Aquarellen 16 - Revista Literaria

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Mes 04 - Año 03 Editado por Aquarellen cultura - Coquimbo - Chile. Directora de redacción : María José Mattus Director de contenidos: Jesús De Castro Portada: Yacek Yerka - " El bosco del siglo XXI" Contraportada: Imagen de archivo


E D I TO RI AL

“Lo concreto no sirve para amueblar el alma”declaraba el poeta Vicente Huidobro en su manifiesto creacionista, la palabra que crea y construye regalando alegría al espíritu de todos los amantes de la literatura y desahoga las manos impacientes de escritores que crean mundos oscuros y dorados con cada una de las letras y oraciones que manifiestan en sus manuscritos profundos, compartiendo ideas, sentimientos e inquietudes llenando cuadernos y hojas añejas; y nosotros como canal de las señaladas afirmaciones, presentamos el número diez y seis de “Aquarellen” de la mano de extraordinarios escritores como son Francisco Javier Irazoki y José María Muñoz Quirós. Acompañan también este número cuatro excelentes poetas: Alicia Millán, Reme Álvarez, Marijose Mattus, Sandra Sánchez y Camila Valenzuela, y además el arte de Manuel Jesús Kavalcanty. Abril escritores mil, otoño marrón con nubes grises en el cono sur y tibia primavera con fragancia a flores de loto en el hemisferio norte, tiempo opuestos y similares en recogimiento, para complacerse con la fascinante lectura de “Aquarellen”. Marijose Mattus


E N E ST A E D IC IÓN

5 12

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

18

REME ÁLVAREZ

23

ALICIA MILLÁN

28 32

MARIJO MATTUS MANUEL JESÚS KABALCANTY

37

SANDRA SÁNCHEZ

41

CAMILA VALENZUELA


F RAN CI S CO J AVI E R I RAZO KI

El poeta Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 21 de octubre de 1 954) fue periodista musical en Madrid. Colaboraba en revistas como Disco Expres (bajo la dirección de Erwin Mauch) y El Musiquero (dirigida por José María Iñigo). Formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas. Desde 1 993 reside en París, donde ha cursado estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc. Como escritor, sus primeros poemarios editados fueron Árgoma (Estella, 1 980) y Cielos segados (Universidad del País Vasco; Leioa, 1 992), que incluía los tres volúmenes de versos escritos hasta esa fecha: Árgoma (1 976-1 980), Desiertos para Hades (1 982-1 988) yLa miniatura infinita (1 989-1 990). Más tarde, Irazoki publicaría Notas del camino (Javier Arbilla Editor; Pamplona, 2002, con fotografías de Antonio Arenal), el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes (Hiperión; Madrid, 2006), La nota rota (Hiperión; Madrid, 2009), cincuenta semblanzas de músicos de épocas muy variadas, el libro de poemas en verso Retrato de un hilo (Hiperión; Madrid, 201 3) y el libro de poemas en prosa Orquesta de desaparecidos (Hiperión; Madrid, 201 5). La Asociación de Escritores Extremeños y la Junta de Extremadura editaron en 201 0 y 201 2 tres antologías-plaquettes de Irazoki.


Sus poemas han sido recogidos en las antologías 23 (Hórdago; San Sebastián, 1 981 ),Anales de Trotromrotro (Haranburu Editor; San Sebastián, 1 981 ), Antología de la poesía navarra actual (Diputación Foral de Navarra, Institución Príncipe de Viana; Pamplona, 1 982), Antologia della poesia basca contemporanea (Crocetti Editore; Milán, Italia, 1 994), Poesía vasca contemporánea (Litoral; Torrelodones, Málaga, 1 995), Navarra canta a Cervantes (Carlos Mata Induráin Editor; Pamplona, 2006), Nueva poesía en el viejo reyno. Ocho poetas navarros (Hiperión; Madrid, 201 2), Abrazando esa tierra / Lurralde hori besakartuz (antología de poetas vascos publicada por GPU Ediciones; Villa María, Argentina, 201 3), Diez bicicletas para treinta sonámbulos (Demipage; Madrid, 201 3). Ha seleccionado y traducido del francés los poemas del dramaturgo, cineasta y poeta Armand Gatti incluidos en el libro Antología (Demipage; Madrid, 2009). También ha hecho una selección de los poemas de Félix Francisco Casanova: Antología poética, Cuarenta contra el agua (Demipage; Madrid, 201 0). En 201 5 seleccinó los versos de Jesús Munárriz en la antología Materia del asombro (Hiperión; Madrid). En 2011 participó en el libro-homenaje a Raymond Queneau (Cien mil millones de poemas; Demipage; Madrid, 2011 ). Durante cuatro años (2009-201 3) publicó su columna Radio París en El Cultural, suplemento del diario El Mundo. Actualmente es crítico de poesía en dicho medio de comunicación.


AU TO RRE TRATO

Lo mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas. A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo sostenerle la mirada.

LE CCI Ó N D E P ÁJ ARO S Nevaba cinco o seis veces al año. Pero era de verdad, y los prados, las casas y los árboles amanecían cubiertos del color blanco que cegaba a los caballos. Éstos rompían con sus cascos la nieve, en busca de un poco de hierba sepultada, o golpeaban con el hocico las ramas, y morían después de comer las hojas de los tejos. Los pájaros, hambrientos, les despedían con un réquiem muy delgado. Veíamos el vuelo desorientado de los petirrojos y tordos, hasta que descubrían la abertura de la vivienda. Entraban en aquel túnel y caían a un desierto de oro: el suelo del desván cubierto de mazorcas de maíz. Algunas aves llegaban sin energía para comer los granos sobre los que enseguida se desplomaban. Yo, niño pequeño, apretaba con fuerza sus bultos para fundir los hielos de la muerte, y descendía rápidamente a la habitación donde una cocina de leña caldeaba los cuerpos de mi familia. Colocaba los pájaros cerca del horno. Ardían unos troncos de manzanos y cerezos sobre los que esos pájaros cantaron el verano anterior. Los árboles cortados por el hacha de mi padre agradecían con el calor los cantos que aliviaron su vejez. Esta fue la primera enseñanza. Vi pronto la sombra, aunque blanca, y el vuelo frágil que quería esquivarla.


RE TRATO D E M I G U ARD AE S PALD AS De noche, con la sombra y el silencio de los habitantes de la casa, el reloj de pared renueva su libertad. Sus miembros se despiden y dispersan hasta casi el amanecer. Las ruedas dentadas descienden por los anaqueles de la biblioteca, mientras el péndulo arrastra con torpeza su movimiento uniforme y las manecillas navegan por el aire. Yo lo observo bien en la oscuridad, porque el daño infligido por el tiempo que mide ese reloj me ha dado las facultades de la pupila del gato. Y, confiados, los muelles se acercan al rincón donde lustro el cristal de la tapa. Cae el polvo del día, la tierra muy seca de los minutos, esa sustancia negra que depositan las horas. A medida que los rastros del tiempo desaparecen de la superficie que limpio, algunos accesorios aumentan su ligereza y energía. Es el momento en que cada fragmento vive de manera humana. Veo que las manecillas se aman o cabecean con sopor, y que las oscilaciones de la péndola regulan sus euforias y desánimos. Hoy a los muelles les dolerá la cabeza, a las maderas les llega el aroma punzante de los bosques, y las ruedas dentadas mueven circularmente una pregunta. En cuanto aparece una fisura en el horizonte nocturno, las partes del reloj se reúnen con prontitud de animales perseguidos por la claridad. Cruzan la habitación, saltan del suelo a los muebles y suben al sitio que deben ocupar en la pared. Encajan las piezas en el conjunto recompuesto y al principio traquetean con respiración difícil. Cuando las primeras luces bajan de la claraboya y se filtran entre los visillos, todos los mecanismos trabajan en su celda de fríos auxiliares del tiempo.


I N AU G U RACI Ó N D E L E XTRAN J E RO Vinieron con brío que era la prisa de su pobreza, y tuvimos que acogerlos en pensiones improvisadas. A otros más rebeldes o pendencieros los alojaron en un barracón de hojalatas al que se accedía por un puente de piedra. Allí vislumbré de noche sus cuerpos apenas iluminados. Casi todos trabajaron en oficios de vértigo para los que no teníamos coraje. Subidos al techo de una fábrica o sujetos a un poste, soldaban viguetas y tendían cables de electricidad, y su indiferencia ante el peligro aumentó la distancia desde la que los admirábamos. De dónde llegan, nos decíamos los niños, mientras los dedos índices iban de Ecuador a los círculos polares del mapamundi escolar, sin que tropezaran con unos nombres, Asturias o Extremadura, inventados para nuestro extravío. Aún creció la cautela con que los adultos los observaban en las calles, siempre desde una lejanía que les evitase su saludo y el roce de su acento. Yo los espié en las cercanías de una taberna y vi que algunos quemaban con alcohol el trecho que les impusimos. Solamente unas cuantas chicas se atrevieron enseguida a tratarlos, y nacieron amores que disgustaron a los nativos. Por fin, la muerte fue el imán que nos atrajo hacia los inmigrantes. Tres o cuatro de ellos cayeron de una altura para pájaros exóticos y se estrellaron contra el suelo de piedra. Ocurrió al atardecer, o quizá a mediodía con un cielo sucio, como si también las luces desdeñaran a esas víctimas, y recuerdo carreras de mujeres y la claridad rápida de sus velas sobre los rostros de los caídos. No hubo ceremonias ni banderas humillantes, ninguna lágrima, pero los muertos se incorporaron un poco, envolvieron en una sábana sus miembros heridos por el golpe y ensayaron la postura al arrellanarse en mi mente. Les adeudo el favor de haber manchado la pureza dañina de mi infancia.


L O S H O M B RE S I N T E RM I T E N T E S Amé, fui rechazado y desaparecí. Me abandonó una mujer que, conforme se despedía, borraba mi cuerpo. Su ausencia me volvió invisible. Acudí al trabajo, donde hice las tareas de costumbre, pero nadie pudo notar mi presencia; entré sin ser visto en los lugares concurridos de siempre. Ningún familiar o conocido sufriría por perderme, porque también mi pasado se evaporó en sus recuerdos. Encontraron mi imagen en los álbumes y sólo distinguieron un fondo de vegetación indefinida. Los amigos se acercaron a mí como si atendieran a un bloque de aire. Mi sufrimiento se apretó en una ráfaga con que tocaba a quienes me habían acompañado antes del eclipse. La soledad era pasar por debajo de aquellas ropas. Años más tarde, quise a otra mujer. Ella retuvo el soplo del que surgieron dos brazos y piernas, unos labios pegados a los suyos. Saqué mis zapatos escondidos detrás de los arbustos, y regresé despacio a las fotografías. Y, cordiales, todos nos miramos envejecidos con naturalidad.


B AÑ O S La primera vez se vieron en un país extranjero. El calor del desierto se metió en la medina de la ciudad y ya no supo salir del laberinto de una bandeja de cobre batido. A ella le apeteció entrar en las aguas de aquellos ojos. Nadó agitando los brazos con un movimiento circular, y al volver a la superficie llevaba adheridas algunas gotas azules de las pupilas del hombre que acababa de conocer. A partir de ese día se encontraron con asiduidad. Al caer la tarde, ella lo esperaba en una esquina del callejón de los curtidores. Él aparecía aún con el gesto encorvado que mantenía al dibujar sólo las cosas posadas en el suelo: sombras de cedros, cubas de cal, cortezas, arenisca. Pasaron meses recorriendo en silencio mercados de tapices de nudos. Regresaron por separado a sus tierras. La mujer puso sus pocas pertenencias en un automóvil y rodó por ciudades de idioma desconocido. Coincidía con él en algún punto del viaje. Luego abandonó las carreteras para refugiarse en un barco. Nuevas ausencias con ocasionales escalas en las que el hombre repetía sus visitas de costumbre. A veces la mujer permanecía desnuda en la fosa del velero y, pasado el tiempo, observó que los rastros de los iris del amigo en su piel habían perdido fuerza. Vino la vejez montada sobre un banco de peces. Fue también el momento en que supo que la enfermedad destruía el cuerpo y el coraje del dibujante, y acudió a despedirse. Se miraron intensamente. Ella volvió a sumergirse, como en un primer encuentro renovado, en los ojos del hombre. Estiraba y flexionaba simultáneamente las piernas en el agua. Cuando él se calló, la mujer nadaba de espaldas, sus brazos se movían alternativamente como un molino en los ojos del agonizante. Todo para absorber el azul regresado.


J O S É M ARÍA M U Ñ O Z QU I RÓ S

José María Muñoz Quirós. Ávila, 23 de febrero de 1 957. Doctor en filología hispánica por la Universidad de Valladolid, Catedrático de Lengua y Literatura. Presidente de la Academia de Artes y Letras de Ávila. Presidente Academia de “Juglares de Fontiveros” de poesía.Miembro de la Academia de Poesía de Castilla y León .Director de la revista de artes y letras “El Cobaya”. Algunos premios de poesía: Accésit del premio “Adonais”.1 990“Ritual de los espejos”(Adonais) Premio Nacional de poesía “Tiflos”. 1 997 “El sueño del guerrero”(Fundación ONCE) Premio Internacional de poesía San Lesmes, Abad. Burgos. 1 998 “El cuaderno de invierno”(Fundación Jorge Guillén) Premio Fray Luis de León de la Junta de Castilla y León. 1 997 “Dibujo de la luz”(Barrio de Maravillas) Premio Internacional de poesía Jaime Gil de Biedma. Segovia. 1 998 “Material reservado”(Visor) Premio internacional san juan de la Cruz. 2005 “Celada de piedra”(Adonais) Premio “Ciudad de Salamanca 2007.“El color de la noche”(Algaida) Premio Alfons el Magnanim Valencia 2009 “El rostro de la niebla”(Hiperión)


Al g u n a s con si d e ra ci on e s d i ch a s por l a críti ca : “Y todo reaparece en la memoria entre luces, sombras, misterios de lo evidente, niebla, desconsuelo, desolación; recurrencias a San Juan de la Cruz que tanto sabía de cosas vividas y olvidadas entre ráfagas de desmemoria diluidas en el tiempo. Es este libro aparentemente sereno. Amargo en lo hondo. Hermoso sin afeites. Es pura desnudez del espíritu” José Hierro. 2000. “Desde el punto de vista estético, la escritura de Muñoz Quirós revela una preocupación por el lenguaje y sus límites. La palabra poética, enraizada en esta preocupación, actúa como vehículo de recuperación de lo vivido. Este ejercicio de la memoria poética se asienta en el intento de llegar a lo más profundo del ser de las cosas desde las posibilidades de la palabra poética...” M. Amparo Valera Ruzafa. “Esta conciencia del tiempo, en el que necesariamente se desenvuelve la vida, se torna angustiosa. Todo deviene, todo fluye inexorablemente, el tiempo desgasta, devora, destruye. El paso del tiempo se convierte en una rueda sin sentido, en un ciclo angustioso e insistente. Ante este panorama desolador, ni siquiera consuela la esperanza del futuro como posibilidad hacia algo distinto; solo espera la rutina, lo anodino, es decir, lo idéntico así mismo a lo largo del tiempo...” Juan González Soto. “Esta poética implica, de algún modo, el conocimiento intrínseco del hombre. De un hombre poeta llamado José María Muñoz Quirós, que al cabo es conciencia y testimonio subjetivo consciente de todo lo que le rodea y vive conformando su personalidad y cultura, siendo el objeto más inmediato y principal de su conocimiento y dando sentido al mundo, de su salvación.” Jesús Hilario Tundidor. “José María Muñoz Quirós es abulense. Ha nacido, pues, entre la piedra y la sombra, entre el perfume de granito de la mística ciudad (habla el poeta en algún otro lugar de su perfume de granito de la tierra de cantos). No es un poeta solar, ni un poeta alegre. Es un poeta más bien sombrío, pesimista como casi todos los poetas jóvenes, íntimo y recogido. Pertenece, pues, más bien a la corte de los nocturnos y crepusculares poetas como son Baudelaire, Rilke, Pessoa a los que tanto parece admirar...” José María Rodríguez Méndez.


E N LA M I RAD A D E L TI E M P O J osé M a ría M u ñ oz Qu i rós

D e s ti n o Hago mi obra con la lenta vaciedad de los días. La realizo esperando un ángel en mis manos Y en mis ojos un dardo de luz para que alumbre La soledad del mundo. Hago mis versos Con la cadencia de una sombra derramada En los brazos callados, acercándose Al límite, huyendo luego. Siempre la obra Por encima del tiempo, siempre el rasgo De su quebrada línea sobre el agua.

E n cu e n tro En el azul se esconde El día, cauce libre, cauce Donde se entrañan esas horas, muere El abismo, mueres tú, mueres siempre Conmigo. En la medida de tus sílabas, Al desnudar la luz, al encenderse, Mueres despacio en la quietud Que nace en el destello limpio Del fruto de los días.


E l ve ra n o Volverรก la intensidad que azota La carne del verano. Una fuente Me crece donde puedo Anclarme en esas aguas. Pero Duele como testigo de una noche, Como el sabor de un beso Dado a una piedra amarga, Como la frรกgil mirada De un deseo que no tiene Destino, que se esparce y se pierde Al otro lado de la costa.


E n l a a cci ó n d e l p o e m a Yaces al fondo. Una línea Está escrita. Gime. Espanta tus palabras. Duda. Y en el carro del día, En el dócil camino Habita. Mece su voz Y está Cerca, con el fértil Arrobo de las horas Luminosas. Yace al fondo. Un relámpago Frágil te sostiene, oculto, En el recuerdo indómito Que escribe en los renglones Torcidos de la noche.


Vi a j e ro por e l frío Vienen Marcando el camino, La dureza del barro, La sombra Que se inclina hacia ti Y duerme En un instante derrotado.

D e scu b ri m i e n to Ahora ya en posesión De una verdad a medias. Así Nos ha descrito la manera De vivir. Estamos apresados En el cauce del agua, En el modo secreto que tú olvidas Cuando se impone la imposible Lealtad a la vida.


RE M E ÁLVARE Z

B re ve B i og ra fía .

Con mi nombre, defino lo que ando siempre buscando. Estoy en la lucha continua entre el deber y el querer; y lo escribo, lo recito y lo vivo. Nací en Málaga sin elegirlo pero me siento orgullosa de ser andaluza. No hay edad sin espejos, nazco cada día porque olvido y miro al sur esperando a que el sol se desperece. De mis logros como escritora es fácil encontrarlos en Internet pero la mayor satisfacción es que mis textos hagan reflexionar o conmover al lector. Soy el cuarenta y uno en la lista de los cuarenta principales, me siento en peligro de extinción con respecto a los de mi especie y siempre sueño con finales felices.


M i crore l a to d e l tre n Él no tenía otra manera de divertirse. Todas las tardes se evadía frente a los trenes e inventaba historias de cada pasajero. - Éste va a Madrid, se reunirá con los ejecutivos y luego volverá en el último tren, en el vagón número cuatro y aquí mismo le esperará su novia, decía en voz alta. Y así unos tras otro. Su hermana llegó a preocuparse e iba a buscarlo la mayoría de las tardes a la hora de la merienda para que le acompañara, pero no había manera aunque ella le tirara de la manga de la camiseta. De vez en cuando permanecía a su lado y él le contaba sus historias: por dónde pasaría ese ferrocarril, cuáles eran las paradas y la vida de cada una de las personas que en cuestión de segundos se había inventado. Incluso llegó a comentarle a su madre que Fernadito se estaba volviendo loco. Aquella tarde ella no lo dudó; fue a la cocina, cogió las tijeras de destripar el pescado y sin previo aviso entró en el cuarto y cortó el cable. Todo quedó paralizado, las luces del andén, las estaciones el ruido de la maquinaria y por supuesto los trenes que iban y venían por las diferentes vías. Él también, como si formara parte de aquel engranaje. Habrían pasado unos treinta años cuando los medios informaron sobre un atentado en la estación del Norte. Se levantó, cogió el teléfono y llamó a su hermana: Sé que has sido tú, ¡Maldita terrorista!


D i m e có m o m u j e r a g u a . Si no tuve que andar vastos caminos ni buscar el amparo en otras tierras no necesité huir de hambres o guerras ni troqué alas por vientos marinos. Porque obtuve visado en mis destinos puertas que cuando se abren no las cierras muertos que en paz descansan porque entierras y flores en mi alcoba sin espinos Dime tú, mujer agua, cómo puedo no sentirme culpable de tus días cuando no es mío, aunque me aflija, el miedo mi cama es cálida en tus noches frías y ante grandes conflictos retrocedo. Cómo hacer de tus lágrimas las mías.


P R E S A F ÁC I L Dejé mis brazos caer y se derrumbó mi cuerpo llenándose de fango. Ese olor me era familiar. Conocía la derrota. Los soldados sedientos apoyados en otros cuerpos con la esperanza olvidada y sólo el instinto para llegar a salvo. Yo ya sabía de esas cuitas cuántas guerras perdidas, cuántas noches en vela, descalzos, hambrientos. Alguien fumaba y me acordaba de los muertos, de los avisos en las cajetillas, con la mueca a modo de sonrisa por la desfachatez de semejante aviso. De nuevo derrotada por debilidad. El deseo inconfesable del roce. La estrategia minuciosa y solapada del traidor. Fango. Y ese olor putrefacto del orgullo gangrenado. Esta vez sólo se tocó el orgullo, mi orgullo, mi tabla de salvación. Ganaste. Un trofeo en lugar preferente. No es cualquiera quien, aún con súplica reiterada de indulto, apuntilla a la víctima mirándola a los ojos. Ganaste, cabrón. Amputé lo podrido. Portadora de bandera blanca, hoy, soy presa fácil.


S i n u e s tro g ri to s i rvi e ra . Si con las notas ajadas de mi garganta rabia pudiera parar esta barbarie de mujer sangre, si con mis ojos alcanzara a vigilar la senda que te obliga el hambre, mujer rota, a enterrar los sueños; si mis manos pudieran trenzar al hombre y al brazo acuchillar la mezquina lengua, marcar su rostro; si mi grito sirviera. Aquí nos despedimos sin el temor a Democles con el agua, el pan y el libro de los cuentos de hadas Para qué gritar si no nos oyen. Allí la duda, el peso de la espada, el fondo oscuro la falta de panes y peces y un mar de cuentos. Para qué gritar si no las oyen. Río Bravo qué cerca tu nombre de las condenas, caudal de llantos, tierra de madres, cantar de buitres. Flotan en el agua tantos nombres niñas deshechos como arderían tantos otros nombres asesinos si nuestro grito sirviera.


AL I C I A M I L L ÁN

Alicia Millán (Madrid, 1 981 ) es licenciada en psicología por la Universidad Complutense de Madrid en 2005. Ha colaborado con fotógrafos de la calidad de Sofía Santaclara alineando lo visual y lo textual en híbridos de similares conjunciones: amar, renacer, sentir. Participante en “Le Pasquín Poético” en noviembre del 201 3 (León-España), en la “VIII semana de las letras y la lectura (Rosario-Argentina) y en el Festival Internacional “Sembrar Poesía” (La Plata- Argentina), en noviembre del 201 4. En julio de 201 5, en León, participa en el recital “Dios entre pucheros” y en el “VI Encuentro poético en San Miguel de Escalada” de cuyo acto sale la publicación de la antología “Ánimula, vagula, blandula” en la que se incluyen algunos de sus poemas. En Marzo de 201 6 ha participado en “Voces del Extremo: Poesía y Raíces” (Logroño). Un archivo de la evolución de su voz poética, puede encontrarse en el blog “La belleza de los puntos suspensivos” en el que ha compartido sus textos entre los años 201 3 y 201 6. Otros de sus poemas pueden encontrase en las revistas Repoelas, Culturamas, Chispas Literarias,Ritmo (revista literaria de la Universidad Nacional Autónoma de México), Fake y en bitácoras como “El poeta ocasional”, “Crepusculario siglo XXI”, “Más palabras para olvidar”, “Insólitos” “Azul de Mar”, “Poetas S.XXI: antología de poesía mundial” o en francés, en “Seule la voix demeure”. En Noviembre de 201 5 año ha publicado su primer libro de poemas: “Los árboles horizontales”


de mĂ­ de mi mano irme como un vencejo del nido en el acantilado hacia ese vapor al sol que se escapa del mar formando su propio todo alejĂĄndose como el relieve de un pensamiento cuando se recibe una caricia (inĂŠdito)


un montón de pájaros no contrarrestan un muerto envueltos en lo humano como fetos arropados en enormes hojas qué lloverá qué nos hará crecer (inédito)

nada cuesta arropar a quien queda desnudo mientras sueña (Antología “Ánimula, vagula, blandula. Sexto Encuentro en San Miguel de Escalada”)


el ensueño invade como una mala hierba -nocomo el comienzo de la nieve de repente estás desnudo lleno de blanco y todos pisan pero ya no duele (Antología “Ánimula, vagula, blandula. Sexto Encuentro en San Miguel de Escalada”)


cuando llegamos a ser ya nada somos la pólvora inservible de la muerte he soplado las cenizas de tu cuerpo que parecían sal entre mis manos y las he llevado tan lejos como sacar del mundo un mar (inédito)

yo que nunca llegaré a ser tan pequeña como para que no me quepa el dolor yo que soy una mujer cansada quién rescatará al fuego (inédito)


M ARI J O M ATTU S

María José Mattus Aguirre ( 1 979) nació en Coquimbo – Chile. Desde niña demostró una inclinación a la literatura y a la música escribiendo pequeños poemas y ensayos de análisis musical. A partir del año 2007 comienza su incursión en radios locales con programas de cultura, especialmente orientados a la difusión de música clásica y latinoamericana apoyando a los nuevos talentos locales, hecho que le permite animar y organizar varios actos culturales, como el concurso escolar de literatura “Más allá de las fronteras de la imaginación” (201 0) además de conferencias en festejo del bicentenario de Wagner y Verdi. En el 201 4 funda la revista literaria “Aquarellen” de la que es editora. Actualmente dedica su tiempo a la docencia, la dirección de la revista aquarellen y a la gestión cultural junto a su pareja: Jesús De castro, al tiempo que trabaja en su primer libro de poemas y microrelatos.


M U Ñ E CA D E TRAP O

Jugaba el señor con sus marionetas de trapo, siempre se encargó de hacerlas blandas para que sus piernas se doblegasen ante la supuesta grandeza que ostentaba tener. Los hilos tiernos las sostuvieron por años y ellas creyeron ciegas en su firmeza. Un día esa muñeca, la muñeca de cabello color de madrugada, soltó los hilos. Despertó y abrió sus ojos de botones, que de a poco formaron una pupila esperanzada de no irritarse con nuevas visiones; con cada nuevo pestañeo un alfiler puntiagudo le hacía sangrar el corazón, cada gota de sangre había marcado las líneas de su inexistencia. Por eso sus sueños eran vida, por eso se escondía en el armario, por eso amaba los fantasmas, hijos de la astucia de algún libretista. La muñeca siguió el camino con los ojos semiabiertos, había días en que se cerraban, pero no lo suficiente para enceguecida volver a encadenarse. Los alfileres seguían clavando, pero el corazón era de trapo y su sangre se había secado.


Saludan los adioses agobiados, las cuerdas afiladas, y tú te vas dejando el podio de recuerdos vomitados por los minutos imparables. Sólo quedan algunas vibraciones de la lúgubre caricatura cadavérica, rebosada de gusanos que aplauden tu risa burlesca.

Todos los monstruos que nacen en mi razón, despiertan fuegos.


Gritó desesperada a lo que le atormentaba y le carcomía el sueño, su garganta dio el alarido desgarrado de un cúmulo de situaciones. Se desahogó en un lamento desquiciado, y comenzó a soñar con la vida arrebatada.


M AN U E L J E S U S KAB ALCAN TY

Manuel Jesús González Carrasco (Kabalcanty), poeta y narrador madrileño, ha publicado ocho libros con la editorial Bubok : "Novelas verticales: La Raza/ Otho, el inapreciable"; "En el discurrir de las cárcavas (Una antología poética y un apéndice)"; El Gran Anuro y otros cuentos"; "En el lapso cíclico de Nannar" (Poesía); "Historias desde mi cubil" (Relatos); "Breviario baladí" (Relatos breves); "Habitante abisal" (Poesía) y "Vertikalidad aproximada" (Poesía). Habitual colaborador en blogs, tertulias radiofónicas y presentaciones de libros. Miembro fundador del movimiento artístico "Poetas Vertikales 21 ". Columnista semanal del periódico "Pontevedra Viva" y colaborador en revistas literarias. Ganador del I Certamen Poético Nuestra Musa, La Camelia y accésit Premio Lírico Editorial Donbuk.


- O B S E RVAD O R D E L O S C I E L O S "....Este es tu único destino, este es tu propio destino." (Watcher of the skies. Genesis, 1972)

Se pasaba más de una hora encaramado en la duna más elevada escudriñando el cielo. Parecía no pestañear leyendo el azul, tropezando con la luna de día o con el cegador resplandor del sol. Lo hacía siempre por el día como si la luz poseyera una clarividencia que la noche estrellada pudiera confundir con sus centelleos. Luego, cuando se cansaba de auscultar ese cielo impertérrito, se dejaba caer por la ladera de la duna y volvía a su peregrinaje sin tino. Cubría su cuerpo enjuto, magullado por una erosión de cicatrices y costras, con unos harapos que apenas cubrían su pecho y su sexo. Más que andar, arrastraba los pies entre la arena sorteando los variopintos objetos semienterrados. El armazón de una lámpara, el volante de un automóvil, la pata de una silla, una quijada humana, unos viejos zapatos, un bolígrafo, la hoja amarillenta colgando de un bloc, la carcasa de un ordenador destripado...... se diseminaban entre la arena como un abigarrado granizo. Él casi nunca reparaba en nada, excepto en lo que le sirviera de alimento, y esquivaba los despojos con el único fin de poner a salvo sus pies, enfundados en unas destartaladas playeras. La desolación parecía no tener fin y la tierra árida se extendía infinita sin que un día con otro tuviera variación alguna. Por la noche dormitaba, siempre en un sueño intranquilo que le sacudía de espasmos y súbitos despertares, al socaire de una duna de amplia base para que la leve brisa que irrumpía en la noche no la deshiciera antes de las primeras luces. Vagaba en busca de algo sin saber el qué como tocado por la inercia de una existencia que sólo le impelía a andar y a andar. Preguntaba al cielo por ese pasado en donde atesoraba unos recuerdos cada vez más vagos que jugaban ya con la impronta de la fantasía y que constituían su refugio para ensoñarse un hombre sano y cabal rodeado de semejantes con los que compartir simplemente una mirada. Sin embargo, ese cielo terriblemente límpido, sin señales, arrasado por una homogénea capa de inflexibilidad, que un día fue fuego devastador impiadoso, sólo parecía emitirle mensajes de un futuro calmo tan desolador como una muerte a plazos. La demencia era la fortaleza que todos los días le ayudaba a descifrar el repetitivo mohín del firmamento al igual que el dolor de su cuerpo, el deambular sin dirección alguna, el sueño sin consuelo. El descontrol de su mente era el único aliado que le insuflaba una fe que el sol requemaba cada jornada y la luna hacía más trasparente cada noche.


Fue al poco de aparecer las primeras luces, emprendiendo un día su cotidiana caminata, cuando le pareció entrever, a través de sus enrojecidos ojos legañosos, cómo el desértico horizonte se veteaba con un azul resplandeciente. Se le antojó una de sus muchas alucinaciones pues se le asemejaba a un desplome del cielo sobre la línea del horizonte que fluctuaba con el fragor de la hecatombe; el colorido de la inminencia del desastre. Avivó la torpedad de su paso mientras el golpeteo de su corazón armonizaba su ansiedad. Poco a poco, y olvidando ese día la observancia de los cielos, se halló con un mar índigo, repleto de desechos y con un epitelio de peces muertos, que se mecía perezosamente hasta dejarse sobre la arena de una pequeña playa. Encallado en la arena, un barco pesquero oxidado ofrecía su sombra a una figura humana que miraba el vaivén del mar sentada sobre la arena con los brazos apoyados sobre sus rodillas. Lagrimeando de emoción, él se acercó con todo su empuje a la persona, ayudándose con las manos para imprimir más velocidad. Era una mujer. Sus pechos desnudos, caídos hasta cerca del ombligo, le redescubrieron una sensación que tenía olvidada. - ¡Hola! Gritó cerca de ella, tratando de sonreír y sorprendiéndose del timbre de su propia voz. La mujer le miró despaciosamente y le hizo una seña incoherente, después siguió clavada en la balsa ponzoñosa del mar. La brisa marina traía un hedor insoportable a podredumbre. - Creo que me llamo Turmo -dijo él, poniéndose junto a ella a la sombra del barco. La mujer volvió a mirarle de frente unos segundos y, sin pronunciar palabra, regresó a su observación. Tenía los ojos claros, enrojecidos y secos como él, y un cabello largo y enmarañado sujeto con una cinta de cuero. Llevaba puesto un pantalón corto deshilachado sobre unas piernas huesudas y bronceadas hasta la negritud. De espaldas, los dos cuerpos, eran un montón de pellejo y sobresalientes huesos. - Espero que la respuesta venga por el mar -farfulló ella desde su boca casi desdentada. Él también se puso a escudriñar el mar y el cielo brumoso que techaba la lejanía de las aguas. - Yo hasta ahora sólo observaba el cielo. -añadió él, pasando su brazo sobre los hombros de ella. La mujer se volvió hacia él ligeramente y, tras unos instantes, le enlazó su breve cintura. Después siguieron mirando al mar, apoyadas las cabezas entre sí y esbozando frases por el mero hecho de escucharse tras mucho tiempo.


- AP O LÍN E O -

En el fiel de la balanza, acróbata en la equidistancia, en la espesa mesura abrazado a un silencio a dos voces del extremo. El tuétano enfermo que huye el plenilunio, que se evacua sin irse, que se intuye en un palpito que siempre se espera, que dice que dijo cuando escampa, tras el después de los despuéses, cuando la nada enrasa.

- D I O N I S I ACO -

Besa con furor, yéndose por sus desconchones, pintando sangre en el labio carnoso que titila brillos en el ojo de la noche. Desde su lecho, su féretro profanado de lomos abiertos con páginas ahumadas con la tintura del vino, narra su orgasmo siguiendo la pulsión de la vena enraizada al goteo de su semen. Afirma descarado, con forzado ímpetu, atesorando la risa, cuando el Concilio de Sobrios muestra las certezas en un témpano de hielo con espumillones adosados.


- G AM E O VE R -

A la chepa del viento nos encaramamos desnudos cuando cerramos los ojos tras la persiana del último día. Oscilaban los despojos del mar y una constante que silbaba desde la veleta quebrada erguida sobre los escombros. Nos besamos despacio, apretados los párpados, con las manos atornilladas a las espaldas de cada uno. No nos dijimos nada, nos ceñimos para fusionarnos cuando un prepotente invierno escarchó nuestros labios.


S AN D R A S ÁN C H E Z

SANDRA SÁNCHEZ Oviedo (Asturias), 1 971 . Licenciada en Derecho. Finalista del II Premio Internacional de Poesía Jovellanos 201 5. Finalista del II Certamen Umbral De La Poesía de Valladolid 201 5. Ha publicado poemas en las revistas literarias “Anáfora”, “Estación Poesía” y “Maremágnum”; así como en otras publicaciones digitales dedicadas al género poético. También colabora en otras revistas literarias como Zoque, con poemas y microrrelatos. Publica habitualmente sus microrrelatos, poemas y aforismos en el blog: www.letricidiospremeditados.blogspot.com


AQU E LLA F O TO

Tan concentrada estabas sentada en aquel banco que a no ser por el leve movimiento de tu mano al escribir, hubiera jurado que la piel se te volvía a ti marmórea. Ensimismada en tu libreta, no oíste el click impertinente que te inmortalizó -serena- en la imagen. (Como una reliquia, venero aquella foto desde entonces.) La miro, y me imagino siendo yo la destinataria de tus cartas y tú la que firmas cosas de esas tan ridículas -pero sentidas- que se dicen los enamorados: un poema, una frase dedicada o simplemente copiando con exquisita caligrafía mi nombre como un mantra... Caigo entonces en la cuenta de que en esa imagen que de ti guardo no puedo ver tus ojos, contemplar el color que tienen, la forma en que los cincelaron al nacerte, que aunque los intuía verdes mi certeza estaba todavía en ciernes y que esta duda se convertía día a día, más en tortura que en deleite. Busqué remedio al sinvivir desafiando a la física de la realidad: cerré mis ojos, traspasé espacios, extendí mi mano, llegué a tu barbilla y elevé tu cara suavemente. Entonces tú - inexplorado continente aúnmás extrañada que asustada, me dijiste en un susurro: “verdes, ¿qué esperabas?” Y yo- aliviada- respondí:

“¡lo sabía!, es más… lo deseaba"


RE S ACA Hoy es el primer día de la peor reseca de mi vida; ya ves, un miércoles cualquiera. Esta noche te he mezclado con las mariposas de mi estómago y me he bebido a morro cada uno de tus besos. Todo contigo fue más de la cuenta. En estos momentos mis sentidos nublados no responden a las horas del día, la cabeza me da vueltas y todo gira alrededor de tu nombre atravesado en mi garganta. (Qué mal sienta, a veces, la pasión así, de un tragoQ) De la cama, hoy, ni me muevoQ en mi sangre, darías positivo.


I D E N TI D AD E S “Naricilla respingona y un cuerpazo de escándalo, súper cariñosa”. Así reza en el anuncio por palabras del periódico local. Sus vecinas del barrio la llaman despectivamente “la cubana”, ésas que la miran por encima del hombro cuando ella pasa a su lado mirando al suelo. Adriana Silva, es el nombre que consta en los papeles falsos que guarda en la mesilla de noche. Su compañera de piso la llama simplemente Adriana, las de la noche “la Adri”, así, dicho con cariño y un guiño de complicidad. En las cartas que envía todos los meses a su hijo, firma sólo “mamá”.

RI G O RE S Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd, justo después de arrancarle de la mano casi agarrotada, la llave que abría la caja de caudales. No soportaba ver cómo le iba poseyendo la misma rigidez que ya en vida, encubierta de austera rectitud, había sido férrea y rayana en el maltrato. Ni siquiera nuestro hijo ablandaba su carácter desabrido y de exagerada cicatería que nos había llevado a sufrir penurias económicas más propias de otras épocas. Finalmente, el rígor mortis llegó puntual en el vagón de pino más barato mientras nuestros sueños, los míos y los de mi hijo, volaban ya, en rigurosa primera clase.


CAM I LA VALE N ZU E LA LO E ZA

Nació el 6 de marzo de 1 987 en la ciudad de Coquimbo, Cuarta Región. Licenciada en educación y egresada de la carrera como docente en Castellano y Filosofía de la Universidad de La Serena en el año 2009. Después de siete años de actividad docente en tres establecimientos educacionales, ejerce actualmente en el Liceo José Tomás de Urmeneta de Coquimbo. Su inspiración poética nace desde temprana edad, y todas sus composiciones basan en hechos cotidianos, naturales, de la sociedad y contingencia principalmente. Asegura que lo que mueve al individuo en su universo, es la conexión que establece cada uno, con su conciencia y el espíritu, independiente de su religión o procedencia. El amor por otra parte, es un mediador, un artefacto. La felicidad surge, cuando uno verdaderamente está dispuesto a reencontrase con ella. Jamás dependerá de nada ni de nadie, solo de uno mismo y la circunstancia. Entre algunas de sus obras podemos mencionar (por orden de aparición): “Voces de un nuevo sueño” (2009), “El Espejo” (2011 ), “Ocho Patas” (2011 ), “Un abril sin enero” (201 2), “La Ciudad sin suerte” (201 2), “Pasos sobre mi” (201 2), “Individuos” (201 2), “Hay que escribirse” (201 2), “Siempre sí” (201 3).


M asoq u i sm o Se busca en unas fotos para encontrarse y halla un cabello noble que no es de ella las fechas se van borrando inconfundiblemente como la lava insolente que se destella escribe cartas inventadas en alba amena y resucita de la desgracia con entereza el escalón que no ha bajado endulza el paso zigzagueante de la desdicha levanta el vuelo de una cobarde sin prisa, por amar a sus recuerdos primero, y aunque esté en diciembre o enero, no deja en paz a la humeante ceniza de un abrazo enredado en el pasado, que sangra en su pecho y se desliza...

Au n q u e n o l o cre a s Qué fácil se evapora este licor sigiloso en un carnaval estéril, entre amores tortuosos y lo que se forjó como un lazo estrecho de diáfanos sentimientos, hoy solo son grilletes, que sacan el cuero y lo destrozan El cañizo se apodera de cada hueso, hoy no hay sábanas y siempre sí, un humo espeso, que rebana las mañanas de un amante, que se enamora del recuerdo irresponsables de la locura, que alguna vez llamaba sueño hoy se ha convertido en la tortura, en la que me he sumido, de amar incansablemente, independiente y frágilmente, aunque no me sea permitido.


Te cu e n to u n cu e n to Se está terminando nuestra historia la que te contaba desde hace un tiempo donde no hay caminos recorridos ni peces olvidados el puente se nos ha cortado lo desmantelamos con el viento las flores se nos han caído similar al polvo en el desierto el invierno no me sabe a nada ni el sol se nos ha gratinado en los labios escasos, en la sangre apolillada en la inmediatez de la nada, en la ausencia de ti Se me está terminando la pólvora no hay fuegos que desatar ni manos acariciadas ni universos infinitos, ni cobras desarmadas solo nos queda el punto y aparte la hoja en blanco, el engaño...el reloj Éste que te habla, lo creaste tú, con una sombra caprichosa la del personaje, la del que tiene más vidas que un gato, si soñaste una vida, y una vida la soñaste mejor prefiero en la muchedumbre perderme porque la soledad no es peor, que contarte, porque contarte es puro cuento, y vivirme es encenderme, como una fogata en el silencio...



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