Avignon #24 - UN PUENTE HACIA OTRA FORMA DE VER

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#24

ARTE

Avignon

ENERO 2016

Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas El Portón Verde

un puente hacia otra forma de ver

La falsificacion de los deseos por Walter Pugliese

L

o simple e imperceptible suele estar tan alejado de nuestra mirada obvia como muy cercano a la sensibilidad que nos aborda; dejando a ésta el lugar de nuevos ojos con que observar ese otro mundo escondido tras una literatura grandilocuente de colores extravagantes y formas perecederas. A la razón le cuesta correr la cortina de aquello que fácil impresiona. Prejuicio existente creado de manera muy lenta, sobre el deber ser. Pero resistido desde adentro gracias a un no saber guía general del camino correcto, el nuestro. No somos la multitud, no somos una masa informe. Somos el individuo que pugna por encontrar esa pequeña luz, o sombra, o color, o línea aproximándose cada vez más a quien queremos ser. En esa búsqueda de arte, de incertidumbres plásticas, de reglas generalizadas, poco a poco, nos vamos desprendiendo y acercando. De pronto nos descubrimos festejando algo en ese devenir de la obra que nos enorgullece entrañablemente. Cuán difícil explicar a quien nos mire, el porqué de nuestra felicidad transitoria. Como si alguien nos pudiera ofrecer una descripción acabada de sus sensaciones al probar y disolver sobre su lengua un bocado de exquisito y anhelado chocolate.

a fuego. Ahí en la pintura, en la escultura, en la obra que más nos refleje. Ese espejo interior al que cuesta tanto asomarse. La tentación de agradar a los otros es, en muchos casos, el salvavidas que nos garantizaría recibimiento, aceptación delo que suponemos nuestro. La falsificación de los deseos, expresados a través de una obra que, más temprano que tarde, no nos satisfizará, si somos honestos con nosotros mismos.

Haiku de las cuatro estaciones En la noche sin estrellas me guía el corazón.

Ardua tarea la del artista que no se respeta cuando al hacer no se reconoce insatisfecho en ese maldito deber ser. Estará obrando a la distancia no física ni geográfica sino sensible. Habrá que arrojarse al mundo. Arriesgarlo todo sabiendo que, en realidad, no se tiene nada sino a sí mismo y la obra va brotando como un gajo de otra planta, muy lenta, desde nuestras manos que nos van conformando.

Aquellos otros ojos cuyos parpados, el intelecto no debe dejar cerrar, es la llave, si se quiere, abriendo no ya una puerta, sino algo mucho mayor, por donde dejar pasar lo que una verdadera obra tiene para dar y transmitir.

El enigma de Caravaggio

Una sutileza, un esbozo. En esa quietud de lo aparente esta la vida que conmueve y nos mueve hacia lo verdadero. Digamos, lo verdadero de nuestro ser. Porque, ¿Qué sería lo verdadero en una obra? ¿Existe esa verdad en la pintura de un cuadro? ¿O es apenas una verdad que se representa dentro mío?

por Peter Robb

Dejar jugar a quien soy. El paisaje que fluye sea apenas una reproducción de lo externo, más sí, una impresión de lo interno. Devolver desde lo recóndito aquello que alguna vez nos quedo grabado

ROMA 1604, Virgen de los peregrinos

U

Naturaleza Muerta, 2015. Eleonora Baffigi (pintora).

“Mis dibujos ya no son solo una ayuda, un apoyo de mi escultura, pueden seguir un camino independiente. Dibujar es aun esencial para mí y (es) una salida para ideas no necesariamente relacionadas con la escultura”. Henry Moore Catálogo de exposición en Nueva York, 1979.

na casa volando con nubes, luz de sol, ángeles alrededor y la Virgen a bordo: no había manera de que Caravaggio pintara eso. Los Cavalletti lo sabían muy bien por la obra del pintor que ya estaba a la vista en tres iglesias cercanas. La represento como una esposa joven y sensual a la puerta de lo que parecía una casa romana muy normal –una bonita puerta, con el marco un poco maltratado y un pedazo del estuco de la pared caído, que deja ver los ladrillos-, todavía cargando en brazos al niño demasiado grande y mirando sin mirar –a diferencia del niño, que tiene los ojos puestos en los humanos-, con una especie de estoica modestia, un trozo de suelo ante la pobre pareja que esta devotamente arrodillada ante el umbral. La pareja pobre –que parece acabar de llamar a la puerta- está formada por un hombre descalzo y barbado de alrededor de treinta y cinco años, con pantalones remendados, y una mujer bastante más vieja y de aspecto más estropeado, suficientemente vieja para ser la madre del hombre, ya desdentada y con el cabello envuelto en una pañoleta para protegerse del polvo del camino. Los dos llevan cayados para ayudarse a caminar, que de momento tienen apoyados en sus hombros mientras juntan las manos en gesto de devoción, como muestra de que son peregrinos. (continúa en la siguiente página)


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