbos sobre el carácter y la actuación del protagonista. Pero de las apreciaciones leídas o escuchadas se desprende que hay coincidencia general en el juicio de que el libro carece de la armoniosa estructura de El general Paz, si bien los capítulos dedicados a la Pampa, al indio y al gaucho pueden figurar entre las más claras páginas de la prosa argentina: SOBRE EL GAUCHO:
• 'En la pampa todo o casi todo tiene un acentuado gesto de fuerza. La ternura está ausente o escondida. Es la tierra de lo macho. Cualquier llanura predispone al arrojo; la pampa a la temeridad. El viento, la tormenta, los animales, la sequía, el incendio, la indiada, están contagiados de ese espíritu pampa. Si el ambiente de vigor y salud empuja a la acción, la pampa en si misma es un oleaje; impone el movimiento coisso el mar. Más que éste, es la tierra en forma de camino, "Si afuera no hay quiebras ni frondas para la emboscada, dentro de los pechos la pampa se expresa en un coraje abierto y sin trampas. La libertad de
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las fuerzas naturales se cambia en una holgada libertad de ademanes. Es el desprecio a toda convención, a cualquier atadura social. Como la tierra, el hombre apenas cree en las fronteras. 'La montaña medio empareda el alma humana; ci gran bosque intenta abogarla; el mar la abruma, quiera que no, Pero la grandeza de la pampa es un estímulo. Su desaforada amplitud cría almas de gran resuello, digamos: almas de espacio. "La verdad es que el desierto verde está metido en su criatura. Se lo ve en su aventajada talla, sus grandes huesos, sus músculos de gran felino, su pecho (le llanura. Su necesidad de mirar a lo lejos, conversando con la distancia en todo instante, lo obliga a erguir el espinazo: esa altivez de cuerpo respalda la de su alma. 'Hombre, las más veces, de altor aventajado, cetrino y nervudo. El cuerpo más o menos charcón y ceñido de músculos; la barba rala o tupida; la retinta melena, copiosa siempre, envuelta en un pañuelo rojo, o derramada hasta los hombros, bajo un sombrero pajizo". El gaucho puede verse muy pobre, con botas y poncho agujereados, y salir de un rancho más pobre aún; pero, jinete hasta el caracú, pondrá todo su haber en la montura. Hay pingos que casi alumbran como un alba de la plata que llevan encima. A pie, el gaucho tiene la desmañada lerdura de los halcones en el suelo. Bajo ella guarda ci repente del relámpago. 'Su enojo es velocísimo, en el arranque y el remonte; vuelve con facilid.:d a la calma. "Hallándose más en el silencio que en la palabra, puede galopar en compañía una ringlera de leguas, sin decir mu. Su lenguaje es de meollo y Sentencia. Su ironía hila más delgado que las arañas. Si sale dicharachero y contador de casos, casi seguro que no le falta sal. "El gaucho tiene el mirar intenso, tanto a veces como el del animal salvaje que persigue, y parece atento menos a la cercanía que a las brumas del horizonte que puede arbolarse de tacuaras en lo que canta un gallo". SOBRE ROSAS:
Digamos, para terminar, que si un insensible nato, pero demasiado frío y cobarde para ser peligroso, llegó a trocarse en una especie de semidiós del mal gracias al disfrute del mando absoluto, fue esto mismo lo que permitió que un guarango de tantos se convirtiera en un gran artista de la farsa patibularia. "Rosas es un hombrecito de tantos, desbordado por un ego hipertrófico. Es el enano que encaramado en una peaña —la suma del poder público— puede escupir más lejos que un gigante". Ya lo vemos: bajo la mueca de Mefistófeles, las quijadas del buen Sancho. "Es que Rosas, quídam inesencial por antonomasia, carece de personalidad interior, o más propiamente, la suya es una suma de negaciones".
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SOBRE EL AISLAMIENTO ANÁRQUICO O DEBILIDAD I'OLITICA DEL PAISANO ARGENTINO: ..."Al revés de lo que ocurría en Europa, aquí el bajo pueblo de las duda(les —COflStitIli(lO mayoritariamente por esclavos, sirvientes y clientes— era ejemplarmente sumiso en relación al filoso individualismo y a la aguerrida independencia de nuestros campesinos: los gauchos. El inevitable trastorno y la debilidad policial que trajo la revolución, exacerbó su intangibilidad ecuestre. Pero su concepto y práctica de la libertad eran ingenuamente salvajes: cuando peligraba, cada uno acometía solo —él solito detrás de su cuchillo—, hasta el fondo. Y eso era todo, claro. No sabían defenderse socialmente. Por ello fueron descaminados por los caudillos o patrones de la montonera".
JUICIOS
"Implacable, en suma, es este libro de Franco. iI mismo lo reconoce. . . Y en esto cabalmente reside el mayor mérito de este ensayo, en la exposición de hechos y documentos que constituyen de por sí una lápida". JOA QUÍN
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en V ea y Lea, 26-V II-56.
"Luis Franco es uno de los poetas de más hondo arraigo en el tiempo y, a la vez, uno de los escritores de visión más penetrante en la tarea privilegiada de hallar la bifurcación o el encuentro de nuestro pasado con las etapas sucesivas y las que han de venir, para las cuales debemos prepararnos y en cuya ayuda él se IlOs ofrece con su pura y altísima condición de poeta y escritor. El otro Rosas demuestra con qué claridad penetra en el laberinto histórica y descifra el verdadero sentido de la tiranía rosista. No es que ofrezca una visión nueva del abominable tirano, pero sí reconstruye sus actos, los ausculta y extrae de ellos la verdadera finalidad, demostrando su conspiración contra los intereses más legítimos del pueblo y de la nacionalidad en ciernes. Lo hace con la agudeza y la lealtad del que tiene una conciencia insobornable al servicio de las generaciones presentes, que tienen que formarse un concepto cabal respecto de los hombres que han manejado el país y no supieron salvar lo mínimo para eludir el repudio de la posteridad. Hay en El otro Rosas
1go así como la reacción del hombre que fue directamente despojado de la tierra que laboró y que por traición del estanciero tirano se ve hoy sin la posibilidad de encontrarle una salida a su injusta miseria y a su obstruido destino. En el pensamiento de Luis Franco para el enjuiciamiento de Rosas, resurgen el criollo de entonces y el indio de entonces, sentenciados por el restaurador, como por una maldición bíblica, a una vida de esclavos, precisamente en medio de circunstancias que hacían posible y hasta fácil su redención. . . Franco lo señala todo con probidad y lo dice enteramente, en el idioma preciso de los que piensan en función de designios inabdicables en bien de la verdad y del pueblo. Por eso su libro tiene fuerza persuasiva y tiene la belleza de lo que está bien visto y bien dicho, hasta en la parte polémica, en la que los pretendidos revisionistas de la historia tienen su merecida e ilevantable réplica, en una prosa ágil y vigorosa". SAMUEL EICIIELBAUM *
En W alt W hitman, Franco, según confesión propia, se propuso simplemente hacer conocer en castellano la vida más o menos desconocida del gran poeta a fin de mostrar el vínculo vivo entre aquella personalidad inmensa y la grandeza de la obra. La parte biográfica está hecha principalmente sobre la base de los datos suministrados por la obra clásica de Bazalgette sobre ci poeta americano. Sólo que llevado por la belleza y nobleza del tema, por su admiración hacia los poemas de Hojas de hierba, y, probablemente por una fuerte afinidad de temperamento, el W alt W hitman de Franco es un intento, sin duda, logrado de recorrer en toda su magnitud el gran fenómeno que supone mirar a Whitman a través de su obra y mirar su obra a través de Whitman. Pese a la calidad de la mayor parte de sus páginas, creemos que el libro padece un déficit serio: su asimetría, por decirlo así. Capítulos como el dedicado a Emerson y el dedicado a Lincoln, muy bellos e iluminados en sí, resultan visiblemente desproporcionados dentro del conjunto. En el segundo capítulo del libro titulado: A bsorción y expansión Franco dice de Whitman:
Lo (1UC integral y profundamente provoca la cu riosid id, ci estupor, y el escándalo de la gente es ci modo de ser todo entero de este hombre, que comienza ya a alzarse como una sonriente e implacable contradicción a los prejuicios más venerados del mundo yanqui. Porque el ciudadano de la Gran Unión, que se cree el hombre más desprejuiciado de la tierra —y lo es, en cierto modo— también está lleno de mutiladas limitaciones y dispuesto a prosternarse ante innumerables ídolos. "Maestro de escuela, se hace respetar sin acudir jamás a la palmeta, aunque Cierta vez debe esgrimir la caña de pescar contra cierto muchacho insolente. Periodista incipiente, Walt salta de una isla a otra —de Long Island a Manhattan y viceversa—, pero ni las calles babilónicas, ni los salones de imprenta llenos de la magia de Gutenberg, esto es, de poder dirigirse de una vez a millones de hombres, pueden con su indomable pasión: el mar. Cada vez que puede, en efecto, vuelve al mar, pero no solo, sino con Shakespeare. Y el más libre y poderoso (le los poetas modernos y el mar (el libertador de todas las pesadillas (le la quietud y el encierro, el gran agitador y apaciguador, con sus borrascas y sus melodías, el gran tragador de vidas y esfuerzos terrenos y a la vez el gran dador de salud y euforia —el gran dictador del alma humana— el más profundo desafío a la obstinación y el coraje del hombre) son, en conjunta lección, los primeros y fundamentales maestros del futuro inventor de Hojas de hierba".
"Un hombre empeñado principalmente en absorber por todos los poros (le su piel y de su espíritu la mayor cantidad de humanidad y naturaleza, un ser cuya preocupación fundamental es simplemente vivir, lo más profunda y armoniosamente posible, tenía que producir una impresión desconcertante en cualquier mundo moderno"... .,"Walt no cree que cualquier camarada suyo, un cochero, por ejemplo, con su fuerte salud y su capacidad (le lealtad y de afecto, no sea superior, vamos al caso, a ese vejete que él ha Visto un día envuelto en pieles preciosas como joya en su estuche y a quien sus servidores, con cuidado y cortesía (le un servilismo infinito, colocan en un trineo de lujo, entre el beato asombro de los pasantes, ese mister Astor, que "vale treinta millones (le dólares", gran ejemplar de pobre diablo averiado por la riqueza, hijo y padre de la explotación y la servidumbre". Respeta la fe absorbente (le SU madre, pero él no pisa jamás una iglesia "porque ello no tiene nada que ver con el respeto y la fe en un ser divino". . -
W alt W hitman de Franco es —pese a la laguna señalada— un estudio de la vida, la obra y la personalidad del poeta yanqui como tal vez no hay otro en nuestra lengua, tanto por la hondura de la visión como por el poder del estilo. "1W alt W hitman! Cuando más transitamos sus veredas más juramos tenerle por un poeta aparte y también por un hombre aparte, El
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co un destino único; junto a él, los dermis poetas, quienes quiera que sean, cual más o cual menos parecen, o próceres de academia, o meros profesionales del verso o de la nombradía. "A su lado, junto a su poderosa integridad, el mismo Zaratustra, a trechos, con sus sarcasmos y su misoginismo, casi parece un romántico, y el padre de Fausto muestra demasiado sus maniotas palaciegas. "De veras, nadie echó sobre la vida más preclara mirada que la de esos ojos en que se descorre el futuro y en que lo cotidiano aparece como una espontaneidad de lo eterno. "Su caso hace pensar en un león de circo que recobrara su bosque. ¿Un gigante? ¿Un semidiós? No, ya lo dijimos, sino el más humano de los hombres hasta ahora, este canonizador de la vida, con su buen humor invicto y su fe incorruptible. Vive en olor de multitud el gran amoroso ("se nutre de pueblo como las abejas de flores"), ¡pero guarda!, que es el enemigo jurado de todo lo plebeyo. Es el mayor amigo que han conocido los hombres, este que los sacude y empuja como el viento; el mejor cantor de todas las cosas domésticas de los hombres, este que quiere proyectarlos hacia la más profunda lejanía. 1 launch all inen and wornen forward with inc mio ilie Uii/iiowii" *
En el cuarto de sus ensayos biográficos, Hudson a caballo, el autor recupera a nuestro entender las mejores cualidades de El general Paz y supera a todos los anteriores en la universalidad del mensaje y en los valores del estilo. Un crítico de La Prensa, ocupándose tic este libro subtituló su trabajo: "Hudson encuentra biógrafo a su medida". Sin duda eso implica un elogio asaz ponderable, l)CFO 110 ]o creemos exagerado. La afinidad entre el biografiado y su biógrafo es obvia. Si algo distingue a Luis Franco por encima de todo es su extremosa sensibilidad para los múltiples y diversos aspectos de la naturaleza, desde los más graciosos a los más profundos, y su capacidad para trasmitir sus visiones y emociones - es decir, eso mismo que asumió categoría genial en Hudson. A propósito de este libro he oído hablar de la prosa »oeuidica de Franco. Creo que es uno de esos 1ugacs comunes que t((lQ Ci
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inundo suelta o acepta sin detenerse a pensar mucho ni poco. Si bien se mira, lo que generalmente recibe ese nombre suelen ser efusiones o divagaciones sin el contenido de observación o reflexión de la prosa y sin el verdadero espíritu o numen poético. Franco acostumbra citar una afirmación (le Goethe: "El objeto de la poesía no es lo poético sino lo real". En cualquier caso él es un observador agudo y un hombre de ideas claras cuando toca los temas que él prefiere y eso está demasiado a la vista en el Hudson a caballo, una prueba más de que la gravedad del pensamiento puede darse la mano con la mayor audacia y ligereza de la forma. Hudson a caballo ha sido escrito para evidenciar entre otras cosas que Hudson, que nació en las llanuras del sur y galopó por ellas durante treinta años y convivió entrañablemente con sus paisajes, sus vientos y sus gentes, Hudson fue siempre, fundamentalmente "un gaucho entre gauchos", un puro hijo de la Pampa (aunque hubiera "absorbido la cultura (le Europa y escribiese en inglés") y que sin entender eso es imposible entender bien su genio y su obra. "Guillermo Hudson Se denlinClil como lo que es —un puro criollo de las llanuras que tutela la cruz del Sur, hasta en la fachada—. Alta y enjuta talla dirá el ande ave de presa; cráneo (le la edad de bronce (a true Beakero'an, tropólogo Kcith) , cabellera y barba no rubias, sino oscu ras y ariscas; Ojos castaños, no azules, y con brillo magnético; orejas anchas y separadas de escuchador pampeano... Ya se ve: la pinta de un gaucho entre muchos. También en el acento y la mesura de su perla, en la sobria cortesía de sus gestos y ademanes, en su poderosa vocación y su poderosa gracia de narrador toda. de aventuras, y en el aura (le misterio que rodea sil "Si penetramos más adentro, va lo sabernos, el parecido persiste y se aviva. Prefiere el trato con los humildes, porque en ellos el hombre está menos avenado por las convenciones, y porque él ha sido siempre pobre y vive a lo pobre, mas puede alternar con el magnate sin cambiar de actitud interior ni exterior. Su carencia de prisa es grande — slowy! slow!y!— , pero su desestima del dinero es mayor. Esto último y su rebeldía y falta (le flexibilidad le invalidan para el medro. Su fondo es de esencial bondad, pero bajo "su seria sonrisa" suele esconderse la ironía y el sarcasmo. No cree en Dios y "profesa una franca prevención a todos los clérigos sin distinción (le cultos" (Casares) pero cree en lo sobrenatural como los gauchos en luces malas. Acepta la miseria con estoicism) perfecto, conservando, eso sí, en todo momento, su afición cimarrona a la libertad. De los gobiernos, todos le parecen.., peores. Es andariega por vocación y hábito. Un solitario nato, claro es, que como un viejo guanaco, de. searía morir solo, mas a pesar de eso, o por eso mismo, lleva, y muy a fondo, p
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el culto dc la amistad, aunque defendiendo sus secretos como una fiera su guarida. Su conversación preferida, aún en el destierro, no recaerá sobre literatura, psicología u otros pasatiempos de la contemplación, sirio sobre hechos serios: la Pampa, los gauchos, los malones, y sobre todo, los caballos. Cuando se vaya a Inglaterra, llevará su poncho como un amuleto que conservará toda su vida. 'Un gaucho, pues, aunque no use chiripá ni cargue boleadoras. Tampoco pulsa la guitarra, pero son esas mismas cosas que los payadores narran o intentan narrar cadenciosamente al son (le las cuerdas las que Hudson narrará sin más música que la de su alma. Su arte logrará fijar un día para siempre las imágenes más vívidas de la Pampa y sus criaturas con la delicadeza y pasión y fruición con que un trenzador autóctono dibuja y borda con fino pellejo de potrillo una boleada de ñandúes en una ancha cincha de cuero. "(Sí, es un profundo baqueano y rastreador entre los otros, con un conocimiento más o menos mágico de la tierra y de lo que se mueve en ella, pasa. do con armas y bagajes a la literatura.)
He aquí ci retrato del caballo pampeano, que aprobó sin reservas el hipólogo Emilio Solanet, quien saludó al autor, desde la Pampa, con "relinchos de Mancha y Cato". "Es mucho caballo, tanto por fuera como por dentro. Cabeza de base ancha y vértice fino, es decir, de mucho cráneo y poca cara; frente abierta y perfil medio acarnerado, las más veces; ojos laterales y oblicuos, de esos que ven casi todo sin mirar casi nada; orejas chuecas, por lo común, para encartuchar mejor hasta las briznas (le Uri ruido; cuello ni de toro ni de llama, sino de proporción sin reproche, el borde (le abajo derecho, el de las crines tirando a corvo; más que fortacho (le caja y cuerpo, con cuerdas y entrenudos a prueba cte guerra; paleta medio oblicua y recargada, anca llovida; pierna y brazuelo repujados y seguros; garrón potente; cañas bien a plomo; las cuartillas, más bicis largas, denunciando la suavidad de su andar, y las patas Cortas y reciamente articuladas, su firmeza. Sedosa cuino su crin, su cola es baja y medio hundida entre las nalgas; el casco, redondo Como el horizonte de la tierra que pisa, desprecia la herradura. Su esqueleto es como tic fierro; la fornidez de sus nsaseteros habla de su estómago de guanaco. La gran llanura puede estar contenta de su último hijo". ¡Colores (le los caballos (le la Pampa, innumerables como los rastros (le una huella! Los tobianos, parecidos a dados, los doradillos lucidos como una onza de oro; los oscuros como noche de tormenta, los tordillos como noche estrellada; los gateados con algo (le cebra O (le jaguar; los blancos y (le hocico rosado, como hijos del alba; los colorados o alazanes, como hijos 'del fuego..."
Franco encuentra otro motivo de admiración en Hudson fuera de su maravillosa sensibilidad para las gracias y valores de la Naturaleza que pone en evidencia en toda su diafanidad y profun-
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didad en el capítulo intitulado: El dios Pan en la Pampa. El biógrafo sostiene que, aunque Hudson careció de preocupaciones políticas, el profundo artista que había en él, caló más o menos subconscientemente en la entraña social: así cuando en La vida de un pastor denuncia la inicua explotación del campesino inglés, y sobre todo cuando en El ombú muestra al desnudo la avaricia inhumana de la clase patronal. Sólo que eso ocurre en Hudson como al descuido y sin darse cuenta. Precisamente y pese a su entrañable afinidad con él, Franco termina su libro señalando cuál fue, según su modo de ver, la falla del gran Hudson: Sólo que un gran espíritu, aun el más grande, es siempre fragmentario. Su luz no se da sin sombras. Así ci credo (le Hudson nos deja a medio camino. Los credos místicos, por un lado, intentan sustraer al hombre de su carne y su mundo; el de la civilización industrial al servicio de una casta, lo envuelven en un ambiente técnico y mecánico que lo sustrae al contacto y la comunión con la Naturaleza viviente. "Pero emanciparse de esas dos Supersticiones no es todo. Sumcrgirsc en ci baño de juvencia de lo natural es indispensable, pero no es todo, porque el hombre ya no puede reducirse, como ci animal, al mundo del instinto por maravinoso que sea. "Si, ci hombre es historia natural, pero también es... historia humana. Y Hudson apenas parece advertirlo. Que el hombre de hoy no espere ya ser salvado desde lo alto, se explica. Pero el hombre como tal, comenzó en tanto supo mostrarse capaz de superar la mera historia natural. Y quien cree en el pro. greso de la Naturaleza por selección natural está obligado a creer en la evolución progresiva de la historia, esto es, en la capacidad (lel hombre para superar sus propias incongruencias, derrotando a sus amos invisibles y visibles —burlándose del azar y la fatalidad— y ser su propio Redentor. "Y dicho está con ello que su sahiduria y su virtud no pueden ser ya meramente las de la Naturaleza: tienen que ser típicamente humanas".
En su libro sobre el mismo tema, El mundo maravilloso de Hudson, Martínez Estrada parece insinuar una aproximación entre Franco y Borges: "Dos de nuestros más grandes y comprensivos escritores", dice. Aunque en verdad el desparecido entre ambos es lo que impresiona. Creemos que Borges representa más la experiencia libresca, Franco principalmente la experiencia vital. En capítulos del libro que tratamos como El dios caballo, El verde piso del mundo, Los ángeles de pico, La Pampa contra el Sinaí, la retórica gauchesca
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se halla ausente, pero en mensaje universal está dicho a través de figuras y anécdotas tan argentinas como la hierba de la Pampa. HE AQUÍ ALGUNOS JUICIOS SOBRE EL LIBRO:
¡Qué libro el suyo, denso, sabroso, malicioso, henchido de sabiduría, saturado de un sereno amor! No necesita apresurarse y va al paso que dura, mirando y haciéndolo mirar todo, para que disfrutemos como él disfruta, y conozcamos la Pampa, los hombres de la Pampa, los caballos, los pájaros, las bestias raras pobladoras del desierto, plantas curiosísimas, aunque nunca tanto como sus gentes, sus ideas, sus costumbres, las aventuras increíbles que corren y su manera de contemplar el mundo. Uno se entra por sus páginas como por el campo mismo..." ALONE, El Mercurio de Chile, 28-VII-1957. "Una poderosa pasión que busca el camino por el que se integran en auténtica unidad, Naturaleza y Cultura, una prosa criolla hecha de claridad y savia vital son los instrumentos con que Luis Franco nos hace penetrar a fondo y ver iluminado el mundo de Guillermo E. Hudson... Al analizar la obra de "el más profundo poeta (le la Naturaleza", del hombre "que no estaba inventando el mundo sino descubriéndolo de nuevo" el autor de El otro Rosas y (le Suma, como el mismo Hudson, nos demuestra que también de él corresponde decir que a la luz del ojo esclarecido por el espíritu (su espíritu) es bello todo lo que vive". La Razón, 6-V 1I-1957.
"El alto poeta de Suma no ha escrito una biografía de 1 Iudson, pero quizá la suya sea la verdadera biografía posible de un artista, pues ha sabido recrear las tensiones que hicieron vibrar su espíritu". "Hay una especie de humildad en la empresa de Luis Franco, porque siendo un auténtico Thoreau criollo, parece limitarse a una glosa de Hudson. Pero vemos reiteradamente cómo se confunde con el mismo I-Tudson y vive y revive esa ebriedad de infiniLo en la
propia exaltación de lo creado. Pero su libro, creación cle poeta, es asimismo obra de pensador. Hudson a caballo es un nuevo breviario de la Pampa. Hombre de montaña como Sarmiento, la revive Ha escrito un nuevo Facundo". como él. BERNARDO VERBITZKY Noticias Gráficas, enero 1957. "La vida de Guillermo Enrique Hudson, sus sueños, su lucha, ha sido claramente interpretada por Luis Franco. Es una biografía exhaustiva, casi total. Y decimos casi, porque sólo faltaría el personaje vivo ... "Pero más allá del biografiado, de la empresa que significa rescatar para la posteridad esta figura histórica, por encima de la labor personal del biógrafo, hay algo que resalta nítidamente y que supera todo elogio: es la forma, el lenguaje, el estilo de Luis Franco.. ELISEO CASTIEIRA DE Dios, Histoniuin, IX-1957. * Llegamos a la última de las biografías escritas por Franco hasta hoy: Sarmiento y Martí.
Convengamos en que el tema es uno (le los más frecuentados en la literatura hispanoamericana. Pero Luis Franco, no es de los que escriben por escribir, y él no sigue las huellas de los demás sino para ir más adelante o mostrar que el camino estaba errado. No nos extrañe, pues, que su Sarmiento descoincida en grande con el de los otros biógrafos. "El Sarmiento que intentamos presentar —confiesa— difiere un poco no sólo del resignado Sarmiento de los homenajes escolares y los discursos patrióticos, sino hasta del más decidor de todos: el de Leopoldo Lugones". La explicación tal vez no es difícil. Según Franco, en los demás biógrafos —más o menos comprometidos con el mundo oficial o semioficial, desde Groussac y Lugones a Rojas— ha obrado muy decisivamente el empeño de no rozar el prestigio de algunos de los grandes adversarios (le Sarmiento como Mitre y Roca, ni menos el de la oligarquía, agraviada por Sarmiento en sus últimos años. Según intenta demostrar Franco, Sarmiento fue —pese a sus contradicciones y a las inevitables limitaciones que tienen hasta los más
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grandes— el único que tuvo la visión del gran futuro del país y el único que se entregó por entero a luchar porque la promesa se hiciera realidad, chocando reciamente no sólo Con la miopía de sus contemporáneos sino "con los privilegios intangibles de las clases dirigentes." De ahí lo desaforado en su lucha yel por qué le declarara a Avellaneda un día: "Yo estoy divorciado de las oligarquías". Franco piensa que lo que urge es mostrar la figura de Sarmiento en su real perfil y dimensión y señalar el verdadero alcance de su mensaje, para beneficio tic las nuevas generaciones. Su primer esfuerzo en ese sentido fue acometer la realización de lo que debiera haberse hecho hace rato: una verdadera antología de la obra escrita (le Sarmiento que él llama "nuestra verdadera Constitución Nacional", no sólo porque en ella, por milagro del arte, están vivos el paisaje y el hombre nuestros del siglo pasado, sino porque allí están tratados a la luz de una comprensión genial y una pasión apostólica, muchos de los problemas fundamentales que no hemos resuelto todavía: la cultura popular y la Ocupación de la tierra por quienes la trabajan. Textos fundamentales de Domingo F. Sarmiento, aparecido en 1960, significa no una (le tantas compilaciones fragmentarias hechas con la tijera, en que sistemáticamente se omite lo más comprometedor, que suele ser lo más fecundo, del pensamiento sarmientino, sino una antología de verdad, que extracta rigurosamente de los 52 volúmenes de la Obra los pasajes más señalados por la eficiencia y originalidad del pensamiento o del estilo. En la advertencia preliminar se expresa: "El que Sarmiento es la más ponderable figura de la literatura de nuestra América tiene por primer veedor a Unamuno: Sarmiento, el criollo que en el campo de la literatura marcó la mayor originalidad, el escritor americano de lengua española que hasta hoy se nos ha mostrado con más robusto y poderoso ingenio y más fecunda originalidad.
"Cabe agregar que su personalidad es también la más espiritualmente caudalosa y fecunda. "Con tamaños antecedentes, resulta doblemente extraño que hasta hoy no se haya penetrado en ese musco inmenso y (le frecuentación difícil que es la Obra Completa de Sariniciito al solo objeto de
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extractar en un millar de páginas destinadas a la masa i)0P1l leyente (para quien, con preferencia escribía, según dijo en sus últimos años) lo más moderno (le su pensamiento y lo más inmarcesible de su palabra". "DOMINGO FAUSTINO S'sRMIENT0: TEXTOS FUNDAMENTALES"
(Antología de Luis Franco y Ovidio Amaya). Una valiosa antología de Sarmiento que, a nuestro juicio, contiene lo más vivo de su fecunda producción. ..."Inicia la obra una advertencia que, a manera (le prólogo, escribe Luis Franco, el magnífico poeta y vigoroso prosista. En ella explica la trascendencia de Sarmiento en la vida argentina y americana, y el sentido revolucionario de sus ideas y de sus enfoques políticos. Al sintetizar lo más agudo de la acción transformadora de don Domingo, afirma que "nadie indagó y luchó entre nosotros como él, con cien ojos y cien manos para sacarnos de encima ese íncubo que era la herencia colonial y medieval, mientras despachaba palomas mensajeras al •porvenir. ANTONIO DE LA TORRE, La Prensa, 24-X II-1960.
VOLVAMOS A SARMIENTO Y MARTÍ.
Nuestro autor piensa que no hay ningún apuro en defender a Sarmiento del "optimismo agresivo de sus denigradores sino de la desfiguración de sus panegiristas" En tal sentido su descoincidencia con El profeta de la Pampa de Ricardo Rojas es fundamental. 'Aunque poseía títulos para sobrevivirse con gloria —dice Rojas— cuando su misión política hubiera concluido, él prefirió crearse renombre de luchador, siendo otra tan distinta la predestinación póstuma de su genio. Sarmiento, desde 1880, no supo envejecer y prefirió dedicarse a reñir con toda la gente y llamar la atención pública con actos extravagantes".
Esto es lo que Luis Franco no puede admitir (le ningún modo, precisamente porque eso niega a "el Sarmiento mayor, el que en los últimos años se batió como un viejo león acorralado, y por ello
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peligroso que nunca, contra ci fuego cruzado de beatos y lberales". Nuestro autor no cree que Sarmiento como hombre, pensador o político sea intocable y que deba asumirse ante él "una actitud de hagiógrafo o de retratista de corte". No, pues si bien él, como Martí "desbordaron con frecuencia su medio y su tiempo, no llegaron hasta quemar sus naves, hasta romper totalmente con los usuarios de la rutina, el privilegio y el dogma. Su pecado inconsciente estuvo en su falta tic ojo para el sentido y alcance de la lucha de clases, ese quid, no divino, sino endiabladamente humano de la historia". De allí sus contradicciones y limitaciones. Pero él no pretende proceder ahistóricamente, sacando a los dos grandes más auténticos que sin duda ha tenido Hispanoamérica, de su medio y su época. Cree que hicieron lo más que puede hacer un hombre por "la justicia, la independencia y la belleza humanas" y que a ello debióse la tremenda resistencia que levantaron. Según Franco, el Sarmiento de los últimos años no cayó en pesimismo, ni procedió por resentimiento de sus fracasos políticos o por "llamar la atención con actos extravagantes", sino que —coincidiendo en esto con Alberdi— vio que treinta o cuarenta años después de Rosas y Facundo, su país y el resto de Sudamérica, aunque con evidente logros de progreso externo, no habían salido de su barbarie esencial: la incapacidad de su pueblo para gobernarse a sí mismo. Seguían gobernando los dictadores, y las oligarquías tan dictatoriales como ellos. Sarmiento luchó contra eso, como había luchado toda su vida. "Su vejez, en vez de aminorarlo, lo agigantó más en el itinerario de su combate por la luz", Cree Franco, que el espectáculo (le Sarmiento como personalidad, no fue inferior sino tal vez superior a su pensatitimito y su acción:
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Y así, pese a todo, y a ratos, al parecer, contra todos, fue estructurándose y creciendo esa personalidad de dimensión desconocida en Sudamérica y que Sólo pudo aparecer en ella y en su época. Misteriosa e inconscientemente se encarnaron en ella los anhelos y sueños de un pueblo que quería librarse de su pasado carcelario como un río cordillerano busca librarse de sus hielos". ...";Maestro de escuela, tendero, minero, pedagogo, diarista, militar, lite. rato, legislador, pionero, estadista, humorista, Robinson (le Carapachav, vidente? Sarmiento no fue nada de eso, es decir, lo fue todo en uno, cada parte co-
mo miembro indcssneinbrable de una personalidad fraguada en una milicia éplca; la de sacar a un pueblo (le la servidumbre. "Era un hombre desbordado de humanidad. Muchos hombres moraban en él sin estorbarse. El combatiente más acerado e intenso, y el hijo, padre, ami. go o amante capaz (le la más caudal ternura. El fanático (le la naturaleza y el fanático de la humanidad. El numen de la cólera y de la risa. Lo más varoni!, lo maternal y lo infantil. El cariño casero y el sentido universal (le la vida y del hombre. Orgulloso como un relámpago, a veces, pero en cualquier momento capaz de la mayor sencillez y modestia y de la más espléndida estima del mérito ajeno.. "Sintió toda la lira de la mujer, como madre, amiga o amante, y sintió que no hay hombre de verdad si no es capaz de trocar a la mujer en musa que le revele el misterio gozoso de poesía que lleva en sí, la belleza sensual y espiritual de la vida. 'Al otro extremo de esos bosquimanos de biblioteca o museo, capaces (le cursar años sin darse vuelta a mirar el rostro profundo de lo que vive, sintió que nuestro barro es cósmico y que el espíritu del hombre es sólo una parte, por noble que sea, del indimenso espíritu de la Naturaleza. "¿Que Goethe dijo que la personalidad es una dicha para quien la posee y para los otros? Sarmiento vivió hondamente ese doble misterio y supo que sólo el denuedo cotidiano y pertinaz puede llevar al hombre a ese Olimpo que es la personalidad, y nos dejó esa lección de alpinismo mayor: a las cimas humanas sólo se llega por caminos quebrados, arduos y pacientes".
Según Franco, sólo la figura de José Martí puede ofrecer parangón a la de Sarmiento en nuestra América: "Sarmiento y Martí son hasta hoy la mejor representación, la mejor justificación de nuestra América mestiza. Libertadores no inferiores en rango a San Martín y Bolívar, aunque de más profundidad y modernidad, por cierto. Varones solares, es decir, ardientes enemigos de toda tibieza. Con dulzura de arroyo de égloga, pese al pulso amazónico. Con el pensamiento y la acción como la mano y el martillo. Su cólera como impaciencia de su amor. Una vocación desmesurada de servicio humano. La pobreza aceptada como la higiene del heroísmo. Una inmaculada voluntad de victoria, es decir, la invulnerabilidad a la derrota y al miedo. Lo inesperado vuelto casi una costumbre. Creadores de un nuevo escalofrío humano". *
He oído a muchos buenos y sinceros apreciadores de Luis Franco lamentar que un hombre con sus dotes para la creación literaria pura, derive con frecuencia hacia la historia, la política y aun la economía.
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Tal vez tengan razón y tal vez no. Sólo pienso que quizá se parezca a un intento de mutilación el pedirle a un hombre que renuncie a algo que obedece a un impulso espontáneo o a una tendencia profunda. En este caso mi explicación, tal vez un poco simplista, es que en nuestro hombre el instinto de libertad no es menos poderoso que el instinto estético. Podría recordarse que un puro lírico y un maravilloso prosista alemán (una de las mayores admiraciones de Franco) escribió esto: "No atribuí nunca gran valor a la fama de mis poemas, y paco me importa que conciten la censura o la alabanza. Pero lo que se ha de colocar sobre mi tumba, es una espada, porque lic sido un soldado valeroso en la guerra por la independencia humana" (Heme). Entiendo que Franco, antes que poeta, se siente hombre, ciudadano de su país y del mundo. La opresión y la servidumbre social y la farsa política no sólo lo tocan como a cualquiera, sino mucho más. En efecto, hemos visto, a través (le las variadas citas anteriores del Pequeño diccionario de la desobediencia (el libro que mejor acopia y resume su pensamiento) que la curiosidad intelectual del autor es múltiple, aunque se advierte fácilmente que aquí no se trata de un aspirante a virtuoso del intelecto sino de alguien movido ante todo por el espíritu tic independencia, por el afán de sumarse a la lucha por la dignificación humana. Como biógrafo, ya vimos que él no intenta interpretar la psicología y la actuación de un personaje determinado sino en relación con las características sociales de su época. Su sentido moderno y realista de la historia le ha advertido igualmente que sólo "el subsuelo económico puede dar la clave (le un fenómeno político". Y que lo político no debe ser mirado con indiferencia o desdén por el artista o el literato, no sólo porque "la política es el destino" (una frase de Napoleón que él suele recordar) sino porque puede ocurrirle como a los intelectuales alemanes del segundo cuarto de este siglo, "que miraban la Política como algo totalmente fuera de la cultura, hasta que vino Hitler y les demostró que ellos estaban fuera de la realidad". Aunque no hubiera sido encarcelado por el régimen peronista no era Franco de los que podían permanecer indiferentes ante él.
Reaccionó en efecto, con profunda atención y con serenidad: es decir, sin adhesión ciega o interesada, desde luego, pero tanibién sin ciega repulsión. Franco entendió contribuir a la explicación del fenómeno que obsesionaba a todos escribiendo Biografía patria. El título del libro indica que para él —al revés de lo que ocurría con la mayor parte de sus desorientados compatriotas— el peronismo no era un suceso sobrevenido intempestivamente, ni una mera importación nazifascista, sino, principalmente, la coronación de un largo proceso nacional. Para eso volvió su mirada retrospectivamente, para ir mostrando grado a grado, debajo de la historia convencional, una historia clandestina que enseña: "que los pequeños grupos políticos han gobernado siempre a espaldas del pueblo, y que la larga sed de justicia de un pueblo todavía Sin la suficiente conciencia y experiencia para obrar por cuenta propia, era la que lo llevaba a dejarse conducir por quien se presentaba con todos los aires (le Ufl verdadero procurador de sus intereses". En los capítulos sobre el agro, la Iglesia, el ejército, la industria, están puestas al desnudo las raíces de "nuestro subdesarrollo económico y político" y por ende (le la servidumbre social (le un pueblo que está recién en las vísperas de una verdadera lucha contra sus opresores. VEAMCS DOS APRECIACIONES CRÍTICAS:
"He aquí un libro que deja de lado temblequeantes psicologismos y va al grano. Es decir, desnuda hasta la raíz los problemas —que ya hasta los ciegos tienen que ver y los sordos oir— que sitian en creciente gravedad a nuestro país. Se señala corno rasgo común y distintivo (le los escritores verdaderamente significativos de América, el que sus obras se ocupen, como tema o como fondo, de sus sumergidas masas humanas, que, es innegable, están en decidido fermento revolucionario. . ATOLS TAI'JA, Ficción, N9 19. Recorriendo las páginas de El otro Rosas, A ntes y despus de Caseros, Biografía sacra, Sarmiento y Martí, y ahora esta Biografía
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patria (visión retrospectiva y crítica del reciente pasado argentino
como reza el subtítulo) se tiene una visión de nuestra historia y sus personajes totalmente distinta de la sancionada oficialmente por las academias. Es una visión desde abajo, como si se observara el desarrollo del árbol desde su misma raíz, generalmente oculta por ci humus y la hojarasca de la pura cronología o, peor aún, de la deformación sistemática. Franco se encarga de no dejar muchas dudas respecto a sus intenciones, cuando dice, por ejemplo, que "las clases dirigentes de nuestro país, tanto o más que la de otros países, tiene una irrefrenable y explicable tendencia a trocar a los personajes salidos de su seno en héroes dignos tanto del bronce como del ditirambo irreversible y hereditario aunque las cualidades del candidato sean mediocres, o no existan, o merezcan el cadalso.. V ea y Lea, 30-X -1958. *
Según Franco, el peronismo fue mucho menos una causa que una resultante de "nuestro analfabetismo político" y de los intereses internacionales que nos tienen sojuzgados. "Ni e] peronismo ni el hitierismo son una aventura personal o pandillera... A mbos, como los fuegos fatuos la fiebre de los pantanos, fueron engendrados por un proceso de descomposición".
Con el mismo apasionado empeño de contribuir a cuanto pueda disipar las mentiras aceptadas y movilizar el espíritu de libertad, fue escrito el pequeño ensayo histórico intitulado Revisión de los griegos, poniendo a contribución las averiguaciones más modernas sobre el tema. Naturalmente, la versión difiere considerablemente de la que todavía siguen dando la enseñanza oficial y los historiadores tradicionales. El punto de partida del ensayo es esta pregunta: ¿cómo fue po -siblequnpoméricaetnsgfyuárea geográfica reducida y sólo en un breve número de siglos, haya podido elaborar la más luminosa cultura conocida, es decir, aquella
en que el hombre disfrutó de mayor libertad y desplegó más armoniosamente sus mejores cualidades? Ese milagro se habría iniciado corno un resultado de varias causas coincidentes: "El aporte de las últimas investigaciones unido a los nuevos puntos cte vista del criterio histórico permiten hoy intentar una explicación del milagro de la cultura helénica. "Él se iniciaría, por cierto, como un resultado de varios factores concurrentes. El medio físico, desde luego. Una tierra de cielo luminoso, ni estéril ni ubérrima, o sea, como ya lo advirtió Herodoto, con la virtud de exi gir o el esfuerzo y la disciplina del trabajo humano y premiarlo dignamente, agregado ello a dos circunstancias coadyuvantes: la de estar emplazada en el trivio en que no sólo subyacen los residuos de las civilizaciones minoica y micénica sino en el que se cruzan las influencias de las magnas civilizaciones de Oriente y Egipto, y la de ser tina península profundamente intervenida por el mar y rodeada cte un semillero de islas, lo cual, al propender al cumplimiento de la más profunda hazaña humana hasta entonces —la navegación marítima— Otorga en gaje la fecunda vinculación con las gentes y culturas más diversas. "Los Otros factores se refieren a que la llegada de las tribus helénicas a la Península, el Archipiélago y la vecina costa asiática, coinciden por un lado, con la expansión de la técnica de! hierro, que al poner al alcance de cualquiera armas y utensilios de metal barato no sólo amplía el poder del trabajo sino que conspira democráticamente contra el poder de las minorías nobles armadas de bronce; por otro lado aquella invasión coincide con la difusión del maravilloso alfabeto fenicio y el papiro, que, al volver la escritura y la lectura democráticamente accesibles a cualquiera, termina con la anquilosante dictadura intelectual de los colegios sacerdotales y (le las escribas áulicos, "El factor último no es menos ponderable: consiste en el contacto con las más altas civilizaciones, y en las condiciones enunciadas, de tribus auténticamente bárbaras y con impulso ascendente. Hay un momento de las civilizaciones en que el proceso creador se detiene: la clase poseyente y dirigente, temerosa de perder sus excesivos privilegios, sólo aspira a su conservación, vale de. cir, a la perduración intangible del orden tradicional. En postura cpimetcica, su alma se dirige hacia atrás, a la imitación del pasado, hasta el punto de que los muertos gobiernan ya a los vivos. Entonces suele ocurrir que los bárbaros de afuera —invasión horizontal— o los de adentro —invasión vertical— aparecen y derrumban lo que ya estaba muerto intrínsecamente, y sobre sus fertilizantes ruinas una vida nueva puede ascender o asciende. Bárbaros de esa clase, sin compromisos monsificantes con el pasado, son los que invaden toda Grecia y Jonia después de los protagonistas de las civilizaciones minoica y miceniana. "Ahora bien, orgánicamente relacionados con estos privilegiados orígenes están todos los aspectos de la cultura helénica que la sindican como cosa apar-
te y singular entre las otras: una actividad tan intensa como varía, una profunda percepción de la belleza y el equilibrio de lo que vive; su capacidad de llegar a la alegría a través del dolor; su intrepidez ante lo nuevo, que la llevan a oponer la juventud de las tres gracias —el arte, la filosofía y la ciencia— a la vejez de las religiones; su creación dc la democracia o gobierno sin amos, hazafias todas que reconocen un común origen: la genial aptitud griega para la libertad. "Muchas cosas son admirables, pero nada lo es más que el hombre.....cita Franco en su capítulo Prometeo, y dice también que "Esquilo y Sófocles, los poetas antiguos más próximos a nuestro espíritu, sabían ya que el hombre histórico es un hijo de sí mismo, esto es, (le sus manos y su cerebro". Y considera que tal vez hubiese sido más justo llamar con el nombre de Esquilo al siglo designado de Pendes porque: "Nada expresa como la literatura el espíritu (le una época, y ésta que nos ocupa es sin par en la historia —época en que la cultura se identifica con la libertad humana misma, y los hombres, para defenderla, libran combates más intensos y hermosos que los tic Homero— y Esquilo es quizá el mayor poeta de las literaturas.
Divergiendo un tanto del criterio de los maestros Burkhard y J aegcr, Franco piensa que el paso del feudalismo de Homero a la democracia de Esquilo significó la aparición de una sociedad nueva y un hombre nuevo, paso tal vez más profundo que el del Medievo al Renacimiento. Y siguiendo a Monclolfo y otros autores cree que las luchas dentro de cada estado griego —de los desposeídos contra los poseycntes— fue factor más decisivo que la guerra contra Persia en la génesis de la democracia. "Esa aventura democrática, pese a sus menguas, bastó para evidenciar que la mera falta o escasez de la coerción política, tiende a fomentar desaforadamente el poder creador del hombre".
¿Que esa democracia se alzó sobre las espaldas de los esclavos? "Como todas las sociedades antiguas —contesta Franco— porque eso era entonces inevitable". "La hazaña consiste precisamente en que, pese a esa ignominia —los olimpcos usureros helénicos trocaron en esclavos a millares de sus propios comi us -trioas—Gecpblódsiguetrnfaoscdelciedad para gobernarse a sí mismo, creando una cultura y un tipo de hombre sin rivales hasta hoy".
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Este pequeño y denso libro de Luis Franco (que muestra sin quererlo la más que mediana familiaridad del autor con el tema) no ha merecido entre nosotros más que las apreciaciones convencionales de siempre; si se exceptúa alguna nota como la de José Isaacson que dice: "Luis Franco es, sin duda, uno de los escritores argentinos que con más seriedad y ahínco se ha dado a la tarea de construir una obra perdurable. A sus libros de poesía, recientemente espigados por él mismo en la antología que titulara Constelación, debemos agregar los títulos en prosa que año tras año aumentan y enriquecen su bibliografía y el acervo cultural de los argentinos. "La erudición que Luis Franco revela en sus estudios monográficos debería servir de ejemplo a quienes prefieren las pirotecnias tan deslumbrantes como efímeras. Todo el trabajo intelectual de Luis Franco está embebido por su pasión libertaria y trascendido por su voluntad de esclarecer las mentes, limpiándolas de los dogmas que enturbian la visión y la intelección de los acontecimientos. Grecia lo mueve a interpretar con profundidad y a revisar con felicidad muchos aspectos de la cultura helénica". Ficción, N9 28.
Otra nota crítica que, como la anterior, descoincide con la visión central del libro de Franco (tan fundada y vigorosamente opuesta a los patrones más o menos usuales y más o menos idealistas, y en general al sentimiento judeo-cristiano de la vida) termina reconociendo: • • ."Más allá de todas estas reservas su honrada actitud de investigador ha abierto una interesante perspectiva frente al pasado griego, lo que significa un amplio crédito a su favor. Su libro desde el momento que suscita ideas. está demostrando el acierto de su nuevo disparo editorial". J . A. Comentario, Bs. Aires, NQ 26. Pero una revista brasileña Letras da Provincia, Limeira, novembro-dezembro de 1960) ha señalarlo claramente cuáles son sus aportes, que "no se advierten en los libros ni en las cátedras corrientes
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de historia "'a visao (lo feudalismo homérico, a significaçio capital assinalada na lota de classes na gestaço da democracia, o sentido antecipador da civiIizaço cretense ou talassocracia imperial de Minos, a altíssima valorizaço de inaugural cultura jónica, e os filósofos (la escola de Mileto como encarnaçío poderosamente mais verazes do espírito da Hélade do que Sócrates e Plato. * Como lo han observado muchos, sin duda la cualidad más saliente de Luis Franco como artista es su sensibilidad profunda ante la naturaleza toda, su intenso amor por todas sus formas y sus criaturas y su capacidad para traducir sus visiones y emociones. Según confesión propia, de las ciencias naturales su preferencia se decidió tempranamente por la zoología. No nos extrañe, pues, que la conjunción de esas dos circunstancias dieran como resultado que un día nuestro hombre se sintiera llamado a ser el abogado de los animales —una especie de defensor de menores— y mejor aún, su biógrafo. De allí nació Biografías animales. Son necesarias varias aclaraciones previas. En primer lugar, no se trata aquí, ni por azar, de esa cómoda ficción tradicional, que con atribuir generosamente a los animales mentalidad y sentimientos humanos los hace discurrir y actuar después a su antojo, es decir, según los caprichos de su propia imaginación. Y colgándoles una moralidad educativa. Se trata de algo muy distinto. A lo largo de muchísimos años, el autor fue observando con pasión y deleite lo que pudo de los animales salvajes —sin descuidar los domésticos y los cautivos—, interrogando sobre ellos a los campeadores y cazadores de la región; estudiando a los zoólogos —desde Brehem y Claus a Ángel Cabrera, desde Hudson y Mufliz a Massingham, Finn, Patten—; consultados a los naturalistas viajeros por América —Azara, Darwin, Humboldt, D'Orbigny—; leyendo innumerables libros de exploradores, cazadores, balleneros, aventureros, o de animalistas famosos de la literatura —Melville, London, Kipling, Rosny, S. Thompson—, aprendiéndose (le memoria el sabio libro de Carlos Hagenbcck, el más profundo educador de los animales salvajes y conocedor de su psicología. Y en fin, pasándose horas delante de las aulas de los pensionistas del
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Jardín Zoológico, contemplando intensamente, absorbiendo sus menores movimientos y gestos. Con toda esa materia prima acumulada en veinte años se lanzó un día a la obra, agregando su amor, su imaginación, su vocación y experiencia literarias, y salió el libro con que había soñado desde su adolescencia, o tal vez desde antes, cuando criaba pájaros y palomas silvestres en la casa paterna, cortándoles las alas para evitarles la jaula. Otro detalle decisivo. Apasionado amador (le la vida de la tierra y buen sabedor de que un animal salvaje es hijo de su medio tanto como (le SU5 padres, el autor se cuidó religiosamente de patentizar la relación entre el animal y su habitat, y así en sus relatos el animal se mueve siempre en función del medio, aunque a veces pareciera, que es el medio el que se expresa a través del animal; a ratos parece que la interminable llaneza (le la Pampa está tendida únicamente —desde antes de conocer los galopes equinos— para que Zuni-hum, ci ñandú, luzca la ligereza de sus canillas y el despliegue casi aéreo de su carrera; pero a su vez, parece igualmente que la Pampa usara a aquel prodigioso peatón para lucir su parejura sin estorbo ni límite. Aunque tal vez en ningún pasaje del libro esa relación visible e insondable a la vez entre el protagonista y su ambiente está mostrada con mayor hondura que en un pasaje de la vida del cóndor, uno de los más extraordinarios del libro: Mientras el océano, la llanura o el bosque no pueden ser mirados sino en un fragmento pites en gran parte se ocultan a sí mismos, la montaña ofrece de golpe su dimensión y su variedad como un prodigioso desafío. Aquí y allá la nieve ensillando los grandes lomos de la piedra o fileteando el vellocino de oro de las vicuñas matinales. El mar muerto de las dunas na. vegado por el viento. Los cerros cruzándose y revolviéndose en laberinto de conejera. El granito o el basalto con sus innumerables actitudes (le odio o sufrimiento visibles, de agresión inminente. Las quebradas hendidas en ocasiones hasta el cimiento (le la montaña por los torrentes en siglos más numerosos que las arenas. La breña tan torva como un cilicio o una armadura y los cardones con sus agudas sombras de lanza. La pobreza heroica (le la puna. Las salinas con sus manteles de hambre. Las troneras enhollinadas de los viejos volcanes. 'Pero lo nuevo es siempre la piedra en su conjunto con su presencia envolvente y prcsionante como una atmósfera. Al comienzo, en las vecindades de la base, la montaña admite el bosque y el gran matorral; pero eso concluye a media falda o antes, para dejar solo al pastizal, cada vez más aplastado, hasta
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que todo verde desaparece y ya no hay más que ci rígido desierto (id la gran altura, la desnudez más arcaica, la de la roca, aunque vestida de nieblas o de nubes o de colores tornadizos. Sólo aquí pueden verse tales juegos de luces y de sombras, tales gradaciones aéreas, tales gamas de cielo y perspectivas extraterrestres. Cierto, ninguna otra forma de la tierra comunica como la montaña coronada de nieve, a donde no llega ninguna emanación deletérea, ningún germen infeccioso, tamaña impresión de iriagnificencia e inocencia, de crecimiento y alzamiento hacia lo más grande. "Levantándose inmóvil, en un silencio monumental y místico, la montaña termina por llenar y dilatar el alma como una música solemnísima y más profunda que toda otra. "Inmovilidad, dijimos? Quién sabe... Ciertamente que aquel inundo de la gran altura en que no sobreviven ni la hierba ni el insecto y sólo vive el cóndor, es desolado, inhóspito y sin pulso y parece más remoto que las estrellas, pero no es menos cierto que la montaña comunica a ratos la aguda impresión de estar sólo bajo una tregua —aunque ésta dure ya montones de siglos— en su terrible procesión ascensional. Y más aún: la montaña está todavía moviéndose de algún modo, y los grandes picos, magnéticos de potencia, (le belleza y de terror son, sin duda, los vigías delanteros de su avance. "Y tal vez esa insondable voluntad de ascenso, ese vuelo de la montaña, es lo que los cóndores no hacen más que continuar en el suyo.
Digamos que sobre una base estrictamente científica, es decir, de hechos y datos no sólo comprobados por el autor sino dados como ciertos por autoridades tic la ciencia o de la experiencia viva, referentes a la estructura, la psicología y las costumbres del animal y las características del mecho, ci autor procura la interpretación y presentación de sus personajes. Se trata pues, de verdaderas biografías, tan apasionadas por la exactitud en los detalles y el fondo como las de Stephan Zweig —pongamos por caso— narrando la vida dorada de María Antonieta o la tenebrosa de Fouché. La biografía de Chumbita, el puma —una de las más representativas del libro— está interpretada y contada como un psicoanalista y sociólogo a la vez pudiera interpretar la vida de Al Capone, por ejemplo. Comienza presentándonos su nacimiento en una cueva de la falda de los Andes, junto con sus hermanitos, las peleas y juegos entre ellos, ci ternísimo cuidado de la madre que los lame sin cesar, ci celo estricto con que los vigila y el rigor inflexible y amoroso a la vez que los va educando: N
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Por otra parte, fue intensificando las jugarretas con sus hijos, convidándolos primero con su cola, derribándolos con su zarpo, atrayéndolos de nuevo, para terminar peinando amorosamente con su lengua sus acapullados corpccilbs. Poco a poco, los cachorros aprendieron a luchar entre ellos. Y cuando la madre volvía con su ración de carne, se peleaban con verdadera furia, encrespando la pelambre con un incesante gruñido tarjado de estornudos. Por su par. te, las chanzas maternas eran cada día más militares: cchábalos al suelo con un veloz guantazo y cuando los mamones se endcreLaban erizados y gruñendo, un nuevo golpe hacialos rodar ridículamente a la distancia. Pero, al fin, todo -terminaba en glugluteo y caricias. "Finalmente las jugarretas celebráronse al aire libre, con despliegues y ademanes más elásticos y en un área cada vez mayor. Cuando volvía con la presa escondíase detrás de alguna piedra, quiebra o mata, y llamándolos, los obligaba a buscarla. De repente caía sobre cualquiera de ellos con un salto y un zarpazo, y con Otro par de enormes botes, desaparecía de nuevo. Jaqueados y hambrientos, los cachorros buscábanla con fogoso ahínco".
Así, hasta que aprendieron a seguirla en sus cacerías y hasta que un día Chumbita cayó cautivo y acabó de criarse entre los hombres. Y .. " Fue entregándose de a poco a lo largo de los días, y terminó por capitular incondicionalmente. Si¡ poca edad, su índole benigna, y el imperio de lo costumbre, más poderosa que una legión de ángeles, obraron el milagro. "Puede creerse? Llegó a olvidar su misma tirria insufrible ante los perros. Aprendió a distinguir, aun a la distancia, a las personas y objetos familiares, mostrando mucha más inteligencia que un gato doméstico. Sábese que el poma es el hijo más talentoso de toda la gran familia felina". Con sus grandes ojos de iris redondo y mirar sereno, sin resabio alguno de ferocidad, y con su paso alfombrado, acercábase a lamer y relanscr la mano de su tutor y amigo, o a pasar y repasar debajo (le ella su nerviosa cabeza, su cuello y su lomo enarcados con un runruneo de satisfacción semejante a un arrullo. En dos ocasiones había estirado el guante hacia las gallinas, pero el oportuno castigo y las voces y los gestos de enojo del amo, le habían enseñado a mirarlas con desprecio. Chumbita, pues, era casi feliz entre los hombres, junto a quienes se paseaba con tranco mesurado y elástico, izquierdeando siempre, y con su alma de franqueza y retozo. Feliz, al menos, con la felicidad bajuna del perro que tiene la suerte de un buen amo. Mas no con la retadora y vibrante del león libre, que, si cae cautivo, se deja morir de hambre y orgullo en su jaula". Al mismo tiempo trabajaba en él algo creado por una larga costumbre: el apego al amo, es decir, al que da de comer y acaricia. 'Mas este algo Venia providencialmente a incidir sobre el gran misterio de los pumas: su voluntad de no atacar al hombre ni para defenderse y aun de cuidar de él.
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Con todo, la capitulación (lel personaje a la domesticidad, aunque criado suelto, no podía ser y no fue total: Volviendo a Chumbita, cumple establecer que había entregado la mitad de su corazón a Bartolo y los suyos. Pero quedaba la otra mitad: su roja alma violenta, y eso, sin que él mismo lo supiese, era de las rocas percudidas de siglos, del alto desamparo de las punas, de los arenales con sus leguas de desolación y sed, de las lluvias con su derramado estrellerio y su enredadera de fra. gancias en las quebradas selvosas, de los zondas y las nevadas, de los grandes silencios nocturnos punteados de estrellas y luciérnagas o arropados de nubes, de los acechos pacientes e intensísimos junto a los bebederos, de los saltos profundos en busca (le aquello cuya salida es más vívida que la del sol: la Sangre.. "Y también del amor, claro está, que él desconocía, pero que alguien dentro de sí mismo conocía misteriosa y terriblemente. Cuando el cautivo soñaba despierto o vivía dormido estas cosas, dejaba escapar gemidos o vagidos apenas audibles en su profundidad, mientras ondas visibles recorrían su piel, alzando o ahajando sus orejas, haciendo vibrar la punta de sus zarpas. "Chumbita se fugó una noche".
Chumbita volvió al monte, y al recobrar su ambiente nativo y natural y su autonomía, comenzó recién a ser todo un puma, y a conocer toda la dureza, y también la felicidad, tal como puede conocerla y disfrutarla un puma: ..."Su visión era unilateral y estrecha, pero matemáticamente precisa. No se perdía en generalidades ni preguntaba los por qué. Sabía que debía matar para comer, porque si no moriría, con la más agoniosa y bochornosa (le las muertes: la del hambre. Y que tanto como los condenados a comer hierba, frutas, insectos o carroña, él lo estaba a comer carne viva y sangrante, roja y humeadora como un tizón en el día: carne que galopaba velocísima sobre la tierra, volaba por el aire o se escondía bajo el suelo. Esa carne en sí era una felicidad; y el ejercicio de sus músculos, su astucia y su paciencia, y el orgullo de vencer, otra felicidad. (Dormir tibiamente al sol o a la resolana, con el estómago repleto, era una pasiva suerte que él apenas contaba.) Feliz, pues, pese a sus duras fajinas y fatigas, sus treguas de hambre, sus ansiosas esperas. "Porque cada vida se siente feliz si se expresa libremente, esto es, (le acuerdo con las leyes que la Naturaleza puso en sí". Y un día conoció el amor:
Así se conocieron. Era ella una rubia y hermosa hembra, cuyos ojos, al volver la cara de golpe, fueron un mareante relámpago en la sombra. Su recibimiento recibimiento fue bronco, se dejó caer de espaldas,
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erizada, gruñendo y mostrando los colmillos y las cuatro patas recogidas. Lo que vino pareció un comienzo de lucha. Pero al fin ella dejó de gruñir y el macho le arañó flojamente el vientre y le restregó el flanco con el hocico. Terminaron por peinarse mutuamente el pelo con las lenguas". "Resultó inmejorable compañera. Comenzaron a excurslonar Juntos, y él cazó para que ella comiese y bebiese primero —o lo hiciese sólo ella si lo conseguido no alcanzaba para ambos—, pero lo más de las horas que no se entregaban al sueño lo pasaban jugando. Persiguiéndose uno al otro, agazapándose y luchando entre mordisqucos y gruñidos alternados de rubrunes semejantes a arrullos".
Sólo que esa luna de miel salvaje no podía durar mucho: las austeras leyes de caza de los pumas (el amor capitulando ante el hambre y la necesidad de sobrevivir) los obligaron a separarse un día. Y andando el tiempo Chumbita llegó a la adultez: El fastuoso desarrollo muscular de los felinos los vuelve señores de la fuerza y la agilidad en un maridaje cuya resultante es una eficacia prodigiosa". "Pero quizá la virtud propiamente genial de los felinos sea su elasticidad, esto es, su poder de comprimirse y distenderse desaforadamente, desde sus pupilas contráctiles a sus zarpas retráctiles, desde la larga paciencia del acecho a la más larga audacia del ataque. Ahora bien, entre los (le 5U gran familia, el puma sólo cede a algunos en fuerza; en todo lo demás —livianez, agilidad, elasticidad, baquía, sigilo, oído, ojo, arrojo—, todos sus parientes pueden ser discípulos suyos".
Chumbita, heredero de las mejores virtudes de su familia había llegado a la plenitud de su desarrollo y sus recursos físicos: Virtuoso de todos los movimientos de la gimnasia, aun el más desaforado le salía tan sin esfuerzo como la sangre sale del corazón. Su cuerpo podía ondular como el de una culebra y rampar como ella cada vez que era preciso. Su guante, no menos aterciopelado que el (le Ufl gato de salón, apenas rozaba el suelo cuando él queríalo así. Para vengar su modesto olfato, su oído era soberbio. La claridad más débil difusa en la oscuridad se concentraba en el fondo de su ojo y era reflejada por la retina. Esto significaba que con esa su linterna sorda, podía practicar las noches más oscuras, sin que ello le impidiese ver bastante bien en pleno día. "Ya dijimos que no usaba las uñas para trepar como los tigres y demás felinos del montón, sino que ascendía verticalmente y de un solo impulso, anticipándose al helicóptero, hasta la cima de riscos, árboles o cardones cualquie-
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ra fuese su alto. Para apcarsc de una rama tendida a nueve brazadas del suelo, bastábale un brinco, como al gato desde la cama a la alfombra del piso. Los curiosos comprobaron más de una vez que acostumbraba a salvar de un salto el arroyo de la zona, que en partes tenía doce metros de ancho. ¿Parece mucho? Persiguiendo con su segunda arremetida un huemul o un guanaco cuesta abajo se estiraba hasta brincar diez veces el largo de su propio cuerpo,.
También había llegado a la plenitud tic su experiencia, es decir, al manejo magistral de sus dotes y recursos: Junto a eso Chumbita tenía, y decantada, toda la advertencia de los pumas, los más talentosos de los felinos. Sabia anularse detrás de una piedra o un arbusto junto al sendero de la aguada o del lamedero (le los venados. Tumbábase boca arriba y agitando las cuatro patas en el aire sabia sacar buen partido de la infantil curiosidad de los guanacos. El gran anclariego, el desmesurado saltarín, podía inmovilizarse horas y horas en el acecho. Como el mejor profesor de balística calculaba las distancias en su su salto (le ataque. Si llegaba a fallar —;eran muy pocos los felices que podían conservar ese recuerdo!— arriesgaba, a lo más, un segundo brinco sin cometer el error de dejarse llevar por la espuela de la rabia o el hambre detrás del prófugo, sabiendo que toda su organización estaba hecha para ci brinco, no para la carrera. Jamás se aproximaba a so presunta víctima sino con el Viento en contra a fin de inutilizar el olfato (le ésta. Nunca iba de buen grado, sino por exigencias del hambre, contra anintales capaces de resistirle con algún peligro: vacunos adultos o garañones, por ejemplo. De las manadas, prefería los mamones o las hembras, porque suden ser más gordos y menos duros de carne y menos duros de. pelar. Pero nunca aflojaba ante las pruebas difíciles cuando venían a desafiarlo; por ejemplo, empujarse de un brinco a la mollera de un cardón gigante más erizado de púas que un pucrcoespín. O al lomo de la acaso más ardua presa: el burro hechor.
Vcmoslo ahora su actuación en una de sus tantas hazañas: "Ya está el cazador —al cabo de un arduo, interminable y reiteradamente interrumpido arrastre— a nivel y a sólo treinta pasos de su blanco. Aún debe avanzar un trecho breve aunque emocionante hasta lo doloroso, por ser ci último y porque un tris puede hacer abortar todo. Está tan pegado a la tierra que ci retumbo de su corazón se confunde con el del torrente lejano. El gima. naco se agacha a pacer una vez más. Clsunsbita avanza veloz como una culebra, pone en juego ci más poderoso de los resortes habidos —su cuerpo fabulosamente retráctil y arrojadizo— y salta, salta corno si hubiera picado en el trampolín del diablo. "El guanaco, don una especie de ahogado relincho, dispara sin un instante de vacilación, pero ya con el fantástico jinete sobre el lomo y tan ciego (le
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a sombro y de pavura que el tercer envión de su galope lo proyecta sobre el derrumbadero. Y ahora ocurre la cosa que el cerro vio pocas veces si vio alguna. Chumbita, que viene lidiando por acostar el largo cogote de su presa sobre la horizontal riel lomo, salta de repente al sesgo como una escupida hasta la cornisa del precipicio. Sólo que ci guanaco está ya con ci pescuezo soto antes de llegar al plan del abismo. *
Hasta que al fin Chumbita muere por dos causas muy contrapuestas, pero que están en la dialéctica (le las cosas: su sed, ya viciosa, de sangre que lo lleva a desafiar un peligro contra toda prudencia, y el afecto o temor misterioso al hombre, que le veda atacarlo. Sólo hemos hecho este largo extracto de una sola de las historias de Biografías animales para que el lector tenga una idea del carácter e interés de los relatos y de los puntos que calza el relator. Por lo demás es difícil encontrar una página en que ese interés decaiga, ya se trate de las peripecias del guanaco en las sierras y médanos, del yacaré en el río, del gavilán en el aire y de las formidables cuatrerías de Y agualirica en el bosque o de la música de la calandria y el hechizo que los pájaros ejercen sobre nosotros: "Cuando era niño había en mí una pregunta vehemente, aunque nunca llegó a formularse en palabra o pensamiento: ;Cómo puede ser libre y feliz un niño que no tenga ninguna relación con los pájaros libres? Cierto: el vuelo y el canto de los pájaros es quizá el más claro y apasionado alerta de quienes han cursado su niñez en ci campo. Puede creerse que, sin los pájaros, menos hijos de la tierra que del cielo, la vida del hombre sería —o es— terrenalmente impoética y pesada. Siempre inc ha parecido que las voces de los demás hijos ele la tierra son opacas frente a la diáfana voz de los pájaros. Y que hay algo de celeste en la visita de los pájaros libérrimos a la ciudad de las máquinas y ele los hombres mecanizados. "El honsbrc ha perdido la libertad salvaje de las Otras criaturas, sin haber logrado aún la suya, la específicamente humana; y bien, en su lucha por conseguirlo, que constituye su mayor grandeza, el ejemplo del pájaro es quizá el mayor acicate para su cuerpo y su espíritu. No se crea que exagero. Sólo la miopía de nuestra alma enjaulada no nos permite ni siquiera ver la belleza de ese gran pájaro que vive tan cerca de nosotros y cuyo degradante régimen de vida en nuestros corrales no ha sido suficiente a empobrecer del todo su alma ni su voz. Me refiero al galio, con su cresta de fuego sin ceniza, con su canto terrenal y etéreo, como de honsbre y mirlo a la vez, ciertamente universal y
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para todos: esa sabiduría de aurora, digo, so voceada fe en el sol desde ci fondo de la tiniebla, su verdadero grito de resurrección. "Insisto en que ninguna otra forma de la naturaleza revela con tanto fervor como el pájaro el irisado milagro de vivir. "Por eso es que el hombre antiguo ha expresado su sueño más hermoso en esa alianza del hombre y del pájaro que se llama ángel. Por eso los pájaros de la infancia están siempre cruzando el alma del adulto como el arco iris un ciclo nublado".
He aquí, entre tantas otras, una nota de maravillosa ternura: "Como mi ensimismamiento de convaleciente durara largo rato en el bosque, vino a sacarme de él un runruneo semejante al de una maravilla secreteada. ¿A cuánto alcanzaba el tiempo en que no había visto un picaflor? A muchos años, acaso, porque venía a presentarse con la frescura de las revelaciones. "Fue primero, por cierto, el rapto de los ojos. Las mejores muestras de la naturaleza en flores, metales, piedras —aun realzadas por la mano del hombre— se apocaban ante esa minúscula criatura que traía en su larga, larga cola, el verde de los edenes perdidos. De veras, como un jardín en una redoma, todo lo que había de color y esplendor en torno se resumía en su cuerpo casi incorpóreo, cuyas alas eran como una balanza en que se pesaran los tesoros del aire y de la luz. De pronto, todo desapareció, en tal forma que no podía jurarme de haber visto algo... No, ahí estaba de nuevo ante una flor, en uno de los pasos de su perpetua danza aérea. Entonces, pudo verse que, con ser lo que era el prestigio de aquella maravilla de los ojos —la mayor de América, mayor que la caída del Iguazú—, no igualaba a la magia de su vuelo y al fervor de su vida. "Dos estilos de vuelo, mejor. El de traslación, el arrojadizo, casi invisible de rapidez, como un dardo, y el otro, el de la danza ante las flores, juego único en el dominio de las alas. "Seguí al picaflor con gran sigilo y precaución extrema y temerosa, como se rastrea a un tigre. Di al fin con lo que sospechaba, pero después de interminables minutos de inmovilidad y azoramiento: su nido... ¿Dónde? En un arbusto, en la cara inferior de una hoja, sujeto con sedosas hebras de telaraña según alguna técnica aprendida (le las hadas. (Alarde? Más bien la necesidad de librarlo de miradas indiscretas o malignas, sin duda,) Sobresalían su cola y su pico. Cuando me descubrió, escapó para volver a pasar y repasar zumbando junto a mis pestañas. Lo perdí.. . Lo reencontré, y su zumbido (de pico y alas) acreció comno llama atizada cuando alcancé a verlo lanzarse a modo de flecha de arriba abajo... Un gemido o grito de espanto atropelló mi oído a tiempo mismo (le sorprender lo increíble: el colibrí, de pie en el aire, bramaba ante los ojos bárbaramente azorados de Puma, mi perro que, sin sentirlo yo, había venido a mni zaga. Sorprendido a mi vez, apenas si tuve tiempo de echar una ojeada a la cosa más diminuta y más infinitamente
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tierna y amorosamente delicada que vi jamás: los dos blancos huevecillos del chupaflores en el fondo del nido. "—Vamos amigo —convidé a mi perro—, aquí usted y yo somos un par de inIrusos más o menos criminales. "Y me alejé con una especie de misteriosa vergüenza de haber violado con mis ojos aquel pequeño gran secreto de amor y tic hermosura". (El picaflor, grande de A mdrica.)
Lo que se llama crítica en nuestro medio intelectual o literario no suele caracterizarse ni por la lucidez ni por su coraje para señalar un valor o una negación. Cuando apareció la primera edición de Biografías animales sólo tuvo por eco una serie de pretensiosos lugares comunes. La Nación fue una excepción señera: "Guillermo Enrique Hudson y Horacio Quiroga sentirían, tic fijo, ternura y orgullo frente a este libro de Luis Franco. Y hablarían de él con las palabras de ponderación, con las palabras fraternales que el poeta de La flauta de caña suscitó en el espíritu de Leopoldo Lugoncs. Porque Biografías animales, en cuya prosa el escritor de Belén de Catamarca alcanza el nivel de belleza de los momentos más altos de su verso, tiene, como las páginas hermanas del quilmeíio y del hijo adoptivo de Misiones, la inocencia y el deslumbramiento que hacen livianas y felices las conclusiones (le la reflexión y los hallazgos (le la sabiduría. Obra de amor, en la cual los irracionales y los hombres protagonizan por igual sus historias intensas; con los elementos de la realidad proyecta el vuelo de la fantasía armoniosa. Fábulas, leyendas, relatos novelescos contiene esta creación, este libro que si no es siempre de las tierras vírgenes y los mares inexplorados, lo es en todo momento de territorios (le la imaginación vistos por vez primera por el artista". El señalar al Luis Franco de Biografias animales como compañero no indigno de Hudson y Quiroga, implica, lo sabernos bien, un elogio insigne, pero quizá no inmerecido. Otro crítico nuestro, y de los más alertas, ha dicho sobre el mismo libro: "Estas cuatrocientas páginas de Luis Franco no son cosa (le todos los días bajo nuestro cielo. Ni bajo el cielo (le cualquier país. Estaban ya por cierto prefiguradas en iniciales versos del poeta: "En
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el lento crepúsculo añil —rebuzna más hondo el pollino.....o el tuco que en lo Oscuro - del callejón se interna - enciende su linterna - que es un berilo puro". O en "Initus". Pero Franco —señor del ritmo y la rima— pensó sin duda un día que el álveo del verso era parvedad de acequia para el aluvión de su poesía y abrió el cauce abismático de esta prosa suya, donde mueve los músculos y se alza poderoso el poeta altísimo y nobilísimo que es. Sí, en Biografías animales se eleva la voz madura de un poeta que es un armonioso, un poderoso, un extraordinario escritor. Un poeta que franca y llanamente dice su mensaje y su amor en llana, franca y resuelta prosa. Y el libro es eso: un mensaje de amor y sabiduría. Asombra el conocimiento —directo e indirecto— de los animales y de su vida. Asombra su amor por ellos. Asombra el idioma de auténtica riqueza, y la manera de usarlo. No somos hiperbólicos, decimos con fidedigno entusiasmo: escritores así y libros así necesita nuestra literatura. Buscadores de novedades, rastreadores de modas, conjeturadores de hermetismos, pueden hallar ejemplo y pauta en ellos. Deben leerlos. Pero todos debemos agradecer al poeta la tarea de años que supone su obra, y el contagioso amor —conmovedor— que derrama sobre los maravillosos animales de Dios". ARISTÓBULO ECHEGARAY, Boletín del Instituto A migos del Libro A rgentino, N9 2, 1953. Por cierto que este conato de dar una idea de la obra en prosa de Franco quedaría incompleto si pasáramos por alto un detalle de no poca significación; todos sus libros últimos —pero especialmente en el Diccionario de la desobediencia y en Biografía patria— están sembrados de pasajes en que la ironía alterna con la sátira cuando no con el humor más corrosivo. Esto agregado a lo iconoclasta de su espíritu crítico lo han vuelto Ufl Polemista doblemente temible. Veamos este esbozo de autobiografía con que se abre su Biografía sacra: "No nació en una casa histórica ni en un museo de antigüedades ni ha lagrado averiguar el nombre de alguno (le SUS ilustrísimos antepasados. 'No siguió ninguna carrera ni obtuvo ningún titulo.
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Manuscrito (le un fragmento de Luis Franco.
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"No entró jamás en un garito, una iglesia, un lenocinio o un salón aristocrático, pero estuvo tres veces en la cárcel por razones que aún ignora. "No ha ejercicio ci comercio honrado porque no logró diferenciarlo del otro. "Nunca sintió vocación de banquero, de jugador de fútbol o de bolsa, de hombre de negocios, de obispo, de titiritero, (le comodoro, de pistolero o de político: de ningún oficio que dé renombre público y ventajas privadas. "No trabajó más que con sus mano3. "Nunca obtuvo ningún premio que pueda recordar sin rubor. "No ha sido antiservicial servidor del Estado, ni capeó sus ratos negros con rosados ensueños jubilatorios y desde ya, por si acaso, declara que no aceptará ser embajador en Moscú o Washington o Roma, ni director de museo, ni amanuense policial. "No ha sido presidente de ninguna Sociedad de Escritores, ni de ningún centro de bomberos voluntarios. "Ningún gobierno lo ha nombrado caballero de ninguna orden ni lo recibió en su dulce seno ninguna liga de los derechos del hombre.., burgués. "En 1938 no quiso ser miembro de la Universidad de Tucumán ni en 1948 (le la Academia Argentina de Letras, ni en 1956 de la Universidad del Sur. "Nunca se quejó de la pobreza, pues la miseria lo cortejó con mayor solicitud. "No cree que las ideas se maten, pero sí que mueren de asma o de ataraxia locomotriz. "No duda que si las víboras aprendieran el catecismo, silbarían con devoción, se golpearían el pecho con el cascabel zaguero y clavarían sus colmillos por amor al prójimo. "No confía en las compensaciones póstumas y se opone por anticipado a cualquier conato de pompas fúnebres, mausoleo o necrología oral o impresa". *
He aquí breves pasajes de La hembra humana, libro tic inminente aparición: "Ante la idea de la real liberación femenina las mujeres suelen ser las primeras en alzarse como una sola suegra". * "El amor, como la poesía, no es una evasión hacia lo irreal, sino la entrada en una realidad inédita, más honda que la Otra, oh doctores". * "Mientras el hombre sea una frustración como miembro de la sociedad en que vive, será inevitablemente una frustración como amante y seguirá confundiendo amor y sexo con técnica sexual y anexos".
i "Qu en cree sólo en el amor físico, es un apóstol inerte de la fisiología. Quien cree sólo en el amor platónico, es un mártir incruento de la mística". * "Lo mejor del amor, como del pájaro, son sus alas". * "Mejor que Prometeo roban el fuego de los dioses los amantes". * "Amor sin libertad, es decir, sin una perfecta igualdad entre las partes contratantes, es una mera variedad de la trata (le blancas. Sin libertad no hay amor, como no hay vuelo. La esclava más hechicera se torna tan aburrida y olvidable corno una alfombra". * á "¡Esa cosa enteramente pagana que es el cuerpo de la mujer m s calvinista o católica!" * "El ritmo del talle de una mujer esbelta es la más risueña ondulación de este valle de lágrimas". * "La mujer ha sabido siempre que las barcas ligeras pueden sobrenadar allí donde se hunden las naves de gran peso y calado". * "Tal como se ha dacio hasta hoy se explica que el matrimonio haya resultado el l-Iucrto de los Olivos", * "Dorante siglos la mayoría de los creyentes, inducidos por San Pablo, creían casarse con la mujer y se casaban en realidad con la Biblia," 5'
"El rey David, después de hacer macar al esposo de Betsabé y quedarse con ella, para obligar a Jchová a perdonarle compuso el Salmo N91, El salmo resulté tan sul,liinemente adulatorio, que Jehová, pese a su odio asolador al adulterio, no pudo resistirsc". *
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"La imperial poliandria de Catalina de Rusia, el Júpiter femenino, ha vengado siglos de resignada poligamia". ¡Qué gana el mundo con que la mujer busque adquirir hoy formas aerodiinimicas si conserva un espíritu tan edémicamente analfabeto como el de Eva y sigue creyendo que el uso del pensamiento es más dañino que el del corsé!"
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Fragmento de un libro inédito de Luis Franco:
La hembra humana.
LA POESIA
Apunte de Pablo Fabich. 1961.
"La aparición de Luis Franco en las letras argentinas merece contarse detalladamente porque constituye quizá un caso único". Así comienza un estudio sobre la poesía de Franco (publicado en la Revista de Indias de Colombia, dirigida por Germán Arciniegas), Enrique Espinoza (Samuel Glusber g) que fue por largos años compañero fraternal y editor del autor. La originalidad o novedad del caso estuvo en que aquellos versos iniciales (La flauta de caña, 1920) escritos antes de los veinte años revelaban junto con una fuerza y frescura agrestemente auténticas una armoniosa facilidad de expresión: Tomando los latidos del corazón por pauta te alabarán los ritmos más claros de mi flauta
O bien: El tuco que en lo oscuro del callejón se interna enciende su linterna que es un berilo puro
O si no: Y como celebrando la algarroba con solar ardimiento tina cigarra sonando está su monocorde trova
Y todavía: Pelusilla de tus labios es la del durazno prisco. Por eso es que más que al beso tu boca tienta el mordisco.
Aníbal Ponce resumió bien la coincidencia general en el juicio sobre La flauta de caña:
"Hay en todo el libro una frescura juvenil que encanta. Ríe en la flauta la embriaguez matinal... Y es que algo del ímpetu de la antigua euforia corre por las páginas de este libro delicioso". Revista Nosotros, 1921.
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Tres años después apareció Libro del gay vivir. Los nuevos poemas traían sin duda bastante ímpetu, originalidad y gracia para campear por sus cabales, pero fue realmente el comentario de Leopoldo Lugones en La Nación lo que los trocó en la novedad del cija en el mundillo literario de la época. El poeta mejicano Enrique González Martínez, entonces embajador ante nuestro gobierno, le escribió con palabras ponderativas; el crítico chileno Armando Donoso lo llamó maestro de la nueva lírica, y Gabriela Mistral contó años después en el Repertorio americano de Costa Rica el entusiasmo de Alfonso Reyes: "Al revés del hispanoamericano común, con diez años de Europa, al cual América primero se le desfigura y después se le borra como una foresta de humo, Alfonso Reyes vive en la presencia de la América, delante de ella, siguiéndole el dibujo cambiante, curioso de lo que en ella aparece con carácter de suceso, o sea de diferenciación, y que es digno de ser confortado desde lejos. Así hablaba hace tres años de Luis Franco, el argentino.. Repertorio americano, 1928, Costa Rica. El artículo del maestro Lugones, que transcribimos a continuación, nos exime de todo comentario: "Este poeta Luis Franco nació con la facilidad, que es un don del alma. Canta como el pájaro, por llamamiento de la Naturaleza. Y ajeno a toda preocupación trascendental es, así, un poeta pagano. De análoga manera fuéronlo, precisamente los trovadores, a quienes recuerda por su título el Libro del gay vivir. "Mas, el amor a la naturaleza por la naturaleza misma, o mejor dicho a la vida que el poeta halla hermosa porque despierta gratamente su emoción, es ya moderno. Esta vez aún, la poesía, se ha adelantado, como siempre en la historia humana, a la ciencia y a la filosofía. El interés del hombre ante la vida, considerada como una verdadera deidad pánica cuyo sacerdote —vale decir, intérprete oficiante— es él, engendra todo el movimiento humano posterior a la guerra: desenlace demasiado vasto para no resultar, a su vez, la inauguración de una era. • • "Nosotros ya no creemos que nuestro concepto de responsabilidad informa la evolución de la vida. Sabemos que es necio
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indignarse con el tigre y con el rayo. Comprendemos que en la protesta absurda de que el hilo se corte por lo más delgado, pues por ahí tiene que cortarse, naturalmente, habla el miedo de la propia delgadez. 'La vida no es mala ni buena, justa ni injusta. Bajo estos conceptos, es puramente incomprensible. Lo único que podemos, es sentirla hermosa cuando se nos revela bajo el aspecto de una emoción: cuando se sensibiliza en nosotros mismos. Por eso puede haber belleza en la angustia y en el dolor. El perfecto amor llora Lomo la tristeza. "He aquí, pues, un poeta pagano que ama la vida y la canta porque la siente bella en la delicia de su amor. No por otro motivo ni con otro fin. "Tanto la goza, con tanta sinceridad se entrega a su emoción que canta en noble verso al propio cuerpo viviente. Es la Loa del cuerpo sano, quizá la poesía más profunda del libro. Acaso la que mejor define la índole del poeta. Y ella sola bastaría para que lo consideráramos ilustre doctor en la gaya ciencia. Las bestias y las plantas te den ci buen consejo: Contémplate en tu cuerpo tal como en un espejo. Para tu gloria de hombre prolongada en la casta, Desnúdese tu cuerpo en la gimnasia casta Como una estatua. Puro y audaz tu cuerpo entrega A la gracia del aire y el sol. La diosa griega Te unja en su óleo. El juego armonioso y diverso De tus músculos plázcate como el más bello verso. No así como el asceta ni como la ramera, Sé dueño de tu cuerpo, que ésta es la ley primera. Un cuerpo hermoso, fuerte, sano, qué noble palma. Pero sirve a su cuerpo para servir a tu alma. • flO (les uno al diablo ni la otra des a Dios • ojalá te tuvieran sin cuidado estos dos! Cuerpo, loado seas en tu carne y tu hueso, Tus nervios y tu sangre, tu semen y tu seso.
"Desnuda su palabra como el propio cuerpo cantado, dignifícala, no obstante, el sereno impudor de la vida. Así la tranquilidad del antiguo ante la forma sin velo, es decir sin la malicia que ahuyen-
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taban con heroico vigor los menesteres de la palestra. Así hasta en la priapea del audaz "Initus" dintelado por un verso genesíaco de Lucrecio. El final impone la triunfante belleza de la vida en un arrebato de panteísmo lírico: Así el eterno amor cumple su onra, Inocente, fatal, obsceno, bárbaro, Entre el rubor genuino de las rosas Y la sonrisa azul del cielo casto
"¿No es, en efecto, el mismo Sol quien exalta el ímpetu del garañón y la púrpura de la rosa? ¿Ni qué sino una divina serenidad, ajena, por superior, a la honestidad y la impureza, infunde el dios hermoso, cuando envuelve a la tierra en su inmensa mirada azul? "De sus padres los latinos —demasiado inquieto en su emoción para ser griego— heredó este pagano el don del epigrama, en su acepción de escrito breve: es decir la facultad del poema en una o (los estrofas, por reducción a los elementos esenciales de un paisaje o (le un estado de espíritu. La filiación se le nota a veces en un epíteto de rara elegancia antigua. En Los gozos del verano (1, Himno) : "el populoso rumor de la alameda" es, a no dudarlo, una sugestión del parónimo latino populus que significa igualmente pueblo y álamo: sabiduría sencilla y profunda a la vez, en que consiste el refinamiento del artista. "Pero, la diversidad (le nuestra filiación étnica y mental, pone también en algunos de sus versos una gracia bíblica. Así éste que sigue, alejandrino y endecasílabo, todo en uno, por espontánea, si no involuntaria galanura de trovador. Dijéraselo, y tal es su mejor elogio, perteneciente al Cantar de los cantares: Viene ya. . Su andar llena (le gracia los caminos
"Es el inicial y más bello del Epitalamio rústico, otra de las poesías más hermosas del libro y una de las que desearía citar entera para perfecto gozo del lector, a no impedírmelo la relativa abundancia de sus veintiséis versos.
"Veamos, en cambio, dos paisajes completos en dos estrofas. Uno del género descriptivo, otro del sugestivo, y ambos sorprendentes de amplitud y de emoción. MOMENTO MATINAL Un silencio clarísimo. Remotas Nubccillas (le oro. Calma ufana. Vuela, cantando, un pájaro. En las gotas De rocío sonríe la mañana... MEDIODIA Oh, mediodía, Corona de oro del mundo, Equilibrio de oro del día, Profundo Diamante sin sombra, armonía Tácita y serena Melodía De la luz plena!
"He aquí en qué consiste un poeta: en ser alguien que sabe evocar la belleza por medio del lenguaje musical, manifestando con esta armonía sensible el misterio soberano de la palabra. Veintiún vocablos bastan para darnos en la primera estrofa la impresión completa (le una hermosa mañana de verano, recreándose sobre el mundo. Veinticinco tan sólo, forman la segunda, mucho más difícil de realizar, porque, si bien se ve, no es más que luz como ciertos cuadros de Turner: toda la luz de un mediodía sereno y cálido, dilatada en la inmensidad, al poder de esas veinticinco palabras comunes. Pero, si esas palabras no estuvieran colocadas así, carecerían de ese estupendo poder. Y una vez colocadas así, descubrimos que no podrían estar de otro modo, aun cuando empleáramos un siglo en intentarlo, y que fuera del poeta que las puso así, nadie sabría ponerlas. Es que todas esas palabras son exactamente útiles para su objeto: así como su aproximación para realizarlo, no la puede concebir sino quien sintió a su modo lo que con ellas nos evoca. Eso es un poeta. Y no lo es, por el contrario, aunque haga
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versos prosódicamente mejores, el que no sabe descubrir esa aproximación misteriosa de las palabras. "El artista completo, requiere todavía un saber natural que es el empleo de la materia suficiente; y una aspiración al infinito, que lo induce a poner cada vez más, mucho espíritu en poca materia: así, en el cuerpecillo de la alondra, la potencia del canto. Veámoslo en la sana nobleza de estos versos. A LA ALEGRIA Canto a la alegría Hija del día, Compañera alada: La alegría ligera y sagrada! La alegría que en el surtidor Numeroso de la risa Brota, y florece en la flor De pétalos blancos y rojos De la sonrisa. O, más secreta y pura, sólo brilla en los ojos. Hasta ci fondo, hasta ci fondo De mi mismo, profundamente, Cavé para hallarla. (La fuente Más clara es la que viene de más hondo. Porque esto me enseñó Ja vida un día: 'Bello, sin duda, es el dolor; Pero, en verdad te digo, la alegría Es mejor."
'Y es todavía de citar la loa del agua: Oh, agua de la acequia bienoliente, criatura Gárrula como un pájaro, corno un pájaro viva, Copias el cielo mudo y el árbol que mtlrinura, Y su murmullo. Ofreces tu frescor, fugitiva. El limo (le los cerros llovidos te demuda, Pero tiemblas de nuevo limpia corno una estrella Y te entregas y cantas y fugas, oh, doncella, Inocente, risueña, clara, fresca, desnuda.
"He aquí como reza la oración del agua este poeta de la lejana Belén de Catamarca, martirizada, precisamente, con la sed, por buró-
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CIflbre Junto al monolito recordatorio de l-Eiidsoij en Florencio Varela.
cratas y demagogos, entregados —los ladrones!— al saqueo de ese tesoro humilde que engendraba viñas, higueras, rosales, hierbabuena de olor y versos de Luis Franco. "Allá fue donde éste vio llegar a la acequia aquellas "Mozas de Cántaro" que celebra en la mejor de sus poesías: una pura delicia de sencillez, de jovialidad, de noble elegancia, de inquietud juvenil, de suavidad musical, de gracia que dijérase antigua, si no fuese eterna. Una pura delicia, capaz por si sola de salvar el agua de Belén, imponiendo la órfica domesticidad al raposo y al lobo. "Mas, cerremos este elogio con la alabanza de la cosecha, que es también la última composición de las próximas Églogas aldeanas: verdadero himno sagrado al trabajo de la tierra, como pocas veces se oyó, si se lo ha oído alguna vez tan noble y puro en nuestro idioma. Verdadera voz, también, de un poeta genuinamente argentino. Y tomando un puñado de trigo, con la unción De los antiguos días, dije en mi corazón: Bendito sea ci gusto previo del pan seguro En el contento agrario como una hostia puro; Bendito sea el sol, que es servidor y rey; Bendita la criada que es gran reina, la tierra; También la mansedumbre de los ojos del buey • el trabajo escondido de la lombriz de tierra • a más la golondrina, que amadrina la lluvia. Bendita en cada grano, vuestra cosecha rubia, Sembradores, y vuestro vivir de hondura y calma Como un arar. Bendita la fatiga divina Que endurece las manos y que mejora el alma. *
En 1926 publicó Coplas de pueblo. Todos sabemos que para el poeta culto cantar con la exacta voz y acento del pueblo no es fácil, sino justamente muy difícil. No nos extrañe, pues, que del casi centenar de coplas del libro de referencia, el propio autor, se incline a creer que sólo acertó en cinco o seis: El primer amor que tuve lo mataron a traición. De entonces con el difunto Va a cuestas mi corazón.
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Que el folklorista Alfonso Carrizo en su prólogo a su cancionero de Salta dice haberla oído cantar por gente del pueblo en la quebrada de Humahuaca. Ojerosita, ay de mi, ojerosita te has puesto. Todos dicen que es por mi Caramba, si fuera cicrtol Qué pañuelo de luto me echas al cuello con las dos trenzas negras de tu cabello. Paloma que lloras tanto deja caer una pluma para escribirle a mi negra con mi pena y con la tuya.
En un número de homenaje a Luis Franco de la revista Babel el escritor César Tiempo contó lo siguiente: "En casa del energuménico Tallón, poeta de alma pueril y estruendosa, de las que habla el Talmud, conocí una lejana tarde a este Luis Franco, cuyo Libro del gay vivir había trazado un surco tan violento en mi adolescencia nebulosamente romántica. Recto y compacto —todo un árbol agreste— me sorprendía no verle nacer de súbito —como en la canción de Rubén— en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de sátiro en la frente. Sobre todo, cuando admiraba en él, más que al feliz trasplantador de las geórgicas virgilianas que supo sinfonizar la áurea mediocritas de las cosechas y al implacable cazador de metáforas de Nuevo Mundo, al que exaltara en bellos versos, el libre gozo de la naturaleza, la fiesta impúdica y casta de los sentidos, fiel a un inaudito panteísmo erótico. Pronto entramos en fuego...[.] Arrinconado el tendal, la guitarra gaucha que vibraba en manos de Antonio Alejandro Gil, suscitó nuevas voces, y Franco dio coplas, como el tajamar ondas concéntricas. La atención se apeñuscaba. Pronto comenzaron a surgir, ondulantes y frágiles, inasibles y esbeltas, permeadas de una gracia sentimental y sonriente, coplas de ritmo cordial, y en seguida la sabia noticia de su procreación, la historia de su génesis popular,
las diferencias y analogía con sus hermanas importadas, todo un curso, subyugante, erudito, suntuoso, de coplería, que nos reveló al artista sincero y apasionado de su vocación. . * En 1927 publicó una nueva colección de versos, Nuevo mundo, a que el propio autor —entendemos que acertadamente— no asigna otra significación que el de un ejercicio de técnica, metáfora y novelería, hecho un poco por bravata y humorada. En 1928 apareció Los trabajos y los días. En La flauta de caña y Libro del gay vivir Luis Franco se presentó ya como el más auténtico de nuestros poetas bucólicos. Los trabajos y los días no harían más que confirmar ese título. La obra revela disciplina y sostenido esfuerzo, escrita toda en alejandrinos y cantando una a una las principales tareas y escenas de la vida aldeana y campesina. No obstante, nos atrevemos a observar que, sin duda, el mérito del libro no es parejo. Evidentemente el autor ha ganado no sólo en maestría técnica sino en un más sutil y seguro dominio de sus temas, la poesía bucólica de nuestro idioma ha ganado una decena de poemas que no pueden sino figurar en primera línea en cualquier cotejo: El olivo, Madre,. Sol estancado, El vino, Bendición, Descanso, El maestro Ramón, La
calandria, La espiga, El buey.
Veamos los dos últimos: LA ESPIGA La ves subir al ci&O: temblante, fina, sola, Con pureza que no hallas en ninguna corola. Tiene algo de rosario y tiene algo de cruz Y el surco negro aclara como si diera luz. Al sol, que en ley de padre le bendice el cariño, Muestra su fruto como una madre su niño. Sufrida, el peso de oro de sus granos aguanta, Pero levedad de hostia tiene su gracia Santa. La ves subir al cielo temblante, fina, sola.. Las aristas radiante le han ceñido aureola.
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ODA AL BUEY Tu grandura se aploma con sencillez de monte. Tu paso es remansado, profundo, fértil como Un río en la llanura. La paz del horizonte Del campo se echa en tu ojo. Manso como una encina, A los pájaros cedes, para rama, tu lomo. Lames tu mansedumbre, suave como la malva. Tu morro humea el alba, igual que una cocina. Y oyes como una misa los rumores del alba... Rumiando, de rodillas sobre las hierbas o entre Los pastos, quizá rezas tu amor sacerdotal: "Ave, tierra, llena eres de gracia virginal Y maternal. Benditos los frutos de tu vientre." Por tu rastro que tiene forma de corazón; Por tus cuernos, par de hoces a tu testa amarrado En seña; por el yugo, la cruz de tu pasión Fecunda; por el santq madero del arado; Por la reja que brilla sin mancha en su faena, Y por la harina blanca y la gleba morena, Y por el pan del rico y el pan del indigente, Oh, esposo de la tierra, por lo puro de toda Labor con que Ja honramos y nos honramos, mi oda Te corone de espigas y de olivo la frente.
Dijimos ya que el mérito de la obra en su conjunto no se mantiene siempre a la misma altura. Aquí y allá hay poemas o trozos o versos flojos, superficiales, parecidos a muchos, y aun monótonos, es decir, sin esas cualidades que suelen ser tan suyas: espontaneidad, originalidad y frescura. Nosotros nos inclinamos a sospechar que la influencia de los maestros de la poesía eglógica tenga que ver en el asunto: Francis Jammes y Pascoli. Queremos decir que las geórgicas cristianas del primero y la poesía preferente y exquisitamente aldeana y doméstica del segundo estaban en secreto desacuerdo con el impulso pánico y pagano que se ha revelado a lo largo de toda su obra como la característica más indesmentjble del temperamento y el espíritu del autor de Suma y Biografías animales. Siendo así, su inspiración debía sentirse por veces un tanto sofocada en los cánones y modos de la poesía bucólica tradicional. Y eso loo
N Ilustraci贸n de Demetrio Urruch煤a al libro Suma, 1938
es lo que creemos advertir en más de un pasaje de Los traa fas los días.
Tres años después aparece, en un breve volumen, una nueva recopilación de poemas, intitulada Nocturnos, que después será incluida en Suma. A l respecto sólo queremos decir por ahora que esos poemas significaban, dentro de la tradición poética del autor, una novedad categórica: a la inspiración naturalística y a su sentido y aprehensión paganos del amor agregaba en la ocasión una nota inesperada, que un crítico de La Nación llamó "misticismo amoroso", señalando que la magia poética de algunos pasajes recordaba la magia musical de los Nocturnos chopinianos.
Por fin, en 1938, se publica Suma, especie de vasta exposición en que se congregan poemas de la más diversa índole, fisonomía y manera, aunque predominando los de inspiración pánica, y en que el cristalino arroyo que Lugones alabó quince años atrás resurge convertido en un río de grandes aguas. El más reverente silencio de la crítica acogió la aparición del libro, pese a que la gran autoridad de Federico de Onís le había llamado pocos años antes en su A ntología de la poesía española e hispanoamericana, 1933:
"Uno de los mejores poetas de América, por ser plenamente lo que es. "Fuera de toda escuela. . . ha escrito, Con naturalidad y frescura, con seguridad y justeza de expresión, con novedad de imágenes y plenitud vital, una poesía sobre temas campesinos, humildes y elementales, que se aleja de todo lo local y subjetivo, para identificarse, como las poesías primitivas, con la Naturaleza y la Humanidad eternas." Sólo el crítico profesor señor Giusti, dijo que aquello era pura retórica y por ende muy inferior a sus primeros versos. Resulta un poco extraño, pero la explicación, según parece, sería ésta: Franco fue siempre una persona poco inclinada a cambiar galanterías literarias con otros escritores y ha pensado siempre, además, que el artista y el intelectual no deben "sentir ni pensar
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en banda", como decía Baudelaire de los belgas. Nunca se sintió ni remotamente ligado a ninguna generación ni a ningún grupo. Por lo demás era en esos años en que vivía casi salvajemente aislado, y en todo caso con muy pocos e intermitentes vínculos literarios: Heliodoro Valle le hacía llegar una nota sobre él publicada en El Excelsior de Méjico; el venezolano Picón Salas le enviaba una impresión calurosa sobre El general Paz; Savat Ercasty desde Montevideo y Juan Marinello desde Cuba le remitían algunos de sus libros, Gabriela Mistral le escribía una carta desde Madrid; eso y algunas líneas de Quiroga y de Banchs, era todo. Por otra parte, perdido en su recóndita Belén, Luis Franco vivía duramente entregado a sus trabajos de campo (puesto parte de su amor propio en no dejarse derrotar como granjero) y en los momentos o días libres se entregaba con no menos tensión a sus trabajos literarios. No tuvo, pues, mucho tiempo de advertir del todo el completo silencio (le diarios y revistas sobre su libro ni aquello le llamó mayormente la atención. Pasaron tres aflos y se aproximaba el día en que debía asignarse los premios nacionales y un poco antes ya se creía saber los nombres de los premiados. Fue entonces cuando Roberto Ant (cuya rebelde independencia de espíritu recuerda no poco a la del autor de Diccionario de la desobediencia), ArIt, apasionado lector de Suma, publicó en A rgentina Libre una nota semejante a un toque de clarín. UN POETA COSMICO "Tres años han pasado desde que Luis Franco publicó Suma. Un silencio fervoroso ha saludado la aparición de la monstruosa obra de este poeta que, como \\Talt ',Vhitman, podría decir de sí mismo: "Yo no soy sólo un hombre. Soy una batalla. "Escribo estas líneas después (le haber hojeado archivos, después de haber sopesado el enorme libro de casi trescientas páginas de poesía tupida, después de sumergirme en él con ese cauto terror que al comienzo nos produce el océano o la selva. "¡Tres años de silencio en torno (le un bosque de poesía, cuyos altos fuertes tocan el cielo! Es maravillosa la justicia de los descoloridos labios apretados. Inclinado sobre el libro de Franco pienso
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que aún no se ha elevado un altar a la injusticia. Pero que a la entrada de todas las ciudades del mundo, algún día se levantará su templo y que a todos los injustos les será permitido enaltecer su iniquidad. "Leyendo a Franco he recordado la talla de los superhombres que hombrean el Renacimiento y almacenan en sus cuerpos una fuerza cósmica, lo suficientemente vasta para transformar un bosque de piedra en multitud de dioses y gigantes. "11, tendido a semejanza del gran Pan en la orilla del mar, hace sonar su caña. Al son de su caña, la naturaleza despierta, las sirenas asoman sus achocolatadas cabelleras entre las rocas, pájaros de metálicos colores graznan en el espacio, peces cartilaginosos abandonan los profundos abismos donde las obscuridades madres incuban los monstruos, los árboles sacuden sus ramas para cerciorarse de que es cierto que escuchan, las flores campanillean stravinskianos acordes disonantes, los ventrudos machos cabríos bajan majestuosamente la falda de los montes, y los hombres que visten trajes por mensualidades y han puesto su ideal en un automóvil, se tapan las orejas o aprietan el acelerador. "Y la envidia le grita: "!Maldito seas por la música que se escapa de tu flauta divina, y por no haber encontrado un pie que empujara tu libro al fondo del mar! "Así de pronto he sentido que era necesario que le comunicara no sé a quién, la altísima hermosura de este libro, sus silencios cargados de perfumes rojos, que tratara de dibujar la estampa de sus misteriosos forasteros venidos del país de los pájaros, el prodigio de sus almas dando audiencia en secreto a todos los asombros y las dudas, la magia de sus 22 Nocturnos, la dulzura acompañada de lágrimas de sus poemas de amor, donde, como en El nocturno del dúo inmóvil, se descubre un éxtasis dolido, semejante al que perpetuó San Juan de la Cruz en Cántico espiritual. Nos borra ya la sombra... ¿Borrará así el olvido? —Oh, nuestros corazones son la constelación más clara de esta noche que viaja hacia dónde! —Tus alas no se cansan, qué importa a dónde voy. —Qufzzí vendados, alguien nos lleva de la mano.
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—Tal vez. O es que no puede mirarse el esplendor. —Nada sabemos. Sólo que estamos de rodillas ante algo nuestro, pero más grande que tú y yo. —Cuando bajas los párpados para abrigar tu alma la mía temblorosa no se atreve en mi voz. —Ay, mi dicha, más tímida que una canción de esclava. Yo no sé, y o no sé si es albricias o adiós. —Escuchamos lo que otros ahogan en el ruido; En mí te escucho, amada. —Tu corazón es dios que busca las plegarias más trémulas, las mías! —¡No...! Aprendió lo divino, con tu cruz, su pasión. —Oh, amado... —Pero lloras, ya! ¿Qué vaso de música será digno del llanto que consagre tu amor? —Tú también estás triste. No quieres y estás triste. —¡El temblor de tener un corazón mortal! ¿Cómo hablar de otra ena? Tal vez no hay más dolor —. Pero el amor nos salva. Qué importa ya la muerte Si vivimos momentos inmortales los dos.
"Cuando la tierra le fatiga, se aproxima al mar. Describe la batalla del océano contra la tierra, las tribus de agua acometiendo las siete puertas de esa Tebas de granito, los tiempos del ángel y la bestia en la edad de piedra: Por el más viejo pacto - tu yodo es nuestro vino - y tu sal nuestro pan. Se sumerge y describe los peces del gran fondo, "donde las medusas dan el tempo a lo que vive, con su lentísimo compás", los barcos náufragos, que son "definitivamente tripulados por las muelles criaturas del horror primordial". "Semejante a 1-leracles furioso, sortea cumbres, va en busca de negros dioses, se detiene junto a los cimientos del mundo, regresa a las cordilleras, cruza las pampas: la enormidad de su inspiración es tan evidente que toda palabra se hace lánguida para expresar su altura. "En el libro quinto, V oces de gesta, su voz cobra la filosófica amargura que trasiega el Eclesiastés, luego independizándose del nocturno presagio, lanza el pregón de su fe, y la fe le envuelve en la gloria de su definitiva llamarada. "He cerrado el libro. 1938-1941. "Tres años de fervoroso silencio. Me dicen que su autor, no sé si
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(/• Ilustración de Manuel Cohneiro al libro Pan, 1947
en La Rioja o en Catamarca, en soledad virgiliana, ara, siembra y cosecha con sus propias manos un trozo de tierra y cuece su pan. "Esta bien. Es la hermosa bestia completa en la Edad del Maniquí. ROBERTO ARLT, A rgentina Libre, Buenos Aires, 1941. * En ese mismo año —1941— C. Di Vruno, editor de Suma, reunió en un pequeño volumen (Poesía y verdad de Luis Franco) algunas críticas sobre el libro firmadas por Oscar Cerruto (boliviano), Ernesto Montenegro (chileno), la ya citada nota de Ant y otras debidas a Juan Millán, Carlos Mastronardi, Lázaro Liacho, etc. Dice el poeta Cerruto en fino análisis: "Luis Franco ilustra, ejemplifica esta forma de poesía activa, nacida de ese mundo "de apariencia estacionaria", en cuyo fondo se agitan las "fuerzas depredatorias" (le SU telúrica horizontal. Ha tocado simultáneamente la madurez formal y la otra, la madurez metafísica, que es la conjunción, la síntesis, de la propia angustia, de la tribulación personal con el drama de la tierra y de la historia. De ese choque, de ese encuentro trascendental, ha de nacer la estatura definitiva: crecida y ceñida, desnuda y exacta, que asume su poesía: Sólo quiere acordarse de los que amamantó la verdad con su ubre de leona, de los que amaestró el viento, esos por quienes piafa el mar y se encabritan las banderas.
"No es la voz de un poeta que está más allá de lo real y de lo verdadero la que escuchamos. No son sus poemas nada más que poesía. Hay algo más en ellos. Está en ellos la vida. La vida tumultuosa y presente, con su hervor y su afán, sus contradicciones y sus batallas. Está el hombre, y el drama del hombre. "No es cierto, pues, que baste para hacer un poema llenarlo de poesía. Nunca ha bastado. Ni en Shakespeare, ni en Holderlin, ni en Whitman, ni en el Arcipreste. Y cuanto más expresa a su pueblo, la poesía, vehículo de su devanación, eco de su profundo conflicto,
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de sus colisiones íntimas y de su esperanza, más alta y numerosa es su llamarada. Y alumbra con más extensión. "Es en esta correspondencia del poeta con el suelo que pisa, en la identificación de sus mensajes, cuando la poesía encuentra finalmente su significación definitiva. Cobra universalidad, "se opone a lo temporal" y es, al mismo tiempo, temporal, es decir, nacional. Circunscrita a su hora y a su lugar. Se evade de lo doméstico para expandirse, para crecer y rebasar sus fronteras. Pero es de lo doméstico, asimismo, que se nutre su épica. Y entonces sale de la órbita personal del poeta para entrar en la de la historia. "Hemos hablado, al comienzo de estas notas, del signo que preside la oscuridad y el alumbramiento argentino: la Pampa, equilibrio y sostén, fuga y tobogán. La Pampa no es un simple accidente geológico ni una peculiaridad geográfica. No es sólo eso. Es también gravitación telúrica, valencia económica, hontanar. Palabras que podrán parecer demasiado graves para la poesía. Pero que en la poesía se infunden y cobran luego su verdadera significación. En la poesía se hacen aéreas y traslúcidas y resplandecientes. El poeta ilumina con su voz ardiente y desvelada los rincones secretos de la esfinge". * Dice Ernesto Montenegro: Esta obra que resume diez años de producción, revela un curioso maridaje de sentimiento y de meditación imaginativa. Hay una cosa primitiva que hace pensar en la Biblia y los poetas de Oriente en su aceptación del hombre integral —alma y entrañas— frenesí sexual y comunión mística con el misterio. Es una poesía de universal comprensión, que todo acepta, menos lo que imita o tuerce la vida. "La melancolía romántica como que sacude su ceniza en estos versos que parecen haber sido engendrados en alta voz, caminando a través de la tierra bravía, o galopando por la Pampa sin huella ni eco. Es una poesía que abarca las salvajes soledades patagónicas, las selvas del Chaco, los desfiladeros y las cumbres andinas, el mar aconchado de la Pampa. Hacia el norte, por encima de esa creación todavía ardiente que es el Trópco, la poesía de Franco limita con el imperio ilimitado de Walt Whitman".
Dice Lázaro Liacho. Luis Franco asume una vez más el puesto de los grandes creadores, es decir, no realiza nada en pequeño. "Para adelantar una visión total de Suma, fuera necesario ocuparse de cada uno de los libros que lo componen. Sus voces aparejadas de tiempo, roturadas de modalidades distintas, con injertos tomados en diversas latitudes. En cada libro varían el tono, las imágenes, el acento, la acción, la parte del mundo que se hace cargo (le la naturaleza y ci cosmos; Suma es un canto de varias voces, en el cual domina, claro está, la voz soberbiamente apasionada: la voz de la gleba, la voz virgen de Luis Franco". Las anteriores notas, son sólo eso: notas, impresiones. Pero Juan Millán realiza una interpretación fundamental de Suma que nosotros nos concretaremos a seguir, transcribiendo sus pasajes más esclarecedores. Bajo el subtítulo El hombre y la naturaleza, dice: "Nada (le lo que no está irrigado Por nuestra raíz —esto es, nuestra naturaleza más íntima— puede tener valor verdadero y "porvenir". Corno lo revelan los versos de su adolescencia y el poema de Suma evocando su infancia, el poeta era temperamentalmente lo que hoy es conscientemente: Si aprendo bien los rezos se alegrará mi madre. Y si soy bueno, el ángel Me dejará esta noche (los plumas de sus alas. Pero, ¿qué hacer, si mi alma no puede oler los cirios? El pizarrón es tenebroso Mi ansia escapada trina en la rama más verde de ese árbol.
"Que no se trata de un hábil paisajista, que para Luis Franco la Naturaleza está muy lejos de ser un "mero escenario pintado de azul y verde", es lo primero que vemos. Él late junto a ella en una convivencia tan vehemente como natural, eso es todo. De ahí que, proyectándola desde adentro a fuera puede revelarla con tan sencilla eficacia.
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'Cito al azar: La atmósfera:
011, tierra, tú la llevas para prez, maravillosa y simplisimamente, como otros llevan su alma a flor de piel. El alba:
Ya los senderos vuelven, furtivos, (le la noche. El árbol:
Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime presidiendo el desfile de alas y mañanas. La primavera:
Nada, nada, nada, nada, Pasan pedazos de invierno sobre el agua enamorada. Los negros:
Profundos cuerpos de noche constelados de deseos. La lluvia:
La vida está desnuda y ríe ocultando la cara entre los cabellos mojados. La noche
Noche, eres una excavación vedada... ¡Ay! en las nebulosas las raíces del mismo ser destapas!
"El poeta tic Suma me hace recordar al Niño-Diablo del cuento de Hudson: su mirada, su oído, su olfato parecen dotados de la fineza y la certeza infrahumanas y mágicas de los animales salvajes. Las ciencias intrasmisibles del rastreador y del baquiano parecen suyas, y, claro también, que el arte del cantor. (Y ya veremos que, igualmente, la voluntad libertaria del gaucho alzado.) "Pero a través de la apasionada largueza de sus sentidos, ha llegado con los años a una especie de conciencia —no mental sólo, sino integral— de la varia Naturaleza en su conjunto que tenemos que llamar mística, porque no es otra cosa, por mucho que la palabra choque con estridencia aplicada a un poeta "pagano".
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• . "Su conciencia de lo inexpresable rebasa las fórmulas teológicas o científicas: El enigma es un adentro y un afuera de los límites.
Suma, N9 33, Un simple paso que aoy, una simple mirada que dejo caer son un prodigio sereno, como el resto de la viviente.
Suma, N 9 33. Vamos formidablemente escoltados de misterios como alguna cifra ingente (le ceros y ceros.
Coplas de Cesta. La noche yedra envuelve al entero ser desnudo.
Suma, N9 20.
"Lo que nosotros miopemente llamamos V ida o llamamos Muerte son formas diversas del ser universal: Siento que la vida y la muerte son dos manos que mueven todas las cosas en una inmortal conspiración contra la nada.
"Porque en verdad, nada desaparece definitivamente, nada muere, pues todo vuelve: Periplos de las cosas, anillos nupciales. Lo que comienza y crece, no acaba: recomienza.
"Frente a tamaña aprensión y concepción de lo existente, los mundos "terrenos" y "celestiales" de las mitologías y las teologías, con sus resurrecciones y castigos y premios del más allá, con sus esperanzas y terrores fantásticos, aparecen como inventados por la pesadilla de un niño: Mi alma caudal eset aquí. No pide perdón a nadie ni de nada. Agradece con total fervor lo que tiene y su sonrisa alegra los cipreses.
"La verdad es que el tiempo le ha confiado su vertiginoso misterio: El eterno regreso de lo efímero es el secreto del tiempo.
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"Y así, ¿cómo ha de envejecer nada sobre la tierra? Mi sangre vieja como CI mar. mi sangre mis fresca que los últimos geranios.
"El Movimiento ("el dios que permanece") y la Metamorfosis ("madrina del retorno") son la fuente de Juvencia de todo lo que existe en la Naturaleza: Y la novedad es tu vieja costumbre.
Suma, NQ 2.
"Intensidad no sólo de la sangre, sino también del espíritu, es la que nos rescata de lo perecedero: Su ilusión que se encapricha por lo fugaz viste luto y un solo instante de dicha es tiempo absoluto!
Embajada de mediodia.
'Pero quien ha logrado sentir así la comunión a través del tiempo, lo ha logrado, por cierto, a través del espacio, porque en esencia son una misma: La expansión concéntrica del ser en los circulos del agua, la madera, la sangre, el sonido.
"Y también en los del alma: La tierra, el aire, el agua, ci tuego están indisolublemente mezclados a nuestra alma.
"Y sólo la comunión con lo universal abre las puertas del verdadero vivir: Ah, no estamos vivos, de veras, si en nuestras quejas o canciones no pulsan, rocas, alas, eras y constelaciones.
Parece estar al tanto de los más clandestinos caminos de lo que vive, menos por lucidez conceptual que por privilegio de su sen-
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Ailo 1918.
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Foto tomada en Chile,
(Foto de La Prensa')
IP
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sibilidad. No lo descamina o turba ni la más abigarrada pluralidad de las formas, pues termina por descubrir la identidad esencial, a través de los círculos interiores en que se mueve la Naturaleza. El proceso completo del huevo hasta convertirse en pájaro, el del astro hasta cumplir su órbita en el espacio, el de la sangre hasta cumplir la suya dentro de las venas, han sido vistos en su correspondencia fundamental, reducidos a la unidad: Y que el pájaro que incuba repite en sus huevos el cerrado galope de los planetas y de la sangre.
("En cuanto al verbo que traduce sus visiones —digámoslo al pasar— es casi de un poder algebraico en su capacidad resumidora.) Somos los sumandos de una cifra única
"La unidad está, pues, sentida a través de las mayores complejidades de lo diverso: Todas las distancias forman una sola cercanía divina.
"En verdad, donde otros ven un tema de elegía —la brevedad de la vida humana— nuestro poeta halla una razón de euforia: la certeza de nuestra muerte se vuelve una advertencia y una incitación aguda. Igual sentido tiene su oda al invierno: enemigo (le viejos y (le enfermos y de malos olores y perfumes baratos.
'Pero si el mismo cadáver da testimonio de que la vida no se deja vencer: Ella, la invicta, sigue latiendo en el cadáver con la profundidad del halcón en su vuelo
En el segundo parágrafo, Devenir y revolución, el comentarista expresa: "Toda la poesía de Suma está, pues, transida del sentimiento del devenir — somos y no somos: devenimos— esto es, de la perpetua
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transformación de todo, y de que el alma, el animal, la planta y aun la piedra, son "sucesos", están moviéndose sin pausa: El Movimiento (silueta del alma) con la vida y la muerte por flujo y por reflujo.
"Sí, y también de la ley que rige el movimiento: la identidad móvil de los contrarios. "Pero ese proceso dialéctico (esa lucha de los contrarios y superación de la contradicción que actúa en toda cosa) que entraña el desarrollo de la Naturaleza, obra también en la historia y se llama lucha de clases. "En Bocacalle del mundo y también en Coplas de gesta y en Suma (libro VI) Luis Franco aparece como un poeta social, bien que sea escasísimo su parecido con los declamadores que suelen llevar este nombre. "Cuando él canta: Ahora sabemos que sólo es libre el que sabe romper su propia cadena [en los Otros.
"expresa el motivo cardinal de su enrolamiento en la lucha. El alcance corrosivo de los ácidos de su sarcasmo llega hasta el hueso: Ahí están ellos los que fabricaron con humo dioses de perdón y castigo para autorizarse concesionarios del mundo, monopolizadores del hombre; ahí los de vísceras y manos de prostituta que han hecho del sudor y la sangre el licor más potable, ellos, más suficientes que un monolito, más hipócritas que un pantano, con su honor que huele terriblemente a ropa sucia y es hoy escándalo en todas las esquinas del inundo; ah, dispuestos a llegar a los horrores prohibidos, a hundir hasta lo más insumergible del hombre con tal de conservar intacta la santidad de sus alcancías! Canción amanecida en la Pampa.
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Porque de eso se trata. No de la mejor distribución del algodón y de la grasa (aunque es indispensable comenzar por ella, señores idealistas!) , sino, por encima de todo, de llevar al hombre colectivo más allá del pantano de los conflictos económicos, y de la niebla de las supersticiones trascendentes, de que pueda rescatarse del "monstruoso destino de sus manos", recaudar su 'ternura fundamental", olvidar sus "viejos y enfermizos delirios", reconciliarse con la "frescura creatriz del mundo": sólo entonces la criatura humana a través de sus semejantes, podrá alzarse hasta su alto destino: El más reseco (le los vasos quiere colmarse: ci hombre dejar de ser una insalvable distancia para el hombre y cumplir totalmente, libremente su órbita.
"Porque si bien se mira, en eso desemboca toda la poesía de Suma: en la reconquista del hombre por sí mismo. Mas, para eso,
es indispensable armar a los hombres de una conciencia vigilante y aleccionarlos en la inconjurable necesidad de la lucha y de la sangre. Por ello la Resignación, "fetiche de ojos de perro", y que aconseja el repudio tic la violencia, es el peor enemigo del hombre contemporáneo: Contra esa hija de la muerte que congela risa y sueños, se alza la única reclusa que no empalidece, la sangre.
"Por eso Luis Franco se ha hecho un poeta revolucionario, 'todo ojos y pulso". El tercer parágrafo se llama El poeta del amor. Soy uno por fuera y por dentro Mujer, soy Uno ciertamente Nada de tu alma o de tu cuerpo Podría serme indiferente
"Ninguna estrofa de nuestro poeta resume tan acabada y sentenciosamente su sentido y comprensión del amor humano. Sentidor desmesurado siempre, Luis Franco ha llegado en las dos direcciones del amor —la ternura y la voluptuosidad— a las más hondas distancias. Pero estoy mintiendo adrede. Partiendo de que la anti-
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nomia entre el cuerpo y ci alma del hombre es radicalmente falsa y perversa: Ay, civilización bifronte, te pesa un adarme, que al alma tenga un horizonte, y otro nuestra carne.
'Se llega a que tampoco existe la del amor físico y el platónico: el primero pertenece a la fisiología o la mecánica, el otro a las aberraciones mentales. En la más lúgubre locura fragmentaste el amor (le un tajo: el de arriba (le la cintura y el de abajo.
"Mientras tanto, para el espíritu verdaderamente puro y verdaderamente libre, el sexo está entre las grandezas y bellezas mayores de la tierra. Sus ondas rigen los más cargados designios de lo espeso, y las fugas del sueño que no alcanza la música: también las inventoras fiebres del alma. Su ritmo es conocimiento del tiempo, y la hermosura y la guerra y la alegría están en él y los demás dioses todos, y la salud es su pia aureola
"El sexo es, pues, padre de hombres y dioses, y ay de sus apóstatasi los ascéticos San Antonio que quieren anularlo y enloquecen de pesadillas, o los hedónicos Oscar Wilde que buscan convertirlo en un bajo resorte de placer y bajan a las más nauseabundas aberraciones. "Hay que volver a los escritos de los antiguos —árabes, hebreos o griegos— para dar con la actitud enorme de ingenuidad y de 'eneración ante el sexo que hallamos en Suma: "Qué raro, pues, que para él asuma una grandeza cósmica lo que llama: Conjunción creadora de toda la mujer y todo el hombre en la cstrellcria del ser.
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'Se trata, en verdad, del más furioso apetito de conocimiento que invada al hombre: Queremos conocernos con lo interno desconocido de nosotros, quiero que tus adentros isse vistan, quiero vestirte con los míos.
"Pero tamaña intensidad rebasa la frontera humana y permite la comunión con el espacio: Los ocho miembros son los rayos de una rueda a escape, su eje está pasando por el eje del mundo y las estrellas.
"Y también con el tiempo: El río que en mí llevo se desata despertando el futuro que llevas dormido en las entrañas.
"Pero el sexo humano no es sólo Ímpetu sensual sino también ternura: el amor del hombre es todo eso, indisolublemente: El impulso abismal que me empuja creadoramentc hacia la forma y la [esencia de la mujer
"Si a través de la voluptuosidad el poeta llega a la mística, también llega a ella a través (le "la esencial ternura", del sentimiento y del ensueño: Yo soy el del pecho oscuro Y de la herida que le alumbraron para siempre (Nocturno N Q 8)
"El pensamiento del poeta (le que "el individuo verdadero es la pareja" está vivido desmesuradamente en sus versos. "Alguna vez los amantes (le la pareja perfecta "en idioma de llanto conversan con la dicha" en un diálogo que parece encerrar toda la armonía estrellada (le la noche y su profundidad: Pero ci amor nos salva. Qué importa ya la muerte, si vivimos momentos inmortales los dos,
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"Es el maravilloso diálogo de las almas enamoradas que ha descubierto el misterio de la inmortalidad. Y finalmente El poeta de la personalidad. "A Franco, poeta y hombre, le ha preocupado dramáticamente el problema de la personalidad, desicleratum final de la civilización. Las rocas, el horizonte, las máquinas, los dioses, los estados deben probar la infinitud del hombre y servirla, o valen menos que las hojas secas.
"El hombre sólo puede hallarse y salvarse a través de los otros. Según eso —y contra los credos milenarios en su tendencia a considerar el sacrificio del yo como el bien moral mismo— todo lo que contribuye a la magnificación de las capacidades nobles del propio yo es una excelencia en sí mismo y un aporte al bien común (le la humanidad. Presintiendo que los límites (le la libertad y la armonía coinciden y que el hombre en su fuente es comunión y creación manantial.
"El hombre, tránsfuga de sí mismo, ha caído en el culto de "sueños baldíos" y de ídolos cada vez más groseros, es decir, en la esendal barbarie. "Es, pues, un programa de recuperación profunda, de unificación de todos los valores en discordia, el verdadero ideal del hombre moderno: Limpiemos de escrituras falsas nuestros palimpsestos, restauremos en carne y alma los divinos textos.
"Y deberá comprender, de una vez, que ni la ciencia o la moral, la industria o el arte, sirven de nada, si no desembocan en eso: el ensanchamiento de la persona humana. "Y comprenderá también que cada hombre es un esbozado proyecto de sí mismo que sólo él puede realizar: Cada uno lleva en sí su propio modelo, incomprensible para los otros e inimitable.
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"Y que la sola sabiduría consiste en plasmarse lo más lealmente según ese modelo: Me trato a mí mismo como a un inmortal camarada, esforzándome por escucharlo y seguirlo.
"Y también podrá volverse cierto: que el todo confluye y logra su intensidad más alta en el latido humano.
En 1947 Franco publicó una nueva recopilación poemática bajo el nombre de Pan, mas por una infortunada circunstancia salió plagado de errores tipográficos y su autor trató de evitar que el libro entrase en circulación. Lo más representativo de ese volumen ha sido incorporado a su antología intitulada Constelación integrada en su mitad por material inédito. Este libro, totalizador y sintetizador a la vez de la obra poética de Luis Franco en su evolución y ascenso ha corrido ante la crítica la suerte de Suma en su primer momento: no ha suscitado aún un solo estudio digno de tal nombre. Sólo Bernardo Ezequiel Koremblit, en la revista A tlántida (Marzo-1960) ha publicado una nota que por lo menos comporta un reconocimiento, no por generoso, desorbitado. "Seis libros de verso y nueve de prosa ha publicado el policromo humanista, biógrafo, ensayista, historiador y patriota ciudadano del mundo, y en todos los géneros literarios insenescente poeta. 'Pánico, esteta, ideólogo, dionisíaco y apolíneo, el escritor de Belén es uno de los que cuentan, sin discriminaciones, con el mayor número de lectores en nuestro pueblo, acostumbrado a preferencias quirúrgicamente separatorias. Desde La flauta de caña (1920) hasta su reciente Pequeño diccionario de la desobediencia, el poeta ha trabajado y vivido para la literatura, la dignidad, la belleza, la fe en ci hombre, el panléxico conocimiento y la justicia. Este libro, que reúne trabajos de seis anteriores y agrega poemas escritos entre 1948 y 1958, satisface lo que era una urgente demanda. Sigue siendo ahora una apremiante necesidad de pronta ejecución la
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publicación de sus Obras Completas, pues nadie que tenga dos o tres libros de Franco dejará de lamentar no poseer todos, sin exclusión de ningún poema, de ningún capítulo. El autor del Libro del gay vivir y Hudson a caballo pertenece a la prole de aquellos de cuya obra nada es ornitible. Las estrellas fijas y definitivas que componen esta Constelación, tan oportunamente editada por Stilcograf, exudan el fresco y eufórico río de una poesía sucesivamente cantarina, reflexiva, sensual, humana, deliciosamente rústica. Luis Franco, uno de los más grandes poetas americanos, ha autobiografiado, en este libro suyo cuantioso material inédito que significa el coronamiento de Suma (1927-1937), su bella y vigorosa personalidad integrada por el trivio que une los caminos de su imaginación, su sensibilidad y su pensamiento". * Nosotros sólo diremos que a la variedad y diversidad de motivos, temas y estilos, ya tan cuantiosa en Suma, Constelación, agrega notas nuevas sin que eso conspire contra Ja armonía del conjunto, es decir, la unidad dada por ci infatigable espíritu animador. A los frescos cósmicos de su libro anterior — Mar nuestro, A ndes 1936, La Pampa— se agrega ahora, con igual nivel, si no superándolos, Confluencia con el Paraná en que nuestro río, humanizado por un lado cobra por ci otro la majestad de los anti guos dioses: Paraná, redención prometida al purgatorio de los páramos, colmado cumplimiento de los sueños de todas las sedes de la tierra: apeado ciclo. También soy un abismo, ¡oh, Paraná! y mi profundidad amarga quiere beberse tu dulzura hasta la última gota. Ahora tú puedes penetrar en mí (¡desembocar sin miedo en mi sangre occáuicO) para que tu ímpetu sin tregua a sí mismo una vez logre sentirse,
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Ilustraci贸n de Juan Carios Catagnino al libro Pan, 1947
y tu corazón pálido, más que raíz o larva, aprenda los latidos de púrpura del mío. Y para que tu instinto oscuro se asome a ese portillo sobre el cielo del ser abierto por ci hombre a través de sí mismo.
Y Caníbales, representación de los más perdidos orígenes, o el singularísimo Humanidad de las estrellas o la cristalina profundidad de Invitación ingenua: Dentro del Todo, en el tiempo y el espacio nada es pequeflo. Desde el fondo del mar y los milenios arrancan la forma y el canto de ese jilguero, y edades y selvas enteras perecieron antes de lograrse el Contorno y el color de esta flor de ceibo.
La poesía folklórica, generalmente maltratada por los poetas cultos, aparece en Constelación en un plan novísimo y con perspectivas insospechadas, todo ello sin perder en ningún momento la mejor entonación popular nuestra en El corazón de la guitarra: Debajito de tu puente ya ni agua ni sangre pasan se está despeñando ahora la Creciente de las lágrimas. La guitarra.
Y en las travesuras agilísimas de La moza de mazapán, y en las con gojas y celos cntrañudos o las guapezas galantes —y en voz ar.gentinísima, como dice Martínez Howard— de Morena, Canción de muchos quereres, o Sacramento de la zamba. Tu sangre es bravía, bravía la mía: Juntemos nuestros amores como dos cardos sus flores.
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O las zafadurías de Zapateo del diablo: No me diga, usted, patrón, que no traigo algo de nuevo: parió una mula soltera y una monja puso un huevo. Ciencia que me hallé a escondidas de los curas y el gobierno a donde aún no acaba el mundo y ya comienza el infierno...
Parte de nuestra fauna entra en la lírica, esta vez con todos los honores que se merece. He aquí el comienzo de La canción de los caimanes: Se escalofría el mismo río en nuestros lomos al pasar. El bosque, el bosque fue creado para los hijos del caimán.
O el final de La danza del yaguareté: Tanto baila que ya entra a ser lo que nunca fue: o culebra o colibrí o mariposa más bien: tanto, que echamos de menos nuestra red. De pronto que abre las fauces y usted que recula y ve toda la entraña del bosque publicarse a su través: ¡horror y tiniebla y muerte de una vez!
En ambos poemas la salvaje vida del animal en su salvaje medio está dada, no por un método pictórico o descriptivo, sino por una poderosa y misteriosa sugestión semejante a las de la magia, reforzada sin duda por la cadencia más interna que externa de los versos.
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El poder de captación es aún más profundo en El llora-sangre está llorando: El llora-sangre está llorando. Desde el comienzo del mundo está llorando. Ml llantos de miles de aioo y qué herencias del olvido volviendo de contrabando. ¡Y algo que acaso intenta un giro hacia lo horrendo y lo nefando! Filos y puntas de estrellas y hielos y riscos y espinas lo están picando, tajcando. Está llorando el llora-sangre. ¿Lo ves llorar?... ¡Esta sangrando! El rojo abierto del ocaso y el rojo oculto de las venas en su llanto coloreando. ¡Ay, corazón vivo del mundo. llorando!
En las Canciones del mundo nulo las cualidades ya señaladas parecen sutilizarse más aún en su adaptación a los nuevos temas, llegando a composiciones en que el realismo y la fantasía unidas en nupcias profundas se agregan al humor, la ingenuidad, la musical¡dad para engendrar creaciones como ésta: Canción del agua de ojos zarcos. Abiertas Oe par en par la tierra y el alma mía para ver pasar el toar. La de muy verde mirar, la tierra nnn'-na, y zarco el loar. El mar de ojos zarcos. Trueca en aminmclos las aorTas, el mar pescador (le barcos.
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Pecho del mar, marinero tatuado de barcos o islas, pecho voltero y trompero! Sacude en estos momentos su blusa azul de grumete, de grumete de los vientos. Y de entre las olas rotas saca su blanco uniforme vuestro almirante, oh gaviotas.
Ya se extravió mi singlar... ¡Más tuertos que los del bosque, ay, los senderos del mar! (Y lo que olvidó mi canto: con su sal y sus sollozos el mar calza en nuestro llanto) Él siempre a solas. Mas todos vienen a escuchar el tañedor (!e olas.
El mensaje revolucionario cs1á consignado en muchos (le sus nuevos poemas con igual pasión y con burlería más demoledora y pro. yección más honda quizá que en cualquiera (le sus poemas anteriores: Demasiado los mapas sudaron sangre y llanto. (Construiremos la Babel de veras)
Tc ofrezco el vino verdadero, el Poema, el ronco vino lleno de ruiseñores íntimos. (Insurrección del Poen:a)
En un mundo creado por los mercaderes y regido por dios, la órbita de las ideas de los filósofos y de los moralistas cabía siempre en la órbita del vientre de los mercaderes. (Los mercaderes de la sangre) 79.L. .1
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Ilusiración de Demetrio Urruchúa al libro Pan, 19-17
Y que las castas, que aún enlutan la esperanza del hombre
como la carroña enluta de cuervos el día, mandan degollar la voz de los visionarios para que no denuncien los secretos del fondo del pueblo. (El que vendrá)
Estoy llorando aquí tal como un ojo herido que vierte sangre y lágrimas a un tiempo...
Sí, un formidable llanto de vergüenza por todas las servidumbres del hombre, pero sólo para recordarle que él puede ser, si se empeña, el creador de su propio destino de altura y de belleza: él, padre de los dioses, que aún lleva su futuro corno envainada espada al cinto. (Estoy llorando aquí)
El sentido y el concepto del devenir que Franco expone en tantas páginas de sus trabajos en prosa está llevado a la lírica en uno de los poemas más sin precedentes o parangones que pueda leerse: Salud! Todo está hecho con material de fuga con su adiós y su alhricia en cada extremo. El presente es un baile de libélula. Más allá de latidos y amapolas y sueños, más allá del espanto y la ceniza, lo que fue recomienza. Ninguna cosa existe fuera del tiempo en marcha. (Saludo a lo que deviene)
Uno de sus temas favoritos y más querido, el de la personalidad, anima por cierto muchos de sus nuevos poemas o insurge en diversos pasajes: El hombre lleva adentro, sin saberlo, el esbozo de su futura efigie. La dimensión del hombre forjada por sus manos. Oh, que la eternidad no nuble nuestros días. El joven ímpetu del hombre crea la juventud del mundo. (Jura de la aurora)
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¿Falta algo? Sí, por cierto, los motivos del amor. El del-amor elemental y pánico —una de las constantes de su 11rica desde la mocedad— ha ganado tal vez su batalla más intensa en Insondable desnudez: Y dentro de mi ahogado grito ci de su alma ronca. Siento toda la piel cubrírseme de vello y que ele pronto un golpe me quiebra las rodillas, mientras lleno su boca ele imprecaciones y sollozos y ella solloza sobre sus pudores, mientras lame y lame mi corazón con su inenarrable lengua de perra de los ciclos.
Pero el integral y unánime amor triunfa en poemas en que el brío carnal y ci ensueño casi ffiístico, el vuelo imaginativo y la altura del sentimiento y el pensamiento se funden en una armoniosa nnidad no lograda antes por él ni acaso por otros: Tendrás ele carnal sólo lo que tienen las flores cuando vuelvas (lel alba, musa de los amores.
(Promesa de Égloga) Los sentidos y el alma están contestes siempre en que que tu presencia es una transparencia constelada de dioses terrestres y celestes.
(Constelación) Con rosas y besos, inconscientemente, tapamos la boca de nuestros abistnos por si ha de atacarnos, quizá de repente, ci secreto espanto de nosotros mismos.
(Acorde) Vibran como planetas tus dedos y tus vértebras. A través de tu alma mi verano resuella. Un río de sabores se desata en tu lengua. Mi sed de lobo bebe su cierva degollada y es la agonía a dúo del individuo éxtasis. Canto ¿lo ves? pulsando las venas y los huesis. Canto ¿lo oyes? tecleándonse el alma con los icIstcs. El mundo que los dos vamos creando ahora no pueden inventarlo ya ni los mismos dioses.
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Dicicinbre de 1957.
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¿No aspiro en tu corola de carne sólo tu alma? Tú sabes las palabras que hacen crecer el tiempo. Tú amaneces en cuantos te miran. Tu sonrisa inicia la sonrisa de un niño-dios futuro. Renuevas a la alondra tañedora de cielos: en tu amor se hace vuelo la melodía humana. (Canto nuevo) *
Quizá no huelgue decir, de paso, que dado ese ajuste que todos reconocen, entre el claro itinerario de su conducta y la beligerancia de sus ideas, Franco debía levantar y levanta resistencias, no por sordas, menos constantes. Cuando hace poco Constelación obtuvo un premio literario cualquiera, alguien protestó públicamente en El Día, de La Plata, y el autor recibió una serie de comunicaciones sin firma o con pseudónimo en que hacían apreciaciones sobre su insolvencia moral o intelectual. - - Nuestro autor sonrió, como en otros casos, de aquel "entusiasmo desperdiciado" y lo olvidó antes de tiempo porque había también una felicitación —creo que única— firmada por Enrique Banchs a quien Franco considera "el quizá más claro poeta del castellano de hoy". He aquí, para terminar, cómo han visto o ven al hombre y al poeta de Constelación algunos colegas de las antiguas y las nuevas generaciones: 'Y estamos de pronto ante el libro de más difícil interpretación de nuestra lírica". 'Suma desordena los conceptos poéticos... va hacia otra poesía. "Agreguemos que su personalidad se destaca muy especialmente por su independencia absoluta, un tanto hostil a escuelas y corrientes para mirar aislado en el panorama de América, sólo aquellas presencias líricas con las que fraternizar y descargar su mensaje con la solitaria pasión de un torrente casi sombrío de gérmenes y resplandeciente bajo la lámpara del día". GONZÁLEZ CARBALLO, Crítica, 1949, Buenos Aires. "Luis Franco, altísimo poeta, enjundioso escritor, chacarero de ley y hombre en toda la extensión de la palabra aparece ante el pú-
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blico como lección viva y activa de originalidad y de fuerza. Luis Franco es uno de esos instrumentos de que se vale la naturaleza para torcer lo que el lugar común y la frase hecha consagran como pauta y entronizan como ley" JULIO PREBISH, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD,
La Gaceta, Tucumán, 24-IX-38
"Sé de dos poetas marxistas: Maiacovsky y Luis Franco. De ambos el argentino es el más fuerte: su vitalidad tiene dilatado y enterizo arraigo como un áspero y tierno vegetal de la llanura, y ninguna desilusión lo hará suicida, porque ni siquiera cree que la muerte sea la única verdad". MARIANO PERLA,
Noticias Gráficas, Buenos Aires, 1945
Octavio Rivas Rooney, que llama a Franco "catamarqueño universal", dice: • 'Cuando uno de esos poetas llamados "sociales" le canta a la revolución, generalmente sentimos que, desde afuera, como espectador del combate, lo mismo pudo cantar a un desfile militar o una procesión religiosa. Cuando Luis Franco le canta al paisaje, a la Pampa, al caballo o al amor, tenemos la seguridad de estar ante un poeta revolucionario". El Mundo
"La afirmación que por lógica asomara con timidez años ha, tiene hoy una certeza bien cimentada: Franco es un escritor cuya jerarquía intelectual rige con pleno dominio en el ámbito de Amé. rica". E. PEREIRA CABRAL, Zona Norte, General Pico, 1959. "El poeta Luis Franco, a quien para calificar con brevedad y exactitud diremos que es el más hondo de nuestra lírica a partir del movimiento Martín Fierro, es decir, de toda nuestra poética, con las tres grandes excepciones de Hernández, Lugones y Banchs, sin olvidar también al mejor, Carriego". ALFREDO MARTÍNEZ HOWARD, El
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País, Paraná, 1945.
"Este hombre es el poeta querido de Lugones, respetado por Banchs, uno de los más altos poetas (el de Constelación) de este idioma que hablamos usted y yo, y es también autor de libros memorables que mañana se llamarán clásicos, como ese Hudson a caballo, esas historias sobre animales, algunas páginas sobre el general Paz.. . ¿Por qué entonces, se preguntará, no vive rodeado de olor de gloria, olor de incienso seguramente? El problema está en que Luis Franco es un desobediente. Admiramos a los próceres porque están en la piedra y no perturban el sueño de nadie. Pero Luis Franco está en la vida. Ahí está el problema". PEDRO ORGAMBIDE,
El Mundo, 31-V -1960
"Antes de ahora he llamado a Luis Franco —y pido perdón por demorar sus palabras— poeta de tierra y de vuelo, poeta de la sangre y de las más altas visiones. Franco es un poeta que parece haber tenido en su cuna —el poeta nace. . .-, en su cuna que es la cuna del surco y la cuna de la nube, la solicitud inspiradora, no de las hadas del cuento, sino de los hados del mito. "Si como hombre sabe por igual de los trabajos y los días del arado y del libro, y es capaz de dar rienda suelta, con ímpetu semejante, al caballo y a la pluma, como poeta —y lo es por designio inalterable en el verso y la prosa, en el canto y la meditación, en su mitología y su historia, o sea en La flauta de caña y Sarmiento, en El otro Rosas y Nuevo mundo, en Suma y El general Paz— , como poeta —repito— se levanta desde la entraña terrena, desde allá mismo donde es aún materia ígnea, hasta el remoto zodíaco de las ideas puras. No precisa hacer un largo viaje para unir tan apartadas regiones, porque las junta, las funde en su ser, en una aleación tan íntima, tan dura —y tan simbólica— cual la del fósforo en el hierro. Así es de fuerte y de llameante su poesía. Así de arrebatada, y, a veces, también inexorable. "Esta poesía está plantada en medio de la Naturaleza, como un bosque o una montaña; pero también la recorre y la bate, como el viento y la tempestad. No se limitaría a ser una poesía de paisaje, inútil es decirlo. "Allí, enraizado y erguido, se perfila en soledad este poeta, co-
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mo representación total del Hombre, con mayúscula. Si el hombre, con minúscula, es —según lo escribió el propio Franco— "el más viejo de los animales domésticos", este poeta no conoce la domesticidad. Es, por excelencia, el indómito y el libre; es el insobornable. Y esos tres adjetivos determinantes revelan hasta qué punto máximo y acendrado su poesía es la verdadera poesía pura. Porque la poesía pura no es el juego estéril —por brillante que pueda aparecer— de una imaginería cerebral, sino es la elevación y sublimación de la potencia del espíritu humano, cuando alcanza la facultad de crear, por encima de toda estética, valores éticos y danoéticos: amistad y justicia, verdad, sabiduría y libertad... "Tales virtudes no son para él virtudes abstractas, sino acciones concretas. Manifestación acelerada de la Naturaleza y la Vida, en continuo avance, en constante descubierta, su visión —aquellas altas visiones— va siempre hacia un más allá; pero no hacia ese más allá de la muerte en que se refugian las esperanzas yertas, con ilusión de ventura o apetencia de quietud, sino al permanente más allá, más adelante, en la marcha de la existencia del hombre sobre la Tierra y en consustancjación con el Universo. "Ésa es la poesía de Luis Franco. "Lírica, eclógica, épica, civil, se concentrará por esencia y pensamiento, en poesía dramática. De ahí que pueda entroncar, tan espontáneamente y tan sapientemente con los misterios y las realidades —que parecerían más distantes, sino contrarios— de la diminuta y genial polis helénica, y de la inculta e inmensa llanura pampeana. Dionisíaca y apolínea a un tiempo, latente y erudita por igual, esta poesía del autor del Libro del gay vivir y de Hudson a caballo abarca los extremos y llega, naturalmente, sin esfuerzo alguno, a las más hondas síntesis". ALFREDO DE LA GUARDIA
Lectura en el Teatro Cervantes, octubre de 1958 Y finalmente, en el Diccionario de la literatura latinoamericana, en su publicación dedicada a la Argentina por la Organización de los Estados Americanos, Washington, 1961, en una parte del estudio hecho sobre Luis Franco se consigna:
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"En general, lo que Franco persigue es la reivindicación de los valores esenciales de la personalidad humana, según ciertos ideales de emancipación social. En su misión redentora hay una profunda fe en el pueblo como nuevo y único protagonista de la historia, una indudable sinceridad y una constancia que hablan de su integridad moral, (le su conducta cívica irreprochable. El poeta alciónico se ha convertido en el vate de otros tiempos; acaso, como diría Shelley, en el "legislador no reconocido de la humanidad". La poesía, antes unida al cosmos del cual era su expresión genuina, ahora se pone al servicio de la vida, y Franco, de poeta eclógico, simplemente pagano, se ha tornado en poeta civil: poeta responsable, poeta de la hora dramática en que vivimos. Su prosa completa su poesía con verbo vehemente, de iluminista y volteriano, irónico, sarcástico, antiespañol. . Digamos, para remate, que los escribas antifranquianos (y son legión) no sabiendo dónde encasillar a un colega cuya funcional independencia de espíritu y de conducta es una denuncia y un escándalo, prefieren ignorarlo devotamente.
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BIBLIOGRAFIA
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141
OBRA EN PROSA
Los Hijos DE LLASTAY (fábulas o relatos de animales) , Buenos Aires, 1926. AMÉRICA INICIAL (arco, parábolas y otras curvas) , Buenos Aires, 1931. Ediciones Babel. (Premio Jockey Club.) EL GENERAL PAZ Y LOS 005 CAUDILLAJES (biografía histórica novelada), Buenos Aires, 1933. Ediciones Anaconda. 2 edición 1935, Ediciones Claridad; 3 edición 1946, Ediciones Rosario; 45 edición 1961, Ediciones Futuro. BIOGRAFÍA DE LA GUERRA (ensayo político social), Buenos Aires, 1941. Ediciones Perseo. WALT WHITMAN (ensayo biográfico crítico) , Buenos Aires, 1945. Ediciones Americalee. EL OTRO RosAs (ensayo histórico) , Buenos Aires, 1945. Ediciones Claridad. 2 edición 1956. Editorial Reconstruir. ROSAS ENTRE ANÉCDOTAS (En la Estancia - En el Gobierno . En el Destierro), Buenos Aires, 1946. Ediciones Claridad. BIOGRAFÍAS ANIMALES (interpretaciones zoológicas, con ilustraciones de Freire), Buenos Aires, 1953. Ediciones Peuser, ibid., 1961. ANTES Y DESPUÉS DE CASEROS (pequeño ensayo histórico), Buenos Aires, 1954. Editorial Reconstruir. HUDSON A CABALLO (ensayo biográfico crítico), Buenos Aires, 1956. Ediciones Alpe. BIOGRAFÍA SACRA (pequeño ensayo critico), Buenos Aires, 1957. Editorial Reconstruir. SARMIENTO Y MARTí (ensayo biográfico critico), Buenos Aires, 1958. Ediciones Lautaro. BIOGRAFÍA PATRIA (visión retrospectiva y crítica del reciente pasado argentino), Buenos Aires, 1958. Ediciones Stilcograf. PEQUEÑO DICCIONARIO DE LA DESOBEDIENCIA (ensayos), Buenos Aires, 1959. Ediciones Americalee. DOMINGO F. SARMIENTO, textos fundamentales (antología), Buenos Aires, 1960. Compañía General Fabril Editora. REVISIÓN DE LOS GRIEGOS (ensayo histórico), Buenos Aires, 1960. Ediciones Americalee. LA HEMBRA HUMANA (ensayo) (en prensa).
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INDICE
BIOGRAFÍA (Pág. 7)
LA POESÍA (Pág. 89)
BIBLIOGRAFÍA (Pág. 139)
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ESTA OBRA SE ACABÓ DE IMPRIMIR EN BUENOS AIRF.S, EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE GUILLERMO KRAFT LTDA., SOC. ANÓN. DE IMPRESIONES GENERALES, RECONQUISTA 319, EL DIEZ DE AGOSTO DE 1962.