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El sector privado y el petróleo
es decir, en cuanto a la presencia de capitales extranjeros dentro del territorio nacional. De lo que se trata, en suma, es de diseñar una estructura fiscal que, a lo largo del tiempo, garantice al capital petrolero un beneficio y al Estado venezolano una renta. La dimensión temporal debe tenerse muy presente, porque la verdadera remuneración del capital se manifiesta sólo como un promedio temporal, equilibrándose años de rentabilidad excepcional con otros de bajo rendimiento o incluso de pérdidas. Por lo tanto, semejante estructura fiscal necesita, para cumplir con su función, alguna garantía razonable de estabilidad. Ésta no puede consistir en otra cosa que en un amplio consenso político, que habrá de ser tan amplio como aquél que existió en torno a la tradicional política petrolera rentista del pasado y que hizo posible su culminación exitosa con la nacionalización. Por lo demás, la cuestión considerada se refiere más específicamente al área de la extracción del recurso natural - el crudo y el gas - y no a las actividades que envuelven grados más intensos de procesamiento y manufactura. De hecho, es en el sector primario, strictu sensu, donde se hace presente la renta. Dentro del transporte, la refinación y la petroquímica, en cambio, todo el asunto se reduce a definir con ajustada contabilidad un precio apropiado de transferencia.
EL SECTOR PRIVADO Y EL PETRÓLEO
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Las anteriores consideraciones no pueden conducir a obviar el papel fundamental que, aun en el largo plazo, seguirá desempeñando el Estado dentro del sector petrolero. Otra forma de pensar sería una mera imposición ideológica, y, por lo tanto, una visión alejada de la realidad de las cosas. Su presencia a través de PDVSA, por decirlo así, simplemente no yace bajo disputa. En su condición de socio de los nuevos proyectos que puedan generarse dentro del área, bien podrá maximizar los importantes efectos multiplicadores del sector petrolero sobre la economía no petrolera. El otro lugar de importancia le corresponderá, por lo dicho, al capital extranjero. Es éste el que puede asegurar los mercados al petróleo venezolano y a los productos sucedáneos, amen de aportar capacidades gerenciales, nuevas tecnologías, y, por si algo faltara, su gran capacidad financiera. Al capital privado nacional le corresponderá, objetivamente, el otro lugar de importancia. En este momento su participación pareciera limitarse a uno que otro proyecto petroquímico. Ahora bien, sí le corresponde un papel relevante en cuanto proveedor de todo tipo de insumos y de servicios a la industria petrolera nacional, del cual, además, puede derivar fructíferos proventos en el mercado exportador con países productores vecinos. Más todavía, en el plano de lo político su situación es de otra índole. En efecto, como capital venezolano que es habrá de intervenir en la formulación y desarrollo de políticas petroleras que, en su conjunto, aseguren al sector petrolero un máximo de dinamismo. Con todo, el juicio emitido por un autor antes referido en relación con el empresariado venezolano a principios de los años setenta mantiene todavía su significación. Su obra Auge, declinación y porvenir del petróleo venezolano, en ese respecto, sigue siendo única. Aun en el ambicioso Proyecto Roraima - singular in-