A Q UA RE LLE N RE V I S T A LI T E RA RI A ME S 0 4 A Ñ O 0 4 N Ú ME R O 4 0 E DI T A DO P O R: A Q UA RE LLE N CULT URA DIRECTORA DE REDACCIÓN: MARÍA JOSE MATTUS DIRECTOR DE CONTENIDOS: JESÚS DE CASTRO P O RT A DA : " LA F A Z DE L E S P Í RI T U" DE RO DI A I B A V E DA CO NT RA P O RT A DA : " CE LE B RA CI Ó N DA DA O UN T A L V E Z " DE RO DI A I B A V E DA POEMAS VISUALES: Laura Makabresku
Vincent Bourilhon S a ro l t a B a n P a u l a S i mo n e t t i
EN ESTE NÚMERO
José Pulido…………………………………………….Página 10
Sergio Macías Brevis…….…………………….……..Página 20 Carlos Aganzo……………….……………………….. Página 28 Pilar Gorricho ………………….……………………...Página 38 María José Vidal………………….……………………Página 46
P OR T A DA
La portada del número 40 de Aquarellen es el trabajo del artista chileno Rodia Ibaveda (Santiago, Chile, 1985). Poeta y collagista. Fundador del grupo surrealista Agartha de Chile. Actualmente trabaja en la publicación de un libro de poesía automática "FUNDA MENTAL: Aprenda radio en 15 días", que escribió en coautoría con el poeta Braulio Leiva: (Viña del Mar, 19792014) y trabaja junto con el poeta mexicano Alejandro Rejón en el libro de escritura experimental "SUMAESPEJISMO". Ha publicado poesía en el blog del grupo surrealista "Derrame" y en las revistas Marcapiel (en la cual es colaborador permanente) Aquarellen y Matérika, entre otras. Fue incluido en la Antología Absoluta de la Poesía Chilena por el poeta Rodrigo Verdugo Pizarro. Dirige junto al poeta Mauricio Shade el blog literario "Manos Desde el Estigia". Participó en la expo surrealista Las llaves del deseo, Cartago, Costa Rica, 2016.
EDITORIAL
La vida, que es un drama constante o una obra de teatro como manifestaba Shakespeare, se nutre de las acciones, los sueños y los pensamientos. Como humanos, la reflexión es la acción identificativa de nuestra esencia, del ser, por ello el humano siempre que piensa o actúa tiende a la verdad, que no es otra cosa, que la coincidencia entre lo que piensa el sujeto con las cosas, que le van ocurriendo y que sean trascendentes para nosotros. Si la vida la limitáramos solo al pensamiento, sería una acción hueca. La palabra es, como dijo Ortega y Gasset “un apoyo material al pensamiento y si estos son falsos, falsifican la vida”. La palabra es pensamiento concreto, es el indicativo de nuestra esencia, nuestro ethos que se visualiza en los sonidos simbólicos que conciben un lenguaje. Es a este lenguaje al que debemos la visualización de la palabra como manifiesto de la comunicación lingüística, la poesía, la interpretación, la consideración ontológica y aún el silencio. El poeta Hölderling expresó que “existimos como lenguaje” somos dialogo, comunicación y divulgación; los símbolos léxicos, con sus sonidos característicos construyen esa riqueza de ideas que creamos y enseñamos a través de las diversas formas de creación literaria. Bienvenidos, una vez más al espacio embellecido por la palabra, que concibió a su hija literatura, divulgada por nuestra revista, Aquarellen. Marijose Mattus
JOSÉ PULIDO
Nacido en Jaén en 1958. Es Periodista y Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Vive y trabaja en Ávila desde hace veinticinco años. Miembro del consejo de redacción de la Revista literaria El Cobaya. Ha publicado varios libros de poesía y participado en distintos encuentros poéticos como el Internacional de Poesía Iberoamericana de Salamanca 2009 y coordina los ciclos de Poesía de la Galería de Arte Cerdán, en la ciudad de Talavera de la Reina, provincia de Toledo. Es autor de los poemarios : “Donde se escribe el silencio” (1983), “Viejos Rituales” (1988), “La Ciudad y la Reina” (2000) y “Movimiento Circular” (2006), premio Internacional de Poesía Rafael Morales. Ese mismo año publicó “El Corazón Disperso” en la colección El Toro de Granito, de Ávila. En 2013, ganó el Premio Internacional San Juan de la Cruz con el poemario “La Línea de la vida”. En 2016 ganó el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador con el libro titulado “La Metáfora del Corazón”, y acaba de salir a la luz su poemario "Las Bodas de la Araña", en la Editorial Vitrubio, de Madrid. Los poemas de "Siete visiones con Teresa" están inspirados en la lectura de los textos de Teresa de Jesús y escritos en torno a la celebración del Vº Centenario de su nacimiento, en 2015. La celebración este año del jubileo teresianio en Ávila es una oportunidad para recorrer de nuevo el místico camino que abrió aquella mujer extraordinaria.
S I E T E V I S I O NE S CO N T E RE S A
I
El castillo es la luz, la transparencia que en un oscuro sentir se manifiesta cuando repica el bronce solar de sus campanas. Zarza ardiente donde el deseo nunca se consume y el amor con su ausencia se ha encontrado. Donde la eternidad se hace visible, limpio cristal que mi aliento empaña. El castillo es la luz, su aparición un rayo del lado opuesto a dónde yo busqué, más allá de la más firme esperanza, un salto mortal sobre el alambre. El elegido no puede entender tanta fortuna. No le pertenece la perla que el mar le concedió, ni los colores del mundo que su luz le muestra. Arco iris desnudo de palabras, silencio que le abre a la alegría, sol que revoca los puntos cardinales y no hay ceguera que a su resplandor iguale. Precisa es para escalar sus torres la humildad en sus panales de la abeja donde la miel, secreta, se elabora. Un presente de rosa en el jardín el castillo ha traído a tus prisiones. Como una estatua de sal quedó, mirando atrás, quien nunca supo verlo.
II
El canto era tan dulce que el mundo disolvía como azúcar en el agua y en él he naufragado, sin razones a las que aferrarme entre los restos de mi desconcertada embarcación. Música que no escuchan los oídos, lenta caída, ascenso a un abismo cuyo fondo promete suavidades de seno maternal donde los sueños no despierten cuando el soñador los abandone, cuando el tiempo se hunda en sus arenas y al fin escuche, porque su huida se detiene. Canción con movimientos de oleaje que desafía el espejismo y sus desiertos, encanta a las serpientes de la envidia y suena sin voz que la limite, libre en la desolación del páramo, clara en la cima de la montaña, serena en el murmullo de la fuente donde nada enturbia su pureza de diamante. Pájaro que anida en el silencio, último puerto que toca el olvido. Duele su íntima dulzura, allí donde es más viva la herida del amor que no desea ser curado.
III
Moriré tantas veces como la vida he deseado cuando llama y me burla su apariencia. Feliz el que en ella se extravía, rotas sus alas, el corazón en paz, desterrado que regresa a la patria por caminos que nunca transitó y a su paso se abren, a su intimidad le invitan, siente el vacío lleno de presencias. Al vencido le han quitado las palabras y el dolor es mi único argumento, mi reproche de criatura a Dios cuando le llamo y responde con silencio a mi agonía. Es nuestra más pura imperfección. La compartimos hasta la última gota para que su voluntad y nuestra rebeldía sean cumplidas hasta el fin. Dios y hombre en la balanza de un amor cuyo encuentro no admite condiciones. Grabado a fuego en nuestro corazón, planta la semilla de un nuevo nacimiento. Ví un edén que ya conoce a la serpiente y ha comido de todas las manzanas. Donde el número de la Bestia se inclina ante el de las víctimas y suman ambos la cifra perfecta del perdón.
IV
Presiento una belleza tan sutil que escapa a la mirada. Impone al día su claridad. No viene de mi pensamiento y nunca se detiene, me impulsa más allá de lo que soy, su voluntad se impone a la pereza y a mí vuelve en forma de alegría. Juega a ser la paradoja del misterio y la mosca impertinente de los telediarios. No podemos detener a las estrellas, no podemos entender sus emociones cuando despertamos a la sed en el agua que brota de su fuente y en ella la vimos reflejada. Nunca latió tan fuerte como ahora el corazón para oir en la noche su llamada, queja de amor sin nombre que no puedo entender, sino vivirla. Con humildad asciendo hacia el asombro, pues si el agua lo quisiera, dejaría de brotar y no la encontrará búsqueda alguna. Se parecen sus caricias a la lluvia cuando en sí misma se recoge y cae sobre el pretérito perfecto de la nostalgia. Vuelves al hogar del dulce escalofrío para escuchar lo que jamás nadie escuchó y ver lo que nadie más ha visto: El cielo que en la fuente se refleja, el silencio que no se encuentra fin.
V
La oruga sepultada en su mortaja de seda no sabe aún que su destino es la mariposa. Ha entrado en la noche. Soledad y desierto, el mundo arena que en el viento se deshace mientras los escorpiones de la duda clavan a la tiniebla su aguijón. Reptaba por sus ojos la ceguera, eran de sangre los ríos que van a dar a la mar. Sintió por su cuerpo la lujuria de insectos en la piel de la doncella, le rodearon sueños sin las máscaras del nombre, sin formas el terror. Lanzó al destino la pregunta de su vida y encontró en la muerte la respuesta que su cuerpo guardó bajo la piel. Metamorfosis fue lo que había creído podredumbre Abrió los ojos a una blanca pared, un azul infinito, se sintió arder en la liturgia de la llama, con las alas le nació la libertad, le llamó hacia sí el alto castillo del día, escuchó las voces de la hierba. Fue la mariposa que había soñado ser un hombre en la gloria del jardín esa mañana, alzó el vuelo y cayó entre las azucenas consumida como amante ceniza de la luz
VI
Miré a la luz que en el agua destrenza sus cabellos, los espejos en que se rompe y me ciega cuando estallan sus racimos de soles diminutos. Miré y fui por el agua deslumbrado como si el mar se hubiera puesto en pie y sus olas me alzasen a la altura donde nace la luz, donde no hay sombra que empañe su pureza. Tierra de promisión apenas contemplada desde el desierto por el que avanzo en círculos y vuelvo siempre al punto de partida, a la herida que mantiene vivo su dolor para nunca cerrarse. Mensajera que niega las llaves del secreto pues no hay lengua que lo pueda contener como no cabe su música ni en todas las palabras que los hombres vanamente pronunciaron. En mis entrañas, hielo y fuego, la espada del relámpago y la ascendente oración de la montaña, escalas que demonios y ángeles transitan del ínfimo gusano a la cúpula celeste. En los espejos del fulgor contemplo infierno y cielo que mi corazón comparten con un amor igual a la batalla que nunca tiene fin. En su copa bebo el agua que enciende para siempre nuestra sed.
VII
. Las hojas del árbol que mueve la brisa son un coro de voces pero ellas lo ignoran un vuelo de pájaros con la misión de cantar. Por sus alas desciende a las raíces del mundo la mirada de la lluvia, la memoria del agua. Las mueve el viento y engendra los fértiles sueños de la noche. El árbol levanta su estatura de abismo. les entrega a cada una un corazón, un aliento que abraza la tierra y las estrellas una voz que en la vida fue plantada. Las hojas del árbol acarician el teclado de un concierto sin fin, por sus ojos de aguja pasa el hilo que a la vida las cose. Son palabras de luz, bailarinas que en el filo del aire interpretan una danza mortal hasta caer en la avaricia del otoño. Testigo del Edén, en el asfalto humilde y cotidiano te revelas. Por amor talado, del mismo tronco el hacha arrancó la mesa y el madero donde un pan sin medida compartimos. En tus arpas escucho la sentencia del reloj y el misterio que nos salva.
SERGIO MACÍAS BREVIS
Nació en el sur de Chile, la Araucanía, Gorbea, en 1938. Cursó
estudios de Derecho en la Pontificia Universidad Católica. Trabajó en la Fiscalía del Servicio de Seguro Social hasta 1973, fecha en que fue exonerado por la dictadura de Pinochet. Ha vivido en México, luego en Alemania, donde se especializó en literatura latinoamericana e impartió clases de español durante cinco años en el Instituto de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Rostock. En 1979, se radicó en España. Ha dado recitales y conferencias en las principales instituciones y universidades españolas, así como en diferentes países. Participa en congresos de escritores y en jornadas sobre hispanismo árabe. Tiene nacionalidad chilena y española e importantes galardones literarios. Está incluido en varias antologías, la última en Antología Poética Hispano Chilena del siglo XX, en dos tomos, por Justo Jorge Padrón, ediciones Vitrubio, Madrid, España, 2016, y en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Ha sido traducido al árabe, alemán, holandés, francés e italiano. Fue asesor cultural de la Embajada de Chile en España durante veinte años. Dentro de su obra poética podemos encontrar: Las manos del leñador Chile, 1969; La sangre en el bosque, Chile, 1974; Crónica de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados, en árabe. Bagdad, 1988, y en español, ibíd., Irak, 1989. Además 2ª edición por Impresos Universitaria, Chile, 1997; Memoria del Exilio, ed. Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), España, 1985; Noche de Nadie, España, 1988;El Paraíso Oculto, Chile, 2000; El hechizo de Ibn Zaydûn, Valparaíso, Chile, 2001; En torno a Isla Negra. Texto de Sergio Macías y fotografías de Claudio Fabián Pérez, Madrid, 2008; El manuscrito de los sueños, en árabe y español, Casablanca, Marruecos, 2008, y otra edición bilingüe, árabe y español, Fundación VIPRÉN, España, 2008; Ziryab. El mágico cantor de Oriente, España, 2010; El viajero inhóspito, España, 2014. (En prensa: Obra Poética Completa, ediciones Visor, España,2017) A su extensa obra poética se le suman cuentos infantiles como El niño y la tierra (poemas), ed. Universidad Autónoma de México D.F., México, 1980. Monografías, ensayos, antologías y su novela El sueño europeo, editorial CESOC, Santiago de Chile, 1994. Ha participado en Ferias Internacionales del Libro en Chile, España y Argelia. Ha dado conferencias sobre el tema árabe y recitales en Iraq, Marruecos, Túnez, Argelia y España. Participa en congresos sobre hispanismoárabe, y ha escrito numerosos artículos sobre el mismo tema. Referencias en la Biblioteca Cervantes Virtual, en el buscador de Google y en su página web: www.sergiomaciasbrevis.es
D E MI S T R Á N S I T O S
Paso del silencio al bullicio, de la alegría al hastío. del dolor a las ilusiones. No soy más que la memoria donde aún palpita el tiempo de una feliz infancia ya perdida. El temor a lo desconocido. La angustia que en mis versos solloza en los abismos de los huesos. El amor que me estremece y anima a besarte en este universo misterioso.
F E D E R I C O T O D O E L T I E MP O Cuando fusilaron al poeta de Granada, los ríos se desbordaron en un caudal de lágrimas. Los naranjos y limoneros se unieron al llanto de los gitanos. Temblaron los olivares y los cerezos se tiñeron de rojo. Las mujeres y hombres cantaron sus poemas en medio de la pólvora. Cuando la libertad fue arrasada, nadie soportó que le quitaran a Granada su sonrisa. Y su muerte se convirtió en llama, fusil y verbo. Pablo Neruda, frenético, escribió con dolor y aborrecimiento su España en el corazón, por la sangre que se derramaba. Alberti y Teresa León, marcharon como muchos al exilio, donde no les alcanzara la guadaña mientras César Vallejo exclamaba: España, aparta de mí este cáliz… …por los camaradas caídos, sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino! Aún no encuentran a Federico bajo el olivo ni entre las piedras que fueron testigos como la luna. Dicen que su voz la lleva el río Darro, Y que baila iluminado por los luceros en las noches alegres del Albaicín. Cada palabra suya es rosa encendida. Melodía de la fuente del alba. Cuando el coro del aire clama su nombre: ¡Federico! ¡Federico! se encienden los jazmines de su tierra, sustentada con la sangre de España.
ESCRIBO Escribo por la luz del sol, de los astros y de tu alma. Por la voz interior de la piedra. La magia que habita en los bosques. Por los secretos de la materia, el lenguaje de las vertientes. Por el anhelo de libertad de los pueblos. Y por la paz que brota de la naturaleza.
HI S T O RI A S DE CHI LO É
En Chiloé se reúnen los dioses conmovidos ante el sacrificio de las vírgenes. El sátiro las secuestra y las desflora como el rayo a las amapolas. Mientras el Caleuche danza en el océano, las doncellas destilan entre los muslos la esperma del brujo lujurioso. Al alba el hechicero deja que huyan bajo la lluvia que las lava envueltas en los aromas del mar. Tendrán hijos con malformaciones, porque según el pueblo les echaron mal de ojo. Sólo la Pincoya sabe lo que es el placer lascivo, cuando desnuda se revuelca con el Pillán en el estanque del crepúsculo.
NO S T A LG I A
En la caída de los pétalos, en el silencio de la hierba, en la tristeza de los sauces, en el tiempo que corroe y arruina, en el barro de los pesares, se oculta la nostalgia.
HI S T O RI A F UG A Z La noche cubrió la torre de Babel con lluvias afiladas en el hueso del horizonte. El diluvio inundó hasta los prostíbulos instalados como pirámides de los gozos. Todo se pudrió. No se salvaron Ni las somnolientas telarañas. Transcurrieron épocas áridas, Y otras bajo la persistente luz que desangraba la pradera del espacio. La tierra volvió a florecer. Y la historia afirmó que todo es fugaz.
CARLOS AGANZO
Carlos Aganzo (Madrid, 1963) es autor de los poemarios Ese lado violeta de las cosas (Madrid, 1998), Manantiales (Valladolid, 2002), Como si yo existiera (Béjar, 2004), La hora de los juncos (Ávila, 2006), Caídos Ángeles (Sevilla, 2008), Las voces encendidas (Madrid, 2010), Las flautas de los bárbaros (León, 2012), La hermosura (Madrid, 2014) y En la región de Nod (Madrid, 2014). Su poesía esencial está reunida en las antologías Ícaro en los ojos (Madrid, 2017) y Arde el tiempo (Sevilla, 2018). Ha publicado, además, el ensayo biográfico Jorge Pardo. Improvisaciones (Rivas Vaciamadrid, 2000); el libro de viajes Rutas por las Juderías de España (Madrid, 2008) y las guías de la serie “Ciudades con Encanto” de El PaísAguilar Ávila (2004), Toledo (2006), Segovia (2007), Tarragona (2008), Girona (2009), Lugo (2009), Soria (2009) y Pontevedra (2010). Sus trabajos han merecido distinciones como el Premio Jorge Guillén (2003), el Jaime Gil de Biedma (2010), el Universidad de León (2012) o el Ciudad de Salamanca (2014). En 2012 recibió el Premio Nacional de las Letras Teresa de Ávila. Miembro fundador del Premio de la Crítica de Castilla y León, es coordinador literario del Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz y del Premio Nacional de Poesía José Zorrilla, y pertenece a la Academia de Poesía de San Juan de la Cruz. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en 1982 el diario “Ya” de Madrid, del que fue subdirector. Ha sido director de la revista cinematográfica “Interfilms” y de los rotativos “La Voz de Huelva”, “Diario de Ávila” y “El Norte de Castilla”. Es profesor en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, en Valladolid, ciudad en la que reside
PARIZZ SEXTET I Partitura imposible, la primavera canta en los jazzmines que adornan el jardín como escenario donde ofrecer los labios dulcemente a la luz de la tarde. Como notas de vino, como suaves caricias a trasmano los jazzmines son una pincelada de juventud en las rotondas húmedas donde las promesas huelen a palabra aún por estrenar. Azul, azul, azul, verde del cielo, blanca liturgia en flor de sinestesia. Ya embriagados de música, la piel de los jazzmines se abre como un cuerpo, como copa de amor y de ternura, a los dedos del agua. Y las voces de dentro se sosiegan, atrapadas por una melodía que nadie llevó nunca al pentagrama. (La sinestesia de los jazzmines)
II
La alegría lleva tus insignias en los días de lluvia, cuando todo parece que se anega de grisura y de agua y la vida se pierde en los contornos blandos de la desmemoria, entre sordos susurros sin sentido. Entonces tu presencia el paraguas, la mimosa, un niño que ríe en su chubasquero desvela la verdad de ese otro mundo de luz que hay tras la lluvia: tardes de sol, caléndulas de oro al despuntar septiembre de labios repartido. Sólo tú por las pinacotecas abismando los ojos de soles imposibles: los jarrones, las flores, los trigales..., oro de los impresionistas desbordando su luz por las mansardas que no guardan la noche. Cortinas amarillas. Los amantes a salvo ya del mundo. Las manzanas, los plátanos, las rosas amarillas del genio. Una casa amarilla y una barca amarilla que cruza lentamente un mar calmo y sin olas. Toda la luz tus manos amarillas. La juventud que no sabe del tiempo ni conoce la culpa. El verano sin límites. (Oda al color amarillo)
III
Bajo la luna verde y las luces inciertas de la noche dormitan en París las casas de los reyes guillotinados y los sueños tristes del último clochard. Baja el río movido por antiguas canciones de amor y desengaño, mientras suenan las voces interiores de los hombres que aún tienen sangre en el corazón... Hasta la luz del jazz que tanto alegra mis ojos y mis labios tiene esta noche aroma de algarada. Dame un último abrazo; ven conmigo a las calles dispuestas para la revolución. (En la casa de Victor Hugo)
IV
Me hago fuerte en la escuadra de esta chambre minúscula que alberga felicidad secreta y confidencias de amantes escondidos. La veo liberarse de la ropa, doblarla con cuidado y entregarse a las aguas cenitales con sonrisa de niña en tarde de tormenta de verano; y peinarse después, ungir su cuerpo con perfumes antiguos. Un cuadro de Degas. ¡No tengas prisa, amiga, no salgas todavía al mundo ni a la fiesta! ¡Quédate un poco más aquí conmigo, en la turbia inocencia de este aroma de flores sorprendidas por la belleza exacta de los cuerpos cuando sólo se muestran al ojo codicioso de los enamorados! (Montmartre: escena de interior)
V
De par en par la puerta del Infierno de Rodin y la caja misteriosa donde Apolo guardaba el secreto lenguaje de los cuerpos. Luna de plata el pecho estremecido. De par en par la entrada al Paraíso, el aire de París lleno de besos: el beso con que Iris despereza a la ninfa; el beso dulce con que Amor alado arrebata a Psyché su sueño de amapolas; el beso de Paolo y de Francesca, la cálida ternura de las manos que nos desvelan la hombredad del hombre. De par en par el campo florecido que en la heredad contemplan los esposos de la sonrisa etrusca: la sonrisa que dice que los besos encienden ya la luz al otro lado del oscuro pasaje de las sombras. (París de Rodin)
VII Siempre en su punto de melancolía la tumba de Baudelaire: flores viejas que escriben en la piedra un poema de líquenes en la fría mañana parisina. Guijarros de camino y rosas rojas, húmedas de rocío y de nostalgia, en la sencilla lápida que cubre la voz de César Vallejo, y una mano de América que ha escrito con trazo tembloroso: “Maestro del dolor y la tristeza; tus huesos acá en París, tu corazón peruano”. Y mi amor que me abraza y que me dice que no quiere marcharse, que apuremos el sol en este dulce rincón de poesía, en esta milagrosa isla caliente donde duerme el heraldo, ajena al gélido aire que respiran los muertos de Montparnasse.
(Cementerio de Montparnasse)
PILAR GORRICHO
Pilar Gorricho del Castillo, es escritora, filósofa, gestora cultural, poeta y critica de poesía. Nació en Logroño (La Rioja ) España. Ha editado seis poemaríos y participado en diversas antologías clásicas y de verso libre. Como " Los rincones más oscuros " de Groenlandia ediciones, " Antología poesía clásica de mundo poesía", " Antología de versos desde el corazón" “ Voces del extremo 2015 y 2016” Club literario “ Cerca de ti” "Mujeres poetas internacional" “ Grito de mujer” “Palabras prestadas cuarta edición” “Artemis” Encuentro Internacional de poetas” “ IV Certamen Umbral de poesía” “ Revista Fábula" del departamento de filología de la Universidad de La Rioja “ Revista Codal” del Instituto de Estudios Riojanos. Colaboradora de “Dichtkunst Magazine” y critica de poesía en varias revistas, club y canales literarios. Estos son los títulos de sus ediciones: “Los retazos de mi alma”, “Girasoles de asfalto”, “El vacío de los plenilunios”, “Las Flores del Bien” libro antología junto a Cecilio Barragán finalista libro del año Ateneo Riojano. “La hiedra del perdón” accésit libro del año Ateneo Riojano y “Vía Lucís” ediciones del 4 de agosto. Ha colaborado en el año 2014 con textos para exposición del escultor Luis Isidoro Sanz que lleva por titulo Lesvá y para la exposición " Arte en red" de Casa de las musas. Gestora y colaboradora de la exposición “ Las Flores del Bien”. Coordinadora del Festival Internacional de poesía “Grito de mujer”en La Rioja. Posee varios reconocimientos a sus poemas y aforismos.
Es fácil ser valiente desde lejos. Esopo
EGO ¿En qué miedo podré yo abandonarme? Quizás, cuando cansada de esta infamia descubra que desnuda de equipaje me iré. Dime, en qué miedo moriré. Mis brazos se doblegan desvalidos y ni todas las flores de este mundo harán que mis temores abandone. El narciso no sabe que humillado encuentra antes el río y su reflejo. Dijeron: pecarás si eres tu misma ¡estúpida niñata que no crece! ¿acaso piensas eres importante? Hormiga que del árbol buscas pan y sólo sobre ti misma volteas llamando a tus ancestros por su hambre. Deja las rogativas para cuando aceptes que eres tú quien se castiga y ni todos los íncubos te asusten. La vida malgastada, los pesares atestiguan mis manos ya desiertas. ¡Amé tanto el latido de septiembre! No es fácil ya, entregarse al abandono del sueño. Me incorporo, me sopeso, mi mente es hervidero que incomoda a este cuerpo aterido por el miedo. ¿Y si no despertase? Nada importa si para ver el sol, toda mi sombra enhiesta se revela contra el cosmos.
Suplicas atendidas en la corte
maldita y desatenta del oprobio. Abruptos como cenas sentenciadas, prisión, canal de paso hacia la muerte, los días me despiertan a otro sueño. ¿Acaso el condenado calma el ansia procurando placeres a la carne? Y perpetrar en mí todo el castigo. ¿En que miedo podré yo abandonarme? Me hablan las mariposas, las gaviotas de mares en la urgente luz del mundo. Me gritan los tejados cercanías celestes, todo grita, ¿y yo? Ingrata, silenciosa me hallo, confusa, pobre, más, mucho más rebelde. Pobre diabla. Fluir, enaltecerse, ¿quién promulgando la esencia del errático camino regresa inconmovible al abandono? Acaso sea Dios esta presencia que austera borbotea entre las rosas instando a las espinas al despojo. ¿En qué miedo podré yo abandonarme? Dime en qué miedo moriré.
"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd". Alphonse de Lamartine
P R I ME R MU N D O ¿Por qué este pensamiento enalteciendo a mi dolor? Hay otras madres, otras mujeres implorando a sepulturas. Desde el rostro de ébano reseco, rugoso, donde el agua es mortífero rugido al Dios que todo lo administra; una muchacha limpia con su mano el famélico rostro del cadáver. Es su hijo, su hijo muerto, desterrado del Edén, harapiento de la vida. Es su hijo, el nacido entre las moscas, aquel que se ha hecho carne, sangre seca, y el tiempo en injusticias ha medido. Aquel que levantando a los montes sus ojos, el auxilio no descubre. Se burlará de ellos el destino turbando con su ira los decretos. Las quebrantadas hijas de Eva lloran a la vez el cuchillo vespertino del tronco que regresa a las raíces. ¿Por qué este pensamiento enalteciendo a mi dolor? Quizás la blanca carne sea más que la negra, sea mejor; o protegida contra el diente clame su universo. Tu duelo es semejante al descargo habitado de mi sangre. Y las dos conocemos el infierno que ajusticia la infamia de la noche A mi, un grifo me salva en la alborada. Me ducho, con lavanda me perfumo y entre las multitudes me confundo. Borro por unas horas este incendio y hasta da la impresión de que estoy viva.
V I C T I MA D E O T R A S V I C T I MA S . Escala por mi espalda el reptil desnudo de las vidas que me rodean, y me cubro con el corazón primero de los árboles. Juzgo, comparo y la longitud de mi desdicha me ampara a la fe de no estar sola. Toda rota de carne entre los dientes, regreso a la tarde y sus colinas. Es tan fácil creer que el vitalicio sufrimiento fecundó en mis pieles sin permiso que victima de mi misma ardo en las heridas de la noche. De ese pasado y la selectividad de la memoria raspé cualquier recuerdo doloroso en el margen salino del conformismo. Qué será de las trenzas cuando el pelo haya crecido más allá de la huérfana cabeza, y se tiña de blanco la costura irritante del movimiento. Ya no gritan las sogas, el patio de mi casa es particular algunas ahogan. Ya, apenas habla nadie de la sensata apariencia de las formas, de la marca permanente de la piel liberada. Ahora desnudo el alma en la fantasía de la caída de la palabra. Del libro del milagro balanceo el estrecho plomo de la torpeza; como si el verbo se hiciese carne sin saber la alquimia de la resurrección. Qué será de las manos con anillos de Saturno y restos de lavas entre sus grietas. Esas manos que ya no cuentan hasta diez. Y duele duele demasiado su vacío de nenúfares empeñados en crecer entre el cieno. Y traigo fisuras sobre el coxis, y algún rescoldo del contagio luminoso de la tinta ha hecho mella. No buscaba mi sombra, buscaba mi cuerpo, no el mendrugo del pan último, si no el hambre. ¡Cómo agota saberse piedra esperando que el río la honre con su aseado beso!
¡Cómo agota saberse piedra esperando que el río la honre con su aseado beso! Sigo siendo una niña malherida, apenas desprendida de forzoso clavo que acompasa el sueño del linaje. La vida es un campo de juncos dispuestos a troncharse en mis costados y la permanencia arqueada del reconocimiento y su sombra espesa de ceniza no saben de mareas distanciadas. Es cierto, esperaba premio o castigo, pero es más fácil la queja, que tomar las riendas de esa costilla que gime su derrota, para modelar el día que nos falten los afectos el milímetro seco que nos queda de ese patio nuestro tan particular.
T I E MP O S L E V E S Una no piensa que llegará el instante donde, con precisión, vislumbras que la línea continua de la vida ha impedido siempre el adelanto. Piensas que será de otros, lo podrido del paso tenue que van dejando las edades, lo distintivo del trazo en la frente del tiempo. Que no va contigo eso de ser espiga entregada a todos los panes del mundo. No imaginabas a tus padres sumergidos en la inquieta porfía de una senectud ruidosa. Del mortífero ministerio eximias tu ventana. Inquietantes son los pájaros emigrando justo cuando el sol parece ser nuestro. Verdes las moscas, que entre las muescas de nuestras carnes manchan el oxígeno de nuestras células de sucias diatribas al pánico de no morir. Piensas que será de otros lo abrupto de las decisiones. El mármol inconmovible de la ausencia, las moribundas mesas del último alimento. Piensas, (y raras veces se acierta) que el corazón de la cordura parirá siempre sangre inmaculada al desatino de lo sucio. La búsqueda incesante de un «algo» que sustente lo venidero en la dócil forma de un aprendizaje agota, ya lo creo que agota. Vuelvo febril al hueso maleable del crecimiento y mi medio siglo no ayuda mucho a reconocer que la vísperas de un día sin campanas, quizás sean el dibujo de la vida misma. y mi boceto, confuso error de cálculo. Pues un sueño no deja de serlo por no ser lo soñado.
MARÍA JOSÉ VIDAL
María José Vidal Prado nació en Ferrol en 1967. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Santiago de Compostela. Es profesora de Lengua y Literatura española. Ha publicado “Historia de un jardín muerto y de un pájaro rojo” (Ed. Vitruvio, 2015) y “Polifonía” (Ed. Aulaga literaria, 2016), además de poemas y relatos en varias antologías. Colaboró en “El Correo Gallego” con artículos de crítica literaria. Fue finalista del concurso de relatos de viaje de El País Aguilar en 2006. Ganó el concurso de relatos de cienciaficción del Museo Elder en 2010, y el campeonato de improvisación literaria “Lucha libro” en 2015, en Las Palmas de Gran Canaria, con cuentos que fueron publicados por la Editorial Baile del Sol. Actualmente vive en Toledo. Tiene varios libros de poesía y narrativa inéditos.
EL VIAJE
Yo me sentía lejos de todo, como si me hubiera muerto, lejos de mí, de lo que había hecho, de lo que era mi vida en teoría, es decir, en la práctica. Me sentía como si solo fuéramos yo y la letra, una letra que me pronunciaba. Entonces comencé a ir por el mundo como si aún fuera yo. Voces llamaban a mi personaje. Fui, pero no era. Era la letra que me pronunciaba, aparecía en formas diferentes, una rosa, un camino, tu rostro, la nieve. La que no pude ser estuvo ahí. Porque toda mi vida yo fui lo que no fui.
No hay una palabra buena de boca del que come corazones como si fueran aceitunas junto al alcohol amargo de la noche. No hay un gesto que indique que una vez hubo amor, antes de que las olas se rompieran en su rostro de piedra. El tiempo viene y va como un columpio. Y yo no soy la niña que sonríe, soy la que se ha caído, la que llega tarde a los juegos.
Otra vez era yo quien se multiplicaba en los espejos. Y sobre mí pasaban las luces de los coches y cantaba un ventilador. Absurda oscuridad de mi rostro entre los faros rojos, los árboles desnudos, y la estación tan grande, tan grande como entonces. ¡Traedme al tiempo presente! les pedí a los objetos y dijeron que no sabían. Y se extendió la noche como un círculo.
No respondieron los oscuros. Vi las intermitencias de la luz por detrás de sus máscaras. ¿Qué espíritu movía las palabras, las ramas, en qué música? Ellos no eran ellos, y alguien más allá de ellos a veces débilmente sonreía en la grieta por donde íbamos existiendo. No respondieron los oscuros cuando la luna en todas las ventanas se fue multiplicando, dividiendo, y sus manos, magnolias apagadas, parecían moverse. No me atreví a avanzar. El bosque, las montañas se borraron. El río se encendió y se apagó. Me oscurecí también. Me bebieron sus ojos. Fue de noche.
Fui a buscar la verdad, algo como en los cuentos, pero no por fortuna. Fui porque me dolían las interrogaciones que llevaba clavadas en los ojos. Yo quería saber la historia verdadera de quienes inventé tan bellos. Después de varios trenes y montañas nevadas, ríos rectos, torcidos, llegué allí, a las agujas del reloj que atraviesa la vida. Y me abrieron la puerta, rápidamente, como en el infierno. Y encontré la verdad: No debiste buscarme dijo, y me devoró.