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Un viaje a travĂŠs del espejo
Este libro acompaña la exposición: Citámbulos, un viaje a través del espejo, inaugurada en el Museo Nacional de Antropología en septiembre de 2009 y ha sido realizado con el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Edición
INAH/Citámbulos © 2009 C O M P O S ICIÓN G R Á F IC A
Luis Rodríguez Imáge n es
Anne Charlotte de Lavergne Mauricio Rodríguez M A pA S
Flor Marín Corre c c i ó n d e es t i l o
Sandra Luna ImpresIÓN
Grupo Fogra, S. A. de C. V.
Citámbulos Un viaje a través del espejo Ana Álvarez Fionn Petch Valentina Rojas Loa Christian von Wissel
N O A M O A M I PAT R I A . / S U F U LG O R A B S T R A C T O / E S I N A S I B L E ,
declara José Emilio Pacheco con esa espléndida contundencia que ca-
racteriza a su obra poética. Y continúa: pero…/ daría la vida/ por diez lu-
gares suyos…/ una ciudad deshecha,/ gris, monstruosa. Es a esa ciudad
deshecha –o mejor dicho, a sus intersticios habitables, esos diez lugares
suyos, que se forman entre el gris del concreto y la piedra patrimonial,
entre el negro chapopote y el verde parque– aludida por el poeta de Alta
traición a la que está dedicada Citámbulos, exposición singular que ha
reunido voluntades de numerosas instituciones alrededor de un grupo
de jóvenes curadores provenientes de diversas disciplinas. ≤ Para pensar
esta muestra quisiera mantener un momento más la mirada en la obra
literaria de Pacheco, en cómo el poeta –e investigador del Instituto Nacio-
nal de Antropología e Historia (inah)– ha reflexionado sobre la Ciudad de
México como centro de la experiencia subjetiva. En Batallas en el desierto
asistimos a la conjugación de dos finales: al fin de la infancia de Carlos,
su protagonista, que coincide con el fin de la Ciudad de México como un
territorio donde los espacios vitales de sus habitantes tienen un orden
claro establecido por la historia, tanto la personal como la colectiva. ≤
La muerte novelada de Mariana es, en cierta forma, una alegoría de la
muerte real de una Ciudad de México aún articulada según una lógica de
barrios centenarios y de las tradiciones de principios del siglo xx. Carlos
se lamenta al cierre de la novela: Demolieron la escuela, demolieron el edi-
ficio de Mariana, demolieron mi casa, demolieron la colonia Roma. Se aca-
bó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos
años. ≤ Lo que proponen los curadores de Citámbulos es una suerte de
vuelta de tuerca al melancólico decreto de Carlos: ofrecen al especta-
dor una afirmación gozosa de que en esta urbe aún persisten las hue-
llas del pasado y que, si uno busca bien, el ciudadano –en el sentido
más literal de la palabra– puede encontrar en esos rastros las semillas
de nuevas configuraciones urbanas que no forzosamente son signos de
decadencia, como cierto pensamiento escatológico quiere presentar a
todo aquello que es diferente. ≤ El inah, sus especialistas, saben que
no sólo es objeto antropológico lo que sucede en el campo y en la ran-
chería; los urbanistas, los citámbulos, también somos, sin duda, sujetos
del discurso antropológico en tanto individuos que viven en comuni-
dad. Es necesario decir tamaña obviedad porque una de las vocaciones
a menudo olvidadas del Museo Nacional de Antropología es poner en
escena esas nuevas configuraciones donde las poblaciones urbanas pa-
decen y construyen las realidades materiales y simbólicas de la ciudad
contemporánea. ≤ Es esta tremenda falta en la historia de las exposi-
ciones del Museo lo que se busca subsanar con Citámbulos. Y para lo-
grarlo, los curadores convocaron a una serie de actores que consideran
privilegiados para reflexionar sobre lo que es vivir en y para la ciudad:
arquitectos, urbanistas, historiadores, antropólogos y, claro está, artis-
tas, quienes ofrecen al espectador los resultados de sus intervenciones
mediante novedosas presentaciones multimedia. ≤ Un rasgo relevante
de esta edición de Citámbulos es que, a diferencia de la versión presen-
tada el año pasado en Berlín, aquí el espectador encuentra una reflexión
sobre lo que significa para los habitantes de esta ciudad el hecho de
vivir entre la más descarnada modernidad y uno de los acervos patri-
moniales de edificaciones prehispánicas y virreinales más importantes
del mundo. ≤ Esta realidad no sólo implica un reto enorme para la pro-
tección del patrimonio edificado, como bien lo sabe el Instituto, sino
que imprime al ritmo visual y vivencial de la ciudad una cadencia única,
difícil de explicar a los foráneos. Es aquí que, de la mano del antropólo-
go, cobra relevancia el papel del artista, quien decodifica y transmite al
espectador una versión posible de lo que implica vivir en esta urbe que
se niega, junto con sus habitantes, a ser tan sólo una ciudad deshecha.
IN S TIT U T O N A CI O N A L D E A NT R O P O L O G Í A E H I S T O R I A
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introducci贸n
En 2002, a unas cuantas cuadras del “ombligo de la luna”, tuvo lugar la afortunada intersección del interés que cada uno de nosotros, provenientes de muy variados contextos geográficos y profesionales, sentíamos por explorar la ciudad que habitábamos. Convencidos de que la Ciudad de México está llena de matices que en el devenir de lo cotidiano pasan desapercibidos, nos dimos a la tarea de salir a la calle, explorar sus recovecos con los cinco sentidos y escuchar sus voces. Guiados por el azar, pero también por las coordenadas de los mapas, los medios, la investigación académica, la literatura y el arte, trazamos una serie de recorridos encaminados a recuperar la ciudad que yacía detrás de los prejuicios propios y ajenos. Cinco años de deambular por la urbe derivaron en la publicación de una guía de asombros, Citámbulos. El transcurrir de lo insólito, destinada a compartir con los demás habitantes no sólo las bocanadas de aire fresco que la ciudad nos regaló y los vuelos de la imaginación que provocó, sino también las claves para comprenderla mejor. Conscientes de que este es un espacio urbano de claroscuros que no admite aproximaciones ingenuas y que, por el contrario, exige un acercamiento lo más sensible y honesto posible, desde un principio el colectivo tendió puentes hacia las más diversas disciplinas y los más variados habitantes. Con un número cada vez mayor de colaboradores, cuya formación o formas de habitar la ciudad son a la vez únicas y sugerentes, pudimos crear en conjunto un proyecto diverso e interdisciplinario.
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El carácter polifacético de Citámbulos –que hoy en día ha ramificado en algo que semeja el delta de un río– ha permitido que el proyecto se enriquezca con otras aguas y que desemboque en otros océanos. En 2008, el Centro Alemán de Arquitectura nos invitó a traducir el proyecto en una exposición que permitiera a un público extranjero “viajar” por la Ciudad de México para comprender en qué consiste la vida cotidiana de una megalópolis como la nuestra. Para lograrlo, desarrollamos un sistema temático, inspirado en la red del metro de nuestra ciudad, que toca los temas clave de la discusión global sobre las megalópolis, sin dejar de lado la perspectiva del contacto directo y epidérmico con la urbe, que ha caracterizado al proyecto Citámbulos. El viaje de Citámbulos a Berlín planteó la difícil pero también enriquecedora tarea de hacer un autorretrato que hoy, gracias a la invitación del inah de presentar la exposición en el Museo Nacional de Antropología, se convierte en un viaje a través del espejo. Entusiasmados por la posibilidad de tener una vez más como interlocutores a quienes a diario construyen la ciudad, e inspirados por la labor que realiza el Instituto en cuanto a la conservación y difusión del patrimonio, hemos incorporado a la red temática del metro una “capa” que, además de ser un homenaje a las múltiples capas de historia que conforman esta metrópoli de siete siglos, tiende puentes entre la ciudad contemporánea y su patrimonio. Lejos de ser un conjunto de afirmaciones, los puentes con el patrimonio fueron pensados de tal manera que plantearan las preguntas que surgieron en el diálogo entre la urbe cotidiana y el trabajo de los especialistas.
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El viaje a través del espejo tiene tantos caminos como personas que se miran en él Convencidos de que el viaje a través del espejo tiene tantos caminos como personas que se miran en él, en este catálogo presentamos cinco travesías, cinco derivas que entre el azar, la sugerencia y el deseo por compartir miradas, llevan al lector a través de la exposición. La sección “Del espejo al caleidoscopio” representa la voz de una especialista que, desde la antropología social, discute la construcción del patrimonio en relación con la urbe misma y con la exposición. La última sección, por su parte, da cuenta del trabajo de los más de cien colaboradores que citambularon por la ciudad, la interpretaron y la sintetizaron para crear las piezas que dan vida a esta muestra. A ellos y a todos los que apoyaron la realización de esta exposición, les agradecemos profundamente. Ahora sólo resta que los habitantes hagan su propio viaje a través del espejo, sin olvidar que, para completar el itinerario, también deben explorar los rostros escondidos en las calles, casas y rincones de la Ciudad de México.
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Sistema Temático Citambulesco
Aleaciones
Alto voltaje
Santa Muerte Pic-nic
Esencia poodle Discontinuidades
Intimidad pública
Camuflaje
Lindavista
Matices
Fronteras
Onología
Nómadas cotidianos
Murmullos
Monopoly
Espacios emergentes 18
Campo adentro
DESBORDAMIENTO JUNGLA URBANA BRECHAS CONTRAPUNTO ARENA MÉXICO Transbordos Tren suburbano
Agandalle
Des/amores
Déficit
Desierto lacustre
Paracaidismo
Antibalas
Estación central
Telepánico Aires de ciudad
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viajes a travĂŠs del espejo
Bocanadas de aire Christian von Wissel
Un policía da la bienvenida. La puerta está abierta, pero antes que nada hay que registrarse, aunque nadie sepa por qué. Así lo impone la costumbre. Entonces bien. Entramos. La Ciudad de México nos recibe envuelta en claroscuros, tal vez para no asustarnos con sus 20 millones de almas. Poco a poco avanzamos. Nos rodea un mar de huacales de plástico. Van y vienen las olas de huacales-casas, huacales-torres, huacales-cuadras: huacales-colonias que se extienden sin fin por las barrancas y ex lagos que la exposición Citámbulos comparte con la ciudad de la que da cuenta. A la izquierda nos rebasa un pesero, cuyos pasajeros nos miran con el mismo interés con el que nosotros miramos un abrazo suspendido detrás de un vidrio rayado En la periferia, los sonidos empiezan a viajar. La ciudad despierta primero en los bordes. Cada día vienen de Acolman, Chimalhuacán, Tláhuac y Cuajimalpa; habrá también quienes vengan de Pachuca o Toluca. En bicitaxi vienen, en coche, combi y camión; una vez en las terminales del metro, toman la línea amarilla, verde o azul, se revuelven con los que ya estaban aquí y juntos toman la ciudad para llenarla de vida. También nosotros nos subimos al metro, a un sistema temático que nos guía por el universo de esta zona metropolitana. Viajamos de estación en estación para descender en situaciones cotidianas que son parte de esta ciudad, tal como nosotros somos parte de ella. En algunas nos perdemos y en otras encontramos retazos de memoria colectiva. Hay estaciones donde el “Desbordamiento” se cruza con la “Jungla urbana” y ésta a su vez con los rostros de “Contrapunto”. Hay transbordos donde cambiar de rumbo: porque la ciudad no está terminada y nunca lo estará, pues cada día volvemos a inventarla.
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¿Qué piensa usted cuando piensa en la Ciudad de México? ¿Qué escribiría en una postal a sus amigos si fuese un viajero que la visita por primera vez? A mí lo que me late de esta ciudad son las puertas, tantas y tan distintas, que se abren a cada paso para convertirnos en cómplices de su cotidianeidad. Umbrales que nos permiten ver por qué la ciudad es como es, hacia dónde va y cómo fue. Al caminar por el ex lago de Texcoco en búsqueda de un islote con nopales, sintiendo el sol radiante en el cuerpo, se abre una de esas puertas, que revive la fundación de lo que hoy es una megalópolis en renacimiento, a pesar de su nota roja... todo se vale menos taparse la boca, porque si dejamos de influir en el porvenir de la urbe, mejor será que nos marchemos. Sin embargo, marcharse ¿a dónde? Mejor volver a ver en el transcurrir cotidiano la ciudad que quisiéramos habitar. ¿Por qué ceder el espacio de todos al agandalle de algunos que, con toda su creatividad –eso sí–, privatizan las calles o cementan su paranoia? ¿Por qué permitir que el tiempo se pierda entre las avalanchas de hojalata, cuando el coche también puede ser consultorio o maquila de chambritas, y la combi un espacio para conversar con el vecino? A veces es difícil verlo, pero los viajes por la ciudad permiten tejer relaciones inesperadas con los demás. Al fin y al cabo, el tráfico nos trata a todos por igual, no como las avalanchas de lodo que sólo se llevan las casas de los más pobres. Subámonos entonces nuevamente al metro hasta bajarnos en la estación “Alto Voltaje”. La Ciudad de México vibra en cada esquina. Desde los murales callejeros de Nezahualcóyotl hasta los “gritos” adheridos a las paredes en Tecamachalco, las calles son el espacio donde los jóvenes expresan su versión de la historia. Y cuando estos lugares están vetados, modifican la ciudad plasmando en internet cómo ellos la
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imaginan, en diálogo con miles y siempre nuevos referentes culturales que suben y bajan en banda ancha. Sus padres y abuelos tuvieron herramientas menos veloces para dejar huellas en el espacio que habitaron, pero huellas sí dejaron. Ante la falta de infraestructura y de voluntad política para construir una ciudad con futuro para todos, las generaciones de las décadas del máximo desbordamiento de la urbe tuvieron que hacerse de un patrimonio improvisando con concreto y bloc de cemento. Aceptada o negada como realidad, la autoconstrucción y, con ella, la tecnología “rascuache” son herencia y fuente potencial de desarrollo en más de la mitad del espacio construido del Valle de México. De igual modo que la autoconstrucción tiene como fundamento la flexibilidad, y como premisa que cualquier objeto puede ser utilizado para algo distinto a su función
¿Qué piensa usted cuando piensa en la Ciudad de México? original, las estrategias de supervivencia de los habitantes nacen a veces de la paradoja de que las cosas son lo que son porque también pueden ser otra cosa. Así sucede cuando en tiempos de crisis institucionalizada cruzamos la línea entre la formalidad y la informalidad cuando corremos tras la chuleta para aliviar el síndrome de abstinencia provocado por la quincena ausente. ¿Y qué tiene de malo seguir el ejemplo del Corsario Negro? Si entre gerentes se celebra la evasión de impuestos y las grandes compañías cazan mariposas que no son suyas, ¿por qué no, entonces, comprar “pirata”? Para muchos, ésta es la manera de participar en la espiral del consumo, que es una locura, pero que a los seres urbanos, sin duda, nos arrastra. Y mejor tener un papá “pirata” que no tener papá. Los niños en situación de calle –que, agazapados bajo la tarima, se refugian en una esquina de la exposición– tienen otros problemas. Han sido expulsados de la glorieta Insurgentes y no quieren volver a las dinámicas de violencia intrafamiliar de las que huyeron. Cansados de estar a la defensiva todo el día, se sientan en un sillón en plena calle para descansar y, por un instante, hacen de la intemperie la sala de su casa. Con los acróbatas del parkour comparten
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su capacidad de transformar el espacio a partir de su uso y de la imaginación. Los traseurs también hacen de la calle lo que pocos se hubieran atrevido siquiera a pensar: con sus acrobacias rompen con lo establecido y multiplican las posibilidades de cómo vivir la urbe. Más bocanadas de “Aire de ciudad” nos esperan. Para quien no esté dotado de las habilidades propias del chapulín, hay también plazas, puentes y playas para reafirmar que la ciudad nace del pensamiento y que es mucho más –además de ser mucho más compleja– que sólo un espacio para dormir, trabajar y consumir. Si nos atrevemos a abrir todos los sentidos y emprender el viaje, incluso el segundo piso del Periférico puede convertirse en un espacio que nos permita ver que todos somos parte de un conjunto, el cual requiere de la participación de cada uno de nosotros para volverse realidad. Con la vista sobre el valle, este “malecón” en potencia nos invita a dejar de ser sólo habitantes de una aglomeración –bastante grande, por cierto– para convertirnos en ciudadanos de la Ciudad de México.
A mí lo que me late de esta ciudad son las puertas
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Dentro del cajoncito‌ Ana à lvarez
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Si cerráramos los ojos para inventar la noche en pleno día y dejáramos de ver por unos instantes el perfil de las calles, sería el singular sonido del motor de los vochos, el ir y venir de los transeúntes, el olor de las carnitas, el polvo que se impregna en la piel, el piropo de un “pájaro callejero”, el clima templado, las madrugadas frías, los pregones de los ambulantes, la música pirata y las lluvias torrenciales de mayo, lo que nos indicaría que estamos aquí, en nuestra ciudad, en la Zona Metropolitana del Valle de México. Serían también los fragmentos de vida que atravesamos en el metro –el “si yo de plano no tuviera un peso para comprarme un desodorante, me echaría al menos un limonazo” o el “ya me mandó Arturo el dinero desde Los Ángeles”– los que funcionarían como nuestra brújula. Pero es probable que al cerrar los ojos y dejar de ver lo que siempre vemos, también descubramos nuevas cosas “dentro del cajoncito” o Pintowháti, como llaman los matlazincas a la Ciudad de México.
Murmullos que son voces En el corazón del abasto de la ciudad podemos escuchar, entre el ir y venir de huacales de plástico con olor a cilantro y ajo, el canto de otros universos: Nojkaj tä México, Nangi ndá, Kalkuyunanin… ¿Qué dicen esas voces que nos susurran desde muy cerca? Nojkaj tä México, Nangi ndá, Kalkuyunanin vuelven a repetir, mientras sentimos cómo nos rozan los diablitos que transportan de un lado a otro los alimentos. Noj-kaj-tä México, Nan-gi n-dá, Kal-ku-yu-na-nin escuchamos, una y otra vez, hasta que se vuelve imposible detener el impulso de abrir los ojos y meter la cabeza a uno de los huacales de donde parece provenir el susurro. Y, ahí, con la cabeza adentro y los pies afuera, precisamente frente a
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en espejo y los indígenas mazatecos, chontales y totonacos vuelven a pronunciar: Nangi ndá, Nojkaj tä México y Kalkuyunanin para nombrar a esta ciudad que, aunque muchos de ellos la construyen y alimentan, se empecina en mantenerlos fuera. Sus palabras recuerdan que la Ciudad de México –Nangi ndá en mazateco, Nojkaj tä México en chontal y Kalkuyunanin en totonaco– era “La Tierra en el agua” y sigue siendo el “Pueblo grande de México” y “Donde se hace mucho la guerra”…
Voces que son gritos Trac, plac, tac, tac, tracatatatata golpean los jóvenes provenientes de zonas rurales con sus martillos y perforadoras mientras trabajan en la construcción. Pero cuando pasean por las calles de la ciudad gritan en silencio con sus paliacates, patillas, pantalones guangos y camisas punk que ellos no son “oaxacos”, “paisanitos” y “macuarros”, sino “Mazahuacholoskatopunks”: híbrido, creación y esencia de una ciudad en la que el mestizaje no es un acontecimiento histórico acabado. Más aún, ahora que el Sistema de Transporte Colectivo de la ciudad nos lleva de Pantitlán a Pino Suárez y desde ahí a cualquier lugar del mundo con sus nuevas ciber estaciones, en muchos sentidos es claro que todos somos radicalmente mestizos. El internet, ese espacio público que no es calle y en el que es posible gritar sin que un “cuico” te detenga o hacer un graffiti sin que nadie lo pueda censurar, es una caja, un cajoncito, donde también es posible escuchar las voces estridentes de la ciudad:
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Nojkaj tä México, Nangi ndá, Kalkuyunanin…
¿Qué dicen esas voces que nos susurran desde muy cerca?
una botella de Klein, los murmullos se convierten
Te invitamos a un concierto masivo en estos días de contingencia. El acceso es gratuito y puedes acudir sin uso de tapabocas. La cita es con tu computadora este martes en punto de las 5 de la tarde tiempo del centro de México. Direccionando a www.gritamx.com podrás seguir el concierto en vivo. Invita GritaRadio.
Gritos que son tatuajes En esta ciudad de murmullos, gritos y cantos también existen silencios que desembocan en voces que al unísono piden: “Líbrame de ser un cordero ante los prepotentes y de ser un león ante los débiles…” Mientras la “Niña Blanca”, la Santa Muerte, cabalga con la guadaña y la balanza de la justicia por la piel de los devotos. Los tatuajes de la “reina” cuentan en silencio historias de esta dura y entrañable ciudad: “Gracias, Blanquita, por desviar esa bala y salvarme la vida. Cuida que los Jamaicos no me maten a mí ni a ninguno de los Cuervos”, o “Mi reina, en ti confío para que cuides a mis hijos y me ayudes a salir adelante con mi embarazo. Gracias por dejarme saber que mi marido está bien contigo”. Heridas de vida que están en proceso de cicatrización, pero que como cualquier tatuaje hay que saber cuidar. Por eso en el corazón de Tepito, una voz que son mil voces dice: “Este tercer misterio se lo vamos a ofrecer a la Santísima Muerte y le vamos a pedir por todos nuestros presos, que se encuentran en cárceles y presidios, justa o injustamente, para que la Santísima Muerte les abra las rejas y muy pronto se encuentren con su familia.”
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Con la cabeza adentro y los pies afuera, los murmullos se convierten en espejo
Un poco de música para el encerrón –rocker masivo–
Tatuajes que son cicatrices Los tatuajes de la ciudad no son, sin embargo, sólo los de la piel de sus habitantes, también son las cicatrices de sus calles: los graffitis en los muros, los monumentos a los bicitekas caídos y hasta la escultura de un Cristo “peatonal”, colocada en las alturas de la avenida Ermita-Iztapalapa, para nunca olvidar que en esta ciudad un puente para peatones hace la diferencia entre el paso a la vida y el paso a la muerte. Testimonios todos de las distintas formas en que los habitantes transforman heridas en cicatrices. Marcas que no son sólo huella de dolor, sino también la prueba de que sus habitantes se atreven a vivir la ciudad de otras maneras.
Cicatrices que son huellas En el “ombligo de la luna” un ciego camina por el inmenso vacío. No ve los palacios, tampoco los templos, sólo siente las cicatrices del pavimento con su bastón y escucha cómo el Zócalo es la orquesta que toca en vivo el transcurrir de muchas épocas y el converger de distintos mundos. El resonar de las campanas de Catedral, las demandas de los manifestantes, los tambores de los danzantes, las trompetas del ejército, las alarmas de los coches y los pregones de los ambulantes son todos parte de un Aleph urbano que con murmullos, voces, gritos, cicatrices y huellas se configura en su mente .
Cerca de él, una decena de personas marca el compás del reloj solar que se forma entre sus cuerpos y el asta bandera. Los automóviles rodean el Zócalo urgidos por llegar a otro lugar. Ellos, nosotros, todos seres urbanos que privilegiamos la velocidad por encima de la memoria, avanzamos sin pensar que las calles son territorios imprimibles donde yacen los textos de quienes han habitado esta urbe. Y así, los que sí podemos ver pero nos olvidamos de hacerlo, a menudo seguimos el trayecto de nuestras vidas individuales, sin reparar en qué huellas, qué tatuajes, dejamos en nuestra ciudad.
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El tercer viaje de Alicia Valentina Rojas Loa
“Usted está aquí” dice el mapa en la entrada. Y Alicia no puede evitar sentir un poco de desconcierto. “ìuqa àtse detsu” debería decir y ella, por supuesto, lo entendería. No en balde ha aprendido en otros viajes a voltear su cabeza de cabeza –incluso con el peligro de perderla a manos de una reina enloquecida–. ¿O será que el mundo al otro lado del espejo es exactamente igual al que está del lado desde el que siempre nos miramos? La espiral, el desierto, los pequeños ojos de agua interrogantes, la colonia en forma de tela de araña y la red infinita de calles dibujados en el mapa son suficientes para apaciguar el desconcierto de Alicia. Además, tiene una enorme curiosidad de averiguar qué es lo que se esconde detrás de la superficie brillante del mapa en la que también puede ver vagamente su reflejo. La entrada al espejo no es la brillante neblina plateada que Alicia esperaba, sino un puente que atraviesa un lago sobre el que repiquetea una lluvia musical. Alicia se moja con trompetas, sones, voces y con el agua que arrojan los coches al pasar. Sobre las aguas flotan casas, niños, familias, altares, taxis enjaulados y canchas de tenis en las que parece que los jugadores tienen como contrincantes a las torres de alta tensión. “Curioso espejo éste” piensa. Aunque todo lo que está a su alrededor le es de alguna familiar, no puede evitar asombrarse ante su vista... En una esquina, la más lejana, la más escondida, encuentra las huellas de un antiguo conejo. Sólo que éste da maromas por el cielo. Y como en cuanto a perseguir conejos sabemos que esta niña no puede resistirse, sigue sus huellas hasta llegar a una trajinera que flota sobre el lago. El conejo desaparece en la oscuridad y, al perder su rastro, Alicia decide abordar la barca. En la trajinera no hay nadie. Es, además, una
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trajinera anfibia que circula como automóvil por las calles y navega como barca por los canales. Sin duda, el mejor transporte para navegar por esta ciudad semilacustre...
Ventanas La trajinera atraviesa un túnel después del cual se levanta una ciudad. Es una ciudad grande, enorme, frágil. En los edificios, construidos con cajas de plástico, hay innumerables ventanas. Voces distintas murmuran cosas aquí y allá. Parada de puntitas en la proa de la trajinera, Alicia se asoma a través de las ventanas para espiar a los habitantes de esta ciudad. Curiosamente, le sucede lo mismo que con las imágenes que flotaban en el lago: aunque los personajes que alcanza a ver son igualitos a los veinte millones de vecinos que tiene del otro lado del espejo, le parece que sus afanes cotidianos son extraordinarios. Hay nómadas que, habiendo renunciado al sedentarismo, arrastran incansablemente su circo por las orillas de la urbe. Más allá descubre a un taxidermista que diseca mascotas a perpetuidad, mientras se pregunta si este excéntrico artesano podría también disecar la sonrisa de un gato... Y en otra ventana observa emocionada a un grupo de jóvenes que escalan rejas, monumentos, muros y bardas para realizar sus hazañas acrobáticas. Alicia mira con angustia hacia todos lados:
usted está aquí 42
¡esperemos que en este reino no haya un monarca que le corte la cabeza a todo aquel que se atreva a romper los sagrados usos convencionales del mobiliario urbano!
La diosa de las aguas La trajinera continúa el viaje surcando ríos y canales que ahora llevan agua sólo en el nombre: Río Mixcoac, Río San Jerónimo... El reino de Chalchiuhtlicue, diosa mexica de los lagos y las aguas corrientes, yace ahora entubado. La trajinera encalla en la caja de agua del Colegio de Tlatelolco y a Alicia no le queda otra opción que seguir su camino a pie. No lejos de donde ha desembarcado, un campesino siembra macetas en el lecho de un lago desecado. La tierra cruje bajo sus pies, y a Alicia le empieza a dar mucha, mucha sed. Ante ella encuentra una mesa con una botellita que dice “Bébeme”. Recuerda que en otras ocasiones hacerle caso a la botella le ha resultado muy útil. Después de seguir las reglas de la prudencia y revisar que en la parte trasera de la etiqueta no dice “Veneno”, Alicia se la toma de un solo trago: el agua sabe a curado de guayaba, flautas, tacos de suadero y un toque de jugo de nopal. A pesar de que camina sobre un desierto, oye a lo lejos un rumor de agua. Alicia sabe que la diosa de las aguas se esconde en las gotas de lluvia y que con cada chubasco amenaza con volver. Porque quien ha visto llover en la Ciudad de México sabe que el agua siempre regresa y que en su cauce permanecerá aunque sea en el futuro, como el que se vislumbra en la imagen de una ciudad que, aprendiendo de sí misma y de su pasado, ha dejado de pelearse encarnizadamente con su entorno y emerge entre los lagos.
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La tierra cruje bajo sus pies, y a Alicia le empieza a dar mucha, mucha sed De repente, Alicia experimenta una curiosa, aunque conocida sensación: ¡se está encogiendo! Toda su concentración está en el nuevo tamaño de su cuerpo, por lo que deja de fijarse por dónde camina y cae en una coladera abierta. Desciende en espiral, como cuando seguía al conejo, para terminar en un río de aguas negras. Huele mal, pero por alguna razón no puede relacionar el hedor con algo en particular: en él se mezclan desde los shampoos de almendras y los limpiadores de lavanda hasta el excremento de los habitantes y los desechos químicos de las fábricas. Un grupo de campesinos limpia las bombas que extraen las aguas negras para regar sus campos, mientras en la superficie prosigue la simulación de la limpieza y la ciudad esconde los espejos en los que prefiere no mirarse. Alicia no sabe si la urbe es cínica, ingenua o ignorante. Más desconcertada que ante el sin-sentido del Sombrerero –que, al fin y al cabo, tenía sentido–, se echa a descansar
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en un metro cuadrado de pasto artificial, pintado de un verde que todo lo torna, mágicamente, en “ecológico”.
Deshojando margaritas Alicia deshoja florecitas: la quiero, no la quiero... “La quiero” dice el último pétalo de una margarita de plástico. Y, sin embargo, sabe que hay muchas cosas que no le gustan en esta ciudad, donde los hombres se han empecinado por expulsar el paraíso. Hace unos instantes se encontró con un grupo de peces, serpientes y ajolotes buscando asilo por las calles. Acababan de desmantelar su pequeño edén, ubicado en el piso 37 de una torre. Conmovida, Alicia les ofreció instalarlos en la tina del baño de su casa, pero los animales querían algo con un poco más de vista, pues así se habían acostumbrado. De repente, Alicia se siente observada: interrogantes, un microscopio, después unos binoculares y, al final, una lupa casi le rozan la nariz. Y a pesar de saber que en este viaje todo es posible, se sorprende al percatarse de que quien la observa es una araña.
Alicia no sabe si la urbe es cínica, ingenua o ignorante
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Se echa a descansar en un metro cuadrado de pasto artificial, pintado de un verde que todo lo torna, mágicamente, en “ecológico” 46
—¿Quién eres? —le pregunta la araña, y Alicia le responde que es una habitante de esta ciudad, de la de ambos lados del espejo, aunque admite que de este lado todos le parecen un poco extraños. La araña –que se jacta de ser el habitante más auténtico y feliz de los rincones de este y del otro lado del espejo y que se ha bautizado a sí misma con el nombre de Chilanguis felix– le hace señas para que la siga y le presta su lupa para mostrarle un mundo diminuto, apenas sospechado, de orquídeas salvajes, gusanos con trajes de seda, escarabajos, chapulines y flores de colores que hacen un jardín en la grieta de una banqueta. La vista de este hermoso y diminuto universo hace pensar a Alicia que esta ciudad es, sobre todo, muy simpática. En ese momento se da cuenta de que el último pétalo de la margarita de plástico estaba en lo correcto. Si hay algo que le gusta de esta ciudad es que siempre sorprende al que viaja por ella, aunque algunas veces confronte y conflictúe. Sumida en su intenso entusiasmo por la ciudad, Alicia se queda profundamente dormida. Los gritos de unos niños la despiertan. Está enmedio de una fuente y a su lado las tortugas toman el sol. Sin que nadie se dé cuenta, sale de la fuente y se limpia el limo del vestido y los zapatos. Alicia se frota los ojos. Frente a ella, un mapa dice “usted está aquí”.
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¡Deriva-da-da-da! Fionn Petch
Llegas a la ciudad en paracaídas. Has oído por ahí que es así como llegaron todos. En paracaídas o a través de algún tipo de madriguera. Algo te han dicho sobre el ombligo del conejo de la luna... ¿Por qué? No tienes ni idea. Tal vez no hay otra ruta a este valle cerrado (te acuerdas de las raras palabras “cuenca endorreica”), no hay otra manera de entrar más que cayendo de las nubes. Como si te hubieran expulsado del cielo. Mientras desciendes, los volcanes se yerguen a tu alrededor. El valle entero parece estar lleno de una materia gris. ¿Lava? ¿Arena? ¡Cemento! Un mortecino fango de concreto lo asfixia todo, se va tragando las laderas de las montañas circundantes, va anegando las pequeñas colinas que emergen de la superficie del valle. Primero te pareció un llano, un espejo apagado que mira al cielo, una masa desbordante, como si el valle se fuera llenando poco a poco con esta cosa y nadie quitara el tapón... Conforme bajas, todo comienza a adquirir volumen y empiezas a distinguir formas: casas. Infinitas. Incontables. Entre tanto gris, ahora puedes ver que también hay manchitas verdes. En la zona donde tocas tierra, pareciera que hasta las casas llegaron en paracaídas, que cayeron del cielo y aterrizaron de la manera más incómoda y caprichosa posible, recargadas unas sobre otras. Ahora estás rodeado de esas cajas grises. Los ganchos (o lo que sean esas cosas) con los que las bajaron del cielo todavía sobresalen de las esquinas superiores. Más adelante, en una de las áreas más verdes, hay incluso una casa muy peculiar que se aferra a las lisas paredes de otro edificio: “¡El arquitecto tiene que haber sido alguna clase de genio!”, te dices, completamente azorado. Tendrás que averiguar qué es este extraño lugar donde has aterrizado.
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I’m an alien, an illegal alien, I’m an Englishman in... Bueno... ¿en dónde? Tendrás que hallar a alguien y preguntarle. Hay una línea azul en el piso que se dirige rumbo al este. Luego gira hacia el norte. Te lleva a un mapa. Parece un mapa antiguo. No hay en él más que cuerpos de agua: ríos, lagos, manantiales, canales, acueductos... Los nombres: Río Becerra, Canal de Miramontes. Desde arriba no se veía ni gota de agua por aquí. No puede ser un mapa de esta ciudad, ¿o sí? De cualquier modo, en conjunto, los cuerpos de agua parecen trazar la forma de una ciudad, creando un curioso palimpsesto que no puedes explicarte del todo. Misterio. Donde ahora se levanta la ciudad, alguna vez fue pura agua. ¿Dulce? ¿Salada? ¿Salobre? ¡Aquí debe llover tanto como en casa!
Water, water everywhere, but not a drop to drink... ¡Este mar de casas antaño fue un lago! Miras el mapa y la visión de una ciudad en una isla, con sus palacios y altas pirámides reflejados en el agua, te deja patidifuso. ¿Un espejismo? ¿Una Fata Morgana? Y aquí, hay otra imagen que muestra cómo podría llegar a ser un día la ciudad, una vez más circundada por el agua, sólo que ahora ésta reflejaría los rascacielos y las luces que se extienden sobre el horizonte y se encaraman en los cerros. Te das cuenta de que te han engañado: estos mapas son de utopías pasadas y futuras (la utopía no cabe en el presente). Las ciudades cartografiadas en estos mapas son ciudades imaginarias, ciudades invisibles. In Xanadu did Kubla Khan... Tienes que ir en búsqueda del nombre de esta ciudad. Te fijas bien en el mapa y encuentras un mensaje oculto que parece dirigido a ti. Sigue la línea roja hasta el final, luego toma la amarilla. Ahí encontrarás a la gente que habla en lenguas. Sigues las instrucciones con cuidado y te encuentras con una multitud. Hablan un idioma que no entiendes. No: docenas de idiomas. Paulatinamente, las voces fluyen y se definen. Yes, yes. Da-Da. ¿Babelotitlán? No: Tenochtitlan. Es la ciudad de los muchos nombres, de las muchas lenguas. Le dicen “Dentro del cajoncito”, “Lugar donde se hace mucho la guerra”... y, también, “Ciudad de México”. Alguna vez fue un lago... Esta “Ciudad de México”, una isla de voces –o rumores– en medio del lago. ¿Qué Tempestad ha dejado varado en esta isla a su afortunado y próspero visitante? Sin poder consultar tus amados libros, tendrás que continuar explorando esta urbe y descifrar sus misterios. Al menos ya sabes el nombre, o los nombres, de esta ciudad: es un buen comienzo.
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In Xanadu did Kubla Khan…
Sacas tu pescado de Babel y te lo pones en la oreja.
¿Qué es este bicho que yace a mitad de tu camino? ¿Un calamar? ¿Un pulpo? La muchedumbre te cuenta que para averiguar más sobre las distintas tribus que la habitan debes seguir la línea amarilla. Avanzas con cuidado por el camino amarillo... sin saber si encontrarás leones u hombres de hojalata. Llegas a otro lugar lleno de voces: pero esta vez no son palabras lo que suena. Animales de toda clase se llaman los unos a los otros. Por todas partes hay pájaros trinando. Entonces te percatas de que algunos de estos pájaros son hombres silbándole a las mujeres. ¡Pero si suenan igual! Tu carcajada no espera y añades tu voz al tumulto. ¡Qué delicia! La diversidad de criaturas que encuentran su nicho a la mitad de este lago de concreto te deja pasmado. Pero, allá adelante... ¿qué es eso? Jamás habías visto nada similar: parecen pollitos, pero sus colores son sobrenaturales: rosa, verde, morado... Y acá, un perrito muy bonito, inmóvil como una estatua. ¿Qué ocurre? ¿Es acaso un juego?
Todos están hechos del mismo material y comparten su hábitat: tu camino
Tanto prodigio te marea. A ratos es placentero, en otros momentos es profundamente perturbador. Te tropiezas con algo en la banqueta y te lastimas un dedo. ¡Aaaaauuuuch! ¡Oh-no! ¡оно существо! ¡Tu pie! ¿Qué es este bicho que yace a mitad de tu camino? ¿Un calamar? ¿Un pulpo? ¿Un ser acuático que olvidaron las aguas del lago cuando se fueron? Imposible... lo tientas con el dedo de tu otro pie, el ileso. Pero todo él es metal y concreto, como un animal de un cuento de ciencia ficción. Entonces te percatas de que son muchos, difieren en la forma, pero todos están hechos del mismo material y comparten su hábitat: tu camino. Una idea te aterroriza: ¿qué tal si son los tentáculos del mismo gigantesco animal? Tienes una visión del Kraken emergiendo del centro de la tierra, a punto de romper la superficie y enfrentarse contra esta megalópolis para zanjar de una vez por todas la cuestión de cuál de los dos es el más grande megabicho de todos...
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Te pones lívido del susto. De pronto la ciudad parece tan frágil. Un terrible sino pende sobre ella. No lo entiendes. Un instante la ciudad te deleita, el siguiente te resulta abrumadora. Oscilas del optimismo al pesimismo, como otro cándido viajero que hablaba todas las lenguas. Te preguntas cómo ha de ser vivir aquí todo el tiempo. ¿Y tú, podrás irte alguna vez? ¿En qué está derivando este viaje? Si tan sólo pudieras encontrar aquella madriguera... Don’t panic. Los habitantes deben tener maneras de lidiar con la sensación de una ciudad al borde del desastre. Aquí llegan algunos. Todos caminan en la misma dirección, cargando efigies con vestidos extravagantes. Un escalofrío recorre tu cuerpo. ¡Son calacas! Las sonrientes calaveras tienen la mirada fija en la nada. ¿Quiénes son todos estos Hamlets menores? ¿A dónde se dirigen? Los sigues y una ceremonia a media calle te atrapa por completo. Es como un ritual antiguo. ¿Por qué no tienen un templo? Por un segundo tienes miedo. Miedo de que, por forastero, te sean hostiles y que lleguen a amarrarte como a un Gulliver tardío o te sacrifiquen a esta horrenda deidad. No: sus rostros te dan la bienvenida, aquí se acepta a todo el mundo.
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Te revolotea la sensación de haber visto todo esto en algún otro lugar... ¡Déjà-dada! La ciudad –o, más bien, tu percepción de la misma– se siente como un derivado de esos tantos otros lugares que has visitado o de las historias de viajes que has leído. Al fin de cuentas –se te ocurre– es construyéndola en nuestra imaginación que nos apropiamos de una urbe. Esta “Ciudad de México” es un espejo que mira al mundo exterior, es cada ciudad posible y futura y, a la vez, es el espejo mismo, el azogue del espejo, el siempre cambiante, palpitante, mecánico corazón de mercurio de la bestia. Te relajas nuevamente y coqueteas con el pensamiento de quedarte un rato aquí, en esta extraña y contradictoria ciudad. Aunque, primero, vas a buscar una postal para enviar a casa... Traducción del inglés: Sol Aréchiga.
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Fundaci贸n Re Rodrigo Remolina
Hacía años que los amigos no se veían, a pesar de encontrarse ya retirados de su casi heroico oficio: el de fundadores de ciudades. Paradójicamente desempleados en este urbanísimo siglo xxi, los viejos expertos se dedicaban ahora a descifrar ciudades. Así, el tlatoani y sacerdote Tenoch y Alonso García Bravo, el alarife, padres por duplicado de la Ciudad de México, se abrazaron antes de iniciar una nueva excursión por la ciudad que ahora les resultaba casi irreconocible. El Museo Nacional de Antropología ofrecía una visión fresca y renovada de la urbe, especialmente a sus propios habitantes. Para Alonso y Tenoch, la oportunidad de reconocer su ciudad, cercana a 700 años, era emocionante. Y al principio, fue el lago. Enorme tabula rasa acuática, extendiéndose por los confines de la cuenca cerrada, Laguna de la Luna, Lago de México, homenajeado en la primera sala, dando la bienvenida. El conejo totémico acompañó a Tenoch y a los suyos en su duro peregrinar. Conejo de la luna, luna de agua, agua de laguna. Alonso y los suyos no comprendieron la profunda relación de los mexicas con sus lagos; la palabra México, “en el ombligo de la Luna”, sólo fue para ellos el nombre de la ciudad que refundaron después de 1521. Ahí estaba, pues, en lugar protagónico, el tótem, magnificado por la era industrial. Tenoch sonrió ante la reivindicación de su nahual. Alonso se sorprendió al ver de nuevo la hermosa caja de agua de Tlaltelolco, pintada por maestros tlacuilos para los franciscanos mientras él recorría los confines de la laguna y la ciudad indígena que, descompuesta por años de guerra, abandono y pillaje, seguía siendo magnífica. Trataba de entender su complejo y sutil equilibrio con las aguas, deseaba traer de vuelta el perfume de sus jardines y el blanco resplandeciente de sus edificios. Y qué mejor tema para pintar la caja de
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agua que el lago mismo, rebosante de vida, celebración necesaria en tiempos de cicatrices: ahuizotes, peces, garzas, patos nadando entre ondas y remolinos. —Después de haber permanecido siglos bajo tierra, olvidada, su rescate ayudará a que los habitantes de esta época logren imaginarse la ciudad de 1530 —se dijo Alonso, —O la de dos siglos antes —pensó Tenoch. Ambos fueron partícipes de una euforia constructiva sin par. Tenoch y los suyos conocieron las ruinas de otra gran ciudad abandonada y magnífica, a la que llamaron Teotihuacán, la de los dioses, y que tomaron como ejemplo. Si no fueron dioses quienes construyeron esa tremenda ruina, sí fueron hombres incansables, como Tenoch, Alonso y los suyos, y como quienes hoy siguen cotidianamente reinventando su urbe: México-Tenochtitlan, San Juan Tenochtitlan, Ciudad de México, Zona Metropolitana del Valle de México... Pueblo incansablemente constructor y destructor y reconstructor, que hoy edifica con cajas de plástico singulares estructuras para recrear su ciudad en el Museo. Pueblo que con sus manos labró lo mismo sutiles filigranas –Coyolxauhqui, Retablo de los Reyes, Tlaltecuhtli, Sagrario Metropolitano– que descomunales plataformas, túneles, acueductos y puentes que han mantenido, cada vez con mayor dificultad, la normalidad de la vida en esta urbe de siete siglos. Pueblo que, en cambio, se construye para sí, precariamente, un patrimonio urgente, inmediato, ingenioso y posiblemente efímero. Casas levantadas con poco dinero y mucha ilusión, de las que con certeza poco quedará en el futuro, coincidían Tenoch y Alonso al pensar en las casas de tule o adobe que el pueblo construyó en sus respectivas ciudades. Su trabajo y talento, sin embargo, permanecerán en los monumentos que en todos los tiempos han dado fama a esta ciudad.
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Para Alonso no deja de ser incómodo, a pesar de los siglos de distancia, el saber que diseñó y construyó una ciudad sobre otra, ya que, como Cortés mismo, también amó la ciudad de Tenoch. Historia, circunstancias, errores y aciertos. Historia. Como la que se asomó a la luz al comenzar hace cuarenta años la construcción de la red del Metro, una de esas obras de gigantes que los habitantes del Valle de la Luna son capaces de hacer. Red que guía todos los días los destinos de los habitantes de la cuenca, así como ahora lleva a los dos fundadores por los rincones de las salas del Museo. Obra sorprendente también la del drenaje profundo, que en el último tercio del siglo xx hirió de muerte a los lagos, amados por los mexicas, odiados por los españoles. —Nunca entendieron al lago —reclamó Tenoch a Alonso. —No pudimos con él —respondió éste.
Los fundadores discutieron –justificando o atacando– esta transformación que como ninguna otra cambió la faz de la cuenca de México. Saldo triste de 500 años de desecación y 100 de contaminación despiadada: sus ríos son desagües pestilentes; sus seis lagos, pantanos ocasionales y colonias inundadas. Qué mejor argumento para defender los lagos de Tenoch que ver cómo ahora los campesinos riegan sus cultivos con aguas negras. Se mezclan desechos y recursos, ¡qué locura! ¿Qué ciudad puede prosperar así? —Mis paisanos se equivocaron con la laguna — reconoció Alonso —no sólo era bella sino útil. —Nuestra madre —agregó Tenoch. En lugar protagónico de la exposición hallaron rastros inequívocos de la antigua ciudad lacustre: Tláhuac, Mixquic, pero sobre todo Xochimilco, permanecen precariamente, con un pie en el pasado remoto y el otro en el futuro incierto. Cultivando jardines sobre islas hechas a mano, rodeadas de canales de agua tratada, resistiendo el avance de los rellenos, las casas, la basura y los drenajes. ¿Por qué será
¿Quién se atreverá a ser el tercer fundador de la ciudad?
que sus habitantes se aferran a la herencia de sus antepasados, a eso que los estudiosos llaman patrimonio, que en otras partes es ya sólo un recuerdo? Su antigua presencia en la gran urbe refresca e inspira. Al parecer, el futuro más brillante para la ciudad de Tenoch y Alonso debe acercarse a su origen, como lo están viendo sus estudiosos, cada vez con más certeza, para tratar de enderezar el camino. Una imagen atrae y conmueve a los fundadores: torres y calzadas de formas increíbles se levantan en la costa del gran lago, que está de vuelta. ¿Quién se atreverá a ser el tercer fundador de la ciudad? Sí que es potente la naturaleza americana; implacable pareció a los europeos. Y no sólo por los lagos. Los fundadores se admiran con la sutil belleza, con el callado heroísmo de las pequeñas flores, musgos, catarinas y arañitas que pueblan cada rincón disponible de la urbe, cada vez más pétrea, más árida. Añoran los tiempos en que cientos de miles de aves tapaban el sol al atardecer. Recuerdan el horizonte circular, cielo hemisférico, contemplado por Tenoch desde el islote fundacional y por Alonso desde el maltrecho teocalli a medio demoler. Ahora, a partir del reciente portento constructivo del segundo
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Nómada cotidiano, moviéndose para no ser tragado por los remolinos del lago invisible piso del Anillo Periférico, los privilegiados ciudadanos con coche pueden recrear un poco de aquellas imágenes: amaneceres y atardeceres sobre los volcanes, horizontes lejanos de fuego y nieve. Tenoch y Alonso miraron cientos de ocasos desde las torres de su respectiva ciudad, desde los volcanes y las islas de sus lagos: Xico, Tepepolco, Tepetzingo, Cuexcómitl, pero no dejaban de emocionarse ante la posibilidad de ver su ciudad desde alguna de las nuevas torres de acero y concreto. En el piso 37 de una de ellas, la primera y más osada, asistieron a un paraíso acuático de criaturas indescriptibles, en un contraste despiadado con el inmenso vaso vacío de los lagos que vieron por las ventanas. Llegaron así al corazón de la ciudad, mal llamado Zócalo, ombligo del ombligo de la Luna, a la magnífica plaza que, aunque desfasada por obra de Alonso, sigue pareciendo
familiar a Tenoch, la más anchurosa de su tiempo. Agradó a ambos fundadores el que cada vez sea más rica y viva, ya no sólo espacio del protocolo y ceremonial, sino un lugar propio de cada habitante de la urbe: recreo, mercado, descanso, aprendizaje, reclamo y jolgorio, todo cabe en esa gran plaza. —Te quedó hermosa —reconoció Tenoch. Creyendo haber recorrido toda la exposición, se toparon fatalmente con la historia desoladora del desierto lacustre. De pronto, las paredes oscuras del Museo habían desaparecido. La sal crujía bajo sus pies. El cielo era media esfera sin interrupciones, intimidante de tan amplia, azulísima, horizonte perimetral, ¡hacía tanto que no lo veían así! Una llanura amarilla, ningún rastro de vida, sólo ellos. ¿Era esto el fin de la ciudad? ¿Acaso un nuevo principio? Caminaron como nómadas por el desierto, por el lago, como nómadas habían sido los aztecas, mexicas después, como nómadas eran los españoles por el mar. Nómadas como los indígenas de todo México que llegan a la ciudad, que la llaman con cien nombres, nómadas como libaneses, judíos, italianos, norteamericanos, gentes del mundo a quienes el Valle de la Luna había abierto sus brazos en todas las épocas. Nómada como tiene que ser todo habitante actual de la ciudad: nómada cotidiano, moviéndose sin parar para sobrevivir, para no ser tragado por los remolinos traicioneros del lago invisible. Los fundadores eran ahora dos nómadas solitarios. Veinte millones de almas pesaban sobre sus espaldas, pero estaban más solos que nunca. Los acompañaban el viento potente con olor a salitre y el sol que quemaba desde el cenit y desde el nadir, reflejado por millones de cristales de sal. Después de horas, de días, de años, encontraron la isla, el tular, el manantial y la piedra: una nopalera, un águila, una serpiente. Era el momento, era el lugar...
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Del espejo al caleidoscopio
La ciudad y sus patrimonios a través del caleidoscopio Ana Rosas Mantecón
Ana Rosas Mantecón es académica en el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México.
El patrimonio ha sido uno de los espejos más recurridos para mirar las ciudades. Gobiernos, empresas turísticas, instituciones y ciudadanos acudimos a los grandes monumentos, la arquitectura, los espacios públicos, los museos, las producciones artísticas, las fiestas populares, para reconocernos y mostrarnos a los demás.
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No obstante su relevancia, el patrimonio ha constituido un espejo fracturado, que muestra sólo una parte y dificulta que todos nos podamos reflejar en él de la misma forma. Esto es así porque no es una realidad que exista por sí misma, sino una construcción histórica, una cualidad que se atribuye a determinados bienes o capacidades que son seleccionados arbitrariamente, de acuerdo con jerarquías que excluyen a unos y valorizan a otros, confiriéndoles la calidad de preservables en función de intereses variados. Llorenç Prats ha designado a este proceso como activación patrimonial: espacios, prácticas y bienes
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diversos pasan a formar parte del patrimonio, se resignifican y recontextualizan, adquieren legitimidad y la elección e interpretación queda oculta. Se trata de una actividad eminentemente productiva, creadora de valor económico, político y simbólico. A través de ella se proponen versiones de identidad, memorias posibles que buscan generar cohesión. Pero dado que sin poder (fuerza social capaz de activarlo) no existe patrimonio, las activaciones patrimoniales suelen consagrar como superiores a ciertos barrios, objetos y saberes porque fueron generados por los grupos dominantes
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o porque éstos cuentan con la formación necesaria para comprenderlos, apreciarlos y controlarlos mejor. Es por ello que –como ha apuntado Néstor García Canclini– las desigualdades en la formación y apropiación del patrimonio nos llevan a considerarlo no sólo como cohesionador, sino también como un territorio de enfrentamiento y negociación social, como recurso para reproducir las identidades y las diferencias sociales. El proceso de naturalización de la selección arbitraria que se encuentra detrás de las activaciones patrimoniales es particularmente claro en
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el caso de los museos, que presentan su visión de la historia como si fuera una ventana transparente al pasado, cuando en realidad la puesta en escena y la interpretación parten de su contexto actual. La curiosa relación que existe en el Museo Nacional de Antropología entre las salas etnográficas y las de arqueología es bien ilustrativa de ello. Claudio Lomnitz ha hecho notar cómo la forma en que se separan estos dos tiempos es en extremo problemática: sus dificultades para combinar el presente con el pasado en una misma sala o para poner el presente etnográfico en
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un lugar más central que el pasado arqueológico glorificado, “refleja una ortodoxia que considera que, aunque las culturas indígenas son herederas de las precolombinas, su herencia les llegó ya muy devaluada”.1 No se trata de una dificultad privativa de este museo; el sector turístico, por ejemplo, muestra igualmente una visión embalsamadora del pasado que usualmente presenta dificultades para articular la oferta turística arqueológica y monumental con la difusión de manifestaciones culturales del presente. Con estos 1 Lomnitz, 1999:113.
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antecedentes, es altamente significativo que el Museo Nacional de Antropología albergue una exposición sobre la Ciudad de México contemporánea y que invita a conocerla a través de prácticas culturales poco legitimadas. Multiplicar los espejos
Las condiciones desiguales en las que se constituye y pone en escena el patrimonio impiden que los diversos grupos sociales puedan dialogar y mirarse en él, sobre todo porque el no reconocimiento de las producciones culturales populares e indígenas ha
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implicado su devaluación. De ahí la demanda de diversas voces que pugnan por pluralizar el patrimonio y actualizarlo: para que abarque no sólo los bienes producidos por las élites, sino también los populares; los tangibles y también los intangibles, lo producido por el hombre y los recursos naturales, así como para que comprenda tanto lo creado en el pasado como los bienes y las expresiones culturales del presente. A estas voces se une la del grupo Citámbulos, quienes ya desde su primer proyecto de El transcurrir de lo insólito. Guía de asombros de la Ciudad
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de México se propusieron multiplicar los espejos en los que podemos conocer “los textos que esta ciudad de ciudades escribe todos los días”. Como buenos etnógrafos y amantes de la urbe, nos invitan a recorrerla, extraviarnos en ella, redescubrirla, adentrándonos en su diversidad temporal y cultural. Para la aventura, nos proveen de una cartografía afectiva, lúdica e irónica, la cual trazan auxiliados por las voces y registros de los habitantes de la capital, tanto de los entrañables como de algunos de sus demonios (como en el caso del extorsionador telefónico encarcelado). En su trayecto, registran los sentidos
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diversos con los que se vive el día a día de la ciudad, las marcas temporales que construyen la memoria y el sentido de pertenencia. La ciudad que nos develan es muy distinta de la usualmente dibujada por demógrafos, geógrafos, economistas y sociólogos. Al caracterizar lo metropolitano también a partir de la experiencia cotidiana del habitar, el espacio cada vez es más visto como un tejido de prácticas que producen significados diversos, que forman parte de las estructuras y redes que organizan el conjunto de la ciudad. No es sino dentro de esta perspectiva, que coloca como
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los verdaderos protagonistas a los urbanitas, que se puede reconocer al patrimonio vivo local, a menudo expresado en prácticas inmateriales.2 Este reconocimiento supone la comprensión del patrimonio como un proceso relacionado con la actividad y la agencia humanas, a decir de Philippe Dubé, el paso de un patrimonio de los objetos a un patrimonio de los sujetos, de sus prácticas culinarias, agrícolas urbanas, de relación con la naturaleza, de apropiación del espacio, 2 De acuerdo con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, acordada por la unesco en 2003, el patrimonio intangible o inmaterial se manifiesta en: a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma; b) artes del espectáculo; c) usos sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales. Disponible en: http://www.unesco.org
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de los desplazamientos y hábitos urbanos en constante transformación y mezcla por el arribo de migrantes de zonas diversas del mismo país y de otras sociedades, quienes incorporan lenguas, comportamientos y estructuras espaciales surgidos en culturas diferentes, así como por las influencias de quienes viven en Estados Unidos en plena época de inserción de la ciudad en los circuitos globales. Para mostrarnos esta heterogeneidad multitemporal y social, Citámbulos echa mano del viejo recurso del caleidoscopio, que aprovecha las posibilidades de
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multiplicación de imágenes que brinda la combinación de espejos y láminas dispuestos en distintos ángulos. Así, las observaciones minuciosas y las entrevistas que buscan registrar lo que la gente tiene que decir, se encuentran con las perspectivas de arquitectos, urbanistas, historiadores, antropólogos. Los artistas tienen un lugar protagónico en la exposición, sus obras no son meras ilustraciones de un discurso ya concluido. Videojuegos, instalaciones, paisajes sonoros, acuarelas, serigrafías, mapas, planos, esculturas, videos, fotografías y maquetas dialogan con los textos y multiplican las miradas.
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¿Y por qué las ciudades?
Citámbulos. Un viaje a través del espejo convoca a encontrar claves para entender el presente de la ciudad y también para hacer frente a su futuro. Los contextos urbanos pasan a ser decisivos en el mundo actual si reconocemos que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, porcentaje aún mayor en América Latina. Son incontables los problemas que enfrenta la Ciudad de México, agudizados con el tránsito de la concentración urbana hacia una zona metropolitana pluricéntrica,
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desigual y segregada, con un incremento del sector informal, del desempleo y la pobreza, y un decremento del papel regulador del Estado. Las crisis recurrentes que caracterizaron al último cuarto de siglo, derivadas del cambio del viejo modelo de sustitución de importaciones y de los desequilibrios del nuevo modelo de corte liberal, dieron como resultado menores oportunidades de empleo y pocas expectativas de mejora real para la mayoría de los habitantes de la capital. Los tradicionales flujos de inmigrantes han sido desalentados por la contaminación atmosférica,
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la falta de un sistema de transporte adecuado, el congestionamiento vial, así como la elevada criminalidad, pero continúa la expansión física del área conurbada. A la par que se extendía, la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ahora reconocida como del Valle de México) se fue estructurando con una aguda polarización, convirtiéndose en diversas ciudades con fuertes desigualdades entre sí. La población se redistribuyó en el área urbana, siguiendo diferentes patrones de segregación espacial: en primer lugar, los municipios conurbados tienden a alojar
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paulatinamente parte de la industria que ha salido del Distrito Federal, así como a la población, dándose una clara diferencia en los niveles socioeconómicos de los habitantes: los niveles más altos se encuentran en el Distrito Federal. Al interior de la zona conurbada se dan condiciones de vida más bajas entre la población que habita la zona oriente, en contraste con las de la zona poniente, a pesar de algunas pequeñas áreas con características opuestas en cada parte. La segregación urbana, esto es, el establecimiento de una distancia espacial y social entre una parte y el resto, se da
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entre todos los sectores y constituye una forma de replegarse frente a la violencia urbana. Pero mientras los pudientes se confinan en áreas cerradas y protegidas (ubicadas en zonas privilegiadas desde el punto de vista geográfico y natural), bien comunicadas con el mundo exterior, la segregación de los más pobres significa, por el contrario, falta de servicios y equipamientos elementales, grandes distancias al trabajo y a lugares de esparcimiento, así como deficientes comunicaciones.3 La fragmentación y la dimensión de la mancha 3 Esquivel, 1995:306-307; Salazar, 1999:35-36.
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urbana –que se extendió hasta rebasar los 1 500 kilómetros cuadrados– han vuelto impracticable la interacción entre sus partes y han evaporado la imagen física del conjunto, cuyas partes diseminadas son reconectadas sólo por los medios. Frente a este cúmulo de dificultades, genialmente ilustrado en la exposición con la fotografía del conjunto de timbres a la entrada de un edificio con el letrero de “No funciona, favor de gritar”, ¿cómo mirar el despliegue de estrategias y prácticas urbanas que se ingenian los habitantes de la Ciudad de
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México para buscar que su vida cotidiana transcurra con un cierto sentido de normalidad –la “maquiladora” durante el tráfico que se prolonga, el jardín ambulante en un camión o en las azoteas, la tecnología “rascuache”, los altares y rituales a la Santa Muerte para demandarle lo que el Estado ya no está en condiciones de proveer (empleo, seguridad, justicia, etc.)? Así como es evidente que la desestructuración de la ciudad constituye un estímulo para la participación y la organización ciudadana alternativa, también lo es para el enfrentamiento y el abuso (como la apropiación
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privada de calles y banquetas por individuos, vecinos y restaurantes, o los intentos de supervivencia basados en el uso depredador de los recursos naturales). En todo caso, los desafíos de las ciudades abren posibilidades para la construcción y el ejercicio de la ciudadanía, ya que ofrecen ámbitos y referentes más concretos y manejables que los de las abstracciones nacionales y globales. Así, lo que se escapa del ejercicio ciudadano en estos ámbitos pareciera recuperarse, en cierta medida, en las arenas locales vinculadas a los lugares de residencia, trabajo y consumo.
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¿Y por qué el patrimonio?
¿Qué promesas encierra la defensa y revalorización de los patrimonios olvidados o amenazados para enfrentar los dilemas de las ciudades? Una de las apuestas puede ser la de reimpulsar el sentido de identificación y pertenencia con nuestro entorno urbano fragmentado y segregado. El reconocimiento de los múltiples sentidos de las prácticas culturales de los otros nos habilita para poder convivir con ellos, para el ejercicio del derecho a la diversidad: por parte de las culturas locales, a expresarla en toda su complejidad; por parte de
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los demás, a disfrutarla. Para empezar, el diálogo con los múltiples patrimonios supone la creación de condiciones de simetría; considerando que el mayor obstáculo contra la valoración es el exclusivismo tanto en la definición del patrimonio como en su usufructo, la ampliación de la representatividad de los patrimonios reconocidos es clave en este proceso. Pero el reconocimiento es sólo el primer paso. Requerimos del desarrollo de tareas de traducción, de habilidades para convivir con lo que no es traducible, con lo diferente. No es una tarea sencilla. En México, no sólo no se fundieron los
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patrimonios de los pueblos indios y los colonizadores europeos –como nos narra Guillermo Bonfil con su peculiar claridad en la última de sus publicaciones–, sino que tampoco se crearon las circunstancias que permitieran el desarrollo de significados indirectos positivos de cada cultura en relación con las demás; es decir, no existió un principio de comprensión y aceptación que hiciera posible la valoración positiva de la cultura del otro. Al dotarse de significados negativos al patrimonio cultural ajeno se impidió la constitución de un patrimonio que se percibiera común, creándose
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una divergencia que incide en el problema de la conservación, revaloración y aprovechamiento de éste. Es en este sentido que podemos insertar el ámbito del patrimonio cultural en el debate sobre las nuevas políticas culturales y su gestión a nivel local y global, articulándolo a las demandas de cambio social y participación civil. Una política decidida a trabajar su valoración general buscaría mostrar el patrimonio actualizado, comprendiéndolo en su especificidad histórica y en la resignificación constante de su sentido que generan
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los usos actuales, impulsando y consolidando acciones convergentes en contra de los estrechos intereses que, buscando la mayor ganancia, estereotipan al patrimonio, lo exotizan, espectacularizan e incluso congelan en un ilusorio pasado de autenticidad. Otra manera de reinsertar el patrimonio en la vida diaria de los ciudadanos podría ser el conectarlo con la creatividad, formando mediadores (escritores, cineastas, artistas, gestores culturales, científicos) que actualicen y enriquezcan las imágenes y los símbolos patrimoniales por medio de nuevas prácticas culturales. Para que esta tarea alcance
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mayores dimensiones necesitamos un nuevo pacto social y puntos de enlace con los medios, los cuales podrían hacer más por la creatividad y por el patrimonio sin dejar de ser negocio. El patrimonio puede ser aprovechado en sus posibilidades de generación de empleo y recursos, pero también de enriquecimiento cultural de la ciudadanía, a través de la recreación de identidades, incorporación de valores culturales contemporáneos y fortalecimiento de canales de participación social. Es el caso de las fiestas populares que, articuladas a profundas creencias ancestrales, van
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adecuándose a los tiempos actuales. Hasta el momento, los gobiernos y las empresas sólo han visto en estos procesos festivos “supervivencias exóticas” del pasado, con una posibilidad –no muy bien consolidada– de explotación turística, sin darse cuenta de que éstas representan espacios fundamentales de la organización social local y que implican una fuente de conocimiento de la riqueza cultural que se recrea en la urbe. Éstas y otras prácticas de las culturas populares no se reproducen por azar o por inercia, sino por la voluntad –individual y colectiva– de renovar continuamente los
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referentes de identidad, de generar espacios de desarrollo económico y tecnológico propios. El reconocimiento como patrimonio nacional del Cyclone, la primera montaña rusa de Estados Unidos, el Parachute Jump y la Wonder Wheel en Coney Island, uno de los parques de atracciones más antiguos del planeta, ha frenado los intentos de reciclar este icono del paisaje sentimental de la cultura popular norteamericana en un lugar más rentable y menos populoso. ¿Qué activaciones patrimoniales podríamos impulsar para dificultar la
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transformación de nuestras ciudades en áreas enteramente sujetas a las fuerzas del mercado, para impedir la privatización del espacio público y su declinante papel como lugar de encuentro, socialización y formación para la convivencia con la diversidad, de manera que pudiéramos seguir practicando la urbanidad, precisamente definida por Jerome Monnet no sólo como el mero reconocimiento pacífico del otro, sino como el arte de vivir juntos mediado por la ciudad? Citámbulos. Un viaje a través del espejo nos invita a explorar algunas de las respuestas.
102
Referencias bibliográficas
Bonfil Batalla, Guillermo (1991) Pensar nuestra cultura, México, Alianza Editorial. Citámbulos (2007) El transcurrir de lo insólito. Guía de asombros de la Ciudad de México, México, Océano/Conaculta/ Fonca. Dubé, Philippe (2004) “La beauté du vivant” en Révue Museum International, vol. 56, núms. 12, mayo, pp. 122-129. Esquivel, María Teresa (1995) “Dinámica socioespacial de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y patrones de segregación, 1980-1990”, en Anuario de Estudios Urbanos, México, Universidad Autónoma MetropolitanaAzcapotzalco, núm. 2, pp. 297-315. García Canclini, Néstor (1987) “¿Quiénes usan el patrimonio? Políticas culturales y participación social”, en Antropología, México, Boletín oficial del inah, nueva época, núm. 15-16, julio-octubre, pp. 11-24. Lomnitz, Claudio (1999) Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, México, Planeta. Monnet, Jerome (1997) “Espacio público, comercio y urbanidad en Francia, México y Estados Unidos” en Alteridades, núm. 11, año 6. Prats, Llorenç (1998) Antropología y patrimonio, Barcelona, Ariel Antropología. Rosas Mantecón, Ana (1998) “La monumentalización del patrimonio: políticas de conservación representaciones del espacio en el Centro Histórico” en Néstor García Canclini (coord.), Cultura y comunicación en la ciudad de México, México, Grijalbo/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, pp. 182-203. Salazar, Clara (1999) Espacio y vida cotidiana en la Ciudad de México, México, El Colegio de México.
103
104
Lista de obra y cĂŠdulas sobre patrimonio
Sala introductoria Piezas
≤ Berlin D. F., far away so close, 2008. Verena Grimm. Video.
≤ De oídas, 2009. Leonardo Heiblum con Emiliano Motta. Paisaje sonoro, 12’30”
≤ Diabli (o) to (te), 2008. Diego Toledo. Escultura de tubos de PVC. Realización en México: Sequemientes.
≤ Ecumene Ciudad de México, 2005. Armando Miguélez. Dibujo.
≤ Frases chilangas, 2008. Alejandro de la Torre. Texto.
≤ El paraíso en el piso 37, 2005. Patricia Lagarde. Libro objeto. Instalación fotográfica.
106
Exhibido en el Centro Alemán de Arquitectura (DAZ). Berlín, 2008. Exhibido en el Museo Nacional de Antropología. Ciudad de México, 2009.
≤ La piedra del agua, 2008.
Si las llantas de un
Allard van Hoorn.
camión sirven para trasladarse
Video.
de un lugar a otro, estas llantas labradas a mano –inspiradas en
≤ De Berlín a la Ciudad de México
un sello prehispánico– sirven
o cómo comerse una manzana
para recordarnos que al rodar
oliendo un mango, 2008.
se deja huella, se construye
Leonardo Heiblum.
memoria, y que las calles son
Paisaje sonoro.
territorios imprimibles en los que yacen textos firmados por sus habitantes. Nosotros,
≤ Sin título, 2009.
seres urbanos, hombres y
BlackSay, Argel Gómez.
mujeres de trayectos, solemos
Esténcil.
privilegiar la velocidad por encima de la memoria. Pero esta rueda –intersección del
≤ Nocturno al conejo de la luna, 2009.
mundo prehispánico y el
Betsabeé Romero.
contemporáneo– avanza sobre
Impresión en serigrafía sobre papel
nosotros en sentido contrario:
ciclorama.
nos detiene y nos obliga a
Cinco llantas de camión grabadas.
preguntarnos qué huellas, qué
Parte del proyecto “Amparo
tatuajes estamos dejando sobre
Contemporáneo”, Museo Amparo.
nuestra ciudad.
≤ Vocho-trajinera, 2008. Colectivo Última Hora. Escultura de cartonería.
107
Sala introductoria Fotografía
≤ Aurora y Pati, 2005. Katya Brailovsky.
≤ 050630-201901, 2005, 060324-151851, 2006 y 060331-112114, 2006.
Palacio de Hierro, Polanco, 2007;
Alfredo Cottin.
Liverpool, Polanco, 2007. ≤ Santa Fe, 2005. ≤ Resguardo, 2006; Coacalco, Estado de
Alex Dorfsman.
México, 2006; Tenis, 2005. Dante Busquets. ≤ Motecuhzoma 2000, 2007. Aberraciones urbanas, serie, 2008;
Ernesto Lehn.
Sed, 2008; Colonia Condesa, 2008; Traffic at Viaducto, 2006. (Urban Age).
≤ Vista aérea de la Ciudad de México VI, 2006. Pablo López Luz.
≤ Domingos, serie, 2006; México, proyecto Canadá, 2006.
Vista aérea de la Ciudad de México I,
Ramiro Chaves.
2006.
≤ Vigilante III, 2006. Jeremy Clouser.
≤ Circo en el Zócalo, 2000 y Favor de gritar, 2007. Víctor Mendiola.
≤ Dos millones de casas para México,
Concierto en deportivo Iztacalco,
serie, 2008.
1998; Sin título, 1998;
Livia Corona.
Vendedora de café, 1996; Viaducto y Cuauhtémoc, 2005.
108
≤ Manita de gato, 2008. Ada Raquel Mestas.
≤ Coapa, 2006. Pavka Segura. Sin título, 2008.
≤ El cielo sobre nosotros, 1990. Óscar Necoechea. ≤ Carne, 2008. Ulrike Stehlik. ≤ Segundo piso, 2005. Ana Lorena Ochoa. ≤ Ingenio eficaz y barato, 2003. Daniela Unger. ≤ Viviendo sobre la marcha, 2002 y Mi familia en rosa, díptico, 2006. Nirvana Paz.
≤ Sin título, serie, 2005. Rodrigo Vázquez.
Sin título, de la serie Viviendo, 2006-2007; La diabólica, de la serie Gladiadores, 2003.
≤ Iztapalapa Underpass, 2006 y Meditation Football Team, 2006. Mark Powell. Techno Warrior, 2006; Tlaltelolco Weight Lifter, 2008; Cempazuchitl Man, 2007; Flower Stand Seller, 2007.
109
Paracaidismo
≤ De flores y aviones, 2008. Hugo Guerrero Miniaturas de hojalata.
≤ En proceso de consolidación, 2002. Citámbulos. Instalación fotográfica. ≤ Paracaidista, 2004. Héctor Zamora. Documentación de instalación en el Museo de Arte Carrillo Gil. Video sobre construcción, 3’. Video sobre uso, 4’. Maqueta. Construcción de maqueta: Érika Loana Rivera.
≤ Tecnología rascuache, 2008. Ramón Orozco. Instalación fotográfica. Apoyo técnico: Francisco García.
≤ Testimonios de la fundación de Ciudad Nezahualcóyotl, 1991-1992. Margarita Chavira de Pérez. Entrevistas.
110
Del pasado no
¿Son la creatividad y el
solamente conservamos
sentido del humor parte de
monumentos arquitectónicos,
nuestro patrimonio? Convertir
sino también aquellas
latas de refresco en flores o
construcciones y objetos
botellas de plástico en aspersores
cotidianos que son testimonio
para regar el pasto no sólo es
de cómo se vivía en una época
reflejo de cómo aprovechamos las
en particular. La intervención
cosas para convertirlas en otras.
Paracaidista señala que las
También es testimonio de que
casas de autoconstrucción son
en esta ciudad, para sobrevivir
vestigios de nuestro tiempo y
y disfrutar de la vida, hay que
que, a pesar de su contundencia,
saber cómo darle la vuelta a las
el paracaidismo es a menudo
cosas. Así, en múltiples mini-
ignorado y estigmatizado.
laboratorios de arquitectura y
También demuestra que cuando
diseño implementados por los
se trata de decidir qué es lo
habitantes, la creatividad en los
que representa una época, los
materiales empleados y en las
conflictos son inevitables: para
soluciones encontradas hace
poder realizar su proyecto, el
evidente cuán innovadora es la
artista tuvo que superar una
tecnología “rascuache”.
serie de retos burocráticos, y el rechazo de los residentes de la zona alrededor del museo, quienes calificaron su proyecto de “monstruosidad”.
111
Desierto lacustre
≤ Desecación histórica de los lagos, 2008. Jose Castillo, Arquitectura 911sc. Mapa.
≤ De ciertas flores, 2008. Comando Santa Lucía. Memorial del agua, 2008. Héctor Zubieta. Foto-historias. Máquina cuenta billetes. Mutascopio. Diseño de Mutascopio: Rafael Balverde.
≤ El camino de Chalchiuhtlicue, 2009. Nora Carrillo. Acuarela sobre papel de algodón. 120 x 120 cm.
≤ México Ciudad Futura, 2008. Futura Desarrollo Urbano. Visualización.
112
El legado prehispánico
La traza de la ciudad es
de un sistema de manejo de
muchas cosas. Es mapa, es ruta,
agua que mantenía el frágil
es referencia, es eje. También
equilibrio entre la ciudad y su
es historia. Capas de tiempo
entorno natural no debe ser
unas encima de otras que,
ignorado, aunque hoy en día
como marcas en un viejo rostro,
la forma y el tamaño de la urbe
van modificando la expresión
sean radicalmente distintos.
de la urbe. Historiadores,
Porque ahora que los desafíos
arqueólogos y restauradores
que enfrenta la megalópolis
nos señalan estas marcas: a
en su relación con el agua son
veces contundentes como los
particularmente agudos, ¿no
murales de la caja de agua de
podría ese legado ser una fuente
Tlatelolco; otras veces más
de inspiración para una ciudad
sutiles como los nombres de Río
futura que deje de pelearse con
Mixcoac o Canal de Miramontes;
su condición de cuenca lacustre y
o casi imperceptibles, como los
busque maneras de aprovecharla?
ahuehuetes, viejos guardianes del agua. Señales que nos invitan a mirar lo que por estar tan cerca de nosotros, ya no vemos, pero que nos ayudaría a reconciliarnos con nuestro entorno.
113
Déficit
≤ Drive-in City, 2008. Citámbulos. Texto.
≤ Ritmo de ciudad, 2002. Gerardo Rodríguez y Tonalli Villaseñor. Video, 1’.
≤ Tejiendo en viernes, 2008-2009. José Antonio Rojas Loa y Lourdes Velasco. Instalación y fotos.
114
Des/ amores
≤ A mí me late..., 2009. Citámbulos. Cuadernos interactivos.
≤ Déjate influenciar por México, 2009. Intérnate en México, 2009. Nirvana Paz. Fotos intervenidas.
≤ ¿En qué piensas cuando piensas en la Ciudad de México?, 2005. Onnis Luque y Citámbulos. Entrevistas.
≤ Puertas, 2001-2003. Gerardo Rodríguez y Tonalli Villaseñor. Video, 4’.
≤ Scratch Strassen, 2008. Jinetes Sampleadores de Im@genes. Selección de secuencias cinematográficas. Video, 17’.
≤ Sin título, 2009. Juan Alatorre, Alfredo Cottin y Juan Pablo Urrutia. Fotos.
115
Campo adentro
≤ Buzos de drenaje, 2002. Tonalli Villaseñor y Gerardo Rodríguez. Video, 1’ 20”.
≤ El ciclo de la amiba, 2008. Jorge Patiño y Eduardo Campero. Video animación, 43”.
≤ El ciclo de la materia, 2007-2009. Vlady Díaz, María del Olivo, Sara Ramírez y Citámbulos. Edición: Luis Winder. Video-instalación, 30”.
≤ Paisaje cultural, Xochimilco, 2009. unesco.
Entrevistas. Fotos. Citámbulos.
116
≤ Salchichas de conejo, 2008.
En el sur de la cuenca
Citámbulos.
sobrevive una ancestral y
Instalación.
compleja cultura basada en la agricultura en chinampas, producto de la conjunción
≤ Vermifuturo, 2009.
de elementos ecológicos,
Alexei Eleusis Díaz Vera y Pietra
tecnológicos, culturales,
Escalante.
sociales y económicos. Ha
Instalación con vermicomposta
sobrevivido durante siglos –no
casera y huacales de plástico.
sin conflictos ante los embates de la urbanización ilegal y la escasez de agua– gracias a la
≤ Y con esta yerba se casa usté..., 2009.
experiencia cotidiana de sus
Citámbulos.
habitantes, quienes en conjunto
Fotos: Alfa Sofía Hernández.
con diversas instituciones
Macetas: Francisca López.
han logrado conservar este
Investigación: Nuria Ibáñez.
patrimonio de agricultura urbana: sin Xochimilco, la urbe padecería mayor sed y calor y le harían falta no sólo flores y hortalizas sino, sobre todo, un ejemplo que seguir.
117
Pic-nic
≤ Áreas verdes versus densidad habitacional, 2008. Jose Castillo, arquitectura 911sc. Mapa.
≤ Como un jardín en un pajar, 2008. Betsabeé Romero. Documentación de la instalación en Chimalhuacán. Video, 3’. Maqueta y foto.
≤ El cuadrado verde que te toca, 2009. Nirvana Paz y Citámbulos. Pasto y flores artificiales.
≤ Jardines públicos en Ecatepec, 2008. Nuria Ibáñez. Entrevistas.
118
Esencia poodle
≤ Domenika, 2008. Benjamín Alcántara. Foto y video, 5’. Álbum fotográfico.
≤ Pavkapunk, 2009. Nirvana Paz. Lámpara.
119
Camuflaje
≤ La inevitable inquilina, 2009. Citámbulos. Ejemplar de araña endémica.
≤ Los pájaros de la Ciudad de México, 2008. Humberto Berlanga, Manuel Grosselet y Pablo Lach. Paisaje sonoro, 3´50”.
≤ Más allá de la jungla de concreto, 2008. Manuel Grosselet, Gabriel Pérez y Citámbulos. Instalación fotográfica.
Rafel Balverde, César G. DuránBarrón, Fotos.
120
México ha regalado al mundo algunas curiosidades que forman parte de su patrimonio natural. Mientras que el xoloescuintle le calienta los pies a todo aquel que se deja seducir por su piel pelona, y el axolotl –esa curiosa criatura con pulmones y branquias– se postula como candidato al eslabón perdido, una arañita espera, en las regaderas de la Ciudad de México, a que un taxónomo la bautice con el nombre perfecto: Salticidae Chilanguis felix.
121
Murmullos
≤ Babelotitlán, 2008.
El pasado de un pueblo
Sol Aréchiga.
se estudia en las piedras
Edición: Leonardo Heiblum.
desenterradas y en los edificios
Paisaje sonoro, 4’.
históricos. Sin embargo, también podemos conocer sus transformaciones a partir de
≤ Oficios e identidad indígena, 2008.
sutiles huellas depositadas en la
Fondo Regional Cualli Otli, A.C.
lengua, haciendo una especie de
Entrevistas.
“arqueología” del lenguaje. ≤ Esta ciudad es heredera de muchas lenguas: unas vienen desde lejos
≤ Cuico, 2009.
en el tiempo, como las indígenas,
Sol Aréchiga, Óscar Garduño,
y otras, de lejos en el mundo,
Alonso Ross.
como el inglés, el coreano o el
Escultura.
farsi. Algunas le han prestado palabras a nuestro español. En conjunto, conforman un rico
≤ Ni adentro ni afuera: como en una
patrimonio sonoro. Habría que
botella de Klein, 2008.
guardar silencio y escuchar con
Sol Aréchiga.
atención esos murmullos.
Instalación. Dibujo: Javier Areán
≤ Los nombres del espejo, 2008. Sol Aréchiga, Yásnaya Elena Aguilar. Instalación gráfica. Proyección.
122
Nómadas cotidianos
≤ Abajo, adentro y al centro, 2008-2009. Francisco Elías. Dibujo: Laura Valencia Lozada. Grafito sobre papel de algodón. Instalación gráfica, objetos y video, 4’ 10”. Diseño y edición: Daniel Silvo y Rubén Ávila.
≤ Circo, 2008. Nuria Ibáñez. Video, 16’.
123
Lindavista
≤ Ornitología urbana, 2009. Katri Walker. Paisaje sonoro. Textos e imágenes tomados del libro de artista Ornitología urbana (2005-2008). Edición sonora adicional: Pablo Lach. Paisaje sonoro, 3’.
≤ Seguridad a bordo, 2008. Carlos Mier y Terán. Serigrafía sobre estireno.
124
Intimidad pública
≤ Ana Juliette, 2008. Paulina del Paso. Música: Pedro “Zulu” González. Video-instalación, 6’. Objetos y proyección. Maleta odorífica con video.
≤ Sin título. 2005. Duilio Rodríguez. Foto de la serie Niños de la plaza Santa Veracruz.
125
Alto voltaje
≤ Barrios estilos, 2009. Alter, Aroek, Desick, Panik. Graffiti.
≤ Punk azteca, 2005. Federico Gama. Fotos de la serie Mazahuacholoskatopunk.
≤ Fuerza de gravedad, 2008. Federico Gama. Fotos de la serie Mazahuacholoskatopunk.
≤ Mazahuacholoskatopunk, 2008. Federico Gama. Serie de fotos.
≤ Rutas virtuales, 2009. Vlady Díaz y Citámbulos. Investigación: Nuria Ibáñez. Plataforma virtual interactiva.
≤ Sin título, 2007. Mauricio García. Foto de emo de la serie Sesión en los sillones.
126
≤ Sin título, 2005.
Si el viaje de los españoles
Pavka Segura y Scarlett Ureña.
a través del Atlántico fue el origen
Foto de darketa de la serie
del mestizaje que conformó el
Underground.
rostro de México durante varios siglos, las nuevas formas de navegar por el mundo nos están
≤ Underground, 2005.
haciendo radicalmente mestizos.
Pavka Segura y Scarlett Ureña.
Sumergidos en la cultura
Serie de fotos.
digital y en los nuevos medios, nuestros artistas construyen una herencia cultural que está
≤ Alto voltaje, 2008.
lejos de pertenecer a un solo
BlackSay y J. A. Mella.
país. ≤ Patrimonio de la “aldea
Esténcil.
global” y de nuestra ciudad, el arte creado para su exhibición en internet no sólo transforma nuestros referentes culturales, sino que plantea la inquietante pregunta de cómo se conservará un patrimonio virtual que crece rápidamente y con el que cada día convivimos más.
127
Santa Muerte
≤ Exvotos, 2008.
Condenables,
Citámbulos.
absurdos o hasta diabólicos es
Impresión digital sobre aluminio.
como solemos juzgar los rituales ajenos. En parte porque los desconocemos, pero también
≤ Mi flaquita, 2009.
porque los mexicanos solemos
Enriqueta Romero.
pensar que debemos hacer, sentir
Escultura.
y creer lo mismo. ≤ Ciegos ante nuestras múltiples herencias, hemos combatido cultos según la
≤ La Niña Blanca, 2008.
época: politeísmo prehispánico,
Vlady Díaz y Citámbulos.
catolicismo durante la Cristiada,
Video, 10’.
protestantismo indígena y, a últimas fechas, el culto a la Santa Muerte, sin darnos cuenta de que con ello negamos a una parte importante de la población. ¿Cómo concebirnos, entonces, sin estar obligados a creer en lo mismo y sin ser excluyentes?
128
Aleaciones
≤ Dream House, 2008-2009.
La migración
Taro Zorrilla.
de personas e imágenes rompe
Fabricación de maqueta Berlín:
con la noción de que hay
Yoshifumi Kosugi, Haruka Kuryu y
identidades “originales” o “puras”.
Chihiro Morita.
En un mundo donde la circulación
Fabricación de maqueta México:
de ideas y de gente es cada vez
Izumi Kozasa, César Durantón,
más intensa, hay una constante
Gerardo Romi y Kaji Yasuyoshi.
mezcla de culturas a través de
Fotos: Miho Hagino y Taro Zorrilla.
las fronteras y entre diversos
Maqueta y fotos.
grupos sociales. Los cholos traen de regreso a México una cultura creada en Estados Unidos
≤ Mexican Pride Cholos a la Neza,
con ingredientes “típicamente
1997-2001.
mexicanos”. ¿Cómo decidir,
Federico Gama.
entonces, qué es lo “auténtico”?
Serie de fotos.
≤ Testimonios de la Casa del Migrante, Ecatepec, 2008. Bernard Corteggiani. Entrevistas.
129
Antibalas
≤ Buying a Hummer, 2008.
El futuro de la ciudad lo
Claudia Wondratschke.
proyectamos todos con nuestras
Texto.
intervenciones en el espacio. Los edificios que quedan del pasado se protegen no sólo
≤ Caza-Hummers, 2008.
por ser grandes ejemplos
Citámbulos.
arquitectónicos, sino también por
Video introductorio: Héctor
reflejar los usos y costumbres de
Zubieta.
una época. Si pudiéramos escoger
Programación: Ricardo Rico.
qué patrimonio legaremos al
Videojuego.
futuro, habría que ser honestos y no sólo optar por lo más “hermoso”. ¿No se convertirán las
≤ Guards, 2008.
casetas de seguridad que asoman
Jeremy Clouser.
en tantas esquinas en pequeños
Serie de fotos.
monumentos a la paranoia de nuestro tiempo?
≤ Huts for Guards, 2008. Jeremy Clouser. Serie de fotos.
≤ Mi casita en el aire, 2009. Onnis Luque. Foto.
≤ Priceless, 2008. Citámbulos. Gráfica.
130
Telepánico
≤ Build Utopias, 2008.
≤ Testimonio de un secuestrador que
Kirsten Krogh.
opera desde la cárcel, 2008.
Maqueta.
Comando Santa Lucía y Citámbulos. Entrevista.
≤ Litter-globe, 2008. Susana Estrada. Arte-objeto.
≤ Papel tapiz de seguridad, 2008. Carlos Ranc. Impresión digital sobre vinil adherible. Papel tapiz.
≤ Santa Fe, 2008. Nils Dallmann. Foto.
≤ Secuestro virtual, 2008. Comando Santa Lucía y Citámbulos. Edición: Matías Barberis. Instalación y audio, 20’.
≤ Seres queridos, 2004. Catalina Holguín. Foto.
131
Agandalle
≤ Aparta-lugares de un habitante /
La ciudad que olvida su
un valet parking / un viene-viene
significado como comunidad y se
gandalla, 2008-2009.
reduce a un sinfín de casas
Citámbulos.
y oficinas, se convierte en
Objetos encontrados en la calle.
fantasma. Cuando la urbe pierde la memoria de su origen como
Lucy Roberts.
generadora del bien común, los
Réplicas de objetos aparta-lugares.
habitantes ya no le ven sentido a vivir en un territorio en el que nada tiene un significado especial
≤ Cristina y el Cofi, 2008.
para ellos y que, por tanto, los
Cristina Gil.
excluye. ≤ Recuperar la vista
Texto.
sobre el Valle de México, este magno contenedor circular de 20 millones de vidas, podría ser
≤ Embajada de Estados Unidos, 2009.
el primer paso para reafirmar
Jeremy Clouser.
nuestra existencia en el tiempo y
Foto.
en el espacio que compartimos. ¿No son, al fin y al cabo, las imágenes que construimos
≤ Sin título, 2008. Pavka Segura.
de la ciudad parte de nuestro patrimonio?
Foto de rampa sobre banqueta.
≤ Sin título, 2008. Pavka Segura. Foto de un viene-viene.
≤ Sin título, 2008. Claudia Wondratschke. Foto de techo sobre banqueta.
132
Aires de ciudad
≤ Crónica de las playas en el DF, 2008.
El patrimonio
Mauricio Rodríguez.
no sólo hay que verlo, también
Texto.
hay que comérselo: con salsa verde o roja, con tortilla o con pan. Porque desde Tultitlán
≤ Depende del cristal con que
hasta la Condesa, los mil y un
se mire, 2009.
puestos de comida de la Ciudad
Guadalupe Sánchez Sosa.
de México son un cúmulo de
Animación: Victor Beltrán, Cecilia
capas históricas por el que todos
Rivera y Guadalupe Sánchez S. Audio:
transitamos. ¿Qué recuerdo más
Pablo Delgado y Juan Cristóbal Ribes.
vivo en sus habitantes que el
Video-animación, 1’30”.
de una prehispánica “alegría”, una mestiza torta de tamal o la recientemente inventada, y hasta
≤ Extractos del libro Citámbulos.
dietética, jicaleta con chamoy?
El transcurrir de lo insólito, Océano, México D.F., 2007.
≤ Plaza del danzón, 2008. Annika Börm. Serie de fotos.
≤ Seis con todo, 2009. Vlady Díaz con Leonardo Heiblum. Paisaje sonoro, 3’30”.
≤ Trazando la ciudad, 2009. Vlady Díaz. Edición: Luis Winder. Video, 1’.
133
Monopoly
≤ Equilibrio en movil-miento, 2009.
No hay que olvidar que
Malcom Coelho.
el Centro Histórico era, hasta
Escultura de fierro, madera, cartón
mediados del siglo XIX, toda la
y objetos encontrados.
Ciudad de México. Lo demás estaba conformado por pueblos y barrios dispersos en islas,
≤ Monopoly, 2008.
llanos y lomas. Durante el
Citámbulos.
transcurso de siete siglos, se han
Juego de mesa.
plasmado en los edificios, calles y plazas del Centro diversas concepciones de lo que debía
≤ Paisaje sonoro del Centro Histórico,
ser una ciudad. Esto resultó en
2008.
un área de aproximadamente
Peter Avar, Lidia Camacho, Mario
10 km2 donde se concentra la
Mota, Jorge Reyes y Manuel Rocha
mayor densidad de monumentos
Iturbide.
históricos de América Latina.
Curador: Manuel Rocha Iturbide.
Pero además de la difícil tarea
Paisaje sonoro, 26’.
de conservar la arquitectura, se impone la obligación de trascender el arreglo de las
≤ Slim Cake, 2008.
fachadas y reconstituir su
Roger Sánchez y Citámbulos.
vida interna así como sus usos
Pastel-objeto.
cotidianos.
≤ Vendedores ambulantes, 2008. Citámbulos. Fotos.
134
Espacios emergentes
≤ Arena Azteka Budokan, 2008.
Menos conocidos que el
Orlando Jiménez.
Monumento a Obregón, pero
Video en 5 capítulos, 23’ en total.
más significativos que la mano de este revolucionario flotando en formol, los monumentos que
≤ Ciudad activa, ciudad humana,
los habitantes construyen física y
2008.
simbólicamente en su ciudad son
Movimiento Ciudadano Bicitekas,
parte esencial de ella.
ArteCleta.
≤ Así, el Cristo que los habitantes
Escultura y entrevista.
del pueblo de Iztapalapa decidieron colocar sobre un puente peatonal demuestra
≤ El Cristo de Iztapalapa, 2006.
que el carácter de una ciudad
Citámbulos.
no lo definen únicamente las
Foto.
autoridades, sino que las redes de organización y participación –algunas tan antiguas como
≤ El Cristo del puente entre la vida y la
los barrios– son un patrimonio
muerte, 2004.
que ayuda a conservar otros
Pancho Cárdenas.
patrimonios.
Maqueta de bronce, 53 x 23 x 48 cm.
135
Fronteras
≤ Buenavista Commuters’ Club, 2009. Citámbulos. Foto.
≤ Ecomuro, 2008. Jeremy Clouser. Foto.
≤ Pantitlán, 2008. Ulrike Stehlik. Fotos.
≤ Fronteras invisibles, 2008. Citámbulos. Entrevista.
≤ Versus, 2009. Eduardo Berry, Iván Martínez y Ramiro Pedraza. Entrevista y reproducción de carteles. Imágenes: CIDNE. Serigrafía sobre papel.
136
Discontinuidades
≤ Políticamente correctos, 2007. Citámbulos. Extracto del libro Citámbulos. El transcurrir de lo insólito, Océano, México D.F. Texto y fotos.
≤ De bicis y ciclovías, 2008. Comando Santa Lucía. Video, 6’.
≤ El camino a la sustentabilidad, 2008. Citámbulos. Juego de mesa.
137
Onología
≤ Onoteca pública, 2005-2009. Jinetes Sampleadores de Im@genes. Concepto: Gabriel Rodríguez A. Fotos y clasificación. Réplicas.
≤ Onos para Berlín, 2008. Esculturas. Lucy Roberts.
138
Matices
Matices
≤ Antojos, 2008. Héctor Zubieta y Sputnik Studio. Cómic.
≤ El ciclo de la mariposa negra, 2009. Carlos Amorales. Libro-objeto.
≤ Falsificaciones auténticas, 2008. Benjamín Alcántara. Video, 3’ 40”.
≤ Kit vendedor ambulante, 2008. Benjamín Alcántara. Objeto.
≤ Tras la chuleta, 2009. Vlady Díaz y Citámbulos. Edición: Luis Winder. Foto: Citámbulos. Video, 4’30”.
139
Ombligo
≤ 1440 minutos en el ombligo de la luna, 2005. Textos: Conrado Tostado. Fotos: Bernardo Hernández y León Muñoz.
≤ Burócrata en el Zócalo, 2007. Víctor Mendiola. Foto.
≤ Hacer(se) un lugar, 2007. Anne Huffschmidt. Extracto de artículo, Revista Humboldt, núm. 147, Munich.
≤ Sinking, 2008. Ulrike Stehlik. Foto.
≤ Super Barrio, 1990; Sin título, 1992; Plantón de maestros, 1998 y Sin título, 2005. Víctor Mendiola.
≤ Sin título, 2004. Serge Gruzinski. Extractos del libro Ciudad de México. Una historia, FCE, México D.F.
140
El Zócalo es el ombligo de la luna y, como todo ombligo, tiene su pelusa. Siete siglos de valores religiosos y políticos atribuidos a la plaza central del imaginario nacional no han impedido las expresiones más sutiles y efímeras de la vida cotidiana. Las huellas que los lugareños que habitamos este valle dejamos día con día sobre este gran vacío dan testimonio de que la vida humana no está del todo estatizada, politizada y partidizada. También tenemos nuestros ratos de ocio para rascarnos el ombligo.
141
144
Citámbulos
•
Un viaje a través del espejo
•
Co - pro d u c c i ó n
•
Citámbulos
•
Centro Alemán de Arquitectura (DAZ)
•
Sociedad Alfred Herrhausen (AHG)
•
Instituto Nacional de Antropología e Historia
•
C U R A D U R Í A
•
Ana Álvarez
•
Fionn Petch
•
Valentina Rojas Loa
•
Christian von Wissel
•
C O M P O S ICIÓN G R Á F IC A
•
Luis Rodríguez
•
C O O R DIN A CIÓN
•
Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones
•
Museo Nacional de Antropología
•
C O O R DIN A CIÓN F O T O G R Á F IC A
•
Dante Busquets
A S E S O R Í A C U R ATO R I A L
•
Daniela Wolf
A S E S O R Í A M U S E O G R Á F IC A
•
Ernesto Bejarano
A S E S O R Í A A C A D É M IC A
•
Peter Krieger
A S I S T E NT E S D E P R O D U CCIÓN
•
Vlady Díaz
•
Alfa Sofía Hernández
•
Nuria Ibáñez
A S I S T E NT E S D E DI S E Ñ O
•
Jaime González
•
Anne Charlotte de Lavergne
•
Alonso Martínez
•
Daniel Sandoval
•
Mauricio Rodríguez
•
Sandra Toledo
ESCANEO DE IMÁGENES
•
Livia Radwanski
IN V E S TI G A CIÓN Y T E X T O S
•
Citámbulos
•
Sol Aréchiga
•
Humberto Berlanga
•
Carolina Elías
•
Rodrigo Remolina
•
Gabriel Rodríguez
•
Claudia Wondratschke
ASESORÍA DE TEXTOS
•
Vannesa Bohórquez
C O R R E CCIÓN D E E S TIL O
•
Sandra Luna
T R A D U CCIÓN A L IN G L É S
•
Paula Browne
•
Fionn Petch
•
Quentin Pope
•
Max Maier
S U B TIT U L A J E
145
Colaboradores
• Yásnaya Elena Aguilar
Marco Osorio
• Juan Alatorre
Raúl Osorio
• Benjamín Alcántara
Juan Vázquez
• Alter
• Comando Santa Lucía:
• Carlos Amorales
• Vlady Díaz
• Sol Aréchiga
Omar Inzunza
• Aroek
César Mendoza
• ArteCleta
Jorge Patiño
• Peter Avar
Luis Sierra
• Rafael Balverde
• Livia Corona
• Matías Barberis
• Bernard Corteggiani
• Víctor Beltrán
• Alfredo Cottin
• Humberto Berlanga
• Pablo Delgado S.
• Eduardo Berry
• Desick
• BlackSay
• Vlady Díaz
• Annika Börm
• Alexei Eleusis Díaz
• Katya Brailovsky
• Alex Dorfsmann
• Dante Busquets
• César G. Durán-Barrón
• Lidia Camacho
• César Durantón
• Pancho Cárdenas
• Francisco Elías
• Nora Carrillo
• Carolina Elías
• Ramiro Chaves
• Pietra Escalante
• Margarita Chavira de Pérez
• Fondo Regional Cualli Otli
• Jeremy Clouser
• Futura Desarrollo Urbano
• Malcolm Coelho
• Federico Gama
• Jinetes Sampleadores de Im@genes:
• Mauricio García
Orlando Jiménez
• Francisco García
Agustín Martínez
• Óscar Garduño
Gabriel Rodríguez
• Hugo Guerrero
Fernando Serrano
• Argel Gómez
• Colectivo Última Hora
• Pedro “Zulu” González
Aarón Bárcenas
• Manuel Grosselet
Jeremy Carbajal
• Miho Hagino
Magnolia González
• Leonardo Heiblum
Marco Medina
• Bernardo Hernández
146
• Catalina Holguín
• Cecilia Rivera
• Nuria Ibáñez
• Érika Loana Rivera Plascencia
• Orlando Jiménez
• Manuel Rocha Iturbide
• Izumi Kozasa
• Gabriel Rodríguez
• Pablo Lach
• Gerardo Rodríguez
• Patricia Lagarde
• Mauricio Rodríguez
• Ernesto Lehn
• José Antonio Rojas Loa
• Francisca López
• Betsabeé Romero
• Pablo López Luz
• Enriqueta Romero
• Onnis Luque
• Gerardo Romi
• Flor Marín
• Ana Rosas Mantecón
• Iván Martínez
• Alonso Ross
• Víctor Mendiola
• Guadalupe Sánchez Sosa
• Ada Raquel Mestas
• Pavka Segura
• Carlos Mier y Terán
• Sequemientes:
• David Moreno
Óscar Hernández
• Mario Mota
Galo Hernández
• Emiliano Motta
• Ulrike Stehlik
• Movimiento Ciudadano Bicitekas
• Diego Toledo
• León Muñoz
• Conrado Tostado
• Oscar Necoechea
• UNESCO México
• Ana Lorena Ochoa
• Daniela Unger
• María del Olivo
• Scarlett Ureña
• Ramón Orozco
• Juan Pablo Urrutia
• Panik
• Laura Valencia
• Paulina del Paso
• Rodrigo Vázquez
• Nirvana Paz
• Lourdes Velasco
• Ramiro Pedraza
• Tonalli Villaseñor
• Gabriel Pérez
• Katri Walker
• Mark Powell
• Luis Winder
• Sara Ramírez
• Claudia Wondratschke
• Carlos Ranc
• Kaji Yasuyoshi
• Rodrigo Remolina
• Héctor Zamora
• Jorge Reyes
• Taro Zorrilla
• Ricardo Rico
• Héctor Zubieta
147
Agradecimientos
•
Doris Beiersdorf
•
José Luis Bermeo
•
Jose Castillo
•
Elena Cepeda de León
•
Julieta Contreras
•
Miguel Ángel Echegaray
•
Alejandra Frausto
•
Julieta Giménez Cacho
•
Tanja Hutt
•
Enrique Krauze
•
Martha Ladrón de Guevara
•
Felipe Leal
•
Eugenio López Alonso
•
Diana Magaloni
•
Alfonso de Maria y Campos
•
Abaseh Mirvali
•
Isabel Molina
•
Inti Muñoz
•
Folco Näther
•
Wolfgang Nowak
•
Patricia Real
•
Rosaura Ruiz
•
Jorge Ruiz Esparza
•
Luis Ignacio Sáinz
•
Benito Taibo
•
Nicolás Waiss
•
Ute Weiland
•
José Wolffer
•
Klaus Wowereit
148
Ernesto León Alba, Sandra Alarcón, Arturo Alday, José Allard, Alejandro Álvarez, Federico Álvarez, Juan Álvarez, Tania Álvarez, Luis Arau, Javier Areán, Uriel Aréchiga, Begoña Arregui, Sergio Raúl Arroyo, Arquitectura 911sc, Rubén Ávila, Rafael Balverde, Christina Barthel, Jessica Barthel, Isaías Espíritu Bautista, Ricardo Bautista, Alejandro Beltrán, Hernán Betanzos, Bernardo Bolaños, Néstor Braunstein, Angélica Breña, Elena Bruschi, Claudia Cabrera, Eduardo Campero, Tomás Canchota, Ciro Caraballo, Denébola Caravero, René Caro, Sebastián Castagna, Alma Rosa Castillo, Héctor Castillo, Thalía Castillo, Abraham Castillo, Lauretta Cavallari, Carlos Chávez, Lucero Chávez, Ana del Cid, Rosario Cipriano, Teresa Clark, Romina Coccio, Ubaldo Comi, José Luis Cortés, José Manuel Cuevas, Gloria Domínguez, César Durantón, Felipe Ehrenberg, Daniel Escotto, Raúl Espinosa, Antonio Esposito, Susana Estrada, Cristina Faesler, Camilo Falcón, Tatiana Falcón, Óscar Farfan, Charlotte Findeling, Natalia Fregoso, German Freiberg, Anja Fritzsch, Jessica Garbarino, Johanna Gardauer, Cristina Gil, Christof Goebel, Pedro “Zulu” González, Pável Granados, Verena Grimm, Grupo de Diseño Urbano, José Guevara, Daniel Guzmán, Aída Hernández, Lourdes Hernández, Honorio Hernández Sánchez, Carmen Herrera, Samuel Herrera, Allard van Hoorn, Alejandro Hosne, Anne Huffschmid, Iván de la Glorieta, Miriam Jerade, Erandi Jiménez, Beatriz Elena Jiménez Martínez, Ulises Junco, Lutz Knospe, Katrin Konrad, Kirsten Krogh, Ayni Lacharmoise, Bernardo Lanzagorta, Alejandro Laviada, Gustavo Lipkau, Ernesto López, Francisca López, Pilar López, Carlos Mackinley, Severiano López, Mauricio Maillé, Familia Mantilla Caballero, Víctor Mantilla, Carlos Martínez, Juan Carlos Martínez, Juan Martínez Díaz, Cuauhtémoc Medina, Soledad Méndez Cruz, Apolinar Mendoza Hernández, Lorea Mendoza, Arturo Mera Ortiz, Félix Merino Guzmán, Ivelin Meza, Armando Miguélez, Mercedes Moncada, Rozana Montiel, Leonel Morgan, León Muñoz, Jenny Mügel, Arturo Negrete, Arturo Neri, Alejandra Núñez, María Olivo, Pamela Orgeldinger, Sandra Ortega, Arturo Ortiz, Leonardo Ortizgris, Roberto Palmeño, Camilla Panhard, Martha Papadimitriou, Tim Parsa, Jorge Patiño, Manuel Perló Cohen, Angélica Pino, Esperanza Portilla, Sara Ramírez, Rebel Cats, Isabel Retuerto, Lucy A. Roberts, Mauricio Rocha Iturbide, Gabino Rodríguez, Gabriela Rodríguez, Rodrigo Rodríguez, Duilio Rodríguez, Carlos Rodríguez Bernal, Casandra Rodríguez de la Gala, Aurelia Roja Gómez, Juan Rojas, José Antonio Rojas Loa, Enriqueta Romero, Miranda Romero, Jorge Romo, Ana Rosas Mantecón, July Russek, Camilo Saavedra, Flora Salazar, Jorge Sánchez, Roger Sánchez, Jan Sánchez Castillo, Sandro Schaffner, Daniela Schmidt, Daniel Silvo, Mario Schjetnan, Rogelio Sosa, Saidee Springall, Sputnik Studios (Benjamín Guzmán, Enrique Nieto, Emilio Coronel y Rubén Nava), Jorge Tamés y Batta, Alejandro de la Torre, Javier Toscano, Ángel Tovilla, Mónica Unikel, Urban Asymmetries, Humberto Valentín González, Anuk Varela, Soledad Vargas, Noemí Vargas, Roberta Vassallo, Rosario Vázquez, Edur Velasco, Lourdes Velasco, Jan Vermehr, Ignacio Villamar, Villano V, Yael Weiss, Patricia Zapata, Oscar Zárraga, Manolo Zepeda, Gloria Zubieta, Pablo Zulaica.
149
Citámbulos Un viaje a través del espejo Catálogo de la exposición del mismo nombre, terminó de imprimirse en agosto de 2009, en los talleres de Grupo Fogra, S. A. de C. V. En el diseño tipográfico se usaron libremente las tipografías Myriad Pro de Robert Slimbach y Seal Asfalto de Leonardo Vázquez. Se imprimieron 1 000 ejemplares.
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