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La pobreza que oculta la discapacidad
En nuestros viajes para visitar los proyectos de Manos Unidas en el sur de África, hemos comprobado cómo las personas con discapacidad arrastran un estigma. Sus vidas carecen de valor y son rechazadas por la sociedad.
Si las personas con discapacidad ya de por sí son vulnerables, en África, la situación alcanza límites inimaginables. La suma de discapacidad más pobreza da como resultado un grado de vulnerabilidad difícil de sobrellevar. Las creencias tradicionales y la falta de conocimientos inherente a sociedades con altos niveles de pobreza, hacen que tener un hijo con discapacidad se considere un castigo divino debido a algo que han hecho los padres o la consecuencia de algún tipo de hechizo. Hemos visto cómo las familias con un hijo con discapacidad lo ocultan, lo tratan como un animal o incluso lo abandonan a su suerte en las afueras de la aldea. Desde Manos Unidas, viendo esta terrible situación, hemos colaborado con nuestros socios locales, apoyándoles en su labor de identificación de niños nacidos con discapacidad y en sus esfuerzos por ayudarles a recuperar su dignidad. Hemos impulsado este tipo de proyectos en varios países entre los que se encuentra Madagascar.
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Una esperanza de recuperar la dignidad
La ciudad de Tsiroanomandidy, situada al oeste de la capital, Antananarivo, en la región de Bongolava, tiene una población pobre, dedicada a la agricultura y ganadería de subsistencia, con escaso acceso a la educación de calidad y con un grave problema de malnutrición infantil. Es aquí donde el misionero trinitario español, Julián Cadenas, dirige desde 2006 el Hogar Buen Remedio; el único lugar en toda la región en el que se acoge a niños con discapacidades físicas provenientes de familias pobres. Se trata de un recinto formado por un hogar, unas salas de tratamiento y unas aulas de escuela.
Cuando un niño ingresa en el centro, lo primero que recibe son cuidados sanitarios y, si es necesario, es sometido a las intervenciones quirúrgicas que permitan mejorar su problema físico. Una vez superada esta primera etapa, es cuando se les proporciona la rehabilitación y la formación académica. En general, los niños permanecen una media de dos años en el centro y, una vez recuperados, el objetivo es que vuelvan con sus familias y se reintegren en sus comunidades.
Es importante resaltar que la atención que reciben los menores que acuden al centro no solo consiste en tener un lugar donde alojarse y recibir una atención sa nitaria y educativa, sino que, además, se sienten queridos, importantes, tienen la oportunidad de ser alguien y dejan de estar ocultos y escondidos en sus casas.
Dado que en 2019 el centro no contaba con infraestructuras suficientes y ade cuadas para sus actividades, el padre Julián solicitó a Manos Unidas su colaboración para implementar un proyecto que ha permitido ampliar y equipar las instalaciones de rehabilitación y las aulas de la escuela. Gracias a él, cada año unos cien menores con discapacidad son tratados en condiciones adecuadas y dignas. Esta intervención ha permitido que los niños más vulnerables de la región tengan la esperanza de mejorar sus condiciones físicas, acceder a una edu cación de calidad y a una vida digna y autónoma. Esto supone un gran paso adelante para poder sobrevivir en una sociedad con grandes barreras tanto físicas como culturales l
El Hogar Buen Remedio representa la esperanza para los niños discapacitados y una oportunidad de salir adelante. Algunos son abandonados en el centro, como Melody, una niña de 5 años que nació sin brazos y a la que dejaron sus padres hace 2 años y aún no han vuelto. O Fredy, un niño de 11 años al que dejaron sus padres para operarlo de raquitismo y después de 6 años tampoco han vuelto a buscarlo. Aun así, este centro les ha dado la posibilidad de ir a la escuela y prepararse para afrontar la vida.
Del 17 de febrero al 7 de marzo, tuvimos en Yaundé (Camerún) un encuentro con un grupo de socios locales de Manos Unidas. Después de una ausencia en terreno obligada por la pandemia, la finalidad era retomar el contacto más directo; «Volver a empezar» en un país que ha visto empeorar las condiciones de vida de buena parte de su población en los últimos años. El encuentro, con presencia de la parte anglófona y francófona del país, se celebró en el centro de acogida de las Carmelitas de Santa Teresa en Nkolbisson. Con una participación diaria de 30 personas, tuvimos allí la primera fase del encuentro que pretendía reencontrarnos para seguir nuestro trabajo, estando más atentos a «los últimos» cuyo número aumentó, en parte, a causa de la propia pandemia.
Así, nuestra reflexión compartida con los socios locales abordó cuatro núcleos temáticos. El primero consistió en conectar tres documentos: la Agenda 2030, que se propone «llegar primero a los más rezagados»; la Fratelli Tutti que nos invita a estar «Sobre todo con los últimos» y una encuesta del Gobierno camerunés (ECAM2014) que reconoce que, en general, los últimos del país están en el mundo rural y se concentran en cuatro regiones del país: Adamaua, Norte, Extremo Norte, Este y el Noroeste anglófono.
La segunda temática quiso aterrizar ese trabajo «desde los últimos» en nuestros sectores de cooperación. La estrategia escogida fue asumir un enfoque de derechos que parte del reconocimiento de la dignidad de los últimos, apuesta por su capacitación, integra la incidencia política y se abre a la sinergia con otros actores de desarrollo. La siguiente cuestión fue el Marco Lógico, con la especial inquietud de incorporar en él la protección de los derechos de los más vulnerables. En este capítulo, los socios hicieron notar que se encuentran, generalmente, no ante un árbol de problemas, sino ante un bosque de problemas. De ahí la urgente necesidad de trabajar a medio y largo plazo, desde esa visión plurianual que exigen los procesos de desarrollo. Finalmente, trabajamos el nuevo modelo de justificación económica que, aunque es una importante herramienta de seguimiento, resultó compleja planteada desde la perspectiva de «los últimos» sin gran solvencia tecnológica.
Enfrentarse a un mundo sin piedad
Concluida esta fase teórica, pasamos a los trabajos específicos en terreno. Fueron momentos tremendamente dolorosos porque se trataba de salir de la comodidad del centro para enfrentarnos a un mundo sin piedad, donde «los últimos» adquieren rostros concretos. Así, resulta difícil olvidar a esas mujeres, niñas y niños de Marua atrapados en las garras del hambre crónico por falta de lluvias. Sigue todavía presente el rostro de ese socio local de Yassa que cuenta la reciente muerte de una niña prematura porque su madre no pudo pagar el acceso a una incubadora.
Me conmueve todavía más pensar que países como Sudán del Sur, Chad, Níger, República Centroafricana, que están en peor situación. En fin, esa es también nuestra realidad, más allá de las grandes cifras macroeconómicas. Ante ella: «Simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad. ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo» (Fratelli Tutti, 70) l
La educación para una vida digna, una esperanza para frenar la desigualdad
El derecho a la Educación, ¿qué significa y cuáles son sus implicaciones?
Comenzamos este artículo tratando de recoger los contenidos que se reconocen para definir este derecho, con el convencimiento de que es necesario acotar a qué nos referimos para poder entender cuál es la situación actual y, sobre todo, para tratar de encontrar los modos de aportar a su cumplimiento. El derecho a la Educación, tal como lo recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 26, supone que: «Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos». Y añade que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz».
El contenido de este derecho se ha ido concretando con las aportaciones de las distintas instituciones concernidas. En lo que tiene que ver con nuestra misión y nuestro trabajo en la cooperación al desarrollo, nos hacemos eco de la afirmación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO): «La educación es un derecho humano fundamental que permite sacar a los hombres y las mujeres de la pobreza, superar las desigualdades y garantizar un desarrollo sostenible… La educación es una de las herramientas más potentes para sacar de la pobreza a los niños y adultos marginados, así como un catalizador para garantizar otros derechos humanos fundamentales. Es la inversión más sostenible. El derecho a una educación de calidad está indisolublemente ligado a la Declaración de los Derechos Humanos y a muchos otros instrumentos normativos internacionales, que son el resultado del trabajo conjunto de la UNESCO y las Naciones Unidas»1.
También la Iglesia católica, como institución concernida por el desarrollo humano, integral y solidario de las personas, a través de la Doctrina Social de la Iglesia, que es una fuente primordial de nuestros criterios y opciones, ofrece sus aportaciones sobre el derecho a la educación y su importancia en la constitución de la persona y de las sociedades, de las que el ser humano forma parte y en cuya construcción tiene que colaborar. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II (1965), al tratar el derecho a la educación, dice: «Es necesario ayudar a los niños y adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica, a desarrollar armónicamente sus cualidades físicas, morales e intelectuales, para que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en el desarrollo recto de la propia vida con un esfuerzo continuo, y en la adquisición de la verdadera libertad… Además, hay que prepararlos para participar en la vida social de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común». También la exhortación Evangelii gaudium (EG), del papa
«Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental».
1 https://www.unesco.org/es/right-education
Francisco, reconoce que «se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores». Y como última cita, otra de Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, sobre la fraternidad universal, en la que dice: «La educación está al servicio de ese camino para que cada ser humano pueda ser artífice de su destino». Se trata de una educación para la vida, para la participación y el compromiso personal y social, para la construcción de un mundo justo y en paz. Estos son los contenidos que queremos que orienten nuestro trabajo a favor del derecho a la Educación que tratamos de promover.
Educaci N Para Un Desarrollo Humano Integral
Como venimos diciendo, la educación es básica para un desarrollo humano integral. Esta es una afirmación que comparten los organismos internacionales, los gobiernos, las organizaciones de la Sociedad Civil, la Iglesia católica y la práctica totalidad de los actores implicados en la construcción de un mundo más equitativo, justo, inclusivo y sostenible. No hay aquí lugar para definir de manera exhaustiva el significado de ese desarrollo que habilita a las personas para su crecimiento personal, su autonomía, su participación social y su integración, mediante el acceso a un trabajo digno, la elección de su estado civil y el reconocimiento y realización de sus derechos fundamentales como ser humano. Sin embargo, sí podemos decir que es un desarrollo humano integral si supone, como decía Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio (PP), el paso de unas condiciones de vida menos humanas a otras más humanas; de modo que cada persona pueda poseer lo necesario para vivir, adquirir cultura, crecer en consideración de la dignidad de los demás, cooperar en el bien común y en la búsqueda de la paz, o todavía más, reconocer los valores supremos y la fe. Un desarrollo que, además, incorpora todas las dimensiones de la persona promoviendo sus derechos políticos, económicos, sociales e individuales; que nos vincula con el otro mediante la solidaridad; que es participativo, respetuoso y cuidador del medioambiente. Un desarrollo, en fin, que prioriza a los últimos, porque rompe las dinámicas de exclusión frenando hasta acabar con la desigualdad. Es el desarrollo que tiene por objetivo hacer a cada persona «capaz de ser por sí misma agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual» (Populorum Progressio 34), tal y como recogen los Estatutos de
«Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores».
Manos Unidas y que caracteriza nuestra forma de entender la cooperación al desarrollo, que es nuestra misión. Es para este desarrollo que urge promover el derecho a la educación de calidad para todas las personas.
La Importancia Del Derecho A La Educaci N Para El Avance De Los Ods
El actual proceso global de construcción de un mundo más justo, sostenible e inclusivo, liderado por las Naciones Unidas y secundado por la práctica totalidad de países y organizaciones, la Agenda 2030 con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, también ha destacado el derecho a la educación como un derecho fundamental que está en la base de los demás, facilitando el desarrollo de las personas y las comunidades.
Nos referiremos, en concreto, al ODS 4, que propone la consecución de una educación inclusiva, equitativa y de calidad y la promoción de oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
Este objetivo plantea que la educación, además de ser clave para la reducción de la pobreza y el desarrollo personal y social, es esencial para poder alcanzar otros muchos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Su relación es directa y clara con la mejora de la salud, la equidad, la inclusión y la igualdad de género, el acceso al empleo o la participación familiar y comunitaria. Facilita el empoderamiento2 y fomenta las posibilidades de implicación de las personas en la construcción de sociedades más inclusivas, tolerantes y pacíficas. Promueve un mayor acceso a todos los niveles educativos, adoptando un enfoque del aprendizaje integral y a lo largo de toda la vida, fundamentado en los principios de la educación como derecho humano básico y como bien público. Propone fortalecer el aprendizaje eficaz, mediante un refuerzo de los planes de estudio y la formación docente, junto con una evaluación de los resultados del aprendizaje fundamentada en la implantación de mecanismos más justos y equilibrados para obtener conocimientos, aptitudes y competencias. Y, en último lugar, focaliza en la importancia de la educación y su consecuencia, el aprendizaje, tanto para el acceso al mundo laboral como para el ejercicio de la ciudadanía. En palabras del propio Papa, «en el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana. Tal como el pacto global para la educación, así también fundamentalmente, el ODS 4 compromete a todos los gobiernos a «garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, como asimismo, promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos».
2 Empoderamiento, proceso por el que las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo en cuanto a parte de un grupo social para impulsar cambios positivos en las situaciones que viven. Dicc. de Acción Humanitaria
Se trata, como acabamos de ver, de un objetivo ambicioso, pero conseguible si se hacen los esfuerzos necesarios y se implican los recursos indispensables. Nuestro trabajo en el marco de los ODS reconoce la imperiosa urgencia de reforzar el derecho a la educación, como facilitador del resto de Objetivos de Desarrollo Sostenible y como garante de una mejora imprescindible en la vida de las personas, sobre todo de las excluidas, que son el foco de nuestros afanes.
¿ES LA EDUCACIÓN UN DERECHO AL ALCANCE DE TODAS LAS PERSONAS?
Como podemos comprobar, por los datos de los que se dispone, a pesar del reconocimiento formal de la educación como un derecho humano fundamental y de su radical importancia si se quiere garantizar unas condiciones de vida dignas, hay millones de niños y niñas -sobre todo niñas- y millones de hombres y mujeres -sobre todo mujeres- jóvenes y adultas que no tienen acceso a ella.
Algunos datos que reflejan esta injusta realidad: l Entre los efectos más negativos de la pandemia destaca lo que el Banco Mundial (BM) define como «la peor crisis educativa de los últimos cien años». Ilustra esta afirmación el dato de que las escuelas de todo el mundo permanecieron cerradas entre marzo de 2020 y febrero de 2022 un promedio de 41 semanas (el curso escolar suele tener entre 35 y 40 semanas), pero esta cifra fue mayor en América Latina con más de 60 semanas de cierre. Lo que provocó que alrededor de 150 millones de niños y niñas se quedaran fuera del sistema educativo al no disponer de medios para seguir la instrucción desde sus hogares. l En 2021, de nuevo según datos del BM, más de 260 millones de niños y niñas no estaban escolarizados y, en los países más empobrecidos, el 80% de las niñas y niños no podían leer ni comprender una historia simple al final de la escuela primaria; es lo que se llama pobreza de aprendizaje y llega hasta el 90% en África Subsahariana (Mauritania el 94,3%; Mali el 90,5% o Níger con el 99%). En el mundo, 617 millones de niños y adolescentes no alcanzan niveles mínimos de competencia en lectura y matemáticas, según la UNESCO. Esta falta de competencia lectoescritora va a ser determinante en su educación y su acceso a los recursos y al trabajo el resto de su vida. l En todos los países en desarrollo, los niños que provienen de las familias pertenecientes al 20% de la población más acomodada tienen tres veces más probabilidades de asistir a la escuela que los niños del 20% más pobre. De la misma forma, los niños cuyas madres han recibido educación tienen más del doble de probabilidades de estar escolarizados. Las poblaciones indígenas y otros grupos minoritarios son los que presentan niveles más bajos de asistencia a la escuela.
Según UNICEF, todavía 30 millones de niños y niñas no van a la escuela en África Subsahariana y son las regiones de África Occidental y Central las que tienen el índice más alto del mundo de niños fuera de la escuela, un 28%, lo que supone que unos 19 millones de niños de primaria no van a la escuela, quedando excluidos de la educación. Este absentismo se refuerza por el hecho de que aun hoy, el 25% de las escuelas primarias en el mundo (todas en los países más empobrecidos, especialmente de África Subsahariana), no dispone de luz eléctrica, agua potable o saneamiento y el 50% carece de ordenadores y conexión a Internet.
Manos Unidas y el derecho a la educación (Memoria de actividades de 2022)
125 proyectos educativos
26% del total de proyectos (488)
7.636.947 € de inversión
92.343 personas apoyadas directamente
Cientos de actividades de Educación para el Desarrollo l También hay diferencias debidas al sexo. Como informa UNICEF, ya antes de la pandemia, en África Subsahariana, nueve millones de niñas no podían acceder a la educación frente a tres millones de varones. Y en África Central, una de cada cinco niñas nunca llegará a entrar en un aula. De hecho, esta discriminación marca la vida de las niñas para siempre. l Los datos de analfabetismo juvenil y adulto no son mejores: unos 71 millones de niños en edades de iniciar la enseñanza secundaria no están escolarizados y 127 millones de jóvenes y adolescentes entre 15 y 24 años son analfabetos, la gran mayoría en Asia meridional y África subsahariana. Según la UNESCO, la alfabetización de adultos en África subsahariana, Haití, Irak y Afganistán no llega al 50%. En el mundo, 773 millones de adultos y jóvenes carecen de competencias básicas para leer y escribir. De éstos, casi dos tercios son mujeres.
Podemos entonces decir que la educación, y sobre todo la educación de calidad, no está al alcance de todas las personas en todo el mundo. Sabemos que una buena educación escolar es portadora de semillas de futuro y puede fructificar a lo largo de toda la vida. Por eso, el ODS 4 se propone una educación de calidad para todas las personas y a lo largo de toda la vida, porque la exclusión en este ámbito tiene consecuencias dramáticas para el desarrollo de las personas y para la vida digna, sobre todo, de la infancia y la juventud y va a ser clave en una vida adulta marginada, provocando que probablemente se queden siempre atrás.
La Urgente Inversi N En Educaci N Para Romper El C Rculo Eterno De Pobreza
Por lógica, el atraso que produjo la pandemia en la realización de un derecho tan importante y fundamental en la vida de las personas y en el cumplimiento de los ODS, como hemos visto, debería haber provocado un compromiso reno- vado a favor de la implementación del derecho a la educación, que tendría que haberse traducido en un incremento del aporte económico dedicado a esta necesidad. Sin embargo, en vez de invertir para revertir esta situación, se estima que el 65% de los gobiernos de los países en desarrollo redujeron la financiación de la enseñanza desde el inicio de la pandemia hasta hoy.
Esta falta de recursos mantiene a la población afectada en un círculo de pobreza que se manifiesta sobre todo en sectores como el agrícola, el minero y energético y el textil. En estos tres encontramos la inmensa mayoría de las comunidades pobres y vulnerables del Sur.
El trabajo agrícola asalariado está íntimamente asociado a situaciones de inestabilidad y escasez y muy lejos de ofrecer empleos decentes. Por un lado, porque las zonas rurales de donde provienen los trabajadores que se ocupan en la agricultura presentan mayor pobreza y, en general, carecen de tierras, agua o semillas propias, lo que les obliga a aceptar empleo asalariado en este sector donde los trabajadores sufren una situación de permanente inseguridad, vulnerabilidad, explotación y pobreza. Estas condiciones se ven empeoradas por el hecho de que quienes las sufren tienen un bajo nivel educativo, presentan unas tasas mayores de analfabetismo y tienen más probabilidades de no enviar a sus hijos y, sobre todo, a sus hijas a la escuela. Esto hace que se perpetúe esa situación de vulnerabilidad, explotación y pobreza.
El sector minero y energético es también precario, peligroso y atenta contra la salud de los trabajadores y contra el medioambiente, y contribuye al incremento de la pobreza y el hambre en las comunidades en las que está más extendido. El analfabetismo o la limitada educación está en muchas ocasiones en el origen de la necesidad de dedicarse a este sector para miles de personas en el mundo empobrecido. También destaca el trabajo infantil en este sector. Una lacra que debe ser erradicada si queremos que todos los niños puedan disfrutar de sus derechos, en especial el derecho a la educación, a fin de que puedan estar en condiciones de superar la pobreza familiar.
El tercer sector al que nos hemos referido, el textil, alberga generalmente un mundo de explotación laboral, condiciones paupérrimas, daño ambiental y, sobre todo, salarios injustos. Como reconoce la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la industria de la moda emplea aproximadamente 86,6 millones de trabajadores alrededor del mundo, la mayoría de ellos sin contratos laborales, sin horarios establecidos y sin beneficios de las leyes de protección de empleados. En general, cuando las personas han recibido mayor instrucción, son capaces de acceder a mejores empleos y tienen mayor capacidad de exigir sus derechos.
Sin embargo, y aunque todo lo que hemos dicho sea cierto, tener acceso a la educación no siempre garantiza un futuro mejor, con un mejor trabajo y mayores posibilidades de una vida más digna. De hecho, se constata un número cada vez mayor de titulados y tituladas del Sur, que engordan las listas del llamado «subempleo», incapaces de alcanzar el progreso en sus vidas. A ellos, la educación no les ha permitido salir del círculo de la pobreza. Los esfuerzos personales y los sacrificios económicos familiares han servido poco más que para la obtención de un título que no les ha cambiado la vida. Viven en entornos donde las oportunidades de empleo distan mucho de ser dignas, la oferta es de subempleo o de empleos en sectores que, como hemos visto, mantienen la situación de pobreza por el incumplimiento y la vulneración sistemática de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores. Y cuando se deciden a migrar, si consiguen llegar a destinos con mejores expectativas de empleo justo, se encuentran con el rechazo de las sociedades a las que llegan, y acaban expulsados o empleados en trabajos muy por debajo de sus capacidades. Así, la educación tendrá que situarse también dentro del marco global de la igualdad de oportunidades de conseguir ingresos necesarios para una vida digna. Porque, como dice el papa Francisco: «Queremos más todavía, nuestro sueño vuela más alto. No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un “decoroso sustento”, sino de que tengan “prosperidad sin exceptuar bien alguno”. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común».
La educación tendrá que situarse también dentro del marco global de la igualdad de oportunidades de conseguir ingresos necesarios para una vida digna.
¿CÓMO PROMOVER UNA EDUCACIÓN PARA UNA VIDA DIGNA?
En Manos Unidas estamos convencidos de que el derecho a la educación es irrenunciable si queremos construir un mundo más justo, superando el hambre, la pobreza y la desigualdad. Pero esa educación «será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado». Esta afirmación, recogida de Evangelii Gaudium, probablemente se encuentra como fundamento de la intención del papa Francisco al promover el Pacto Educativo Global.
A través de la educación se puede poner freno a la desigualdad y a la cultura del descarte, contrarias a la realización de unas sociedades más humanas y fraternas.
En esta propuesta, la finalidad y el sentido de la educación es la persona misma. En palabras del propio Papa, se trata de promover «una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión… Para ello se requiere construir una “aldea de la educación” donde se comparta en la diversidad el compromiso por generar una red de relaciones humanas y abiertas». Porque promover un movimiento inclusivo, como la educación, significa dirigirse a todos los excluidos por la pobreza, las guerras, los desastres naturales o el hambre. Es una inclusión que tiene que traducirse en acciones concretas en pro de refugiados, víctimas de trata, migrantes y cualquier otro colectivo vulnerable, sin distinción por razones como el sexo, la religión o la raza. Por eso, a través de la educación se puede poner freno a la desigualdad y a la cultura del descarte, contrarias a la realización de unas sociedades más humanas y fraternas. Nuestra misión como organización dedicada a la cooperación al desarrollo quiere unir nuestras «manos unidas» a la construcción de esa aldea donde se puedan congregar los esfuerzos para hacer de la educación un proceso que incorpore una alianza de todas las dimensiones de la persona, las que tienen que ver con las relaciones entre el estudio y la vida; entre distintas generaciones; entre docentes, alumnado, familias y sociedad civil, incluyendo la integralidad de la persona y sus manifestaciones artísticas, científicas, políticas, económicas o solidarias. También entre la humanidad y la Tierra, nuestra «casa común», con la que tenemos una radical responsabilidad de cuidado y respeto, que posibilite promover la paz, la justicia y la acogida entre todos los pueblos. Tanto en la Educación para el Desarrollo como en los proyectos que apoyamos, en este caso destacando los educativos y formativos, queremos seguir poniendo en el centro a las personas, su valor y su dignidad, sobre todo las más pobres y marginadas; tener en cuenta y fomentar la plena participación de los niños, adolescentes y jóvenes a quienes aspiramos trasmitir conocimientos y valores de solidaridad y fraternidad y modelos de vida más respetuosos con el entorno humano y natural para construir juntos un futuro de justicia y de paz. Una vida digna para todas las personas l