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El asentamiento y la prosperidad
from En el valle de las
on el auge de los negocios vino una relativa prosperidad para la familia Meléndez, que ya no eran migrantes sino ciudadanos poseedores de bienes; tierra para el cultivos de maíz y maicillo, vestías de montar y de C carga y mucho ganado que pastaba libremente en los territorios lindantes a la Candelaria cuyos dueños ya habían fallecido y uno de los hijos que vivía en la capital, la había hipotecado por cien mil pesos de plata. Después que venciera la hipoteca los territorios pasaron a propiedad del estado y a disposición de las autoridades del pueblo quienes decidieron otorgarla a sus habitantes mediante denuncia, lo que favoreció a la familia Meléndez que se hizo de sus primeras propiedades. Pero como el Macuelizo está ubicado en los linderos de la antigua Hacienda y las tierras del pueblo, no fue mucho lo que pudieron acaparar, teniendo que comprar otras propiedades de otros vecinos que decidían vender y mudarse a otros lugares. Con el tiempo el sitio de la hacienda la Candelaria se fue reduciendo ya que los nuevos dueños sustituyeron las cercas temporales por permanentes y los espacios abiertos desaparecieron y todos aquellos rebaños que antes pastaban en el sitio tenían dueño y los mantenían dentro de sus territorios denunciados poniendo fin al uso colectivo del sitio. Con el fin de la propiedad en común, surgieron otros negocios como la compra de las cosechas “en agua” para venderla a finales del invierno o llevarla al país vecino donde se pagaba un mejor precio. Esto trajo como consecuencia un trasiego de contrabando por diferentes puntos ciegos.
Convirtiéndose en una nueva actividad comercial entre los pobladores de la zona fronteriza que llevaban y traían productos clandestinamente dándoles a las
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familias cierta estabilidad y prosperidad con lo que algunas de ellas acumularon considerables fortunas.
La familia Meléndez conocía muy bien este tipo de negocios, ya que desde siempre se dedicaron a ello, en su país natal y pronto llegó a arrear hasta 30 mulas cargadas de café todos los viernes que eran el día de comercio en Santa Rosa y de allá, traían dulce de panela que se vendía a buen precio.
Esto duro unas cuantas décadas, pero fue hasta que José el hijo mayor don Chilo regreso de la costa norte, que se intensifico el comercio y valiéndose del parentesco que tenían con Simón uno de los sobrevivientes de la catástrofe del pasado reciente, quienes decidieron asociarse y hacer negocios sin el temor a ser multados por las autoridades de ambos países.
En esas andanzas fue donde conoció a la madre de sus hijos, a quien se llevó sin el consentimiento de su madre, en una noche oscura, al anca de la mula para el valle de Las tunas, el lugar de donde un día saliera su padre un sitio que para él tenía mucho significado.
La Suegra enojada por lo que le había hecho a su hija, se vio en la necesidad de viajar al pueblo para que las autoridades llamaran a los prófugos, por intervención de los consuegros y de esa manera llegar a un arreglo en el que se obligó a José a casarse. De ese matrimonio nacieron diez hijos, conformando la tercera generación desde que la familia saliera del valle de Las tunas.
Unión, que dio pie a la consolidación de la única familia que se quedó a vivir en el Macuelizo y que después de trabajar junto a su padre y hermanos con el conflicto de 1969, su padre don Chilo decidió que para no perder el capital que juntos habían trabajado, le heredó a un solo hijo todo cuanto poseía incluyendo bienes que eran propiedad de José.
Dando inicio a un nuevo conflicto en la familia, lo que les obligo a emprender de nuevo el camino, dejando atrás la relativa prosperidad que en años habían logrado y que en un momento de euforia todo había terminado al pasar a otros dueños que muy poco les había costado. Pero la vida es así de injusta sentenciaban.
A pesar de haberlo perdido todos estaban en pie, la esposa de José una mujer emprendedora junto a sus cuatro hijos mayores y su esposo decidieron empezar, con lo poco que les quedaba y el apoyo de su madre lograron comprar el lote de tierra donde estaba ubicada la casa. El que producto de la guerra había pasado a manos de un fulano político que en el pleito oso en darle un puñetazo a la madre de José quien se oponía a salirse de la propiedad donde habían vivido desde que se había juntado con Chilo.
Pero todo esto no les hizo emigrar de nuevo por el contrario con el apoyo y la intervención de la suegra de José Lograron recuperar de nuevo los predios donde se ubicaba la casa, los que tuvieron que comprarlos y desde entonces son propiedad de los descendientes de los Menéndez.
Como José era un hombre trabajador junto a su esposa decidieron continuar con sus habilidades para el negocio, pero en esta ocasión con ganado y cerdo para el mercado interno que se daba en el lugar conocido como el matapalo en las afueras del pueblo.
Por muchos años y casi hasta que las fuerzas se debilitaron Don José siguió combinando el negocio con la agricultura apoyado por los hijos adolescentes. Quienes una vez que crecieron decidieron salir del lugar y hacer su propia vida tanto que de los diez hijos que tenía solo quedo uno de ellos, quien mantuvo la tradición de la familia a pesar de las críticas de algunos de sus hermanos que creían que él se apropiaría del capital de sus padres.
Pero superados todos los sentimientos encontrados de los hermanos siempre prevaleció el deseo y la voluntad de mantener la armonía y el buen trato entre todos los miembros de la familia pese a que sobre ellos todavía rondaba el fantasma de la maldición de ser “malos”.
El poblado del Macuelizo alcanzo su auge y esplendor cuando sus pobladores se dieron cuenta que estaban ubicados en el cruce del camino real que bajaba de la montaña hasta la costa del pacifico por la que pasaba gran parte de la producción la que era transportada a pie, en mulas, caballos y carretas de bueyes.
Se dice que como este lugar estaba a pocos kilómetros del principal poblado donde los “indios” comercializaban sus productos estos pernoctaban el día sábado para luego el domingo antes de que amaneciera emprendían el camino al pueblo y muy temprano regresaban con las compras de la semana.
El pedrero blanco y los almendros sobre la pequeña quebrada son testigos mudos de todo aquel alboroto que se daba el día de sábado por la noche donde descargaban su mercadería, cenaban y descansaban. Hasta que se construyó la primera carretera y con ella desapareció el apogeo de la calle real.
Este tiempo fue muy bien aprovechado por los pobladores del Macuelizo que incrementaron sus negocios ya que compraban a los transeúntes dulce de panela, ocote, frijoles y otros productos para luego revenderlos en el mercado local o llevarlo de contrabando al país vecino donde tenían un mejor precio.
Una travesía que no era para nada fácil, se tenía que viajar desde el valle de la candelaria pasar la frontera y adentrarse hasta el poblado de Santa Rosa sede del comercio de la frontera. Lo que significaba viajar unas seis o siete horas al lomo de mula.
Pero como tenían familia en el otro lado de la frontera al igual que lo hacían los “inditos” salían el día jueves a la una de la arde para llegar temprano al valle de Las tunas, descansar donde el primo Simón y por la madrugada continuar con su viaje rumbo al mercado de Santa Rosa donde vendían su mercadería y regresaban el mismo día por la noche al Macuelizo.
Así transcurrió el tiempo hasta que el conflicto bélico entre ambas naciones terminara con todo el comercio entre los pueblos de la frontera y se iniciara una cacería entre quienes hasta entonces eran socios y comerciantes exitosos entre ambas fronteras.
Esto significo de alguna manera, el fin del comercio y la huida de muchas familias, que un día tuvieron que salir de sus lugares de origen para radicarse en la otra frontera, ahora veían como todos los esfuerzos y su seguridad había terminado gracias un conflicto que no entendían.
Pero que muchos de los nacionales valiéndose de que eran extranjeros les despojaron de todo cuento poseían teniendo que emigrar de regresos a su patria o en el peor de los casos hacia el norte del país donde florecía la explotación bananera.
Se dice que muchas de estas familias, aunque lo habían perdido todo al tener que salir huyendo de la barbarie de sus vecinos. Se recuperaron gracias a que habían heredado el hábito del trabajo lograron hacerse de nuevos negocios que aun hoy siguen siendo prósperos.
De todo este daño ocasionado por el conflicto surgieron personas acomodadas que antes no poseían nada, pero que producto del despojo de los bienes a los que consideraban extranjeros lograron obtener comodidades, lo que hasta el día de hoy es considerado una injusticia.
Pero como “en la guerra y el amor se vale todo” el tiempo transcurrió y las heridas fueron poco a poco cicatrizándose. Sin embargo, no todo fue así de fácil muchos de los que antes habían sufrido en carne propia situaciones bélicas, entre ellas la familia Menéndez se vieron obligados a defenderse, de quienes pretendían apoderarse de lo poco que les correspondía como hijos del pueblo.
Pero todo este conflicto no les hizo retroceder y pese a que don Chilo, había heredado a un solo hijo con todo lo que habían trabajado juntos, José continúo trabajando con su hijos y esposa y de esa manera continuar con el legado de la familia Meléndez que hoy producto de la unión con otras familias desapareció dando paso a la de los Reyes.
Que, como árboles, echaron raíces y dieron vida al Macuelizo, un lugar que paso de ser un poblado de muchos habitantes a una sola casa, la de don José que, como fiel y eterno testigo, da fe, de la otrora poderosa familia Meléndez que viniera del valle de Las tunas.
Un legado que perdurara por los tiempos y como bien decía el Tío Lucas los Meléndez “están para rato” porque como bien se sabe en la región desde que sus ancestros llegaron al valle de Las tunas, su legado e historia ha servido de ejemplo a generaciones tras generaciones que recuerdan como esta sufrida y a la vez privilegiada familia logró superar las vicisitudes y posesionarse como una de las más respetables del pueblo.
Y a pesar de que su linaje representa la historia de muchas de las familias fronterizas, nadie los conoce, pero su legendario legado trasciende a sus descendientes de generación en generación lo que seguramente es y seguirá siendo una fuente de inspiración para los sucesores de los Meléndez.