Mes 07 Año 03 Número 31
Editado por: Aquarellen Cultura Directora de redacción: María José Mattus Director de Contenidos: Jesús De Castro Portada: "Cegados por su Luz" Fotografía de Emilio Cortés Contraportada: "Frozen Tress" de Ansel Adams Poemas visuales: "La medida de la niebla" Fotografía de archivo Fotografía de Berenice Abbott
EN ESTE NÚMERO
- José Manuel Vivas p ág. 10 - Isabel Fernández Bernaldo de Quirós p ág. 18 - Emilio González Martínez p ág. 26 - André Cruchaga p ág. 36 - Juan Jiménez Caballero p ág. 44 - Natacha González p ág. 52
PORTADA
La portada de esta edición es una imagen que muestra
el trabajo de Emilio Cortés, este joven talento nació en el puerto de Coquimbo en Chile, lugar donde actualmente vive y cursa sus estudios de filosofía y religión en la Universidad Católica del Norte. Emilio con sólo 18 años es un artista que demuestra su talento en la fotografía y la escritura. Esta gran imagen fue tomada en el puerto de Niebla en la región de los ríos y se ha querido destacar que ante la inmensidad de la naturaleza como todo, como parte del universo el ser humano se cree lo más grande que existe, aunque se pierda en la majestuosidad de la naturaleza.
EDITORIAL
Son como polvo de estrellas que se mantiene por millones de año iluminando las constelaciones repartidas por el universo; etéreos, trascendentes y eternos, los artistas mantienen a costa de golpes y desilusiones la maravilla del expresar haciendo, manifestando en diversas desembocaduras: literatura, pintura, teatro, fotografía, escultura, música. Cada una de ellas se muestra con agilidad y certeza, como notas en un pentagrama construyendo la más adorable sinfonía, música astuta y extraordinaria que se interna en el alma, desahogando habilidades en formas que alimentan ese pensamiento recurrente, esa pregunta intranquila que se transforma en una idea, en una esencia, en un todo hecho risa, lágrima, desilusión , admiración concretada en la manifestación artística que redime personas que buscan el refugio y el aliento cálido de la obra de alguien que con sus sentimientos ardientes ha dejado en una obra de arte testimonio de su pasar por la vida. Hoy un nuevo número de Aquarellen manifestándose como es su costumbre, salvaguarda del arte, de los artistas, siendo un espacio de manifestación, vitrina de artistas que colaboran con sus trabajos para elevar un espacio que cada día se compromete fervorosamente a la difusión de las musas del arte.
Maríjo Mattus
JOSÉ MANUEL VIVAS
José Manuel Vivas Hernández. Nacido y residente en Badajoz. Ha recibido diversos premios literarios, casi siempre en el mundo de la poesía, tales como el Valbón (2003), Vargas Cienfuego (1998), Ciudad de Loja (2005), Entreescritores (2104) y Origami (2015), entre otros. Actualmente tiene publicados un total de diez libros, destacando los últimos: “Cuerpo en ruinas (Erakleion Ed. 2013); “De puertas adentro” (Mandala Ed. 2014) “Los labios quemados” (Celesta Ed. 2014); “Trayectos” (Origami. 2015); “Mercado de abastos” (Ruleta Rusa 2016); “Lastre” (Fundación CB. 2016) y “Guaridas” (Espacio Ediciones. 2017).
Chaleco salvavidas bajo su asiento Puedes alzar tu ego, elevarte con él hasta las alturas más ignotas, mirar desde allí las cabezas agachadas de tus vasallos y reír, reír con fuerza hasta la náusea. Recuerda, hemos colocado un chaleco salvavidas debajo de tu asiento, por si la caída, por si te rindes, por si te derriban, por si alcanzas el grado máximo en el espacio y tanta soledad te abruma, y quieres regresar aquí, junto a los mortales. Pero recuerda, lo que te hemos dejado no es un paracaídas todo tiene su riesgo y caer es doloroso, bajar a la tierra, pisar el suelo, después de tanto subir, verdaderamente, asusta.
Todo lo invisible
Hace tiempo hablé del humo, dije de las ventiscas y de los ciclones. Mencioné porque era necesario el ímpetu de las noches, el profundo caudal del mar donde duermen oscuros corales y vírgenes alimañas. Hace tiempo no recuerdo cuándo puse nombre a los silencios ajenos, a las sobras de los árboles y a sus nidos de piedra. Quise darle palabra y número a todos los habitantes de la guarida, que supieran de cierto cuál era su archivo de sombras, la carpeta que contenía sus nombres indescifrables, la fecha de su nacimiento, la marca de color con los que señalé su lugar en el mundo, su nomenclatura y su espasmo. Hace tiempo fui escribano, no hubo remedio ni escapatoria y dejé por escrito en algún extraño lugar todos los nombres de lo importante, las huellas en la palabra de todo lo invisible.
Doler Me duele hasta señalarte. Hasta no hablarte es una herida. Cómo piensas que podré soportar por más tiempo este silencio de no saber de ti ni conocer, aproximadamente acaso, el punto cardinal en donde te encuentras, el desnudo agujero que te cubre, las sombrías agujas del tiempo que te ocultan.
Otro paraíso
Qué torpe fuimos, qué inocentes, crédulos, faltos de análisis. No vimos venir la tormenta ni el humo del incendio. Y aquí estamos, desmadejando los hilos, deshaciendo los nudos, retomando la costura para intentar zurcir, de nuevo, otro paraíso verde, agua y azul sin pecado concebido.
Sin escudos Este somero paladar que atrinchera entre sus recodos todos los sabores antiguos y futuros de tu lengua. Los poros incendiados de tu piel, sin vestigios, sin escudos ni ferrosas mayas. Las caretas de tu rostro, esa mirada de peces que nadan por mi espalda cuando observas mi marcha, como si no hubiera más tiempo que esos segundos que transcurren entre tú y la puerta del laberinto.
Vida adentro
Y que me atéis al mástil, cubráis mis ojos del tupido pañuelo de la mentira y lancéis al mar mi silencio. Escucharé el canto estridente de las sirenas, llegará a mi olfato el perfume negro de los incendios, ogros acometerán mis tareas y lanzarán montañas de sal a mis labios. Puerto tras puerto, lunas y más lunas, oleajes pretenciosos, noches sin estrellas, el pardo sabor de lo que crece en los bordes amarillos de la muerte. Y que me atéis al mástil y tapéis mis ojos, inundéis de palabras mi boca y regaladme un velero de cristal que me arrastre, vida adentro, hasta las fauces de lo que nunca nadie pudo describir. Silencio, verbo, oscuridad.
ISABEL
F E R NÁ NDE Z B E R NA L DO DE QU I R ÓS
Isabel Fernández Bernaldo de Quirós, nacida en Mieres (Asturias) en 1947, ha sido Profesora Titular de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Ha colaborado con numerosos artículos en el diario La Nueva España y otros medios de comunicación, tanto de prensa escrita como digitales, a la vez alternaba su escritura con prosa poética, relatos y poesía, centrando su quehacer y su pasión por esta última, fruto de la cual son los tres libros de poemas que Ediciones Vitruvio ha publicado: Al son de las mareas (2014), Luz velada (2015) y Las farolas caminan la calle (2017).
Entre ocho paredes Buscas la vida exterior en la soledad interna de tus fantasías y cuando cierras los ojos la imaginas según la piensas. Aseguras que duerme a tu lado ¡dices sentirla! pero cuando te amanecen sólo acaricias sábanas blancas vacías. Entre ocho paredes, un pasillo y unos meses. Y es el orden metódico y las horas en punto establecidas y la batuta de mando quienes te devuelven ¡pobre de ti! a la realidad prisionera de una vida fingida. Entre ocho paredes, un pasillo y unos meses. La noche te hace de nuevo libre cuando, derrotado, te abandonas al ansiado crepúsculo de la soledad. Y besas la sal de sus labios y abrazas su cuerpo menudo y acaricias su piel perfumada ¡y dices sentirla! Entre ocho paredes, un pasillo y unos meses. (De mi libro “Luz velada”, Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen. 2015)
Efecto espejo De nuevo la misma mudez, el mismo vacío, las mismas nubes pasajeras que amagan lluvia de afectos y empeoran la orfandad de su desierto. Arena seca Arena murmullo Arena confusa Arena que arremolina Céfiro. Arena disculpas Arena razones Arena esperanza Arena que rasga el tiempo. Oasis su destino. Efecto espejo. (De mi libro “Las farolas caminan la calle”, Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen. 2017)
Me volaste, tiempo Me volaste, tiempo. Eres ave que vadea el horizonte, agua desbordada, ráfaga desvanecida entre silencios, sombra perseguida, nube al abrazarla. Arena entre los dedos. Me engañaste, tiempo. Te creía tener y no te tengo. (De mi libro “Al son de las mareas”, Ediciones Vitruvio, Colección Covarrubias. 2014)
Me gusta
Me gusta caminar descalza por la orilla de la playa con el mismo abandono que siente la arena en un día de lluvia. Y mientras camino, hablarle al mar. Y depositar en sus olas cadenciosas palabras que van sumando confidencias. Él me escucha, no replica y si percibo alguna voz, es el eco de mía que rebota en el aire antes de que el viento se la lleve. Lejos. A otros mares. (De mi libro “Al son de las mareas”, Ediciones Vitruvio, Colección Covarrubias. 2014)
Equilibrio
La luz sostiene mi vida. Estímulo unilateral positivo. He alcanzado por fin el evanescente equilibrio fototrópico. Hoy. (De mi libro “Las farolas caminan la calle”, Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen. 2017)
El vértigo Lo tenía todo a su favor: la ventana gótica el odio álgido el dolor agudo y el piso alto. Un minuto y toda su vida volaría consumiendo en el aire sus fracciones de segundos. ¿Y qué te impidió hacerlo? El vértigo. ¡Ah! ¿Y después? Que se me pasó el dolor agudo y el odio álgido. Así que estoy en deuda con él. ¿Con quién, con tu ex? No, con el vértigo. (De mi libro “Luz velada”, Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen. 2015)
EMILIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ
Nacido en Buenos Aires en 1945 y exiliado en España
desde 1977. Psicólogo, poeta y psicoanalista. Ha publicado los libros de poesía: “El otro nombre” (1986); “Tragaluces” (1991); “Talleres de poesía” (1995, en colaboración), “Hojas debidas” (2001), "Escoba de quince abecedario de la poesía" (2014) y "Palabrando" (2016). También ha publicado: “Inconsciente como Lenguaje. Del signo en Saussure al significante en Lacan” (1987); “Psicoanálisis de la angustia” (1994); “Moral y ética en psicoanálisis” (2005). Ha colaborado en los libros “Neurosis, Perversión y Grupalidad” (1994); “Medicina Psicosomática” (1996); “Vigencia de Sigmund Freud. La transferencia” (1998); “El deseo en la vida cotidiana. La ética del psicoanálisis” (2007); “La vida cotidiana al diván” (2007); “La sexualidad y el poder desde el psicoanálisis” (2009) y “Nuestras cosas de todos los días” (2010). Participó en el libro de relatos "Rivas, una mirada escrita" (2012) y también en la antología de la Hermandad Poe "Anatomías secretas" (2013) coordinada por Fernando López Guisado.
LEYENDA PERSONAL
Recuento antiguas hojas de vida, caídas como primaveras de silencio. Recuerdo esta misma hoja cayendo ahora torpemente, renglón a renglón. De camino incierto y rumbo inexorable, tendido hacia el final de la página, todas las hojas, una hoja, toda la vida ¡qué pequeña parece frente a las letras! Una vez nací en plena constitución el barrio me refiero y crecí casi extranjero, único y servicial entre plantas, decepciones, nostalgias y violentas alegrías domingueras. Mis madres permanecían ajenas a la ciudad, de espaldas al bullicio callejero y yo, de pequeño ya traidor, de espaldas a sus espaldas, amaba los adoquines, las brillantes olas de piedra que se perdían por la esquina, hacia los trenes. Estudié, como todos, con la pasión desnuda y de reojo, la geografía de los parques, la historia familiar partida por las partidas, el álgebra febril de los encuentros, la lengua mordaz, la media lengua, los vecinos pronombres de mi cuerpo. En los mares del sur teñí mi piel de arenas, de peces fugitivos, de cuerpos relucientes tendidos en mi sed. Navegué sin moverme de la orilla densos versos: la llevé al mar, me dijo que era soltera, me llevó al río, pero tenía marido.
Mi padre provenía del comercio
y en su terquedad, me miraba crecer, casi me hablaba a veces y otras tantas lo veía morir y casi lo escuchaba. Más allá de las paredes de mi casa, los hermanos de la noche, los números quebrados por el espanto, las mujeres, la máquina de escribir en mi cerebro y el cero como un misil ardiente contra la quietud. Volando, entonces, otra vez nací en la meseta añosa, entre el pan amargo del exilio, los hijos enredados a mis rodillas y la turbia palidez de la locura. Éramos los de ahora, otros y los mismos, conocí los suburbios del alma, las torres donde el viento se detiene y canta con su voz ronca mis palabras. Vengo a decir que sí, que las nubes escapan por el norte, que no hay quien pueda con la gente marinera y los frágiles brotes de sol a toda vela. Ambiciono la edad de escribir y los años de mi edad.
NOCHE, TAMBIÉN DE AMOR
El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía. Anaïs Nin.
Con tus cabellos enredados en mi sexo gritabas que no me conocías, que mi nombre era el brillo sediento de un trigal. Mi nombre no cabía en tu sorpresa, tus labios recorrían traviesos mis parajes y la sed moría entre gemidos. Hubo apenas un temblor, una caricia, un roce minúsculo y atroz rasgando la cómplice sombra del amor. Después hablamos del pan y de las cuotas, de los turbios manejos del gobierno y volvimos a lo nuestro, a las delicias. Hicimos del placer asunto propio, de la noche una fiesta desatada, bella en su embriaguez, exuberante.
ARTE POÉTICA
En todo instante, el peligro inminente de caer a los pies del diccionario. En ese caso, tener escrito algún poema para leer a los caídos.
VERSOS, A LA CALLE
Desde las alturas de la estantería, un verso disparó sus letras y alteró la armadura del custodio. Poco supimos de aquella tempestad que no dejó virtud en pie, ni lánguidas aspirantes a princesa. No quedó un violín bien afinado, ni hubo quien hiciera frente al viento que arrasaba la pureza. Llegó al fin el final, un temporal de páginas y mares contra la estatua del insomnio. Aquí y allá valientes versos crecían sin orden ni medida y entregaban al viento su belleza.
EL BARRIO DE LAS LETRAS
Quiero ser un buen antepasado, alguien que deje florecer las flores aunque no sea ya lo que se lleva. Un tipo sencillo, con un trabajo digno, amante de los sabores familiares y de lo que crezca más allá de mis narices. Hijo de inmigrantes, fui un solitario capaz de muy variables compañías, aunque de pocas, robustas amistades. Fui también extranjero en tierra propia, residí en los suburbios de mi amor y planté geranios en la mirada de los niños. Cuando llegaron las arrugas insolentes, me peiné las canas al revés y caminé pausado por el barrio de las letras.
CIRCO RELÁMPAGO
Sale el trapecista, el público comienza a respirar con los intestinos. ¡¡Y ahora el doble salto astral, con los ojos vendados y las manos en los bolsillos, silbando!! En lo más alto, donde el verde acaba en las estrellas, el trapecista se sienta a su escritorio y enciende un cigarrillo. El público deja de respirar. Al borde de la asfixia gritan por acción, piden velocidad, un tajo en el aire, vértigo, violencia. El trapecista deja de fumar, aparta el periódico con displicencia, sonríe, se quita la venda y cae aparatosamente con silla y escritorio. Sobre su cuerpo el periódico del día informa de un accidente mortal en el circo. Una burda letanía recorre las butacas. El público en pie una vez acallada la ovación, se coloca nuevamente las vendas y sale a la búsqueda ciega del trapecio, silbando, con las manos en los bolsillos.
ANDRE CRUCHAGA
André Cruchaga, Nueva Concepción, Chalatenango (El Salvador, 1957). Realizó estudios de Magisterio, y trabajó de maestro en sus primeros años en el área rural. Entre sus libros editados se encuentran: “Alegoría de la palabra” (1992), Memoria de Marylhurst, (Interface Network, Beaverton, Oregon, 1993); “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” ( Plaquette,1996); “Roja vigilia” (Plaquette, 1997) “Rumor de pájaros” (2002), “Oscuridad sin fecha/Data gabeko iluntasuna”, edición bilingüe: españoleuskera, (El Salvador,2006); “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados”, (México, 2009), “Viajar de la ceniza│Voyage à travers les cendres”, edición bilingüe: españolfrancés,(El Salvador, 2010); “Sublimació de la nit│Sublimación de la noche”, edición bilingüe: españolcatalán, (El Salvador, 2010); “Poeta en Barataria”, (La Habana, Cuba, 2010); “Tablou de cenuşă│Cuaderno de ceniza”, edición bilingüe: español rumano, (El Salvador, 2013): “Balcón del vértigo”, (El Salvador, 2014); “PostScriptum”, edición bilingüe: españolrumano,(El Salvador, 2014); “Viaje póstumo│Viatge pòstum”, edición bilingüe: españolcatalán, (El Salvador, 2015); “Lejanía│Away”,edición bilingüe: españolinglés, (El Salvador, 2015); Vía libre│Via lliure, edición bilingüe: españolcatalán, (El Salvador,2016); “Cielorraso”, Editorial La Chifurnia, (Colección palabra de Alto Riesgo), El Salvador, 2017); Calles │ Carrers, edición bilingüe: españolcatalán, (El Salvador, 2017).
CIELO INERME Sobre la tierra, la piedra inerme con su lengua inexorable, el grueso destello, solo de las pupilas, los rieles de abajo crudos como el grito. Únicamente sombras sin que nadie ampare esta boca de cansancios. De lo que nunca estoy desprovisto es de espinas y aguijones y de mundos últimos y oscuros. Sobre mí ese afán de cadáveres desde el cielo. Hay toda una invasión líquida en el caos de todos los cuerpos de las epifanías. Encima de los lapsus del sudor de las carpinterías, la esquizofrenia de las semanas y su reuma de catástrofes. No hay garantías para desamortajar todas las tumbas de la ternura y su ranura incestuosa y su conciencia de espejo agnóstico. Para todos los horrores que vivimos en la psique, es necesario expropiar el coito, nacionalizarlo hasta el punto del despojo sin condición alguna. Todo deja de tener sentido a la altura del césped: la gris pupila del cielo y sus ranuras disfrazadas de dientes y pelucas y sus aguas de soledades y sus dedos de cóncavo umbral. Todo se desquicia en los peldaños de las sílabas. En los alrededores de la oscuridad las puertas sin monedas. Estrechos mundos donde no cabe el pulgar de las moscas, ni los ojos del sendero donde se acomodan las cacofonías. Por encima de las altas breñas, el centelleo aturdido del cuentagotas de las ovejas. Barataria, 2017
AIRE VICIADO
Después de todo, los rincones del país huelen a ese aire viciado de la polilla y las promesas. Es el nunca llenar los agujeros del humo, ni la sombra que habita las ventanas. Todo allí se precipita: el horizonte, el infinito disfrazado, los mausoleos de la indiferencia. También hay teatro en la profanación de las ojeras. Hay delirios que debemos soportar bestialmente como el espectro de los desaparecidos: el tiempo es otro adicto a las pesadillas y a la euforia ávida de los espejos. Todo es perverso a la hora de masticar el trópico. Allí los sostenes yertos sobre la abertura del infinito. Después de todo, debo soportar algunas apariciones de tumbas, ciertos paraguas de féretros, el testamente con todos los jadeos. Me conmueven los objetos perdidos dentro de la almohada, la encogida de hombros cuando atardece, el pájaro rimado de la mueca. En la frontera de la mollera, los golpes ineludibles. Uno encuentra los absolutos sólo en el hedor, o en el resfrío, o la agonía. Igual es horrible todo el aire de las sombrillas sin escarnio. Las tonalidades de lo real contrastan con la esperanza. Hay una cárcel en mi pecho desatada de luciérnagas, con pudicia y sin paréntesis. Seguro que cualquier paranoia puede conducirnos al infinito. Ya antes he entrado al ombligo atardecido de la rosa y he mordido la noche tardía y lavado los platos sucios. Al parecer adentro de la esponja, poetizamos la pulsión del fuego y el espejo lumpen del gris de todos los cielos. En las plegarias hay otras páginas de frío. Barataria, 2017
DESPERDICIOS
Aquí, debajo de la ventana, el desperdicio de los peces y la oscuridad. La pocilga de los meses y la vieja cobija del absoluto cribando en mis olvidos. En el abismo de los ojos, cabecean las máscaras y los titiriteros, las infancias endebles arrastradas por el agua. La sombra de los matorrales amontonada en mi aliento, ese otro sótano donde flotan las incisiones heréticas. Es extraño jugar a la sed en medio de los escombros, allí donde el alba no deja almidonarse, ni se desabrocha el ojal confeso del ansia. En las oscuras identidades del martirio, la fotografía intrépida de los paraguas, el matamoscas del espíritu, alguna boca abandonada en la vía pública. Sobra siempre silencio para toda mi locura. Nada es trágico si se toma con calma la desdicha, o la bazofia de cierta idiotez, o la mentira recluida en los contenedores públicos de los parques. (Me mantengo vivo por eso de pensar, recluido, en los ataúdes. Pienso en el primer himen que cambio mi credo por candiles de pujante gozo. Las aguas vívidas derraman su desnudez: vibra la voz, imantada de humedad.)
Entre verjas rotas de óxidos los espantapájros demacrados de los golpes, y esta suerte de enfebrecidas circunstancias. Al estrangular la ceniza del cordón umbilical, emergen los airados mareos de la ceniza y el desmayo de las alcantarillas en el propio hastío. Salpicado de trajes oscuros, la barbarie de los girasoles muertos. (Al final, bullen en la garganta todos los desperdicios, incluyendo la misericordia y su parodia cotidiana.)
Barataria, 2017
LUMINOSA SOMBRA Luminosa sombra la lluvia sobre el musgo, el oscuro paladar del tiempo, y ese hueco de vertebras que todavía gimen. Nos empuja hacia unas semanas que no sabemos la osamenta, también, de las palabras, la tierra desasida de las irreverencias. Descendemos hasta la soledad redonda de una lágrima, la sombra del pájaro se hace transparente, como la luz que oscila obsesa y en sigilo. Estalla todo el despojo y envuelve el horror de las exclamaciones. Alguien nos corta la risa con sus letales manos. Me hundo en esos pedazos que atraviesa el ahogo: los equívocos, la madera inacabada, los explosivos tetelques que uno encuentra en los epílogos. El poema, después de todo, constituye mi propio sarcófago. Total es el mismo terror de todos los días, Dios ahí, muriendo en su propia eternidad junto al hombre, junto al rufián que predica los desiertos. Es larga esta tortura, e intensos los brazos húmedos de los inquisidores. Uno se muere en el conteo aglutinado de las palabras, en esas pequeñas muertes diarias, en el trabajo de las frazadas para arropar la fe. Grito desde ese pedestal hundido, los círculos del sonido se tornan rostros cercenados y concéntricos: repartido en la boca, martillo y cincel de algún sepulturero, —oye, sí, oye, los fantasmas del hambre acompañándonos. Hasta allí el arrebato de los gusanos y la conmoción del sueño… Barataria, 2017
DESENCUENTRO ÚLTIMO
Titubeo, tal vez, frente a los extravíos de mi propia caligrafía: he aprendido que la historia está hecha de desencuentros, de un nosotros sin dueño, salvo el minuto suplicante de la huida. Sólo hay en cada juelgo que respiro, aquellas escupidas que la realidad avienta mientras duelen en el costado las pesadillas, o los aserraderos afiebrados de las palabras, o los clavos admonitorios del ahogo, o el lóbrego reumatismo del granito. Pasados los bostezos vienen los horrores irrestañables de la castración. Llaman las culpas y los carros fúnebres: uno apoya el desánimo en los dedos de la saliva, en los codos del pulso, en el polvillo de la temperatura: las alas o el reloj siempre están en mis desencuentros, desperezan los demonios mientras estiro mis canillas. En el suburbio de mis calcetines, las roturas todas del aprendizaje. Me harto como toda la gente de los ojos, me harto de las costumbres y sus paredes aledañas; el caos no es mi único recuerdo, sino el chillido de los acantilados, las fotografías de familia, el rostro que me roba los suspiros: yo, náufrago con mis juguetes. Sobre mi sienes, el escalpelo no sólo del viento, sino del bulto del grafiti y sus orificios, del alma menguada debajo de las sábanas. En la coz del hedor, se enrosca la noche y sus raíces pegajosas. Así como en los sueños muero de cansancio. Muero de Dios, irónicamente. Barataria, .2017
ESPESURA DEL OCASO
A la puerta de la memoria, los pedacitos de infortunio colgando del aire. En el aliento helado de la niebla, las ventanas todavía persiguiéndome: la historia allí, habituada a la barbarie. Y los intrincados brazos de las estatuas. La noche es pétrea en su rodaja de cielo. Los ojos de las lápidas y los sarcófagos, murmuran frente al nudo del vaho. Tal como son las cosas, la oscuridad es densa en cada ahogo, en el pez de las manos, en la semilla que da pie al árbol. Uno, de a poco, va como el símil que parpadea cuesta abajo, clamando por los recuerdos, o por otros imaginarios. Ahora están concentradas en la conciencia todas las dilapidaciones. Hartas son las palabras oscuras y cansadas de todos los fantasmas condensados en las luciérnagas: duelen los ojos de tanto expatriarse. Duelen las manos abriendo uno por uno los retretes y el enorme candado de la hediondez, y la fidelidad —sin desquiciarse— de uno mismo. A ratos, sólo las pestañas y sus ansiedades, el denso país del ocaso. A donde uno va de seguro hay tropezones. Como no duerno, veo caer la noche sobre mis cobijas de intemperie. Dentro de unos días serán objeto de presunción de inocencia los maniquíes, las palabras que se esconden en los bolsillos, las esponjas empapadas de sudor, o las bocas caricaturescas del folclor nacional. Después de todo, siempre la fiebre del sueño me llega a deshora. Barataria, 2017
JUAN JIMENEZ CABALLERO
Juan Jiménez Caballero, ciudadano del mundo. Aprendiz de mostrador de versos. Escribo por prescripción veterinaria y me encantan los huevos fritos con patatas a lo pobre. Natural de Guadahortuna, un pequeño pueblo de la provincia de Granada. Residente en Nerja desde hace 12 años. Entusiasta de la poesía desde muy joven. Durante 6 años regenté una céntrica librería en Granada, poniendo en práctica una idea denominada “Poema del día” para la difusión de la “Lírica”. Se trataba de colgar de forma periódica un escrito breve en la fachada de la tienda, para que fuese leído por los viandantes. Tuvo bastante repercusión en la ciudad, renombrándose la tienda como “Esquina de los Poemas”. Esta idea, la intenté trasladar a la biblioteca municipal de Nerja. Promotor de la Asociación creativa cultura nerjeña “Creación Abierta”, que entre otros propósitos intenta hacer partícipe y acercar la manifestaciones artísticas a la gente .Tengo editado un poemario a dos voces: Doble Cero" .Se gestó a través de faceboock con un contacto, que me lo propuso y no conozco personalmente, el poeta Xavier Verdasco . Cuenta con el prólogo del escritor y poeta Manuel Jesús Kabalcanty. También he participado en alguna publicación colectiva de la Axarquía, así como en revistas literarias de la universidad de Granada. En la actualidad, guardo un poemario, que busca ver la luz pero ya se sabe cómo está la cosa…. Semanalmente realizo un programa en la radio local, “Nerja .Cultura y sus protagonistas” donde intentamos promover la literatura y la cultura en general. Entiendo, que la función de la poesía, de la cultura debe ser la agitación social principalmente. Y no un mero “producto” para la admiración desde la pretendida neutralidad. Rebeldía con causa …
F E
Estoy cansado de luchar contra tus molinos... De desangrarme gota a gota y que no me creas. Estoy cansado de que me perdonen la vida. De que me vacilen, los mediocres que nos gobiernan, con su putrefacta camarilla. Y de los ricos nuevos sin arte, ni para sacar los billetes de la cartera. Estoy cansado, de que no me leas las entrañas, de que te vendas por nada y nos sigan lloviendo piedras. De alimentarme de la cáscaras que envuelven los frutos. Pero no me rindo...Mañana. ¿Cuándo quedamos mañana en la calle, para pintar de rojo o verde los amaneceres?
Tengo días... tengo días que no. Tengo días que si. Tengo días , que le echo el pulso, con el dedo chico, a Popeye harto espinacas. Tengo días.. Tengo días que si. Tengo días que no. Tengo días en los que me roe las entrañas, hasta el dulce ratoncito Pérez. Tengo días.... !! Búscame!! , lo mismo el día de hoy. Tienes suerte.
E H
Mentira ,como el sabor a plátano del yogur. Verdad como tu lengua dormida en mis besos. Hay noches que duermo de pie ,abrazado a los árboles. Hipnotizado por la luna. Hay días, que ando haciendo el pino para alimentarme de las hormigas. Hay madrugadas que no vomito mi nombre, porque he devorado tu carne. Hay tu sonrisa. Esa que me redime de seguir sangrando y llama a mi corazón, para que ruede montaña arriba. Entonces, no necesitamos tocarnos la llagas para creernos. Pero yo maldigo el deseo cuando ya no es bastante, para seguir la batalla entre tú yo. No, no compro el miedo de la compasión en las caricias. No, que no llegue el tiempo de las telas de araña en nuestros labios. No nos diremos palabras de amor como quienes intercambian presos. Hoy no canto canciones tristes como un pájaro malherido.. Hoy anhelo el momento desnudo, cuando tú y yo sólo somos uno. Ámame con las luces apagadas, bajo este eterno eclipse de sol.
Milagro de piel, sangre y sueños. Un mono desnudo con determinación de existir en la duda. Nos persigue la esperanza de andar erguidos. Dos ojos rasgados de vida. Dos ojos abiertos a un espacio tan inmenso que nos duele. El aullido en un orgasmo que llegó hasta la luna. Un escarbar en el barro con las manos, para desenterrar nuestros deseos y nuestros huesos. Resistir en tierra de amor. En tierra de nadie. Somos agua. Una promesa de tierra en el gran océano. Seres mágicos que sonríen, lloran y cantan. Una respiración de fuego que nos incendia el pecho. Metáfora. Una descarga eléctrica abriendo la flor de cada pensamiento en nuestra cabeza. Un embrión de hombre pájaro en el vientre eterno. Preguntas lanzadas a la cara del aire. Un estómago que digiere como puede la existencia. Somos niños, que no se acostumbran a dormir sin un beso.
Yo buscó en las palabras, una hoja de navaja. Que te corte la vena del sueño. Una bala de rabia, que explote en tu estómago. Para lo otro , ya están los otros...
Mastico tierra, dolor de metamorfosis. En estos días de humo, yo también vivo dando vueltas en círculo. Ese momento en que te sorprendes, plagiándote a ti mismo. Las palabras que se lleva el viento las devuelven las caracolas de la mar. Nadie quiere un poema triste, por eso lo mío lo escribo con una nariz de payaso. Por eso a lo que escribo se le notan las costuras y la trampa.
NATACHA GONZÁLEZ
Natacha
González es una joven escritora originaria de Gran Canaria, donde reside actualmente. Su obra tiene un carácter existencialista y trascendente con matices profundos y sentimentales que demuestran una complicidad de la autora con sus trabajos. Natacha ha tenido colaboraciones en grupos y revistas a través de redes sociales que es donde plasma todos sus escritos.
Hay ciudades que tienen esa autoridad por las noches. Los ruidos automáticos que va reproduciendo el tiempo. Esos neones sorteando espacios, algunos intentando mantener la dignidad pese a las intermitencias. Los bares que sólo despliegan sus armas a estas horas en que los niños no existen. Cada ventana apagada es una muerte, cada lámpara tenue, es otra derrota. Y aquí está la mía, entre todo este silencio que no existe a cualquier vista. Hace décadas que no escucho el lamento de los grillos… hace tanto tiempo que la luna dejó de existir.
El hombre tocaba el saxo como besando a una mujer. El brillo del
instrumento nos cegaba. Llevaba más de treinta minutos de concierto. Mi copa seguía intacta. Estaba prácticamente sola en ese bar de carretera, apenas tres personas incluyendo al músico. Debía tener más de sesenta años, delgado, dedos largos. ¿No te gusta la bebida? Una camarera se preocupaba. No la he probado Contesté casi sin mirarla. Es bueno, ¿verdad? Insistió observando la silueta oscura del músico Es más que eso La enfrenté. Era muy guapa, sonreía, la bandeja bajo el brazo. Mi padre toca en la oscuridad, no quiere salir a la luz Dijo mientras perdía su mirada en él. Un silencio rotundo tomó el bar. El estuche cegó el brillo del instrumento, el músico permaneció inmóvil. Su hija le preparó algo. Él hundió los hombros y se enterró en aquel vaso. Miré mi copa. El hielo había convertido en un charco la superficie de la mesa. Una sólida tristeza se apoderó de mí, no tenía ganas de controlarla; deseaba sentirla con toda violencia. El silencio del bar, tras la música era cruel, muy cruel... ¿Está bien? El saxofonista sonreía con la copa en su mano. Perdóneme, no sé qué me ocurre... El silencio Dijo con una certeza absoluta, una certeza que dolía. Tomó una silla sin permiso, como leyendo en mis ojos que lo deseaba. Después de escucharle… no sé, no debería parar de hacerlo. Soltó una carcajada, dejó la copa cerca de la mía. Tiene una cara muy peculiar Llevo noches sin dormir Respondí molesta. Me recuerda a alguien que dejó de existir hace tiempo Tomó mi vaso y lo vació en su copa. Ese gesto hizo que el agua bajara hacia mi falda. Me moví bruscamente, estaba helada. Disculpe Susurró mientras le hacía un gesto a su hija. No pasa nada Mentí. Qué hace una mujer como tú en un bar como éste. Para llorar puedes quedarte en casa, es menos peligroso Su tono era enfurecido, tomó el trapo que le dio la joven y comenzó a secarme de manera brusca. Déjelo, yo lo hago No logré detener su mano. Me enfrentó, estaba muy enfadado, hundió su mirada en mis ojos. Sentí como esa furia invadía mi cuerpo. Quería escapar, pero me sujetaba con fuerza. No te marches Suplicó. Me está asustando... No te dejaré marchar, esta vez no.
Vamos a encerrarnos, ahí fuera hace un mundo insoportable.
No hagas ruido al entrar, a veces la tristeza duerme.
Recuerdo que corría descalza, sentía el crujir de las
ramitas desechadas por los árboles. Me hacía daño en los pies, pero sabía que si paraba, todo habría terminado. Recorrí un largo trecho hasta esconderme en un inmenso tronco, pude entrar en el hueco astillado de su muerte. La oscuridad hizo el resto; de cuclillas, con la cara metida entre mis rodillas, esperé. La noche se entrelazaba con la penumbra de mis ojos, todo era silencio, aterrada bajé el tono de mi respiración, lo bajé y lo bajé, hasta quedar pendiendo de un hilo; mareada, aturdida. Y esas ramitas abandonadas volvieron a crujir, esta vez no eran mis pasos, y mi corazón se disparó, y el aire… y yo sólo tenía diez años.