Aquarellen n 23 diciembre

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Mes 12 ­ Año 03­ Número 24

Editado por Aquarellen Cultura Directora de redacción. María José Mattus Director de Contenidos: Jesús De Castro

Portada: "Gota de agua" Fotografía de Sergio Torres

C o n t ra p o rt a d a : C o l l a g e " L o me j o r d e l 2 0 1 6 "


EN ESTE NÚMERO

JESÚS DE CASTRO .......................... PAGINA 6 PEDRO DE PAZ ............................... PÁGINA 12 INMA PELEGRIN ............................. PÁGINA 15 JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS ........ PÁGINA 19 PILAR VERDÚ ................................ PÁGINA 22 ENRIQUE WINTER ......................... PÁGINA 25 ANTONIO JOSÉ ROYUELA .............. PÁGINA 28 MANUEL JESÚS KABALCANTY ...... PÁGINA 32 FERNANDO CHELLE ........................PÁGINA 35 JESÚS URCELOY .............................. PÁGINA 38 NIEVES FERNANDEZ ...................... PÁGINA 41 ROBERTO VILLAR .......................... PÁGINA 45 ENRIQUE GRACIA TRINIDAD ......... PÁGINA 48 ANTONIO CAPILLA ..........................PÁGINA 51 ALEJANDRO CESPEDES ..................PÁGINA 54


PORTADA

Sergio Torres González tiene 28 años y enfermero de

profesión. Su pasión por la fotografía ha sido el hobby que le ha acompañado toda la vida perfeccionándose en los últimos dos años de forma autodidacta. Su fotografía ha sido publicada en sitios como: Instagram, Facebook, Chile Travel, Nat Geo Chile, Viaje por Chile, Viajeros Chile, Coquimbo Cuarta, Secretos del Valle del Elqui, entre otros. En cada una de sus fotografías intenta plasmar la belleza de la naturaleza con toques de creatividad.


EDITORIAL

En el décimo mes del calendario romano y decimosegundo del

gregoriano la civilización occidental celebra una nueva vuelta al sol, con la esperanza de eliminar lo negativo, lo dañino y mantener las bendiciones que los días del año cumplido nos trajeron. Culturalmente renovamos nuestro compromiso con la literatura, con la difusión de consagrados en las letras y los noveles talentos que diariamente ofrecen un sinfín de expresiones literarias maravillosas que nos hacen mantener la fe en las palabras de Bécquer: “Siempre habrá poesía” Los ciclos se cierran de diversas maneras y nosotros como revista mantenemos la tradición de recordar a los que fueron los escritores más destacados del 2016 y que aportaron con su trabajo en las ediciones que mes a mes publicamos en nuestros soportes digitales. La decisión nunca nos deja del todo satisfechos, pero de alguna manera refleja la calidad que Aquarellen revista, intenta mantener siempre en cada una de sus ediciones, recalcando que el hecho de editarse en un formato digital no es una excusa para bajar en calidad artística. También queremos recalcar que este año utilizamos la portada de nuestra publicación como una ventana para artistas visuales que quieran difundir su trabajo atravesando la multiculturalidad que tenemos como editores de aquarellen y las que vosotros, como seguidores sin fronteras de nuestra revista ayudáis a mantener al seguirnos desde diferentes países. Gracias por este nuevo año, gracias por seguirnos, buscarnos, leernos, sugerirnos. Acá estamos terminando este nuevo año, estos 365 días en que inhalamos letras y exhalamos Aquarellen. Os deseamos una feliz navidad y bienaventuranzas para el nuevo ciclo que comienza para cada uno de ustedes. Agradecidos por el cariño de siempre. María José Mattus y Jesús De Castro.


J E S Ú S D E C A S T RO


DEGENERACIÓN 2.0

Un nuevo concepto artístico, otro calcetín sucio a un cesto saturado de frivolidades. Hace tiempo que siento que la vida se me escapa por el culo y que Atlas tiene diarrea, incontinencia genital y atrofia muscular después de varios siglos soportando con paciencia y esfuerzo el peso de los gilipollas del mundo. Parece que la vida es como un árbol de navidad, lleno de bolas gigantes, coloridas y huecas. Todo es un adorno para intentar embellecer una inmensa mierda sobre la que revolotean moscas verdes humanas y ávidas de excrementos. Insectos y más insectos revoloteando sobre un pastel de heces. Democraticemos la poesía, la música, la escultura, la pintura. Democraticemos la cultura y el arte. La mayoría nunca puede estar equivocada y todos tienen derecho a perseguir sus sueños. Aplaudamos cada nueva ocurrencia al grito de “Se nota, se siente, Rousseau está presente”. Entreguemos nuestro voto en las nuevas urnas virtuales en forma de like, ¡arriba esos dedos pulgares en los muros populares! que se incruste nuestra opinión en los traseros de la vieja aristocracia de los puristas y su intransigencia ante las nuevas formas. ¡Mueran Aristóteles y Cátulo Cayo Valerio! es la era de Homer Simpson, de todos los Homer Simpson de la tierra. En las universidades deberían enseñar escatología de alcantarillado para asegurarse una generación licenciada en deposiciones y perfectamente capacitada para ejercerlas, no es nada Freak la idea. Hay que preparar académicamente a los bichos del futuro, el mundo no se merece menos, ni se merece más. Tal vez terminar con una gran fiesta de graduación con birrete incluido y toga corta de manga ancha, para que quepa de todo en ella. Un inmenso desfile de todos los graduados con fotos a todo color en Facebook y otras redes sociales. Ya me estoy imaginando una gran orquesta para amenizar la fiesta con canciones de Georgie Dann entre otros “grandes compositores”, también podrían participar “los vates de la generación 2.0” con varios ceros a la izquierda para agrandar el tamaño de la cifra, inundando el espacio virtual con sus malas rimas, cargantes y malas rimas impresas sobre imágenes cutres destinadas a alimentar culturalmente al enjambre de larvas de la nueva corriente artístico degenerativa conceptual de cualquier ocurrencia. Una inmensa hoguera de fondo alimentada con los viejos talentos y los grandes clásicos podría servir para calentar la ignorancia y los capullos en los que dormitan los “genios por llegar”. Menuda fiesta, una bacanal romana por todo lo alto con incontinencia fecal y enfermedades venéreas cerebrales incluidas. Estoy tan emocionado pensando en el futuro que no sé si cortarme las venas o dejármelas largas.


SOLILOQUIO DE INFIERNO.

Una mañana más frente a ese campo de batalla qué es la vida, dos pasos y uno de tantos silencios necesarios. Un arbusto coqueteando con una palmera desnuda sobre un mar de asfalto en mal estado. Sombras furtivas con prisas por llegar a un lugar al que no merece la pena llegar, el claxon de un coche ante mí, otro conductor con derecho al atropello con o sin licencia. Qué saben ellos de mi silencio ensimismado. Que saben de mi realidad. Fueron esos mismos, con distinta cara y circunstancias los que me llevaron hacia el monte, ese monte pelado plagado de cruces en las que ellos sin saberlo también cuelgan. Tantas muecas hipócritas fingiendo ante mi lucha, tantas sonrisas condescendientes enmascarando un no me importa pero disfruto. Tantas piedras y salivazos sobre el rostro en el camino que te endurece, y por fin hoy comprendes demasiado tarde que dejaste de importarme desde el instante en que comprendí que jamás te importé. Miro mis viejas sandalias, gastadas por la dureza del claustro y sus habitantes. Tal vez si hubieses usado menos discursos prefabricados para intentar convencerme con palabras de aquello que desmentían tus acciones, para dedicar algo de tiempo a comprenderme no estaríamos enfrentados. Te duelen mis palabras lo sé, te duelen tanto como me dolieron tus silencios fingidos y hoy por fin te devuelvo cada silencio, cada piedra, cada salivazo, cada indiferencia. Te devuelvo la fe que me quitaste al ensombrecer su realidad con tu autocomplacencia libre de toda crítica, y tu paja en ojo ajeno, te devuelvo también tus golpes en la otra mejilla. Pero no es venganza devolver lo que otros te ofrecieron, no es venganza devolver aquello que no quieres conservar. También devuelvo los malos recuerdos al olvido que siempre pertenecieron y devuelvo las ofensas a sus ofensores, porque no quiero conservar lo malo que otros me dieron. Yo lo llamo desapego con desgana, esa misma desgana que siempre practicaste para conmigo. Es cierto, conseguiste crucificarme y lo hiciste sin saber que cada clavo sobre mi carne sedienta de respuestas era también un clavo sobre la tuya, muerta mucho antes de que lograses asesinarme. Que al matarme también morías tú. No podías saber que al matar a un hombre bueno matas lo bueno que hay en ti. Y hoy por fin estamos todos muertos sin derecho a descansar en paz


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI


INAUGURACIÓN DEL EXTRANJERO

Vinieron con brío que era la prisa de su pobreza, y tuvimos que acogerlos en pensiones improvisadas. A otros más rebeldes o pendencieros los alojaron en un barracón de hojalatas al que se accedía por un puente de piedra. Allí vislumbré de noche sus cuerpos apenas iluminados. Casi todos trabajaron en oficios de vértigo para los que no teníamos coraje. Subidos al techo de una fábrica o sujetos a un poste, soldaban viguetas y tendían cables de electricidad, y su indiferencia ante el peligro aumentó la distancia desde la que los admirábamos. De dónde llegan, nos decíamos los niños, mientras los dedos índices iban de Ecuador a los círculos polares del mapamundi escolar, sin que tropezaran con unos nombres, Asturias o Extremadura, inventados para nuestro extravío. Aún creció la cautela con que los adultos los observaban en las calles, siempre desde una lejanía que les evitase su saludo y el roce de su acento. Yo los espié en las cercanías de una taberna y vi que algunos quemaban con alcohol el trecho que les impusimos. Solamente unas cuantas chicas se atrevieron enseguida a tratarlos, y nacieron amores que disgustaron a los nativos. Por fin, la muerte fue el imán que nos atrajo hacia los inmigrantes. Tres o cuatro de ellos cayeron de una altura para pájaros exóticos y se estrellaron contra el suelo de piedra. Ocurrió al atardecer, o quizá a mediodía con un cielo sucio, como si también las luces desdeñaran a esas víctimas, y recuerdo carreras de mujeres y la claridad rápida de sus velas sobre los rostros de los caídos. No hubo ceremonias ni banderas humillantes, ninguna lágrima, pero los muertos se incorporaron un poco, envolvieron en una sábana sus miembros heridos por el golpe y ensayaron la postura al arrellanarse en mi mente. Les adeudo el favor de haber manchado la pureza dañina de mi infancia.


LOS HOMBRES INTERMITENTES

Amé, fui rechazado y desaparecí. Me abandonó una mujer que, conforme se despedía, borraba mi cuerpo. Su ausencia me volvió invisible. Acudí al trabajo, donde hice las tareas de costumbre, pero nadie pudo notar mi presencia; entré sin ser visto en los lugares concurridos de siempre. Ningún familiar o conocido sufriría por perderme, porque también mi pasado se evaporó en sus recuerdos. Encontraron mi imagen en los álbumes y sólo distinguieron un fondo de vegetación indefinida. Los amigos se acercaron a mí como si atendieran a un bloque de aire. Mi sufrimiento se apretó en una ráfaga con que tocaba a quienes me habían acompañado antes del eclipse. La soledad era pasar por debajo de aquellas ropas. Años más tarde, quise a otra mujer. Ella retuvo el soplo del que surgieron dos brazos y piernas, unos labios pegados a los suyos. Saqué mis zapatos escondidos detrás de los arbustos, y regresé despacio a las fotografías. Y, cordiales, todos nos miramos envejecidos con naturalidad.

AUTORRETRATO

Lo mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas. A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo sostenerle la mirada.


PEDRO DE PAZ


NO DEN DE COMER AL POETA

No den de comer al poeta no lo acaricien no se acerquen no lo cojan en brazos. No deslice la mano sobre su lomo. Si lo impregna con su olor podrían aborrecerlo sus musas y no volver por él. No le eche emociones de esas de las que usted se alimenta. Su organismo podría no tolerarlas bien. No le llame por su nombre para que acuda. Nunca atiende porque quizá tenga mil nombres. Y si alguna vez, paseando se lo encuentran obsérvenlo con cautela. Son asustadizos. Es fácil que lo encuentre herido suelen estarlo. Puede que le parezca mono que quiera darle cobijo llevárselo a casa quizá desee curarlo. Pero créame fuera de su hábitat sin su tristeza anegada sin su dolor público sin su impostura fingida sin su locura transida sin sus sueños de papel... mueren al poco. Porque la realidad los mata.


UNO DE ESOS DÍAS

Hoy es uno de esos días en los que a uno le pesa el hastío. Hastío de jugar a juegos de hombres con reglas de niños, de disfrazarte de ti mismo y ser acusado de impostura, de falsos amigos, de falsos enemigos y de auténticos hijos de puta. Hastío de hundir tus naves en un charco de lágrimas que a veces cuesta dirimir si son propias o ajenas. Hastío de levantarte por la mañana para volver a caer a cada minuto. Hastío de vivir en uno de esos globos de nieve que todo el mundo zarandea para que cobre vida. Hastío de respirar por las heridas, de que las viejas canciones no suenen como siempre, de arrastrar penitencias de pecados no cometidos, de rebatir engañosas verdades, de sostener sinceras mentiras, de sentir ganas de nadar hasta más allá del horizonte y olvidar dónde guardaste la ropa. Hoy es uno de esos días en los que a uno le pesa el hastío. Días en los que la sensación es la misma que nacer muerto.


I N M A P E L E G R I N


CRATOS

Tu piel es la continuación, no el límite. Mas allá de su fin sigues estando en las cosas que tocas y respiras, en aquello que observas o seduces. Cuanto vivas habrá de reflejarse en toda la extensión de esa palabra. El monstruo que te habita, la razón que te asiste, los pasos que pretendas, el miedo o el asombro son las gubias que esculpen su perfil definitivo. Cercados por su dermis, a lo lejos, aguardan los extraños, como islas sumidas en el aire, un aire que, algún día, desearás recorrer. Vigila a quien abrazas. Escoge a quien traicionas. También los otros cuerpos se quedarán tatuados, irreversiblemente, impresos en tu piel.


HOLOFERNES

Permíteme mirarte la vez última al descansar mi cuello entre tus senos para dormir el sueño de los justos. Judith: hija de Mer y viuda de Betulia, me rindo ante tu campo de batalla. Yo sé que a cada hombre le corresponde un único final y sé que ha sido el odio y no el amor el que te ha conducido hasta mi lecho. No temas, nada puedo reprocharte, recuerda que soy yo quien lo ha querido y no tiemble tu mano al liberarme del peso de la vida, que a cambio de tu cuerpo es poco el precio de darme por vencido. Permíteme mirarte y conservar tu imagen para siempre y en el golpe certero que me inflijas no dudes ni un momento, pues tu engaño ha sido mi verdad tan deseada. Después de haber probado el mejor fruto, no concibo destino más amable ni muerte más piadosa que el filo de tu daga.



JOSÉ

MARÍA MUÑOZ Q UIRÓS


EN LA ACCION DEL POEMA

Yaces al fondo. Una línea Está escrita. Gime. Espanta tus palabras. Duda. Y en el carro del día, En el dócil camino Habita. Mece su voz Y está Cerca, con el fértil Arrobo de las horas Luminosas. Yace al fondo. Un relámpago Frágil te sostiene, oculto, En el recuerdo indómito Que escribe en los renglones Torcidos de la noche.


VIAJERO POR EL FRÍO

Vienen Marcando el camino, La dureza del barro, La sombra Que se inclina hacia ti Y duerme En un instante derrotado.

DESCUBRIMIENTO Ahora ya en posesión De una verdad a medias. Así Nos ha descrito la manera De vivir. Estamos apresados En el cauce del agua, En el modo secreto que tú olvidas Cuando se impone la imposible Lealtad a la vida.


PILAR VERDÚ


ALEGRÍA

No hay tiempo que perder Levántate alegría y pasa de poro en poro la aguja de tus sedas Vicente Huidobro

Bórdanos, alegría. Clávanos en la piel tu seda santa y llénanos los poros de colores. Duélenos suavemente con tu rejón de luna para arraigar más dentro. Y no cortes el hilo: cósenos al hermano al que visites para extender al mundo tu guirnalda. Bórdanos, alegría, igual que a los mantones: un jardín de claveles sobre el fondo negrísimo.


PÁJARO

Allí estaba, en la acera. Una mujer, con gesto delicado, lo cogió en un pañuelo y lo llevó al alcorque. No podías creer que ya era tarde. Que ni migas con leche ni médico ni nada podría devolverlo a las alturas. Llorabas con la fuerza de los descubrimientos decisivos. Te sugerí que juntos deseáramos buen regreso a la tierra al que en los cielos tanto disfrutara. Corteza, plumas, hojas recubrieron su cuerpo mientras iban llegando las hormigas.


ENRIQUE WINTER


ARQUITECTURA 0096

Esto la caja de zapatos donde vivo la caja de zapatos donde vive mi padre. Dos zapatos izquierdos. –Cuando chica quería ser artista, veterinaria o astronauta. –Yo arquitecto (me mira y no me cree). Mi papá me llevó a la construcción algunos sábados. A mí me encantaba. Una vez le pregunté en qué consistía su trabajo. Me dijo que el arquitecto (primera vez que oía esa palabra y me sonó importante de inmediato, como archiduque) imaginaba el edificio y que la pega de él consistía en que simplemente no se cayera. Un trabajo que sólo imaginaba lugares me pareció extraordinario. No así la opaca labor del padre. Los lugares imaginados se le comunicaban con dibujos. Y a eso dediqué mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas. La pega de mi papá consiste en que no se caigan.


ARIZTÍA DON POLLO Y AGROSUPER controlan el mercado en carnes blancas el bci y el santander la banca auditados por price water house coopers unimarc jumbo y líder el retail telefónica y claro que no arrasa movistar salcobrand cruz verde fasa celulares farmacias y el email yahoo y google los diarios de copesa y el mercurio turbus y pullman buses la ccu controla la cerveza puma y adidas los estoperoles lan y sky en el cielo son dos cruces la vía láctea es de nestlé y soprole


ANTONIO JOSÉ ROYUELA


E X T RA ÑA DO Al encontramos, me contó que viajaba con una maleta de sueños a medio hacer. Me extrañó esa rara aleación de candidez y la espectacular silueta en formato vectorial de la que parecía emerger. Fui valiente y le conté que despertaba sobresaltado y con la boca llena de miedo, porque pasé la infancia y gran parte de la adolescencia huyendo de las voces que me gritaban: “eres un inútil, nadie te querrá”. Me aseguró que tenía remedio para mis males. Al principio, no la creí. Llevaba veinte años en guerra contra las malditas secuelas de las voces, pero una certeza y no la sacudida habitual del corazón; me llevó hasta ella. Dos mudas, poco cariño en la memoria y una ilusión interior creciente fueron las pocas pertenencias que trasladé a su domicilio. Al principio, hubo muchas horas de sexo sofocante y amor sin formas. La pasión de la carne admite variantes tanto o más afectivas que las que ofrece la horizontalidad de un colchón. Ahora podría decirse que los dos hemos cambiado nuestro desnudo. Sigo sin saber por qué le quedaban tantos sueños por realizar. Me da la sensación de que también ella acumulaba algún tipo de derrota. Por fortuna, hoy esas cicatrices tienen olor a melancolía. Las voces desaparecieron en cuanto el hábito de la ternura se instaló de forma permanente. Juntos, hemos aprendido que sobrevivir es una batalla diaria que necesita de altas dosis de afectividad, confianza y generosidad para contrarrestar el egoísmo y la malicia que te pueden golpear desde diferentes frentes. Todos los días me despierta con un beso en la mejilla. Abro los ojos y contemplo el fondo cálido de los suyos. De fondo, suena la melodía alegre de la mañana. La ciudad gris, los gritos: “eres un inútil, nadie te querrá” o la costra de desdén que solía pasear tan solo aparecen ya como parte de un mal sueño. Lo único extraño después del beso es que es ella quien me pregunta por mis anhelos.


DE S HA UCI O Un desahucio es hijo del padre, saqueador de bolsillos, el edicto de quienes venden gato por liebre ante la indiferencia de los que dicen adiós después de prometer para siempre. En un desahucio intervienen leyes trasnochadas e injustas, la necesidad de un derecho conculcado, demasiada lluvia y extrema fragilidad. En un desahucio cabe el grito silencioso del humillado, el esperma arrojado a un espejo roto, habitaciones que guardan rencor y la voluntad firme de modificar un guión errático. Pero también cabe la balada sobre la nuca del otro, el tiempo que pasó deprisa y se quedó atrapado entre los muros o el vocabulario propio de unos muebles que protegen las banderas allí levantadas. En un desahucio se maltrata la intimidad de un cajón con pequeñas cosas que son herencia y legado de toda una vida. Todo aquello que no forma parte del inventario, que se almacena en la memoria de unos labios, de unos ojos o de una piel reseca en el intento de cocinar felicidad. En un desahucio sobra la letra pequeña de un impreso cobarde y asesino, las corbatas de usureros que no combinan con el color de las paredes y el triste espectáculo de la degradación pública de un sueño. ¡No más desahucios!



MANUEL JESÚS KABALCANTY


­ APOLÍNEO ­

En el fiel de la balanza, acróbata en la equidistancia, en la espesa mesura abrazado a un silencio a dos voces del extremo. El tuétano enfermo que huye el plenilunio, que se evacua sin irse, que se intuye en un palpito que siempre se espera, que dice que dijo cuando escampa, tras el después de los despuéses, cuando la nada enrasa.


­ DIONISIACO ­ Besa con furor, yéndose por sus desconchones, pintando sangre en el labio carnoso que titila brillos en el ojo de la noche. Desde su lecho, su féretro profanado de lomos abiertos con páginas ahumadas con la tintura del vino, narra su orgasmo siguiendo la pulsión de la vena enraizada al goteo de su semen. Afirma descarado, con forzado ímpetu, atesorando la risa, cuando el Concilio de Sobrios muestra las certezas en un témpano de hielo con espumillones adosados.


FERNANDO CHELLE


FAROLITO DE PAPEL Excepcional exilio voluntario y voluptuoso solitaria rebeldía pasionalmente anárquica sueño ensoñado de belleza subjetiva, idílica, terreno exquisitamente melancólico en la naturaleza apacible, divina místicamente enamorada del poeta llama de la eternidad


MUELLES DE LA PALABRA La evanescencia de la palabra me salva del mundanal ruido, las hay sentimentales, impresionistas, pintoras, son muelles del verbo eterno que nos roza en la garganta, en los pulmones. El himno gigante sigue anunciando y corre, se ramifica como siempre se dilata en nuevas sombras. Las páginas brillan, ahora resplandecen y se modifican, pero son páginas, no humo, perfume, sonido o viento. La palabra cabalga sus nuevos corceles, compañeros del poeta que sigue cantando, gritando, viviendo ahora despojado del métrico corsé y de la rima represora, ahora lejos del mármol y las escalinatas camina por las calles con todo el pecho al viento. La palabra ya no quiere ser el queso de las ratas, quiere estar ahí, inmediata y cotidiana, enamorada de los guantes, de las calles, la sopa y las colmenas. Preferí beber tus ismos, zurcirte, engarzarte y presentarte pura, directa y palpitante, con un verbo libre que viaje hacia asideros que lo terminen de nacer, donde habitan mis cómplices, mis hermanos.


JESÚS URCELOY


SALMO 30

Si hubiera un país que sólo fuera frontera y hubiera una ciudad, y la ciudad la misma frontera; si hubiera un edificio ubicado en la frontera, rodeado de frontera, y allí un piso elevado, acaso un sexto, un doce: donde cada frontera fuese al mismo tiempo asilo, mirador, refugio o faro. Si en esta casa hubiera una habitación encendida la noche, cada noche, frontera y siempre y siempre, y allí un hombre desde siempre escribiera, sería sólo aquel que en todos conocemos, ese hombre sería quien vivera en la sombra, quien habitado sólo de frontera nos hace los demás el don de no hallar límites. (de Libro de los Salmos / Devenir 1997 )


LA FUGA A EGIPTO

( fuga in aegyptum)

Tal vez será mejor huir de casa Y quemar todo rastro / enmascararse Entre algún grupo de adorables frikis amigos de sinatra por ejemplo / coleccionar postales eruditas llenas de versos de los muy usados a ser posible de Neruda y lorca / y vivir bajo un puente entre la mugre y las guitarras y las heces / sí dejemos todo huyamos lejos / que nuestras ropas hiedan / oh busquemos entre las tripas de pescado un poco de amor / si es que hay amor / un beso blando / habrá que huir desnudo / con las llagas abiertas tras pedir a nuestro amante que nos obligue a andar descalzos sobre hierros y púas oxidadas / y dejar que nos paseen los vecinos por las calles al grito o a la oferta / será mejor sin duda / o alistarse en un grupo soez y mercenario que asuele poblaciones / que degüelle y que aplaste y afile los machetes entre los dientes de las calaveras / habrá que huir muy pronto / antes que el viento de la montaña baje y nos deprima un poco más (de La biblioteca amada / Polibea 2012 )


NIEVES FERNÁNDEZ


MIS PADRES Y LA NIEVE

Mi madre me guardaba la mano en su bolsillo inmenso y amplio, acogedor y humano. En cada calle me cambiaba la mano y la calor. La nieve le caía por su cuello pero yo, protegido, de tanto buen amor, no notaba la nieve en el bolsillo, ni en mis cortas pisadas advertía el candor. Mi madre me guardaba la mano en el bolsillo. Mi padre me cubría con mantas, me invitaba al brasero, me ofrecía una hoguera incendiada de sol, me negaba la escarcha me mostraba el rocío, me alentaba en promesas de calor o de frío, entonces era joven pero yo le veía con cientos de nevadas en todo su arrugado alrededor. Mi padre me negaba la escarcha, me mostraba el rocío. (Del libro Sobre la nieve, Editorial Vitruvio, Madrid, 2014)


ME QUEDO EN CHILE

Desde esta lejanía me quedo en Chile, cerca o lejos, esperando los saltos de caballo que me lleven al pueblo. Me quedo en Chile, vivo o muerto, en espera de alfiles que defiendan el oro de los vientos. Me quedo en Chile, grande o pequeño, guarecido por torres que olviden los tormentos. Me quedo en Chile servil o regio, perdonando el ataque de reyes desde mi testamento. Me quedo en Chile, capitán o soldado, sin peones de mando que avancen por los cuadros. Me quedo en Chile, negro o blanco, soportando los jaques de un ajedrez que gana por el llanto. Desde esta lejanía quiero volver a Almagro para ser en mi reino un buen vasallo. (Del libro Almagro espiritual, Ciudad Real, 2007)



ROBERTO

V I L L A R


Huyes El tema es la huida. Escapar. Irse y valer para otra batalla. O simplemente irse. La excusa es lo de menos. Ya encontraremos alguna justificación a mitad de camino. También es posible que hallemos una razón para volver. Hay que correr riesgos. Hay que correr. Correr sin mirar atrás. Intentos como el precedente. Intentos de comenzar a hablar de algo que no se tiene claro desde un punto de partida difuso. Empezar a ir a ninguna parte desde una parte cualquiera. Huir por el teclado. Hasta la tecla siguiente. Hasta la tecla de borrado. La inspiración como tema de inspiración (ay, hay un juego de palabras facilón –el ordenador te corrige y escribe vacilón­ que te llama. Y vas, claro, como un pelotudo, vas) no resulta muy inspirador. Pedir perdón o huir. Sales por patas de este párrafo. Huir del amor camino del sexo. Huir de uno camino de dos. Huir de viceversa por el camino inverso. Huir del camino ciudad a través. De todos, de ti y de mí, siempre estamos huyendo. Cuando uno escribe huye hacia abajo. Sí, inténtalo. ¿Lo ves? Llegas al margen derecho y tienes que bajar. Y así. Los niños no huyen. Siguen escribiendo allende el papel. Miguel, con dos o tres años, una noche, mientras tú preparabas la cena, se quedó dibujando en un folio sobre la mesita baja del salón. Cuando reapareciste, el folio estaba en el suelo, apenas dibujado, y la mesa casi completamente grafiteada con rotulador. La asociación libre no pone impedimentos para que te sumes a ella. ¡Apúntate! Apúntate y dispara. Disparar, del verbo salir disparado. Huir hasta quedarte sin aliento ni alientos. ¿Qué necesidad hay de ir por ahí? Con lo bien que se está en casa. Huyendo por el teclado sin moverse del sitio. Sitiado por la imperiosa necesidad de huir que te rodea, dejándote sólo el resquicio de tus diez dedos –te sobran siete­ por el que acceder al teclado y escribir a toda lenta velocidad que hay que salir corriendo de aquí pero ya. Actualmente está prohibido fabricar teclas de piano de marfil*. *Información encontrada en mi huida más reciente.


Envidia

Sólo envidio al grupito de pibes que juegan al fútbol en el parque. Bien es verdad que los envidio a todos y cada uno de ellos. También a los adolescentes que se besan con todo el cuerpo, pendientes de una calidez incendiaria, y de una urgencia a la que le faltan cinco minutos para chafarles el plan por hoy. No envidio a la madre pendiente a partes iguales de su teléfono móvil y de su niña hiperinactiva. Ni al viejo­no tan viejo que mira hacia adelante como se mira hacia atrás, mientras su cuidadora latinoamericana –tampoco la envidio­ ojea una revista de ese absurdo músculo llamado corazón.


ENRIQUE GRACIA TRINIDAD


CUANDO NO TUVE NADA IMPORTANTE QUE HACER Trabajé en muchos sitios imposibles, en oficios absurdos y ridículos. He sido porque sí: Restaurador del cuarto menguante de la Luna, crupier en una mesa en que jugaban a la ruleta rusa o al simple desamparo, conservador del horizonte —eso siempre por horas y en las tardes nubosas—, albacea del tiempo por venir, conductor de un ilustre carromato de feria que perseguía la justicia, distribuidor a domicilio de sensaciones imposibles, pescador en un barco que se matriculó como patera, sacerdote del dios desconocido que aún lo sigue siendo. cocinero del hambre sin fogones ni plato ni cuchara, monaguillo de alguna misa negra que terminó en guateque deslucido, ladrón de guante roto algunos viernes. Los sábados libraba. Me desgané la vida como pude: He vendido la droga de los sueños a la puerta de alguna residencia de ancianos; canté —muy mal, por cierto—en un mariachi turbulento y triste; zurcí suicidios y pinté esperanza, la restauré después, al cabo de los años, para que siga viéndose a lo lejos; ecualicé los ruidos en un andén del metro y el canto de los grillos en un solar de las afueras del silencio; recogí los misterios de la vida que abandonaban los adolescentes en las terrazas de los bares; clasifiqué y almacené la risa, la ironía, la burla y el sarcasmo; pregoné los poemas de la desolación .


Fui lo que nadie quiso ser, no me

arrepiento. Ahora que ha llegado la edad de jubilarme, me niegan la pensión por inconstante. Me ofreceré de voluntario en el Armagedón, afinando trompetas, o sacándole brillo a la guadaña.

DESCONSUELO El asesino está desconcertado, alza sus manos y las ve vacías, mira a su alrededor: no encuentra nada que le resulte conocido. Sale por la avenida silenciosa, llueve. Es ya muy tarde y no encuentra refugio, un pequeño rincón, un bar tranquilo que acoja tan oscuro desconsuelo. Su víctima se había suicidado minutos antes de que él llegara. (De Pentimento)


ANTONIO

CAPILLA


BEBÍ EL GRIAL DE LA ILUSIÓN PERDIDA

(Homenaje a Ángela Figuera Aymerich) Bebí el grial de la ilusión perdida el despertar de la inocencia al mundo el sufrimiento azul de ser consciente el resistir mientras nos traga el barro. Sentí la voz que grita en el vacío en la oquedad donde la voz se quiebra en la silueta que al amor escapa en el silencio de un sepulcro abierto. Hundí las manos en la tierra estéril regué la flor de la piedad filial la sangre fértil de una llaga inmensa el vino amargo del doliente cáliz.

Yo he recreado la palabra diáfana el centro mismo en que el latido es vida la hondura excelsa que a la cumbre accede claror de sombras en el verso franco. Y pido al fin que me perdonen todos por ver la luz cuando la noche cae por ser feliz cuando mi hermano sufre por existir cuando las voces mueren. (Piedra de la honda, Editorial Vitruvio, Madrid, 2016)


NOMBRÁNDOTE EN SILENCIO Languidecía una tenue luz de invierno bajo un incierto chal de nubes blandas. La tarde acariciaba las pálidas mejillas del océano adormecido y quieto. Y el viento se ausentaba del marco de este lienzo que bosquejo. Ligera y por la arena descalza te alejabas... Y tenues escapaban del sol luces de invierno. Te quise aquella tarde. Y siento aquel momento que estando tú tan cerca teniéndote tan lejos quise hacer mío el infinito instante nombrándote en silencio. (Viento del Sur, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2009)


ALEJANDRO

CÉSPEDES

FOTOGRAFÍA DE DANIEL MORDZINSKI


ESTÁ haciendo el recuento. Busca mi cama con su hocico

hincado en las ranuras del pasillo. Olfatea mi rastro en las baldosas. Se cuela en las rendijas del descuido. Tiende hacia mí sus manos igual que un pordiosero y con las uñas sucias pretende acariciarme. A tientas, en lo oscuro, busca el cuerpo. Viene arañando el suelo con sus púas y yo le reconozco: chirría como tiza en la pizarra. Viene haciendo el recuento. Se arrastra por debajo de mi cama. Va pasando sus dedos por las cuerdas del arpa del somier y pulsa sus alambres. Con su canción metálica administra lentamente el cloroformo. No me puedo dormir porque es muy fácil que se introduzca entre los sueños rápidos que agitan mis dos órbitas en círculos y allanan el camino a sus carrozas. Huelo la podredumbre de su aliento. Va acercando su hocico a mi entrepierna porque está en celo siempre, como un perro habituado a predecir los días en que ovulo. Llegas tarde fantasma de la infancia. Los pájaros comieron las migas de aquel pan que fui dejando por el camino andado para saber volver.


SU nombre se me hizo intolerable. Incluso en el final, cuando agarró la

muerte sus dos brazos y recordé, y repasé, hice el cómputo. Incluso en ese instante en el que las dos garras que tenía clavadas en mi estómago se aflojaron al contraluz de aquellos dos faros encendidos, incluso en esa tregua, mientras estaba viendo cómo el cráneo se le iba vaciando como un odre de vino y sus ojos que no comprendían nada se anclaban en lo alto de la noche y desde allí llamaban. Me llamaban. Incluso en lo insondable de esa casual victoria, aunque busqué sus letras ahogadas en saliva e indagaba en mi oído el eco de sus sílabas, su nombre se me hacía impronunciable. Sólo escuchaba el motor de aquel coche con sus puertas abiertas, con sus faros abiertos, obscenamente abiertos y mirándome y sus intermitentes alternativamente llamándome llamándome Aurora Aurora Aurora Aurora Aurora Aurora




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