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La tragedia se apodera de la familia más poderosa del valle
from En el valle de las
quella noche de luna llena el pánico se apodero de todo, los perros latían, las gallinas cacareaban, las vacas mugían, los pájaros… rezaban para que la tragedia no se apoderara del pobladoA y las mujeres que hasta ese día era como el paraíso terrenal. El coronel que sabía lo que había sucedido no podía quedarse tranquilo, llego a su casa, desensillo sus bestias, las llevo al potrero y se regresó a casa, tomó una hamaca y se sentó a esperar la cena, que con mucho esmero hacia doña Tona en la cocina, quien tenía como costumbre llevársela en una batea a la hamaca, donde solía comer y descansar. Pero como era hombre desconfiado, su pistola y machete envainado siempre los llevaba consigo, aun cuando estaba durmiendo o comiendo, entre sorbo de café y bocado disfrutaba de su cena, con mucha tranquilidad, pero en sus ojos se podía notar con sutileza, que las cosas no estaban bien. Terminada la cena pidió a doña Tona encerrarse y prepararse por si eventualmente la familia del difunto, decidía perseguirle, capturarle o matarle, puesto que, para él, no había más Autoridad que la que le había conferido el gobierno cuando se presentara voluntariamente al ejército para servir a la patria. Siempre decía, un soldado nunca debe dormir con los dos ojos cerrados, esa noche se quedó bajo la galera donde guardaba todos los pertrechos de la carreta y las bestias a esperar lo que podía venir, alerto a sus trabajadores quienes y montaban guardia alrededor de su rancho. Al otro lado de la aldea, el dolor pudo más que la sed de venganza de la familia agredida y el padre adolorido por lo ocurrido decidió, no atacar a su enemigo esa
noche y pensó en silencio que esperaría, el momento oportuno para atacar a quien le había con saña arrebatado a su vástago.
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La esposa de don Felipe, destrozada por lo sucedido, rezaba para que el no fuera tras el asesino, ya que ella le conocía muy bien y sabía que esto podía aumentar su tragedia, el coronel no era un hombre al que fácilmente se podía vencer, quizá aquellas suplicas hicieron desistir, de una idea que para ella a todas luces era descabellada.
Como era una familia conocida, de dinero y de mucho poder, la casa se llenó de gente unos con mucho sentimiento y pena y otros reservados pero tímidos ante semejante tragedia se dirigían uno a uno a dar el pésame a la familia y lamentar profundamente el dolor de tan nefasto incidente entre ambas familias, que trascendía más allá de lo imaginado.
El velatorio duro el tiempo estipulado según las costumbres de la comunidad, las que debían cumplirse al pie de la letra, se hicieron todos los arreglos necesarios para que no faltara nada se mataron vacas, gallinas y cerdos. Para dar de comer a todos y que pudieran mantenerse despiertos toda la noche.
De acuerdo con las costumbres del pueblo el cuerpo tenía que ser bañado y vestido con un atuendo, que estuviera a la altura de la mortaja del hijo de uno de los señores del pueblo. Y qué decir del ataúd era de madera de caoba y digno de un personaje como el que debía ser puesto dentro del mismo.
Cumplida la ceremonia, se le llevo a la sala de la casa donde se rezó toda la noche lo que solo era interrumpido por sendas tandas de café, pan y comida que siempre no debe faltar en un evento tan importante como el de darle el último a dios a un ser querido.
Cumplidas las 24 horas desde el fatídico incidente dos columnas de hombres se dirigieron al ataúd lo levantaron y le dieron tres vueltas alrededor de la casa e hicieron la venia, para luego dirigirse al cementerio donde le esperaba su tumba en la que sería depositado para siempre.
Un momento triste y desconsolador para la madre, quien lloraba amargamente por la partida inesperada de su hijo, mientras el señor se mantenía bien plantado como el árbol de Guanacaste que había en la plaza del poblado, firme y serio, como diciendo esto no se va aquedar así, todos sabrán quien es Felipe.
Pero en esos momentos es difícil separar entre el dolor de tan irreparable pérdida y la sed de venganza, por reparar tan semejante agravio y aunque nadie sabía lo que pasaría, estaban conscientes de que aquella familia no dejaría las cosas a Dios, por el contrario, harían pagar con lo que más doliera al enemigo.
Terminadas las alocuciones y la última tonada del famoso conjunto de cuerda del pueblo por fin se dio la orden de echarlo en el agujero y darle cristiana sepultura, la rezadora hizo sus últimas oraciones, le dio la bendición y se le tiraron flores en señal de aprecio amistad y cariño a él y su familia.
La gente se quedó hasta el final y acompañaron a los dolientes de regreso a casa, donde esperaba iniciar la novena que le permitiría acompañar hasta su morada eterna, el alma de quien en vida fuera el hijo de don Felipe, el señor más poderoso del pueblo.
Nueve días se le rezaron, el último día se hizo toda una ceremonia que evocaba el velatorio, muerte y entierro del difunto, esta vez no fue la excepción se hizo comida para todos los que asistieran, que no falte nada y asegúrense de que todos coman decía don Felipe, que a pesar del dolor seguía siendo un hombre inquebrantable.
Terminado el novenario y con el luto en el corazón don Felipe decidió juntar a un grupo de hombres de su hacienda. Y tal como lo había pensado, les encomendó la misión de acabar con quien le había quitado lo más preciado, su heredero y sucesor de todo cuanto poseía.
Una fortuna que se calculaba en muchas caballerías de tierra, ganado y unos fuertes negocios que consistía en la compra y venta de badana (cueros de venado, cabro y res) del que había amasado fuertes cantidades de oro y plata, por lo que no escatimaría nada en lograr su cometido.
Los hombres contratados no eran cualquier grupo de bandoleros, eran los mejores pistoleros y asesinos por encargo, que existían en los alrededores de su hacienda, que trabajaban para él de manera clandestina y que eran fieles con sus pretensiones, por lo que sabía que con ellos estaría garantizada su venganza.
Consensuados los detalles de lo que sería la hazaña más notable del siglo por uno de los personajes más influyentes en aquel lugar, solo faltaba esperar el día y la orden para emprender la gran batalla de la que estaba seguro saldría bien librado y sobre todo ejemplar para todo el pueblo.
Pero del otro lado las cosas no serían tan fáciles, el coronel que era hombre versado en las armas, sabias que daría una de las más grandes batallas que jamás se habían visto en aquel lugar. Que por mucho tiempo se había mantenido tranquilo y apacible a la ira del hombre.
Ambos bandos estaban preparados y listos para la batalla más cruel y sangrienta que estaba por venir, pero a pesar de que la gente sabía que ninguno de ellos se sometería sin dar la lucha a muerte. Parecía no pasar nada durante los primeros ocho días después que sucedieran los hechos.
De pronto se escuchó un rumor de que los hombres de don Felipe, los habían columbrado a ver merodeando por la calle real, por la que caminaban los comerciantes que viajaban a vender sus productos a la ciudad más cercana, de inmediato le hicieron llegar la noticia al coronel.
El coronel como era un hombre de guerra, siempre estaba listo para cualquier batalla y la noticia no pareció importarle, sin embargo, llamó a sus hombres más cercanos y les puso sobre aviso, como era de esperarse, decidieron a partir de aquel momento montar guardia y enviar emisarios para informarse de los movimientos del enemigo.
Con sus hombres apostados, en lugares estratégicos, lo único que faltaba era esperar a que se iniciara el fuego, pero esa no era la estrategia de don Felipe que lo único que le interesaba era acabar con el hechor de la muerte de su apreciado e inolvidable vástago.
La zozobra e inquietud se apodero de la comunidad, en el ambiente se podía sentir que una atmósfera fantasmal y diabólica envolvía a todos los seres del poblado. Quienes se preguntaban si tras la aparente calma ya todo había terminado o solo era la antesala del fin de la humanidad del coronel.
Pero eso no parecía verse en el horizonte, todos estaban conscientes de que este personaje era tan poderoso y fuerte como el coronel que había luchado en las guerras intestinas, suscitadas en la región y que esto tendría repercusiones en la familia y consecuentemente en todo el poblado.
Pasaron varios días desde que algunos comerciantes habían visto a los asesinos contratados por don Felipe para terminar con la vida del coronel, quien se refugiaba en su casa de la colina que está a la entrada del poblado y que le daba una ventaja relativa, en el caso de un ataque imprevisto.
Después de merodear la casa varios días los matones se dispusieron a vigilar y atacar las caravanas que trasportaban mercancía entre los negocios del coronel y la ciudad más cercana, ofensiva con la que él no contaba, por lo que decidió salir de su casa y enfrentar personalmente con sus hombres a sus perseguidores.
Después de robar y enfrentarse en varias ocasiones, con los trabajadores del coronel, los asesinos decidieron dar una tregua. El espacio fue aprovechado para replantear la estrategia, después de pensar un rato el coronel les dijo a sus hombres ya no esperaremos a que nos ataquen, ahora nosotros atacaremos y recuperaremos lo que hemos perdido.
Pero es mucho riesgo le dijeron sus hombres, es a usted a quien quieren y no van descansar hasta echarle mano capturarle y matarle con saña, lo que no podemos permitir. Con voz firme les dijo esta batalla es mía y yo la voy a ganar, nada me detendrá Felipe me ha declarado la guerra y guerra tendrá.
Después de la muerte de Felipe hijo, nada estaba en calma a todo momento se escuchaban disparos y muertos por todo lado, la tranquilidad y la seguridad del pueblo había terminado, algunos se preguntaban hasta donde iba a llegar todo aquello y cuanto iba a durar la intranquilidad y el miedo, que todo aquel clima de belicosidad producía a sus pobladores.
El ambiente de incertidumbre e inseguridad y miedo, transcurrió por varios años, hasta que un día de verano, la caravana del coronel viajaba por la calle real, rumbo al comercio cuando de repente fueron emboscados por un fuerte grupo de pistoleros a sueldo, que sin mediar palabra empezaron a disparar.
En la balacera, se generaron bajas de ambos bandos, lo que agudizo el problema dando inicio a una lucha entre familias, don Felipe que era un hombre poderoso, haciendo uso de sus influencias logró acorralar a la comunidad amenazando a todas las familias y amigos del coronel.
La estrategia Alentó a todos los habitantes, a organizarse y defender su territorio ya que consideraban que estaban siendo amenazados por aquella banda de pistoleros que buscaban al coronel, pero que, al cerrar las entradas y salidas del poblado, estaban dejando a los pobladores sin la posibilidad de mantener el comercio y el paso de las mercancías.
El conflicto estaba afectando a todos e incluso las caravanas que venían de los pueblos de la frontera, del país vecino rumbo al comercio de la ciudad, de donde se abastecían de productos de primera necesidad y a la vez vendían sus mercancías entre ellas café y dulce de panela entre otras.
Esto había llegado a mayores, pero no podían darse por vencidos, por lo que dispusieron utilizar todos los medios posibles para contrarrestar la amenaza. Y si era necesario estaban dispuestos a dialogar con los jefes de las comunidades vecinas, quienes también estaban siendo afectado con el corte del paso de mercancías.
Don Felipe que era un fuerte comerciante mando emisarios para decirles a los pobladores que el problema no era con ellos, sino con el coronel por lo que les pedía no entrometerse y a cambio permitiría el paso del comercio, entre las poblaciones aledañas.
La situación obligo a los pobladores a tranzar con don Felipe y distanciarse del coronel a quien respetaban y querían, pero el pueblo no podía estar sitiado por un problema familiar que se había generado entre dos familias poderosas y vecinas del valle.
El coronel que era hombre de estrategia se dio cuenta que estaba quedando solo y empezó a dudar de la fidelidad que la comunidad le había demostrado siempre,
y que, así como habían tranzado con el enemigo, se exponía a que lo entregaran situación que no estaba dispuesto a soportar.
Pasaron unos días, el invierno era copioso y el río estaba muy crecido por lo que sería difícil fugarse con su familia, ya que todos estaban amenazados y les seria casi imposible salir con seguridad al otro lado de la frontera rumbo al país vecino donde tenía amigos y conocidos.
Pero toda la paz y tranquilidad había llegado a su fin, como una maldición para la familia más antigua, poderosa y rica de todo el valle, que desde que sus primeros pobladores llegaron al lugar se habían dedicado a trabajar incasablemente, hasta convertirla en una comunidad prospera que vivía de la agricultura y el comercio, entre los territorios fronterizos a lo largo y ancho del río grande.