II PREMIO BIENAL DE POESÍA ELENA GORROCHATEGUI
ANTES DE LA PALABRA Carlos Vaquerizo Torres
Antes de la palabra Vadus Latus
COLECCIÓN POESÍA
Primera edición: julio 2019
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© Carlos Vaquerizo Torres © Coedición: Ateneo Guipuzcoano Tabula Rasa Ediciones S.L.
Apdo. Correos, 3153 - 20080 • Donostia–San Sebastián email: info@tabularasaediciones.es http://www.tabularasaediciones.es Diseño y Maquetación: Mikel Fuentealba Iribarne Impresión: Imprenta Guipuzcoana
Printed in Spain I.S.B.N.: 978-84-120191-4-8 Depósito Legal: SS-780-2019
Antes de la palabra Vadus Latus
Carlos Vaquerizo
1
I Orquestado está el mundo, todo está instrumentado. De un arpegio a otro arpegio, su vibración a un tiempo disonante y harmónica, dando vida a las cosas. Todo está consumado desde su inicio, incluso.
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II Gracias a las antiguas raíces me sostengo. Por todos los espejos reconstruyo mi rostro. Soy azul y desciendo hacia donde se cansan los fantasmas que avivan y queman la memoria. Generaciones híbridas acuñaron mi nombre. Naufragios y letargos asediaron al sino que aguardaba mi canto. Rompí sueños quebrados en oscuros espejos. Transfiguré mi suerte como una noche absorta de henchidas cicatrices. Regresé hasta mi propio principio. Y aquí́ estoy.
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III Primero sueño, forjo la existencia de un mundo ya creado. Me aventuro a pensar cuál será mi deber en ese cosmos al que me precipito.
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IV Intuyo que he perdido objetos, seres, sueños... antes de anclar mis ojos sobre la luz del mundo. Mis ancestros forjaron mi mirada que busca de dónde viene el dulce vestigio de mi sangre.
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V Soy el sagrado fuego vestal, soy lo arrojado por incendiadas aras, soy lo anunciado por febriles oráculos, la llama trascendida que vertebra el hogar. Soy la esperada.
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VI Dicen que en el principio: sólo sombras. Pero guardo recuerdos luminosos de un mundo que no es este. Quiero creer que nunca he terminado de existir; dondequiera que esté sentirme viva. Que no es la meta un fin, sino un camino. (Ítaca incomprensible y poderosa, impulsora de hombres que no cesan de arribar a sus costas o perderse silenciosos en medio del camino)
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VII Como si todo surgiera de un proverbio, de una enseñanza ciega, necesaria, el mundo ante mis ojos se despliega.
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VIII Sueño de la lavanda, imaginado mundo, no concebido aún pero ya preludiado en la densa unidad de las dispersas cosas que una son a la vez y son dispersas. Musgo que se derrama, grito de vida, jardín que reina al margen de la ciudad volcada sobre la inercia hipnótica de una acción sobre otra.
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IX Noche, mañana, tarde... espacios que acarician sonoramente el alma. Intuyo ser detrás de lo corpóreo, como un son o una música que acecha en lo invisible, que habita en la pericia de todo lo que huye.
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X Todo estreno rezuma una vetusta esencia. Va forjándose un lento e imparable pasado detrás de cada prenda. El futuro recorta su prefijada hora. Los tejidos se tiñen con un adiós continuo. Y soy lo que ya he sido: el eco de un recuerdo sonando en las campanas.
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XI Los aromas son vientos suaves, perfumados. Los respiro y erigen mundos donde me adentro. Los respiro y percibo colores en el aire. Parece que me elevo sobre todas las cosas.
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XII Y puedo aparecer en cualquier sitio. Voy estrenando el mundo a cada instante y el mundo va estrenando la inasible sorpresa de mis ojos.
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XIII Es extraño el aroma de la tierra mojada. La piedra se desprende de su sentir más hondo. Lo respiro. Parece que vuelvo a lo secreto, a la sombra primera que hasta aquí me condujo.
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2
I Lo inefable es mi reino: forma, color, sonido... la perpetua presencia de los días, el indeleble aroma de tus senos, tu leche manantial, tu pelo inquieto sobre mi frente, madre.
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II De la expresión del padre, de su rostro asolado por el tiempo, se escapa un vuelo híbrido de pájaros, una fruición antigua que me abruma.
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III Desenfadados niños juegan a la pelota. Soy un ente que observa y descubre en las vidas ajenas una dicha que no le pertenece. Retienen mis mejillas el beso de mi padre, el amargo sabor de las almendras. Desenfadados niños juegan. Vuelco mi sueño de ser lo que no soy en la honda bondad de las imágenes.
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IV Agito el sonajero. Comprendo que su música emerge de mi madre, que junto a mí reposa. De la luz, del sonido... todo lo oscuro huye, de la dulce expresión de sus labios dormidos.
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V La memoria es un libro de páginas dispersas. Hibridez caprichosa de alocados recuerdos. No quiero que se borre la imagen de mi madre ahuyentando fantasmas que acechan en la noche. La lluvia se conjuga en pretérito incierto (como dijo un poeta que mi padre recita) Percuten las palabras y el agua en los cristales. Y no concibo un mundo detrás de estas paredes.
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VI Cada día oficiamos la misma ceremonia. Yo los busco en el alba de oscuros corredores. Mi padre sobreviene, sobreviene mi madre y de mis manos todos los fantasmas se escapan.
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VII No he sentido esta noche ni la avidez ni el llanto merodear mi sueño. Como una fina lluvia cala en mí aquel recuerdo borroso de mi madre. Reside el equilibrio en una fina cuerda donde se tambalea la certeza del mundo. Funámbula contemplo la tierra primorosa que ha de verme avanzar hacia no sé qué fines.
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3
I La concatenación es la razón del tiempo. (Aunque encadene sueños y palacios vacíos) Una acción sigue a otra. Siento que me deslizo hacia no sé qué metas, ineludiblemente.
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II Conmigo se incrementa la multiplicación de panes y de peces. Adónde está el cordón umbilical del mundo.
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III En confusión y cambio continuo pretendemos dar orden a las cosas, encontrar su sentido. Pero el enigma siempre derrumba la alta torre de la razón y vamos inciertos en lo oscuro. De nuevo el tiempo otorga su luz al nuevo día. Hoy ya logro atrapar algún objeto. Un sueño parece que vislumbro. Ante mis ojos todo se ofrece y se confunde.
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IV ¿Quién detrás de nosotros? ¿Quién detrás de la inercia o el azar y el camino...? ¿Quién o qué sobre el sueño de los hombres acecha como un revuelo amargo de antorchas y de pájaros? De repente una nana su mar vuelca en mi pecho. Hace olvidar el miedo y disipa las dudas. Como un faro que alumbra un barco en plena noche.
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V Los seres proyectados desde la luz: las sombras. Preludian otra vida más allá de esta vida. Desconocido ámbito recortado en lo oscuro como una silueta extraña, inalcanzable. Yo misma soy la sombra de mis padres, menguada como una luna nueva que está pero no existe en las torpes miradas mortales, nebulosas...
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VI Al parecer, los seres se consumen. Así, que este es mi reino todavía. Después, quizás, aguarden dimensiones, anhelos, o la simple incomprensible pérdida, tan sólo.
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VII Qué podremos salvar que no concluya cuando el final nos lleve. Te parecen iguales, pero se diferencian tu noche de la mía, la forma en que socavas el núcleo de las cosas. Qué apretará ese lazo, el que no hemos forjado todavía y crece en el silencio como sábana o mortaja bordada por el hombre que duda.
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4
I Mira la noche, hija; esta es la noche. Puede ahondarse en tu pecho y confundirse con el deseo de ser lo que no eres. Lo que no serás nunca. Esta es la noche. Te sustancias en ella y eres otra, distinta a la que vuelve a abrir los párpados. Regresas a este edén que no pudo mostrarte su lodo ni su espina todavía.
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II La ciudad encendida asciende hacia la noche. Desconoces las luces. Parece que un milagro ha brotado de pronto ante tus ojos. Y la noche se ahueca en sus misterios.
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III Cesará el aguacero. La noche se hará inmensa. Abarcarás, entonces, el viento constelado arrullado en tu pecho, haciéndote vibrar como un antiguo emblema en las llamas del tiempo.
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5
I Mi padre está leyendo Ana Karenina. Suenan sones extraños. Las estrellas carcomen las entrañas de la noche, aniquilan el tiempo, se sumergen conmigo en la novela, la reescriben y son Tolstoi y todos los lectores y su esplendor se impregna de las letras y miro al cielo y Ana Karenina sobre estrellas tremola y yo la leo. No existe sino un sueño que se escapa.
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II Mijhailov aparece en Ana Karenina. Es un pintor que apura el veneno del arte. (Con ello se alimenta, con ello se tortura) El cuadro es un abismo placentero que muerde su calma y se retuerce en trazos y colores.
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III Mi padre glosa en voz alta unos versos de Borges.
“He repudiado razas, linajes y banderas. He marchitado sueños, ramilletes, amores... He vendido a mi patria por monedas de oro. He pisado el humilde corazón de la espiga. He cansado las piedras cubriéndolas de sangre. He abrazado al hermano con una dura daga. He brindado mis ojos a jueces y verdugos. He derramado un cáliz de vino y amargura. He degollado al blanco cordero solitario. He incendiado los mares, las luces, los laureles. He cobijado al odio en cavernas de fuego. He vaciado las cuencas de los ojos del mundo. Soy un hombre, juzgadme”
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IV Polifemo, Pasife y el auriga. Los relatos se mezclan en mis sueños en una informe lluvia de palabras que destellan y abruman y no alcanzo a comprender su luz, pero me alumbran.
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6
I Quizá el paisaje sienta la ciega incertidumbre que me provoca ver mi rostro en los espejos. Quizá seamos reflejos de dudas y de nombres que llovieron sin ser más que polvo en el polvo. Quizá no acabe el sueño de este amoroso lance de vivir y purgar de cuitas la condena. Quizá lo cambie todo la palabra.
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II Son largos los adioses en esta tarde extraña. Se deshojan los árboles de quietud y de llanto. Las ciudades se ausentan tras máscaras de sombra. Todo eso siento aquí, en mi cuna sin sueño.
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III Aún confundo la lluvia con sones de violines, con arpegios fugados de extrañas estaciones. A veces la llovizna nos regala más bellos sonidos que una noche en su fondo orquestada.
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IV Acaricia sin manos la brisa de la playa. Ningún momento igual retiene mi memoria. Mis padres buscan conchas, caracolas, recuerdos... Un péndulo de espumas y arena va copando la playa solitaria, su desnudez penúltima. La vida abraza el frío quebrado de las rocas.
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V El mar nunca se marcha. Siempre vuelve a sí mismo. Mar o la negación del movimiento.
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VI Baeza, primavera de 2010.
Cipreses, arcos, enclaustrado cielo, agua cautiva, noche que no acaba, ciudad de piedra, trasladada vida a este entorno aferrado a los abismos como la luz se aferra a la memoria.
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VII Atardecer en mi ciudad.
La ciudad se incendiaba y yo ardía en ella. El cielo se extinguía en tenues llamaradas. Y un mundo de reflejos reinaba sobre el río.
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VIII La pompa de jabón: un universo ingrávido, fugaz, que apenas deja muestras de su existencia. De la luz, los matices van cambiando. La tarde no se acuerda del día amanecido.
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7
I Ya que todo se apaga en la costumbre, breves serán los gozos del asombro, rutina pertinaz, perecedera. Breves serán. Por eso yo me aferro a todo cuanto por mis manos fluye y lamento su ausencia como un frágil cristal de dura hiel que me atraviesa.
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II Es más angosto y frío el sendero del sueño. Parece que otra vida paralela me asiera por el hilo de niebla que a la luz me conduce. Me cuesta distinguir, a veces, cada plano de estas dos dimensiones que alumbran y subyugan.
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III Nos visitan en sueños, nos visitan. No están muertos ni vivos, pero existen (luces, seres, colores, paralelas presencias que no alberga la consciencia, transfiguradas, parcas, excesivas) Forman la vida oscura, la secreta sustancia que no aflora y nos envuelve. Desde dentro hacia fuera nos modela.
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IV Creo reconocer algo ya visto, sabido en una voz o en algún gesto que vuelve a mí, inaugurando el ámbito deshabitado aún de la memoria. Algo que reconozco y me trasmina un ignorado afecto, una querencia, la atracción por volver a lo vivido, al sencillo placer de los recuerdos.
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V He conocido el mar de los espejos. Quiero alcanzar su sueño inmarcesible. Si en esta dualidad me multiplico, cómo cifrar el mundo y sus contornos.
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VI El agua es otro espejo. Puede serlo. No sólo la mirada la traspasa.
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VII Ecos, reflejos, sombras, debilitada vida de la luz, de los rostros, del sueño que resbala de la extraña estación de los espejos. Aún no sé mi lugar. Qué dimensión habito en esta dualidad de mundos enfrentados. Lo especular, lo incierto y la lenta certeza de saber que me entrego al discurso del tiempo.
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VIII Arranca nuestro perro sonidos en la noche. Al despertar retengo oscuridad y llanto. Todo se purifica como si de repente una extraña ablución en la noche irrumpiera.
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IX ¡Qué alquimia del instante! Son las fotografías la anulación sectárea del transcurso del tiempo, sesgadas y aprehendidas como al vuelo un capricho. ¡Qué abolición del mundo! Un retazo, un icono, conteniendo el imperio de lo que ya se fue.
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Antes de la palabra
I Antes de la palabra: murmullos, pensamientos, inefables afectos que me revolucionan, brillos indescriptibles y un temor a la ausencia desde el principio ya, inevitablemente.
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II En cada movimiento de lengua, labios...busco la perfecta dicción, el deseado reino de la palabra. Siento sus blandos pliegues reptar hacia mis dientes. Un tibio fuego forja un precoz balbuceo. De nuevo un sentimiento, el latir de una idea, desemboca en la tenue mudez de lo inefable.
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III Y llueven las palabras, desordenadamente. Acarician mi oído. Abruman mi existencia con una esencia ignota, como un vaso repleto de un licor que no existe. Pero en ella está todo, en esa fina lluvia de palabras se aúnan los sonidos del mundo. Sonidos que me anuncian hallazgos y el preludio de que la vida esgrime sueños, rosas, murallas...
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Epílogo Ahora todo comienza. Ahora que me despido de todo aprendizaje, preludio, acercamiento... A plomo laten lengua y paladar, a plomo se sustancia en los dientes, saliva, cielo, labios... intrusamente hábil, febril, imprescindible... Ahora ya todo cede su turno a la palabra.
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