P e p e
E l o r z a
canciones del emigrante
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Suchiate Tras el río El tren La ventosa La verdadera cruz Oniris
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La ciudad Pasaste a mi lado Dulces compañías Seguro era domingo Al filo de la frontera Coyote Marlene Los Ángeles Tapachultequita Carretera Uno que tiene la ruta, el otro que soy yo Créditos
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Suchiate Me quito los pantalones, caminando en calzones Voy cruzando el Suchiate. Me sé muy bien el trayecto, más que nada despierto Sin ningún equipaje. Subiendo por la ladera, tras el cerro me espera La razón de este viaje. Con el rumbo sin fijo, como el amigo dijo Que la tierra se raje. Por la vía costera se oyen canciones nuevas De las voces errantes. Con el tiempo de estío baja la luna al río. Pasan los emigrantes.
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Tras el río queda atrás todo lo mío Y ahora pienso en la canción; La de aquel que una nostalgia inmensa Canta que le invade el corazón. Pero es solo un instante, vale más que en nada Llame la atención. Porque en tanto, uno evita al otro Y otro ve en el otro A un delator. Los cariños, los recuerdos de cuando era niño Se me escurren hoy. A mis ojos trasnochados Solo un viento helado hace el honor. Pero es solo un instante... (se repite) Con el gesto huraño guardadas las manos; Me subo en un camión. Tras de la redila me mira una niña Y yo le digo adiós. Cerrando los ojos en el sueño me voy. •
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El tren Después de varios fracasos Me subí a un tren de carga. Entre vagón y vagón Justo en las escalerillas. Ahí vamos varios paisanos de noche y bajo la lluvia. Y luego, aventarse andando. Andar entre la maleza Bordeando a los migratorios, Eludiendo la tristeza. Con miedo pero con furia, como quien se siente presa. Ay virgencita, te digo, no me abandones ahora. No sé ninguna oración pero mi madre me llora. Hazlo por ella señora su hijo también trae cruz. Pijijes, guardabarrancas, zanate de oro y pijuy, Cantémosle algo a la virgen. Que nos de un poco de luz y algún lugar donde duerma. Después, que siga el albur.
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La ventosa Al pasar la ventosa llanura Donde los mares se oyen retumbar, donde casi se miran, Vamos dos, vamos dos solitarios. Yo voy con mis recuerdos, el otro es el camión. Al pasar un arbusto rodando Parece que mi alma tomó, pues va casi volando. Vamos dos, vamos dos solitarios. Yo voy con mis recuerdos, el otro es el camión. Al pasar se siente que se deja La tierra más cercana al amor, la del olor a vieja. Vamos dos, vamos dos solitarios. Yo voy con mis recuerdos, el otro es el camión. Al pasar toda la noche en vela Con la garganta seca y el sol en una tolvanera. Vamos dos, vamos dos solitarios. Uno que tiene ruta, el otro que soy yo.
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La verdadera cruz Para bien, Para mal también llaman las campanas, Anunciando a la verdadera cruz. En el cruce de caminos Me detengo, miro al cielo y digo: A la luna le viene bien el cielo nublado, Entra y sale como quien nada en el mar. Así miro yo mis ansias Que me ahogan y a la vez me salvan. Junto al silbido de barcos se oye pregonar, Unos venden chucherías, otros solo por cantar. Buscaré un café caliente y alguien con quien platicar, A ver si el puerto me deja ver de él un poco más. Para bien, para mal tal vez suenen las campanas, Anunciándome la hora de partir. Buscaré una flor entonces, me la comeré Y huiré a los montes.
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Oniris La luna parece que viaja conmigo Y cruza el fulgor. Los cables, los cerros, Los mares, los cielos y mi corazón. Me trae un recuerdo, Fugaz pero cierto, acaso su voz. La que amo Ahora no estrecha mis manos sino el mismo yo. La luna parece que viaja conmigo y no.
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La ciudad Llegando a la ciudad. Cuando abrí los ojos solo vi pasar, pasar las luces. Es de madrugada pero el cielo aún no aclara nada. Llegando a la ciudad. Sudo oscuro y frío al espanto parecido de aquel niño, De quien veo lo que ve, pero no lo veo a él. Llegando a la ciudad. Como volver al pasado con el gesto huraño, Guardadas las manos bajándome del camión. Llegando a Aquí nunca Aquí nunca Y qué hago
la ciudad. es de día o siempre, es de noche o siempre. aquí, entre tanta, tanta, tanta gente.
Llegando a la ciudad. Hey!!! Catracho, güanaco, cachuco.
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Pasaste a mi lado Pasaste a mi lado indiferente toda, Frotándote los labios Como quien anda sola. Y los que aquí rondamos, No somos pa’ tu alcoba. Uno que está a mi lado te pide un servicio, Y tú que te le acercas Como a un precipicio. Y todos te miramos, Un círculo de vicio. Y se va... La noche entre abrazos, besos y miradas. Y yo bebo y bebo invitado por quién sabe quien. Que no me pide nada, Hasta este momento.
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Dulces compañías Ni un quinto en la bolsa, ni para comer; Centavo en la boca y plomo en los pies. Realidad más cruda no puede haber Se me ve en los ojos, me muero de sed. La noche fue larga, La noche era mía, Tragos y canciones, Mujeres sonrientes, Dulces compañías. Ahora estoy solo, más solo que ayer, El tiempo no pasa sino que al revés Parece atrapado por mi pesadez. Camino sin rumbo por última vez. La noche fue larga, (se repite) Sentado en un quicio mirando pasar. La gente de prisa sin mirar atrás, Hacia abajo menos pues que han de pisar Algún pobre insecto que no ha de gritar. La noche fue larga, (se repite) De pronto aparece un brioso corcel, Un caballo blanco me voltea a ver. Su rumbo me dice hacia arriba es, Hacia la frontera una y otra vez.
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Seguro era domingo Seguro era domingo y bien que me lo sé, Así es en estos pueblos que casi nadie ve. Yo había trabajado en una obra, en un colado. Traía unos centavos y húmedos los pies. Andaba por la calle viendo el piso A ver en qué orificio me iba yo a caer. Así llegó a mí, aire del pueblo, De aquel pueblo las campanas que sonaban. Así llegué a la plaza, la pequeñita plaza. Seguro era domingo (se repite) De pronto una risa me levanta la vista y descansa, la veo y me ve. Y ves que tiene rostro la esperanza, Te acercas y le cantas sin miedo a perder. Así llegó a mí, aire del pueblo. De aquel pueblo las campanas que sonaban. Así nos fuimos juntos, Nos enredamos juntos. Seguro era domingo (se repite) Ahora no recuerdo ni su nombre. Así somos los hombres, siempre es el que se fue. Pero me queda aquí la madrugada, su aroma de extasiada. Su que te vaya bien. Así quedó en mí, aire del pueblo, de aquel pueblo Las campanas que sonaban. Así me fui alejando con mi sudor regando. Seguro era domingo y bien que me lo sé Así es en estos pueblos que casi nadie vé.
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Al f1lo de la frontera Al filo de la frontera nos quedamos mirando, Fue como cruzar las púas pues quedamos sangrando. Entonces yo tormentoso. Entonces tú libertina. Entonces revientan flores. Entonces la luz germina. Al filo de la frontera la pradera y el bravo, Así nos fuimos queriendo, uno de cada lado. Le dimos calor al viento Bajo un cielo estrellado. La orilla se hizo un lecho, Y amanecimos trenzados. Al filo de la frontera lloran solo los gatos, O alguien que esté perdido pero de enamorado.
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Coyote Sale a la calle antes que el sol. Va conduciendo murmurador; Dobla una esquina entra al portón, Al clavadero ahí estoy yo. Me ve y no sé qué está mirando, Tal vez al verme esté recordando, Aquellos días, Aquellos años cuando era un pobre pollo rodando.
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Marlene No sé si fue Puerto Limón O fue tal vez en Livingstone, Pero yo tuve que salir por piernas Y dejé a mi niña tierna, pero me las pagó ese cabrón. Corrí la legua sin parar, Una frontera y otra y el demonio atrás. Era de día, era de noche. Era andando, era en coche y yo que no encontraba mi lugar. Iba escurriendo de dolor la sangre negra, De quien ya perdió el perdón. Así llegué a este burdel. Después de varios nombres ahora soy Marlene. Estoy de un lado, estoy del otro, Estoy con uno, estoy con otro. Y no me importa donde vaya, yo estoy bien. Pues si esto ya no tiene cura, Que sea alegre sepultura. Y tal vez me encuentre un día a la niña que dejé, Pues su vida es la misma, no hay más ruta, ya lo sé. Pero qué te estoy contando, a ti qué te va a importar, Es la historia de una puta, nada más.
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Los Ángeles Ahora ya conoces, Conoces los high-ways. Ya dormiste en la placita y en los negros Callejones de la Broadway. Ahora ya te mueves, Del este al oeste en los buses; Ya sin miedo a que te cruces con la migra. Ahora ya cruzaste, ya te hallaste, Ya caminas con cadencia, Con la ciencia de quien toca y no se roza. Ahora ya cruzaste, ya te hallaste, Ya te guías por el eco de los pasos, Y lo largo de las sombras. Ahora ya cruzaste, ya te hallaste, Ya te dopas y bisneas, Ya no eres el que eras... Aunque vuelvas.
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Tap
ach
ul
teq Yo aún uit Tu a car te re La a b c lle oni uerdo vo t dic gua a ién Por rda dom que da e a Me en s dió i pie mi t s, e Por rdo cor pie a s a r z i d ón. Por mí. o aca si so aca vue so l vue vo, lvo , t e t eng o a tí.
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Carretera Carretera, Hace tanto que ando en carretera, Que cuando pase el puente a donde llegas No sabré si es la frontera. Carretera, Hace tanto no estoy en mi tierra, Que la besaré aunque no me quiera. Y que sea lo que sea. Carretera, Carretera de la vuelta. Una pura línea recta, A donde no me esperan. Carretera, Carretera de la vuelta. Consintiendo la vergüenza, Y llegando apenas hoy.
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Foto: Eniac Martínez
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Uno que tiene ruta, el otro que soy yo
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Por mi origen: costeño, fronterizo y sureño, las imágenes referentes de mis primeros dieciocho años son: el volcán Tacaná, que marca la colindancia de México con Centroamérica, el bravo oleaje de las playas del Pacífico y la marimba. Esta última la escuchaba casi todos los días por mi tío Raimundo, un guatemalteco casado con una prima de mi papá; que vivía al lado de mi casa y acostumbraba poner sus discos con pasodobles de su tierra cada mañana; cuando volvía de la ordeña de sus vacas. Las llamadas “maderas que cantan” pues, han tenido en mi vida una presencia familiar. Cuando me propusieron narrar en canciones la travesía de un centroamericano indocumentado por todo el país hasta los Estados Unidos, me pareció en principio que yo tenía la vivencia y las habilidades para acometer la realización de esta obra. Sin embargo, hallar el hilo de la madeja no resultó nada fácil; mis intentos por comenzar resultaban infructuosos, a veces ridículos, cursis, etc. Así transcurrieron varias semanas y yo que no encontraba mi lugar. Un día decidí viajar a Tapachula, a ver qué hallaba; tomé un camión a Tecún Uman, el pueblo fronterizo al que llaman Tijuanita, que se encuentra pasando el puente del río Suchiate. Como el calor es sofocante, tomé un triciclo, en el trayecto se dio un diálogo muy curioso:
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-A qué va a Tecún jefe, me dijo el conductor. -A ver. -A ver qué?, ahí no hay nada que ver. -Bueno, yo venía por acá de adolescente, quise explicar. -¿Le gustan las chamaquitas?, preguntó malicioso. -No, no vengo por eso. -Yo le puedo presentar unas hondureñas que están bien buenas. -No, gracias. -O tal vez un chico, no se ofenda. -No!!! Bajé del triciclo y caminé sin rumbo fijo por una lodosa calle; pasé por una tienda de abarrotes que era a la vez cantina, se me antojó y entré. Buenas tardes, saludé, pero el intendente no me respondió; me senté en una de las dos mesitas, él se acercó y me dijo: ¿qué toma? Una cuba, le respondí. Aquí no hay cubas. -¿Entonces, qué hay?, porque ahí estoy viendo que tienes ron. -Sí, pero se vende por octavos. - Mmm, dame uno pues. Moví mi silla hacia la calle, para ver pasar a la gente; me serví la mitad de mi octavo con hielo y coca, y luego de un trago grande me sentí cómodo por primera vez en ese ambiente sórdido y receloso. Con la segunda copa apareció una marimba callejera de las que abundan por allá; ellos comenzaron a
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tocar una tras otra hasta que un pasodoble llamó mi atención, digamos que rememoré algo en la nébula de mi infancia; por lo que llamé a uno de ellos, le di un quetzal y le pregunté ¿cómo se llama esa canción? Mi Lupita, contestó. ¿Es mexicana? No, es pasodoble chapín. Bueno, toma otro quetzal y tócala de nuevo. Eran las tres de la tarde, pero en aquel lugar te sentías a las tres de la mañana en un callejón oscuro. Ya no quise más y me fui. Días después estaba tomando cervezas en una popular cantina de Tapachula llamada “El Bunker”. Como siempre, llegó la marimba callejera y comenzó a tocar ni más ni menos que “Mi Lupita”. Las notas iniciales de aquel pasodoble me parecieron el hilo de la madeja que andaba yo buscando; con esas notas, días más tarde, claro, me dije: tras el río queda atrás todo lo mío y ahora pienso en la canción; la de aquel que una nostalgia inmensa canta, que le invade el corazón. Ha sido un largo camino de más de diez años, pero al fin lo he terminado y espero que a Douglas, mi amigo emigrante a quien mucho evoqué cuando escribía las canciones, le surjan en sus sueños y las haga suyas.
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Introducción Guitarra: Jorge García Montemayor. Suchiate Guitarras: Pepe Elorza y Marco Morel. Tras el río Guitarra: Pepe Elorza. El tren Teclado y voz: Juan Carlos García. La Ventosa Guitarras: Pepe Elorza y Marco Morel. La verdadera cruz Guitarra: Pepe Elorza. Oniris Guitarra: Pepe Elorza. La ciudad Guitarra: Pepe Elorza. Pasaste a mi lado Guitarras: Pepe Elorza y Marco Morel. Dulces compañías Guitarra: Pepe Elorza. Bajo, Marco Morel. Seguro era Domingo Guitarras: Pepe Elorza y Marco Morel. Al filo de la frontera Guitarra acústica: Pepe Elorza. Guitarra eléctrica: Marco Morel. Transición Guitarra acústica: Pepe Elorza. Guitarra eléctrica: Marco Morel. Coyote Guitarra eléctrica: Pepe Elorza. Marlene Guitarra: Jorge García Montemayor. Los Ángeles Teclados: Juan Carlos García. Tapachultequita Guitarras: Pepe Elorza y Marco Morel. Carretera Guitarra acústica: Pepe Elorza. Guitarra eléctrica: Marco Morel. Bonus Track, La Ventosa Banda Santo Domingo.
Letra, música y arreglos: Pepe Elorza. Excepto: El tren y Al pasar de Juan Carlos García. Voz:
Pepe Elorza. Excepto: El tren y Los Ángeles, Juan Carlos García; Coyote, Jaime López; y, Marlene, Cecilia Toussaint.
Ingenieros de grabación: Paco Rosas y Javier Talavera. Remasterización: Javier Talavera.
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D.R. 2016, Pepe Elorza. Por la música y la letra. D.R. 2016, Eniac Martínez. Por el retrato. D.R. 2016, Luis Rodríguez y Makeba Gil. Por el diseño y la composición gráfica. Un proyecto de Pepe Elorza y Casa de las imágenes. El tiraje de esta obra es limitado a 50 ejemplares y se terminó de imprimir en los talleres de Capital Trading Managment. Encuadernación del Maestro Jorge Solorio. Este producto es una muestra promocional gratuita. Queda prohibida su reproducción sin la autorización de los autores. México 2016.
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