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El petróleo en cuanto actividad productiva
competencia, el cártel de Estados terratenientes se vio obligado a asumir ahora el papel de un cártel de productores. Ello implica necesariamente algún sistema de cuotas, además de un acuerdo básico sobre los niveles deseables de los precios. Desde luego, la OPEP, en cuanto cártel de productores, funciona de manera bastante deficiente, dada su característica de ser una asociación libre de Estados soberanos. Peor aún, vinculados única y exclusivamente por el capricho de la naturaleza, las diferencias entre los países miembros son tales que se ha llegado incluso al extremo de confrontaciones bélicas entre varios países miembros. Empero, pareciera no haber alternativa: Venezuela tiene que seguir como miembro activo de la organización, siempre a la búsqueda de un consenso necesario y posible. No importa el regateo, el forcejeo, las trampas y los desacuerdos en la distribución de las cuotas; o el cambio de regímenes políticos y el desenlace de las confrontaciones bélicas. En este mundo agitado y turbulento, el interés de todos los gobernantes de los países petroleros en precios estables y relativamente altos los obligará siempre a volver a la mesa de negociaciones y para buscar llegar a un nuevo acuerdo. Por lo demás, debe tenerse muy presente el trasfondo natural de la estabilidad de la OPEP, lo cual resuelve lo que de otro modo aparece como un hecho asombroso. En efecto, esa base natural no es susceptible de corrosionarse ni por la competencia capitalista, ni por maniobras políticas algunas: en el mediano y largo plazo no hay manera de negar al país, que dispone de reservas suficientes, su activa participación en el mercado mundial.
EL PETRÓLEO EN CUANTO ACTIVIDAD PRODUCTIVA
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La nacionalización, en esencia, consistió en el pleno disfrute de la soberanía del Estado propietario del recurso natural o, como se decía en las resoluciones de las Naciones Unidas de la época, en el ejercicio de una 'soberanía permanente'. Es decir, desde entonces compete única y exclusivamente al Estado venezolano fijar el nivel de la renta por barril - y, por ende, los precios - y los volúmenes de producción. La resistencia sistemática de las concesionarias extranjeras a esta aspiración de Venezuela, y más en general, de todos los países petroleros del Tercer Mundo, condujo a su nacionalización. Al apoderarse del 100% de las acciones, el Estado se liberó de cualquier limitación en el ejercicio de sus derechos como propietario del recurso natural. Efectivamente, el Ministro de Energía y Minas, en quien se personifica la aspiración rentística nacional, pasó a representar también el accionista único de la compañía estatal. De manera que todo el poder de decisión en materia de política petrolera se concentra en sus manos. En cambio, a PDVSA se le asignó la condición de simple operadora al servicio de los intereses rentísticos nacionales, valga decir, que strictu sensu ni siquiera le correspondió el papel de una empresa estatal. En efecto, para la industria petrolera nacional la categoría del beneficio simplemente no existe. Es decir, por una parte, el Ministro aprueba - o desaprueba y manda a modificar - los planes de inversión y gastos de PDVSA; y, por la otra, el
Ministerio ajusta la estructura fiscal de manera que cualquier excedente más allá de las necesidades así definidas se convierta en renta. La actividad productiva, con la nacionalización, perdió, por lo tanto, toda vida propia, lo cual marca el punto culminante del proceso histórico de conformación del capitalismo rentístico venezolano. La superación de éste, en consecuencia, encuentra su verdadero reto dentro del sector petrolero, y no tanto en el sector no petrolero. Es el sector petrolero su principio y su fin. Es aquí donde la renta, hecha máxima, llegó a obstaculizar definitivamente el desarrollo de la actividad productiva; por consiguiente, tendrá que ser aquí, con la remoción de las trabas creadas y, así, la liberación de la actividad productiva, donde la superación definitiva del capitalismo rentístico habrá de tomar lugar. Es decir, la nueva política petrolera tiene que contener como elemento dinámico el desarrollo productivo del sector petrolero, y ya no el aprovechamiento del petróleo en cuanto fuente rentística. Hay que abrir el espacio para la coexistencia de la renta y del beneficio en el seno de la explotación petrolera. Y ello significa que aunque el Estado siempre reclamará la renta para sí, su recaudación deberá hacerse en una forma que armonice con la necesaria presencia del beneficio, cuya existencia residual varía en función de la eficiencia gerencial, de los vaivenes del mercado, del desarrollo de la productividad, etc. La recaudación por parte del Fisco nacional de todo el excedente más allá de los gastos de operación y de inversión, va en contra de cualquier iniciativa empresarial. Lo que se tiene aquí en mente es la cuestión de la presencia en el sector del capital privado, bien sea nacional o extranjero. Efectivamente, sin su presencia Venezuela no podrá llegar, en el transcurso de las próximas décadas, al pleno aprovechamiento del recurso natural disponible y de todas las posibilidades de industrialización que de él emergen. Políticamente pareciera difícil aceptar de nuevo la presencia del capital extranjero en el petróleo. Sin embargo, como se desprende del análisis precedente, la reserva exclusiva para el Estado de la actividad productiva representó un medio para un fin - la soberana propiedad estatal nacional - mas no el fin en sí mismo. Una vez que éste último se ha alcanzado y consolidado; y una vez que el capital extranjero ha reconocido y aceptado las nuevas reglas imperantes, esto es, que todo beneficio extraordinario corresponde al Estado propietario, se han creado unas condiciones donde la renovada presencia del capital extranjero, o del capital privado en general, no puede seguir negándose por motivaciones de principio. En cambio, sí hay poderosas razones, incluso estratégicas, que sugieren su conveniencia: es ésta la vía más favorable y segura de superar con éxito esa primera etapa del desarrollo capitalista de Venezuela caracterizada por el predominio de la renta petrolera. Por otra parte, se trata también de una nueva integración del sector petrolero nacional con la industria petrolera mundial, vencido el tiempo de la desintegración que por necesidad debía traer consigo el proceso de nacionalización. Este proceso ya está en marcha, y, en realidad, empezó para Venezuela con las asociaciones de PDVSA en el exterior, especialmente en el campo de la refinación. Y si algo habría de acotarse, es que hay un franco rezago en cuanto al movimiento complementario,