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La economía nacional

tento empresarial por ofrecer una respuesta articulada frente a la crisis final de la segunda versión de la 'siembra del petróleo' - el petróleo apenas si aparece al margen, y, como curiosa paradoja, sólo en su carácter de fuente rentística. Así, al referirse a la necesidad de cuantiosas inversiones para el desarrollo de los recursos petroleros nacionales, se comenta:92

... para Venezuela la mejor oportunidad de colocar los ingresos petroleros es invertirlos en petróleo pesado que permita explotar la escasez que se prevé en la década de 1990. ("Sembrar el petróleo para cosechar más petróleo").

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En ese mismo sentido, cuando uno u otro vocero del sector privado opina públicamente sobre la política petrolera estatal, casi invariablemente sobresalen la ignorancia y el más enconado de los prejuicios. La animosidad en contra del Ministerio de Energía y Minas y de la OPEP, por ejemplo, es notoria. Y de ninguna manera se está dispuesto a conceder lugar para la misión histórica por ambos cumplida ni a la importancia del papel que por necesidad les corresponderá en la política petrolera futura. Esta situación refleja, por una parte, la disposición natural del capital en contra del terrateniente y, por la otra, la franca hostilidad que predomina en los países desarrollados consumidores con respecto a la OPEP, de la cual se hacen eco los empresarios venezolanos. Por último, se pone bajo total cuestionamiento la intervención Estado en los asuntos económicos. Sin embargo, y más allá de la fácil retórica, no hay manera de pasar por alto que en las condiciones concretas de Venezuela, esto es, dada la importancia del petróleo así como del hierro y del aluminio, no puede sino aceptarse una fuerte presencia del Estado en el ámbito económico, que en el caso del sector externo es poco menos que apabullante. Por lo tanto, el reto del liberalismo en Venezuela consiste no en la socorrida denuncia de los peligros que acechan a la intervención del Estado, sino en la más activa participación dentro del diseño de su política económica con miras a imprimirle la orientación doctrinaria deseada.

LA ECONOMÍA NACIONAL

Los juicios que se tienen de parte del sector privado sobre el desenvolvimiento de la economía nacional y sobre las consecuencias de la cuantiosa renta petrolera captada y distribuida en las décadas pasadas, se caracterizan asimismo por ser tan globales como lo precisa la más ligera de las superficialidades. Si hubiera que resumir en unas cuantas ideas, y sin mayores comentarios adicionales, el contenido de las opiniones vertidas, lo que sigue es un adecuado sumario. La política tradicional de la 'siembra del petróleo' no ha dado los frutos esperados. No se ha producido una economía saludable, creciente y vigorosa. Las enormes sumas de dinero que se han desembolsado no han estimulado el

92Proyecto Roraima, Una Proposición al País, (Caracas, 1983) p.24.

crecimiento a largo plazo de la economía, ni han situado el bienestar de los venezolanos en el elevado nivel que debería haber generado tan masivo gasto. Y con algún grado de detalle se enumeran algunas de estas causas tras el fracaso de la política económica tradicional: el gasto público desmedido, la sobrevaluación del bolívar, la ineficiencia de las empresas del sector público, los subsidios y la regulación de los precios. A continuación se formula una nueva estrategia de desarrollo, bajo el nombre de la "Venezuela Productiva", la cual consiste, para empezar, en la negación inmediata de lo que se supone fue la vieja estrategia. Luego se precisan las siguientes definiciones o líneas matrices de acción:93

- El rol del gobierno es crear el clima económico necesario para una economía en vigoroso crecimiento. - El sector privado debe generar las inversiones, los empleos y la eficiencia, y debe estar dispuesto a competir y ser capaz de hacerlo en un economía de mercado libre, y - Los trabajadores deben suministrar la ética laboral y la productividad que permitan a Venezuela competir en los mercados mundiales.

En esa dirección se propone, entonces, una fuerte devaluación del bolívar, la restauración de las libertades económicas, la reducción de la protección arancelaria y la eliminación de los subsidios. En particular, la devaluación permitiría reorientar la distribución tradicional de la renta petrolera. Con las ganancias extraordinarias en bolívares por ella causada, se propone que el Estado, por sobre todo, pague sus deudas con el empresariado nacional, utilizando el remanente para el pago de la deuda externa pública así como para el financiamiento de los dólares preferenciales de la deuda externa privada. Como bien se observa, el Proyecto Roraima opone al capitalismo rentístico venezolano el ideal abstracto de un capitalismo normal, sin ninguna referencia concreta a la realidad económica nacional, conjeturándose por lo demás que la transición del uno al otro, en una suerte de tabula rasa histórica, apenas habrá de necesitar de unos tres años. La renta petrolera, en su turno, simplemente desaparece; su misión, si acaso le corresponde alguna, pareciera vincularse sólo al pago de las deudas ya existentes. La renta petrolera, si se toma en cuenta el servicio de la deuda pública externa, se encuentra al presente en los niveles relativos más bajos desde la Segunda Guerra Mundial, no obstante la crisis actual en el Golfo Pérsico (diciembre de 1990) y el aumento de los precios en el mercado mundial del petróleo. Y sin riesgo de equivocación cabe decir que no volverá a alcanzar los niveles que llegó a tener en la década de los cincuenta o de los setenta, puesto que su dinamismo de largo plazo, aun en el mejor de los casos, será inferior al crecimiento poblacional y de la actividad económica. Y, con todo, seguirá representando para todo el futuro previsible el mayor ingreso externo del cual podrá disponer el país. Una acertada comprensión de los mecanismos bajo los cuales sucede el proceso de distribución de la renta - ante todo, la sobrevaluación del signo monetario nacional y el bajo nivel impositivo - es esencial tanto para la comprensión

93Ibid., passim.

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