Mes 11 Año 03 Número 35
Editado por: Aquarellen cultura Directora de redaccíon: María José Mattus Director de contenidos: Jesús De Castro Portada: Fotografía de Fernando López Guisado Contraportada: Martín Waldbauer Poemas visuales: 1 Sergio Elías Torres 2 Ishimoto Yasuhira 3 Kyle Thompson 4 Kyle Thompson
EN ESTE NÚMERO
FERNANDO LÓPEZ GUISADO ÁGINA 10 P MIGUEL VEYRAT ÁGINA 18 P FRANCISCO CASTAÑÓN ÁGINA 28 P JOSÉ LUIS IBÁÑEZ ÁGINA 36 P MARISOL SANTIAGO ÁGINA 46 P
PORTADA
La fachada de aquarellen del mes de noviembre, es
una fotografía de Fernando López Guisado, un entrañable amigo, quien además de poseer el talento literario para versos y cuentos, demuestra una genial versatilidad captando imágenes, que por sí mismas, son estrofas coloridas. La rosa deshojada en el pavimento descansando en el gris urbano, manchado de historias es, en sí misma, una copla rescatada por un lente fotográfico.
EDITORIAL
La expresión a través de las letras es una declaración concreta de nuestra existencia como seres creadores y manifestadores de sentidos claros, que nacen de los pensamientos y divagaciones propias del cuestionamiento. Los sentidos alimentan las manos que delatan nuestra esencia natural, que necesariamente debe exhibir en símbolos el espíritu, la alineación de nuestras energías que equilibran la naturaleza del ser pensante, del humano. El conocimiento de las verdades eternas, nos delata como hombres y mujeres hechos de naturalezas e ideas que sostienen el camino que intentamos demarcar, para que otros puedan utilizar como puente, las letras que explayamos en líneas largas y cortas, como sombras reflejadas por nuestro fuego. Esta prexistencia de almas debe ser superior a la razón de las verdades eternas. Así con la idea de unión, existencia y verdad, editamos el número 35 de aquarellen, a semanas de finalizar el año 2017 y con la esperanza de continuar con los mismos propósitos para tiempos venideros. MARIJO MATTUS
FERNANDO LÓPEZ GUISADO
Fernando López Guisado (Madrid, 1977) Escritor, crítico, agitador cultural y técnico en radiología. Ha publicado en solitario: Aromas de Soledad, El Altar de los Siglos, Porque nunca fue suyo, La Letra Perdida (finalista del premio de la Asociación de Editores de Poesía 2012, 2ª edición 2014, edición ecuatoriana en 2015 en El Quirófano Ed.), Rocío para Drácula (premio de la Asociación de Editores de Poesía 2014) y el libro de relatos Montaña rusa. Aparece en numerosas antologías de relato y poemas. Jurado en diferentes concursos de ámbito internacional, asesor literario, colabora además con diversos medios culturales y editoriales. Conduce la bitácora Buenas Noches Nueva Orleans.
NOCHE DE MIEDO —Idus de octubre— ¡Bú! ¡Disfrutad de la fiesta! ¡Poned una peli de miedo! Recordad recoger, en honor de nuestras ánimas, las calabazas que brillan, los besos perdidos en el tímido crujir de manos que se chocan al buscar palomitas y el grito en la butaca. ¡Oh risa! Dulce monstruo que no hieres. La vida otorga gran ventaja al llanto. ¡Fuera culpa! ¡Disfrutad de la fiesta! Naced, de los recuerdos, un fantasma. ¡Bú!
DERIVA Largo camino a Ítaca y Penélope no espera; sueña su propio viaje a un nuevo mundo sin ti. Regresar a ella es regresar al hogar del Sol Poniente, al anhelo sordo, inútil, de haber sido Ulíses y no su espectro mudo entre opción y memoria.
STENDHAL BY THE SEA Asumo que este será un poema poco profundo porque ando de vacaciones en la costa, aunque hoy ruja tormenta de verano. En otro lugar, quizá no lejos, alguien no tendrá su mejor día: se le averió el coche camino a esa cita importante que cambiaría su suerte, o perdió a un ser querido y se ducha tras el entierro. Puede que su hogar sea el banco de un parque o recibiera una noticia trágica: el diagnóstico de una enfermedad que deje poco o demasiado dolor hasta despedirse. Quizá, sin ponerse dramáticos, tenga gripe o conduzca hacia una larga y tediosa noche de trabajo en agosto mientras yo me he detenido en un síndrome de Stendhal ante la lluvia sobre el mar. La playa desnuda de bañistas y olas, las palmeras meciéndose como mimos entumecidos al marcharse el público.
Se encharcan con furia tumbonas y terrazas vacías, las tiendas y bares cerrados antes de su hora porque aquí la vida se presenta tan engañosamente simple como para depender en apariencia sólo de la bonanza turística. Parece que no exista ese mundo que me atrapa con sus montañas y bosques como gigantes dormidos. Su vuelo gris y paciente más allá de mis ojos pensando en ti mientras llueve sobre el agua.
VIENNA Ahora que acaba el mundo, ignoras qué decirme y la ciudad recuerda vacía lo que no pudimos ser, regálame otro perfume que no apeste a desprecio. Aunque no hayas visto la película, cuéntame una mentira: que me esperas y me quieres. Como en «Johnny Guitar». Gracias. Muchas gracias.
ANTIFAZ DE LUZ Al dormirse mis hijos me nace un nudo triste que se pregunta cuánto queda de contar cuentos y se los crean.
MIGUEL VEYRAT
Estudió en su juventud en las universidades de Barcelona y Navarra, ampliando estudios de postgrado en las de Cambridge y Sorbona. Alcanzó gran renombre en España entre 1960 y 2000, considerado como un joven maestro del "Nuevo Periodismo" en todos los géneros, especialmente reportaje, crónica, columna y entrevista de fondo. Desempeñó misiones como enviado a diferentes partes del mundo, destacando como corresponsal diplomático permanente para diversos medios —entre ellos "Nuevo Diario" y Televisión Española,2 en París, Ginebra, Rabat, Argel, Roma, Londres y Dublín. Dedicado por completo a la literatura a partir del año 2000, su poesía ha sido definida recientemente como "La luz hecha canto" por el profesor de la Universidad de Salamanca y crítico del diario ABC de Madrid Luis García Jambrina. Sin embargo, como ha estimado Ángel Luis Prieto de Paula, catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante y crítico de Babelia en el prólogo a la edición de La puerta Mágica. Ha publicado numerosos libros de poesía, narrativa, periodismo y ensayo, siendo asimismo muy variada su actividad como conferenciante y profesor fundador de la primera Facultad de Ciencias de la Información del Estado Español en la Universidad Complutense.5 Destaca entre todas su obra poética a la que ha podido dedicarse exclusivamente tras la jubilación forzosa como periodista y que se caracteriza por una drástica independencia de cualquiera de las corrientes o "familias" que coexisten en el panorama literario español; ha sido traducida a varios idiomas y forma parte en la actualidad del currículo de los estudios de filología española en distintas universidades europeas. A pesar de su ausencia voluntaria en todo tipo de concursos, cucañas y premios literarios, sus compañeros de ACETT (Asociación Colegial de Escritores y Traductores, de ámbito estatal) concedieron en 2007 el Premio Stendhal de traducción a su labor. Forma parte entre otras Antologías de la selección "25 poètes d'Espagne", que reunió a los poetas españoles más significativos de los últimos cincuenta años y se publicó en Francia en 2008 ("Inuits dans la jungle"). Actualmente trabaja y vive entre los acantilados gaditanos, frente al mar de Trafalgar. La palabra poética de Miguel Veyrat persigue el pluralismo esencial de la voz humana, liberándose en cada caso del sentido único que sucesivas glaciaciones religiosas y políticas de la historia del pensamiento han encadenado a los significantes propios del arte y las literaturas. Se ocupa así, a través del diálogo entre culturas e inmerso en una intensa vitalidad lírica, del abismo, de la ausencia de amor, libertad o igualdad, y del absurdo de una vida entregada a la muerte que puede alcanzar su redención en la poesía.
EROS, OTOÑO Y JUEGOS DE NIÑOS Ars totum requirit hominem Anónimo Apotegma alquímico
Sacrifiquemos de nuevo a una de las artes que inventó el hombre para acercarse a la luz desde lo que tenía más próximo a él, la Naturaleza: El solsticio indica el cambio pero en la Alquimia la obra, el opus alchymicum, se cumple en el equinoccial otoño —Vindemia Hermetis— y al parecer resultaría tan fácil para sus adeptos como un juego de niños. Del pensamiento de los sabios alquimistas proceden la mayor parte de las proposiciones no racionales atribuídas después a Cristo, a los gnósticos, sufíes, cabalistas y a todos los creadores y organizadores de ritos supersticiosos, y están —al contrario de lo que suponen los grandes inquisidores de todas las religiones— caracterizadas por sus ardidos creadores como ludus puerorum. La alquimia no sería pues sino juego de niños con el que el hombre intenta acercarse a lo que presiente que es él mismo como hombre por entero. Como la poesía. Recordemos ahora, en el mismo sentido que hemos indicado de una u otra manera a lo largo de los distintos artículos que convertidos en capítulos nutren este libro, que para hacer poesía como para traer al mundo cualquier arte basada en la imaginación y la emoción, hay que tener tan sólo el alma limpia —aunque se encuentre dolorida— y trabajar con la misma ingenuidad que un niño. Sin embargo, por mucho que profundizáramos en viejos textos y tratados que pretenden normativizar el comportamiento humano —y sobre todo controlar sus emociones—, desde “Los Vedas”, “ El Libro tibetano de los Muertos”, “La Biblia”, la “Aurora Consurgens”, “Las Leyes”, la “Tabula Smaradigna”, “El Corán”o la “Imitación de Cristo”, no encontraríamos sino fórmulas viejas que en nada sirven para entender algo acerca de lo que en realidad el hombre espera de su encuentro con la Naturaleza. Hace siglos que los dioses dejaron de ser intermediarios entre ella y los humanos, y no tan lejanos los tiempos en que las leyendas equivocaban a los buenos poetas que ingenuamente creían que la claridad “de arriba viene”, antes de decidirse a buscarla individualmente y a pecho descubierto en su conciencia alimentada por las propias emociones.
La claridad, si ésta es posible, nace de la conciencia del hombre elaborada duramente al acecho de alguno de esos “momentos” o pactos aurorales que suceden a menudo una sola vez en la vida de una persona —o muchas, si tal individuo es afortunado y ha aprendido a no creer en repeticiones de consejas y proverbios. A tal efecto nos dice el gran Virgilio que fácil es el descenso al Averno/, pues noche y día está abierta la puerta del negro Plutón,/ pero volver sobre los pasos, hacia arriba y al aire,/ es duro trabajo, duro esfuerzo . Cierto, todo está abierto en la Naturaleza, sobre todo las puertas de lo que se ha dado en llamar “el mal” por parte de quienes quieren que el “bien” consista en que obedezcamos las normas que se han esforzado en dictar; pero la filosofía —y muchísimo menos su madrastra la Metafísica—, no son ciencias; tampoco la Alquimia, por mucho que admiremos la belleza simbólica de sus prácticas, ni cualquiera de las formas conocidas de pensar el mundo aunque nazcan de la apertura del asombro ante su presencia y pretendan convertir el limo en brillante latón o en dorada Aurora, al hombre en “santo” o su ánima en espejo de perfección . Buenas y productivas razones habrán podido tener a lo largo de la historia los mixtificadores, clérigos y demás monederos falsos para saber que alguien tenía que inventar ciertas guías para ordenar y explicar el Caos heredado por el hombre de su Madre Natural, que actúa donde, cuando y como quieren sus fuerzas incontrolables. Establecieron la represión como norma fundamental para dominar y dirigir la filiación honda y espontánea del antiguo primate predador, que un buen día se pusiera a pensar en pie y en alta voz para elaborar su conciencia… a costa de duro esfuerzo en el encaminarse hacia arriba desde su humilde nacimiento en el corazón del cieno —del que muy bien conocía la esencia fray Juan de la Cruz al escribir su “Canción del alma”, si pensamos que la luz le entraba a raudales por una trampilla abierta en el sobrado de su celda de la Santa Inquisición. La conciencia, una vez formada en ese volver sobre los pasos, hacia arriba y al aire puro y fresco, invita a establecer un pacto en el momento tan bien descrito por Isaías en su oráculo sobre Edom o cuando la simbiosis entre luz y sombra se produce al mediodía, en el instante en que Cénit y Nadir abrasan toda duda e invitan a volver a empezar, a enhebrar el camino calcinado hacia la claridad por esa siempre angostam viam —dicho sea abarcando todos sus significados— que lleva a la transparencia. Pero dar carácter normativo a esas metáforas, por muy hermosas que nos parezcan,
por más que nos hagan soñar e inviten a ser recorridas por nuestro
pensamiento —o aún peor, adoptar la doctrina desde la que han nacido para servir a su propia causa inventada—, sería no un duro sino un definitivo y estéril vano esfuerzo. El momento auroral nace en el corazón del hombre libremente y en cualquier ocasión, sobre todo cuando, como querría Lev Vygotski, pensador del carácter colectivo del lenguaje, el individuo halla su propio espejo en los ojos y el espíritu de otro y, sin convertirlo en objeto, lo adopta fraternalmente . El poeta nunca hace poesía para sí mismo, recoge —para reflejarlo a su vez— lo que reflejan los espejos que duermen en el lecho de los mares sirviendo de almohada a los marinos muertos al inclinarse peligrosamente sobre la borda para escuchar el canto de las sirenas; el único canto, del que nos privó Ulises al tapar con cera los oídos de sus tripulantes y guardar su música y su sentido para sí, que podría contener alguna verdad pues procede directamente de los orígenes del rugido de la mar entre las rocas y el gritar del viento entre las vergas, del crujir de las cuadernas de las frágiles naves sobre las que el hombre siempre ha trabajado para embarcarse y conocer qué hay más allá de nada. Los poetas hemos acechado aquél eco de modo incansable desde el inicio de la mente intentando recuperarlo y comunicarlo para traducirlo a palabras. En ese intento puede que el poeta encuentre y transmita la dulzura de los versos de Bécquer a Julia Espín —vano fantasma de niebla y luz—, o la utilización mágica por el Dante de su Beatriz, o acaso el oro que creyó descubrir a cada momento Petrarca en su Laura; pero también muy probablemente la carroña que Baudelaire, Jouve, Manrique, Nerval o Poe sabían muy bien que constituía, en el fondo, el reflejo del ser del objeto amado, hecho de la espesa color verde de la podredumbre —aunque ésta sea en nuestra alquimia color de vida, con toda razón— única fuerza que en la Naturaleza crea, biológicamente hablando. No en vano es un cuervo quien administra la monótona respuesta a las dudas del propio Poe, que en su inmenso poema “The Raven” confiesa que no sabe encontrar las puertas del pacto con el alba, la luz que conduce hacia arriba, al aire fresco, a su Leonor al fin y al cabo, y supone que los ruidos que escucha sonar son sólo eso, y nada más: un rasguño de uñas, rumor de cortinas, un visitante esperando en el portal al abrirse las puertas de par en par y ver sombras nada más. Cuando el poeta quiere creer en lo imposible, susurra: Leonor… pero vuelve a dudar y pregunta conmovido una vez más al Centinela de Edom, testigo privilegiado del Nachtseite, del misterio del alba, el lado oscuro:
¿Cuál es tu tétrico nombre en el Erebo infernal? Isócrono, repite el cuervo: Nunca más. De nada sirve decirle al diablo alado que calle para siempre, que respete nuestra soledad, que quite el pico carroñero del pecho y su sombra del portal, pues el negro cuervo continuará graznando obstinado su conseja, encaramado al blanco busto de Palas que hay en el portal, y su sombra se despeñará como un aura fantasmagórica. Mi alma —termina Poe, ya convencido y seguro, su poema— de esa sombra que allí flota, fantasmal, no se alzará…¡Nunca más! No busquemos pues voluntariamente las sombras, poetas, pues que las llevamos con nosotros y ya se encargarán ellas, desdoblándonos, de seguirnos o adelantarse a nuestros pasos según el ángulo en que se oriente el conocimiento; y si lo hacemos, sepamos que sólo son aquello que oculta la realidad más inmediata al interponerse nuestro cuerpo a la luz. Alcemos nuestras tiendas decididamente en el claroscuro de la incertidumbre, cuando todo es luz y sombra al mismo tiempo. Ya el cruel Aristófanes nos dejó dicho que En el seno de los abismos infinitos del Erebo, la noche de alas negras, antes de todo, puso un huevo fruto del viento. De este huevo, pasado el tiempo, salió el deseable eros . La noche de alas negras vuela, aunque sea un sólo instante, a la par del día. Una sola vez, pero Nunca Más. Y el deseable Eros a menudo no resulta fácil de desvelar e integrar a plena luz. Hallemos el modo de pactar con las auroras que sobrevienen a cualquier hora del día o de la noche sin momentos sobrenaturales, por más prestigio que luzcan los consejos encerrados en viejos palimpsestos, por mucha norma que nos hayan transmitido las distintas paideias que han querido organizarnos para hacer imposible que pensemos y sintamos por nosotros mismos, pues que pensar supone descifrar aquello que sentimos. Pactemos solamente con nuestro auténtico padre Eros como intermediario. Debemos recuperar ese pensamiento que nace antes de la castradora dialéctica, antes que la razón discursiva empiece a operar con su reloj despiadado de razonamientos normativos en rosario, sólo útiles para organizar la ficción.
Recuperar el vibrato de la emoción cuando se encuentra con el lenguaje y se reproduce en palabras, a menudo sin sentido aparente, es la misión del poeta. Y transmitirlas a otro, ya esté su espejo situado de cara a nuestra mente o buscando la posición adecuada en la forma y la postura necesaria —como idioma, signo, color, espacio o sonido— para que pueda alcanzarlo cómoda o duramente allá donde se encuentre: Siempre, siempre hacia arriba, y al aire puro. Siempre más allá. Más allá de nada, en el canto cierto. Lejos del griterío de los actos repetidos de modo inane por la experiencia y más distanciados todavía del silencio de la muerte significativa del lenguaje, dejando que hable la palabra misma: no su sentido sino su ser enigmático y precario. Por último, y en otro orden de cosas mucho más cercano, pues ya es hora de ir cerrando estas páginas, quiero aclarar a quien desee deducir —hay quien ya lo ha hecho—, algún significado esotérico del hecho de que sean trece los capítulos que contiene esta colección de pequeños ensayos al creerme subyugado por lo mágico, que su número ha resultado ser absolutamente casual y solamente corresponde a las veces que he tomado la pluma para intentar poner en claro porqué yo escribía poesía, con la esperanza de que pudiera servir a alguien más, a pesar de considerarme un ignorante —como ya planteaba doliéndome con mi venerado Horacio en las guardas que abren este libro. En cada una de esas trece ocasiones he intentado narrar con normalidad y sencillez, puede que no del todo alcanzadas, el modo en que recurrimos a la palabra poética para que acompañe la vida del Yo, pues se trata de ser, de existir, mientras que a veces se desliza el miedo de ya no ser o de ser menos —incluyendo el ser carnal—, y entonces todas estas experiencias se trasmutan en poesía junto al viaje cauto o franco hacia ese otro, que para mí no es otra cosa que lo abierto, como deseaba Rilke. ¿Abierto a qué o hacia dónde?, ¿Al abismo, elevado y constituido por el cosmos, los astros, el mismo cielo estrellado de los poetas, el espacio que cruzan las aves y “las almas puras” o por el contrario al abismo interior de angustia tan semejante al Aqueronte evocado por los clásicos, pero donde los poetas penden de la experiencia agónica que consiste en mantener el difícil equilibrio entre el peso del plomo de su conciencia y la ingravidez del vuelo —equidistante del amor y del dolo, como sentía la gran poeta portorriqueña Julia de Burgos?. ¿O bien al mismísimo canto, ese “abierto” que por su parte la humilde mística anarquista Simone Weil llamaba “la gracia”, oponiéndolo a la gravidez? .
Debo reconocer, para terminar, dos cosas, la primera es que no me extrañaría nada que aquello que de verdad representa lo que he llamado lo otro, la realidad exterior, no sea en definitiva sino un espejismo y que la única certeza consista en el deseo —como diría Cernuda— del propio poeta por poseerla en el momento que se une a la palabra propia que intenta satisfacerlo: El deseable Eros, que sería en definitiva lo único real para nosotros, la ausencia de fronteras. Eros mediador e inseparable de la mediadora belleza. La segunda cosa resulta consecuencia de la anterior: Que tras hablar tanto del otro pudiese reconocer acaso en mí mismo ese plural que habita en mí, a menudo ignorado, y saber que a fin de cuentas nunca podría dejar de ser Yo, aunque quisiera, sino otro más de modo irremediable. Siempre con el canto presto en la garganta, eso sí, como puente o ala para intentar modularlo con la lengua y el aliento, para después, trabajosamente, trasladarlo al signo y ser entregado. Gratuitamente.
Miguel Veyrat
(Epílogo de ‘Fronteras de lo real’, Calima 2007)
NOTAS AL PIE
1 “Eneida” VI 126129. Trad. M.V. 2 Nélida Piñón, poco antes de recibir en Premio Príncipe de Asturias, declara al diario “El País” (201005, p. 35) que <<el arte surge de la visión del mal, pero también de la compasión, de la angustia y de las injusticias>>. 3 El cineasta espiritualista ruso con pretensiones de poeta Andrei Tarkovsky, afirmaba que “necesitamos el arte porque el mundo es imperfecto”. Muy lejos de esa opinión, creemos que el arte nos permite adivinar y sacar luego a la luz todo lo maravilloso que el Mundo oculta. Como siempre lo ocultará a quienes se aproximen a él con intenciones de “trascenderlo”. 4 Isaia XXI, vers. 1112: “Dadme voces desde Seir: Centinela, ¿Qué hora es de la noche? El centinela dice: Viene la mañana y también la noche. Preguntad si queréis, volved a venir.” (Ver sobre el mismo tema los Cap. II, “La Voz de los Poetas” y VI, “Formas de conocimiento en la voz de los poetas”, Material de dudas y sin razones para una ética poética de la tolerancia”) 5 Sentimos hoy sus admiradores que transcurrido más de medio siglo después de su muerte, Vygotski —que fue perseguido en la Rusia estalinista— no haya podido ver confirmadas sus teorías con los descubrimientos del equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma, acerca de las “neuronas espejo” que hacen precisamente que el individuo se ponga “en el lugar del otro”. Algo que los seguidores de Vygotski, como el malogrado Angel Rivière, estudiaron en psicología como “Teoría de la Mente”, sin sospechar que su hipótesis podría ser respaldada algún día por una realidad neurobiológica. 6 “Las aves”, 695 7 “La pesanteur et la grâce”, Librairie Plon, Paris 1947
FRANCISCO J CASTAÑON
Francisco J. Castañón (Madrid, 1961). Escritor y periodista. En la
actualidad dirige la revista digital ‘Entreletras’ y es redactor del periódico ‘Estrella Digital’. Hasta 2012 fue responsable de comunicación de la Fundación de Derechos Civiles. Durante cinco años (20062011) coordinó el seminario ‘La Justicia como Fuente Informativa’ en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Entre 1991 y 2002 fue portavoz de diversas entidades. En 2013 fue elegido Socio Bibliotecario de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid y presidente de la Sección de Literatura de dicha institución, responsabilidades que ocupó hasta 2015. En la actualidad es miembro de la junta directiva de la Asociación de Escritores de CastillaLa Mancha. Ha publicado varios poemarios: ‘Fuenfría’ (Verbum, 2004), ‘A cuenta del Albur’ (Visión Libros, 2010), ‘Las horas indultadas’ (Verbum, 2011) e ‘Identidad’ (Vitruvio, Colección Baños del Carmen, 2016). Entre sus trabajos sobre historia y crítica literaria destacan: ‘Jovellanos y la poesía del siglo XVIII’, ‘Los libros de viajes en el Siglo de las Luces’, ‘La Francia de las tres bohemias’, ‘Lautréamont, entre la historia y la leyenda’, ‘La sombra de Maquiavelo en Carlo Goldoni’, ‘Juan Ramón Jiménez, escritor de epístolas’ y ‘Humanistas y científicos en el Ateneo de Madrid’. En 2016, junto a los periodistas Joaquín Vidal y Eva Díaz Arévalo, publicó el libro de actualidad ‘Diccionario de la corrupción’ (Ed. Nostrum). ‘Escrito adrede’ es su blog personal.
Un millón de dólares “No puedo seguir con mi propio juicio.”
Allen Ginsberg
Necesito un millón de dólares y un Ferrari Testarossa como el que anuncian en el periódico de la mañana. Siempre que tengo ocasión pongo en entredicho mis fatigados principios. Durante 24 horas preciso la energía de un insecto vago, beber del peor whisky, inhalar el humo de puros baratos, conocer todos los trucos para leer el alma de esos seres tan humanos entre los que gusto de dinamitar mi poco juicio. Entonces me parece que escribo poesía.
Tiempo incesante El tiempo es el universo como río. José Ortega y Gasset
A ese depredador inexorable que es el tiempo, lo encuentro en estas aguas traslúcidas y raudas, en la consonancia de su murmullo tenaz y persistente, en la efervescencia de la espuma que exudan, cual mosaico sumergido, las guijas y lajas ancladas como titanes en este riachuelo, difundiendo su regocijo entre las dehesas ribereñas, en sus remolinos tintados de arenas arcillosas, en sus tropiezos, en sus remansos de discordancias y armonía. Todo es tiempo en estas aguas que hacia otras aguas peregrinan, rozando, acariciando, lamiendo lo que su devenir delata, y borrando, a cada instante, rastros y huellas de regreso.
Poesía adrede
La poesía que deslizo adrede y a deshoras es una voz sin pretensiones. Un cántico indócil y algo acentuado. No sé si pertinente, aunque practica sus pesquisas y tanteos para especular con cierto tino. La poesía en la que hablo de los ecos de mi sangre es un clamor carente de inflaciones que antes de hacerse pálpito o aliento, antes de pensarse como arma o herramienta, alzarse quiere como osamenta bien bruñida para interpelar a este presente sobre el porqué de tantos desafueros e inclemencias, de todo lo preconcebido y prejuzgado, de los antagonismos y de las intimidaciones, de las desigualdades sin pruebas de descargo, de tantos postergados madurando una estratagema que les agracie con una escapatoria. La poesía que entre horas traigo a cuento es una trova sin jactancias, un recurso desprendido y temerario, para explorar como inéditos caminos esos lugares por otros recorridos; para entender, con el alma a ras de la franqueza, los antiquísimos lenguajes que espolean las pasiones que manifiestas nos abordan; para abrazar la luz ligada a esas estrellas que nos hacen blanco de sus muecas y, sin embargo, nos sostienen en contra de implacables declinaciones.
Tortuga de acuario
La metódica tortuga del acuario tiene cara de poeta escarmentado. Al igual que los sabios rasos prefiere vivir con los pies en el agua. Y relamerse con ese don escaso de quien sabe jugar a ahondar con la mirada. Y contemplar a paso de tortuga esas certezas que sin pausa nos atraviesan y nos vencen. Escogiendo contentarse con fatigadas coartadas y con intrépidos vocabularios, para ensamblar en su pecho esclarecido la coraza lacerante y acerada de las purificadoras revoluciones interiores.
Mi patria
Mi patria es una tierra surcada por voluntades de concordia en la que no madura la ira, donde no acechan escollos amargos ni los vientos que sostienen la angustia. Mi patria es una república de gentes cercanas en la que por fin se extinguió el fervor de los patriotas encendidos, para hacer hueco a los que fueron arrancados de otras patrias. Mi patria son los caminos que descartan a esos integrismos empecinados en desfigurar a los dioses propicios y clementes. Mi patria son los ríos que cortan el paso a esos agrios fanatismos que descomponen a los pueblos de figura y de temple. Mi patria son los territorios ciertos y absolutos de la piel de ese alma cotidiana que mi amada me obsequia sin hipérboles. Mi patria desterró las fronteras custodiadas por el recelo y la sospecha, e hilvanó puentes cordiales para dar acogida a la palabra abierta en tránsito constante. Mi patria son los suelos donde ondean banderas que no demandan juramentos, tejidas con hebras de tolerancia que las canoras aves reúnen con cautela para ir amueblando el futuro de entereza. Mi patria es esa región donde el sol hace brotar, como huellas confiadas, los sinónimos de la justicia y la nieve resquebraja la simiente de la intransigencia. Mi patria, amigos, amigas, es un país aún no inaugurado, con ínfulas de continente escondido, en las latitudes de las memorias escépticas y las utopías conquistables.
Adentro Adentro, muy adentro, hasta la misma espesura de mi cuerpo desvestido, penetran las gaviotas de vuelo impresionista. Gaviotas de agua y arena, cargadas con ecos de voces marineras sustraídas a los barcos desvelados que rehúyen la quietud de la tierra firme pero incierta. Gaviotas que en sus picos de ámbar traen brazaletes marchitos de longevas sirenas y ropajes de raso que visten peces de abismos sin nombre, para esparcirlos sobre las olas desenfadadas en este día limpio y traspasado por un cálido viento de levante. Adentro, muy adentro, cuando pierde la tarde su resuello, penetran altivas las gaviotas adonde las entrañas se hacen dura aleación, para oponer resistencia a la iniquidad de los oscuros, a la embestida de los predadores. Gaviotas de plomo y cal, gaviotas de alas hirientes que en la noche serena abren en canal mi aliento, para alzarme entre la lucidez y la utopía.
JOSÉ LUIS IBAÑEZ SALAS
José Luis Ibáñez Salas nació en 1963 en Madrid. Se licenció en Filosofía y Letras y se especializó en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Editor e historiador, fue el responsable del área de Historia de la Enciclopedia multimedia Encarta, ha dirigido la colección Breve Historia para Nowtilus y ahora es director de la colección Biografías de Sílex Ediciones, editorial donde ha publicado El franquismo, en 2013, y La Transición, en 2015, y este año 2017 está previsto que en ella vea la luz su ¿Qué eres, España? En 1990 había comenzado a trabajar a las órdenes de Ricardo Artola en la indispensable Enciclopedia de Historia de España que dirigía su padre, el insigne historiador Premio Príncipe de Asturias de Humanidades, Miguel Artola. Asimismo, Ibáñez Salas dirige la revista digital de divulgación histórica Anatomía de la Historia (anatomiadelahistoria.com), es editor de material didáctico para diversos niveles educativos en Santillana Educación y socio fundador de Punto de Vista Editores. Escribe habitualmente tanto relatos (algunos de los cuales han sido ya publicados por ejemplo en el blog literario Narrativa Breve, dirigido por el escritor Francisco Rodríguez Criado) como poemas y también artículos para distintos medios de comunicación, como la revista colombiana Al Poniente (alponiente.com/author/joluibasa) o las españolas Nueva Tribuna (nuevatribuna.es/author/jose.luis.ibanez.salas), Moon Magazine (moonmagazine.info) y Fernando Martínez (fernandomartinezhernandez.com/users/joseluisibanez). Tiene escrita una novela a la que tiene mucho cariño y que de momento no encuentra acomodo editorial (y está escribiendo su segunda novela). Nadie es perfecto. Le gustan (mucho) los Stones, Luis Landero, Billy Wilder, la paella y reírse. Su amigo el historiador José Luis Gómez Urdáñez dice de él algo que a él le encantó leer la primera vez que lo vio escrito y que él repitió cada vez que pudo cuando quiso definir su oficio (del que se está quitando): José Luis Ibáñez Salas es un agitador cultural. Aunque últimamente lo que más le gusta ver escrito sobre él es eso, que es un escritor. Ibáñez
CATALUÑA Y CARNE
I Precisan procesar cuanto procede, son incapaces de preceder a las procesiones, vayan o no por dentro, y es tan precaria su precavida profesión de profeta que en ocasiones como esta profusamente prometen proclamar sólo protestas, protestas contra las prótesis, protestas a favor de las procelosas premisas, protestas de protestantes promiscuos que no le hacen ascos a casi nada, no le hacen ascos a los proselitismos, no le hacen ascos a los problemas probados, no le hacen ascos a los próceres prometeicos, no le hacen ascos a la tierra prometida.
II
A LAS seis de la TARDE eran las SEIS de la tarde, todo PUDO ocurrir y TODO se produjo impertérrito, prolijo, obtusamente, a las SEIS de la tarde. Cuando eran las seis DE LA tarde, todo tuvo LUGAR en AQUEL lugar a las seis de la TARDE, taciturnamente, a los DOS LADOS del muro, de manera muy TÓXICA, sin ÉPICA ni ruido, MUCHO sabía A SANGRE cuando dieron LAS seis de la tArdE, mucho OLÍA a río y A MAR antes de la FURIA o la ESCARCHA del tiempo. Sonaban las SEIS DE LA TARDE y los relojes seguían DORMIDOS en la casa de DIOS, en el patio de los HUMANOS y en la ciudad QUEMADA; llegó a su hora LAS SEIS de la tarde, puntual y capciosa, como si NADIE LA ESPERARA, como si no se SUPIERA del afán de seísmo del SEÑOR Y LAS BESTIAS.
III
Cataluña y carne, catalanes arrojados, con arrojo y con exilio, estos son tiempos sin relojes, un instante de abismo, nada es más historia que el trauma, nada más efímero que la voluntad, que la dicha inventada, cuántos nombres olvidados, cuántos construidos con las almas vecinas y los cuerpos de los demás y la sangre de otros, mirad bien este presente, no volverá a tener lugar, igual que los días que fueron ocurrieron sin saber que al final siempre está el final. Catalanes de Cataluña, yo os daría la paz si supiera, ojalá un poema le venza al rebuzno y detenga la flecha: nunca antes pudo, habrá que aprender a rezar.
IV Se acabó, me rindo ante los júligans fardones, depongo mi actitud, vencido y rodeado y roído e insultado, hasta falangista me han dicho, me voy por donde vine, recojo velas, pliego y me piro, vuestra molonidad afinada de finolis tratadistas me ha dejado tirado, en medio de los salteadores y los polis malos que nunca son buenos, hasta aquí hemos llegado, vosotros y yo, no necesito vuestra dignidad ni vuestra sapiencia ilustrada, me basta con mi simpleza para reconocer donde sobro y donde el vértigo de la historia no me puede aplastar. Bastante tengo con mi vida: ahí os quedáis, los unos y los otros, los molones y los aturdidos, los sabios y los bobos, los que ignoran cuál es la verdadera violencia y los que no saben de la misa la media, los que nada esperáis de mí y los que no esperáis nada de nadie, no diré que ha sido un placer pero tampoco un infierno, nada es peor que vivir en una tumba. Sé que todo será mejor a partir de ahora, y no olvidéis poneros la mano en la frente cuando vomitéis. Sigo con mis cosas, qué horrible pudo haber sido, qué horrible llegó a ser: que vuestros dioses os cojan confesados.
V
Banderas de nuestros abuelos a las que nuestros abuelos no hicieron caso, banderas de nuestros padres que nuestros padres supieron ignorar, banderas de nuestros hijos que no servirán más para la sangre, banderas de nuestros días con las que poder sacarnos los ojos lentamente, mientras los que las tejen silban sus canciones de muerte tan idiotas y tan aburridas, banderas de nuestros días para las que se me ocurre algo: dejádselas a los atletas para bailar sus proezas, o para reírnos en las plazas, para llorar cuando las ondean los buenos de las películas, dejádselas a los cínicos mientras se pudren en las cárceles.
VI
Vamos a contar mentiras, de las dañinas y de las leoninas, mentiras a raudales, sin ton ni son, contadas como si tal cosa, a regañadientes y a espuertas, vamos a mentirnos por doquier, ensuciando (más) el pasado y tumbando (mucho) el futuro, vamos a ciscarnos de lo lindo, con ganas,
VII Sin ambages, como buenos españoles somnolientos, como perfectos humanos imperfectos, a lo grande, sin reparar en gastos, contando las verdades del barquero, esas de que las niñas bonitas no pagan dinero, más mentiras a babor y a estribor, a aproa y a popa, a toda velocidad, como relámpagos ceñidos a las ciénagas, vamos a contar mentiras de verdad, mentiras de verdad de la buena, de las que levantan patrias y acarician las tumbas, de las que envejecen a los niños y de las que infantilizan a los viejos ajados y vencidos, esas mentiras de toda la vida, las que sostienen a los ricos y envalentonan a los pobres, mentiras aprendidas y memorizadas, mentiras como aquellas en las que se fundaron las mentiras con las que a la fuerza ahorcan, mentiras como esta de no nos dejáis otra salida, mentiras como aquella de que a los buenos les persigue la verdad.
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MARISOL SANTIAGO
Marisol Santiago, Madrid, 1981.
Actriz, cantante y escritora. Actualmente está terminando los estudios de Lengua y Literatura Españolas. Hoy por hoy, Marisol se encuentra en pleno proceso de varias actividades, en las que se cuenta la preparación de un libro de poemas.
I. Rima ausente sus besos al borde del abismo. Profundidad nocturna. Resuenan caricias, estrellas lejanas o promesa de sol, de horizonte sobre mí. En este desierto del ahora no me recuerdes el verso roto de mi vida.
II. Hay una polilla atraída por la luz de mi lámpara. Ingenua, orgullosa hacia su brillo, se estrella y cae el suelo. No sé si por torpeza o tesón, regresa al punto de partida. Y vuela otra vez hacia el reclamo que cree su vida, que es su muerte.
III.
Necesito más poesía Dentro de mi cuerpo. Un despiadado acto literario. Inspirarte sin rima. Soneto a cuerpo eterno, libre de metáforas. Hazme métrica. No me dejes ni un solo verso suelto. A pulmón cerrado te sueño hipóxica. Desmayo latidos de ti.
VII.
Presencia suave, luz ardiente. Misterio sutil, renaces entre mis ruinas.
VIII.
Errante, camino hasta el centro de sendas previsibles. Buscando un motivo, callando sueños. Atada a esta insignificancia eterna.
IX Nube de mar, me alejas. No quiero ser fugaz ola llorando sueños. Guárdame junto a ti.