Itinerario 2016 imprenta

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Me dueles tú, que no apartaste el cáliz. Me hieres tú, con tu silencio. Tú, que me has desamparado. No te enojes con ellos, no te ensañes.

Antonio Carvajal Paráfrasis de las siete palabras de Cristo en la cruz


Corría el año 2012, cuando en estas mismas páginas imaginaba como podría ser la Semana Santa de 2016. En aquellos años el panorama era más que oscuro, con una Junta Pro Semana Santa endeudada y las cofradías divididas y yo por aquel entonces en el texto que acompañaba al itinerario de la Resurrección, soñaba con que en 2016 todo sería diferente. Soñaba con que las cofradías estuvieran bien gestionadas. Soñaba con que los cofrades participasen y soñaba con que de nuevo la Semana Santa de Zamora volviese a tener el interés turístico y mediático que tuvo en sus mejores años. Hasta soñaba con años de sol y calor que realzasen las procesiones. En estas que 2016 ha llegado y bastante se ha mejorado la situación de entonces. La Junta Pro Semana Santa ha cambiado de manos y de gestión. No hay mucho dinero pero no hay deudas, los proyectos van saliendo. Las cofradías con más pasos a hombros, no sin apuros, van sacando todos sus pasos con bandas. Se ha conseguido la declaración de Bien de Interés Cultural de la Junta de Castilla y León, paso previo a una futura aspiración a ser declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de por la UNESCO. Se están dando pasos para la creación de un nuevo Museo de Semana Santa o la ampliación del existente. TVE

volvió a retransmitir las procesiones zamoranas en 2014 y Zamora se sigue llenando de visitantes los días centrales de la Pasión. Se van erradicando los problemas internos en las cofradías, donde la gran mayoría han cambiado de directiva e impera el diálogo en los consejos rectores sin apenas escándalos que trasciendan a la opinión pública, con excepción acaso de Luz y Vida, cuya enquistada situación parece que poco a poco se resuelve. Un ejemplo claro de este impulso ha sido Nuestra Madre, que tras su cambio de presidenta en aquel 2012, en estos años ha Coronado Canónicamente a su imagen titular, ha organizado en Zamora el Congreso Nacional de Cofradías de las Angustias y ha conseguido ser en 2015 la que más cofrades congregó en su desfile procesional, consolidando un itinerario para la procesión bastante acertado. El enfermo de 2012 mejora y hasta el clima lleva dos años respetando y dando vistosidad a los desfiles procesionales. Sin duda es la línea a seguir por nuestra Semana Santa aunque hay mucho por hacer aún. El cofrade zamorano sigue sin ser cofrade, sino que es un mero “procesionero”, sin preocuparse de la Cofradía nada más que el día de la procesión. La asistencia a asambleas es lamentable, a las elecciones, paupérrima y a los cultos

que organizan las cofradías durante la cuaresma y el resto del año mejor ni mencionarlo por lo irrisoria que es. Bien es cierto que, aunque bien es sabido el carácter eminentemente “procesionero” de la inmensa mayoría de los cofrades, hay que tener en cuenta la despoblación y la sangría emigratoria que esta provincia sufre por la falta de oportunidades, y es que es fácilmente comprobable que en una familia media zamorana de matrimonio y dos hijos, mínimo uno se ha tenido que ir de Zamora y, a pocos cultos y actos cofradieros va a poder asistir si sus obligaciones laborales le tienen alejado de la ciudad. Por ello los “grupos” (coros, bandas, pasos…) siguen siendo decisivos a la hora de quitar y poner presidentes o de aceptar o no propuestas. Es problema este de difícil solución, aunque hay cofradías que sí que hacen esfuerzos para corregirlo, aunque ello sea muchas veces predicar en el desierto. Y aquí estamos, ante la Semana Santa de 2016. No ha hecho la digestión el turrón y el Silencio ya está llamando a Asamblea y los bancos y cobradores pasan las primeras cuotas, y es que en esta ocasión la luna caprichosa ha decidido que sea de las Semanas Santas más tempranas que puedan suceder. De hecho aún será invierno cuando los niños acompañen a la Borriquita el


p r ól o g o Roberto Felix Fuentes

Domingo de Ramos y la noche presidirá momentos como el Juramento del Silencio, acostumbrado a contar siempre con las últimas luces del día. Esperemos que esta prontitud en el calendario no nos devuelva a los años lluviosos de principios de la década y sigamos en la línea de sol de 2014 y 2015. Y es que, en tema de procesiones, uno prefiere mojarse de sudor que mojarse de agua. Será, para quien escribe, una Semana Santa muy especial. Semana Santa de cambio y de vuelta. De cambio de ciclo y de vuelta a los orígenes. Será la última y a la vez la primera, la del ecuador en la que miraré de forma muy especial algún que otro momento y alguna salida de procesión que hasta este año no era tanto. Un año en que será Semana Santa en marzo y en agosto, en Zamora y en Toro, donde estaremos en la Catedral, en San Lázaro, en el Arco, en San Claudio, bajo el banzo, en Viriato y en las Tres Cruces, pero también en la Iglesia y en la finca, siempre junto al río. Vuelta a la fila, vuelta al banzo, vuelta al coro, vuelta a los pequeños grandes momentos y cambio de vida y de ciclo. Sacaremos otra vez la camiseta del Zamora a ver si ascendemos y, de paso, asciende de una vez esta ciudad. Volveremos al anonimato de la fila, de la acera, de la merienda, del cangrejo, de los de verdad de la buena y no los de verdad de mentira, del banzo, de ser uno más y vivir lo propio, de degustarlo, pues pronto habrá que enseñarlo. Año especial e inolvidable del que espero una Semana Santa modesta, especial e inolvidable. Ecuador y cambio. A los que sois de Zamora animaros a vivir con intensidad nuestra Semana Santa, a recorrer vuestros itinerarios marcados a fuego en vuestros recuerdos, pues cada uno tenemos el nuestro y todos son el mejor posible, pues es el que nos hemos labrado con los años, con las vivencias, con nuestra gente y con los recuerdos. Volved a disfrutar de ese rincón, ese sonido o ese instante que nos pare el tiempo. Y a los que no sois de Zamora invitaros a que disfrutéis con nosotros estos días, que os dejéis llevar por el ambiente, que os embruje esta ciudad y que nunca la olvidéis. Que cada marzo o abril queráis volver a sentir con nosotros ese placer de estar y vivir en Zamora en Semana Santa…. y a todos…. QUE NO NOS LLUEVA….


A las puertas, a la espera, con el corazón preparado. Como si de un sueño se tratase los nervios contenidos se apoderan de los zamoranos que, un año más, se preparan para celebrar su Semana Santa. Jueves de Pasión, todo está preparado, las túnicas, los faroles, las velas, los hombros de los cargadores... Es momento de reflexión, de escalofríos, de emoción, de alguna que otra lágrima. Hoy el corazón de Zamora late con la fuerza contenida de la espera. Esta noche se unen las almas de los que están, de los que permanecen lejos, de los que se fueron y nos guían desde el cielo... Hoy sentimos juntos.

Son muchas las sensaciones que afloran en noches como esta, muchos los recuerdos que regresan, incluso aquellos que guardábamos bajo llave y creíamos olvidados. Una noche especial, balance de lo vivido y expectación ante lo que vendrá, siempre igual y a la vez tan diferente. La mezcla perfecta entre la certeza y la incertidumbre. El calor de las teas, el sonido de los hachones al golpear el suelo bañado de cera... Esas pequeñas cosas que solo los zamoranos logran entender, esas pequeñas sensaciones que se ven con los ojos cerrados y se sienten desde lo más profundo del alma.



Cae la tarde del Jueves de Pasión, una Cruz asoma a las puertas de San Frontis y Zamora entera calla. Jesús Nazareno convoca a los zamoranos en su camino al calvario portando sobre sus hombros el peso de los pecados de la humanidad, soportando sobre su frente la corona de espinas

que llora en silencio lágrimas de sangre. Cristo avanza lentamente mecido en los acordes que acompañan tan bendito caminar, despertando la emoción de un pueblo que se estremece al paso de una mano nazarena. Zamora alza su mirada a

la agonía de la Pasión, a la entrega de la muerte por la vida. Heridas abiertas para perdonar, pies descalzos para sanar. Parece que la catedral, testigo al otro lado del río que aguarda paciente la llegada del Nazareno, luce de otro modo sabiendo que esa noche abrazará a Jesús en el dolor de su sufrimiento. Parece incluso que son otras las aguas que trae el Duero susurrando la historia más bonita jamás contada cuando el Nazareno cruza el puente de piedra. El Mozo sale a la calle y Zamora se viste de Semana Santa. El susurro de las velas al consumirse murmurará en los rincones, miles de pies descalzos recorrerán las rúas inundadas del profundo sentir de la Semana de Pasión. Los pasos recorrerán las calles una vez más, lo hemos vivido tantas veces... Conocemos cada sonido, cada aroma, cada canto, pero las sensaciones se nos escapan, se cuelan y resbalan azotando el alma y dejando que las acariciemos tímidamente con la punta de los dedos. Se apagarán las luces de la ciudad para que sean las velas las que iluminen las calles oscuras, se escuchará el silencio y resonará con más fuerza que nunca en el corazón de una ciudad que se transforma. Y es que es cierto que se transforma, y no son los ojos que la miran, es la magia que la envuelve y la hace más bonita si cabe. Respeto, devoción, austeridad... Una pasión invisible a los ojos, grabada en el corazón, cosida al alma.


Hoy es la noche, muchas ilusiones depositadas en los días venideros, muchos planes, muchas compañías, muchas tradiciones, mucha clemencia rogada al cielo para que no llore durante estos días. Días de oración, de recogimiento y silencio, la vivencia de la Pasión, el sufrimiento de Cristo. El peso de la Cruz ya asoma en el horizonte. La mirada de los zamoranos acaricia el rostro de Cristo que protege con sus manos una ciudad que deposita en la misericordia de su mirada sus plegarias durante todo el año, que le confía sus mayores secretos, que ruega en silencio. Ahora Zamora, con las últimas luces del día, acompaña su caminar. Y es que no hay nada más bonito que vivir lo conocido con la incertidumbre del sentimiento que un año más, el mismo día a la misma hora, despertará en cada corazón nuestra Semana Santa. Siempre igual, siempre tan diferente... Hoy es la noche... Empezamos a sentir....

Horario y recorrido. A las 20,00 horas celebración de la Palabra en la Iglesia Parro-

quial de San Frontis, a las 20.30 comenzará el traslado procesional por: Fermoselle, Avda. del Nazareno de San Frontis, Puente de Piedra, Avda. de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Pedro, Plaza Fray Diego de Deza, Plaza Arias Gonzalo, Obispo Manso, Plaza de Pío XII y Catedral donde finalizará con la proclamación del Evangelio.


A principios de 1979 la cofradía del Espíritu Santo y en concreto los hermanos de coro realizan una campaña de captación de hermanos, puesto que la Cofradía apenas llegan a 200 hermanos y tenían que solventar ciertas penurias económicas que atravesaba. Se presentan en el coro parroquial de San Juan y tras los ensayos de la misa preparatoria para el domingo, comentan de la necesidad de voces para el recién creado coro del Espíritu Santo, que además de cantar en el acto central que realizan en la S. I. Catedral, van cantando por la calle mientras se desfila. Hoy es muy fácil de imaginárselo, pero en

aquel momento era una novedad y sin pensarlo un instante decidí apuntarme. Desde ese momento y hasta hoy han pasado con este 38 años, los mismos que mi amigo Pablo, los dos seguimos ininterrumpidamente con la misma ilusión del primer año y el mismo cariño a esta cofradía que la consideramos como nuestra. Puede que la Cofradía tenga algún fallo y el coro tendrá unos años mejores que otros, pero para nosotros es la mejor con diferencia. Tiene la iglesia pequeña y el cristo o “cristico”, como cariñosamente se le llama, también es pequeño, pero todo se une y se engrandece con


la calidad humana de todos los hermanos; y pone de manifiesto la palabra hermandad. Este sentimiento sube un escalón y llega a la complicidad y amistad con los miembros del coro. “Esto engancha”. En los primeros años de cantar por la calle se tenía ese miedo escénico que les pasa a los actores de teatro cuando van a salir a actuar; pues el público que te escucha esta muy cerca y el capillo no te deja escuchar bien a tus compañeros, temiendo perder el tono. Comíamos bacalao seco antes de salir para aclarar la garganta, aunque luego teníamos una sed terrible; y llegó a ser tradición esto del bacalao. Ya se sabe que aquí en Zamora, y más con la Semana Santa, todo es tradición aunque se estrene ese mismo año.


Con el paso de los años pasamos a las Juanolas, para aclarar y suavizar la garganta, las que venden en las farmacias, pastillas pequeñas y negras, y muy negras, ya que nos duraba la lengua teñida varios días. Ahora es la miel con limón, y los caramelos de menta de todo tipo. Pensad que debajo de esos capillos va un arsenal de remedios para suavizar y aclarar la garganta. Aquellos primeros años se ensayaba muchísimo, repetíamos una y otra vez con capillo puesto, otras sin él, primero los bajos delante, luego los tenores, ahora intercalados, en filas de dos, luego de tres..... Y que decir de los sitios para ensayar, pues tenemos toda una guía turística por Zamora: en el Patronato, en la Iglesia del Espíritu Santo, en La Catedral, en su Atrio, en San Andrés, en El Carmen, en Las Josefinas, en La Milagrosa, en el Castillo, recuerdo esta última como dentro del castillo con capillo puesto y en formación de desfile, a puerta cerrada eso si, y dando vueltas por el foso. Fueron muchos los homenajes que el coro dio a personas relacionadas con la cofradía y el coro mediante cenas, como van a

faltar con esto de la Semana Santa. Después del empuje inicial y de las numerosas que se celebraron, vinieron unos años de declive gastronómico, pues muchos de sus componentes estudiaban fuera de Zamora o también seria por motivos económicos. Quiero recordar al mencionar este capitulo, que en una de estas convocatorias, solamente asistimos para cenar Javier (el director) y yo. Un desastre. Hoy en día es completamente diferente, puesto que se celebran dos o tres al año con encargado de grupo para elegir sitio y menú; contratando para 20 personas y juntándonos al final 30 para cenar. Eduardo y Nacho siempre sumando o restando comensales; de la misma manera sucede a la hora de elegir los menús que más le puedan gustar a la mayoría. Luego están los madrugones para los ensayos de los domingos, que viene a ser más de lo mismo, con unos buenos platos a rebosar de churros y porras para poder combatir el frío que pasamos ensayando en el patio de las monjas. Escribo esto del coro, pero no menciono nada de música, porque la música se escucha en el acto central de la Cofradía en la S. I. Catedral, y en el rezo a nuestro “Cristico” cuando desfilamos por la calle, ahora somos uno. En este momento y con este canto pedimos por nuestras familias, y recordamos a los que ya no están. Cuando todo termina en nuestro viernes de Dolores, nos despedimos con un abrazo, un fuerte abrazo y un hasta el año que viene y que estemos todos. Muchos son los amigos, compañeros y hermanos que durante todos estos años han pasado por el coro, algunos desgraciadamente ya fa-


llecidos y otros con inquietudes distintas dentro de la cofradía. Quiero recordar a Javier, Manolo, Guti con su hermano Pepe, Zuñi, Fernando Hilario y su hermano Jesús Pedro, Jesús Ángel, Antón, Flecha, Aquilino, Miguel, Vicente, Mesonero, Nafria, Toribio, Pablo y alguno más que me dejaré en el tintero pero que siempre estará presente. Gracias a todos ellos por lo vivido, gracias a los que están ahora por dejar su momento en el grupo y en la cofradía y gracias a los que vengan por continuar con toda la ilusión y las ganas que impulsan a seguir año tras año con este Coro del Espíritu Santo.

Horario y recorrido.

A las 22.30 horas comenzará la Procesión desde el templo del Espíritu Santo, continuando por la calle Espíritu Santo, avda. de la Frontera, calle de Almaraz, calle de La Vega, Sillón de la Reina, cuesta del Mercadillo, rua de los Notarios, plaza de los Ciento, rua del Silencio, plaza de Arias Gonzalo, travesía y calle del Troncoso, plaza de Antonio del Águila, plaza y atrio de la Catedral, accediendo al interior con motivo del Año Jubilar de la Misericordia, seguidamente en el atrio se realizará la estación penitencial con la proclamación de la Pasión de Nuestro Señor y el canto del “Christus Factus Est”. Continúa la Procesión por la plaza de la Catedral, rua de los Notarios, cuesta del Mercadillo, Sillón de la Reina, calle de la Vega, calle Almaraz, avda. de la Frontera, ctra. de Almaraz y plaza del Espíritu Santo, para retornar al templo de salida.


Desde 1989 (al año siguiente de su fundación) la Hermandad Penitencial de Jesús, Luz y Vida ocupa la tarde-noche del Sábado de Dolores y constituye el que es, hasta ahora, el desfile más joven de la Semana Santa zamorana. Dijo el filósofo Emilio Lledó, galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2015 de Comunicación y Humanidades, que “todo lo que hacemos (…) se sostiene, entiende y justifica sobre el fondo irrenunciable de lo que hemos sido. Ser es, esencialmente, ser memoria”. Y en esto se basa la motivación básica por la que hace años se fundó esta Hermandad, para

rendir homenaje a todos los que con sus diversas aportaciones contribuyeron a que la mayor semana de Zamora sea como tal y como hoy la conocemos. Es importante, imprescindible diría yo, reconocer la labor de todas aquellas personas que con sus correspondientes “granos de arena” han conseguido crear algo grande. Primordial no sólo para recordar, conocer y divulgar nuestra propia historia, sino también para ser conscientes del esfuerzo volcado en proyectos como este. La estética de la procesión, muy cuidada, se ve resaltada por el empleo por parte de los hermanos de la correspondiente túnica monacal, blanca, que acompañan



Se trata de un desfile con un ritmo constante tan sólo interrumpido por el barandales, estandartes, las andas que portan la corona de flores que se depositará en el cementerio y el paso titular

únicamente por un farol que portan en sus brazos y un medallón al cuello que sustituye el escapulario original. Se trata de un desfile con un ritmo constante tan sólo interrumpido por el barandales, estandartes, las andas que portan la corona de flores que se depositará en el cementerio y el paso titular. Sin duda alguna la magnífica talla de Cristo, única imagen que porta la Hermandad, constituye (a pesar de su entrega pocas horas antes de la primera procesión) una gran obra de Hipólito Pérez Calvo, escultor e imaginero zamorano que con su maestría con las gubias logró realizar una escultura de gran profundidad sentimental, que representa a Jesús, en posición frontal con los brazos abiertos, con una actitud y presencia más humana que divina. La gran calidad de la talla se complementa con la policromía, muy tenue y delicada, que unida a la iluminación que adquiere durante el desfile procesional y a sus andas originales, también proyectadas por Pérez Calvo, constituye un ejemplo único en la Semana Santa que se incorpora e integra a la perfección en el conjunto de la comitiva. La Semana Santa es cultura, es historia, es arte, es patrimonio y es religión. Cada una de estas facetas contribuyen a crear algo verdaderamente único de lo que Zamora puede presumir, y es ser una celebración de Interés Turístico Internacional y, desde hace bien poco, Bien de Interés Cultural.


Cuidemos, pues, de nuestra cultura. Solo así podremos construir un futuro sin olvidar de dónde venimos y sin olvidar a todos aquellos que nos precedieron. Horario y recorrido. Tras el Acto oración que se iniciará en el Atrio de la Catedral a las 19 horas y con el siguiente recorrido: Plaza de la Catedral, Plaza Antonio del Águila, Obispo Manso, Plaza Arias Gonzalo, Plaza de Fray Diego de Deza, San Ildefonso, Cuesta del Pizarro, Avenida de Vigo, Puente de Piedra, Plaza de Belén, Cabañales, Sepulcro y Cementerio, donde se celebrará el Acto “Ofrenda-Oración”, actuando el Cuarteto Musical “Jesús, Luz y Vida”, y el Coro de la Hermandad interpretando un de profundis. Sigue por Sepulcro, Cabañales, Plaza de Belén, Puente de Piedra, Avda de Vigo, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso, Arcipreste, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios y Plaza de la Catedral para retornar al templo de salida.


Estos días azules y este sol de la infancia.

Antonio Machado.

Vuelve abril a la ciudad. Vuelve siempre esta primavera añorada. Entre palmas altivas, caminando una multitud ruidosa, pregonando desordenadas algarabías infantiles. Retorna amando una luz teñida de coloridos globos que trepan hacia el cielo una tarde azul celeste. Con sus vestidos de estreno, con avenidas colmadas de diademas añiles tejidas en los cabellos rubios, con interminables laureles que brindan un horizonte de inocencia que limpia el alma. Regresa la primavera y la ciudad se despereza de su letargo, viste su niebla en resplandor y

quiere expandir su sonrisa al pálido sol que arrebata su pátina de amargura a un tiempo efímero de esperanza. ¡Zamora!, el camino azul, las palmas amarillas agitadas, el barandales volteando campanas que remueven recuerdos velados, el Cristo de Trapero montado en pobre burra reconquistando el ocaso. ¡Zamora!, caperuces rosados, caballitos y algodón dulce, hileras repletas de ojos asombrados, partituras que tañen alborozadas y este Jesús meditando tragedias por Renova que es aquí más que nunca verdad , que es aquí más que nunca camino.



sonreíste henchido cuando la tarde se vencía por la plaza Mayor, y no te resististe a que el concierto jubiloso acabase, que desapareciese de tu lado el incesante carrusel de cofrades

Hubo una vez una tarde de domingo, allá por la primavera, en ese tiempo de la felicidad que habitó un día Zamora. Sí, tú aun la recuerdas, cuando recorriste las calles agarrando la rama de un viejo laurel que mostrabas alegre; un pequeño ramo verdecido que es formidable tesoro para un niño labriego una tarde primera de sol. Una vez en abril, sí, igual que hoy, sonreíste henchido cuando la tarde se vencía por la plaza mayor, y no te resististe a que el concierto jubiloso acabase, que desapareciese de tu lado el incesante carrusel de cofrades, y sentiste a tu madre la más orgullosa de las mujeres sujetándote fuerte de la mano y tú te creíste el más feliz de los niños absorto ante el bullicio febril y el avanzar alejado de un Galileo con los brazos abiertos aventando ilusiones. Ahora, otro abril anidó este año atardecido y el color de la bruma tiñe hostil la memoria; los vencejos que revoloteaban la procesión infantil volaron hacia otras mañanas, pero aun resuena a lo lejos el tintineo rosáceo de las esquilas de un barandales que navega feliz por escondidos rincones. Y la evocación de la inocencia que torna otra vez, tan solo una vez más: quédate aquí conmigo para siempre, con este Dios pensativo en borriquita cansada y aférrate a mi alma, a esta magia infinita por rondas de la infancia una tarde radiante de domingo surcada de palmas doradas y ramos de olivo en tiempos de abril.


Horario y recorrido. Se saldrá a las 17:30 horas de la Plz. De Santa María la Nueva tras la bendición popular de las palmas por el Capellán de la cofradía, continua la procesión por: Barandales, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta, San Torcuato, Avda Alfonso IX, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plz. Sta. Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.


A todos los que unen sus voces en el Coro de la Tercera Caida a este y al otro lado Acaso sea necesario que Cristo cargue con la Cruz cada primavera; que necesitemos el milagro de la resurrección de la carne para que de fruto la tierra y echen flor las ramas de los árboles y todo sea vida. Acaso sea necesario que Dios descienda a los hombres para compartir el dolor de los hombres, tan profundo, tan de plomo en los hombros y en los párpados. Para saber de la invisible cruz que sostiene cada uno. Acaso sea necesario caer para poder levantarse, empaparse de la tierra para hundir los pies en ella y caminar con paso más firme después de la herida.

Acaso tuviera que ser esa la hora y no otra, ese el día: Lunes Santo, cuando la noche se posa en la piedra de San Juan, en la arquitectura inacabada de la Plaza Mayor, en el leve vuelo de las capas de raso, en la luz tamizada de los hachones, en las emociones. Acaso sea ahí, cuando todo se detiene, cuando el rezo se hace música, cuando la ausencia se escribe en el mismo pentagrama que la esperanza, cuando el dolor va de la mano con la fe, cuando el cántico es la certeza de lo eterno. Pasa Cristo caído, con su nombre escrito en las cruces y en los arados, en las espinas y en los yugos,



entonces la música abre el cielo y brota de las gargantas la promesa, el verso que une a vivos y muertos en el cántico

rastro de una despedida cincelada en los ojos, en las manos que no se tocan, en los labios que no se besan. Pasa y se detiene, y cae tres veces y el aire se hace denso y la multitud silencio; porque no es ahí, en la tierra, donde termina el camino ni de Dios ni del hombre. Acaso sea necesario caer para ponerse en pie y caminar con renovadas fuerzas; dejarse abrazar por el surco, morir un poco cada día sin miedo, acompasar el paso al canto sereno, adivinar la luz más allá de la noche, más allá de la ausencia, al otro lado de la vida. Y entonces la música abre el cielo y brota de las gargantas la promesa, el verso que une a vivos y muertos en el cántico, ya siempre con nosotros, en nosotros. Con vosotros. Contigo. Acaso sea cierto que es necesario el invierno para que regrese la primavera y todo sea vida, y necesaria la noche de Lunes Santo, no otra, y la irregular arquitectura de la plaza, el eco de las voces que son ya viento, el peso de la Cruz en los hombros, en el alma, y la despedida última y los besos en el aire. Que la muerte nunca es el final. Que nuestro destino es vivir.


Horario y recorrido. Sale a las 20:30 horas de la Iglesia Parroquial de San Lรกzaro por: Av. de la Puebla, Feria, Riego, San Torcuato, Benavente, Santa Clara, Sagasta, Renova, Plaza Mayor, donde se realizarรก el acto por los fallecidos de la Hermandad para continuar por, Juan Nicasio Gallego, Reina, Corral Pintado, Plaza Santa Maria la Nueva para finalizar en el Museo de Semana Santa.


Un Lunes Santo cualquiera, un domicilio semana santero cualquiera, un niño cualquiera, víctima de su “resaca” tras la procesión de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalem, “La Borriquita”, oye en casa como sus mayores planean ir por la noche a ver la procesión, el niño nunca había oído hablar de procesiones por la noche. Todo lo más, por la tarde. Entonces, preso de lo que estaba escuchando en su casa, con sus 8 añitos contados, exclamó tímidamente a su madre. -¡Mamá! ¿Puedo salir yo a ver la procesión? La madre contestó pesarosa. -Hijo, igual es mejor que te quedes en casa con abuela

porque puedes cansarte demasiado, que se hará tarde. Ya habrá años para conocer todas las procesiones. -Mamá, yo quiero ver todas las procesiones y no entiendo porqué no quieres llevarme (repicó ofuscado el niño). Horas después, en aquella familia, padre y madre articularon un plan familiar para que el niño fuera acompañado por sus padres, tíos y unos primos algo mayores que él a contemplar el desfile de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. -Tranquila, podemos quedar con sus primos y con tus hermanos y bajamos pronto a co-


ger sitio en Balborraz, vemos la procesión y no más tarde de la una, podremos tener al niño en la cama. -Está bien, llamaré a mi hermano para que también lleve él a los niños y puedan ver la procesión todos juntos. La tarde caía sobre el barrio de San Lázaro, apremiaba la hora de ver salir, casi a la puerta de su casa, a Jesús en su Tercera Caída, en la Plaza de la Puebla. La madre, entonces, abrazó a su hijo para ponerle el abrigo y antes de que el niño dijera nada. -Tranquilo, esta noche iremos a ver al Cristo de la Buena Muerte. Iremos con papá y también vendrán tus primos. Al llegar las once de la noche, el niño y


aquella familia habían cogido ya un hueco para poder ver la procesión en mitad de la calle Balborraz. Por aquél entonces, el bullicio era impropio de aquella cuesta con una riada humana dirigiéndose a Santa Lucía. El niño se preguntaba por qué esperar más de una hora en la fila al paso de la procesión. Era la primera vez que le ocurría para ver una. Ajeno a aquella espera, descontaba minutos mientras jugaba con sus primos y sus padres charlaban en la angosta acera. De pronto una cruz a lo lejos, los flashes de los teléfonos y cámaras y el silencio se fue apoderando en cascada de los cientos de personas que estaban a su alrededor. El niño preguntó inquieto a su padre. -¿Dónde están los tambores y las trompetas? ¿Y el barandales? El padre agarró a su hijo y le dijo al oído. -Esta es una procesión de penitencia, no lleva música, sólo unos tambores detrás del paso, luego los verás. Ahora, observa y mira con los primos la procesión, en silencio, como el resto de la gente. El niño fijó su mirada en aquellos cofrades que emulaban a monjes en clausura con sus cogullas de estameña, su mirada quedaba prácticamente cegada con las llamaradas de las teas que, en aquél instante, acababan de ser encendidas en la cercana Iglesia de San Vicente. El intenso olor a brea que desprendía la cera al quemar aquellas llamas se impregnaba en la nariz del niño. No podía parpadear cuando se percató de que en el desfile, no era como en los otros en los que veías a algún hermano girarse al público y charlar con un conocido. El niño sólo pudo retener fue algún cruce de miradas con los hermanos que procesionaban con la cabeza agachada y que él podía llegar a los ojos de los cofrades por su pequeña altura. El niño observaba también los pies. Pies descalzos para competir con el frío de aquella noche entre los cantos heladores de las calles del casco antiguo de Zamora, pies descalzos y sandalias, todo lo más,

para salir en penitencia por las losetas de la cuesta de Balborraz. Y de pronto, el niño empezó a oír al fondo las voces vigorosas y potentes del coro de la hermandad que iban entonando la letra de una de las piezas de la procesión como el “Tenebrae factae sunt” de Enrique Satué El niño, evidentemente, no sabía de música pero aquel sonido entraba en su cerebro como una cálida melodía, según pasaba el coro por delante suyo y uno de sus primos le comentaba que aquello se parecía al gregoriano, un canto propio de la música religiosa que le habían enseñado en el colegio, propio de los monjes en los conventos. Y le contó que a continuación cantarían el “Oh Jerusalem Jerusalem” como acto principal de aquella procesión, en una plaza cercana. Pasaron los hombres que cantaban y llegó el olor a incienso y el sonido del tambor destemplado, demasiado sencillo para lo que el niño estaba acostumbrado. Y entre teas, sonidos, olores apareció la imagen. Un crucificado portado en plano inclinado, lejos de ser una mesa con un cofrade dirigien-

do como las que estaban permanentes en su cabeza durante esos días. Y en aquel entonces el niño se cruzó la mirada con la escultura imponente de Ruíz de Zumeta, el Cristo parecía mirarle a él como agradeciéndole su intención de estar ahí esa noche de Lunes Santo para entender aquel escenario. El niño, inquieto, quitó la mirada de la escultura, buscó otro


“clímax”, encontró a su padre persignándose, a su madre afanándose por encontrar la mejor de las fotografías de aquel instante con su cámara réflex. Se topó con alguna lágrima entre la gente al paso del Cristo de la Buena Muerte. Concluía el paso de la procesión y mantuvo entonces una charla con su padre. -Hijo, ¿Te ha gustado? -Sí papá, es muy diferente a las demás. Y te he visto a ti hacer cosas que nunca habías hecho, como la señal de la cruz. Yo no sabía que tú rezabas. Nunca había visto a mamá tirar tantas fotos. Los señores que cantaban me daban algo de miedo, pero me lo he pasado muy bien. Y también he visto, aunque no lo entiendo, a la gente llorar mientras pasaba la procesión. -Hijo, te harás mayor y entenderás que hay cosas que sólo verás en Semana Santa. Y esas cosas que dices, sólo pasan en Semana Santa. -Gracias, papá, por llevarme a ver la procesión. El año que viene volvemos otra vez. El padre se retiró a su habitación pensando en

todo lo que había podido aprender su hijo aquella noche. Le costaba entender aquello que dice el “Vexilla Regis”, la pieza que interpreta el coro de la Buena Muerte cuando concluye la procesión en la Iglesia de San Vicente, que aquella Cruz “alimenta la fe” de los que le profesan devoción en las calles o en los templos y exalta el valor de un patrimonio cultural único en la ciudad de Zamora. Y mostraba en la intimidad de la familia el orgullo de haber enseñado la grandeza la Semana Santa a su hijo. Y el niño, ya en su cama, cerró los ojos. En su cabeza se agolpaban los recuerdos de las procesiones que veía. Allí tenían que convivir en armonía, desde entonces, las grandes procesiones que ya conocía y las no tan grandes que le habían enseñado hoy. Desde aquel día había que hacer hueco para pensar en el rosario de emociones, sonidos e imágenes que había dejado aquella singular procesión, la hermandad penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, durante aquellas dos horas de su vida que hicieron que aquél Lunes Santo dejara de ser un día cualquiera.

Horario y recorrido. A las doce de la noche se inicia la procesión en la Iglesia de San Vicente Mártir, para continuar por la plaza del Fresco, calle de Mariano Benlliure, Plaza Mayor, Balborraz, Zapatería, Plaza Santa Lucia, donde el Coro de la Hermandad, entonará el JERUSALEM, JERUSALEM, en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, para seguir par Cuesta de San Cipriano, Chimeneas, Doncellas, Moreno, Damas, Hospital, Plaza Santa Maria la Nueva, Motín de la Trucha, Ronda de Santa María la Nueva, Arco de Doña Urraca, Plaza de la Leña, Ramón Álvarez, Costanilla, Mariano Benlliure, Plaza del Fresco, para retornar al Templo de salida.


Irrumpen en la salita los primeros rayos de sol primaveral; queda atrás la abúlica estación invernal que se marcha dejando tras de sí una angosta estela de frio y pertinaces nieblas. Esos alegres hilos de luz penetran, curiosos, a través de las cortinas de la estancia, humilde y pueblerina, de una vieja casa situada junto al Duero, en el arrabal de San Fróntis. Su luminiscencia se clava en un cuadro colgado frente a la ventana. En su interior, una añeja fotografía de Jesús del Vía Crucis ve pasar los días y las horas que marca, impenitente, un viejo y ruidoso reloj de pared. Un sonido atronador que se amortigua

con el suave murmullo de las aguas del Duero, sigiloso y cercano entre cristales; imponente y feroz junto a la orilla. El sosiego de este lugar contrasta con la alegría de un chiquillo, un pequeño de ocho años que, con su alborozo infantil, alegra cada día a su abuela entre las viejas paredes de la casa familiar. Esa vieja fotografía del Nazareno siempre llamó la atención del niño. Le extrañaba el desvaído cromatismo de una antigua imagen coloreada. Ese Nazareno era el de la iglesia del barrio pero, encerrado en aquel cuadro, tras ese desgastado cristal, tenía algo especial para


el muchacho. -Este Jesús está más triste que el tuyo -solía sentenciar-. A la abuela le hacían gracia las curiosas reflexiones de su nieto mientras miraba con nostalgia la imagen del Nazareno. Y ciertamente, esa estampa tiene algo especial; tiene historia, una historia muy particular... la de su propia familia... Su abuelo, hijo del barrio y descendiente de varias generaciones de sanfrontinos, había sido uno de los fundadores de la Cofradía. Esa humilde estancia fue testigo de los comienzos, de las primeras reuniones entre amigos; de la ilusión, en suma, de aquellos pioneros por crear algo nuevo que uniese al viejo arrabal con la ciudad por medio de la fe.


El jovenzuelo se sabía la historia al dedillo y no por boca de su abuelo, al que nunca conoció, sino a través de los recuerdos de su abuela, que se la contaba con orgullo cada vez que la acompañaba a la iglesia, a ponerle “una velica al Mozo”. El muchacho creció viendo, cada Martes Santo, vestir a su padre la blanca estameña del abuelo sobre la que lucía orgulloso la veterana capa morada. Era la tradición y este año, el niño la cumplirá por vez primera... Año 1970. En la iglesia de San Andrés se arraciman los blanquimorados hermanos de Jesús del Vía Crucis. Un niño, vestido de cofrade, aferra con su mano el caperuz, apretándolo con fuerza contra el pecho, mientras su padre, le coloca cuidadosamente el inmaculado pañuelo que luce por primera vez en su cuello. El pequeño está nervioso, su incesante cosquilleo en el estómago y el continuo movimiento de sus piernas lo denotan. Se escuchan las esquilas del Barandales, rugen los tambores de la banda de la Cruz Roja, comienza la procesión. Bajo el caperuz viajan las ilusiones del niño, que vive con asombro su primer desfile. Desde dentro, junto a su Nazareno, observa desde su anónima posición los rostros de la gente apostada en las aceras y se siente privilegiado. Una tímida lágrima se desliza por el rostro del padre y no es para menos; su vástago acaba de recibir la más preciada herencia familiar, acompañar al Mozo de camino al arrabal como él siempre lo hizo... Así fue entonces y, ahora, la historia vuelve a repetirse. El niño del pasado es el padre del presente. Un padre y un hijo que, en esa vieja estancia de la casa del arrabal, se disponen a cumplir con la tradición. Ambos se revisten de estameña mientras la abuela, que los observa, enjuga sus lágrimas con un pañuelo y entre sollozos dice: -que orgulloso estaría tu abuelo si te viese. El niño la mira sorprendido y, señalando el viejo cuadro con su índice, le exhorta: -no llores abuela que Jesús se pondrá triste. Y así, tras recibir la calidez de un beso en la mejilla, ambos parten hacia la Catedral en busca de su Nazareno, “el de la abuela”, el “Mozo” del barrio de San Fróntis que volverá, cruzando las aguas del Duero, acompañado del recuerdo de quienes fundaron su Cofradía hace setenta y cinco años, eternos cirineos que, cada Martes Santo, han de ayudarle a portar su cruz hasta la eternidad.


Horario y recorrido. Sale a las 20.15 horas de la S.I Catedral por: plaza de la Catedral, Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza Viriato, Ramos Carrión, Alfonso XII, Plaza Santa Lucia, Puente, Puente de Piedra, Plaza de Belén, donde el Nazareno despide a la Virgen de la Esperanza, la cual se dirige al convento de las M.M. Dominicas Dueñas. El Nazareno continúa su recorrido por la Avenida de su mismo nombre a lo largo de la cual se reza el Vía Crucis, calle Fermoselle hasta la Plaza de San Frontis, para terminar en su Templo Sede.


Martes Santo, estamos en la Iglesia de Santa María de la Horta, son las doce menos cuarto de la noche, la misa ha terminado y el Sr. Obispo, el oficiante, se dispone a abandonar el Templo, antes y como viene siendo un rito tradicional, se acerca a la mesa dispuesta del Cristo de la Expiación, y como queriéndolo despedir, se ofrece con los hermanos cargadores a rezar “un padre nuestro”, los hermanos nos juntamos y tanto que el rezo es una emoción contenida de fe, amparada de un miedo a una carga que se avecina desmesurada. Cuando el Sr. Obispo, llega al final “del padre nuestro”, y

dice; más libranos del mal, amen, el recuerdo de la primera palabra cae con fuerza sobre nosotros los hermanos de carga : “Padre, perdonalos, porque no saben lo que hacen” Ahora el Templo abarrotado de hermanos, nerviosos, por qué en breve se abrirá la puerta para dar salida a la procesión, hombres, mujeres y niños, se terminan de preparar, inquietos estos, se colocan, y se retocan, faja, caperuz, guantes… Inmediatamente y al banzo nosotros los cargadores y a las ordenes del encargado de carga cogemos abrazando al Cristo y en un pasillo central imaginario en la Iglesia, nos disponemos avanzar para llegar a


la puerta de la entrada, y ahora el discurrir es difícil, apenas se puede, y agarrado con fuerza el banzo, solo se oye: “ Cuidado”, y enseñando a todos los hermanos a su “Crucificado”, como aquel que apuesta por su madre, se refleja: Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Hemos llegado a la puerta de entrada, son las doce en punto de la noche, es Martes Santo, ahora suenan un estruendo de tambores con sonido y redoble rasgador, se abren las puertas y la noche llega a nosotros con un aire frío, pero que se agradece, ahora toca levantar al Cristo, y colocarlo en la calle, para que toda Zamora, sepa que la Hermandad Penitencial de las Siete Palabras, está ya en la calle y va a procesionar, y colocado este en lugar preferente, contempla la salida de todos los hermanos del Templo, sucediéndose unos y otros, formando


una disposición de tres en fondo, y ya se acerca la tercera palabra: “Mujer ,ahí tienes a tu hijo. (…) Ahí tienes a tu madre”. Ahora suenan los bombos, destemplados también, anunciando, que la procesión, se está desarrollando, y que ya los primeros están lejos, el sonido de los hachones contra el suelo, hacen el resto, y la procesión ha adquirido su propia relevancia. Ya está llegando el Estandarte de la Cofradía y ahora los ocho cargadores, a los que nos ha tocado el primer turno de carga, estamos dispuestos, agachados entre el anda, con los banzos en nuestros hombros, nos colocamos el caperuz, y de repente suena un primer golpe seco de la vara que porta el encargado de paso, y nos disponemos a prepararnos y levantar al “Cristo”, dos golpes más se suceden y ahora el Crucificado está en nuestros hombros, y ya con carga suficiente , recuerdo: “ ¡Dios mio, Dios mio!, por qué me has abandonado”. Con el bamboleo de la mesa los hermanos nos hacemos a la carga, comenzamos con el izquierdo y ahora suenan los tambores, que nos marcaran el paso durante toda la procesión. Apenas veo, voy atrás a la izquierda, pero mi mirilla es el Cristo, que en la noche llena, luce una esplendida figura, fuerte él, de hechura perfecta, y entre las faldillas de la mesa, veo que todo va bien, el paso de mis hermanos de carga está acompasado, y como prueba de mi buena carga, compruebo una y otra vez que el redoble de los tambores marca con exactitud mi pie izquierdo. Las calles llenas de gente, viendo pasar la procesión, y de pronto un giro, necesitamos seguir manteniendo el paso, al tiempo que volvemos con suavidad, ahora toca cambiar de turno de carga, y el encargado así nos lo hace saber. Salgo del anda y siento muy de cerca esa quinta palabra: “ Tengo sed”. Ahora siento un pequeño escalofrío por todo el cuerpo, fruto del sudor y fresco de la noche, me estiro los hombros, ya se empiezan a resentir, tengo miedo a quedarme frío, pero al tiempo un descanso me gratifica, voy al lado de mis hermanos del otro turno de carga, a

esos que llamamos,” los altos de los altos”, los observo y junto a ellos con mi horquilla de apoyo del banzo, sufro con ellos, por qué sé lo que se soporta allí debajo, y como apostando por ellos y por nosotros, rememoro: “ Todo está cumplido”. Ahora cambiamos de turno y me dispongo a colocarme en mi sitio, se avecina una pronunciada cuesta, y siento ya la impaciencia de la carga y las ganas de llegar arriba, al tiempo que deseo con fuerza cargar, me da un poco de respeto lo que tenemos que subir, pero ahora sí, me encomiendo al Cristo y en prueba de mi afecto y fe, le ofrezco mis hombros, como quien le ofrece una vela a su santo, para pedirle una benevolencia. Y apretando con fuerza los hombros a las andas y acelerando el paso, siento que la cuesta está casí superada, y llegados arriba, roto por el esfuerzo, quiero descansar, pero al mis-


mo tiempo quiero seguir cargando, escucho las respiraciones de mis compañeros de carga y siento su dolor , que es el mio. Estamos ya llegando al acto central de la procesión y en la plaza de Viriato, se realiza el rezo de las siete palabras. Allí el paso de los hermanos de carga es lento muy lento, y dando la vuelta a la plaza, nos disponemos a regresar al Templo de salida. Ahora ya vamos más deprisa y la procesión se va acercando a su Iglesia y en ese momento corto pero intimo solo para la Hermandad, su Crucificado pasa ante ellos, y como agradeciéndole a todos que hayan venido a acompañarlo, entra en su templo con un gran redoble de tambores, y donde nosotros los cargadores nos sentimos aliviados, rotos, pero contentos por qué sabemos que ahora nuestro Cristo de la Expiación, puede decir ; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Horario y recorrido.

Salida de la Iglesia de Sta. Mª de la Horta a las 12.00 horas, para seguir por Calle de La Horta, Plaza de San Leonardo, Calle de Caldereros, Cuesta de Balborraz, Plaza Mayor, Plaza de Juan Nicasio Gallego, Calle de La Reina, Calle de Corral Pintado, Plaza de Viriato, donde se efectuará el rezo de las Siete Palabras, que será aproximadamente a las 12,45 horas de la madrugada, terminado este la procesión continuará por Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor, Calle de San Andrés, Calle de Sta. Olaya, Plaza Sta. Eulalia, Cuesta del Piñedo, Calle Mompayo, Plaza de la Horta, Plaza San Julián del Mercado, Calle la Plata, Calle Caldereros, Plaza de San Leonardo, Ccalle de la Horta, para finalizar en el templo de salida.


Hay dos miércoles sagrados (siempre a vueltas con lo sagrado) que huelen más a Gloria que a Pasión. Por lo sagrados y por lo profanos. El Miércoles de Ceniza es un miércoles lento y el Santo lo es apresurado. El de Ceniza huele a bacalao desde bien pronto, porque hay que cumplir con el precepto, porque es lo más castizo y porque doña Cuaresma nos va a dar lo mejor de sí misma. Durante unos días, demasiado pocos según se mire, se van a convocar asambleas, los cotaneros pasarán a cobrar los recibos, se sacarán las túnicas a orear, sonará de nuevo el Merlú para avisar a los hermanos, el bacalao

en remojo, las conciencias más o menos tranquilas y la esperanza puesta en los ojos de la Madre o del Señor, que a menudo se nos olvida en tiempos de Pascua. Tan sólo cuarenta días (¡tantos para luego tan poco!) para atemperar el espíritu, rezarle a la Soledad, como de paso, ya en el altar, y tomarse una mixtas en los Lobos para criticar bien al presidente de tal o cual cofradía o para aplaudirles, que de todo hay. Probarse el postizo para adecuar bien la peineta, alargar la túnica del adolescente, probar a pie los cambios de itinerario y rezarle a la Virgen para que no llueva en Semana Santa. Por eso me gusta todo



se recibe a los forasteros, se plancha una vez más la túnica, se compra a toda prisa y se va mirando al cielo de vez en cuando.

esto. Porque nada ha cambiado en los ojos ni en las manos ni siquiera en el paladar de los zamoranos. O bien poco. A veces ni siquiera los apellidos. El Miércoles Santo ya es otra cosa. Es laborable, apresurado y temeroso. Se ha seguido trabajando todo el día, se recibe a los forasteros, se plancha una vez más la túnica, se compra a toda prisa y se va mirando al cielo de vez en cuando. Esas nubes portuguesas y abrileñas que siempre amenazan la salida del Cristo. O ese viento marzal que va molestar a los heraldos y a apagar los cirios. Hace falta todo un año de rezarle al Cristo para verlo en la calle, que es donde tiene que estar. ¿Por qué en la calle se le reza mejor? Porque el silencio no es una promesa, es una devoción. Porque cuando el Cristo se asoma al atrio tras la marea roja y sublime de los capuces se produce el milagro y todo Zamora, los cofrades y los hermanos de acera, los locales y los visitantes, juran que volverán a estar ahí el año que viene, a mirar a los ojos a Nuestro Señor, a apagar los móviles y dejar de lado, por un rato, casi dos horas, las pompas y vanidades de esta Ciudad. O eso me gusta creer. Las injurias casi nunca son para el que las merece. Por eso este aroma de viento e incienso nos va a acomodar, Miércoles tras Miércoles, en un paraíso de Silencio muy difícil de explicar. Hermanos: juremos con el corazón que esta vida lo merece.


Horario y recorrido. A las 20.30 horas se congregan los Hermanos en la plaza de la Catedral, tras la ofrenda de silencio y el juramento, se inicia el recorrido por la Rúa de los Notarios, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Calle de Ramos Carrión, Plaza Mayor, Calle Renova, Plaza Sagasta, Calle de Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Calle de San Torcuato, Plaza Sagasta, Calle Renova, Plaza Mayor, Calle de Juan Nicasio Gallego, Calle de la Reina, Calle de Corral Pintado y Plaza Santa Maria la Nueva donde finalizará la procesión recogiéndose en el Museo de Semana Santa.


Va alta la noche, cargada de silencio. Terminó la luz de apagarse por las Pajarancas, hasta que la luna encendió de nuevo las orillas del cercano río. Y un olor de primavera recién llegada se acerca hasta el barrio desde el parque de al lado. Está el escenario dispuesto. Y los actores recogen y ensayan sus papeles. Sombras, con capa parda y farol pasan camino de la iglesia. Son los hermanos de la Penitencia que llevan años viviendo esta noche tal y como acabo de describir física y líricamente, en el viejo románico de san Claudio. Allí van a sacar en procesión a un Cristo, llamado del Amparo, cuya mayor

virtud es el discreto pulso artístico del autor de la imagen que, sin embargo, tuvo y tiene devoción en los feligreses de la parroquia y que amplió con profusión a todos los rincones de la ciudad en 1956 cuando fue elegida por los promotores de la nueva hermandad como estampa de la nueva Hermandad. Sesenta años hizo que el Cristo, sale a la calle en esa noche. ¿Qué más se puede decir de esta procesión, admirada por todos, devotos y escépticos, por quienes la miran desde los ojos de la fe y por quienes la observan pasar con los ojos de la belleza y del encanto solamente?


Sea quien sea el espectador y acuda con cualquiera de estos dos propósitos, la puesta en escena es impresionante, desde el pendón que enfila el principio de la pueblerina comitiva del Señor, las carracas que suenan a lo largo del silencioso cortejo, el plañido de los instrumentos que destilan perdones, las plegarias que el aliento del bombardino impulsa a las sombras, el golpe seco y severo de los tambores de encogida tersura tras la imagen, las andas en que lo llevan, diseñadas para ser patíbulo y no trono, los cuatro faroles que desparraman una luz mortecina. Un conjunto estético notablemente conseguido,


al que se suma esa belleza serena, fría, de la noche vestida ya de luna llena colgada sobre las murallas. El camino que recorre ese grupo de labriegos de la tierra completa el ascetismo del desfile. A la orilla el río, las cuestas, las calles y rúas recoletas, en las que pisa solamente la soledad el resto del año, rincones sin tiempo, dominadas por el silencio pero sorprendentemente fascinantes. Y sobre todo, las dos reclinaciones de la imagen en andas por los arcos de san Ildefonso y del Obispo, de conseguida estética. En la vertiente religiosa que ofrece la Hermandad está el ejercicio del Vía Crucis que los espectadores pueden rezar al paso de la procesión por la plaza de San Ildefonso, plaza de singular valor por la formidable arquitectura del templo que llena uno de los parajes más hermosos de la parte antigua de la ciudad, a uno y otro lado del arco que distingue el lugar. Después, en el borde del final, en la plaza de San Claudio, presidida por el ancestral crucero y ante la portada románica, el canto del primitivo miserere que se entona en tantos pueblos de la comarca y de otros lugares de la provincia y que popularizó el pueblo de Bercianos en su milenario rito, universalmente conocido. Todo el conjunto en esta noche del miércoles santo es armonioso, de traza rústica pero bella y formidablemente presentado. Cada año cuando salgo en la procesión, metido en ella, o cuando, por alguna circunstancia ex-

traordinaria no he podido participar y sólo la he visto pasar, me vienen a la memoria tres zamoranos que, cada uno en su proporción, nos legaron esta maravilla de procesión. El primero de ellos, el sacerdote don Manuel Alonso Hernández, cuando su fundación ecónomo de la San Ildefonso, a cuya parroquia pertenecía San Claudio, que había sido primero como confesaba él mismo, un opositor total, radical a su fundación y más tarde, tras el primer año, uno de sus más fervientes admiradores. El segundo, Manuel Martínez Molinero, cuya importancia y labor en nuestra Semana Santa abarcó a varias cofradías y a la propia Junta pro Semana Santa y que, con su extraordinaria habilidad para el dibujo, pensó, diseñó e inventó la procesión en unas láminas, doce preciosas acuarelas, que animaron a tantos zamoranos a pertenecer a la Hermandad cuando aún no estaba creada ni aprobada eclesiásticamente. Lamentablemente la Hermandad perdió ese excelente trabajo en el que estaba la verdadera raíz de su existencia. Y el tercero, Dionisio Alba Marcos, pensador de la hermandad desde los años de la guerra civil, al que se debe el último impulso para su creación en compañía del ya citado Manuel Martínez Molinero, Isidoro Amigo, Lope Chillón, los hermanos Ignacio y Ricardo Gómez Sandoval, Alfonso Jambrina Brioso, Jacinto Raigada Ortega y Marcelino Pertejo Seseña. Dionisio, felizmente entre nosotros, es el úl-


timo superviviente de aquellos zamoranos ejemplares que emplearon muchas de sus fuerzas, ideas y capacidades para, guiados de un espíritu religioso encomiable y un acendrado sentimiento zamorano, dejarnos consolidadas algunas de estas estampas devotas y bellísimas que coronan hoy nuestra Semana Santa y que llegaron para fortalecer a las que, con pátina de siglos nos venían desde tiempos remotos, las clásicas de la Vera Cruz, Jesús Nazareno, Santo Entierro más las entonces populares de Nuestra Madre y Resurrección. En estos tres zamoranos simbolizo hoy el agradecimiento de las nuevas generaciones por tan excelente legado, esa procesión de la noche del miércoles santo en la que se consigue hacer verdad la sublimidad de la sencillez, la belleza que se puede conseguir o alcanzar aunque brote de la humildad, puro evangelio de pueblo. ¡Cuántas veces habré dicho o escrito que Zamora se refleja con exactitud en esta procesión de las Capas! Es su perfil más parecido, escribía en 2001. En ella, Zamora se representa sencilla y profundamente humana. Pobre pero honrada, verdadera en sus creencias. Respetuosa con el pasado pero en procesión, caminando hacia el futuro. Tocada con una capa parda, que define el trabajo de un pueblo, pero sin perder el paso y con la cabeza bien alta. Lástima que no encuentre en su camino la ayuda que necesitaría para salir del abandono que la lleva inexorablemente a la desaparición, más tarde o más temprano. Ya no se puede vivir solamente con la fe y con tradiciones como ésta de la Semana Santa, aunque sean tan bellas en su forma y profundas en su mensaje.

Horario y recorrido

Sale a las doce de la noche del templo de San Claudio de Olivares por la plaza de San Claudio, calle del Cabildo, Avenida de Vigo, Cuesta del Pizarro, calle de San Pedro, Plaza de Fray Diego de Deza donde se rezará el Vía Crucis mientras pasa la procesión, Rua de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rua del Silencio, Plaza de Arias Gonzalo, Calle del Obispo Manso, Plaza de Antonio del Águila, Puerta y Cuesta del Obispo, calle de Trascastillo, calle de Rodrigo Arias, Plaza de San Claudio donde se entonará el miserere alistano terminando así en el templo de salida.


Corría el año 2005, cuando la Virgen de la Esperanza pasó de recibir culto en la iglesia de Lourdes, a hacerlo en la S.I. Catedral de Zamora. Por ello, la entonces Sección de Damas de la Virgen de la Esperanza cambió su itinerario pasando de terminar en el Museo de Semana Santa a hacerlo en la Catedral. En su nuevo itinerario incluyó la subida por la Calle de Balborraz. Había dudas de cómo podía solventar la Virgen de la Esperanza la estrechez y la dureza de tan señera cuesta, pero la experiencia no pudo ser mejor. Los cargadores escogieron para esa subida la marcha de “La Saeta”, tocada de principio

a fin de la calle sin descanso por la banda de música correspondiente, con el esfuerzo que para los trompetas ello supone. Nació con ello un momento señero más para la Semana Santa de Zamora y nació el “cangrejo”, pues son varios los hermanos de fila que realizan la subida desfilando de espaldas, a la forma de tan suculento crustáceo habitante de las aguas del Valderaduey y de otros ríos de la geografía provincial, para no perderse tan sublime momento. Hoy Balborraz se estrecha aún más cada Jueves Santo, pues cada vez son más los espectadores que inician allí su Jueves Santo


y quieren sentir esa sensación que provoca el paso de la Virgen mecida por la música. Y es que en Balborraz se siente, no se mira. La calle señera que lleva al Duero permite sentir el sudor del cargador en pleno esfuerzo, pero también cómo el músico se queda sin aire dando todo lo que tiene. Mucho se ha escrito y hablado del esfuerzo de los cargadores, pero en Balborraz, el Jueves Santo, el esfuerzo del músico es aún mayor, pues tan difícil es soportar en la cuesta el peso del banzo como hacer sonar sin parar en una trompeta las notas más agudas de “La Saeta”. Sonido e imagen, música y paso hacen detener el tiempo en la fría mañana de verde esperanza.


Pero el Jueves Santo no comienza en Balborraz. Comienza en Los Herreros y Alfonso XII un par de horas antes. Se inicia con el caminar ya vestido de verde y blanco,

Pero el Jueves Santo no comienza en Balborraz. Comienza en Los Herreros y Alfonso XII un par de horas antes. Se inicia con el caminar ya vestido de verde y blanco, por las hace escasas horas concurridísimas calles de ocio y fiesta, y ahora, de resaca, desiertas, preparándose a contrarreloj para el nuevo bullicio mañanero. Caminar solitario al alba buscando el río y Cabañales. Momento de soledad y meditación camino del Episodio IV de cada Semana Santa, con los pensamientos puestos en el “sextete” que está por venir y en las emociones que despertarán. Tras el tríptico Espíritu Santo, Tercera Caída y Via Crucis, y el merecido descanso activo del miércoles toca la traca principal, el no parar ya y ese andar en soledad hacia Cabañales es una nueva Esperanza, un momento único a disfrutar y a sentir, sobre todo allí, en Herreros y Alfonso XII, pues ya en el Puente la soledad desaparece para juntarse con los hermanos y hermanas que también tienen el Convento de las Dueñas como destino. Una vez en Cabañales, siempre y cuando el Martes Santo no haya llovido, reencuentro con los de siempre, recuerdos de cuando abríamos procesión y la Plaza Mayor era nuestra por un día. La típica frase de “este año el último que salgo” pero que siempre acaba siendo el penúltimo. Escuchar “La Esperanza de Zamora”, esa Esperanza que siempre tenemos y nunca llega, y enfundarse el caperuz, el blanco de los minúsculos ojos rectangulares, con el Nazareno en el pecho, recuerdo orgulloso del origen filial hoy convertido en pacífica independencia. Y salir, salir hacia el Duero, cruzar el Puente cual “Batman” o “Superman” por el vuelo de las capas al viento de la “rasca mañanera” de joven primavera. Cruzado el Duero empieza a picar la emoción de Balborraz, ¿será como siempre? Pues sí, ha sido como siempre. Cada vez más. Uno de los grandes momentos ya de la Semana Santa. Esa esquina Balborraz Plaza Mayor pone


broche al culmen de la procesión, pero, esto no ha acabado. Una nueva emoción despierta en Viriato que traslada a once horas después. Allí aparecen ante los ojos ocultos en los rectángulos por primera vez las gradas del Miserere montadas, y a los cantores en la acera esperando el paso de la procesión para entrar al último ensayo, ese al que cuando voy es que las cosas no han salido como las estoy contando. Una nueva Esperanza de que el tiempo se volverá a parar dos páginas después en esa Plaza, en la noche más corta del año, pues hace que el día del “sextete” sea uno aunque en el calendario figuren dos. Pica el sol de la mañana por la Rúa. Ya no es el frío y el viento del Puente. Las mantillas y las peinetas lucen al sol y ese paso por la Rúa lleva a poco después, a la tarde. Es este el primer paso de tres que se harán en el día, cuatro este año, pues al Yacente le toca por allí. Este bajo la túnica, los otros dos bajo el banzo. Rúa en la que oyendo a la banda de música, otra vez la música, uno se va mentalmente a poquitas horas después, a la página siguiente de este itinerario, donde la música aliviará la carga. ¿Qué Banda nos pondrán?¿Que marchas nos tocarán? Rúa de esfuerzo donde parece que la Catedral no llega nunca. Pero llega, vaya si llega. Luce la Catedral llena de mantillas, peinetas y blanco y verde de las túnicas. Todos en el atrio esperamos la llegada de la “Esperanza de Zamora”, con su marcha, esa misma con la que salió de Cabañales hace un Mundo parece ya. Esa Esperanza que cada año quiere ser nueva en Zamora, pero que como casi todo en esta tierra acaba cayendo en olvido. La Salve pone punto final al principio. Vuelta a casa con el bullicio de la Rua donde uno recuerda la Soledad de unas horas antes en Herreros. Bullicio que seguirá todo el día sin descanso. Emociones sin descanso que ya no van a parar. Este es mi Episodio IV de cada Semana Santa, el que cada año marca Una Nueva Esperanza.

Horario y recorrido.

Sale a las 10,30 horas del Convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales, para continuar por Calle Cabañales, Puente de Piedra, Avda del Mengue, Calle la Plata, Balborraz, Plaza Mayor (sin dar vuelta), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, y atrio de la Catedral, donde se entonará el canto de la Salve.


Miercoles Santo. 3 de la tarde. Tras la consulta especial y temprana en el médico, preparar las maletas, acondicionar la casa, lavar el coche y repostar, emprendíamos el viaje a la bien cercada un año más. Pero mucho más nerviosos de lo normal. Estábamos deseando contarlo. Pero lo primero era lo primero. Asistir al ritual sagrado del Silencio, hincar la rodilla en tierra y rogarle que, en la tarde morada, todo fuese como el terciopelo. Y así fue. A la mañana siguiente, tras el paso de la madre Esperanza, la comida en familia y la información dada a quien correspondía, los nervios se acrecentaban.

Tras la misa vespertina de la Cena del Señor en San Juan, nos encaminamos a la puerta del Museo, abrazos, besos, saludos por doquier. “En la merienda nos vemos...” Pero antes de llegar, en plena esquina de San Andrés con la marquesia del Mercado, momento muy especial... Mi hermano pequeño era el primero en saberlo, en pleno fondo de la Virgen Dolorosa frente al hotel. Iluisonado, emocionado, con ojos vidriosos, me acerqué a su oreja y se lo dije. Él, inocente, no se lo esperaba, estaba alucinando, nervioso, “pero como me lo dices aquí, no te puedo ver la cara...”. Pero había



estado reservando ese momento tan especial, hacía semanas. Al encaminar la rua, el cimbiorrio de la perla del Duero, las cigüeñas, nerviosas, parecían notar lo que, en breves momentos se iba anunciar. La Cruz, Lavatorio, Santa Cena, Olivos... todos, uno a uno, iban entrando en el atrio. Tarde fresca, pero radiante de sol. Y por fin nosotros, junto a la Virgen, Madre Reconciliadora, Dolorosa, espectante... solo Ella sabía bien el porqué. Antes de acercarme al círculo familiar, un beso, un abrazo, una mirada cómplice, nervios... “Lo decimos ya, no aguanto más”. ¡Atended un minuto familia! Queridos tíos, primos, hermanos, padres y como no, queridísimos abuelos... El año que viene: ¡Seremos una más! La alegría desbordó a la familia, los futuros bisabuelos sacaban el pañuelo emocionados, los futuros abuelos ni os cuento... besos, abrazos, lágrimas y muchos sentimientos encotrados. Este 2016, será muy especial, este 2016 será tu primera Semana Santa, tu primera palma junto a la Borriquita; por tí, mi querida Martina, por tí, mi penitencia, esta Semana Santa tan especial. Te quiere, tu padre.


Horario y recorrido

Sale a las 16.45 horas del Museo de Semana Santa por: Plaza Santa María la Nueva, Corral Pintado, Reina, Plaza San Miguel, Plaza Mayor, San Andrés, Plaza del Mercado, Plaza de la Constitución, Santa Clara, Plaza de Sagasta, Renova, Plaza Mayor (de paso), Ramos Carrión, Plaza de Viriato, Rúa de los Francos, Plaza de los Ciento, Rúa de los Notarios, Plaza de la Catedral, donde se realizará una estación de veinte minutos. El regreso se inicia en la Plaza Catedral siguiendo por, La Rúa de los Notarios, Plaza de los Ciento, Rúa de los Francos, Plaza de Viriato, Ramos Carrión, Plaza Mayor, Reina, Corral Pintado, y Pza de Sta Mª La Nueva para retornar al Museo


No pretendo ser polémico ahora, cuando la Cuaresma condiciona tanto la vida de los católicos, pero quiero empezar fuerte este artículo que se me ha pedido sobre la Pasión zamorana, tan cara para mi persona hasta que perdí fe y gané capacidad de reflexión. Y voy, pues, con lo que algunas almas pías se escandalizarán, motivo por el que se me arrojaría al mar con una piedra de molino colgada a mi cuello. Atención. Lea: La victoria de los nacionales en la Guerra Civil se convirtió en el punto de inflexión en la historia de la Semana Santa de Zamora.

Se podría afirmar que hay dos Pasiones en nuestra ciudad: la tradicional, la clásica, la de la Vera Cruz, Jesús Nazareno y Santo Entierro, más las populares de Ramos y Resurrección, con la fundación, anacrónica, de la cofradía del Silencio, y las de las hermandades que se crean después de la contienda civil. Hay un antes y un después, por lo tanto, en nuestra Pasión. Quizá, sin ese brutal, sangriento y revolucionario conflicto bélico, la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, la del Jesús del Vía Crucis y, por supuesto, la de Jesús en su Tercera Caída (Ex combatientes)



La procesión del Yacente, incluso para los que ya no somos creyentes, ni tampoco nos confesamos …agnósticos, te toca el alma o la parte sensible que reside envuelta en carne

nunca se hubiesen fundado y, por ende, todas las que conocemos en la actualidad. Pero no quiero hacer uso de la ucronía. Escrito queda. Ahora, me quedo para continuar este esbozo de artículo, con la que marcó la estética y la religiosidad de las que constituyeron la segunda Pasión, la otra Semana Santa, la que dio fama a Zamora en toda España y en otras naciones; me refiero a la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, fundada en 1941 por un grupo de jóvenes de Acción Católica, año en el que desfilaron con la hermosa imagen de Cristo muerto 111 hermanos, de los que solo permanecen con vida, y que sea durante muchos años, Dionisio Alba Marcos, un auténtico genio de la coreografía semanasantera zamorana; Emilio Prieto Bobo, Miloncho para los amigos, y Luis Salvador. La procesión del Yacente, incluso para los que ya no somos creyentes, ni tampoco nos confesamos agnósticos, te toca el alma o la parte sensible que reside envuelta en carne, sujetada por huesos y alimentada por sangre. La elección de la túnica y su color, la altura del caperuz, las sobrias y austeras sandalias y el fajín morado, más otros pequeños detalles estéticos, impresionan. Si, además, la forma de organización del desfile, verdaderamente marcial, con los secos sonidos del viático que rompen el silencio, alcanza una extraña perfección, nos hallaremos con una procesión singular, profunda y bellísima, digna de figurar entre los desfiles de la Pasión más poéticos que se conocen en España durante la celebración de la Semana Santa. Y si le faltaba algo a la Penitente Hermandad del Jesús Yacente, en 1953, se introdujo, como rúbrica al desfile, el Miserere. Entonces ya se cerró el círculo virtuoso de la Pasión. De hecho, es una procesión tan lograda que apenas ha introducido novedades estéticas o religiosas en estos 75 años desde que salió a la calle por vez primera en 1941, cuando aún Zamora y España vestían de luto.


Y, para finalizar este artículo, que nunca hubiese escrito, si el director de la publicación no me lo hubiese pedido, porque ya observo la Semana Santa de Zamora como un antropólogo diletante, el Yacente ha marcado un concepto estético en muchas de las hermandades que se fundaron en la segunda mitad del siglo XX. Ahora, en este 2016, la Pasión de Zamora no se comprendería sin este milagro de procesión, creada por unos jóvenes, profundamente católicos, en un tiempo en el que rezar no era suficiente para secar tantas lágrimas y esconder aquel inmenso odio. Horario y recorrido.

Solemne procesión que se celebrará a las 11.00 horas de la noche, partiendo del templo de Santa María la Nueva, plaza Santa María la Nueva, calle del Hospital, calle de Las Damas, plaza de Jesús Hilario Tundidor, plaza de Viriato, plaza de Claudio Moyano, calle de Eduardo Barrón, cuesta de San Cipriano, plaza de Santa Lucía, calle del Puente, Avenida de Vigo, cuesta del Pizarro, Cuesta de San Pedro, Plaza de Fray Diego de Deza, Plaza de Arias Gonzalo, calle del Obispo Manso, plaza de la Catedral, rúa de los Notarios, plaza de los Ciento, rúa de los Francos, calle de Sor Dositea Andrés, plaza de San Martín, calle de Carniceros, calle del Hospital, calle de las Damas, Plaza de Jesús Hilario Tundidor, plaza de Viriato donde se canta el miserere, plaza de Jesús Hilario Tundidor, calle de las Damas, calle del Hospital, plaza de Santa María la Nueva y entrada en el templo de Santa María la Nueva.


“A mi hija Verónica”

Son las 4 de la mañana, suena el despertador y hay que levantarse: “Vamos hijo, levanta que hay que ir a la procesión”. Como un rayo, aquel niño inocente se levanta, en aquella noche mágica, que tiene un encanto tan especial que no se puede explicar. Ni la noche de Reyes es tan mágica como esta. La madre intenta que el niño desayune algo antes de ir con su padre hacia la procesión, para acompañar al Nazareno en la subida hasta las tres cruces, pero el niño que ya desde que se echo a dormir tenía un nudo en el estómago, le resulta muy complicado poder acabarse un pequeño vaso de

leche junto a unas galletas que le ha puesto la madre: “bueno, ya comerás luego en el descanso de las tres cruces”. Sin más dilación, el niño sale disparado hacia la habitación, donde le espera su túnica, junto a la de su padre, y el resto de aperos para poder partir hacia la procesión. Con todo el cariño, la madre viste al niño y ayuda también al padre a colocarse el pañuelo que anuda en su garganta. Antes de salir de casa los últimos tópicos: “ten cuidado con la medalla, no la pierdas al quitarte el caperuz“ ó “no des todas las almendras antes del descanso que sino no tendrás para



La emoción es tan grande que hace que la ilusión flote sobre el ambiente en una noche que se recuerda durante todo el año

dar a la vuelta”. Así pues padre e hijo, con la cruz al hombro salen de casa para acompañar al Nazareno. “Papá corre que son casi las 5 y quiero escuchar al Merlú”. Poco a poco, atravesando la Calle de San Andrés, el padre y el niño se acercan a la plaza mayor. Al llegar, un tumulto de cruces se interpone ante ellos y se oye el Merlú. Miles de cruces se alzan al cielo para proclamar que empieza la procesión. Poco a poco los cofrades se van incorporando a la fila, y sobre el entramado de cruces se ven avanzar los pasos a los sones de Thalberg. Llega el momento de incorporarse a la procesión: “ahora papá que ya llega la Verónica”. El padre y el niño, se cubren con el caperuz y se incorporan a la procesión. La emoción es tan grande que hace que la ilusión flote sobre el ambiente en una noche que se recuerda durante todo el año. No importa el cansancio, ni las horas en la calle, ni el frio…. Solo pervive la emoción por acompañar a los pasos a los sones de Thalberg, Mater Mea, Getsemaní o la Cruz. “Estás cansado hijo”, - No, papá -. La procesión sube San Torcuato (ahora por Santa Clara), atraviesa la plaza de Alemania y se interna en las Tres Cruces dando la vuelta al crucero. Un descanso para reponer fuerzas. “Hijo, ahora si, tienes que comerte las sopas”, - Claro mamá, ya sabes que me encantan -. De vuelta a la procesión, reverencia, ba-


jada por la calle de la Amargura, el siempre emblemático paso por la Marina, Santa Clara y plaza Mayor, para acabar la andadura en el Museo de Semana Santa o alguna vez con la Virgen de la Soledad. Aún hoy lo recuerda: “Sabes papá, todo pasó aquella noche, aquella noche mágica, en que a las 5 de la mañana suena el Merlú y sale una procesión, donde miles de cofrades vestidos de negro portan una cruz y

Horario y recorrido.

reparten garrapiñadas, donde en el descanso a las ocho se toman las sopas de ajo y aceitadas, donde cada año hay una cofrade que no esconde su mirada, donde cada primavera sobre la Marina queda reflejada, la cara del Nazareno que baja por Santa Clara, para acabar en la Iglesia con una Virgen marcada, con dos lágrimas en el rostro, y su dulzura dorada, sobre un manto de negro terciopelo con estrellas engarzadas”.

Sale a las Cinco de la mañana de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva por: Plaza Mayor, Renova, Plaza Sagasta,Santa Clara, Avd. Alfonso IX, Pl. Alemania, Tres Cruces (dando la vuelta al crucero). Después de un descanso de 35 minutos, continuará por Tres Cruces (efectuando la tradicional reverencia), Amargura, Avda. Príncipe de Asturias, Santa Clara, Pl. Sagasta, Pl. Mayor (dando la vuelta), Pl. San Miguel, Reina, Corral Pintado, Pl. Santa María la Nueva, para concluir en el Museo de Semana Santa todos los grupos, la Virgen de la Soledad lo hará en la Iglesia de San Juan.


La Real Cofradía del Santo Entierro se funda en 1593 con carácter gremial, de sederos y tejedores, desfilando al año siguiente. Se funda canónicamente en la iglesia de San Esteban, donde tenía lugar el Sermón del Descendimiento con un Cristo articulado que tras ser introducido en la urna ponía en marcha la procesión, rito recuperado en 2011. Una fuerte crisis produjo la desaparición de la cofradía en el siglo XVIII, aunque la procesión continuaba saliendo organizada por los fieles de San Esteban. En 1771 se recupera la cofradía y por Real

Orden del 9 de septiembre de 1925, el rey Alfonso XIII le concede el título de Real. La tarde del Viernes Santo es la del entierro de Cristo. La del terciopelo negro y el cortejo oficial y solemne que recorre las principales calles de Zamora en su camino hacia la S.I.Catedral, completando la iconografía de la Pasión que escenifican las cofradías históricas de la ciudad. Cristo muere en la Cruz, es descendido a la tierra y Zamora es testigo de su muerte cuando pasa la Urna mecida a los sones de la marcha fúnebre de Chopin . Cualquier



El sol viene a morir a Zamora, para iluminar la trágica escena. Jesús muere en Zamora como un zamorano más

rincón del casco antiguo, es el marco perfecto para contemplar La Magdalena, La Conversión del Centurión, La Lanzada ,El Descendimiento ,San Juan y Nuestra Señora ,El Descendido ,La Piedad , al Sepulcro ,Retorno del Sepulcro ,El Santo Entierro y la Virgen de los Clavos que cierra la procesión bajo palio . El sol viene a morir a Zamora, para iluminar la trágica escena. Jesús muere en Zamora como un zamorano más . Autoridades civiles, militares y religiosas presiden el duelo oficial mientras pasa Cristo Muerto por las calles. Visten los cofrades (hombres y mujeres) luto elegante, conformado túnica y caperuz de terciopelo negro, con cíngulo negro, y portan además vara de madera rematada en una cruz con sudario dorada. Nuevos elementos procesionales ha incorporado la Cofradía en los últimos años, un Vía Crucis del escultor zamorano Ricardo Flecha que son portados por hermanos de la Cofradía. Destaca asimismo el hermanamiento de la cofradía con la Infantería de Marina, con la presencia anual de los almirantes en Zamora y con el acompañamiento musical de su banda, una de las más prestigiosas del país, que ya constituye un signo de identidad del desfile procesional. Zamora se viste de luto, Zamora respira una Primavera Santa a punto de finalizar, todo está cumplido.


Horario y recorrido.

Se inicia la procesión a las 16,30 horas por plaza de Santa María la Nueva, calle del Corral Pintado, calle de la Reina, calle de Juan Nicasio Gallego, plaza Mayor, calle de Mariano Benlliure, plaza del Fresco, cuesta de San Vicente, calle del Riego, calle de Santiago, plaza de Santiago, calle de Santa Clara, plaza de Sagasta, calle Renova, plaza Mayor, calle de Ramos Carrión, plaza de Viriato, rúa de los Francos, plaza de los Ciento, rúa de los Notarios, plaza de la Catedral y entrada en el atrio de la Santa Iglesia Catedral. Tras un descanso de veinte minutos, comienza el regreso por la rúa de los Notarios, plaza de los rúa de los Francos, plaza de Viriato, calle de Ramos Carrión, plaza Mayor, despidiéndose el Cortejo Oficial en el Ayuntamiento, calle de la Reina, calle del Corral Pintado, plaza de Santa María la Nueva y entrada en el Museo de Semana Santa.


Siempre había visto las procesiones desde la acera. Hacía poco que la Semana Santa había sido declarada de Interés Turístico Internacional y quise conocer desde dentro cómo era, qué sentían los cofrades de a pie, cómo se vivía… Un amigo me invitó a salir vestido de cofrade. Participaba aquel año como cargador y me propuso dejarme la túnica y el medallón. - Tú sal, al menos, una vez. Conoce desde dentro cómo se vive la Semana Santa. Si te gusta ya veremos -me dijo-. Me convenció. A la hora convenida, acompañado de mi mu-

jer y de mi pequeña hija, acudimos a su casa. Sobre la cama reposaban las vestimentas. Aquella imagen me impactó. En breve, la túnica de estameña blanca cubriría mi cuerpo. Me ayudaron a vestirme y me sentí como un acólito. Me remiré en el espejo. Me venía un poco holgada, pero el cordón con decenarios la disimuló convenientemente. Andando nos dirigimos los dos matrimonios, cada uno con un retoño, hasta la iglesia de San Vicente. En el interior del templo el alboroto ya se había adueñado de la estancia sagrada: órdenes de última hora, recomendaciones, saludos de conocidos y conocidas,


abrazos, emociones a flor de piel, besos, alguna lágrima… En un momento de recogimiento miré fijamente la imagen instalada sobre la mesa procesional. Se me hizo un nudo en la garganta. La había visto cientos de veces, pero en aquel instante me pareció imponente la talla de Ramón Alvarez, como si me hubiera estado esperando toda la vida. Observé el rostro rojo de aquella mujer lacerado por tanto lloro donde la última lágrima se niega a abandonar la suave mejilla. Mientras, la mano derecha parece intentar dar una orden a lo inevitable –la muerte-, como si quisiera mantener por los siglos de los siglos el último aliento de vida de su hijo. Sin embargo, la muerte ya tiene rígido el cuerpo que con amor


de madre mima en su regazo. Se forman las filas: derecha, izquierda y por primera vez también en el centro. Las voces parecen amortiguarse entre los muros. La banda afina sus instrumentos y los primeros acordes, sueltos, se imponen

sobre el alboroto. Los cargadores comienzan a ocupar los banzos, hombro con hombro, manos amigas y espaldas que empujan al unísono y en la misma dirección. El aire fresco renueva la estancia cuando las puertas del templo se abren para dejar entrar la triste noche del Viernes Santo. Noche de dolor, de lágrimas porque un hombre bueno ha sido ajusticiado y su madre no encuentra consuelo. Y comienza el desfile. Veo rostros por doquier. Gentes que levantan la mirada en busca de la imagen. Ojos llorosos. Respeto absoluto. Dentro de la procesión recogimiento. Cada uno absorto en sus pensamientos. El camino se hace pesado. A lo lejos, en primera fila, descubro el rostro de mi hija. Habla con una señora que tiene a su lado y su

infantil dedo apunta a un cofrade a la vez que musita “es mi papá”. Esta noche serena de luna llena todos los cofrades son su papá. El caperuz de terciopelo negro me mantiene encerrado en una cárcel donde veo pasar el mundo a través de dos pequeñas ventanas. ¿Qué pecados he cometido para tamaña penitencia? Y mi pensamiento se vuelve placentero porque el desfile no es expiación, sino devoción, amor por lo que nuestros ancestros crearon, conservaron y nos transmitieron. Los pies protestan, pero tengo que aguantar. Me fijo en los cargadores, parecen una sola persona con cien pies, y pienso que lo que ellos hacen sí es un gran sacrificio, pero en el fondo un honor, una ilusión. El frío de la noche se deja sentir, sin embargo, el sudor envuelve los cuerpos. Paulatinamente nos acercamos al templo de salida. A escasos metros de la iglesia, sin poder remediarlo, los ojos se me inundan de lágrimas mientras a lo lejos se oyen miles de voces femeninas entonando La Salve. Con el rostro cubierto, no tengo miedo a que nadie descubra mi debilidad, aunque en cierta ocasión leí algo referente a que “los hombres también lloran”. Las lágrimas, al igual que la risa, son contagiosas. Físicamente no hay barrera entre el Viernes Santo y el Sábado de Gloria, pero el primero toca a su fin y habrá que esperar otros 365 días para volver a salir en procesión. Los ojos anegados y los abrazos


reinan por doquier. Apenas dos horas antes todo eran saludos y ahora son despedidas. Nuestra Madre ha congregado en su regazo a cientos, miles de zamoranos y zamoranas que atesorarán su imagen durante toda su vida entre las devociones más preciadas. Espero a que salgan los cargadores. Aparece mi amigo Vicente –sí Vicente Díez, un gran semanasantero, al que siempre recuerdo con un cariño especial- y nos fundimos en un fraternal abrazo. Ha sido mi bautizo, gracias a él, en la Semana Santa de Zamora. Un recuerdo que me acompañará hasta que mi memoria deje de tener conciencia.

Horario y recorrido.

Sale a las 23 horas de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, para seguir por Cuesta de San Vicente, C. el Riego, Calle de Santiago, C, Santa Clara, Plaza de Sagasta, C. Renova, Pza. Mayor, C. Ramos Carrión, Pza. de Viriato, Rua de los Francos C. de SorDositea AndresC. de las Damas, C. Hospital, Pza. Sta. Mª La Nueva, Calle de Corral Pintado. Calle de la Reina, Pza. de San Miguel y Pza Mayor, donde se efectuará el rezo de la Corona Dolorosa y el canto del Stabat Mater, finalizando con el canto popular de la Salve y retornando las imágenes por C. Mariano Benlliure a la Iglesia de S. Vicente.


La Soledad, esa Virgen con las manos entrecruzadas, con el rosto pálido y lleno de pena por el dolor más grande, con esas lágrimas que ni un pañuelo de seda puede secarlas. Dicen que “un clavo saca otro clavo” y yo me pregunto ¿Qué clavo podrá sacarte el dolor que tienes en tu corazón?. Esa Soledad que cada Sábado Santo deja la Iglesia de San Juan, para buscar a su hijo por las calles llenas de angustia y vistas por muchos zamoranos. Esa salve que cantan tus damas al llegar a la plaza, son las campanas finales de una larga y dolorosa historia…

Ahora nos podemos preguntar ¿Quienes sacarán el clavo del dolor de tu corazón?, ¿Serán los zamoranos que con un manto de devoción te arropan?, ¿Serán sus rezos el pañuelo de seda que estás buscando?, ¿Serán sus flores los colores que pueden cambiar el color de tu cara pálida?, ¿Serán las reverencias las que hacen sentirte reina? Reina y Señora de esta Zamora, que vive desconsolada y que te necesita a ti, Virgen de la Soledad… Yo puedo contar lo que sé y lo que siento, al verte desde la acera, pues después de un largo



recuerdo que cada vez que voy a San Juan, una oración hacia ella, no ha faltar, y las cosas que le pedía muchas, con las gracias que verdaderamente hay que dar,

esperar y ver a tus damas pasar, oigo sonar la marcha “Soledad”, cada vez se oye más y más, poco a poco empiezo a ver tu mesa asomar y más tarde veo a la Señora de este lugar, con ese manto de luto negro, con el que arropas las penas de todos los zamoranos… Las veces que tengo la suerte de estar dentro del desfile, dónde puedo ver cada momento, esa salve inicial que te toca la banda al empezar que marca este largo caminar por la ciudad. Las velas encendidas que con su luz, marcan la senda hasta San Juan. Y los miles de zamoranos que cuando llegas a la plaza te ven entrar, y finalmente, cómo no, la salve no puede faltar y esa entrada a San Juan que dice “adiós” hasta el año que viene… Y algo que no podemos olvidar es cada visita a San Juan, yo recuerdo que cada vez que voy a San Juan, una oración hacia ella, no ha faltar, y las cosas que le pedía muchas, con las gracias que verdaderamente hay que dar, recuerden también que cada vela del lampadario contiene millones de peticiones a la Soledad… Esto es lo poco que puedo redactar, pues la devoción es algo difícil de expresar, no olvidemos que cada semanasantero es una rosa que le da perfume a Nuestra Señora, La Virgen de la Soledad, que ese clavo de dolor no se lo podremos sacar, pero estar con ella en cada instante es cosa de amar…


Horario y Recorrido.

Sale a las 20.00 horas de la tarde sale de la Iglesia de San Juan, para continuar por la C/ Renova, Sagasta, Santa Clara, Avenida de Alfonso IX, Plaza de Alemania, San Torcuato, Sagasta, Renova, entrando en la Plaza Mayor, donde se entonarรก la Salve a la Virgen, para luego regresar al templo de salida.


Desde el punto de vista de la doctrina cristiana, si importantes son el jueves y viernes santos en la pasión del Salvador, más fundamental es la resurrección, dado que según dijo San Pablo… “si Cristo no hubiera resucitado vana es nuestra fe”. Aquí en Zamora a lo largo de los siglos se ha conmemorado la vuelta a la vida de Jesús con una brillante que se acrecienta con los años. Es lógico decir que antiguamente, tanto Jesús redentor como la santísima virgen, hacia estación en las iglesias de San Andrés y San Ildefonso respectivamente, costumbre en la actualidad se debe recuperar.

Haciendo un poco de historia en el año 1914 el paso de la virgen lució una nueva mesa costeada mediante suscripción por los hermanos de la cofradía. Como era tradición los soldados del regimiento de Toledo daban escolta a las imágenes junto con su banda de música. Para la ceremonia del encuentro se engalana la plaza Mayor y Jesús y la virgen se saludan con las tres reverencias entre el fervor popular, disparo de cohetes y salvas de alegría, no podía faltar el himno nacional y los marchas triunfales. Siempre la bajada por Balborraz y la función religiosa en la



iglesia Santa María de la Horta. Con una acentuada cantidad de fieles. Pero no todo es profesión en este domingo de Pascua en Zamora, así el año 1917 y después de la misa de pontifical en la Catedral y la exhibición de tapices en el claustro del primer templo. A las doce de la mañana tuvo lugar un concurso de trajes típicos de la región en el paseo de San Martín, amenizando el festejo una excelente banda de música. Se adjudicaron valiosos premios donados por nuestros representantes en las cortes españolas a las parejas que se presentaban vistiendo con más elegancia y lujo los meritorios trajes del país. Seguidamente a las 3:30 de la tarde se celebró una gran novillada limpiándose seis hermosos cornúpetos con enorme afluencia de público que llegaba la plaza. Siguiendo en este año 1917 y en el recuerdo a la Resurrección, a las diez de la noche destacar la brillante función de fuegos artificiales organizada por el círculo Union Mercantil e Industrial de Zamora. Para el lunes de Pascua no podía faltar la esperada y solemne función religiosa en la Santa Iglesia catedral a cargo del señor obispo con bendición papal e indulgencias en la forma acostumbrada.


Horario y recorrido.

Salen las dos Imágenes a las 09:00 horas de la Iglesia Parroquial de Santa Maria de la Horta: La Imágen de Jesús Resucitado, inicia su desfile por la Plaza de San Julián del Mercado, Zapatería, Plza Santa Lucía, Cuesta del Pizarro, San Ildefonso (descanso 25 minutos), Arco San Ildefonso, Rúa de los Francos, Ramos Carrión, Plaza Mayor. La Imagen de la Virgen del Encuentro. Sale del mismo Templo para continuar por C/ San Juan de las Monjas, Cuesta del Piñedo, Plaza Santa Eulalia, C/Santa Olaya, C/ Viriato, Plaza Sagasta, San Torcuato, C/ Santiago (descanso de 25 minutos), Santa Clara, Sagasta, Renova y Plaza Mayor. El Encuentro se efectuará en la Plaza Mayor a las 11,15 horas, seguidamente regreso, tras vuelta a la plaza Mayor por cuesta de Balborraz, la Plata, San Julián del Mercado, al Templo de salida.


El Itinerario

número catorce, decimocuarta edición

Diseño y maquetación. masimajen.com. Autores de los textos por orden de relatos Roberto Felix Fuentes Sara Pérez Tamames Antonio de la Higera Sampedro Rubén Domínguez Rodríguez Javier Hernández Vidal Ana Pedrero Rojo Jaime Rebollo Calvo J. Carlos Izquierdo Domínguez José Carlos Rodríguez San Gregorio Manuel Allué Luis Felipe Delgado de Castro Juan Luis Vicente Fernández (JLVC) Eugenio Jesus de Avila Juan Manuel Bragado Molina Luis Fernando Garcia Martín Dalmiro Gavilan Santos Sandra Turrado Esteban José Marcos Diez Fotografías. Jesús Salvador Cecilio Mª del Amor Martín Olivera Idea de “El Itinerario” Jesús Salvador Cecilio

Reservados todos los derechos de edición. Se prohíbe la reproducción total o parcial del contenido de este número, ya sea por medios electrónicos, mecánicos, fotocopia o grabación u otro sistema de reproducción sin la autorización expresa del editor. Las opiniones expresadas en los textos y sus contenidos son responsabilidad de los autores. Los anunciantes son los únicos responsables del contenido de sus mensajes publicitarios. Agradecemos a las empresas su colaboración sin la cual sería imposible la edición de “El Itinerario”

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