Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho” Licenciatura en Educación Preescolar Observación y Análisis de la Práctica Escolar Unidad I y II: “Escuela y Comunidad; complejos procesos de vinculación” y “Prácticas y escenarios de gestión” Jardín de niños: María Guadalupe Vega de Luevano Ubicación: Colonia Lázaro Cárdenas, Zacatecas, Zac.
Docente: Margil de Jesús Romo Rivera Alumna: María Teresa Saucedo Méndez
Segundo semestre
28 de Abril 2015 Mitos y realidades de laborar en un jardín de niños; Adquirir una visión más allá de la comprensión Bienaventurado el que comienza por educarse antes de dedicarse a perfeccionar a los demás… Juan C. Abella
Que una persona tenga en sus manos la responsabilidad de cambiar el mundo con la educación de las nuevas sociedades, no es un concepto que a la gente le viene a la cabeza al pensar en ‘educador’, mucho menos si el nivel es preescolar. Sin embargo, cambiar el estigma de la sociedad no es lo más difícil a lo que un educador se enfrenta, sino el proceso mismo del cambio, iniciando de manera personal, para que en un lapso posterior pueda rendir frutos en el contexto en el que nos desenvolvemos, esperando que en un futuro, dichas personas a las que se les dio la bienvenida en el quimérico mundo de la educación, tengan la posibilidad de mejorar el lugar en el que viven. “La estructuración y la conformación institucional de las escuelas constituyen el primer condicionante del sistema educativo” (Espeleta/Furlán, 2004). Al ingresar a la Licenciatura de Educación Preescolar, podría afirmar sin temor a equivocarme que cada estudiante de nuevo ingreso traía consigo una idea errónea de lo que significaba o incluso lo que implicaba dicha decisión, no obstante, conforme avanzaba el tiempo, las expectativas murieron y la realidad comenzaba a vislumbrarse ante nosotros poco a poco y después, cada vez más intensamente. Una de las respuestas más comunes cuando se nos cuestionaba las razones de la elección de nuestro próximo estilo de vida, se originaban al azar, creyendo justo las respuestas que ahora detestamos oír en la sociedad, o incluso dentro de la escuela misma en la que ahora nos formamos: gusto por los niños. “Los centros de enseñanza se han convertido en ‘aparcamientos o
‘guarderías’ donde depositar a niños y jóvenes en las horas en que sus familias no pueden atenderles” (Fernández, 1995). Tener la oportunidad de observar e involucrarnos poco a poco en las situaciones que nos competen, es extraordinaria, pues se nos es dada la oportunidad de vislumbrar un panorama más amplio, desmentir poco a poco esos mitos y realidades, en torno a la profesión, que no se podría asimilar en un aula y que ningún texto podría otorgar; así, la experiencia ‘hace al maestro’. Laborar en un jardín de niños, llega a ser mucho más arrasador que sólo ‘trabajar tres horas al día’ como algunos piensan, pues el trato con los niños, el contacto puro con esas pequeñas mentes moldeables pasa a ser lo más sencillo, agradable y satisfactorio, sin embargo, no muchos saben lo que hay ‘detrás de cámara’, es por eso que encuentro ahí mi objetivo prístino al redactar esto, a fin de desentrañar un poco, lo que se ve y se vive ‘del otro lado de la moneda’. Cuando entramos en una institución del tipo que nos compete en estos momentos, muchas ideas saltan en nuestro interior; ver tantos colores, dibujos animados, brillos y fantasía, sólo nos puede llevar a pensar que laborar ahí no es un trabajo serio, sin embargo, ¿alguna vez se han preguntado el significado que cada una de esas cosas adquiere al momento de hacer formal un conocimiento informal en la cabeza de treinta niños? Quien es padre o madre sabrá, que tener un hijo requiere mucho esfuerzo y atención, sobre todo en los primeros años de vida, así que se convierte en todo un acto heroico aceptar conducir los conocimientos de niños que ni siquiera conocemos, y sin embargo admitimos la responsabilidad de guiar, poniendo en ellos nuestra esperanza de un mejor mañana para todos. Es difícil, no sólo porque tener la atención de un grupo de niños de entre tres a seis años de edad, con gustos completamente diferentes y sobre todo con ideas y familias que los han criado cada uno a su manera, aunado a sus características de personalidad, reunidos todos en un salón, sin la preparación
adecuada, puede ser la receta perfecta para el desastre. Además, como es bien sabido, dentro de una misma cultura hay infinidad de variantes que forman su propia ‘subcultura’ por lo que sus modos de vida, carácter, comportamiento, caló y costumbres de los niños y padres de familia distinguen cada lugar que pisamos. Una de las cosas que más me impactó, (tomando en cuenta que sólo he asistido a dos jardines de niños –que para mi sorpresa son completamente opuestos-) es el mantenimiento del jardín. Tener la seguridad de que habrá instalaciones seguras y adecuadas, que cada niño tenga al menos una silla donde sentarse y material didáctico para trabajar, en fin, infinidad de cosas que deben tener cabida en un solo lugar; en los bolsillos de los padres de familia, cuyas cuotas voluntarias permiten sacar adelante en lugar en las mejores condiciones, o bien, estancarlo a cierto número de ‘comodidades’ que sólo son posibles con su cooperación. “La participación de los padres de familia en la gestión de los centros de enseñanza no es la esperada, ya que el grado de participación es muy bajo, y cada vez desciende más” (Fernández, 1995). Así que, entre las tareas difíciles podría mencionar el tener que lidiar con el conformismo social de los padres de familia “En la sociedad no existe el interés por los problemas de los demás, es decir, si no es mi problema no voy a ayudar a solucionarlo, serán los perjudicados o involucrados en el problema quienes lo resuelvan” (Santos Guerra, 2000) y, que, aunque si bien, muchos saben que sólo con un trabajo compartido de padres y maestros, -hogar y escuela- sus hijos podrán tener mejores resultados, otros son tan apáticos con nuestro
trabajo
que
simplemente
nos adjudican
cualquier
tropiezo
o
estancamiento de sus hijos, donde los educadores y directora, son los responsables de dialogar, y llegar a un acuerdo para que se obtenga el mayor número de beneficios para los preescolares. Para esto, se crea el consejo escolar, cuyos objetivos y metas en común, permiten recoger mejore frutos. “La escuela que aprende […] sabe o debe saber dónde está enclavada, que misión tiene y a que causas sirve” (Santos Guerra, 2000).
Esto lo he podido vivir en carne propia, donde, al haber asistido a un jardín de niños de clase media alta, donde el funcionamiento y las instalaciones dejaban ver el maravilloso pacto que había entre los padres y las personas que laboraban, los niños tenían mejores oportunidades de desarrollo, mientras que, en mi actual jornada, donde la colonia es marginada en muchos sentidos, las carencias económicas son notables a simple vista, y sus características los han hecho aguerridos y poco tolerantes o sensibles ante situaciones que no ven como prioritarias, o incluso, a las demás personas. Aunque claro, sería completamente injusto generalizar, sin embargo, como ‘mayoría manda’, el jardín puede distinguirse por eso. “La desigualdad no se manifiesta tanto en la división entre los que tienen y no tienen acceso a la escuela sino que se ha desplazado hacia el sistema educativo, en donde su región de nivel socioeconómico logran acceso a una escuela privada o a una escuela pública que reúne mejores condiciones técnicas y materiales y los que, viviendo en las zonas rurales o urbanas, tiene acceso a una escuela donde falta de todo, desde profesores a sillas, desde pizarrón a tizas” (Espeleta/Furlán, 2004). Como cada contexto es un mundo, podría asegurar sin temor de falacia que los niños son el reflejo de las personas que tienen a su alrededor y, puesto que la familia es la primera escuela de todo ser humano, su comportamiento es sólo un espejo de lo único que han vivido. Se ha dicho en diversas ciencias que se ocupan de su investigación, sobre todo en la psicología, que las personas adquieren su personalidad de acuerdo al contexto en el que se desenvuelven. “La reproducción motórica, supone la traducción de las representaciones simbólicas (cognitivas) de los estímulos modelados a actos motores manifiestos, o sea, en representar realmente la conducta moldeada” (Bandura, 1973).Esto quiere decir que las cosas que nos gustan o nos disgustan, nuestras costumbres o tradiciones, manías, hábitos, etc., no son nuestros totalmente,
sino una adaptación de las cosas que vemos en los demás que adoptamos para nosotros mismos y que, en conjunto, nos hacen únicos. Cuando se es pequeño, es un periodo crucial para el aprendizaje, se dice que es una etapa ‘esponja’ (metafóricamente hablando), pues nuestro cerebro capta y absorbe todo como se asemeja una esponja con el agua. De esta manera, un niño está más propenso a ser afectado tanto positiva, como negativamente de lo que hacen sus padres. “Hay muchas culturas en la sociedad pero siempre hay una hegemónica que marca el patrón del comportamiento de las personas y de las instituciones, es decir, siempre hay una cultura dominante en las sociedad, […] que marca el comportamiento de las personas que pertenecen a esta institución y comunidad” (Santos Guerra, 2000). Si un niño vive estabilidad en el hogar, viene de una familia de buenas costumbres, y que se preocupa por su hijo, eso le dará un buen soporte para que al llegar a preescolar pueda desempeñarse con máxima seguridad en cada una de las cosas que haga y, por tanto, tendrá más disponibilidad y flexibilidad de aprender cosas buenas. En cambio, si un niño viene de hogares fragmentados, como es el caso de la actual experiencia, donde a su corta edad han tenido que vivir en hogares disfuncionales, es natural que al llegar a preescolar su comportamiento sea del mismo modo. No sólo los huecos emocionales o afectivos, afectan en el desempeño o comportamiento de un niño pequeño. Un factor clave también es la economía. Cuando un niño se desarrolla dentro del seno familiar inadecuado, podríamos ejemplificar; con problemas económicos y digamos, no asiste desayunado a la escuela, eso no le permitirá atender adecuadamente una indicación de su educadora. Es responsabilidad de los padres asegurarse de crear ambientes saludables para que los niños se desarrollen de la mejor manera, sin embargo, no todos los niños tienen la oportunidad de vivir esto en la cotidianidad. Es entonces, donde la institución educativa a la que asiste, se convierte muchas de
las veces en una de las pocas salvaciones del infante. “Conocer su naturaleza […] significa conocer su configuración social, es decir, conocer su cultura y crea una cultura propia para regular el comportamiento de sus miembros” (Santos Guerra, 2000). Por todo esto, y como he venido mencionando con anterioridad, el niño necesita que su padre sea incluido en las actividades del jardín y que esté al tanto de cada paso de sus hijos, pues si ellos se interesan en su trabajo, se fortalecen nexos afectivos y además, se rectifica la confianza en ellos mismos, lo que consecuentemente provocará un mejor desarrollo de los mismos. Este trabajo recae en las educadoras y la directora que, establecen acuerdos con los padres de familia, lidian con ellos y sus problemas, se involucran tanto como sea éticamente posible y buscan tener relaciones efectivas, de confianza y sobre todo cimentadas en valores. “La escuela debe realizar un control social, es decir, de los rasgos y características que influencian la cultura, debe plantearse cuales son éticos y cuáles no” (Santos Guerra, 2000). Para que todo lugar funcione de manera correcta, es necesario que cada persona adopte responsabilidades y desempeñe papeles que son distribuidos jerárquicamente, donde cada uno tiene su grado de complejidad, sin embargo, no se pueden limitar a la ejecución de ciertas tareas, sino, en este caso, literalmente ‘saber hacer un poco de todo’ y no tener miedo a ‘ensuciarte las manos’ en el buen sentido. “En la escuela se cumplen diferentes papeles. Tanto los profesionistas que trabajan en ésta, forman parte de la cultura que constituye un esqueleto de creencias, expectativas, normas y comportamientos” (Santos Guerra, 2000). Al igual que los padres de familia, el alumnado y los políticos que gobiernan la esta institución En el caso de un jardín de niños, el personal docente, dirección, intendencia y personal de apoyo, deben trabajar de manera conjunta con los padres de familia, algunas veces en la realización de tareas distintas a lo que imaginaban, como pintar ventanas, suplir a las autoridades,
sanar los corazones de los niños, realizar el aseo, entre infinidad de casos que, si se contaran uno a uno, podrían ser eternos e impredecibles, que bien podrían conformar una novela de ‘situaciones que se presentan dentro de un jardín de niños’. Un mito más acerca del trabajo en preescolar, o que al menos lo he escuchado varias veces es, que cuando alguien llega a ocupar el puesto de la dirección, es para ‘ya no hacer nada’, pues técnicamente, sin grupos a tu cargo, ‘eso es vida’. No obstante, lo que esas personas que se atreven a hablar, como muchas, sin haberse antes informado, no se les puede culpar más que de chismosas, pues, ¿realmente se han puesto a pensar que todo éxito o fracaso del jardín, funcionamiento, servicios, actividades, etc., cae en los hombros de dicha persona? “El papel de la gestión dentro de la escuela, revela y construye las estrategias de acción que implementara el personal de la institución, donde los acuerdos y las negociaciones abonan la forma o el trayecto del movimiento institucional” (Espeleta/Furlán, 2004). Aún no soy muy ducha en el asunto, pero no es necesario involucrarse por mucho tiempo para darse cuenta que todo lo concerniente a gestión y lo administrativo tiene que ser llevado a cabo por una sola persona y, ¿quién la capacita? Además de lidiar con todo lo anterior, esa persona es quien da la cara por ese jardín y con las autoridades, para sacarlo a flote, ‘aún con los peores climas’. “Educadores que estaban dedicados a sus interpretaciones más o menos amplias de la escuela en un esfuerzo para ubicarla correctamente en los procesos de transformación, fueron convocados a ser protagonistas del cambio, a ocupar puestos de decisión, o a asesorar a dirigentes en área de la educación” (Espeleta/Furlán, 2004). Si suponemos que, como nosotros en este momento, tenemos la idea de una Licenciatura en Educación Preescolar basada en el Programa de Educación preescolar 2011 (por sus siglas PEP), donde tienen como propósitos
simplemente lo concerniente al desarrollo de competencias en los niños y, ya entrados en materia, podemos ascender por nuestros logros y esfuerzo hasta ocupar un puesto como ese, ¿cómo entonces aprenden a gestionar y administrar
una
institución?
Entonces,
actualmente
nos
forman
sólo
parcialmente, púes sólo nos muestran una de las vertientes (y la más obvia), tomando como prioridad al niño, que es nuestro objeto de estudio, sin embargo, para poder desarrollarnos bien en alguna disciplina, es necesario que sea vista y prevista desde todos los puntos posibles, ¿no? No me atrevería a afirmar con certeza que esto sea así, pues aún estoy en ese proceso de descubrimiento y no sé lo que la escuela tenga preparado para mí, pero tengo la creencia de que ningún aula te prepara verdaderamente o te asegura el éxito en el mundo real, porque, a fin de cuentas, un aula es sólo eso, un lugar al que acudimos a simular aprender, en base a las experiencias o investigaciones de otras personas, no obstante, la mejor forma de aprender, es ‘vivirlo en carne propia’. Dentro de la gestión, y recalcando que los jardines de niños están mantenidos por los padres de los pequeños que ahí se desenvuelven, debemos tener en cuenta que hay cosas que se escapan a esos apoyos y que obviamente en muchos de los casos no es posible solventarlo sólo con apoyo de los padres, es ahí donde se vuelve necesario optar por acudir al gobierno. “En el sentido de la descentralización se ubican las acciones y programas destinados a racionalizar la maquinaria burocrática de los sistemas educativos, con el objetivo de hacer llegar de hecho a la escuela los recursos materiales y los aportes técnicos necesarios para la eficiencia organización de la enseñanza” (Espeleta/Furlán, 2004). Y aunque esta solución no es de las mejores, pues muchas de las veces complican más las cosas, en otras, su ayuda resulta favorable. Es el caso de los programas oficialmente reconocidos en los que participan los jardines de niños.
Existen infinidad de programas que ayudan a este tipo de instituciones, pero también son bastantes los requerimientos que solicitan de vuelta. No obstante, ésos programas si hacen diferencias notables de un jardín a otro. He tenido la experiencia de ver un jardín que estaba inscrito en nueve de ésos programas, mientras que, en el actual, sólo está inscrito en dos programas, y las diferencias son drásticas. “Los mecanismos y órganos de participación, no cumplen con sus verdaderos objetivos, se tienen dos opciones: es una farsa y que nada cambiara y que seguirá igual. Trabajar para ver como son los procesos y los mecanismos, buscando tener buenas resultados y una conexión entre los intereses e ideas de los participantes” (Fernández, 1995). Además, la funcionalidad o disfuncionalidad de una institución debe tomar en cuenta características como el tamaño de las instalaciones, la seguridad de las mismas, la capacidad del jardín y por ende la capacidad de cada aula, las demandas de la sociedad, pues el jardín se debe adaptar a lo que el contexto en el que se encuentra requiere (por ejemplo en número de grupos de primero, segundo o tercero) para así contratar personal suficiente que nos asegure el mantenimiento adecuado del jardín. “Desde la Gestión, se asume que las Instituciones Educativas deben lograr sistemas eficientes para la producción y distribución del conocimiento” (Chan, 2001). Podría concluir, que esta jornada me ha marcado de manera muy profunda, pues he caído en la cuenta de que nada es lo que parece, todo tiene un grado de dificultad y por ende requiere tiempo, paciencia, esfuerzo, pero sobre todo determinación, saber qué quieres lograr y saber improvisar al respecto, adaptar lo que se te presenta para poder adquirir tus propios aprendizajes, además de tener siempre ‘un plan B’ de acción, nunca dejar de sorprendente y aprender a tomar todas las experiencias, negativas o positivas como parte ‘del trato’.
Además, en lo concerniente a lo educativo y mis observaciones en los jardines de niños, podría afirmar que es necesario un cambio urgente en la prioridad de la educación, es ser conscientes que nosotras, futuras educadoras, tenemos la responsabilidad de formarnos de una manera más despierta, necesitamos abrir los ojos y poner de nuestra parte para modificar, aún si es sólo a una minoría, tratando de adquirir mejores condiciones para quienes son nuestra prioridad: las futuras generaciones, cuyas familias ponen su destino en nuestras manos.
Bibliografía: Chan, M. E. (2001). Objetos de Aprendizaje: una herramienta para la innovación educativa. Estados Unidos. Espeleta, J. y Furlán, A. (comps.) (2004). La gestión pedagógica de la escuela. México: Ediciones unesco. Fernández, E. M. (1995). La profesión docente y la comunidad escolar. Crónica de un desencuentro. Madrid: Morata, pp. 108-178. Santos, M. Á. (2000). La escuela que aprende. Málaga: Ediciones Morata.