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Artes
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los otros rostros de MĂŠxico
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los otros rostros de MĂŠxico
Homenaje a Ruth D. Lechuga
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Dirección general > Alberto Ruy Sánchez Lacy, Margarita de Orellana Dirección administrativa > Teresa Vergara | Subdirección > Gabriela Olmos redacción > Santiago Ruy Sánchez | Asistentes de redacción > Katia Colín García, Pablo A. Cruz Morales diseño > Alejandra Guerrero Esperón | Asistente de diseño > Gracia Zanuttini González Edición en inglés > Richard Moszka | Traducción al inglés > Jill Derrais, Clara Marín, Caroline McKinnon, Michelle Suderman Publicidad > Luz Hernández, Nicole Taboada | Asesor legal en derecho de autor > J. Ramón Obón León Instituto de Investigaciones Artes de México > Director > Alfonso Alfaro Proyectos especiales > Directora > Mónica del Villar K. Diseño de este número > Luis Rodríguez A s a m b l e a d e a c c i o n i s ta s
Víctor Acuña, Cristina Brittingham, Mita Castiglioni de Aparicio, Armando Colina Gómez, Margarita de Orellana, Olga María de Orellana, Ma. Eugenia de Orellana de Hutchins, Octavio Gómez Gómez, Rocío González de Canales, Michèle Sueur de Leites, Bruno Newman, Marie Hélène Pontvianne, Abel L. M. Quezada, Alberto Ruy Sánchez Lacy, José C. Terán Moreno, Teresa Vergara, Jorge Vértiz. Consejo de administración
Presidente > Alberto Ruy Sánchez Lacy | Vicepresidente > Bruno Newman Consejeros > Ernesto Canales, Octavio Gómez Gómez, Margarita de Orellana, Florence Pontvianne, Marie Hélène Pontvianne, Abel L. M. Quezada, Enrique Rivas Zivy, Teresa Vergara Comisario > Julio Ortiz | Secretario > Luis Gerardo García Santos Coy. Consejo de asesores
Alfonso Alfaro, Luis Almeida, Homero Aridjis, Huberto Batis, Alberto Blanco, Antonio Bolívar, Rubén Bonifaz Nuño, Efraín Castro, Leonor Cortina, José Luis Cuevas, Cristina Esteras, Manuel Felguérez, Carlos Fuentes, Concepción García Sáiz, Teodoro González de León, José E. Iturriaga†, Miguel León-Portilla, Jorge Alberto Lozoya, Alberto Manguel, Alfonso de Maria y Campos, Eduardo Matos Moctezuma, Vicente Medel, Álvaro Mutis, Bruno Newman, Luis Ortiz Macedo, Brian Nissen, María Palomar, Ricardo Pérez Escamilla†, Pedro Ramírez Vázquez, Vicente Rojo, Guillermo Tovar, Juan Urquiaga, Héctor Vasconcelos, Eliot Weinberger, Ramón Xirau, Emma Yanes. El archivo forográfico de Ruth D. Lechuga fue legado a Artes de México en 2004 a la muerte de la autora.
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Córdoba 69, Col. Roma, 06700, México, D.F. T > 5525 5905, 5208 4503 | F > 5525 5925 www.artesdemexico.com | ventas@artesdemexico.com suscripciones@artesdemexico.com | publicidad@artesdemexico.com
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Artes de México es una publicación de Artes de México y del Mundo, S.A. de C.V. | Miembro número 127 de la caniem. Certificado de Licitud de Contenido # 56. Certificado de Licitud de Título otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas # 99. Reserva de Título # 04-1998-1720262000-102. Como revista: issn 0300-4953 | Como libro en encuadernación rústica: isbn 978-607-461-077-2 | Como libro en pasta dura: isbn 978-607-461-078-9. Impresa por Transcontinental Reproducciones Fotomecánicas, S.A. de C.V. sobre papel Magno Matt de 135 gramos y encuadernada en Encuadernadora Mexicana, S.A. de C.V. | Distribuida por Artes de México y Distribuidora de Impresos, S. de R.L. de C.V., Mariano Escobedo 218, Col. Anáhuac, 11320, México, D.F.
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n u e st r a p o rta d a Ruth D. Lechuga (1920-2004), fotógrafa, investigadora y coleccionista de arte popular mexicano, tuvo la fortuna de capturar con su lente imágenes de un México que no siempre es visible para todos. Y reunió un acervo que nos permite conocer nuestro país con los ojos de la curiosidad, el respeto y el asombro. En esta ocasión vemos en nuestra portada algunas danzas con máscaras que nos dejan ver la creatividad desbordada que muchos mexicanos imprimen en su vida ritual. e
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Arriba izquierda: Danza de kalalá. Corpus Christi. Suchiapa, Chiapas. 1986.
Arriba derecha: Danza del pochó. Boca de la Sierra, Tabasco. 1988.
Abajo izquierda: Danza de los huizos. Huiluco, Puebla. 1981.
Abajo derecha: Semana Santa cora. Jesús María, Nayarit. 1970.
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editorial
Centena Alberto Ruy Sánchez
Cien flores, cien bocas, cien veces, cien miradas, cien diferencias y transformaciones, cien manos extendidas, cien ideas, cien colores, otras cien veces, cien cosas descifradas, cien imágenes fugaces, hoy aquí fijadas, cien aventuras para los cien lectores que aguardan dentro de cada persona cien veces dispuesta a ser tocada por nuestras cien centenas de páginas.
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Cuando
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comenzamos la publicación de esta época de Artes de México, a finales de 1988, pensamos que en 25 años estaríamos publicando nuestro número 100. Hemos acelerado el paso cuando se ha podido y llegamos a esta cifra tan redonda dos años antes. El primer significado simbólico que tiene esta centena de ediciones es el de la perseverancia de un proyecto cultural independiente, de alta calidad en forma y contenido, de múltiple y muy activa divulgación, que para muchos en sus inicios parecía simplemente imposible. En efecto, más de cien veces hemos remontado obstáculos de todo tipo y dimensión. Más de cien veces hemos comprobado que contamos con cómplices de enorme calidad y compromiso con México: lectores, autores, fotógrafos, ilustradores, anunciantes sensibles, impresores, encuadernadores, distribuidores, libreros, promotores culturales y socios..................................................¶ Cien ediciones después, nuestra revista-libro ha sido también eje de otras publicaciones de Artes de México que la acompañan en la misma línea de acción editorial: otra centena de libros de arte en nueve colecciones distintas confirman el sentido que tiene este proyecto de estudio y divulgación de México a través de sus formas, es decir, a través de esas manifestaciones esenciales que denominamos su cultura. Así que ahora, con esta edición especial, celebramos dos centenas de publicaciones consagradas a confirmar y comprender los valores de México, dos centenas de aventuras editoriales cuyos resultados en páginas hemos puesto en las manos de nuestros lectores de todas las edades, mucho más de un millón de ejemplares impresos que circulan sin cesar y se conservan en casas y en bibliotecas............ ¶ En estas cien ediciones hemos descubierto y redescubierto temas fundamentales de la cultura mexicana, hemos creado conceptos
Ruth D. Lechuga, 1997. Fotografía: Gerardo Hellion.
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para entenderlos, y los hemos visto fructificar y ser retomados con desparpajo por otros; hemos puesto un índice sobre la excepcional dimensión estética de la vida cotidiana en todo el país, hemos incentivado la creación y la reflexión, la investigación y la escritura, la mirada atenta, la indignación y el asombro.¶ Un poco más de doscientas veces la casa editorial Artes de México ha sido reconocida y premiada por instituciones nacionales e internacionales. Hemos recibido premios a la calidad editorial particular de ciertos libros y revistas y a la calidad del proyecto en general. Nuestro gremio, el de los editores, tanto en México como fuera del país, ha sido especialmente atento y generoso con nuestra labor y nuestros esfuerzos. No lo ha sido menos el gremio de los impresores por la calidad de nuestras páginas. El de los diseñadores gráficos ha manifestado constantemente su aprecio y ha confirmado así que Artes de México, una y otra vez, eleva y transforma la manera de concebir las páginas impresas en una publicación de contenidos profundos. Hemos recibido reconocimientos significativos por nuestra defensa de la diversidad cultural y de la libertad de expresión de parte del Pen Club; reconocimientos de la American Museum Association a nuestra estrategia editorial de ayuda a los museos del continente americano; reconocimientos de ferias de libro estatales a nuestra incesante labor de promoción a la lectura en todo el país; reconocimientos de fundaciones privadas nacionales por nuestra intensa valoración de lo mejor que tiene México: su creatividad y su cultura; reconocimientos de periodistas internacionales por nuestra sostenida labor periodística que cubre lo más inusual de la creatividad mexicana; reconocimientos de asociaciones internacionales de coleccionistas y amantes del arte popular mexicano por nuestra atención
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sostenida a esa actividad y por nuestro trabajo específico de apoyo a artesanos................. ¶ En esta última actividad, gozamos durante muchos años de un privilegio irrepetible, la mirada lúcida de la persona que con mayor pasión y generosidad se dedicó a coleccionar y estudiar las actividades artesanales de México: Ruth D. Lechuga. Por eso, como bien explica Margarita de Orellana en las páginas siguientes, nada más natural en nuestra edición conmemorativa que invitar a nuestros lectores a girar su vista hacia ella. Y, por la magia de la fotografía, mirar a Ruth mirando Los otros rostros de México.............................. ¶ Gabriela Olmos curó la exposición que con ese nombre presentamos en la ciudad de México sobre el Paseo de la Reforma, en las rejas de Chapultepec. Su manera de presentar esas imágenes acompaña también esta edición impresa, así como un testimonio que ella recogió directamente de Ruth y que concierne a su visión del arte popular. Marta Turok, alumna de Ruth Lechuga y albacea de su legado junto con Margarita de Orellana, añade su testimonio y sus ideas.....................¶ De esta manera reiteramos una de nuestras prácticas a lo largo de estas dos décadas públicas: cada vez que hemos recibido un premio, organizamos su recibimiento como un homenaje a alguien más alrededor nuestro. Porque reconocer lo que nosotros hacemos es reconocer a las innumerables voluntades que aglutina nuestro proyecto. Ruth D. Lechuga, además de orientarnos sin cesar, nos legó al morir su colección de más de 20 000 fotografías etnográficas tomadas por ella en la segunda mitad del siglo xx. Y con ello nos hizo una distinción muy especial, que agradecemos y que sólo podremos honrar mostrando ampliamente sus imágenes de amor por los artesanos de México, sus mundos y sus creaciones excepcionales que
dan sentido a sus vidas e iluminan las nuestras.
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L a i d e n t i d a d m Ăş lt i p l e de Ruth D. Lechuga
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raíz mexicana
La vida de Ruth D. Lechuga nos invita a reflexionar sobre nuestra noción de identidad. Y, como señala en estas líneas su albacea y amiga, nos da una lección de amor por lo mexicano.
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a presencia fundamental de Ruth D. Lechuga en el siglo xx mexicano plantea de nuevo el sentido que tiene amar a México en su multiplicidad y el sentido que tiene el deseo de ser mexicana. ¿Es válido decir que Ruth Deutsch Lechuga fue más mexicana que muchos mexicanos? ¿Tendrá sentido hablar de esta experta del arte popular desde una perspectiva de identidad? Estas preguntas me surgieron ante la lectura de un libro clave del autor franco-libanés Amin Maalouf, Identidades asesinas, un ensayo que ha roto con muchos lugares comunes y muchos prejuicios sobre el concepto de identidad. En esta brillante reflexión, Maalouf nos plantea que la identidad es algo que se construye a través de la mezcla de aquellos componentes de los que estamos hechos y de los que hemos vivido. Y no, como se presupone, que en el fondo estamos siempre determinados por nuestro lugar de origen. Que no cuentan los lugares en los que hemos estado, los idiomas que hemos aprendido, los gustos y costumbres que hemos adoptado de otras partes. Que sólo somos producto de nuestra primera afiliación, de donde nacimos, de nuestra primera religión. Esa estrecha mirada, que pretende hacer de nuestro origen la única fuente de nuestra identidad, puede prestarse a la exclusión, sobre todo cuando se vive en un lugar distinto al que nacimos. ¶ La aventura mexicana de Ruth la llevó por caminos muy distintos. Al vivir en una cultura tan diferente a la suya, hubiera podido sentirse excluida. Sin embargo, ella logró incorporar a su nueva identidad los ingredientes de nuestra cultura, que la convirtieron en una mexicanaaustriaca muy fuera de lo común. ¶
Ruth desarrolló un sentido de pertenencia a la cultura mexicana que con el tiempo se iría revelando. ¿Qué fue lo que la empujó a no conformarse con ser una inmigrante exiliada y distante? ¿Cómo logró combinar su identidad primera con su pasión por este país. ¶ El camino fue largo, productivo y, al final de su vida, lo recordaba como algo que había valido la pena recorrer. No quiere decir que no hubieran piedritas constantes frente a sus pasos. Con la madurez y el resultado de su trabajo intenso y desinteresado recordaba su vida en este país con afecto y hasta agradecimiento. ¿Qué fue lo que la impulsó a formar parte de manera intensa de esta sociedad y esta cultura? ¿Cómo fue construyendo una identidad tan particular? ¶ Ruth veía, más que muchos mexicanos, aspectos de nuestra cultura que a muchos nos parecen clave para entender el país. Veía realidades que muchos mexicanos no entendían y que tampoco veían. Nos demostró que la identidad de una persona va más allá de la geografía. La identidad se va construyendo piedra a piedra. Todos estamos hechos de muchos elementos que forman esa identidad. Y ella fue una mexicana no sólo por haberse nacionalizado, sino porque logró darse un lugar en este país y adoptar muchos de sus elementos para enriquecerse. Supo ver con otros ojos realidades insospechadas de México. ¶ A partir de momentos clave de su vida podemos reconstruir algunos peldaños de esa identidad. Veamos lo que traía consigo cuando llegó aquí en 1939. ¶ Durante la segunda guerra mundial, esta austriaca de 18 años y su familia logran exiliarse en México. Su identidad europea estaba
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Ruth D. Lechuga, 1997. Fotografía: Gerardo Hellion.
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caracterizada por su lengua alemana, su nacionalidad, su religión judía, su clase media y su afiliación política de izquierda. Si la comparamos con otras personas de esa época con las mismas características, es obvio que tuvo suerte: se salvó de ser masacrada junto con su familia por los nazis. Llegaba, sin embargo, a una tierra desconocida. A un país bastante ajeno a lo que ella había vivido y conocido en su ciudad natal. Y debía, por las circunstancias, adoptar una nueva ciudad, un nuevo lenguaje, un nuevo paisaje y quizá, si así lo deseaba, hasta una nueva religión. Aprender a descifrar nuevos comportamientos y otra idiosincrasia. ¶ Si planteamos esta situación en términos de identidad, debía incorporar a la suya, poco a poco, elementos distintos a los que traía de Austria. Debía adoptar una especie de segunda piel. Pero ésta no podía ser estática. Ello implica que había que tomar decisiones y que éstas podían ayudar a enriquecer a la persona, pero que también podían llegar a empobrecerla. Ruth Deutsch, más tarde Lechuga, tenía un espíritu abierto y una gran curiosidad. Algo que la caracterizaba era el ímpetu de vivir intensamente, alejada de cualquier actitud conformista. Le horrorizaba la idea de llevar lo que ella llamaba “una vida medianita”. ¶ No era una situación fácil para una joven en 1939. Había que sumergirse en esa nueva vida de inmediato. Muy pronto encontró una escuela de enfermería en la Cruz Roja y una secundaria pública nocturna. Ahí empezó a aprender español y conoció a muchas personas que la comenzaron a introducir en los distintos ámbitos de la ciudad de México. Se acordaba de su amabilidad y de cómo se había empapado paulatinamente de estas nuevas formas de la vida cotidiana y social. Siempre lo recordaba con afecto. Evidentemente se trataba de una “güerita” que no hablaba español, que desconocía a nuestros héroes nacionales y
que no se sabía la letra del Himno nacional. (Nunca le pregunté si se la aprendió, pero podría jurar que lo hizo.) Debe haber padecido lo que los iniciados a cualquier tribu cuando intentan ser aceptados dentro de sus usos y costumbres. No es difícil imaginar los malos entendidos y los albures que años después comprendería a plenitud y de los que se reiría. Todo esto le servía para adaptarse a esta realidad radicalmente distinta y para habitar en ella con plenitud. ¶ Desde el principio, recorrió el país junto con su padre entusiasmado por nuestra riqueza arqueológica. Ella se maravillaba sobre todo con las personas que le vendían piezas artesanales que reconocía inmediatamente como extraordinarias. Intuyó que éstas guardaban un mundo por descubrir. Le parecían tan deslumbrantes que no dudaba en intentar conocer a qué realidad correspondían. ¶ De ahí nació una nueva vocación que se desarrolló a lo largo de su vida y que configuró esa segunda piel que poco a poco fue adhiriéndose a su cuerpo y creciendo como propia. Llegó a convivir con todo tipo de gente, tanto de la ciudad como del campo, con indígenas lacandones, coras, huicholes, otomíes, etcétera. Llegó muy pronto a admirarlos por su cultura y su sabiduría. Recordaba, por ejemplo, con una gran sonrisa cómo el jefe lacandón, Obregón, le había explicado con mucha soltura que era polígamo: “Yo, cinco mujeres aquí conmigo, los chicleros (que habían llegado de fuera) una aquí, otra allá, pues lo mismo”. Y guardaba mil historias de esos primeros momentos en que se le revelaban realidades que nunca imaginó y que la deslumbraron. ¶ Muy pronto se dio cuenta de que lo que tenía frente a sus ojos era muy diferente de la cultura en la que se había formado en sus primeros años y que no podía contemplar a este país con sus “ojos europeos”. No se trataba de una cultura superior o inferior, sino de
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otra. Y comprendió que si no la veía con esa óptica, no podría convivir con ella. Y precisamente fue esta diferencia lo que dio sentido a su nueva vida. Sin buscarlo, logró incorporar a ésa, su segunda piel, elementos que enriquecían su identidad. ¶ Uno de los impactos visuales que la convencieron, muy pronto, de que debía incorporar a su vida esta realidad tan distinta, fue una visita al Palacio de Bellas Artes, donde vio por primera vez un mural de José Clemente Orozco. “No fue el tema lo que me impresionó, sino los colores. Esa noche soñé con los rojos y los amarillos. La intensidad de la emoción que sentí me hizo tomar conciencia de esta diferencia de culturas. Hoy [1997] creo que fue extraordinario que a esa edad y así de golpe lo haya entendido”. ¶ El hecho de haber pertenecido a dos países, a dos lenguas y a varias tradiciones culturales nos permite hablar de una identidad definida. ¿Hubiera sido Ruth menos auténtica si le cortamos alguna de esas circunstancias? ¿Entonces, si decía soy mitad austriaca y mitad mexicana, podía ser válido? Pienso que no, porque la identidad no es algo que se fragmenta, aunque los vecinos del norte tienden a hacerlo todo el tiempo. A ellos les parecen fundamentales los porcentajes de sangre que uno lleva en el cuerpo, el lugar de nacimiento, y quiénes son nuestros ancestros o incluso la raza de éstos, para sacar sus conclusiones, sin importar lo que has hecho y visto durante una vida. Lo mismo sucedió durante el Virreinato en México con el fenómeno de la sociedad de castas, donde la valoración de la pureza de sangre fue muy fuerte entre los criollos y también entre los indios. El mezclado era discriminado por unos y otros. Pero eso fue hace ya varios siglos y es otra historia que esperamos también se erradique, ya que persisten aún muchos prejuicios en nuestra sociedad. ¶
Las personas no tienen varias identidades, porque la identidad sólo es una, aunque está hecha de varios componentes en una mezcla de elementos que nos son únicos. Ruth, con su ejemplo, nos hace pensar en la movilidad y novedad del concepto actual de identidad. Nos hizo ver que lo que estamos construyendo en nuestra vida diaria tiene una importancia fundamental para nuestra identidad. Poco a poco somos tejidos por los muchos hilos que nos trae la inmensa cantidad de aspectos culturales y sociales de otras latitudes, por creencias y conductas de otros lados. Y eso define lo que cada uno de nosotros es y lo que todos creemos que somos, es decir, miembros de una comunidad específica, en este caso, la sociedad mexicana. No es posible negar la influencia decisiva de nuestro origen, de dónde somos, ni nuestras afiliaciones religiosas, políticas, raciales, tradicionales, etcétera. Pero es necesario en este punto pensar y observar la brecha gigante que existe entre lo que somos y lo que creemos que somos. ¶ ¿Qué sucedió con Ruth y el arte popular de este país? A través de objetos extraordinarios (y no las chácharas que ya se veían en los mercados de turistas), ella se empezó a relacionar con quienes producen estas piezas excepcionales. Y así se dio cuenta de que cada uno de ellos formaba parte de una cultura específica. Es decir, que existe o existía, alrededor de un objeto, toda una cultura y eso es lo que está detrás de su colección de más de 10 000 piezas. Y, como ella decía sobre este acervo, “existe una historia y una razón de ser”. ¶ Ese otro México que descubrió es lo que la transformó y además contribuyó con este ánimo a señalarnos más tarde todo eso que muchos mexicanos no comprendíamos. Se enriqueció con las diversas culturas del país, las registró a través de su cámara y se construyó así una identidad hecha a base de esos nuevos elementos, muchísimos ajenos a su origen,
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incluso a su profesión de médica, a su ciudad, a su clase social. En general, quienes la rodeaban (miembros de la clase media, colegas, amigos, etcétera) en esa primera época de los descubrimientos artesanales hacían poco caso de lo que a ella le interesaba. No compartían la nueva pasión por esos diestros artesanos que ella reconocía y admiraba. “La gente me decía: ‘tú con tus cosas de indios’, y me regalaban adefesios que luego me sirvieron en mis clases para mostrar lo que no es una auténtica expresión popular”. ¶ Años más tarde, en plena madurez, Ruth decidió abandonar su carrera de médico y entró al Museo de Artes e Industrias Populares, que entonces se encontraba frente a la Alameda, para dedicarse de lleno a su pasión. Entre sus muchas responsabilidades le tocaba la de visitar los pueblos para realizar concursos. Éstos no tenían nada de glamorosos. Llegaba a los más alejados, preferiblemente en un día de mercado, y observaba todas las piezas que consideraba que podían concursar. Incluso la ropa que llevaba puesta alguna mujer, los objetos de uso cotidiano o los que se usaban como ofrendas o en ceremonias de sus religiones sincréticas. Los artesanos, por lo general, siempre estaban ocupados y esto los perturbaba y los sacaba de su rutina. Ruth, obstinada, localizaba a alguna autoridad y pedía que le prestaran alguna habitación pública o salón de escuela para reunir las piezas y someterlas a juicio, al de ella y al del chofer que el museo le asignaba. ¶ Los congregaba a todos a una hora determinada. A muchos les urgía que el proceso no fuera muy largo porque tenían que llevarse su ropa o algún objeto útil de trabajo y ahí les daba sus premios en dinero; además, les compraba la pieza. Luego les preguntaba qué les hacía falta para continuar elaborando piezas como las que habían concursado. Con la diferencia de que sí les cumplía lo que les
había prometido. Y así se ganó la confianza de muchos de ellos, a veces hasta de los más difíciles y desconfiados. Muchos escuchaban algunos de sus consejos para mejorar la pieza y para venderla más pronto y a mejor precio. Los resultados casi siempre los favorecían. Poco a poco los fue conociendo de cerca con todas sus virtudes y sus debilidades. Ella sabía que la consideraban una extranjera, aunque les demostrara que tenía la misma nacionalidad que ellos. Y ellos no lo creían, ya que ni siquiera podían pronunciar su apellido, Deutsch. Por eso Ruth, que se había casado con un señor Lechuga, cuando se divorció, decidió quedarse con ese apellido, para que todos pudieran pronunciar su nombre. Sin querer, sumó así a los elementos de su apasionada identidad mexicana uno más, el de la legibilidad del apellido, que se quedará en la memoria colectiva. ¶ Siguiendo algunas ideas que me parecen interesantes del libro de Maalouf, se puede afirmar, de manera hipotética, que todos tenemos dos legados: uno vertical, que nos viene de nuestros ancestros (religión, comunidad, costumbres), y uno horizontal, que es transmitido por nuestros contemporáneos y por la época en la que vivimos. Y que el componente horizontal es más fuerte que el vertical. Sin embargo, este hecho no se refleja en la percepción que tenemos de nosotros mismos, y el legado al que nos referimos con más frecuencia es al primero. Como dice nuestro autor francolibanés, no negamos esa herencia vertical, ni tampoco cuestionamos su influencia decisiva. Es ahí donde podemos vislumbrar la brecha existente entre lo que somos y lo que creemos que somos. Ruth reconocía esa herencia vertical, pero se regocijaba de su experiencia cotidiana con sus contemporáneos y connacionales, es decir de su herencia horizontal. Ruth tuvo una identidad propia enriquecida por su experiencia con elementos de su
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segunda identidad y nos enriqueció a nosotros, ya que siempre compartió sus descubrimientos y el gozo de nuestras diversas culturas con entusiasmo y gran generosidad. ¶ Podríamos decir que el concepto tribal de identidad aún es vigente en todo el mundo y facilita también toda clase de desviaciones y malos entendidos. Piensen en los fundamentalismos de todo tipo de forma y color: religiosos, políticos, ideológicos, raciales. ¶ Como la identidad es un concepto heredado de los conflictos del pasado, muchos lo rechazaríamos si lo analizamos de una manera rigurosa. Pero nos hemos anclado en él por costumbre, por falta de imaginación o hasta por resignación. ¶ Ruth Lechuga rompió con esos estrechos conceptos y se abrió a diversas realidades con curiosidad y creatividad. Nos hizo ver que la idea de identidad como la hemos heredado debe desaparecer para abrirnos al mundo y al final ser más libres. Que debemos despojarnos de esos prejuicios que no son más que producto de la ignorancia y el conformismo. Algo indispensable para que podamos todos desarrollar un sentido de pertenencia a un sitio determinado no sólo de nuestro entorno, sino en el sentido de la aventura de pertenecer al género humano. ¶ Este número 100 conmemorativo tenía que estar dedicado a ella como un agradecimiento a esa generosidad y a esa pasión desbordada que la convirtió en una mexicana intensiva. Dicho esto en el sentido de que logró adentrarse en el alma de este país, a través de su curiosidad y su obra fotográfica, como muchos otros “extranjeros” que llegaron a México en diversos momentos y que lograron aportar una gran riqueza a nuestra cultura. Mucho del México rural festivo que podemos apreciar en esta publicación ha desaparecido y quizá se ha ido con ella. Sus fotos nos lo devuelven en fragmentos y nos muestran partes
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de ese universo que Ruth descubrió e incorporó a su identidad y de paso a la nuestra. ¶ Ella empezó a fotografiar casi desde que empezó a comprar arte popular, con ojo de coleccionista, a finales de la década de 1940. En 1997, ella relata al historiador José Antonio Rodríguez por qué empieza a fotografiar: “al querer captar los momentos que vivía intensamente. Contar con el documento visual me hacía recordar todo mejor, siempre busqué que las imágenes dijeran algo”. En la década de 1950 formó parte activa en el Club Fotográfico de México, sobre todo para aprender las técnicas, y después de un tiempo comenzó a fotografiar de manera más independiente, ya que la foto “romántica”, más tradicional, no la satisfacía. Le interesaba documentar visualmente y con calidad todo lo que podía sobre las comunidades indígenas. Ruth se inspiró en los grandes fotógrafos de la década de 1930, a quienes admiró siempre. Pero tenía una posición clara con respecto a lo que buscaba: “veo a la fotografía etnográfica como un instrumento más para establecer una conexión, para registrar, para mostrar la belleza de una cultura […] y por ello procuro no estorbar”. El mismo José Antonio Rodríguez confirma esta posición al describir: “la figura humana no es en sus fotos un ícono aislado y petrificado, sino un ser en movimiento dentro de su espacio natural, ya sea festivo, ritual o cotidiano. Existe una interrelación de lo humano con los objetos o de los sujetos con su cultura. Ruth compone en equilibrio un cuadro de costumbres edificante al colocarse al ras de la escena”. ¶ Sin embargo, al final de sus días, cuando Artes de México insistió que empezara a conocerse nuevamente su obra fotográfica, Ruth, que había dejado este oficio desde finales de la década de 1980, negaba ser fotógrafa: “Realmente yo no me considero fotógrafa, si tengo buenas imágenes es porque me
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ha tocado estar en buenos momentos […] no iba a fotografiar, iba a conocer. Yo espero haber hecho contacto con la gente porque muy pocos me rechazaron al fotografiarlos”. Y relataba cientos de anécdotas que lo confirmaban, como aquella que le sucedió en uno de los rituales coras. Contaba que se le acercó un bufón ceremonial enmascarado, y le preguntó: —¿Quieres ser mi novia? A lo que ella contestó: —Espérate tantito, no nos hemos tratado. Impaciente el cora le dijo: —No tiene que ser ahorita. —Si ni siquiera he visto tu cara debajo de la máscara. El cora reviró: —Pero si el amor es ciego.¶ Con un acervo de más de 20 000 negativos, Ruth nos dejó una visión del México rural que ella conoció y registró. Falta realizar el gran libro o libros sobre su fotografía. Mientras tanto podremos apreciar una pequeña selección de fotos suyas sobre máscaras en uso donde se destacan los elementos estéticos que cada una tiene, pero en un contexto particular. Ruth no podía ser ajena a las danzas indígenas que tanto nos remiten a un pasado aún no católico. Ella buscaba la relación que existe entre las festividades anteriores a la Conquista y las expresiones indígenas. Muchas veces logró establecer el hilo que las vincula. Y aunque sean fiestas dedicadas
a los santos católicos, las danzas nos invitan a pensar en épocas de antaño, donde se bailaba para la lluvia o para el sol. Ella conoció a muchos de los mascareros que debían ser los continuadores de la tradición, los que cargan con un legado de conocimiento sobre las danzas y los personajes que representan. En su casa, Ruth colgaba cientos de máscaras —tenía más de mil— y no sólo conocía el lugar donde se hacían, sino al artesano, su tradición y su significado. Es por eso que este número está dedicado a sus máscaras, los otros rostros de México. ¶ En un texto clave sobre Ruth D. Lechuga (“Terra incógnita”, en Arte Popular: Museo Ruth Lechuga, Artes de México número 42) Alfonso Alfaro deseaba que gracias a Ruth el Mexico moderno, con aspiraciones que dan la espalda a buena parte de lo que también somos, pudiera aprender a tener menos miedo de sí mismo. Y que aprendiera a ver en las máscaras rituales “cómo se revelan nuestras muecas reprimidas”. ¶ Un México moderno que aprendiera, podemos añadir, que amar a México y lo mexicano no sólo es herencia sino un reto de imaginación continua, una decisión apasionada y crítica, un reconocimiento a la creatividad como nuestra cualidad primordial. ¶
Margarita de Orellana eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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El recorrido de Ruth ha s ido suave y reposado, s in pretens ión, ni macroproyecto, guiado solamente por una brújula interna que le ha permitido trazar el mapa de un México espléndido y arcano: el de la belleza creada por las manos de los hombres y las mujeres del campo. e A l f o n s o A l fa ro
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Diablo. Mochitlán,
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Guerrero.
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El amor por las cosas mexicanas
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voz de la raíz
Entre 2003 y 2004, en Artes de México preparábamos un libro sobre la colección de Ruth D. Lechuga. Lamentablemente, con su muerte, éste quedó trunco. En esta ocasión queremos compartir con ustedes el fragmento de un manifiesto, realizado en aquel momento, en el que ella esboza algunos de sus puntos de vista sobre el arte popular.
C I.
uando la gente sabe a lo que me dedico, con frecuencia me pregunta qué es para mí el arte popular, cómo lo definiría después de tanto trabajar con artesanos. Yo les digo que hay que tener en cuenta tres consideraciones. ¶ La primera es que el arte popular es un arte vivo, y por eso está en constante transformación. He escuchado a algunas personas quejarse indignadas de que se incorporen materiales modernos a las piezas artesanales porque dicen que se “pierde la tradición”. Lo mismo me he topado con personas a quienes no les gusta que se incluyan motivos de la realidad política, como hacen a veces algunos mascareros en sus piezas de carnaval. Pero quienes tienen una visión tan idílica del arte popular en realidad no comprenden su naturaleza.. ¶ Yo les diría que el arte popular es un arte vivo porque da voz a las inquietudes de una comunidad en un momento determinado. Por eso los artesanos incorporan los materiales que tienen a la mano o que pueden adquirir fácilmente, incluyendo latas de refresco, corcholatas y otras cosas que, de otra forma, terminarían en la basura, pero que encuentran una salida más creativa y más noble.. ¶ El arte popular da cuenta de las preocupaciones y las fantasías de cada comunidad. Por eso es lógico que en sus piezas veamos algunos personajes de la vida pública como estrellas de cine, políticos y actores de televisión. Pero esto no mata la tradición, sólo le da una voz actual. En mi colección tengo, por ejemplo, una máscara que es la cara de José López Portillo. Fue hecha en la comunidad
de Huazolotitlán, Oaxaca, en la zona mixteca de la Costa. Si, en cambio, pretendemos que el arte popular siga siendo lo que era tiempo atrás, entonces sí lo condenamos a morir porque la creatividad de los pueblos no es estática, sino que está siempre en movimiento.. ¶ En segundo lugar hay que tener presente que el arte popular es un arte de uso, ya sea cotidiano o ritual. Cuando ciertas piezas se ponen de moda, hay quien las compra para usarlas como elementos decorativos. Y eso está bien, pero no es suficiente para comprender el arte popular. Las obras de los artesanos, además de ser de una gran belleza, fueron creadas para ser útiles, tanto para su vida diaria, como para sus celebraciones religiosas. Sus formas siempre están vinculadas con su función y con la creatividad de la que los artesanos echan mano para resolver sus problemas del día a día. Por ejemplo, hay cajetes de cerámica de la Sierra de Puebla en los que uno aprecia un rasgado en el fondo. Éste se hacía porque estas piezas servían para moler. Lo mismo sucedía con cierto tipo de jarras que tienen dos bocas, aunque sólo una de ellas se usa para servir. La otra es para permitir la entrada del aire y que no se genere un vacío que impediría al agua fluir.. ¶ Esto es en cuanto a la forma. Ahora, la decoración suele estar relacionada con las cosas que los artesanos encuentran en su entorno, como los animales, los ranchitos, los árboles. Pero también hay otros elementos que provienen de su fantasía, y hay motivos que combinan ambos mundos. Por ejemplo, en Huazolotitlán, Oaxaca, se hacen con
Cristiano. Danza de los santiagueros.Cuetzalan,
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Puebla.
II.
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III.
frecuencia máscaras de tigre que se usan en la danza de tejorones. Anteriormente, los artesanos hacían un tigre inmenso y de unos colores increíbles, que correspondía a lo que imaginaban ellos como un tigre. Pero un día fueron al zoológico y se dieron cuenta de que los tigres no son así. Desde entonces, las máscaras cambiaron. Ahora tienen otros encantos. Son imaginativas de otra manera, pero responden más a los tigres de la realidad. ¶ Hay una tercera consideración que es fundamental para comprender el arte popular: se trata de un arte comunitario. Sus formas han sido depuradas por generaciones y son, por ello, patrimonio de cada pueblo. Por eso, desde mi punto de vista, no es tan adecuado nombrar a “grandes maestros”. Ciertamente hay artesanos que se distinguen por su talento y dedicación, pero un título así trae más daños que beneficios a una comunidad. He observado que, después de que se nombra a algún “gran maestro del arte popular”, los compradores llegan sólo con este artesano, cuando suele haber en los pueblos algunos otros igual de talentosos. Esto en ocasiones desemboca en pleitos innecesarios entre familiares o vecinos que, muchas veces, lejos de compartir sus secretos en torno a ciertas soluciones técnicas, los guardan celosamente en detrimento de la calidad de las piezas de la comunidad. ¶ Por eso yo pienso que, en lugar de distinguir a los “grandes maestros”, habría que señalar a las “grandes tradiciones”, aquellas que se distinguen por su vitalidad y que, sin duda, nos permiten conocer no a uno, sino a varios artesanos talentosos. Por eso insisto en que no hay que perder de vista que el arte popular es una expresión comunitaria. ¶
Ruth D. Lechuga eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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Carnaval. Huayacocotla,
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Ve r ac ru z .
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A rt e p o p u l a r : entre la transici贸n y la extinci贸n
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raíz que fructifica
Gracias a personajes como Ruth D. Lechuga el arte popular mexicano ha tenido un gran desarrollo. Aquí una de sus más destacadas discípulas nos invita a mirarlo y a confrontar lo ganado en aquellos momentos con la realidad actual.
R
uth Lechuga era una acuciosa observadora del mundo que la rodeaba, particularmente del arte popular y los indígenas. Veía los cambios que sucedían con filosofía, pero le dolía que se perdiera el orgullo por portar la indumentaria. En Austria ella había sufrido en carne propia la discriminación por su origen judío, así que sentía un gran rechazo por la segregación y el racismo que la sociedad mexicana ejercía —y sigue ejerciendo— en contra de los indígenas de nuestro país. Siempre chuleaba a las artesanas y a las niñas con sus trajes de diario y de fiesta, un importante esfuerzo, pero insuficiente para revertir la tendencia que parece un tsunami —por usar un referente actual— en muchísimas comunidades, del cambio a la ropa occidental.. ¶ Por ello, Ruth fue partícipe de los esfuerzos por evitar la extinción de algunas técnicas artesanales en riesgo. Por ejemplo, cuando colaboró en el Museo Nacional de Artes e Industrias Populares ( mnaip ) del Instituto Nacional Indigenista, participó por lo menos en dos proyectos textiles de los que tengo memoria. En la década de 1970 la acompañé a la zona de Vizarrón, Querétaro, en busca de personas que aún recordaran cómo hacer prendas realizadas con dos técnicas de tinte de “reserva” conocidas como ikat (o jaspe) y tritik. (Existían prendas en la colección del mnaip que Irmgard W. Johnson había estudiado veinte años antes.) En la primera, usada sobre todo para la realización de rebozos, el diseño se obtiene al anudar partes de la urdimbre para que no penetre el tinte, que después se desamarran para volver a tejer; en tanto que en la segunda se hacen pequeños dobleces a una tela pasando un hilo y amarrándolo
Carnaval. Amaxac de Guerrero,
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para que no penetre el tinte, de manera que al desamarrar se forman rombos de diferentes tamaños. En ese viaje nos dirigieron hacia un gran cerro y llegamos a El Doctor, donde conocimos a una mujer que recordaba cómo amarrar cotones de lana, con la diferencia que los amarres de jaspe se hacían una vez tejida la tela. Le conseguimos la grana cochinilla y realizó algunas reproducciones. En Vizarrón se logró realizar un rescate del tritik se comercializaron algunas piezas, pero no se sostuvo el taller y se perdió la técnica.. ¶ El segundo proyecto se llevó a cabo en San Bartolo Yautepec en la Sierra Sur de Oaxaca, donde quedaba solamente una mujer mayor que sabía hacer el bellísimo huipil de algodón de la población con pequeñas figuras entretejidas con la técnica de brocado o tramas suplementarias en colores amarillo y morado. El taller de rescate consistió en promover un curso entre varias mujeres más jóvenes y posteriormente apoyarlas con la producción y comercialización. Incluso se realizaron algunas blusas-huipil para aquellas compradoras que no quisieran un huipil tan grande, una de las cuales existe en la colección de Ruth. El proyecto fue tan exitoso que hasta el presente se continúan elaborando huipiles que son adquiridos por coleccionistas y personas que portan estas prendas, con la paradoja de que la tejedora que mejor aprovechamiento tuvo se fue a vivir a la ciudad de Oaxaca. Otras prendas de telar de cintura con técnicas sumamente complejas no corrieron con la misma suerte y se perdieron, como el huipil de Choapan, Oaxaca, y los quechquémetl de Atla, Pantepec y Mecapalapa, Puebla, entre otros. ¶
Tlaxcala.
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En estos casos, las prendas ya habían caído en desuso en la comunidad, con la pérdida de la indumentaria tradicional y, por ende, de los referentes culturales internos o emic. El rescate estuvo enfocado hacia el consumidor externo o etic. Es decir, la producción ya no era para el consumidor local, sino que dependía de que se encontrara un nuevo comprador. Y éste es justamente el meollo del asunto que nos ocupa y preocupa al analizar la situación que guarda el arte popular en México al cabo de la primera década del siglo xxi. ¿Cómo entender el arte popular en sus contextos para apuntar hacia su creciente fragilidad? ¶
a tejedoras, mascareros y lauderos que son prácticamente los últimos. El contexto y la intención de creación han respondido a necesidades culturales. Así también, constatamos, retomando una frase de mi obra Cómo acercarse a la artesanía, editada en 1988, que el arte popular y la artesanía reflejan “la creación colectiva ejecutada por individuos artesanos”. Como marcador cultural, el arte popular identifica a sus creadores y consumidores por etnia, comunidad y región, lo que no entra en conflicto con un reconocimiento interno a quienes destacan por el bien hacer. ¶
Regreso a los orígenes
Una era de transformaciones
¿Cómo surge el arte popular? Es menester regresar a los orígenes para recordar que los objetos nacieron para satisfacer necesidades: las básicas de sustento, abrigo y cobijo son reflejo del arte popular utilitario; de las que nutren el alma surgen el arte popular ritual y ceremonial. Es decir, la forma y la función están íntimamente ligadas y reflejan una gran correspondencia. Como botón de muestra, en la cocina el metate, el molcajete —de piedra o barro—, el comal y la olla están íntimamente ligados a la dieta mexicana de maíz, frijol y chile y sus variadas maneras de preparación; a falta de la rueda, el mecapal resultó fundamental para que el hombre soportara pesadas cargas sobre la espalda apoyándose en la frente. ¶ En las fiestas, el arte ritual efímero incluye la pirotecnia y el papel picado, en tanto que candelabros, copaleros e indumentaria especial marcan la ocasión y/o el rango de los participantes. Los diseños aplicados a los objetos, particularmente en la indumentaria, representan aspectos de la cosmovisión que se están perdiendo, pues nos encontramos en muchos casos ante la última generación que los fabrica y usa. En el reciente proyecto que realizamos Santiago Garfias Turok y yo sobre El arte popular de Hidalgo: rituales, usos y creaciones, a invitación del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, la investigación de campo detectó en varios casos
Desde el siglo xix, pero particularmente a lo largo del xx, se viviría una de las transformaciones más importantes, el surgimiento de un arte popular decorativo, hecho para ser contemplado y coleccionado por un nuevo consumidor urbano-cosmopolita. Éste surgió con la masificación del turismo y el nacionalismo emanado de la Revolución, y en un inicio refuncionalizó los objetos de diversas maneras. En la primera de ellas no se alteró la forma, sino que se dio un nuevo uso a las piezas, como cántaros convertidos en lámparas y canastos utilizados de diversas maneras. En la segunda se generaron nuevos objetos. Entre las décadas de 1940 y 1960 hubo una gran efervescencia. En la alfarería, por ejemplo, surgió el arte figurativo que se tornó monumental, como los árboles de la vida en Izúcar de Matamoros y Acatlán, Puebla y Metepec, Estado de México que evolucionaban y crecían en tamaño a la vez que se diversificaba su temática. Otra fue el intercambio desde la galería en San Ángel de Manuel Felguérez y Max Kerlow, quienes encargaron hojas de papel de amate lisas a los ñujú (otomíes) de San Pablito, Puebla, además de las figuras rituales de dioses de papel amate recortado. Estas hojas fueron entregadas a los alfareros nahuas del Balsas quienes, poco a poco, dominaron el nuevo espacio bidimensional y lo rellenaron con los animales surgidos de su imaginario
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que plasmaban en sus ollas y cántaros, para luego crear las figuras humanas y contar historias de su vida cotidiana. De igual manera, Alfonso Soto Soria sugeriría a los wixaritari convertir sus nierika rituales —pequeños pedazos de madera con aplicaciones de estambre sobre cera de Campeche— en tablas cuadradas donde poco a poco expresaran la complejidad de su cosmovisión —símbolos, mitos y rituales— al grado que algunos antropólogos, como Raymond William Firth, reconocerían que éstas se habían convertido en su materia prima para estudiar la cultura. ¶ Con el surgimiento de programas de desarrollo artesanal y comercializadoras se incide en nuevas formas para funciones antes desconocidas por los productores, tales como individuales y servilletas, caminos de mesa y manteles, cojines y colchas con medidas para colchones tamaño matrimonial, queen y king. El uso de materias primas como el lino, la seda, los algodones egipcios en prendas estilizadas encuentra eco en mercados de altos ingresos. También son notorios los esfuerzos para que los alfareros pasaran de las jarras a los juegos de té y café que, por alguna razón, pierden la gracia de aquéllas. Pareciera que el uso constante por quienes las producen y usan contribuye a su perfeccionamiento. El llamado Nuevo Diseño Artesanal requiere de la colaboración intercultural, donde el comercializador o el diseñador sugiere aplicaciones novedosas para satisfacer las necesidades y requerimientos de este consumidor. Las medidas, los colores, las formas se convierten en aspectos necesarios para colocar la producción, a la vez que en mecanismos de reorganización de la producción para cumplir con pedidos en tiempo, cantidad y calidad. Entre los grandes retos encontramos la dicotomía entre la generación de un ingreso más estable porque otros abren los mercados y que el artesano no se convierta en un tipo de obrero calificado, que maquile a destajo. ¶ Como hemos visto, el periodo en que Ruth Lechuga participó en los programas del mnaip
y de fonart (1972-2000) surgieron los concursos artesanales, una interesante estrategia dentro de las políticas públicas de incentivos a la calidad y la creatividad. En las reuniones de los jurados se buscaba que las piezas premiadas reflejaran de manera alterna tres criterios: premiar una excelsa pieza tradicional para reforzar la importancia del contexto cultural, premiar otra por su excelencia técnica para reforzar el bien hacer antes mencionado, y premiar una más por su propuesta de creatividad, innovación y búsqueda, dados los circuitos cambiantes de consumo. ¶ Pero, pese a todos estos esfuerzos, la realidad del arte popular se puede resumir de la siguiente manera: la tendencia es que está envejeciendo el artesanado tradicional en México: el 80 por ciento (según investigación empírica nuestra) tiene entre cuarenta y ochenta años de edad y cae drásticamente el número de jóvenes entre los 5 y los 29 años que aprenden o ejercen el oficio. También perdemos a nuevos consumidores entre los jóvenes, donde se han borrado las fronteras entre la percepción y el conocimiento de las diferencias entre arte popular, manualidad y kitsch. El fomento de artesanos mejor pagados —¡no al regateo y la excesiva intermediación!— y de consumidores conscientes es fundamental. Un sueño sería que los jóvenes indígenas se reencontraran con sus raíces y con su identidad y las readoptaran, con lo que se incentivarían los mercados internos. Para contribuir con un granito de arena trabajamos actualmente desde el inba, con la Secretaría de Educación Pública, impulsando un sistema de certificación basado en la dignificación de los saberes y oficios artesanales tradicionales para que “ser artesano sea equivalente a ser alguien en la vida”. Y en esta tarea en favor del arte popular, sabemos que enriquecer y promover el legado de Ruth D. Lechuga es un honor y un compromiso. ¶
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Marta Turok Wallace eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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Danza de negritos. Ocumicho,
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Michoacรกn.
1973.
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ROSTROS
revelados por Ruth D. Lechuga
Durante las fiestas tradicionales, los mexicanos nos cubrimos el rostro con mĂĄscaras. Pero no lo hacemos para ocultar lo que somos, sino, como nos dejan ver estas fotografĂas de Ruth D. Lechuga, para revelar los otros rostros que habitan en nuestro interior.
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b Rostros
animales.
La bravura indomable, el instinto
a flor de piel, los gestos agresivos‌ hay territorios del alma, que durante las fiestas, convertimos en rostros de animales para poder escuchar su voz. a
Juxtlahuaca,
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Oaxaca.
1981.
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Guerrero.
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S . F.
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D a n z a d e t e c u a n e s . Te o l o l o a p a n ,
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Guerrero.
1976.
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S e m a n a S a n t a , Ta n c a n h u i t z ,
Ta x c o ,
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Guerrero.
San Luis PotosĂ.
1980.
1970.
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b Rostros
infernales.
¿Qué pasa cuando, durante las fiestas, nos atrevemos a mirar a los ojos a Satanás? Descubrimos el territorio de la ira, el rencor, el resentimiento y otros rostros nocturnos que laten en nuestro interior. a
Danza de tejorones. Pinotepa de Don Luis,
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Oaxaca.
Ca. 1970.
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S e m a n a S a n t a . Ta n c a n h u i t z ,
Danza de los diablos. Juxtlahuaca,
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San Luis PotosĂ.
Oaxaca.
1984.
1981.
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b
Nuestros
rostros.
Algunas máscaras se parecen a nosotros mismos, y aún así nos muestran nuestros rostros ocultos. Pareciera que con ellas el alma humana se confrontara con lo Otro, para comprenderlo y aprender a vivir con él. a
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Meseta tarasca,
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Michoacรกn.
1986.
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Danza de los Doce Pares de Francia.
Uruapan,
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Michoacán.
E sta d o d e M é x i c o .
1958.
1980.
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Danza de los pescados. Chapa,
Guerrero.
1980.
Los legados de Ruth a su patria de adopción son excepcionales. Tal vez el más importante sea permitirnos, gracias a esos objetos que ella ha reunido, percibir lo que ella ve y valora, tener el privilegio de mirar su mirada: aprender a darnos cuenta de la existencia de un país donde nuestros compatriotas utilizan todavía flechas para comunicarse con otros mundos, bordan en sus ropas figuras que aspiran a ser cifras del destino, portan máscaras que revelan nuestras muecas reprimidas. e A l f o n s o A l fa ro
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b Rostros
ausentes.
¿Serán las máscaras de los hombres sin rostro invitaciones a perdernos en la naturaleza, a suprimir nuestras fronteras, a desbordar nuestros límites? a
D a n z a d e l p o c h ó , Te n o s i q u e ,
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Ta b a s c o .
1990.
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Ruth ha dedicado sus días a seguir la pista de esos testigos preciosos que nos hablan de una civilización escondida, y lo ha hecho sin premura, ajena a las urgencias y a las carreras atolondradas y voluntariosas que tantas veces han precipitado a este país por los despeñaderos. e A l f o n s o A l fa ro
Danza de los hortelanos. Uruapan,
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Michoacán.
1980.
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La mirada de Ruth asume el entusiasmo y el asombro, es consciente de la infinita distancia que la separa de lo que observa, mas ha quedado atrapada por los finos hilos de la admiración y el afecto. Es una mirada que considera a ese mundo vigoroso y soterrado como un objeto de análisis exigente y como un sujeto de diálogo: es la mirada de la alteridad respetuosa. e A l f o n s o A l fa ro
Ambas: Carnaval, Nexquipayac,
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E sta d o d e M é x i c o .
1971.
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Tigre.
Guerrero.
S . F.
Atzacoaloya,
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Guerrero.
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b Rostros
extendidos.
Hay máscaras que no sólo nos cubren el rostro,
porque la verdadera revelación de nuestros laberintos interiores se vive en toda la piel. a
Semana Santa. Jesús María,
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N aya r i t .
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Am bas:
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Se mana
Santa.
Je sú s
Ma ría ,
N aya r i t .
1970 .
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Se ma n a
Se mana
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Santa.
S a n t a .
N orog a c h ic ,
Je sú s
Ma ría ,
N aya r i t .
Chihuahua.
1 97 0 .
198 1 .
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Am bas:
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Se mana
Santa.
N orog a c h ic ,
Chihuahua.
198 1 .
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La fiesta. ¿Qué rostro tiene México cuando, al cubrirnos con máscaras, revelamos los rostros ocultos de nuestro interior? Ruth D. Lechuga lo conoció de cerca y nos dejó estas fotografías para que aprendamos a mirarlo. Y para que descubramos que el nuestro es un país más fascinante y menos perturbador de lo que algunos mexicanos, por ignorancia, quisieran creer. El México festivo de Ruth D. Lechuga es vibrante y vital. Jamás es complaciente. Y nos hace saber que la dimensión humana es mucho más grande y compleja de lo que cotidianamente queremos admitir. G a b r i e l a O l m o s
Da nza
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de
los
horte lanos.
U ru a p a n ,
Mic h oac á n
.
1 98 0 .
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D a n z a
d e
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di ablos.
DĂa
de
Mue rt os.
P in ot e p a
N a c ion a l,
Oa xac a
.
C a .
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Ci ud ad
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de l
Maíz,
San
Luis
P oto s í
.
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Da nza
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de
los
zanc udo s.
Z a a c h ila ,
Oa x ac a
.
C a.
1 97 0 .
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Da nza
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d e
los
tlac olole ros.
C h ila p a ,
G uerre ro
.
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u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u
The other Faces of Mexico
A Tribute to Ruth D. Lechuga
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C l o c kw i s e f r o m u p p e r l e f t : C a r n i va l, N a c a j u c a , Ta ba sco, 1988; Te le o l o a p a n, G u e r r e ro , 1 976 ; Ta r a s c a n h i ghl a nd s , Michoacá n , 1 98 6 ; P u r ís i m a de B u s to s , G ua naj uato , 1 98 7. p 6 4 : H o ly We e k c e le b r a ti o ns , Je s ú s M a r ía , Naya rit, 197 0.
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ONE HUNDRED eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqe
When we began
publishing Artes de México anew at
the end of 1988, we thought we would get to
One hundred flowers,
quickened the pace whenever possible and
one hundred mouths,
have reached this number two years ahead of
one hundred times,
hundred issues is first of all about the persever-
one hundred perspectives,
high quality in both form and content, whose
one hundred differences
many people simply impossible at the outset.
and transformations, one hundred outstretched hands,
schedule. The symbolic significance of these ance of an independent cultural project, one of active and extended dissemination seemed to Indeed, more than one hundred times, we have overcome obstacles of all kinds and sizes. More than one hundred times we have proved that we have talented accomplices who are committed
one hundred ideas,
to Mexico: readers, authors, photographers,
one hundred colors,
printers, bookbinders, distributors, booksell-
one hundred more times,
One hundred issues later, our arts journal has
one hundred things deciphered, one hundred fleeting images,
illustrators, designers, sensible advertisers, ers, cultural promoters and partners. ¶ also served as the basis for other Artes de México publications accompanying it in the same editorial line: another hundred art books in nine different collections reaffirm the meaning of this
fixed here today,
project of study and dissemination of Mexican
one hundred adventures
celebrate two hundred publications dedicated
for the one hundred readers
values—two hundred adventures in publish-
who exist p66
our hundredth issue in twenty-five years. We
within each person
culture. So today, with this special issue, we to upholding and understanding Mexico’s ing whose results have been placed in the hands of our readers of all ages. Much more than one million printed copies circulating endlessly and kept in homes and libraries. ¶
one hundred times willing to be touched by the hundreds of pages of our one hundred issues.
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editorial
In these one hundred issues we have discov-
and fans of Mexican folk art for our faithful
ered and rediscovered fundamental issues of
attention to craftwork, and specifically for our
Mexican culture. We have created concepts in
support of artisans. ¶
order to understand them, and we have seen
Concerning the latter, for many years we
them bear fruit when others have confidently
enjoyed a unique privilege: the ever-lucid
expanded upon them. We have pointed out the
point of view of a person who, with the utmost
exceptional aesthetic dimension of everyday life
passion and generosity, collected and studied
throughout the country. We have encouraged
Mexican crafts: Ruth D. Lechuga. Thus, as
creation and reflection, research and writing,
Margarita de Orellana explains in the follow-
perspicacity, indignation and
astonishment. ¶
ing pages, nothing seemed more natural in
More than two hundred times the Artes de
our special issue than to invite our readers to
México publishing house has been acknowl-
contemplate her and her work. We were also
edged and received awards from national
proud to present an exhibition of her photo-
and international institutions: awards for the
graphs, Los Otros Rostros de México (The Other
particular quality of certain books and maga-
Faces of Mexico), here in Mexico City on
zines and for the quality of the project in gen-
the Paseo de la Reforma, curated by Gabriela
eral. Other publishers in Mexico and abroad
Olmos. This issue includes an excerpt of the
have been generous to us and attentive to our
texts Olmos wrote for the occasion, as well as
work and efforts. The same is true of print-
an essay by Ruth Lechuga herself. Marta Turok
ers regarding the quality of our copy. Graphic
(Lechuga’s former student) and Margarita de
designers have continuously expressed their
Orellana (executor of her estate) provide fur-
appreciation, confirming that Artes de México
ther accounts and ideas. ¶
has often transformed and enriched our way
We hereby return to one of the practices we
of conceiving the printed page in a publica-
adopted over these two decades in the public
tion with scholarly content. Significantly, the
eye: each time we have received an award,
Pen Club has acknowledged our defense of
we have dedicated it to someone around us,
cultural diversity and of freedom of expres-
because to recognize what we do is to rec-
sion; the American Museum Association has
ognize the countless talents that make our
commended our editorial strategy of support-
project possible. Ruth D. Lechuga, besides
ing museums on the American continent; state
incessantly advising us, bequeathed to us
book fairs have recognized our constant effort
upon her death the collection of over 20 000
at promoting reading throughout the coun-
ethnographic photographs she took over the
try; and private Mexican foundations have
second half of the twentieth century. This
commended our intensive attempts at valuing
very special distinction that Ruth granted us
the best Mexico has to offer: its creativity and
is deeply appreciated and can only be honored
its culture. We have also received recognition
by showing a broad range of her images of
from international journalists for our stead-
love for Mexican artisans, their worlds, and
fast reporting—focusing on some of the more
the outstanding creations that give their lives
unusual aspects of Mexican creativity—and
meaning and illuminate our own. Translated
from international associations of collectors
by Clara Marín. ¶
p67
Alberto Ruy Sánchez eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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R u t h D . L e c h u g a’ s P o ly m o r p h o u s I d e n t i t y p68
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mexican roots
Ruth D. Lechuga’s life invites us to rethink our concept of identity. And, as her friend and estate executor points out in this article, it teaches us a lesson of love for all things Mexican.
R
uth D. Lechuga’s fundamental presence in
She developed a sense of belonging to Mexican
twentieth-century Mexico reminds us of what
culture which revealed itself over time. What
it means to want to become Mexican and to
led her to reject the role of an exiled, distant
love this country in all its plurality. Is there any
immigrant? How did she manage to combine
validity to the statement that Ruth Deutsch
her identity of origin with her fascination with
Lechuga was more Mexican than many who
this country? ¶
were born and raised here? Does it make any
It was a long yet productive path, and at the end
sense to speak about this expert in folk cul-
of her life, she remembered it as a path worth
ture from the perspective of identity? These
traveling. Not that there weren’t constant
are some of the questions that were raised
obstacles in her way. With maturity and as a
in my mind upon reading Franco-Lebanese
result of hard, selfless work, she could recall
author Amin Maalouf ’s important book, In
her life in this country with fondness and even
the Name of Identity: Violence and the Need to
gratitude. What led her to take such an intense
Belong [translated into the English by Barbara
interest in this society and this culture? How
Bray], an essay that has shattered many of the
did she go about constructing such a singular
stereotypes and prejudices around the concept
identity? ¶
of identity. In this brilliant work, Maalouf
More so than many born-and-bred Mexicans,
suggests that identity is constructed from
Lechuga was aware of certain aspects of our
the combination of all the things we are and
culture that many people believe are keys to
all the things we have experienced. This goes
understanding this country. She witnessed
against the common assumption that identity
realities that many Mexicans did not under-
is wholly determined by our place of origin;
stand or even see. She demonstrated that a
that the places we have been, the languages we
person’s identity goes far beyond geography.
have learned, the tastes and customs we have
Identity is built up stone by stone: we are all
adopted don’t count; that we are nothing more
made of multiple elements that form our iden-
than the product of our original affiliation, of
tity. And she was Mexican not only because she
the place we were born, of our first religion.
became a citizen of this country, but because
Such a narrow view, which would like to make
she was able to find a place for herself here and
our place of origin our only source of identity,
to adopt the elements that would enrich her
might lend itself to a sense of exclusion, espe-
life. She was able to see Mexico’s unsuspected
cially when one lives somewhere other than
realities with new eyes. ¶
one’s place of birth. ¶
Based on some key moments in her life, we can
Lechuga experienced Mexico along different
reconstruct some of the stages that formed that
paths. She might have felt excluded at times,
identity, starting with what she brought with
living in a culture so foreign to her, but she
her when she first came to Mexico in 1939. ¶
managed to incorporate certain ingredients of
During World War II, this young Austrian
our culture into her new identity, making her
woman, eighteen years of age, arrived with her
an Austrian-Mexican like no
other. ¶
family seeking exile in Mexico. Her European
I.
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Ruth D. Lechuga, 1997. Fotographed by Gerardo Hellion.
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identity was characterized by her German
almost certain she did.) She must have suf-
language, her Austrian nationality, her Jewish
fered what recent inductees into any tribe
religion, her middle-class status and her Leftist
must feel when seeking acceptance into its tra-
political affiliation. If we compare her to other
ditions. It isn’t difficult to imagine how many
people with similar characteristics from the
mix-ups and double entendres she would have
same period, it quickly becomes clear that she
experienced and would only fully appreciate
and her family were very lucky to have escaped
(and laugh at) years later. All this helped her
the Nazi massacre. But she was arriving in a
to adapt to a radically different reality and to
strange land, an unfamiliar country that was
inhabit it with her entire being. ¶
a far cry from what she had experienced in her
From the early years, she traveled the country
country of birth. Given the circumstances, she
with her father, becoming increasingly enthu-
was forced to adopt a new city, a new language,
siastic about Mexico’s rich archaeological past.
a new landscape and, if she so chose, perhaps
She was struck by the number of people selling
even a new religion. She had to learn to deci-
craft items that she immediately recognized as
pher new behaviors and
II.
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idiosyncrasies. ¶
pieces of extraordinary beauty. She sensed that
If we present this situation in terms of iden-
they held an entire world yet to be discovered.
tity, she had to gradually incorporate elements
She was intrigued and began investigating
into her own identity other than those she
what realities they sprang from. ¶
had brought with her from Austria. She had
This led to a new vocation which she devel-
to grow a kind of second skin. But this could
oped throughout her life and which helped her
not be a static thing. It implied making deci-
to form a second skin that gradually adhered to
sions that could help to enrich her but which
her body and grew as if it were her own. She
could also diminish her. Ruth Deutsch, later to
came into contact with all kinds of people:
become Ruth Lechuga, had an open mind and
urban and rural, Lacandon Indians, Coras,
a great deal of curiosity. Something that char-
Huichols, Otomis, and many, many others. She
acterized her was the desire to live intensely,
soon began to admire them for their culture
free of any conformist attitudes. She was hor-
and knowledge. For example, she once recalled
rified by the idea of leading what she called “an
with a grin how the Lacandon chief, Obregón,
average
life.” ¶
very openly explained to her that he was polyg-
It wasn’t an easy situation for a young woman
amous: “I have five wives with me. The chicle-
in 1939. She had to immerse herself in her new
ros [outsiders] have one here, another there…
life from the very outset. She soon found a Red
It’s the same thing.” And she had a thousand
Cross nursing school and a public secondary
stories about those early days, when astonish-
night school where she started learning Spanish
ing new realities she could never have imag-
and met many people who introduced her
ined were revealed to her. ¶
to different social circles in Mexico City. She
She quickly realized that she was experiencing
was always fondly remembered for her kind-
a culture very different from the one where
ness and for how quickly she adapted to new
she had grown up, and that she could not view
social mores and lifestyles. She was obviously a
this country through “European eyes.” Here
young foreign woman who spoke no Spanish,
was neither a superior nor an inferior culture:
was unfamiliar with our national heroes and
simply a different one. She understood that if
didn’t know the words to the national anthem.
she didn’t adopt this point of view, she would
(I never asked her if she learned it, but I’m
not be able to coexist with it. And that was the
III.
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turning point in her new life, what gave it new
reminded us of the malleability and novelty
meaning. Without trying to, she was beginning
of today’s concept of identity. She showed us
to incorporate new elements into her second
that what we construct in our daily life is fun-
skin that would enrich her
IV.
damentally important to our identity. Little
Visually, one of the things that had an impact
by little, we are woven from a vast number of
on her and convinced her to focus her life on
threads, including beliefs, behaviors, cultural
that different kind of reality was a visit to
and social elements that come to us from many
the Palace of Fine Arts in Mexico City, where
different places. This defines what we are and
she saw a mural by José Clemente Orozco. In
what we believe ourselves to be—specifically,
1997 she stated, “It wasn’t so much the subject
as members of a given community, in this case,
that impressed me as the colors. That night, I
Mexican society. There is no denying the influ-
dreamt in reds and yellows. The intense emo-
ence of our roots, our birthplace, our religious,
tion it sparked in me made me aware of that
political, racial and traditional backgrounds,
cultural difference. Today, I think it was some-
but it is essential to consider the wide gulf that
thing extraordinary to have understood this so
exists between what we are and what we think
young and so
suddenly.” ¶
we are. ¶
The fact of having belonged to two countries,
What happened with Ruth Lechuga and the
two languages and several cultural traditions
folk art of this country? By acquiring excep-
allows us to speak of a definite identity. Would
tional objects (not the junk that was already
Lechuga have been less authentic if we were
being sold in tourist-oriented markets), she
to remove any one of those elements? Would
began to forge relationships with the people
it have been valid for her to say that she was
who produced fine work. She realized that
half Austrian and half Mexican? I think not,
each piece pertained to a specific ethnicity, and
because identity is not something that can
that there existed a whole culture around each
be fragmented, though our neighbors to the
object. This became the underlying concept of
north do it all the time. They find fundamen-
her collection of more than 10 000 pieces. As
tal importance in one’s place of birth, ances-
she liked to say about her collection, “there
try, racial makeup, the percentage of different
exists a history and a reason for being” behind
kinds of blood that flow in one’s veins, and
each piece. ¶
make their conclusions based on that informa-
Lechuga was transformed by the other Mexico
tion, with no regard to what a person has seen
that she had discovered, and in this spirit, she
and done in life. Something similar occurred
was able to show us what many Mexicans did
in the caste society of Mexico’s viceregal
not understand. She furthered her knowledge
period, where purity of blood was highly val-
of the country’s many different cultures, docu-
ued among Creoles and Indians alike, and the
menting them with her camera, and thus struc-
notion of mixed blood was equally despised
tured an identity for herself based on new ele-
by both. But that was centuries ago and must
ments, many of which were alien to her—alien
not be tolerated today, given that our society is
in terms of her medical profession, her city, her
already so rife with
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identity. ¶
prejudice. ¶
V.
social class. In the early years of her discovery of
People don’t have multiple personalities: a
Mexican crafts, the people around her (members
person’s identity is indivisible, though it may
of the middle class, colleagues, friends, etc.) paid
be made up of different components forming
little attention to her newfound passion. They
a unique blend. With her example, Lechuga
did not share her interest in the skilled artisans
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she had recognized and admired. “People would
best possible price. The results were almost
say, ‘You and your Indian things,’ and give
always beneficial to the producers. Little by
me monstrosities that I would later use in my
little, she got to know the artisans, with all
classes to demonstrate what wasn’t an authentic
their strengths and weaknesses. She knew they
expression of folk
saw her as a foreigner, even when she showed
Years later, Lechuga decided to give up her
them she was (legally) Mexican. They didn’t
medical career and devote herself entirely to
believe her because they couldn’t even pro-
her passion. She began working at the Museum
nounce her last name: Deutsch. This is why
of Folk Arts and Industries (then located across
Lechuga decided to keep her husband’s name
from Alameda Park) where one of her many
even after their divorce. She had added one
responsibilities was to visit rural communi-
more element to her Mexican identity: an eas-
ties and organize contests. There was nothing
ily pronounceable surname that would remain
glamorous about these events: she would arrive
in the collective memory. ¶
at a remote community, preferably on mar-
One of the ideas that intrigued me in Amin
ket day, and look for objects that she thought
Maalouf ’s book was that we are all the prod-
should participate in the contest. These could
uct of two legacies: a vertical one that comes
be anything from the clothing a woman was
from our ancestors (religion, community, cus-
wearing, everyday objects, or ritual objects
toms) and a horizontal one that is transmit-
used as offerings or in syncretic religious cer-
ted by our contemporaries and the era we live
emonies. The artisans often viewed the con-
in. The horizontal legacy is stronger than the
tests as a disruption in their busy routines, but
vertical one, but this is not reflected in how we
Lechuga was persistent. She would generally
perceive ourselves, and we are more likely to
track down a local authority and request the
make reference to our vertical legacy. As the
use of a public hall or schoolroom in order to
Franco-Lebanese author states, we never deny
lay out the pieces for judging. The judges were
that vertical heritage, nor do we question its
herself and the driver she had been assigned by
decisive influence over us. This is where we
the
p72
art.Ӧ
museum. ¶
can glimpse the gap between what we are and
She would assemble the participants at a given
what we think we are. Lechuga acknowledged
time. Many of them were in a hurry for the
her vertical heritage, but took pleasure in her
process to be over because they had to take
shared experiences with contemporaries and
the clothing and objects they had made to mar-
compatriots, in other words, her horizontal
ket where they would exchange them for
heritage. Lechuga had an identity of her own
cash—more tangible than any prize in a con-
enriched by her experiences or elements from
test. So she would also purchase the pieces from
her second identity, which in turn enriched all
them. She would ask them what they needed to
of us, because she was always eager to share
continue producing pieces similar to the ones
her discoveries and the enjoyment she took in
chosen for the competition, and, unlike others,
Mexican cultures. ¶
she kept whatever promises she made. In this
One might say that the tribal concept of iden-
way, she gained the trust of many of these arti-
tity is still valid throughout the world, and
sans, even the most skeptical among them. Many
continues to be the cause of endless diver-
would take her advice as to how to improve
gences and misunderstandings. As a case in
their pieces and market them more effectively
point, think of the fundamentalisms that come
in order to sell their products quickly and at the
in every shape and color: religious, political, ideological, racial. ¶
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Given that identity is a concept we have inher-
1950s, she was an active member of the
ited from the conflicts of the past, many of us
Photography Club of Mexico, mainly as a way
would reject it if we were to analyze the notion
of acquiring technical skills, but after a while
with any rigor. But we have chained ourselves
she struck out on her own, dissatisfied with the
to this idea out of habit, lack of imagination, or
more traditional, “romantic” style of photog-
perhaps even
resignation. ¶
raphy practiced by club members. She was
Ruth Lechuga broke with those narrow-minded
interested in creating a high-quality visual
concepts, her curiosity and creativity making
record of every possible detail of life in indig-
her open to new realities. She showed us that
enous communities. Though she was inspired
our outdated notion of identity should be for-
by the great photographers of the 1930s, whom
saken so we can finally be free to embrace the
she admired, she had a clear vision of what she
world, and that we should shed our prejudices,
was trying to achieve: “I see ethnographic pho-
which are the product of ignorance and confor-
tography as a tool to establish a connection, to
mity. This is essential if we want to develop a
record, to show the beauty of a culture […] and
sense of belonging to a specific place not only
for that reason, I try not to get in the way.” José
in the physical sense, but also in the sense of the
Antonio Rodríguez confirms this position: “In
race. ¶
Lechuga’s photographs, the human figure is
This commemorative 100 issue of Artes de
not an isolated or petrified icon, but rather a
México is dedicated to Ruth Lechuga in grati-
being in movement within his or her natural
tude for her generosity and the unbounded pas-
context, whether that be festive, ritual or every-
sion that converted her into an intensely com-
day. There is an interconnection between peo-
mitted Mexican. By this I mean that she was
ple and objects or between subjects and their
able to delve deep into the soul of this country
culture. Lechuga creates a balanced and illu-
through her curiosity and photography, like
minating image of local customs by placing
many other “foreigners” who came to Mexico
herself on the same level as the scene itself.” ¶
at different times and made important contri-
However, in her latter years, when Artes de
butions of their own to the country’s cultural
México began working on bringing her pho-
wealth. Much of the festive and ritual Mexico
tography into the public eye, Lechuga (who
we can observe on these pages has since disap-
had given up the craft in the late 1980s) denied
peared. But Lechuga’s photographs bring it
that she was a photographer: “I don’t actu-
back to life in fragments as they show us parts
ally consider myself to be a photographer.
of the universe that she uncovered and incor-
If I have any good images, it’s because I was
porated first into her own identity and then, in
lucky enough to be in the right place at the
adventure of forming part of the human th
doing so, into our
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own. ¶
right time. […] I didn’t go to places to take
She began taking photographs around the same
pictures but rather to see things. I think I was
time that she began collecting folk art, in the
able to make contact with people because very
late 1940s. In 1997, she explained her reason for
few refused to have their picture taken.” She
taking up photography to the historian José
could tell hundreds of stories that confirmed
Antonio Rodríguez: “I wanted to capture the
the truth of this, like one time when she was in
moments I experienced most intensely. By
attendance at a Cora ritual. A masked clown in
keeping a visual record, I’m able to remember
the ceremony approached her and asked if she
everything more clearly. I always tried to make
wanted to be his girlfriend. She said, “Wait a
sure the images were saying something.” In the
minute, we don’t even know each other.” The
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Cora clown impatiently replied, “It doesn’t
home—she had collected over a thousand—and
have to be right now.” To which Lechuga
she could tell you not only where they had been
countered, “But I don’t know what you look
made, but also the names of the craftsmen, the
like under that mask.” The clown responded,
traditions they derived from, and their mean-
“Love is
blind.” ¶
ing. And so, we dedicate this issue of Artes de
In her collection of more than 20 000 nega-
México to Ruth Lechuga and her masks, the
tives, Ruth Lechuga bequeathed to us a vision
other faces of Mexico. ¶
of rural Mexico as she saw it and documented
In a key essay about Ruth D. Lechuga (“Terra
it. A book of her photography has yet to be
Incognita,” in Folk Art: The Ruth D. Lechuga
published, but in the meantime we can appre-
Museum, Artes de México no. 42), Alfonso Alfaro
ciate a small selection of her photographs of
expressed a hope that through Lechuga’s efforts,
masks that emphasize the aesthetic elements
we Mexicans—with all our modern aspirations
of each one in a specific context. Lechuga was
that cause us to turn our backs on that which is
familiar with the indigenous dances that refer
also a part of us—might learn to be less afraid of
back to a non-Catholic past, and was often able
ourselves, and realize that ritual masks “reveal
to draw links between pre-Conquest celebra-
repressed facets of our own personality.” A mod-
tions and contemporary indigenous expres-
ern Mexico, we could add, that might under-
sions. And though these celebrations are now
stand that loving Mexico and all that is Mexican
devoted to the Catholic saints, the dances remit
is not only our heritage, but also an ongoing
us to bygone days when they were performed
challenge to our imaginations, a critical and
to bring rain or sun. She met countless mask-
passionate decision, and an acknowledgement
makers who had continued the tradition and
of creativity as our most important feature.
preserved the legacy of knowledge about the
Translated by Michelle Suderman. ¶
dances and their central characters. She had hundreds of masks hanging on the walls of her
Margarita de Orellana eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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voice of the roots
In 2003–2004, we at Artes de México were working on a book about Ruth D. Lechuga’s collection. The project was unfortunately cut short by her death. Here we publish an excerpt from a statement Lechuga was writing at the time in which she outlines some of her opinions on folk art.
W I.
hen people know what I do, they often ask
Secondly, we must realize that folk art is meant
me what I consider folk art to be—how I would
to be used, whether on an everyday or ritual
define it after having worked with artisans for
basis. When certain pieces become fashionable,
so long. I tell them there are three things to
there are people who buy them to use them as
consider. ¶
decoration. And that’s fine, but it doesn’t help
The first is that folk art is living art, and thus in
us to understand folk art. Artisans’ works, in
constant transformation. I have heard people
addition to being of great beauty, were made
complain indignantly about craftworks incor-
to be useful in their everyday lives as well as
porating modern materials, because they say
in their religious celebrations. Their form is
that “the traditions are forgotten.” I have also
always tied to their function and to the cre-
met people who don’t like designs that refer to
ativity with which artisans try to resolve their
political reality, as sometimes happens with the
day-to-day problems. For instance, there are
carnival pieces of particular mask-makers. But
ceramic mortars from the highlands of Puebla
individuals who have such an idealized vision
that are scored inside at the bottom. This is
nature.¶
because these pieces were used for grinding.
I would tell them that folk art is living art
The same sort of thing happens with certain
because it voices a community’s concerns at
kinds of pitchers that have two mouths, though
a given time. This is why artisans incorporate
only one is used for pouring. The other allows
materials that they have on hand or that they
air to enter and avoids creating a vacuum that
can easily acquire, like soft-drink cans, bottle
would prevent the liquid from flowing out. ¶
caps or other objects that would otherwise end
This is in terms of form. Now, decoration is
up in the garbage, yet thus meet a more cre-
usually related to things that artisans find I
of folk art really do not understand its
ative and noble
fate. ¶
their surroundings—e.g. animals, farms, trees…
Folk art reveals each community’s concerns and
But there are also other elements that are pure
fantasies. This is why it is logical for pieces to
fantasy, and designs that blend both worlds.
represent certain public figures, like movie stars,
For instance, in Huazolotitlán, Oaxaca, tiger
politicians or television actors. But this doesn’t
masks are often made to be worn for the dance
kill traditions: it merely lends them a more top-
of the tejorones. In the past, artisans made an
ical voice. In my collection I have a mask, for
enormous tiger bearing unbelievable colors,
instance, that portrays former president José
which was how they imagined a tiger to be.
López Portillo. It was made in the community
But one day they went to the zoo and saw that
of Huazolotitlán, Oaxaca, in the coastal Mixteca
tigers were not what they had thought they
region. If, however, we want folk art to remain
were like. Since then, the masks have changed.
forever the same, then we do condemn it to
Nowadays they have other wonderful features.
death, because the creativity of communities is
They are imaginative in different ways, but
not a static but rather
ever-mutating thing. ¶
they look more like real tigers. ¶
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III.
There is a third consideration that is essential to understand folk art: that it is communitarian art. Its forms have been streamlined over generations and are thus the specific heritage of each community. This is why, from my point of view, it is not particularly appropriate to try to distinguish “great masters.” Of course, there are artisans who stand out for their talent and dedication, but titles such as the former do more harm than good to a community. I have seen how, after a certain “great master of folk art” has been singled out, customers only seek out that artisan, when there are often several others who are just as talented in the same town. This occasionally leads to unnecessary quarrels between relatives or neighbors who, more often than not, instead of sharing their secrets regarding certain technical problems and their solutions, jealously guard them to the detriment of the quality of the community’s pieces. ¶ This is why I think that, instead of trying to identify “great masters,” we should rather point out “great traditions”—those that distinguish themselves for their vitality and allow us to become acquainted with not one but several talented artisans. This is why I insist that we must not lose sight of the fact that folk art is a communitarian expression. Translated by Jill Derais. ¶
Ruth D. Lechuga eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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Fo l k A rt : B e t w e e n Tr a n s i t i o n and Extinction
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productive roots
Mexican folk art has undergone major development largely thanks to figures such as Ruth D. Lechuga. Here, an outstanding former student of hers examines what we learned in her time from a contemporary perspective.
R
uth D. Lechuga was a diligent observer of the
gathered so that the stitched areas resist the
world around her, particularly of folk art and
dye; once they are undone, they form lozenges
indigenous peoples. She saw that points of view
of different sizes. During that trip we were
were changing, but it pained her that people
directed toward a large hill and reached the
were no longer proud to wear their traditional
town of El Doctor, where we met a woman
attire. In Austria, she had personally suffered
who remembered how to tie wool fabric, with
discrimination due to her Jewish heritage, so
the difference that the ikat technique was
she was repulsed by the segregation and racism
applied after the fabric was woven. We obtained
that Mexican society directed (and continues
cochineal dye and she made some samples. In
to direct) at indigenous peoples. She always
Vizarrón, the project managed to revive tritik
complimented women who made and wore
and some pieces were sold, but then the work-
their own traditional designs—whether it was
shop could not support itself and the technique
daily dress or festival regalia—as this revealed
ceased to be employed. ¶
an important effort that was nonetheless insuf-
The second project took place in San Bartolo
ficient to reverse the trend that seems like a tsu-
Yautepec in the southern sierra of Oaxaca,
nami (to use a topical reference) in many com-
where a single older woman still knew how
munities of switching to western
to make the beautiful local version of the cot-
This is why Lechuga was involved in efforts to
ton huipil (dress) with small interwoven fig-
prevent the disappearance of certain craft
ures using brocade or additional warp threads
techniques that were at risk of being lost. For
in yellow and purple. The workshop to rescue
example, when she worked at the National
the technique encouraged younger women to
Museum of Folk Arts and Industries (MNAIP)
take a course and subsequently assisted them
of the National Indigenist Institute, she par-
with production and sales. It included the cre-
ticipated in at least two textile projects of
ation of several huipil-style blouses for those
which I can recall. In the 1970s, I went with
buyers who were not fond of the full-length
her to Vizarrón, Querétaro, in search of people
huipil, one of which is in Lechuga’s collection.
who still remembered how to make clothing
The project was very successful and they are
with two resist-dyeing techniques known as
still making huipiles to date that are bought
ikat (or jaspe) and tritik. (There were pieces
by collectors and people who wear these gar-
featuring these techniques in the MNAIP col-
ments, with the paradox that the weaver who
lection that Irmgard W. Johnson had studied
benefited most from the project left town to
twenty years earlier.) To create a design
live in the city of Oaxaca. Other garments
employing the first technique, which is largely
made on the backstrap loom with extremely
used for making rebozos (shawls), parts of the
complex techniques did not have the same for-
warp are tied so that the dye does not penetrate
tune and ceased to be made, such as the huipil
it. They are then untied before the weft is
from Choapan, Oaxaca and the quechquémetl
woven. In the second technique, small folds are
(mantle) from Atla, Pantepec and Mecapalapa,
made in fabric through stitching that is then
Puebla. ¶
Te n o s i q u e ,
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clothing.¶
ta b a s c o .
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I.
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In these cases, the garments were no longer
found in various cases weavers, mask-makers
being worn by people in the community. As
and luthiers who are practically the last of their
traditional attire falls into disuse, intrinsic
kind. The context and the intent behind the act
cultural references—referred to by anthropol-
of creating have responded to cultural needs.
ogists as “emic”—are lost. The recovery proj-
We also verified, to cite a phrase from my 1988
ect focused on the outside consumer, whose
book Cómo acercarse a la artesanía (An Approach
perspective can be called “etic.” Production
to Crafts), that folk art and crafts reflect “the
was no longer directed at local consumers, but
collective creation executed by individual arti-
rather depended on attracting a new client-
sans.” As a cultural marker, folk art identifies its
base. And this is precisely the heart of the issue
creators and consumers by ethnicity, commu-
that concerns us when we examine the state of
nity and region. This does not conflict with rec-
Mexican folk art at the end of the first decade
ognition among insiders of those whose pieces
of the twenty-first century. How can folk art be
stand out for their workmanship. ¶
understood in its own contexts so as to address
An Age of Transformation
its decreasing
influence? ¶
Since the nineteenth century, but especially
Going Back to the Beginning
throughout the twentieth, a very important
How did folk art arise? We must go back to the
transformation has taken place: the birth of
beginning to recall that these objects were made
decorative folk art made to be looked at and
to satisfy basic needs: sustenance, warmth and
collected by a new urban consumer. This coin-
shelter are reflected in utilitarian folk art, while
cided with a boom in the tourism industry,
ritual and ceremonial folk art nourishes the
as well as with a spirit of nationalism hark-
soul. Form and function are intimately linked.
ing back to the Mexican Revolution, and at its
In the kitchen, for instance, the metate (grind-
outset it lent various new functions to folk art
ing stone), the molcajete (mortar and pestle,
objects. ¶
made of stone or clay) the comal (griddle),
In some cases, though their form remained
and the pot clearly reflect the Mexican diet of
unchanged, pieces were given new uses. Pitchers
corn, beans and chilies and the various ways in
were turned into lamps, and baskets were used
which they are prepared.
for various purposes. In other cases, new
¶
During festivals, ephemeral ritual art includes
objects were made. This phenomenon reached
firecrackers and papel picado (cut paper) deco-
its apex in the 1940s, 50s and 60s. In terms of
rations, as well as candelabras, copal burners
pottery, for example, figurative art became
and special regalia that mark the occasion and
monumental, such as the árboles de la vida
the social standing of participants. The designs
(trees of life) from Izúcar de Matamoros and
applied to these objects, and particularly to
Acatlán in Puebla, and Metepec in the State of
clothing, represent aspects of a vision of the
Mexico. These evolved and grew in size as they
universe that is disappearing. In many cases,
incorporated more diverse subject matter.
these objects and garments are only being made
Elsewhere, an exchange took place between
and used or worn by the eldest generation. In
the gallery representing Manuel Felguérez in
a recent project by Santiago Garfias Turok and
San Ángel and Max Kerlow: they commis-
myself, called “Folk Art in Hidalgo: Rituals,
sioned smooth sheets of amate paper from the
Uses and Creations,” which was commissioned
Ñujú (Otomis) of San Pablito, Puebla, as well
by the Hidalgo State Council for Culture and
as figures of gods made from cut amate paper
the Arts (cecultah), research in the rural areas
and used in ceremonies. These sheets were then
II.
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given to the Nahua potters of Balsas who grad-
income from the broader market, while not
ually mastered the new two-dimensional space
becoming merely another kind of skilled laborer
and filled it with the imaginary animals repre-
who is forced to churn out piecework . ¶
sented on their pots and pitchers. Then they
As we have seen, craft competitions arose dur-
incorporated human figures and started tell-
ing the period in which Ruth Lechuga par-
ing stories about everyday life. In a similar
ticipated in the mnaip and fonart (National
vein, Alfonso Soto Soria suggested that the
Craft Development Fund) programs—from
Wixaritari (or Huichols) turn the nierika they
1970 to 2000. It was an interesting government
used in rituals—small pieces of wood with yarn
strategy to provide incentives for high-qual-
applied over beeswax—into framed paintings
ity work and creativity. In the competitions,
where little by little they expressed the com-
juries awarded prizes based on three criteria:
plexity of their world view (symbols, myths
the piece was an outstanding example of tradi-
and rituals). This process did indeed happen,
tional craft, reaffirming the importance of its
to such a degree that anthropologists like
cultural context; it was technically outstand-
Raymond William Firth acknowledged that
ing, reasserting the goal of encouraging the
these yarn paintings had become a primordial
manufacture of well-made objects; it was cre-
element with which to study their
culture.¶
ative, innovative or even visionary, taking into
The introduction of development and market-
account changing market demands.
ing programs for artisans has led to the emer-
But despite all these efforts, the reality of folk
gence of new forms with functions alien to the
art can be summed up in the following way:
producers’ culture, such as place mats and nap-
the traditional artisan population is aging in
kins, table runners and tablecloths, cushions
Mexico. Some 80% (according to our empiri-
and bedspreads to fit double, queen and king size
cal research) are between forty and eighty
beds. The use of raw materials such as linen, silk
years old, and the number of young people
and Egyptian cotton in the manufacture of styl-
(from five to twenty-nine years of age) who
ized clothing caters more to high-income con-
are learning or exercising a craft has fallen
sumers. It is known that potters have tried to
drastically. We have also failed to attract new
move beyond the standard pitchers to make tea
consumers among young people, many of
and coffee sets; however, for some reason, the
whom do not have the knowledge or exper-
latter lack the original designs’ gracefulness. It
tise to discren between folk art, amateur crafts
would appear that pieces’ formal development
and kitsch. We must continue to lobby for bet-
and perfection is achieved through their con-
ter pay for artisans—and stop bargaining and
stant use by those who produce them. So-called
get rid of unnecessary intermediaries—while
New Craft Design entails an intercultural col-
raising awareness among consumers. A dream
laboration, where the vendors or the designers
would be for indigenous youth to rediscover
suggest new applications to satisfy the needs and
their roots and readopt their cultural identi-
requirements of consumers. A range of sizes,
ties, to thus revitalize local consumer markets.
colors and forms becomes necessary in order
As a small contribution to this, we at the inba
to sell a product, and the method of produc-
(National Institute of Fine Arts) are currently
tion is reorganized to meet orders on time while
working with the Ministry of Education to put
maintaining standards of quality. Among their
in place a certification system that seeks to dis-
greatest challenges, artisans are faced with the
tinguish artisans’ traditional craft knowledge
following dichotomy: generating a more stable
and skills so they are viewed as equals to other
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career professionals. And in this task of fostering awarenss of folk art, we feel that enriching and promoting the legacy of Ruth D. Lechuga is an honor and a commitment. Translated by Caroline McKinnon. ¶
Marta Turok Wallace eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq eqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeqeq
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Meseta tarasca,
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Michoacรกn.
1986.
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Faces Revealed by Ruth D. Lechuga During traditional fiestas, we Mexicans cover our faces with masks. But we do not do so in order to cover up what we are; instead, it is to reveal the other faces that exist within us, as these photographs by Ruth D. Lechuga demonstrate.
Animal Faces
Expansive Faces
surface, aggressive gestures… there are
because the true revelation of our inner
territories of the spirit that, during fiestas, we
labyrinths is something we experience with
transform into the faces of animals in order to
our entire body.
Untamable courage, instinct rising to the
hear their voice.
Demonic Faces
The Fiesta
What face does Mexico take on when, by
What happens when, during fiestas, we dare
donning masks, we show our inner selves’
look the Devil in the eye? We discover the
hidden faces? Ruth D. Lechuga became
territory of anger, rage, resentment and other
acquainted with it firsthand and left us these
nocturnal faces throbbing inside us.
photographs so we might learn to behold it…
Our Faces
so we could discover that our country is much more fascinating and much less disturbing
Some masks look like us, and even then reveal
than what many Mexicans, out of ignorance,
our hidden faces. It seems that they allow
would like to think.
the human spirit to confront the Other, to
Ruth D. Lechuga’s festive Mexico is vibrant
understand it and learn to live with it.
and vital. It does not aim to be a pleasant or
Absent Faces
cute tourist attraction. And it lets us know that the human dimension is much broader
Are the masks of faceless men an invitation to
and more complex than we would care to
get lost in nature, to tear down our borders, to
admit on a daily basis. Translated by Jill Derais.
overstep our own limits?
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Some masks do not only cover our face,
Gabriela Olmos
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Textos de Ruth D. Lechuga como autora o coautora / Texts Ruth D. Lechuga wrote or co-wrote Lechuga, Ruth D. , 1973, “Objetos elaborados con componentes del maíz” en: Artefacts and Oral Tradition, unesco, París. —, 1976, “Indumentaria indígena de la región de Cuetzalan” en: Trabajos de la primera mesa redonda del Centro de Estudios Históricos de la Sierra Norte del Estado de Puebla, México. —, 1977, “El quechquémitl en la Sierra de Puebla” en: Trabajos de la segunda mesa redonda del Centro de Estudios Históricos de la Sierra Norte de Estado de Puebla, México. —, 1977, “Magic and Religion in Mexico” en: Marcos Ortiz y Chloë Sayer (eds.), Fiesta Mexicana, an Introduction to the Popular Arts and Crafts of Mexico, Horniman Museum and Library, Londres. —, 1978, “Una investigación de los otomíes de Querétaro sobre la técnica de plangi” en: Cuadernos de trabajo del Museo nacional de artes e industrias populares, México.
To l i m á n ,
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Q u e r é ta ro .
1975.
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—, 1982, Las técnicas textiles en el México indígena, Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, México. —, 1982, La indumentarias en el México indígena, Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, México. —, 1982, Traje de los indígenas de México : su evolución, desde la época prehispánica hasta la actualidad, Panorama, México. —, 1983, “La danza y la máscara” en: Boletín de los Universitarios, unam, México. —, 1983, Semblanza de los tlacoyales en México, pacup-dgcp-sep, México. —, 1984, “Mexican Folk Ceramics, an Overview” en: Arte Vivo, Living Traditions in Mexican Folk Art, Memphis State University Gallery, Memphis. —, 1986, Masques de L’état de Guerrero, exposición y catálogo, Lille. —, 1988, “Carnival in Tlaxcala” y “Mask Making in Guerrero” en: Behind the Mask in México, Museum of New México Press, Nuevo México. —, 1988, “Dances of the Animals” y “The Peaceable Kingdom, Mexican Style” en Animal Kingdom, The New York Zoological Society Press, Nueva York. —, 1989, “Tlacoyales de ayer y hoy”, en: Revista Antropológicas, núm. 4. Instituto de Investigaciones Antropológicas, unam, México.
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Textos sobre Ruth D. Lechuga / Texts on Ruth D. Lechuga Alfonso Alfaro, Ana Paulina Gámez, Imelda de León, Margarita de Orellana, José Antonio Rodríguez, Carlos Romero Giordano, Chloë Sayer, Marta Turok, 1998, en Arte popular, Museo Ruth D. Lechuga, Artes de México, n. 42, México. Nelken, Margarita, 1964, “Las fotografías de Ruth Lechuga”, en Revista Tribuna Israelita, Agosto, México. Sodi Miranda, Federico, 1995, “Ruth Lechuga, una leyenda en el arte popular mexicano”, México en el Tiempo, México Desconocido-inah, México. Arnold Deutsch, 2002, “Ruth Deutsch de Lechuga”, en Christian Kloyber (comp.) Exilio y cultura, El exilio cultural austriaco en México, Secretaría de Relaciones Exteriores, México. José Antonio Rodríguez, 2002, Ruth D. Lechuga Una memoria mexicana, Artes de México-Museo Franz Mayer, México. Mario Rey, 2002, “Arte popular de la Huasteca. Entrevista a Ruth Lechuga”, Regiones de México, Diálogo entre culturas, cnca, México.
Exhibiciones colectivas / Group shows “Manos a la Obra” Vibrant Arts | Maricopa Community College, 1987-1988 | “Cien Años de Fotografía Indígena” | Museo de Culturas Populares, 1988. | Museo de Arte Moderno, 1985.
Individuales / Solo shows 2002, Peregrina del Arte Popular. Museo Franz Mayer, abril 18-junio 23. 2001, Homenaje a Ruth D. Lechuga, Subdelegación Roma-Condesa, Casa de la Cultura Jesús Romero Flores. 1998, El Oficio del Artesano, Casa de la Cultura Jesús Romero Flores, en el marco de FotoSeptiembre, posteriormente en el Club Fotográfico de México. 1997, Danzas del Pacífico Sur. 1989, Biblioteca de México-ISSSTE, México, D. F. 1988, Instituto Politécnico Nacional, México, D. F.
Museos con fotografías de Ruth D. Lechuga en sus colecciones permanentes / Museums with photographs by Ruth D. Lechuga in their permanent collections Museo Nacional de Artes e Industrias Populares, México, D. F. | Museo Nacional de Antropología, México, D. F. | Museo del Rebozo, San Luis Potosí | Museo Regional de Puebla, Puebla | Museo de la Máscara y la Danza, Colima | Museo de Arte Popular de la Sierra Norte de Puebla, Cuetzalan, Puebla | The Head Museum, Phoenix, Arizona | Memphis State University Gallery, Memphis, Tennessee | International Folk Art Museum, Santa Fe, Nuevo México p88
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| Museo Comparato di Traditione Contadina Italana e Latino Americana. Orgia, Italia.
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