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La lucha de poder y el control entre los miembros de la familia
from En el valle de las
on la unión entre el Coronel y la señora Gonzales se inicia una nueva relación para la familia Menéndez y la esperanza resurge para todos, ya que con el poco dinero que traían al menos habían resuelto las principales necesidades y empezaban a tener cierta estabilidad.c Pero como nunca falta “un pelo en la sopa” como se suele decir cuando ocurre algo inesperado, dentro de esa aparente tranquilidad se gestaban otras dificultades que serían la causa de divergencia entre los miembros de la familia que pensaban que el coronel se había quedado con todo el dinero y que no les había dado lo que le correspondía a cada uno.
Pero el coronel que no era hombre de comentarios no los escuchó y continúo trabajando duro al lado de la señora Gonzales que con su sabiduría y las pocas posesiones que tenía lograron conformar un hogar ejemplar, no solo para la nueva familia sino también para la comunidad.
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Las esposas, los hijos y el resto de los hermanos del coronel, aunque reconocían el valor moral que representaba para ellos decidieron separarse y unos se ubicaron al lado de la calle real que viene de los pueblos de la frontera en el lugar conocido como piedras de moler a un costado del hermoso bosque donde nace una fuente inagotable de agua que abastece la comunidad y sus a los redores.
Con el traslado de una parte de la familia solo quedaron dos hermanos Chilo y Toña, quienes se ubicaron en zonas aledañas a los terrenos de la Sra. Gonzales y para aprovechar la temporada de postrera cercaron y limpiaron una parte de los terrenos de la Hacienda de la Candelaria en los que sembraron maíz y legumbres con los que esperaban hacerle frente al próximo verano.
Pero como no eran terrenos ejidales, tuvieron que denunciarlos ante el Sr. alcalde con la intervención de uno de los señores más respetados de la aldea de Los
Llanos, quien intercedió ante las autoridades para ayudar a sus nuevos amigos ya que en muchas ocasiones en su paso a Santa Rosa le habían ofrecido su hospitalidad.
Resuelto el problema de la tierra, pusieron “manos a la obra” y decidieron hacer su siembra de postrera, con tan buena suerte que ese año el invierno salió muy copioso y las cosechas fueron fenomenales dándole un respiro a la maltrecha economía que desde la tragedia habían soportado la familia Meléndez.
El coronel después de recuperar parte de lo que había perdido desde que saliera de su pueblo natal siguió en sus andanzas en cierta ocasión y bajo los efectos del alcohol la arremetió contra su hermano Chilo y su hijo mayor aduciendo que el pequeño le había robado un pollo de su propiedad llegando al extremo de tender su rifle en contra de la humanidad de la criatura.
Con ese incidente las cosas fueron empeorando, pero el colmo de la familia es cuando uno de los hijos de la señora Gonzales dio muerte a uno de sus hermanos hecho que para unos era contingencia y para otros un acto irracional de parte Santos que más tarde tuvo que emigrar del lugar rumbo a occidente sitio en el que se radico y vivió durante muchos años hasta su muerte.
Con la venta de los excedentes de la cosecha compraron sus primeras mulas y otros pertrechos con los que decidieron iniciar la compra y venta de cuero y animales entre ellos cerdos, ganado y mulas en todos los alrededores del valle de la candelaria y lugares circunvecinos.
El negocio prospero al grado que se les llego a reconocer como personas trabajadoras y decentes, algo que llevan en lo más profundo de su ser, ya que procedían de una familia emprendedora y después de haberlo perdido todo aquello era un signo muy esperanzador para las familias recién radicadas.
La vida fue transcurriendo y a pesar de los acontecimientos todos los allegados desde el otro lado. La vida les sonreía y si bien los incidentes que se habían dado eran hechos intolerables, la cosas eran mejor que lo recientemente vivido en el valle de las tunas después de la tragedia.
Con el tiempo el nuevo asentamiento se convirtió en el caserío del Macuelizo, Los Llanos. Lugar que inmortalizo la vida de la familia Meléndez como testigo inmemorable de aquellos hombre y mujeres, que ya no están pero que con su trabajo forjaron para su descendencia un nuevo poblado.
Sin la comodidad de lo que poseían en su comunidad natal todos decidieron formar una familia e iniciar una nueva vida en la que se propusieron olvidar el incidente y darles a sus nuevos descendientes un espacio donde radicarse y dar seguridad a los suyos de quienes se propusieron desterrarlos de su pueblo natal.
En la confusión de que, si debían vivir juntos y apoyarse unos a otros surgieron diferencias entre hermanos y familiares recién llegados, esto dio pie para que unos decidieran irse a otros lugares como la costa pacífica y otros pueblos
cercanos.
Con la familia venían dos niños Gregorio y Juana hijos de Chilo, los que se quedaron junto a su padre hasta que decidieron hacer su vida cada quien, por su lado, Gregorio se quedó trabajando con él y Juana se fue con su esposo para otro poblado cercano.
Pascual hermano menor del coronel, se radico al otro lado del portillo del quebracho, en el lugar conocido como piedras de moler, lugar que hasta el día de hoy se puede decir, que es un lugar para quedarse, pues es el nacimiento del manantial de un agua que abastece a todo el poblado de Llanos.
Segunda se fue siguiendo a su marido y se radico en Piedras blancas, cerca de la costa pacífica y se alejó del constante conflicto que les acechaba como familia y es que la familia Meléndez no se “comía la tortilla, así nomás” su descendencia cargaba con una maldición, así lo afirmaban las personas ancianas que los conocían eran “hombres malos” porque asesinaban a sangre fría hasta su propia descendencia.
La relación y el parentesco con la familia de Piedras blancas se fue distanciando con el tiempo ya que generalmente se miraban el día de San Cayetano, el santo de los objetos perdidos, a quienes todos los años iban a pagar promesas por haberles devuelto las cosas que se les había perdido.
El único que con regularidad les visitaba era el tío Chilo, con sus hijos mayores Gregorio y José quienes se dedicaban a comprar y revender cueros de ganado, cabros y venados que por aquel entonces abundaban en la zona, gracias a estas giras de búsqueda de mercancía es que algunos de los hijos de tía segunda se acordaban de él y asistieron a su novena después de su muerte.
Pascual el hermano menor radicado en Piedras de moler, se casó con la Sra. María de Jesús con quien procreó varios hijos, pero a pesar de no vivir en el Macuelizo siempre mantuvo una relación cercana con sus hermanos ya que era dueño de una propiedad en la que hacían sus milpas y repastaba su ganado.
Antonia que era una mujer muy disparatada, también decidió quedarse en el Macuelizo acompañada de sus hermanos el coronel y Chilo, pero como era de esperarse les dio mucho dolor de cabeza ya que era bastante alegre y se dice que tuvo muchos maridos.
Cuentan que, en cierta ocasión, un bandido de la aldea abuso de ella aprovechándose de que siempre se levantaba a encender fuego en la madrugada vestida solo con un justan ya que en aquel tiempo las mujeres no usaban bragas
y cuando ella se agacho para soplar la hornilla, el hombre la agarro por detrás y ella que no era escandalosa exclamo “Cecilio un caballo me agarro” el grito hizo que sus hermanos salieran y le dieran carrera al fulano que según dicen era bien dotado.
Chilo el hermano mayor de todos, en sus andanzas llego hasta el valle del Chagüite más allá del valle de La candelaria, donde conoció a la señora María Zavala con quien tuvo algunos amoríos quien al verse embarazada decidido darle una de sus hijas a Tomasa y de esa manera “taparle el ojo al macho” pero la pinta develo el misterio, la hija que dio a luz doña María se parecía mucho a con él.
Lo que siempre genero discordia entre Tomasa y su hermana menor, que en este caso era hija de su esposo. Hecho que le daban mucho rencor con su madre que la había entregado a un hombre que ella no quería y que había sido marido de su madre, situación muy penosa e incómoda para la reputación de la familia, lo que siempre las mantuvo distanciadas hasta el fin de sus días.
De la relación entre Tomasa y Chilo nació el primero de los hijos José que es el mayor de todos los 10 hijos que finalmente procrearon, la señora Tomasa una señora trigueña de ojos amarillos y que una de las señoras Godoy oriundas del lugar le dio el título de “mujer mala” por el color de los ojos.
Tomasa una señora más indígena que mestiza se vestía con vestidos floreados de una sola pieza y caminaba descalza sin temor a nada se dice que también sabia “cosas” las que había aprendido de los “Managues” (procedentes de Managua, Nicaragua) y que gracias ellas habían logrado traer a su hijo José que desde los doce años había emigrado a la costa norte.
Una mujer sencilla, pero de carácter que logro casi sin el apoyo de su esposo a quien le gustaba viajar mucho ya que se dedicaba a la compra y venta de cueros
crudos, pero que gracias al vicio del aguardiente, casi nunca ayudaba en su casa y sus pequeños hijos tenían que pasar muchas limitaciones junto a su madre.
Pero esto no era lo que más le preocupaba a su hijo mayor sino más bien que iba a ser de ellos en el futuro, por lo que decidió viajar a la costa norte en compañía de algunas personas mayores que ya antes habían hecho la travesía a pie desde el sur hasta el norte.
Pero como don Chilo a su salida de su país de origen traía consigo dos hijos, estos al ver que su padre se había juntado con la señora Tomasa decidieron irse y hacer cada uno su vida, lo que contribuyó al distanciamiento entre ellos y la formación de sus propias familias.
Gregorio que era el hermano mayor se quedó con su padre y decidió trabajar con él en el comercio de los cueros, que luego eran vendidos en el país vecino, por intermedio de algunos de los familiares que se habían quedado al otro lado los que venían a los llanos para llevarlos y comercializarlos.
Uno de esos familiares era el primo Simón, que había logrado mantenerse al margen de aquel problema que les había ocasionado el destierro a sus parientes pero que no eran “buena cosa que se diga” ya que algunos de los hijos “dónde ponían el ojo ponían la bala” lo que les había generado un cierto respeto por la gente que los conocía, entre ellas la familia de don Felipe.
Este fue el comienzo de una buena relación comercial entre quienes vivían “de este lado y los del otro lado” como se solía decir en aquellos tiempos, refiriéndose a los familiares que habían sobrevivido al desastre en el valle de Las tunas y los que habían emigrado radicándose el valle de la candelaria.