El Itinerario 2013

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Las mejores oraciones tienen muchas veces mรกs gemidos que palabras.

John Bunyan


Once años, han pasado ya once de mi vida, de la suya, de las suyas, y con esos años en el haber, me permito el lujo de comenzar “El Itinerario”. Esas anualidades, percibí los olores, aromas, sensaciones y sonidos de la Semana Santa más allá que cualquier otro niño. Sus olores. Esa esencia que despierta en los zamoranos entendimiento, que avisa de la llegada de la Semana Santa, del final de la espera, tanto para los que la viven desde la acera como los que la viven y vivimos en las túnicas. Seguro que muchos de ustedes me han entendido, sí, ese fragancia a incienso requemado que durante una semana y tres días, como es en esta ciudad del romancero, recorre nuestras calles, las más transitadas y las más olvidadas que todo zamorano es capaz de identificar. Sus sonidos, acordes que definitivamente son la Semana Santa de Zamora. Me refiero, como no, a las marchas de Thalberg, Mater Mea, ... . Cantos como el Miserere, el Jerusalem... , y muchos más, seguro que muchos de ustedes, todos, han tarareado esas marchas, entonado esos cantos en alguna ciudad más o menos lejana a esta provincia. Pero también los sonidos de las voces de los cofrades con prisa, de niños emocionados en el Domingo de Ramos, de jóvenes esperando y esperando en la acera, de las conversaciones preocupadas sobre el tiempo y por tanto con las dudas de si saldrán las procesiones.


Yo también percibí olores, sonidos, pero puedo asegurarles que a mí me avisaban otros olores ademas del incienso, que yo he escuchado marchas, seguramente, que ninguna otra persona pueda haberlo hecho. Para mí la Semana Santa no comienza con el olor a incienso del traslado del Nazareno. Para mi comienza una semana antes, cuando llego a casa de mis abuelos, entro en el portal; en la plaza de Santa Eulalia, y veo todas esas cajas, esas, que contienen vivencias, recuerdos, esperanzas... . ¡Huele a Itinerario! Y eso me recuerda dos cosas; que llega la Semana Santa y las vacaciones, vacaciones que no interesan tanto porque alguien decide que sean después de la Pasión. Como les estaba diciendo, huele al itinerario, al Nazareno cruzando el Puente de Piedra, al Cinco de Copas saliendo de San Juan con los acordes de la marcha de Thalberg, a Zamora entera jurando silencio delante del Cristo de las Injurias, a la Virgen de la Soledad caminando por Santa Clara. En resumen, huele a tinta y a papel, al repaso de la Semana Santa anterior, y es que al fin y al cabo, ¡huele a El Itinerario! Sus sonidos, no, no me refiero al comienzo de la Semana Santa en cuando suena el Himno de España avisando de la salida del Nazareno de la iglesia de San Frontis. No, para mí sus sonidos comenzaban al final de la Navidad, desmontando el Nacimiento y el árbol entorno al 10 de enero, cuando dejábamos de escuchar el Tamborilero y comenzaba a resonar entre las paredes de mi casa el Miserere. Supongo que todo lo grande se merece un gran comienzo, igual que un gran recuerdo, no creo que sea el mejor comienzo, pero me gustaría terminar realizando una petición. Déjenme traerles los recuerdos de su niñez, los olores de su ciudad, esos olores que envuelven la vida de las personas, el olor de la ropa recién lavada, el olor del pastel que tanto te gustaba que tu madre hiciera, el olor de la casa de tus abuelos... Todos grandes olores, para mí, también es un gran olor este, así que ... ; ¡déjenme traerles el olor a itinerario!. Cristina Salvador Varanda.


Corría el año 1993, concretamente el 1 de abril, cuando un grupo de jóvenes zamoranos cumplían con el objetivo para el que se habían preparado todo un año. Sacar una Banda de Cornetas y Tambores nueva en la Semana Santa de Zamora. Aquel proyecto, repleto de ilusión y frescura, veía por fin la luz y se estrenaba en sociedad con la estameña blanca y el escapulario morado en el atardecer de aquel Jueves previo a Semana Santa. Pocos años antes la Cofradía de Jesús del Vía Crucis, en unión con la Parroquia de San Frontis habían recuperado el popular Traslado del Nazareno que se realizaba en la tarde del Domingo de Ramos tras la procesión de la Borriquita. Eran otros tiempos, tiempos gloriosos para nuestra Semana Santa, tiempos en que florecían proyectos y las procesiones aumentaban de cofrades a tal ritmo que las listas de espera se pusieron de moda con la excusa de preservar los desfiles. Tiempos en que el día del Traslado marcaba el comienzo de la ilusión, de la salida del ostracismo de esta bendita ciudad. Tiempos en que aparecer por la peluquería para preparar la cabeza al rigor del peso y forma de los caperuces era ritual inexcusable e ilusionante que se reservaba año a año sin excusa. Tiempos en que el día del Traslado era para quedar con los de siempre, a la hora de siempre, para cumplir el rito de unas mixtas y juntos ver la primera procesión para recordar que una vez fue 1993 y juntos acompañábamos al Nazareno corneta en ristre por la Cuesta de Pizarro. Han pasado veinte años, que según Gardel no son nada. Pero en Zamora han sido mucho. Aquel ascenso que se perdió el día de la creación



de la Banda se consiguió y se lucha por mantener aún. Aquella Banda a la que defenestraron las envidias y la sinrazón intenta resurgir con nuevos bríos, aunque lejos ya de su Nazareno y su Virgen. Aquella peluquería sigue guardando cita para esa mañana de jueves de marzo o abril, aunque ya no con aquel ánimo de antaño. Aquel bar de reunión de ese jueves, hasta abre ahora media hora más tarde de la puntual cita. Aquella cena de después del Traslado ha cambiado de protagonistas y año a año se va salvando de caer en el olvido. Aquel sol radiante se convierte en lluvia muchas veces, demasiadas. Aquella Semana Santa gloriosa hoy es decadente sin remedio. Aquellos proyectos hoy son historias del pasado. La Semana Santa es distinta, como Zamora, más vieja, corrompida por una crisis que golpea a los de siempre mientras los de siempre no hacen nada por remediarla. La Semana Santa, orgullo de Zamora ha pasado a unas manos que están a punto de convertirla en vergüenza de Zamora. Dirigentes y personajillos sin ningún tipo de valía más que una capacidad escaladora digna de Martín Ramos o Juanito Oiarzabal. Entre unos y otros estamos logrando que esto tan bonito que nos dejaron nuestros antepasados nos lo carguemos irremediablemente. Hay crisis de fe, sí, crisis de valores, sí, crisis económica, sí. Pero la principal crisis es de personas. No se salva ni uno porque todos a la larga hacen lo mismo. Prometen, suben a la poltrona, se endiosan y reniegan de toda opinión contraria a la suya palmeados por fieles secuaces que obtendrán su premio en forma de vara, carguillo de levantador oficial

de la rueda derecha de la imagen titular o vocalía absurda en una directiva para poder ejercer de partepechos por Santa Clara. Esto es así por desgracia y cada año va a peor. Mientras en otras ciudades cuidan lo suyo aquí nos encargamos de destruirlo sin remedio y sin que nadie pueda detener esta vergüenza. Cada vez hay menos Esperanza, dentro de poco no va a quedar ni la que acompaña al Nazareno el Martes Santo. Pues por si fuera poco ni los elementos acompañan ya. La lluvia últimamente reserva de año en año habitación en el Parador, como si de un castigo a nuestras vergüenzas se tratase. Han pasado veinte años, todo es más triste, todo es más oscuro, todo es igual de gris que el cielo que nos acompaña año tras año, como si Dios quisiese dar su merecido castigo a esta reala de personajetes privándoles de su único momento de gloria. A lo mejor ahí está el problema y cuando esta gente que está hundiendo la Semana Santa se vayan todos para su casa quizás vuelva a brillar el Sol en Semana Santa y Zamora vuelva a despertar. Que sea pronto, mientras tanto, acompañemos al Nazareno como siempre y donde siempre y pidamosle por un tiempo mejor…Y QUE NO LLUEVA. Que dentro de veinte años escribamos que el sentido común por fin ha llegado a nuestra ciudad y a nuestra Semana Santa. FELIZ AÑO NUEVO Y PRÓSPERA SEMANA SANTA A TODOS. Roberto Felix Fuentes


Horario y recorrido. A las 20,00 horas celebración de la Palabra en la Iglesia Parroquial de San Frontis, a las 20.30 comenzará el traslado procesional por: Fermoselle, Avda. del Nazareno de San Frontis, Puente de Piedra, Avda. de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Pedro, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Pío XII y Catedral donde finalizará con la proclamación del Evangelio.


Me he imaginado muchas veces que se sentiría al crear una procesión, no sé por qué. Y siempre que pensaba en esos comienzos, vislumbraba ilusión y ganas, supliendo algunas veces las carencias materiales y económicas. ¡Qué no podrá la ilusión y las ganas! La convicción mueve montañas, como las que les toco mover a muchos fundadores en las primeras andanzas de muchas hermandades y cofradías. Imagino concretamente a aquellos jóvenes, que en el año 74, con muchísima determinación y voluntad, quisieron sacar a la calle una procesión diferente a las que ya había, con su impronta personal. Reuniones, desafíos a superar, ideas afortunadas, otras no tanto que servían de contrapunto…y ante todo, la emoción de esos chavales, que desde niños jugarían a procesionar, y que cumpliendo ese sueño se atrevieron a organizar una procesión, de tal empaque y estética, que no tenía nada que envidiar a algunas cofradías más añejas.



¿Cómo se sentirían el primer día que desfilaron? ¿Cómo se emocionarían al salir por primera vez con sus sandalias y pisar las viejas calles zamoranas? ¿Qué abrigarían al llegar a la catedral por primera vez? ¿En qué pensarían mientras recorrían esas callejuelas, tapados con su túnica, como si fueran monjes cistercienses? ¿Qué sentirían en el retorno al templo, acompañando a su “Cristico”?... Sin embargo, me doy cuenta que aunque no forme parte de esa generación que creó la Hermandad de la que hoy disfrutamos, en un sentido emotivo, creo que sí que he sentido lo mismo que ellos pudieron sentir ese primer día. Porque para mí, cada año es como ese primer día: la llegada al huerto, la charla con los amigos y hermanos que no veíamos en un año, los últimos ajustes de la túnica, encender el farol, situarse con el compañero, y recogerte dentro de

esa capucha, que te aísla y te deja a solas contigo mismo y con el “Cristico” que vas acompañando… La llegada a la catedral te hace salir de ese ensimismamiento, con el Christus Factus los oídos se agudizan para oír el cantico… Nos volvemos a recoger en silencio, para regresar a nuestro templo, y allí, gozosos de haber vivido un año más tan dichosa experiencia, esperamos con ansia que llegue y pase entre nosotros nuestro Cristo, con la melodía del Crux Fidelis acunándole para acompañarlo. Y cuando entra en la Iglesia y es hora de retirarse la capucha, deseando salud para el año que viene a todos los hermanos, ya no lo imagino, lo sé: los hermanos acompañamos al Santísimo Cristo del Espíritu Santo con la misma emoción y el mismo cariño que aquel primer 21 de marzo. Tomas Mateos Arribas


Horario y recorrido. A las 22.30 horas comenzará la Procesión desde la Iglesia del Santísimo Cristo del Espíritu Santo, continuando por la Calle Espíritu Santo, Avda. Frontera, Calle Almaraz, Calle La Vega, San Martín, Cuesta del Mercadillo, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Calle Arcipreste, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Travesía Troncoso, Calle de Corral Pintado, Plaza Antonio del Águila y Plaza de la Catedral, donde los Hermanos accederán al Atrio y se realizará la lectura de la Pasión de Nuestro Señor y a continuación el Coro de la Hermandad interpretará el “Christus Factus Est”. Continuando la Procesión por Plaza de la Catedral, Rua de los Notarios, Cuesta del Mercadillo, San Martin, Calle de la Vega, Calle Almaraz, Avda. de la Frontera, Ctra. de Almaraz y Plaza del Espiritu Santo, para retornar al templo de partida.


Todas las cofradías han mantenido una seña de identidad desde su fundación, para unos primaban las obras sociales y asistenciales, pero para otros el culto y respeto a los fallecidos unido a la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección del Salvador. Pero he aquí que en Zamora, la ciudad del Romancero, se constituyó en 1988 una Hermandad joven, dinámica y peculiar, con un fin principal que traspasa los límites de las anteriores cofradías. El profundo mensaje d eLuz y Vida es ejemplar, único y que merece el agradecimiento general de todos, sean o no amantes de la Semana Santa. Si en esta vida, el que es agradecido es bien nacido, que mejor meta a llevar a cabo de esta institución Religiosa que honrar y rendir homenaje a los que a través de los años, lustros y siglos hicieron posible la Semana Santa. Pensemos que sin estas personas que con perseverancia e ilusión propiciaron en el tiempo nuestras cofradías, hermandades y procesiones hoy Zamora no viviría sus profundos días de la Pasión. Aquellas gentes, que venciendo obstáculos, penurias económicas y un sin fin de problemas, fueron poniendo piedra a piedra los sólidos cimientos en los que hoy se asientan los indelebles bases de nuestra Semana Santa.



La hermandad de Luz y Vida debe tener por derecho propio un mayor protagonismo a todos los niveles, no solo por los que atañe al desfile procesional, sino al significativo acto del Cementerio junto a la simbólica Cruz que debe de elevarse de categoría por derecho propio equiparándolo a otros tan emblemáticos como el juramento del Silencio, o la reverencia a la Virgen de la Soledad. Tener en la memoria a tantos y tantos semanasanteros fallecidos, que de forma anónima y callada se esforzaron por causa tan loable aun a costa de su salud y dinero, bien han merecido, no solo el Barandales, que antes no existía, sino el recuerdo y el cariño de los que ahora, en mi caso a pesar de los años, tenemos como Norte y guía todo el año la entrañable Semana Santa con un corazón dispuesto a darlo todo por su progreso y bienestar. Por esta Razón, cuando contemplo la procesión de Luz y Vida, como me ocurrió años atrás bajando Alfonso XII camino del

puente de piedra, en el crepúsculo vespertino pude intuir y visualizar como un pequeño rayo de Sol, el último del día antes de llegar la noche, cruzaba los brazos del Salvador como acto simbólico de Paz y Esperanza. Sin proponer nombre dado que la lista sería muy larga los zamoranos semanasanteros que sin dudarlo gozan ya de la presencia del Crucificado, están de celebración en el Paraiso en la tarde noche del sábado de dolores. Por fin un hemandad los tiene en primera fila, pide por ellos en la Cruz del Cementerio, representando a todos está la imagen de la Hermandad y desde estas lineas nuestro recuerdo cariñoso a su autor hipolito que la supo plasmar en toda su humanidad. Evoquemos un canto sincero de reconocimiento a los que hicieron posible la Semana Santa de manera que ahora nos corresponde a nosotros que año tras año gane en fe, esplendor y emotividad. José Marcos Díez Hermano honorífico de La Verónica.


Horario y recorrido. Tras el Acto oración que se iniciará en el Atrio de la Catedral a las 19 horas y con el siguiente recorrido: Plaza de la Catedral, Plaza Antonio del Águila, Obispo Manso, Plaza Arias Gonzalo, Plaza de Fray Diego de Deza, San Ildefonso, Cuesta del Pizarro, Avenida de Vigo, Puente de Piedra, Plaza de Belén, Cabañales, Sepulcro y Cementerio, donde se celebrará el Acto “Ofrenda-Oración”, actuando el Cuarteto Musical “Jesús, Luz y Vida”, y el Coro de la Hermandad interpretando un de profundis. Sigue por Sepulcro, Cabañales, Plaza de Belén, Puente de Piedra, Avda de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso, Arcipreste, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios y Plaza de la Catedral para retornar al templo de salida.


Será de nuevo Domingo, un domingo especial, aquel en el que volvemos a ser niños, aquella tarde mágica de palma y olivo, incienso y caperuz, blanco y rojo cardenal, que acompañará de nuevo a nuestro Jesús en su entrada en Zamora, la tarde que será triunfal por siempre en Jerusalén. Un Jesús sobre la borrica, se quiere acercar de nuevo al corazón de los zamoranos. Aquellos que lo aclamamos, pronto lo veremos crucificar. Esa cara que transmite felicidad, serenidad, tranquilidad, armonía y fe, nos acerca su mirada y su suave caricia, para traernos recuerdos de un pasado no tan lejano, de un presente no tan oscuro y de un futuro no tan cercano. Este Jesús que nos trae paz para nuestra Semana Santa, será crucificado por nuestra insolencia, nuestros enfrentamientos y discusiones, nuestra falta de fe; todos los valores que nuestra querida Semana Santa está perdiendo, involucrados en asambleas de discordia, enfrentamientos entre hermanos y cofradías, que no benefician ni a unos ni a otros. Por eso Jesús, ven de nuevo esta tarde a Zamora a traernos la cordura que nunca debimos perder,



ha hacernos cofrades de nuevo, a vivir por y para la Semana Santa y a aunar fuerzas para seguir TODOS JUNTOS ADELANTE, CONTIGO como bandera y con la fe como estandarte. Desde bien niño, ha sido un día especial, no solo para mí, sino para todos los que hemos sido y somos niños, que vivimos desde la fila, con ropa nueva y palma dorada, paso a paso acompañando a Jesús. Varias de las mejores cosas que me han pasado en esta vida, me sucedieron en Domingo de Ramos, creo recordarlo bien, y ella sabe bien lo que digo, porque sin palabras los dos sabemos de que se trata. Sin duda este domingo de Ramos sí que será especial. La razón es muy simple, todos nos hacemos cofrades por primera vez acompañando a “La Borriquita”, es por eso que será especial. Por primera vez, será mi hija la que se haga Cofrade. He aquí que volvemos a lo de siempre, ¿el cofrade nace o se hace?. Eterna discusión en tertulias semanasanteras. Obviamente cada cual tendrá su res-

puesta, la mía es bien clara. El cofrade nace, si bien es verdad que habrá que luego habrá que inculcar e involucrar a la criatura en la Cofradía o Hermandad, para que la semilla que lleva de nacimiento, germine y termine haciéndose una planta próspera que de sus frutos, para que las nuevas semillas nazcan con la simiente necesaria que perpetúe la tradición que nos ahonda en el corazón. Como bien dije, será de nuevo domingo, será Domingo de Ramos, con Santa Clara reluciendo de dorado, blanco y rojo cardenal, con miles de niños, grandes y pequeños, sujetando su palma, laurel y olivo, con miles de rostros de plena felicidad, con cientos de nuevos cofrades, estrenado su condición, con varias decenas de hermanos acompañando a la burra, con dos padres acompañando a una nueva cofrade y con una nueva cofrade estrenando condición. Será de nuevo domingo. Será Domingo de Ramos. Juan Manuel Bragado Molina A mi hija y a mi esposa.


Horario y recorrido. Se saldrá a las 17:30 horas de la Plz. De Santa María la Nueva tras la bendición popular de las palmas por el Capellán de la cofradía, continua la procesión por: Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta, San Torcuato, Avda Alfonso IX, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.


Porque estoy lejos y sólo me toca adivinar. El Domingo ha pasado con esa algarabía y ese sol que todavía va a seguir tibio por lo menos una semana más. Hasta el dos y pingada. Se trata, aquí en Zamora, de un domingo de poco incienso y de mucho trajín en las casas. Las túnicas de la Semana se han puesto a orear dos días antes, como es debido, y las madres más tempraneras ya han hecho sus rebojos y han encargado las aceitadas (ya no las hacen) y el bacalao comprao, que no comprado, y sus nietos sacan brillo a las medallas y piden que les planchen, ya, el pañuelo blanco y se relamen de gusto ante el estreno de la cazadora nueva, se afeitan el bozo por enésima vez y sueñan con la vigilia del Viernes, la primera, quizás, de su vida, la más hermosa. El Domingo huele, en Zamora, a pipas de girasol y a banda de cornetas. Y suena a calcetines calados y a zapatos de charol, esos que aprietan tanto, y a carreras por San Martín o por la Avenida, a requiebros de las mozas a los mozos, que de todo hay, a sol antiguo, a río antiguo, bendito Río, con mayúsculas, que no se está quieto ni cuando lo cruza el Señor. Ni cuando lo hace la Señora. Tan despacio.



El lunes amanece con sol pero al final se nubla. Pero ya es un día Santo, a tener en cuanta, a salir del trabajo antes, a comer deprisa, como casi toda la semana, a tomarse el café de pié. El Lunes Santo es un día un tanto precipitado y que en la primerísima postguerra se llenó, es un decir, con una hermosa cofradía que se tituló Hermandad, y lo era, y se honró en ella a los excombatientes de la reciente guerra. Que por qué vamos a llamarla contienda. Se diseñó como emblema una Laureada de San Fernando orlada de espinas, se la dotó de una cierta marcialidad, aunque en Zamora esas cosas son de otra forma, y se la echó a la calle con tesón y con bravura. En la Wikipedia, hay que ver, se empieza con un párrafo en la que se define a la Tercera Caída como “cofradía religiosa católica de la ciudad de Zamora”. Faltaría más. No es malo lo que sigue pero se queda corto, claro está. No habla ni de la nubes

gallegas que van llegando desde atrás de San Lázaro, ni de la preciosa algarabía de barrio al atardecer, ni de la túnica deslizante, de cruzado o de caballero, sin más, ni de esa prisa de lunes laborable, católico y religioso. La Caída, que hace ya tantos años que no veo salir, quizás desde hace casi treinta, hay que verla en la calle y no desde un balcón. Desde la acera. Hay que apretujarse en cualquier lado, sentir el entusiasmo, olerla, saborearla, comentar en voz queda lo bien que va o el frío que hace. Cualquier cosa. Atardecer con ella. Y recordar, por lo menos, a los muertos de ambas orillas de nuestro río, o del río público que tanto nos hace sufrir. Todavía es Lunes Santo y la Caída, con su señorío, nos va a volver a poner las procesiones en las venas. Que de so se trata. Manuel Allué.


Horario y recorrido. Sale a las 20:30 horas de la Iglesia Parroquial de San Lรกzaro por: Av. de la Puebla, Feria, Riego, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Sagasta, Renova, Plaza Mayor, donde se realizarรก el acto por los fallecidos de la Hermandad para continuar por, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.


Corría el año 1979 cuando Javier Escudero conseguía por fin el objetivo que llevaba persiguiendo cuatro años, que Miguel Manzano le compusiese una obra para la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo. No sólo le compuso una sino que fueron dos. Una para cantar durante el recorrido y otra para dar mayor esplendor al acto de la Catedral. Locos les llamaban entonces por pretender ponerse a cantar en mitad de la calle en una procesión. Locos, saeteros, sevillanos y toda esa clase de improperios de los semanasanteros “puristas” o sería mejor decir ignorantes que se creían los sabelotodos de la época y los fieles guardianes de la tradición. Aquella locura por fortuna cuajó, pues no eran saetas lo que se cantaba por la calle sino cantos gregorianos en latín que invitaban al escucharlos a la oración y a la penitencia. Tal fue el éxito que la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que entonces andaba buscándose a sí misma y estaba huérfana de elementos que la acabasen de consolidar como referencia de la Semana Santa de Zamora, también fue en busca de Miguel Manzano, el cual, dicho sea de paso, se coronó componiendo una obra sublime, perfecta para la Hermandad, pegadiza y potente al oído, el Jerusalem. Y la Hermandad creció al calor de su canto, e hizo su canto referencia indudable de la Pasión zamorana. Lo hizo tradición y le puso en un grado de popularidad similar a la Marcha de Thalberg, el Miserere o el Bombardino de las Capas. Zamo-



rano es el Jerusalem y estampa impresionante es la de ese sonido a la luz de las teas mientras los monjes bajan hacia el Arco de Doña Urraca. Porque sí, no me he equivocado, el itinerario dice que lo cantan en Santa Lucia, la cual espera abarrotada de público desde dos horas antes del escalofriante momento. Pero por fortuna también suena en el Arco, en esa empedrada bajada rodeada de muralla, después de escuchar el fuego quemar las teas y las sandalias frenar los pies cansados en tal empinada bajada. Empieza a sonar justo cuando el coro dobla la curva de la antigua Fonda Manjón y suena majestuoso durante toda la bajada hasta perderse al pasar por el Arco mientras el Cristo de la Buena Muerte toca las miradas atónitas de los que tenemos la suerte de estar allí. Es en ese momento, uno de los más esperados del año, cuando se olvida todo, donde los sentidos afloran y todo lo que provoca la Semana Santa de Zamora cobra vida. Es como una droga y cualquier día del año, al contemplar esa bajada solitaria cualquier noche, uno no puede sino detenerse con la esperanza de que el Jerusalem anuncie la bajada del Cristo. No hay palabras, hay que vivirlo y sentirlo. Es una de esas maravillas ocultas que tiene nuestra Semana Santa, pero ojo, hay una “equis” encima de Ciclos Piti que indica que el sitio es mío, o por lo menos eso intento cada año nada más quitarme el raso

del atardecer sanlazarino. En ese momento sólo el Arco está en la cabeza, una ansiedad porque llegue el momento invade todo el cuerpo. Cena ultrarrápida no siendo que alguien se adelante, defensa numantina del sitio una vez allí… y a la 01:30 horas con puntualidad británica, la primera estameña dobla la Fonda y se detiene el tiempo. Toca sentir la procesión. Cualquier ruido que no sean las teas ni las sandalias molesta y está fuera de lugar… salvo ese canto que ya resuena a lo lejos, canto que suena a Zamora y que reaviva ese sentimiento semanasantero herido de muerte cada año cada vez que uno hojea el periódico o acude a una asamblea y ve, con tristeza que las únicas ideas son los personalismos, las envidias, las rencillas y el quiero mi vara. Un afán de ser alguien aunque llegado a Morales del Vino sea el don nadie que nunca debí dejar de ser, que lo único que hace es hundir aún más una celebración ya de por sí en crisis total gracias a los iluminados sabelotodos que la malgobiernan y a los no menos iluminados que la boicotean. Que el Jerusalem resuene como canto de esperanza de que por fin recobremos la cordura y nos demos cuenta que otra Semana Santa es posible, otra Semana Santa donde la pauta la marque el bien común y el hacer Zamora con humildad, trabajo y total desinterés. Que no nos llueva. Roberto Félix Fuentes


Horario y recorrido. A las doce de la noche se inicia el desfile procesional en la Iglesia de San Vicente Mártir, para continuar por la plaza del Fresco, calle de Mariano Benlliure, Plaza Mayor, Balborraz, Zapatería, Plaza Santa Lucia, donde el Coro de la Hermandad, entonará el JERUSALEM, JERUSALEM, en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, para seguir par Cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Damas, Hospital, Plaza Santa Maria la Nueva, Motín de la Trucha, Ronda de Santa María la Nueva, Arco de Doña Urraca, Plaza de la Leña, Ramón Álvarez, Costanilla, Mariano Benlliure, Plaza del Fresco, para retornar al Templo de salida

jesús salvador cecilio


El despertador pone en marcha el día. Martes Santo 7,30 h. El joven matrimonio salta de la cama como si el día fuera uno más y a lo mejor lo es. Entre los pocos cacharros, dos tazones para servir la leche blanca que Antonia había dejado en la casa la noche anterior. La leche blanca, fría. El dialogo entre ellos es solamente con las miradas. Otro día con poco y sin nada; con poco al amanecer y sin nada al anochecer. El se viste con la ropa que dilata tanto como quiere recortar el tiempo y le recuerda a ella que hoy es el día de “El Mozo”. Tantas veces rezado, implorado y sangrado en la petición. No será la última. María y Jose no han tenido hijos y seguramente El Mozo tiene alguna explicación. Las cosas siempre pasan por algo. Otro chirrido mas del gozne de la puerta de la calle que Jose cierra despacio para no desvencijarla y bajando de Rabiche pasará, como todos los días, por delante de la iglesia de San Frontis. Santiguarse y una pequeña plegaria para recorrer la avenida de El Nazareno y cruzar el puente de piedra camino de alguna esperanza. Ya no sabe nada de María, ya no hay movil, ya no hay teléfono en casa ni luz que lo sustente. Llegará hasta la casa



de las semillas en la calle San Pablo. Si alguien por el camino le solicita sus manos para trabajar remuneradamente o por alguna limosna, será una suerte. Semillas para sembrar hortalizas en el huerto de Rabiche que le permitan canjear, vender, comer, sobrevivir. El día transcurre y no hay vuelta atrás. Seguramente. El Mozo, la catedral, la procesión. Piensa recuerda y prepara “el ........” no lo puede ni nombrar. María prepara en una pequeña maleta la túnica, el caperuz, las puñetas de ganchillo el, farol los zapatos negros como el azabache y la capa colgada sobre el brazo doblado. Son las 11 de la mañana y no quiere saber nada. La puerta chirría de nuevo y esta vez queda abierta. - ¡Para que la van a destrozar! -. Las estancias fregadas, solo con agua, como todos los días y las estancias abiertas para que se ventilen; ya dará una vuelta El Mozo. Incertidumbre. De casa en casa para ver a Esperanza, a Dolores, a Verónica, a Soledad a Magdalena. Aquello es una despedida y solo ella lo sabe. La hora de comer y ha quedado con Jose a la entrada del puente de piedra para pasar por casa

del amigo, Simón, que no falla en la limosna de la comida. A esa hora todo habrá ocurrido en silencio sin estridencia, sin perder la dignidad y la sumisión de que todo tenia que ser así. Media Tarde en el entorno de la catedral y desde el adarve de la muralla se ve la chimenea de la casa de Rabiche. Ya no humea; ya no lo hacia de seguido. Beso en la mejilla y Jose se despide de María hasta e final de la procesión donde la volverá a encontrar en la última estación del Vía Crucis; la que añadió Juan Pablo II -Jesús Resucita- . Algo tendrá que ver. Con casi cuatro horas de rezos y plegarias, de promesas para cumplir camino de San Frontis la procesión termina y El Joven matrimonio reza y se encamina a la choza del huerto. Es lo único que salvaron del desahucio. María saca del bolsillo del chambergo una estampa de El Mozo. Presidirá su choza. Un papel que le dio un hombre y en el que se puede leer: “Se ofrece casa y manutención a joven matrimonio que cuide de las aceñas del cabildo en el barrio de Olivares” Jesús Salvador Cecilio


Horario y recorrido. Sale a las 20.15 horas de la S.I Catedral por: plaza de la Catedral, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Alfonso XII, Plaza Santa Lucia, Puente, Puente de Piedra, Plaza de Belén, donde el Nazareno despide a la Virgen de la Esperanza, la cual se dirige al convento de las M.M. Dominicas Dueñas. El Nazareno continúa su recorrido por la Avenida de su mismo nombre a lo largo de la cual se reza el Vía Crucis, calle Fermoselle hasta la Plaza de San Frontis, para terminar en su Templo Sede.


I. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23: 34) Es martes. Estamos en Zamora, a las puertas de la primavera, en una noche fría en la que la luna, como un blanco aljófar sobre el negro manto de las tinieblas, resplandece en medio de una limpia bóveda celeste. En una lóbrega vivienda de los Barrios Bajos se vive un drama de los que se suceden diariamente. Acurrucada entre las faldillas de su mesa camilla, una mujer eleva sus plegarias a lo más alto. Entre sollozos exhala el lamento desconsolado de una madre que está a punto de perder lo único que le queda en esta vida. Su pilar, el sustento de su maltrecho corazón, se debate entre dos mundos, el de aquí y el de más allá. Su hijo, su único hijo, para el que tanto se ha sacrificado, por quien tanto a luchado desde la soledad, se despide desde una fría, solitaria y aséptica estancia hospitalaria. Ella, impotente, implora lo imposible desde la muda quietud de su vieja cocina-comedor, al abrigo de un triste brasero y sin más compañía que su retrato iluminado por dos lamparillas aceite que flotan, sigilosas en un vaso de cristal. II. En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23: 43) En el hospital, su cuerpo inerte reposa sobre un inmaculado lecho. Soledad y silencio en la estancia cuando, de pronto, unas pisadas rompen el mutismo de la sala. Una visita… tal vez un control rutinario del personal sanitario para ver su evolución; quizá un doctor. Una figura vestida del blanco límpido que caracteriza al lugar se aproxima al lecho y, mirándolo fijamente, le acaricia la frente con su cálida mano. Como si notase su presencia, el monitor acusa de inmediato la aceleración de su ritmo cardiaco. Le visita un hombre de mediana edad y seráfico



aspecto, cuyo rostro amable transmite tranquilidad y ternura. Alguien que, por su forma de mirarlo, se diría que lo conoce perfectamente, tanto como para decirle al oído: -se que me estabas esperando. III. Madre he ahí tu hijo, hijo he ahí tu madre (Juan 19: 26-27) Hasta la vieja cocina llega el estrepitoso sonido de unos tambores. Al oírlo, la mujer se sobresalta y alza su mirada al frente, hacia el retrato de su hijo. El estruendo le recuerda que en ese mismo instante, a pocos metros de su casa, esta saliendo el Cristo de la Agonía de la iglesia de La Horta. Un Cristo del que guarda una imagen, impresa en un viejo calendario, bajo el cristal de la mesa camilla. La misma imagen a la que tanto ha rezado; a la que tantas veces le ha pedido un milagro, con esperanza, con fe… con devoción. La madre, con la vista puesta en la fotografía de su hijo, se resigna y reposa su mano sobre la vieja imagen del crucificado que con tanto cariño atesora. IV. Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado (Mateo 27: 46 y Marcos 15: 34) El hombre, que ahora agoniza, es solo una víctima inocente. Uno de tantos mártires de la sinrazón humana. Una iniquidad que ahora lo tiene postrado en ese solitario lecho con la única compañía de su esperada visita. Despertando de su sueño clava sus ojos en él y dos tímidas lágrimas se deslizan por sus mejillas. Es cierto, esperaba su visita, la emotiva expresión de su deteriorado rostro lo refleja a la perfección, mientras acierta a musitar unas breves palabras: -¿por qué has tardado tanto? V. Tengo sed (Juan 19: 28) En la calle resuenan secos golpes de tambor. La

mujer se levanta y se aproxima al tragaluz de la salita. La estrechez de la calle se acentúa por el público situado a ambos lados. Un grupo personas agolpadas junto a su ventana le impiden ver con claridad lo que sucede en el exterior, por lo que decide salir fuera, situándose bajo el quicio de la puerta. Todo está en silencio y la tenebrista escena de la calle tan solo se ilumina por la luz que desprenden los verdes pabilos de los penitentes que están pasando frente a su casa. En esta noche de martes santo se están cumpliendo muchas penitencias, -muchas cruces con las que cargar –piensa la mujer desde su puerta-. Un duro camino recorrido para un corazón sediento de clemencia que, ciego y absorto en su mundo interior, ha saciado su sed tantas veces en el cauce equivocado de la vida. VI. Todo está hecho (Juan 19: 30) En la solitaria habitación hospitalaria, se sucede el diálogo silencioso del agónico enfermo y su misterioso acompañante. Tan solo con sus miradas se lo dicen todo. Él está preparado para partir pero no quiere hacerlo sin ver por última vez a su madre, el único vínculo que le mantiene unido a este mundo. Ahora, después de tantos errores cometidos, desea tomar el camino correcto. Es el momento de hacerlo, en una noche de martes, como aquella en la que siendo un joven estudiante, con ilusiones y proyectos, se vistió por primera vez de blanco y verde. Aquella época en la que no pensaba en el mañana, solo en el presente, a un ritmo desenfrenado difícil de superar. Revestido de estameña y pana en la noche del martes santo zamorano, junto al Cristo de su barrio; a la olivácea luz de las velas en cualquier rincón de la vieja judería. Así, y solo así, quiere marcharse.


VII. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23: 46) Se suceden las palabras del Señor, una tras otra, mientras las largas hileras de penitentes van pasando delante de sus ojos vidriosos. La mujer los mira con atención. Ausente de su drama y resistiéndose a reconocer la dura realidad, busca a su hijo con impaciencia. Igual que antes, cuando esperaba en este mismo lugar la llegada de su vástago, que la miraba desde la fila sin hacer gesto alguno y ella lo reconocía perfectamente. Pasa ante ella la última frase de Cristo en la cruz y un escalofrío le recorre su enjuto cuerpo desvalido. La lectura de esas palabras le sobrecoge, devolviéndola al momento presente. Y es entonces cuando unos ojos se clavan en los suyos como saetas. Unos ojos que la miran desde el interior de un verde caperuz. Tal vez una ensoñación provocada por el deseo inalcanzable de que fuese realidad. Una mirada azabache que pasa ante ella como un suspiro, llegando a lo mas profundo de su alma. Pero no puede ser… es imposible.

El redoble de tambores anuncia la llegada del Cristo de la Agonía, el que expira en la cruz por las calles de la vieja ciudad; el que muestra en su rostro el sufrimiento y la serenidad al mismo tiempo; un Dios-hombre que exhala sus últimas palabras ante la multitud silenciosa. El Cristo de los Barrios Bajos, el Cristo del vulgo, el de las gentes sencillas y trabajadoras. El mismo de la vieja estampa que, bajo el cristal de esa humilde mesa camilla, ha recogido tantas y tantas lágrimas. Pasan los últimos cofrades y la mujer vuelve al interior de su casa, a su soledad, a su realidad. Tras cerrar la pesada puerta, una última mirada por la ventana de la cocina para ver los largos caperuces recortándose al fondo de la calle. La mano temblorosa baja la vieja persiana de madera que se desploma, ruidosa, sobre el alfeizar, y al unísono grita el teléfono desde el zaguán… Juan Carlos Izquierdo Domínguez.

Horario y recorrido. Salida de la Iglesia de Sta. Mª de la Horta a las 12,00 de la noche. Pza de la Horta, Pza San Julian del Mercado, C. La Plata. Cuesta de Balborraz, Pza Mayor, Costanilla, C. Ramón Álvarez, C. de la Reina, C. Corral Pintado, Pza. Sta. Mª La nueva, C. Hospital, C. Las Damas, C. Moreno, Rua de los Francos, Pza. Viriato donde se efectuará el rezo de las Siete Palabras. Continuara la procesión por la Rua de los Francos, C. Pizarro, Cuesta del Pizarro, C. Vigo, c, del Puente, C. Zapatería, C. de Caldereros y entrada en la Iglesia.


A veces surgen las cosas de la forma más inesperada y te dejan en el corazón un vacio importante. Simplemente pasan sin que haya una razón que explique su aparición por más vueltas que les des. La tarde estaba a punto de caer después de un día bastante agrio como son los de Marzo, y una leve lluvia mojaba las calles de la rúas. Y en ese momento incierto del día en que las luces y las sombras se confunden y es difícil precisar si es que existe una línea divisoria que los separa, pero en los tejados de la Catedral persistían algunos rayos de luz. Y es entonces cuando hoy te he visto salir, grandioso como siempre con el justo y adecuado paso, que yo también conozco, te he visto en muchos sitios, me faltaban esquinas para verte .Las calles y plazas de esta entrañable Zamora, se llenaban de esplendor al paso lento de tu imagen. Como siempre sonó el clarín y tu bendición cayo sobre nosotros. En las rúas de los Francos y de los Notarios, la gente se estremecía a tu paso solemne. Tu encierro incomparable y emotivo, enardeció a los que te aguardaban como siempre, se unieron las manos de los hermanos en el desfile paralelo a la Plaza de la Catedral, y se hizo el silencio. Todo fue como



siempre menos para mí, porque este año no te acompañaba. Hay algo en mi interior que me fortalece, no es posible que me sienta tan bien, de pronto algo pasa, será verdad o estoy soñando Señor, como es posible te estoy viendo. Veo una calle en semipenumbra y un escaparate con cristales ahumados. No es posible, señor te veo, veo el paso reflejado en el mismo, veo tu Cruz, no sé porque dos lágrimas surcan mis mejillas y desapareces. El resto de la noche ya no fue tan mágica. La procesión continúa su itinerario, empiezo a desorientarme, y volvió a sonar el clarín, y Dios lo quiso, se acabo la procesión. Y el hombre de acera volvió a su realidad. Ya en el silencio del Museo y en la soledad de los pasos, delante de ti, no puedo más que decir gracias Señor, porque compruebo que el amor es salida camino y meta y que el ciego ve.

Casi a los sesenta años he dejado de procesionar, después de casi treinta de acompañarte, atrás quedo mi esfuerzo como el de tantos hermanos, impotente ya por el inexorable paso de los años. Creo que ha quedado suficientemente cumplida mi misión, de esa parcela de Zamorano Cofrade, tantas veces realizada, y aunque satisfecho me queda el desconsuelo y una pena imponente de que no volverá a producirse. Tengo la confianza de que mis descendientes sientan por ti el amor que yo he tenido y mantendré siempre, y que un día ya cercano (hoy aun demasiado jóvenes) tomen mi lugar y vea en sus caras una prolongación de la mia, que sujeten el hachón con fuerza, con la fuerza que yo no puedo hoy, cuando suenen los clarines del Santísimo Cristo. José Luis Temprano Salgado


Horario y recorrido. A las 20.30 horas se congregan los Hermanos en la plaza de la Catedral, tras la ofrenda de silencio y juramento, se inicia el recorrido por la Rúa de los Notarios, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor (sin vuelta), Calle Renova, Plaza Sagasta, Calle de Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Calle de San Torcuato, Plaza Sagasta, Calle Renova, Plaza Mayor (centro), Calle de Juan Nicasio Gallego, Calle de la Reina, Calle Corral Pintado y Plaza Santa Maria la Nueva donde finalizará la procesión recogiéndose en el Museo de Semana Santa.


Medianoche del Miércoles Santo. Tras el sobrecogedor sonido del silencio que la Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias portó durante la tarde por el centro de la ciudad, en el barrio extramuros de Olivares, desde uno de los templos románicos más antiguos de Zamora, como es el de San Claudio, y acompañado todo ello por el sonar del discurrir de las aguas del río Duero, sale la procesión de la Hermandad de Penitencia a la calle. Desde 1956, constituida con semejanza a otras procesiones de la zona de Aliste, el desfile semanasantero sale a la calle, con farolas apagadas y señales tapadas, únicamente iluminado por los toscos faroles que portan los hermanos, que se ocultan tras la tradicional capa parda que después le daría el nombre popular, tanto a la Hermandad, como a la procesión. En cuanto a los sonidos, el bombardino (cuyo nombre significa “voz dulce”) pone las notas musicales al itinerario, mientras que algunos hermanos portan matracas, que rompen el silencio de esta humilde procesión. Apenas ciento cincuenta hombres acompañan al Santísimo Cristo del Amparo, la imagen procesional del



desfile que manos desconocidas tallaron allá por el siglo XVI y que desde entonces recibe culto en el lateral izquierdo de su iglesia, a orillas del río. Tras entrar en la zona amurallada de la ciudad, y recorrer el casco histórico, la comitiva regresa a su barrio, bajo el frío ambiente de la madrugada zamorana, con los sones del bombardino, de las matracas y de los tambores que marcan el paso del Santo Cristo, que ya, con los ojos entreabiertos, se dirige con paso decidido hasta su templo.

Al entrar en la plaza el silencio se apodera de la misma, hasta que los hermanos comienzan a entonar el Miserere Alistano, mientras el Cristo, llevado lentamente sobre los penitentes hombros de sus portadores, se decide a entrar, bajo el arco románico de San Claudio, donde aguardará un año hasta volver a recorrer las calles y rúas de Zamora, en este desfile donde la plasticidad y la devoción se unen en una mezcla insuperable. Rubén Domínguez Rodríguez

Horario y recorrido Sale a las doce de la noche de la Iglesia Parroquial de San Claudio de Olivares por Plaza de San Claudio, calle del Cabildo, Avda. de Vigo, Peñas de Sta. Marta, Arco del Obispo, calle Obispo Manso, Plaza Arias Gonzalo, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza de San Ildefonso (donde se rezará el Vía Crucis al paso de la procesión), Rua de los Francos, calle de Pizarro, Cuesta de Pizarro, Avenida de Vigo, Rodrigo Arias, Plaza San Claudio (donde se cantará el miserere Castellano) para concluir en el Templo de partida.



No se me da bien escribir. No se me da bien plasmar en letras aquello que siento, aquello que sé, aquello que añoro, aquello que anhelo, aquello que quiero. Soy más de expresar con carácter y con sentimiento. Subidas y bajadas. Madrugadas, atardeceres, anocheceres. Con la emoción que me embarga (con lágrimas en los ojos) y poniéndome delante de mi mac. Un fiel compañero. Voy a dedicarte algo; podrían ser fotografías. Muchas lágrimas. Emoción. Cuatro o cinco; ... ... ;las que sean, letras que te llegarán al alma. Agradecimiento. Consuelo en las horas bajas. Risas en las alegrías; las que quiero recordar. La cuesta de Balborraz, tu tienda y la Virgen de la Esperanza. Cúmulo de coincidencias traducidas en vivencias: La casa en los Barrios Bajos. El Abuelo meciendo tu cuna. La virgen de la Esperanza. La huerta en San Frontis, Tía María y Mamá. La Virgen de la Esperanza. Los Pelambres, el puente, los baños en verano, Papá. La virgen de la Esperanza.



La cuesta; otra vez la cuesta, ... ... tantas veces transitada. La virgen de la Esperanza. Viriato, la plaza de Viriato; la anécdota del Carnero. Llorón. La virgen de la Esperanza. Los primos. Mayte, tío Luis, la Abuela, la calle del Sacramento, los amigos, la pandilla, la churrería. ¡Ah! y los huevos fritos. Todo ha transcurrido en el mismo entorno tintado del color verde; ... ... hasta el color de la empresa. Ha pasado mucho tiempo desde aquel primer día en que fuiste a buscar a la Virgen al otro lado del río para acompañarla hasta San Andrés. Desde entonces muchos más; el olor a madrugada, ir y venir. Desayunos corriendo. Peineta. Mantilla. Broche. Vela y tulipa con forma de pentágono de construcción rara. ¿Te acuerdas?. Tía Felipa sentada en la cocina mirándote, opinando y algunas veces sentenciado. Tía Felipa. Cuantos recuerdos.

Escaleras abajo, Ascen y Resu (ese día también Carmen) esperando en el rellano de la escalera para verte marchar. El frío de la mañana y la prisa, y la mantilla al aire, y el olor a río y el ruido, y la primera visita a la Virgen, y la primera salve, y la primera petición, y la primera promesa y la espera, en la plaza de los carros, con olor a dulces de monjas, las primeras charlas, las primeras confesiones. Así muchos años. Ya no me acuerdo ... ... y casi tu tampoco. Luego llego el tiempo del descanso. El tiempo de los niños; Jose y Fran, el tiempo para ellos. El tiempo para Juan. Madre perfecta, esposa abnegada. Míralos; te han animado con ahínco con tesón para que vuelvas hoy. Para que vuelvas con la Esperanza. ¿Te acuerdas de la imagen besando a Fran en brazos del abuelo después del capitulo de las medias donde el tono del negro no era del gusto del organizador?. Vuelve hoy para cumplir con tu mayordomía.


Recuerda lo que te he escrito. Recuerda todo lo que aquí te he dicho y de vuelta a la ciudad desde el arrabal mira el río reflejo del discurrir de la vida. Mira la catedral como referente en el horizonte. Mira de reojo la casa que te vio nacer. Dedica un instante de tus recuerdos, de tus plegarias, de tus rezos y encomiendanos a la Virgen a los que a tu lado estamos. María, Hermana. Este ha sido mi reconocimiento a tu mayordomía. Montón de letras y de recuerdos que he intentado ordenar para rendirte homenaje y para recuerdo. Un beso. Jesús Salvador Cecilio

Horario y recorrido. Sale a las 10,30 horas del Convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales, para continuar por Calle Cabañales, Puente de Piedra, Avda del Mengue, Calle la Plata, Balborraz, Plaza Mayor (sin dar vuelta), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, y atrio de la Catedral, donde se entonará el canto de la Salve.


A los sonidos de unos tambores, de una banda de música o cualquiera de otras formas que nos indican que una procesión está en la calle, pocos zamoranos se resisten a no contemplar ese desfile, con la sensación de que cada uno de esos pasos, contienen una historia, que ni el mismo escultor que las realizó, podría saber en aquellos instantes que de cada cincelada se escribirían tantas páginas y nos harían sentir tantas emociones o derramar tantas lágrimas, que sin saberlo salen de nuestro interior al contemplar tantas expresiones. Yo, todos los años, procuro ver las máximas posibles, pero en particular la Vera Cruz porque en ella se ven las escenas más profundas de la pasión. Desde la Vera Cruz hasta la Dolorosa, pasando por el Lavatorio, Santa Cena, el Huerto de los olivos, el Prendimiento, la Sentencia, la Flagelación, la Coronación de espinas, el Ecce Homo o el Nazareno. De cada una de ellas, se podría estar escribiendo hasta cansarte porque, nunca se

terminaría. Pero hay una cosa tan tierna como es un simple beso, el cual, normalmente se da con una gran satisfacción, para demostrar un agradecimiento o incluso para darle suerte en la procesión, tanto a los familiares que cargan, como a los que desfilan. El que nosotros le hemos dado a los nuestros con tanto cariño unos instantes antes de procesionar. La expresión de ese beso, que lleva tantas malas intenciones, tanto en el que se lo da, como los que le acompañan en el Prendimiento de ese hombre, que nunca había cometido maldad alguna y con esa señal tan pura y tierna lo identifican, para llevarlo como a un cordero a pasar por las más horribles torturas, para demostrar al pueblo, que es culpable y así sentenciarlo a ser crucificado. Esto es lo que más me impresiona de este paso, que todos los años procuro verlo en San Andrés. Emiliano Pérez García



Por un beso Por un beso te prendieron, sin compasión te azotaron, en la cara te escupieron, de espinas te coronaron. Cuanta burla de ti hicieron, con una cruz te cargaron, al calvario te subieron, allí te crucificaron. Aquello que lo hicieron, amargamente lloraron, al morir tú, comprendieron, que estaban equivocados. Y ese beso que te dieron, vida eterna nos has dado. Emiliano Pérez García

Horario y recorrido

Getsemaní “Aparta de mí este cáliz ...” La luna de Getsemaní en el huerto platea un anochecer de olivos donde un Hombre padece afligido la cruel angustia de un destino cierto. Sudor de sangre en su rostro, casi yerto, al cielo la mirada dirigida suplica al Padre que aparte de su vida esa copa repleta de amargura -pecado de los hombres- cuya agrura hasta el fondo he de ser consumida Manuel Crespo Bernardino

Sale a las 16.45 horas del Museo de Semana Santa por: Plaza Santa María la Nueva, Corral Pintado, Reina, Plaza San Miguel, Plaza Mayor, San Andrés, Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor (de paso), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, donde se realizará una estación de veinte minutos. El regreso se inicia en la Plaza Catedral para continuar por, La Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Reina, Corral Pintado, y Pza de Sta Mª La Nueva para retornar al Museo .


Año del Señor de 1635. En la ciudad de Valladolid, en el interior de un viejo taller se obraba el prodigio. Los artesanos se afanaban en sus respectivos trabajos. Dando forma a la madera, haciendo que de sus vetas naciera la belleza, la perfección, el dolor, la agonía o la angustia; sentimientos para la piedad popular que surgían de ese cúmulo de virutas que era el taller del orfebre de la madera. Los encargos se acumulaban sobre la mesa de maestro. No en vano, eran muchas las cofradías, iglesias y particulares que deseaban adquirir obras del afamado taller de Gregorio Fernández, de ahí el esfuerzo del maestro por formar la más prestigiosa escuela de imagineros de Castilla. Siguiendo sus doctas enseñanzas y, siempre bajo su atenta mirada, los oficiales se encargaban del delicado trabajo de hundir con maestría sus herramientas sobre la madera yerma, mientras los aprendices lijaban piezas ya terminadas. El golpeteo acompasado de los mazos sobre las gubias inundaba las diferentes estancias, impregnadas de una penetrante mezcla de aromas a colas y aceites, que eran visitadas diariamente por clérigos y mecenas en busca de imágenes para sus

iglesias, capillas y oratorios. Una mañana de enero, en medio de todo ese ajetreo, un coche de caballos se detuvo ante la puerta del viejo taller, situado en al acera de Sancti Spiritus. Del elegante carruaje, ayudada por su doncella, descendió una dama de avanzada edad, ricamente ataviada. -¿Es aquí, Elisa? –preguntó la mujer a su sirvienta-. – -Si señora, este parece ser el taller –le respondió la joven-. Con cierta dificultad, amparada en su acompañante, la dama accedió al zaguán, donde de inmediato fue recibida por un joven aprendiz. -Soy Isabel de Villagutierre, -le dijo- vengo desde Zamora buscando este taller, del que me han hablado maravillosamente, ya que deseo encargar una imagen. - Vengan por aquí –les dijo el joven, señalando hacia el interior-. Conforme iban avanzando por las diferentes estancias que formaban el taller, la mujer, acompañada por su inseparable Elisa, observaba con atención


el laborioso trabajo de los escultores, ensambladores y policromadores, hasta que, sin apenas darse cuenta se encontraba frente al maestro. Un Gregorio Fernández de mediana edad y alborotado pelo canoso que les ofreció asiento en el interior de un pequeño despacho, atestado de papeles y bocetos. Sobre unos anaqueles, veían pasar las horas diversos modelos a escala de vírgenes inmaculadas y crucificados mientras, colgados de una pared lateral, diferentes instrumentos de medida, compases, escuadras y pantógrafos, decoraban de forma peculiar la añeja estancia. -Vuestra merced dirá en que puedo ayudarle –preguntó el maestro mientras se mesaba su liviano bigote-. -Me han hablado maravillas de este taller –respondió doña Isabel–. Mi difunto esposo, Nicolás Enríquez, miembro del Consejo del Rey… –He oído hablar de él, como Regente que fue de la Real Chancillería de esta ciudad –interrumpió Fernández-, disculpe vuestra merced, la escucho. -Pues bien, como le decía –continuo doña Isabel- mi esposo expresó hace dos años, en sus últimas voluntades, su deseo de que una imagen de Cristo Yacente presidiese el altar de la capilla familiar, en el monasterio de Santo Domingo de nuestra ciudad de Zamora. Las referencias a su taller no han podido

ser mejores, de hecho he podido ver la imagen de la Inmaculada que usted ha labrado para el convento de las madres Concepcionistas de nuestra ciudad y me ha sobrecogido por su belleza, motivo por el cual, a pesar de que mis fuerzas están menguadas, he querido venir a su taller. -Puede tener, vuestra merced, la completa seguridad de que haremos realidad su deseo –añadió el maestro-. Ahora mismo, mi taller cuenta con los mejores oficiales de Castilla, llevando mi impronta en todos los trabajos que aquí se hacen. Tratándose de un compromiso de tal importancia, me encargaré de que lo realice el mejor de mis ayudantes, al que dirigiré personalmente. Acompáñeme –dijo levantándose de su silla- y se lo presentaré. Salieron del despacho y en una sala contigua al mismo, se encontraba un joven escultor, llamado Francisco Fermín, formado desde la infancia al abrigo de Gregorio Fernández, bajo cuya tutela quedó desde que su madre, deseosa de que aprendiese el noble oficio de la madera, falleciese víctima de unas terribles fiebres reumáticas. La dama pudo ver con detenimiento el delicado trabajo que el escultor estaba realizando en ese momento. Sus manos tallaban los encaracolados cabellos que se deslizaban por la espalda de una imagen de la Virgen María.



–Este es mi mejor oficial –sentenció Fernández-, en él suelo confiar los encargos mas importante. Sus manos son las mías, por ello él se encargará de tallar su Cristo Yacente. El oficial interrumpió su labor para atender a la noble visitante y no pudo evitar cruzar su mirada con la de la bella sirvienta que la acompañaba. Quedó prendado de su juvenil belleza, especialmente marcada por unos penetrantes ojos azules y una larga cabellera negra. La dama, visiblemente emocionada, entregó al oficial un trozo de papel doblado en el que se detallaban las dimensiones del altar y le dijo: -joven, en vuestras manos deposito el ferviente deseo de mi difunto esposo, no dudo de vuestro buen hacer y en vos confío su voluntad. Solo deseo que mi encargo no se demore; mi vida se desvanece y no quisiera dejar este mundo sin ver realizado el deseo de mi esposo… Tras ello hicieron efectivo su compromiso rubricando un contrato en el que establecían el encargo de la imagen, su hechura y su entrega. Pasaron diez largos meses y en la casa familiar de los nobles mas influyentes de la Zamora del siglo de oro; no en vano los Enríquez-Villagutierre eran descendientes directos de los Condes de Alba de Liste y los Marqueses de Alcañices, , se recibió una misiva procedente de la capital de Castilla. El taller de

Gregorio Fernández comunicaba la finalización de la escultura y su traslado a Zamora en fechas próximas. A los pocos días, en las puertas del monasterio de la Orden de Predicadores, se detenía un carruaje cerrado, tirado por dos grandes alazanes. Procedía de Valladolid y en él se transportaba la deseada imagen. En el interior de la iglesia aguardaba doña Isabel, acompañada de su fiel Elisa. Se abrió el pesado portón del templo y, en la más absoluta intimidad por expreso deseo de la viuda, dos operarios, acompañados por su artífice Francisco Fermín, penetraron transportando la imagen tapada por una gruesa tela de arpillera. Cuidadosamente la introdujeron en la suntuosa capilla-mausoleo de los Enríquez y la depositaron sobre el altar, retirándole la vasta tela que la protegía. Doña Isabel, sumamente conmovida al contemplar tan bella imagen hincó con tremenda dificultad sus rodillas en el suelo, ante la sorpresa de su doncella, al tiempo que el padre Prior dirigía una oración. Tímidamente, Francisco y Elisa intercambiaban sus miradas cómplices, pícaras y a la vez vergonzosas, ausentes de todo aquello, inmersos en su propia realidad. Una vez colocada la imagen en el interior de su hornacina, doña Isabel, el Prior y el escultor, Francisco Fermín firmaron sobre el altar la entrega del Cristo Yacente, al tiempo que la dama expresaba su


mayor anhelo: -Padre, mi deseo, desde este día, es que esta imagen permanezca bajo el amparo inquebrantable de esta Orden, a la que nuestra familia se ha acogido siempre en el tránsito al mundo futuro. Se la entrego para su custodia al tiempo que le imploro su protección ante cualquier adversidad. Sin duda, algo en su interior le hacía presagiar un futuro aciago para la orden y la imagen y, ciertamente, no se equivocaba. En diciembre de ese mismo año, se apagó para siempre la vida de doña Isabel, dejando en sus últimas voluntades el deseo expreso de que se dijese una misa el cada jueves de cuaresma en el altar del Cristo Yacente, a la que el padre Prior añadió el ejercicio de un piadoso besapies, en recuerdo de la noble dama fallecida. No eran equivocados los presagios de doña Isabel, pues en 1809 fue clausurado el cenobio con motivo de la invasión francesa, ante el temor, por parte de las huestes Galas, de un posible amotinamiento de los zamoranos en su interior dada su proximidad al Castillo y la Catedral donde tenían su fuerte las tropas sitiadoras. A pesar de todo, los frailes pudieron salvaguardar la integridad de la valiosa imagen trasladándola al convento hermano de madres dominicas de Nuestra Señora de la Victoria, sito en la calle de Santa Clara, junto a la iglesia de Santiago del Burgo. De esta forma, pese a que el paso del tiempo dejó caer en el olvido el deseo de doña Isabel, el destino quiso que la custodia de la imagen quedase nuevamente en manos

de la Orden dominicana. En 1837, se fusionó esta Orden con sus hermanas dominicas del convento de San Pablo, pasando la imagen a la iglesia de Santiago del Burgo. De esta forma dejó de estar el Cristo al cuidado de la Orden de Predicadores. Pero, una vez más, la providencia quiso acordarse de la piadosa dama en forma de carta. La que en 1853 le dirigió al Obispo Rafael Manso, el último padre predicador que quedaba en la ciudad de los desalojados por los franceses. En la misiva relataba al prelado los avatares por los que había pasado la imagen y le rogaba que la trasladase a la iglesia de la Concepción, casualmente regida por un padre dominico, el cual se encontraba al frente de la archicofradía del Rosario, la más numerosa de la ciudad. Monseñor Manso accedió gustoso a la petición del anciano fraile que, desconocedor de los deseos perdidos en el tiempo de aquella noble señora, hizo que se cumpliese, por tercera vez, la voluntad de doña Isabel de Villagutierre. Cuentan que la mujer, en su testamento, legó gran parte de su patrimonio a su fiel doncella Elisa, la cual se trasladó a Valladolid, donde estableció su residencia para, a los pocos años, contraer matrimonio con Francisco Fermín, poniendo broche de oro a la secreta relación que mantuvieron con motivo de las visitas del escultor a la ciudad de Zamora durante la ejecución del Cristo Yacente. Juan Carlos Izquierdo Domínguez

Horario y recorrido. Sale a las 23:00 horas de la Iglesia San Cipriano, Cuesta de San Cipriano, Pza. de Santa Lucía, Puente, Avd. de Vigo, Cuesta de Pizarro, San Pedro, Pza. Fray Diego de Deza, Pza. de Arias Gonzalo (por la derecha), Obispo Manso, Pza. de la Catedral, Rúa de los Notarios, Pza. de los Ciento, Rua de los Francos, Sor Dositea Andrés, San Martín, Carniceros, Hospital, Damas, Pza. de Viriato (Canto de Miserere), y retornar a la Iglesia de S. Cipriano


Zamora se presenta en ocasiones como un breve fulgor de la memoria, apenas un retazo brillante de momentos y cadencias; en otras, se disfraza como una larga mañana de los tiempos que ocupa todos los lugares vividos. Es sigilo paralizante o brío sonoro que barniza todas las orillas y las amasa y expande ambicionando ser apenas un poco voz ronca y acompasado tambor que fractura la madrugada desde la profundidad de su esencia. La ciudad transfigura mágica el crepúsculo en cada albor de los Viernes Santos y los hace emboscarse en cada rincón de su alma. El caminante observa desde el altozano el discurso sinuoso que en la lejanía le regala un fatigado Astura, el Esla encajonado por canchales y roquedos por tierra del Pan, y quiere pensar en las mañanas de abril en las que la vida ansía florecer como extraña paradoja rememorando la muerte de Dios; en este misterio inmortal que concierta a hombres y mujeres de todas condiciones en las plazas hechas altares para asistir al sacrificio ofrendado por Jesús de Nazaret por tierras del viejo Reino de León. ¿Qué misterio pervivirá entre este cielo azul y una heredad despoblada para que dos mil años después el hombre regrese humilde desde sus colinas y custodie el arcano más transcendente de su existencia?; ¿cómo podrá haber perdurado siglos y siglos postergando los espinos de guerras ,de epidemias o del instaurado egoísmo que aísla y agosta al ser humano?; ¿qué razón impenetrable guiará nueva cada primavera en Zamora para que el rito pasionista embriague la faz de este solar y sus ojos se humedezcan como cada madrugada, como cada mañana, y esta



se transfigure en existencia eterna desde 1.651?. Ante esta luz renovada entre la inmensidad de los montes y la lejanía del río ha detenido sus huellas entre jaras y encinas nuevas que a tientas verdean una tierra sedienta y llega a su memoria la resonancia brotada de marchas fúnebres como “Thalberg”, “Mater mea” , “Dolor de una Madre” que lo asoman al espejo cristalino de la ribera descubriendo una ciudad en pie que alberga como ayer, como hoy, como mañana, el caminar acompasado de sus hijos ascendiendo sobre sus hombros a Dios camino del calvario, en su última caída , hundido en cruz de agonía o en el luto espectral de la Madre con sus manos enlazadas tejidas por la escarcha. Es el Evangelio de la redención por Zamora: así a sorbos breves y pausados. Habitados por un silencio atronador de cornetas, de redobles, de sones fúnebres que estrellan todas las albas del mundo, de bruñidas cruces lanzadas a la inmensidad, de exhaustos fondos de pasos y de lavales prietos que arremolinan la amanecida. Así desnuda es su madrugada. Sin más camino, sin más horizonte, sin más recuerdos; casi veladamente entre los últimos hielos se siente expirar

a Dios por caminos del Duero arriba los Viernes Santos de su historia. El viajero piensa ya en el sendero que marca esta sierra cercana y en estos hombres de abril que retornan a la invocación de la urbe para compartir su pan y la bendición sacrificada de Dios. ¿Qué portarán a sus lares tras esta unción mística, tras esta comunión espiritual de cada primavera?. ¿Renacerá en algún instante su luz en un noviembre helador de montaña o ante la rompiente del mar sobre un acantilado?. ¿Qué permanecerá en su espíritu de los jirones de esta redención brindada en tierras del oeste de España? Avanzada la alborada no halla respuesta a este enigma que nadie revela: ¿por qué aquí, a tantas leguas de ninguna parte, resucita perenne el ritual del misterio evangélico?. ¿Qué razón habrá para que sus hijos sean llamados y elegidos?. ¿Por qué a las cinco de la madrugada de un viernes cualquiera de abril otra generación retomará su cruz y al golpe del merlú desgarrando la madrugada alzarán de nuevo a Dios camino de las Tres Cruces?. Javier Hernández Vidal


Horario y recorrido. Sale a las Cinco de la mañana de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva por: Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta,Santa Clara, Avd. Alfonso IX, Pl. Alemania, Tres Cruces (dando la vuelta al crucero). Después de un descanso de 35 minutos, continuará por Tres Cruces (efectuando la tradicional reverencia), Amargura, Avda. Príncipe de Asturias, Santa Clara, Pl. Sagasta, Pl. Mayor (dando la vuelta), Pl. San Miguel, Reina, Corral Pintado, Pl. Santa María la Nueva, para concluir en el Museo de Semana Santa todos los grupos, menos la imagen de la Virgen de la Soledad que lo hará en la Iglesia de San Juan.


Después de haber pasado casi 600 años. En una tarde soleada de esas del mes de febrero, presagio de la primavera castellana, se pusieron en contacto el sedero Francisco de Castro, hermano de la cofradía del Santo Entierro y encargado de las andas de San Juan y Nuestra Señora y Francisco Parada, carpintero que era de la ciudad, que en alguna ocasión trabajó para la cofradía y más en concreto en el año 1668, que arregla la peana de San Juan. Uno de ellos, el señor de Castro, llegó a Zamora en el AVE. El otro, Francisco Parada, aterrizó en avión en el aeropuerto, Máximo Salvador, de la vecina ciudad de Coreses. Zamora cuenta con las mejores infraestructuras fruto de las insistentes peticiones de los distintos gobernantes que la ciudad y provincia han tenido. Esto ha posibilitado que la vieja localidad amurallada sea próspera y con mucha proyección de futuro. Nuestros dos vecinos en conversación telepática, habían acordado pasar la semana en Zamora. Ambos convinieron en llegar el miércoles antes de la Semana Santa. El jueves de Traslado quedaron en un establecimiento de hostelería cerca del Puente de Piedra tan bien conservado y mimado actualmente. Sitio perfecto para ver llegar al Mozo desde San Frontis. Francisco Parada fue el primero en llegar no sin antes pasar por la Plazuela del Corralón de la antigua judería donde el había regentado la carpintería. El local de hostelería estaba situado bajo la carretera de la avenida



de Vigo casi debajo de lo que había sido sede de la Real cofradía del Entierro de Cristo. En la cafetería, “Hoyo de San Simón” debido a las fechas, se podía disfrutar en pantallas de grafeno y hologramas, de infinidad de aplicaciones multimedia relacionadas con la Semana Santa, con el románico y con las ciudades medievales, pues no en vano Zamora había sabido sacarle partido a todo eso. Llego Paco, puntual. Se saludaron efusivamente y pidieron su consumición. Vino de Toro. Se sentaron y disfrutaban de unas magnificas vistas del Duero. Justo enfrente veían el centro de interpretación de la Semana Santa que una de las alcaldesas de la ciudad había conseguido para esta importante capital. No podía ser por menos y la conversación fue derivando hacia la real cofradía y ambos hablaron, ya ves tu, entre otros, del grupo de San Juan y Nuestra Señora y recordaba Castro como estaba de estropeada la capa de San Juan en torno al 1614 o 15 y como la cofradía compró y confeccionó la rica prenda. Esos años la imagen lucia de otra manera cuando él la sacaba por la puerta de San Esteban. Relataba Parada como le fue encomendado, en los años 54-55 de la misma centuria, el trabajo de reparación de las andas del grupo y posteriormente la peana de la imagen de San Juan para poder colocarlo dignamente en la iglesia. Lo más significativo fue cuando recordaron, como anecdótico, la supresión del grupo. Lo que unos justifica-

ban por el deterioro de la imagen de San Juan, otros por lo repetitivo del Santo en los demás grupos y otros para poder engrandecer la Figura de “la Soledad”. El caso es que el grupo desaparece hasta la confección de uno nuevo a finales del siglo XX. En un rato de sosiego, observando el discurrir del Duero, casi al unísono los dos hermanos recuerdan la crecida de las navidades del año 1860. Bromean con la circunstancia de que si se produjera en ese instante en el que están, no saldrían bien parados de la cafetería. Comentan como casi desaparece todo el patrimonio y como algunas personas encuentran días después enseres de la cofradía. Lo baúles que contenían ropas y alhajas hechos añicos y de los que poco se recuperó. Como Rosendo Matilla encontró la corona de plata de la Magdalena entre el lodo de la calle del Puente así como más alhajas de la Virgen entre los escombros de la casa del administrador. Cañizo encontró el manto de la virgen, recién bordado, bajo los soportales derrumbados de la misma calle. Devotos y gentes de la calle en sucesivos días encontraron ropas del Yacente. Otras cosas se perdieron incluidos los estatutos. Una tragedia. Convinieron ambos en acudir a ver la procesión el Viernes Santo a la sede de la cofradía a través de pantallas y donde toda la organización se hacia de forma telemática. Jesús Salvador Cecilio.


Horario y recorrido. Sale a las cuatro y media de la tarde Salida del Museo de Semana Santa, Plaza de Santa María la Nueva, Barandales, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Pza. de Sagasta, Renova, Pza Mayor (si vuelta por el lado del Ayto. Viejo), Ramos Carrión, Pza de Viriato (sin vuelta, por la fachada del Palacio de los Condes de Alba de Aliste), Rúa de los Francos, Rúa de los Francos, Pza de la Catedral, Atrio de la S. I. Catedral de El Salvador. Descanso de 20 minutos. Retorno desde el lugar de la llegada, Pza. de la Catedral, Rúa de los Notarios, Rúa de los Francos, Pza de Viriato (sin vuelta, por la fachada del Palacio de los Condes de Alba de Aliste), Ramos Carrión, Pza. Mayor (por el centro), calle de la Reina, Corral Pintado, Pza de Santa María, entrando al Museo de Semana de Santa.

Este recorrido puede sufrir alguna alteración. mas información en facebook.com/elitinerario


Cada Viernes Santo la noche se acerca mostrándonos de par en par el cielo oscuro de tu boca abierta. Cada Viernes Santo, el sueño abrazado a la pupila melancólica donde nos espera Morfeo, cuando las pestañas han cubierto de cárceles prodigiosas, el color recién pintado sobre la blanca cúpula de nuestros ojos. Una vez más, la proeza del sueño detiene los pasos del tiempo, y una vez más, el tiempo dispuesto a dejarse amar entre quimeras. Mientras, a nuestra boca callada le nace un bostezo en la noche más hermosa de la Pasión zamorana. La muerte está acunada en tus rodillas y es la muerte de Cristo redentora. Muerte de luz que vida da a la vida y en vez de ocaso es manantial de aurora. Pero tu angustia, Madre, inevitable por ser humana muerte, es dolor sin límite, escalofrío exánime, pálpito de los gemidos de tus venas silenciosas, ocultas, donde el asombro se cuelga de tus párpados consumidos por lágrimas heridas. Sientes que es tu regazo un templo de ceniza y al filo del delirio esperas rojas ascuas con promesas de fuego, llama eterna, mirífico fulgor, el mismo que antes fue un nido de paloma trenzado con espinas y cuna envuelta en nardos blancos.



Mientras tenemos el tiempo justo de mirarnos bajo el mismo cielo estrellado, Madre, no puedo concebir que seamos los que te rezamos, los que equivocadamente andemos como náufragos en la tempestad de los tiempos que nos han tocado vivir. Hay demasiadas plegarias en los ojos de los ancianos, para sentirlas equivocadas y demasiada ira, en aquellos que te niegan. He visto a Zamora rendida a tus pies, a los más ancianos con los ojos cuajados de lágrimas, musitando plegarias cada vez que tu trono de plata ha pasado junto a ellos. He podido escuchar sus sollozos y sus rezos, sus manos cansadas realizando el más hermoso de los actos al santiguarse en tu presencia. He visto a los niños señalar con el dedo tu lágrima, y preguntar una y mil veces, cómo se puede vivir con el corazón traspasado por siete dagas. Y he advertido que Zamora tiene y debe seguir creciendo y haciendo mayores sus creencias, su devoción y esta tradición que no es sino el espíritu de sus gentes. He sentido palpitar las calles a tu paso, estremecerse a cada piedra que son la piel de esta tierra. He visto a Zamora entregada a ti. He visto a

una Plaza Mayor que se ha hecho pequeña hasta no coger ni el suspiro mientras te canta la Salve, Madre. He escuchado cientos de vivas, y estremecerse en aplausos quien con su garganta seca, solo ha tragado el dulce beso de la emoción ante tus ojos. Los he sentido cada Viernes Santo, suplicarte un hilo de vida, para quien de vida en nuestras camas se retuercen de dolor. He visto a la enfermedad agonizar, ante el soplo de la esperanza que solo tú eres capaz de transmitir, la he visto en la soledad de un banco de San Vicente multiplicarse por mil las emociones, condenadas a vivir sobre un pañuelo de por vida en forma de lágrima. Señora, he visto a toda una ciudad, de rodillas, sin que apenas hubiese hecho falta inclinar las piernas sobre el asfalto, pues los corazones carecen de altura para ponerlos siempre a tus pies. Sin ti esta Pasión no se entiende Madre, tú que eres el reflejo de Marías, Cármenes y Lolas que ha parido esta tierra y dan sentido y alma a la Semana Santa zamorana. Siempre podremos advertir una nueva emoción incontrolada, como aquella que queda en la mejilla, justo en el mismo


momento en el que una nueva lágrima furtiva ha nacido desde el surtidor de sus ojos. Pues tengo la absoluta seguridad, Madre, de que tu angustia, cada noche de Viernes Santo, estrena lágrimas nuevas. Porque jamás un rostro fue capaz de trasladar en la misma impronta, el mismo dolor encarnecido y a la vez, una paz asombrosa que nos sosiega y nos devuelve a la calma de las pasiones.

Eres Dolores del Duero. Eres consolación en Marzo por un día sobre tu trono de escarcha. Decir tu nombre es dejar un único instante para decirlo todo sin volver a abrir la boca. Al decir Nuestra, Madre, al instante ya no le queda nada. Beatriz Blanco Santos. Periodista

Horario y recorrido. Sale a las 23 horas de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, para seguir por Cuesta de San Vicente, C. el Riego, Calle de Santiago, C, Santa Clara, Plaza de Sagasta, C. Renova, Pza. Mayor, C. Ramos Carrión, Pza. de Viriato, Rua de los Francos C. de SorDositea AndresC. de las Damas, C. Hospital, Pza. Sta. Mª La Nueva, Calle de Corral Pintado. Calle de la Reina, Pza. de San Miguel y Pza Mayor, donde se efectuará el rezo de la Corona Dolorosa y el canto del Stabat Mater, finalizando con el canto popular de la Salve y retornando las imágenes por C. Mariano Benlliure a la Iglesia de S. Vicente.


Son las 8 de la amarga y triste tarde de Soledad que se ha vivido en Zamora. Miles de fieles, han pasado ya por San Juan para dar el pésame a la Virgen, aquella que despojada ya de su manto negro, viste solo una túnica negra sin remates de oro, tan simple y tan bella. Las cornetas claman una Salve al cielo, para que tus lágrimas de plata no sean para siempre, y que tu rostro se torne pocas horas después en angelical mirada que de felicidad que hoy no podemos revertir, pero que si presagian tus manos sublimes de ternura. Hermanas con capa de negro luto comienzan a desfilar, bajo la atenta mirada de la Madre, que en su pena, sabe que hoy no camina sola. Velas moradas alumbran la tarde del Sábado, un Sábado Santo, que también presagia un fin, pues tras el Domingo, regresará una larga espera hasta la próxima vez que la Virgen de Zamora, vuelva a la calle, junto a su hijos e hijas, junto a su pueblo.



Oración a la Virgen de la Soledad Sus lágrimas son las sombras de la niebla en el color de la Amargura. Sus manos, plegando las ruinas del templo de su mirada, en el silencio grave de su Soledad, son el pulso de las aristas de la Muerte. Siempre el Misterio se hace noche, en su yerma blanca tez bajo los párpados de seda, de unos ojos perdidos en espera, quizás de la aurora del tercer día. ¡Oh! Mi Virgen, de negro ropaje en el alma toda, déjame un poco de esa Soledad tuya, para poder compartir también, esa ternura de Madre afligida, mientras espero la luz, ayer distante, y hoy ya, tan cerca de la triste, pero amorosa Soledad de tu mirada. Emilio Prieto


El Dolor de una Madre, junto a su Soledad, se mecen sobre suave balanceo, a los ritmo de unos pies que bailan los sones de nuestro dolor. Paso a paso la Virgen camina por Santa Clara, Renova o Sagasta, miles de ojos la obvservan, cientos de almas le claman. Soledad, tu no estás sola, todo el mundo te acompaña. Ya con su entrada en la plaza, Zamora honores le marca, hermanas de negro luto, la última Salve le cantan, desgarrando la negra noche, para esperar la mañana.

Madre nuestra querida, con su manos entrelazadas, tu que ruegas por nosotros bajo tus lágrimas de plata, no dejes que tu amargura, sea de negra esperanza, bajo promesa del hijo, que prometió vida eterna. Mece tus manos, y seca tus lágrimas, Soledad. Ya han pasado los tres días, y con el despunte del Alba, tu mirada sobre el Duero, revelará la esperanza, de la Resurreción en Zamora y tu preciosa mirada. Juan Manuel Bragado Molina

Horario y Recorrido. Sale a las 20.00 horas de la tarde sale de la Iglesia de San Juan, para continuar por la C/ Renova, Sagasta, Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Plaza de Alemania, San Torcuato, Sagasta, Renova, entrando en la Plaza Mayor, donde se entonará la Salve a la Virgen, para luego regresar al templo de salida.


¡Tiempo de encuentro y máximo esplendor en la judería zamorana porque Jesús ha resucitado! Es Domingo de Pascua en el que la Cofradía de la Santísima Resurrección de Zamora, sale a la calle para cerrar los desfiles semanasanteros. Con las primeras luces del alba amanece el día envuelto en ruidosas explosiones de alegría que nos anuncian que Cristo ha vencido a la muerte. En la fresca y soleada mañana y a las puertas de la singular románica iglesia de la Horta, nos damos cita los hermanos de la Cofradía, acompañados de las varas metálicas y floridas, que denuncian la llegada de la exuberante primavera. A las nueve de la mañana comienza la representación del último auto- sacramental con la imagen titular del Jesús resucitado de Don Ramón Álvarez (1873) que nos anuncia con sus manos la victoria de la vida sobre la muerte y es precisamente en este momento, cuando se inicia el recorrido, precedido por el tamborilero de la Cofradía, hacia la Zamora románica, saludando a su paso al viejo y sempiterno padre Duero. A continuación se asoma al exterior la imagen de la Virgen de la Alegría o del Encuentro a la que se le detecta ya una leve y eterna sonrisa, soberbiamente conseguida por su autor Higinio Vázquez, (1993) emprendiendo su recorrido por la emblemática cuesta del Piñedo hacia el centro de la ciudad.



Es preciso destacar que en ambas situaciones los cientos de hermanos que allí nos congregamos, levantamos nuestras relucientes varas mientras se entona el himno nacional por las bandas de música. Se trata de un momento solemne e indescriptible al contemplar a modo de escorzo un enjambre florido de reverencia y salutación. Los desfiles van recorriendo las calles por los itinerarios establecidos hasta llegar a la Plaza Mayor, donde se produce la máxima explosión plástica de ruidoso alboroto cuando la imagen de la Virgen, después de desprenderse de su negro manto, ve que tiene enfrente a su amado Hijo vivo y triunfante, quedando alegremente sorprendida y en ese preciso instante…. Jesús la saluda desde su trono a modo de reverencia repetidas veces. La Plaza Mayor se inunda de olor a pólvora quemada por las salvas de escopetas y dispa-

ro de bombas y cohetes que nos anuncian que en este momento solemne ha llegado la Pascua porque Cristo está un año más entre nosotros. Después, en una auténtica y confusa riada de hermanos de vara, emprende el desfile su retirada hacia el templo de salida, bajando por la emblemática calle de Balborraz, con inigualables momentos para disparar las miles cámaras fotográficas que allí se han concentrado. Es día de fiesta y de dos y pingada. Hoy comamos y bebamos, cantemos y holguemos como así reza el cancionero de palacio, porque ha tenido lugar la buena nueva de haberse producido otra Resurrección en Zamora. Emilio J. Alonso Fagúndez


Horario y recorrido. Salen las dos Imágenes a las 09:00 horas de la Iglesia Parroquial de Santa Maria de la Horta: La Imágen de Jesús Resucitado, inicia su desfile por la Plaza de San Julián del Mercado, Zapatería, Plza Santa Lucía, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso (descanso 25 minutos), Arco San Ildefonso, Rúa de los Francos, Ramos Carrión, Plaza Mayor. La Imagen de la Virgen del Encuentro. Sale del mismo Templo para continuar por C/ San Juan de las Monjas, Cuesta del Piñedo, Plaza Santa Eulalia, C/Santa Olaya, C/ Viriato, Plaza Sagasta, San Torcuato, C/ Santiago (descanso de 25 minutos), Santa Clara, Sagasta, Renova y Plaza Mayor. El Encuentro se efectuará en la Plaza Mayor a las 11,15 horas, seguidamente regreso, tras vuelta a la plaza Mayor por cuesta de Balborraz, la Plata, San Julián del Mercado, al Templo de salida.


El Itinerario

número once, decimoprimera edición Diseño y maquetación. masimajen.com. Colaboradores y textos. J. Carlos Izquierdo Domínguez Cristina Salvador Varanda Roberto Felix Fuentes Juan Manuel Bragado Molina Jesús Salvador Cecilio Manuel Allué Tomás Mateos Arribas Emilio Jesús Alonso Fagúndez Emiliano Pérez García Javier Hernández Vidal José Marcos Diez Emilio Prieto Manuel Crespo Bernardino Fotografías. Jesús Salvador Cecilio. Cristina Salvador Varanda. Publicidad. CASUM Idea de “El Itinerario” Jesús Salvador Cecilio Reservados todos los derechos de edición. Se prohíbe la reproducción total o parcial del contenido de este número, ya sea por medios electrónicos, mecánicos, fotocopia o grabación u otro sistema de reproducción sin la autorización expresa del editor. Las opiniones expresadas en los textos y sus contenidos son responsabilidad de los autores. Los anunciantes son los únicos responsables del contenido de sus mensajes publicitarios. Agradecemos a organismos y empresas su colaboración sin la cual sería imposible la edición de “El Itinerario” EJEMPLAR GRATUITO, PROHIBIDA SU VENTA

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