Aquarellen febrero

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A Q UA RE LLE N RE V I S T A LI T E RA RI A

ME S 0 2 ­ A Ñ O 0 4 ­ N Ú ME R O 3 8 E DI T A DO P O R: A Q UA RE LLE N CULT URA DIRECTORA DE REDACCIÓN: MARÍA JOSE MATTUS DIRECTOR DE CONTENIDOS: JESÚS DE CASTRO P O R T A D A : N A T A C H A G ME N D O Z A CO NT RA P O RT A DA : S A RO LT A B A N P O E MA S V I S U A L E S : A LE X S T O DDA RD L A U R A MA K A B R E S K U HO LI C.


EN ESTE NÚMERO

JAVIER DÍAZ GIL PÁGINA 10 JESÚS APARICIO GONZÁLEZ PÁGINA 18 LUIS LLORENTE PÁGINA 26 FRANCISCO ÁLVAREZ PÁGINA 37 ALEJANDRO CÉSPEDES PÁGINA 46 ALICIA MILLÁN PÁGINA 54



PORTADA

"Tengo un mar guardado, en lo más profundo me mi

oscuridad. Le he puesto tu nombre; y le hablo, le intento explicar, que no lo abandonaré jamás." Éstos versos son de la poeta Natacha G Mendoza, autora de la maravillosa imagen del mar de su natal Canarias. El mar, inspirador de arte, siempre ha estado presente en varias manifestaciones estéticas, hoy adorna la portada de Aquarellen, ese mar que al vaivén del viento y sus corrientes se convierte en mensajero de nuestros pensamientos.



EDITORIAL

En el famoso mito de la caverna de Platón, el filósofo griego planteaba con esta ilustración que existen opiniones y verdades. Las opiniones no deben alterar la verdad y aunque tengan buenos fundamentos la verdad es una e inalterable. En estos días, la verdad que muchas veces los virtuosos han querido buscar a través del arte se ha visto salpicada por la ética. Para Platón La ética, al igual que para Sócrates, identificaba el bien con el conocimiento, caracterizándose por un marcado intelectualismo. Con estas definiciones sujeto la situación actual que se vive en el mundo cultural con razonamientos éticos y no artísticos. Una obra de arte, debe generar emociones, las que sean, pero debe estremecer y hacerlo mediante una cuidadosa estética, ya sea manteniendo o rompiendo los limites, pero siempre armónicamente. En los últimos años nos hemos visto bombardeados por acusaciones y censuras a obras magistrales que, de acuerdo a opiniones, ofenden y deben eliminarse de museos, librerías, escenarios, sin otro argumento que defender lo políticamente correcto. Como revista de difusión literaria manifestamos nuestro rechazo a divulgar el arte basado en prohibiciones éticas. El arte también va en paralelo a nuestras edades y claramente, hacer leer a un niño una novela como “Lolita” no es conveniente, pero no por eso, quitaremos una magnífica obra de las librerías. No moralicemos el arte; volvamos a la estética y mantengamos la calidad. MARÍA JOSÉ MATTUS




JAVIER DÍAZ GIL


Javier Díaz Gil (Madrid, 1964). Diplomado en Profesorado de EGB

y Licenciado en Geografía e Hª. Premios: XI Certamen de Poesía E.U. Magisterio Guadalajara, 1998. En 2000: 1º Premio Humberto Tenedor para el poemario Humo. 2000: Premio Nicolás del Hierro al poemario Hallazgo de la visión. 2008: Seleccionado en el Premio de Poesía Experimental Diputación de Badajoz. 2010: Finalista Premio de Poesía Addisson de Witt. 2013: Premio Manzanares el Real. En 2010 publicó su tercer libro que reúne dos poemarios con la ed. Poeta de Cabra: Vivo extramuros y El ángel prometido. Y en 2016, su cuarto libro La palabra y la carne, publicado por Ruleta Rusa ediciones. Ha aparecido en antologías: Donde no habite el olvido, Ed. Legados. Madrid 2011, Los poetas de la senda, (Ed. Opera Prima, 2014), Antón pirulero (Diputación de Albacete, 2015), en revistas en papel (Luces y sombras, Poeta de Cabra, El alambique, Cuadernos del Matemático…) y revistas digitales (Celuzlose –Brasil­, sèrieAlfa, La indiscreta, Alacrán…). Participa en encuentros de poesía internacionales: Chile, 2006; Brasil, 2007; en Portugal, en 2012, 2013 y 2014. Ha coordinado la edición de la antología Cuaderno de Bitácora: Antología de la Tertulia Rascamán, publicada por ed. Poeta de Cabra en 2016. Acaba de publicar en la editorial Lastura en diciembre 2017 su quinto libro: Regresar a Chile. Coordina desde 2006 la Tertulia Literaria Rascamán de Madrid. Mantiene el blog: http://javierdiazgil.blogspot.com


CO NT RA E L S I LE NCI O Como el cielo que amenaza apretándote la boca, desde mi estómago invoca la sangre que me atenaza. El pasado de mi raza como un oscuro desierto despierta este sueño incierto del que se nutre mi herida. El final de esta partida os mostrará que no he muerto. De “La palabra y la carne” (Ruleta Rusa ediciones, Ma d ri d . 2 0 1 6 )


10. Y de pronto sucede que frente al mar Valparaíso brilla y hay voces profundas que clavan sus versos en la piel. Y en La Sebastiana la voz de Silvio canta y una lágrima lucha por salir al aire frío de octubre. Sabes que existe el milagro: a veces sucede. Y es su tacto azul, generoso y distante, como abrazo profundo. Azul, como el frío y la ausencia. De “Regresar a Chile” (Ed. Lastura, Madrid. 2017)


II. LA CERTEZA de saber que todo acabará. El hombre atravesando el tiempo, abandonado a la deriva por un dios invisible, remoto. El pasado (que ya no existe), se hunde: –pecios sepultados de algas de arcilla–. Una décima de segundo entre dos nadas y alimentar de nuevo la tierra: humus humano humano humo. De “Humo” (Ayto. Abarán, Murcia. 2000)


XXIV. La lluvia no te moja. ÁNGEL GONZÁLEZ BAJO LA lluvia todos los cuerpos parecen iguales. El tuyo no. El tuyo parece buscar prolongarse en el agua. Y el gris del cielo –desde donde yo lo contemplo– te abraza y ciega la luz para que tus ojos brillen y tus manos. Llueve a tu alrededor pero a ti no te toca. De “Hallazgo de la visión” (Ayto. Piedrabuena, Ciudad Real. 2000)


P O É T I CA Y me poseen Entonces os reconozco en el blando temblor de una caricia os reconozco vibrando en el filo de las espadas en la luz amarilla que destila octubre en los atardeceres en la soledad de agua de los náufragos en las conversaciones a media voz de los casados en el cruel pensamiento de los abismos (A veces –lo reconozco– me acecháis desde la triste sonrisa de los verdugos) Es este verso el que me alcanza Yo solamente soy su sombra De “La palabra y la carne” (Ruleta Rusa ediciones, Ma d ri d . 2 0 1 6 )


W A T E RI NG HO LE El calor evapora las últimas lagunas. Apenas barro y mosquitos: el agua inapelable que da vida y muerte. Esperáis ocultos a que nos venza la sed. El crujido de una rama ­nuestros pasos­ nos revelan. La noche ya no es refugio. El llanto es respiración y el viento, fuego que delata. Morir debilitados bajo el colmillo cruel y la garra. O morir de sed. (I n é d i t o )


JESÚS APARICIO GONZÁLEZ


JESÚS APARICIO GONZÁLEZ nació en Brihuega (Guadalajara­España) el 29 de Julio de 1961. Tiene once libros de poemas publicados y una reciente antología de su obra recoge poemas de sus últimos 7 libros editados y cuyo título es HUELLAS DE GORRIÓN (Editorial Ars poética­ Asturias 2017).


C A Z A D E MA R I P O S A S (P O É T I C A ) No se dejan cazar las mariposas. Se insinúan detrás del aligustre, revolotean sobre los romeros, derraman sus sonrisas en los ojos felizmente abiertos de la caléndula, llevan agua a las piedras y color a las cenizas de un antiguo fuego, se posan tras la oreja de ese niño que quisiera aprehenderlas y no puede. No puede porque no sabe usar la red, porque le cansa golpear el aire con sus tercos e insistentes manotazos que apresan a las sombras repitiendo una vida sin sentido, porque ya se ha olvidado de creer eterno el polvo de las mariposas. Le esquivan como versos a un poeta que no acierta a nombrar qué le da vida: la sal que está en sus labios desde siempre. No se dejan cazar las mariposas. .


E L R U I D O D E L MU N D O Es el ruido del mundo, su demonio, quien nos impide ser los hombres que soñamos cuando niños. Entre tanto trajín vano e inútil nos perdemos buscando una moneda entre zarzas, la moneda que nadie necesita y que a todos agacha. Nos marea el brillo de los escaparates y topamos por las aceras, enajenados, con otros hombres idos y sin alma. No vemos más allá de nuestros miedos y nos deprime el agobio, el tedio, la esclavitud también, de la rutina cotidiana. En el ruido del mundo somos arena triste. Otra vez será el tiempo quien nos redima.


E L P R I ME R S O L El primer sol te sienta en sus rodillas, te ofrece su leche recién cantada y hace andar a tus ojos. Contemplas como mudan los verdes de los olmos y estás alerta, alerta al dictado del pájaro, ese pájaro que te descubre niño en cada amanecer y escribe tu destino. Asciende la savia aún blanca por tus sueños. Creces como el maíz mientras duermes.


E N E L CE NT RO DE L A G UA está el germen del fuego, la palabra que bebe en lo oscuro su sueño. En el vientre del mar el silencio se mueve y en su fondo va abriendo la palabra que crece. La palabra madura bajo tierra en la noche mientras su luz espera al gallo que la nombre. Ya se eleva su forma cual ciprés entre nieblas, llama al cielo esa lanza, toca un punto una estrella. Allí encuentra sentido y alguien se hace su dueño, clara y breve la vive sin dejar de ser sueño.


N I S E G U I R E S P E R A N Z A S N I P A R A R P O R E L MI E D O cruzar el valle como ese lento león seguro con su presa entre los dientes. Atrás los vanos juegos de cachorro saltando tras la rama desgajada de un árbol seco. Atrás esos ilusos rugidos juveniles queriendo controlar y alimentarse con la varita mágica caída de una estrella. Atrás las garras rotas de una noche de ingenua y torpe lucha contra ídolos de mármol. Sin deseos ni temores, despellejando el último horizonte, descansar sobre el polvo del camino y dormir en lo oscuro hasta que llegue la buena muerte.


TIEMPO DE DOLOR No podemos dejar pasar el cáliz, llega y crece en el mundo a cada instante. Vallejo lo bebió y Jesús y todos somos regados con la sangre del martirio. El tiempo de las lágrimas forma parte del río que intentamos nadar sin conseguirlo. El tiempo de cristales bajos los pies desnudos. El tiempo de la escarcha y la cebolla. El tiempo herido por las garras del tigre, despedazado en los colmillos de las hienas. El tiempo de las cárceles y de los cementerios. Y no se nos permite volcarlo sin beberlo. Pues una vez bebido tiene premio: el tiempo de la espina nos entrega sus rosas blancas. Es necesario para que haya estrellas y las estrellas junten su luz y hagan el cielo.

Poemas Incluídos en HUELLAS DE GORRIÓN (2017)


LUIS LLORENTE


Luis Llorente Nació en Segovia en 1984. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca. Ha publicado tres libros de poemas: La rutina de la nieve (Huerga & Fierro, 2010), El vuelo y la mirada (Siltolá, 2015), y Del fruto que arde (La Garúa, 2017). Ha sido incluido en varias antologías, como Poetas de Castilla y León (Punto de Partida, UNAM, México, 2010), La deriva alucinada: poesía en Salamanca (Abril, Luxemburgo, 2013), El Salón Barney (Playa de Ákaba, Barcelona, 2014), y Nacer en otro tiempo: antología de la joven poesía española (Renacimiento, Sevilla, 2016). Ha participado en el libro colectivo Tribu versus Trilce: homenaje a César Vallejo (Karima Editora, Sevilla, 2017). Poemas suyos han aparecido, también, en revistas como Suroeste, Estación Poesía y Quimera.


I MP U L S O R E C O B R A D O Impulso recobrado: el centro del vacío va a caer y araña con su séquito la noche. El frío del otoño recorre la belleza inalterable de vivir sobre párpados de sombra. A lo lejos un camino que ciego levanta la rebelión mineral de los dormidos, horas que fueron el preludio en la rama mecida por el viento: semilla dolorosa donde el fuego aprueba su principio, retoma la inocencia que en el pulmón abierto ha de posarse. Quien canta no es sólo quien dirige la fiebre de su voz –qué llama, qué silencio– sobre la sorda y devastada vida, sino aquel que con sus brazos hacia el mundo aguarda un poco más y se detiene en esa región que fue abolida por sus ojos cuando entregarse no quiso, ni despertar con la ceniza quieta y la defensa del profundo palpitar de ese otro sol. Aventar el olvido con el soplo de lo tenue, durar en el instante frágil y cautivo y no arroparse sólo en la secuencia del fulgor que aparece tras la lluvia Y se torna en sueño. Con el gozo de la espera se resiste mejor en el combate que la pulcra dilación ha convocado.


El alto amanecer de las alondras, la tregua que en el río se amilana: palabra descubierta, relámpago tan vivo, qué posesión sin mí para mi sangre, la cosecha del fuego para el beso que en el trigal conoce su alarido, se instala en el dominio donde canto; y en el caudal ansioso la permuta para mudarse y ser y repetirse en el quiebro fugaz de lo indolente.


EN EL PUNTO INSONDABLE DE MIS OJOS…

En el punto insondable de mis ojos, donde se accede al alma que empieza a descubrir la noche. (Las escamas del vértigo, los tejidos de la anunciación). El corazón se esconde solo, es quien consigue hilvanar la ordalía del estruendo, extender en las cúpulas del aire y hacia la gracia sin ley del horizonte su pequeña patria, su peso en la voz que reúne las preguntas. Y si dijera entonces que en el cerco del alba no hay más luz, que ha sido fácil sucederse, pasar por los caminos que niegan la esperanza, repetir el instante donde no intuye límites la gloria. La mudanza del agua, el viento en las columnas. La insoslayable puerta del pasado, el puente sobre el río que agota su presencia y se libera de la muerte, de los fuelles oscuros donde un rostro enfermizo se levanta. La desazón del pájaro que en aquella postal urdió la nieve, ofreció sus visiones al invierno para tejer al fin la llamarada.


Llaga de la luz, cicatriz que late: en su goteo encuentra el nombre, traza esa espiral de su dominio y recoge los labios de la flor, poliniza la piel para adentrarse. Tenga el fulgor las válvulas del día, reviente la madera en los umbrales. (La envejecida aldaba, los pulmones del álamo). La luz, a lo lejos, también renace.


MI R A N D O A L MA R

Ahora que miro al mar y sólo ha sido mi plenitud certeza: Tarragona y su tranquila luz, los lentos días que iguales han pasado, reflejando su desnudez doliente, sus aristas como el ruido en la noche de la piedra. Ante ese círculo estelar del tiempo, en la dorada anchura de su trazo. Hermana de la sombra, la ciudad se duerme en su romano beneficio. Y el barrio judío, pequeñas plazas en la hora mortal del mediodía. El corazón antiguo se despide del brazo de la aurora, las esquinas que no cortan la belleza: la repiten y la integran en un ángulo fugaz mientras los ojos retienen el olvido. La muerte de los dioses, las figuras en el temblor sin fe de su medida. El agua y su secreta pulsación, en cada ola viene el nacimiento y el ígneo labio de la tarde, vela que envía el horizonte y no me alcanza y a su derrota sirvo con la piel descifrando la respuesta. Silencio y memoria, recogido linaje en la marea de los días, barco sobre el sueño, prisión sobre la altura con las aéreas garras persiguiendo los huecos resonantes de la luz. Porque si quisiera morir, sería en un instante, y solo. Coronado por el mar y su páramo celeste, con la heroica victoria de estar vivo sin sol y contra el mundo y hacia ella.


L A N I E V E D E S C O MP O N E L O S S I L E N C I O S … La nieve descompone los silencios, endurece a la luz que vuelve al aire cuando la noche rige la templanza. Obedece a las leyes del invierno y en su canto decora los estigmas del mineral que no sale del grito. Abraza al olvido, escurre las hojas del chopo como un paño, y al cambiar de un punto a otro se proclama y vence al camino secreto de las aves. El tiempo es ese ser que no perdona: quieto queda en su voz y con su fiebre transforma las señales, se dirige a ese lugar donde la nada espera, y es blanco y cauteloso y legendario, destruye claridades sin retorno y confunde la ausencia con lo visto. Lo que se oculta aquí nos desconoce, lo nombrado prosigue y amenaza como un tierno mancebo que respira. Raíz del vuelo, rebelión que nace c0ntra la oscuridad iluminada.


C O M E N C É E N E L D E S I E R T O … Comencé en el desierto. Seguí por las sílabas del día. (Fuelle de lluvia, quédate quieto ahora que la soledad se pierde y es desastre). Las semillas de la voz, los objetos que el silencio intenta destruir. Tambor de sal, la lengua de los desaparecidos y el invierno cayendo sobre el grajo. Sospecha y desatino, mirar sólo es un gesto en el lugar de la ceguera. Oh pájaro de alas vengativas, estructura de la luz y cargazón del llanto de las rosas. El aroma es un estruendo en el insomne. Las grosellas y el puñal del sotobosque, sus cortezas calientes. Oh piedra sin ley bajo el espliego. La muerte de las aguas y el instante hacia lo oscuro. Repites el asombro, y las venas de la tierra se humedecen. La herrumbre vuelve. Materia distendida: la belleza de las jambas y los arcos. Y tus ojos cierran la palabra.



FRANCISCO ÁLVAREZ VELASCO


Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) ha sido profesor de Lengua y Literatura en Ocaña, Tarancón y, durante veinticinco años, en el Real Instituto Jovellanos de Gijón, donde reside. ­Obra: Tiempo de maldición, Madrid, Taranto, 1979; «En el nombre del árbol» (en el colectivo Libro del bosque), Gijón, 1984; «Tierra» (en el colectivo TetrAgonía), Gijón, Ateneo Obrero, Col. Deva, 1986; Del viejísimo jugo de la tierra, Ateneo Obrero, Col. Deva, 1988; La hiedra del silencio, Madrid, Cuadernos de Cántiga, 1993; Noche, Madrid, 2005, Editorial Hiperión (IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza" y Premio de la Crítica de Asturias en 2006); Las aguas silenciosas, Gijón, Ediciones Trea, 2007; La Luna tiene una liebre / La Lluna tien una llebre, Oviedo, Pintar­Pintar, 2009 (versiones en castellano y en asturiano); Memoria de la sombra, Cáceres, "El Brocense", Colección AbeZetario, 2010; El libro de las vocales / El llibru de les vocales, Gijón, Impronta, "Fierabrás", 2013; Gregor Samsa frente a la ventana, Madrid, 2015, Editorial Hiperión, (XXXI Premio Jaén de poesía y Premio de la Crítica de Asturias). ­ Poemas suyos han sido traducidos al portugués, italiano, francés. Fa Claes ha hecho versiones al holandés de La hiedra del silencio y de Las aguas silenciosas­ ­ Traducciones poéticas: Andityas Soares de Moura, Lentus in umbra, Gijón, Ediciones Trea, 2002. ­ En el año 2007 consiguió el Premio de la Crítica de Asturias en la sección de columnismo literario. ­ En el año 2015 se le concedió el premio "María Elvira Muñiz" de Fomento de la Lectura. ­ Creador y editor de www.portaldepoesia.com


¿ES esta luz aquella detenida en los rojos tejados de la infancia? No recuerdo ya bien. Mas de pronto la tarde tiene un remanso de oro y es silenciosa, y padre ya ha cruzado los ríos de su invierno y sube con los zancos en el hombro, y está abuela llamando a las gallinas.


E L S I L E N C I O D E L MU N D O

CUAL hojas de noviembre de su memoria cayeron las palabras recientes. Luego los nombres de los árboles, las señas de los suyos —los vivos y los muertos— y las voces lejanas de la infancia, los nombres heredados. Un día, al levantarse, no pudo recordar ni sol, ni aire, ni tú, ni pan, ni yo, ni madre. Olvidó finalmente el nombre de la muerte y a contemplar el mundo se dispuso —ya sin saber que se llamaba mundo— y a escuchar su silencio.


EJERCICIOS DE ESCRITURA Y DIBUJO Echo mano al papel, cojo la pluma o un pedazo de lápiz, diminuto y mordido, o palpo una pared reciente, meto mano a una tiza escolar, a una piedra pulida por la mar del Cantábrico. Pongo atenta la oreja, y las olas escucho y el vaivén de las palabras, de las toses vecinas del que está triste y tose, y ese tren tan lejano que traspasa el silencio. Paso el puño y aliso el papel arrugado, abro la mano y la pared repaso (por si aquí siento ya el humano calor de quien la casa habita), despliego el cielo azul (no hay aquí ángel alguno), las alas de la brisa extiendo y de los pájaros, y la ola de la mar contra la roca. Una casa dibujo con el campo y un árbol, y a ti, mujer, te traigo de la mano a este mundo: aquí el hogar y el fuego, aquí la tierra, el viento. Pongo un poco de lluvia, en esta tarde pongo un poco de música (Bach para oír la brisa, Chopin para la lluvia). Pongo un poco de jazz para la hoguera, y escribo, escribo, escribo con el dedo (en el aire), con la tiza, o el lápiz, con la pluma (del ángel), con la piedra pulida.


RELOJ DE ARENA SIGLO a siglo, los ríos fabricaron sus arenas, y palpitan ahora relumbrantes y acompañan mis pulsos. El tiempo fluye en ellas. Busca y busca, incesante, el pozo de su muerte. Ya marzo está pasando y apresura sus nubes altas. (¿A qué tierras sus sombras llevarán, amor, que las verás cruzar sobre el mar de los trigos en lentas oleadas?). Por ti clamé en el corazón azul de la mañana, te busqué por el día, y en un rincón oscuro de la tarde con su puerta entreabierta, me encontré con la noche. ¡Solamente la noche! Y, al fondo, la plena luna llena y su rostro de nada. La vida, amor, nos llama para beber su vino. Amargo sabe cuando tus labios no se acercan ni la lenta lengua que la piel espera, porque, a solas, el vino es triste como los verdes jugos de la antigua hiedra... Hasta la blanca escarcha de este silencio llégate, amor, y escucha cómo en la noche crujen las arenas del tiempo.


P e rro a n d a l u z Una muchacha triste, con su dolor secreto. La blanca luna nieva en su semblante la luz fría de invierno. La música pasaba y te miró en la esquina como miran los ojos de la perra a la que ahogaron los cachorros, como miraba la que estaba buscando unos ojos amigos o alguna mano dulce por los hombros, Y te miró con un ojo triste de vaca, con un ojo de perra adolorida, con un ojo de luna abriéndose de carnes por el cielo sin nubes. La música pasaba como pasa en invierno el río de la noche. Y en el balcón cruzaba la navaja barbera por el cuero. Desde el balcón el hombre la deseó en la noche, y se miró sombrío en el azogue que nevaba la luz fría de invierno y se vio por el iris las ramas de la sangre como cuando la luna se astilla con las nubes.


La música pasaba como pasan los ríos en enero bajo la luna llena para buscar el mar donde verter la fría luz de plata. Y ahora la nube era la navaja del hombre que cruza el ojo izquierdo de la muchacha triste. La música pasaba como los ríos pasan.


Piel de vaca por las tiendas de las pieles donde suena un cuerno de vaca herida. Federico García Lorca clavada en el desván y con puñados de sal gorda y serrín FAV Ahora, cornales para el yugo que empareja dos lentos bueyes rubios, sobeo para el arado con que vas abriendo el oscuro tempero de la tierra. Cinturón, ahora, para los pantalones de tu costumbre; monedero que abres para comprar el pan; cuero para las sandalias de agosto o funda de pistola. Fue una mañana de diciembre y de mugidos. Le tapamos los ojos con un saco y la muerte traía entre la niebla un pico contra su cerviz. Ahora, estuche del violín donde están sonando los pájaros alegres de Vivaldi en primavera.



ALEJANDRO CÉSPEDES


ALEJANDRO CÉSPEDES es licenciado en Filosofía y Ciencias de

la Educación por la Universidad de Oviedo. Desde 1985 a 2013 residió en Madrid y ahora lo hace en Oviedo. Durante 25 años toda su trayectoria profesional se desarrolló en el campo de la gestión cultural y especialmente en la gestión y dirección de espacios escénicos, programación, producción, distribución y dirección escénica. De 1998 a 2002 realizó crítica de poesía en el suplemento cultural del diario El Mundo; fue miembro fundador y del Consejo Editorial de la revista “Número de víctimas”, y responsable del Área de Poesía de la revista “La Cultura de Madrid”. Ha publicado sus poemas en “Insula”, en los diarios ABC y El Mundo y en la mayoría de revistas literarias españolas. Desde 2009 a 2011 codirigió el programa de poesía “Definición de savia” en la Radio del Círculo de Bellas Artes de Madrid; en la cadena SER fue responsable de la sección de literatura y teatro del programa “Café con hielo”. Desde 2008 se dedica únicamente a la literatura. Ha obtenido, entre muchos otros, el Premio Internacional de Poesía Jaen, 2009; Premio de la Crítica de Asturias, 2009; Premio Blas de Otero, 2008; Hiperión, 1994; Navarra de poesía, 1985; Internacional Villa de Lanjarón, Granada, 1985 y Ángel González, Oviedo, 1984, así como el accésit del Premio Internacional Teatro Español de Madrid, 1985 y el Premio Standart de Textos teatrales, Madrid, 1977. Ha publicado Voces en off (Amargord,Madrid, 2016), Topología de una página en blanco (eBook, Códice de Barras. 2011) y (Amargord, Madrid, 2012); Flores en la cuneta (Hiperión, Madrid, 2009); Los círculos concéntricos (AEAE, Madrid, 2008); Sobre andamios de humo (Vitruvio, Madrid, 2008); Y con esto termino de hablar sobre el amor (incluido en “Sobre andamios de humo”); Hay un ciego bailando en el andén (Hiperión, Madrid, 1998); Las palomas mensajeras sólo saben volver (Hiperión, Madrid, 1994). James Dean, amor que me prohíbes (Pamiela, (Pamplona, 1986); La noche y sus consejos (Genil, Granada, 1986) y las plaquettes La escoria de los días (La esfera, 2009) Tú, mi secreta isla (Plaza de la Marina, 1990) y Muchacho que surgiste (Scriptum, 1988). Web: www.alejandrocespedes.com


¿Te gusta conducir?

Teje la araña. Espera. Ha colgado los hilos de su red sobre l a t r a n s p a r e n c i a d e l e s p a c i o Cuando palpite el centro de la diana disparará su dardo. Envolverá a su presa. Aún viva, consumirá los últimos latidos agitando unas alas que saben que no tienen destino. Tejen su vida Corren Van colgados The Killers a tope Beben Fuman Vuelan ciento veinte caballos aspiran rayas blancas sobre una carretera Desconocen que en esa t r a n s p a r e n c i a d e l e s p a c i o hay una red tendida esperando que el centro de su diana, a punto, se dispare. El dardo nunca ignora su destino. En su aguja reside la certeza.


Te hará feliz o te devolvemos tu dinero

Fran le pide dinero a su padre para salir. En el recreo fuma con Martin dos petas para celebrar su cumpleaños. Se dan de hostias con tres colegas por una chorrada que dijeron a cuento de la edad. Los compañeros los animan. Lo graban con el móvil. Ganan ellos. Pasan de las últimas dos clases y continúan la fiesta en los billares. En los televisores de la sala de juegos están pasando el anuncio de un coche. Fran invierte las monedas de su padre y las duplica en una tragaperras. ­ Un día de puta madre. Compran en un chino una botella de Cacique, unas coca­colas, una navaja. Mientras beben en el parking de una gran superficie ven un coche igual que el del anuncio. ­ Martin, ¿nos hacemos felices? Fran y Martin. Felices. Abren el coche con la navaja nueva. La ciudad se abre de piernas ante ellos. No necesitan saber nada más. Hay un mundo perfecto y puede construirse a su medida. Cuando todo alrededor es tan espléndido sólo puede ser designado con nombres muy pequeños, y su vocabulario también está pensado a su medida: coche, música, petas, priva, pasta en el bolsillo. El sol, que tampoco distingue lo diverso, rebota en el contorno de su coche. Sobre el lado contrario de la carretera ven su sombra pero no saben que es todas las sombras. Fran y Martin. Felices. Siguen acelerando. Las ventanillas, aún después de que han sido cerradas conservan la memoria de su hueco. Ven su mundo correr por esos ojos y tienen la certeza incuestionable de que ellos son el mundo. Quieren salvarse solos y son igual que brasas sacadas de una hoguera.


A partir de este instante, Fran y Martin ya no sabrán qué ocurre. Algunos lo veremos. Los informativos de las 15 h empezarán con la noticia desde la puerta del instituto. Harán una entrevista a varios compañeros. Las imágenes son de una carretera que discurre por un paisaje idílico. Al fondo de un barranco hay un rastrillo de cosas esparcidas, expuestas a la intemperie de los ojos de una bandada de cuervos. El árbol ya es ceniza de un fuego consumido. Esta noche habrá viento. Lo revolverá todo. La madre de Fran no quiso verlo. Ha dicho que, para ella, el mundo a partir de hoy será como vivir dentro de un cuadro en el que siempre llueve. Fue el padre el encargado de recoger las pertenencias. Una navaja, un teléfono móvil, la mochila con los libros de clase, un pantalón con un bolsillo lleno de dinero. Aprieta las monedas para poder pensar que está tocándolo. Las guarda en una caja como recuerdo de lo último que tuvieron los dos entre las manos. Nunca sabrá que ya no son las mismas. Después de las noticias vuelven a pasar por la tele el mismo anuncio.


Nunca eres demasiado exigente

No necesitas dioses. Ni estadísticas. Todo el tiempo que ahorraste acelerando el pulso de las pequeñas rayas discontinuas, tu juventud, los días, aún en su infinita recurrencia, son compuestos volátiles que te dan la razón. Pero el tiempo es sólo una cuestión de tiempo. Esa velocidad con que adelantas la hora en los relojes que hoy crees irrompibles, acabará tomando las medidas exactas de los trozos de tus sueños. Alguien que cree en dioses pondrá flores en alguna cuneta. Estadísticamente serás luces en medio de un panel informativo.


Un día eres tú quien conduce. Te mira. Y te preguntas en qué estará pensando Aunque la ves erguida en sus esferas y los filos de luz que blande en cada mano como una profecía te señalan, no sabes que te advierte del lugar donde pondrá su zancadilla. Te atrae con su dócil centelleo. Las blancas reflectancias que se muestran y se esconden intermitentemente son la espina dorsal de tu destino. Cuanto más rápido engulles sus señales más deprisa esparce nuevas huellas. Has aceptado el reto de ir persiguiendo los rastros que te guían. Mientras vas circulando te vuelves más sumiso con cada línea que vas dejando atrás. Y no lo sabes. Es ella quien te apunta con el índice cuando la estás mirando. Te mira. Te señala. Existen muchas líneas que te indican por dónde ha de moverse tu existencia, pero sólo una señal indefinible delimita los bordes del espacio donde el tiempo no cuenta. No lo sabes. Te mira. Te señala. Tú ves admiración donde sólo hay recuento de cadáveres. Pero tu luz se apaga y es ahora cuando ilumina mejor todo el perímetro. Ese es su don. Su claridad tardía.


Imagina dominar el espacio Dibujaron el suelo con una tiza blanca. Un contorno que construyó al instante los límites de algo indefinido: un continente, un país, una provincia, un municipio, un cuerpo al que sólo describe su silueta anónima. Ese trazo continuo, delgado, sinuoso, extrajo su volumen e hizo surgir una extraña superficie sobre aquella llanura de alquitrán. Blanco sobre negro allí escribieron lo que quedó de él: una verdad vacía y separada. Una sutil frontera para la irrealidad. El dibujo de un hueco empeñado en mostrarse contra una superficie que reclama su esencia inexpresiva. Extendieron sus cintas y midieron las huellas dactilares que dejaron las ruedas en su largo frenazo. Anotaron las cifras de cada milimétrico descuido. Luego llegaron grúas, ambulancias. Recogieron los restos. Sólo quedó en el suelo aquella línea obstinada en marcar un territorio que a nadie pertenece dentro de los confines de una larga y medida carretera. Aquel contorno extrajo de la nada los límites de algo indefinido: un continente, un país, una provincia, un municipio, un cuerpo. No encontraron la escala que pudiera medir su hueca superficie. No supieron qué dígitos expresarían mejor el valor de una pérdida.

POEMAS DEL LIBRO “FLORES EN LA CUNETA” de Alejandro Céspedes, (Hiperión, Madrid, diciembre, 2009)


ALICIA MILLÁN


Alicia Millán (Madrid, 1981) es licenciada en psicología por la Universidad Complutense de Madrid en 2005. En su trabajo como psicóloga en Centros de Día con Enfermos de Alzheimer, acercó la poesía a las personas mayores con demencias, elaborando talleres de escritura con el fin de psicoestimular las funciones cognitivas preservadas, promover la expresión emocional y la creatividad. Ha colaborado con fotógrafos de la calidad de Sofía Santaclara alineando lo visual y lo textual en híbridos de similares conjunciones: amar, renacer, sentir. Participante en “Le Pasquín Poético” en noviembre del 2013 (León­ España), en la “VIII semana de las letras y la lectura (Rosario­ Argentina) y en el Festival Internacional “Sembrar Poesía” (La Plata­Argentina), en noviembre del 2014. En julio de 2015, en León, participa en el recital “Dios entre pucheros” y en el “VI Encuentro poético en San Miguel de Escalada” de cuyo acto sale la publicación de la antología “Ánimula, vagula, blandula” en la que se incluyen algunos de sus poemas. En 2016 ha participado en “Voces del Extremo: Poesía y Raíces” (Logroño), II Recital Poético “Noches de Almagro” (Almagro), y en el II Salón del Poema Ilustrado “Encuentro de creadores” (Almagro). Un archivo de la evolución de su voz poética, puede encontrarse en el blog “La belleza de los puntos suspensivos” en el que ha compartido sus textos entre los años 2013 y 2017. Otros de sus poemas pueden encontrase en las revistas Repoelas, Culturamas, Chispas Literarias, Ritmo (revista literaria de la Universidad Nacional Autónoma de México), “Aquarellen Literatura”, Fake, y en bitácoras como “El poeta ocasional”, “Crepusculario siglo XXI”, “Más palabras para olvidar”, “Insólitos” “Azul de Mar”, “Poetas S.XXI: antología de poesía mundial” o en francés, en “Seule la voix demeure”. En Noviembre de 2015 año publica su primer libro de poemas: “Los árboles horizontales”


ahora que estoy

en la edad de piedra de mi verso ahora que lloro árboles ¿por qué dejar colgando de cada brote una palabra o ser paragüero en una casa donde nunca llueve? mejor caminar tomar una piedra cambiarla de sitio abrir la boca sacar la lengua sentir la nieve


lo que sustituye

y lo queda entremedias los huecos de lo imperfecto lo no soñado y esta vértebra de pájaro partido la rigidez de un muerto su cuello la comida templada en un día frío y ya no saber ser calor esperar a que suene el timbre y decir mentalmente no estoy aquí no hay afuera están los mirlos ellos ya lo saben


el dolor como un punto hacia el que todo lo demás gira ceguera parcial que desilumina y aparta ¿es el dolor un centro o una esquina? es a la vez centro y esquina ojalá como hoja no doliera secarse ni se anticipara la caída desde el árbol que no llora ni ríe ni piensa en resucitar


hay un sollozo sempiterno

en estas reliquias de desesperanza un soliloquio de árbol a oscuras una pared llena de carbón hay un murmullo audible desde el rojo una sola caseta para todos los perros una sombra de alguien mirando la caída ¡y llorar es ya estar más sola! no de cuerpo, de sentir mientras todas las llamas se van haciendo blancas y sueño que un ciervo me acaricia


el frío de las manos no rompe desenreda el vacío donde ha estado el silencio posado como una niebla tranquila poema llévame al latido del principio a recoger el trigo el trino amar merece mas que este deshacerse ¿merece un círculo caído de la primera lágrima infinita? ­no­ tampoco sus alrededores


pensabas que la caricia del sol no iba a dejar sendas en tu cuerpo te movías como agua dentro de un vaso pero las alas te crecieron hasta olvidar tu nombre alas como montañas en deshielo amando la libertad por encima del temor incluso habitando árboles tristes en el reflejo de los pájaros te podía ver sonreír por dentro aunque temblaras lo invisible





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