#12
ARTE
Avignon
NOVIEMBRE 2014
Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas El Portón Verde
un puente hacia otra forma de ver
Dia de los muertos
1 de Noviembre
por Walter Pugliese
por Manuel Scorza
Dibujo carbonilla con modelo vivo. 2014. Mario Niejadlik, alumno del TALLER EL PORTON VERDE.
C
uando chicos viajábamos cada tanto con mis viejos a Rosario a visitar a tíos y primos, familia de mi mamá, y solíamos pasar irremediablemente en algún momento de algún día, por el cementerio. Era la hora de ir a visitar a mis abuelos y a un primo muerto en un accidente con una moto y que nunca conocí. Era en las afueras de la ciudad, o quizá a mi todo me parecía más lejos; de grande nunca más volví. Pero en aquel entonces me parecía como una pequeña ciudad casi de juguete, como para niños. Bóvedas como casitas miniaturas, tumbas apenas elevadas donde solían sentarse a tomar mate y preparar los ramos que pondrían en los pequeños floreritos de bronce, paredes eternas de nichos antiguos como un panal de abejas gigantes, y los pasillos y cami-
nos por donde corríamos con mi hermana mientras mirábamos flores marchitas, cruces y fotos sepia ovaladas, de gente inhóspita. Después, nos íbamos por un portón lateral, con paredes derruidas que daban a una calle de tierra y nos subíamos al taxi Siam de mi tío Miguel. A mi otro abuelo, Pepino, lo conocí pero poco. Y también recuerdo el día que murió en Mar del Plata y dos días después, lo fuimos a despedir al velorio. En la calle, jugábamos y reíamos con mis primas y hermana. En un momento, acercarme al cajón, para verlo a él, viejo, dormido y silencioso, y mi primo Marcelo enseñándome a hacer la señal de la cruz. Las visitas a la Chacarita no eran tan habituales, pero alguna que otra vez fui a acompañar a mi viejo por esas escaleras interminables y
pasillos semioscuros. En alguna de esas visitas, vimos el cortejo fúnebre que traía al boxeador Bonavena al que habían matado en no sé qué historia de amores y dinero. después tuve que volver pero solo; para dejar a mi viejo. Varios años después, me llevaron abruptamente una vez más, a recordar torpemente aquella señal de la cruz, por él, por el mismo Marcelo, que inexplicablemente había dado un paso al costado. Cierta vez, me encontré sentado en mi auto, escuchando la radio, creo que hablaba Estela Carlotto, la presidenta de las abuelas de Plaza de Mayo. Cuando terminó, y volví a ver, estaba estacionado a pocos metros de la tumba de mi viejo y un silencio tranquilo me rodeaba. Me sentía cómodo. Otro cementerio que frecuenté un tiempo, fue el de
Redoble por Rancas
Merlo en la provincia de Buenos Aires. Hacia un mes que conocía a quien sería años después, mi mujer. Ese día, su madre, en un violento ataque de asma, nos enrostró crudamente la efímera línea que separa vida, de nada. En aquel campo santo encontré algo que nunca había visto hasta entonces. Los nichos no eran tapados con pesadas placas de mármol, sino que quien quisiese y por unos pesos, podía cambiarla por una puertita con marco de bronce y vidrio que permitía ver los ataúdes desde afuera e incluso colocar pertenencias o recuerdos cerca del cajón. Asi, mientras dejaba que ella hiciera su duelo tranquila cerca del recuerdo de su madre, yo me alejaba un poco y caminaba, como cuando era chico, por entre los pasillos de aquellas galerías. Leer los nombres de quienes ya no eran, y sus fechas de partida como una lotería implacable. Y asombrarme de pronto frente a juguetes en una de esas vidrieras y ver la tierna edad de alguien que nunca llego a hombre, detenido ahí en una foto, quien sabe por cuánto tiempo, como el niño que fue. Todavía no entiendo bien que tiene que ver todo esto con el arte, pero creo que son tres pinturas que jamás podre pintar. O quizá sí, estén presentes en algún dibujo, disfrazadas en algún trazo, alguna línea sensible que inicia fina y se engrosa al doblar en busca de una síntesis, aquella de la que supo hablar hace ya mucho tiempo Hokusai, y que posea el soplo de la vida.
“El talento es una larga paciencia, y la originalidad, un esfuerzo de voluntad y de observación intensas”. Gustav Flaubert
E
l primero de noviembre, día de los muertos, es una fiesta grande en Cerro de Pasco. Desde todos los rincones del Perú, desde las polvorientas ciudades de la costa, desde los caniculares pueblos de la selva, desde la campiña de Huancayo, los pasqueños suben a visitar a sus deudos. Es la única semana durante la cual es difícil conseguir alojamiento. En Cerro de Pasco no crecen flores; precisamente por eso, los deudos se empecinan en ofrendar a sus difuntos el insólito lujo de las coronas. Cartuchos, rosas, geranios, azucenas y varitas de San José llegan por camionadas desde las tierras calientes. El primero de noviembre una multitud invade el cementerio. Durante una mañana, el camposanto recupera su antigua grandeza, la del tiempo en que Cerro se jactaba de doce viceconsulados. La multitud reza y solloza ante las tumbas, al mediodía sale a consolarse en las picanterías desparramadas en un kilómetro. Se come, se bebe y se baila a la salud de los inolvidables hasta el anochecer. Encantado por la varita mágica del recuerdo el cementerio se transforma, por un día, en una ciudad. Los trescientos sesenta y cuatro días restantes lo visita su único huésped: el viento.
Los artistas por David Ackert Los artistas son las personas más dinámicas y llenas de valor sobre la faz de la Tierra. Tienen que lidiar con mas rechazos en un año que lo que la mayoría de las personas en toda su vida. Cada día se enfrentan al reto financiero de vivir con trabajos temporales, con la falta de respeto de la gente que cree que deben obtener trabajos “reales”, y su propio miedo a no volver a trabajar nunca más… Cada día tienen que ignorar la posibilidad de que esa visión a la que han dedicado toda su vida es un sueño muy lejano. Con cada año que pasa, muchos de ellos miran mientras las demás personas de su edad obtienen los valores de una vida “normal” – el coche, la familia, la casa, el nido… - Pero ellos se mantienen aferrados a su sueño sin importar los sacrificios. ¿Por qué? Porque los artistas están dispuestos a dar su vida entera a un momento – a aquella línea, risa, gesto, o a aquella interpretación - que le robe el alma al público. Los artistas son seres que han probado el néctar de la vida en ese momento detenido en el tiempo, cuando entregaron su espíritu creativo y tocaron el corazón de alguien más. En ese instante, estuvieron más cerca de la magia y la perfección de lo que nadie jamás puede estar. Y en sus corazones saben que el dedicarse a ese momento vale mil vidas más.
Avignon
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#12 NOVIEMBRE 2014
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DirectorEditorial: Editorial: Director WalterPugliese Pugliese Walter Arte diagramación: Arte y ydiagramación: DG Malena Gaudio DG Malena Gaudio
Vincent Van Gogh
Carlos Alonso
Cartas a Théo
Pintor, dibujante y grabador argentino
N
ació el 4 de febrero de 1929 en Mendoza. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de Mendoza (1944) y en la Universidad Nacional de Cuyo, donde recibió su Primer Premio en el Salón del Estudiante de 1947. Fue discípulo de Ramón Gómez Cornet. Durante su juventud trabajó un estilo caótico y temperamental. Después su pintura adquirió un tono diferente: abandonó la conmoción expresionista y comenzó a explorar una más coincidente con la nueva objetividad, de raigambre alemana. En 1954 viaja a Europa contratado por la Galería Viau. Expone en París y Madrid. Adoptó la técnica del acrílico en su pintura. En 1951 ganó el Primer Premio en el Salón de Pintura de San Rafael (Mendoza), en 1957 el concurso convocado por la editorial Emecé para ilustrar la segunda parte de Don Quijote de la Mancha y Martín Fierro (1959) y en 1959 el Premio Chantal del Salón de Acuarelistas y Grabadores de Buenos Aires. Además ilustró, Romancero criollo, Antología de Juan, La Divina Comedia (1969), Juguete rabioso, Lección de anatomía y Mano a mano.
He despachado hoy la cajita que te dije, y que contiene, además de lo que ya te he escrito, otro cuadro, Cementerio de Aldeanos. He descuidado algunos detalles –he querido expresar cómo esta ruina demuestra que desde hace siglos los aldeanos de allí son amortajados en los mismos campos que trabajan durante su vida-, he querido decir cuán simple es el hecho de morir y de ser enterrado, tan tranquilamente como la caída de la hoja de otoño –nada más que un poco de tierra removida y una pequeña cruz de madera-. Allá donde la hierba del cementerio se detiene, los campos de las inmediaciones trazan, del otro lado del muro, una última línea en el horizonte –como un horizonte marino-. Y esta ruina me dice cómo una fe, una religión, se ha carcomido, aunque haya tenido fundamentos sólidos, cómo entretanto, para los aldeanitos, vivir y morir es lo mismo y sigue siendo exactamente igual que para las hierbas y las florecillas que crecen allí, sobre esa tierra del cementerio, el hecho de germinar y marchitarse, sencillamente. “Las religiones pasan, Dios queda” ha dicho Víctor Hugo, a quien también acaban de enterrar. No sé si encontraras algo en estos dos temas; la choza con techo de cañas me ha hecho pensar en el nido del reyezuelo. Nuenen, 1884
Sus obras se han expuesto en la Art Gallery International (1972-1976), el Museo Nacional de Bellas Artes (México) y el Museo de Arte de La Habana (Cuba). En 1987, expuso en el Museo Municipal “Eduardo Sívori” de Buenos Aires y en el de Bellas Artes de Tucumán. Tras el golpe de Estado de 1976 y la desaparición de su hija Paloma al año siguiente, se exilia en Italia, en 1979 se trasladó a Madrid. y dos años después regresa a la Argentina. DIBUJOS para el libro El Matadero de Esteban Echeverría.
Taller de Artes Plásticas
EL PORTÓN VERDE
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