![](https://static.isu.pub/fe/default-story-images/news.jpg?width=720&quality=85%2C50)
6 minute read
Conclusiones
de la crisis que se presentó hacia fines de los años setenta como para la posible superación de la estructura general del capitalismo rentístico.94 Sólo así, en efecto, puede llegar a sopesarse la magnitud del reto que yace hacia adelante. Se trata de un reto estratégico y no de un simple ajuste de la política económica del gobierno en turno; y no se trata de un par de años, sino de décadas. El mayor reto de toda política económica venezolana sigue siendo el hacer explícitos los destinos posibles de la renta, a saber, el gasto social, los salarios y los beneficios. Únicamente de este modo es posible diseñar políticas que aprovechen en su integridad la enorme ventaja que implica su presencia en función del desarrollo económico nacional deseado, tanto como definir con acierto el mejor papel que puede corresponderle al sector privado nacional, cuya área de circunscripción principalísima, en cualquier escenario imaginable, habrá de ser en el futuro previsible el mercado nacional.
CONCLUSIONES
Advertisement
La renta de la tierra es una categoría del todo extraña a la estructura social capitalista. En condiciones normales, como lo evidencian substantivas experiencias históricas, el desarrollo del capitalismo va a la par con su reducción a niveles acaso insignificantes. En Venezuela, por el contrario, la división internacional del trabajo y las condiciones de atraso del país dieron lugar, en los comienzos del siglo, a un proceso de desarrollo bajo condiciones atípicas, donde una renta internacional de la tierra, de monto creciente en relación con la producción interna, hizo de fuerza motriz primordial. De allí la calificación que se ha hecho del capitalismo venezolano como capitalismo rentístico. Este capitalismo peculiar constituye el tema natural del pensamiento económico venezolano. En los capítulos precedentes se dio cuenta de los esfuerzos más destacados, desde la perspectiva de la acción política, por desentrañar sus reglas específicas. Los resultados, como se ha visto, fueron notables, aunque finalmente negativos. El capitalismo rentístico, así concluyen, carece de futuro. Se le considera, en su instancia final, como un desarrollo equivocado que conduce las cosas hacia un callejón sin salida, por lo que se hace inevitable, más temprano que tarde, la involución o el retroceso. Sin embargo, el análisis del pensamiento económico venezolano, en su perspectiva histórica, permitió determinar la causa y naturaleza de este resultado negativo. El ingreso petrolero, en cuanto renta de la tierra, es un ingreso que carece de legitimidad dentro de la ética capitalista; por ello, su legitimación no puede encontrarse sino en el destino que se le asigne. Esto es, sólo el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales puede justificarlo.
94Véase Bernard Mommer, "La distribución de la renta petrolera (El desarrollo del capitalismo rentístico venezolano)", en Omar Bello y Héctor Valencillo (eds.): La economía contemporánea de Venezuela. Ensayos Escogidos, Banco Central de Venezuela, Caracas, 1990, 4 tomos; tomo iv, pp.155-234.
Ahora bien, si la cuestión en juego es el desarrollo del capitalismo, debe tenerse presente que los criterios por los cuales habrá de regularse y juzgarse el proceso han de ser acorde con la ética capitalista. Es así como la experiencia vivida revela una abierta desproporción entre los medios empleados - la renta percibida y gastada - y el desarrollo real de la economía nacional. Esta desproporción es la que se siente como un fracaso. Este fracaso - espejismo de la renta - se presenta en lo inmediato bajo el aspecto cuantitativo de una desproporción entre los niveles de consumo y la producción nacional. Pero si se considera el proceso en su conjunto, resalta más bien el aspecto cualitativo. Considérese primero este último. El fracaso en lo cualitativo es la imposibilidad de darle pleno sentido al destino propuesto, y su manifestación más patente es la corrupción, valga decir, la privatización de un ingreso que es de propiedad común. La corrupción, en efecto, es un tema omnipresente en ambas visiones analizadas. Empero, todo se redujo a una denuncia y a un discurso moralizante, llegándose así a un círculo vicioso en el que era poco menos que imposible discernir las condiciones objetivas que la alimentaban. La privatización de la renta petrolera constituye un proceso necesario y legítimo, en el mismo sentido en que el capitalismo como sistema es históricamente necesario y legítimo. Esto es, desde un punto de vista teórico, el proceso de distribución y privatización de la renta hay que ubicarlo dentro del proceso de acumulación originaria del capital. Por lo tanto, se buscará en vano su necesidad y legitimación en el sistema capitalista mismo; dentro de éste esa distribución será siempre una distribución arbitraria, puesto que supone una transferencia unilateral y no un intercambio de equivalentes. Desde esta última perspectiva, la distribución y privatización de la renta se convierten en un fenómeno racional y accesible al análisis científico. La arbitrariedad se convierte así en libertad: un parámetro sujeto a la decisión política consciente. En lo que concierne al aspecto cuantitativo del problema, valen las mismas observaciones. La disparidad señalada es una expresión necesaria de la misma 'siembra del petróleo'. La absorción de capital productivo es un proceso cuyo punto de partida es la absorción consuntiva. Entre ésta y la absorción productiva se encuentra, como vínculo o término medio, la inversión consuntiva. Esta última, sin embargo, una vez que se contabiliza dentro del capital en su conjunto, determina que éste aparezca con una productividad muy baja. En efecto, tal productividad no alcanza siquiera para la reposición del capital que se consume y se desgasta anualmente, de manera que su supervivencia depende del aflujo permanente de renta petrolera. Es decir, el capitalismo rentístico se presenta como un capitalismo subsidiado y dependiente. También aquí, al entenderse el fenómeno como necesario, se abre el camino para su investigación científica y, por ende, para la formulación de políticas económicas más racionales. La inversión de la renta petrolera no es reproductiva, lo que vale decir, no genera su propia demanda sino después de un largo proceso de absorción. En el ínterin y para que este proceso se cumpla exitosamente, la misma renta petrolera, adecuadamente distribuida, tiene que proveer los fondos para la demanda necesaria.
Es precisamente la brusca alteración de este circuito lo que provocó la más severa crisis económica de la historia moderna del país. A la ingente afluencia de renta a partir de 1973 y a las inversiones cuantiosísimas financiadas por ella, se sobrepusieron nuevos patrones de distribución de la renta que luego se combinaron, por añadidura, con su caída. Las inversiones consuntivas acumuladas en los años de auge de la renta configuran una magnitud de tal tamaño, que la explicación de lo prolongado de la crisis económica - ya algo más de una década - se sigue casi de manera natural. El petróleo aparece en el pensamiento económico venezolano como un hecho negativo, sirviendo de plataforma para la oposición secular entre la 'verdadera' Venezuela, que es no petrolera, y la Venezuela petrolera real. En sucesión, primero como enclave extranjero, luego como fuente rentística, y finalmente como sector reservado al Estado, siempre se le tendrá como un elemento singular y extraño dentro de la vida política y económica del país. Sin embargo, como esta misma enumeración lo aclara, el verdadero proceso va en sentido contrario a la dirección del proceso imaginario: década tras década aquella 'verdadera' Venezuela no petrolera se fue perdiendo en el horizonte, a la par que se hacía cada vez más real la Venezuela moderna, la única verdadera, la Venezuela petrolera. La gran tarea que trae consigo el futuro, es la de aceptar en su integridad y con todas sus consecuencias el curso de las cosas que así se presenta, para entonces arrancarle todo el provecho que en él pueda encerrarse a los fines de ayudar a construir una sociedad donde pueda vivirse con decencia y dignidad.