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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Emilio Chuayffet Chemor Secretario
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
Rafael Tovar y de Teresa Presidente
DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES
Ricardo Cayuela Gally Director General de Publicaciones
Julio Trujillo Dirección Editorial y de Produccón
Marina Núñez Bespalova Dirección de Proyectos Digitales
Primera edición: 2014 Coedición: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Dirección General de Publicaciones/ Artes de México y del Mundo, S.A. de C.V. © 2014, de la presente edición Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Dirección General de Publicaciones Av. Paseo de la Reforma 175, colonia Cuauhtémoc. C.P. 06500, México, D.F. www.conaculta.gob.mx ISBN: XXXXXXXXXXXX Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores. Impreso en México / Printed in Mexico
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Enrique PeĂąa Nieto Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos
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Panes tradicionales del Día de Muertos. foto: Ruth D. Lechuga. Páginas 2-3: Yagul, en Oaxaca. foto: Tomás Casademunt. Página 4: Cabeza olmeca. Pendiente lugar. foto: Pendiente. Página 12: Disco de Chinkultic. Museo Nacional de Antropología, Conaculta-inah. foto: Proyecto de Digitalización de las Colecciones Arqueológicas del Museo Nacional de Antropología.
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El Patrimonio Cultural de México Enrique Peña Nieto R a f a e l To v a r y d e Te r e s a
Espacios naturales Carlos Pellicer
Manuel José Othón J a i m e G a r c í a Te r r é s Miguel del Barco Miguel León-Portilla H e n r y G e o r g e Wa r d L i n c o l n P. B r o w e r María Palomar Alfredo D’Orsay Juan Domingo Argüelles
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Sitios arqueológicos Códice Matritense Giovanni Francesco Gemelli Carreri Carlos Pellicer Miguel Ángel Asturias Mercedes de la Garza R e l a c i ó n d e Va l l a d o l i d Fray Diego de Landa Carlos Pellicer John L. Stephens Dominique Dufétel Efraín Huerta Eduard Seler y Caecilie Seler-Sachs Francisco Hernández Caecilie Seler-Sachs Hans Friedrich Gadow Francisco de Ibarra Francisco Xavier Clavijero
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Ciudades G u i l l e r m o To v a r d e Te r e s a Alfonso Reyes Octavio Paz Jo s é Mo r e n o Vi l l a Hugo Hiriart E l i o t We i n b e r g e r Andrés Henestrosa Miguel Covarrubias Alfonso Alfaro J o s é Ju a n Ta b l a d a Efraín Huerta José Alfredo Jiménez Marquesa Calderón de la Barca Eugenio del Hoyo R a m ó n L ó p e z Ve l a r d e Carlos de Sigüenza y Góngora Elsa Cross Francisco de la Maza Germán Dehesa Héctor Pérez Martínez Eligio Ancona Silvia Molina
Edificios y monumentos Octavio Paz Alfonso Alfaro Juan O´Gorman Luis Cardoza y Aragón P. J . B a k e w e l l Manuel Payno Francisco de Palou
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Patrimonio intangible
Pepe Guízar
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S ob re l os a u t ore s
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Carlos Pellicer Refranes del Día de Muertos Marcelo Uribe Francisco Xavier Clavijero Te r r i t o r i o s a g r a d o o t o m í - c h i c h i m e c a Roberto Rico Pirekuas, cantos del corazón Salvador Novo Alberto Ruy Sánchez
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El patrimonio cultural de México
Etimológicamente, la palabra “patrimonio” nos remite a los bienes que heredamos de nuestros padres y, extensiva y figuradamente, de nuestros ascendientes. Herencia de nuestros padres y de los padres de nuestros padres, el patrimonio nos remonta hasta el tiempo en que la existencia de los individuos se difumina en la de las familias y ésta en la de los pueblos. A la idea de patrimonio corresponde también, en este sentido, y de modo primordial, la noción de colectividad. “Patrimonio” ha pasado a significar una realidad muy vasta: todo aquello que, como testimonio de los valores y el trabajo de las generaciones pasadas, forma hoy parte de los bienes individuales o sociales que han merecido y merecen conservarse. En efecto, lo que unas generaciones transmiten a otras no son sólo cosas: son también ideas, conocimientos, representaciones del mundo, valores, costumbres y tradiciones, además de objetos, testimonios y documentos de otras épocas. En este sentido, el patrimonio de una sociedad es esencialmente cultural: lo constituyen bienes de suyo perdurables, poseedores de una vigencia intemporal y de un significado particular para esa sociedad desde el punto de vista de sus creencias, su tradición y su identidad. Y, por otro lado, esos “bienes” no son necesariamente materiales, dado que los valores y los símbolos de que éstos son portadores han surgido de la vida de las sociedades y se encuentran en ella, y no únicamente en sus obras físicas. En la medida en que esos valores viven y se transforman de una generación a otra, puede hablarse también de un patrimonio cultural formado por las prácticas que expresan tradiciones, rasgos simbólicos e inclinaciones de largo o reciente arraigo en el grupo social. Por ello, en los enfoques actuales del patrimonio cultural, esta última precisión tiende a recuperar un sitio sobresaliente.
PATRIMONIO CULTUR AL MATERIAL E INMATERIAL El concepto de patrimonio cultural, comúnmente referido sólo a bienes materiales de tipo arqueológico, histórico o artístico, con un significado o valor particular, se ha ampliado para referirse también a las lenguas, música, costumbres, expresiones de las culturas populares, tradiciones, prácticas artesanales, acervo intelectual y, recientemente, acervos fílmico y fotográfico, entre otras manifestaciones de la cultura de un pueblo. Se habla, así, del patrimonio cultural material e inmaterial de una nación. Consecuentemente, los conceptos de protección y conservación del patrimonio cultural se han enriquecido de manera notable. La preservación del patrimonio cultural no presupone únicamente las disposiciones jurídicas y las tareas para proteger monumentos históricos, obras de arte, vestigios arqueológicos, testimonios y documentos del deterioro físico y de la amenaza de agentes sociales y naturales, sino
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que im plica también el desarrollo de los conceptos y de los medios necesarios para atender la salvaguardia, mucho más compleja, de realidades lingüísticas, tradiciones musicales, técnicas artesanales, valores, modos de vida o visiones de la realidad. Debe tomarse en cuenta, además, que el concepto de patrimonio cultural no es estático, y forma parte de las representaciones que los pueblos se hacen de su cultura en los diferentes momentos de su historia. Lo que una sociedad considera que es su o el patrimonio cultural, es algo que va cambiando con el tiempo, tanto en su definición como en sus contenidos, y se encuentra estrechamente ligado no sólo con las formas culturales sino también con los procesos históricos y sociales. Tiene que ver, por ejemplo, con el reconocimiento como propias o la exclusión de formas culturales diversas, con el proceso de integración social y con el grado de conciencia de identidad nacional, entre otros muchos factores.
méxico: un patrimonio plural México es uno de los mejores ejemplos de la complejidad de estos procesos y de la paulatina formación y transformación de la idea de patrimonio cultural. La idea de que en México se inicia el mestizaje a partir de la llegada de los españoles ha sido abandonada hace mucho tiempo. Étnica y culturalmente, nuestro país ha sido siempre escenario del mestizaje, de la fusión de pueblos y culturas, a través de los más diversos y complejos procesos, en cuyas condiciones no se reconoce siempre el libre y natural intercambio o comercio cultural, sino también las superposiciones, las oposiciones y las sustituciones de las formas culturales. Por ello, si bien cada pueblo ha generado actitudes propias y formas en las que se reconocen maneras de entender o valorar lo que podría considerarse su patrimonio cultural, el concepto de éste como sistema de vasos comunicantes entre los grupos y comunidades que en un sentido más amplio constituye un pueblo —como factor de integración de sectores y estratos diversos, como suma, en consecuencia, de elementos y formas heterogéneos— tiene sus orígenes en el surgimiento de nuestro Estado nacional. ¶ El movimiento de Independencia y la Revolución de 1910 conllevaron, entre otras cosas, una
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introspección profunda del país, una mirada hacia su interior, una conciencia de identidad y una redefinición del proyecto nacional. En ambos casos, la nación cobró conciencia de su pluralidad histórica y de la necesidad de fincar su unidad en la diversidad. Este autorreconocimiento fue dando forma a la conciencia de nuestra cultura no como una cultura homogénea sino como una cultura de culturas, sustentada en el sincretismo, en la convivencia y en el influjo recíproco de tradiciones diversas. De este modo, la historia del concepto de patrimonio cultural refleja, entre nosotros, un ensanchamiento gradual tanto respecto de los géneros y las formas culturales que comprende, como de sus expresiones en diversos grupos étnicos o sociales, al igual que paulatinos han sido la integración social de estos grupos en nuestra sociedad y el reconocimiento social y jurídico de términos equitativos en esa integración. De ahí que hasta fechas recientes haya seguido siendo necesario introducir reformas y declaraciones explícitas a nuestro marco jurídico en torno al reconocimiento de México como país multiétnico y pluricultural y la obligación de la ley de promover el desarrollo de las lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización de los pueblos indígenas.
concepción jurídica del patrimonio cultural Nuestra Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 está basada en una definición cronológica de los bienes pertenecientes a nuestro patrimonio, que comprende las épocas prehispánica (monumentos arqueológicos: bienes muebles e inmuebles producidos por las culturas anteriores al establecimiento de la cultura hispánica, así como los restos humanos y de flora y de fauna relacionados con ellas), colonial y decimonónica (monumentos históricos: inmuebles construidos en los siglos xvi al xix, así como documentos y expedientes, documentos originales manuscritos y colecciones científicas y técnicas del mismo periodo) y de los siglos xx y xxi (monumentos artísticos: bienes muebles e inmuebles con valor estético relevante pertenecientes a estos siglos). Esta conceptualización, naturalmente sujeta a depuración y actualización, destaca por su carácter abarcador y comprehensivo, dado que incluye en nuestro patrimonio cultural las obras y testimonios de todas las épocas de nuestra historia. En ella tienen cabida no sólo los monumentos y vestigios arquitectónicos, las obras de arte y los objetos producto de culturas o civilizaciones pasadas, sino también los vestigios con valor científico, acervos bibliográficos, documentales, científicos y técnicos, bienes agrupados genéricamente dentro de los patrimonios paleontológico, arqueológico, histórico o artístico, conforme a la época a la que pertenecen. Diversos especialistas han señalado que la nuestra es una legislación “patrimonialista”, es decir, restringida a bienes que aun siendo de la más diversa especie, son todos de naturaleza material, física. Se trata, en efecto, de una legislación específica: la referida a “monumentos y zonas” aunque éstos son conceptos adaptados en el más amplio de los sentidos. Sin embargo, como se ha dicho, el patrimonio mexicano no termina en los bienes tangibles. Con un ánimo inclusivo debemos considerar parte del patrimonio mexicano las expresiones de todos los grupos étnicos que han habitado en México, y con ello dar al término “cultural” su más amplia acepción de “conocimiento” al atribuirle, además de las creaciones y los vestigios humanos, los bienes naturales que revisten un interés humano y que en este sentido contribuyen al conocimiento de la historia de México. Y debemos
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considerar también como parte del patrimonio mexicano los recursos naturales que se encuentran en reservas protegidas y que son parte invaluable de las riquezas de nuestro país.
inventarios La ampliación del concepto de patrimonio cultural ha subrayado, hoy día, la necesidad de determinar con precisión no sólo sus contenidos desde el punto de vista teórico, sino también la naturaleza y la dimensión de los distintos acervos que lo conforman. Los inventarios de nuestro patrimonio cultural, el conocimiento pormenorizado del número de bienes que lo conforman, de su estado de conservación y características, son una condición indispensable para su definición, así como para la implementación de políticas y programas eficaces para su preservación, estudio, aprovechamiento y difusión.
responsabilidad social Hoy más que nunca, ante la plena conciencia de la vastedad y pluralidad de nuestro patrimonio cultural y frente al acrecentamiento del sentido de pertenencia, de compromiso hacia las generaciones futuras y del símbolo permanente que ese patrimonio representa, su conservación entraña una participación colectiva, democrática, que refleje puntos de vista plurales, y sobre todo, los de las comunidades a las que por tradición y proximidad pertenecen en primer término los bienes y sitios protegidos. Sólo con esa colaboración, las instituciones y los hombres de cultura, comprometidos con esta tarea, podremos hacer frente a antiguas y nuevas necesidades que se presenten en los más diversos terrenos. Sólo así la creatividad y la capacidad de trabajo de quienes trabajan en el reconocimiento y la conservación del patrimonio cultural se consolidarán como una base firme y un punto de referencia esencial en la evolución y el avance de México.
Rafael Tovar y de Teresa Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
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Invitación al paisaje Car los
Pe lli c e r
Invitar al paisaje a que venga a mi mano, invitarlo a dudar de sí mismo, darle a beber el sueño del abismo en la mano espiral del cielo humano.
Que al soltar los amarres de los ríos la montaña a sus mármoles apele y en la cumbre el suspiro que se hiele tenga el valor frutal de dos estíos. Convencer a la nube del riesgo de la altura y de la aurora, que no es el agua baja la que sube sino la plenitud de cada hora. Atraer a la sombra al seno de rosales jardineros. (Suma el amor la resta de lo que amor se nombra y da a comer la sombra a un palomar de ceros.) ¡Si el mar quisiera abandonar sus perlas y salir de la concha…! Si por no derramarlas o beberlas —copa y copo de espumas— las olvida.
Johann Moritz Rugendas. La barranca de Santa María, Acuarela sobre papel, 1831. foto: Pablo Diener. Páginas 22-23: El Pinacate y Gran Desierto del Altar, el campo activo de dunas más grande de Norteamérica. foto: Fulvio Eccardi.
Espacios naturales
Quién sabe si la piedra que en cualquier recodo es maravilla quiera participar de exacta exedra, taza-fuente-jardín-amor-orilla. Y si aquel buen camino que va, viene y está, se inutiliza por el inexplicable desatino de una cascada que lo magnetiza.
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¿Podrán venir los árboles con toda su escuela abecedaria de gorjeos? (Siento que se aglomeran mis deseos como el pueblo a las puertas de una boda.) El río allá es un niño y aquí un hombre que negras hojas junta en un remanso. Todo el mundo le llama por su nombre y le pasa la mano como a un perro manso. ¿En qué estación han de querer mis huéspedes descender? ¿En otoño o primavera? ¿O esperarán que el tono de los céspedes sea el ángel que anuncie la manzana primera? De todas las ventanas, que una sola sea fiel y se abra sin que nadie la abra. Que se deje cortar como amapola entre tantas espigas, la palabra. Y cuando los invitados ya estén aquí —en mí—, la cortesía única y sola por los cuatro lados, será dejarlos solos, y en signo de alegría enseñar los diez dedos que no fueron tocados sino por la sola poesía.
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El Pinacate y Gran Desierto de Altar RESERVA DE LA BIOSFERA
= La primera mirada sólo nos revela una inmensidad impasible, total, absoluta. Estamos frente a un mundo que oscila entre el rojo y el ocre. Es grande la tentación de suponer que la nada es la única dueña del paisaje aparentemente indomable. Sin embargo, tendríamos que mirar con cuidado y recordar a los o’odham, a los antiguos habitantes del desierto que estaban convencidos de que la creación inició en El Pinacate, en su lugar sagrado que poco a poco comienza a mostrar su silente riqueza: sus dunas activas adquieren forma de estrella para desafiar la inmovilidad geográfica y su cráter nos muestra sin miramientos la fuerza de la naturaleza. Estamos ante un mundo cambiante, proteico.
Incluso, si miramos con más cuidado, pronto des-
cubriremos que el señorío del rojo y el ocre sólo es aparente, que la piedra, la lava y la arena no lo son todo. Aquí y allá aparecen manchas de color que los desafían: más de quinientas especies vegetales cubren su territorio para mostrarnos que la nada es imposible. Y, si logramos mantenernos en calma, los animales comienzan a mostrarse: cerca de 40 especies de mamíferos, 200 de aves, 40 de reptiles, además de anfibios y peces están ahí para mostrarnos que la inmensidad impasible sólo es un espejismo.
Página anterior: Crecen en abundancia matorrales xerófilos. foto: Fulvio Eccardi. Páginas: 26-27: Paisaje de órganos. foto: Carlos Sánchez Pereyra/Conabio.
Sonora. Inscripción a la Unesco, 2013
Idilio salvaje Manue l
Jos é
Ot hón
I
¿Por qué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último celaje de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje, árido y triste, inmensamente triste. Si vienes del dolor y en él nutriste tu corazón, bien vengas al salvaje desierto, donde apenas un miraje de lo que fue mi juventud existe. Mas si acaso no vienes de tan lejos y en tu alma aún del placer quedan los dejos, puedes tornar a tu revuelto mundo. Si no, ven a lavar tu ciprio manto en el mar amarguísimo y profundo de un triste amor o de un inmenso llanto. II Mira el paisaje: inmensidad abajo, inmensidad, inmensidad arriba; en el hondo perfil, la sierra altiva al pie minada por horrendo tajo.
Páginas 31-33: Vista aérea del Pinacate y Desierto de Altar. fotos: Fulvio Eccardi.
Bloques gigantes que arrancó de cuajo el terremoto, de la roca viva; y en aquella sabana pensativa y adusta, ni una senda ni un atajo. Asoladora atmósfera candente do se incrustan las águilas serenas como clavos que se hunden lentamente. Silencio, lobreguez, pavor tremendos que vienen sólo a interrumpir apenas el galope triunfal de los berrendos.
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El Vizcaíno S A N T UA R I O D E B A L L E N A S
= La ola se rompe con su torso y la ballena gris —sobreviviente de la caza indiscriminada que durante dos siglos puso en riesgo su existencia— se muestra segura en las lagunas costeras de Baja California, a las que arriba desde el Ártico. Ella, al igual que el resto de sus compañeras, llega para cumplir con el momento más delicado del ciclo de su vida: el apareamiento y la crianza de los recién nacidos. Los casi dos mil ejemplares que llegan a Ojo de Liebre, San Ignacio y los alrededores de esta región no corren peligro: ningún barco ballenero se asoma en el horizonte, pues, desde diciembre de 1993, la zona fue declarada bien de Patrimonio Mundial Natural.
Las ballenas grises no son las únicas protegidas, en el santuario tam-
bién viven otras especies en peligro de extinción: tortugas, lobos marinos y focas; gansos de collar, pelícanos y águilas pescadoras. En su zona costera, se miran borregos cimarrones, pumas, venados buras, zorros del desierto, serpientes de cascabel, halcones peregrinos y águilas doradas. Todos están a salvo, los arponeros no llegarán hasta este lugar y las olas continuarán rompiéndose para mostrar a la ballena gris.
Página anterior: La ballena gris se encuentra bajo protección especial. foto: Alejando Boneta/ Conabio.
Baja California Sur. Inscripción a la Unesco, 1993
La bahía de las ballenas Jai m e
Gar c í a
Te r r é s
Aunque no las conozco
sino como rumores engarzados en vértigos de espuma, lo confieso, señores: me acontece pensar en las ballenas —azules, negras, blancas, grises— de Baja California. Me gusta presentirlas desde mi balcón macilento y calcular tan onerosos viajes al son de su canción arcaica. Me gusta, caballeros, saberlas pensativas en caminos de sal: monumentos inmersos o retirados estímulos a la burbuja de nuestro destino.
En promedio las ballenas grises pueden llegar a medir 16 metros. foto: Miguel Ángel Sicilia Manzo/Conabio.
Espacios naturales
Mis ballenas no son los símbolos del sueño de Jonás o de Melville; sí las vivas hipérboles que fluyen regalándose al inefable juego submarino; las ballenas, ballenas cuya música ignoramos de dónde viene y adónde va; las islas que danzan así, rumbosas respuestas de las unas a las otras, al abrir sus pétalos el tiempo. Dizque por momentos —oídlo bien— perentorios ángeles de la guarda suelen empujarlas ahí mismo, con gruesa sílaba de viento y la merecida solemnidad, a derramar al fin su nombre, sólo para ellas insignificante, sobre las arenas de la bahía.
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Santuario de ballenas de El VizcaĂno
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Golfo de California ISLAS Y ÁREAS PROTEGIDAS
= Las 244 islas, islotes y zonas costeras que fueron declaradas patrimonio de la humanidad en 2005 nos muestran un mosaico perfecto que atraviesa cinco estados de nuestro país: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit. Las más norteñas, las más cercanas a la desembocadura del río Colorado, son desérticas y en ellas abundan los matorrales espinosos y las cactáceas; en cambio, las más sureñas son una muestra de la selva baja que arde en tonos de verde. Así, en casi dos millones de hectáreas, la naturaleza se presenta plena de variaciones.
En ellas, el paisaje no es lo único que
sorprende, la flora y la fauna también desafían a los impasibles: casi cuatro de cada diez especies de mamíferos marinos viven en ellas y lo mismo puede decirse de los cetáceos, pues un tercio de su población habita en la zona o la visita durante sus largas migraciones. Además, en las islas y áreas protegidas del Golfo de California se han registrado 181 especies de aves, 695 de plantas vasculares y se tienen importantes áreas de anidación, reproducción y tránsito para los animales que recorren el mundo.
Así, las islas y áreas protegidas del Golfo de California integran un patrimonio fundamental que muestra un mar vivo, cambiante, capaz de revelarnos un mosaico perfecto.
Página anterior: El Golfo de California es hogar de grandes poblaciones de aves costeras. Páginas 42-43: Vista aérea de bahías y humedales. fotos: Fulvio Eccardi.
Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit. Inscripción a la Unesco, 2005
Las conchas y el diluvio Mi g ue l
d e l
N
B a r c o
o solamente el mar y sus playas, sino también muy lejos de ellas y aun en medio de la península, y en tierras muy altas respecto del mar, se hallan muchas conchas marinas. [...] Si alguno quisiere decir que acaso los indios antiguamente traían de una y otra costa las conchas cerradas, para abrirlas en aquel paraje, y comer allí el pez que contienen, arrojando la concha ya despojada en aquel determinado lugar, haciendo montón; y que, con el tiempo sucesivo de siglos, el montón creció tanto que llegó a ser cerro; si alguno, digo, quisiere decir esto, lo dirá con facilidad mas con una total improbabilidad, porque es del todo inverosímil que los indios, en
Espacios naturales
ningún tiempo, quisiesen tomar el gran trabajo de cargar tanto peso inútil por espacio de dos leguas que hay, con poca diferencia, así de la playa oriental, como de la occidental, hasta el sitio de las mencionadas conchas, siendo ellos tan enemigos de todo trabajo: el cual debieran haberle tomado no por uno u otro día, sino por más de veinte siglos continuamente, para que resultase tal cerro. ¶ Es verdad que los playanos comen muchas almejas, ostiones y demás especies de testáceos pero los comen en la misma playa; para lo cual hacen lumbre, y en ella echan las conchas, las cuales sintiendo el fuego, se abren, y en la misma concha se asa o se fríe el pez que la fabricó, y
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Atardecer en la Isla de San Francisco, Baja California Sur. foto: Javier Cuentos Bueno/Conabio.
así lo comen, sin llevar jamás lejos las conchas, para esta maniobra. Cuando quieren transportar a la serranía esta comida, abren en la playa las conchas, extraen de ellas la comida y le secan. Después, en sartas bien largas, que de ella forman, la llevan donde quieren; porque de esta suerte no se corrompe y dura mucho tiempo. ¶ Otros se inclinan a creer que tanta concha se juntó allí en el tiempo del diluvio universal. Otros discurren, y con más probabilidad, que la California, o toda, o gran parte, estuvo antiguamente sumergida en el mar, de donde después fue levantando la cabeza, y elevándose poco a poco sobre el mar, hasta llegar a ser tierra alta
como ahora lo es. Esto se concibe que pudo ser de dos modos. El primero es que, habiendo estado siempre la tierra del mismo modo que ahora está, el mar se fue poco a poco retirando hacia la parte de mediodía, y por consiguiente fue bajando por esta parte de la California, y descubriendo la tierra más y más, hasta dejarla con la elevación que hoy tiene sobre el mar. El segundo modo es que, habiendo permanecido aquel mar como ahora se ve, sin muy notable variación, la tierra se fue levantando poco a poco. Salió sobre el agua y creció tanto que llegó a la altura que ahora tiene: como se sabe que otras tierras han crecido, levantándose del mar.
Islas y áreas protegidas del Golfo de California
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California, tierra de frontera Mi g ue l
Le ón - Port il l a
H
ernán Cortés escribió a Carlos V sobre lo encontrado por dos de sus hombres que había despachado hacia el Poniente: “Yo tenía, muy poderoso señor, alguna noticia, poco había, de otra Mar del Sur y sabía que por dos o tres partes estaba a doce y a trece y catorce jornadas de aquí [...] Y con tal deseo [...] despaché cuatro españoles, los dos por ciertas provincias y los otros dos por otras, e informados de las vías que habían de llevar, y dándoles personas de indios amigos que los guiasen. Dos españoles se detuvieron algo más porque anduvieron cerca de ciento cincuenta leguas por otra parte hasta llegar a la dicha mar, donde tomaron dicha posesión”. ¶ Esa toma de posesión en las costas mexicanas del Mar del Sur, es decir del océano Pacífico, tuvo lugar en 1522. Un año más tarde, el capitán Gonzalo de Sandoval, según lo refiere el mismo Cortés: “Trajo nueva de un buen puerto que en aquella costa se había hallado [...] y asimismo se trajo relación de los señores de la provincia de Cihuatán, que se afirman mucho haber una isla toda poblada de mujeres, sin varón alguno, y que en ciertos tiempos van de la tierra firme hombres, con los cuales han acceso y las que
quedan preñadas, si paren mujeres, las guardan, y si hombres, los echan de su compañía [...] díceme asimismo que esta isla es muy rica de perlas y oro”.¶ Cihuatán significa en lengua náhuatl “lugar de mujeres”. Según el pensamiento indígena, las mujeres que morían de parto, es decir, con un prisionero en su seno, acompañaban al Sol en su marcha por el cielo, como también lo hacían los guerreros que perecían en combate. Éstos marchaban con el Sol desde el alba hasta el cenit. Las mujeres eran compañeras suyas, del cenit hasta el ocaso o sea hacia el Poniente. Allí se situaba Cihuatán, “lugar de mujeres”, y la gran isla muy rica de perlas y oro. [...] ¶ Como un velo que se rasga, los mitos dejaron ya abierto el camino a las realidades. El insaciable Hernán Cortés que, consumadas sus conquistas en México, había enviado en 1527 tres navíos con rumbo a las Molucas, quiso alcanzar también esa otra isla rica en perlas y poblada sólo de mujeres. Una de las embarcaciones que había despachado a las Molucas cruzó el océano y llegó a su destino. Quedaba, en cambio, como un reto alcanzar la otra supuesta gran isla.
Pelícanos. foto: Adam Wiseman. Página siguiente: Alto Golfo de California y delta creado por el río Colorado. foto: Fulvio Eccardi.
Espacios naturales
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El Golfo de California en 1827 He nry
Ge or g e
E
Wa r d
l coronel Bourne, cuyo objetivo era inspeccionar los distritos mineros del Norte de Sonora (a 30 leguas de Rosario), en lugar de efectuar el viaje por tierra, se embarcó en Mazatlán para Guaymas, adonde llegó después de una tediosa travesía de quince días. Ordinariamente, el viaje no pasa de ocho. ¶ Guaymas está situado a los 27° 40’ de latitud Norte, como a la mitad del golfo de California, y tanto el señor Glennie como el coronel Bourne dicen que es una magnífica bahía, capaz de dar cabida a doscientos buques, protegida contra todos los vientos por las elevadas montañas que la rodean y por una isla que solamente deja una estrecha salida hacia el golfo. El pueblo no existía
Espacios naturales
antes de la Revolución. Ahora tiene tres mil habitantes y 300 casas, algunas de estilo moderno y bien construidas. En 1824, cuando no había aduana en Sonora, hubo una vez veintiocho buques anclados en el puerto de Guaymas, cuyos cargamentos, por supuesto, se introdujeron libres de derechos. [...]¶ En verano el calor es excesivo, y, sin embargo, el pueblo es salubre: no se conocen ni el vómito ni el cholera morbus; el inconveniente más serio que resienten los habitantes es la falta de agua, que se lleva desde pozos que están tres millas tierra adentro. ¶ De Mazatlán a Guaymas la navegación no es intrincada ni peligrosa: las aguas son poco pro-
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fundas sobre la costa de Sonora, aunque la de la Vieja California es escabrosa y elevada, con aguas profundas cerca de la playa; y las varias islas que existen en el golfo son todas tierra alta, visible desde una distancia muy grande. [...]¶ En el golfo se encuentran perlas en abundancia; en su mayoría son de tamaño pequeño y tan comunes en México que por las calles las llevan puestas las clases más bajas. [...]¶ En 1825 se formó una compañía para explorar los criaderos de ostras perlíferas en el golfo de California, y por el cabo de Hornos se enviaron dos buques provistos de campanas de buceo y todos los supuestos requisitos de esa pesquería. La administración de la empresa se confió al te-
niente Hardy, de la marina real, quien después de grandes dificultades logró celebrar un arreglo equitativo con el gobierno mexicano en cuanto al reparto de las utilidades y se dirigió a Guaymas para hacerse cargo de la expedición tan pronto como llegara. Desafortunadamente, muy pronto se comprobó que el calor y el fondo rocoso impedían que la campana de buzo trabajara a la profundidad a que estaban acostumbrados a bajar los buceadores nativos. Una perla dañada fue todo el resultado del primer crucero, que duró seis semanas; y después de un segundo intento, igualmente largo e infructuoso, se abandonó el plan como totalmente inapropiado.
Charrán real, sterna maxima, en isla Rasa Página anterior: Los cardones, sula leucogaster, son patos bobo de vientre blanco. fotos: Fulvio Eccardi.
Islas y áreas protegidas del Golfo de California
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Mariposa monarca RESERVA DE LA BIOSFERA
= La monarca desafía al resto de las mariposas: la gran mayoría apenas tiene una fugaz existencia de unas cuantas semanas, mientras que ella alarga su vida hasta contar nueve largos meses. Gracias a esta peculiaridad podemos asombrarnos con su presencia, con la certeza de que, para ella, las distancias quizá sean poca cosa.
Pero la longevidad
no es su único desafío, su única característica: cada año, las monarcas vuelan más de 4 500 kilómetros desde Estados Unidos y Canadá para arribar a las más de cincuenta mil hectáreas de bosques de pinos, oyameles y encinos que se encuentran en las fronteras del Estado de México y Michoacán. Ningún lepidóptero vuela tan lejos ni tiene dominios tan extensos como la monarca, los cuales, desde 2008, forman parte del patrimonio de la humanidad.
Así, todos los inviernos, los bosques de esta región de
México cambian de color: el naranja, el blanco y el negro se adueñan de ellos, pues millones de monarcas llegan para cumplir un ritual fundamental: el cortejo que dará vida a quienes las sucederán en sus dominios. Después volverán al Norte del continente para llenar de naranja, blanco y negro los espacios de su nomadismo permanente.
Página anterior: Árbol refugio de las mariposas. foto: Carlos Galindo Leal/Conabio. Páginas 52-53: Monarcas entre flores foto: Miguel Ángel Sicilia Manzo/Conabio.
Michoacán. Inscripción a la Unesco, 2008
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La migración de la mariposa monarca Li nc oln
L
P.
Br owe r
a primera evidencia cotejada de la migración otoñal masiva de mariposas monarca fue publicada en 1868 por dos entomólogos estadunidenses, Benjamin Dann Walsh y Charles Valentine Riley. Ambos ansiaban establecer la entomología como una ciencia útil para los campesinos. Adicionalmente, como lo evidencia la correspondencia de Darwin, tanto Walsh como Riley estaban influidos por El origen de las especies. ¶ En septiembre de 1868 ambos fundaron The American Entomologist, que Riley continuó después de la muerte prematura de Walsh en 1869. En 1868 Riley fue comisionado como entomólogo de Missouri, mudándose a Washington, D.C. para convertirse en el director de la recién fundada Comisión Entomológica de los Estados Unidos y poco tiempo después fundó las colecciones de insectos del Instituto Smithsonian. A principios de 1864, Riley estableció una red de correspondencia con los campesinos del Occidente central que estaban plagados por la langosta migratoria de las Rocallosas. ¶
La recopilación de información acerca de los movimientos y cantidades de monarcas fue un valioso resultado de la red de campesinos que estableció Riley. Los corresponsales señalaron que las monarcas aparecían abundantemente en varios estados del Occidente central durante septiembre de 1868. ¶ Al asociar los numerosos relatos acerca de las monarcas congregándose en “inmensos enjambres o bandadas” en los estados con praderas, Riley luchó por comprender el significado de este comportamiento de “reunión” anual. Acorde con lo que estaba de moda en la comunidad entomológica de aquella época, Riley consideraba los movimientos de los insectos como repentinos, e inicialmente rechazó la idea de que la mariposa monarca pudiera llevar a cabo vuelos de largas distancias dirigidos, comparables con la migración de los pájaros. Riley propuso inicialmente una hipótesis de emigración-muerte para las “bandadas migratorias”. ¶ La acumulación de notas anecdóticas de enjambres de monarcas desde las praderas a través de
Mariposa monarca o Danaus Plexippus. foto: Carlos Hahn.
foto: Adalberto Ríos. Abajo foto: Cathy Keifer.
los estados de los Grandes Lagos hasta Nueva Inglaterra, junto con los reportajes y las observaciones de los oficiales de señales, de monarcas pasando sobre lowa, Kansas, Missouri y Texas, finalmente convenció a Riley de que esta mariposa efectivamente lleva a cabo una migración otoñal parecida a la de los pájaros. ¶ La siguiente pieza del rompecabezas adelantó la corazonada de Riley acerca de dónde pasaban el invierno las monarcas. Roland Thaxter, de la Universidad de Harvard, observó en enero de 1873 un gran número de monarcas agrupadas densamente en un acre de pinos en la costa del golfo, en Apalachicola, Florida. Riley tomó el descubrimiento de Thaxter como una prueba de que la migración de las monarcas era similar a la de los pájaros e involucraba una migración otoñal al sur, la hibernación allí durante los meses de invierno, y una migración de regreso la primavera siguiente. Sin embargo, aún sostenía que casi todos los individuos que componían los enjambres de hibernación probablemente morían. ¶ La comprensión cada vez más sofisticada de Riley de la biología de la monarca se truncó el 14 de septiembre de 1895, cuando murió a la edad de 52 años en un accidente de bicicleta. ¶
La primera sugerencia acerca de que las monarcas migraban a México per se, aparentemente fue hecha por Jennie Brooks, una naturalista que por varios años las había observado migrando a través de Lawrence. [...] ¶ Existen muy pocos registros de la migración otoñal a través de México. La primera fue hecha en 1890, por sir Rider Haggard quien reportó miles de monarcas volando hacia el Sur en Orizaba. La observación más sustancial fue la de Rzedowski en 1956 a lo largo de la Sierra Madre Oriental, cerca de la Ciudad del Maíz en el estado de San Luis Potosí a una elevación de aproximadamente 1100-1500 metros. Vio pequeños números de monarcas volando sobre la vegetación en dirección constante hacia el Sureste. Por la tarde, también observaron la formación de una agregación: cientos de monarcas descendieron y se juntaron (comportamiento de reunión) en uno de varios árboles de mezquite. [...] ¶ Las monarcas migran en grandes cantidades a través de Angangueo, en el Noroeste de Michoacán. Este pueblo está cerca del centro de las principales áreas de hibernación, incluyendo Sierra Campanario, Sierra Chincua, Sierra Chivatí y Cerro Pelón.
Reserva de biosfera de la mariposa monarca
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Tequila PA I S A J E D E A G AV E S Y A N T I G UA S I N S TA L A C I O N E S I N D U S T R I A L E S
= Domingo Lázaro de Arregui, en el primer cuarto del siglo
xvii,
en su Descripción de
la Nueva Galicia, escribió que el tequila era “más claro que el agua y más fuerte que el aguardiente”. Ésta es una definición precisa, certera: el tequila, como el amor y la historia, no es para los tibios.
El tequila, los tequileros y su paisaje, donde con-
trastan el rojo y el verde, son una muestra de nuestra historia sin tibiezas: ahí están los magueyes del mundo prehispánico y los alambiques que llegaron de España como una herencia de los árabes para producir un mestizaje perfecto; ahí están las historias de los rancheros que se convirtieron en icono de la mexicanidad; ahí se leen las crónicas de las terribles luchas del siglo
xix,
ahí están los revolucionarios
que, al unir sus fusiles y la bebida, nos muestran sin cortapisas el México bronco; y, por supuesto, ahí también están las imágenes de un país que fue redescubierto por propios y extraños para darnos una lección de gusto y ofrecernos la posibilidad del encuentro con nuestra identidad que hunde sus raíces en el estado de Jalisco.
Página anterior: El agave azul florece una sola vez y después muere. foto: Jorge Vértiz. El agave es utilizado para hacer destilados, fibras, mieles, celulosa y forraje. foto: Carlos Hahn. Joel Rendón, Mujer recolectora, 1994. foto:
Jalisco. Inscripción a la Unesco, 2006
Paisaje de agaves y antiguas instalaciones industriales de Tequila
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El tequila en ojos de viajeros: el paisaje del agave Mar í a
Paloma r
Para Antonio Gómez Robledo, eminencia y hondura, in memoriam
¿D
e qué paisaje se reclama hijo el mezcal de Tequila, el “vino de la tierra” de ese Occidente periférico? ¿En qué comarca excéntrica fue a nacer ese híbrido que llegaría a convertirse en indiscutible estereotipo nacional?: “En los más remotos confines destas Indias Occidentales, a la parte de su Poniente, casi en aquellos mismos linderos que siendo límite y raya al trato y comercio humano parece que la naturaleza cansada de dilatarse en tierras tan fragosas y destempladas no quiso hacer más mundo, sino que alzándose con aquel pedazo de suelo lo dejó ocioso y vacío de gente, dispuesto á solas las inclemencias del cielo a la jurisdicción de unas yermas y espantosas soledades”. ¶
Estos renglones son los únicos que le merece a Bernardo de Balbuena —trasplantado en la niñez desde la península— en el prólogo de la obra que dedicó a cantar las excelencias indianas, su tierra de adopción: la Nueva Galicia. Auténtico finisterre del imperio, marca poniente, frontera y páramo, el paisaje occidental ha tenido sin embargo formas muy suyas de mostrarse feraz y generoso. (Lomerío, polvoriento y quebrado —de renegrida, innegable estirpe volcánica, con peñas y barrancas y cerros que proyectan sombras definitivas como la muerte—, el paisaje por donde en Occidente se gana el mar es imagen y es cifra de un cierto talante mexicano.) ¶ Un dilatado lienzo llano y amarillo, pues, extendido al desgaire. Pero en un campo tan parejo los pliegues resultan cicatrices casi monstruosas,
Aquat reicimet reperum non pe vellant aruptamet volloreius nones int. Consecestrum ium cusapedis volorit.
Paisaje de agaves y antiguas instalaciones industriales de Tequila
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Paisaje de las tierras del tequila. foto: Patricia Tamés. Páginas 58-59: El agave azul es el principal producto del estado de Jalisco. foto: Jorge Vértiz.
eminencias casi aplastantes: tajos abultamientos y alforzas que son auténticos accidentes, y de los graves. (Un texto donde signos y acentos cumplen y sobrepasan su papel: puntúan y puntean, apuntalan y apuntan.) [...] ¶ El paisaje del tequila deja huella, pero no se revela nunca por completo, y menos a los ojos del forastero que recela del poder de su aguardiente nutricio y feroz, auténtico genio lugareño. Los viajeros que en el siglo pasado atravesaron la comarca nos han dejado imágenes dispares, curiosas diferencias de pareceres, como la que se da entre el italiano J. C. Beltrami (cuya descripción data de 1823) y el inglés W. H. Hardy (que visitó la zona apenas dos años más tarde). Escribe el primero: “Aunque [Tequila] es un hermoso pueblo, está rodeado de una comarca estéril para los ojos de un europeo; en México,
sin embargo, aun el mal terreno produce frutos y riquezas; el maguey y otras plantas indígenas proporcionan a Tequila esta prosperidad que le niegan los cereales […] el maguey de Tequila ofrece una magnífica calidad de licor, el aguardiente que se llama vino-mezcal”. ¶ Por su parte, el súbdito británico encuentra más verdor y afirma que: “Tres leguas al Noroeste [de Guadalajara] está el floreciente pueblo de Tequila, rodeado de jardines y plantaciones de azúcar y de una especie de maguey, que aquí es menos grande que el que se produce cerca de la ciudad de México para obtener el pulque, la bebida favorita de México. Aquí no hay pulque. Esta planta de maguey más chica se hace fermentar y se obtiene un whisky más fuerte con su destilación y al cual llaman “chinguerite”.
Aquat reicimet reperum non pe vellant aruptamet volloreius nones int. Consecestrum ium cusapedis volorit.
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La tequilera Alfr e d o
D’Or say
Borrachita de tequila,
llevo siempre el alma mía para ver si se mejora de esta cruel melancolía. Ay, por ese querer pos qué debo hacer si el destino me lo dio para siempre padecer. Como buena mexicana sufriré el dolor tranquila al fin y al cabo mañana tendré un trago de tequila. Ay, por ese querer pos qué le he de hacer aunque me haya traicionado no lo puedo aborrecer. Me llaman la tequilera como si fuera de pila porque a mí me bautizaron con un trago de tequila. Ay, yo mejor me voy, pues ya qué hago aquí dizque por la borrachera dicen, que casi todo, lo perdí.
Quiote, flor del agave azul. foto: Patricia Tamés. Páginas 64-65: Volcán de Tequila. foto: csp.
Espacios naturales
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Sian Ka’an RESERVA DE LA BIOSFERA
= Contra lo que pudiera suponerse, no hay acuerdo entre los expertos: Sian Ka’an, en maya, se niega a la traducción precisa, indubitable, única. Algunos sostienen que su nombre significa “puerta del cielo”; otros están convencidos de que debe traducirse como “lugar donde nace el cielo”, y tampoco faltan los que sostienen que su significado es, simplemente, “regalo del cielo”. Sin embargo, esto puede ser poco importante: ahí nace o se entra al cielo sin afrontar problemas, sin tener que sortear garitas, para recibir el regalo de la naturaleza.
En este lugar, que se transformó en patrimonio
de la humanidad en 1987, conviven multitud de especies: los manglares rojos, negros, blancos y grises; los caimanes y las aves, los mamíferos y los peces. Incluso, aquí se conservan las huellas de nuestro pasado remoto: las viejas edificaciones de los mayas que habitaron en el actual territorio de Quintana Roo. Y, por si lo anterior no bastara, Sian Ka’an posee uno de los arrecifes coralinos más importantes de nuestro planeta; sólo la Gran Barrera Australiana lo sobrepasa en magnitud.
La puerta del cielo, el lugar donde nace el cielo, el regalo del cielo, nos emborracha la vista y nos da la certeza de que la maravilla se muestra ante nuestros ojos.
Página anterior: playa de Sian Ka’an. Vista aérea. fotos: Fulvio Eccardi. Lagartija escamosa de Lundell, Sceloporus lundelli. foto: Humberto Bahena Basave/Conabio.
Quintana Roo. Inscripción a la Unesco, 1987
Sian Ka’an, Quintana Roo
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Sian Ka’an, Quintana Roo
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Cuaderno de bitácora Juan
Dom i ngo
A r gü e l l e s
... tener un lugar en la vida, un destino entre los hombres. Álvaro de Campos
Mi padre ha abierto el libro de su corazón
y me habla de la furia y el resplandor del mar. Yo lo escucho y el cuarto en la noche del sueño se llena de las olas más inmensas; las gaviotas no duermen, lo sé yo que a punto de dormirme oigo sus gritos entre los riscos.
Camarón limpia anémonas, Periclimenes yucatanicus. foto: Quetzalli Sotelo Schmelkes/Conabio. Página siguiente: Babosa lechuga, Elysia crispata. foto: Quetzalli Sotelo Schmelkes/Conabio.
Mi padre conoce el mar como la palma de su mano y su mano está surcada de anchas huellas; la extiende él sobre mi frente y me siento seguro. Voy a cerrar los ojos porque del mar viene esa luz que no se apaga, y esa memoria que fluye igual que el agua, y del mar vienen también los barcos y los vientos, del mar, siempre del mar del que aprendimos la profundidad. Mi padre habla en mis sueños, dirige mi mirada, mis pasos, mis fracasos aunque él no lo sepa; no me habla de aventuras prodigiosas (pues él nunca las tuvo) pero conoce dónde desova la tortuga, dónde lanza su tinta el calamar, dónde el banco de arena las almejas esconde, dónde el cardumen, quieto, busca la oscuridad. Mi padre sabe eso y muchas cosas más que no enumero, y sabe caminar por los sueños mientras yo me detengo en la orilla del risco y escucho cómo rompen las olas
Páginas 68-69: Coral lechuga, Helioseris cucullata. foto: Humberto Bahena Basave/Conabio.
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y la espuma hace la orilla cierta donde no nos perdemos. Mi padre se detiene en el manglar de mi sueño. Ata cordeles y los deja ahí fijos en la eternidad; cuando despierto lo descubro lejos. Ya se ha ido. Vendrá aunque no me lo diga. Sé que vendrá. Mi padre ha salido a la noche a respirar la sal del mar. Luego regresa y algo ha olvidado allí porque no se decide a traspasar la puerta; ha olvidado decirle adiós al mar, decirle hasta mañana mientras yo sueño. Oigo que habla: confundo sus murmullos con el suave rumor que producen las olas. Entre sueños los oigo, Dice mi padre que los peces brillan porque han bebido luz de la eternidad; brillan más que la luna, resplandecen mucho más que el sol. Los peces se debaten en la red y algunos logran caer nuevamente al mar; dice entonces mi padre: “no morirán jamás, su tributo han pagado; ya están a salvo de los dientes del hombre; pueden dormir tranquilos en las mandíbulas del tiburón”. Desde el farallón veo los barcos que rompen la oscuridad y asoman: pesados saurios ocres llenos de puntas erizadas; atracan en la noche de mi sueño,
Sian Ka’an,
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al despertar los veo: vivo y sueño todo a un tiempo. Hace años ya que no cumple años mi padre, se ha quedado detenido en la edad del mar, yo lo contemplo y en él veo todos los años que entregó a mi infancia y al resplandor del mar. Ya no viste mi padre su traje azul de sol, ahora vive su fatiga y sus tatuajes son mapas de islas. Mi padre, esto me digo, era un señor fuerte como la boca del tiburón y la tortuga (que no te muerda la tortuga porque ya no te suelta sino ante el trueno de la lluvia) con toda su sonrisa muy de mañana, con toda su mirada llena de porvenir. Ahora lo escucho hablar a solas un monólogo eterno con el mar. Ya no soy niño hoy pero lo escucho igual que ayer, igual que otras mañanas y me pregunto si aprendió a morir mientras yo confundía la esponja que rezuma con el suave murmullo de su amor. Página siguiente: En la lengua de los mayas que habitaron esta región, Sian Ka’an significa “origen del cielo”. foto: Fulvio Eccardi.
He perdido a mi padre mientras más lo ganaba. Por eso ahora lo saco de mi sueño; le doy estas palabras y un anzuelo para que no me pierda mientras duermo. Padre (le digo en sueños) lo que aprendí de ti te lo regreso. Voy a dormir, es todo, pues nunca más seré como ayer había sido.
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Sian Ka’an, Quintana Roo
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Teotihuacan C I U D A D P R E H I S PÁ N I C A
= Antes del primer amanecer, los dioses se reunieron en Teotihuacan. Cuenta el mito que encendieron una gran hoguera para que ahí se arrojara quien habría de convertirse en el Sol. El sacrificio lo hizo el enfermizo y buboso Nanahuatzin, y con ello sus rayos iluminaron la tierra. Pero el Sol permaneció quieto hasta que los demás dioses se ofrendaron para crear el movimiento, por eso a Teotihuacan lo conocemos como el “lugar del endiosamiento”, un sitio tan importante que a los mexicas les pareció hecho por gigantes. El eje de esta urbe es la llamada Calle de los Muertos en torno a la cual se congrega una gran cantidad de edificaciones, algunas de ellas monumentales, como las pirámides de la Luna y el Sol, ambas con estructura de talud y tablero, de las cuales el Códice Matritense señala que son “como cerros, sólo que hechos a mano”.
Otra edificación im-
portante es la pirámide de la Serpiente Emplumada, donde fueron encontrados más de doscientos cadáveres sacrificados posiblemente en su consagración. También destacan el conjunto de La Ciudadela y los murales de Tepantitla y Atetelco, así como el muro de los jaguares del Palacio de Quetzalpapálotl, cuya enigmática belleza nos revela los códigos estéticos de sus habitantes.
Página anterior: La Pirámide del Sol se encuentra entre las más grandes de Mesoamérica. foto: Adam Wiseman. Fragmento del mural de las Águilas Rojas (Pórtico 25) del complejo residencial de Tetitla. foto: Guillermo Aldana. Páginas 74-75: Teotihuacan, “el lugar del endiosamiento”. foto: Adam Wiseman.
Estado de México. Inscripción a la Unesco, 1987
Cuando aún era de noche C ód i c e
Matr it e n se
Cuando aún era de noche, cuando aún no había día, cuando aún no había luz, se reunieron, se convocaron los dioses allá en Teotihuacan. Dijeron, hablaron entre sí: —¡Venid acá, oh dioses! ¿Quién tomará sobre sí, quién se hará cargo de que haya día? Traducción de Miguel León-Portilla
Gran Diosa, identificada como una lechuza o un quetzal, en el Pórtico 11 del complejo de Tetitla. foto: Guillermo Aldana. Página siguiente: Pirámide del Sol y otros edificios de la Calle de los Muertos. foto: Adam Wiseman.
Ciudad prehispรกnica de Teotihuacan
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Teotihuacan: después del diluvio Gi ovanni
Fr anc e sc o
A
decir verdad, [la pirámide de la Luna] no era más que un montón de tierra hecho a gradas, como las pirámides de Egipto, pero las de Egipto son de piedra dura. Hubo antes en la parte más alta de la misma un ídolo de la Luna grandísimo, hecho de piedra muy dura, aunque burdamente; pero luego monseñor Zumárraga, primer obispo de México, por celo de la religión, lo hizo romper; y hasta el día de hoy se ven tres grandes pedazos al pie de la pirámide. En estas grandes moles había hechas algunas bóvedas en donde se sepultaba a los reyes, por lo cual aún ahora el camino conserva el nombre de micóatl, que significa en lengua mexicana “camino de muertos”. [...]¶ Dos cuestiones surgen de ello: la primera, cómo cortaban los indios tan dura piedra no conociendo el uso del hierro; la segunda, cómo la transpor-
G e me l l i
C a r r e r i
taban y levantaban a tal altura, careciendo por entero de máquinas y del arte de inventarlas. Además de ello, en las cercanías no se encuentran piedras de tal dureza, y para conducirlas desde lejos no tenían mulas ni caballos ni bueyes, pues tales animales fueron introducidos allí por los españoles. [...]¶ Ningún historiador de los indios ha sabido investigar el tiempo de la erección de las pirámides, pero don Carlos de Sigüenza las considera antiquísimas y en poco posteriores al diluvio. Sí, es cosa cierta que allí donde ellas están hubo anteriormente una gran ciudad, como se advierte por las extensas ruinas [que hay] alrededor, y por las grutas, tanto naturales como artificiales, y por la cantidad de montecillos que se cree que fueron hechos en honor de los ídolos.
Fragmento del mural de Tepantitla, Teotihuacan. foto: Marco Pacheco. Página siguiente: Fragmento del mural 3 del Pórtico 13 en Tetitla. foto: Guillermo Aldana.
Sitios arqueológicos
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Ciudad prehispรกnica de Teotihuacan
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Teotihuacán C ar los
Pe lli c e r
L
a palabra pirámide, tocada por el cielo, levanta nuestros brazos y eleva nuestros ojos. Hay en su corpulencia vertiente de taludes: la operación del día derramando la luz. El hombre la truncó para asentar el templo y el misterio confiara su poder a la vida. La cumbre crea el símbolo que el hombre mira a solas: la noche está en el cielo y habla sólo de altura. Pero empuñando al Sol en las manos del día, la tierra nace a pie y en planta horizontal halla la idea del vértice con que culmina el Sol. Hay noches como días, lánguidamente hechos: la pirámide baja y da sol a la Luna. Es tan jaguar el Sol, que pasa silencioso. Las horas son las manchas de su piel. Y en el hombre un tragaluz se abre para poder hablar. ¡Qué población de estrellas en este cielo vive desde que el Héroe antiguo se transformó en estrella! ¿Con qué aguja el nopal teje la luz del día desde que la serpiente llegó del mar lejano! ¡Cuánto maíz en boca de serpiente y octubre dio vida a las palabras que sembraron bondad! Feliz astronomía la del Sol y la Tierra que hizo al hombre nacer entre rocas y llamas. Conos de sombra explican su angustia, pero el fuego ha de abolir un día sus eclipses mortales.
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El hombre dejó aquí los volúmenes claros: conjugó el horizonte con la montaña: dio líneas horizontales cortando los taludes; dio nido a la penumbra, movimiento al color. Su material de ideas, sólidamente puras, conglomeran espíritu: la Tierra, el Sol, la Vida. Hay una geometría cuyo ritmo congrega lo florido del día con el fruto nocturno. El hombre amó la paz en este enorme juego de volúmenes.
Panorámica desde la Pirámide de la Luna. foto: Adam Wiseman. Página anterior: Sacerdote durante un ritual, mural 2 del cuarto 2 del complejo de Tepantitla. foto: Marco Pacheco.
Ciudad prehispánica de Teotihuacan
Tengo, desde niño, en los ojos, la luz destos trabajos que hoy miro con la misma sorpresa. La mañana de pechos vegetales se alimenta a sí misma con el fulgor antiguo que dio vida a estas cosas que hablan para ellas solas. Pero es obra del hombre y nos incumbe a todos. Dioses oscuros dieron en una sola idea: dar luz a cielo y tierra. Y convocaron sombras y eligieron a dos que, arrojándose al fuego, después de penitencia, tornaron de la hoguera cual dos soles divinos. Pero una de las sombras dio a estrellar un conejo sobre la faz de uno, y ese Sol, disminuido, fue la Luna. Con la creación del día, la noche encendió estrellas. Pero la más brillante, llave de los crepúsculos, fue el corazón de un hombre, convertido en estrella. Prudente y refinado, para darse completo, fue el héroe. De su cuna se habla en los huracanes del Golfo y en las brisas del Valle. Mariposas y flores quiso que fueran la ofrenda pura.
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Si por flor fue terrestre, por el agua es de cielo y de lluvia sus ojos se llenaron y dieron. Tierra y agua calmaron hambre y sed. El maíz fue la pluma adherida a la culebra de agua que a veces serpentea sobre los campos. Agua que da luz subterránea, caída de los cielos. Vuelvo a la desnudez de las ideas puras y divinas. El hombre descifra elemental la Lengua a la intemperie de los cuatro elementos. Y ya es en escultura, en pintura o palabras que comunica el alma de las cosas supremas. (Máquina y aparato dice igual a lo antiguo.) Teotihuacán es honra del hombre y de su tiempo. Antes que Europa fuera flor de cultura, México flores de maravilla dio a la cultura. No: trajeron su cultura, no la cultura, aquellos que por áurea ambición destruyeron lo antiguo aquí, que florecía maravillosamente. (Sin rencor ni amargura cuelgo en este poema las palabras que dije.) También los elementos serán un día causa de paz y no de guerra. Quien ha puesto pasión por la tierra y el agua, para dar agua y tierra a quien más necesita; fuego en su corazón por el pobre y por el débil; quien con orgullo ve la gloria aquí presente de hombres de genio anónimos cuya gloria aquí está y ordena detener la ruina material de obras que ha dos mil años eran cumbre del mundo; quien cubrió de caminos y escuelas nuestro espacio territorial y humano, salió al mundo a decirle: México existe, vive; quien siente que es hermano de su hermano y le tiende la mano cuando todos le dejan solo, reciba en las manos de México la flor y el canto llenos del México de siempre.
Palacio de Quetzalpapálotl en Teotihuacan. foto: Felix Lipow. Páginas 88-89: Muro de la pirámide de la Serpiente Emplumada. foto: Guillermo Aldana.
Ciudad prehispánica de Teotihuacan
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Palenque C I U D A D P R E H I S PÁ N I C A Y PA R Q U E N A C I O N A L
= En el corazón de la selva lacandona, donde —al decir de Carlos Pellicer— “se habla con la mirada a media voz”, surge ante los ojos de los viajeros una visión de tal magnificencia que llega a parecer un espejismo: es Palenque, la antigua ciudad maya cuyos ocho kilómetros de ruinas fascinaron a los exploradores desde el siglo
xviii,
cuando fue
redescubierta, luego de haber sido abandonada por sus habitantes hacia el 900 d.C.
Fundada entre el año 100 a.C. y el 100 d.C. como una pequeña aldea de agricultores, Palenque, cuyo nombre original no conocemos, vivió su esplendor en el periodo Clásico (200-900 d.C.), cuando se consolidó como una de las grandes capitales de la región.
Palenque conoció los pasos de una poderosa dinastía, entre cuyos ahaws o
soberanos destaca K’inich Janaab Pakal, quien gobernó desde el 615 hasta el 683 d.C., periodo en el cual la grandeza de esta metrópoli llegó incluso a opacar la de Tikal, otra de las grandes urbes de la región. Durante el largo reinado de Pakal el Grande, el Palacio, que es el conjunto arquitectónico central, fue ampliado y remodelado varias veces. A su muerte, su hijo K’inich Kan Balam II continuó con este impulso constructor para legarnos la famosa tumba de su padre, en el llamado Templo de las Inscripciones, y el conjunto de las Cruces, con tres templos dedicados a cada uno de los dioses patronales de la dinastía gobernante.
Alrededor de cien años después, la ciudad fue abandonada
y sus monumentales edificaciones quedaron a merced de la selva y el tiempo, que les dieron ese aire de ilusión, de grandeza espectral que sedujo a viajeros y exploradores.
Página anterior: Pakal en un relieve. foto: John Cumbow. Relieve con cautivos de guerra. foto: David Rock.
Chiapas. Inscripción a la Unesco, 1987
Ciudad prehispรกnica y Parque Nacional de Palenque
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Las princesas y el Adivino Mi g ue l
Áng e l
A st u r ia s
E
n la ciudad de Palenque, sobre el cielo juvenil, se recortan las terrazas bañadas por el sol, simétricas, sólidas y simples, y sobre los bajorrelieves de los muros, poco cincelados a pesar de su talladura, los pinos delinean sus figuras ingenuas. Dos princesas juegan alrededor de una jaula de burriones, y un
viejo de barba niquelada sigue la estrella tutelar diciendo augurios. Las princesas juegan. Los burriones vuelan. El viejo predice. Y como en los cuentos, tres días duran los burriones, tres días duran las princesas.
Templo de las Inscripciones. foto: Guillermo Aldana. Página siguiente: Templo de la Cruz. Páginas 92-93: Templo de la Cruz, Templo de la Cruz Foliada y Templo del Sol. fotos: Martirene Alcántara.
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El descubrimiento de Palenque Me r c e d e s
L
d e
l a
G a r za
a extraordinaria ciudad en ruinas no se abrió a la cultura occidental sino hasta el siglo xviii, gracias al interés y las diligencias de don Ramón de Ordóñez y Aguiar, presbítero de Ciudad Real de Chiapa, hoy San Cristóbal de las Casas. En el manuscrito que se halla en la Biblioteca del Museo Nacional de México, denominado Memoria relativa a las ruinas de Nachán, en las inmediaciones del pueblo de Santo Domingo de Palenque, Ordóñez asienta: “Me han asegurado que informado el Rey de que, en términos del pueblo de Palenque, que lo es de la provincia de Tzendalez de este obispado de Chiapa, se han descubierto ciertos edificios cuyas ruinas manifiestan serlo de una ciudad destruida y tan antigua, que la sucesión de muchos siglos había borrado la suya de la memoria de los hombres”. ¶
Relata el canónigo que cincuenta años antes (alrededor de 1739) su tío abuelo, el licenciado Antonio de Solís, se hizo cargo del curato de Tumbalá y se instaló con algunos parientes en Palenque; “obligados por las necesidades de la vida”, incursionaron en la selva y descubrieron la ciudad en ruinas. Cuando don Ramón tenía siete años, uno de aquellos parientes le habló de Palenque, haciendo una descripción tan minuciosa que el canónigo creció con un gran deseo de conocer las ruinas. Pero ese deseo no se cumplió por los problemas de salud de don Ramón, que le impidieron hacer el viaje. Sin embargo, habló de la extraña ciudad con muchas personas; entre ellas estaban su hermano don José de Ordóñez, vicario perpetuo del Partido de Chamula, el teniente Esteban Gutiérrez y Nicolás Velasco, a quienes don Ramón persuadió de ir a
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conocer las ruinas, lo que hicieron hacia 1773. Al grupo pertenecía también el alcalde mayor de Ciudad Real, Fernando Gómez de Andrade, quien ya había visitado la ciudad, dando cuenta de su magnificencia y antigüedad, y el dominico fray Tomás Luis de Roca, al que debemos una carta del 27 de noviembre de 1792, enviada a José Miguel de San Juan, valioso documento que proporciona importantes datos sobre las primeras expediciones. ¶ Este grupo encabezado por don Ramón convenció al presidente de la Audiencia de Guatemala, José de Estachería, de enviar la primera exploración oficial al sitio. Con ella, Palenque se abrió ante la mirada asombrada del mundo occidental. ¶ Esa exploración a Palenque se realizó en 1784, y fue dirigida por José Antonio Calderón, teniente
de alcalde mayor de Palenque, que en ese momento tenía 33 años. Su informe se halla en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. ¶ El documento de Calderón se inicia con una descripción del Palacio y sus relieves y, enseguida, presenta una minuciosa y detallada relación numerada de “las casas como palacios” de la ciudad, ilustrada con cuatro dibujos. Al terminar la relación, asienta: “acompañado de algunos [ ... ] indios y ladinos, fui a la ciudad arruinada tres leguas de aquí, paraje nombrado Las Casas de Piedra. Vi ocho casas, entre ellas una que por su magnitud y estructura llamó Palacio […]. La expedición duró tres días, bajo una continua lluvia”. Narra cómo desmontó el terreno y abrió veredas, entre montañas y precipicios.
Palenque fue una de las ciudades más poderosas del periodo Clásico. foto: Guillermo Aldana. Páginas 100-101: El Palacio de Palenque es un complejo construido sobre una plataforma artificial. foto: Martirene Alcántara.
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Chichén-Itzá C I U D A D P R E H I S PÁ N I C A
= Chichén-Itzá roba el aliento por la monumentalidad de sus edificaciones, pero también porque es asombro de luz y sombra. Y es que la escalinata de la pirámide conocida como El Castillo, dada su orientación, ve dibujarse durante los equinoccios una sucesión de triángulos que semejan ser una serpiente que desciende ondulante. Probablemente este monumento estuvo dedicado a Kulkucán, la serpiente emplumada a la que se rendía culto en el Altiplano Central con el nombre de Quetzalcóatl.
La
ciudad de Chichén-Itzá vivió un primer apogeo en el periodo Clásico tardío, cuando se erigió una parte de la metrópoli en el llamado estilo puuc, pero su verdadero esplendor le vino en el Posclásico temprano, con la llegada de grupos procedentes del centro de México hacia el año 1000 d.C. Los recién llegados en aquel momento levantaron nuevos edificios junto a la antigua ciudad maya, entre los cuales destacan el Templo de los Guerreros y las plataformas de Venus y de los Jaguares, además de la cancha mayor para el juego de pelota, el tzompantli y El Castillo. En aquel periodo también se incorporó la enigmática figura del Chac Mool en el imaginario escultórico de la zona.
La Iglesia tiene las figuras de los bacabes, los cuatro personajes mitológicos que sostenían el cielo desde los cuatro puntos cardinales. foto: Adam Wiseman. Tzompantli. foto: Toño Balaguer.
Yucatán. Inscripción a la Unesco, 1988
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Chichén-Itzá en 1579 Re lac i ón
A
d e
Va l l a d o l i d
ocho leguas de esta villa están unos edificios llamados Chichiniza [Chichén Itzá], en los cuales hay un cu [k’u] hecho a mano de cantería y albañería. Y en este edificio hay en el mayor edificio noventa y tantos escalones, escalera toda a la redonda hasta subir a la cumbre de él; será de alto cada escalón poco más de una tercia; encima está una manera de torre con sus piezas; este cu [k’u] cae entre dos cenotes de agua muy hondables, el uno de ellos llamaban el cenote del sacrificio. Llamóse Chichiniza [Chichén ltzá] a imitación de un indio que al pie del cenote del sacrificio vivía; se llamaba Alquin Ytza [Ahk’in Itza]. En este cenote los señores y principales de todas estas provincias de Valladolid tenían por costumbre, habiendo ayunado sesenta días, no alzar los ojos en este tiempo ni aun a mirar a sus mujeres ni a aquellos que les llevaban de comer, esto hacían para, llegándose a la boca de aquel cenote, arrojar dentro al romper el alba algunas indias de cada señor de aquéllos, a las cuales les habían dicho pidiesen buen año todas aquellas cosas que a ellos les parecía, y así arrojadas estas indias sin ir atadas,
sino como arrojadas a despeñar, caían en el agua dando gran golpe en ella, y al punto del mediodía la que había de salir daba grandes voces [pidiendo que] le echasen una soga para que la sacasen, y subida arriba medio muerta le hacían grandes fuegos a la redonda sahumándola con copal, y volviendo en sí decía que abajo había muchos de su nación, así hombres como mujeres, que la recogían, y que alzando la cabeza a mirar a alguno de éstos le daban grandes pescozones para que estuviese inclinada con la cabeza abajo. Lo cual era todo dentro del agua, en la cual se figuraban muchas socarroñas y agujeros; y respondíanle si tendrían buen año o malo según las preguntas que la india hacía. Y si el demonio estaba enojado con alguno de los señ0res de los que echaban las indias, ya sabían que no pidiendo la sacasen al punto de mediodía era que estaba con ellos enojado y ésta tal no salía más, que parece es esto figura de lo que acaecía en la cueva de Salamanca. Entonces, visto que no salía, todos aquellos de aquel señor y él mismo arrojaban grandes piedras dentro del agua y con grande alarido echaban a huir de allí.
El Castillo o Templo de Kukulcán. foto: Pendiente. Página anterior: Chac Mool. foto: Guillermo Aldana. Páginas 104-105: El Observatorio. foto: Adam Wiseman.
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De cómo perdieron los hombres de Chichén-Itzá su muy grande honestidad Fr ay
Die g o
d e
La n da
E
s, pues, Chichén-Itzá un asiento muy bueno a diez leguas de Izamal y once de Valladolid, en el cual, según dicen los antiguos indios, reinaron tres señores hermanos, los cuales, según se acuerdan haber oído de sus pasados, vinieron a aquella tierra de la parte del Poniente y juntaron en estos asientos
gran población de pueblos y gentes, la cual rigieron algunos años en mucha paz y justicia. ¶ Eran muy honradores de su dios y así edificaron muchos edificios y muy galanos, en especial uno, el mayor. [...] Estos señores, dicen, vivieron sin mujeres, y en muy grande honestidad, y todo el tiempo que vivieron así, fueron muy estimados y obedecidos de todos. Después, andando el tiempo, faltó uno de ellos, el cual se debió morir, aunque los indios dicen que saltó de la tierra por la parte de Bac Halal. Hizo la ausencia de éste, como quiera que ella fuese, tanta falta en los que después de él regían, que comenzaron luego a ser parciales en la república, y en sus costumbres tan deshonestos y desenfrenados que el pueblo los vino a aborrecer, en tal manera que los mataron y desbarataron y despoblaron dejando los edificios y el asiento harto hermoso porque está cerca de la mar, a diez leguas. Tiene muy fértiles tierras y provincias a la redonda.
Templo de los Guerreros. foto: Lorenzo Armendáriz. Páginas 112-113: Vista de El Castillo. foto: Adam Wiseman.
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Uxmal C I U D A D P R E H I S PÁ N I C A
= En el siglo xix, cuando el explorador John Lloyd Stephens llegó a Uxmal, se encontró con un indígena sentado bajo un dintel de la llamada Casa del Adivino. Él le relató una historia: aquella majestuosa edificación había sido levantada durante una sola noche por un enano que nació de un huevo. El gobernante de la ciudad lo había desafiado a “construir una casa más alta que ninguna otra” en tan breve lapso, y él no sólo había completado la hazaña, también lo venció en un combate y tomó su lugar. No es extraño que el viajero haya dado cuenta de tan fascinante relato en su libro que narra su estancia en aquella metrópoli de grandeza mítica.
Además de la Casa del Adivino,
en esta urbe destaca el Cuadrángulo de las Monjas, conjunto de cuatro edificaciones llamado de esta manera por los españoles que lo consideraron la residencia de algunas sacerdotisas mayas.
En esta ciudad del periodo Clásico también se
encuentra el Palacio del Gobernador, cuyo friso es uno de los ejemplos más refinados del arte geométrico de los antiguos mayas. Con mascarones de piedra de espectacular manufactura y serpientes ondulantes, esta construcción consta de tres plataformas, y ocupa una superficie de 1200 metros cuadrados. El juego de pelota, la Casa de las Tortugas, la Gran Pirámide y los grupos del Palomar y el Cementerio también se integran en la majestad de este sitio que se antoja inscribir en el registro del mito y de la leyenda.
Página anterior: Nivel V de la Casa del Adivino flanqueado por mascarones de Chaac. foto: Adam Wiseman. Cuadrángulo de las Monjas. foto: Marco Pacheco.
Yucatán. Inscripción a la Unesco, 1996
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Uxmal Car los
Pe lli c e r
Tocas las puertas de mi corazón,
Conjunto de la Casa de las Palomas. foto: Adam Wiseman. Páginas 116-117: La Casa del Adivino, también llamada del Hechicero o del Gran Chilán, es una construcción de 35 metros de altura. foto: Dmitry Rukhlenko.
Sitios arqueológicos
Uxmal. Por tu divina sensación se alza una voz, se alza otra voz: Uxmal, desde las rocas de mi corazón. Y danzó en la ruda mañana estival, sacerdotal tu antigua voz. Y fue el pavor de los templos vacíos sobre las plataformas gigantescas. Fueron los grandes ruidos de las flechas sin arco de las épocas. Fue la lealtad sagrada de las gotas espesas de tu sangre que se levanta en mi alma. Como árboles sobre el fondo de la tarde, mis brazos se levantaron, profundos, de tu sangre. Y fue el arquitecto sinfonizante de melodías y rumbos de astros, jugador de serpientes entre el muro, florista en el tibor. Y fue la plaza sagrada obtenida por el Adivino desde su mirador. Aquella plaza donde mi corazón fue a pasos lentos y se sacó del alma, como estrellas, los fértiles momentos en que se hunde en Dios el tiempo y sólo queda un átomo que canta. Hormiga entre bloques de siglos, alma mía que suspendiste la quietud trágica de tus movimientos entre el instante alegre el momento triste. Desde la Casa del Adivino
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disfruté de todas las religiones como de una copa de vino. (Mas preservándome de las confusiones.) Uxmal, llena de ingenieros poéticos, opulenta y sepulcral. Danzarán tus serpientes endiosadas sobre las piedras verdes y sonoras cuando las horas de luces plateadas hilan estrellas y elevan auroras. Uxmal, tus escalinatas las he recorrido y en tus panoramas he puesto mis manos. Uxmal, tú llenaste mi corazón, y de tu raza culta es mi alegría, y mi vaso sincero de pasión. Tú tocaste la puerta de mi corazón, Uxmal; se alza una voz, se oye otra voz. Uxmal, es tu divina sensación.
El plano urbano de la ciudad de Uxmal aprovecha el relieve del terreno para aumentar la altura de las construcciones. foto: Adam Wiseman. Página 122: Cuadrángulo de las Monjas. foto: Stephen Tapply. Página 123: La mayoría de los edificios de Uxmal siguen el patrón llamado estilo puuc. foto: Marco Pacheco. Páginas 124-125: La Casa del Adivino está compuesta por cinco estructuras. foto: Adam Wiseman.
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Viaje a Uxmal Joh n
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L.
Ste phe n s
espués del almuerzo se despidió el cura de nosotros para volver a su pueblo, nosotros continuamos nuestra jornada con dirección a Uxmal. Cargaron nuestro bagaje algunos indios de la hacienda y el mayordomo nos acompañó a caballo. Nuestro camino era una vereda abierta a través de espesos bosques sobre el mismo terreno pedregoso, y todo él estaba en las tierras del provisor que eran vastas, salvajes y desoladas, mostrando así los fatales efectos de la acumulación de terrenos en manos de grandes propietarios. Al cabo de dos horas avistamos la gran puerta de entrada de la hacienda Mukuyché. Con gran sorpresa de los indios atónitos, el doctor, sin interrumpir el curso de su caballo, mató con un tiro a un gavilán que se estaba posando sobre el pináculo de la puerta. Luego nos dirigimos a la casa principal. ¶
[…] Era la misma hacienda rodeada de aquel pardo sombrío, con su corral, grandes árboles y estanques que habíamos dejado la última vez; pero no estaban allí nuestros antiguos amigos para darnos la bienvenida. El mayordomo de Delmónico se había marchado a Tabasco, y el otro se había visto obligado a dejar la hacienda a causa de una enfermedad. Es verdad que el mayoral se acordaba de nosotros, pero no le conocíamos. Determinamos, pues, pasar adelante e ir a hospedarnos inmediatamente dentro de las ruinas. Habiéndonos detenido unos pocos minutos solamente para dar ciertas direcciones acerca de nuestro equipaje, volvimos a montar y al cabo de diez minutos salimos de la floresta y entramos en un campo abierto en que estaba la Casa del Enano, tan grande y bella como la viéramos anteriormente; pero desde la primera ojeada descubrimos los grandes cam-
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bios que se habían verificado en un año. Los lados de aquella bella estructura, entonces limpios y desnudos, ahora estaban cubiertos de maleza, y en la parte superior crecían arbustos y arbolillos hasta de veinte pies de elevación. La Casa de las Monjas casi había desaparecido, y todo el terreno estaba de tal suerte cuajado de monte que apenas podíamos distinguir cosa alguna en nuestro camino. Los cimientos, terrazas y remates de los edificios estaban cubiertos de verdura, porque la maleza y las enredaderas invadían las fachadas, y todo el conjunto era una gran masa de ruinas y verdura. Luchaba una fuerte y vigorosa naturaleza por enseñorearse de las obras del arte encerrando a la ciudad entre sus sofocantes ramas y ocultándonosla de la vista. Parecía que era la tumba de un amigo a punto de cerrarse, y que nosotros llegábamos en el momento preciso de darle el postrer adiós. [...] ¶ En medio de toda esta masa de desolación descollaba con su antigua grandeza y majestad la Casa del Gobernador, separada de nosotros por un mu-
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ro de impenetrable verdura que cubría todas sus terrazas. ¶ A la izquierda del campo crecía una milpa, en cuyo cerco había un paso que llevaba al frente de este edificio. Siguiendo este paso dimos vuelta a un ángulo de la terraza, desmontamos y atamos los caballos. Nada podíamos ver, porque la maleza excedía de nuestra altura. El mayoral abrió una vereda a través de ella y subimos al pie de la terraza, a cuya parte superior llegamos con mil trabajos y tropezando entre piedras a cada paso. Encontrámonos también con que la maleza había invadido esta parte. Dirigímonos a la muralla de la parte oriental entrando por la primera puerta abierta que hallamos, y aquí pretendía el mayoral que nos alojásemos, mas nosotros conocíamos el terreno mejor que él y, por lo mismo, siguiendo el frente pegados al muro todo lo posible, cortando abrojos, hollando y separando yerbas, llegamos por fin al departamento del centro, en donde nos detuvimos. Al aproximarnos, levantóse una nube de murciélagos que, revoloteando en la pieza, se escaparon al fin por la puerta.
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Calakmul A N T I G UA C I U DA D M A YA
= En una reserva de la biosfera del Petén campechano, tierra del mono araña, del saraguato y del ocelote, se ubica Calakmul, asentamiento prehispánico cuyo nombre significa “la Ciudad de las dos Pirámides Adyacentes”. Es una de las grandes urbes de los mayas. El rumor de aquella naturaleza excepcional se vio acompasado por las voces de sus primeros pobladores hacia el Preclásico, cuando se levantaron sus primeras edificaciones.
Para el periodo Clásico, Calakmul
era ya la capital del Reino de la Serpiente, e incluso logró opacar a la ciudad de Tikal y extender su poderío a zonas tan alejadas como Palenque. Esta consolidación se debe al ascenso al poder del linaje de Yuknoom, con cuyos gobernantes la ciudad entró en su periodo de mayor florecimiento.
Tras su muerte no
se dejaron de escuchar los tambores de guerra. Nuevos enfrentamientos con Tikal se dejarían venir con un único objetivo: la aniquilación de uno de los dos bandos. Tocó el turno de bajar la cabeza a Calakmul, que incluso vivió la humillación de ver capturada a una de sus deidades.
Comenzó así la
decadencia de esta capital. Nuevamente los sonidos de la naturaleza opacarían a los de la voz humana y, de aquel mítico esplendor, sólo nos quedarían como testimonio los ornamentos, las vasijas, las máscaras de jade y las imponentes edificaciones, tumbas y estelas en los que se adivina el canto de una gran ciudad.
La antigua ciudad de Calakmul está compuesta por unas 1 000 estructuras. fotos: Martirene Alcántara.
Campeche. Inscripción a la Unesco, 2002
La suerte del gigante Dom i ni que
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alakmul, al suroeste del estado de Campeche [...], es igualmente un “lugar de tules”, con su aguada contigua y las cercanas zonas de inundación estacional que favorecieron, junto con el clima cálido de la región, la formación de un ecosistema complejo y diversificado, actualmente revalorizado como reserva de la biósfera. Las dos altas pirámides que descuellan por encima de la selva y que sugirieron a su descubridor Lundell, en 1931, el nombre de Calakmul o “Montes gemelos”, son complejos arquitectónicos que hablan por sí solos de la importancia del sitio. Pero, si consideramos la superficie construida de pirámides, templos y palacios, que es de más de 86 hectáreas, entendemos que estamos frente a una magna metrópoli hasta ahora poco conocida. El centenar de estelas que pueblan las plazas como otros tantos árboles cósmicos que, al igual que la persona del príncipe, favorecían el fluir de las fuerzas del cielo y de la tierra, dan fe también de aquella obsesión del hombre poderoso por dejar pruebas de su paso en este mundo. Desgraciadamente, la mayoría de los relieves ahí grabados son ilegibles. Dice el epigrafista británico Simon Martin: “Estudiar
las inscripciones de Calakmul es como mirar a través de una densa niebla”. Sin embargo, al seguir en todos los relieves, las pinturas y la cerámica mayas el complicado hilo de Ariadna que es la huella del glifo emblema de Calakmul –la cabeza de serpiente–, el mismo Martin, junto con otros estudiosos, han llegado a la conclusión de que Calakmul fue, desde el principio del periodo Clásico, y sobre todo al final de éste (600-900 d.C.), una de aquellas “superpotencias” antiguas a la manera de Tikal o Palenque, que soñaron con controlar todo el mundo maya. Al conocer los vestigios de Calakmul, salta a la vista y asombra, a diferencia de Tikal o Palenque, la pobreza estética del paisaje urbano, algo que no se espera de una metrópoli de tal envergadura. La visión de sus ruinas sólo nos deja la impresión apabullante de la masa de piedra defensiva parecida a la arquitectura militar de Xochicalco, inclusive sin la pirámide de Quetzalcóatl. ¿Habrá sufrido Calakmul en carne propia, en su estertor, las consecuencias de su constante agresividad? ¿Dejó su último enemigo tan sólo el esqueleto del gigante? Pero, entonces, ¿por qué a Tikal no le habrá ocurrido lo mismo?
Página siguiente: Calakmul. foto: Gaspar Segura. Páginas 131-132: Gran Plaza, Estructura II. foto: Martirene Alcántara.
Sitios arqueológicos
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El Tajín C I U D A D P R E H I S PÁ N I C A
= En el amanecer del mundo –cuenta un mito totonaca contemporáneo– había un joven llamado Talimaxca, quien, en un gesto desafiante, liberó a los vientos tempestuosos que moraban en la Pirámide de los Nichos de El Tajín. Como castigo fue condenado a vivir recostado en el fondo del océano, donde a veces se mueve y fuma su pipa, con lo que se produce en aquella región el trueno viejo.
A un personaje homólogo, a quien
se conoce como Huracán o Tajín, está dedicado el asentamiento prehispánico con este último nombre, situado en el actual estado de Veracruz, entre Poza Rica y Papantla, en el Totonacapan.
Redescubierto en el siglo xviii, este sitio floreció entre la caída de
ciudades como Teotihuacan y Tula en el Centro de México y Uxmal y Chichén-Itzá en la zona maya, y el auge del imperio mexica.
Se trata de la urbe prehispánica con
un mayor número de vestigios de juego de pelota, además de una sorprendente traza que sigue la forma de la greca del xicalcoliuhqui y un edificio, único en Mesoamérica, cuya planta también sigue esta enigmática figura.
Junto al asentamiento llamado
propiamente Tajín, donde se ubica la famosa Pirámide de los Nichos, se encuentran el Tajín Chico, que aún no ha sido completamente excavado, y el Grupo de las Columnas, ricamente decorado con relieves escultóricos que nos permiten conocer detalles fascinantes de la vida ritual y escultórica de aquellos hombres excepcionales que, en tiempos de la mitología, vieron nacer al héroe que hoy yace en el fondo del océano.
Página anterior: Los templos de El Tajín lucían pintados de rojo, azul, verde y amarillo. foto: Adam Wiseman. Detalle de un relieve de piedra. foto: Guillermo Aldana.
Veracruz. Inscripción a la Unesco, 1992
Ciudad prehispánica de El Tajín
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El Tajín Efr aí n
Hue rta
a David Huerta a Pepe Gelada
... el nombre de El Tajín le fue dado por los indígenas totonacas de la región por la frecuencia con que caían rayos sobre la pirámide...
El Tajín Chico resalta por sus singulares ornamentos con hornacinas, grecas, y cornisas. Página siguiente: El Edificio C, construido sobre un plano superior de la Pirámide. Páginas 134-135: La Pirámide de los Nichos reconocida por sus exquisitas proporciones y delicados acabados. fotos: Marco Pacheco. Páginas 138-139: Carl Nebel, Pirámide de los Nichos, 1836. foto: Jorge Vértiz.
I Andar así es andar a ciegas, andar inmóvil en el aire inmóvil, andar pasos de arena, ardiente césped. Dar pasos sobre agua, sobre nada —el agua que no existe, la nada de una astilla—, dar pasos sobre muertes, sobre un suelo de cráneos calcinados. Andar así no es andar sino quedarse sordo, ser ala fatigada o fruto sin aroma; porque el andar es lento y apagado, porque nada está vivo en esta soledad de tibios ataúdes. Muertos estamos, muertos en el instante, en la hora canicular, cuando el ave es vencida y una dulce serpiente se desploma. Ni un aura fugitiva habita este recinto despiadado. Nadie aquí, nadie en ninguna sombra. Nada en la seca estela, nada en lo alto. Todo se ha detenido, ciegamente, como un fiero puñal de sacrificio. Parece un mar de sangre petrificada a la mitad de su ascensión. Sangre de mil heridas, sangre turbia, sangre y cenizas en el aire inmóvil.
II Todo es andar a ciegas, en la fatiga del silencio, cuando ya nada nace y nada vive y ya los muertos dieron vida a sus muertos y los vivos sepultura a los vivos. Entonces cae una espada de este cielo metálico y el paisaje se dora y endurece o bien se ablanda como la miel bajo un espeso sol de mariposas. No hay origen. Sólo los anchos y labrados ojos y las columnas rotas y las plumas agónicas. Todo aquí tiene la piel de los silencios, la húmeda soledad del tiempo disecado; todo es dolor. No hay un imperio, no hay un reino. Tan sólo el caminar sobre su propia sombra, sobre el cadáver de uno mismo, al tiempo que el tiempo se suspende y una orquesta de fuego y aire herido irrumpe en esta casa de los muertos –y un ave solitaria y un puñal resucitan.
III Entonces ellos —son mi hijo y mi amigo— ascienden la colina como en busca del trueno y el relámpago. Yo descanso a la orilla del abismo, al pie de un mar de vértigos, ahogado en un inmenso río de helechos doloridos. Puedo cortar el pensamiento con una espiga, la voz con un sollozo, o una lágrima, dormir un infinito dolor, pensar un amor infinito, una tristeza divina; mientras ellos, en la suave colina, sólo encuentran la dormida raíz de una columna rota y el eco de un relámpago. Oh Tajín, oh naufragio, tormenta demolida, piedra bajo la piedra; cuando nadie sea nada y todo quede mutilado, cuando ya nada sea y sólo quedes tú, impuro templo desolado, cuando el país-serpiente sea la ruina y el polvo, la pequeña pirámide podrá cerrar los ojos para siempre, asfixiada, muerta en todas las muertes, ciega en todas las vidas, bajo todo el silencio universal y en todos los abismos. Tajín, el trueno, el mito, el sacrificio. Y después, nada.
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Xochicalco ZONA DE MONUMENTOS ARQUEOLÓGICOS
= El que llega a Xochicalco debe subir poco a poco una ladera para, ir descorriendolas cortinas que le permiten mirar el corazón de aquella urbe. Edificada en el Epiclásico, se cree que Xochicalco floreció en medio de parajes áridos por ser un punto clave en la ruta comercial que unía la zona tropical con la Cuenca de México.
Llamada por sus moradores en la época de la Conquista
“el lugar de la casa de las flores”, su esplendor probablemente ocurrió a la par de Cacaxtla y El Tajín, después de la caída de Teotihuacan. Aquélla fue una época de incertidumbre en la que las grandes ciudades se disputaron el dominio político y los recursos. No es raro, pues, que Xochicalco fuera construida con una distribución estratégica y una sugerente marca militar. Por eso, quien accede a ella descubre espacios, como la llamada Plaza Central, y poco a poco, a través de un complejo sistema de rampas, se adentra en parajes cada vez más vinculados con las elites, hasta llegar a las habitaciones de los gobernantes, la Acrópolis y la Plaza Ceremonial, donde se encuentra el Templo de la Serpiente Emplumada, el edificio más descrito y dibujado de Xochicalco.
Pero, como toda ciudad militar, no todos
los misterios de esta urbe están a la vista. Xochicalco sorprende por sus galerías subterráneas, entre las que destaca El Observatorio, de posible uso astronómico.
Página anterior: Vista de la antigua ciudad de Xochicalco. foto: Mario Victoria. Detalle del Templo de la Serpiente Emplumada. foto: Mario Victoria.
Morelos. Inscripción a la Unesco, 1999
Zona de monumentos arqueolรณgicos de Xochicalco
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La montaña de la fortaleza E duar d
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Se le r
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C a e c il ie
l pie del cerro Colotepec se encuentra una pequeña llanura triangular que de hecho también está atravesada por barrancas y que se inclina de un lado en declive hacia el río, del otro lado se extiende hacia la montaña. Aquí el suelo está cubierto de tepalcates, torteras de barro para hilar y fragmentos de cuchillos de pedernal entre los guijarros de piedra calcárea y los altos pastos que crecen en medio de ellos. Es el lugar de un antiguo asentamiento ubicado al pie del cerro de la fortaleza que se yergue inmediatamente detrás de él. ¶ Y ahora escalamos el cerro mismo de la fortaleza. Si hasta este momento nuestros animales habían soportado las adversidades, ahora comenzaron a mostrarse reacios. No era de extrañarse. Ascendi-
S e l e r - S ac hs
mos directamente hacia la cima sobre una pendiente en considerable declive cubierta con grava calcárea. Pasamos primero una terraza afianzada con piedras, exactamente detrás del antiguo asentamiento, después una cuesta empinada, a continuación de nuevo otra terraza afianzada con empedrado y un foso profundo. De nuevo ascendimos por una parte escarpada, entonces apareció otro foso más profundo y un muro más alto atrás. No quedó más que llevar a los animales por la brida durante gran parte de esa escalada, y aun así hubo dificultades, pues los animales se volvieron obstinados y no querían subir ni siquiera sin jinete. Cuando llegamos al muro más alto, estábamos ya en el ámbito de la fortificación. Un cuadrilátero rodeado por muros de piedra, cercando cuatro ele-
Plaza Central de Xochicalco. foto: Marco Pacheco. Página anterior: El Juego de Pelota Norte. foto: Guillermo Aldana. Páginas 142-143: Vista aérea de Xochicalco, en el actual estado de Morelos. foto: Marco Pacheco.
vaciones, construidas sobre distintas terrazas, una torre en el centro, una terraza semicircular, uniéndose al cuadrilátero. Ésta era la fortaleza de Coatzin, llamada así por los habitantes de los alrededores. Ubicada sobre la alta cima del cerro, domina todas las inmediaciones. En los patios había pequeños campos de maíz, sobre los muros divisorios crecía maleza espinosa. Al pie de la torre encontramos una bella escultura que parecía el tocado de la cabeza de alguna figura gigantesca. Pensamos que, habiendo llegado a la cima del cerro, estaríamos en Xochicalco. Pero era sólo la Ciudadela, la fortaleza que se erigió para proteger al santuario ubicado atrás. Más allá, conectada con la montaña de la fortaleza sólo por un pequeño puente natural y ubicada en la base del peñasco, con profundos barrancos a ambos lados, se encontraba una pla-
taforma alargada bordeada por una zanja, como se podía reconocer por las sombras y los árboles y la maleza. Las laderas fueron convertidas en terrazas y aseguradas con piedras. Aquí y allá sobresalían bastiones. A lo largo de la cresta de una cumbre había una serie de elevaciones, evidentemente artificiales, y en el centro, rodeada por un muro cuadrangular —más allá del cual se yergue un bastión aún más alto— la pirámide de piedra con los muros esculpidos, la maravillosa creación del arte indígena. Debimos conformarnos con admirarla sólo desde la distancia. A pesar de que partimos temprano de la hacienda, las dificultades del camino y la exploración del cerro de la fortificación, hicieron que fuera bien entrado el mediodía. Y todavía no estábamos preparados para acampar en las ruinas.
Zona de monumentos arqueológicos de Xochicalco
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Xochicalco Fr anc i s c o
He r n á n de z
Para José Luis Ortiz
aquí no reina el hombre no sueña en esta cima su lugar ni su tiempo chapulines y avispas reverencia a La Serpiente el aire petrifica medio día.
Carl Nebel, Ruinas de las Serpientes Emplumadas, 1831. foto: Jorge Vértiz. Página siguiente: La Pirámide de las Serpientes Emplumadas. foto: Mario Victoria.
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Mitla y Yagul C U E V A S P R E H I S T Ó R I C A S Y C I U D A D E S P R E H I S PÁ N I C A S
= Los mitos de una buena parte de Mesoamérica cuentan que los hombres fuimos hechos de maíz. Pero este grano prodigioso no sólo es cuerpo en estas latitudes; también es paisaje, pues recorrer México es andar entre el dorado de las mazorcas y el verde jade de las hojas. Y el maíz también es tiempo: alrededor de sus periodos de siembra y cosecha se han establecido los calendarios rituales. ¿Cómo no preguntarse por el origen del amoroso vínculo entre el hombre y esta planta, que ha dejado frutos tan contundentes en nuestro territorio?
Las cuevas prehistóricas de los
Valles Centrales de Oaxaca nos ofrecen testimonios de los primeros encuentros entre el hombre mesoamericano y la semilla que le daría sustento. Estos sitios, que bien parecerían el vientre de la Madre Tierra, ofrecen vestigios de teocintle, el maíz silvestre, que pueden fecharse entre el 8900 y el 2000 a.C.
La que ofrece los
restos más tempranos es la cueva de Guilá Naquitz, donde se ubicaron evidencias de calabazas, frijol y teocintle. Le sigue el yacimiento Gheo Shin, y finalmente la llamada Cueva Blanca, donde se encontraron puntas de lanza e instrumentos de piedra.
Muchos siglos después aquí florecerían las culturas que edificarían Yagul y Mitla que, con su enigmática arquitectura, quizá sean los frutos de piedra de aquellas semillas.
Página anterior: Interior del Palacio de Mitla. Las grecas decoran tanto los interiores como los exteriores de los palacios de Mitla. fotos: Marco Pacheco.
Oaxaca. Inscripción a la Unesco, 2010
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Los palacios de Mitla C ae c i lie
M
Se l e r - S ac hs
itla es conocida desde hace mucho tiempo, y es el centro de atención de muchos viajeros científicos. Se ubica casi al final de un gran altiplano, al pie de un cerro rocalloso gris muy extendido. Los edificios se encuentran a ambos lados de un río que sólo lleva agua en la temporada de lluvias. Es un pueblo grande y limpio, con población exclusivamente indígena. Las ruinas de los palacios de Mitla (la ciudad de los muertos), o como dice el nombre zapoteca Yoo-paa o Lio-baa, es decir, lugar del descanso, han sido descritas con mucha frecuencia, también han sido medidas, dibujadas, pintadas y fotografiadas. Sin embargo, aún hay mucho que hacer aquí. El doctor Peñafiel ya nos había hablado en México acerca de las pinturas murales, sobre todo de las especialmente bien conservadas que se encuentran en la caballeriza del curato. El curato fue construido dentro del más notable y el más dis-
tinguido de los palacios antiguos y con el material de sus muros. De hecho, nos sorprendió encontrar sobre el fondo del estuco un códice completo, finamente trabajado en color blanco sobre fondo rojo. Por supuesto, ya está destruido en gran parte. Apenas hace poco tiempo, en la construcción de un chiquero en la caballeriza, unos muchachos traviesos del pueblo desprendieron intencionalmente una sección importante de la pintura. Es difícil que uno se dé una idea del estado de lo que quedó, oscurecido por el humo, rayado, desmigajado, el visitante ingenuo creería ver quizá sólo unas indefinidas manchas de color rojo. Sin embargo, si se humedecen un poco los lugares correspondientes, aparece el dibujo fino y cuidadosamente realizado, y con gran esfuerzo y atención es posible reconocer alguna figura. De momento, Eduard está esforzándose con enorme aplicación y celo para dibujar la que todavía se distingue y por lo menos
Los muros de los mosaicos de piedra no están tallados, sino compuestos por piezas ensambladas. Página siguiente: Iglesia construida sobre las ruinas de Mitla. Páginas 150-151: Muro exterior de las ruinas de Mitla. fotos: Marco Pacheco.
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salvar así ese débil resto. Es un trabajo tremendo, por lo que habiendo llegado desde el martes nos quedaremos hasta el próximo lunes. Al menos tenemos un alojamiento confortable. [...] ¶ Temprano cabalgamos ayer a Xaagá, una hacienda que se encuentra cerca, para visitar un subterráneo maravillosamente bien conservado, que está ensamblado con enormes baldosas cuadradas bien esculpidas, y adornado con diseños de relieve en forma de mosaico, semejantes a los de los grandes palacios. Entre los diseños hay algunas formas nuevas que no se encuentran en los palacios de Mitla. Además, en los restos todavía se puede reconocer claramente la base roja de pintura que permite distinguir los diseños y el tipo de pintura que tenían estos mosaicos de piedra. Todo el subterráneo tiene la forma de una cruz griega; uno de sus brazos forma la entrada, mientras que los otros tres servían, tal vez, como cámaras mortuorias de los principales y sacerdotes. Puede ser que muchas construcciones de este tipo estén ocultas todavía en los cerros cercanos; del mismo modo es casi indudable que algunos de los mogotes dispersos en el altiplano de Oaxaca todavía conserven construcciones. Parece que los indígenas ocultaron todas estas tumbas, cubrién-
dolas con escombro, ante la llegada de los españoles. Llama la atención que los indígenas actuales hayan perdido toda huella de la memoria de su pasado. La época antigua sólo continúa viva en ellos en forma inconsciente en los bailes y en las festividades de la Iglesia. En toda la región, los nombres de Moctezuma o la Malinche se relacionan con la época antigua, prueba suficiente de que la tradición no llega más allá de los tiempos de la Conquista. ¶ Hoy en la mañana, hice una excursión con el mozo a una cueva en la que debían encontrarse todo tipo de antigüedades. No encontré nada de antigüedades por supuesto, es más, ni siquiera pude entrar a la cueva, ya que la lluvia había formado un verdadero lago a poca distancia, detrás de la entrada. Por el otro lado, la cosecha de plantas fue satisfactoria y el lugar resultó muy pintoresco. La lluvia que inicia, cubre las grises montañas con un verde hermoso y donde hace unos días todavía parecía haber un desierto gris y rocoso, hace aparecer como por encanto flores por doquier. Otra ventaja de la lluvia son los caminos humedecidos, que de otro modo son muy polvorientos, y el cielo está casi siempre cubierto, así que no podemos quejarnos de ningún gran calor.
Cuevas prehistóricas y ciudades prehispánicas de Yagul y Mitla
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Sitios arqueolรณgicos
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Viajes de un naturalista por el Sur de México Hans
Fr ie d r i c h
G a dow
¿Q
uiénes construyeron esos edificios maravillosos, esos gloriosos palacios y mausoleos de reyes y sacerdotes? Nadie lo sabe. Ya estaban abandonados, aunque no expoliados por el vandalismo, cuando los descubrieron los españoles. Entonces, como ahora, era la tierra de
los zapotecos, y se sabe que uno de los últimos reyes aztecas los dominó por cierto tiempo, cuando llegó hasta el istmo de Tehuantepec. La tradición y la historia nada dicen acerca de Mitla, cuyos nativos, ahora tan poco desarrollados como puede estarlo un nativo civilizado, son bastante indiferentes a las ruinas, y se han aferrado con avidez a sus modernos sustitutos. Siendo de mentalidad religiosa, los españoles encontraron en ellos dóciles discípulos, y aquí, como en cualquier parte, la Inquisición, con la tortura y la quema de herejes, les proporcionó la emoción hasta entonces derivada de los sacrificios humanos.
Estas páginas: Cuevas de los Valles Centrales de Oaxaca. fotos: Rafael Doniz. Páginas 156-157: Vista aérea de las ruinas de Yagul. foto: Angelo Hornak.
Cuevas prehistรณricas de Yagul y Mitla, Valles Centrales de Oaxaca
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Cuevas prehistรณricas de Yagul y Mitla, Valles Centrales de Oaxaca
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Paquimé (Casas Grandes) ZONA ARQUEOLÓGICA
= En los confines de la Gran Chichimeca, entre la aridez y el cielo imponente, se levanta un laberinto de adobe que pareciera un espacio soñado. Es Paquimé, asentamiento prehispánico localizado al Noroeste de la ciudad de Chihuahua y a medio kilómetro de Casas Grandes
Como todos los laberintos, el de Paquimé tiene una lógica: existen
áreas habitacionales que se distribuyen en forma de herradura. Éstas se encuentran separadas por una plaza. Las excavaciones que se han realizado dan cuenta de que los habitantes de la antigua Paquimé tenían residencias de varios pisos en el ala Oeste, todas idénticas, y se piensa que en el ala Este, que no se puede excavar, había una serie similar de construcciones, aunque de menor tamaño. También existen edificaciones ceremoniales y, al ser la ciudad un laberinto en medio del desierto, se crearon complejos sistemas de acarreo y almacenamiento de agua, entre los que sobresale una construcción única en América: la Casa de la Noria. Se trata de un edificio habitacional que, a través de encrucijadas de pasadizos y escaleras, llevaba hasta el nivel freático, situado a catorce metros de profundidad.
Grandes alfareros, los habitantes del
antiguo Paquimé nos legaron piezas de cerámica de un enorme refinamiento en las que los laberintos y los rincones se vuelven trazo. Y es que sus vasijas suelen estar decoradas con juegos de líneas y colores de tierra que parecieran inspirados en una vista aérea de la obra maestra de estos artistas del barro: su propia ciudad-laberinto.
Página anterior: Casa de las Guacamayas. foto: Guillermo Aldana.
Chihuahua. Inscripción a la Unesco, 1998
Zona arqueológica de Paquimé
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Casas de mucha grandeza Fr anc i s c o
d e
I ba r r a
E
stá muy poblado de casas de mucha grandeza, altura y fortaleza, de seis a siete sobrados, torreadas o cercadas de fuerte a manera de fuertes para amparo y defensa de los enemigos. […] Tiene grandes y hermosos patios, losados de hermosas, lindas y grandes piedras a manera de jaspe; piedras de nava-
jas sostenían los grandes y hermosos pilares de gruesa madera, traída de lejos; las paredes bellas enjabelgadas y pintadas de muchos colores, matices y pinturas de su edificio, compuesto a manera de tapias, aunque tejida y revuelta con piedra y piedra más durable y fuerte que la tabla. ¶ Había gruesas y anchas canales del río [que conducían] a los pueblos con que solían llevar agua a sus casas. Tienen grandes y anchas estufas en lo bajo de las casas y edificios para amparar del frío que es allí mucho, porque
Sitios arqueológicos
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nieva mucha parte del año y vienen los nortes en extremo fríos de hacia los llanos y de las sierras a donde nieva más de ordinario. Halláronse trazas de metales que los naturales debían de beneficiar y piedras de amolar. […] Hallamos caminos emprendados. ¶ Esta gran casería y congregación de casas no está junta sino dividida en espacio de ocho leguas río abajo […] Estaban estas casas la mayor parte de ellas caídas, gastadas de las aguas y desbaratadas, porque demostraba cantidad de años que las dejaron y despoblaron sus dueños, aunque había cerca de ellas gente silvestre, rústica y advenediza que dejaba de habitar en casas de tanta grandeza por asistir a morar en bohíos de paja como silvestres animales al sol, aire y frío. Son cazadores, comen todo género de caza y sabandijas silvestres y bellotas; andan desnudos; ellas traen faldellines de cuero de venado adobado y algunos de las vacas.
En la arquitectura de Paquimé se usaron como pilares postes de madera traídos de laSierra Madre. foto: Carlos Hahn. Páginas 160-161: Los habitantes de Paquimé vivían en complejos habitacionales de adobe. Páginas 164-165: La ciudad antigua de Paquimé tiene alrededor de 2 000 habitaciones. fotos: Guillermo Aldana.
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Sierra de San Francisco PINTURAS RUPESTRES
= Un hombre se interna en una cueva armado sólo con una tea encendida y algunos puñados de tierras de colores. Coloca el fuego a una distancia prudente y comienza a lidiar con su sombra y con los juegos de luz y oscuridad que se proyectan en las protuberancias de la cueva. Se siente protegido, y todo lo que quiere es pintar. De sus manos se desprende primero la figura de un hombre, luego la de un cuadrúpedo, después algunos trazos geométricos que juegan con las oquedades y las sombras.
¿Con qué objeto las pinta? ¿Para qué se adentra en estos sitios y se entrega al delirio del color, de la luz y la forma? Nunca lograremos saberlo. Lo único certero con respecto a aquel encuentro primigenio del hombre con el arte son los sorprendentes trazos que aguardan a ser mirados en los muros de las cuevas.
En la Sierra de San Francisco, en
el estado de Baja California, hay cerca de 400 de estos abrigos rocosos que nos invitan a pensar en los primeros encuentros del hombre con el arte. Alrededor de 250 se ubican entre San Francisco y Mulegé, y algunos sorprenden por sus dimensiones y por su expresividad. Estos sitios pueden fecharse, a decir de los científicos, desde el Pleistoceno tardío (10 000 a.C.) y por ello invitan a pensar en que adentrarse en una cueva y dejarse sorprender por sus pinturas es volver al origen del mundo, al tiempo primordial.
Página anterior: Cueva La Pintada. Páginas 160-165: Pinturas rupestres dentro de la cueva. fotos: Guillermo Aldana.
Baja California Sur. Inscripción a la Unesco, 1993
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Una obra de gigantes Fr anc i s c o
P
Xav ie r
C l av ige r o
oco diferentes de las bestias eran en la manera de vivir los salvajes habitantes de la California. Pero atendiendo a los pocos vestigios de antigüedad que allí han quedado, es fácil persuadirse que aquella vasta península estuvo antes habitada por gentes menos bárbaras que las que hallaron en ella los españoles; porque los jesuitas, en los últimos años que estuvieron allí, descubrieron en los montes situados entre los 27° y 28° de latitud, varias cuevas grandes cavadas en piedra viva, y en ellas pintadas figuras de hombres y mujeres decentemente vestidos, y de diferentes especies de animales. Estas pinturas, aunque groseras, representan distintamente los objetos, y los colores que para ellas sirvieron, se echa de ver claramente que fueron tomados de las tierras minerales que hay en los alrededores del volcán de las Vírgenes. Lo que más admiró a los misioneros fue que aquellos colores hubiesen permanecido en la piedra por tantos siglos sin recibir daño alguno ni del aire ni del agua. ¶ No siendo aquellas pinturas y vestidos propios de las naciones salvajes y embrutecidas que habitaban la California cuando llegaron a ella los españoles, pertenecen sin duda a otra nación antigua, aunque no sabemos decir cuál fue. Los californios afirman unánimemente que fue una nación gigantesca venida del Norte. Yo no pretendo que se le dé crédito a esta tradición; pero ciertamente no puede dudarse que haya habido allí antiguamente algunos hombres de desproporcionada talla, como se infiere de varios huesos humanos exhumados por los misioneros. Entre otros el padre José Rotea, misionero
Sitios arqueológicos
de Kadakaamang, hombre curioso, exacto y sincero, habiendo sabido que en un lugar de su misión llamado ahora San Joaquín, había un esqueleto gigantesco, mandó cavar, y halló efectivamente todo el espinazo, aunque con las vértebras ya desunidas, una canilla, una costilla, varios dientes, y señaladamente un gran fragmento del cráneo. Pudo haberse hallado todo el esqueleto si un torrente vecino no hubiera corroído el suelo y arrancado de allí algunos huesos. La costilla, aunque no estaba entera, tenía todavía como dos pies de largo. La canilla no pudo medirse, porque se rompió al sacarla. Considerados pues la magnitud del cráneo medido, el lugar que ocupaba todo el esqueleto y comparadas sus vértebras con las de un esqueleto común, se cree que el hombre a quien pertenecieron aquellos huesos tenía casi once pies de altura. ¶ El mismo misionero reconoció algunas de las cuevas mencionadas, de las cuales describe una. Tenía de largo unos 50 pies, de ancho quince y otro tanto de alto y estaba formada a manera de bóveda apoyada sobre el pavimento. Como por la parte de su entrada estaba toda abierta, recibía bastante luz para poder observarse las pinturas de su parte interna y más alta. En ella estaban representados hombres y mujeres con vestidos semejantes a los de los mexicanos, pero absolutamente descalzos. Los hombres tenían los brazos abiertos y algo levantados, y una de las mujeres estaba con el pelo suelto sobre la espalda y un penacho en la cabeza. Había también varias especies de animales, tanto de los nativos del país como de los extranjeros.
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Pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco, Baja California Sur
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+ Ciudades ?
=
Ciudad de México y Xochimilco CENTRO HISTÓRICO Y CIUDAD LACUSTRE
= Asombro es lo que sintió Hernán Cortés al mirar por primera vez la gran metrópoli que era México-Tenochtitlan, a la que comparó con “una inmensa flor de piedra, comunicada a tierra firme por cuatro puertas y tres calzadas, anchas de dos lanzas jinetas”. Esta belleza desbordada no mermó con el fin de la época prehispánica, pues sobre el antiguo asentamiento se edificó una urbe de tezontle, la ciudad colonial levantada con “muros color de sangre seca” —como diría Octavio Paz. Más adelante, hacia el Neoclásico, la piedra roja cayó en desuso y fue sustituida con la cantera. Y así, la ciudad de México adquirió un rostro de grandeza grisácea cuya sobriedad se acentúa con la singular luz que le valió el calificativo de “la región más transparente del aire”.
Desde el Centro Histórico, al que Alejandro de Humboldt denominó
la “Ciudad de los Palacios”, partía un canal que llegaba hasta Xochimilco, el florido jardín con senderos de agua y altos árboles que embellece el Sur de la actual urbe. Construido sobre chinampas, Xochimilco da testimonio de los avances de los antiguos mexicanos en materia hidráulica y nos deja ver el entrañable paisaje que se construye cuando trabajan en complicidad el hombre y la naturaleza.
El Altar de los Reyes de la catedral metropolitana. Conaculta-inah. foto: Jorge Vértiz. Arriba: Acera frente al Museo Nacional de Arte. foto: Adam Wiseman. Páginas 176-177: Ciudad de México, El cielo sobre nosotros. foto: Oscar Necoechea.
México D. F. Inscripción a la Unesco, 1987
La primera ciudad de México Gui lle r m o
H
Tova r
de
ubo tres momentos de la ciudad de México entre 1500 y 1550. El primero correspondería a la Ciudad Mexica, descrita por Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, y que existía tal cual hacia 1520. Su aspecto, traza, orientación y los documentos, investigaciones y excavaciones realizadas, permiten precisar una idea de cómo era y a qué motivos —cosmogónicos, económicos, políticos, sociales y religiosos— se debieron su aspecto y su forma. ¶ El segundo momento, la ciudad en los años inmediatos a la Conquista, correspondería a una etapa de transición. La Ciudad de Hernán Cortés aprovechó los ejes de México-Tenochtitlan y sus calles fueron tiradas a cordel. […] Su asesor, Alonso García Bravo, era un experto en geometría y medición de terrenos. […] En su trazado de la
Te r e sa
ciudad de México, conservó la mayor parte de la antigua plaza central de la capital azteca además de las grandes calzadas y los canales. […] ¶ En esa ciudad de transición coexistían las casas de los caciques, los teocallis semiarruinados y su inmensa casa-fortaleza al lado de una modesta catedral y unas cuantas casas de españoles; en esa ciudad pensaba gobernar desde su inmenso castillo, dominando la escena. La Audiencia y el emperador lo impidieron. […] ¶ El tercer momento se produce en el gobierno de don Antonio de Mendoza y se concibe como Ciudad Imperial. A partir de 1537, ante la amenaza de un levantamiento, decide fortificarla a la manera renacentista: en lugar de usar torreones, muros y fortalezas habitadas por conquistadores, hace las calles anchas para que circulen los caballos y cambia su orientación para asolearla,
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iluminarla y ventilarla adecuadamente. La iluminación y el asoleamiento eran importantes, ya que no se trataba de la Ciudad Azteca cuyos templos y viviendas eran para la vida exterior, sino de la ciudad renacentista con viviendas techadas y necesitadas de sol y luz. […] ¶ A partir de 1538 se demolieron y arrasaron los adoratorios, se ordenó la separación entre la población indígena y la española y sólo hasta entonces se pudo trazar la ciudad de México. […] ¶ Las medidas del virrey fueron enérgicas: obligó a los dueños de solares a edificar o cercarlos en un año de plazo; a respetar la traza de la ciudad;
a construir las fachadas de las casas de cal y canto; a edificar una casa para morar en ella y, de lo contrario, la persona que no cumpliera con estas condiciones perdería su solar sin previo aviso. […] ¶ El renacentista León Battista Alberti recomendaba conocer el punto —el “eje del mundo” sobre el cual ha de hacerse una ciudad—, ya que de esto depende su iluminación y su ventilación; la orientación decide si ésta es habitable o no, si puede volverse pestilente, y si sus casas serán frías y oscuras. Todo esto llevó al virrey de Mendoza a transformar la ciudad. ¶
Anónimo. La Muy Noble y Leal Ciudad de México, siglo xvii. Óleo sobre tela, madera y metal. Museo Franz Mayer. reproducción: Jorge Vértiz.
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Mapa de la ciudad de México. Página anterior: Anónimo. Plaza Mayor de la ciudad de México, siglo xviii. Óleo sobre tela. Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Conaculta-inah. reproducción: Jorge Vértiz.
Es indudable que su utopía renacentista se apoyó en bases científicas —rigurosamente astronómicas— con el fin de darle a la ciudad de México las características de la ciudad ideal de Alberti: además de bella, regular en su trazo, con espacios abiertos, plazas con portales, y todo cuanto recomienda el humanista en su tratado. […] ¶ Las casas de la ciudad —según indica Cervantes de Salazar— fueron construidas tal como dispuso Mendoza; “puestas con tanto orden y bien alineadas, que no se desvían ni un ápice”. Y como
fortalezas, “ya que no se podía resguardar la ciudad, ciñéndola de torres y murallas”. Además, “para que en todo sean perfectas, tampoco exceden la altura debida”, pues podrían arruinarse en los terrenos y “también para que todas reciban el sol por igual, sin hacerse sombra unas a otras”. […] ¶ Las teorías de Alberti, el empeño del virrey y dos testimonios —unos diálogos latinos y un mapa—, nos explican cómo fue la ciudad de México a mediados del siglo xvi: una utopía realizada, de la cual no quedó absolutamente nada.
Centro Histórico de la ciudad de México y Xochimilco
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Visión de Anáhuac Alfons o
Re y e s
Via j e ro : h a s lle ga d o a l a regi ó n m á s t ra n s p a rent e d el a i re.
I o nuestro, lo de Anáhuac, es cosa mejor y más tónica. Al menos, para los que gusten de tener a toda hora alerta la voluntad y el pensamiento claro. La visión más propia de nuestra naturaleza está en las regiones de la mesa central: allí la vegetación arisca y heráldica, el paisaje organizado, la atmósfera de extremada nitidez, en que los colores mismos se ahogan —compensándolo la armonía general del dibujo; el éter luminoso en que se adelantan las cosas con un resalte individual; y, en fin, para de una vez decirlo en las palabras del modesto y sensible fray Manuel de Navarrete: una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos. […] En aquel paisaje, no desprovisto de cierta aristocrática esterilidad, por donde los ojos yerran con discernimiento, la mente descifra cada línea y acaricia cada ondulación; bajo aquel ful-
L
gurar del aire y en su general frescura y placidez, pasearon aquellos hombres ignotos la amplia y meditabunda mirada espiritual. Extáticos ante el nopal del águila y la serpiente —compendio feliz de nuestro campo— oyeron la voz del ave agorera que les prometía seguro asilo sobre aquellos lagos hospitalarios. Más tarde, de aquel palafito había brotado una ciudad, repoblada con las incursiones de los mitológicos caballeros que llegaban de las Siete Cuevas —cuna de las siete familias derramadas por nuestro suelo. Más tarde, la ciudad se había dilatado en imperio, y el ruido de una civilización ciclópea, como la de Babilonia y Egipto, se prolongaba, fatigado, hasta los infaustos días de Moctezuma el doliente. Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortés (“polvo, sudor y hierro”) se asomaron sobre aquel orbe de sonoridad y fulgores —espacioso cerco de montañas. ¶ A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendía la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles radiantes prolongaban las aristas de la pirámide. ¶
Calles del centro històrico. foto: Adam Wiseman.
Carl Nebel. Plaza Mayor de la ciudad de México, 1836. Litografía. reproducción: Jorge Vértiz.
Hasta ellos, en algún oscuro rito sangriento, llegaba —ululando— la queja de la chirimía y, multiplicado en el eco, el latido del salvaje tambor. ¶ II […] En mitad de la laguna salada se asienta la metrópoli, como una inmensa flor de piedra, comunicada a tierra firme por cuatro puertas y tres calzadas, anchas de dos lanzas jinetas. En cada una de las cuatro puertas, un ministro grava las mercancías. Agrúpanse los edificios en masas cúbicas; la piedra está llena de labores, de grecas. Las casas de los señores tienen vergeles en los pisos altos y bajos, y un terrado por donde pudieran correr cañas hasta treinta hombres a caballo. Las calles resultan cortadas, a trechos, por canales. Sobre los canales saltan unos puentes, unas vigas de madera labrada capaces de diez caballeros. Bajo los puentes se deslizan las piraguas llenas de fruta. El pueblo va y viene por la orilla de los canales, com-
prando el agua dulce que ha de beber: pasan de unos brazos a otros las rojas vasijas. Vagan por los lugares públicos personas trabajadoras y maestros de oficio, esperando quien los alquile por sus jornales. Las conversaciones se animan sin gritería: finos oídos tiene la raza, y, a veces, se habla en secreto. Óyense unos dulces chasquidos; fluyen las vocales, y las consonantes tienden a licuarse. La charla es una canturía gustosa. Esas xés, esas tlés, esas chés que tanto nos alarman escritas, escurren de los labios del indio con una suavidad de aguamiel […] Tres sitios concentran la vida de la ciudad: en toda ciudad normal otro tanto sucede. Uno es la casa de los dioses, otro el mercado, y el tercero el palacio del emperador. Por todas las colaciones y barrios aparecen templos, mercados y palacios menores. La triple unidad municipal se multiplica, bautizando con un mismo sello toda la metrópoli.
Centro Histórico de la ciudad de México y Xochimilco
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Ciudades
La capital que da su nombre al país Oc tavi o
S
Paz
i México es una pirámide trunca, el valle de Anáhuac es la plataforma de esa pirámide. En el centro del valle está la ciudad de México, la antigua México-Tenochtitlan, sede del poder azteca y hoy capital de la República de México. Hay un hecho que posee una significación particular
y en el cual, que yo sepa, nadie ha reparado: la capital ha dado su nombre al país. Es algo extraño. En casi todo el mundo —las excepciones se cuentan con los dedos— el nombre de la capital es distinto al de la nación. La razón, me parece, es la siguiente: hay una regla universal, aunque no formulada, que exige distinguir cuidadosamente entre la realidad particular de una ciudad y la realidad plural y más vasta de una nación. La distinción se vuelve imperativa si, como ocurre con frecuencia, la capital es una vieja metrópoli con una historia propia y, sobre todo, si esa historia ha sido de dominación de las otras ciudades y provincias: Roma/Italia, París/Francia, Tokio/Japón, Teherán/Irán, Londres/Inglaterra… Ni siquiera los centralistas castellanos se atrevieron a violar la regla: Madrid/España. La extrañeza del caso mexicano aumenta si se recuerda que para los pueblos que componían el mundo prehispánico el nombre de México-Tenochtitlan evoca la idea de la dominación azteca. Mejor dicho: la realidad terrible de esa dominación. Haber llamado al país entero con el nombre de la ciudad de sus opresores es una de las claves de la historia de México, la historia no escrita y nunca dicha. La fascinación que han ejercido los aztecas ha sido tal que ni siquiera sus vencedores, los españoles, escaparon de ella: cuando Cortés decidió que la capital del nuevo reino se edificaría sobre las ruinas de México-Tenochtitlan, se convirtió en el heredero y sucesor de los aztecas. A pesar de que la Conquista española destruyó el mundo indígena y construyó sobre sus restos otro distinto, entre la antigua sociedad y el nuevo orden hispánico se tendió un hilo invisible de continuidad: el hilo de la dominación. Ese hilo no se ha roto: los virreyes españoles y los presidentes mexicanos son los sucesores de los tlatoanis aztecas.
Palacio de Bellas Artes. Conaculta-inba. foto: Jorge Vértiz.
Centro Histórico de la ciudad de México y Xochimilco
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Xochimilco Jos é
L
Mor e no
Vil l a
a mano de Xochipilli me llevó a Xochimilco. Si aquél es el dios de las flores, este pueblecito es el lugar donde crecen. ¶ Pero no es precisamente el pueblecito lo que atrae, sino sus senderos navegables, sus canales entre chinampas, por donde se deslizan trajineras con pasajeros, lanchas con músicos (mariachis) y canoas con flores o frutas y bebidas refrescantes. ¶ Xochimilco evoca a Venecia, pero nada más que por sus canales y por el deslizamiento en amoroso coloquio bajo la luna que ellos permiten. Tales paseos idílicos se llaman en México lunadas. Por lo demás, nada tienen de italiano.
Xochimilco es absolutamente azteca, lo cual quiere decir que sabe más a Oriente que a Occidente, al Asia que a Europa. Además de las chinampas (china-m-pas), donde suena la voz china en primer término, contribuyen a dicho sabor otros detalles: el tono bajito, sedante y cadencioso de las xochimilquinas que venden flores y bebidas en sus leves canoas unipersonales conducidas por un solo remo que manejan ellas mismas; luego, las formas de las lanchas y las facciones de los indígenas. ¶ Las trajineras son de varios tamaños. Llevan techos de lona o toldo, sillas sueltas, no muy cómodas, y hasta mesitas para comer. El re-
Chinampas. foto: Armando Salas Portugal. Páginas 188-189: Casimiro Castro. Palacio de Minería, 1874. Lámina del libro México y sus alrededores. reproducción: Jorge Vértiz.
Miguel Covarrubias. Una tarde de domingo en Xochimilco, 1937. Técnica mixta, 2.5 x 6 m. reproducción: Rafael Doniz.
mero se mantiene parado, o de pie, en la popa. Y decimos popa para indicar que en la punta trasera, porque en realidad no tienen estas chalupas popa ni proa, sino extremos iguales, levantados y chatos. El remero se sirve de una pértiga que llega al fondo del canal. Con ella imprime el impulso que así nos conduce sin chapoteo ni ruido alguno. ¶ Las trajineras tienen nombre de mujer: Elenita, Carmen, Lupita… nombres tejidos con flores en el arco frontero del toldo. Las flores son el alma de Xochimilco, un alma que se difunde por los canales y por las orillas. En éstas, además, se venden telas, tejidos, sarapes de vistosos colores, flores también de la mano mexicana. Y se venden todas estas chácharas típicas que buscan los extranjeros. ¶ Las orillas son verdaderos mercados o ferias donde se ven rubios y colorados gringos que abren sarapes como el torero abre la capa, o gringas engafadas que se inclinan sobre los objetos de un mostrador como se inclinan los relojeros y los físicos sobre sus campos de observación microscópica. ¶ Unas canoas van y otras vienen. Los paseantes se miran contentos, animados por el son de los mariachis. La canoa de éstos solicita ayunta-
miento con la del paseante; consigue el permiso y se le pone al flanco. Comienza la música y las dos canoas se alejan por los serpeantes senderos de agua, perdiéndose en un recodo. Hay sones lejanos y próximos. Hay sol y apetito, flores, agua y música en medio de una paz que sólo en el agua se consigue. ¶ Xochimilco vale sobre todo por lo que nos aleja de la ciudad ruidosa, por lo que nos hunde en la naturaleza. Pero no en una naturaleza bravía, montaraz o selvática, sino en una dulce naturaleza que regala suavidades, aromas, destellos y alegres compases populares. ¶ Xochimilco es a México lo que La Bombilla es a Madrid. Ambas son teatros de ambiente popular conjugado con naturaleza geometrizada. La Bombilla, en cuanto jardín, es geometría, y Xochimilco, en cuanto canalización artificial, es geometría. Si el pueblo en La Bombilla se entona con sus chotis y pasodobles, en Xochimilco se alegra con sus mariachis y sus polcas. Con la diferencia de que el indígena se guarda esta alegría en lo más recóndito de su ser, no la exterioriza como el madrileño. ¶ El árbol característico de Xochimilco, que desde lejos lo define, es un árbol recto como el chopo, cuyo nombre azteca es huexotl (huejote).
Centro Histórico de la ciudad de México y Xochimilco
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Centro histĂłrico de la Ciudad de MĂŠxico y Xochimilco
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Impresión de Xochimilco Hug o
X
Hi r i art
ochimilco es el único testimonio vivo de una forma de vida que señoreó durante milenios en el valle de México. Xochimilco no es un mero lugar, Xochimilco no estaba ahí, como una montaña, una selva o un glaciar, Xochimilco entero fue hecho por la mano del hombre, fue
pensado, inventado y construido por la mente de ingeniero y de artista del agricultor precolombino. ¶
Y qué paisaje configuraron. Esos caminos de agua entre los sauces, llamados ahuejotes, esa refinada fisonomía impresionista bajo la luz del alto valle, esa apoteosis de fertilidad y ese silencio reconfortante y severo...
Portal frontal de la iglesia de San Bernardino de Siena en Xochimilco. Conaculta-inah. foto: Marco Pacheco. Página anterior: Retablo mayor. Conaculta-inah. Páginas 194-195: Las trajineras son uno de los emblemas de Xochimilco. fotos: Pablo Aguinaco.
Oaxaca de Juárez y Monte Albán CENTRO HISTÓRICO Y ZONA ARQUEOLÓGICA
= Con un rostro de cantera verde acariciado por una luz enigmática, Oaxaca es una ciudad rica en templos virreinales, en museos que abren sus puertas a lo más contemporáneo del arte lo mismo que a las más vibrantes expresiones populares.
Una de sus joyas
es el templo de Santo Domingo, de vigoroso carácter arquitectónico y decoración de tal magnificencia que encuentra pocos rivales en el país. Junto a éste se encuentra el convento, cuya piedra bruñida por el tiempo alberga un importante museo de la historia de la región y un jardín de flor endémica que sorprende por su belleza y diversidad.
Patrimonio de los oaxaqueños son muchos edificios históricos entre los
que se encuentran los templos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín y el de la Virgen de la Soledad, a quien el historiador Manuel Toussaint confesó que veía en ella el único retrato de una novia que tenía: “alargado el rostro, cual princesa de la casa de las austrias, manos de belleza de azucenas, cejas de arcadas maravillosas y un piquito de boca monjil”.
La belleza de Oaxaca también está en sus casas, cuya herrería parece
brotarles con la libertad con la que nacen las enredaderas y en la plaza central de árboles frondosos cuyo aire diáfano parecía invitar a Nietzsche, que hubiera querido terminar sus días ahí, en la contemplación de su luz apacible.
El sitio arqueológico de Monte
Albán, a diez kilómetros de la ciudad de Oaxaca, también es un espacio único. Desde lo alto, sus inmensas pirámides parecen dominar el valle y son tan majestuosas que sólo nos pueden llevar a pensar en un adjetivo que resume toda la zona: monumental.
Interior del Templo de Santo Domingo, siglo xvii. Conaculta-inah. foto: Marco Pacheco. Arriba: Vista de la catedral desde Macedonio Alcalá. foto: Peter Adams.
Oaxaca. Inscripción a la Unesco, 1987
El zócalo: centro del universo Eli ot
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We i nbe r ge r
ietzsche, moribundo, soñó con trasladarse a Oaxaca para recuperar la salud. Otros, y me incluyo entre ellos, hemos soñado mudarnos a Oaxaca para morir ahí. Porque en cualquier momento y aunque fuera por sólo un instante, el lugar en donde deseo estar es el zócalo de
esta ciudad. ¶ Se trata de algo más que algunos placeres habituales de los turistas, como sentarse en la plataforma del café El Marqués, contemplando las calles empedradas en donde no transitan autos, las flores anaranjadas en las copas de los flamboyanes, los vendedores de globos empequeñecidos por una explosión de colores rosa y plateado, los chicos jugando risueños a las escondidillas con el tonto del pueblo, el extraño silencio que se adueña de la plaza, aun cuando miles de personas estén presenciando las caprichosas puestas en escena de la Noche de los Rábanos. Y también es un placer mayor que la sensación de estar envuelto en el saludable clima que soñaba Nietzsche —una temperatura que en el norte de Estados Unidos gozamos sólo uno o dos días al final de la primavera, y que anhelamos durante el resto del año. ¶ El zócalo de Oaxaca es algo más que la plaza más hermosa de México. Cumple la función
de todos los zócalos: un lugar para hacer nada, sentado en el centro del universo.
Lado Oeste de la Plaza de Armas. foto: Teobert Maler. Página siguiente: Jardín botánico del convento de Santo Domingo. Conaculta-inah. foto: Adam Wiseman. Páginas 200-201: Convento de Santo Domingo. Conaculta-inah. foto: Guillermo Aldana.
Outstanding Universal Value
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Hechicera Oaxaca And r é s
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He nest r osa
ada vez que me asomo al valle de Oaxaca recuerdo aquellas palabras que José Vasconcelos puso en labios de Hernán Cortés, cuando aún no era cierto que el capitán extremeño hubiera estado en Oaxaca: “¡Bendito sea Dios, que me permitió conocer este sitio!” Y las repito ahora, ya cierto de que las dijo cuando pasó por la recién fundada Antequera. El cielo, la luz, el aire del valle, promueven bendiciones, sobre todo si acude a la mente el horrible ambiente del valle de México. ¶ Había llovido la noche anterior y el cielo, y el aire, y la luz, como recién lavados, se tendían a secar al sol. Cantaban los pájaros en la enrama da, las ardillas saltarinas estaban de fiesta, el follaje modulaba una melodía a la primavera que estaba en puerta. Volvieron a la memoria los nombres de los viajeros que con sus libros han hecho la historia y la leyenda de Oaxaca. El de Thomas Gage, quien dijo que no había otro sitio mejor en el mundo para vivir los últimos años de la vida; “lugar codiciadero para hombre
cansado y solo”, diría Berceo. Vuelve el nombre de Friedrich Nietzsche, que enfermo y deses perado, acaso guiado por Gage, soñó encontrar alivio en Oaxaca: en la luz, en el aire de estos valles de azules y trémulas lejanías. El nombre de D. H. Lawrence, que dijo que en días de mer cado, los indios bajaban a la ciudad, a manera de gaviotas sobre sembradíos y fluían como emanaciones del palo blanco, en el lomo ondu lante del venado de las faldas del valle. Y los pintores Hart Kidd y Valeta Swann, que han reducido, pudiera decirse, a colores la página de Lawrence. ¡Cómo olvidarlos! ¶ El día iba creciendo, se diría. Porque ésa es la certeza que se crea en el viajero: que la luz y el cielo se agrandan, se perfeccionan, alcanzan su máximo esplendor. Tan grande parece el día, que se antoja pensar que es imposible que pase, que termine, que haya noche capaz de vencerlo. Están el cielo, la luz y la distancia perdidos en su grandeza. No hay un punto en donde reposar la mirada, una referencia que permita medir el espacio.
Templo de la Soledad, siglo xvii. Conaculta-inah. foto: Cecilia Salcedo.
José María Velasco. Vista del valle de Oaxaca. munal, Conaculta-inba. Páginas 204-205: José María Velasco. Catedral de Oaxaca, 1887. munal, Conaculta-inba. reproducciones: Arturo Piera y Benjamín Romero.
Un sol, que vivifica y no quema, se mantiene inmóvil en la cúspide del cielo. Muy alto, más allá del más allá, un ave semeja una estrella negra que le hubiera brotado al cielo, desesperado de tamaña limpidez. ¶ ¿Y la gente? La más discreta, la de mayor policía, digo, pulimento. Pasan hablando ese español que hablan, en el que las lenguas indígenas han puesto su dejo y suavidad. Esa doble ele que algunos creen de ascendencia andaluza, pero que viene de una grafía zapoteca. Discurren los indios hablando sus diversas lenguas, tan numerosas que se diría, y así lo dijo un cronista virreinal, que Oaxaca es un nuevo Babel. Diversidad de idiomas quiere decir multiplicidad de indumentarias, de objetos que comprar y vender. Me entretengo a escuchar. Algunas de estas lenguas —el trique, el mixe—, me recuerdan al danés, lo que quizá llevó a algunos de los historiadores oaxaqueños a emparentarlos con aquel idioma, sin razón alguna, claro está. ¶ Pero ya es hora de ir al mercado a probar plati-
llos de todos los colores, sabores y olores, tres cosas que son inseparables. La descripción de Cortés, la de Alfonso Reyes y la de José Martí acerca de los mercados del México antiguo se repite aquí: un rumor de colmena, un ordenado abigarramiento, un orden y un concierto inalterables. Y el marchante y el mercader regatean, más para prolongar las horas de la plaza y para intercambiar chismes y noticias, que por otra cosa. No sabemos lo que dicen, pero es seguro que comentan, entre otras cosas, la llegada para el día siguiente de algún personaje importante. En su honor han aumentado los adornos de los puestos. ¶ Declina el día. Anochece. ¿Cómo desperdiciar la visión de esta asombrosa noche de Oaxaca, en que parece que cada lucero es un clavo que va a retenerla para siempre? ¶ Pero cuerpo y alma reclaman reposo. En el último instante descubrí, sobre una torre, una rebanada de luna con que parecía que la iglesia se tocaba. Pero…
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La herencia zapoteca Mi g ue l
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C ova r r u bia s
ea el que fuere su origen, no hay duda de que un pueblo antiguo, con una cultura floreciente, ya radicaba en el valle de Oaxaca, el Istmo y la región mixteca durante la época en que las tribus “arcaicas” del valle de México apenas establecían su cultura, hace mucho más de dos mil años. A la primera siguieron otras culturas, cada vez más desarrolladas, todas con un vínculo cultural común de carácter uniforme. Esta cultura finalmente tomó una forma definitivamente zapoteca durante su época clásica, fechada tentativamente entre los años 534 y 1125… Al parecer, acontecimientos de la mayor importancia tuvieron lugar hacia el final de esta época, ya que los zapotecas abandonaron su gran ciudad de Monte Albán. A partir de entonces empezó a decaer Monte Albán. ¶ Hasta hace pocos años desde las calles de la ciudad de Oaxaca se percibían las ruinas enterradas de una de las metrópolis más antiguas de los indígenas americanos; cubrían la cima de la montaña cercana llamada Monte Albán, tal como si fueran verrugas verdes que emergían del lomo del cerro. Monte Albán fue la capital, el centro religioso, de los zapotecas hace tanto tiempo, que no queda nada escrito sobre su existencia, ni se recuerda su nombre indígena original. ¶ Antes de la exploración de las ruinas, ascendimos a la montaña para conocer Monte Albán de cerca. Durante dos horas avanzamos a caballo por la ladera empinada y reseca del cerro hasta llegar a una gran plaza abierta. Ésta estaba circunscrita por innumerables estructuras, cuyos contornos generales podían adivinarse, aunque estaban
cubiertos de una capa gruesa de matorral y pasto espeso. Sin embargo, aquí y allá quedaban al descubierto indicios de escalinatas muy amplias. En la cima y en las faldas del cerro, destacaban centenares de montículos artificiales, que se extendían, hasta los límites del alcance de la vista. ¶ Hacía mucho tiempo unos buscadores incultos de tesoros habían dinamitado algunos de los montículos y, muchos años antes, los arqueólogos habían destapado fortuitamente unas lozas enormes. Algunas de esas piedras exhibían hileras de grandes glifos y números que conmemoraban determinadas fechas; otras estaban cinceladas en bajorrelieves que mostraban figuras humanas espectrales de tamaño natural, con los rostros contorsionados y los cuerpos desnudos y deformes, en posturas extravagantes y desarticuladas, hecho que justifica su nombre popular de Los Danzantes. Creció nuestro entusiasmo por el arcaísmo poderoso y misterioso de estos monstruos expresivos. Nos fascinaron sus gestos idiotas, sus cuerpos sin huesos y sus bocas gruñonas. Además, la estructura estaba realizada en un estilo libre y vigoroso que nunca antes habíamos encontrado en las ruinas arqueológicas de México. Seguimos fotografiando y dibujando las figuras hasta que el flamante sol, contra el que no había protección, y la sed (en Monte Albán no hay agua) nos obligaron a abandonar el lugar. Montamos de nuevo nuestros caballos y descendimos hacia el valle verde esmeralda en el cual Oaxaca yace como un mosaico de techos de teja roja, de muros pintados de rosa y azul pálido, en medio de milpas que parecen formar una colcha de retazos de tela.
Estela zapoteca de la serie conocida como Los Danzantes, Monte Albán, Conaculta-inah. foto: fb-Fischer. Páginas 208-209: Juego de pelota. Monte Albán. Conaculta-inah. foto: Stephan Scherhag.
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Puebla CENTRO HISTÓRICO
= “Ciudad de ángeles no hay quien crea había otra, sino la del cielo… a la cual deseamos ir”: así comenzó la primera misa oficiada en la ciudad de Puebla en el siglo
xvi.
Quien presidía la celebración era fray Toribio de Benavente, Motolinía, uno de los franciscanos que participara en la fundación de la ciudad que más adelante sería sede emblemática del México criollo. Ubicada en el camino de México a Veracruz, entre Tlaxcala y Cholula, esta población nació para convertirse en el hogar de españoles, así que con los años adquirió un rostro europeo sustentado en las empresas agrícolas y comerciales de carácter familiar.
Sin embargo, la riqueza de Puebla lleva la
marca del delirio novohispano, que lo mismo se trasluce en la grandeza de su catedral que en el fértil barroco de espacios como la capilla del Rosario y el Ochavo. Ciudad de conventos y de casonas coloniales cubiertas de azulejos, Puebla fue una de esas villas generosas en las que la riqueza, lejos de acumularse sin sentido, se convirtió en cultura material y en un legado de generaciones orgullosas de esta joya mexicana que, de tan bella, se dice que fue levantada con la diligencia y el fervor de los ángeles.
Fachada del Templo de San Francisco. Conaculta-inah. Arriba: Querubines. Conaculta-inah. Páginas 212-213: Coro de la catedral de Puebla. Conaculta-inah. fotos: Jorge Vértiz.
Puebla. Inscripción a la Unesco, 1987
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Una ciudad en la tierra y en el cielo Alfons o
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Alfa r o
ay ciudades fundadas por el azar y la fortuna y ciudades surgidas de la esperanza y la voluntad. Hay ciudades de la suerte y ciudades del empeño. En México, además de la capital, urbe inevitable, imperio que murió para que brotara de sus cenizas una nación, hay ciudades nacidas como plazas de comercio y otras que fungieron como avanzadas de frontera, hay también ciudades de plata y ciudades de mar. ¶ Entre otras, una empresa de poblamiento (una puebla) se distingue, bendecida desde sus orígenes. Hija de un anhelo utópico, nacida de una elección que, se dice, dictaron los mismos ángeles, la sede emblemática del México criollo fue edificada en un solar de privilegio en el corazón del reino. ¶ Su asentamiento no solamente la convertía en el centro de una región fundamental para la Nueva España, sino que la dotaba de un horizonte verdaderamente planetario. Puebla estaba situada en la mitad del principal camino que atravesaba el mundo de su época; esa vía ligaba a dos hemisferios unidos bajo un mismo cetro y también a Asia con Europa; era la principal ruta de la era barroca, el puente entre Oriente y Occidente. ¶ Como las pequeñas y opulentas ciudades de Flandes y Toscana, Puebla fue, por eso, recogida y provinciana pero desenclavada y cosmopolita.
No es extraño que el único símbolo que da cuenta, en el imaginario popular, del extraordinario patrimonio asiático con que cuenta la cultura mexicana no haya surgido en Acapulco, puerto del galeón de Manila, sino en un lugar donde Andalucía se juntaba con la India: en México, la China es poblana. […] ¶ Incluso en una sociedad tan inclinada al ornato como la novohispana, el lujo de Puebla era sobresaliente. Todo en ella deslumbraba: los muros de sus palacios enjoyados de reflejos de Talavera, los interiores de sus iglesias, fulgurantes paraísos de retablos y estofados. ¶ Puebla fue una ciudad que, como Venecia o como Marrakech, supo escuchar una piel que correspondiera a la luminosidad de sus aires. Las tonalidades de Puebla eran destellantes, refulgentes, con un dejo de alarde. ¶ El número de retablos construidos en Puebla durante los difíciles años de la agitación política en el siglo xvii nos recuerda que se trataba de la diócesis más rica del virreinato. ¶ Los ojos poblanos de la era barroca poseían una manera de mirar que era sumamente diferente de la que caracterizaba a sus coetáneos de la Nueva Inglaterra puritana. ¶ Para los novohispanos, la última, la más digna función de la riqueza era ser presentada al deleite de los sentidos y, a través de ellos, a la gloria de Dios.
Páginas 215-217: Biblioteca Palafoxiana. fotos: Roland White.
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Centro histรณrico de Puebla
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Puebla de los Ángeles (Notas de viaje) Jos é
Juan
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Puebla de los Ángeles, tus campanas a vuelo
levitaron mi júbilo hasta el cielo; tu polifónico repique doró, como los batihojas, de la Casa del Alfeñique las blancas estalactitas y las paredes rojas… ¡Oh, júbilo pascual de tus campanas de cristal, de eclesiástico oro y de bronce sonoro!
Mística Puebla arquitectónica y musical, industriosa y simétrica, inmune a los fonógrafos y a las cosas eléctricas y a esa polvareda que pasará de tanto borrego sin lana que no ha enriquecido la Biblioteca Palafoxiana… Puebla, en tu ambiente cuaresmeño mi niñez se levanta como un sueño. El silbato de tus serenos las medianoches raya con surcos de cristal tal como si apuntaran las horas de sus velas en un pizarrón negro con blancas paralelas…
Puebla, centro histórico
En el aire glacial, mientras en la sombra te arrebujas, fúgase por tus barrios desiertos el Nagual y tus cúpulas ciñe la ronda de las brujas en clarobscuro de grabado antiguo que se borra, si me santiguo… Con el fotógrafo López Escalera estuve una mañana… ¡Quién pudiera pasar un mes entero en casa de Padierna, el Alfarero mago de la poblana Talavera! Aquella mañana policroma y peregrina, aunque muy mexicana fue un viaje al País de la Porcelana, a la maravillosa China. ¡Pues con arcilla plástica y tierna y los esmaltes minerales renueva el tlachichique Padierna de Nanking y Kuanton las obras inmortales! Puebla, tus campanas musicales parece que hacen danzar,
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hieráticas y rituales, a tus mil torres en baile singular de salomónicas espirales… Campanas que gritaron la victoria después de que rugieron los cañones en las fulguraciones épicas de tu historia… Mas, oh urbe, perdona este ímpetu ancestral de patriótica latria a quien se va alejando de la patria ¡rumbo a la Internacional!… ¡Oh, Puebla, en la futura patria veo tu más pura y más alta cruz en manos de Tolstoi y de Jesús, únicos socialistas en que creo! Entretanto miro esa luz, entretanto… tus tardes melancólicas sobre el oro del cielo y el lázuli del monte esmaltan, entre cúpulas de joyantes mayólicas a Bagdad en el horizonte. Mi asombro es un altar de Churriguera, profuso, complicado y sutil que cintila y florece con las mil llamas de una dorada Primavera…
Detalles de la fachada de la Casa del Alfeñique.
¡Mas, oh Puebla, son vanos mis afanes intentando decirte el pasmo azul y blanco de los cuatro volcanes que a tu valle se asoman para verte y oírte!
Página 218: Capilla de la Virgen del Rosario, siglo xviii. Conaculta-inah. Pàgina 219: Bóveda de la catedral de Puebla. Conaculta-inah. fotos: Jorge Vértiz. Páginas 222-223: Cocina del convento de Santa Rosa. Conacultainah. foto: Marcela Taboada.
Puebla, centro histórico
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Guanajuato CIUDAD HISTÓRIC A Y MINA S ADYACENTES
= Guanajuato es una ciudad laberinto, como laberintos son los caminos de sus minas. Creció en una cañada al auspicio de la plata, a ella se deben su particular fisonomía y los túneles que son marcas decisivas de su geografía. El más antiguo de ellos corre de Este a Oeste y originalmente llevaba las aguas del río Guanajuato. Los demás fueron construidos como vialidades, pero han sido fundamentales para seguir consolidando la imagen de este sitio marcado por sus rincones asombrosos.
Entre los edificios que dan cuenta de su riqueza se encuentran el Templo de San
Diego, uno de los más antiguos de la ciudad y bajo el cual, en fechas recientes, se ha descubierto un antiguo convento que permaneció enterrado durante siglos; el teatro Juárez, fechado a finales del siglo
xix,
cuya decoración orientalista da cuenta de la
riqueza y el lujo derivados de la fiebre de la plata; la Universidad, fundada por los miembros de la Compañía de Jesús y uno de los más importantes centros académicos de nuestro país; la basílica, el palacio de gobierno y el templo de la Compañía, entre muchos otros inmuebles, plazas y espacios hacen de Guanajuato un laberinto en el que da gusto perderse, pues a cada paso se descubren tesoros excepcionales.
Calle Alonso, con el templo de San Diego al fondo. Conaculta-inah. foto: Pedro Vázquez Nieto. Arriba: Vista de Guanajuato desde el Pípila. foto: Robert Crum.
Guanajuato. Inscripción a la Unesco, 1988
Luminaria de Guanajuato Efr aí n
Hue rta
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ana ranaje pesadilla, rana crepuscular liso albor desollado centavito mordido, murciélago mojado. Lluvia que tira tiros en lo profundo de un follaje de miedo a la mera hora en que las rocas multiplican sus esculturas, una tea reincendia la puerta de la Alhóndiga y yo hago y deshago, como siempre, mi pobreza de espíritu. Rana ranas de Guanajuato Rana de los ríos celestes, de la montaña piramidal Rana de oro y cantera Rana igualita a Diego y Diego igualito al Cubilete sin concreto ni incienso. Rana metálica Rana reina en El País de las Siete Luminarias, de la reverberación como navajazo en los ojos y la modorra del alma a la flaca sombra del mezquite o el ensueño en el aroma heroico del huizache. Rana guanaja, madre caracola de la hipocresía, ranita roja en la palma de la mano y en los cascos de las haciendas feudales vacíos como un hocico sin colmillos. A lo ancho y a lo largo de este mediodía nos hundimos en una cañada sin fin para encontrar el Bosque sin Horas que en sus minutos de locura Manuel Fernández ha cuidado como al ala de su sombrero gris. Sacamos agua fresca de los aljibes como quien saca su espeso pasado de un cántaro de San Luisito. Allí el agua es tan agua que da pavor como en la noche de espantos de Irapuato
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donde la niñez ardió en un rincón de cristalina tristeza. Veo los árboles arbolados, la inclemencia en la densidad de la lluvia que nos detiene como a intrusos a la puerta de un litoral de mágico verdor. Bautizamos el encino (Raúl Roa) el poderoso álamo (Ernesto Che Guevara) el tembloroso aliso (Federico García Lorca) y el roble de la recia belleza (Antonio Machado). Altos árboles alto llanto iluminado amor fraternal y arrebatada transparencia. En el húmedo sendero de las pisadas de un venado joven señalan el camino del resplandor y los loores. Barranca arriba enamorados de la sombra regresamos a las suavidades de una ciudad ignorante de la lluvia en sus bosques, en su Bosque donde los minutos son las sílabas aulladoras de alegría (De tan negros están largos los árboles) y el aire purísimo un signo que todo lo sustituye. Ah pesadilla rana como agua postrera rana roja de rojo pájaro cardenal ancha rana dieguita Rana luminaria platita valenciana Rana-Boca-del-Infierno ¿Recuerdas, Otaola, la fábula del tordo en el pirul?
La calandria colorada le dijo al tutubixí: ¡Vámonos a La Quemada! ¿Qué estamos haciendo aquí?
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Todos llevamos una losa a cuestas Todos tenemos una pena por los incendios que faltan Todos gavillamos ramos de amor a nuestro país Juntos, poetas oscuros poetas de claridades concretos e inconcretos del norte del sur del Centro andamos como casitas horrorizadas buscando la gran morada del desvelo. Parejamente andamos desencajados un poco descuajados por un hacha mortecina o por la zapatera charrasca del Coecillo leonés, pedregosos por las tibias callejuelas donde todas las noches tenemos un funeral de mandolinas. Lo innumerable son las ranas: rana tlatoca rana chichimeca sapo-rana otomite. Y lo innumerable es lo innombrable: el hilo primaveral que nos ahorca y el negro surco que nos aguarda y la amarillosa lealtad del trigo y el navegable mar de maíces. Y claro está que sí: una muerte camino a las colinas entre auroras que son puñaladas al acecho del laurelillo piel de culebra, afilar el minutero del Bosque con la venia del ranchero Margarito Rocha y con la sedosa corteza de diez encinos vestirnos con el traje vacío de la soledad.
Detalle del altar central de la iglesia de La Valenciana. Conaculta-inah. foto: Pablo Aguinaco. Páginas 229-230: Olga Costa. Caserío, 1955. Óleo sobre tela. reproducción: Rafael Doniz.
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Caminos de Guanajuato Jos é
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J imé n e z
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o vale nada la vida la vida no vale nada comienza siempre llorando y así llorando se acaba por eso es que en este mundo la vida no vale nada Bonito León, Guanajuato su feria con su jugada ahí se apuesta la vida y se respeta al que gana allá en mi León, Guanajuato la vida no vale nada El Cristo de tu montaña el Cerro del Cubilete consuelo de los que sufren adoración de la gente el Cristo de tu montaña del Cerro del Cubilete
Carl Nebel. Voyage pittoresque et archéologique dans la partie la plus intéressante du Mexique, 1836. Litografía. reproducción: Jorge Vértiz. Página 234-235: Olga Costa. La Valenciana, 1955. Óleo sobre fribracel. Colección Pablo Ortiz Monasterio. reproducción: Rafael Doniz.
Camino de Guanajuato que pasas por tantos pueblos no pases por Salamanca que ahí me hiere el recuerdo vete rodeando vereda no pases porque me muero Camino de Santa Rosa la sierra de Guanajuato ahí nomás tras lomita se ve Dolores Hidalgo yo ahí me quedo paisano allí es mi pueblo adorado.
Páginas 236-237: Mina la Valenciana. foto: Adalberto Ríos.
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Morelia CENTRO HISTÓRICO
= En las faldas de la Sierra Madre Occidental se encuentra la ciudad de Morelia, la antigua Valladolid que vio nacer a José María Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, José Mariano Michelena, Agustín de Iturbide y otros personajes de nuestra historia. Su traza en damero data del siglo xvi y su centro histórico cuenta con más de veinte iglesias e igual número de construcciones civiles que, bajo la singular luz de la región, ofrecen, como diría José Rubén Romero, un paisaje “como de acuarela”.
Entre las
estampas inolvidables de esta ciudad está la de su plaza central, con su catedral barroca de cantera rosada, una de las expresiones majestuosas del que se ha venido a llamar “barroco moreliano”. Este peculiar estilo, que se caracteriza por sus tableros y molduras, también puede observarse en el acueducto, en el conjunto de la iglesia de la Compañía de Jesús, en el antiguo colegio jesuita y en los patios y corredores de una gran cantidad de casonas virreinales.
Un dibujo de Morelia no estaría completo sin los escenarios
que fueron decisivos en la gesta de Independencia, como las casas de Morelos y Michelena y el actual Museo Casa de Morelos que, entre otros tesoros, alberga los del Archivo del Arzobispado de Michoacán.
Así, Morelia es efectivamente una
ciudad para pintarse en acuarela, una villa plena de rincones significativos que siempre es interesante volver a dibujar con el pincel, con la palabra y con la memoria.
Claustro del Centro Cultural Clavijero. Conaculta-inah. foto: Adalberto Ríos. Arriba: Detalle del techo del Santuario de Guadalupe. Conaculta-inah. foto: Adam Wiseman.
Michoacán. Inscripción a la Unesco, 1991
Morelia parece levantarse por arte de magia Mar que s a
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C a l de r ón
omo estábamos sólo a seis leguas a caballo de Morelia, no salimos de San Bartolo sino hasta las cuatro de la tarde, y gozamos de un ameno paseo a través de un paisaje fértil y boscoso; era el camino muy bueno y la tarde deliciosa. Cuando se puso el Sol, millones y decenas de millones de patos silvestres, levantando el vuelo sobre nuestras cabezas en ordenados escuadrones, oscurecieron el firmamento al cambiarse de paraje de un lago a otro. Morelia es muy alabada por la pureza de su atmósfera y la excesiva belleza de su cielo, y este atardecer afirmó su fama. Al transponer el Sol el horizonte, toda la parte de Occidente cubrióse de miríadas de pequeñas nubes de tonos lilas y dorados, que en las más variadas y fantásticas formas flotaban sobre el brillante azul del cielo. El lila se tornó púrpura, refulgió en un rubor de rosa, para teñirse de carmesí. El azul del cielo fue tomando aquellas verdes tintas tan peculiares de los ocasos italianos. El Sol, semejante a un globo flamígero, se hundió lentamente en una aureola de oro y bermellón, en tanto que el horizonte se quedaba iluminado como por la llama de un volcán. Después, el fulgente séquito de nubes se incendió brevemente de un prestado esplendor, para disolverse poco a poco, pasando por todos los colores del arcoíris; desde el rojo intenso y el rosa fuerte y el sonrosado, el violeta pálido y un azul desfallecido, flotando en un cendal de plata, hasta fundirse
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Ba r c a
en un gris suave que se desparramó sobre todo el cielo de Poniente. Mas enseguida se levantó la Luna en un firmamento sin nubes, sereno; y oímos el lejano sonido de las campanas de la catedral, que cada vez se percibía más distinto, desgranándose al fin en profundas y sonoras armonías, anunciando la cercanía de una gran ciudad. Produce un efecto extraño, después de viajar durante varios días por estos contornos tan agrestes, en los que no se ve sino alguna que otra hacienda solitaria o la choza de un indio, entrar a una hermosa ciudad como Morelia, que parece levantarse por arte de magia en medio del desierto y la que, sin embargo, ostenta todas las señales de su vetusta nobleza. A la luz de la Luna parece un panorama de la ciudad de México; con su hermosa plaza, los portales, la catedral, las anchas calles y las hermosas casas. Atravesamos la ciudad a caballo hasta la casa del coronel Yniestra en donde estamos alojados; pero como tenemos la intención de continuar nuestra jornada hasta sus límites más remotos sin detenernos, nos encontramos ahora, después de una noche de descanso, listos para volver a montar a caballo. Están ensillando las cabalgaduras, enrollan los sarapes detrás de las sillas; bajan nuestros lits de voyage para plegarlos otra vez; cargando las mulas, y en esta batahola se va mucho tiempo. A nuestro regreso esperamos permanecer aquí algunos días para ver todo lo que valga la pena de verse.
Querubines, detalle del retablo del templo de Santa Rosa de Lima. Conaculta-inah. foto: Adalberto Ríos.
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Zacatecas CENTRO HISTÓRICO
= Zacatecas es una flor mineral: brotó de la riqueza argentífera que varias generaciones arrancaron a los suelos de la región. Y, como todas las ciudades que crecen al amparo de los metales, su rostro es grandilocuente y no puede fecharse en una época. Muchos de sus rincones se fueron edificando con el paso de los años para que la villa no se quedara atrás en las modas que imperaban en las capitales del mundo.
Fundada en 1546 a los pies del
Cerro de la Bufa, Zacatecas formó parte del reino de la Nueva Galicia y recibió su escudo de armas del rey Felipe II. Tiempo después comenzó a tomar forma su caprichosa traza urbana que es recordada por no estar construida en torno a un zócalo central, sino como un tronco del que brotan callejuelas como raíces con edificaciones en la marca predominante de la cantera rosa que hoy pareciera un distintivo de Zacatecas.
Su
catedral es una obra maestra del siglo xviii mexicano y ostenta un retablo de madera estofada que da cuenta de la devoción y riqueza de los zacatecanos. Otras edificaciones religiosas de gran valor son el Ex Templo de San Agustín y el antiguo convento de San Francisco, que hoy alberga al Museo Rafael Coronel. Las rutas de plata de la zona también nutrieron la arquitectura civil, entre cuyas joyas destacan el acueducto, la alhóndiga, la Casa de Moneda, el Palacio de Justicia, el Palacio de Gobierno y la Plaza de Armas que contribuyen a la desbordada belleza de esta ciudad mineral que es flor del desierto. Fachada lateral del Ex Templo de San Agustín, siglo xviii. Conaculta-inah. foto: Jorge Vértiz. Arriba: Detalle de la fachada de un hotel en avenida Hidalgo, frente a la Plaza de Armas. foto: Gerardo Hellion.
Estado: Zacatecas. Inscripción: 1993
La marca de sus bonanzas Eug e ni o
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d e l
H oyo
n el fin de siècle vivió Zacatecas la última de sus bonanzas mineras con la consiguiente afluencia de gente de todos los rumbos —incluso gran número de extranjeros—, prosperidad económica, bienestar social, lujo y derroche, importantes obras de bien común y la completa transformación de la fisonomía urbana y arquitectónica del centro de la ciudad: cuando se tiene dinero se viste a la última moda; por eso en Zacatecas, en cada bonanza, la ciudad cambió de estilo y desaparecieron tantos testimonios del pasado. [...] ¶ Zacatecas ha venido cambiando su aspecto y sus gentes en cada una de sus bonanzas. Por eso el Zacatecas actual no es una ciudad “colonial”, como quieren muchos, sino francamente romántica, muy fin de siècle; por eso en Zacatecas es difícil encontrar familias que hayan vivido en ella por más de tres generaciones; por eso la intrahistoria de la ciudad puede dividirse en etapas claramente amojonadas por las sucesivas bonanzas y sus correspondientes crisis. [...] ¶ “Sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”, aconsejaba López Velarde a la dolida Patria, y tal parece que Zacatecas escuchó y siguió el consejo del poeta. El correr de los tiempos como que se había detenido en sereno romance; nada cambiaba en la pequeña, pobre y señorial ciudad
tan carente de fuentes de trabajo y tan escasa en vías de comunicación, que eran muy pocos los que entraban y salían por sus caminos. Y esto hizo que la ciudad se ensimismase y se replegase en su pasado y permaneciese fiel a sus costumbres y tradiciones por más de veinticinco años. Ni cambiaba su aspecto urbano, ni cambiaba su gente, ni cambiaba el modo de ser y de vivir en el vecindario. Zacatecas fue entonces una ciudad ensimismada. Desde la Revolución, desde aquel día aciago en que sus moradores fueron barridos y dispersados por los “vientos de Fronda”, la ciudad, remetida en su estrecha cañada, había quedado ceñida por un ancho cinturón de ruinas y tapiales informes cubiertos de nopalera. [...] ¶ Sus tres largas calles y sus muchos callejones y callejas, empinados, estrechos y tortuosos, conservaban los viejos, magníficos y típicos empedrados de azulosa y verdeante piedra de mina, acarreada de antiguos terrenos y que, al decir de las gentes, eran piedras de muy alta ley; por eso presumían orgullosos los zacatecanos de que ellos pisaban en piso de plata: “Patria: en piso de metal, vives al día, de milagro, como la lotería”; y hasta llegó a correr la voz de que una compañía “americana” ofrecía pavimentar toda la ciudad, con moderno pavimento, a cambio de aquellas piedras.
Fachada de la catedral. Conaculta-inah. foto: Jorge Vértiz. Páginas 246-247: Fachada del Ex Templo de San Francisco. Museo Rafael Coronel. foto: Adalberto Ríos.
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n el fin de siècle vivió Zacatecas la última de sus bonanzas mineras con la consiguiente afluencia de gente de todos los rumbos —incluso gran número de extranjeros—, prosperidad económica, bienestar social, lujo y derroche, importantes obras de bien común y la completa transformación de la fisonomía urbana y arquitectónica del centro de la ciudad: cuando se tiene dinero se viste a la última moda; por eso en Zacatecas, en cada bonanza, la ciudad cambió de estilo y desaparecieron tantos testimonios del pasado. [...] ¶ Zacatecas ha venido cambiando su aspecto y sus gentes en cada una de sus bonanzas. Por eso el Zacatecas actual no es una ciudad “colonial”, como quieren muchos, sino francamente romántica, muy fin de siècle; por eso en Zacatecas es difícil encontrar familias que hayan vivido en ella por más de tres generaciones; por eso la intrahistoria de la ciudad puede dividirse en etapas claramente amojonadas por las sucesivas bonanzas y sus correspondientes crisis. [...] ¶ “Sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”, aconsejaba López Velarde a la dolida Patria, y tal parece que Zacatecas escuchó y siguió el consejo del poeta. El correr de los tiempos como que se había detenido en sereno romance; nada cambiaba en la pequeña, pobre y señorial ciudad tan carente de fuentes de trabajo y tan escasa en vías de comunicación, que eran muy pocos los que entraban y salían por sus caminos. Y esto hizo que la ciudad se ensimismase y se replegase en su pasado y permaneciese fiel a sus costumbres y tradiciones por más de veinticinco años. Ni cambiaba su aspecto urbano, ni cambiaba su gente, ni cambiaba el modo de ser y de vivir en el vecindario. Zacatecas fue entonces una ciudad ensimismada. Desde la Revolución, desde aquel día aciago en que sus moradores fueron barridos y dispersados por los “vientos de Fronda”, la ciudad, remetida en su estrecha cañada, había quedado ceñida por un ancho cinturón de ruinas y tapiales informes cubiertos de nopalera. [...] ¶
Centro histórico de Zacatecas
Sus tres largas calles y sus muchos callejones y callejas, empinados, estrechos y tortuosos, conservaban los viejos, magníficos y típicos empedrados de azulosa y verdeante piedra de mina, acarreada de antiguos terrenos y que, al decir de las gentes, eran piedras de muy alta ley; por eso presumían orgullosos los zacatecanos de que ellos pisaban en piso de plata: “Patria: en piso de metal, vives al día, de milagro, como la lotería”; y hasta llegó a correr la voz de que una compañía “americana” ofrecía pavimentar toda la ciudad, con moderno pavimento, a cambio de aquellas piedras.
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Centro histรณrico de Zacatecas
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La bizarra capital de mi estado Ram ón
Lóp e z
Ve l a r de
A Jesús B. González
He de encomiar en verso sincerista la capital bizarra de mi Estado, que es un cielo cruel y una tierra colorada.
Una frialdad unánime en el ambiente, y unas recatadas señoritas con rostro de manzana, ilustraciones prófugas de las cajas de pasas. Católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de época terciaria. (Y se odian los unos a los otros con buena fe.) Una típica montaña que, fingiendo un corcel que se encabrita, al dorso lleva una capilla, alzada al Patrocinio de la Virgen. Altas y bajas del terreno, que son siempre una broma pesada.
Carl Nebel. Vista lateral de la catedral desde la plaza donde hoy se ubica el antiguo mercado, 1836. Litografía. Páginas 250-251: Mercado en la calle de la Reforma. Colección: Federico Sescosse. reproducciones: Jorge Vértiz.
Centro histórico de Zacatecas
Y una Catedral, y una campana mayor que cuando suena, simultánea con el primer clarín del primer gallo, en las avemarías, me da lástima que no la escuche el Papa. Porque la cristiandad entonces clama cual si fuese su queja más urgida la vibración metálica, y al concurrir ese clamor concéntrico del bronce, en el ánima del ánima se siente que las aguas del bautismo nos corren por los huesos y otra vez nos penetran y nos lavan.
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Querétaro ZONA DE MONUMENTOS HISTÓRICOS
= Los viajeros que llegan a Querétaro suelen decir que la ciudad se revela seductora desde las alturas que la circundan. Llegar a ella es adentrarse en un ámbito de tan admirable abundancia que llevó al jesuita Francisco Antonio Navarrete a concluir que “no había convento que no fuera un paraíso, casa que no fuera un jardín, barrio que no fuera una primavera, ni salida por rumbo alguno que no fuera una deliciosa amenidad”.
Construida a siete kilómetros del sitio arqueológico conocido como El Pueblito,
Querétaro se convirtió muy pronto en la tercera ciudad de Nueva España, después de México y Puebla. Edificada, entre otras razones, para abastecer los poblados mineros de Guanajuato y Zacatecas, su arquitectura es la de una fiesta barroca.
Destacan el
acueducto, del cual el viajero Henry George Ward afirmaría que tenía “arcos elevados, ligeros y audaces”; la Casa de Ecala, con su fachada de cantera, herrería y cerámica de talavera; el Palacio de la Corregidora, la Casa del Marqués de Rayas, el templo de San Agustín, la iglesia de San Felipe Neri y los conventos de San Francisco y San Antonio, entre otros edificios que nos dejan ver que los habitantes de esta población siempre han tenido una noción de la vida íntimamente ligada a la belleza. Acaso por eso Querétaro se ofrece desde la lejanía como una visión maravillosa o como un espejismo.
Detalle del retablo de la iglesia de Santa Rosa de Viterbo, siglo xviii. Conaculta-inah. foto: Jorge Vértiz. Arriba: Detalle decorativo de los contrafuertes del convento de Santa Rosa. Conaculta-inah. foto: Bryan Busovicki.
Querétaro. Inscripción a la Unesco, 1996
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Las glorias de Querétaro C ar los
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Sigü e n za
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G óngor a
Embarazo del aire,
de Querétaro nobles suspensiones, sin mendigar a Europa perfecciones ni recelar del tiempo algún desaire, yace un galante Templo donde airosa contemplo la perfección en término sucinto del volado Arquitrabe al bajo Plinto. Su estructura excelente, informada con mórbida blandura, es bella emulación de la luz pura, augusta envidia del ardor fulgente de ese ardiente Topacio que en el azul Palacio es Monarca de luces, cuya gala bárbaro aluda el Oriental Bengala. En todo majestuoso, airosamente por el aire sube a coronarse de volante nube: ¿qué digo?, pues advierto que es ocioso, cuando sin osadía en presencia del día del mismo Atlante en competencias bellas en sus hombros sustenta a las estrellas.
Detalle del Antiguo Convento de San Agustín. Conaculta-inah. Páginas 254-255: Antiguo Convento de San Agustín, siglo xviii. Museo de Arte de Querétaro. Conaculta-inah. fotos: Jorge Vértiz. Páginas 258-259: Plano Tipus Seu Descriptio Zivitatis Queretanensis, 1714. Archivo de Indias, Sevilla. reproducción: Jorge Vèrtiz. Páginas 260-261: Detalle del acueducto, 1893.
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San Miguel de Allende y Atotonilco CIUDAD HISTÓRICA Y SANTUARIO
= La antigua villa de San Miguel, cuna de Ignacio Allende, fue un enlace significativo en la época de la Independencia: entre otros acontecimientos, otorgó a los insurgentes su primer estandarte, el de la Virgen de Guadalupe, que el cura Hidalgo tomó del santuario de Atotonilco. Sin embargo, la historia de esta población se remonta varios siglos atrás, hasta 1542, cuando fray Juan de San Miguel tomó posesión del sitio y construyó una pequeña iglesia de varas. Durante el siglo xvii los franciscanos fundaron su convento bajo la advocación de san Antonio y en ese momento comenzó el gran repunte económico de la villa.
Entonces se edificó la catedral, aunque su fachada neogótica
se construyó hacia fines del xix. Pero en la armonía y el color de San Miguel, el que fue decisivo, fue el siglo xviii, pues sus rincones más entrañables fueron concebidos en ese periodo. El Oratorio de San Felipe Neri, donde se impartió la primera cátedra de filosofía cartesiana en América y donde estudiaron los Allende y los Aldama, se fundó en 1704. También en esa centuria se comenzaron a construir la capilla de Loreto, el monasterio de la Concepción, el templo que hoy día se conoce como Casa Colorada, el palacio de los señores de la Canal y el mencionado Santuario de Atotonilco, levantado por iniciativa del reverendo padre Alfaro, a quien el redentor se apareció en sueños para pedirle que edificara un templo en aquel preciso lugar. Así, entre la dedicación y el sueño surgieron los rincones más significativos de esta villa que no sólo es cuna de la Independencia; también es hogar de poetas, artistas plásticos y apasionados del país.
Puerta de la Casa de la Canal, finales del siglo xviii. Arriba: Detalle de muro al fresco. fotos: Pablo Aguinaco.
Guanajuato. Inscripción a la Unesco, 2008
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Noche de San Miguel Els a
C r os s
Bancas mojadas en la plaza.
Tras la lluvia los niños saltan sobre los charcos. Los flamboyanes se desangran sobre el suelo. Cornisas de palomas. Los peregrinos van con cirios y coronas de flores. Halo de insectos en los faroles. En cada esquina se bebe por San Miguel. En su fiesta, borracho, deja escapar al diablo. Las mujeres venden amuletos, flores de pericón enlazadas en cruz. Los peregrinos bailan sus mismas danzas. ¿Para qué dioses? Espigas, cruces, vides. Ángeles que vuelan, ángeles que caen —del frontispicio. Un hombre se desangra las rodillas a la mitad del atrio.
Casa del Inquisidor, siglo xviii. foto: Martirene Alcántara. Páginas 264-265: Leonard Brooks. Noche de San Miguel, 1986. Acuarela. reproducción: Dolores Dalhaus.
El pueblo envuelto en humo se pierde entre los montes; los fotógrafos vuelven a sus casas con sus caballos de cartón.
Páginas 268-269: Anónimo. Descripción de la ciudad de Jerusalén, siglo xviii. Óleo sobre tela. reproducción: Pablo Aguinaco.
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Bancas mojadas en la plaza. Tras la lluvia los niños saltan sobre los charcos. Los flamboyanes se desangran sobre el suelo. Corinas de palomas. Los peregrinos van con cirios y coronas de flores. Halo de insectos en los faroles. En cada esquina se bebe por San Miguel. En su fiesta, borracho, deja escapar al diablo. Las mujeres venden amuletos, flores de pericón enlazadas en cruz. Los peregrinos bailan sus mismas danzas. ¿Para qué dioses? Espigas, cruces, vides. Ángeles que vuela, ángeles que caen —del frontispicio. Un hombre se desangra las rodillas a la mitad del atrio. El pueblo envuelto en humo se pierde entre los montes, los fotógrafos vuelven a sus casas con sus caballos de cartón.
San Miguel de Allende y Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco
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Ciudadela religiosa Fr anc i s c o
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l Santuario de Atotonilco […] es un gusto, un desahogo religioso, casi un capricho emocional del venerable asceta Luis Felipe Neri de Alfaro, sacerdote del Oratorio. Fue un lugar de retiro para él y de peregrinación para el pueblo. Comenzó su construcción en 1746, terminándose en 1748.
Pero no sería el templo la obra más importante, sino la capilla del Santo Sepulcro, que forma escuadra con la iglesia principal y cuya entrada está en el sotocoro. Esta suntuosa y original capilla fue construida de 1760 a 1763.¶ Desde las hojas de madera de la entrada comienza el interés artístico de estas capillas erigidas en el desierto. Están pintadas, en su parte posterior, con escenas de los vicios y su castigo, y de las virtudes y sus premios. Mas abundan, como es humano, los pecados. Para quien quiera conocer la imagen del infierno y del diablo que se tenía en la Nueva España del siglo xviii, que estudie estos pequeños cuadro pintados en
las puertas; por lo demás, no deja de ser la misma visión tenida en la Edad Media. ¶ La iglesia está dedicada a Jesús Nazareno, cuya excelente escultura está sobre el altar mayor. En el presbiterio, al lado derecho, está el sepulcro del padre Alfaro. Las cuatro capillas que además de la del Santo Sepulcro se abren en la nave, son de plantas y estructuras diferentes, así como de mayor o menor interés artístico. La del Rosario tiene dos retratos al temple, en la entrada al camarín, que son excelentes: representan a los padres de Alfaro. En el camarín se desbarata un lindo retablo relicario, plateado, único en México. ¶ La magna capilla del Santo Sepulcro es excepcional por tres motivos: las pinturas del artista “popular” Miguel Antonio Martínez Pocasangre, muy curiosas y emotivas; los poemas que se inscriben en los muros, del padre Alfaro, y los altares del crucero, son tres “cuevas” coronadas por grupos escultóricos de la pasión y muerte de Cristo, de tamaño natural, que son el conjunto escultórico más monumental producido por la Nueva España. ¶ Muchos recuerdos históricos alberga este santuario, desde la boda en él celebrada de Ignacio Allende con Agustina de las Fuentes, hasta el haber dado el lábaro de la revolución de Independencia en la pintura de la Virgen de Guadalupe que el cura don Miguel Hidalgo tomó de la sacristía. Su conservación es un deber nacional. Detalle de la procesión de Semana Santa en San Miguel, siglo xviii. Conaculta-inah. foto: Jorge Vértiz. Páginas 272-273: Techo a la entrada del santuario. Conaculta-inah. foto: Guillermo Aldana.
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Tlacotalpan ZONA DE MONUMENTOS HISTÓRICOS
= Pensar en Tlacotalpan es pensar en el Papaloapan: en su corriente que durante siglos fue una ruta complementaria capaz de unir la sierra de Oaxaca con la costa; en su biodiversidad, que ha sido el sustento de la gente desde tiempos inmemoriales, y en los milagros que ahí ocurren, como el de la Virgen de la Candelaria que año con año bendice al pueblo y lo protege contra las inundaciones tras ser llevada en procesión seguida por todos sus feligreses.
Situada en la margen izquierda del río, la plaza
central se encuentra muy cerca de la ribera y sus calles principales se organizan longitudinalmente con respecto a la corriente. Sus aguas dulces configuran las formas de ser y hacer de los habitantes de la región: al salir de la escuela los niños acuden a los enclaves en los que pueden darse un chapuzón, los adultos contemplan las puestas del Sol, los ancianos arrojan las cenizas de sus muertos al río para que se las lleve la corriente, los artistas siguen pintando escenas como si quisieran capturar el fluir perpetuo del Papaloapan.
Ciudad natal de Agustín Lara, Tlacotalpan es
tierra de músicos, pues sus paisajes y sus leyendas dan pretexto a decenas de jaraneros que componen lo mismo huapangos que sones jarochos en los que el buen humor y el jolgorio suelen ser la norma. Y que nos recuerdan el dicho popular: “si el río suena es porque agua lleva”, aunque en Tlacotalpan lleva mucho más que agua.
Casonas tradicionales en el Centro. foto: Adalberto Ríos. Arriba: foto: Charles Mahaux. Páginas 276-277: fotos: Gonzalo Azumendi.
Veracruz. Inscripción a la Unesco, 1998
Un fenómeno jarocho Ge r m án
S
De h e sa
i vienes a Tlacotalpan, procura por tu bien dejar en el camino tu pesado gabán de “intelectual”. Aquí nada más te va a estorbar. La tentación de racionalizar te asaltará (a mano armada) frente a este fenómeno entre goliárdico y jarocho. De nada sirven los juicios al vapor, las aproximaciones psicosociales y los mensajes ecologistas. Las fiestas son como son y en ellas la violencia y la ternura bailan juntas y consiguen la paz. El asunto no es de pensar, es de imaginar, de escuchar, mirar y disfrutar. ¿Quién decidió que las palmeras, las umbrías arcadas, los balcones de primorosa herrería, las camas con dosel y los muebles de bejuco cayeran en su lugar y formaran armonía? El tiempo, el terco tiempo. Lo demás lo ignoro y por lo tanto lo imagino. ¿De dónde el cadencioso garbo de las muchachas que danzan al caminar y bailan como si caminaran? ¿Quién inventó las gorditas de frijol negro? ¿Por qué un tlacotalpe-
ño si no tiene tres apodos, por lo menos, no merece ser de aquí? ¿Quién tuvo la ocurrencia de que La Candelaria, la virgen navegante, estaría particularmente satisfecha si, en las vísperas de su fiesta, soltaran por el pueblo seis toros enloquecidos que siembran el pánico, el destrozo y el júbilo democrático por toda la población? ¶ Para todas estas preguntas tengo una sola y contundente respuesta: sepa. ¶ Ya no me cabe más color en los ojos, ni más aromas en el olfato, ni más calideces y sonrisas en el alma. ¶ ¿Han probado ustedes una buena sopa de acuyo con camarones y bolitas de masa? ¿Nooo? ¿Pues dónde han andado, criaturas? Como ya es o debería ser sabido, su Charro Negro ha andado por Tlacotalpan ejecutando lo que técnicamente se llama tirar baba. Les notifico que, por obra y gracia de un obeso músico tlacotalpeño, ya no soy Germán Dehesa, sino “el Salinas”. ¶
Portales en el Centro. foto: Charles Mahaux. Página anterior: Templo de San Cristóbal y quiosco en la plaza principal. Conaculta-inah. Páginas 280-281: Arcada e iglesia de la Virgen de la Candelaria. Conaculta-inah. fotos: José Fuste.
Llevo tres días sin ver la televisión, sin leer periódicos y sin toparme con ningún funcionario. ¿No es el paraíso? Comienzan a circular los tamalitos, pero ya no hay tiempo: viene atracando “El Mi”, lanchón afamado que nos llevará a ver la procesión fluvial de la Virgen de la Candelaria que, cual corresponde, viene estrenando vestido y con el Niño Jesús en los brazos. El río hierve de lanchas de todos los tamaños y de todos los colores. En el muelle, los lugareños forman valla (y bulla) para darle paso a la Señora (su Señora) que viene, guapa y airosa, a pasear por el río en compañía de su hijo que tiene cuarenta días de nacido. ¶ El río, dice Baricco, es el modo más dulce que tiene el mar de venir por nosotros. Nadie mejor que el río sabe el camino que nos llevará al océano sin violencia, ni asperezas. Cada ser humano debería tener su río que, sin herir ni ser heridos, nos reintegrara tiernamente al regazo del mar, nuestra madre común. Yo ya tengo mi río y se llama Papaloapan. ¶ Hoy, día de La Candelaria, mi río amaneció impaciente y con su lomo gris jaspeado que ya no azul. Sopla el viento del Norte. Retumban los cuetes, los vítores y las jaranas mientras la Señora es colocada en “El Amateco”, un inmenso y rojo transbordador engalanado con flores y cientos
de globos (los tlacotalpeños son globalifílicos). La Virgen, me dicen, llegó de Barcelona en el siglo xviii y originalmente traía al pequeño Jesús sentado en una mano de su madre y sostenido por la otra. Esto le pareció muy mal a las damas tlacotalpeñas que solicitaron urgentemente una cita con el obispo. Es una crueldad, señor obispo; la criatura tiene apenas cuarenta días y se le va a pandear el espinazo, le dijeron. Es el hijo de Dios y tiene poderes sobrenaturales, aventuró el prelado. Pué será muy hijo de Dios, pero se le va a pandear el espinazo. Discutir con una mujer es tarea inútil; discutir con varias mujeres tlacotalpeñas es mortal de necesidad: ahora el Niño viene recostado y se le mira muy a gusto. Rodeada por las barcas, el atardecer y la música, La Candelaria navega por el Río de las Mariposas. ¶ En el amplio lanchón cabemos todos: visitantes, señoras con bebé (o en trance de fabricarlos), los “chuchumbé”, jaraneros ilustres y personajes de toda laya y condición. “¡Virgen de La Candelaria / Te pedimos por el mundo / te pedimos por el río / te pedimos por el bosque / te pedimos por los niños”. Mi amigo xalapeño y su Charro Negro escondemos el rostro para que los jaraneros que cantan esta salmodia no nos vean llorando.
Zona de monumentos históricos de Tlacotalpan
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Campeche CIUDAD HISTÓRICA FORTIFICADA
= Con la vista de la Mar Océano en el horizonte y la marca de piedra de su muralla, Campeche sorprende por la armonía de su plaza central, donde conviven la catedral, la Aduana Marítima, el Palacio Municipal, el Palacio de Gobierno, la Gendarmería, el mercado y un jardín cuyos faroles —decía el poeta Luis G. Urbina— “chorrean oro encendido”. La historia de este enclave marítimo se remonta al siglo
xvi,
cuando Francisco de Montejo, hijo del Adelantado, fundó la villa y el puerto de San Francisco de Campeche a un kilómetro de distancia de un poblado maya.
Los
ataques de los piratas, fundamentales en su actual distribución urbana, fueron la marca del siglo xvii. Nombres de personajes como Pata de Palo y Henry Morgan están escritos en las más fascinantes páginas de aventura de esta población.
Además
de su muralla, que se terminó a inicios del siglo xviii, para proteger a la ciudad de los ataques marítimos, marcan la arquitectura campechana inmuebles de gran valor histórico y estético, como la iglesia de San José, con terminaciones hispanoárabes, las casonas coloniales con uno o dos pisos y techos de azoteas y los antiguos teatros y hospitales que dan cuenta de que esta ciudad invita a la poesía. Tal vez por eso José Vasconcelos decía que “mientras que en el Norte del país todo el mundo aspiraba a la riqueza, la ambición de cada alumno del Instituto Campechano era ser un gran poeta”.
Fachada de El Polvorín, depósito de pólvora de la antigua ciudad. foto: Gerardo Hellion Arriba: Fuerte de San Miguel. foto: Adalberto Ríos. Página 285: Detalle de la restauración de las casas campechanas. foto: Gerardo Hellion.
Campeche. Inscripción a la Unesco, 1999
Lucha contra lo eterno Hé c tor
Pé r e z
Ma rt ín e z
T
odo tiene en Campeche un aire de inmutabilidad: las piedras y los hombres. La garra de los años no ha podido herir hondamente a mi vieja ciudad. Mantiénese como una grave dama venida a menos, recostada en el pasado como en un almohadón. No importa que el traje se haya
deshecho, si por entre las rasgaduras asoma la pátina del tiempo, el matiz que le da antigüedad, el color que le presta un clima que no es de nuestra época. Junto al mar, que se renueva a cada instante, Campeche es el gesto de la eternidad, lo inconmovible, lo imperecedero. Se llega a la capital de mi estado como a un rincón donde una mano nunca ha puesto la señal de lo nuevo. Uno va a encontrar al amigo de antaño padeciendo las mismas manías, yendo al parque cuando desde el reloj de la catedral se desgajan las ocho campanadas de la noche, a trabar la misma, pesarosa, lenta, invariable plática y a contemplar en el alto cielo la lluvia de las estrellas. ¶ Se llega a Campeche como al hogar. Esas pinturas de la vida provinciana que a veces nos parecen exageradas sufren comprobación absoluta en Campeche. Es la provincia por excelencia: la provincia desnutrida de la vida que ruge más allá de sus propios límites; la provincia encerrada en sí misma, echada sobre su propio destino, lánguida e impasible. ¶ Durante el Virreinato, para preservarla de los ataques de bucaneros y corsarios, se le construyó un cíngulo de piedras. Una muralla la aisló del mar. Este sino del aislamiento la ha perseguido y le ha creado un complejo de introversión. El aire del mar penetra en las paredes y desintegra la cal. Es de mirarse cómo asoman por los muros las puntas de las piedras y cómo construyen un gesto huraño; cómo se corre desde la orilla de las azoteas un verdín espectacular que da a las fachadas un sombrío, lacerado aspecto. Los baluartes, tras de cuyas almenas los españoles resistieron las acometidas de los piratas, parecen defender esa viva ruina. No es de extrañar que la gente esté enferma de ruinas. [...] ¶ La vida de Campeche se nutre del monte y del mar. Llegan del primero las mieses: larga tarea del indio bajo el sol hostil. Cada grano de maíz arrancado a la piedra supone una espera doliente, como es doliente la faena del pescador en la espera sobre la líquida llanura. […] ¶ Campeche permanece impasible y eterno. Y hay que borrar ese gesto de eternidad; la vida es cambiante y deben seguirse sus vaivenes, ligarla a la suerte común; gozar por las dichas que nosotros no tenemos, las de nuestros hermanos.
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El filibustero Eli g i o
S
Anc ona
in duda habréis oído hablar de Laurent Graff, conocido vulgarmente bajo el nombre de Lorencillo. ¶ —En mi niñez me entretenían con la relación de las hazañas de ese célebre pirata. ¶ —Entonces sabréis también que el 18 de julio de 1685 atacó la villa de Campeche y la tomó después de una resistencia desesperada que hizo el vecindario y la corta tropa que guarnecía el castillo de San Carlos. ¿Habéis estado alguna vez en Campeche? ¶ —Nunca. ¶ —El pequeño castillo de San Carlos, cuyos muros besan las aguas del mar, era entonces la única defensa con que contaba la villa, porque aún no se había construido el de Santa Rosa. ¶ “Entre la tropa que guarnecía el castillo, al mando del teniente de gobernador don Felipe
de la Barrera, se hallaba mi padre defendiendo heroicamente el honor de la villa. Tan heroicamente, que perdió la vida antes de que Lorencillo desembarcara”. ¶ —Vos estaríais entonces en Campeche con vuestra madre. ¶ —Sí; pero como el saqueo que hizo Lorencillo en la villa nos redujo a la indigencia, mi madre se vino conmigo a Mérida a solicitar del gobernador don Juan Bruno Tello de Guzmán, la pensión a que se creía acreedora como viuda de un militar muerto gloriosamente en la defensa de Campeche. Pero el desamparo en que nos hallábamos hizo que el gobernador desatendiese la solicitud de mi madre, como la desatendieron sus sucesores, hasta don Martín de Urzúa y Arizmendi, que acaba de ser depuesto y reemplazado por don Álvaro de Rivaguda.
Vida cotidiana en la capital campechana. fotos: Adam Wiseman. Páginas 288-289: John Philips o Alfred Rider. Campeachi, 1848. Litografía acuarelada. Colección Roberto Mayer. reproducción: Jorge Vértiz.
Imagen de eternidad Si lvi a
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Moli na
so era Campeche para mí: una familia, una manera de ser, una comida cuyo sazón tenía un poco de mar, una pizca de monte, una cucharadita de selva; una música que arrullaba como las olas, que dibujaba las murallas, que se movía como las palmeras, que halagaba a las muje-
res; una fruta con aromas tropicales, una ropa de fiesta, unas joyas de reina; y un mar que me llamaba en nombre de mis antepasadas para que me reconociera en él, para que no me sintiera huérfana.
Ciudad histórica fortificada de Campeche
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+ Edificios y monumentos ?
=
Casa-Taller Luis Barragán
= “La vida privada de belleza no merece llamarse humana”, dijo el arquitecto Luis Barragán en el discurso que ofreció cuando le fue otorgado el Premio Pritzker. La que fuera su Casa-Taller hace honor a la estética que el jalisciense sostuvo toda su vida. Hablar de la obra de Barragán es convocar al embrujo, al silencio, al color, al amoroso lazo del hombre y la naturaleza. Ubicada en el tradicional barrio de Tacubaya, la morada de este insigne constructor puede verse como una suerte de manifiesto sobre sus principios creativos y como un testimonio de su concepción del mundo.
La Casa-Taller Luis Barragán fue construida entre 1947 y 1948 y puede
mirarse como la puesta al día de los alcances del Movimiento Moderno, sintetizados con elementos de otras tradiciones constructivas que el arquitecto apreciaba especialmente, entre ellas las vernáculas mexicanas y las del Norte de África, especialmente las de Marruecos.
El arquitecto habitó en este inmueble hasta su
muerte en 1988, por lo que tuvo la posibilidad de elaborar algunas modificaciones en el espacio que dan cuenta de la evolución de su pensamiento, de sus revisiones, de los matices que cobraban algunos conceptos y de sus descubrimientos en materia constructiva. Él solía decir que “una casa nunca está terminada, pues es un organismo en constante evolución”, y la suya era testimonio vivo de ello y de que la belleza debe asentarse poco a poco en cada uno de nuestros rincones cotidianos.
Detalles del jardín. Arriba: Ventana que da hacia el jardín. Páginas 292-293: Terraza. fotos: Martirene Alcántara.
México D.F. Inscripción a la Unesco, 2004
Recintos de la convivencia. Los usos de la tradición O c tav i o Pa z
E
l arte de Barragán es moderno pero no modernista, es universal pero no es un reflejo de Nueva York o de Milán. Barragán ha construido casas y edificios que nos seducen por sus proporciones nobles y por su geometría serena; no menos hermosa —y más benéfica socialmente— es su “arquitectura exterior”, como él llama a las calles, muros, plazas, fuentes, y jardines que ha trazado. La función social de estos conjuntos no está reñida con su finalidad espiritual. Los hombres modernos vivimos aislados y necesitamos reconstruir nuestra comunidad, rehacer los lazos que nos unen a nuestros semejantes; al mismo tiempo, debemos recobrar el viejo arte de saber quedarnos solos, el arte del recogimiento. Las plazas y arboledas de Barragán responden a esta doble necesidad: son lugares de encuentro y son sitios de apartamiento. ¶ Barragán dijo una vez que su arquitectura estaba inspirada por dos palabras: la palabra magia y la palabra sorpresa. Y agregó: “se trata de encontrar sorpresas al caminar por cualquier calle y al llegar a cualquier plaza”. Las raíces de su arte son tradicionales y populares. Su modelo no es ni el
palacio ni el rascacielos. Su arquitectura viene de los pueblos mexicanos, con sus calles limitadas por altos muros que desembocan en plazas con fuentes. ¶ En la arquitectura popular mexicana se funde la tradición india precolombina con la tradición mediterránea. Las formas son cúbicas, los materiales son los que se encuentran en la localidad y los muros están pintados con vivos colores —rojos, ocres, azules— a diferencia de los pueblos mediterráneos y moriscos que son blancos. ¶ El arte de Barragán es un ejemplo del uso inteligente de nuestra tradición popular. Algo semejante han hecho algunos poetas, novelistas y pintores contemporáneos. Nuestros políticos y educadores deberían inspirarse en ellos: nuestra incipiente democracia debe y puede alimentarse de las formas de convivencia y solidaridad vivas todavía en nuestro pueblo. Estas formas son un legado político y moral que debemos actualizar y adaptar a las condiciones de la vida moderna. Para ser modernos de verdad tenemos antes que reconciliarnos con nuestra tradición.
Detalles de la terraza, 1947. foto: Martirene Alcántara. Página siguiente: foto: Rubén Orozco.
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Casa-Taller de Luis Barragán, México D.F.
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Itinerarios espirituales de Luis Barragán Alfonso Alfaro
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n Luis Barragán tenemos a un hombre que no cayó en la fácil trampa de las raíces. Su interés por una arquitectura y una humanidad elementales, despojadas del artificio que él denunciaba en su propia civilización “contra la cual su espíritu refinado sentía tantas razones de animadversión”, no lo llevó a idealizar una imagen única, pasada o contemporánea, para convertirla en grial de todas las perfecciones cuya recuperación debería garantizar una nueva edad áurea. No estaba la salvación en la reconstrucción de una originalidad perdida, en un particularismo genuino, propio de un pueblo o de una raza. Así, mientras muchos de los artistas que eran sus contemporáneos y sus compatriotas se arrojaban con fervor a la exaltación nacionalista del pasado azteca, de un indigenismo populista, de un proletariado internacionalista, Barragán se inclinaba por un universalismo de todas las culturas (en el que cabían tanto las inmediatas “hispánicas, indias” como las distantes, fueran ellas prestigiosas como la china o la griega, o reputadas puras y balbuceantes como las llamadas primitivas). Mientras algunos artistas pintaban murales exaltando una matriz vernácula, Barragán consideraba con igual interés al mundo indígena mexicano, pasado o presente, que a los otros pueblos alejados de la corriente principal de la civilización latina y helénica, hebraica y cristiana, en donde él fincaba su identidad y sus referencias espirituales. Esa actitud, caracterizada por una avidez respetuosa, por una alta consideración respecto de las artes de los pueblos no occidentales (que compartió con sus contemporáneos europeos, un interés emparentado con Vlaminck y los cubistas), muy propia de su tiem-
po, había escapado a su mirada en la Exposición Universal de París en 1925, y no iría aposentándose en sus territorios sino lentamente, al paso que se iba convirtiendo en un artista maduro. Tal referencia no se limita, por supuesto, a una simple posibilidad de inspiraciones formales; se trata de una verdadera dirección estética y quizás ética, semejante tal vez a aquella de Pasolini: a las verdades últimas se accede solamente a través de la pureza de los cuerpos y de los sentidos. En su búsqueda de esencias, de realidades definitivas y elementales, la diversidad de los pueblos le ofreció una referencia verdaderamente universal; una referencia que quizá no podamos disociar de la fascinación que parece haber experimentado ante la presencia femenina de origen africano. […] ¶ Para un hombre como Luis Barragán era muy difícil subir al vagón del arte oficial mexicano. Él adopta una solución coherente con su posición y su ideología: se convertirá en empresario para ser así su propio mecenas; no dependerá de los encargos oficiales ni tendrá que someterse a lineamientos de escuela o de partido. ¶ Muchas de las casas que él construye, sobre todo en su último periodo de la ciudad vuelven la espalda a la ciudad. Edificios cuya única relación con la calle son muros espléndidos, pero infranqueables. Espacios totales: casas que son al mismo tiempo residencias urbanas y fincas campestres, casas con prados y fuentes, con ventanales orientados hacia las copas de los árboles, casas que han previsto un lugar para los caballos: recintos, como se ha dicho, añorantes del convento y también de esas haciendas que Luis Barragán y su clase iban perdiendo poco
Recibidor. foto: Martirene Alcántara.
Casa-Taller Luis Barragán, México D.F.
a poco y de manera irremisible a consecuencia de la reforma agraria. […] ¶ Sus construcciones son por tanto residencias, pero el carácter familiar de algunas de ellas es muy especial. Su refinamiento extremo llega a ser en ocasiones paradójico: hay a veces una puesta en escena de la sobriedad perseguida y construida con estudiada minucia. Ese proyecto estético las convierte en mansiones para adultos exquisitos dotadas de un “espíritu aristocrático”, como ha dicho Damián Bayón (para no hablar de sus escaleras, impensables en una casa con niños). Los residentes ideales de una casa de Barragán son personas que saben de texturas y de nubes. Además, muchos están de acuerdo en señalar como la expresión más acabada de la estética barraganesca a un convento de monjas. [...] ¶ ¿Cómo pueden los compatriotas de Barragán reconocerse en una obra tan moderna y tan cosmopolita, tan distante de ese abigarramiento que rige sus artes prehispánicas y virreinales y aun tantas realizaciones contemporáneas en este país? Una respuesta posible es que tam-
bién aquí, como en el barroco, se trata de un oxímoron. La obra arquitectónica de Barragán es, como la de muchos de sus coterráneos, el resultado de varios vectores contradictorios: ligada a una tierra (a sus materiales, su clima, sus colores, sus volúmenes), ligada también a las herencias del Occidente y del Mediterráneo, pero al mismo tiempo de cara a un presente volcado hacia el futuro, ávida de simplicidad y de soluciones depuradas. Un arte cuyo minimalismo debe tanto a ese anhelo de modernidad como a la estética japonesa: disponibles, pues, también ante el vasto horizonte de las familias humanas, cercanas o remotas. Tal vez estas oposiciones externas no sean sino la expresión de una paradoja fundamental: la que le permitía escuchar al mismo tiempo las distintas voces contradictorias de su propia sensibilidad. Su vida fue la respuesta al reto de un arte tan atento al tiempo como a la tradición, y tan fiel al suelo donde se arraigan los árboles como a las geografías distantes que pueden hollar las plantas de los pies humanos (George Steiner).
Detalle de la sala que da al jardín. Página siguiente: Escalera de la biblioteca. fotos: Martirene Alcántara.
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Ciudad Universitaria CAMPUS CENTRAL DE LA UNAM
= La obra arquitectónica de Enrique del Moral sabía integrar los espacios abiertos, entre ellos, los jardines, patios y terrazas, a la estética de los edificios y además sabía incorporar materiales locales a los innovadores lenguajes de la arquitectura de su época. El trabajo de Mario Pani adoptó los ideales del racionalismo arquitectónico para dar respuesta a los cambios de una sociedad que se volvía inminentemente urbana. Ambos tuvieron a su cargo el proyecto para la construcción de Ciudad Universitaria, aunque es cierto que en la edificación de este espacio excepcional intervinieron los mejores ingenieros, arquitectos y artistas plásticos del país, entre los que se cuentan Carlos Lazo, Teodoro González de León, Félix Candela, Juan O’Gorman, Pedro Ramírez Vázquez, Luis Barragán, Diego Rivera, Francisco Eppens y David Alfaro Siqueiros.
La aventura constructiva comenzó en 1948, cuando
arrancaron las obras de infraestructura: drenajes, túneles y pinturas. El 5 de junio de 1950 se colocó la primera piedra de la Torre de Ciencias, que sería el primer edificio de cu. Sorprendentemente para su tamaño, la obra se concluyó en menos de tres años, y el 20 de noviembre de 1952 se efectuó la Declaración de la Ciudad Universitaria, con la que quedó formalmente inaugurado este espacio único en América Latina, que da testimonio del pulso creativo de una época y que ha sido merecedor del mayor premio de la arquitectura: el recuerdo orgulloso de sus miles de usuarios.
David Alfaro Siqueiros. Nuevo símbolo universitario, 1952. Edificio de rectoría. Arriba: Detalle del Espacio Escultórico. fotos: Adam Wiseman.
México D.F. Inscripción a la Unesco, 2007
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La biblioteca de mosaico Juan O’Gorman
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principios de 1949, el arquitecto Carlos Lazo que era el administrador de la construcción de edificios de la Ciudad Universitaria, me llamó a su oficina para encargarme, con la cooperación del arquitecto Gustavo Saavedra, condiscípulo mío y del arquitecto Juan Martínez de Velasco, el proyecto de la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria. Varios de los demás edificios ya estaban iniciados y otros por concluirse. No era seguro que hubiera suficiente dinero para construir el edificio de la biblioteca; pero de cualquier manera se nos pagaría el proyecto. De suerte que nos pusimos a trabajar en el proyecto del edificio de acuerdo con los asesores de la universidad, designados por el rector. ¶ Atendiendo a que se proyectaba traer al nuevo edificio los libros de la Biblioteca Nacional (ubicada en la esquina de las calles de Isabel la Católica y Uruguay), en la que se conservan muchos tesoros bibliográficos, se construyó en el sótano de la biblioteca de la Ciudad Universitaria un piso de acervo que es una caja fuerte. ¶ Proyectamos la biblioteca para un millón de volúmenes, correspondiendo su arquitectura a la del resto del centro universitario, según los edificios que ya se habían construido. Desde el principio del proyecto tuve la idea de hacer mosaicos de piedras de colores en los muros ciegos de los acervos, con la técnica que tenía ya muy bien experimentada. Con estos mosaicos, la biblioteca sería diferente al resto de los edificios de la Ciudad Universitaria, y con esto le dio carácter mexicano. Cuando traté este asunto con el arquitecto Carlos Lazo, se entusiasmó con la
idea del recubrimiento de mosaicos de colores y me pidió que hiciera un proyecto. Dediqué dos días y sus noches, casi sin dormir y comer, haciendo los primeros croquis, para tener las ideas someras de este mosaico enorme que debería recubrir los cuatro lados de la torre de acervos del edificio. ¶ Ahora voy a explicar la técnica con que se verificó la construcción del mosaico, que mide cuatro mil metros cuadrados. ¶ Ordenamos hacer en una de las bodegas de materiales de la Ciudad Universitaria, que medía aproximadamente sesenta metros de largo por cuatro de ancho y cinco metros de altura, un gran tablero vertical de madera sobre el cual se hicieron las plantillas, o sea el dibujo al tamaño natural de los mosaicos. Decidimos hacer lazos precolados de un metro cuadrado, que podrían ser más o menos manuables para su colocación en el muro. Sobre el gran tablero de madera colocamos clavos, exactamente a un metro de ancho por un metro de alto. Conseguimos rollos de papel grueso de un metro de ancho, de tal manera que las plantillas venían cortadas a la medida necesaria. Colgamos tiras de papel entre los clavos y sobre el papel se dibujaba el mosaico, comenzando por la parte inferior hacia arriba, de acuerdo con los proyectos a la escala de cinco centímetros por metro. Claro está que en el proceso de ejecución se hicieron muchas modificaciones al proyecto original de acuerdo con cambios que fueron, a mi parecer, necesarios para mejorar el diseño y la composición. Al mismo tiempo que se preparaban las plantillas
Juan O’ Gorman. Representación histórica de la cultura, 1952. foto: Adam Wiseman. Páginas 304-305: David Alfaro Siqueiros. El pueblo a la universidad y la universidad al pueblo, 1952. Biblioteca Central. foto: Carlos Hahn.
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y los dibujos, en uno de los patios cerca del taller, se almacenaban y se partían las piedras de colores que […] logramos traer de los diversos lugares de la República con muchas dificultades. Cuatro jóvenes pintores fueron mis ayudantes en este trabajo, de los cuales debo mencionar especialmente a Estelita, que fue la que me ayudó con mayor entusiasmo. ¶ Quince albañiles quebraban la piedra a golpes de marro para obtener la pedacería de dos a cuatro centímetros de tamaño. Este trabajo se ejecutó a mano por no haber sido posible comprar una máquina trituradora de piedra, debido a su costo excesivo. ¶ A la vez, se preparó en uno de los pisos de acervos del edificio de la biblioteca en obra una mesa especial de todo el largo del acervo de cuarenta y ocho metros para hacer sobre ella los precolados de concreto armado. Me transportaba a la obra en bicicleta a las siete de la mañana, llevando mi comida para trabajar durante todo el día y terminaba generalmente a las nueve o diez de la noche. Los domingos y días de fiesta también trabajaba el mismo número de horas para acelerar la terminación del mosaico en el menor tiempo posible. Sobre cada plantilla se indicaban los colores de las piedras que tenían que colocarse según el dibujo marcado. Cada plantilla llevaba
un número y letra que la situaba exactamente en el diseño general. ¶ Para hacer el trabajo de los mosaicos de los acervos de la biblioteca se organizó un grupo de aproximadamente cuarenta albañiles. Hacía diariamente cada uno de ellos una losa precolada con el mosaico. Y la construcción de estas losas se hacía de la manera siguiente: las formas para el precolado eran de yeso, porque la madera en las dimensiones de un metro podía torcerse. En cambio, el yeso no modificaba su forma y se eliminaba con facilidad al descimbrar. El grueso de cada losa, incluidas las piedras y el colado, fue de cinco centímetros. Dentro de los moldes que tenían el tamaño exacto de una losa se colocaba la plantilla de papel dibujada al revés, para que al descimbrarse presentara el lado derecho. ¶ Todas las plantillas estaban numeradas y marcadas con los colores de las piedras que les correspondían. El albañil encargado de hacerlas colocaba la pedacería de piedra de colores sobre las plantillas. Y sobre esta pedacería de piedra se hacía un pequeño colado con mezcla de cemento y arena y poca agua, para que la mezcla fuera un poco dura con el propósito de que no se escurriera ni manchara la parte visible del mosaico.
Túnel de la Biblioteca Nacional. foto: Adam Wiseman. Página anterior: Escultura de Jorge Yázpik. foto: Jorge Vértiz. Páginas 310-311: Museo de Arte Contemporáneo (MUAC), del arquitecto Teodoro González de León. foto: Pedro Hiriart.
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Hospicio Cabañas G UA DA L A J A R A
= Salvador Novo escribió que el Hospicio Cabañas era un “laberinto de arcos y patios llenos de silencio”. Él lo conoció antes de que José Clemente Orozco pintara en sus muros las huellas de su pensamiento. El edificio, que da cuenta del más sobrio neoclásico, fue diseñado por Manuel Tolsá y construido por su discípulo José Gutiérrez entre 1805 y 1810, para albergar la Casa de la Misericordia que debía dar asilo a los desamparados, huérfanos y ancianos de la región. Esteban Lorenzo de Tristán, obispo de Guadalajara, inició las gestiones ante la Corona para levantar este edificio en 1791, pero la responsabilidad de erigirlo recayó sobre su sucesor, Juan Ruiz Cabañas, quien obtuvo la aprobación real el 5 de septiembre de 1803. Durante la guerra de Independencia la obra fue suspendida y el edificio se usó como cuartel y caballeriza. Finalmente, en 1829, recuperó su uso hasta 1858, cuando se convirtió en cuartel de nueva cuenta, y luego pasó a manos de las hermanas de la caridad. Éstas promovieron que los huérfanos que crecieran bajo su techo llevaran el apellido de Cabañas. El edificio llegó a dar albergue a más de 500 personas hasta la expulsión de esta orden en 1872. Pero, pese a que la batuta cambió de mano, el hospicio no abandonó su vocación caritativa, y en tiempos de la Revolución llegó a asilar hasta 770 personas.
En la
década de 1930, José Clemente Orozco afinó sus pinceles para dejarnos ver escenas mesoamericanas, imágenes de la época virreinal y momentos de la vida contemporánea, para culminar con El hombre de fuego, esa obra maestra que hace arder su cúpula.
Primer patio del Hospicio Cabañas, Guadalajara. foto: Cecilia Salcedo.
Guadalajara. Inscripción a la Unesco, 2011
Un poema y nada más Luis Cardoza y Aragón
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maba al pueblo, la naturaleza, las costumbres: se identificaba con lo suyo y los suyos, con sus dolores y zozobras, sencilla y valientemente, sin la menor brizna de alejamiento. El gran espíritu de México hinchaba todas sus velas y su conversación se hacía atropellada, se le humedecían los ojos. Y un niño ávido era entonces aquel hombre súbito y seco, empapado de fervor, al decir lo sufrido por México y lo que siempre habrá de ser, la perennidad de su perfil: amaba a su pueblo, feliz o desgraciado, a su pueblo en sí, como estuviera. ¶ Y dentro de su amor a México, su tierra tapatía y Guadalajara, aparte. Íntimo, provinciano, en lo
suyo, con terquedad de raíz. El hombre, ese que pasa frente a él, el que está en los mercados, en los talleres, en las fábricas, el borracho tirado en la acera, y no un hombre arcaico, amado a través de la historia: su compatriota, el de ayer y el de hoy, y ese que va prendido a la falda de la madre, el niño que está naciendo. Recuerdo cómo se transformaba al hablar de su provincia, al contemplar, enternecido, desde una azotea, la llanura de Guadalajara. Ya en la calle, recogió un terrón y comenzó a desmoronarlo, dulcemente, mientras me hablaba de la hermosura de su tierra: aquella tierra que se le escurría entre los dedos, su pueblo, él mismo, como si se hubiese herido las
El hombre en llamas foto: Jorge Espel. Página siguiente: José Clemente Orozco. Juan Cruz Ruiz Cabañas y Crespo, fundador del Hospicio. foto: Rubén Orozco.
manos. Habíamos ido a ver un solar comprado recientemente. Sí, allí deseó vivir, quedarse pintado y recorrer campos y poblados de la comarca. Hacía planes: pintar, pintar, pintar. El corazón de su pueblo era su corazón. […] ¶ Orozco era un rayo encarnado en un hombre indoblegable que había sufrido mucho. Flaco, fuerte y nervioso, de mediana estatura, morena cara angulosa. Por los ojos de acero, detrás de lentes muy gruesos, parecían mirar dos bocas de fusil. Sobre el labio delgado, un bigote macizo y breve. Su conversación, bronca y fina, vehemente, la cortaba con una risa tan súbita como fugaz; una risa azteca, “los ojos tensos retumbando como la risa en los gruesos cristales, porque también se reía a carcajadas con los ojos”, le sacudía el cuerpo enjuto y mostraba dientes muy separados que recordábanme sus monosílabos de sílice cuando no quería hablar. Si no conociese su bondad, la risa y los ardientes ojillos taladrantes perpetuarían en mí la falsa impresión de la gárgola. Pasaba de la gravedad de su ternura amarga a una jocundidad juvenil y sarcástica. Sus cambios de humor no entorpecían su amistad clara y abierta. Hablaba quedito, suave, desafinando hacia lo agudo al matizar
conceptos. De pronto, su fuego desbordado estallaba de jovialidad y reía como un niño de pedernal muy niño y demasiado viejo. Un niño de dinamita. […] ¶ Una pintura es un poema y nada más. Y nada menos. “Una pintura es un poema y nada más. Un poema hecho de relaciones entre formas, como otras clases de poemas están hechos de relaciones entre palabras, sonidos e ideas. La escultura y la arquitectura son también relaciones entre formas. Esta palabra formas incluye color, tono, proporción, línea, etcétera. ¶ Destaquemos también esta parte: “Las formas en un poema están organizadas necesariamente de tal suerte que el todo trabaja como una máquina automática, más o menos eficiente, pero apta para funcionar de una cierta manera, para mover en una cierta dirección. Tal máquina-motor pone en movimiento: primero, nuestros sentidos; nuestra capacidad emocional; y al fin, nuestro intelecto. Una máquina eficiente y bien organizada se podrá mover en diferentes sentidos”. “Un poema y nada más”, escribió Orozco. Y yo agrego: y nada menos.
José Clemente Orozco, Hombre en llamas, 1937-1939. foto: Jorge Espel. Páginas 318-319: José Clemente Orozco, El caballo bicéfalo, en la cúpula la de capilla mayor. foto: Marco Pacheco.
Hospicio Cabañas
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Camino Real de Tierra Adentro DE LA CIUDAD DE MÉXICO A NUEVO MÉXICO
= Dicen que, cuando ellos llegaron, venían sedientos de plata y oro. Incluso, en el preciso instante en que miraron el Sol y la Luna ya desembarcados en el nuevo mundo, su sed aumentó. Sin embargo, ella sólo comenzó a saciarse después de la caída de Tenochtitlan: a mediados del siglo
xvi,
en el Norte del reino, Juan de
Tolosa descubrió el primer gran yacimiento en el Cerro de la Bufa y los hombres —acompañados por sus auxiliares indígenas— comenzaron a avanzar hacia las tierras lejanas: la certeza de la plata y las leyendas de Cíbola y Quivira, las ciudades de oro y plata que formaban parte de la imaginería medieval, eran buenas razones para espuelear los caballos.
El Camino Real de Tierra Adentro comenzó a trazarse
siguiendo las vetas, desde la capital novohispana hasta la lejanísima Santa Fe en Nuevo México. Esta ruta, la más larga creada durante los tres siglos de vida colonial, no sólo integró por vez primera al mundo novohispano, sino que también abrió las puertas al mestizaje, al avance de los tlaxcaltecas y los negros, de los pocos españoles y los muchos naturales que pronto se transformaron en los mestizos norteños. Una ruta perfectamente trazada hasta Zacatecas, casi diluida hasta Chihuahua y apenas intuida hasta Santa Fe. Al final del camino no estaban Cíbola y Quivira, ellas sólo eran un sueño que contrastaba con el camino de herradura que había unido a Nueva España.
Mapa de Camino Real de Tierra Adentro. foto: Eniac Martínez.
Inscripción a la Unesco, 2010
Las minas virreinales P. J. Bakewell
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sí pues, se necesitaban con urgencia medios de comunicación con el Sur. La construcción de un camino a Guadalajara no era muy difícil, ya que por medio de esa ruta había sido descubierta y colonizada Zacatecas, y un camino que recorriera los cañones de Tlaltenango, Juchipila y Nochistlán era el más conveniente por todos los conceptos. Únicamente el cruce del río de Santiago podía presentar alguna dificultad, ya que la oposición de los indios al tránsito de hombres y mercancías había sido casi totalmente eliminada mediante la derrota de los caxcanes en la guerra del Mixtón. Zacatecas también necesitaba una comunicación directa con México, que, por una parte, era la ciudad que había contribuido con la mayoría de los buscadores que acudieron durante la fiebre minera de 1548 y 1549, y, por la otra, era el punto donde se cobraban las ganancias, ya que la plata tenía que llevarse a la capital para su acuñación. Así pues, el descubrimiento de las minas zacatecanas tuvo por resultado directo e inevitable el que se abriera
Edificios y monumentos
una ruta que recorría todo el centro de Nueva España, carretera que fue conocida con el nombre de Camino Real de la Tierra Adentro y que al extenderse más tarde fue el lazo de unión de la ciudad de México con el remoto Nuevo México. De cualquier forma, su primer tramo sólo llegó a Zacatecas y no fue una obra fácil. ¶ El establecimiento inesperado de una población en Zacatecas, en el corazón de un altiplano árido y hostil, fue una hazaña notable si la comparamos con los débiles resultados del avance, más conservador, sobre las tierras situadas al Norte de la ciudad de México. Al Norte de la línea que une aproximadamente Querétaro con Guadalajara, y entre las dos Sierras Madres que limitan el altiplano por el Poniente y el Oriente, se encontraba la tierra de los nómadas, al principio casi tan impenetrable para los españoles como lo había sido durante siglos para las culturas indígenas refinadas del centro del país. Fue sólo en el decenio de 1540-1550, después del fracaso de la expedición de Coronado, que no reveló nada
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Salinas, San Luis Potosí. Páginas 324-325: San Luis Potosí. Páginas 326-327: Pedriceña, Durango. fotos: Eniac Martínez.
importante sobre el lejano Norte, y después de la terminación de las dificultades ocasionadas por la guerra del Mixtón, cuando se inició el lento avance de los españoles sobre los cotos de caza de las tribus salvajes. Se hicieron ciertos progresos mediante las actividades misioneras y el establecimiento de ranchos en aquella zona, que entonces comenzó a llamarse provincia de los chichimecas. Mendoza, advirtiendo el peligro de ataques de los indios de aquella región contra las comunicaciones y los centros poblados situados más al Sur, trató de consolidar el control de esta frontera por parte de los españoles mediante la concesión de encomiendas y mercedes de tierras. Los beneficiarios de éstas, naturalmente, quedaban obligados a prestar servicio militar en defensa de sus tierras, y en esa región de la frontera chichimeca encontramos a principios del decenio de 1540 a varios distinguidos capitanes convertidos en terratenientes. Éstos propiciaron las buenas relaciones con la nación otomí, de mejor disposición, y poco a poco extendieron sus potreros dentro del territorio chichimeca, mientras los misioneros agusti-
Camino Real de Tierra Adentro
nos y franciscanos se aventuraban más y más al Norte. Además, al aumentar la presión de los españoles contra la mencionada frontera fueron estableciéndose detrás de los puestos periféricos muchos colonos indígenas sedentarios llegados del Sur. ¶ El movimiento exploratorio que tuvo por resultado el descubrimiento de Zacatecas rodeó con un gran arco las tierras chichimecas por el Oeste, formando un semicírculo cuyo diámetro era la ruta directa de las minas a la capital del virreinato, el cual tenía que ser controlado. Mientras no fueron descubiertas las minas zacatecanas, muy pocos motivos existían que justificaran la conquista del Norte, aparte de la necesidad de protegerse contra posibles ataques. La cría de ganado en aquellas tierras tan sólo se inició en 1546, por lo que no podía participar de modo perceptible en la satisfacción de la demanda de carne de México y las ciudades vecinas, y, en consecuencia, la ruta del Norte apenas comenzaba a delinearse en aquel entonces. El camino bien definido no llegaba más que hasta Querétaro, pero desde allí se fue extendiendo poco a poco hacia el Norte,
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pasando por San Felipe (con un ramal a través de San Miguel), luego por Ojuelos, Encinillas, Las Bocas, Ciénaga Grande y Cuicillo, para llegar finalmente a Zacatecas. Este Camino Real fue puesto en servicio entre 1550 y 1555, y fue Mendoza quien estuvo pendiente de los primeros trabajos. Quizá el terreno presentaba pocos obstáculos para el establecimiento de una ruta, ya que la Meseta, al Norte de la ciudad de México, consiste en una serie de cuencas de suelo plano separadas por sierras poco elevadas sobre el altiplano. Parece que al principio este camino era transitable únicamente para las ligeras “carretas” de dos ruedas, y fueron necesarios ciertos trabajos para poder usar carros más pesados. De todas maneras, ya en 1555 era transitable para toda clase de vehículos. ¶ Pronto se hicieron necesarios caminos secundarios que alimentaran el principal. Michoacán
también suministraba productos al Norte, de manera que en 1550 emprendió Mendoza las obras de mejoramiento de las comunicaciones de esa región, tratando de unir a Zitácuaro y Acámbaro con el Camino Real. Ya para fines de aquella década se transportaban abastecimientos de Michoacán a Zacatecas al menos por dos caminos importantes. El primero, que comunicaba la región de Valladolid, Zitácuaro, Cuitzeo y Maravatío, pasaba por Acámbaro y luego seguía directamente hacia el Norte, hasta San Miguel, donde se unía con el ramal del Camino Real; el segundo daba servicio a una zona situada más hacia el Noroeste, pasando hacia el Norte cerca de las minas de Guanajuato, siguiendo hacia el Noroeste por el valle donde más tarde se fundó la ciudad de León y pasando por los lugares donde años después serían establecidas las de Lagos y Aguascalientes. A partir de este punto
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seguía directamente hacia el Norte, hasta Zacatecas, uniéndose en Cuicillo a la ruta que venía de México, unas nueve leguas al Sur de las minas. El descubrimiento de yacimientos de plata en Guanajuato a mediados del decenio de 1550-1560, situados entre el Camino Real y la segunda de las rutas que de Michoacán partían hacia el Norte, fue causa de que se establecieran varios caminos locales en dirección Oriente-Poniente para unirse a los ya existentes. ¶ […] Era de esperar que el tráfico del nuevo camino provocara los ataques de las tribus nómadas, ya que éstas consideraban a los españoles como intrusos en las tierras en que cazaban. La guerra del Mixtón había demostrado ampliamente que eran guerreros hábiles y agresivos, y cuando vieron su territorio ocupado poco a poco por los colonos y ganaderos españoles presentaron resistencia a tal invasión de la manera que
les resultaba más fácil, es decir, asaltando a los viajeros y comerciantes que transitaban por el camino. Así dio principio la Guerra de los Chichimecas, que fue el conflicto más largo y costoso entre los pueblos indígenas de la Nueva España y los colonizadores españoles de toda la historia de la Colonia. Su coste en dinero y en vidas fue mucho mayor que el de la conquista del Anáhuac, realizada por Cortés; fue un conflicto que inevitablemente hubo de presentarse en alguna fase del proceso de ocupación española de México, porque los nómadas obstruían la expansión hacia el Norte. Así como el establecimiento del Camino Real fue la chispa que encendió dicha guerra, y como Zacatecas fue la razón principal de la creación de dicha vía de comunicación, así fue también esa ciudad la que llevó la situación con los nómadas a su punto crítico.
Vista p.344 foto: Eniac Martínez ; Lago p.345 foto: Eniac Martínez; Vías p.346-347 foto: Eniac Martinez
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Monasterios del siglo xvi L ADER A S DEL POPOC ATÉPETL
= En 1523, doce jóvenes franciscanos, armados tan sólo con su fe, llegarían a la recién fundada Nueva España para librar la más difícil de las batallas: extender la cristiandad a los territorios recién conquistados que también merecían ser mirados por Dios. Una vez que dejaron un primer enclave en la ciudad de México, estos soldados del Evangelio partieron hacia el Poniente y el Sur, donde edificaron, entre otros, los conventos de Huejotzingo y Cuernavaca; después construyeron, en el costado Oriente de los volcanes, los monasterios de Calpan y Tochimilco. En esta aventura, los dominicos siguieron las huellas de sus hermanos franciscanos, y llegaron al Nuevo Mundo en 1526. Fundaron su casa central en Oaxtepec, y de ahí emprendieron camino para levantar, entre otros, los conventos de Tepoztlán, Tetela del Volcán y Hueyapan. Finalmente, los agustinos llegaron en 1533, año en que se establecieron en Ocuituco desde donde partieron para crear la línea de monasterios que incluiría los de Totolapan, Yecapixtla, Tlayacapan, Atlatlahuacan y Zacualpan de Amilpas.
Fundaron en total más de una centena de
edificios que no tenía parangón en el Nuevo Mundo, ni en la Madre Patria allende el mar, pues los edificios se adaptaron a la topografía, a los materiales que aquellos fervorosos predicadores tenían a la mano y a los usos y conocimientos constructivos de los cientos de indígenas que se vieron involucrados en aquella empresa edilicia.
Convento de Yecapixtla, Morelos. Conaculta-inah. foto: Enrique Méndez. Arriba: Detalle de muro al fresco. Conaculta-inah. foto: Marco Pacheco.
Morelos y Puebla. Inscripción a la Unesco, 1994
Popocatépetl Manue l
Payno
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ifícil será encontrar pueblecitos más llenos de hermosura y de fertilidad que los que se hallan en la falda de las grandes montañas Popocatépetl e Iztaccíhuatl. En vez de lavas, azufre y arenas, el suelo está cubierto de un espeso y frondoso bosque, que comienza en la llanura y termina en el límite de la vegetación. La nieve que se funde todos los días baja formando raudales de agua cristalina y pura a fecundar las tierras de las haciendas y ranchos que están al pie de los volcanes, y las vertientes que brotan de las rocas dan la vida y la abundancia a todos los pueblos cercanos. ¶ Atlixco es uno de los pueblos situados al pie del volcán que merece mencionarse. Al entrar a la población, se encuentra el cerrito de San Miguel, de una forma graciosa, cubierto de verdura y florecillas, y aislado completamente de la cordillera de las montañas, que va extendiéndose hacia el Sur. El pueblo está rodeado de huertas frondosas, donde se dan en abundancia la chirimoya, el aguacate y el chicozapote, y las flores progresan con la misma facilidad. Atlixco está rodeado de haciendas pequeñas, donde se producen excelentes trigos, que compiten en calidad con los del valle de San Martín; y aunque algunas de las tierras necesitan de varios beneficios, otras tienen por su fertilidad una fama tradicional. ¶ A cosa de dos millas de Atlixco se halla un pueblecito de indios llamado Aljojopan: cada familia tiene su pedazo de tierra, donde siembra legumbres y maíz, y es también propietaria de sus vacas, carneros y una choza construida con más esmero que las que comúnmente se ven en los pueblos cortos. Cada propiedad está cercada de frondosos chirimoyos y aguacates. ¶ A cosa de dos leguas de Aljojopan hay otro pueblecito mucho más florido y ameno que se llama Tochimilco en mexicano (madriguera de cone-
Edificios y monumentos
jos). Está ubicado ya en el pie del volcán. La iglesia parece una de las primeras fundadas por los españoles. El cementerio es una gruesa y extensa muralla toda cubierta de almenas, y el templo es un castillo lleno de troneras y ventanillas, y con pasos cubiertos formados en el espesor de las paredes. Sin duda fue en el tiempo en que todavía no estaban completamente dominadas algunas tribus belicosas, y que las iglesias tenían el doble carácter y objeto de un asilo religioso y militar, desde donde los conquistadores salían a extender sus conquistas física y moralmente. ¶ Tochimilco, bañado con las vertientes del volcán, es de un clima suavísimo y de una fertilidad prodigiosa. ¶ A cosa de una milla del pueblo hay una capilla, que llaman del Calvario. No sé qué atractivo tiene una pequeña iglesia silenciosa y solitaria en medio de una naturaleza que ostenta todas las maravillas del Señor. En un templo pequeño y humilde del campo se adora a Dios; en el pájaro que salta de los frondosos rosales a la cornisa del altar; en el arroyuelo de cristal que serpea entre las flores conduciendo esos insectos leves y delicados como la espuma de las aguas; en el ambiente cargado de perfumes, y en ese concierto que forman al ocultarse los últimos rayos del Sol, las aguas de los ríos, los animales del monte, las brisas que mecen las copas de los pinos. Es una de las deliciosas excursiones que recordaré toda mi vida, la que hacía yo en las horas del crepúsculo, a la solitaria capilla del Calvario. Cuando la luz se ocultaba, cuando el rojo color de los volcanes que parece un momento vomitaban fuego como en otros siglos, se cambiaban en un tristísimo color blanquecino, arrojaba yo una mirada a la gigantesca montaña, que tan poéticamente llamaban los indios la Mujer Blanca, y entraba a la capilla, hasta que sólo veía por en-
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Patio interior del antiguo convento de San Mateo Apóstol, Atlatlahuacan, Morelos. Conaculta-inah. Páginas 332-333: Gran atrio del antiguo convento de Tepoztlán, Morelos. Conaculta-inah. fotos: Marco Pacheco. Página 334: Convento de San Juan Bautista, Yecapixtla, Morelos. Conaculta-inah. foto: Adalberto Ríos.
tre las vidrieras de la cúpula los tímidos rayos de las estrellas. ¶ Del otro lado de una barranca profunda y llena de árboles y de plantas, hay otro pueblecito que se llama según recuerdo Yanhuililpa, y que está un poco más elevado en la falda del volcán. Los indios que lo habitan no tienen más ocupación que cultivar flores, que venden en Atlixco y Puebla. Materialmente es una alfombra vistosísima. Hay camellones de azucenas, otros de claveles, otros de chícharo, otros de amapolas. ¶ Un día, engañados por la vista, emprendimos algunos amigos subir al volcán, juzgando que antes de seis horas estaríamos en el cráter. Provistos de buenas escopetas y de algunos perros de caza, y
guiados por uno de los indios, atravesamos las calles del pueblecito que se acaba de mencionar, y que van ascendiendo hasta que terminan entre los breñales del monte. Los caballos, aunque acostumbrados al camino de las montañas, tenían mucha dificultad para subir, y emprendían a veces saltos peligrosos; así, en el primer lugar que se pudo, nos desmontamos, y con las escopetas al hombro seguimos el camino. En breve nos vimos ya entre lo más espeso del bosque. Imposible es describir cuán majestuoso y salvaje es el monte que rodea los volcanes. Las aguas, el derrumbe de las piedras, y más que todo las fuertes conmociones que habrá tenido la montaña, han formado grietas profundísimas; pero la tierra vegetal vino
Primeros monasterios del siglo xvi en las laderas del Popocatépetl
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a cubrir la capa de rocas, y aquellas profundidades infinitas se embellecieron con los árboles, con las flores, con las plantas de mil especies. Los conejos y las ardillas saltaban casi a nuestros pies; pero habíamos olvidado la caza extasiados con tanta maravilla, con tan sublimes perspectivas, como a cada momento nos presentaba el bosque. Una de las cosas que causa una extraña impresión es el silencio tan absoluto, que es imposible comprender cuando no se ha subido a una grande altura. Parece que a proporción que se asciende, el alma se engrandece y se llena de un orgullo indefinible, y entonces al ver confundirse al parecer y borrarse entre el polvo las ciudades; al observar que los más altos edificios que eleva el orgullo del hombre, son pequeños como el tallo de las flores comparados con esas masas enormes de roca que se llaman montañas, se puede concebir mejor cuánta es la inmensidad de Dios y la pequeñez de las criaturas. ¶ Insensiblemente, y tomándonos algunos minutos de vez en cuando para descansar, ascendimos hasta el límite de la vegetación. Nuestra sorpresa fue grande, porque es imposible describir el ancho y magnífico panorama que se alcanza a ver desde esa altura. El Pico de Orizaba, el Cofre de Perote, la Malinche y las cadenas de montañas con sus diversas tintas, se nos presentaban, permitiéndonos percibir las profundidades de los valles, cubiertos con una atmósfera de oro. Como media hora permanecimos admirados, fijando nuestra vista ya en un punto, ya en otro, y al fin nos resolvimos a penetrar en el arenal que precede a la región de las nieves; pero nos hundíamos hasta las rodillas, y arrepentidos de nuestra temeridad, retrocedimos al bosque, coronado ya de nubes densas. Afortunadamente sólo cayó una pequeña lluvia; y digo afortunadamente, porque las tempestades que se forman en el volcán son horribles, e impetuosos los torrentes de agua que descienden a la llanura. ¶ En otra ocasión nuestras excursiones se extendieron hasta San Nicolás de los Ranchos, situado en el otro extremo de la falda del volcán: es un pueblecito pequeño, situado en el monte,
y compuesto en su mayor parte de leñadores y neveros. El agua de San Nicolás es de una frescura y de un sabor tan particulares, que sin ponderación, podría hacerse un viaje sólo por disfrutar el placer de beberla. El temperamento es más frío que el de Tochimilco, debido a la elevación en que se halla. ¶ De San Nicolás, siguiendo el sendero del monte, se desciende a este lado de los volcanes; pero casi no se puede imaginar un camino más pintoresco, aunque peligroso en muchas partes, pues hay necesidad de caminar por estrechas veredas, formadas en los costados de barrancas profundas. ¶ Ameca participa de la fertilidad y de la infinita frescura y puro ambiente de los pueblos de la falda del volcán, y además tiene la particularidad de tener enteramente aislada una montaña pequeña cubierta de árboles y de flores. En la cima de esta hermosa montaña hay edificado un santuario. Ameca es una población más considerable, pues además de ser la boca de la tierra caliente, está cercada de ranchos y haciendas. ¶ Rápidamente hemos dado cuenta al lector de algunos pueblos situados al pie de los volcanes. Imposible sería pintarle cuánta apacibilidad, cuánto encanto tienen todas esas tierras que circundan las dos magníficas montañas. Cuando se vive algún tiempo en esos lugares, llega a formarse en el corazón del hombre una especie de inteligencia y de amor a la montaña, de manera que cada tarde al ponerse el Sol, cada mañana al colorearse el horizonte, se observan con un interés como el que se tiene por una criatura animada, sus diversos matices, el primor de las tintas que la luz hace aparecer en la nieve, la majestad con que resplandece en el fondo transparente y azul de los cielos. Cuando las nubes cubren la frente blanca de la montaña, el alma se siente oprimida de tristeza, y el corazón también se estremece cuando el rayo truena en los bosques de su falda, y cuando la luz del relámpago la hace por momentos aparecer en el fondo oscuro de la noche, como un gigante de fuego que amenaza con la muerte y la destrucción a las ciudades cercanas.
Monasterios del siglo xvi. Laderas del Popocatépetl
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Misiones franciscanas S I E R R A G O R DA D E Q U E R É TA R O
Se cuenta que el franciscano fray Junípero Serra, después de leer la historia de los misioneros de su orden, acuñaba la fantasía de imitar a san Francisco Solano, quien había recorrido a pie los territorios que actualmente corresponden a Perú, Chile y Argentina tocando el violín y bautizando a los naturales de aquella región. Unos cuantos años después, el 10 de diciembre de 1749 para ser exactos, el fraile se embarcó junto con otros religiosos rumbo a la Nueva España, en donde se entregarían a la misión de evangelizar la zona habitada por los pames y jonaces en la Sierra Gorda.
La tarea de los frailes no fue sencilla, pues la geografía de la sierra era inaccesible y
las comunidades indígenas tenían la fama de imposibles de convertir. Y sin embargo los religiosos no cejaron en su empeño, y como testimonio nos legaron cinco misiones de fascinante belleza en aquella escarpada región.
Su arquitectura es la
de los monasterios del siglo xvi, con su atrio, su puerta sacramental, su capilla abierta y su claustro. Y, sin embargo, estas edificaciones tienen una marca singular: fueron construidas mano a mano entre los evangelizados y los evangelizadores, de modo que las iglesias suelen ser de un barroco netamente americano en el que se mezclan el precepto religioso y la factura indígena, siempre cargada de una alegre ingenuidad. Así, sus fachadas llegan a parecer cielos delirantes en los que se mezclan los santos, las águilas, las sirenas, los monos y algunas otras criaturas de la más nutrida fantasía.
Fachada de la misión de San Miguel Arcángel Concá. Conaculta-inah. foto: Guillermo Aldana.
Querétaro. Inscripción a la Unesco, 2003
Las misiones de fray Junípero Fr a nc i s c o Pa l ou
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ste era el […] estado de las referidas misiones cuando la nuestra llegó de España, y habiendo sido nombrados el V.P. Junípero y yo de su compañero para una de ellas, salimos del colegio de San Fernando a principios de junio del año de 1750; y aunque de la misión nombrada Santiago de Jalpan, a donde íbamos, vinieron indios ladinos con un soldado de escolta, con bestias de silla y carga; en atención a lo dilatado del camino, lo escabroso de la mitad de la sierra y la falta de agua, con todo, quiso mi venerado padre lector fray Junípero hacer a pie su viaje, lo cual a más de serle muy penoso, le agravó el accidente de la llaga e hinchazón del pie; pero gracias a Dios, habiendo llegado el 16 de dicho mes de junio, tuvimos gran consuelo al ver la alegría con que nos recibieron los indios de dicha misión,
que pasaban de mil entre chicos y grandes; pero todos ellos se hallaban tan a los principios, por la falta de inteligencia de nuestro idioma, que ninguno cumplía con el anual precepto de la Iglesia de confesar y comulgar. ¶ Enterado nuestro venerado padre del pie en que se hallaban todavía las expresadas misiones, de las que (por nuestro colegio) quedaba elegido de presidente, se impuso en las instrucciones dadas para su gobierno espiritual y temporal, las que procuró observar y aumentar en cuanto le pareció conveniente y que le dictaba su fervoroso celo. ¶ Y viendo que se hallaban con tanto atraso por la causa expresada, se aplicó desde luego a aprender aquella lengua, para la cual fue su maestro un indio mexicano que se había criado entre
Misión de San Francisco Tilaco. Conaculta-inah. foto: Guillermo Aldana. Página siguiente: Detalle de ángel en la fachada. Conaculta-inah. foto: Adalberto Ríos.
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estos pames. Conseguido tan importantísimo medio para el adelantamiento espiritual, tradujo en el idioma pame las oraciones y texto de la doctrina, de los misterios más principales, y así se empezó a rezar con los indios en su lengua natural alternando por días con la doctrina en castellano; con lo cual en breve tiempo se impusieron en los misterios de nuestra santa fe y empezaron a confesar en su lengua y a comulgar, cumpliendo anualmente con los preceptos de la santa Iglesia; y el siervo de Dios los movía con sus fervorosas pláticas a que confesasen y comulgasen en las principales festividades, dándoles ejemplo, como otro san Francisco de Sales, confesándose públicamente en el presbiterio, cuando ya estaba en la iglesia toda la gente para la misa mayor los días festivos. Con esto logró su deseado fin; de suerte que ya eran muchos los que confesaban por devoción, pues hubo días que pasaron de ciento las comuniones, otros de cuarenta, etcétera, y cada año en el tiempo de precepto, casi todos lo verificaban, en sólo los nueve años que estuvo en las citadas misiones, en cuyo tiempo bautizó el venerable padre un crecido número de gentiles, el cual no asiento por no haber tenido la curiosidad de anotarlo; pero basta decir que no quedó un solo gentil en todo aquel
distrito, sino todos sus habitantes bautizados por mi venerado padre y sus compañeros, y civilizados viviendo en pueblo bajo de campana. ¶ Para radicarlos en la fe que habían recibido e instruirlos en la religión católica, los impuso en todas las festividades del Señor y de la santísima Virgen nuestra Señora, como asimismo de las de los santos, para lo cual les ponía cuantos medios e inventivas le hacía idear su apostólico celo, siendo su ejercicio casi continuo en las virtudes de caridad y de religión. En todas las festividades de Jesucristo y de María santísima, se celebraba misa cantada y en ella predicaba el venerable padre, explicando el misterio y la fiesta del día, y en las más principales precedía la novena, a que asistía todo el pueblo. En las de la Natividad del Señor eran éstas con misa cantada al amanecer, y el último día acabada la misa, cantaba la calenda y hacía una plática convidando a todos para que asistiesen a los maitines cantados y a la misa de gallo: concluida ésta, representaban en un devoto coloquio el nacimiento del niño Jesús unos indios de corta edad, a quienes el devoto padre instruyó una parte en lengua castellana y otra en el pame, en aquel gran misterio que representaban con mucha viveza, con lo cual logró, a más de imponerlos, aficionarlos a él.
San Miguel Arcángel en el medallón del templo de la Purísima Concepción de la misión de Landa. Conaculta-inah. Página anterior: Santo Domingo de Guzmán y san Pedro, en la fachada de la antigua misión de Santiago, actual iglesia parroquial de Jalpan. Conaculta-inah. fotos: Guillermo Aldana.
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+ Patrimonio intangible ?
=
Día de muertos L A S F I E S TA S I N D Í G E N A S
= Con las fiestas indígenas del Día de los Muertos se celebra el retorno de seres queridos difuntos a la tierra. Esas fiestas anuales tienen lugar durante los primeros días de noviembre, los cuales coinciden con la cosecha del maíz.
Para indicar a las almas
el camino que habrán de seguir hasta los que fueron sus hogares, las familias esparcen pétalos de cempasúchil. Además, los deudos colocan velas y ofrendas en la casa y en el cementerio. Las ofrendas suelen incluir los manjares favoritos del difunto, objetos artesanales, fotografías, agua, sal y juguetes en el caso de los niños.
En los pueblos
indígenas de nuestro país, los últimos días de octubre se dedican a los preparativos, que implican un gran esmero por parte de los miembros de la comunidad. Y es que se tiene la creencia de que, de no ser bien recibidos, los difuntos traerán desgracias en venganza, como malas cosechas, enfermedades, o al menos regresarán con el objetivo de asustar a quienes no cumplieron con las reglas de la hospitalidad.
Estas fiestas están profundamente arraigadas en la vida cultural de México, no
sólo por su vitalidad estética, sino porque, además, al reunir a las comunidades en torno a la celebración de la memoria, contribuyen a estrechar sus vínculos.
Ofrenda de San Gabriel Chilac, Puebla. foto: Jorge Vértiz. Arriba: Cempasúchil, flor tradicional del Día de Muertos. Páginas 344-345: Mixquic en Día de Muertos. fotos: Marco Pacheco.
Inscripción a la Unesco, 2008
Las fiestas indĂgenas del DĂa de Muertos
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El jardín de fuego Carlos Pellicer
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n la noche del primero al dos de noviembre, el cementerio es muy impresionante. Las flores sobre las tumbas son muchísimas. Pero las velas encendidas sobre ellas son más. [...] Todo el cementerio, esa noche, es un gran jardín de fuego. El rumor de las
oraciones da calor al viento frío. A media noche hay que comer y que beber. Y se bebe fuerte porque los recuerdos así lo necesitan. Caminando encontré una tumba fresca. Rezaban terminando el rosario. Me uní al grupo y respondí a la letanía. Cuando escuché “Consoladora de los afligidos” miré al cielo, me dolió la vida, y di gracias por estar viviendo.
Ofrendas en San Gabriel Chilac, Puebla. foto: Jorge Vértiz. Página anterior: Incensario de Tetelcingo, Puebla, 1999. foto: Paul Czitrom. Páginas 348-349: Los panteones se iluminan con la luz de cientos de velas. foto: Marco Pacheco.
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Refranes del Día de Muertos
= Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra. = A mí las calaveras me pelan los dientes. = No es mala la muerte cuando se lleva a quien debe. = Se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan. = Consejos y ejemplos que obligan, los que los muertos nos digan. = Cuando el tecolote canta, el indio muere… no es cierto, pero sucede. = Cuando estés muerto, todos dirán que fuiste bueno. = De aquí a cien años, todos seremos pelones. = De golosos y tragones están llenos los panteones. = Mala yerba nunca muere… y si muere, ni falta hace. = Al que por su gusto muere, la muerte le sabe a dulce. = Vámonos muriendo todos, que están enterrando gratis. = El muerto al pozo y el vivo al gozo.
San Miguel de Allende, Guanajuato, 2000. foto: Pablo Aguinaco.
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Día de Muertos. San Antonino, Oaxaca Marcelo Uribe
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n esta tierra finamente pulida que adorna las tumbas se encajan pétalos brillantes —quebradizos— de siemprevivas. Minuciosos enjambres de colores para celebrar cada muerte. Las velas dejan escapar hilos negros de humo hacia la noche. Muchos bailan la claridad plena del mezcal. Desde el espejo hueco de la luna entera tus ojos cerrados me bañan con su polvo de luz.
En el cementerio la gente sigue bailando, los niños corren entre las flores. A lo lejos, en la cima apenas adivinada de Monte Albán los dioses hablan cubiertos de joyas de jade, de turquesas, oro y huesos de jaguar que cuentan historias delicadas.
Los familiares de los difuntos acompañan a los muertos durante el día y la noche. foto: Florence Leyret Jeune.
Patrimonio inmaterial
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Los Voladores C E R E M O N I A R I T UA L
= La ceremonia del palo volador causó tal fascinación entre los cronistas virreinales que casi todos escribieron sobre ella. Algunos asociaban a los danzantes con águilas, otros con simios, hubo quien los equiparó con ángeles, pero todos se dejaron seducir por la destreza de los voladores y por el fervor con que reverenciaban a sus dioses.
Extendida entre comunidades totonacas, nahuas, teenek, tepehuas, cuicatecas y
otomíes de México —y entre algunos grupos indígenas de Guatemala y Nicaragua— esta danza suele celebrarse durante las fiestas patronales, en los carnavales, en los solsticios, en las festividades de muertos y en las celebraciones de siembra y cosecha. Su dramaturgia es constante: cinco danzantes trepan por un mástil de entre quince y cuarenta metros de altura que suele ser un árbol recién cortado. Uno de ellos toca en lo alto la flauta y el tambor, en tanto que los otros cuatro descienden por largas cuerdas que se desenrollan conforme giran imitando el vuelo de los pájaros.
Se han hecho
múltiples interpretaciones sobre el ritual, desde las que lo asocian con fuerzas celestes como el trueno o el Sol en su trayecto vespertino, hasta las que lo vinculan con criaturas terrestres y periplos por el inframundo, pero en casi todos los casos se le vincula con la fertilidad de la naturaleza, a la que se convoca y se celebra con todos los sentidos.
Danzante trepando el palo ceremonial de la danza de los voladores. Arriba: Rafael Landívar. Juego de los voladores, 1782. Lámina de la Rusticatio Mexicana. Bolonia. Archivo Histórico de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. Páginas 359-360: Danzantes al inicio del ritual. fotos: Marco Pacheco.
Veracruz. Inscripción a la Unesco, 2009
El juego de los voladores Fr a n c i s c o X av ie r C l av i j e r o
M
uy célebre entre los juegos públicos, era el de los voladores, que se hacía en algunas grandes fiestas y especialmente en las del año secular. Buscaban en la selva un árbol altísimo, fuerte y derecho, y despojándolo de todas sus ramas y corteza, lo llevaban a la ciudad y lo fijaban en el centro de una plaza. En la punta del árbol ajustaban un madero cilíndrico, al cual dan los historiadores el nombre de mortero, por la semejanza con este instrumento. De este madero pendían cuatro sogas fuertes que servían de sostener un bastidor cuadrado que colgaban poco más abajo del madero cilíndrico. Otras cuatro sogas fijaban en el espacio interpuesto entre el madero cilíndrico y el bastidor, y le daban tantas vueltas en el árbol cuantas eran las que debían dar en su vuelo los voladores. Las extremidades de estas cuerdas entraban por cuatro agujeros que había en medio de los cuatro maderos de que se componía el bastidor, y terminaban en unas lazadas con que se ataban los voladores. ¶ Éstos, disfrazados de águilas, garzas y otras aves, subían con suma agilidad al batidor por las lazadas de una soga que enredaban desde el pie a lo alto del árbol. Desde el bastidor subían a danzar de uno en uno con maravillosa destreza sobre el madero cilíndrico, y después de haber divertido por un rato a la inmensa multitud que concurría a verlos, se ataban los cuatro voladores y, arrojándose con violencia, comenzaban su vuelo con las alas tendidas. El impulso de los vuelos ponía en movimiento el bastidor y el cilindro, y el bastidor con sus vueltas iba desenredando las sogas de que pendían los voladores, y a proporción de la extensión que se daba a las sogas, eran
mayores, como se deja entender, los círculos que describían en su vuelo. Entre tanto que estos cuatro volaban, uno danzaba en lo alto del cilindro tocando un pequeño tambor o tremolando una banderilla, sin mostrar pavor del inminente riesgo de precipitarse de tan grande altura. ¶ Los otros (pues solían ser diez o doce los que subían al bastidor), en viendo a los voladores en sus últimos giros, se precipitaban por las mismas sogas para llegar juntamente con ellos al suelo, a lo cual seguían las aclamaciones del pueblo. Los que se descolgaban por las sogas solían, para ostentación de su agilidad, pasar de una a otra soga en aquella parte en que la distancia de la una a la otra lo permitía. Lo principal de este juego consistía en proporcionar de tal suerte el árbol y las cuerdas, que con trece giros llegasen los voladores a la tierra para representar en ellos su siglo de 52 años compuesto de cuatro periodos de trece años. ¶ Este célebre juego se usa hasta hoy en aquel reino, pero sin observar determinado número de vueltas o de voladores, ni arreglarse en todo a la forma de los antiguos. Suele ser hexágono u ochavado el bastidor y seis u ocho los voladores. En algunos lugares ponen ya ciertos reparos en el bastidor para impedir las desgracias que han sido frecuentes después de la Conquista; porque siendo ya tan común en aquellos pueblos el vicio de la embriaguez, por no estar sujetos a los severos castigos de la antigüedad, suelen subir los voladores al árbol algo turbados con los humos del vino o del aguardiente y pierden fácilmente el equilibrio en aquella altura, que a veces pasa de 25 varas castellanas.
La danza está centrada alrededor del palo hecho de un árbol considerado como el axis mundi. Páginas 362-363: El juego de los voladores suele implicar a cuatro, seis u ocho danzantes. fotos: Marco Pacheco.
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La ceremonia ritual de los Voladores
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La Peña de Bernal TERRITORIO SAGRADO OTOMÍ- CHICHIMECA
= En el semidesierto queretano del municipio de Tolimán, los chichimecas-otomíes tienen un hondo lazo con el agua. La reverencian en todas las formas en que se les hace presente: como agua que cae o agua del viento, que es el rostro que el líquido toma a inicios de mayo, luego cobra fuerza conforme caminan los días hasta llegar a su punto máximo entre junio y julio y desvanecerse a finales de octubre cuando llega el viento del Norte y la transforma en hielo; también se le venera como agua que corre, expresión con la que se refieren a los ríos, arroyos y todos esos sitios donde, como ellos suelen decir, “se arrastra la culebra que lleva el agua debajo de la tierra” y finalmente se le rinde culto como agua que brota en los manantiales, pozos y ojos de agua en donde, según sus mitologías, un día la serpiente salió de las profundidades y, al asomar su cola, ésta se convirtió en agua que no deja de brotar.
Los rituales que se llevan
a cabo para celebrar estas visiones líquidas suceden en un territorio que es una suerte de triángulo en cuyos vértices se ubican los cerros del Frontón, el Zamorano y la Peña de Bernal, gigantes de piedra habitados, desde el punto de vista de los chichimecasotomíes, por las almas de los xitas, los antepasados recientes, o de los mecos, los viejos ancestros, a quienes también se les celebran fiestas y se les disponen ofrendas.
Peña de Bernal, territorio sagrado de los otomí-chicimeca. foto: Guillemo Aldana. Arriba: Detalle de la indumentaria de la fiesta. Páginas 366-369: Todos los miembros de la comunidad, hasta los niños, participan en la peregrinación. fotos: Lorenzo Armendáriz.
Querétaro. Inscripción a la Unesco, 2009
La PeĂąa de Bernal, territorio sagrado. OtomĂ-chichimecas
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El vestuario ceremonial estรก relacionado con su cosmovisiรณn y ritualidad. fotos: Lorenzo Armendรกriz.
Los parachicos F I E S TA T R A D I C I O N A L D E E N E R O D E C H I A PA D E C O R Z O
= María Angulo era una bella mujer que visitó el poblado de Chiapas de la Real Corona a inicios del siglo xviii para buscar a un curandero indígena que sanara a su pequeño de una rara enfermedad, así reza la leyenda. También cuenta que el chamán bañó al niño en las aguas termales del Cumbujuyú y que, mientras el pequeño sanaba de sus males, los antiguos chiapacorceños se disfrazaban con el fin de entretenerlo: “para el chico”, decían, frase y gesto que se inmortalizaron en la ahora multitudinaria danza de los parachicos.
La tradición oral cuenta que, algunos años después, la región
fue azotada por una plaga de langostas que devastó las cosechas y que, en una suerte de mala racha apocalíptica, luego llegó una epidemia que causó la muerte a cientos de personas. Fue en medio de aquella desolación que María Angulo regresó al pueblo y, como prueba de un agradecimiento por haber sanado a su hijo, repartió maíz y dinero entre los lugareños que, de tanta alegría, volvieron a bailar como aquella vez en que el niño estaba enfermo. Y desde entonces no han dejado de hacerlo cada año del 8 al 23 de enero en la actualmente llamada Fiesta Grande de Chiapa de Corzo.
Los parachicos evocan a los antiguos chiapacorceños. foto: Astrid Rodríguez. Arriba: La danza realizada por los parachicos es una suerte de ofrenda a los santos. foto: Ruth D. Lechuga.
Chiapas. Inscripción a la Unesco, 2010
Chiapa de Corzo Roberto Rico
A Julio Alberto Pimentel
Casa de las girándulas el viento —Sebastián horadado a puntapiés de la danza. Bailan los Parachicos. Después de largos tragos de mistela mis ojos arden en el cielo revuelto que la pólvora gana entre el espacio mínimo de un guiño. El viento arroja contra las campanas la sal rojiza de los cohetes. Palmira bebe un sorbo de pozol —Agua Maíz Cacao: una jícara llena de vocales. Bailan los Parachicos. Bajo las máscaras pudiera mantenerse en ayuno de penumbra el delirio, tropel mudo y danzario de la fiesta.
El vestuario de los parachicos incluye una máscara, un jorongo y una sonaja llamada chinchín. Páginas 374-375: Los niños aprenden la danza durante la procesión, imitando a los adultos. fotos: Astrid Rodríguez.
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La pirekua CANTO TRADICIONAL DE LOS PURÉPECHAS
= Desde la época prehispánica los purépechas mostraban una gran afinidad por el canto, pasión que se alimentó con los himnos y alabanzas que se entonaban durante la época virreinal y que desembocó, entre otras maravillas, en la creación de la pirekua, un canto tradicional de las comunidades indígenas de Michoacán que se caracteriza por un ritmo lento y por dar cuenta de una gran emotividad.
La letra de las pirekuas suele
entonar preocupaciones del pensamiento purépecha, entre ellas lo efímero de la vida, aunque también recupera acontecimientos históricos o de momentos más íntimos como el enamoramiento y el noviazgo.
Se llama pireri al cantante de pirekuas y
puede interpretar estas melodías solo, en dúo, en trío, acompañado por instrumentos de cuerda y por orquestas de cuerdas y viento. Lo importante no es qué tantas personas se involucran en la interpretación, sino qué tanto los pireris le imprimen a la música “su gusto”; es decir, qué tanto evocan al sonido de las antiguas generaciones, qué tanto se acompasan los sentimientos con la cadencia, qué tanto logran que los cantos sean como esas flores del campo que nos asombran al descubrirlas, pero que, sobre todo, nos dejan la huella de sus colores y sus perfumes reverberando en la memoria.
La pirekua es una combinación de la música de los evangelizadores con la música tradicional indígena. Páginas 377-381: Músicos de Santa Fe de la Laguna. fotos: Rafael López Castro.
Michoacán. Inscripción a la Unesco, 2010
Pirekuas, cantos del corazón
Esos ojitos Cuando bailo contigo Qué gusto tengo. ¡Ay, Elvirita linda, qué hermoso tiempo! Mi corazón rendido te doy entero. Qué bonitos ojitos de mi Elvirita, son la ilusión amada que me da vida, porque a ti es a quien amo con fe rendida.
Angelita, pequeña flor, Angelita, florecita, quiero yo bailar contigo, porque tú eres mi comadre, con respeto y con cariño bailaremos estos sones en purembe, nuestro estilo. Baila para allá, baila para acá, con mi comadrita, ¡qué felicidad! Ven a bailar conmigo no tengas pena, que ya el son abajeño y purembe suena.
Patrimonio inmaterial
Inde esk sapiratitecha Ai que tzipin tzipin chángsin jingón uarán san ias sés katuias tiempo a no juchét male íuritzkiria mále Elvira pero ay ay ay. Ka ji córun san tzipica volunta ingón sania uékasan chansinia juchét mintzitá Esos ojitos la que tiene male Elvirita, llevan mi alma con todo mi cariño y mi querer jimboc kan tenando uari san tzimaran uesinia asu. Ay sanieya cor´tzipica volunta ingonsania ueckasin changsinia juchét mintzitá
Angelita tzitziki sapicho Angelita, tzitziki sapicho Ka túr jindest´juchét comadre Hasta uaricuar ambé. Yo pensarin comadre Angela Túnguin jickin ji uaráran uaránsparin ji uadan jarást sé ji juchar estilia i jindést porepichesk. Comadre Angela turia sanguisa uaransanguia jatzí uantzicuare jatzi compadre jingón sés terúygugperán. Ast curátzin comadre Angela jún uaráran jindén jongonia uaráns par in ji uandan jarást se je juchar estilia i iindést porépichesck.
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Aquat reicimet reperum non pe vellant aruptamet volloreius nones int. Consecestrum ium cusapedis volorit.
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Señora virgen santa María Santa María Asunción ahora fuiste ascendida los ángeles la elevaron con todos sus serafines. Ahora está sentada señora con el oro señora los ángeles la sentaron con todos sus serafines. Ahora eres coronada señora; desde el cielo los ángeles la coronaron con todos sus serafines. Ahora es cantada señora, los ángeles le cantaron con todas sus aleluyas. Dios espíritu santa gracia llevamos por siempre el pendón señora así vamos a caminar sobre el agua, Jesús.
Uarhi iurhixe, Santa Fe de la Laguna Uarhi iurhixe Santa María Santa María Asunsioni Iarere t´u tarhatanaskare angeleechaksini isi tarhatasti jinkuni t´u iamentu serafinuecha Iarere t´u uaxarasti jinguni t´u iámentu serafinuecha Iarere t´u kanaranaskare uárhi jini jatini auantarhu angeleechaksini isi kanarasti jinkuni t´u iámentu serafinuecha iarere t´u piremenaskare uárhi angeleechaksini is pirechesti jinkuni t´u iámentu aleluiecha Dios espíritu santa grasia utasi bendoni nirahmapani uárhi isi jue uanameni Jesus
Mi corazón muchas cosas recuerda al ver las cuatro estrellas cintilar ellas siempre saldrán pero cuando yo me vaya me iré para siempre y nunca regresaré voy, voy, pobre de mí me estoy acabando
T´amu joskuecha Jucheti mintsita mámaru ampe mióntasindi t´amu joskuechani erankuapariani eka ts´i mere (mere) narhipak´a (ka) ménteruksi menku isi andarooti peri ji ekini niuaka ménkuni k´amarooka ka nomeni k´uanatseni nirani, nirani, jinateni niraxaka
Cuidado, cuidado, cuidado, cuidado con la flor de añil no te envuelva, no te envuelva y allí quiera florear y la flor blanca se enojará y la flor amarilla se marchitará cuidado, cuidado, cuidado, cuidado con la flor de añil
Súmakua tsitsikini Xéparini, xéparini, xéparini, xéparini súmakua tsitsikini jinkuni ásiksini matorhe, ásiksini matorhe ka jimini uékani tsipani ka tsitsiki urapiti ikiouati ka tsitsiki tsipampiti k´arhioti xéparini, xéparini, xéparini, xéparini súmakua tsitsikini jinkuni
Patrimonio inmaterial
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Josefinita sufro yo, Josefinita, ya no hay modo. ¡Ah, qué mundo tan engañoso! Todo es un sueño toda es una ilusión. Sufrir ya no es posible. ¡Ay Dios eterno, quisiera morir únicamente me quedo con tu recuerdo este domingo tú eres mi corazón!
Josefinita Sufririsinga Josefinita iasi noteru modu jarhasti a que mundo engañoso todo es un sueño toda es una ilusión sufririsinga no es imposible ay dios eterno quisiera morir rekuerdu jingonterkuni pakarasinga arini domingu jimbo tú eres mi corazón
La pirekua, canto tradicional de los p’urhépechas
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Cocina tradicional mexicana C U LT U R A C O M U N I TA R I A , A N C E S T R A L Y V I VA
= La cocina tradicional mexicana no sólo es sustento y placer cotidiano. También es rito comunitario, pues en el preparar y compartir los alimentos se anudan las manos de las cocineras y las de los comensales, pero también las de los campesinos que siembran y cosechan los ingredientes que habrán de mezclarse, las de los artesanos que moldean las vasijas, modelan los cubiertos, martillan las ollas o recortan el papel picado que decorará el sitio donde se disfrutarán los alimentos. La cocina nos convoca a todos. Pero, en naciones como la nuestra, ese acto colectivo ofrece la maravilla de elogiar la singularidad. Y es que en México, como en los países árabes que tanto nos legaron, el sazón es algo particular, es esa pequeña diferencia sobre la misma receta que vuelve imprescindible a cada cocinera. Por eso comer es mucho más que tomar alimentos: hay un lenguaje del afecto cuyas palabras son los sabores y lo que tienen de extraordinario y que sólo se expresa en torno a una mesa con un platillo humeante. Este idioma, como cualquier otro, se aprende desde la temprana infancia y nos acompaña por toda la vida y aún después, ya que a los muertos se les agasaja, durante la ceremonia en la que vuelven a la tierra, con aquellos platillos que les solían arrancar una sonrisa en la vida.
Anonimo. Puesto del mercado, 1766. Óleo sobre tela. Museo Nacional de Historia. reproducción: Conaculta-inah. Arriba: El frijol, planta nativa de América, cuenta con cincuenta especies diferentes. foto: Michel Zabé. Páginas 384-385: La salsa es un componente imprescindible en la mesa mexicana. foto: Adalberto Ríos.
Michoacán. Inscripción a la Unesco, 2010
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El maíz, nuestra carne Salvador Novo
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uando el dios Quetzalcóatl aplica su sagacidad para descubrir la ubicación de aquella montaña del sustento, de la cual la hormiguita arriera trae a duras cuestas el grano de maíz, intenta acercarlo a los hombres reconstruidos por el dios, pero aún inéditos o afligidos de inedia; y el cerro, aún lanzado, no se deja arrastrar; y finalmente, entre el rayo de Tonatiuh, que nos da calor, y el agua de Tláloc, el que se tiende sobre la tierra, germina la semilla, el dios ha hallado el alimento (que degustan y aprueban los dioses) con que los macehuales, los merecidos, podremos en lo sucesivo vivir: Tonacáyotl, nuestra carne, nuestro sustento. [...] ¶ Establezcamos las tres formas en las cuales se puede reducir el empleo del maíz en la gastronomía: 1) el elote, tierno (xilotl) o maduro; 2) la masa (textli: de ahí teztal, la medida para tortear una tlaxcalli o tortilla), de que se hacen tortillas y tamales, y 3) las bebidas, cuya base es el maíz o la masa. ¶ Muchos nombres nahuas relacionados con el uso del maíz perduran castellanizados en nuestro lenguaje: metate, metlepil, elote y jilote, teztal, comal, tenate, tamal, atole. Es grande lástima que se haya perdido el nombre original de la tortilla
(tlaxcalli) en aras del castellano de tortilla, que le fue impuesto, y que suele resultar tan anfibológico como lo demuestra el hecho de que al desembarcar en Veracruz los refugiados españoles de 1939, y leer el rótulo de un “sindicato de tortilleras”, les haya aquello parecido un exceso de sindicalismo. ¶ El nombre de tortillas parecen haberlo combatido sin éxito, después de imponérselo, los propios españoles para acreditarles el inadecuado término de “pan”. El Vocabulario de Molina traduce tlaxcalli por “pan generalmente”; tlaxcalchiuhqui por “panadero que lo hace”, y tlaxcalchihualitztli por el acto de amasar y hacer pan. Al importarse el trigo, nuestros antepasados le llamaron castillan tlaxcalli. [...] ¶ Es nuestra comestible cuchara y el seguro tenedor para el cuchillo de nuestros dientes. Cortada en cuatro perfectos triángulos de cateto curvo, ¡qué perfectamente se pliegan a la presión de nuestros dedos a forrar, capturar y enriquecer el sabor del bocado de carne, o el chicharrón guisado, o los frijoles, o el arroz, y el último triángulo recoge hasta el último vestigio de salsa, y desaparece dentro de nuestro deleite!
Niña purépecha prepara una tortilla. Página siguiente: Cocinera tradicional enrolla un uchepo. fotos: Rafael López Castro.
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La clave del exceso Alberto Ruy Sánchez
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l volumen de lo que se cocina tradicionalmente es una marca fundamental de lo que permanece en la memoria y en las huellas históricas de un pueblo o una familia tradicional. Es más fácil recordar lo enorme que lo diminuto, lo compartido que lo que sucede muy adentro en la intimidad y que casi no se dice, por más importante que sea. Pero hay algo más en esta manera excesiva de referirse y de reglamentar la comida compartida. Y la diferencia con los documentos abundantes de otras cocinas nacionales o regio-
Patrimonio inmaterial
nales del mundo modernizado obliga a detenerse y preguntarse con calma a qué se debe esto. El factor del exceso es algo que amerita atención y no basta con considerarlo como un caso especial de las posibilidades de la cocina mexicana o una traducción de ella hacia arriba, es decir, de lo individual o familiar hacia lo masivo sino, tal vez, más bien al contrario. ¶ Habría que preguntarse qué tanto los platos clásicos de la cocina mexicana, el mole por ejemplo, los chiles en nogada, por mencionar de nuevo
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ese par arquetípico, nacieron o recibieron su formulación actual en el seno de la fiesta comunitaria. Es decir, fueron creados en un principio para cocinarse en volúmenes enormes y luego reciben una adaptación reduccionista a la dimensión de la cocina familiar. Aunque se trate de familia numerosa. Son sobre todo platos de fiesta, platos de excepción. No invención de un chef a la manera contemporánea para servir individualmente en una casa o un restaurante sino invenciones de fiesta, de celebración grupal, de exceso. ¶ Por una parte, estos platos tendrían que ser considerados como parte del contexto en el que surgen, en el que se vuelven a hacer y en el que se consumen. Pero, ¿eso que acabo de llamar contexto no es algo más sustancial a la cocina misma de México? Repensados así, los platos son indisolubles de la bebida regional que los acompaña, pero también de la música, de los papeles picados que decoran el espacio de manera temporal o los azulejos que decoran el ámbito de manera permanente. Pensemos en la cocina barroca poblana como la de Santa Rosa con sus muros de azulejo haciendo eco de las vajillas de la misma cerámica regional creando en su conjunto un ámbito que es una verdadera arquitectura culinaria. ¶ Vista así, la cocina mexicana no es una cocina de platos sino de ámbitos. Mucho más significativo que un contexto histórico o social, el concepto de ámbito nos habla de algo que es parte de la cocina, que le da sentido, vitalidad y revitalización. Y una dimensión fundamental de esos ámbitos son los rituales para los cuales la cocina existe. Todo dentro de la clave del exceso como esencia de los platos, no como accidente ocasional. ¶ Sobre todo si consideramos que el elemento del exceso es consustancial a la integración y a la
renovación de las comunidades tradicionales mexicanas. Es en el exceso, en la celebración comunitaria donde el gasto excesivo crea obligaciones recíprocas a los diferentes miembros de un grupo social amplio, que las redes sociales se tejen de nuevo y se crean y recrean las familias extendidas, los lazos de compadrazgo y los vínculos similares dentro de una comunidad. ¶ De ahí la importancia de la celebración a la manera mexicana tradicional que es la manera barroca: llena de objetos artesanales hechos especialmente para la fiesta, desbordante de comida y otros placeres, y altamente codificada en rituales laicos y religiosos, institucionales y familiares. Si se habla de ciertos platos como platos de la cocina barroca mexicana, el mole y los chiles entre otros, creo que no se debe a la época en la que fueron creados o reformulados en su manera conocida, sino a la naturaleza de la fiesta barroca de la que forman parte. [...] ¶ Pensar en la comida mexicana como Patrimonio de la Humanidad es también hacer notar los rituales de vitalidad comunitaria y de trascendencia social que puede tener cada plato y sobre todo el conjunto de ellos. Implica o debería implicar reconocer que la comida mexicana forma parte de un modo de vida complejo donde lo que se llama modernidad y lo que llamaremos prácticas de civilización barroca se mezclan, conviven, y le dan diferenciación y sentido a nuestras vidas en un mundo que tiende a la indiscriminada igualdad. Vista así, en su ámbito barroco trascendente, valorar y preservar la cocina mexicana y sus maneras complejas es valorar y preservar tanto la biodiversidad que la sustenta y ella vivifica, como la diversidad cultural de la que esa cocina forma parte. La clave de todo esto reside claramente en el exceso.
Panes tradicionales para el Día de Muertos en Michoacán. foto: Ruth D. Lechuga. Páginas 390-391: Édouard Pingret. Cocina poblana, 1851-1855. Óleo sobre tela. reproducción: Jorge Vértiz.
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El mariachi M Ú S I C A D E C U E R DA S , C A N T O Y T R O M P E TA
= En la segunda mitad del siglo
xix,
en el Occidente de México, desde Nayarit hasta
Guerrero, se podía encontrar en las fiestas a músicos de fandango que hacían un escándalo capaz de irritar a las familias de la alta sociedad. Cincuenta años después la historia había cambiado y estos mariaches o mariachis, como se les encuentra nombrados desde aquellos primeros documentos, habían cautivado a las elites que ya los consideraban músicos pintorescos, representantes típicos de aquella región.
Para ese momento se les encontraba vestidos de charro, pues adoptaron
este atuendo en 1884 para asistir a la exposición universal de Nueva Orleáns, y desde entonces se acompañaban en su música con instrumentos de la tradición arribeña como el guitarrón, y con otros de la tradición abajeña, como el arpa. No pasaría demasiado tiempo para que la fantasía mexicana, ayudada de expresiones como el cine, la gráfica popular, la publicidad, las tarjetas postales, los discos, las ferias y las fiestas, acuñara en la imagen de este elegante jinete, que cantaba al desamor y la parranda, a uno de los símbolos más entrañable de nuestro país.
Mariachi de trovadores callejeros, Aguascalientes, ca. 1922-1927. foto: Alberto Ríos. Arriba: El sonido de las trompetas tradicionales del mariachi. foto: Carlos Hahn. Páginas 394-395: Fotograma de Dos tipos de cuidado, de Ismael Rodríguez, 1952. reproducción: Jorge Vértiz.
Inscripción a la Unesco, 2011
El Mariachi, mĂşsica de cuerdas, canto y trompeta
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El mariachi Pepe Guízar
A
l mariachi de mi tierra de mi tierra tapatía voy a darle mi cantar. Arrullada por sus sones se meció la cuna mía se hizo mi alma musical.
Sus violines y guitarras en las quietas madrugadas son un dulce despertar. Alma virgen del mariachi cuando escucho tus cantares siento ganas de llorar. El mariachi suena con alegre son oye, cómo alegra, canta mi canción. Suena el arpa vieja (¡ay!, ¡ay!, ¡ay!), suena el guitarrón (¡ay!, ¡ay!, ¡ay!), el violín se queja (¡ay!, ¡ay!, ¡ay!) lo mismo que yo.
El mariachi es un grupo musical formado por guitarras, guitarrones, violines, trompetas y el arpa. foto: Ernesto Villa Pérez. Páginas 398-399: Tras una gira por Jalisco, Cárdenas trajo al Mariachi Vargas de Tecalitlán y creó la imagen del mariachi moderno. foto: Marco Pacheco.
Patrimonio inmaterial
Son sus torres catedrales como blancos alcatraces alcatraces al revés. Es San Juan de Dios mi barrio. Monto en pelo y bebo en jarro y el tequila es mi mujer. El sombrero ancho es mi lujo los mariachis son mi gusto pa’ cantarle a quien yo sé. Ay, Tepatitlán bonito. Ay, los Altos de Jalisco de onde somos los de ley.
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Centro de las Artes Indígenas X TA X K G A K G E T M A K G K A X T L AW A N A
= En 1785, Diego Ruiz se topó con la Pirámide de los Nichos entre montículos cubiertos de vegetación. Aparentemente nada quedaba de la antigua civilización que la había creado. Desde aquellos años, El Tajín comenzó a ser visitado por célebres viajeros y poco a poco fue mostrando su grandeza: Humboldt, Dupaix, Nebel y Seler, entre muchos otros, quedaron maravillados por su arquitectura. Sin embargo, si ellos volvieran, hoy encontrarían una nueva razón para su asombro: el Centro de las Artes Indígenas que está en las cercanías de la zona arqueológica nos muestra una cultura viva y capaz de reconocerse en su pasado. En este centro —que fue declarado patrimonio cultural en 2012— el pasado y el presente se funden de una manera precisa, armónica: en sus espacios, los totonacos de saber se encuentran con los jóvenes para revelarles la magia de su cultura y entregarles la herencia que hunde sus raíces en tiempos remotos. De esta manera, la enseñanza de la danza, de la medicina tradicional, de la alfarería, de la creación de textiles y de las artes plásticas —al igual que el cine, el video y la radio— no sólo es una muestra del esfuerzo para conservar y fortalecer el patrimonio cultural de los totonacos, pues en cada uno de sus actos se abre la posibilidad de engrandecerlo y llevarlo al mundo como una realidad que está más allá de los espejismos.
Pirámide de Los Nichos en El Tajín. Páginas 401-403: Totonacos de Veracruz. fotos: Alejandra Cerdeño Lance.
Veracruz. Inscripción a la Unesco, 2012
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Sobre los autores
Alfonso Alfaro (1949) Es un ensayista excepcional, doctor en antropología. “Rumor de alado cortejo, una ciudad en la tierra y en el cielo” originalmente fue publicado en el número de Artes de México dedicado a Puebla 1998, mientras que su texto sobre Luis Barragán fue tomado de Voces de tinta dormida. Itinerarios espirituales de Luis Barragán. México: Artes de México, 2008, col. Espiral.
Eligio Ancona (1835 – 1893) Uno de los narradores más representativos del siglo xix: de su novela El filibustero (Mérida: Gobierno del estado de Yucatán, 2010) proviene el fragmento que se incluyó en estas páginas. Juan Domingo Argüelles (1958) Es poeta, ensayista, crítico literario, escritor y editor. “Cuaderno de Bitácora” fue tomado de Tiempo vegetal. Poetas y narradores de la frontera Sur. Gobierno del Estado de Chiapas, Consejo Estatal de Fomento a la Investigacion, dif-Chiapas, Instituto Chiapaneco de Cultura, 1993, compilado por María José Rodilla.
Miguel Ángel Asturias (1899-1974) En muchas de sus obras el mundo maya se hace presente con toda su vitalidad y tradición. El fragmento publicado aquí fue tomado de Cuentos y leyendas, México: fce, 2000.
Miguel del Barco (1706 – 1790) Tuvo a su cargo las misiones de San José del Cabo y San Javier, el texto que aquí se incluye forma parte de su Historia natural y crónica de la antigua California, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1988.
P. J. Bakewell Historiador consagrado a la historia de la minería y América Latina, el fragmento fue publicado en Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas, 1546 México: fce, 1976.
Lincoln P. Brower (1931) Profesor emérito de la Universidad de Florida. “Las primeras observaciones de la migración otoñal” 402
fue tomado de Para comprender la migración de la mariposa monarca (1857 – 1995), México: ine, 1999.
Francisca Erskine, Marquesa Calderón de la Barca (1804 – 1882) Nació en Escocia. Vivió en México, de 1839 a 1842, escribió una gran cantidad de cartas que se convirtieron en un libro de viajes memorable: La vida en México durante la residencia de dos años en ese país, México: Porrúa, 2010.
Luis Cardoza y Aragón (1901 – 1992) Nació en Guatemala y se exilió en México. Poeta y ensayista, sus estudios dedicados al muralismo mexicano se han convertido en piedra de toque. Su texto es un fragmento de Orozco, México: fce, 2005. Francisco Xavier Clavijero (1731 – 1787) Jesuita novohispano. Artífice del nacionalismo criollo, y gracias a su Historia antigua de México, México: Porrúa, 1987, el pasado indígena comenzó a transformarse en motivo de orgullo. De esta obra y de su Historia de la Antigua o Baja California México: Porrúa, 1982, provienen los fragmentos seleccionados.
Miguel Covarrubias (1904 – 1957) Personaje polifacético: se dedicó a la caricatura, la ilustración, la pintura, la creación de escenografías para teatro y antropología. Aquí se publica un fragmento de su obra El sur de México, México: Instituto Nacional Indigenista, 1980.
Elsa Cross (1946) Poeta, traductora y ensayista. Sobre ella, Octavio Paz escribió: “es una de las voces más personales de la última poesía latinoamericana. “Noche de San Miguel” fue publicado en 1996 en Artes de México dedicado a San Miguel de Allende.
Germán Dehesa (1944 – 2010) Escritor, teatrero y periodista. “Tlacotalpan” fue publicado originalmente en el libro Tlacotalpan vive, Jalapa: Gobierno del Estado de Veracruz, 2011.
Alfredo D’Orsay (1801-1852)
Andrés Henestrosa (1906 – 2008)
Todos los mexicanos están seguros que La tequilera —después de que fuera interpretada por Lucha Reyes— es una de las piezas emblemáticas de la canción nacional.
Llegó a la ciudad de México de su natal Oaxaca en 1922. Sólo hablaba zapoteco, pronto dominó el español y se convirtió en un escritor memorable. “Hechicera Oaxaca” se publicó en 1993, en el número de Artes de México dedicado a su estado natal.
Dominique Dufétel Traductor y escritor de cine, su texto se publicó originalmente en el número 46 de Artes de México, dedicado a Campeche.
Hans Friedrich Gadow (1855 – 1928) Naturalista alemán que durante los primeros años del siglo xx vivió en México. Además de una serie de trabajos científicos escribió Viajes de un naturalista por el Sur de México, fce, 2008 de donde proviene el texto que aquí se recoge.
Jaime García Terrés (1924 – 1996) Escritor, editor, diplomático y promotor cultural. “La bahía de las ballenas” fue tomada del primer volumen de sus obras completas: Las manchas del sol. Poesía, 1959 – 1994, México: El Colegio Nacional / fce, 1997.
Mercedes de la Garza (1939) Una de las investigadores más importantes del mundo maya. El texto que aquí se incluye proviene del libro Palenque-Lakamha’. Una presencia inmortal del pasado indígena, México: fce, 2012, que escribió con Guillermo Bernal Romero y Martha Cuevas García. Giovanni Francesco Gemelli Careri (1651 – 1725) Viajero europeo que logró darle la vuelta al mundo en una época en que esta hazaña parecía casi imposible. Los párrafos aquí incluidos forman parte de: Viaje a la Nueva España, México: unam, 1983.
Pepe Guízar (1906 – 1980) Compositor mexicano de música popular conocido como “el pintor musical de México”, compuso canciones como El Mariachi, Guadalajara, La china poblana y Sin ti.
Francisco Hernández (1946) Poeta galardonado con el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio de Poesía Carlos Pellicer y el Premio Xavier Villaurrutia. Su poema fue tomado de Un pasado visible, México: Artes de México, col. Espiral, 2004.
Hugo Hiriart (1942) Escritor y dramaturgo, nacido en la ciudad de México. Es autor, entre muchos libros, de Galaor (premio Villaurrutia, 1972), Disertación sobre las telarañas, fce, 1998. Texto publicado en Artes de México 20, 1993.
Eugenio del Hoyo (1914-1987) Gran historiador del Noroeste de México. Participó en el rescate y conservación de los archivos de esa región. Escribió entre otras obras: Jerez de López Velarde (1949), Historia del nuevo reino de León (1972). Texto publicado en La ciudad en estampas (1920-1980), México: Artes de México, col. Espiral, 1996. Efraín Huerta (1914 – 1982) Uno de los poetas más importantes de México: Los hombres del alba es una lectura indispensable. Los fragmentos provienen de Un pasado visible, México: Artes de México, col. Espiral, 2004. Francisco de Ibarra (1539 – 1575) Conquistador español. Tras llegar a Nueva España emprendió el camino hacia las indómitas tierras del Norte. Fue el primero en escribir un brevísimo texto sobre las ruinas de Paquimé.
José Alfredo Jiménez (1926 – 1973) Uno de los compositores de música ranchera más importante de México. La lista de sus éxitos es larguísima y, entre ellos, destacan: El rey, Amarga Navidad, Si nos dejan y Que te vaya bonito.
Fray Diego de Landa (1524 – 1579) Si bien es cierto que condenó a la hoguera una gran cantidad de libros pintados (códices) también es verdad que, gracias a él, contamos con una de las obras fundamentales: la Relación de las cosas de Yucatán (Madrid: Dastin, sf).
Miguel León Portilla (1926) Las obras de este gran historiador son, sin duda alguna, indispensables para comprender a México. El texto fue tomado de La California mexicana. Ensayos acerca de su historia. México: unam / Universidad Autónoma de Baja California, 2000. Ramón López Velarde (1888–1921) Es conocido por todos los mexicanos gracias a su “Suave Patria”, publicado en 1921. Nació en Jerez, Zacatecas. Su poema, “La bizarra capital de mi estado” fue tomado del número 34 de Artes de México dedicado a Zacatecas en 1996.
Francisco de la Maza (1913 – 1972) Nació en San Luis Potosí y se dedicó a la historia y la literatura. A él se deben, libros fundamentales, entre los que destacan: El guadalupanismo mexicano; El churrigueresco en la ciudad de México y San Miguel de Allende. Su historia, sus monumentos, México: unam, 1939, del cual proviene el fragmento de estas páginas. Silvia Molina (1946) Escritora y editora. “De Sonora a Campeche, imagen de eternidad” fue tomado de De Sonora a Campeche instalada en el De Efe, México: Conaculta, 1996.
José Moreno Villa (1887 – 1955) Nació en España y llegó a nuestro país junto con los trasterrados de la Guerra Civil. Se adentró en la poesía, la crítica de arte, la crítica literaria, la
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narrativa y la dramaturgia. De su obra Cornucopia de México y nueva cornucopia mexicana, México: fce, 1992 proviene su texto.
Salvador Novo (1904 – 1974) Escritor e historiador, formó parte del grupo de Los Contemporáneos, fue capaz de airear la vida literaria y artística de nuestro país. “El maíz, nuestra carne” fue tomado de Viajes y ensayos, México: fce, 1997.
Juan O’Gorman (1905 – 1982) Pintor y arquitecto vinculado con las vanguardias y el muralismo mexicano. Los fragmentos aquí publicados provienen de su Autobiografía, México: unam / dge / El equilibrista, 2007.
Manuel José Othón (1858-1906) Nació en San Luis Potosí en 1900. Su obra literaria comprende teatro, prosa narrativa y poesía. Nombrado por Octavio Paz como “el poeta de trágica intensidad”, escribió, entre otras obras, Himno de los bosques, Cuentos de espantos, La sombre del hogar, Idilio salvaje y El último capítulo.
María Palomar (1956) Además de sus labores como historiadora y traductora, ha colaborado en Vuelta, Letras Libres y Artes de México. “El tequila en ojos de viajeros: el paisaje del agave”, se publicó en el número 27 de Artes de México de 1995. Francisco Palou (1722 – 1789) Sacerdote franciscano que participó en las misiones de Baja California. Escribió una notable biografía del fundador de las misiones de la Sierra Gorda: la Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra, México: Porrúa, 1982.
Manuel Payno (1810 – 1894) Uno de los escritores más notables del siglo xix. Autor de dos novelas fundamentales: Los bandidos de Río Frío y El fistol del diablo. “La falda de los volcanes” fue tomada del tomo v de sus Obras completas, México: Conaculta, 1999.
Octavio Paz (1914 – 1998) Figura defintiva de nuestro país: a él se deben poemas maravillosos y libros fundamentales. El fragmento proviene de Artes de México 23, 1994 y Posdata “El peregrino en su patria”, México, fce, 2001.
Carlos Pellicer (1897-1977) Poeta fundamental de nuestro país. Los poemas publicados aquí fueron tomados de Poesía completa, 3 tomos, Conaculta, unam y El equilibrista, 1997.
Héctor Pérez Martínez (1906 – 1948) Nació en Campeche. Entre sus libros destacan: Juárez, el impasible, Cuauhtémoc, Piraterías en Campeche. “Lucha contra lo eterno” fue publicada en Artes de México 46 en 1999. Alfonso Reyes (1889 – 1959) Es el gran polígrafo de México, a tal grado que sus libros son indispensables para la literatura nacional. La Visión de Anáhuac fue tomada de su libro Antología: prosa, teatro, poesía, México: fce, 1963.
Roberto Rico (1960) Poeta nacido en Chiapas. Su poema “Chiapa de Corzo” también fue tomado del libro Tiempo vegetal. Poetas y narradores de la frontera Sur compilado por María José Rodilla, 1993. Alberto Ruy Sánchez (1951) Escritor y editor. Premio Xavier Villaurrutia en 1987. Premio Juan Pablos a la edición. El texto originalmente fue publicado en Elogio de la cocina mexicana, México: Artes de México y Conservatorio de la gastronomía, 2012
Carlos de Singüenza y Góngora (1645 – 1700) Trabó amistad con Sor Juana y salvó de las llamas el archivo histórico. El fragmento proviene de su obra Glorias de Querétaro en la nueva congregación eclesiástica de María Santísima de Guadalupe, Querétaro: Gobierno del estado de Querétaro, 1965 [facsímil de la edición de 1680]. John L. Stephens (1805 – 1852) Nació en Estados Unidos, fue uno de los grandes exploradores del siglo xix. Sus viajes en la zona maya dieron como resultado un libro maravilloso: Viaje a Yucatán. 1841-1842, México: fce, 2003.
José Juan Tablada (1871 – 1945) Poeta vanguardista. Los versos seleccionados fueron tomados de su antología Los mejores poemas, México: unam, 1993. Guillermo Tovar y de Teresa (1956 – 2013) Historiador y cronista. Autor de varios libros, como La ciudad de los palacios y México Barroco. Defensor del patrimonio cultural y artístico mexicano. Fundador del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Este texto se extrae del libro La Ciudad de México y la utopía en el siglo xv, México: Espejo de Obsidiana Ediciones, 1987.
Marcelo Uribe (1953) Editor y poeta. Autor, entre otros libros, de Las delgadas paredes del sueño. “Día de Muertos San Antonino, Oaxaca” fue publicado en Última función, México: Almadía, 2008.
Eduard Seler (1849 – 1922) y Caecilie Seler-Sachs (1855 – 1935)
Henry George Ward (1792-1860) Diplomático y polìtico, nació en Inglaterra y en 1823 fue nombrado embajador adjunto en México. Del libro México 1827, fce, se extraé el texto aquí publicado.
Juntos recorrieron una buena parte de México. Eduard nos legó una serie de libros fundamentales para comprender el pasado prehispánico, como Códice Borgia y las Imágenes de animales en los manuscritos mexicanos y mayas. De las Cartas de viaje desde México, unam, 2008.
Eliot Weinberger (1949) Ensayista y traductor estadounidense que, entre otros, ha llevado al inglés a Octavio Paz. Su texto “El zócalo: centro del universo” fue publicado en Artes de México en 1993.
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