Eduardo Stein, con la visión puesta en el trabajo regional

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Stein,

con la visión puesta en el trabajo regional Por Lucía León, texto / Andrés Amaya, fotografía

Desde que Eduardo Stein se graduó de bachiller, su futuro estaba trazado fuera de las fronteras nacionales. Su trayectoria se ha desarrollado entre diferentes organizaciones internacionales y viajes constantes. Las opciones a optar por la Cancillería guatemalteca y la Vicepresidencia de la República fueron los motivos que lo trajeron de regreso a su país, pero, después de ese período, retomó sus labores como consultor independiente para brindar aportes al desarrollo desde el ámbito regional.

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Quién se habría imaginado que Eduardo Stein sería un asiduo fanático de la horticultura? Esta faceta se revela al dar un paseo por el jardín en donde ha cultivado diversas especies de flores. Una de las primeras plantas que señala es la flor de un día, que como su nombre lo indica, muestra su belleza durante 24 horas y luego le deja su lugar a las siguientes generaciones. Continuamos el recorrido para apreciar una muscari o nazareno en tonos violetas. Esa es una pequeña muestra de que sus facetas son diversas. De niño quería ser payaso para hacer reír a los demás y ayudarles a pasar un mejor momento. Los siguientes años fueron marcados por las experiencias deportivas y su interés en los estudios sociales. El camino que llevaría al joven Stein hacia la Vicepresidencia de la República de Guatemala durante el período 20042008 y la jefatura en el Ministerio de Relaciones Exteriores para el período 1996-2000, también incluyó una formación como seminarista durante cinco años y medio con los jesuitas en El Salvador. Su trayectoria está hilvanada por diversas experiencias. Una de ellas fue el haber sido convocado por Estados Americanos para encabezar la Misión de Observación Electoral para las elecciones generales de Perú, en el año 2000 y el cargo como representante de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá (1993-1995). En la actualidad forma parte de varias fundaciones internacionales y funge como coordinador de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES) en Guatemala. Lo que quizá muy pocos saben es que cuando llega a casa, prefiere dedicar su tiempo libre a la composición de piezas musicales o que aspira regresar al taller de carpintería en cuanto su salud se lo permita. En la siguiente entrevista repasamos el recorrido que ha marcado su vida. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos de infancia? Mi padre nos llevaba al circo y me parecía una cosa sensacional cuando la gente se «mataba» de la risa. Mi niñez y juventud fueron muy sencillas. Crecí en uno de los barrios viejos de la Ciudad de Guatemala, en la zona

1, cerca del edificio El Cielito. Por cierto, durante un tiempo, Óscar Berger, vivía a dos cuadras de mi casa, pero no compartíamos mucho porque teníamos grupos de amigos distintos. ¿Quién fue clave en su formación? Han sido varias personas. Tuve maestros muy notables tanto en el bachillerato como en la carrera. Desarrollé una especial relación con mi señora madre, quien enviudó cuando yo estaba apenas en el tercer curso del bachillerato. Diría que el vínculo que entablamos fue más que filial y pudimos gestar una buena comunicación, casi de amistad. Por supuesto que le puedo decir, mi esposa ha sido absolutamente definitoria. ¿Cómo recuerda sus años estudiando en el Liceo Javier? El colegio albergaba estudiantes de diversos orígenes sociales, pero la diferencia entre la riqueza de las familias nunca fue un tema crítico para nosotros, porque era una realidad que para entonces no exhibía el tipo de problemas graves que la sociedad tenía. No fue sino hasta en el bachillerato cuando empezamos a hacer un tipo de trabajo social y nos encontramos con un descubrimiento descarnado de la pobreza extrema en el país. Era buen estudiante, pero tuve problemas con las matemática y las ciencias, ya que me inclinaba más por la literatura y los estudios sociales. También tuve mucha afición por los deportes e incluso fuimos campeones escolares de baloncesto. ¿Qué sucedió después de la graduación? Nos graduamos en octubre y el cinco de enero del año siguiente, cinco de nosotros nos fuimos al seminario jesuita en Santa Tecla, El Salvador, con la idea de convertirnos en sacerdotes. Dos de mis compañeros se retiraron a los pocos años y yo salí de la orden a los cinco años y medio. La guía espiritual que me proporcionaron los sacerdotes me permitió comprender que para cumplir una vocación de compromiso con la sociedad no necesariamente necesitaba hacerlo desde una carrera religiosa.

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Fue requerido por el presidente electo de Guatemala, Otto Pérez Molina, para coordinar la Transición entre gobiernos en noviembre 2011-enero 2012, hasta la toma de posesión. Fue igualmente invitado en 2012 para integrar un equipo de siete personalidades para proponer un conjunto de reformas a la constitución guatemalteca.

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¿Qué experiencia le dejó ese período? Un conjunto de vivencias que solo la vida en comunidad le puede brindar a uno. La disciplina de estudio que los jesuitas propician. La capacidad de argumentar y discutir no solo con lógica, sino con respeto por las opiniones de los demás. Debido a que nos levantábamos muy temprano, adquirí un hábito que todavía conservo y que no sé como lo adquiere uno, que es poder despertarme a la hora que quiera sin depender de un reloj. Esos años en el seminario me permitieron un contacto profundo con la literatura y acercarme a una problemática humana que de otra manera uno no puede conocer. Me permitieron continuar algo que empezó desde el bachillerato, que fue el poder aproximarme a la poesía. Conservo algunas de las amistades que cultivé durante la formación de seminarista y también me interesé mucho por los medios de comunicación. Incluso hicimos radio sin tener ninguna escuela. De ahí fue que al terminar mi título de filosofía seguí una maestría y doctorado en ciencias de la comunicación. ¿Cómo se fue involucrando en la vida pública? La explicación es relativamente sencilla, pero también hay circunstancias incidentales. Me fui involucrando cada vez más en temas de planificación y de desarrollo. Al irme de El Salvador el 31 de mayo de 1980 pude conectarme con una posibilidad de trabajar con el Gobierno de Panamá en temas más amplios de desarrollo. Estuve dos años trabajando en la asesoría del presidente Arístides


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Royo y uno de los temas era la búsqueda de apoyo internacional para todo el proceso de traspaso de un canal norteamericano para un canal panameño. Luego se fueron dando las circunstancias para trabajar en otro tipo de temáticas con la creación de una oficina de proyectos regionales con sede en Panamá para acompañar las negociaciones de paz que se estaban dando en el ámbito político. Y de ahí llegó a la cancillería... Me invita el candidato presidencial Álvaro Arzú a ayudarles a desarrollar la propuesta de política exterior que el Partido de Avanzada Nacional estaba presentando. Guatemala había estado muy aislada a causa del conflicto armado interno, por lo que necesitaba terminar la negociación de los Acuerdos de Paz y salir del cerco para lograr apoyo internacional. No le voy a repetir lo que me dijo el entonces candidato, pero me sugirió regresar a Guatemala porque yo residía en Panamá. Entre otras cosas que pactamos tanto con él como con Berger fue que no estuvieran neceando con que me inscribiera en el partido. No tenía el estómago para la vida partidaria ni me interesaba porque quise permanecer como una figura independiente dentro del equipo de gabinete. Cuando terminó el

gobierno regresé a mis cosas regionales, pero ya no salí del país porque decidimos acompañar a mi madre y mis suegros en sus últimos años. ¿Cómo se dio la invitación de optar a la Vicepresidencia? Recuerdo que estaba tumbado en una cama, a causa de unos problemas de espalda que me han acompañado desde hace muchos años, cuando Berger me dijo que me quería invitar para que fuera su compañero de fórmula. Me reí porque no tenía una «chequerona» como los que lo estaban apoyando y mucho menos una organización propia, porque mi trabajo siempre ha sido fuera de aquí. Además le dije que dentro de la coalición que se estaba conformando tenía por lo menos ocho candidatos de reconocido prestigio. Sin embargo, me replicó que eso era más de lo mismo, y le interesaba tener un balance en la fórmula para ofertar una agenda plural y que mi aporte sería el poder atender la parte social. ¿Cuál fue el papel que quiso darle a la figura de la Vicepresidencia de la República, qué tipo de vicepresidente quiso ser? Desde la nueva Constitución cada presidente llegó a un arreglo sui generis con su vicepresidente. En mi caso fue una distribución temática con la agenda social, actividad agraria, pueblos indígenas, seguridad alimentaria y presidir el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología que había quedado medio abandonado. Logramos una Ley de Seguridad Alimentaria y un consejo nacional con cobertura nacional de alerta temprana para advertir problemas de sequías y escasez de alimentos. Resolvimos más de mil conflictos agrarios por la vía negociada y en la primera oportunidad que tuvimos, le aumentamos el presupuesto a las oficinas que atendían los temas de los pueblos indígenas. Realicé mis tareas comprendiendo lo que significa ser el segundo. Nunca fue mi intención tener algún tipo de pretensiones o abusar de esa frontera para que el presidente pudiera tener la tranquilidad y confianza de que se seguirían rigurosamente sus indicaciones generales. ¿Cuán difícil es lograr un cambio en Guatemala desde puestos tan influyentes como los que ha ejercido? Es difícil, porque cada vez el Organismo Ejecutivo tiene menos poder y el Congreso gana más capacidad de decisión. Los congresistas pueden matar una iniciativa importante si quieren, controlan la aprobación del presupuesto y pueden neutralizar ministros con solo someterlos a un proceso largo de interpelaciones al abusar de ese recurso. Los cambios solo pueden ser organizados con un claro y decidido apoyo de la sociedad organizada y una estructura política que tenga la capacidad de articular esa transformación.

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Stein coordina la Red Centroamericana de Centros de Pensamiento e Incidencia (LaRED). También asesora al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Honduras en la implementación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad que él presidió. ¿Cuál es su diagnóstico frente a un panorama político tan efervescente como el actual, cuando aún faltan dos años para las elecciones? El que haya brotado en algunos casos casi de manera torrencial una serie de campañas anticipadas exhibe, en buena cuenta, parte de nuestra fragilidad institucional. También representan una fase peligrosa de nuestra convivencia, porque distraen la atención de una buena parte de la ciudadanía a conflictos políticos que por ahora no dejan de ser muy estériles. En cambio, la atención debería centrarse en una ciudadanía organizada que se involucra de forma responsable por sacar adelante al país. Es en los diferentes sectores donde uno puede intervenir y hacer la diferencia. Sí creo que necesitamos un esfuerzo mayor como sociedad para detener la violencia por una parte, la corrupción e impunidad por la otra y esforzarnos por llegar a mejores niveles de acuerdos que duren en el tiempo. Uno de los problemas más agudos es el descreimiento de la población en sus estructuras políticas. ¿Le llamaría la atención llegar a la presidencia de Guatemala? No. Hay niveles de servicio y aporte que se pueden seguir brindando sin necesariamente ser desarrollados desde esa posición. Si no se tiene un cambio profundo en la estructura del Estado en la época que viene para el país, Guatemala será ingobernable, al igual que otros países vecinos. Creo que desde lo regional puedo contribuir más que desde lo nacional. ¿Qué le hace falta por hacer? He tenido siempre la esperanza en lo público, de que Centroamérica en verdad pueda superar este estadio de separación que tiene para llegar a un nivel superior de integración y de calidad de vida para la gente. He sido aficionado a la música y quisiera tener la oportunidad todavía de grabar algunas de las cosas que he escrito. Terminar algo muy especial que estoy escribiendo, que es un réquiem para los niños que nunca debieron morir. ¿Cómo le gustaría ser recordado? Como un buen abuelo, buen esposo y un funcionario íntegro. No importa el puesto.

Cinco esenciales ¿Cuáles son sus autores predilectos? Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Fiódor Dostoyevski y Albert Camus. ¿Qué música prefiere escuchar? Música clásica, baladas latinoamericanas y nueva trova. ¿Qué hace en su tiempo libre? Disfruto la lectura, la carpintería, jardinería y tocar la guitarra y piano. ¿Cuáles son sus vacaciones ideales? Con mi familia. A todos nos gusta mucho el altiplano guatemalteco. ¿Comida favorita? Me gustan las tortillas con frijol y queso.


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