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ambiamos vidas Una historia de superación
Álvaro Antonio Dávila Gutiérrez vino al mundo al poco de comenzar el verano de 1993, en la comunidad de Las Lajitas, en pleno corredor seco de Nicaragua. En Las Lajitas, el sentido de pertenencia se ha pasado de padres a hijos durante generaciones.
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Con miradores, quebradas, cascadas y bosques de una enorme variedad de especies de flora y fauna, la comunidad donde vive Álvaro es de una epatante belleza natural, la cual ha sido cuidada y protegida por sus habitantes desde tiempos inmemoriales.
«Esta belleza y variedad atrajo ya a los primeros pobladores a asentarse en las altas montañas de la zona, en donde también predominaban diferentes variedades de productos que servían como alimentos básicos, con la ventaja de que muchos de ellos no necesitaban suelos muy profundos para desarrollarse», explica Dávila.
La zona de Las Lajitas es productiva en maíz y frijoles, de ahí que se celebren multitud de ferias y concursos relacionados con la cosecha y producción de derivados de ambos productos.
«Durante décadas, las comunidades campesinas del corredor seco de Madriz hemos sido garantes de los principales alimentos que se consumen en las pequeñas urbes del norte de Nicaragua. En los años 60, Nicaragua se destacó por ser el granero de Centroamérica, uno de los principales destinos de exportación de la época», continúa Álvaro Antonio.
Desde hace dos años, el Instituto de Promoción Humana de Somoto (INPRHU-SOMOTO) y Manos Unidas apoyan un proyecto de diversificación de la economía en siete comunidades de Las Lajitas, con la finalidad de fortalecer las capacidades humanas y organizativas de los indígenas chorotegas.
Nuestro protagonista, que participó en esta iniciativa, explica, muy agradecido: «En este tiempo, he realizado cursos de guía turístico, así como de marketing y desarrollo empresarial, lo que me ha permitido entrar en el negocio de compra y venta de granos básicos de maíz, frijol y café».
Es con este producto con el que Álvaro ha conseguido especializarse, seleccionando, limpiando y empaquetando los granos y vendiéndolos a un precio justo en las ferias, tanto al consumidor local como a los agricultores, para ser utilizados como semillas en las épocas de siembra.
Y durante este tiempo en el programa, no solamente no ha dejado de lado su pasión por la música, sino que se ha visto reforzada, usando su arte para difundir también el proyecto de Manos Unidas. «Como músico de valores humanos y cristianos, he aprovechado los encuentros de los cursos y las ferias culturales, para darme a conocer y visibilizar mis actividades de generación de ingresos», concluye Álvaro Antonio l